Origenes contra Celso 745

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45. Rociada de insultos a vueltas de filosofía

Pues veamos lo que dice nos quiere enseñar, caso de que podamos seguir sus enseñanzas, ya que dice estamos completamente atados a la carne-nosotros que, si vivimos rectamente y conforme a la doctrina de Jesús, oímos que se nos dice: Vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el espíritu de Dios mora en vosotros ()-. Afirma además que nada vemos limpiamente nosotros que tratamos de no mancillarnos ni aun de pensamiento por los deseos del mal, y que decimos en nuestra oración: Crea en mi ¡oh Dios!, un corazón limpio, y un espíritu recto renueva en mis entrañas (Ps 50,12), a fin de contemplar a Dios con un corazón limpio, único que lo puede naturalmente ver (Mt 5,8). He aquí, pues, lo que dice: "Distinguimos la esencia y la generación (lo que es y lo que nace), lo inteligible y lo visible. A la esencia va ligada la verdad, a la generación el error. Ahora bien, sobre la verdad versa la ciencia, sobre lo otro, la opinión. La inteligencia tiene por objeto lo inteligible, la visión, lo visible (PLAT., Pol. 534a; Tim. 29c), pues la mente conoce lo inteligible, el ojo lo visible. Ahora bien, lo que en las cosas visibles es el sol, que, sin ser ojo ni visión, es causa de que el ojo vea y la visión se dé por su medio, y de que lo visible sea visto y todo lo sensible se produzca y hasta él mismo sea también contemplado; tal en las cosas inteligibles es Aquel que no es ni mente, ni inteligencia ni ciencia, sino causa de que la mente piense, y la inteligencia por él entienda, y la ciencia por él conozca, y los inteligibles todos y la misma verdad y la misma ciencia sea, siendo él más allá de todo, sólo por una inefable potencia, inteligible (PLAT., Pol. 508b). Esto se dice, naturalmente, para hombres que tengan inteligencia, y si también vosotros entendéis algo de ello, enhorabuena. Y si pensáis que un espíritu baja de parte de Dios para anunciar lo divino, sería este espíritu que tales cosas predica del que, ciertamente llenos, los hombres'antiguos tantas y tan buenas cosas anunciaron. Que si no las podéis comprender, callaos por lo menos y ocultad vuestra propia ignorancia y no digáis que están ciegos los que ven y cojos lo que corren, cuando sois vosotros los que estáis totalmente cojos o estropeados de alma, viviendo para el cuerpo, es decir, para un cadáver.

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46. Se rechazan los insultos y se afirma filosofía más alta que la platónica

Respondamos a esta tirada de Celso. Nosotros procuramos no irritarnos por las cosas bien dichas así quienes las dicen sean ajenos a nuestra fe, ni las discutimos, ni tenemos interés en rebatir ninguna sana doctrina. Advertimos, empero, a quienes insultan a los que, según sus fuerzas, quieren practicar la religión del Dios del universo, de un Dios que lo mismo acepta la fe en El de gentes ignorantes que la piedad razonada de los más inteligentes, que con acción de gracias dirigen preces al hacedor del todo, y se las dirigen como por mediación del sumo sacerdote que enseño a los hombres la piedad pura para con Dios; a quienes a éstos llaman cojos y mutilados de alma y afirman que viven para un cadáver los que se esfuerzan en decir sinceramente: Porque, aun viviendo en la carne, no militamos según la carne, pues las armas de nuestra milicia no son carnales, sino que tienen su fuerza de Dios (Mt 2); les advertimos, repito, miren no hagan coja su propia alma y mutilen su propio hombre interior por el hecho mismo de difamar a hombres que piden a Dios ser de Dios. Al calumniar así a otros que están decididos a vivir bien, se cortarían a sí mismos la equidad y serenidad que fueron naturalmente sembradas por el Creador en la naturaleza racional.

Aquellos, empero, que, entre otras cosas, han aprendido de la palabra divina (y lo cumplen) a bendecir maldecidos, a perseverar perseguidos y a consolar difamados (Mt 1), son los que pueden enderezar bien los pasos de su alma, y purificarla y adornarla de todo punto. Ellos son los que no distinguen solamente de palabra lo que es de lo que se hace (la esencia, de la generación), y lo inteligible de lo visible, y ligan la verdad con la esencia y huyen a todo trance del error que se liga a la generación, sino que miran, como aprendiendo, no lo que nace y es visible y, por ende, pasajero, sino las cosas superiores, ora se las quiera llamar esencia; ora, por ser inteligibles, invisibles; ora, por estar naturalmente fuera del ámbito de la sensación, cosas que no se ven ().

De este modo miran los discípulos de Jesús a lo que procede de la generación, de lo que se valen como de escalera para subir a la consideración de la naturaleza de lo inteligible. Y es así que lo invisible de Dios, es decir, lo inteligible, desde la creación del mundo, entendido por medio de las criaturas, se ve claramente por un proceso de intelección (). Sin embargo, subiendo por las criaturas del mundo a lo invisible de Dios,, no se paran ahí; no, ya que se han ejercitado suficientemente en ello y lo han comprendido, se remontan hasta el eterno poder de Dios y, de modo absoluto, a su divinidad (ibid., 19.18). Y es que saben muy bien que Dios, por su amor a los hombres, manifestó su verdad y lo que de El puede conocerse no sólo a quienes a El se consagran, sino también a algunos que están fuera de la pura religión y piedad para con El. Algunos, empero, de los que, por providencia de Dios, se levantaron al conocimiento de tan grandes verdades, son impíos y no obran de manera digna de su ciencia, y oprimen en la iniquidad la verdad de Dios (ibid., 1,18). Así, dado ese conocimiento, no les queda ya lugar de defensa delante de Dios (ibid., 1,20).

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47. El pecado de los filósofos

Por lo menos la palabra divina atestigua que quienes comprendieron lo que Celso expone y profesaban vivir filosóficamente según esta doctrina, a pesar de que conocieron a Dios, no lo glorificaron ni dieron gracias como a Dios, sino que se desvanecieron en sus razonamientos (), y, después de tanta luz del conocimiento de las cosas que Dios les manifestó, se entenebreció su precipitado e insensato corazón. Y es de ver, en efecto, cómo los que dicen ser sabios dan muestras de gran necedad cuando después de tan altos discursos en las escuelas de filosofía acerca de Dios y de lo inteligible, cambiaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de una imagen de hombre corruptible, y hasta de volátiles, cuadrúpedos y reptiles. Por lo cual, abandonados ellos mismos por la providencia en castigo de no vivir de forma digna de las manifestaciones que Dios les hiciera, se revuelcan en las concupiscencias de sus corazones, para impureza, y deshonran sus propios cuerpos en indecencias e intemperancias, por haber cambiado la verdad de Dios por la mentira, y adorado y servido a la criatura en lugar del Creador ().

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48. La pureza y virginidad cristiana

Aquellos, empero, que por su ignorancia son despreciados por los filósofos y se dice que son locos y esclavos, aunque sólo se consagran de modo general a Dios, apenas reciben la doctrina de Jesús, tan lejos están de toda disolución e impureza y de toda deshonestidad en tratos sexuales, que, a la manera de sacerdotes perfectos, muchos de ellos se abstienen de todo comercio sexual (cf. I 26) y se mantienen completamente puros, y no sólo respecto de la carne. Entre los atenienses hay, creo, un solo hierofanta, y no teniendo seguridad de que dominará sus instintos masculinos en el grado que quiera, se unta las partes viriles con cicuta2S y así se lo tiene por puro para los ritos acostumbrados entre los atenienses. Entre los cristianos, empero, son de ver hombres que no necesitan de la cicuta para dar con pureza culto a la divinidad; les basta el Logos por cicuta para arrojar de su pensamiento toda concupiscencia y rendir a la divinidad el culto de sus oraciones. Entre los otros supuestos dioses, un número muy reducido de vírgenes (estén o no bajo la guardia de hombres; este punto no es ahora objeto de nuestra averiguación) se mantienen, al parecer, en la pureza por el honor debido a la divinidad; mas entre los cristianos se practica la perfecta virginidad no por los honores humanos, ni por paga y dinero, ni por alcanzar reputación; no, como ellos tuvieron por bien mantener el conocimiento de Dios, son por Dios conservados en mente aprobada y en la práctica de lo decente, llenos de toda justicia y bondad ().

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49. Los más sencillos cristianos, superiores moralmente a los filósofos

Ahora bien, todo esto lo he dicho no porque intente discutir lo que pensaron bien los griegos ni impugnar sus sanas doctrinas; no; mi intención es demostrar que eso mismo y hasta cosas más altas y divinas fueron dichas por los hombres divinamente inspirados (cf. VII 28.58), que fueron los profetas de Dios y los apóstoles de Jesús. Y esas cosas son averiguadas por los que quieren practicar un cristianismo más perfecto y saben que de la boca del justo el saber fluye y su lengua pronuncia cosa recta, lleva en su corazón la ley divina (y no vacilan, no, sus pasos) (Ps 36,30).

Mas aun entre aquellos que, por su ignorancia mucha o por su sencillez o porque les ha faltado quien los exhortara a una religión racional, no penetran a fondo estas doctrinas, sino que creen en el Dios del universo y en su Hijo unigénito, que es Verbo y Dios, es fácil hallar algo " de gravedad y pureza y nobleza de carácter y una simplicidad muchas veces excelente; cosas no alcanzadas por los que afirman ser sabios, a par que se revuelcan con muchachos en lo que no es lícito, practicando varones con varones la indecencia ().

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50. Pesimismo cristiano

Ahora bien, Celso no explicó cómo con el nacer o fierí de las cosas va ligado el error, ni expuso tampoco su propio pensamiento, para considerarlo a fondo comparándolo con nuestras doctrinas; los profetas, empero, dando a entender algo misterioso acerca de lo que depende del nacimiento, dicen que debe ofrecerse un sacrificio por el pecado hasta por los recién nacidos, por no tenérselos por limpios de pecado. Dicen, en efecto: En iniquidades fui concebido y en pecados me gestó mi madre (Ps 50,7). Y hasta afirman que los pecadores se enajenaron desde el seno materno (Ps 57,4) y dicen extrañamente: Erraron desde el vientre, hablaron mentiras (ibid.). De esta manera, maestros sabios desacreditan toda la naturaleza de lo sensible, de modo que una vez dicen que los cuerpos son vanidad, como en este texto: // es ".vi c¡itc a la vanidad fue sometida la creación, no de su grado, sino por razón del que la sometió en esperanza (); y otra vez, vanidad de vanidades, como dijo el Eclesiastés: Vanidad de vanidades y todo vanidad (). ¿Y quién rebajó tanto la vida terrena del hombre como el que dijo: A la verdad, todo es vanidad, todo hombre que vive? (Ps 38,6). Porque no dudó de la diferencia de vivir el alma en la tierra y fuera de la tierra, ni dijo:

"¿Quién sabe si el vivir es pura muerte

y en el morir está la vida?" (EURÍP., fragm.638, Nauck.)

Pero tiene valor para decir la verdad en este texto: Nuestra alma está en el polvo derrocada (Ps 43,26), y en estotro: Y al polvo me has traído de la muerte (Ps 21,16). Y como se dice: ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? (), dícese también: El que transformará el cuerpo de nuestra bajeza (). Un profeta es también el que dijo: Humillástenos en el lugar de aflicción (Ps 43,20), donde llama lugar de aflicción al lugar terreno, al que fue arrojado Adán, es decir, el hombre, cuando fue echado, por su maldad, del paraíso, y el que dijo: Vemos ahora por espejo y en enigma, pero un día veremos cara a cara (Ps 1); y estotro: Mientras estamos en el cuerpo andamos lejos del Señor; por eso preferimos salir del cuerpo y llegar hasta el Señor (Ps 2), ¡qué profundas ideas tenía sobre el diverso vivir de las almas!.

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51. La obra del Espíritu Santo

Y ¿qué necesidad hay de oponer nada más a los dichos de Celso en el sentido de que mucho antes fue dicho todo eso entre nosotros, cuando de lo ya discutido aparece claro nuestro sentir? Aquí, sin embargo, sienta como una especie de tesis: "Y si pensáis que un espíritu baja de Dios para anunciar los misterios divinos, éste sería el espíritu que pregona todo esto, el espíritu que llenó a los hombres antiguos para que anunciaran muchos bienes". Pero ignora la diferencia entre todo eso y lo que nosotros tenemos puntualmente avsriguado. Nosotros decimos: Tu espíritu incorruptible está en todas las cosas; por lo cual, Dios castiga poco a poco a los que se desvian (). Y afirmamos también, entre otras cosas, que las palabras: Recibid el Espíritu Santo () dan a entender una cuantía de don diferente de la que se ve por estotras: Seréis bañados en Espíritu Santo después de no muchos días ().

Ahora bien, lo difícil es considerar cuidadosamente estas cosas y ver la diferencia que va entre quienes a largos intervalos han recibido la comprensión de la verdad y un breve entendimiento de Dios, y los que por mucho tiempo están inspirados por Dios, están siempre en la presencia de Dios y son continuamente guiados por el espíritu divino (). Si Celso hubiera examinado y comprendido todo esto, no nos hubiera tachado de ignorancia, ni nos hubiera ordenado no llamar ciegos a los que piensan que la religión se muestra en las artes materiales de los hombres, en la estatuaria, por ejemplo. Nadie, en efecto, que vea con los ojos del alma da culto a Dios de otro modo que el que enseña a mirar siempre al Creador del universo y a dirigirle a El toda oración y hacerlo todo como ante los ojos de Dios, ante un espectador que ve hasta nuestros pensamientos. De ahí que nosotros pidamos ver, para ser luego guías de ciegos, hasta que, acercándose ellos al Verbo de Dios, recobren los ojos del alma, entenebrecidos por la ignorancia. Y^ si hacemos cosas dignas del que dijo a sus discípulos: Vosotros sois la luz del mundo (Mt 5,14), y del Logos, que enseñó: La luz brilla en las tinieblas (), seremos también luz de los que están en las tinieblas e instruiremos a los insensatos y enseñaremos a los niños.

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52. Se rechazan los insultos

Y no se irrite Celso de que llamemos cojos y mutilados de los pies del alma a los que corren a los lugares sagrados, como si de verdad fueran sagrados, por no ver que nada sagrado puede salir de manos de artesanos (I 5). Corren, a la verdad, los que practican la religión según la doctrina de Jesús, hasta que, llegados al término de la carrera, puedan decir con firme y verdadero espíritu: He combatido el buen combate, he consumado mi carrera, he guardado la fe; ahora me está reservada la corona Je la justicia (2 Tini 4,7). Y cada uno de nosotros corre, pero no como al azar, y lucha contra la maldad no como quien da golpes al aire (Mt 2). No; nosotros combatimos a los que están bajo el príncipe que tiene el impeño del aire, del espíritu que obra ahora sobre los hijos de la desconfianza ().

Diga, por lo demás, Celso que vivimos para un cadáver, nosotros que oímos: Si viviereis conforme a la carne, moriréis; mas si, por el espíritu, mortificareis las obras de la carne, viviréis (); nosotros, que hemos, además, aprendido: Si por el espíritu vivimos, andemos también en espíritu (). Y por vía de obras pudiéramos demostrar que miente el que dice que vivimos para el cuerpo, cosa muerta.

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53. Otra gran tirada de Celso: ¡Cualquiera mejor que Jesús!

Después de todo eso, que hemos rebatido según nuestras fuerzas, dice contra nosotros: "¡Cuánto mejor os hubiera estado, ya que tantas ganas teníais de innovaciones, haber acudido a otro cualquiera de los que noblemente murieron y pudieran ser sujeto de un mito divino! Si no os gustaba Heracles y Asclepio y los que de antiguo están ya glorificados (III 22.42), ahí tenéis a Orfeo, hombre que, por confesión de todos, poseyó espíritu divino y que también murió violentamente. Pero quizá se adelantaron otros. Por lo menos os queda Anaxarco, que, echado en un mortero y majado allí despiadadamente, se burlaba, con la mayor serenidad, del tormento, diciendo: "Machaca, machaca el saco de Anaxarco, porque a Anaxarco no lo machacas". ¡Esa sí que es palabra de espíritu verdaderamente divino! Mas también a éste se adelantaron en seguida algunos físicos. ¿No querréis, pues, a Epicteto? El cual, como su amo se entretuviera en atormentarle la pierna, sonriendo y sin conmoverse, le decía: "Que me la vas a romper". Y rota, en efecto: "¿No decía yo-le dijo-que me la romperías?" ¿Qué dijo semejante vuestro Dios al ser atormentado? La Sibila misma, de la que algunos de vosotros se valen, os hubiera venido mejor para declararla hija de dios. Pero la verdad es que os habéis contentado con interpolar en los oráculos de aquélla todo género de blasfemias y, en cambio, hacéis dios a un hombre de la vida más execrable y de la muerte más ignominiosa. ¡Cuánto más apto para el caso os hubiera sido un Jonas junto a la calabaza (), un Daniel que salió vivo de entre los leones () u otros aún más prodigiosos!"

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54. Entre mitología e historia

Ahora, pues, ya que nos remite Celso a Heracles, alegúenos algún escrito en que consten sus palabras y defienda su vergonzosa servidumbre con Onfale 2"; y demuéstrenos que era digno de honores divinos el que, violentamente y como un bandido, le quitó el buey al labrador y se lo comió, complacido de las maldiciones que le echaba el labrador mientras se lo comía. Lo que explica que hasta ahora, según se cuenta, el demon de Heracles recibe el sacrificio con ciertas maldiciones. Nos invita también Celso a que volvamos a hablar de Asclepio, siendo así que anteriormente (III 22-25) hemos hablado ya de él, y con lo allí dicho nos contentamos. ¿Y qué admiró en Orfeo para decir que, por confesión de todos, poseyó un espíritu religioso y vivió hermosamente? Mucho me admiraría no mueva ahora a Celso a ensalzar a Orfeo su gana de discutir con nosotros y rebajar a Jesús; si leyera, empero, los impíos mitos que atribuye a los dioses, Celso mismo no dejaría de rechazar sus poemas como más dignos de ser arrojados de toda buena república que los de Hornero (IV 36; sobre los mitos de Orfeo: I 16). Y es así que Orfeo dijo sobre los supuestos dioses cosas mucho peores que Hornero.

Heroico fue, desde luego, Anaxarco al decir al tirano de Chipre Aristocreonte (o Nicocreonte): "Tunde, tunde la bolsa de Anaxarco"; pero esto es lo único maravilloso que los griegos saben de Anaxarco; y si, como Celso pretende "°, está bien que ciertas gentes reverencien a un hombre por su virtud, de ahí no se sigue deba proclamarse dios a Anaxarco sTambién nos manda a Epicteto31, admirando su noble dicho; pero no es tan alto lo que Epicteto dijo al romperle el otro la pierna, que pueda compararse con las maravillosas obras y palabras de Jesús, a las que Celso no presta fe. Sin embargo, fueron pronunciadas por virtud divina y hasta ahora convierten '" no sólo a unos cuantos simples, sino a muchos inteligentes.

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55. El silencio de Jesús

Después de ese catálogo de hombres ilustres, dice: "¿Qué dijo vuestro dios, al ser castigado, comparable con estos dichos?" A esto le podemos responder que el silencio de Jesús en sus azotes y demás tormentos puso de manifiesto más fortaleza y paciencia que lo dicho por cualquier griego puesto en trance difícil; eso si Celso quiere creer a lo que honradamente fue consignado por escrito por hombres amadores de la verdad; los que sinceramente narraron sus milagros, con éstos enumeraron también su silencio en los azotes. Y lo mismo al ser objeto de burlas, al vestírsele la clámide de -púrpura, coronarlo de espinas y ponerle en la mano una caña por cetro (Mt 27,14 Mt 28-29 Mt 39), dio pruebas de suma mansedumbre, sin pronunciar palabra baja ni de irritación contra los que tamaños desafueros cometían con El33.

Ahora bien, el que por fortaleza de ánimo calló en los azotes, y por mansedumbre sufrió todo lo que quisieron hacerle sus burladores, no iba a decir, por cobardía, como piensan algunos, lo que dijo en su oración: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no como yo quiero, sino como tú (Mt 26,39). Ahora bien, esto, que, al parecer, es rechazar lo que se llama el cáliz, tiene una razón que en otra parte hemos estudiado y expuesto. Sin embargo, aun tomando estas palabras en sentido obvio, veamos si esa oración no está dicha con la piedad debida a Dios. Y es así que todo el mundo piensa que la tribulación no debe ser preferida, sino que, cuando las circunstancias lo piden, se soporta lo que sucede contra nuestras preferencias. Y aun así, las palabras de Jesús: Mas no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú, no delatan un ánimo que se abate, sino que acepta de buen grado lo que acaece y prefiere las tribulaciones ordenadas por la providencia.

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56. Blasfemar por blasfemar

Luego, no sé yo por qué razón, quería Celso que proclamáramos a la Sibila hija de Dios mejor que a Jesús, y afirma que hemos interpolado en los poemas de aquélla muchas cosas blasfemas; pero no demuestra parejas interpolaciones. Y lo hubiera demostrado presentando los ejemplares antiguos puros, sin las interpolaciones que él se imagina. Y tampoco demuestra que sean blasfemas. Lo que hace es decir una vez más, no dos ni tres, sino muchas veces, que la vida de Jesús fue lo más infame que cabe imaginar (cf. I 62; III 50). Pero no se para en cada una de las acciones de Jesús que juzga por colmo de infancia; de haberlo hecho, no daría la impresión no sólo de que afirma sin demostrar, sino también de que insulta al que no conoce. Por otra parte, de haber expuesto los casos particulares de la vida infamísima, que en las acciones le parecieron tales, nosotros hubiéramos refutado punto por punto lo que a él se le antojara colmo de infamia.

En cuanto al cargo de que "Jesús murió de la muerte más miserable", lo mismo pudiera decirse de Sócrates y de Anaxarco, de quien poco antes ha hecho mérito, y de infinitos otros. ¿O es que la muerte de Jesús fue miserable y la de éstos no? ¿O la de aquéllos no fue miserable, y sí la de Jesús? Por aquí se ve también que el fin que Celso se propuso fue lanzar sus injurias contra Jesús, movido, a lo que creo, por algún espíritu maligno, al que Jesús habrá destruido y derrocado, para que no guste ya de grasas y sangre (III 28), de las que, alimentado, engañaba a los que buscan a Dios sobre la tierra en las imágenes o ídolos, en vez de levantar los ojos al verdadero Dios del universo.

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57. Jonás y Daniel

Luego, como si su fin fuera llenar de borra su libro, quería Celso que tuviéramos por Dios a Joñas con preferencia a Jesús. Es decir, que a Joñas, que predicó penitencia a la sola ciudad de Nínive (), lo prefiere Celso a Jesús, que la predicó a todo el mundo y con más éxito que Joñas. Al que extraña y milagrosamente pasó tres días y tres noches en el vientre de la ballena quiere Celso que lo proclamemos dios; al que aceptó, empero, morir por los hombres y atestigua Dios por medio de los profetas, a ése no lo tiene Celso por digno del segundo honor después del Dios del universo, honor merecido por las hazañas que llevó a cabo en el cielo y sobre la tierra. Y es de notar aún que Joñas fue tragado por el monstruo marino por huir para no predicar lo que Dios le había ordenado; Jesús, empero, aceptó la muerte por los hombres después que enseñó lo que Dios quería.

Luego dice que hubiéramos hecho mejor en adorar a Daniel, que salió ileso de entre los leones (), que no a Jesús; siendo así que éste pisoteó la fiereza de todo poder adverso y nos dio potestad para caminar por encima de serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo (LE 10,19). Luego, cuando no tiene otros que alegar, dice: "O los que son más monstruosos que éstos", palabras con que insulta a la vez a Joñas y Daniel, pues el espíritu que moraba en Celso no sabía hablar bien de los justos.

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58. Platón, frente al Evangelio

Pues consideremos ahora el texto que sigue de Celso, que dice así: "Tienen también un precepto de no vengarse de quien los agravia. Si te pegan, dice, en una mandíbula, tú presenta también la otra (LE 6,29 Mt 5,39). Cosa ésta también muy antigua y que fue antes muy bien dicha. Sólo lo rústico de la forma les pertenece. Platón, en efecto, introduce a Sócrates, que tiene con Gritón la conversación que sigue:

-¿Luego por ningún caso se debe cometer injusticia?

-¡Por ningún caso!

-¿Luego tampoco el que la sufre puede devolver injusticia por injusticia, como piensan los muchos, dado caso que por ningún caso se debe cometer injusticia?

-No, evidentemente.

-Veamos otro punto: ¿Es lícito hacer mal, ¡oh Gritón!, o no es lícito?

-No es lícito, ciertamente, ¡oh Sócrates!

-Y volver mal por mal aquel a quien se ha hecho mal, como afirman los muchos, ¿es justo o no es justo?

- ¡De ninguna manera! Pues hacer mal a quien sea no

se diferencia para nada del cometer injusticia.

-Dices bien; luego tampoco es lícito devolver injusticia por injusticia, ni hacer mal a nadie, sea lo que fuere lo que uno padezca de parte de otro (PLAT., Gritón 49bc). Esto dice Platón, y poco después lo que sigue:

"Considera, pues, también tú muy despacio si estás de acuerdo y piensas como yo, y vamos a partir en nuestra deliberación de este principio: Nunca es lícito cometer injusticia ni devolver injusticia por injusticia, ni al que sufre un mal vengarse devolviendo mal por mal. ¿O es que te retiras y no estás de acuerdo con este principio? Porque a mí, de tiempo atrás, me parece así, y aún me lo sigue pareciendo" (ibid., 49de).

Tal fue el sentir de Platón, pero fue también ya de antes doctrina de hombres divinos. Pero baste lo dicho acerca de este punto y de otros muchos que han corrompido (VI 15). El que tenga ganas de buscar más sobre el particular, lo encontrará (cf. IV 61).

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59. El estilo, mero condimento

Respondamos ahora a este punto y a todos los otros que Celso identificó por no poder contradecir su verdad, diciendo que fueron también dichos por los griegos. Si la doctrina es provechosa y la intención que se dice sana, lo mismo da que la diga Platón entre los griegos o algún otro de sus sabios, o los judíos por Moisés o algún profeta, o los cristianos en los discursos de Jesús que constan por escrito o en los que pronunciara alguno de sus apóstoles; no hay motivo de censurar lo dicho por judíos o cristianos por el hecho de que lo mismo se dijera entre los griegos, más que más si se demuestra que los libros de los judíos son más antiguos que los de los griegos ". Por el mismo caso, tampoco debe pensarse que lo dicho con la belleza del estilo helénico, haya de ser en absoluto mejor que lo anunciado más llanamente y con frases más sencillas entre judíos o cristianos, si bien la dicción primera de los judíos en que los profetas nos dejaron sus libros está en lengua hebrea y en sabia composición de la misma.

Pero hay que demostrar, por muy paradójica que parezca la tesis, que los mismos dogmas están mejor dichos en los profetas de los judíos y en los discursos de los cristianos; y lo demostraremos por una comparación tomada de los alimentos y la manera de prepararlos. Supongamos un alimento sano, que vigoriza a los que lo toman, y supongamos que se lo prepara y condimenta de forma que no lo tomen los rústicos, que, por haberse criado entre tugurios, no saben cómo se come eso, ni tampoco los pobres, sino sólo los ricos y gentes de delicado paladar; y otro alimento, no preparado al gusto de los que son tenidos por más delicados, sino como saben comer los pobres y los rústicos y la mayoría de las gentes; de éste comen miles y miles. Ahora bien, si del comer el primer manjar, preparado según el gusto de la gente delicada, sólo éstos gozaran de salud, y ninguno de los otros tiene afición a tales manjares; pero de comer el otro, pasan la vida sanos muchedumbres de hombres, ¿a qué cocineros alabaríamos más, desde el punto de vista del bien común, en razón de preparar alimentos sanos: a los que los preparan para provecho de los doctos o a los que lo hacen para la muchedumbre? Hemos de suponer que la salud y bienestar es el mismo, así se preparen los alimentos de una manera u otra; pero, evidentemente, el amor a los hombres y el sentido de lo social nos sugiere que contribuye más al bien común el médico que provee a la sanidad de muchos que no el que sólo mira a unos pocos.

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60. Se aplica la comparación

Si la comparación está bien pensada, vamos a trasladarla a la calidad del alimento espiritual propio de animales racionales. Pues veamos si Platón y los sabios entre los griegos no se asemejan, en lo que dicen rectamente, a los médicos que sólo proveen a los que pasan por más delicados y desdeñan a la muchedumbre de las gentes; los profetas, empero, de los judíos y los discípulos de Jesús, que echan muy lejos a paseo las elegancias del estilo y la que llama la Escritura sabiduría de los hombres y sabiduría de la carne (Mt 1), que figuradamente quiere decir la lengua, pueden comparase a los que se determinan a preparar y condimentar la misma comida sanísima con un estilo que llega a las muchedumbres de los hombres y no es ajeno a su habla corriente; así, por la extrañeza, no los aparte de oír, como si se tratara de explicaciones insólitas. Y, efectivamente, si el objeto de la comida espiritual-llamémosla así-es hacer paciente y manso al que la come, ¿cómo no decir que está mejor aderezado el discurso que hace muchedumbres de pacientes y mansos, o por lo menos de los que adelantan en tales virtudes, que no el que sólo hace algunos, muy contables, y eso dando de barato que los haga en absoluto? (cf. VI 2).

Si Platón se hubiera propuesto aprovechar con sanas doctrinas a quienes hablan egipcio o siríaco, habría pensado primero en aprender las lenguas de sus futuros oyentes, y hubiera preferido barbarizar, como lo llaman los griegos, que no, permaneciendo griego, ser incapaz de decir nada útil para egipcios y sirios. Así, la naturaleza divina, que tiene providencía no sólo de los griegos que se creen instruidos, sino también de los otros, condescendió con la ignorancia de los oyentes; y, valiéndose de dicciones que le son familiares, invitó a oír la palabra divina a la turbamulta de los ignorantes. Estos, después de su primera iniciación en el cristianismo, pueden fácilmente hacer punto de honor comprender también los sentidos más profundos ocultos en las Escrituras. Y es así que, para quienquiera las conozca, es evidente que muchos pasajes de ellas pueden tener un sentido más profundo que el que aparece a simple vista, sentido que se manifiesta a los que se consagran al estudio de la palabra divina a proporción del tiempo que le dedican y el empeño en ponerla por obra.

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61. Otra vez Platón y el Evangelio

Queda, pues, demostrado que, al decir Jesús, con harta rusticidad en sentir de Celso: Al que te hiriere en una mejilla, preséntale la otra, y a quien quisiere contender contigo en juicio y quitarte la túnica, dale también el manto (LE 6,29 Mt 5,40), expresó e ilustró su doctrina, hablando así, de forma más provechosa a los hombres que no Platón en el Gritón. A Platón no pueden ni aun entenderlo la gente vulgar; y con trabajo lo logran los que han pasado por los estudios generales antes de entrar en la profunda filosofía de los griegos.

De considerar es también que el sentido de la paciencia no se corrompe por la sencillez del estilo; por lo que se ve que también en esto calumnia Celso nuestra doctrina, cuando dice: "Pero baste lo dicho acerca de estas y otras cosas que corrompen; el que tenga ganas de buscar más, lo encontrará" ".

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62. Contra el culto de los ídolos

Pues veamos ahora lo que sigue, que es de este tenor: "Pasemos ahora a otros temas. Los cristianos no soportan la vista de templos ni de estatuas, en lo que coinciden con los escitas, con los nómadas de la Libia y con los seres, gentes sin Dios, y con otras naciones ajenas a toda religión y a toda ley. Así piensan también los persas, según cuenta Heródoto por estas palabras: "Los persas sé que tienen las siguientes costumbres: no levantan estatuas, ni altares, ni templos, y tienen por necios a quienes tal hacen. La causa, a mi parecer, es que no piensan, como los griegos, que los dioses sean de forma humana" (HEROD., I 131). Heráclito igualmente se expresa así: "Y oran a estas estatuas como si uno se pusiera a hablar con las paredes de su casa, no sabiendo quiénes son los dioses y héroes" (ÜIELS-KRANZ, Die Fragm. I 151 fragm.5). ¿Qué nos enseñan los cristianos que no nos lo diga aquí mejor Heráclito? Bien secretamente da a entender ser bobo orar a las estatuas si uno no conoce "quiénes son los dioses y héroes". Tal es la doctrina de Heráclito; pero ellos deshonran sin distinción toda imagen. Si la razón que dan es que la piedra, o la madera, o el bronce, o el oro que fulano o zutano han trabajado, no es dios, valiente sabiduría. Porque ¿quién sino un tonto de remate puede creer que eso sea Dios y no ofrendas e imágenes de los dioses? Si es porque no es posible concebir imágenes divinas, por ser otra la forma de Dios, según opinan también los persas, no caen en la cuenta que se contradicen a sí mismos cuando dicen que Dios hizo al hombre su propia imagen y la cara semejante a sí mismo (VI 63). Pero concederán que estas imágenes se destinan al honor de alguien semejante o diferente en la forma, si bien explican no ser dioses, sino démones a los que tales imágenes se dedican, y, en fin, que quien adora a Dios no tiene que dar culto a los démones".


Origenes contra Celso 745