Luis de León - Nombres de Cristo - FACES DE DIOS

FACES DE DIOS


Declárase cómo Cristo tiene el nombre de Faces o Cara de Dios, y por qué le conviene este nombre.)

"También es llamado Cristo FACES DE DIOS , como parece en el salmo 88, que dice: 'La misericordia y la verdad precederán tus faces' (Ps 88,15) . Y dícelo, porque con Cristo nació la verdad y la justicia y la misericordia, como lo testifica Esaías, diciendo: 'Y la justicia nacerá con Él juntamente (Is 45,8) '. Y también el mismo David, cuando en el salmo 84 que es todo del advenimiento de Cristo, dice: 'La misericordia y la verdad se encontraron. La justicia y la paz se dieron paz . La verdad nació de la tierra y la justicia miró desde el cielo. El Señor por su parte fue liberal, y la tierra por la suya respondió con buen fruto. La justicia va delante de Él y pone en el camino sus pisadas'. Item, dásele a Cristo este mismo n ombre en el salmo 94, adonde David, convidando a los hombres para el recibimiento de la buena nueva del Evangelio, les dice: 'Ganemos por la mano a su faz en confesión y loo'. Y más claro en el salmo 79: 'Conviértenos -dice, c.23-, Dios de nuestra salud; muéstranos tus faces, y seremos salvos'. Y asimismo Esaías en el capítulo 64 (Is 64,1) le da este nombre, diciendo: 'Descendiste, y delante de tus faces se derritieron los montes'. Porque claramente habla allí de la venida de Cristo, como en él se parece."

-Demás de estos lugares que ha leído Sabino -dijo entonces Marcelo - hay otro muy señalado que no le puso el papel, y merece ser referido. Pero antes que diga de él, quiero decir que en el salmo 79, aquellas palabras que se acaban ahora de leer (Ps 79,4) : "Conviértenos, Dios de nuestra salud", se repiten en él tres veces; en el principio y en el medio y en el fin del salmo, lo cual no carece de misterio, y a mi parecer se hizo por una de dos razones. De las cuales la una es para hacernos saber que hasta acabar Dio s y perfeccionar del todo al hombre, pone en él sus manos tres veces: una, criándole del polvo y llevándole del no ser al ser, que le dio en el paraíso; otra, reparándole después de estragado, haciéndose Él para este fin hombre también; y la tercera, resucitándole después de muerto, para no morir ni mudarse jamás. En señal de lo cual, en el libro del Génesis, en la historia de la creación del hombre, se repite tres veces esta palabra criar. Porque dice de esta manera (Gn 1,27) : "y crió Dios al hombre a su imagen y semejanza, a la imagen de Dios le crió; creólos hembra y varón."

Y la segunda razón, y lo que por más cierto tengo, es que en el salmo de que hablamos pide el profeta a Dios en tres lugares que convierta su pueblo a sí y les descubra sus Faces que es a Cristo, como hemos ya dicho, porque son tres veces las que señaladamente el Verbo divino se mostró y mostrará al mundo, y señaladamente a los del pueblo judaico para darles luz y salud. Porque lo primero se les mostró en el monte, adonde les dio Ley y le s notificó su amor y voluntad; y cercado y como vestido de fuego y de otras señales visibles, les habló sensiblemente, de manera que le oyó hablar todo el pueblo; y comenzó a humanarse con ellos entonces como quien tenía determinado de hacerse hombre de ellos y entre ellos después, como lo hizo. Y éste fue el aparecimiento segundo, cuando nació rodeado de nuestra carne y conversó con nosotros, y viviendo y muriendo negoció nuestro bien.

El tercero será cuando, en el fin de los siglos, tornará a venir otra vez para entera salud de su Iglesia. Y aun, si yo no me engaño, estas tres venidas del Verbo, una en apariencias y voces sensibles, otras dos hecho ya verdadero hombre significó y señaló el mismo Verbo en la zarza, cuando Moisés le pidió señas de quién era , y Él, para dárselas, le dijo así (Ex 3,14) : " El que seré, seré, seré", repitiendo esta palabra de tiempo futuro tres veces, y como diciéndoles: Yo soy el que prometí a vuestros padres venir ahora para libraros de Egipto, y nacer después entre vosotros para redimiros del pecado, y tornar últimamente en la misma forma de hombre para destruir la muerte y perfeccionaros del todo. Soy el que seré vuestra guía en el desierto, y el que seré vuestra salud hecho hombre, y el que seré vuestra entera gloria, hecho juez.

Aquí Juliano, atravesándose, dijo:

-No dice el texto seré, sino soy, de tiempo presente, porque, aunque la palabra original en el sonido sea seré, mas en la significación es soy, según la propiedad de aquella lengua.

-Es verdad -respondió Marcelo - que en aquella lengua las palabras apropiadas al tiempo futuro se ponen algunas veces por el presente; y en aquel lugar podemos muy bien entender que se pusieron así, como lo entendieron primero San Jerónimo y los intérpretes griegos. Pero lo que digo ahora es que, sin sacar de sus términos a aquellas palabras, sino tomándolas en su primer sonido y significación, nos declaran el misterio que ha dicho. Y es misterio que para el propósito de lo que entonces Moisés quería saber, convenía mucho que se diese.

Porque yo os pregunto, Juliano: ¿No es cosa cierta que comunicó Dios con Abraham este secreto, que se había de hacer hombre y nacer de su linaje de él?

-Cosa cierta es -respondió - y así lo testifica Él mismo en el Evangelio, diciendo (Jn 8,56):

"Abraham deseó ver mi día; viole y gozóse."

-Pues ¿no es cierto también -prosiguió Marcelo - que este mismo misterio lo tuvo Dios escondido hasta que lo obró, no sólo de los demonios, sino aun de muchos de los ángeles?

-Así se entiende -respondió Juliano- de lo que escribe San Pablo (Col 1,26), -Por manera -dijo Marcelo - que era acaso secreto aquéste, y cosa que pasaba entre Dios y Abraham y algunos de sus sucesores, conviene a saber, los sucesores principales y las cabezas de linaje, con los cuales, de uno en otro y como de mano en mano, se había comunicado este hecho y promesa de Dios.

-Así -respondió Juliano- parece.

-Pues siendo as -añadió Marcelo -, y siendo también manifiesto que Moisés, en el lugar de que hablamos, cuando dijo a Dios (Ex 3,13) : " Yo, Señor, iré como me lo mandas, a los hijos de Israel y les diré: El Dios de vuestros padres me envía a vosotros; mas si me preguntaren cómo se llama ese Dios, ¿qué les responderé?" Así que, siendo manifiesto que Moisés, por estas palabras que he referido, pidió a Dios alguna seña cierta de sí, por la cual, así el mismo Moisés como los principales del pueblo de Israel, a quien había de ir con aquella embajada, quedasen saneados que era su verdadero Dios el que le había aparecido y le enviaba, y no algún otro espíritu falso y engañoso; por manera que, pidiendo Moisés a Dios una seña como ésta, y dándosela Dios en aquellas palabras, diciéndole: " Diles: El que seré, seré, seré, me envía a vosotros; la razón misma nos obliga a entender que lo que Dios dice por estas palabras era cosa secre ta y encubierta a cualquier otro espíritu, y seña que sólo Dios y aquellos a quien se había de decir la sabían, y que era como la tésera militar, o lo que en la guerra decimos dar nombre, que está secreto entre solos el capitán y los soldados que hacen cuerpo de guardia. Y por la misma razón se concluye que lo que dijo Dios a Moisés en estas palabras es el misterio que he dicho; porque este solo misterio era el que sabían solamente Dios y Abraham y sus sucesores, y el que solamente entre ellos estaba secreto.

Que lo demás que entienden algunos haber significado y declarado Dios de sí a Moisés en este lugar, que es su perfección infinita, y ser Él el mismo ser por esencia, notorio era no solamente a los ángeles, pero también a los demonios; y aun a los hombres sabios y doctos es manifiesto que Dios es ser por esencia y que es ser infinito, porque es cosa que con la luz natural se conoce. Y así, cualquier otro espíritu que quisiera engañar a Moisés y vendérsele por su Dios verdadero, lo pudiera, mintiendo, decir de sí mismo; y no tuviera Moisés, con oír esta seña, ni para salir de duda bastante razón, ni cierta señal para sacar de ella a los príncipes de su pueblo a quien iba.

Mas el lugar que dije al principio, del cual el papel se olvidó, es lo que en el capítulo 6 del libro de los Números mandó Dios al sacerdote que dijese sobre el pueblo cuando le bendijese, que es esto (Nb 6,25-24) : "Descubra Dios sus Faces a ti y haya piedad de ti. Vuelva Dios sus Faces a ti y déte paz." Porque no podemos dudar sino que Cris to y su nacimiento entre nosotros son estas Faces que el sacerdote pedía en este lugar a Dios que descubriese a su pueblo, como Teodoreto y como San Cirilo lo afirman, doctores santos y antiguos (52) .

52. Select. Sac. Scrip. quest. in Num., c. 6; Ciril. Alex, In Joan Evang. 1,9; c. 40

Y demás de su testimonio, que es de grande autoridad, se convence lo mismo de que en el salmo 66 (Ps 66,2), en el cual, según todos lo confiesan, David pide a Dios que envíe al mundo a Jesucristo, comienza el profeta con las palabras de esta bendición y casi la señala con el dedo y la declara, y no le hace falta sino decir a Dios claramente: "La bendición que por orden tuya echa sobre el pueblo el sacerdote, eso, Señor es lo que te suplico; y te pido que nos descubras ya a tu Hijo y Salvador nuestro, conforme a como la voz pública de tu pueblo lo pide." Porque dic e de esta manera: " Dios haya piedad de nosotros y nos bendiga. Descubra sobre nosotros sus Faces y haya piedad de nosotros."

Y en el libro del Eclesiástico, después de haber el sabio pedido a Dios con muchas y muy ardientes palabras la salud de su pueblo y el quebrantamiento de la soberbia y pecado y la libertad de los humildes opresos, y el allegamiento de los buenos esparcidos, y su venganza y honra, y su deseado juicio, con la manifestación de su ensalzamiento sobre todas las naciones del mundo, que es puntualmente pedirle a Dios la primera y la segunda venida de Cristo, concluye al fin y dice (Si 36,19):

"Conforme a la bendición de Aarón, así, Señor, haz con tu pueblo y enderézanos por el camino de tu justicia." Y sabida cosa es que el camino de la justicia d e Dios es Jesucristo, así como Él mismo lo dice 55) : "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida." Y pues San Pablo dice, escribiendo a los de Efeso

55. (Jn 14,6).


(Ep 1,3) : "Bendito sea el Padre y Dios de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual y sobrecelestial en Jesucristo", viene maravillosamente muy bien que en la bendición que se daba al pueblo antes que Cristo viniese, no se demandase ni desease de Dios otra cosa sino sólo a Cristo, fuente y origen de toda feliz bendición; y viene muy bien que consuenen y se respondan así estas dos Escrituras, nueva y antigua. Así, que las Faces de Dios que se piden en aqueste lugar son Cristo sin duda.

Y concierta con esto ver que se piden dos veces, para mostrar que son dos sus venidas. En lo cual es digno de considerar lo justo y lo propio de las palabras que el Espíritu Santo da a cada cosa. Porque en la primera venida dice descubrir, diciendo: " Descubra sus Faces Dios", porque en ella comenzó Cristo a ser visible en el mundo. Mas en la segunda dice volver, diciendo: " Vuelva Dios sus Faces", porque entonces volverá otra vez a ser visto. En la primera, según otra letra, dice lucir, porque la obra de aquella venida fue desterrar del mundo la noche del error, y como dijo San Juan (Jn 1,5) :

"Resplandecer en las tinieblas la luz." Y así Cristo por esta causa es llamado Luz y Sol de justicia. Mas en la segunda dice ensalzar, porque el que vino antes humilde, vendrá entonces alto y glorioso; y vendrá, no a dar ya nueva doctrina, sino a repartir el castigo y la gloria.

Y aun en la primera dice: " Haya piedad de vosotros", conociendo y como señalando que se habían de haber ingrata y cruelmente con Cristo, y que habían de merecer por su ceguedad e ingratitud ser por Él consumidos; y por esta causa le pide que s e apiade de ellos y que no los consuma. Mas en la segunda dice que " Dios les dé paz", esto es,. que dé fin a su tan luengo trabajo, y que los guíe a puerto de descanso después de tan fiera tormenta, y que los meta en el abrigo y sosiego de su Iglesia, y en la paz de espíritu que hay en ella y en todas sus espirituales riquezas. O dice lo primero porque entonces vino Cristo solamente a perdonar lo pecado y a " buscar lo perdido", como Él mismo lo dice (Mt 18,11) ; y lo segundo, porque ha de venir después a dar paz y reposo al trabajo santo y a remunerar lo bien hecho.

Mas, pues Cristo tiene este nombre, es de ver ahora por qué le tiene. En lo cual conviene advertir que, aunque Cristo se llama y es Cara de Dios por dondequiera que le miremos, porque según que es h ombre, se nombra así, y según que es Dios y en cuanto es el Verbo, es también propia y perfectamente " imagen y figura del Padre", como San Pablo (He 1,3) le llama en diversos lugares; pero lo que tratamos ahora es lo que toca al ser de hombre, y lo que buscamo s es el título por donde la naturaleza humana de Cristo merece ser llamada sus Faces. Y para decirlo en una palabra, decimos que Cristo hombre es Faces y Cara de Dios, porque como cada uno se conoce en la cara, así Dios se nos representa en Él, y se nos demuestra quién es clarísima y perfectisímamente. Lo cual en tanto es verdad, que por ninguna de las criaturas por sí, ni por la universidad de ellas juntas, los rayos de las divinas condiciones y bienes relucen y pasan a nuestros ojos, ni mayores ni más cla ros, ni en mayor abundancia que por el alma de Cristo, y por su cuerpo y por todas sus inclinaciones, hechos y dichos, con todo lo demás que pertenece a su oficio.

Y comencemos por el cuerpo, que es lo primero y más descubierto; en el cual, aunque no le vemos, mas por la relación que tenemos de él, y entre tanto que viene aquel bienaventurado día en que por su bondad infinita esperamos verle amigo para nosotros y alegre; así que, dado que no le veamos, pero pongamos ahora con la fe los ojos en aquel rostro divino y en aquellas figuras de Él, figuradas con el dedo del Espíritu Santo; y miremos el semblante hermoso y la postura grave y suave, y aquellos ojos y boca, aquésta nadando siempre en dulzura, y aquéllos muy más claros y resplandecientes que el sol;

y miremos toda la compostura del cuerpo, su estado, su movimiento, sus miembros concebidos en la misma pureza, y dotados de inestimable belleza...

Mas ¿para qué voy menoscabando este bien con mis pobres palabras, pues tengo las del mismo Espíritu que le formó en el vientre de la sacratísima Virgen, que nos le pintan en el libro de los Cantares por la boca de la enamorada pastora, diciendo (Ct 5,10-16) : " Blanco y colorado, trae bandera entre los millares. Su cabeza, oro de Tíbar; sus cabellos enriscados y negros; sus ojos como los de las palomas, junto a los arroyos de las aguas, bañadas en leche; sus mejillas como eras de plantas olorosas de los olores de confección; sus labios, violetas que destilan preciada mirra. Sus manos, rollos llenos de oro de Tarsis Su vientre, bien como el marfil adornado de zafiros. Sus piernas, columnas de mármol fundadas sobre bases de oro fino; el su semblante como el del Líbano, erguido como los cedros; su paladar, dulzuras, y todo Él deseos."

Pues pongamos los ojos en esta acabada beldad, y contemplémosla bien, y conoceremos que todo lo que puede caber de Dios en un cuerpo, y cuanto le es posible participar de él, y retraerle y figurarle y asemejársele, todo esto, con ventajas grandísimas, entre todos los otros cuerpos resplandece en aquéste; y veremos que en su género y condición es como un retrato vivo y perfecto. Porque lo que en el cuerpo es color -que quiero, para mayor evidencia, cotejar por menudo cada una cosa con otra, y señalar en este retrato suyo, que formó Dios de hecho, habiéndole pintado muchos años antes con las palabras, cuán enteramente responde todo con su verdad; aunque, por no ser largo, diré poco de cada cosa, o no la diré, sino tocarla he solamente-, por manera que el color en el cuerpo, el cual resulta de la mezcla de las cualidades y humores que hay en él, y que es lo primero que se viene a los ojos responde a la liga -o si lo podemos decir así- a la mezcla y tejido que hacen entre sí las perfecciones de Dios. Pues así como se dice de aquel color que se tiñe de colorado y de blanco, así toda esa mezcla secreta se colora de sencillo y amoroso. Porque lo que luego se nos ofrece a los ojos, cuando los alzarnos a Dios, es una verdad pura y una perfección simple y sencilla que ama.

Y asimismo la cabeza en el cuerp o dice con lo que en Dios es la alteza de su saber. Aquélla, pues, es de oro de Tíbar, y aquésta son tesoros de sabiduría. Los cabellos, que de la cabeza nacen, se dicen ser enriscados y negros; los pensamientos y consejos que proceden de aquel saber, son ensalzados y obscuros. Los ojos de la providencia de Dios y los ojos de aqueste cuerpo unos unos; que éstos miran, como palomas bañadas en leche, las aguas; aquéllos atienden y proveen a la universidad de las cosas con suavidad y dulzura grandísima dando a cada una su sustento, y como digamos, su leche.

Pues ¿qué diré de las mejillas, que aquí son eras olorosas de plantas, y en Dios son su justicia y su misericordia, que se descubren y se le echan más de ver, como si dijésemos, en el uno y en el otro lado del rostro, y que esparcen su olor por todas las cosas? Que, como es escrito (Ps 64,10), "todos los caminos del Señor son misericordia y verdad."

Y la boca y los labios, que son en Dios los avisos que nos da y las Escrituras santas donde nos habla, así como en este cuerpo son violetas y mirra, así en Dios tienen mucho de encendido y de amargo, con que encienden a la virtud y amargan y amortiguan el vicio. Y ni más ni menos, lo que en Dios son las manos, que son el poderío suyo para obrar y las obras hechas por Él, son semejantes a las de este cuerpo, hechas como " rollos de oro rematados en tarsis; esto es, son perfectas hermosas y todas muy buenas, como la Escritura lo dice (Gn 1,31) : " Vio Dios todo lo que hiciera, y todo era muy bueno."

Pues para las entrañas de Dios y para la fecundidad de su virtud, que es como el vientre, donde todo se engendra, ¿qué imagen será mejor que este vientre blanco y como hecho de " marfil y adornado de zafiros"?

Y las piernas del mismo, que son hermosas y firmes, como mármoles sobre basas de oro, clara pintura sin duda son de la firmeza divina no mudable, que es como aquello en que Dios estriba.

Es también su semblante como el del Líbano, que es como la altura de la naturaleza divina, llena de majestad y belleza.

Y, finalmente, es dulzuras su paladar, y deseos todo él; para que entendamos del todo cuán merecidamente este cuerpo es llamado imagen y Faces y cara de Dios, el cual es dulcísimo y amabilísimo por todas partes, así como escrito (Ps 33,9 Ps 30,20) : " Gustad y ved cuán dulce es el Señor. Y ¡cuán grande es, Señor, la muchedumbre de tu dulzura, que escondiste para los que te aman!."

Pues si en el cuerpo de Cristo se descubre y reluce tanto la figura divina, ¿cuánto más expresa imagen suya será su santísima alma, la cual verdaderamente, así p or la perfección de su naturaleza como por los tesoros de sobrenaturales riquezas que Dios en ella ayuntó, se asemeja a Dios y le retrata más vecina y acabadamente que otra criatura ninguna? Y después del mundo original, que es el Verbo, el mayor del mundo y el más vecino al original es aquesta divina alma, y el mundo visible, comparado con ella, es pobreza y pequeñez; porque Dios sabe y tiene presente delante de los ojos de su conocimiento todo lo que es y puede ser; y el alma de Cristo ve con los suyos todo lo que fue, es y será.

En el saber de Dios están las ideas y las razones de todo, y en esta alma el conocimiento de todas las artes y ciencias. Dios es fuente de todo el ser, y el alma de Cristo de todo el buen ser, quiero decir, de todos los bienes de gracia y justicia, con que lo que es se hace justo y bueno y perfecto; porque de la gracia que hay en Él mana toda la nuestra. Y no sólo es gracioso en los ojos de Dios para sí, sino para nosotros también; porque tiene justicia, con que parece en el acatamiento de Dios amable sobre todas las criaturas; y tiene justicia poderosa para hacerlas amables a todas, infundiendo en sus vasos de cada una algún efecto de aquella su grande virtud, como es escrito (Jn 1,12) : "De cuya abundancia recibimos todos gracia por g racia"; esto es, de una gracia otra gracia; de aquella gracia, que es fuente, otra gracia que es como su arroyo; y de aquel dechado de gracia que está en Él, un traslado de gracia o una otra gracia trasladada que mora en los justos.

Y, finalmente, Dios cría y sustenta al universo todo, y le guía y endereza a su bien; y el alma de Cristo recría y repara y defiende, y continuamente va alentando e inspirando para lo bueno y lo justo, cuanto es de su parte, a todo el género humano.

Dios se ama a sí y se conoce infinitamente; y ella le ama y le conoce con un conocimiento y amor, en cierta manera infinito. Dios es sapientísimo, y ella de inmenso saber, Dios poderoso, y ella sobre toda fuerza natural poderosa. Y como si pusiésemos muchos espejos en diversas distancias delante de un rostro hermoso, la figura y facciones de él, en el espejo que le estuviese más cerca, se demostraría mejor, así esta alma santísima, como está junto, y si lo hemos de decir así, apegadísima por unión personal al Verbo divino, recibe sus resplandores en sí y se figura de ellos más vivamente que otro ninguno.

Pero vamos más adelante, y pues hemos dicho del cuerpo de Cristo y de su alma por sí, digamos de lo que resulta de todo junto, y busquemos en sus inclinaciones y condición y costumbres aquestas Faces e imagen de Dios.

Él dice de sí (Mt 11,29) " que es manso y humilde, y nos convida a que aprendamos a serlo de Él".

Y mucho antes el profeta Esaías viéndole en espíritu, nos le pintó con las mismas condiciones diciendo (Is 42,2-4) : "No dará voces ni será aceptador de personas, y su voz no sonará fuera. A la caña quebrantada no quebrará, ni sabrá hacer mal ni aun a una poca de estopa, que echa humo. No será acedo ni revoltoso." Y no se ha de entender que es Cristo manso y humilde por virtud de la gra cia que tiene solamente, sino, así como por inclinación natural son bien inclinados los hombres, unos a una virtud y otros a otra, así también la humanidad de Cristo, de su natural compostura, es de condición llena de llaneza y mansedumbre.

Pues con ser Cristo, así por la gracia que tenía como por la misma disposición de su naturaleza, un dechado de perfecta humildad; por otra parte, tiene tanta alteza y grandeza de ánimo, que cabe en Él, sin desvanecerle, el ser Rey de los hombres y Señor de los ángeles y Cabeza y Gobernador de todas las cosas, y el ser adorado de todas ellas y el estar a la diestra de Dios, unido con Él y hecho una persona con Él. Pues ¿qué es esto sino ser Faces del mismo Dios?

El cual, con ser tan manso como la enormidad de nuestros pecados y la grandeza de los perdones suyos, y no sólo de los perdones, sino de las maneras que ha usado para nos perdonar, lo testifican y enseñan; es también tan alto y tan grande como lo pide el nombre de Dios, y como lo dice Job con galana manera (Jb 11,8-9) : "Alturas de cielos, ¿qué farás? Honduras de abismo, cómo le entenderás? Longura más que tierra medida suya, y anchura allende del mar." Y juntamente con esta inmensidad de grandeza y celsitud, podemos decir que se humilla tanto y se allana con sus criatura s, que tiene cuenta con los pajaricos, y provee a las hormigas, y pinta las flores y desciende hasta lo más bajo del centro y hasta los más viles gusanos. Y, lo que es más claro argumento de su llana bondad, mantiene y acaricia a los pecadores y los alumbra con esta luz hermosa que vemos; y estando altísimo en sí, se abaja con sus criaturas, y como dice el salmo (Ps 101,20) : "Estando en el cielo, está también en la tierra."

Pues ¿qué diré del amor que nos tiene Dios, y de la caridad para con nosotros que arde en el alma de Cristo? ¿De lo que Dios hace por los hombres, y de lo que la humanidad de Cristo ha padecido por ellos? ¿Cómo los podré comparar entre sí, o qué podré decir, cotejándolos, que más verdadero sea, que es llamar a esto Faces e imagen de aquello? Cristo nos amó hasta darnos su vida; y Dios, inducido de nuestro amor, porque no puede darnos la suya, danos la de su Hijo Cristo, porque no padezcamos infierno y porque gocemos nosotros del cielo, padece prisiones y azotes y afrentosa y dolorosa muerte. Y Dios, por el mismo fin, ya que no era posible padecerla en su misma naturaleza, buscó y halló orden para padecerla por su misma persona. Y aquella voluntad ardiente y encendida, que la naturaleza humana de Cristo tuvo de morir por los hombres, no fue sino como una llama que se prendió del fuego de amor y deseo, que ardían en la voluntad de Dios, de hacerse hombre para morir por ellos.

No tiene fin este cuento; y cuanto más desplego las velas, tanto hallo mayor camino que andar, y se me descubren nuevos mares cuanto más navego; y cuanto más considero estas Faces, tanto por más partes se me descubren en ellas el ser y las perfecciones de Dios.

Mas conviéneme ya recoger, y hacerlo he con decir solamente que así como Dios es trino y uno, trino en personas y uno en esencia, así Cristo y sus fieles, por representar en esto también a Dios, son en personas muchos y diferentes, mas como ya comenzamos a decir, y diremos más largamente después, en espíritu y en una unidad secreta, que se explica mal con palabras y que se entiende bien por los que la gustan, son uno mismo. Y dado que las cualidades de gracia y de justicia y de los demás dones divinos que están en los justos, sean en razón semejantes, y divididos y diferentes en número; pero el espíritu que vive en todos ellos, o por mejor decir, el que los hace vivir vida justa, y el que los alienta y menea, y el que despierta y pone en obra las mismas cualidades y dones que he dicho, es en todos uno y solo, y el mismo de Cristo. Y así vive en los suyos Él, y ellos viven por Él y todos en Él; y son uno mismo multiplicado en personas, y, en cualidad y substancia de espíritu, simple y sencillo, conforme a lo que pidió a su Padre, diciendo: " Para que sean todos una cosa, así como somos una cosa nosotros."

Dícese también Cristo Faces de Dios porque, como por la cara se conoce uno, así Dios por medio de Cristo quiere ser conocido. Y el que sin este medio le conoce, no le conoce; y por esto dice Él de sí mismo (Jn 17,6), " que manifestó el nombre de su Padre a los hombres". Y es llamado " puerta y entrada"(Jn 10,9) por la misma razón; porque Él solo nos guía y encamina y hace entrar en el conocimiento de Dios y en su amor verdadero.


Y baste haber dicho hasta aquí de lo que toca a este nombre. Y dicho esto, Marcelo calló; y Sabino prosig uió luego:




CAMINO


Es Cristo llamado Camino y por qué se le atribuye este nombre.)

"Llámase también CAMINO Cristo en la Sagrada Escritura. Él mismo se llama así en San Juan, en el capítulo 14: 'Yo -dice- soy camino, verdad y vida' (Jn 14,6) . Y puede pertenecer a esto mismo lo que dice Esaías en el capítulo 35:6' Habrá entonces senda y camino, y será llamado camino santo, y será para vosotros camino derecho' (Is 35,8) . Y no es ajeno de ello lo del salmo 15: 'Hiciste que me sean manifiestos los caminos de vida' (Ps 15,10) . Y mucho menos lo del salmo 66: 'Para que conozcan en la tierra tu camino' (Ps 62,2), y declara luego qué camino: 'En todas las gentes tu salud', que es el nombre de Jesús."

-No será necesario -dijo Marcelo, luego que Sabino hubo leído esto- pro bar que Camino es nombre de Cristo, pues Él mismo se le pone. Mas es necesario ver y entender la razón por qué se le pone y lo que nos quiso enseñar a nosotros llamándose a sí Camino nuestro. Y aunque esto en parte está ya dicho, por el parentesco que este nombre tiene con el que acabamos de decir ahora, porque ser Faces y ser Camino en una cierta razón es lo mismo; mas porque, además de aquello, encierra este nombre otras muchas consideraciones en sí, será conveniente que particularmente digamos de él.

Pues para esto, lo primero se debe advertir que camino en la Sagrada Escritura se toma en diversas maneras. Que algunas veces camino en ella significa la condición y el ingenio de cada uno, y su inclinación y manera de proceder, y lo que suelen llamar estilo en romance, o lo que llaman humor ahora. Conforme a esto es lo de David en el salmo, cuando hablando de Dios dice (Ps 102,7) : " Manifestó a Moisés sus caminos." Porque los caminos de Dios que llaman así, son aquello que el mismo salmo dice luego, que es lo que Dios manifestó de su condición en el Éxodo, cuando se le demostró en el monte y en la pena, poniéndole la mano en los ojos pasó por delante de Él, y en pasando le dijo (Ex 34,6-7) : " Yo soy amador entrañable, y compasivo mucho, y muy sufrido, largo en misericordia verdadero, y que castigo hasta lo cuarto, y uso de piedad hasta lo mil". Así que estas buenas condiciones de Dios y estas entrañas suyas son allí sus caminos.

Camino se llama en otra manera la profesión de vivir que escoge cada uno para sí mismo, y su intento y aquello que pretende o en la vida o en algún negocio particular, y lo que se pone como por blanco.

Y en esta significación dice el salmo (Ps 36,5) : "Descubre tu camino al Señor, y Él lo hará." Que es decirnos David que pongamos nuestros intentos y pretensiones en los ojos y en las manos de Dios, poniendo en su providencia confiadamente el cuidado de ellos, y que con esto quedemos seguros de Él que los tomará a su cargo y les dará buen suceso. Y si los ponemos en sus manos, cosa debida es que sean cuales ellas son; esto es, que sean de cualidad que se pueda encargar de ellos Dios, que es justicia y bondad. Así que, de una vez y por unas mismas palabras, nos avisa allí de dos cosas el salmo: una, que no pretendamos negocios ni prosigamos intentos en que no se pueda pedir la ayuda de Dios; otra, que después de así apurados y justificados, no los fiemos de nuestras fuerzas, sino que los echemos en las suyas, y nos remitamos a Él con esperanza segura.

La obra que cada uno hace, también es llamada camino suyo. En los Proverbios dice la Sabiduría de sí (Pr 8,22) : " El Señor me crió en el principio de sus caminos" ; esto es, soy la primera cosa que procedió de Dios. Y del elefante se dice en el libro de Job (Jb 40,14) que es el " principio de los caminos de Dios" ; porque entre las obras que hizo Dios cuando crió a los animales es obra muy aventajada. Y en el Deuteronomio dice Moisés (Dt 32,4) que " son juicio los caminos de Dios; queriendo decir que sus obras son santas y justas. Y el justo desea y pide en el salmo (Ps 118,5) que " sus caminos", esto es, sus pasos y obras, se enderecen siempre a "cumplir lo que Dios le manda que haga".

Dícese más camino el precepto y la ley. Así lo usa David (Ps 17,22) : " Guardé los caminos del Señor y no hice cosa mala contra mi Dios." Y más claro en otro lugar (Ps 118,32) : " Corrí por el camino de tus mandamientos, cuando ensanchaste mi corazón."

Por manera que este nombre camino, demás de lo que significa con propiedad, que es aquello por donde se va a algún lugar sin error, pasa su significación a otras cuatro cosas por semejanza: a la inclinación, a la profesión, a las obras de cada uno, a la ley y preceptos, porque cada una de estas cosas encamina al hombre a algún paradero, y el hombre por ellas, como por camino, se endereza a algún fin. Que cierto es que la ley guía, y las obras conducen, y la profesión ordena, y la inclinación lleva cada cual a su cosa.

Esto así presupuesto, veamos por qué razón de éstas Cristo es dicho Camino; o veamos si por todas ellas lo es, como lo es, sin duda, por todas.

Porque, cuanto a la propiedad del vocablo, así como aquel camino - y señaló Marcelo con el dedo, porque se parecía de allí - es el de la corte, porque lleva a la corte y a la morada del rey a todos los que enderezan sus pasos por él, así Cristo es el Camino del cie lo, porque, si no es poniendo las pisadas en él y siguiendo su huella, ninguno va al cielo. Y no sólo digo que hemos de poner los pies donde Él puso los suyos, y que nuestras obras, que son nuestros pasos, han de seguir a las obras que Él hizo, sino que -lo que es propio al camino- nuestras obras han de ir andando sobre él, porque, si salen de él, van perdidas. Que cierto es que el paso y la obra que en Cristo no estriba y cuyo fundamento no es Él, no se adelanta ni se allega hacia el cielo.

Muchos de los que vivieron sin Cristo abrazaron la pobreza y amaron la castidad y siguieron la justicia, modestia y templanza; por manera que quien no lo mirara de cerca, juzgara que iban por donde Cristo fue y que se parecían a Él en los pasos; mas, como no estribaban en Él, no siguieron camino ni llegaron al cielo. La oveja perdida, que fueron los hombres, el pastor que la halló, como se dice en San Lucas, no la trajo al rebaño por sus pies de ella ni guiándola delante de sí, " sino sobre sí y sobre sus hombros". Porque, si no es sobre Él, no podemos andar; digo, no será de provecho para ir al cielo la que sobre otro suelo anduviéremos.

¿No habéis visto algunas madres, Sabino, que teniendo con sus dos manos las dos de sus niños, hacen que sobre sus pies de ellas pongan ellos sus pies, y así los van allegando a sí y los abrazan y son juntamente su suelo y su guía? ¡Oh piedad la de Dios ! Esta misma forma guardáis, Señor, con nuestra flaqueza y niñez. Vos nos dais la mano de vuestro favor; Vos hacéis que pongamos en vuestros bien guiados pasos los nuestros; Vos hacéis que subamos; Vos que nos adelantemos; Vos sustentáis nuestras pisadas siempre en Vos mismo, hasta que, avecinados a Vos, en la manera de vecindad que os contenta, con nudo estrecho nos ayuntáis en el cielo.

Y porque, Juliano; los caminos son en diferentes maneras, que unos son llanos y abiertos, y otros estrechos y de cuesta, y unos más largos, y otros que son como sendas de atajo; Cristo; verdadero Camino y universal, cuanto es de su parte, contiene todas estas diferencias en sí; que tiene llanezas abiertas y sin dificultad de estropiezos, por donde caminan descansadamente los flacos; y tiene sendas más estrechas y altas para los que son de más fuerza; y tiene rodeos para unos, porque así les conviene, y ni más ni menos por donde atajen y abrevien los que se quisieren apresurar.

Mas veamos lo que escribe de este nuestro Camino Esaías (Is 35,8-10) : " Y habrá allí senda y Camino, y será llamado Camino santo. No caminará por él persona no limpia, y será derecho este Camino para vosotros, los ignorantes en él no se perderán. No habrá león en él, ni bestia fiera, ni subirá por él ninguna mala alimaña. Caminarle han los librados, y los redimidos por el Señor volverán, y vendrán a Sión con loores y gozo sobre sus cabezas sin fin. Ellos asirán del gozo y de la alegría, y el dolor y el gemido huirá de ellos."

Lo que dice senda, la palabra original significa todo aquello que es paso por donde se va de una cosa a otra; pero no como quiera paso, sino paso algo más levantado que los demás del suelo que le está vecino, y paso llano, o porque está enlosado o porque está limpio de piedras y libre de estropiezos. Y conforme a esto, unas veces significa esta palabra las gradas de piedra por donde se sube, y otras, la calzada empedrada y levantada del suelo, y otras, la senda que se ve ir limpia en la cuesta, dando vueltas desde la raíz a la cumbre. Y todo ello dice con Cristo muy bien, porque es calzada y sendero, y escalón llano y firme. Que es decir que tiene dos cualidades este Camino: la una de alteza y la otra de desembarazo; las cuales son propias, así a lo que llamamos gradas como a lo que decimos sendero o calzada. Porque es verdad que todos los que caminan por Cristo van altos y van sin estropiezos. Van altos, lo uno porque suben; suben, digo, porque su caminar es propiamente subir; porque la virtud cristiana siempre es mejoramiento y adelantamiento del alma. Y así, los que andan y se ejercitan en ella forzosamente crecen, y el andar mismo es hacer de continuo mayores, al revés d e los que siguen la vereda de vicio, que siempre descienden, porque el ser vicioso es deshacerse y venir a menos de lo que es; y cuanto va más, tanto más se menoscaba y disminuye, y viene por sus pasos contados, primero a ser bruto, y después a menos que b ruto, y finalmente a ser casi nada.

Los hijos de Israel, cuyos pasos desde Egipto hasta Judea fueron imagen de esto, siempre fueron subiendo por razón del sitio y disposición de la tierra. Y en el templo antiguo, que también fue figura, por ninguna parte se podía entrar sin subir. Y así el Sabio, aunque por semejanza de resplandor y de luz! dice lo mismo así de los que caminan por Cristo como de los que no quieren seguirle. De los unos dice (Pr 4,18-19) : " La senda de los justos, como luz que resplandece, y crece y va adelante basta que sube a ser día perfecto." De los otros, en un particular que los comprende: " Desciende -dice- "a la muerte su casa, y a los abismos sus sendas." (Pr 2,18). Pues esto es lo uno. Lo otro, van altos porque van siempre lejos del suelo, que es lo más bajo. Y van lejos de él, porque lo que el suelo ama, ellos lo aborrecen; lo que sigue, huyen, y lo que estima, desprecian. Y lo último, van así porque huellan sobre lo que el juicio de los hombres tiene puesto en la cumbre: las riquezas, los deleites, las honras.

Y esto cuanto a la primera cualidad de la alteza.

Y lo mismo se ve en la segunda, de llaneza y de carecer de estropiezos. Porque el que endereza sus pasos conforme a Cristo, no se encuentra con nadie; a todos les da ventaja; no se opone a sus pretensiones; no les contramina sus designos ; sufre sus iras, sus injurias, sus violencias; y si le maltratan y despojan los otros, no se tiene por despojado, sino por desembarazado y más suelto para seguir su viaje. Como, al revés, hallan los que otro camino llevan, a cada paso, innumerables estorbos, porque pretenden otros los que ellos pretenden, y caminan todos a un fin, y a fin en que los unos a los otros se estorban; y así se ofenden cada momento y estropiezan entre sí mismos, y caen, y paran, y vuelven atrás, desesperados de llegar a donde iban. Mas en Cristo, como hemos dicho, no se halla tropiezo, porque es como camino real en que todos los que quieren caben sin embarazarse.

Y no solamente es Cristo grada y calzada y sendero por estas dos cualidades dichas, que son comunes a todas estas tres cosas, sino también por lo propio de cada una de ellas comunican su nombre con Él; porque es grada para la entrada del templo del cielo, y sendero que guía sin error a lo alto del monte adonde la virtud hace vida, y calzada enjuta y firme, en quien nunca o el paso engaña o desliza o tituba el pie. Que los otros caminos más verdaderamente son deslizaderos o despeñaderos, que cuando menos se piensa, o están cortados, o debajo de los pies se sumen ellos, y echa en vacío el pie el miserable que caminaba seguro.

Y así Salomón dice: " El camino de los malos, barranco y abertura honda." ¡Cuántos en las riquezas y por las riquezas, que buscaron y hallaron, perdieron la vida ! ¡Cuántos, caminando a la honra, hallaron su afrenta! Pues del deleite, ¿qué podemos decir, sino que su remate es dolor? Pues no desliza así ni hunde los pasos el que nuestro camino sigue, porque los pone en piedra firme de continuo. Y por eso dice David (Ps 36,31) : " Está la ley de Dios en su corazó n,- no padecerán engaños sus pasos." Y Salomón (Pr 15,19) : " El camino de los malos, como valladar de zarzas; la senda del justo, sin cosa que le ofenda."

Pero añade Esaías (Is 35,38) : "senda y camino, y será llamado santo." En el original la palabra camino se repit e tres veces, de esta manera: Y " será camino, y camino, y camino llamado santo; porque Cristo es Camino para todo género de gente. Y todos ellos, los que caminan en él se reducen a tres: a principiantes, que llaman, en la virtud; a aprovecharos en ella; a los que nombran perfectos. De los cuales tres órdenes se compone todo lo escogido de la Iglesia. así como su imagen, el templo antiguo, se componía de tres partes, portal y palacio y sagrario; y como los aposentos que estaban apegados a él y cercaban a la redonda por los dos lados y por las espaldas se repartían en tres diferencias, que unos eran piezas bajas, otros entresuelos y otros sobrados. Es, pues, Cristo tres veces Camino, porque es calzada allanada y abierta para los imperfectos, y camino para los que tienen más fuerza, y camino santo para los que son ya perfectos en Él.

Dice más: " No pasará por él persona no limpia"; porque, aunque en la Iglesia de Cristo y en su cuerpo místico hay muchas no limpias, mas los que pasan por él todos son limpios; quiero decir que el andar en él siempre es limpieza, porque los pasos que no son limpios no son pasos hechos sobre este Camino. Y son limpios también todos los que pasan por él, no todos los que comienzan en él, sino todos los que comienzan, y demedian, y pas an hasta llegar al fin, porque el no ser limpio es parar o volver atrás o salir del camino. Y así, el que no parare, sino pasare, como dicho es, forzosamente ha de ser limpio.

Y parece aún mas claro de lo que se sigue: " Y será camino derecho para vosotros." Adonde el original dice puntualmente: "Y Él les andará el camino, o Él a ellos les es el camino que anda" Por manera que Cristo es el Camino nuestro, y el que anda también el camino; porque anda Él andando nosotros o, por mejor decir, andamos nosotros porque anda Él y porque su movimiento nos mueve. Y así Él mismo es el Camino que andamos y el que anda con nosotros, y el que nos incita para que andemos. Pues cierto es que Cristo no hará compañía a lo que no fuere limpieza. Así que no camina aquí lo sucio ni se adelanta lo que es pecador, porque ninguno camina aquí, si Cristo no camina con él. Y de esto mismo nace lo que viene luego: " Ni los ignorantes se perderán en él." Porque ¿quién se perderá con tal guía? Mas ¡qué bien dice " los ignorantes" ! Porque los sabios, confiados de sí y que presumen valerse y abrir camino por sí, fácilmente se pierden; antes de necesidad se pierden, si confían en sí. Mayormente que, si Cristo es el mismo guía y Camino, bien se convence que es camino claro y sin vueltas, y que nadie lo pierde, si no lo quiere perder de propósito. " Esta es la voluntad de mi Padre dice Él mismo (Jn 6,39)- que no pierda ninguno de los que me dio, sino que los traiga a vida en el día postrero."

Y sin duda, Juliano, no hay cosa más clara a los ojos de la razón, ni más libre de engaño que el camino de Dios. Bien lo dice David (Ps 18,9-10) : " Los mandamientos del Señor -que son sus caminos- lúcidos, y que dan luz a los ojos. Los juicios suyos verdaderos y que se abonan a sí mismos."

Pero ya que el camino carece de error, ¿hácenlo por ventura peligroso las fieras, o saltean en él? Quien lo allana y endereza, ése también lo asegura; y así añade el Profeta: " No habrá león en él, ni andará por él bestia fiera." Y no dice andará, sino subirá ; porque si, o la fiereza d e la pasión, o el demonio, león enemigo, acomete a los que caminan aquí, si ellos perseveran en el camino, nunca los sobrepuja ni viene a ser superior suyo, antes queda siempre caído y bajo. Pues si éstos no, ¿quién andará? "Y andarán -dice- en él los redimidos." Porque primero es ser redimido que caminantes; primero es que Cristo, por su gracia y por la justicia que pone en ellos, los libre de la culpa, a quien servían cautivos, y les desate las prisiones con que estaban atados; y después es que comiencen a andar. Que no somos redimidos por haber caminado primero, ni por los buenos pasos que dimos, ni venimos a la justicia por nuestros pies (Tt 3,5) : " No por las obras justas que hicimos -dice- sino según su misericordia nos hizo salvos." Así que no nace nuestra redención de nuestro camino y merecimiento, sino, redimidos una vez, podemos caminar y merecer después alentados con la virtud de aquel bien.

Y es en tanto verdad que solos los redimidos y libertados caminan aquí, y que primero que caminen son libres, q ue ni los que son libres y justos caminan ni se adelantan, sino con solos aquellos pasos quedan como justos y libres; porque la redención y la justicia, y el espíritu que las hace, encerrado en el nuestro, y el movimiento suyo y las obras que de este movimiento y conforme a este movimiento hacemos, son, para en este camino, los pies.

Pues han de ser redimidos; mas ¿por quién redimidos? La palabra original lo descubre porque significa aquello a quien otro alguno por vía de parentesco y de deudo lo rescata, y como solemos decir, lo saca por el tanto. De manera que, si no caminan aquí sino aquellos a quien redime su deudo, y por vía de deudo, clara cosa será que solamente caminan los redimidos por Cristo, el cual es deudo nuestro por parte de la naturaleza nuestra, de que se vistió; y nos redime, por serlo. Porque, como hombre, padeció por los hombres, y como hermano y cabeza de ellos pagó, según todo derecho, lo que ellos debían; y nos rescató para sí, como cosa que le pertenecíamos por sangre y linaje, como s e dirá en su lugar.

Añade: " Y los redimidos por el Señor volverán a andar por él." Esto toca propiamente a los del pueblo judaico, que con el fin de los tiempos se han de reducir a la Iglesia; y, reducidos, comenzarán a caminar por este nuestro Camino con pasos largos, confesándole por Mesías. Porque -dice- "tornarán a este camino, en el cual anduvieron verdaderamente primero, cuando sirvieron a Dios en la fe de su venida que esperaban, y le agradaron; y después se salieron de él, y no lo quisieron conocer cuando lo vieron, y así ahora no andan en él; mas está profetizado que han de tornar. Y por eso dice que " volverán otra vez al camino los que el Señor redimió". Y tiene cada una de estas palabras su particular razón, que demuestran ser así lo que digo. Po rque lo primero, en el original, en lugar de lo que decimos Señor, está el nombre de Dios propio, el cual tiene particular significación de una entrañable piedad y misericordia. Y lo segundo, lo que decimos redimidos, al pie de la letra suena redenciones o rescates; en manera que dice que los rescates o redenciones del Piadosísimo tornarán a volver. Y llama rescates o redenciones a los de este linaje, porque no los rescató una sola vez de sus enemigos, sino muchas veces y en muchas maneras, como las sagradas Letras lo dicen.

Y llámase en este particular misericordiosísimo a sí mismo; lo uno, porque, aunque lo es siempre con todos, mas es cosa que admira el extremo de regalo y de amor con que trató Dios a aquel pueblo, desmereciéndolo él. Lo otro, porque, teniéndolo tan desechado ahora y tan apartado de sí, y desechado y apartado con tan justa razón, como a infiel y homicida; y pareciendo que no se acuerda ya de él, por haber pasado tantos siglos que le dura el enojo, después de tanto olvido y de tan luengo desecho, querer tornarle a su gracia, y de hecho tornarle, señal manifiesta es de que su amor para con él es entrañable y grandísimo; pues no lo acaban ni las vueltas del tiempo tan largas, ni los enojos tan encendidos, ni las causas de ellos tan repetidas y tan justas.

Y señal cierta es que tiene en el pecho de Dios muy hondas raíces aqueste querer, pues cortado y al parecer seco, torna a brotar con tanta fuerza. De arte que Esaías llama rescates a los judíos, y a Dios le llama piadoso, porque sola su no v encida piedad para con ellos, después de tantos rescates de Dios, y de tantas y tan malas pagas de ellos, los tornará últimamente a librar; y libres y ayuntados a los demás libertados que están ahora en la Iglesia, los pondrá en el camino de ella y los guiará derechamente por él.

Mas ¡qué dichosa suerte y qué gozoso y bienaventurado viaje, adonde el Camino es Cristo, y la guía de él es Él mismo, y la guarda y la seguridad ni más ni menos es Él, y adonde los que van por él son sus hechuras y rescatados suyos! Y así todos ellos son nobles y libres; libres, digo, de los demonios y rescatados de la culpa, y favorecidos contra sus reliquias, y defendidos de cualesquier acontecimientos malos, y alentados al bien con prendas y gustos de él; y llamados a premios tan ricos, que la esperanza sola de ellos los hace bienandantes en cierta manera. Y así concluye, diciendo: "Y vendrán a Sión con loores y alegría no perecedera en sus cabezas; asirán del gozo, y asirán del placer, y huirá de ellos el gemido y dolor (Is 35,10)."

Y por esta manera es llamado Camino Cristo, según aquello que con propiedad significa; y no menos lo es según aquellas cosas que por semejanza son llamadas así. Porque si el camino de cada uno son, como decíamos, las inclinaciones que tiene, y aquello a que le lleva su juicio y su gusto, Cristo con gran verdad es Camino de Dios; porque es, como poco antes dijimos, imagen viva suya y retrato verdadero de sus inclinaciones y condiciones todas; o, por decirlo mejor, es como una ejecución y un poner por obra todo aquello que a Dios le aplace y agrada más. Y si es camino el fin y el propósito que se pone cada uno a sí mismo para enderezar sus obras, Camino es sin duda Cristo, de Dios; pues, como decíamos hoy al principio, después de sí mismo, Cristo es el fin p rincipal a quien Dios mira en todo cuanto produce.

Y, finalmente, ¿como no será Cristo Camino, si se llama camino todo lo que es ley, regla y mandamiento que ordena y endereza la vida, pues es Él solo la ley? Porque no solamente dice lo que hemos de obrar, mas obra lo que nos dice que obremos y nos da fuerzas para que obremos lo que nos dice. Y así, no manda solamente a la razón, sino hace en la voluntad ley de lo que manda, y se lanza en ella; y, lanzado allí, es su bien y su ley.

Mas no digamos ahora de esto, porque tiene su propio lugar adonde después lo diremos. Y dicho esto, calló Marcelo, y Sabino abrió su papel y dijo:



Luis de León - Nombres de Cristo - FACES DE DIOS