Origenes contra Celso 714

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14. Supuesto gratuito

Seguidamente, con intento de derrocar la fe de quienes aceptan la historia de Jesús por el hecho de haber sido profetizada, dice: "Ea, pues, ¿es que porque predijeran les profetas que el gran Dios-para no decir nada más grueso-había de ser esclavo o sufrir una enfermedad o morir, tenía Dios que morirse buenamente, ser esclavo o estar enfermo, sólo porque así fue predicho, para que, una vez muerto, se creyera que era Dios? Pero los profetas no pueden predecir nada de eso, pues es malo e impío. Luego no hay que mirar si predijeron o no predijeron, sino si la obra es digna de Dios y buena; porque a lo feo y malo, aunque en un arrebato de locura pareciera que lo profetizaban todos los hombres, no se le debe dar fe. ¿Cómo, pues, tener por santas las cosas hechas con éste, como si fuera Dios?" Por aquí se ve haber supuesto Celso que este capítulo de las profecías sobre Jesús tenía alguna fuerza para persuadir a los oyentes, y así trata de invalidar el razonamiento con otro argumento probable, y así dice: "Luego no hay que mirar si predijeron o no predijeron". Cuando, si quería impugnar nuestra tesis con demostraciones y no con sofismas, debiera haber dicho: Luego hay que "demostrar que no predijeron, o, si predijeron, que no se cumplió en Jesús lo que se dijo acerca del Mesías". Y luego aducir lo que él tuviera por demostración. Así se hubiera visto qué cosas dicen los profetas, referidas por nosotros a Jesús, y cómo Celso demuestra la falsedad de nuestra interpretación. Y se vería también si refuta noblemente los pasajes de los profetas que nosotros aplicamos a la historia de Jesús, o se le convence de querer violentar descaradamente la evidencia de la verdad, como si no fuera verdad.

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15. Refútase el falso supuesto

Celso supone cosas imposibles e inconvenientes a Dios y dice: "Si eso se profetizara acerca del Dios supremo, ¿acaso, por el mero hecho de predecirse, habría que creer tales cosas acerca de Dios?" Y se imagina poder concluir de ahí que, aun cuando realmente los profetas hubieran predicho tales cosas acerca del Hijo de Dios, sería imposible creer lo que se predijo tenía que padecer o hacer. A esto hay que decir que la hipótesis de Celso es absurda, pues une entre sí cosas que terminan en contradicción. Lo cual se demuestra así: Si realmente los profetas del Dios supremo dicen que Dios será un esclavo y enfermará y hasta morirá', todo eso le acaecerá a Dios, pues es forzoso que los profetas del Dios sumo digan la verdad. Pero también es cierto que, si los verdaderos profetas del Dios sumo dicen esas cosas, puesto que lo imposible por naturaleza no es verdad, no puede acaecerle a Dios lo que verdaderamente dicen los profetas. Ahora bien, cuando dos premisas hipotéticas terminan en conclusiones contradictorias en el silogismo llamado de dos proposiciones, se destruye el antecedente de las dos premisas, que, en el caso presente, es que los profetas predijeran que el gran Dios sería esclavo, enfermaría o moriría. Concluyese, pues, que los profetas no predijeran que el gran Dios sería esclavo, enfermaría o moriría. Y el razonamiento se formula así: Si es A, también B; si es A, no es B; luego tampoco A.

Los estoicos aducen sobre esta materia el siguiente argumento: Si sabes que estás muerto, estás muerto; si sabes que estás muerto, no estás muerto; sigúese que no sabes que estás muerto. Y demuestran las premisas del modo siguiente: Si sabes que estás muerto, lo que sabes es verdad; luego es verdad que estás muerto. Pero, a la vez, si sabes que estás muerto, y es verdad que lo sabes ', no estás muerto. Mas como el muerto no sabe nada, es evidente que, si sabes que estás muerto, no estás muerto. Sigúese, como dije, de ambas premisas : Luego no sabes que estás muerto. Algo semejante sucede con la hipótesis de Celso al sentar la proposición que citamos.

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16. Ningún cristiano dice que Dios muere

Mas ni siquiera lo que hemos tomado como hipótesis tiene nada que ver con las orofecías acarea ds Jesús, pues las profecías no predijeron que Dios sería crucificado; ni siquiera las que hablan del que aceptó la muerte: Y lo vimos y no tenía forma ni hermosura; su forma era sin honor y muy inferior a la de los hijos de los hombres: hombre que está en azote y trabajo y que sabe soportar enfermedad (Is 53,2-3). Donde es de ver cómo llaman hombre al que sufrió cosas humanas. Y el mismo Jesús, que sabía puntualmente que lo que muere es hombre, dijo a les qus acechaban a su vida: Y ahora buscáis matarme, a mi, hombre que os he dicho la verdea que oí de Dios (). Y si algo de divino había en el hombre que se suponía en él, y esto divino era el Unigénito del Padre () y el Primogénito de toda la creación (Col 1,15), el que dice: Yo soy la verdad y yo soy la vida (), y: Yo soy la puerta (10,9), y: Yo soy el camino (14,6), y: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo (6,50), de otro modo se habla de ello y de su naturaleza que del hombre que se entendía haber en Jesús. Por eso ni los cristianos más simples y que no se han criado entre razonamientos sutiles dirían jamás que haya muerto la verdad, o la vida, o el camino, o el pan vivo bajado del cielo, o la resurrección. Efectivamente, el que enseñaba en el hombre que aparecía en Jesús dice ser la resurrección: Yo soy la resurrección (11,25). Tampoco hay nadie tan estúpido entre nosotros que diga: Ha muerto la vida, o ha muerto la resurrección. La hipótesis de Celso tendría lugar si afirmáramos haber predicho los profetas que moriría el Dios Verbo, o la verdad, o la vida, o la resurrección, o cualquiera otra de las cosas que dice ser el Hijo de Dios.

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17. Jesús, hombre y Dios

Así, sólo en un punto dice Celso verdad en este pasaje, a saber, que "los profetas no pueden predecir estas cosas, pues son malas e impías". ¿Y qué cosas son éstas sino que Dios sería esclavo y moriría? Es, empero, digno de Dios lo que fue profetizado por los profetas, a saber, que cierto resplandor e imagen de la naturaleza divina () aparecería en la vida juntamente con el alma sagrada, encarnada, de Jesús, a fin de sembrar una doctrina que reconciliara con el Dios del universo a quienquiera la recibiera y la cultivara en su alma; doctrina que conducirá hasta el fin a todo el que tenga en sí la virtud del Dios Logos que habitaría en cuerpo y alma humanos. Y ello será de modo que los resplandores de El no se encierren en aquél sólo, ni se piense 10 que la luz que producen estos rayos, siendo como es el Dios Logos, esté en otra parte alguna.

Así, pues, por lo que a Jesús atañe, las cosas hechas a la divinidad que hay en El son cosas santas y no pugnan con la noción corriente de Dios ; y en cuanto era hombre, adornado que estaba más que otro cualquier hombre de la participación suma del Logos en sí y de la sabiduría en sí, sufrió como sabio y perfecto cuanto era menester sufriera el que todo lo hizo en favor de todo el género humano y aun de los otros seres racionales. Y nada de absurdo hay en que muriera el hombre, y que su muerte no sólo se pusiera por ejemplo de cómo haya que morir por la religión, sino que operara también un comienzo y progreso de la destrucción del diablo maligno, que se había apoderado de toda la tierra (). Y signos de que el diablo ha sido derrocado son los que, por el advenimiento de Jesús, han huido por doquiera de los démones que los dominaban, y, una vez liberados de su servidumbre, se han consagrado a Dios y a una piedad para con El, que, en cuanto cabe, se hace más pura cada día.

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18. Contrastes, según Celso, entre Moisés y Jesús

Seguidamente dice Celso cosas como éstas: "¿No considerarán a su vez este punto? Si los profetas del Dios de los judíos predijeron que éste (Jesús) había de ser hijo de Dios, ¿cómo es que Dios, por medio de Moisés, da por ley que se busque la riqueza y el poder, que se llene la tierra, que se pase a cuchillo a los enemigos de toda edad y de todo sexo, cosa que hace El mismo, según Moisés, ante los ojos de los judíos, y les amenaza por añadidura que, si en esto no le obedecen, los tratará a ellos como a enemigos? Su hijo, en cambio, aquel hombre de Nazaret, legisla, por lo visto, lo contrario: que el rico, el ambicioso, el que pretende sabiduría y gloria no tiene siquiera acceso al Padre; que no hay que preocuparse de la comida y la despensa más de lo que se preocupan los grajos, y del vestido menos que los lirios; y al que nos ha dado un bofetón, hay que dejarle que nos dé otro. ¿Quién miente: Moisés o Jesús? ¿O es que el Padre, al enviar a éste, se había olvidado de lo que ordenara a Moisés? ¿O, condenando sus propias leyes, se arrepintió y manda a su mensajero para estatuir las contrarias?"

Realmente, aquí le pasa a Celso, que alardea de saberlo todo (I 12), la cosa más vulgar, al pensar respecto a la inteligencia de las Escrituras que no hay en la ley y en los profetas sentido alguno más profundo que lo que suena según la letra. Así no vio que la palabra divina no podía prometer de manera tan poco creíble la riqueza a quienes viven rectamente cuando puede verse que los más justos han vivido en suma pobreza. Ahí están los profetas, que, habiendo recibido el Espíritu divino por la pureza de su vida, anduvieron errantes, vestidos de pieles de ovejas y de cabras, faltos de todo, atribulados, maltratados, perdidos por desiertos, por montes, por cuevas y hendiduras de la tierra (). Y es así que, según el salmista, muchas son las tribulaciones de los justos (Ps 33,20).

Si Celso hubiera leído la ley de Moisés, es probable que, al dar con este texto: Prestarás a muchas naciones, pero tú no pedirás prestado (), que se dice al que guarda la ley, lo hubiera entendido en el sentido de que se le promete al justo acumular tanto de riqueza ciega (PLAT., Leges 63le; cf. supra I 24), que, por la abundancia de su dinero, el justo no sólo prestará a los judíos, ni sólo a una nación extraña, ni a des ni a tres, sino a muchas. ¿Qué de dinero no habrá adquirido el justo, como premio de su justicia, según la ley, para poder prestar a muchas naciones? Y, de acuerdo con esta interpretación, hay que suponer que el justo no tomará jamás prestado, pues está escrito: Tú, empero, no tomarás prestado. Ahora bien, ¿hubiera perseverado la nación fiel a la religión enseñada por Moisés de haber visto por vista de ojos que, de seguir a Celso, le mentía su legislador? No se cuenta, en efecto, de nadie que se hiciera tan rico que prestara a muchas naciones. Pero no es probable que, de habérseles enseñado a entender la ley como Celso se imaginaba y viendo al ojo la falsedad de las promesas de la ley, les quedaran ganas de luchar por ella. Mas si alguno alegare los pecados que se escriben de este pueblo como prueba de que despreciaron la ley, acaso porque la condenaron por embustera, le responderemos que deben leerse también los tiempos en que este pueblo, después de hacer lo malo en la presencia del Señor, se escribe haberse corregido y convertídose a la religión según la ley.

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19. Promesas mal entendidas

Además, si la ley les prometió que serían poderosos, diciendo : Tú dominarás a muchas naciones, pero sobre ti no dominarán (), es evidente que ése hubiera sido un motivo más para que el pueblo condenara las promesas de la ley. Celso parafrasea también algunas expresiones según las cuales la tierra entera se llenaría de la casta hebrea; mas esto, según testimonio de la historia, aconteció más bien después del advenimiento de Jesús, por estar Dios irritado, digámoslo así, no porque les cumpliera sus bendiciones. Respecto de que se prometa a los judíos que matarían a sus enemigos, hay que decir que, si se leen y estudian atentamente las expresiones, se ve ser imposible la interpretación literal. Basta de momentó citar el pasaje de los salmos en que se introduce al justo diciendo entre otras cosas:

Quiero acabar diariamente

con todos los malvados de la tierra,

y así serán de la ciudad de Dios exterminados

todos los malhechores (Ps 100,8).

Atendamos al texto y a la intención del que habla a ver si quien había antes contado hazañas que puede leer quien quisiere, puede ahora añadir que, no en otro tiempo del día, para atenernos a la letra, sino por ía mañana, mataba a todos los pecadores de la tierra sin dejar uno vivo. ¿Era posible exterminar de Jerusalén a todos los que obraban la iniquidad? Y así es fácil hallar en la ley frases por el estilo, como ésta: No dejamos a nadie con vida ().

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20. La letra y el espíritu

Alega también Celso haberse predicho a los judíos que, si no obedecían a la ley, sufrirían lo que ellos hacían a sus enemigos. Pero antes de que Celso añada nada a esto y eche mano de los que él se imagina contrastes entre la ley y la enseñanza de Cristo, digamos algo sobre lo antes dicho. Afirmamos, pues, que la ley es doble, una que se toma a la letra, otra entendida en su espíritu como ya antes que nosotros han enseñado algunos ". Ahora bien, no tanto nosotros cuanto Dios mismo que habla en uno de los profetas llama a la ley tomada a la letra juicios no buenos y ordenaciones no buenas (Ez 20,25); la entendida, empero, en su espíritu es dicha según el mismo profeta, en persona de Dios, juicios buenos y ordenaciones buenas (ibid., 21). Pues no va a decir el profeta en el mismo pasaje cosas contrarias. Y en consonancia con él dijo también Pablo que la letra mata, que equivale a decir la ley tomada a la letra, y el espíritu vivifica (Ez 2), que vale tanto como la ley entendida en su espíritu. Efectivamente, como una vez dice Ezequiel: Les di juicios no buenos y ordenaciones no buenas, en que no podrán vivir, y otra vez: Les di juicios buenos y ordenaciones buenas en que no podrán vivir (Ez 20,25 Ez 21), así también Pablo, cuando quiere desacreditar lo que la ley tiene de letra, escribe: Ahora bien, si el ministerio de muerte, que fue escrito con letras en piedras, se hizo con gloria, hasta el punto de que los hijos de Israel no podían mirar fijamente al rostro de Moisés, por razón de la gloria de su rostro-de una gloria perecedera-, ¿cuánto más glorioso no será el ministerio del espíritu? (Ez 2). Mas, cuando admira y ensalza la ley, la llama espiritual, diciendo: Sabemos que la ley es espiritual (), y la exalta así: De suerte que la ley es santa, y el mandamiento santo, y justo y bueno (ibid., 12).

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21. La riqueza y poder espiritual

Así, pues, si el texto de la ley promete riqueza a los justos, piense Celso que se trata, según la letra que mata, en la promesa de la riqueza ciega (PLAT., Leges 63 le); nosotros lo entenderemos de la vista aguda, según la cual es uno rico en toda palabra y en toda ciencia (Ez 1) y, según la cual, mandamos a los ricos en el tiempo presente, que no se ensoberbezcan, ni pongan su confianza en lo incierto de la riqueza, sino en el Dios vivo, que provee a todos largamento para el goce; que obren bien, sean ricos en buenas obras y se muestren prontos en dar y comunicar de lo suyo (Ez 1). Y es así que la riqueza de bienes verdaderos es redención del alma del varón, como dice Salomón; la pobreza, empero, contraria a ella, es funesta, y por ella no soporta el pobre la amenaza ().

Por modo semejante a lo dicho sobre la riqueza, hay que decir también acerca del poder, según el cual se dice que un justo perseguirá a mil enemigos y dos ahuyentarán a diez mil (). Ahora bien, si así se entiende lo de la riqueza, veamos si no se sigue de la promesa de Dios que quien es rico en toda palabra, y en toda sabiduría, y en toda ciencia, y en toda obra buena, preste a muchas naciones de su riqueza en palabra, sabiduría y ciencia, como prestó Pablo, al llenar de la predicación del Evangelio de Cristo desde los contornos de Jerusalén hasta el Ilíricó (), a todas las naciones que recorrió. Y puesto que le fueron manifestados por revelación los misterios divinos, iluminada que fue su alma por la divinidad del Logos, él no tomó prestado ni tuvo necesidad de quien le suministrara la palabra divina. Y estando también escrito : Tú mandarás sobre muchas naciones, pero sobre ti no mandarán (), al someter, por el poder que le venía del Logos, a la enseñanza de Cristo a las naciones, Pablo mandó sobre ellas, sin ceder un momento 1= a los hombres (), como superior que era a ellos, y así también llenó la tierra.

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22. Bajo el signo de la alegoría

Ahora, pues, si hay que interpretar lo del matar a la manera del poder que tiene el justo, diremos que cuando dice: Por la mañana mataba a todos los pecadores de la tierra, para exterminar de la ciudad del Señor a todos los que obran la iniquidad (Ps 100,8), por tierra entendía figuradamente la carne, cuyo sentir es enemistad para con Dios (), y por ciudad de Dios su propia alma, en que había un templo de Dios, como quiera que tenía recta idea y concepción del mismo Dios; alma Que admiraban cuantos la miraban. Así, pues, apenas los rayos del sol de justicia () brillaron sobre ella, fortalecido y rubustecido, por decirlo así, por ellos, el justo mató todo sentir de la carne, que son los pecadores de la tierra, y exterminó de la ciudad del Señor, que es su propia alma, todos los pensamientos que obran la iniquidad y todas las imaginaciones enemigas de la verdad.

En este sentido matan también los justos lo que se coge vivo de los enemigos y que procede de la maldad, de forma que no queda vivo ni un mal que pudiéramos llamar niño y recién nacido de la maldad. Así entendemos también el texto del salmo 136, que dice:

¡Oh hija de Babel, devastadora,

dichoso el que la paga te pagare

de cuantos males nos has hecho!

¡Dichoso el que agarrare a tus pequeños,

y los estrelle en una peña! (Ps 136,8-9).

Porque los pequeños de Babilonia, que se interpreta confusión, son los confusos pensamientos que acaban de nacer y brotar en el alma, hijos que son de la maldad; el que los agarra y les rompe las cabezas sobre la solidez y firmeza de la razón, ése estrella contra una peña a los niños de Babilonia, y por ello es bienaventurado. Mande, pues, Dios enhorabuena matar sin distinción de edad ni de sexo todo lo que nace de la maldad, pues nada manda en ello contra lo que enseñó Jesús; y ante los ojos de quienes son judíos en lo secreto () haga Dios matanza de todo lo que es enemigo y procede de la maldad. Y lo mismo podemos suponer significa que quienes no obedecen a la ley y palabra de Dios, equiparados a los enemigos y calificados por su maldad, hayan de sufrir lo que merecen sufrir los que se apartan de las palabras de Dios.

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23. La doctrina de Jesús se armoniza con la del A. T.

Por aquí se ve también claro que Jesús, "el hombre de Nazaret", no legisla en contra de lo que hemos dicho sobre la riqueza y los que la pierden cuando dice ser difícil que un rico entre en el reino de Dios (Mt 19,23), ora entendamos por rico simplemente al q-je está distraído por la riqueza e impedido por ella, como por espinas, para dar los frutos de la palabra (Mt 13,22), ora al que es rico en falsas doctrinas, de quien se escribe en los Proverbios: Más vale un pobre justo que un rico embustero (28,6).

De los textos evangélicos: El que de entre vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos, y: Los gobernantes de las naciones, dominan sobre ellas, i¡ los que entre ellos tienen autoridad se llaman bienhechores (Mt 20,25-27 LE 22,25), es probable sacara Celso que Jesús prohibe la ambición de mando; pero no hay que pensar que ello se oponga al otro texto: Tú mandarás sobre muchas naciones, pero sobre ti no mandarán (), sobre todo por la explicación que hemos dado del mismo.

Seguidamente hace Celso una objeción acerca de la sabiduría, imaginando que Jesús enseña no tener el sabio acceso al Padre (cf. supra VII 18). Preguntémosle: ¿De qué sabio se trata? Si del que se configura según la sabiduría de este mundo, que es necedad delante de Dios (LE 1), también nosotros afirmaremos que ese sabio no tiene acceso al Padre. Mas si, por sabiduría, se entiende a Cristo, puesto que Cristo es poder y sabiduría de Dios (LE 1), para ese sabio no sólo decimos que hay acceso al Padre; el que estuviere adornado del carisma que se llama palabra de sabiduría, que es dado por el Espíritu (LE 1), se distinguirá en gran manera de quienes carezcan de ese adorno.

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24. Vanagloria y vanos cuidados

En cuanto al andar tras la gloria entre los hombres, decimos que está prohibido no sólo por la doctrina de Jesús, sino también per la antigua Escritura. Por lo menos, cuando uno de los profetas se impreca a sí mismo si es reo de pecado, dice que el peor de los males que le pudiera suceder sería la gloria terrena. He aquí sus palabras:

Señor mío y Dios mío, si tal hice,

si iniquidad mis manos manchan,

si fui causa de mal contra mi amigo,

yo que he salvado a quienes

contra derecho y ley me combatían,

que mi alma persiga mi enemigo y le dé alcance,

mi vida pisotee sobre el suelo

y entre el polvo mi gloria envuelta quede (Ps 7,4-6).

Mas tampoco los textos evangélicos: No os preocupéis sobre qué comeréis o beberéis; considerad las aves del cielo, o considerad los cuervos (LE 12,24), que no siembran ni recogen y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿Cuánto más no valéis vosotros que los pájaros? ¿Y a qué andar solícitos por el vestido? Considerad los lirios del campo, y lo que sigue (Mt 6,25-28); estos textos, decimos, no contradicen a las condiciones de la ley, según las cuales el justo comerá hasta hartarse (), ni a lo que dice Salomón en este pasaje: El justo, al comer, harta su alma; mas las almas de los impíos sufren indigencia (). Porque es menester atender a que, en la bendición de la ley, se da a entender la comida del alma, de que no se nutre el compuesto humano, sino sólo el alma. En cuanto a los textos del Evangelio, acaso puedan tomarse en sentido más profundo o en sentido sencillo, a saber, que no hay que angustiar al alma con preocupaciones por la comida y vestidos; el que practique la sobriedad debe antes bien estar persuadido que Dios le proveerá, con tal de que sólo se preocupe de lo necesario.

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25. Presentar la otra mejilla

Celso cita estas palabras: "Al que te diere un bofetón, preséntale la mejilla para que te dé otro", pero no contrapone texto alguno de la ley que parezca contradecir a la doctrina del Evangelio; nosotros, empero, diremos que sabemos haberse dicho a los antiguos: Ojo por ojo y diente por diente, y también hemos leído: Pero yo os digo: Al que te diere un bofetón en una mejilla, preséntale la otra (Mt 5,38-39). Sin embargo, como me figuro que Celso ha oído rumores sobre quienes distinguen al Dios del Evangelio del de la ley y ello le inspira lo que afirma, digamos contra su tesis que también las letras antiguas conocen el precepto de presentar l:l la otra mejilla al que nos pegue en una. Por lo menos en las Lamentaciones de Jeremías está escrito: Bueno es para el hombre llevar el yugo desde su adolescencia. Siéntese solitario y calle cuando le fuere impuesto... Dé su mejilla al que le hiera, sacíese de oprobios (). No se opone, pues '' el Evangelio al Dios de la ley, ni aun en ese precepto de presentar la otra mejilla; ni cabe preguntar si miente Moisés o Jesús; ni el Padre, al enviar a Jesús, se había olvidado de lo que ordenara a Moisés ni, condenando sus propias leyes, se arrepintió y mandó a su mensajero a establecerlas contrarias.

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26. Separación entre cristianos y judíos

Ahora, si hay que decir siquiera unas palabras acerca de la antigua constitución política que antaño observaron los judíos de acuerdo con la ley de Moisés y la que ahora quieren corregir los cristianos conforme a la enseñanza de Jesús, diremos que ni la constitución política según la ley de Moisés, entendida a la letra, se ajustaba a la vocación de los gentiles, subditos que eran de los romanos, ni a los antiguos judíos les era posible mantener sin modificación su sistema de constitución si, por hipótesis, obedecían a la constitución conforme al Evangelio. Efectivamente, no era posible que los cristianos aplicaran la ley de Moisés en lo que atañe a matar a los enemigos o a quienes infringen la ley y se los juzga dignos de ser quemados o apedreados, pues ni los mismos judíos, que lo quieren, pueden ejecutar contra ellos '5 tales penas, como lo prescribe la ley. Mas, por otra parte, si a "los judíos de antaño, que poseían su propio sistema de constitución y territorio, se les quita el poder de atacar a sus enemigos y luchar por sus tradiciones patrias y de matar o castigar como fuere a los adúlteros y asesinos o de otro modo infractores de la ley, ya no queda sino que perecieran todos sin remedio, pues los enemigos atacarían a una nación enervada por su propia ley, que le prohibiría defenderse contra los atacantes. Ahora bien, la providencia que dio antaño la ley y ha dado ahora el Evangelio, al no querer que siguiera dominando el judaismo, destruyó su ciudad y templo, y acabó con el culto que, por medio de sacrificios y ritos prescritos, se tributaba a Dios en el templo. Mas a par que destruyó todo aquello, porque no quería se continuara practicando, hizo que día a día prosperara el cristianismo, y aún ahora ha acrecentado la libertad para predicarlo, a despecho y pesar de todos los obstáculos que se han opuesto para que la doctrina de Jesús no se difundiera por la tierra entera. Mas como era Dios quien quería que también los gentiles se aprovecharan de la enseñanza de Jesucristo, quedó desbaratado todo humano designio contra los cristianos; y así, cuanto más los humillaban por dondequiera los emperadores, ios gobernantes y los pueblos gentiles, tanto más crecían en número y se hacían más y más fuertes (Ex 1,7).

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27. "Dios es espíritu"

Seguidamente pone Celso, por todo lo largo, como dichas por nosotros, cosas que nosotros no decimos acerca de Dios, al que, según él, "tendríamos por de naturaleza corpórea y de cuerpo humano" (cf. VI 62-64), y trata de refutar tesis que nosotros no sentamos. Todo lo cual es superfluo citar y refutarlo también por nuestra parte. Si realmente dijéramos lo que él afirma que decimos acerca de Dios, y lo atacara, nos sería forzoso citar sus palabras, demostrar nuestra doctrina y deshacer la suya. Pero no; él se compone lo que no oyó de nadie, o, dado que lo oyera de alguien, sería de algún simple e inculto, de los que no entienden -el sentido de la palabra divina. Por lo cual no hay por qué perder tiempo en cosas superfluas. Las letras divinas afirman claramente ser Dios incorpóreo, por lo que a Dios no lo vio nadie jamás (), y el primogénito de toda la creación se dice ser imagen del Dios invisible (Col 1,15), que es como si dijera del Dios incorpóreo. Anteriormente (VI 70) hemos dicho algo acerca de Dios al examinar en qué sentido entendemos el texto evangélico: Espíritu es Dios, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad lo deben adorar ().

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28. La tierra bienaventurada

Después de lo que dice acerca de Dios, en que nos calumnia, nos pregunta Celso "adonde iremos y qué esperanza tenemos". Y como si ya le hubiéramos respondido, consigna nuestras palabras que serían: "A otra tierra mejor que ésta". Y ahora comenta: "Hombres divinos antiguos quieren saber de una vida bienhadada para almas bienhadadas. Unos la llamaron islas de los bienaventurados (HESIOD., Erga 171), otros Campos Elíseos, por acabarse allí los males presentes. Así Hornero:

"Mas a ti, / a los Campos Elíseos y a los lindes de la tierra

le enviarán los inmortales,

donde es el rubio Radamante

y la vida más fácil llevan los humanos". (Odyssea 4,563ss.)

Y Platón, que tiene al alma por inmortal, llama derechamente tierra el lugar o región a donde es enviada. Dice así: "Inmenso es el espacio, y nosotros, desde el Fasis a las columnas de Hércules, sólo ocupamos una mínima parte, como unas hormigas o ranas en derredor de una laguna, habitando en torno del mar; pero otros muchos habitan en muchos otros lugares semejantes. Hay, en efecto, en torno a la tierra muchas cavidades, de las más varias formas y tamaños, a las que confluyen el agua, la niebla y el aire. Mas la tierra misma es pura y está situada en el cielo puro" (PLAT., Phaid. 109ab).

Así, pues, Celso supone que hemos tomado la idea de una tierra mejor y muy diferente que la presente de ciertos hombres antiguos que él tiene por divinamente inspirados, señaladamente de Platón, que, en el Fedón, filosofa acerca de la tierra pura, sita en el cielo puro. Pero no ve que Moisés, que es más antiguo que el alfabeto griego (cf. IV 21; VI 7), presenta a Dios que promete a quienes vivieren conforme a su ley la tierra santa, buena y espaciosa que mana leche y miel (Ex 3,8). Y esta tierra buena no es, como algunos se imaginan, la Judea de aquí abajo, que está también situada en la tierra maldecida desde el principio en las obras de la transgresión de Adán. Efectivamente, la maldición: Maldita la tierra en las obras de tus manos, con dolores comerás de ella todos los días de tu vida (), sobre toda la tierra fue pronunciada. Con dolores, es decir, con trabajos come de la tierra todo hombre muerto en Adán (Ex 1), y come todos los días de su vida. Y, como maldecida, toda la tierra produce cardos y espinas toda la vida del hombre, que en Adán fue arrojado del paraíso; y todo hombre come su pan con el sudor de su frente, hasta que vuelve a la tierra de que fue tomado (). Realmente, mucho habría que decir para explicar con entera claridad este pasaje; de momento, sin embargo, nos hemos contentado con estas breves observaciones, pues sólo queríamos disipar el error que supone haberse dicho de la Judea lo de la tierra buena, que Dios promete a los justos.

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29. Cuál es la tierra buena...

Ahora bien, si ioil;i la tierra misma está maldecida en las obras de Adán y de Jos que murieron en él, es claro que todas sus partes entran en la maldición, y, por ende, también la tierra de Judea, de suerte que no le cuadra lo de tierra buena y espaciosa, tierra que mana leche y miel (Ex 3,8), siquiera, simbólicamente, se demuestre ser la Judea y Jerusalén una sombra de la tierra pura, sita en cielo puro, de la tierra buena y espaciosa en que está la Jerusalén celeste. Disertando sobre ésta el Apóstol, como quien, resucitado con Cristo, buscaba las cosas de arriba (Col 1,3), y hallando un sentido ajeno a toda mitología judaica (), dice: Sino que os habéis acercado al monte Sión y a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celeste, a la congregación de ángeles innumerables ().

Mas para que cualquiera se persuada que no hablamos contra la mente del Espíritu divino acerca de la tierra buena y espaciosa de Moisés, estudie a todos los profetas que enseñan cómo todos los que se fueron errantes y se desterraron de Jerusalén han de volver a ella, y se asentarán sin falta en el que llama lugar y ciudad de Dios el que dice: En paz santa su lugar (Ps 75,3); y el que dice también: (jrande es el Señor, y digno sobre todo de alabanza, en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo, buena raíz de regocijo para toda la tierra (Ps 47,2-3). Baste de momento citar del salmo 36 lo que se refiere a la tierra de los justos: Los que esperan en el Señor herederán la tierra; y poco después: Pero los mansos poseerán la tierra y se deleitarán en paz copiosa, Y algo más abajo: Los que lo bendijeren heredarán la tierra; y otra vez: Los justos heredarán la tierra y habitarán en ella para siempre (Ps 36,9 Ps 11 Ps 22 Ps 29). Y es de ver si lo que se dice en el mismo salmo no indica claramente, para quienes sean capaces de entenderlo, la tierra pura situada en cielo puro: Espera en el Señor y guarda su camino, y El te exaltará para que poseas la tierra (ibid., 34).


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