Origenes - de principis 4115

El misterio oculto en las narraciones históricas y legislativas

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15. Pero si la utilidad de la legislación y la secuencia y belleza de la historia fueran universalmente evidentes por sí, nosotros seguramente no creeríamos que se puede entender otra cosa en la Escritura excepto lo que es obvio, aquello que se indica en la superficie.

Por esta razón, la sabiduría divina ha dispuesto la introducción de ciertos escollos o interrupciones al significado histórico, como son ciertas imposibilidades y ofensas en medio de la ley y de la narración; para que de este modo la misma interrupción de la narración, como por la interposición de un cerrojo, presentara un obstáculo al lector, por el cual pudiera negarse a reconocer el camino que conduce al significado ordinario de la letra; y siendo así excluido y quitado de él, nosotros pudiéramos recordar el principio de otro camino, para que, entrando en un camino estrecho -como indigno de'DIos según la letra-, y pasando a un camino más alto y más sublime, pudiéramos abrir la inmensa anchura de la sabiduría divina.

Sin embargo, no debe pasarnos desapercibido que el objeto principal del Espíritu Santo es conservar la coherencia del significado espiritual, sea en aquellas cosas que deberían ser hechas o en las que ya han sido realizadas, si Él encuentra en algún lugar que esos eventos pasados, según la historia, pueden ser adaptados a un significado espiritual, Él compuso una textura de ambas clases en un estilo de narración, siempre velando el significado oculto más profundamente; pero donde la narrativa histórica no podía hacerse apropiada a la coherencia espiritual -o significado místico- de los acontecimientos, a veces Él insertó ciertas cosas que no tuvieron lugar, o que no pudieron tenerlo, o que podrían haber pasado pero no pasaron.

A veces interpoló unas pocas palabras, que, tomadas en su aceptación literal -o significado "corporal"- parecen incapaces de contener la verdad, y a veces un número más grande.

Encontramos con frecuencia una práctica similar en las partes legislativas, donde hay muchas cosas evidentemente útiles entre los preceptos "corporales", y a veces un gran número en el cual ningún principio de utilidad es perceptible, y también hasta cosas que se juzgan como imposibilidades. Ahora bien, todo esto, como hemos comentado, ha sido hecho por el Espíritu Santo para que viendo aquellos acontecimientos que están en la superficie que no pueden ser ni verdaderos, ni útiles, podamos ser conducidos a la investigación de la verdad que está oculta más profundamente; a la averiguación de un significado digno de Dios en aquellas Escrituras que creemos que están inspiradas por Él.

La inspiración del Nuevo Testamento

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16. No es sólo respecto a aquellas Escrituras que fueron compuestas hasta el advenimiento de Cristo que el Espíritu Santo trata; sino que como es uno y el mismo Espíritu, procedente del único Dios, trató de la misma manera con los evangelistas y apóstoles. Porque hasta las narraciones que Él les inspiró para ser escritas no fueron compuestas sin la ayuda de aquella sabiduría suya, cuya naturaleza hemos explicado. De ahí también que ellos hayan entremezclado no pocas cosas por las que el orden histórico de la narración es interrumpido y roto, para llamar la atención del lector, por la imposibilidad del caso, a examinar el significado interior. Pero, para que nuestro significado pueda averiguarse por los hechos mismos, examinemos los pasajes de la Escritura.

Las dificultades del sentido literal

Ahora bien, ¿quién hay que ore y posea entendimiento, que considere apropiada la declaración de que el primer día, y el segundo, y el tercero, en los que también mencionan la mañana y la noche, hayan existido sin sol, luna, y estrellas; el primer día incluso sin cielo? Y ¿quién es tan ignorante como para suponer que Dios, como si fuera un granjero, plantó árboles en el paraíso, en el Edén hacia el este, y el árbol de vida en él, esto es, un árbol de madera visible y palpable, de manera que cualquiera que comiera de él con dientes corporales obtuviera la vida, y, del mismo modo, comiendo de otro árbol llegara al conocimiento del bien y del mal? Nadie, pienso, puede dudar que la afirmación de que Dios anduvo al atardecer en el paraíso, y que Adán se escondió bajo un árbol, se narra en sentido figurado en la Escritura, y que algún significado místico puede ser indicado por ello. La salida de Caín de la presencia del Señor evidentemente hará que el lector cuidadoso pregunte qué es la presencia de Dios, y cómo alguien puede salir de ella.140

Pero para no extender la tarea que tenemos ante nosotros más allá de los límites debidos, es muy fácil para quien se complace en reunir de la santa Escritura lo que se registra como habiendo pasado, pero que, sin embargo, no puede creerse razonable y apropiadamente que haya ocurrido según el relato histórico. El mismo estilo de narración escritural ocurre abundantemente en los Evangelios, como cuando se dice que el diablo puso a Jesús sobre una montaña alta, para que pudiera mostrarle todos los reinos del mundo y su gloria. ¿Cómo pudo ocurrir esto literalmente, sea que Jesús fuera conducido por el diablo a una montaña alta, o que éste le mostrara todos los reinos del mundo -como si estuvieran bajo sus ojos corporales, adyacentes a una montaña-, esto es, los reinos de los persas, escitas, e indios? ¿O cómo podría mostrar la manera en que los reyes de estos reinos son glorificados por los hombres? Y muchos otros casos similares a este serán encontrados en los Evangelios por quien los lea con atención, y observará que en aquellas narraciones que parecen ser registradas literalmente, son cosas insertadas y entretejidas que no pueden ser admitidas históricamente, para que puedan ser aceptadas en su significado espiritual.

Incongruencias e imposibilidades de la ley

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17. En los pasajes que contienen los mandamientos también se encuentran cosas similares. Porque en la ley se ordena a Moisés que destruya cada varón que no haya sido circuncidado al octavo día, lo que es sumamente incongruente, ya que sería necesario, si esto se relacionara con la ley ejecutada según la historia, ordenar que sean castigados los padres que no circuncidaron a sus niños, y también a las nodrizas encargadas de los pequeños. La declaración de la Escritura dice: "Y el varón incircunciso que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será borrada de su pueblo; ha violado mi pacto" (
Gn 17,14).141

Respecto a la observancia famosa del sábado dice de este modo: "Y se sentarán, cada uno en sus viviendas; nadie se moverá de su lugar en el día de reposo", precepto imposible de observar literalmente; ya que ningún hombre puede pasar un día entero sin moverse del lugar donde se sentó.

Ahora bien, los que pertenecen a la circuncisión, y todos los que creen que la sagrada Escritura no tiene más significado que el indicado en la letra, consideran que en estos puntos no debe darse ninguna investigación e inventan algunos cuentos vacíos e insignificantes sobre el sábado, extraídos de algunas fuentes tradicionales y otros lugares, alegando que el lugar de cada uno es calculado dentro de dos mil cubitos. Otros, entre quienes está Do-siteo el samaritano, censuran las exposiciones de esta clase, pero ellos mismo asientan algo más ridículo, a saber, que cada cual debe permanecer hasta la tarde en la postura, lugar y posición en la que se encontró en el día de reposo; esto es, si estaba sentado, debe permanecer sentado el día entero, o si reclinado, debe estar reclinado el día entero. Además, la prescripción que sigue: "No llevarás ninguna carga el día de reposo", me parece una imposibilidad. Para los doctores judíos, a consecuencia de estas prescripciones, se han dado ellos mismo, como el santo apóstol, a fábulas innumerables, diciendo que no se considera una carga si un hombre lleva zapatos sin clavos, pero que es una carga si lleva zapatos con clavos; y que si algo se lleva sobre un hombro, se considera una carga; pero si sobre ambos, declaran que no es carga ninguna.

Lo absurdo del sentido literal

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18. Si instituimos un examen similar de los Evangelios, ¿cómo no parecerá absurdo tomar literalmente la orden: "A nadie saludéis en el camino" (
Lc 10,4)? ¡Aun con todo, hay individuos simples que piensan que nuestro Salvador dio este mandamiento a sus apóstoles! ¿Cómo puede ser posible que se observe semejante orden, junto a aquella que prohibe llevar dos mantos y calzado?, especialmente en países de invierno riguroso, con hielo y nieve. Y esta otra: cuando alguien te hiere en la mejilla derecha, ofrécele también la izquierda (Mt 5,39), ya que quien golpea con la mano derecha hiere la mejilla izquierda. Este precepto del Evangelio también debe contarse entre las imposibilidades, a saber, que "si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti:" (Mt 5,29), porque incluso si fuéramos a suponer que se refiere al ojo corporal, ¿cómo puede ser apropiado, ya que ambos ojos tienen la propiedad de la vista, que la responsabilidad de la "ofensa" caiga sobre uno solo, y éste el derecho?

El objeto de todas estas afirmaciones de nuestra parte, es mostrar que si el designio del Espíritu Santo, que se dignó a concedernos las sagradas Escrituras, no es edificarnos mediante la letra solamente, o algo en ella, cosa que vemos frecuentemente imposible e inconsistente; porque de ese modo no sólo absurdos, sino imposibilidades serán el resultado. Por tanto debemos entender que ciertas ocurrencias fueron entremezcladas en la historia "visible", las que, cuando consideradas y entendidas en su significado interior, expresan una ley que es ventajosa para los hombres y digna de Dios.

La realidad de la historia sagrada

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19. Que nadie, además, mantenga la sospecha de que nosotros creemos que ninguna historia de la Escritura es real, porque sospechamos que algunos eventos relatados no tuvieron lugar; o que los preceptos de la ley no deben ser tomados literalmente, porque consideramos que algunos de ellos, por la naturaleza o posibilidad del caso, lo requiere, incapaces de ser observados; o que no creemos que las profecías que se escribieron sobre el Salvador no se cumplieron de una manera palpable a los sentidos; o que sus mandamientos no se deben obedecer de manera literal.

Tenemos, por tanto, que afirmar en respuesta, ya que manifiestamente somos de esta opinión, que la verdad de la historia puede y debe ser preservada en la mayoría de los casos. Porque, ¿quién puede negar que Abrahán fue enterrado en una cueva de Hebrón, así como Isaac y Jacob, cada cual con su esposa? O, ¿quién puede dudar que Siquem fue dada como una porción a José?, o ¿que Jeru-salén es la metrópoli de Judea, en la que fue construido el templo de Salomón?, y otros innumerables ejemplos.

Los pasajes históricos son mucho más numerosos que los que contienen un significado puramente espiritual. Por tanto, ¿quién no va a mantener que el mandamiento "honra a tu padre y a tu madre, para que te vaya bien", no es suficiente en sí mismo, sin significado espiritual y necesario para los que lo guardan? Especialmente cuando el apóstol Pablo también confirma el mandamiento al repetirlo en las mismas palabras. Y qué necesidad tenemos aquí de hablar de las prohibiciones "no cometerás adulterio", "no robarás", "no darás falso testimonio", y otros de la misma clase.

Respecto a los preceptos dados en los Evangelios no hay ninguna duda que muchos de ellos han de observarse literalmente, como por ejemplo, cuando el Señor dice: "Pero yo os digo: No juraréis en ninguna manera" (
Mt 5,34). Y cuando dice: "Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mt 5,28); admoniciones que también se encuentran en los escritos del apóstol Pablo: "También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los que andan desordenadamente, que consoléis a los de poco ánimo, que soportéis a los flacos, que seáis sufridos para con todos" (1Th 5,14), y muchos otros. Y aun así, no tengo ninguna duda que un lector atento dudará en numerosos casos, si esta u otra historia puede considerarse literalmente cierta o no; o si este o aquel precepto debería observarse según la letra o no. Por tanto, hay que dedicar mucho trabajo y fatiga hasta que cada lector entienda reverencialmente que está tratando con palabras divinas y no humanas insertas en los libros sagrados.

Principios de interpretación

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20. El entendimiento de la santa Escritura que noso tros consideramos que debería observarse y mantenerse consistentemente, es el siguiente. Cierta nación es llamada por la santa Escritura pueblo elegido de Dios sobre la tierra; nación que ha recibido varios nombres; porque a veces la totalidad de ella fue llamada Israel, a veces Jacob; y fue dividida por Jeroboam hijo de Nebat en dos porcio nes; y la diez tribus que se formaron bajo él fueron llama das Israel, mientras que las dos restantes (a las que estaban unidas la tribu de Leví, y la que descendía de la familia real de David) fue llamada Judá. La totalidad del país poseído por esa nación, que había recibido de Dios, fue llamado Judea, en la que estaba situada la ciudad de Jerusalén, y fue llamada metrópolis, siendo como era la madre de muchas ciudades, los nombres de las cuales escucharéis mencionados con frecuencia aquí y allí en otros libros de la Escritura, pero que son puestos juntos en un catálogo en el libro de Josué, hijo de Nun.

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21. Siendo esta la naturaleza del caso, el santo apóstol, deseando elevar en algún grado, y levantar nuestro enten dimiento por encima de la tierra, dice en cierto lugar: "Mirad a Israel según la carne" (
1Co 10,18), por el que ciertamente quiere decir que hay otro Israel que no es según la carne, sino según el Espíritu. Y de nuevo en otro pasaje: "No todos los que son de Israel son israelitas" (Rm 9,6).

El Israel espiritual y el carnal

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22. Enseñado, entonces, por él que hay un Israel según la carne y otro según el Espíritu, cuando el Salvador dice: "No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (
Mt 15,24), no entendemos que estas palabras como los que gustan de las cosas terrenales, es decir, los ebio-nitas, que derivan su apelación de los "pobres" -porque Ebion significa "pobre" en hebreo-, sino que entendemos que existe una raza de almas que es llamada "Israel", como es indicado por la interpretación del mismo nombre; porque Israel se interpreta como "mente", u "hombre que ve a Dios".

El apóstol hace una revelación similar respecto a Je-rusalén, diciendo: "Mas la Jerusalén de arriba libre es; la cual es la madre de todos nosotros" (Ga 4,26). En otra de sus epístolas dice: "Mas os habéis llegado al monte de Sion, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles, y a la congregación de los primogénitos que están alistados en los cielos" (He 12,22). Por tanto, si hay ciertas almas en este mundo llamadas Israel, y una ciudad en el cielo llamada Jerusalén, se deduce que las ciudades mencionadas como pertenecientes a la nación de Israel tienen la Jerusalén celestial como su metrópoli, y esto nosotros lo entendemos como referido a la totalidad de Judá -de la que también somos de la opinión que ha sido referida por los profetas en ciertas narraciones místicas- y cualquier predicción dada sobre Judea o Jerusalén, o invasiones de cualquier tipo, que la historia sagrada declara haber ocurrido en Judea o Jerusalén. Cualquier cosa que se narra o predice de Jerusalén debe, si aceptamos las palabras de Pablo como propias de Cristo hablando en él, entenderse como pronunciadas en conformidad con su opinión tocante a la ciudad que él llama la Jerusalén celestial, y todos esos lugares o ciudades que se describen como ciudades de la tierra santa, de la cual Jerusalén es la metrópoli. Porque debemos suponer que es de estas ciudades que el Salvador, deseando elevarnos a un mayor grado de inteligencia, promete a los que han administrado bien el dinero confiado a ellos por Él, de modo que tendrán poder sobre cinco o diez ciudades.142

Si la sprofecías dadas respecto a Judea y Jerusalén, Judá e Israel y Jacob, no las entendemos en sentido carnal, sino que significan ciertos misterios divinos, ciertamente se aplica lo mismo a las profecías que se dijeron sobre Egipto y los egipcios; sobre las setenta almas que marcharon a Egipto, las cuales se convirtieron esa esa tierra en una multitud como las estrellas del cielo. Pero como no todas fueron la luz de este mundo -porque no todos los israelitas son de Israel-, crecieron de setenta almas a un pueblo importante, innumerable como la arena del mar.143

El tesoro oculto y escondido de la Escritura

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23. Quizá, como los que aquí mueren según la muerte común a todos, a consecuencia de las obras hechas aquí, ordenadas para obtener diferentes lugares conforme a la proporción de sus pecados, si son considerados dignos de ese lugar llamado Hades; así, todos los que ahí mueren, descienden, por así decirlo, al Hades, siendo juzgados merecedores de diferentes moradas -mejores o peores- en todo el espacio de la tierra, siendo descendientes de padres de diferentes clases, de modo que un israelita puede caer a veces entre los escitas y un egipcio descender a Judea. Y aun así el Salvador vino a reunir las ovejas perdidas de la casa de Israel, pero muchos de los israelitas no aceptaron su enseñanza y muchos de los que pertenecían a los gentiles fueron llamados al Evangelio. De todo esto se deduce que las profecías referentes a las naciones individuales deberían referirse a las almas y a sus diferentes mansiones celestiales.

La narración de los eventos que ocurrieron en la nación de Israel, o Jerusalén, o Judea, cuando fueron asaltados por esta u otra nación, no puede entenderse en muchos casos como ocurridos realmente, y son más apropiados a esas naciones de almas que habitan ese cielo del que se dice que pasará.144

Si alguien demanda de nosotros afirmaciones claras y evidentes de la santa Escritura sobre esos puntos, tenemos que responder que fue el designio del Espíritu Santo, en las porciones que parecen relatan la historia de acontecimientos, cubrir u ocultar el significado; en los pasajes, por ejemplo, donde se dice que descendieron a Egipto, o que fueron llevados en cautiverio a Babilonia, o cuando se dice que en esos países algunos sufrieron muchas humillaciones y fueron sometidos a la esclavitud de sus señores, mientras que otros, en los mismos países de la cautividad, fueron tenidos en honor y estima, hasta el punto de ocupar puestos de rango y poder, y fueron designados como gobernadores de provincias, todas las cosas, como hemos dicho, son mantenidas ocultas y cubiertas por las narraciones de la santa Escritura, porque "además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo" (
Mt 13,44). Por esta similitud consideramos si no debe entenderse que el suelo y la superficie de la Escritura, esto es, el sentido literal, es el campo, lleno de plantas y flores de toda clase; mientras que el significado "espiritual" hondo y profundo es el tesoro escondido de la sabiduría y del conocimiento, que es llamado por el Espíritu Santo en Isaías, "tesoros escondidos y secretos muy guardados",145 siendo necesaria la ayuda divina para encontrarlos, porque sólo Dios puede descerrajar las puertas de bronce que lo mantienen cerrado y oculto, y quebrar los cerrojos y candados de hierro por los cuales se impide el acceso a las cosas que están escritas y ocultas en Génesis, respecto a las diferentes clases de almas, y esas semillas y generaciones que tienen una conexión directa con Israel, o están totalmente separadas de sus descendientes, también como lo que es ese descenso.

El sentido místico del pueblo de Israel en el desierto

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24. El descenso de los padres santos a Egipto aparecerá como concedido a este mundo por la providencia de Dios para la iluminación de otros, y para la instrucción de la raza humana, lo que por esto significa (pienso) que podrían asistir a las almas de otros con el trabajo de aclaración. Porque a ellos se les concedió primero el privilegio de conversar con Dios, porque la suya es la única raza de la que se dice que ve Dios; este el significado, por interpretación, de la palabra "Israel"" (
Gn 32,28-30). Y ahora se sigue que, conforme a esta opinión, debería aceptarse y explicarse la declaración de que Egipto fue castigado con diez plagas, para permitir la salida al pueblo de Dios; o la narración de lo que hizo el pueblo en el desierto; o la construcción del tabernáculo mediante contribuciones de todo el pueblo; o la vestidura de los trajes sacerdotales; o los vasos del servicio público, porque, como está escrito, ellos contienen realmente dentro de ellos "la sombra y la forma de cosas divinas". Porque Pablo dice abiertamente, que "ellos sirven de bosquejo y sombra de cosas divinas" (He 8,5).

Se contiene, además, en la misma ley preceptos e instituciones conforme a las que deben vivir los hombres en tierra santa. También se lanzan amenazas para impedir la transgresión de la ley; hay diferentes clases de purificaciones prescritas para los que requirieron purificación, tratándose de personas susceptibles de contaminación frecuente, para que mediante las purificaciones pudieran llegar por fin a la purificación después de la que no se permite más contaminación.

El mismo pueblo fue contado, aunque no todos; porque las almas de los hijos no son aún suficientemente viejas para ser numeradas según el mandato divino: ni son aquellas almas que no pueden convertirse en jefes de otras, sino que son subordinadas a otros como a una cabeza, que son llamadas "mujeres", que ciertamente no están incluidas en aquella enumeración impuesta por Dios. Sólo son contadas las que se llaman "hombres", por lo que podría mostrarse que las mujeres no podían ser contadas separadamente (extrinsecus), pero fueron incluidas en los llamados hombres. Estas, sin embargo, pertenecen especialmente al número sagrado preparado para ir delante en las batallas de los israelitas, capaces de luchar contra los enemigos públicos y privados, que el Padre sujeta al Hijo, quien se sienta a su mano derecha, para que pueda destruir todo principado y poder, y mediante estas bandas de sus soldados, que están en guerra por la causa de Dios, no se enredan en negocios seculares, Él puede derrocar el reino de su adversario; por quien se llevan los escudos de la fe, y se blanden las armas de sabiduría; entre quienes lanza destellos de salvación el yelmo de la esperanza y la coraza resplandeciente que fortifica el pecho que está lleno de Dios. Tales soldados me parecen estar indicados, y preparados para las guerras de esta clase en aquellas personas que en los libros sagrados reciben la orden por mandamiento de Dios de ser contados. Pero de estos, con mucho los más perfectos y distinguidos se muestra que son los que tienen contados hasta el cabello mismo de la cabeza. Tal, en verdad, como ellos fueron castigados por sus pecados, cuyos cuerpos cayeron en el desierto, parecen asemejarse a los que habían hecho no pequeño progreso, pero que no pudieron, por varios motivos, alcanzar el final de perfección; porque se relata que murmuraron o que adoraron a ídolos, o cometieron fornicación, o hicieron alguna obra mala que ni la mente puede concebir.

Considero que lo siguiente no puede carecer de algún sentido místico, a saber, que ciertos israelitas, poseyendo muchos rebaños y animales, tomaron posesión por anticipado del país adaptado para pasto y alimento de su ganado, que fue lo primero que la mano derecha de los hebreos había asegurado con la guerra. Porque, haciendo una petición a Moisés para recibir esta región (Nb 32), ellos fueron separados por las aguas del Jordán, y separados de cualquier posesión en tierra santa. Y este Jordán, según la forma de cosas celestiales, puede parecer el agua que riega las almas sedientas, y los sentidos que son adyacentes a ello. En la conexión con esto, hasta la declaración de Moisés no parece superflua, que Moisés en verdad oye de Dios lo que es descrito en el libro de Levítico, mientras que en Deuteronomio es el pueblo el oyente de Moisés, que aprendieron de él lo que no pudieron oír de Dios. Ya que como Deuteronomio es llamado la segunda ley, a algunos les parece que tiene este significado, que cuando la primera ley que fue dada por Moisés llegó a su final, entonces una segunda legislación parece haber sido promulgada, especialmente transmitida por Moisés a su sucesor Josué, que ciertamente, como se cree, prefigura un tipo (forman) de nuestro Salvador, por cuya segunda ley, esto es, los preceptos del Evangelio, todas las cosas son llevadas a la perfección.

Las dos venidas de Cristo en Deuteronomio

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25. Tenemos que ver, sin embargo, si este significado más profundo no puede quizás ser indicado, a saber, que como en Deuteronomio la legislación es dada a conocer con mayor claridad y distinción que en los libros que fue ron escritos primero, así también podría señalarse que, después del advenimiento del Salvador que realizó en estado de humillación, cuando asumió la forma de siervo, le sigue el segundo advenimiento más famoso y renom brado en la gloria de su Padre, en el cual pueden cumplirse los tipos de Deuteronomio, cuando en el reino de los cielos todos los santos vivirán según las leyes del Evangelio eterno.

Y así como en su venida ha cumplido la ley que era una sombra de las buenas cosas por venir, así también por su futuro advenimiento glorioso será realizado y llevado a la perfección las sombras del advenimiento presente. Porque así habló el profeta en cuanto a ello: "El aliento de nuestras narices, el Ungido del Señor, de quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las gentes" (
Lm 4,20); en el día cuando Él transfiera dignamente a todos los santos del Evangelio temporal al eterno, según la designación usada por Juan en el Apocalipsis de un Evangelio eterno (Ap 14,6).

Las inescrutables riquezas de Dios

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26. Pero sea suficiente para nosotros en todos estos asuntos adaptar nuestro entendimiento a la regla de la religión, y así pensar de las palabras del Espíritu Santo no como una composición adornada de débil elocuencia humana, sino sostener, según la declaración bíblica, esto: "toda la gloria del rey es de dentro" (
Ps 45,13).146 El tesoro del significado divino está encerrado dentro del agitado vaso de la letra común. Y si algún lector curioso fuera todavía a pedir una explicación de puntos individuales, dejadle que venga y oiga con nosotros cómo al apóstol Pablo, buscando penetrar mediante la ayuda del Espíritu Santo -que escudriña aun lo profundo de Dios (1Co 2,10)- en las profundidades de la sabiduría divina y del conocimiento, y aun así incapaz de alcanzar el final y llegar a un conocimiento cuidadoso, exclama en desesperación y asombro: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!" (Rm 11,33). Que fue en la desesperación de alcanzar el entendimiento perfecto que él pronunció esta exclamación, se ve en sus propias palabras: "¡Cuan incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Rm 11,33). Ya que él no dijo que los juicios de Dios son difíciles de descubrir, sino que son totalmente inescrutables; ni que sean simplemente difíciles de trazar, sino totalmente más allá de averiguación. Porque por mucho que un hombre pueda avanzar en sus in- vestigaciones, y por grande que sea el progreso que pueda hacer medíante el estudio constante, asistido hasta por la gracia de Dios, y con su mente iluminada, no será capaz de alcanzar el final de aquellas cosas que son el objeto de sus preguntas.

El carácter progresivo del conocimiento y del misterio

Ninguna mente creada puede considerar que sea posible lograr en modo alguno una comprensión total de las cosas, sino que después de haber descubierto ciertos objetos de su investigación, de nuevo ve otros que tienen que ser buscados. Y aunque tuviera éxito en dominar estos, vería a continuación otros muchos que le siguen que son objeto de su investigación. Por esta razón, Salomón, el más sabio de los hombres, contemplando con su sabiduría la naturaleza de las cosas, dice: "Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Me he de hacer sabio: mas ella se alejó de mí. Lejos está lo que fue; y lo muy profundo ¿quién lo hallará?" (Ez 7,23-24).

También Isaías, sabiendo que los principios de las cosas no podían ser descubiertos por la naturaleza mortal, ni siquiera por las naturalezas que, aunque más divinas que humanas, sin embargo han sido creadas o formadas; sabiendo, pues, que por ninguno de estas puede descubrirse el principio o el final, dice: "Traigan, y anúnciennos lo que ha de venir; dígannos lo que ha pasado desde el principio, y pondremos nuestro corazón en ello; sepamos también su postrimería, y hacednos entender lo que ha de venir. Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses; o a lo menos haced bien, o mal, para que tengamos qué contar, y juntamente nos maravillemos" (Is 41,22-23).

Mi maestro hebreo también usó esto para enseñarnos que como el principio y el fin no puede ser comprendido por nadie, excepto por nuestro Señor Jesucristo solo y por el Espíritu Santo, así, bajo la forma de una visión Isaías habló de dos serafines solamente, que con dos alas cubren el semblante de Dios, y con otras dos sus pies, y con dos vuelan, llamándose uno al otro y diciendo: "Santo, santo, santo es el Señor, el Dios de Sabaoth; la tierra entera está llena de su gloria" (Is 6,3). Que el serafín solo tenga sus alas sobre el rostro de Dios y sobre sus pies, nos aventuramos a declarar su significado como que ni siquiera las huestes de los santos ángeles, ni los "tronos", ni "dominios", ni "principados", ni "potestades", pueden entender totalmente el principio de todas las cosas y los límites del universo.

Nosotros debemos entender que aquellos "santos" a quienes el Espíritu ha enrolado, y "las virtudes", se aproximan muy estrechamente a los mismos principios, y alcanzan una altura que otros no pueden alcanzar; y aun así, cualquier cosa que las "virtudes" hayan aprendido por la revelación del Hijo de Dios y del Espíritu Santo -y seguramente son capaces de aprender muchísimo, y los de rango más alto mucho más de los de rango inferior-, es imposible para ellas comprender todas las cosas, según la declaración: "La mayoría de sus obras las hace en secreto" (Ez 16,21). Por lo tanto, es de desear que cada cual, en la medida de sus fuerzas, prosiga hacia lo que está delante,

olvidando lo que queda atrás, para mejores obras y una aprehensión más clara y mayor entendimiento, por medio de Jesucristo nuestro Salvador, a quien sea la gloria para siempre.147

La cuestión de las "sustancias" y la Trinidad

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27. Que quien se interese por la verdad no se preocupe mucho por las palabras y el lenguaje, viendo que en cada nación prevalece un uso diferente del idioma; sino que dirija su atención al significado apuntado por las palabras, antes que a la naturaleza de las palabras que portan el significado, sobre todo en los asuntos de tal importancia y dificultad como, por ejemplo, cuando es objeto de investigación si hay alguna "sustancia" en la que ni color, ni forma, ni tacto, ni magnitud debe ser entendida como existiendo visiblemente a la mente sola, que cada cual nombra como a él le agrada; los griegos la llaman aswmaton, esto es, "incorpóreo", mientras la Escritura santa declara que es "invisible", porque Pablo llama a Cristo "la imagen del Dios invisible", y dice otra vez, que por Cristo han sido creadas todas las cosas "visibles e invisibles" (
Col 1,15). Mediante esto se declara que hay, entre las cosas creadas, ciertas "sustancias" que son, según su naturaleza peculiar, invisibles. Pero, aunque estas no son "corpóreas" en sí mismas, hacen uso de cuerpos, mientras que son mejores que las sustancias corporales.

Pero la "sustancia" de la Trinidad, que es el principio y la causa de todas las cosas, de la cual son todas las cosas -"porque por Él fueron creadas todas las cosas, y todas las cosas subsisten" (Col 1,16)-; no se puede creer que sea un cuerpo o esté en un cuerpo, sino que es totalmente incorpórea.148

Por ahora sea suficiente lo hasta aquí dicho brevemente sobre estos puntos -aunque en una digresión, causada por la naturaleza del tema-, para mostrar que hay ciertas cosas cuyo significado no puede ser revelado a todos mediante palabras del lenguaje humano, sino que son dadas a conocer mediante simple aprehensión, antes que por cualquier propiedad de sus palabras. Y bajo esta regla debe ser llevado también el entendimiento de la Escritura sagrada, para que sus declaraciones puedan juzgarse no según la indignidad de la letra, sino según la divinidad del Espíritu Santo, por cuya inspiración ella fue puesta por escrito.


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