Origenes - de principis 2907

No hay injusticia en el Creador, sino en la criatura

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7. Pero, hasta la santa Escritura no me parece que guarde silencio total sobre la naturaleza de este secreto, como cuando el apóstol Pablo, en la discusión del caso de Jacob y Esaú, dice: "Porque no siendo aún nacidos, ni habiendo hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección, no por las obras, sino por el que llama, permaneciese, le fue dicho que el mayor serviría al menor" (
Rm 9,11-12). Y después de esto, se pregunta a sí mismo: "¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia en Dios?" (v. 14). Y para poder ofrecernos una oportunidad de investigar estos asuntos, y de averiguar cómo estas cosas no pasan sin una razón, responde: "En ninguna manera".

Porque la misma pregunta, como me parece a mí, que surge sobre Jacob y Esaú, puede plantearse respecto a todas las criaturas celestes y terrestres, y hasta las del mundo inferior también. Y de manera semejante, me parece a mí, que se dice: "Porque no siendo aún nacidos, ni habiendo hecho aún ni bien ni mal", se pudiera decir de otros, "no siendo aún creados, ni habiendo hecho ni bien ni mal", sino "para que el propósito de Dios conforme a la elección, no por las obras, sino por el que llama, permaneciese".

Que algunas cosas (como de cierto se piensa) han sido creadas celestes, por un lado, y por otro, terrenales, y otras debajo de la tierra, "no por obras" (como ellos piensan), "sino por el que llama", ¿qué diremos entonces, si estas cosas son así? ¿Hay injusticia en Dios? De ninguna manera. Así, por tanto, cuando las Escrituras son examinadas cuidadosamente en cuanto a Jacob y Esaú, no se encuentra ninguna injusticia en Dios, tal que se pudiera decir que "antes de que nacieran", o hubieran hecho nada en esta vida, "el mayor servirá al menor". Y como no se considera injusto que incluso en el vientre de su madre Jacob suplantara a su hermano, si sentimos que fue dignamente amado por Dios, según los méritos de su vida previa, como para merecer ser preferido a su hermano; así también ocurre respecto a las criaturas celestes, si notamos que la diversidad no era la condición original de la criatura, sino que debido a las causas que existían previamente, el Creador preparó un oficio diferente para cada uno en proporción al grado de su mérito, sobre este fundamento, en verdad, que cada uno ha sido creado por Dios un entendimiento o un espíritu racional, tiene ganado para sí, según los movimientos de su mente y los sentimientos de su alma, una mayor o menor porción de mérito, y se ha hecho objeto del amor a Dios, o de su rechazo; mientras que algunos que poseen mayor mérito son ordenados, sin embargo, para sufrir con otros para el ornamento del estado del mundo, y para imponer el deber a las criaturas de un grado inferior, para que de este modo ellos mismos puedan ser partícipes de la paciencia del Creador, según las palabras del apóstol: "Porque las criaturas fueron sujetas a vanidad, no de grado, mas por causa del que las sujetó con esperanza" (Rm 8,20). Teniendo en mente, entonces, el sentimiento expresado por el apóstol, cuando, hablando del nacimiento de Esaú y Jacob, dice: "¿Hay injusticia en Dios? De ninguna manera", pienso que este mismo sentimiento debería ser aplicado cuidadosamente al caso de las otras criaturas, porque, como antes comentamos, la justicia del Creador debe aparecer en todo. Y esto, me parece a mí, será visto con más claridad al final, si cada uno de los seres celestes o terrestres o infernales, tienen las causas de su diversidad en ellos, y anterior a su nacimiento corporal. Porque todas las cosas fueron creadas por la Palabra de Dios, y por su Sabiduría, y puestas en orden por su Justicia. Y por la gracia de su compasión Él provee para todos los hombres, y los anima a que empleen cualquier remedio que pueda conducirles a su cura, y los incita a la salvación.

El juicio y las obras

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8. Así, pues, no hay duda de que en el día del juicio los buenos serán separado de los malos, y los justos de los injustos, y por la sentencia de Dios todos serán distribuidos según sus méritos en todos aquellos sitios para los cuales son dignos; tal estado de cosas fue anteriormente el caso, según opino y como mostraré en lo que sigue, si Dios lo permite. Porque debe creerse que Dios hace y ordena todas las cosas en todo tiempo según su juicio. Las palabras que el apóstol usa cuando dice: "En una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y asimismo unos para honra, y otros para deshonra" (
2Tm 2,20), y lo que añade al decir: "Así que, si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor, y aparejado para toda buena obra" (2Tm 2,21), señala indudablemente que quien se limpia en esta vida, estará preparado para todo buen trabajo en la vida por venir; mientras que quien no se limpia será, según la cantidad de su impureza, un vaso de deshonra, esto es, indigno.

Es, por tanto, posible entender que anteriormente hubo también vasos racionales, limpios o no, esto es, que se limpiaron a sí mismos o no lo hicieron, y que por consiguiente cada vaso, según la medida de su pureza o impureza, recibió un lugar, o región, o condición de nacimiento, u oficio a desempeñar en este mundo.

Todo lo cual Dios provee y distingue por el poder de su visión hasta el más humilde, arreglando todas las cosas según su juicio director, de acuerdo a la retribución más imparcial, hasta donde cada uno deba ser asistido o cuidado conforme a sus méritos. En el que ciertamente cada principio de equidad se muestra, mientras que la desigualdad de circunstancias preserva la justicia de una retribución según el mérito. Pero el fundamento de los méritos de cada caso individual sólo es reconocido verdadera y claramente por Dios mismo, junto con su Verbo unigénito y su Sabiduría y con el Espíritu Santo.

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10 LA RESURRECCIÓN EL JUICIO Y LOS CASTIGOS

El cuerpo de la resurrección

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1. Ya que el discurso nos ha recordado los sujetos de un juicio futuro, de su retribución y de los castigos de los pecadores, según las advertencias de la santa Escritura y el contenido de la enseñanza de la Iglesia, a saber, la venida del juicio futuro, el fuego eterno, las tinieblas de fuera, la prisión, el lago de fuego y otros castigos de semejante naturaleza preparados para los pecadores, veamos cuáles deberían ser nuestras opiniones sobre estos. Para que estos temas puedan exponerse en un orden apropiado, me parece que primero deberíamos considerar la naturaleza de la resurrección, qué podemos saber del cuerpo que vendrá, para castigo o para reposo y felicidad; cuestiones que hemos compuesto en otros tratados sobre la resurrección, en los cuales hemos hablado con gran extensión y mostrado el carácter de nuestras opiniones.

Pero ahora, por causa del orden lógico en nuestro escrito, no será nada absurdo repetir unos pocos puntos de tales obras, sobre todo ya que algunos se ofenden del credo de la Iglesia, como si nuestra creencia en la resurrección fuera necia y totalmente desprovista de sentido; estos son principalmente herejes, a quienes, pienso, hay que responder de la siguiente manera. Si ellos también admiten que hay una resurrección de los muertos, dejemos que nos contesten a esto: ¿Qué es lo que murió? ¿No fue el cuerpo? Si es el cuerpo, entonces habrá resurrección.

Dejemos después que nos digan si piensan que haremos uso del cuerpo o no. Pienso que cuando el apóstol Pablo dice: "Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual" (
1Co 15,44), ellos no pueden negar este cuerpo que resucita, o que en la resurrección tendremos cuerpos.

¿Qué entonces? Si es cierto que tendremos cuerpos, y si los cuerpos que cayeron van a levantarse, según se declara (porque solamente de lo que antes ha caído se puede decir con propiedad que se levantará de nuevo) no puede dudarse de que todos se levantarán para ser vestidos por segunda vez en la resurrección. Una cosa está unida a la otra. Pues si los cuerpos se levantan, se levantan sin duda para cubrirnos a nosotros, y si nos es necesario estar revestidos de cuerpos, como de cierto lo es, entonces no debemos revestirnos de ningún otro cuerpo que del nuestro.

Y si es cierto que se levantan de nuevo, y que son cuerpos "espirituales", entonces no hay duda de que sea dicho que se levantan de los muertos, después de haber dejado a un lado la corrupción y la mortalidad, de otro modo, parecería vano y superfluo para cualquiera resucitar de los muertos para volver a morir por segunda vez.

Finalmente, esto se puede comprender con claridad si uno considera cuidadosamente cuáles son las cualidades del cuerpo animal, el cual, una vez sembrado en la tierra, recupera la cualidad de un cuerpo espiritual. Porque es de nuestro cuerpo animal que el poder y la gracia de la resurrección saca un cuerpo espiritual, cuando se transmuta de una condición de indignidad a otra de gloria.

Diferencias entre los cuerpos

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2. Sin embargo, ya que los herejes se creen personas de gran conocimiento y sabiduría, les preguntaremos si cada cuerpo tiene una forma de alguna clase, esto es, formado según algún modelo. Y si dicen que un cuerpo es lo que está formado según ninguna forma, se mostrarán como los más necios e ignorantes de la humanidad. Ya que nadie negará esto, salvo quien es del todo inculto. Pero si, como un asunto de hecho, dicen que ciertamente cada cuerpo es formado según alguna forma definida, les preguntaremos si pueden indicarnos y describirnos la forma de un cuerpo espiritual; lo cual de ningún modo pueden hacer.

Les preguntaremos, además, sobre las diferencias de los que se levantarán. ¿Cómo mostrarán que es cierta la declaración que dice: "Una carne es la de los hombres, y otra carne la de los animales, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrestres; mas ciertamente una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrestres. Otra es la gloria del sol, y otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, porque una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción se levantará en incorrupción" (
1Co 15,39-42)?

Según esta gradación que existe entre los cuerpos celestes, dejemos que nos muestren las diferencias en la gloria de los que se levantarán; y si ellos han procurado por todos los medios idear un principio que pueda estar de acuerdo con las diferencias de los cuerpos celestes, les pediremos que asignen las diferencias en la resurrección mediante la comparación de los cuerpos terrenales.

Nuestro entendimiento del pasaje es que el apóstol, deseando describir la gran diferencia entre los que se levantan en gloria, esto es, los santos, tomó prestada una comparación de los cuerpos celestes, diciendo, "una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas". Y deseando de nuevo enseñarnos las diferencias que se producirán en la resurrección, sin haberse limpiado en esta vida, esto es, los pecadores, tomó prestado una ilustración de las cosas terrenales, diciendo, "una carne es la de los animales, otra la de los peces, y otra la de las aves". Porque las cosas divinas son dignamente comparadas a los santos, y las cosas terrenales a los pecadores. Estas declaraciones se hacen en respuesta a los que niegan la resurrección de los muertos, esto es, la resurrección de los cuerpos.

La transformación del cuerpo corruptible en incorruptible

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3. Ahora dirigiremos la atención a algunos de los nuestros, quienes por debilidad del intelecto o ausencia de instrucción apropiada, adoptan una visión muy baja y abyecta de la resurrección del cuerpo. Preguntamos a estas personas en qué manera entienden que el cuerpo animal cambiará por la gracia de la resurrección, y se hará espiritual, Y, cómo lo que que es sembrado en debilidad surgirá en poder; cómo lo que es plantado en deshonra, surgirá en gloria; y lo que es sembrado en corrupción, será transformado en incorrupción. Porque si ellos creen al apóstol, el cuerpo que se levanta en gloria, poder, e inco-rruptibilidad, ya se ha hecho espiritual. Si esto les aparece absurdo y contrariamente a su significado dicen que puede volver a ser enredado con las pasiones de la carne y la sangre, sabiendo que el apóstol evidentemente declara que "ni la carne y la sangre heredarán el reino de Dios, ni tampoco la corrupción heredará incorrupción" (
1Co 15,50), ¿cómo entienden la declaración del apóstol, "todos seremos transformados" (v. 51)?

Esta transformación debe buscarse en el orden que hemos enseñado arriba, y que, sin duda, se convierte para nosotros en esperanza de algo digno de la gracia divina. Y esto será en el orden descrito por el apóstol, semejante a la siembra de un grano de trigo o de cualquier otro producto, al que Dios da el cuerpo que a Él le agrada, tan pronto como el grano de trigo muere. Del mismo modo, también nuestros cuerpos deben caer en tierra como un grano (el germen implantado en él contiene la sustancia corporal), aunque los cuerpos mueran y se corrompan y se esparzan sus miembros, aun así, por la Palabra de Dios, ese mismo germen que siempre está seguro en la sustancia del cuerpo, se levanta de la tierra, restaura y repara los cuerpos, como el poder que está en el grano de trigo, que después de su corrupción y muerte repara y restaura el grano en un cuerpo con tallo y espiga.82

Así también, a los que merezcan obtener una herencia en el reino del cielo, aquel germen de la restauración del cuerpo, que hemos mencionado antes, restaurará por mandato divino el cuerpo terrenal y de animal en uno espiritual, capaz de habitar el cielo; mientras que a los que sean de mérito inferior, o de condición más abyecta, o hasta los más bajos en la escala, y totalmente arrojados a un rincón, aun así se les dará una dignidad y gloria de cuerpo en proporción a la dignidad de su vida y su alma; de tal modo, sin embargo, que hasta el cuerpo resurrecto de los que son destinados al fuego eterno o a castigos severos, es por el cambio mismo de la resurrección tan incorruptible, que no puede corromperse ni disolverse ni por castigos más severos. Si, entonces, son tales las cualidades del cuerpo que resucitará de los muertos, veamos ahora cuál es el significado de las amenazas del fuego eterno.

La naturaleza del fuego eterno y el recuerdo del propio pecado

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4. En el profeta Isaías encontramos que el fuego con el que cada cual es castigado es descrito como suyo, ya que dice: "Andad a la luz de vuestro fuego, y a las centellas que encendisteis" (
Is 1,11). Por estas palabras parece indicarnos que cada pecador enciende por sí mismo la llama de su propio fuego, y no es arrojado en algún fuego que haya sido encendido por otro, o que existía antes de él mismo. El combustible y el alimento de este fuego son nuestros pecados, que son llamados por el apóstol Pablo, "madera, heno y hojarasca" (1Co 3,12).

Y pienso que, como la abundancia de alimentos y provisiones de una clase opuesta a la salud, produce fiebres en el cuerpo, y fiebres de clases diferentes y duración, según la proporción en que el veneno recolectado suministra material y combustible a la enfermedad (la calidad de ese material, recogido de venenos diferentes, provee las causas de que la enfermedad sea más aguda o más persistente); así, cuando el alma ha recogido una multitud de malas obras, y una abundancia de pecados contra sí, en el tiempo fijado todos los males que ha reunido hierven para su castigo y el alma es prendida fuego para su dolor; cuando la mente misma, o la conciencia, que recibe por el poder divino la memoria de todas aquellas cosas en las que había dejado estampados ciertos signos y formas del momento del pecado, verá expuesta delante de sus ojos como una especie de historia de todos sus hechos necios, vergonzosos e impíos.

Entonces, es la conciencia misma acosada y aguijoneada por sus propias acometidas, que se convierte en acusador y testigo contra sí misma. Y pienso que esta era la opinión del mismo apóstol Pablo al decir: "Dando testimonio juntamente sus conciencias, y acusándose y también excusándose sus pensamientos unos con otros; en el día que juzgará el Señor lo encubierto de los hombres, conforme a mi evangelio, por Jesucristo" (Rm 2,15-16). De esto se deduce que en la sustancia del alma se producen ciertas torturas por los mismos efectos hirientes de los pecados.

El sufrimiento del desgarro del alma

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5. Para que la comprensión de este asunto no resulte muy difícil, podemos sacar algunas consideraciones de los malos efectos producidos por las pasiones en algunas almas, como cuando un alma es encendida por el fuego de amor, o consumida por el celo o la envidia, o cuando se enciende la pasión de la cólera, o cuando uno es consumido por la grandeza de su locura o su dolor, en cuyas ocasiones algunos, encontrando insoportable el exceso de estos males, consideran más tolerable rendirse a la muerte que aguantar permanentemente una tortura de tal clase.

Me preguntarás, sin duda, si en el caso de los que han sido atrapados por los males que provienen de aquellos vicios encima enumerados han sido incapaces, mientras existían en esta vida, de procurar alguna mejora para sí mismos y dejado este mundo en esa condición, será suficiente en el modo de castigo ser torturados por lo que resta en ellos de esos efectos hirientes, esto es, de la cólera, o de la furia, o de la locura, o del dolor, cuyo veneno fatal no estaba en esta vida disminuido por ninguna medicina curativa; o si, esos efectos, al cambiar, serán sometidos a los dolores de un castigo general.

Soy de la opinión que puede entenderse que existe otra especie de castigo, porque, así como sentimos que cuando los miembros del cuerpo son aflojados y arrancados de sus apoyos mutuos, se produce un dolor de la clase más insoportable, así, cuando se encuentre que el alma está más allá del orden, conexión y armonía en la que fue creada por Dios con el propósito de realizar actos buenos y útiles, y no armonice consigo misma en la conexión de sus movimientos racionales, esto se debe considerar como el castigo y la tortura de su propia disensión, y sentir los castigos de su propia condición desordenada. Y cuando esta disolución y desgarro del alma sea probada por el fuego, tendrá lugar una solidificación indudable en una estructura más firme, y una restauración tendrá efecto.

La medicina y purificación divina

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6. Hay también muchas otras cosas que escapan a nuestro conocimiento, y son sabidas sólo por quien es el médico de nuestras almas. Porque si, debido a los malos efectos que traemos sobre nosotros al comer y beber, consideramos necesario para la salud del cuerpo tomar alguna medicina desagradable y dolorosa; a veces incluso, si la naturaleza de nuestra enfermedad lo demanda, requiere el proceso severo de la amputación con un cuchillo; y si la virulencia de la enfermedad trasciende estos remedios, el mal tiene que ser quemado por el fuego; ¡cuánto más no debe entenderse que Dios nuestro Médico, deseando quitar los defectos de nuestras almas, contraídos por pecados y crímenes diferentes, deba emplear medidas penales de esta clase, y aplique, además, el castigo de fuego a los que han perdido la cordura de su mente!

Imágenes de este método de proceder se encuentran igualmente en las santas Escrituras. En el libro de Deute-ronomio, la palabra divina amenaza a pecadores con los castigos de fiebres, y fríos, y la ictericia, y con dolores de debilidad de visión, y enajenación mental y parálisis, y ceguera, y debilidad de los ríñones (
Dt 28). Si alguien, entonces, en su tiempo libre, recoge de la totalidad de la Escritura todas las enumeraciones de los males que en las advertencias dirigidas a los pecadores reciben el nombre de enfermedades corporales, encontrará que los vicios del alma, o sus castigos, son indicados en sentido figurado.

Para entender ahora que, de la misma manera que los médicos aplican remedios al enfermo para que recupere la salud por un tratamiento cuidadoso, Dios también trata igualmente a los que han caído en el pecado; se demuestra por esto, la copa de la ira de Dios, ofrecida por medio del profeta Jeremías a todas las naciones, para que beban en ella, y tiemblen y enloquezcan.83 Al hacer esto, Él les amenaza diciendo que si alguno rechaza beber, no será limpio.84 Por lo que seguramente tiene que la ira de la venganza de Dios es provechosa para la purgación de las almas.85 Que el castigo que se aplica por el fuego, también debe entenderse que tiene por objetivo la curación, tal como enseña Isaías, quien habla así de Israel: "Cuando el Señor lavare las inmundicias de las hijas de Sion, y limpiare las sangres de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de ardimiento" (Is 4,4). De los caldeos dice: "Fuego los quemará, no salvarán sus vidas del poder de la llama... Así te serán aquellos con quienes te fatigaste" (Is 47,14-15). Y en otros pasajes dice: "Su Santo por llama que abrase y consuma" (Is 10,17). Y en las profecías de Malaquías dice: "Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata" ().

La parte que será quitada

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7. Pero el destino que también es mencionado en los Evangelios de los administradores infieles (
Mt 25,14-30), de quienes se dice que fueron divididos, siendo una parte de ellos colocada con los incrédulos,86 como si la parte que no era suya fuera enviada a otro sitio, indudablemente indica, en mi parecer, algún castigo sobre aquellos cuyo espíritu manifiesta estar separado de su alma. Porque si el Espíritu es de naturaleza divina, se entiende el Espíritu Santo, entenderemos que esto se dice del don del Espíritu Santo; cuando por el bautismo o por la gracia del Espíritu, la palabra de sabiduría, o la de conocimiento, o la de cualquier otro don, ha sido concedido al hombre, y no administrado correctamente, esto es, enterrado en la tierra o atado en un pañuelo; entonces el don del Espíritu será retirado de su alma, y a la otra parte que permanece, es decir la sustancia del alma, se le asignará un lugar entre incrédulos, siendo dividido y separado de aquel Espíritu con quien, al unirse al Señor, tendría que haber sido un espíritu.

Ahora bien, si esto no debe entenderse del Espíritu de Dios, sino de la naturaleza del alma misma, lo que se llama su mejor parte es la que ha sido hecha a imagen y semejanza de Dios; mientras que la otra parte, la que después de su caída por el ejercicio del libre albedrío, fue asumida contrariamente a la naturaleza de su condición original de pureza -dicha parte, al ser amiga y amante de la materia-, es castigada con el destino de los incrédulos.

Hay también un tercer sentido en el que aquella separación puede ser entendida, a saber, que así como cada creyente, aunque sea el más humilde en la Iglesia, es asistido por un ángel, que, como declara el Salvador, siempre contempla el rostro de Dios Padre (Mt 18,10), y como este ángel era seguramente uno con el objeto de su tutela, así, si éste es hallado indigno por su falta de obediencia, se dice que el ángel de Dios es quitado de él y de su parte -la parte que pertenece a su naturaleza humana-, siendo separada de la parte divina y puesta en un lugar con los incrédulos, porque no observó fielmente las advertencias del ángel asignado a él por Dios.

Las tinieblas de afuera y el cuerpo de perdición

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8. Pero las "tinieblas de afuera" (v. 30) en este juicio, deben entenderse no tanto como alguna atmósfera oscura sin ninguna luz, como aquellas personas que, al estar sumergidas en las tinieblas de la profunda ignorancia, han sido colocadas más allá del alcance de cualquier luz del entendimiento.

También debemos ver, a menos que quizás sea este el significado de la expresión, que así como los santos recibirán los cuerpos en los que han vivido en santidad y pureza en las moradas de esta vida, brillantes y gloriosos después de la resurrección, los malos que en esta vida han gustado las tinieblas del error y la noche de la ignorancia, también serán revestidos con cuerpos tenebrosos y oscuros después de la resurrección, para que la misma niebla de ignorancia que en esta vida había tomado posesión de sus mentes dentro de ellos, pueda aparecer en el futuro como la cubierta externa de su cuerpo. Algo similar es la opinión que puede tenerse de la prisión. Dejemos que estos comentarios, hechos lo más breve posible, sean suficientes para la presente ocasión, para que mientras tanto se mantenga el orden de nuestro discurso.

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11 Las promesas

Las ocupaciones del hombre

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1. Veamos ahora brevemente qué ideas podemos formarnos acerca de las promesas. Es seguro que no hay ninguna cosa viviente que esté totalmente inactiva y quieta, sino que se deleita en el movimiento de cualquier tipo que sea, en una actividad y volición perpetua; y pienso que este carácter es evidente en todas las cosas vivas. Mucho más, entonces, en un animal racional, es decir, en la naturaleza del hombre, que está en perpetuo movimiento y actividad.

Si el hombre es olvidadizo de sí mismo, e ignorante de en qué se convierte, todos sus esfuerzos se dirigen a servir y usar el cuerpo, y en todos sus movimientos se ocupa de sus propios placeres y lujurias corporales; pero si es uno que estudia cómo cuidar y proveer para el bien general, entonces, consultando sobre el beneficio del estado o la obediencia a los magistrados, se obliga a todo lo que es, o puede parecer que promueve con seguridad el bienestar público.

Y si ahora uno es de tal naturaleza como para entender que hay algo mejor que aquellas cosas que parecen ser corpóreas, y así dedica su trabajo a la sabiduría y a la ciencia, entonces, indudablemente, dirigirá toda su atención a la búsqueda de aquellas disciplinas, para poder, mediante la investigación de la verdad, averiguar las causas y la razón de las cosas.

Por tanto, en esta vida un hombre considera que el mejor bien que puede disfrutar son los placeres corporales; otro, procurar el bien de la comunidad; un tercero, dedicar su atención al estudio y el aprendizaje; investiguemos, pues, si en la vida que es la verdadera (que, como se dice, está escondida con Cristo en Dios, esto es, la vida eterna), se encuentra para nosotros algún orden y condición de existencia.

Interpretación literalista de las promesas divinas

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2. Ciertas personas, rechazando el trabajo de pensar, y adoptando una visión superficial de la letra de la ley, y cediendo en buena medida a las indulgencias de sus propios deseos y lujurias, siendo discípulos sólo de la letra, son de la opinión de que el cumplimiento de las promesas futuras debe buscarse en el placer corporal y el lujo; por lo tanto, desean volver a tener todo, después de la resurrección, tales estructuras corporales que nunca puedan estar sin el poder de comer y beber, y sin realizar todas las funciones de la carne y la sangre, no siguen la opinión del apóstol Pablo en cuanto a la resurrección del cuerpo espiritual. Y, por consiguiente, dicen, después de la resurrección habrá matrimonios y concepción de niños, imaginándose que la ciudad terrenal de Jerusalén será reconstruida, sus fundaciones montadas sobre piedras preciosas, y sus paredes construidas de jaspe, y sus almenas de cristal; que tendrá un muro compuesto de muchas piedras preciosas, como jaspe, zafiro, ágata, esmeralda, sardónica, ónice, crisólito, crisopraso, berilio, jacinto y amatista.87

Piensan, además, que los nativos de otras naciones les serán dados como ministros de sus placeres, que emplearán en el cultivo del campo o en la construcción de las murallas, por quienes su ciudad arruinada y caída debe ser levantada de nuevo. Y piensan que han de recibir la riqueza de las naciones y que ellos tendrán el control de la riqueza; esto y hasta que los camellos de Media y Kedar vendrán, y les traerán oro, incienso y piedras preciosas. Creen que pueden fundamentar estas teorías sobre la autoridad de los profetas, respecto a lo que está escrito en cuanto a Jerusalén; y sobre aquellos pasajes donde se dice que los que sirven al Señor comerán y beberán, pero los pecadores tendrán hambre y sed; que el justo estará alegre, pero que dolor poseerá el impío. Y también del Nuevo Testamento el dicho del Salvador, donde promete a sus discípulos acerca de la alegría del vino, diciendo: "Desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (
Mt 26,29).

Añaden, además, la declaración en la que el Salvador llama bienaventurados a los que ahora tienen hambre y sed (Mt 5,6), prometiéndoles que serán saciados; y aducen muchas otras ilustraciones bíblicas, el significado de las cuales no perciben que se debe tomar en sentido figurado.

Entonces, otra vez, de acuerdo a la forma de cosas de esta vida, y según las gradaciones de las dignidades o rangos de este mundo, o la grandeza de sus poderes, piensan que ellos deben ser reyes y príncipes, como aquellos monarcas terrenales que ahora existen; principalmente como aparece en aquella expresión del Evangelio: "Reina sobre cinco ciudades" (Lc 19,19). Dicho con pocas palabras, ellos desean que se cumplan todas las cosas conforme a la manera de ser de esta vida, es decir, que lo que es ahora vuelva a existir entonces. Tales son las opiniones de los que, creyendo en Cristo, entienden las Escrituras divinas en una especie de sentido judío, extrayendo de ellas nada digno de las promesas divinas.

Interpretación cristiana de las promesas eternas

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3. Aquellos que reciben las representaciones de la Escritura según el entendimiento de los apóstoles, albergan la esperanza de que los santos comerán, ciertamente, pero será el pan de vida que puede alimentar el alma con el alimento de la verdad y la sabiduría, e iluminar la mente, y beber de la copa de la sabiduría divina, según la declaración de la santa Escritura: "La sabiduría puso su mesa. Envió sus criadas; sobre lo más alto de la ciudad clamó: Cualquiera simple, venga acá. A los faltos de cordura dijo: Venid, comed mi pan, y bebed del vino que yo he templado" (
Pr 9,1-5). Por este alimento de sabiduría, el entendimiento, siendo cuidado hasta una condición entera y perfecta como la que tuvo el hombre al principio, es restaurado a la imagen y la semejanza de Dios; para que, aunque un individuo pueda haber abandonado esta vida con una instrucción menos perfecta, pero que ha hecho obras que son aprobadas (opera probabilia), será capaz de recibir más instrucción en aquella Jerusalén, la ciudad de

los santos, esto es, será educado, moldeado y hecho una piedra viviente, piedra elegida y preciosa,88 porque ha sufrido con firmeza y constancia las luchas de la vida y las pruebas de la piedad; y allí llegará a un conocimiento más verdadero y más claro del que aquí ya se había predicho, a saber, "que el hombre no vivirá sólo de pan, mas de todo lo que sale de la boca del Señor" (Dt 8,3). Y también tiene que entenderse que serán príncipes y señores, que gobernarán sobre los de rango inferior y los instruirán y enseñarán, entrenándolos en las cosas divinas.

El deseo de saber implantado por Dios

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4. Pero si estas concepciones no llenan las mentes de los que esperan tales resultados con un deseo apropiado para ellos, volvamos un poco atrás e, independientemente del deseo natural e innato de la mente por la cosa misma, investiguemos de modo que podamos ser capaces de describir al menos las misma formas del pan de vida, y la calidad de aquel vino, y la peculiar naturaleza de los principados, todos conforme a la visión espiritual de las cosas.

En las artes que por lo general se realizan mediante el trabajo manual, la razón por la que se hace una cosa, o por qué es de una calidad especial, o con un propósito especial, es objeto de investigación para la mente (versatur in sensu), mientras que el trabajo real se despliega ante la vista por la agencia de las manos; así, en aquellas obras de Dios que han sido creadas por El, debe observarse que la razón y el entendimiento de aquellas cosas que vemos hechas por Él permanecen restos sin revelar. Y así, cuando nuestro ojo contempla los productos del trabajo de un artista, la mente al percibir algo de excelencia artística insólita, de inmediato arde en deseos de conocer cuál es su naturaleza, cómo fue formada, o con qué propósito se le dio forma; así, en un grado mucho mayor, y más allá de toda comparación, la mente arde con un deseo inexplicable de conocer la razón de lo que vemos hecho por Dios.

Este deseo, este anhelo, creemos que está incuestionablemente implantado por Dios dentro de nosotros; y como el ojo busca naturalmente la luz y la visión, y nuestro cuerpo desea naturalmente el alimento y la bebida, nuestra mente es poseída por un deseo apropiado y natural de enterarse de la verdad de Dios y de las causas de las cosas. Hemos recibido ese deseo de Dios no para que nunca sea satisfecho o capaz de recibir satisfacción; de otro modo, parecería que el amor a la verdad ha sido implantado por Dios en nuestras mentes sin propósito, como si nunca llegara a tener una oportunidad de satisfacción.


Origenes - de principis 2907