Origenes - de principis 2704

Espíritu de consolación

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4. Por lo tanto también debemos saber que el Paráclito es el Espíritu Santo, que enseña las verdades que no pueden ser pronunciadas con palabras humanas, que son, por así decirlo, impronunciables, "palabras secretas que el hombre no puede decir" (
2Co 12,4), esto es, que no puede decirse con el lenguaje de la lengua humana. La frase "no es posible" es usada por el apóstol, según pensamos, como también en el pasaje donde dice: "Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica" (1Co 10,23). Porque aquellas cosas que están en nuestro poder, porque podemos tenerlas, él dice que son lícitas para nosotros. Pero el Paráclito, que es llamado Espíritu Santo, es así llamado por su obra de consolación, griego para clesis, en latín consolatio. Porque si alguien ha merecido participar en Espíritu Santo por el conocimiento de sus misterios inefables, indudablemente obtiene gozo y alegría de corazón. Porque ya que adquiere el conocimiento de todas las cosas que ocurren -cómo y por qué ocurren-, su alma no puede en ningún sentido estar preocupada, o admitir sentimientos de dolor; tampoco es alarmado por nada, ya que al unirse al Verbo de Dios y su sabiduría, le llama Señor por el Espíritu Santo.

Y ya que hemos hecho mención del Paráclito, y hemos explicado, en la medida que fuimos capaces, qué sentimientos deberían mantenerse respecto a Él; y ya que nuestro Salvador también es llamado Paráclito en la Epístola de Juan, cuando él dice: "Si alguno hubiere pecado, abogado (paráclito) tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo; y Él es la propiciación por nuestros pecados" (1Jn 2,1), consideremos si el término Paráclito tiene un significado cuando se aplica al Salvador y otro cuando se aplica al Espíritu Santo. Ahora, Paráclito, cuando se habla del Salvador, parece significar "intercesor" (abogado), porque en griego, Paracleto tiene ambos significados: intercesor y consolador. En base a esto, la frase que sigue: "y

Él es la propiciación por nuestros pecados", el nombre Paráclito parece que debe entenderse, en el caso de nuestro Salvador, con el significado de intercesor; ya que Él, como se dice, intercede ante el Padre debido a nuestros pecados. En el caso del Espíritu Santo, Paráclito debe entenderse en el sentido de consolador, ya que otorga consuelo a las almas a las que abiertamente revela la comprensión del conocimiento espiritual.

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8 EL ALMA

Alma sensible y móvil

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1. El orden de nuestro estudio requiere ahora, después de la discusión de los temas precedentes, instituir una pregunta general en cuanto al alma (anima), comenzando con los puntos de importancia inferior, para ascender a los que son más grandes.

Que hay almas (animae) en todos los seres vivos, hasta en los que viven en las aguas, supongo que no es dudado por nadie.70 Esta es la opinión general que todos los hombres mantienen; a la que se añade la confirmación de la autoridad de la Santa Escritura, cuando se dice que "Dios creó las grandes ballenas, y toda cosa viva (animam animantium) que anda arrastrando, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie" (
Gn 1,21). Esto se confirma también por la inteligencia común de la razón, por los que han dejado una definición en palabras del alma.

El alma es definida así: una sustancia fantastikh y ormhtikh, que puede traducirse en latín, aunque no de forma muy apropiada: sensibilis et mobilis.71 Esto se puede decir con propiedad de todas las criaturas vivas, hasta de las que viven en las aguas; y también de las criaturas aladas. Esta definición del anima puede considerarse correcta.

El alma y la sangre de todos los seres vivientes

La Escritura también ha dado su autoridad a una segunda proposición, cuando dice: "No comerás la sangre, porque el alma de toda carne, su vida (animam), está en su sangre, y no comerás su vida con la carne" (Lv 17,14). Aquí se enseña claramente que la sangre de todo animal es su vida. Y si ahora alguien preguntara cómo se puede decir esto respecto a las abejas, avispas y hormigas, y esas otras cosas que están en las aguas, ostras y berberechos, y todo lo demás que son sin la sangre, y se ve claramente que son seres vivos, y que "la vida de toda la carne es su sangre", debemos contestar que en los seres vivos de aquella clase la fuerza que es ejercida en otros animales por el poder de sangre roja es ejercida en ellos por aquel líquido que está dentro de ellos, aunque sea de un color diferente; porque el color es una cosa sin importancia, a condición de que la sustancia esté dotada de vida (vüalis).

Que las bestias de carga o el ganado de menor tamaño están dotadas con almas (animantiá) es una cuestión sobre la que todos están de acuerdo. La opinión de la Santa Escritura, por su parte, es evidente cuando Dios dice: "Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie" (Gn 1,24).

Alma humana, angélica y divina

Y ahora, en lo que concierne al hombre, aunque nadie albergue ninguna duda, ni necesite informarse, la Santa Escritura declara que Dios "alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre un alma viviente" (Gn 2,7). Resta que preguntemos sobre si el orden angélico también tiene alma, o son almas; y también respecto de otros poderes divinos y celestes, así como los de la clase opuesta.

En ninguna parte de la Escritura encontramos autoridad para afirmar que los ángeles, o cualquier otro espíritu divino que son ministros de Dios, poseen almas o se les llame almas, y sin embargo son sentidos por muchas personas como seres dotados de vida.

Pero, respecto a Dios, encontramos que está escrito: "Yo pondré mi alma contra la persona que comiere sangre y le cortaré de entre su pueblo" (Lv 17,10).72 Y también en otro lugar: "Luna nueva y sábado, el convocar asambleas, no las puedo sufrir; son iniquidad vuestras solemnidades. Vuestras lunas nuevas y vuestras solemnidades las tiene aborrecidas mi alma" (Is 1,13-14).

Y en el Salmos 22, en cuanto a Cristo -porque es seguro, como el Evangelio atestigua, que este Salmo se refiere a Él- aparecen las palabras siguiente: "Mas tú, Señor, no te alejes; fortaleza mía, apresúrate para mi ayuda. Libra de la espada mi alma" (Ps 22,19-20), aunque también hay muchos otros testimonios respecto al alma de Cristo cuando moró en la carne.

El alma es una sustancia racional

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2. Pero la naturaleza de la encarnación hace innecesaria cualquier inquisición sobre el alma de Cristo. Porque así como realmente poseyó la carne, también poseyó realmente un alma. Es difícil sentir y afirmar cómo debe entenderse lo que es llamado en la Escritura alma de Dios; ya que reconocemos que su naturaleza es simple, y sin ninguna mezcla o adición. De cualquier modo, sin embargo, debe entenderse lo que es llamado alma de Dios; mientras que en cuanto a Cristo no hay duda.

Por lo tanto no me parece absurdo entender o afirmar algo parecido respecto a los ángeles santos y otros poderes divinos, ya que la definición de alma les es aplicable a ellos también. ¿Porque quién puede negar racionalmente que ellos son "sensibles y móviles"? Pero si esta definición es correcta, según la cual se dice que el alma es una sustancia racionalmente "sensible y móvil", la misma definición sería aplicable a los ángeles también. ¿Porque qué hay en ellos además de sentimiento racional y movimiento? Ahora bien, aquellos seres comprendidos bajo la misma definición tienen indudablemente la misma sustancia.

Pablo, en verdad, insinúa que hay una especie de hombre animal (animalem) que no puede recibir las cosas del Espíritu de Dios, sino, según declara, la doctrina del Espíritu Santo le parece locura y no puede entender que debe discernirse espiritualmente (
1Co 2,14). En otro lugar dice que se siembra cuerpo de animal, y resucitará cuerpo espiritual (1Co 15,44), indicando que en la resurrección de los justos no habrá nada de la naturaleza de animal.

Por lo tanto, nos preguntamos si ocurre que hay alguna sustancia que, respecto a su ser animal, es imperfecta. Porque si es imperfecta porque cae de la perfección, o porque no fue creada así por Dios, formará el tema de nuestra averiguación, cuando cada punto individual sea discutido en orden. Ya que si el hombre animal no recibe las cosas del Espíritu de Dios, y porque es animal, es incapaz de admitir un mejor entendimiento, a saber, de una naturaleza divina, es por esta razón, quizás, que Pablo, deseando enseñarnos con más claridad lo que es para que seamos capaces de comprender las cosas del Espíritu, a saber, las cosas espirituales, une y asocia con el Espíritu Santo el entendimiento (mens), más bien que el alma (anima). Pienso que esto es lo que indica cuando dice: "Oraré con el espíritu, mas oraré también con entendimiento; cantaré con el espíritu, mas cantaré también con entendimiento" (1Co 14,15). Y él no dice que "oraré con el alma", sino con el espíritu y el entendimiento. Tampoco él dice, "cantaré con el alma", sino con el espíritu y el entendimiento.

¿Dejará el alma de ser?

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3. Pero, quizás, se pueda hacer esta pregunta. Si el entendimiento con el cual se ora y se canta en el espíritu, es el mismo por el que recibe perfección y salvación, ¿cómo es que Pedro dice: "Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas" () ¿Si el alma ni ora, ni canta con el espíritu, cómo puede esperar la salvación? O, cuando alcance la felicidad eterna, ¿ya no será más un alma?

Veamos si quizás se pueda dar una respuesta de este modo: Como el Salvador vino para salvar lo que se había perdido, lo que antes se decía perdido ya no está perdido cuando se salva; así también, quizás, esto que es salvado es llamado alma, y cuando es colocada en un estado de salvación recibirá un nombre por el Verbo que denote su condición más perfecta. Pero parece a algunos que también se puede añadir que así como la cosa que estaba perdida indudablemente existió antes de haberse perdido, en cuyo tiempo fue algo más que destrucción, así también será el caso cuando ya no esté más en una condición arruinada. De manera parecida también, el alma que se dice que ha perecido parece que ha sido algo en un tiempo, cuando aún no había perecido, y por esta razón llamarse alma y estar libre de nueva destrucción, puede convertirse por segunda vez en lo que era antes de perecer y ser llamada alma.73

La condición caliente y fría del alma

Pero, por el mismo significado del nombre alma, cuya palabra griega conlleva, ha parecido a unos investigadores curiosos que se puede sugerir un significado de no pequeña importancia. Porque en el lenguaje sagrado, Dios es llamado fuego, como cuando la Escritura dice: "Nuestro Dios es un fuego consumidor" (Dt 4,24). Respecto a la sustancia de los ángeles también se habla así: "El que hace a sus ángeles espíritus, sus ministros al fuego flameante" (Ps 104,4). Y en otro lugar: "Y se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego en medio de una zarza" (Ex 3,2). Además hemos, recibido el mandamiento de ser "ardientes en espíritu" (Rm 12,11), por cuya expresión indudablemente el Verbo de Dios se muestra consumidor y ardientes. El profeta Jeremías también escuchó de El estas palabras: "He aquí he puesto mis palabras en tu boca como fuego" (Jr 1,9).74

Así como Dios es fuego, los ángeles una llama de fuego, y todos los santos son ardientes en espíritu, los que han abandonado el amor de Dios son, por el contrario, fríos en su afecto por Él, tal como está escrito. Porque el Señor dice: "Y por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se enfriará" (Mt 24,12). Todas las cosas, cualesquiera que sean, que en la Escritura santa son comparadas con los poderes hostiles, el diablo, por ejemplo, se dice que permanentemente está encontrando frío; ¿y qué se puede encontrar más frío que él? También se dice que en el mar reina el dragón. El profeta insinúa la serpiente y el dragón, que seguramente se refiere a uno de los malos espíritus, que está también en el mar.75 Y en otro sitio el profeta dice: "Visitará con su espada dura, grande y fuerte, sobre leviatán, serpiente rolliza, y sobre le-viatán serpiente retuerta; y matará al dragón que está en la mar" (Is 27,1). Y otra vez dice: "Y si se escondieren en la cumbre del Carmelo, allí los buscaré y los tomaré; y aunque se escondieren de delante de mis ojos en lo profundo de la mar, allí mandaré a la culebra, y los morderá" (Am 9,3). En el libro de Job también se dice que la serpiente es al rey de todas las cosas en las aguas (Jb 41,34). El profeta amenaza que los males serán encendidos por el viento norte sobre todos los que habitan la tierra (Jr 1,14). Ahora bien, el viento del norte está descrito en la santa Escritura como frío, según la declaración en el libro de Sabiduría: "Aquel frío viento del norte" (Sg 43,20), lo que se debe entender, indudablemente, del diablo.

Entonces, si las cosas santas son llamadas fuego, y luz, y ardor, mientras que las de naturaleza opuesta, son, como se dice, frías; y si el amor de muchos se enfriará; tenemos que inquirir si quizás el nombre alma, que en griego es llamada yukh, es así llamada por el creciente frío nacido de una condición mejor y más divina, y ser de ahí derivada, porque parece haberse enfriado de su natural y divino calor, y por lo tanto ha sido colocada en su posición presente, y llamada por su nombre presente.

Finalmente, considera si puedes encontrar un lugar en la Escritura santa donde el alma sea propiamente mencionada en término de alabanza; con frecuencia suele ocurrir lo contrario, acompañada con expresiones de censura, como en este pasaje: "Un alma mala arruina a quien la posee" (Sg 6,4). Y, "el alma que pecare, esa morirá" (Ez 18,4). Porque después de decirse: "He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía" (Ez 18,4), es lógico que dijera: "El alma que siga la justicia se salvará, y el alma que pecare se perderá".

Pero ya que hemos visto que Dios ha asociado al alma lo que es censurable, y ha guardado silencio en cuanto a lo que merecía alabanza, tenemos que ver si, por casualidad, es declarada por el nombre mismo llamado yukh, esto es, anima, porque se ha enfriado del ardor de las cosas justas, y de la participación del fuego divino, y aun así no ha perdido el poder de restaurarse a esa condición de fervor en la que estaba al principio. De ahí que el profeta también parece indicar tal estado de cosas con las palabras: "Vuelve, oh alma mía, a tu reposo; porque el Señor te ha hecho bien" (Ps 116,7) 76

De todo esto parece destacarse que el entendimiento, habiendo caído de su estado y dignidad, ha sido hecho o llamado alma; y esto, si se repara y corrige, vuelve a la condición de entendimiento.77

La conversión del entendimiento en alma

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4. Ahora, si este es el caso, me parece que esta descomposición y caída del entendimiento no es la misma en todos, sino que esta conversión en alma es llevada a un grado mayor o menor en casos diferentes, y que ciertos entendimientos hasta conservan algo de su vigor anterior y otros, por el contrario, nada o muy poco. De aquí que se encuentre que algunos desde el mismo comienzo de sus vidas sean de un intelecto más activo, mientras que otros tienen un hábito mental más lento, y otros nacen totalmente obtusos, y totalmente incapaces de instrucción.

Nuestra declaración, sin embargo, de que el entendimiento se convierte en alma, o en algo que parezca tener tal significado, tiene que considerarla el lector con cuidado y solucionarla por sí mismo, ya que estas concepciones no son propuestas de un modo dogmático, sino simplemente como opiniones, tratadas al estilo de una investigación y discusión. Que el lector también tome esto en consideración, de que lo que se observa respecto al alma del Salvador, que aquellas cosas que están escritas en el Evangelio, algunas le son atribuidas bajo el nombre de alma, y otras bajo el de espíritu. Ya que cuando se desea indicar cualquier sufrimiento o perturbación que le afecta, se indica bajo el nombre de alma; como cuando dice: "Ahora está turbada mi alma" (
Jn 12,27). Y: "Mi alma está muy triste hasta la muerte" (Mt 26,38). Y: "Nadie me quita mi alma (animam), mas yo la pongo de mí mismo" (Jn 10,18). En las manos de su Padre encomienda no su alma, sino su espíritu; y cuando dice que la carne es débil (Mt 26,41), no dice que el alma está dispuesta, sino el espíritu; de donde parece que el alma es algo intermedio entre la carne débil y el espíritu dispuesto.

Cristo, ¿el alma de Dios?

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5. ¿Pero quizás alguno pueda salimos al paso con una de aquellas objeciones que nosotros mismos hemos denunciado en nuestras declaraciones, y decirnos: ¿Cómo es que se dice que hay también un alma de Dios? A lo que contestamos así: Todo lo que se dice corporalmente respecto a Dios, como dedos, manos, brazos, ojos, o pies, o boca decimos que no deben entenderse como miembros humanos, sino que ciertos poderes divinos son indicados con estos nombres de los miembros del cuerpo; así también debemos suponer que es algo más que lo que se señala por el nombre "alma de Dios". Y si nos es permitido aventurar o decir algo más sobre este tema, el alma de Dios quizás puede entenderse que significa el Hijo unigénito de Dios. Porque como el alma, cuando se implanta en el cuerpo, mueve todas las cosas en él y ejerce su fuerza sobre todo lo que opera, así también, el Hijo unigénito de Dios, quien es su Palabra y Sabiduría, abarca y se extiende a todo poder de Dios, al ser implantado en Él, y quizás para indicar así este misterio Dios es llamado o descrito en la Escritura como un cuerpo.

En verdad, debemos tener en cuenta si no es quizás por esto que el alma de Dios puede entenderse como señalando a su Hijo unigénito, porque Él mismo vino a este mundo de aflicción, y descendió a este valle de lágrimas, y a este lugar de nuestra humillación; como Él dice en el Salmo, "cuando nos quebrantaste en lugar de chacales, y nos cubriste con sombra de muerte" (
Ps 44,19).

Finalmente, soy consciente de que ciertos críticos, al explicar las palabras usadas por el Salvador en el Evangelio: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte", las han interpretado de los apóstoles, a quienes Él llamó su alma, por ser mejores que el resto de su cuerpo. Porque así como la multitud de creyentes es llamada su cuerpo, ellos dicen que los apóstoles, al ser mejores que el resto del cuerpo, deberían ser entendidos como su alma.

Hemos presentado lo mejor que pudimos estos puntos respecto al alma racional, como temas de discusión para nuestros lectores, antes que como proposiciones dogmáticas y proposiciones bien definidas. En lo que concierne a las almas de los animales y de otras criaturas mudas, sea suficiente lo que hemos declarado arriba en términos generales.

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9 EL MUNDO Y LOS MOVIMIENTOS DE LAS CRIATURAS RACIONALES

El número de las criaturas creadas

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1. Volvamos ahora el orden de nuestra discusión propuesta, y contemplemos el comienzo de creación, hasta donde el entendimiento puede contemplar el principio de la creación de Dios. Debemos suponer que en aquel comienzo Dios creó un gran número de criaturas racionales o intelectuales (o como quiera que se llamen), que nosotros llamamos anteriormente entendimientos, tantas como El previo que serían suficientes. Es cierto que las hizo según algún número definido, predeterminado por Él mismo, pero no debe imaginarse, como algunos han hecho, que las criaturas no tienen límite, porque donde no hay límite tampoco hay comprensión ni limitación. Ahora, si este fuera el caso, ciertamente las cosas creadas no podrían ser refrenadas ni administradas por Dios. Porque, naturalmente, todo lo que es infinito es también incomprehensible. Más aún, la Escritura dice: "Dios ha dispuesto todo con número, peso y medida" (
Sg 11,20). Por lo tanto, un número será correctamente aplicado a las criaturas racionales o entendimientos, tan numeroso como para admitir ser dispuestos, gobernados y controladas por Dios.78

Pero la medida se aplica apropiadamente al cuerpo material, y esta medida, según creemos, fue creada por Dios tal como Él sabía que sería suficiente para adornar el mundo. Estas cosas son, pues, las que hemos de creer que fueron creadas por Dios al principio, es decir, antes de todas las cosas. Y creemos que esto se indica incluso en el comienzo de la introducción de Moisés en términos algo ambiguos, cuando dice: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Gn 1,1), porque es seguro que no se habla del firmamento, ni de la tierra seca, sino del cielo y de la tierra de los cuales el presente cielo y tierra que ahora vemos tomaron sus nombres.

La libertad de las criaturas, primera condición

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2. Pero ya que las naturalezas racionales, las que hemos dicho arriba, fueron hechas en un principio, fueron creadas cuando no existían previamente, y por el hecho de que no existían y luego pasaron a existir, son necesariamente mudables e inestables, ya que cualquier virtud que haya en su ser no está en él por su propia naturaleza, sino por la bondad del Creador. Su ser no es algo suyo propio, ni eterno, sino don de Dios, ya que no existió desde siempre; y todo lo que es dado puede también ser quitado o perdido. Ahora bien, habrá una causa de que las naturalezas racionales pierdan (los dones que recibieron), si el impulso de las almas no está dirigido con rectitud de la manera adecuada. Porque el creador concedió a las inteligencias que había creado el poder optar libre y voluntariamente, a fin de que el bien que hicieran fuera suyo propio, alcanzado por su propia voluntad. Pero la desidia y el cansancio en el esfuerzo que requiere la custodia del bien, y el olvido y descuido de las cosas mejores, dieron origen a que se apartaran del bien; y el apartarse del bien es lo mismo que entregarse al mal, ya que éste no es más que la carencia de bien. Y es seguro que la carencia de bien es maldad.

Por eso ocurre que, en proporción a su caída del bien se envuelven en el mal. Con ello, cada una de las inteligencias, según descuidaba más o menos el bien siguiendo sus impulsos, era más o menos arrastrada a su contrario, que es el mal. Aquí parece que es donde hay que buscar las causas de la variedad y multiplicidad de los seres; el creador de todas las cosas aceptó crear un mundo diverso y múltiple, de acuerdo con la diversidad de condición de las criaturas racionales, cuya diversidad tiene que suponerse concebida por la causa arriba mencionada. Y lo que entendemos por diversidad y variedad es lo que ahora deseamos explicar.

La diversidad de las criaturas

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3. Llamamos mundo a todo lo que está encima del cielo, o en el cielo, o sobre la tierra, o en aquellos sitios que llaman las regiones inferiores, o cualquier lugar que exista, juntamente con sus habitantes. Este todo es llamado mundo. En este mundo ciertos seres son supercelestes, esto es, colocados en moradas más felices y vestidos con cuerpos celestes y resplandecientes; y el apóstol muestra que existen estas muchas distinciones: "Y cuerpos hay celestiales, y cuerpos terrestres; mas ciertamente una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrestres" (
1Co 15,41). Ciertos seres son terrenales, y entre ellos, es decir, entre los hombres, no hay pequeñas diferencias; porque muchos de ellos son bárbaros, otros* griegos; y de los bárbaros unos son salvajes y feroces, y otros de una disposición más suave. Algunos viven bajo las leyes que han sido escasamente aprobadas; otros, bajo leyes de una clase más común o severa; (vilioribus et asperioribus), mientras que otros poseen costumbres de un carácter inhumano y salvaje, más bien que leyes.

Muchos de ellos, desde la hora de su nacimiento, son reducidos a humillación y sometimiento, y criados como esclavos, puestos bajo el dominio, sea de amos, príncipes o tiranos. Otros, a su vez, son criados en una manera más consonante con la libertad y la razón; unos con cuerpos sanos, otros con cuerpos enfermo desde sus primeros años; algunos con visión defectuosa, otros en oído y el habla; algunos nacidos en buena condición, otros, privados del uso de sus sentidos inmediatamente después del nacimiento, o al menos sufriendo de tal desgracia que difícilmente alcanzan la vida adulta. ¿Y por qué debería repetir y enumerar todos los horrores de la miseria humana, de la que unos han sido libres y otros implicados, cuando cada uno puede sopesarlos y considerarlos por sí mismo?

Hay también ciertos poderes invisibles a los que le han sido confiadas para su administración cosas terrenales; y entre ellos hay que asumir que no es pequeña diferencia que les distingue, igual que se encuentra entre hombres. El apóstol Pablo nos da a entender que hay ciertos poderes inferiores, (inferna), esto entre ellos, de manera parecida, debe buscarse un indudable fundamento de la diversidad.

En cuanto a animales mudos y pájaros, y aquellas criaturas que viven en las aguas, parece superfluo insistir, ya que es seguro que no deben considerarse de un rango primario, sino subordinado.

La sabiduría y la justicia y la diversidad de suertes entre la humanidad

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4. Viendo, entonces, que todas las cosas que han sido creadas por Cristo y en Cristo, como el apóstol Pablo indica con claridad cuando dice: "En Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, o dominios, o principados, o potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él" (
Col 1,16). Y como en su Evangelio Juan indica lo mismo, diciendo: " En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios. Este era el principio con Dios, todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho" (Jn 1,1-2). También está escrito en los Salmos: "Hiciste todas ellas con sabiduría" (Ps 104,24). Viendo, entonces, que Cristo es, como fue, la Palabra y la Sabiduría, y también la Justicia, indudablemente se seguirá que aquellas cosas que han sido creadas en la Palabra y la Sabiduría, son creadas también en la Justicia que es Cristo; para que en las cosas creadas no aparezca nada injusto o accidental, sino que todas las cosas puedan mostrar que son conforme a la ley de equidad y justicia.

¿Cómo, entonces, puede entenderse que es totalmente justo y recto tan grande variedad de cosas y de tan grande diversidad?79 Estoy seguro que ningún poder humano ni lenguaje lo pueden explicar, a no ser que como suplicantes postrados oremos a la Palabra, a la Sabiduría, y a la Justicia, que es el Hijo unigénito de Dios, y que, derramándose por su gracia en nuestros sentidos, puede dignarse a iluminar lo que es oscuro, abrir lo que está cerrado, y revelar lo que es secreto; si, de verdad, somos hallados buscando, o llamando con la dignidad suficiente para merecer recibir lo que pedimos o buscamos. No confiando en nuestros propios poderes, sino en la ayuda de la Sabiduría que hizo todas las cosas, y de la Justicia que creemos que está en todas sus criaturas, aunque de momento somos incapaces de declarar, pero, confiando en su misericordia, procuraremos examinar y preguntar cómo la gran variedad y diversidad en el mundo puede aparecer compatible con la honradez y razón. Quiero decir, desde luego, simplemente la razón en general; porque sería una señal de ignorancia, o de locura, buscar y dar una razón especial de cada caso individual.

El problema teológico de las diferencias humanas

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5. Ahora, cuando decimos que este mundo fue establecido en la variedad en que arriba hemos explicado que fue creado por Dios, y cuando decimos que este Dios es bueno, y justo -el más justo-, hay numerosos individuos, sobre todo los que proceden de la escuela de Marción, y Valentino, y Basílides, que han oído que hay almas de naturalezas diferentes, quienes objetan que no puede ser consistente con la justicia de Dios la creación del mundo que asigna a algunas de sus criaturas una morada en el cielo, y no sólo que les da una mejor vivienda, sino que también les concede una posición más alta y más honorable; favorece a otros con la concesión de principados; otorga poder a algunos, dominios a otros; y a otros los tronos más honorables en los tribunales celestes; permite a unos brillar con una gloria más resplandeciente y con un esplendor estrellado; da a unos la gloria del sol, a otros la gloria de la luna, a otros la gloria de las estrellas; y hace que una estrella se diferencie de otra estrella en gloria. Y brevemente, para hablar de una vez por todas, si Dios Creador no quiere ni la voluntad que emprenda, ni el poder que complete una obra buena y perfecta, ¿qué razón puede haber en la creación de naturalezas racionales, esto es, de seres de cuya existencia Él mismo es la causa, para que algunos sean de rango elevado, otros de segundo y tercero y otros de muchos grados menores e inferiores?

En segundo lugar, nos objetan, respecto a los seres terrestres, ¿cómo que desde el nacimiento a unos se les otorgue un lote más feliz que a otros, cómo un hombre, por ejemplo, engendrado de Abrahán, y nacido de la promesa; y otro también, de Isaac y Rebeca, quien, mientras estaba todavía en la matriz, suplanta a su hermano, y como se dice, es aceptado por Dios antes de nacer. Esta misma circunstancia, sobre todo que un hombre nazca entre los hebreos, entre los que encuentra instrucción en la ley divina; otro entre los griegos, hombres sabios y de no poco estudio; y luego otro entre los etíopes, quienes acostumbran alimentarse de carne humana; o entre los escitas, entre quienes el parricidio es un acto sancionado por la ley; o entre la gente de Tauro, donde los forasteros son ofrecidos en sacrificio, es fundamento de una fuerte objeción.

Su argumento en consecuencia es el siguiente: Si hay esta gran diversidad de circunstancias, y esta diversa condición por nacimiento, en las que la facultad del libre albedrío no tiene ningún alcance (pues nadie escoge para sí dónde, o con quién, o en qué condición nacer); si, entonces, esto no es causado por la diferencia en la naturaleza de las almas, es decir, que un alma de naturaleza mala sea destinada a una mala nación, y un alma buena para una nación justa, ¿qué otra conclusión queda, sino que hay que suponer que las cosas están reguladas por accidente y casualidad?

Y si esto es admitido, entonces, ya no se creerá que el mundo ha sido hecho por Dios, o administrado por su providencia; y, como consecuencia, no debe esperarse el juicio de Dios sobre los hechos de cada individuo. En este asunto, en verdad, lo que es propiamente la verdad de las cosas es el privilegio sólo de aquel que sabe y conoce todas las cosas, incluso lo profundo de Dios.80

El libre albedrío es la causa de la diversidad

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6. Sin embargo, para que nuestro silencio no sirva de alimento a la audacia de los herejes, responderemos según la medida de nuestras fuerzas a las objeciones que suelen ponernos. Hemos dicho ya muchas veces, apoyándolo con las afirmaciones que hemos podido hallar en las Escrituras, que el Dios creador de todas las cosas es bueno, justo y omnipotente. Cuando Él en un principio creó todo lo que deseó crear, a saber, las criaturas racionales, no tuvo otro motivo para crear fuera de sí mismo, es decir, de su bondad. Ahora bien, siendo Él mismo la única causa de las cosas que habían de ser creadas, y no habiendo en Él diversidad alguna, ni mutación, ni imposibilidad, creó a todas las criaturas iguales e idénticas, pues no había en Él mismo ninguna causa de variedad o diversidad. Sin embargo, habiendo sido otorgada a las criaturas racionales, como hemos mostrado muchas veces, la facultad del libre albedrío, fue esta libertad de su voluntad lo que arrastró a cada una -de las criaturas racionales-, bien a mejorarse con la imitación de Dios, bien a deteriorarse por negligencia. Ésta fue la causa de la diversidad que hay entre las criaturas racionales, la cual proviene, no de la voluntad o intención del Creador, sino del uso de la propia libertad. Pero Dios, que había dispuesto dar a sus criaturas según sus méritos, hizo con la diversidad de los seres intelectuales un solo mundo armónico, el cual, como una casa en la que ha de haber no solo "vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro, unos para usos nobles, y otros para los más bajos" (
2Tm 2,20), está provisto con los diversos vasos que son las almas. En mi opinión éstas son las razones por las que se da la diversidad en este mundo, pues la divina providencia da a cada uno lo que corresponde según son sus distintos impulsos y las opciones de las almas. Con esta explicación aparece que el creador no es injusto, pues otorga a cada uno lo que previamente ha merecido; ni nos vemos forzados a pensar que la felicidad o infelicidad de cada uno se debe a un azar de nacimiento o a otra cualquier causa accidental; ni hemos de creer que hay varios creadores o varios orígenes de las almas.81


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