Origenes Exodo 1004


HOMILÍA XI: La sed del pueblo en Rafidim, la guerra de los amalecitas y la visita de Jetró.

1101

(
Ex 17,1-7)

1. Puesto que todo el que quiere vivir piadosamente en Cristo padece persecución 1, y es atacado por los enemigos, al correr el camino de esta vida debe estar siempre armado y permanecer siempre en el campamento. Por eso se dice también del pueblo de Dios: Partió toda la asamblea de los hijos de Israel del desierto de Sin, según sus campamentos, por la Palabra del Señor 2. Hay, por tanto, una sola asamblea del Señor, pero está dividida en cuatro campamentos. Se describen, en efecto, cuatro campamentos plantados alrededor del tabernáculo del Señor, tal como se dice en los Números 3.

Por tanto, tú, si siempre vigilas y siempre estás armado y si sabes que militas en los campamentos del Señor, observa aquel mandamiento: nadie que milita al servicio de Dios se mezcle con los negocios de este mundo, para poder agradar a aquel que lo ha enrolado 4, porque, si militas de tal modo que te mantienes libre de los negocios de este mundo y haces siempre guardia en los campamentos del Señor, también se dirá de ti que por la Palabra del Señor sales del desierto de Sin y llegas a Rafidim 5; «Sin» significa «tentación», «Rafidim» significa «salud del juicio». Quien triunfa en la tentación, quien ha sido fortalecido en la prueba gracias a la tentación, éste llega a la salud del Juicio; en efecto, en el día del juicio será sano, y la salud estará con aquel que en la tentación no fue herido, como está escrito en el Apocalipsis: Al que venza, yo le daré del árbol de la vida que está en el paraíso de mi Dios 6 Llega a la salud del juicio el que prepara bien sus palabras en el juicio 7.

1102
2. ¿Qué es lo que sigue? El pueblo tuvo sed de agua y murmuraban contra Moisés 8 Quizá parezca superfluo decir que el pueblo tuvo sed de agua; habría bastado decir que tuvo sed; ¿qué necesidad habla de añadir tuvo sed de agua? Sin embargo, no es superflua la añadidura, en efecto hay diversos tipos de sed y cada uno tiene su propia sed.

Los que son bienaventurados, según la Palabra del Señor, tienen sed de justicia 9; igualmente otros dicen: mi alma tiene sed de ti, Dios 10. Los que son pecadores padecen no sed de agua ni hambre de pan, sino sed de oír la Palabra de Dios 11. Por eso aquí se añade que el pueblo, que habría debido tener sed de Dios y sed de justicia, tuvo sed de agua 12. Pero puesto que Dios es verdaderamente el educador de los niños y el maestro de los necios 13, corrige las culpas y repara los errores, dice a Moisés que tome su vara y golpeando la piedra saque agua para ellos 14. Quiere que ellos beban de la piedra 15, quiere que progresen y lleguen al interior de los misterios. Murmuraron contra Moisés 16ó, y por eso manda Dios que les muestre la piedra de la cual beberán. Si hay alguno que leyendo a Moisés murmura contra él, y le disgusta la Ley escrita según la letra, porque en muchos pasajes no parece tener coherencia lógica, le muestra Moisés la piedra, que es Cristo 17 y le conduce a la misma, para que pueda beber de ella y así saciar su sed.

Esta piedra no manará agua si no es golpeada; sin embargo, golpeada produce fuentes. En efecto, golpeado Cristo y puesto en la cruz, produce las fuentes del Nuevo Testamento; y por eso dice de Él: Golpearé al pastor y se dispersarán las ovejas 18. Era por tanto necesario que El fuese golpeado; en efecto, si Él no hubiese sido golpeado, y si no hubiese brotado de su costado agua y sangre 19, todos nosotros padeceríamos sed de la Palabra de Dios 20.

Esto es lo que también ha interpretado el Apóstol diciendo: Todos ellos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual. Bebían de una piedra espiritual que les seguía; la piedra era Cristo 21 Considera lo que Dios dice en este pasaje a Moisés: Pasa por delante del pueblo, y lleva contigo a los ancianos, esto es, a los presbíteros del pueblo 22. No es sólo Moisés quien conduce al pueblo hacia el agua de la piedra, sino también con él los ancianos del pueblo. No es sola la Ley la que anuncia a Cristo, sino también los profetas, los patriarcas y todos los ancianos.

1103

(
Ex 17,8-16)

3. Después de esto se describe la guerra con los amalecitas y se dice que el pueblo luchó y venció 23. Antes de comer el pan del cielo 24 y de beber el agua de la piedra 25, no se dice que el pueblo luchase, sino que se le dice: El Señor luchará por vosotros, y vosotros guardaréis silencio 26.

Por tanto hay un tiempo en que el Señor lucha por nosotros y no permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas 27, ni nos deja ir al encuentro del fuerte 28 con fuerzas desiguales. En efecto, Job soportó todo aquel famosisimo combate de la tentación cuando ya era perfecto 29. Y tú, cuando comiences a comer el maná, el pan celestial de la Palabra de Dios, y a beber el agua de la piedra, y cuando llegues al interior de la doctrina espiritual, entonces espera la lucha y prepárate para la guerra. Veamos qué es lo que ordena Moisés ante la inminencia de la guerra: Dijo a Jesús 30 Elígete algunos hombres y sal mañana a combatir contra Amalec 31. Hasta este momento no se ha hecho nunca mención del Santo nombre de Jesús; aquí por primera vez resplandece el fulgor de este nombre, aquí por primera vez llama Moisés a Jesús y le dice: Elígete unos hombres 32. Moisés llama a Jesús, la Ley invoca a Cristo, para que se elija de entre el pueblo unos hombres fuertes. No habrá podido Moisés elegirlos, sólo Jesús es quien puede elegir unos hombres fuertes, Él que dijo: No me habéis elegido vosotros a mi, sino que yo os he elegido a vosotros 33. Él es el jefe de los elegidos, el primero de los hombres fuertes, El es quien combate con Amalec. El es, en efecto, el que entra en la casa del hombre fuerte, lo ata y se lleva sus bienes 34.

1104
4. Mientras tanto, veamos cómo prosigue la narración de esta historia: Subió Moisés a la cima de la colina 35. Todavía no ha subido a la cima del monte, sino a la cima de la colina. Le estaba reservado subir a la cima del monte, cuando subiera Jesús y con Él Moisés y Elías y allí fuese transfigurado en gloria 36. Ahora, puesto que todavía no ha sido glorificado por la transfiguración de Jesús, no sube a la cima del monte, sino a la cima de la colina 37.

Y ocurrió que cuando Moisés elevaba sus manos, Israel vencía 38. Moisés eleva las manos, no las extiende. Pero Jesús que, exaltado en la cruz, había de estrechar con sus brazos todo el orbe de la tierra 39, dice: He tendido mis manos a un pueblo incrédulo y rebelde 40. Moisés, pues, eleva su manos y, cuando las eleva, Amalec era vencido. Elevar las manos quiere decir elevar a Dios las obras y las acciones, y no tener ante sí obras bajas y que se arrastren por el suelo, sino agradables a Dios y elevadas al cielo. Eleva las manos el que acumula un tesoro en el cielo; ya que donde está su tesoro 41, allí están su ojo y sus manos. Eleva las manos también aquel que dice: El elevar de mis manos como un sacrificio vespertino 42. Por tanto, si nuestras obras son elevadas y no están en la tierra, Amalec es vencido. También el Apóstol manda levantar unas manos santas sin ira ni discusión 43, y a algunos les decia: Levantad las manos que caen y las rodillas vacilantes y recorred caminos rectos con vuestros pies 44.

Si el pueblo guarda la Ley, Moisés eleva las manos y el enemigo es vencido; pero si no guarda la Ley, prevalece Amalec. Y puesto que nuestra lucha es contra principados y potestades y contra los jefes de este mundo de tinieblas 45, si quieres vencer, si quieres ganar, eleva tus manos y tus obras, y que tu vida no esté en la tierra, sino, como dice el Apóstol: Caminando por la tierra, tenemos una ciudad en el cielo 46 Asi podrás vencer a Amalec, de modo que se diga también en ti: Con mano secreta, el Señor combaste contra Amalec 47.

Eleva tú también las manos a Dios, observa el mandato del Apóstol: Orad sin interrupción 48, y entonces se cumplirá lo que está escrito: como el buey arranca en los campos la hierba verde, así arrancará este pueblo al pueblo que está sobre la tierra 49. Con ello, tal como hemos recibido de los antiguos, parece indicarse que el pueblo de Dios no luchaba tanto con la mano y las armas como con la voz y la lengua, es decir, prosternaba a sus enemigos dirigiendo su oración a Dios.

Así también tú, si quieres vencer a los enemigos, eleva tus obras, clama a Dios, como dice el Apóstol: Sed asiduos en la oración y vigilantes en ella 50. Ésta es la lucha del cristiano que vence al enemigo. Creo que con esto Moisés tipifica a los dos pueblos y muestra que uno es el pueblo de los gentiles, que eleva las manos de Moisés y las levanta, esto es, que levanta bien alto cuanto ha escrito Moisés, establece en el cielo su inteligencia y por eso vence; otro es el pueblo que, puesto que no levanta las manos a Moisés ni las saca de la tierra, considera que no hay en él nada elevado ni sutil, es vencido y abatido por los adversarios.

1105

(
Ex 18,1-12)

5. A continuación llega Moisés al monte de Dios y allí le sale al encuentro Jetró, su suegro 51. Pero le sale al encuentro fuera de los campamentos, y en lugar de conducirlo al monte de Dios, lo conduce a su tienda 52. En efecto, no podía un sacerdote de Madián subir al monte de Dios, del mismo modo que no habían podido descender a Egipto ni él ni la mujer de Moisés; pero ahora viene a él con sus hijos. Sólo puede descender a Egipto y luchar con los egipcios aquel que sea un atleta probado y del tipo que dice el Apóstol: El que combate en la lucha, se priva de todo; ellos, para recibir una corona corruptible; nosotros, incorruptible. Así es como yo corro, no como a la ventura; así es como lucho, no dando golpes al aire 53.

Así, Moisés que era un atleta grande y fuerte, desciende a Egipto, desciende al combate y al ejercicio de las virtudes. También Abraham desciende a Egipto, porque también él era un atleta grande y fuerte 54. ¿Qué diré de Jacob, que es atleta por su mismo nombre? En efecto, significa «luchador» y «el que derriba» 55. Por eso cuando Jacob descendió con setenta y cinco almas 56 a Egipto, llegó a ser como la multitud de las estrellas del cielo 57.

No todos los que descienden a Egipto luchan y combaten como para llegar a ser una multitud y ser multiplicados como las estrellas del cielo. Con otros, en su descenso a Egipto, ocurre al contrario. Yo sé que Jeroboam, huyendo de Salomón, descendió a Egipto; sin embargo, no sólo no creció hasta ser una multitud, sino que dividió y corrompió al pueblo de Dios, porque descendiendo a Egipto recibió del rey Sosak a la hermana de su mujer Tecimena 58.

Entretanto Jetró fue donde Moisés, llevando consigo a su hija, la esposa de Moisés, y a sus hijos. Y llegaron Aarón y todos los ancianos de Israel para comer el pan con el suegro de Moisés bajo la mirada de Dios 59. No todos comen el pan bajo la mirada de Dios, sino los que son presbíteros, los que son ancianos, perfectos y probados en méritos, éstos son los que comen el pan bajo la mirada de Dios 60; los que observan lo que dice el Apóstol: Ya comáis, ya bebéis, hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios 61. D/PRESENCIA Ex/18/12/ORIGENES: Todo lo que hacen los santos, lo hacen bajo la mirada de Dios; el pecador huye de la mirada de Dios. Efectivamente está escrito que Adán, después de haber pecado huyó de la mirada de Dios y cuando se le preguntó respondió: Oí tu voz y me escondí porque estaba desnudo 62. Asimismo Caín, después de haber sido condenado por Dios a causa del fratricidio, se alejó del rostro de Dios y habitó en la tierra de Nain 63. Se aleja, pues, del rostro de Dios quien es indigno de la mirada de Dios. Pero los santos comen y beben bajo la mirada de Dios y todo lo que hacen, lo hacen bajo la mirada de Dios.

Yendo más al fondo de este pasaje, veo que quienes reciben un conocimiento de Dios más completo y están más perfectamente imbuidos en las doctrinas divinas, éstos, si hacen el mal, lo hacen ante Dios y lo hacen bajo su mirada como aquel que dijo: Contra ti solo pequé, hice el mal ante ti 64. ¿Qué ventaja tiene el que hace el mal ante Dios? Que inmediatamente se arrepiente y dice: He pecado 65. Pero el que se aleja de la mirada de Dios no sabe convertirse ni purgar su pecado por la penitencia. Ésta es la diferencia entre hacer el mal ante Dios y alejarse, al pecar, de la mirada de Dios.

1106
6. Por lo que veo, Jetró no va inútilmente donde Moisés ni en vano come el pan con los ancianos del pueblo bajo la mirada del Señor. Da a Moisés un consejo bastante loable y útil: que elija unos hombres y los constituya en jefes del pueblo, hombres que den culto a Dios, fuertes y que odien la soberbia 66.

Tales conviene que sean los jefes del pueblo, que no sólo no sean soberbios, sino que incluso odien la soberbia, esto es, que no solamente carezcan de vicios, sino que odien los vicios de los demás; no digo que odien a los hombres, sino los vicios. Y dice: Los establecerás como tribunos, centuriones, jefes de cincuentenas y de decenas, y juzgarán al pueblo en todo momento. Pero los asuntos más graves, los presentarán ante ti 67.

Que escuchen los jefes del pueblo y los ancianos de la plebe: deben juzgar al pueblo en todo momento, sentarse en el tribunal siempre y sin interrupción, dirimir las querellas, reconciliar a los disidentes, reconducir a la paz a los que viven en la discordia. Que cada uno aprenda su oficio con la ayuda de las santas Escrituras. Moisés, dice, para ocuparse de los asuntos de Dios 68, y para explicar al pueblo la Palabra de Dios; los otros jefes, que llaman tribunos—los llaman así porque presiden una tribu—y los demás tribunos, centuriones o jefes de cincuentena presiden los juicios de menor importancia, dirimiendo cada uno las causas que le correspondan.

Creo, asimismo, que esta misma figura no sólo ha sido dada a la Iglesia para el siglo presente, sino que también ha de conservarse para el siglo futuro. Escucha por ejemplo al Señor que dice en el Evangelio: Cuando se siente el Hijo del Hombre sobre el trono de su gloria, os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel 69. Ves, por tanto, que no sólo juzga el Señor a quien el Padre ha dado todo juicio 70, sino que establece otros jefes que juzguen al pueblo en las causas de menor importancia, pero que los casos de mayor gravedad se los presenten a Él 71. Por eso decia el Señor que uno sería reo en el consejo, que otro sería reo de juicio y que algún otro sería reo de la gehenna del fuego 72. Se dice también que rendiremos cuenta incluso de una palabra ociosa 73, pero no se dice que rendiremos cuentas a Dios como se dice del perjurio: Cumplirás al Señor tus juramentos 74. Más aún, la reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará 75: éste es otro tipo de juicio. El que tenga oídos para oir, que oiga 76. Todas estas cosas son tipo y sombra de las cosas celestiales e imágenes de las futuras 77; y como leemos el texto que dice que el ojo no se sacia de ver, ni el oído de oir 78, tampoco nosotros podemos saciarnos de ver y considerar la Escritura: con cuántos pasajes nos edifica, de cuántas maneras nos instruye.

En efecto, cuando observo que Moisés, profeta lleno de Dios, a quien Dios hablaba cara a cara 79, acepta un consejo de Jetró, sacerdote de Madián, una gran admiración me lleva hasta el estupor. En efecto, dice la Escritura: Oyó Moisés la voz de su suegro e hizo todo lo que le dijo 80. No dice: «Dios habla conmigo y con una palabra celestial se me dice qué es lo que debo hacer, ¿cómo recibiré consejo de un hombre, de un pagano, extraño al pueblo de Dios?», sino que oye su voz y hace todo lo que él dice, y no escucha a quien lo dice, sino lo que dice. También nosotros, si alguna vez por casualidad encontramos algo sabiamente dicho por los paganos, no debemos despreciar las palabras junto con el nombre de su autor, ni conviene, por el hecho de poseer la Ley dada por Dios, hincharnos de soberbia y despreciar las palabras de los prudentes, sino como dice el Apóstol: Probándolo todo, retened lo bueno 81.

Hoy, ¿quién de los que presiden los pueblos, no digo ya si ha recibido de Dios alguna revelación, sino sólo si tiene algún mérito en el conocimiento de la Ley, se digna recibir un consejo de un sacerdote inferior, por no decir de un laico o incluso de un pagano? Pero Moisés que era hombre manso más que todos los demás 82, acepta el consejo de un inferior, para proporcionar a los jefes de los pueblos un modelo de humildad y para indicar la imagen del misterio futuro. Sabía que había de llegar el tiempo en que los paganos darían un buen consejo a Moisés, ofreciendo una inteligencia buena y espiritual de la Ley de Dios; y sabía que la Ley los escucharía y que haría todo lo que ellos dijeran. No puede cumplir la Ley lo que dicen los judíos, porque la Ley está encerrada en la carne 83, esto es, en la letra, y no puede hacer nada según la letra: La Ley no ha llevado nada a la perfección 84.

Según este consejo que aportamos a la Ley, todas las cosas pueden verificarse espiritualmente, pueden ofrecerse sacrificios espiritualmente, los mismos que ahora no pueden siquiera ser ofrecidos carnalmente; incluso puede ser observada espiritualmente la ley de la lepra, que no puede ser observada literalmente 85. Así, según nuestra manera de entender, según nuestra manera de sentir y dar consejos, la Ley lo cumple todo; pero según la letra, no todo sino sólo unas pocas cosas.

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7. EU/GRACIA Ex/19/10-11/ORIGENES Mt/22/12/ORIGENES: Después de esto, habiendo partido Jetró y habiendo llegado Moisés de Rafidim al desierto del Sinaí y después de haber descendido allí el Señor hasta Moisés en la columna de nube 86 para que el pueblo creyera en Él y oyese sus palabras, dijo el Señor a Moisés: Desciende, da testimonio al pueblo y purifícalos hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día 87.

Si hay alguno que viene para escuchar la Palabra de Dios, oiga lo que manda Dios: debe venir santificado para escuchar la Palabra, debe lavar sus vestidos. Si traes vestidos sucios, tú también oirás: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin tener vestido de boda? 88 Nadie puede oir la Palabra de Dios, si no es antes santificado, esto es, si no es santo en el cuerpo y en el espíritu 89, si no ha lavado sus vestidos. En efecto, poco después ha de entrar a la cena nupcial, ha de comer la carne del Cordero, ha de beber la copa de la salvación. Que nadie entre a esta cena con vestidos sucios. Esto mismo es lo que manda la Sabiduría en otro lugar diciendo: En todo tiempo estén limpios tus vestidos 90. Tus vestidos han sido lavados ya una vez, cuando viniste a la gracia del bautismo, fuiste purificado en el cuerpo, fuiste purificado de toda mancha de la carne y del espiritu. Lo que Dios ha purificado, no lo hagas tú impuro 91.

Considera ahora otro tipo de santificación: No te acerques a mujer hoy ni mañana, para que escuches la Palabra de Dios al tercer día 92. Esto es lo que dice el Apóstol: Bueno es para el hombre no tocar mujer 93, salvo como remedio para aquellos que por su debilidad necesitan el remedio del matrimonio. Escuchemos el consejo del Apóstol: El tiempo es corto, queda que los que tienen mujer, vivan como los que no tienen; los que compran, como si no poseyeran, y los que usan de este mundo, como si no usasen de él. Pasa la figura de este mundo 94, pasa el reino temporal, para que venga el perpetuo y eterno, como se nos manda decir en la oración: Venga tu Reino 95, en Cristo Señor nuestro; a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén 96

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1 Cf.
2Tm 3,12.
2 Ex 17,1.
3 Cf. Nb 2
4 2Tm 2,4.
5 Cf. Ex 17,1.
6 Ap 2,7.
7 Cf. Ps 112,5 (111).
8 Cf. Ex 17,3.
9 Cf. Mt 5,6.
10 Cf. Ps 63,2 (62).
11 Am 8,11.
12 Cf. Ex 17,3.
13 Cf. Rm 2,20.
14 Cf. Ex 17,5-6.
15 Cf. 1Co 10,4.
16 Cf. Ex 17,3 ss.
17 Cf. 1Co 10,4
18 Cf. Za 13,7.
19 Cf. Jn 19,34.
20 Cf. Am 8,11
21 1Co 10,3-4
22 Cf. Ex 17,5
23 Cf. Ex 17,8 ss.
24 Cf. Ex 16,4.
25 Cf. Ex 17,6.
26 Ex 14,14.
27 Cf. 1Co 10,1
28 Cf. Mt 12 Mt 29.
29 Cf. Jb 1,1.
30 El texto bíblico, evidentemente, habla de Josué, nombre que tiene la misma raíz que Jesús. Origenes juega con esta circunstancia. 
31 Ex 17,9.
32 Ex 17,9.
33 Jn 15,16.
34 Cf. Mt 12,29.
35 Cf. Ex 17,10.
36 Cf. Lc 9,28 ss.
37 Cf. Ex 17,10.
38 Ex 17,11.
39 Cf. Jn 12,32
40 Jn 15 Jn 65,2 Rm 10,21
41 Cf. Mt 6.
42 Ps 141
43 Cf. 1Tm 2,8.
44 He 12,12-13
45 Cf. Ep 6,12.
46 Cf
47 Ex 17,16.
48 1Th 5,17.
49 Cf. Nb 22,4.
50 Col 4,2
51 Cf. Ex 18
52 Cf. Ex 18,7
53 1Co 9,25-26
54 Cf. Gn 12,10
55 Cf Gn 25,25
56 Cf. Gn 46,27.
57 Cf. He 11,12.
58 Cf He 1.
59 Cf. Ex 18 Ex 5 Ex 12.
60 Cf. Ex 18 Ex 12.
61 1Co 10,31.
62 Cf. Gn 3,8-10.
63 Gn 4,16.
64 Ps 51.
65 2S 12,13.
66 Cf. Ex 18,21.
67 Cf. Ex 18,21-22.
68 Cf. Ex 18,19.
69 Mt 19,28.
70 Cf. Jn 5,22.
71 Cf. Gn 18,22.
72 Mt 5,22.
73 Cf. Mt 12,36
74 Cf. Mt 5,33 Lv 19,12
75 CF. Mt 12,42.
76 Mt 13,43.
77 Cf. Col 2,17 He 8,5 He 10,1.
78 Cf. Qo 1
79 Cf. Ex 33,11
80 Ex 18,24.
81 1Th 5,21
82 Nb 12,3.
83 Cf. Rm 8,3.
84 He 7,19.
85 Cf. Lv 13-14.
86 Cf. Ex 19,2 ss.
87 Ex 19,10-11.
88 Mt 22,12.
89 Cf. 1Co 7,34.
90 Qo 9,8.
91 Cf. Ac 10,15 Ac 11,9.
92 Cf. Ex 19,15.
93 1Co 7,1.
94 Cf. 1Co 7,29-31.
95 Mt 6,10.
96 Cf. 1P 4,11.


HOMILIA XII: El rostro de Moisés resplandeciente de gloria y el velo que ponía sobre su cara.

1201
(
Ex 34,29-35)

1. Se nos ha leído un pasaje del Éxodo que puede estimularnos o desanimarnos al intentar comprenderlo. Estimula a los espíritus estudiosos y libres; a los perezosos y llenos de sí mismos los desanima. Está escrito: Vieron Aarón y todos los hijos de Israel a Moisés, y su rostro y el color de su rostro habían sido glorificados y temieron acercarse a él 1. Y poco después: Ponía Moisés sobre su rostro un velo. Al entrar en la presencia del Señor, para hablar con Él se quitaba el velo 2

Tratando este pasaje, el Apóstol, con la magnífica inteligencia que le caracteriza en los demás, de la cual declara: Nosotros tenemos la inteligencia de Cristo 3, dice: Si el ministerio de la muerte inciso en letras sobre piedra fue glorioso, de tal modo que los hijos de Israel no podían mirar frente a frente a Moisés a causa de la gloria de su rostro, que era pasajera, ¿cuánto más glorioso será el ministerio del espíritu? 4 Y poco después dice de nuevo: Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no mirasen el aspecto de su rostro. En efecto, su inteligencia se embotó; hasta el día de hoy, cuando leen a Moisés, un velo está puesto sobre su corazón 5.

¿Quién no admirará la grandeza de estos misterios? ¿Quién no temerá ser calificado de corazón embotado? La cara de Moisés fue glorificada, pero no podían los hijos de Israel fijar la mirada en su rostro, el pueblo de la sinagoga no podia fijar la mirada. Si alguno puede llevar una conducta y una vida superiores al resto de la plebe, éste puede contemplar la gloria de su rostro. También ahora, como dice el Apóstol, está puesto un velo en la lectura del Antiguo Testamento 6 y habla ahora Moisés con el rostro glorificado, pero nosotros no podemos contemplar la gloria que está en su rostro. No podemos porque todavía somos pueblo y no tenemos más interés ni más mérito que el resto de la plebe. En verdad, cuando el santo Apóstol dice: Este velo permanece en la lectura del Antiguo Testamento 7, semejante sentencia nos quitaría toda esperanza de comprenderlo si no hubiese añadido: Pero cuando uno se convierta al Señor, el velo será removido 8. La causa de que el velo sea removido se dice que es nuestra conversión al Señor. De ahí debemos deducir que, mientras no comprendamos cuando leemos las Escrituras divinas, mientras lo escrito permanezca para nosotros oscuro y cerrado, todavía no nos hemos convertido al Señor. Porque si estuviésemos convertidos al Señor, sin duda el velo seria removido.

1202
2. CV/QUE-ES/ORIGENES: Veamos en qué consiste el hecho mismo de convertirse al Señor. Para poder saber con más evidencia qué cosa sea un convertido, debemos decir antes qué es un no-convertido. El que, cuando se leen las palabras de la Ley, se ocupa de fábulas profanas, es un no-convertido. El que, cuando se lee a Moisés 9, se preocupa de los negocios del mundo, del dinero, de la solicitud del lucro es un no-convertido. El que está agobiado por la preocupación de las posesiones y atormentado por el deseo de riquezas, el que se afana por la gloria del siglo y los honores del mundo es un no-convertido. Más aún el que parece ajeno a estas cosas y asiste a la proclamación de las palabras de la Ley, con el rostro y los ojos atentos, pero divaga en su corazón y sus pensamientos, es también un no-convertido.

¿Qué es, pues, convertirse? Si volvemos la espalda a todo eso, y nos aplicamos a la Palabra de Dios con interés, con las obras, con el alma, con solicitud, si meditamos en su Ley día y noche 10, si dejadas todas las cosas, nos dedicamos a Dios y nos ejercitamos en sus testimonios 11, esto es haberse convertido al Señor. Si tú quieres que tu hijo conozca las letras que llamas liberales, que conozca la gramática y el arte de la retórica, ¿acaso no lo dejarás libre y desentendido de todo; acaso no harás que se entregue con interés sólo a esto, habiendo dejado lo demás? ¿No harás que no le falte de nada, pedagogos, maestros, libros, gastos, hasta que haya cumplido perfectamente el estudio propuesto? ¿Quién de nosotros se convierte así al estudio de la Ley divina, quién de nosotros se aplica de esta manera? ¿Quién intenta conocer las letras divinas con tanto interés y esfuerzo como pone para las letras humanas? ¿Y por qué nos lamentamos si ignoramos lo que no hemos aprendido? Algunos de vosotros, apenas han oído la lectura se marchan: no se hacen ninguna pregunta uno a otro sobre lo que se ha leído, ninguna conversación, ningún recuerdo del mandato con el que te amonesta la Ley divina: Pregunta a tus padres y te lo dirán, a tus ancianos y te lo anunciarán 12,

Otros ni siquiera esperan pacientemente hasta que se han proclamado las lecturas en la Iglesia. Otros ni siquiera saben si se han leído, sino que en los rincones más escondidos de la casa del Señor se ocupan de charlas mundanas. De ellos me atrevo a decir que, cuando se lee a Moisés, no sólo hay un velo sobre su corazón 13, sino una pared y un muro. En efecto, si el que está presente, escucha, está atento, piensa y examina las cosas que oye, pregunta por lo que no ha podido entender y aprende, puede llegar a la libertad del conocimiento sólo con esfuerzo, ¿cómo se puede decir que tiene un velo superpuesto en el corazón el que esconde sus oídos para no oír y vuelve la espalda al lector, si ni siquiera llega a él el velo de la letra, es decir, el sonido de la voz, que oculta el sentido? Por tanto, es clara la figura de cómo se vuelve gloriosa la cara de Moisés; las cosas que dice tienen gloria, pero están cubiertas y ocultas, y toda su gloria está en el interior 14.

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3. Considera también qué significado tiene que en la Ley se nos diga que el rostro de Moisés fue glorificado, aunque oculto con un velo; pero su mano, puesta en el seno, se volvió leprosa como la nieve 15. Me parece que aquí se designa en plenitud la imagen de toda la Ley: en su rostro se simboliza la palabra de la Ley, en la mano las obras. Porque por las obras de la Ley ninguno podía ser justificado 16, ni podia la Ley llevar a ninguno a la perfección 17, por eso la mano de Moisés se vuelve leprosa y se esconde en el pecho como incapaz de producir una sola obra perfecta; sin embargo, su cara fue glorificada, aunque oculta por un velo, porque su palabra tiene la gloria del conocimiento, aunque oculta. Por eso dice el profeta: Si no escucháis en secreto, vuestra alma llorará 18, y dice David: Me has manifestado lo incierto y lo oculto de tu sabiduría 19.

Así pues, en la Ley, Moisés sólo tiene glorificada la cara, pero sus manos no tienen gloria, sino más bien vergüenza; del mismo modo que sus pies. Por ello, se le manda descalzarse 20, porque no había gloria en sus pies; ahora bien, esto ocurrió para iluminar un misterio; la última parte del hombre son los pies. Se mostraba así que en los últimos tiempos Moisés se descalzará, para que otro reciba la esposa y ella sea llamada la casa del descalzado, hasta el día de hoy 21. En la Ley Moisés no tiene nada glorioso, sino sólo la cara; sin embargo, en los Evangelios es glorificado todo entero. Escucha lo que dice en los Evangelios: Jesús subió a una alta montaña, llevando consigo a Pedro, Santiago y Juan y allí se transfiguró delante de ellos; y aparecieron—dice— Moisés y Elías en la gloria, hablando con Él 22. Aquí no se dice que su rostro estaba glorificado, sino que todo él apareció en la gloria hablando con Jesús; y allí se le cumplió la promesa que recibió en el monte Sinaí, cuando se le dijo: Me verás por detrás 23. Le vio por detrás. En efecto, vio lo que había de ocurrir en los dias posteriores y últimos y se regocijó. Así como Abraham deseó ver el día del Señor, lo vio y se regocijó 24, así también Moisés deseó ver el día del Señor, lo vio y se regocijó; y necesariamente se regocijó, porque ya no sólo descendió del monte glorificado en el rostro, sino que subió al monte completamente glorificado. Se regocijó sin duda Moisés porque ahora prestaba fe a sus palabras y estaba presente aquel de quien él había dicho: El Señor Dios os suscitará un profeta de entre vuestros hermanos: como a mi, lo escucharéis en todo 25.

Y para que no cupiese duda, escuchó la voz del Padre: Este es mi Hijo amado, en el que me he complacido escuchadlo 26. Antes Moisés dijo: Lo escucharéis 27; ahora dice el Padre: Este es mi Hijo, escuchadlo 28 y muestra ya presente a aquel de quien habla. Me parece que se regocijó Moisés también por esta otra cosa: porque de algún modo es él mismo quien se quita el velo, una vez convertido al Señor 29, ya que con toda evidencia se cumplen las cosas que él predijo, o bien porque llega el tiempo en el que, por el Espíritu, se revelan las cosas que estaban ocultas.

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4. Hay que reconsiderar el pensamiento del santo Apóstol y es preciso examinar lo que había querido decir, cuando dijo: Si uno se convierte al Señor, será removido el velo 30, añadiendo: El Señor es Espíritu 31, por lo que parece explicar qué es el Señor. ¿Quién ignora que el Señor es Espíritu? ¿Acaso trataba en este pasaje de la naturaleza o sustancia del Señor para decir que el Señor es Espíritu? Estemos atentos para que no sólo cuando se lee a Moisés, sino también cuando se lee a Pablo, no haya un velo puesto sobre nuestro corazón 32.

BI/ESTUDIO/ORIGENES: Es claro que si somos negligentes para escuchar; si no ponemos interés para aprender y comprender, no sólo la Escritura de la Ley y los profetas, sino también la de los apóstoles y la de los Evangelios, está cubierta para nosotros con un gran velo. Yo temo que por exceso de negligencia y nuestra estupidez de corazón, los libros divinos estén para nosotros no sólo velados, sino incluso sellados, de modo que: si se pone en la mano de un hombre que no conoce las letras un libro para que lo lea, diga que no sabe leer; si se pone en la mano de un hombre que conoce las letras, diga que está sellado 33.

Lc/24/32 Ap/05/04-05: Donde se muestra que no sólo debemos aplicarnos con interés para aprender las Sagradas letras, sino incluso suplicar al Señor y conjurarlo día y noche 34, para que venga el Cordero de la tribu de Judá 35 y El mismo, tornando el libro sellado 36, se digne abrirlo. Él es, en efecto, el que, abriendo las Escrituras, encendió los corazones de los discípulos de tal modo que dijeron: ¿Acaso no ardía nuestro corazón dentro de nosotros, cuando nos explicaba las Escrituras? 37 Que Él mismo se digna también ahora explicarnos qué es lo que ha inspirado a su Apóstol para que diga: Pero el Señor es Espíritu; donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad 38.

En cuanto a mi, por lo poco que puedo entender a causa de la debilidad de mi inteligencia, creo que, tal como ya hemos dicho en otras ocasiones, con relación a los oyentes, el Verbo de Dios, es llamado unas veces camino, otras verdad, vida, resurrección 39, otras veces es llamado también carne 40 y en otras ocasiones espíritu 41. Aunque asumió verdaderamente de la Virgen la sustancia de la carne, en la que padeció en la cruz y en la que dio principio a la resurrección, no obstante el Apóstol dice en un pasaje: Aunque hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos 42. También ahora su palabra estimula a los oyentes a una inteligencia más sutil y espiritual y quiere que no entiendan la Ley de manera carnal, por eso dice que quien quiere que sea removido el velo de su corazón, se convierta al Señor 43, no al Señor-carne, pues es cierto que el Verbo se hizo carne 44, sino al Señor-Espiritu. Efectivamente, si uno se convierte al Señor-Espiritu, pasará de lo carnal a lo espiritual, y de la esclavitud a la libertad; de hecho, donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad 45. Y para que resulte aún más evidente lo que se nos dice, examinemos otros pensamientos del Apóstol. A los que él había considerado incapaces dice: No he intentado entre vosotros saber otra cosa, sino a Jesucristo y éste crucificado 46; a éstos no les dice que el Señor es Espíritu 47 ni les dice que Cristo es la Sabidurfa de Dios 48, ya que no podían reconocer a Cristo como Sabiduría, sino en cuanto había sido crucificado. Otros, a los que decia: Hablamos entre los perfectos de la Sabiduría, no una sabiduría de este mundo, ni de los príncipes de este mundo que serán destruidos, sino que hablamos de la Sabidurfa de Dios escondida en el misterio 49, éstos no tenían necesidad de recibir la Palabra de Dios en cuanto hecha carne 50, sino en cuanto Sabiduría escondida en el misterio 51.

Así, en este pasaje, a los que son llamados a pasar de la inteligencia carnal a la inteligencia espiritual les dice: El Señor es Espíritu; donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad 52 y para mostrar que él ya ha llegado a la libertad del conocimiento, y que ha salido de la esclavitud del velo, añade: Todos nosotros que, sin velo en el rostro, reflejamos la gloria del Señor 53. Si también nosotros suplicamos al Señor que se digne quitarnos el velo de nuestro corazón, podemos obtener la inteligencia espiritual, aunque sólo si nos convertimos al Señor y buscamos la libertad del conocimiento. ¿Cómo podemos encontrar la libertad nosotros que servimos al mundo, que servimos al dinero, que somos esclavos de los deseos de la carne? A mí mismo me corrijo; a mí mismo me juzgo; acuso mis propias culpas; los que escuchan vean lo que deben pensar de sí mismos.

2P/02/19/ORIGENES ESCLAVITUD/LIBERTAD: Yo digo que mientras soy esclavo de estas cosas, mientras me tengan atado tales negocios y preocupaciones, no me he convertido al Señor ni he conseguido la libertad. Soy esclavo de los negocios y preocupaciones que me tienen atado; sé que está escrito que cada uno es esclavo del aquel que lo ha vencido 54. Aunque no me venza el amor del dinero, aunque no me ate el cuidado de las posesiones y de las riquezas, no obstante, estoy deseoso de alabanza y busco la gloria humana, dependo de las caras y de las palabras de los hombres, de qué piensa aquél de mi, de qué estima me concede, de no disgustarlo, de si le agrado... mientras busco estas cosas, soy su esclavo.

Yo querría actuar por lo menos de tal modo que pudiese ser libre, que pudiese ser absuelto del yugo de esta vergonzosa esclavitud y llegar a la libertad según la advertencia del Apóstol que dice: Estéis llamados a la libertad, no os hagáis esclavos de los hombres 55. ¿Quién me dará esta manumisión? ¿Quién me librará de esta vergonzosa esclavitud, sino el que dijo: Si el Hijo os libera, seréis verdaderamente libres? 56. Sé que el siervo no puede recibir el don de la libertad si no sirve fielmente, si no ama al Señor. Por tanto, sirvamos fielmente y amemos con todo el corazón, con toda el alma y con toda nuestra fuerza al Señor Dios nuestro 57, para que merezcamos recibir el don de la libertad por Cristo Jesús, su Hijo, nuestro Señor; a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén 58.

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1
Ex 34,30 (LXX).
2 Ex 34,33-34.
3 1Co 2,16.
4 2Co 3,7-8
5 2Co 3,13-15.
6 2Co 3,14.
7 2Co 3,14.
8 2Co 3,16.
9 Cf. 2Co 3,15.
10 Cf. Ps 1,2.
11 Cf. Ps 119
12 Dt 32 Dt 7.
13 Cf 2Co 3,15
14 Cf. Ps 45.
15 Cf. Ex 4,6.
16 Cf. Rm 3,20.
17 Cf. He 7,19.
18 Cf. Jr 13,17.
19 Ps 51.
20 Cf. Ex 3,5
21 Cf. Dt 25,10; cf. 2Co 3,15
22 Cf. Mt 17,1 ss
23 Ex 33,23
24 Jn 8,56
25 Cf. Dt 18,15-16.
26 Mt 17,5.
27 Cf. Dt 18,15.
28 Mi 17 Mi 5.
29 Cf 2Co 3,16
30 2Co 3,16.
31 2Co 3,17.
32 Cf. .
33 Is 29,12 Is 11
34 Cf. Jos 1,8.
35 Cf. Ap 5,5.
36 Cf. Jr 32,11.
37 Lc 24,32
38 2Co 3,17
39 Cf. Jn 14,6 Jn 11,25
40 Cf. Jn 1,14
41 Cf. 2Co 3,17
42 2Co 5,16.
43 cf.2Co 3,16.
44 Jn 1,14.
45 2Co 3,17.
46 1Co 2,2.
47 Cf. 2Co 3,17
48 Cf. 1Co 1,21 1Co 24
49 1Co 2,6-7
50 Cf. Jn 1,14
51 Cf 1Co 2,7
52 2Co 3,17.
53 2Co 3,18.
54 Cf. 2P 2,19.
55 Cf.
56 Jn 8,36.
57 Cf. Mc 12,30.
58 Cf. 1P 4,11


Origenes Exodo 1004