Origenes contra Celso 812

812

12. "Yo y el Padre somos una sola cosa"

Acaso pudiera pensarse que, en lo que sigue, hay algo probable contra nosotros: "A la verdad, si éstos no dieran culto a nadie más que a un solo Dios, su razonamiento contra los demás tendría acaso alguna fuerza; pero el caso es que dan un culto excesivo a ese que apareció recientemente (I 26) y, sin embargo, en nada creen pecar contra Dios, a pesar de que se da culto a un servidor suyo". Pero a esto hay que decir que Celso no entendió lo que quiere decir: Yo y el Padre somos una sola cosa (), ni lo que dijo el Hijo de Dios en su oración: Como tú y yo somos una sola cosa (17,22). De haberlo entendido, no hubiera imaginado que nosotros damos culto a nadie fuera del Dios supremo. Porque el Padre, dice, está en mí y yo en el Padre (14,10-11). Mas si alguno teme por estos textos que nos pasemos como tránsfugas a los que niegan que el Padre y el Hijo sean dos hi-póstasis, considere estotro texto: Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (), y así vea lo de Yo y el Padre somos una sola cosa.

Así, pues, como hemos explicado, damos culto a un solo Dios, al Padre y al Hijo, y sigue válido nuestro razonamiento contra los otros. Y no es cierto tampoco que demos culto excesivo al que apareció poco ha, como si antes no hubiera existido, pues le creemos cuando dice: Antes de que Abrahán naciera, yo soy (), y cuando dice: Yo soy la verdad (14,6). Y no hay entre nosotros nadie tan estúpido que piense no haber existido la esencia de la verdad antes de la fecha en que apareció Cristo. Damos, pues, culto al Padre de la verdad y al Hijo, que es la verdad, los cuales son dos cosas por su hipóstasis, pero una sola por su concordia, por la armonía e identidad de su voluntad; de suerte que quien ha visto al Hijo, resplandor que es y marca de la substancia de Dios (), en El, que es imagen de Dios (Col 1,15), ha visto a Dios ().

813

13. La mediación del Verbo, sumo sacerdote

Luego opina Celso que, del hecho de que demos culto a Dios juntamente con su Hijo, lógicamente se sigue que, según nosotros, no sólo hay que dar culto a Dios, sino también a sus servidores. Ahora bien, si Celso se hubiera referido a los servidores de Dios que vienen después del Unigénito, a Gabriel y Miguel y demás ángeles y arcángeles y hubiera afirmado que también a éstos se debe dar culto, tal vez habríamos comenzado por apurar bien la significación de las palabras "dar culto" y de las acciones de los que lo dan, y hubiéramos luego dicho lo que sobre el tema alcanzáramos, bien persuadidos de discutir sobre cosas de monta. Pero lo cierto es que Celso tiene por servidores de Dios a los démones adorados por los gentiles y, por lo tanto, no nos persuade por lógica consecuencia a que demos culto a quienes la palabra divina nos presenta como ministros del maligno, príncipe que es de este mundo (Col 1), que aparta de Dios a cuantos puede. Así, pues, por no tenerlos por servidores de Dios, nos negamos a adorar y dar culto a todos esos que adoran los otros hombres; pues si se nos hubiera enseñado que son servidores del Dios sumo, no diríamos que son demonios. Por eso damos culto al Dios uno y a su solo Hijo, que es su Verbo e imagen, con las mejores súplicas y peticiones que podemos, ofreciendo nuestras oraciones al Dios del universo por medio de su Unigénito. A éste, digo, se las ofrecemos primeramente, rogándole que, pues es propiciación por nuestros pecados (Col 1), presente, como sumo sacerdote (), nuestras oraciones, sacrificios y súplicas al Dios supremo.

Así, pues, nuestra fe en Dios nos viene por su Hijo, que la confirma en nosotros, y Celso no será capaz de demostrar que hay en nosotros sedición alguna respecto del Hijo de Dios. Y es así que adoramos al Padre, a par que admiramos a su Hijo, que es Verbo, sabiduría, verdad y justicia (Col 1) y todo lo demás que sabemos ser el Hijo de Dios, como quien fue engendrado de tal Padre. Y baste con esto sobre esto.

814

14. Himno al Hijo de Dios

Dice también Celso: "Si alguien trata de enseñarles que Jesús no es Hijo de Dios, sino que Dios es padre de todos, y a este solo hay que adorar verdaderamente, no aceptarán tal enseñanza si no adoran también a este que tienen por cabeza de su sedición. Y si a éste le han dado nombre de hijo de Dios, no es porque quieran honrar particularmente a Dios, sino porque quieren exaltar a éste sobre todo". Pero nosotros hemos aprendido quién es el Hijo de Dios: resplandor de su gloria y marca de su substancia (), y vapor del poder de Dios, y emanación pura de la gloria del Omnipotente, y fulgor de la luz eterna, y espejo sin mancha de la acción de Dios e imagen de su bondad (); y sabemos que Jesús es hijo de Dios, y Dios, padre de Jesús. Y nada inconveniente ni impropio de Dios hay en esta doctrina que admite tal Hijo, y nadie será capaz de persuadirnos 5 que Jesús no es Hijo del Dios y Padre ingénito.

Mas si Celso entendió mal a algunos que no confiesan que el Hijo de Dios lo sea del que creó este universo (cf. V 54; VI 53), allá se las haya él y allá se las hayan los que pareja doctrina aceptan. No es, pues, Jesús cabeza de sedición alguna, sino de toda paz, como quien dijo a sus discípulos: La paz os dejo, mi paz os doy. Y, como sabía que los hombres que son del mundo y no de Dios nos habían de hacer la guerra, añadió a esas palabras estotras: No como el mundo da paz, asi os doy yo mi paz (). Y aunque nos veamos atribulados en este mundo, tenemos confianza por Aquel que dijo: En el mundo tendréis tribulación; pero tened buen ánimo, porque yo he vencido al mundo (16,33). Y éste afirmamos ser Hijo de Dios, del Dios a quien, si hay que usar las palabras de Celso, nosotros adoramos particularmente; y sabemos también que el Hijo ha sido particularmente exaltado por el Padre.

Acaso haya quienes, por ser de la muchedumbre de los creyentes, profesen también la creencia divergente de suponer, por su temeridad, que el Salvador es el Dios máximo, que está sobre todas las cosas; pero nada semejante profesamos nosotros que creemos al que dice: El Padre que me ha enviado es mayor que yo (). Por eso no podemos subordinar al Hijo de Dios el que ahora llamamos Padre.

815

15. Fantasías de oscura secta gnóstica

Después de esto dice Celso: "Y como prueba que no opino en esto fuera de camino, me voy a valer de sus mismas palabras. En cierto Diálogo celeste, se dice en efecto textualmente: -Si más fuerte que Dios es el hijo, y señor de El es el hijo del hombre-¿y quién otro pudiera señorear sobre el Dios poderoso?-, ¿cómo es que muchos están en torno al pozo y nadie baja al pozo? ¿Por qué, haciendo tan largo camino, eres tímido? -¡Te equipocas, pues yo poseo audacia y espada!-. Así, su objeto no es adorar al Dios supraceleste (cf. VI 19), sino a otro que suponen padre de Jesús, en torno al cual se han reunido, y, so capa del gran dios, adorar únicamente a éste, a quien han puesto a su frente, a ese hijo del hombre que afirman ser más fuerte que el Dios poderoso y señor suyo. De ahí les ha venido su consigna de no servir a dos señores, a fin de mantener la sedición en torno a este solo".

Una vez más se ve aquí cómo toma Celso fantasías de no sé qué oscurísima secta y se las endosa a todos los cristianos. Y digo secta "oscurísima", porque ni nosotros mismos, que muchas veces nos hemos debatido con gentes sectarias, podemos dar con la doctrina de que tomara eso Celso. Eso, si lo tomó de alguna parte y no se lo inventó él o lo añadió como secuela. Porque nosotros, que afirmamos pertenecer al Creador de todas las cosas aun el mundo sensible, claramente decimos que el Hijo no es más fuerte que el Padre, sino inferior a El. Y lo decimos porque creemos al Hijo mismo que dijo: El Padre que me ha enviado es mayor que yo (). Y no hay nadie entre nosotros tan estúpido que diga que el Hijo del hombre es señor de Dios. Decimos que el Salvador domina sobre todos los que le están sometidos, señaladamente cuando pensamos en El como Dios Verbo, sabiduría, justicia y verdad, en cuanto es estas cosas; pero no que domine a Dios Padre, que lo domina a Él. Además, como el Logos no domina a los que no se le someten voluntariamente, y hay aún algunos malos no sólo entre los hombres, sino también entré los ángeles (y aquí entran todos los dé-mones), sobre éstos decimos que, hasta cierto modo, no domina, puesto que no le obedecen voluntariamente; aunque, en otro sentido de "dominar", también sobre ellos domina, como decimos que domina el hombre a los animales irracionales, por más que no los sujete a su albedrío, como domina algunos leones domesticándolos y a ciertas bestias por la doma. Sin embargo, El no deja piedra por mover a fin de persuadir a los que ahora no le obedecen a que se sometan a su imperio. En conclusión, en nuestra opinión miente Celso cuando dice que nosotros decimos: "¿Quién otro dominará al Dios poderoso?"

816

16. La Iglesia, que lleva el nombre de Cristo solo

Luego, a mi parecer, confunde de nuevo las cosas, alegando de otra secta: "¿Cómo es que muchos están en torno al pozo y nadie entra en el pozo?" Y estotro: "¿Por qué, al acabar tan largo camino, eres tímido? -¡Te equipovas!"; y luego: "Porque yo poseo audacia y espada". Los que pertenecemos a la Iglesia, que lleva el nombre de Cristo solo, afirmamos que nada de eso es verdad. Y es lo bueno que, dicho eso, se imagina que saca puras consecuencias en cosas que para nada nos atañen. Y es así que nosotros no nos proponemos adorar a un Dios hipotético, sino al Creador de este universo y de cualquier otro no sensible ni patente a los ojos. Allá se lo verán los que echan por "otro camino y otras sendas" (HOMER., Odyssea 9,261), esos, que niegan a este Dios y se han entregado a un fantasma de nueva hechura, que sólo tiene nombre de Dios, imaginando que es más grande que el Creador; y allá se lo haya cualquier otro si por lo visto hay quien dice que el Hijo es más fuerte y señor del Dios poderoso.

Respecto del mandato de no servir a dos señores (Mt 6,24), ya dimos la explicación que mejor nos pareció cuando expusimos no poderse probar sedición alguna en el honor tributado a Jesús como Señor, en aquellos que confiesan haberse levantado por encima de todo señor y servir al solo Señor, que es el Hijo y Logos de Dios.

817

17. Defensa del aniconismo cristiano

Luego dice Celso que "huimos de levantar estatuas y templos" (Vil 62), porque esto se imagina él ser para nosotros "la segura contraseña de una asociación oculta y misteriosa". Y no ve que, para nosotros, son altares la mente de cada justo, y de ellos suben, real y espiritualmente, olorosos inciensos, que son las oraciones que brotan de conciencia limpia. De ahí que se diga en el Apocalipsis de Juan (Ap 5,8): Los perfumes son las oraciones de los santos. En el salmista: Sea mi oración como incienso en tu acatamiento (Ps 140,2).

Las imágenes, empero, y las ofrendas que convienen a Dios, no son las fabricadas por artesanos vulgares, sino las que labra y modela en nosotros el Logos de Dios, las virtudes que imitan al Primogénito de toda la creación (Col 1,15), donde están los ejemplares de la justicia, prudencia, fortaleza, sabiduría y demás virtudes. Así, pues, en todos aquellos que, de acuerdo con el Logos divino, se han fabricado para sí la templanza, justicia, fortaleza, sabiduría y piedad y demás imágenes de virtudes, en ésos, decimos, se levantan las estatuas, con las que estamos convencidos se honra debidamente al que es prototipo de todas las imágenes, imagen del Dios invisible (Col 1,15) y Dios unigénito (). Todos aquellos, además, que, desnudándose del hombre viejo con sus obras y revistiéndose del nuevo, que se renueva para conocer según la imagen del que lo creó (Col 3,9-10), al restablecer en sí mismo la imagen del Creador, erigen en sí mismos estatuas tales como las quiere el Dios supremo.

Sin embargo, como entre escultores y pintores los hay que realizan maravillosamente su obra, por ejemplo6, Fidias y Policleto entre los escultores, y Zeuxis y Apeles entre los pintores; otros fabrican imágenes con arte inferior al de éstos; otros, con menos arte aún que los segundos y, de modo general, hay mucha diferencia en la fabricación de estatuas e imágenes; por el mismo estilo hay quienes fabrican estatuas del Dios supremo con más arte y ciencia acabada, de forma que no cabe comparación alguna entre el Zeus Olímpico labrado por Fidias y el hombre que se configura según la imagen del Dios creador. Eso sí, la imagen mejor y que aventaja con mucho toda otra de la creación entera es la que se levanta en nuestro Salvador mismo, que dijo: El Padre está en mí ().

818

18. Dios hace su inorada en el alma

Además, en cada uno de los que, según sus fuerzas, lo imitan también en esto, se levanta una estatua según la imagen del Creador (Col 3,10), estatua que ellos fabrican mirando a Dios con corazón puro, hechos imitadores de Dios (). Y, de modo general, todos los cristianos se esfuerzan en levantar altares tales como hemos dicho y estatuas tales como las que hemos explicado, no inanimadas e insensibles, ni propias para dar acogida a démones golosos que se asientan en lo inanimado, sino del espíritu de Dios, que mora como en casa propia en las estatuas que hemos dicho y en el que se configura según la imagen del Creador. Y, por el mismo caso, el espíritu de Cristo se asienta () sobre quienes se configuran, por decirlo así, con El. Y como la Escritura nos quería poner esto delante, nos describió a Dios, que dice a los justos en son de promesa: Habitaré entre ellos y con ellos me pasearé, y seré Dios suyo, y ellos serán pueblo mío (Col 2). Y al Salvador: Si alguno oyere mis palabras y las pusiere por obra, yo y mi Padre vendremos a El y haremos nuestra morada en él ().

Compare, pues, quien quisiere los altares que hemos explicado con los que dice Celso, y las estatuas que se levantan en el alma de los piadosos para con Dios, con las de Fidias y Policleto y artistas semejantes, y claramente verá que éstas son inanimadas y sujetas a la corrupción del tiempo; aquéllas, empero, permanecen en el alma inmortal todo el tiempo que el alma racional quiere que permanezcan en ella.

819

19. El cuerpo de Jesús, templo sacratísimo

Ahora bien, si hay que comparar templos con templos para demostrar a los que aceptan las ideas de Celso que nosotros no rehuimos levantar templos que convengan a las estatuas y a los altares antedichos, sino que nos negamos a construir templos inanimados y muertos al autor de toda vida, oiga el que gustare de ello cómo se nos enseña que nuestros cuerpos son templos de Dios (Col 1); y si alguno, por su incontinencia o su pecado, corrompe o destruye el templo de Dios, ese tal, como verdadero impío contra el verdadero templo, será por Dios destruido. De entre todos los templos, empero, que así se llaman, el mejor y más excelente fue el cuerpo sagrado y puro de nuestro Salvador, Jesucristo; el cual, sabiendo que los impíos podían atentar contra el templo de Dios que había en El, pero no de forma que sus intentos prevalecieran sobre la divinidad que edificaba aquel templo, les dijo: Destruid este templo, y yo lo reedificaré en tres días... El, empero, lo decía del templo de su cuerpo ().

Y en algún otro lugar, enseñando misteriosamente la doctrina de la resurrección a quienes son capaces de escuchar las palabras de Dios con oído divino, las sagradas letras dicen que serán edificados con piedras vivas y preciosas. Con lo que ocultamente da a entender que cada uno de los que conspiran por la palabra de Dios a la piedad para con El, es una piedra preciosa de todo el templo de Dios. Así, Pedro dice: Mas vosotros sois edificados como piedras vivas casa espiritual, para formar un templo santo y ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios, por medio de Jesucristo (Col 1). Y Pablo: Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, teniendo por piedra angular al mismo Jesucristo nuestro Señor (). El mismo sentido místico tiene también el pasaje de Isaías, dirigido a Jerusalén, que dice así: Mira, pondré tus piedras sobre carbunclos y tus fundamentos sobre zafiros. Y haré de jaspe tus baluartes, y tus puertas de piedras de cristal, y de piedras preciosas todo tu cerco; todos tus hijos serán adoctrinados de Dios y gozarán de mucha paz; y tú serás edificada sobre justicia (Is 54,11-14).

820

20. Variaciones sobre el mismo tema

Así, pues, algunos justos son carbunclo, otros zafiro, otros jaspe y otros cristal; y así, por el estilo, son los justos todo linaje de piedras escogidas y preciosas. No es éste momento de explicar la significación espiritual de las piedras y la razón de su naturaleza, ni a qué clase de alma se puede aplicar el nombre de cada piedra preciosa; sólo era del caso recordar brevemente qué significan entre nosotros los templos, y señaladamente el templo único de Dios hecho de piedras preciosas. Si, respecto de esos que se tienen por templos, los habitantes de una ciudad se ufanaran de ellos ante otros, los orgullosos de sus templos más preciosos enumerarían sus excelencias para demostrar la inferioridad de los otros; así nosotros, contra los que nps recriminan porque no creemos debe adorarse a Dios en templos insensibles, parangonamos los templos que se dan entre nosotros y demostramos a los que no son insensibles y semejantes a sus dioses, que tampoco sienten, que no cabe comparación alguna entre nuestras estatuas y las de los gentiles, ni entre nuestros altares y-llamémoslos así- nuestros perfumes y los altares de ellos, sus grasas y sangre. Y lo mismo digamos de los templos por nosotros explicados y los de cosas insensibles, admirados por hombres también insensibles, que no tienen ni imaginación de aquella divina sensación por la que se siente a Dios, y sus estatuas, templos y altares tales como convienen a Dios.

Así, pues, no rehuimos levantar altares, estatuas y templos porque ello sea para nosotros una contraseña segura de una sociedad oscura y misteriosa, sino porque, por medio de Jesús, hemos encontrado la manera de dar culto a Dios. De ahí que huyamos de lo que, con apariencia de piedad, hace impíos a los que se han apartado de la piedad que nos enseñara Jesucristo, que es el solo camino de la piedad, como quien dijo con verdad: 7o soy el camino, la verdad y la vida ().

821

21. Cómo se celebra de verdad una ñesta

Pues veamos lo que seguidamente dice Celso acerca de Dios y cómo nos incita a que comamos lo que realmente se sacrifica a los ídolos o, por mejor decir, a los démones; Celso lo llamaría "ofrendas sacras", como quien ignora qué es lo de verdad sagrado y cuáles son los verdaderos sacrificios. Como quiera, he aquí sus palabras: "Dios, a la verdad, es común a todos, bueno, y sin necesidad y ajeno a toda envidia (cf. VI 52; VII 65; PLAT., Phaidr. 247a; Tim. 29e; ARIST., Metaph. 1,2 (983a,2). ¿Qué inconveniente hay por ende en que quienes le están más particularmente consagrados tomen también parte en las públicas festividades?" No sé qué se imaginó Celso para pensar que de ser Dios bueno, sin necesidades y ajeno a la envidia lógicamente se siga deban participar en las públicas fiestas los que a El están consagrados. Por mi parte digo que, de ser Dios bueno, sin necesidad de nada y ajeno a toda envidia, se seguiría deber participar en las públicas fiestas quienes le están consagrados si se demostrara que las tales fiestas no tienen nada de erróneo y fueron instituidas partiendo de un claro conocimiento de Dios, como conformes con el culto y piedad que se le debe.

Pero lo cierto es que las públicas fiestas sólo de nombre son fiestas y no tienen razón alguna que demuestre se ajustan al culto debido a la divinidad; cabe, en cambio, probar que son invenciones de quienes las instituyeron al azar por razón de ciertas historias humanas, o que contienen teorías físicas acerca del agua, de la tierra o de los frutos que en ésta se producen. De donde se sigue patentemente que quienes quieren dar culto a Dios sabiendo lo que hacen, obran razonablemente no tomando parte en las públicas fiestas. Y es así que una fiesta, como dice-y dice bien-incluso un sabio griego, "no es otra cosa que hacer uno lo que debe" (Teucio., 1, 70 v. finem). Y, a decir verdad, una fiesta celebra el que hace lo que debe, y ora siempre, y en todo momento ofrece en sus oraciones a la divinidad incruentos sacrificios. Por eso magníficamente me parece hablar Pablo cuando dice: Observáis días y meses y tiempos y años; mucho me temo no haya trabajado en balde entre vosotros ().

822

22. Las fiestas cristianas

Mas acaso alguien objete a esto lo que nosotros hacemos los días del Señor, de preparación, pascua o pentecostés. A ello hay que responder que el perfecto, por el hecho de permanecer siempre en las palabras, en las obras y en los pensamientos del Dios Verbo, que es por naturaleza señor, siempre está en los días de El y siempre celebra días del Señor. Y, por el mismo caso, el que constantemente se prepara para la vida verdadera y se aparta de los placeres de la vida que seducen a los muchos; el que no fomenta el sentir de la carne (), sino que abofetea su cuerpo y lo reduce a servidumbre (Is 1), ése celebra constantemente las preparaciones (o pa-rasceve). Además, el que comprende que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado y que debemos celebrar fiesta comiendo de la carne del Logos (Is 1), ése no hay momento en que no esté celebrando la pascua, que se interpreta "sacrificio para el tránsito" (cf. PHILO., Vita Mos. II 224), pues constantemente está pasando de las cosas de la vida a Dios y acelerando el paso a la ciudad de Dios. Finalmente, el que puede decir con verdad: Hemos resucitado juntamente con Cristo (Col 3,1); y: Nos levantó y sentó en los cielos juntamente con Cristo (), se halla siempre en los días de Pentecostés; y, señaladamente, cuando, como los discípulos de Jesús, sube al piso superior y vaca a la oración y súplicas, a fin de hacerse digno del viento impetuoso que viene del cielo (), el viento que fuerza a desaparecer de los hombres la maldad y cuanto de ella procede, digno también de recibir alguna parte de la lengua de fuego venida de Dios.

823

23. No hay en esta vida fiesta total

La muchedumbre, empero, de los que parecen creer y no han llegado a esa dignidad, al no querer o no poder celebrar así todos los días, necesita, a modo de recuerdo, de ejemplos sensibles si no se quiere que de todo punto se diluya. Algo así creo yo que pensó Pablo cuando llama parte de fiesta (Col 2,16) la que se celebra en días separados de los demás, y que con esta expresión da a entender que la vida conforme al Verbo divino no consiste en fiesta parcial, sino entera y no interrumpida. Pero es también de ver, por lo dicho acerca de nuestras fiestas, si, comparadas con las públicas fiestas de Celso y los gentiles, no son aquéllas mucho más sagradas que las públicas fiestas en que el sentir de la carne (), al celebrarlas, se desenfrena y se propasa a embriagueces y disoluciones.

Mucho habría ahora que decir por qué las fiestas que prescribe la ley de Dios enseñan a comer pan de aflicción () o ázimos con hierbas amargas (Ex 12,8), y por qué dicen: Humillad vuestras almas () o cosas por el estilo. Y es que no resulta siquiera posible que el hombre, ser compuesto, celebre enteramente una fiesta en tanto la carne codicie contra el espíritu y el espíritu contra la carne (). Porque, al celebrarla con el espíritu, hay que mortificar el cuerpo, que, por naturaleza, dado el sentir de la carne, no sabe celebrarla con el espíritu; o, celebrándola según la carne, no se goza la fiesta según el espíritu. Pero baste de momento con esto sobre el tema de las fiestas.

824

24. "El ídolo no es nada"

Pues veamos ahora con qué argumentos nos incita Celso a comer de lo sacrificado a los ídolos y a tomar parte en los públicos sacrificios de las fiestas públicas. He aquí sus palabras: "Porque, si estos ídolos no son nada, ¿qué inconveniente hay en tomar parte en el general banquete? Y, si son algún linaje de démones, es evidente que también ellos pertenecen a Dios, y hay que creer en ellos y ofrecerles sacrificios según las leyes y rogarles que nos sean propicios". Para responder a esto fuera bueno tomar en la mano y comentar todo el razonamiento que hace Pablo en la primera carta a los corintios. Allí, respondiendo también a eso de que un ídolo no es nada en el mundo (Ex 1), demostró el daño que se sigue de comer de lo sacrificado a los ídolos. A los que son capaces de entender lo que allí dice les hace ver que quien participa de lo sacrificado a los ídolos comete acción absolutamente peor que la de un asesino, pues mata a sus hermanos por los que murió Cristo (8,11). Y luego, sentado que lo sacrificado se sacrifica a los demonios, Pablo demuestra que se hacen partícipes de los demonios quienes toman parte en la mesa de los demonios; y demuestra también ser imposible que el mismo hombre tome parte en la mesa del Señor y en la de los demonios (Ex 1).

Sin embargo, como el comentario de la carta a los corintios, en este punto, requiriría un tratado completo que lo explicara ampliamente, nos contentaremos con lo brevemente respondido; quienquiera lo examine verá claro que, aunque nada sean los ídolos, no por eso deja de ser cosa terrible tomar parte en el banquete de los ídolos. Y con moderada extensión hemos dicho también que, aun cuando sean cierto linaje de démones a quienes se ofrecen los sacrificios, nosotros no debemos tomar parte alguna en ellos cuando sabemos la diferencia que va de la mesa del Señor a la mesa de los démones. Y porque lo sabemos, lo hacemos todo con miras a participar de la mesa del Señor, y por todos los modos nos guardamos de tomar jamás parte en la de los demonios.

825

25. ¿Son también de Dios los démones ?

En el texto citado dice Celso que "también los démones son de Dios y, por eso, hay que creer en ellos y ofrecerles sacrificios según las leyes y rogarles nos sean propicios". Ello es razón para que instruyamos a quienes tuvieren interés en pareja instrucción que la palabra de Dios no gusta de proclamar posesión de Dios nada malo, pues lo juzga por indigno de tan gran Señor. De ahí que no todos los hombres reciben título de hombres de Dios, sino solamente los que son dignos de Dios, como lo fue Moisés () y Elias (Ex 2), o algún otro que fue llamado hombre de Dios o fue semejante a los que así fueron llamados. Por el mismo caso, tampoco todos los ángeles se dicen ser ángeles de Dios (LE 12,8 Mt 22,30), sino sólo los bienaventurados; aquellos, empero, que se extraviaron hacia la maldad se llaman ángeles del diablo (Mt 25,41); como los hombres malos son dichos hombres del pecado, o hijos de perdición, o hijos de iniquidad (Mt 1). Como quiera, pues, que hay hombres buenos y hombres malos, unos se dicen ser de Dios y otros del diablo; y lo mismo los ángeles, unos se llaman de-Dios y otros del maligno. En cuanto a los démones, ya no se reparten en dos clases, pues se demuestra que son todos malos. Por eso diremos ser falsa la afirmación de Celso cuando dice: "Y si son cierto linaje de démones, es evidente que también ellos son de Dios". Si no, pruebe el que quisiere no ser exacta ' la distinción entre hombres y ángeles, o que es razonable hacer la misma distinción también entre démones.

826

26. Antes morir que obedecer

a los dentones

Mas si pareja prueba es imposible, es evidente que ni los démones son de Dios, pues no es Dios su príncipe, sino, como dicen las sagradas letras, Belzebú (Mt 12,24); ni hay que creer en los démones por más que Celso nos exhorte a ello; no, antes morir que obedecer a los démones; todo, en cambio, ha de estar pronto a sufrir el que obedece a Dios. Por el mismo caso, tampoco hay que ofrecer sacrificios a los démones, pues es imposible sacrificar a seres malos y perniciosos para los hombres. Y ¿según qué leyes quiere Celso que sacrifiquemos a los démones? Porque, si es conforme a las que vigen en las ciudades, tendrá que demostrar que se conciertan con las leyes divinas. Y si no puede demostrarlo (pues ni aun entre sí se conciertan las leyes de muchas ciudades), es evidente que no deben llamarse siquiera verdaderas leyes", o son leyes de hombres malos, a las que no se debe obedecer, pues antes hay que obedecer a Dios que a los hombres ().

Lejos, pues, de nosotros el consejo de Celso, que nos dice debemos orar a los démones. A consejo semejante no debe prestársele el menor oído, pues sólo hay que orar al Dios sumo. Orar debemos también al Logos de Dios, unigénito, y primogénito de toda la creación (Col 1,15) y, como a sumo sacerdote, hemos de pedirle que, una vez que llegue a El nuestra oración, la presente a su Dios, que es nuestro Dios, y a su Padre, que es padre de los que viven conforme a la palabra de Dios (). Ahora bien, como no querríamos tener benévolos a hombres que sólo quisieran ser benévolos con quienes vivan según su maldad, y no lo fueran con quienes se deciden a lo contrario de lo que ellos hacen, pues la benevolencia de éstos nos haría enemigos de Dios, que tal vez no es benévolo con quienes quieren tener a los tales benévolos; por modo semejante, los que han comprendido la naturaleza de los démones, sus propósitos y maldad, no es posible que deseen jamás tener benévolos a los démones.

827

27. Nos basta la benevolencia de Dios

Y es así que, aun cuando no les sean benévolos los démones, no por eso van a sufrir nada de su parte, custodiados que están por el Dios sumo, que les es benévolo por su piedad

y que pone a sus ángeles divinos junto a los que merecen ser custodiados, para que nada sufran de parte de los démones. Ahora bien, el que tiene propicio al Dios supremo por su piedad para con El y haber recibido al ángel de Dios del gran consejo (Is 9,6), que es el Señor Jesús, contento puede estar con la benevolencia de Dios por medio de Jesucristo y decir confiadamente, en la seguridad de que nada ha de sufrir por parte de todo el ejército de los démones:

El Señor es luz mía y salud mía, ¿a quién puedo temer? El Señor es baluarte de mi vida, ¿de quién puedo temblar? (Ps 26,1).

Si contra mí un ejército acampare, no temerá mi corazón... (ibid., 3).

Y baste con esto sobre lo dicho por Celso: "Y si son algún linaje de démones, es evidente que también ellos son de Dios, y hay que creer en ellos y ofrecerles sacrificios según las leyes y rogarles nos sean propicios".

828

28. ¡Démones por doquier!

Citemos ahora lo que sigue y, una vez más, lo examinaremos según nuestras fuerzas: "Si se abstienen de comer de víctimas tales por una tradición de sus mayores, habían de abstenerse en absoluto de toda carne de animales, opinión que fue de Pitágoras, por honor de la vida y de sus órganos (VII 41). Pero si es, como afirman, por no sentarse a la mesa con los démones, yo les felicito por su sapiencia, pues poco a poco van entendiendo que son siempre comensales de los démones; y es lo bueno que sólo se guardan de ellos cuando ven una víctima sacrificada. Ahora bien, cuando se comen un bocado de pan o beben vino o gustan de unas frutas, y hasta cuando toman unos sorbos de agua o respiran el aire, ¿no reciben cada una de esas cosas de ciertos démones, a quienes, según sus partes, está encomendado el cuidado de cada una?" Yo no sé cómo pudo ver Celso consecuencia lógica en que hayan de abstenerse de toda carne de animales los que él dijo que, por cierta costumbre tradicional, se apartan de determinados sacrificios. Y no decimos esto como si la palabra divina, por razón de una vida más segura y limpia, no nos sugiriera algo semejante cuando nos dice: Bueno es no comer carne ni beber vino, ni hacer cosa en que tu hermano se escandaliza (). Y de nuevo: No lleves a la perdición con tu comida a aquel por quien muñó Cristo (ibid., 15). Y en otro lugar: Sí el comer escandaliza a mi hermano, yo no probaré jamás la carne para no escandalizar a mi hermano (Ps 1).


Origenes contra Celso 812