Origenes - de principis 1800

8 LOS ÁNGELES

La asignación de cada ángel

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1. Al tratar el tema de los ángeles, seguiremos un método similar, no debemos suponer que es resultado de un accidente que un oficio particular sea asignado a un ángel en particular, como a Rafael, por ejemplo, la cura y sanación; a Gabriel, la dirección de guerras; a Miguel, atender las oraciones y súplicas de los mortales.

No debemos imaginarnos que ellos obtuvieron estos oficios de otra manera que por sus propios méritos y por el celo y las excelentes cualidades que mostraron por separado antes de la formación de este mundo; para que después en el orden de los arcángeles, este u otro oficio se asignara a cada; mientras otros merecieron ser enrolados en la orden de los ángeles; y actuar según este o aquel arcángel, o aquel líder o cabeza de una orden. Todas estas cosas no han sido dispuestas, como he dicho, sin criterio y por casualidad, sino por una decisión justa y apropiada de Dios, que los colocó según sus merecimientos, conforme a su propia aprobación y juicio; para que a un ángel se le confiara la iglesia de los efesios; a otro, la de los esmir-neos. Un ángel debía estar con Pedro, otro con Pablo; y así con cada pequeño que están en la Iglesia, porque tal y tales ángeles, que diariamente contemplan el rostro de Dios, son asignados a cada uno de ellos.47 Y también tiene que haber un ángel que acampe alrededor de los que temen a Dios.48 Cosas todas ellas que deben creerse que no son realizadas por casualidad o por accidente, sino porque los ángeles han sido creados, a menos que en esta cuestión el Creador sea acusado de parcialidad; pero debe creerse que fueron consultados por Dios, el Juez justo e imparcial de todas las cosas, de acuerdo a sus méritos y buenas cualidades y al vigor mental de cada espíritu individual.

Fábulas sobre distintos creadores y personalidades

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2. Digamos ahora algo sobre los que mantienen la existencia de una diversidad de naturalezas espirituales, para que podamos evitar de caer en fábulas ridiculas e impías como las de los que pretenden que hay una diversidad de naturalezas espirituales, tanto entre las existencias celestes como en almas humanas; por esta razón alegan que fueron llamadas a la existencia por creadores diferentes. Porque mientras me parece, y es realmente absurdo que al Creador mismo se le atribuya la creación de diferentes naturalezas de seres racionales, son, sin embargo, ignorantes de la causa de aquella diversidad. Porque dicen que parece inconsistente que el mismo Creador, sin ninguna razón de mérito, confiera a algunos seres el poder de dominio y a la vez someta a otros a la autoridad; conceda el principado a unos, y haga a otros subordinados a mandos.

Estas opiniones son completamente rechazables, a mi juicio, sí seguimos el razonamiento explicado arriba, por el que se mostró que la causa de la diversidad y la variedad entre estos seres es debida a su conducta, que ha sido marcada con la seriedad o con la indiferencia, según la bondad o la maldad de su naturaleza, y no de ninguna parcialidad de parte del Dispensador. Para que se pueda mostrar que este es el caso de los seres celestes, tomemos prestada una ilustración de lo que se hizo o se hace entre los hombres, para que a partir de las cosas visibles podamos, por vía de consecuencia,49 contemplar también las cosas invisibles.

Está indudablemente demostrado que Pablo y Pedro fueron hombres de naturaleza espiritual. Cuando Pablo actuó contrariamente a la religión, al haber perseguido a la Iglesia de Dios, y cuando Pedro cometió un pecado tan grave al ser identificado por la criada y negar conjuramento que no conocía a Cristo, ¿cómo es posible que estos de quien hablamos, fueran espirituales y cayeran en pecados de tal naturaleza, sobre todo como ellos decían con frecuencia, que un árbol bueno no puede dar frutos malos?

¿Y si un árbol bueno no puede producir fruto malo, cómo, según ellos, Pedro y Pablo se apartaron de la raíz del árbol bueno y cómo produjeron frutos tan malos? Y si se devuelve la pregunta que es generalmente inventada, que no fue Pablo quien persiguió, sino alguna otra persona, no sé quién estaba en Pablo; y si no fue Pedro quien negó, sino algún otro individuo en él; ¿cómo podría decir Pablo, si él no hubiera pecado, "yo no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí la Iglesia de Dios?" (
1Co 15,9). ¿O por qué lloró Pedro amargamente, si fue otro en él quien pecó? De lo cual se deduce que todas sus ridiculas aserciones no tienen fundamento.

Toda naturaleza es capaz del bien y del mal

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3. Según nuestro punto de vista, no hay ninguna criatura racional que no sea capaz del bien y del mal. Pero de aquí no se sigue que porque decimos que no hay ninguna naturaleza que no puede admitir el mal, mantenemos que cada naturaleza ha admitido el mal, esto es, se ha hecho mala. Así como podemos decir que la naturaleza de cada hombre admite el ser un marinero, de esto no se sigue que cada hombre se convertirá en tal; o porque es posible para cada uno aprender gramática o medicina, no queda demostrado que cada hombre es médico o gramático; así, si decimos que no hay ninguna naturaleza que no pueda admitir el mal, no estamos indicando que necesariamente lo ha admitido. Porque, a nuestro parecer, ni hasta el mismo diablo era incapaz de lo bueno; sino que aunque capaz de admitir lo bueno, no lo deseó consecuentemente, ni hizo ningún esfuerzo hacia la virtud.

Porque, como se nos enseña en los dos pasajes que adujimos de los profetas, hubo una vez un tiempo cuando el diablo fue bueno, cuando anduvo en el paraíso de Dios entre los querubines. Entonces poseía el poder de recibir el bien o el mal, pero cayó de su curso virtuoso y se volvió al mal con todos los poderes de su mente; así como otras criaturas, que teniendo capacidad para una y otra condición, en el ejercicio de su libre voluntad, huyeron del mal y se refugiaron en el bien.

No hay ninguna naturaleza, pues, que no pueda admitir el bien o el mal, excepto la naturaleza de Dios -la fuente de todas las cosas buenas- y de Cristo; ya que es sabiduría, y la sabiduría sin duda no puede admitir la locura; y es la justicia, y la justicia ciertamente nunca admitirá lo injusto; y es la Palabra, o Razón, que ciertamente no puede ser hecha irracional; es también la luz, y es seguro que las tinieblas no reciben la luz. De igual forma también, la naturaleza del Espíritu Santo, que es santo, no admite contaminación; porque es santo por naturaleza o ser esencial. Si hay alguna otra naturaleza que es santa, posee esta propiedad de ser hecho santo por la recepción o inspiración del Espíritu Santo, no porque la tenga por naturaleza, sino como una cualidad accidental, por cuya razón puede perderse, a consecuencia de ser accidental. Así también un hombre puede poseer una justicia accidental, de la que es posible que caiga. Hasta la sabiduría que un hombre tiene es accidental, aunque esté dentro de nuestro poder hacernos sabios, si nos dedicamos a la sabiduría con todo el celo y el esfuerzo de nuestra vida; y si siempre perseguimos su estudio, siempre podemos ser participantes de la sabiduría; y este resultado seguirá, en mayor o menor grado, según los actos de nuestra vida o la pasión de nuestro celo. Porque la de Dios, como es digno de Él, incita y atrae todo hacia aquel final dichoso, donde el dolor, la tristeza y el sufrimiento dejarán de ser y desaparecerán.50

La imparcialidad y la justicia de Dios

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4. Soy de la opinión, hasta donde me parece a mí, que la discusión precedente ha demostrado suficientemente que no es por discriminación, ni por cualquier causa accidental, que "los principados" sostienen su dominio, o que las otras órdenes de espíritus han obtenido sus respectivos oficios; sino que han recibido los grados de su rango debido a sus méritos, aunque no sea nuestro privilegio saber o inquirir qué actos fueron, por los cuales ganaron un lugar en un orden particular. Esto es suficiente para demostrar la imparcialidad y la justicia de Dios que conforma la declaración del apóstol Pablo: "Porque no hay acepción de personas para con Dios" (
Rm 2,11), quien más bien dispone todo según las obras y el progreso moral de cada individuo.

Así, pues, el oficio angelical no existe excepto como una consecuencia de sus obras; tampoco "los poderes" ejercen poder excepto en virtud de su progreso moral; ni tampoco los que se llaman "tronos", es decir, los poderes para juzgar y gobernar, administran sus poderes a no ser por su mérito; tampoco "los dominios" gobiernan inmerecidamente, porque este gran y distinguido orden de criaturas racionales entre las existencias celestes es ordenado en una variedad gloriosa de oficios.

Y la misma opinión debe mantenerse respecto a aquellas potencias contrarias que se han dado a sí mismas tales lugares y oficios, que ellos derivan la propiedad por la que son hechos "principados" o "poderes", o gobernadores de las tinieblas del mundo, o espíritus de maldad, o espíritus malignos, o demonios impuros, no de su naturaleza esencial, ni de su ser creados, sino que han obtenido estos grados en el mal en proporción a su conducta y al progreso que hicieron en la maldad. Y este es un segundo orden de criaturas racionales, que se han dedicado a la maldad en un curso tan precipitado que están indispuestos, más bien que incapaces, de recordarse a sí mismas; la sed por el mal es ya una pasión, que les imparte placer.

El tercer orden de criaturas racionales es el de los que Dios juzga aptos para multiplicar la raza humana, o sea, las almas de los hombres, asumidos a consecuencia de su progreso moral en el orden de los ángeles; de quienes vemos que algunos son asumidos en el número; o sea, aquellos que han sido hechos hijos de Dios, o los hijos de la resurrección, o los que han abandonado las tinieblas y gustado la luz han sido hechos hijos de la luz; o los que, triunfando en cada lucha, y hechos hombres de paz, han sido hijos de paz e hijos de Dios; o los que, mortificando sus miembros en la tierra se elevan por encima no solamente de su naturaleza corpórea, sino hasta los inciertos y frágiles movimientos del alma y se unen al Señor, siendo hechos totalmente espirituales; de modo que puedan ser para siempre un espíritu con Él; discerniendo con Él cada cosa individual, hasta que lleguen a la condición de espiritualidad perfecta y disciernan todas las cosas por su iluminación perfecta en toda santidad de palabra y sabiduría divinas, y sean totalmente indistinguibles por alguien.

Pensamos que en ningún caso deben admitirse aquellas ideas que algunos quieren avanzar y mantener innecesariamente, a saber, que las almas descienden a tal abismo de degradación que se olvidan de su naturaleza racional y dignidad, y caen en la condición de animales irracionales, sean grandes o pequeños.51 En apoyo de estas aserciones generalmente citan algunas pretendidas declaraciones de la Escritura, como que una bestia, que ha sido antinaturalmente prostituida por una mujer, debe considerarse igualmente culpable que la mujer, y condenada a morir apedreada; o como el toro que golpea con su cuerno debe ser matado de la misma manera.52 Incluso citan el caso del habla de la burra de Balaam, cuando Dios abrió su boca, y la bestia muda de carga contestó con voz humana reprobando la locura del profeta (Nb 22,21-30).

No sólo no recibimos estas ideas, sino que las rechazamos y refutamos como contrarias a nuestra creencia. Después de la refutación y el rechazo de opiniones tan perversas mostraremos, en el tiempo y lugar apropiado, cómo deben citarse y entenderse los citados pasajes de las Sagradas Escrituras.

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LIBRO II

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1 EL MUNDO Y SU CREACIÓN

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1. Aunque las discusiones en el libro precedente hayan tenido como referencia el mundo y su ordenación, ahora parece consecuente seguir indagando propiamente unas pocas cuestiones acerca del mundo mismo, esto es, de su principio y de su fin, de las cosas dispuestas por la divina providencia entre el principio y el final; de aquellos acontecimientos que, como se supone, han ocurrido antes de la creación del mundo, o que ocurrirán después del final.

En esta investigación, lo primero que aparece con evidencia es que todo estado del mundo, que es vario y diverso consta no sólo de naturalezas racionales y más divinas y de diversos cuerpos, sino también de animales mudos, a saber: fieras, bestias, ganados y aves, y todos los animales que viven en las aguas; y después de los distintos lugares, a saber: el del cielo o los cielos, el de la tierra o el del agua, y también del que ocupa el lugar intermedio entre éstos, el aire o el que llaman éter; finalmente, de todos los seres que proceden o nacen de la tierra.53

Siendo, pues, tan grande la variedad del mundo, y existiendo una diversidad tan grande en los mismos seres racionales, en razón de la cual toda otra variedad y diversidad es supuesto también que ha venido a la existencia, ¿qué otra cosa se ha de considerar como causa de la existencia del mundo, especialmente si consideramos el fin por los medios, por los cuales, como se ha mostrado en el libro precedente, todo será restaurado a su condición original?

Y si esto debería afirmarse lógicamente, ¿qué otra causa, como ya hemos dicho, debemos imaginarnos para tan gran diversidad en el mundo, excepto la diversidad y variedad en los movimientos y las declinaciones de los que se caen de aquella unidad y armonía primitiva en la que fueron creados por Dios al principio, los que, alejados del estado de bondad y dispersados en varias direcciones por la agotadora influencia de diferentes motivos y deseos, que han cambiado, según sus diferentes tendencias, la sola e indivisa bondad de su naturaleza en mentes de varias clases.

La ordenación del mundo para la libertad

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2. Pero Dios, por el arte inefable de su sabiduría, al restaurar y transformar todas las cosas que ocurren en algo útil y en provecho común para todas, vuelve a llevar a estas mismas criaturas que distaban tanto de sí mismas por la variedad de sus almas, a un acuerdo único de actuación y propósito a fin de que, aun con distintos movimientos de sus almas, lleven a cabo, sin embargo, la plenitud y perfección de un solo mundo, y la misma variedad de mentes tienda a un solo fin de perfección. En efecto, es una sola la virtud que une y sostiene toda la diversidad del mundo y conduce a una sola obra sus distintos movimientos, para evitar que la obra inmensa del mundo se disuelva por las disensiones de las almas. Y por esto pensamos que Dios, Padre de todas las cosas, lo ha dispuesto todo de tal modo, por el plan inefable de su Verbo y su sabiduría, para la salvación de todas sus criaturas, que todos los espíritus, almas, o cualquiera que sea el nombre que deba darse a las subsistencias racionales, no fuesen forzadas contra la libertad de su arbitrio o a algo ajeno al movimiento de su mente, de suerte que parecieran privadas, por esto, de la facultad del libre albedrío, cambiándose así la cualidad de su misma naturaleza, sino que los diversos movimientos propios de dichas subsistencias racionales se adaptasen acordada y útilmente. Y así unas necesitan ayuda, otras pueden ayudar, otras suscitan combates y luchas a las que progresan para que su diligencia se muestre más digna de alabanza, y se retenga con más seguridad, después de la victoria, el puesto del paso conquistado, logrado a costa de dificultades y esfuerzos.54

Un cuerpo y muchos miembros

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3. Por consiguiente, aun cuando el mundo esté ordenado en varios oficios, no se ha de entender por eso el estado de todo el mundo como un estado de disonancia y discrepancia respecto de sí mismo, sino que, de la misma manera que nuestro cuerpo, constituido por muchos miembros, es uno sólo y está mantenido por una sola alma, así también el universo mundo, como un animal inmenso y enorme, creo que debe considerarse mantenido por el poder y razón de Dios como por un alma.

A mi juicio, la misma Sagrada Escritura lo indica también en lo que fue dicho por el profeta: "¿No lleno yo los cielos y la tierra? Palabra del Señor" (
Jr 23,24), y otra vez: "El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies" (Is 66,1), y lo que dijo el Salvador cuando declaró que no se debía jurar "ni por el cielo, pues es el trono de Dios, ni por la tierra, pues es el escabel de sus pies" (Mt 3,34), y asimismo, lo que declara Pablo al decir que "en Él vivimos y nos movemos y existimos" (Ac 17,28). Pues, ¿cómo vivimos y nos movemos y existimos en Dios, sino porque une y contiene el mundo con su poder? ¿Y cómo es el cielo el trono de Dios y la tierra el escabel de sus pies, como el mismo Salvador proclama, sino porque tanto en el cielo como en la tierra su poder lo llena todo, como también dice el Señor? No creo, por consiguiente, que nadie tenga dificultad en conceder, de acuerdo con lo que hemos mostrado, que Dios llena y contiene con la plenitud de su virtud el universo mundo

Una vez mostrado, en lo que precede, que los diversos movimientos de las criaturas racionales y sus distintos modos de pensar han sido la causa de la diversidad de este mundo, hemos de ver si acaso conviene a este mundo un fin apropiado a su principio. Porque no hay duda de que su fin debe hallarse también en su mucha diversidad y variedad; variedad que, cogida por sorpresa en el fin de este mundo, dará de nuevo ocasión a la diversidad de otro mundo que existirá después de éste.

La materia no es increada, sino creada

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4. Llegados a esta conclusión en el orden de nuestra exposición, parece consecuente ahora explicar el carácter de la naturaleza corpórea, ya que la diversidad del mundo no puede subsistir sin cuerpos. La misma realidad demuestra que la naturaleza corpórea es susceptible de cambios diversos y variados, de modo que cualquier cosa puede transformarse en cualquier otra; así, por ejemplo, el leño se convierte en fuego, el fuego en humo, el humo en aire. También el aceite líquido se cambia en fuego. El alimento mismo de los hombres ¿no presenta la misma mutación? Cualquiera que sea, en efecto, el alimento que tomemos, se convierte en la sustancia de nuestro cuerpo. Pero, aun cuando no sería difícil exponer cómo se cambia el agua en tierra o en aire, o el aire en fuego, o el fuego en aire, o el aire en agua, basta aquí tener esto en cuenta para considerar la índole de la sustancia corpórea.

Entendemos por materia aquello que está a la base de los cuerpos, esto es, aquello a lo que los cuerpos deben el subsistir con las cualidades puestas e introducidas en ellos. Las cualidades son cuatro: la cálida, la fría, la seca y la húmeda. Estas cuatro cualidades están implantadas en la materia (porque la materia, en sí misma considerada, existe aparte de dichas cualidades) son causa de las distintas especies de cuerpos. Esta materia, aunque, como hemos dicho, por sí misma no tiene cualidades, no subsiste nunca aparte de la cualidad. Y siendo tan abundante y de tal índole que es suficiente para todos los cuerpos del mundo que Dios quiso que existieran y ayuda y sirve al Creador para realizar todas las formas y especies, recibiendo en sí misma las cualidades que Él quiso imponerle, no comprendo cómo tantos hombres ilustres han podido creerla increada, esto es, no hecha por el mismo Dios, creador de todas las cosas, y decir que su naturaleza y existencia son obra del azar. Lo que a mí me sorprende es cómo estos mismos hombres censuren a los que niegan la creación o la providencia que gobierna este universo, declarando que es impío pensar que la obra tan grande del mundo carece de artífice o de gobernador, cuando ellos también incurren en la misma culpa de impiedad al decir que la materia es increada y coeterna con el Dios increado. En efecto, si suponemos que no hubiera existido la materia, entonces Dios, en su manera de ver, no hubiera podido tener actividad alguna, pues no hubiera tenido materia con la cual comenzar a operar. Porque, según ellos, Dios no puede hacer nada de la nada, y al mismo tiempo dicen que la materia existe por azar, y no por designio divino. A su juicio, lo que se produjo fortuitamente es suficiente explicación de la grandiosa obra de la creación.

A mí me parece este pensamiento completamente absurdo y propio de hombres que ignoran en absoluto el poder y la inteligencia de la naturaleza increada. Pero, para poder contemplar con más claridad esta cuestión, concédase, por un poco de tiempo, que no había materia, y que Dios, sin que antes existiese nada, hizo que fuese lo que El quiso que fuese: ¿en qué pensaremos que la habría hecho mejor, o mayor, o superior, al sacarla de su poder y su sabiduría de modo que fuese no habiendo sido antes? ¿O pensaremos que la habría hecho inferior y peor? ¿O semejante e igual a la que ellos llaman increada? Creo que la inteligencia descubrirá facilísimamente a todos que si no hubiese sido tal como es, ya hubiera sido mejor, ya inferior, no habría sido susceptible de acoger en sí las formas y especies del mundo que ha acogido, ¿y cómo no ha de parecer impío llamar increado a lo que, si se creyera hecho por Dios, sería, sin duda, idéntico a lo que se llama increado?

La creación de la nada

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5. Pero para que creamos también por la autoridad de las Escrituras que esto es así, considera cómo en los libros de los Macabeos, cuando la madre de los siete mártires exhorta a uno de sus hijos a soportar los tormentos, se confirma esta verdad. Dice ella, en efecto: "Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra, y veas cuanto hay en ellos, y entiendas que de la nada lo hizo todo Dios" (
2M 7,28). También en el libro del Pastor, en el primer mandamiento, dice así: "Cree lo primero de todo que Dios es uno, el cual creó y ordenó todas las cosas, e hizo que fuera el universo de lo que no era nada".55 Quizá puede aplicarse también a esta cuestión lo que está escrito en los Salmos: "Él habló y fueron hechos; Él lo mandó y fueron creados" (Ps 148,5), pues al decir "Él habló y fueron hechos", parece referirse a la sustancia de las cosas que son, y al decir "Él mandó y fueron creados", a las cualidades que informan la misma sustancia.

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2 LA NATURALEZA CORPORAL E INCORPÓREA

Cuestiones sobre la corporeidad

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1. En este punto suelen algunos investigar si, así como el Padre engendra al Hijo eterno, y produce al Espíritu Santo no como no existiendo éstos antes, sino por estar en el Padre el origen y la fuente del Hijo y del Espíritu Santo, y sin que pueda entenderse en ellos algo anterior ni posterior, así también puede entenderse una sociedad o parentesco semejante entre las naturalezas racionales y la materia corporal; y para investigar más plena y atentamente esta cuestión suelen empezar su estudio indagando si esta misma naturaleza corpórea que es soporte de la vida de las mentes espirituales y racionales y contiene sus movimientos, ha de perdurar eternamente con aquellas o morirá y perecerá separada de ellas. Para poder esclarecer esto con la mayor precisión parece que debe investigarse, en primer lugar, si es posible que las naturalezas raciona les permanezcan incorpóreas en absoluto una vez llegadas a la cima de la santidad y la felicidad, cosa que a mí al menos me parece dificilísima y casi imposible, o si es necesario que estén siempre unidas a los cuerpos. Por consiguiente, si se puede presentar una razón que haga posible que las naturalezas racionales carezcan absolutamente de cuerpo, parecerá Consecuente que la naturaleza corpórea creada de la nada y por un intervalo de tiempo, de la misma manera que no siendo fue hecha, deje de existir también una vez pasada la necesidad del objetivo al que sirvió su existencia.

Sólo la divinidad es incorpórea

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2. Pero si es imposible afirmar en modo alguno que pueda vivir fuera del cuerpo una naturaleza que no sea la del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, la necesidad de razonamiento lógico nos obliga a entender que, si bien las naturalezas racionales han sido creadas en el principio pero que la sustancia material ha sido separada de ellas sólo en el pensamiento y el entendimiento, y parece haber sido formada para ellos, o después de ellos, y que ellos nunca han vivido, ni viven sin ella; y así se pensará rectamente que la vida incorpórea es una prerrogativa de la Trinidad sola.

Por consiguiente, teniendo esa sustancia material del mundo, como hemos dicho antes, una naturaleza que se transforma de cualquier cosa en cualquier cosa cuando recae en seres inferiores recibe la forma de un cuerpo craso y sólido, de modo que da lugar a estas especies visibles y diversas del mundo; pero cuando sirve a seres más perfectos y bienaventurados, resplandece en el fulgor de los cuerpos celestes, y adorna con el ropaje del cuerpo espiritual a los ángeles de Dios, o a los hijos de resurrección, y todos estos seres integran el estado diverso y variado de un solo mundo.

Pero si se quiere discutir estas cosas más plenamente será preciso escudriñar las Escrituras atenta y diligentemente, con todo temor de Dios y reverencia, por si se descubre en ellas algún sentido secreto y oculto sobre tales cuestiones, o puede encontrarse algo en sus palabras recónditas y misteriosas (que el Espíritu Santo manifiesta a aquellos que son dignos) una vez reunidos muchos testimonios de esta misma especie.

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3 LA CREACIÓN Y SU RENOVACIÓN

Del principio del mundo y sus causas

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1. Después de esto nos falta inquirir si antes de este mundo existió otro mundo; y si existió, si fue como este que existe ahora, o un poco diferente, o inferior, o si no hubo mundo en absoluto, sino algo semejante a aquello que creemos que será después del fin de todas las cosas cuando se entregue el reino a Dios y al Padre, estado que sin embargo, habría sido el fin de otro mundo, a saber, de aquel después del cual tuvo su comienzo el nuestro, por haber provocado a Dios las distintas caídas de las naturalezas intelectuales a establecer esta condición variada y diversa del mundo. También creo que debe inquirirse del mismo modo si después de este mundo habrá alguna cura y enmienda, severa, sin duda, y llena de dolor para aquellos que no quisieron obedecer a la Palabra de Dios, pero mediante una educación e instrucción racional por la cual puedan alcanzar una inteligencia más rica de la verdad como los que en la vida presente se entregaron a estos estudios y, purificados en sus mentes, salieron de aquí ya capaces de la divina sabiduría; y si tras esto vendrá inmediatamente el fin de todas las cosas, y, para la corrección y mejora de los que las necesitan, habrá de nuevo otro mundo semejante al que ahora es, o mejor que este, o mucho peor; y cuánto tiempo existirá el mundo que venga detrás de este, sea como fuere; y si habrá un tiempo en que no exista ningún mundo, o si ha habido un tiempo en que no existió en absoluto ningún mundo; o si han existido varios, o existirán; y si sucede alguna vez que surge un mundo igual y semejante en todo e idéntico a otro.

El cuerpo corruptible y la incorruptibilidad

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2. Así, pues, para que aparezca de un modo más manifiesto si la naturaleza corporal subsiste sólo por intervalos y así como no existió antes de ser creada se disolverá de nuevo de suerte que ya no sea, veamos, en primer término, si es posible que algo viva sin cuerpo. Pues si algo puede vivir sin cuerpo, podrán también todas las cosas existir sin cuerpo; todo, en efecto, tiende a un solo fin, como he mostrado en el primer libro. Y si todo puede carecer de cuerpo, no existirá, sin duda, la sustancia corporal, de la que no habrá necesidad alguna. ¿Y cómo entenderemos entonces lo que dice el Apóstol en aquellos pasajes en que discute sobre la resurrección de los muertos, cuando afirma: "Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad. Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido sorbida por la victoria. Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley" (
1Co 15,50).56

Parece, pues, que el apóstol sugiere un sentido semejante al que nosotros sostenemos. En efecto, cuando habla de "este ser corruptible" y "este ser mortal", con el énfasis de quien señala y toca aquello a que se refiere, ¿a qué otra cosa, sino a la materia corporal, pueden aplicarse estos términos? Por consiguiente, esta materia del cuerpo, que ahora es corruptible, se revestirá de incorrupción cuando el alma, perfecta e instruida en las pruebas de incorrupción, comience en ese estado a servirse de ella. Y no lo extrañes si llamamos ropaje del cuerpo al alma perfecta que a causa del Verbo de Dios y de su sabiduría recibe aquí el nombre de incorrupción, sobre todo siendo así que el Señor y creador del alma, Jesucristo, es llamado ropaje de los santos, como dice el apóstol: "Vestios del Señor Jesucristo" (Rm 13,14). Por consiguiente, de la misma manera que Cristo es ropaje del alma así también, por una razón comprensible, se dice que el alma es ropaje del cuerpo, y en efecto, es un ornamento suyo que vela y cubre su naturaleza mortal. Esto es lo que significa "es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción" (1Co 15,53), como si dijera que es necesario que esta naturaleza corruptible del cuerpo reciba un ropaje de incorrupción, un alma que tenga en sí la incorrupción por haberse revestido de Cristo, que es la sabiduría y el Verbo de Dios. Y cuando este cuerpo que alguna vez tendremos glorioso, participe de la vida, entonces accederá a lo que es inmortal, de modo que se hará también incorruptible. Pues si una cosa es mortal, es necesariamente también corruptible; pero no porque una cosa sea corruptible puede ser llamada mortal. Así decimos ciertamente que la piedra y el leño son corruptibles, pero no podemos decir en consecuencia que son mortales.

En cambio, el cuerpo, por participar de la vida, y porque la vida puede separarse de él, y de hecho se separa, es llamado consecuentemente mortal, y también, desde otro punto de vista, corruptible. Con maravillosa razón pues, el santo apóstol considerando la causa general primera de la materia corporal, materia que es siempre el instrumento de un alma, en cualquier cualidad que esté puesta, ya sea en la carnal ya en la más sutil y más pura que recibe el nombre de espiritual, el alma hace el empleo constante, dice: "Es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción". Y en segundo lugar, buscando la causa especial del cuerpo, dice que "este ser mortal se revista de inmortalidad".

Ahora bien, ¿qué puede revestir y adorar el alma aparte de la sabiduría, la palabra y la justicia de Dios? Y de ahí que se diga: "Es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad" (1Co 15,53), porque aunque ahora podamos realizar grandes avances, aun sólo conocemos en parte y en parte profetizamos; vemos como por un cristal, oscuramente, aquellas mismas cosas que parecemos entender; esto corruptible todavía no se ha vestido de incorrupción, ni esto mortal de inmoralidad; y como esta educación en el cuerpo es prolongada indudablemente a un período más largo, hasta el tiempo cuando los mismos cuerpos con los que estamos revestidos, debido a la Palabra de Dios, y su sabiduría y justicia perfecta, ganen la incorruptibilidad y la inmortalidad, por ello se ha dicho: "Es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad".

La materia corporal restablecida y renovada

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3. Sin embargo, los que piensan que las criaturas racionales en cualquier momento pueden vivir fuera de los cuerpos, pueden presentar en este punto algunas objeciones de esta naturaleza: si es verdad que este ser corruptible se revestirá de incorrupción y este ser mortal de inmortalidad y que la muerte será sorbida por la victoria, esto no significa otra cosa que la destrucción de la naturaleza material, en la cual la muerte podía operar algo, ya que la agudeza de la mente de los que están en el cuerpo parece ser debilitada por la naturaleza de la materia corporal, y, en cambio, estando fuera del cuerpo escapará totalmente a la molestia de una perturbación de ese género.

Pero como las naturalezas racionales no podrán rehuir todo ropaje corporal súbitamente, debe juzgarse que morarán primero en cuerpos más sutiles y más puros, que no pueden ya ser vencidos por la muerte ni picados por su aguijón, de modo que, finalmente, al desaparecer poco a poco la naturaleza material, la misma muerte sea sorbida y exterminada, y todo aguijón suyo aplastado por la gracia divina, de la cual el alma se habrá hecho capaz, mereciendo así alcanzar la incorrupción y la inmortalidad. Y entonces todos dirán con razón: "¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado" (
1Co 15,55).

Si estas conclusiones, pues, parecen consecuentes, hemos de creer que nuestro estado será en algún tiempo futuro incorpóreo, y si esto se acepta y se dice que todos han de someterse a Cristo, necesariamente esto se aplicará a todos aquellos en que se realice esta sumisión, porque todos los que se han sujetado a Cristo serán sometidos también al fin a Dios Padre, al cual se dice que Cristo entregará el reino,57 y así parece que entonces también cesará el uso de los cuerpos. Y si cesa, volverá la naturaleza corpórea a la nada, del mismo modo que antes tampoco existía.

Veamos, sin embargo, las consecuencias de esta afirmación. Parece necesario que si se aniquila la naturaleza corpórea tenga que ser restablecida y creada de nuevo, ya que parece posible que las naturalezas racionales, a las que nunca se quita la facultad del libre albedrío, puedan de nuevo hallarse sometidas a algunos movimientos, permitiéndolo el mismo Señor, no sea que, si conservan siempre un estado inmóvil, ignoren que se hallan establecidas en aquel estado final de felicidad por la gracia de Dios y no por su propio mérito. Y a esos movimientos seguirá de nuevo, sin duda, la variedad y diversidad de los cuerpos que adorna siempre el mundo. El mundo no podrá nunca constar sino de diversidad y variedad, lo cual no puede producirse de ningún modo fuera de la materia corporal.


Origenes - de principis 1800