Origenes - de principis 5104

El bosquejo presente de la imagen perfecta

De aquí también, incluso en esta vida, los que se dedican a sí mismos con gran trabajo al logro de la piedad y de la religión, aunque obteniendo sólo algunos fragmentos pequeños de los numerosos e inmensos tesoros del conocimiento divino, aun así, por el mismo hecho de que su mente y alma están comprometidas en esa búsqueda, y que en la impaciencia de su deseo se exceden a sí mismos, sacan mucho provecho; y, porque sus mentes se dirigen al estudio y al amor de la investigación de la verdad, se preparan para recibir la instrucción que ha de venir; como si, cuando uno quiere pintar una imagen, primero traza con un lápiz ligero los contornos de la imagen en concreto, y prepara las señales que reciban los rasgos que deben añadirse después; este bosquejo preliminar del contorno se hace para preparar el modo en que se han de plasmar los verdaderos colores de la imagen; así, en cierta medida, un contorno y un bosquejo pueden ser trazados sobre las tablas de nuestro corazón por el lápiz del Señor Jesucristo. Y quizás por esto se dice: "A cualquiera que tuviere, le será dado" (Lc 19,26). Por esto queda establecido que a ios que en esta vida poseen una especie de contorno de verdad y conocimiento, se les agregará en el futuro la belleza de una imagen perfecta.

Lo que falta por saber

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5. Un deseo semejante creo que fue indicado por quien dijo: "Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor" (
Ph 1,23). Sabiendo que cuando estuviera con Cristo, conocería con más claridad las razones de todas las cosas que se hacen sobre la tierra, sea respecto al hombre, o al alma del hombre, o la mente; o a cualquier otro asunto, como, por ejemplo, qué es el Espíritu que opera; también, qué es el espíritu vital, o qué es la gracia del Espíritu Santo que se da a los creyentes. Entonces también sabría qué es lo que parece ser Israel, o qué se quiere indicar por la diversidad de naciones; o qué significan las doce tribus de Israel, y qué los individuos de cada tribu. Entonces también entenderá la razón de los sacerdotes y levitas, y de las diferentes órdenes sacerdotales, el tipo de las cuales estaba en Moisés, y también cuál es el verdadero significado de los jubileos, y los motivos para los días de fiesta, y días santos, y para todos los sacrificios y purificaciones.

También percibirá la razón de la limpieza de la lepra, y qué son las diferentes clases de lepra, y la razón de la impureza de los que pierden su semilla. Llegará a saber, además, qué son las influencias buenas (virtutes), su grandeza y sus calidades; y también aquellas que son de una clase contraria, y cuál la afección de las primeras, y qué la emulación de los conflictos de las últimas hacia los hombres. Contemplará también la naturaleza del alma y la diversidad de los animales (de los que viven en el agua, en el aire y de bestias salvajes), y por qué cada uno de los géneros es subdividido en tantas especies; y cuál la intención del Creador, o qué propósito de su sabiduría se ocultaba en cada cosa individual.

Se familiarizará, también, con la razón de por qué se encuentran asociadas ciertas propiedades con ciertas raíces o hierbas, y por qué, de otra parte, los malos efectos son contrarrestados por otras hierbas y raíces. Sabrá, además, la naturaleza de los ángeles falsos, y la razón por la que tienen el poder de adular en algunas cosas a los que no los desprecian con el poder total de la fe, y por qué existen con el objetivo de engañar y pervertir a los hombres. Aprenderá, también, el juicio de la Providencia divina sobre cada cosa individual; y de todos los sucesos que acontecen a los hombres, que ninguno ocurre por casualidad o por accidente, sino conforme a un plan cuidadosamente considerado, y tan estupendo, que no pasa por alto ni el número del cabello de la cabeza, no sólo de los santos, sino quizás de todos los seres humanos, y el plan que el gobierno providencial amplía hasta preocuparse por la venta de dos gorriones por un denario, tanto si los gorriones se entienden en sentido figurado como literal. Ahora, ciertamente, este gobierno providencial es todavía un tema de investigación, pero entonces se manifestará totalmente.

De todo ello debemos suponer que no ha de pasar poco tiempo hasta conocer la razón de aquellas cosas terrenales que merecen ser recordadas después de abandonar esta vida. Entonces, aquella atmósfera situada entre el cielo y la tierra no está desprovista de habitantes, y de una clase racional, como el apóstol dice: "En otro tiempo anduvisteis conforme a la condición de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia" (Ep 2,2). Y otra vez dice: "Seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor" (1Th 4,17).

Las moradas celestiales

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6. Debemos suponer, por lo tanto, que los santos permanecerán allí hasta que reconozcan el doble modo de gobierno de aquellas cosas que son realizadas en el aire. Y cuando digo "el doble modo" quiero decir esto: Cuando estábamos sobre la tierra, veíamos animales o árboles, y contemplamos las diferencias entre ellos, y también la gran diversidad entre hombres; pero aunque vimos estas cosas, no entendimos la razón de ellas; y esto se nos sugirió únicamente por la diversidad visible, para que examináramos e investigáramos por qué principio han sido creadas o diversamente ordenadas.

El celo o deseo de conocimiento que concebimos en la tierra, recibirá plena satisfacción de pleno entendimiento y comprensión que nos serán concedidos después de la muerte. Entonces, cumplidos los anhelos del ansia de verdad, entenderemos de una manera doble lo que vimos sobre la tierra. Algo parecido debemos sostener en cuanto a esta morada en el aire. Pienso que todos los santos que se marchan de esta vida permanecerán en algún lugar situado sobre la tierra, el que la santa Escritura llamaba el paraíso, como un lugar de instrucción y, por así decir, clase o escuela de almas, donde los santos serán instruidos en cuanto a todas las cosas que hayan visto sobre la tierra, y también recibirán alguna información sobre las cosas que seguirán en el futuro, como las que en esta vida habían obtenido en algunas indicaciones sobre acontecimientos futuros, aunque como "por un cristal misteriosamente", todo lo cual será revelado distinta y claramente a los santos en el tiempo y lugar apropiados.

Si alguien de verdad es puro de corazón, santo de mente y experimentado en la percepción, hará progresos más rápidos, ascendiendo con prontitud a un lugar en el aire hasta alcanzar el reino del cielo, por medio de aquellas mansiones en los distintos lugares que los griegos han llamado esferas, esto es, globos, pero que la santa Escritura ha llamado cielos; en cada uno de los cuales primero verá claramente lo que se hace ahí, y en segundo lugar, descubrirá la razón por la que son hechas las cosas; y así irá pasando en orden por todas las gradaciones, siguiendo a aquel que ha traspasado los cielos,89 Jesús el Hijo de Dios, quien dijo: "Que donde yo estoy, ellos estén también conmigo" (
Jn 17,24).

De esta diversidad de sitios nos habla, cuando dice: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay" (Jn 14,2). Él mismo está en todas partes, y pasa rápidamente por todas las cosas; entonces no le entenderemos más como existiendo en los estrechos confines en que se limitó por nuestro bien, es decir, no circunscrito a aquel cuerpo que tuvo sobre la tierra, morando entre hombres, según el cual podría considerarse como recluido en un lugar.

Crecimiento constante en la visión de Dios

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7. Cuando los santos alcancen las moradas celestiales verán claro la naturaleza de las estrellas una por una, y entenderán si están dotadas de vida, o cuál es su condición.

Comprenderán también las demás razones para las obras de Dios, que Él mismo les revelará. Porque Dios les mostrará, como a niños, las causas de todas las cosas y el poder de su creación, y les explicará por qué esa estrella fue colocada en su lugar particular en el cielo, y por qué fue separada de otra por un espacio intermedio tan grande; cuál, por ejemplo, hubiera sido la consecuencia de haber estado más cerca o más lejos, o cómo, si esa estrella hubiera sido más grande que esta, la totalidad de las cosas no hubiera permanecido igual, sin que todo hubiera sido transformado en una condición diferente de ser. Y así, cuando hayan terminado todos los asuntos relacionados con las estrellas y con las revoluciones celestiales, vendrán a las cosas que no se ven, o a aquellas de quienes sólo han oído su nombre, y a cosas que son invisibles, que el apóstol Pablo nos informa que son numerosas, aunque lo que son y las diferencias que existen entre ellas, no podamos conjeturarlo con nuestro débil intelecto.

Y así, la naturaleza racional, creciendo por cada peldaño individual, no como creció en esta vida en la carne, en el cuerpo y en el alma, sino aumentada en entendimiento y en poder de percepción, se levanta como una mente perfecta hacia un conocimiento perfecto, sin los impedimentos de los sentidos carnales, sino acrecentada en crecimiento intelectual, y siempre contemplando puramente, por así decirlo, cara a cara, las causas de las cosas, logra su perfección, primero por la que asciende a la verdad, y segundo, por la que mora en ella, teniendo los problemas y el entendimiento de las cosas y las causas de los eventos como alimento que festejar.

Porque si en esta vida nuestros cuerpos crecían físicamente hacia lo que son, gracias a la suficiencia de comida en la infancia, supliendo los medios de crecimiento; después de alcanzar el peso debido, ya no ustilizamos la comida para crecer, sino para vivir y así perseverar en esta vida. Pienso que así también, la mente, cuando ya ha alcanzado su perfección, se alimenta de comida adecuada y apropiada en tal grado que nada es deficiente o superfluo.

En todas las cosas esta comida debe entenderse como la contemplación y entendimiento de Dios, el cual es la medida apropiada y adecuada para esta naturaleza, que fue hecha y creada. Esta medida debe observarse y ser la propia de cada uno de los que comienzan a ver a Dios, es decir, a entenderle mediante la pureza del corazón.90

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LIBRO III

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1 EL LIBRE ALBEDRÍO

El problema de la libertad de la voluntad

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1. Ya que en la predicación de la Iglesia se incluye la doctrina del juicio justo de Dios, que, cuando se cree que es verdadero, incita a los que lo oyen a vivir virtuosamen te y evitar el pecado cueste lo que cueste, puesto que se reconoce evidentemente que las cosas dignas de alabanza o de condenación están dentro de nuestro propio poder, consideremos unos cuantos puntos respecto a la libertad de la voluntad, una de las cuestiones más necesarias de todas. Y para que podamos entender qué es la libertad de la voluntad es necesario estudiar y declarar con precisión el concepto y sujeto que tenemos delante de nosotros.

La fantasía o instinto de los animales

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2. De las cosas que se mueven, unas tienen dentro la causa de su movimiento; otras sólo son movidas desde fuera. Ahora, sólo las cosas portátiles son movidas desde fuera, como trozos de madera, piedras, y toda materia que se mantiene unida según su sola constitución. Quitemos de nuestra consideración lo que se llama el flujo de la moción de los cuerpos, ya que no es necesario para nuestro objetivo presente.

Pero los animales y las plantas tienen la causa de su moción dentro de ellos, y en general todo es mantenido unido por la naturaleza y un alma, a cuya clase, dicen algunos, también pertenecen los metales. Además de estos, el fuego también es automovido, y quizás también las fuentes de agua. Ahora, de aquellas cosas que tienen la causa de su moción dentro de ellas, algunas, se dice, son movidas desde fuera, otras desde ellos; las cosas sin vida, desde fuera de ellas; las cosas animadas, desde sí mismas. Porque las cosas animadas son movidas por ellas, una fantasía brota en ellas que las incita al esfuerzo. En ciertos animales las fantasías se forman para provocar el esfuerzo, la naturaleza de la fantasía provoca el esfuerzo de una manera ordenada, como en la araña se forma la fantasía de tejido, a la que sigue la tentativa de tejerlo, la naturaleza de su fantasía incita al insecto de una manera ordenada sólo a esto. Y además de su naturaleza "fantasial", se cree que nada más pertenece al insecto. En la abeja se forma la fantasía de producir cera.

Las incitaciones de la naturaleza

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3. El animal racional, sin embargo, tiene además ra zón, en adición a su naturaleza "fantasial", por la que juzga las fantasías y desaprueba unas y acepta otras, para que el animal pueda conducirse según ellas. Por lo tanto, ya que en la naturaleza de la razón hay ayudas para con templar la virtud y el vicio, nosotros seleccionamos uno y evitamos otro, mereciendo alabanzas cuando nos entre gamos a la práctica de la virtud, y censuras cuando hace mos lo opuesto.

Sin embargo, no debemos ignorar que la mayor parte de la naturaleza asignada a todas las cosas varía en cantidad entre animales, en mayor y menor grado; para que el instinto en los perros de caza y en caballos de guerra se aproximen, por así decirlo, en alguna medida a la facultad de la razón. Ahora, caer bajo algunas de esas causas externas que mueven dentro de nosotros esta fantasía u otra, son cosas que no dependen de nosotros; pero determinar que usaremos la ocurrencia de este u otro modo diferente, es la prerrogativa nada menos que de la razón dentro dé nosotros, la cual, cuando se presenta la ocasión, despierta esfuerzos que nos incitan a lo que es virtuoso, o a desviarnos hacia su opuesto.

El poder de dominio de la razón

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4. Pero si alguien mantiene que esta causa externa es de tal naturaleza que es imposible resistirse cuando así viene, dejemos que dirija su atención a sus propios sen timientos y movimientos, y vea si no hay aprobación, y asentimiento, e inclinación del principio de control hacia algún objeto debido a algunos argumentos engañosos. Por ejemplo, por poner un caso, si una mujer aparece ante un hombre que ha determinado ser casto y abstenerse de la cópula carnal, y lo incita a actuar contrariamente a su propósito, no es la causa absoluta o completa para anular su determinación. Porque, estando totalmente contento con la atracción del placer y no deseando ofrecerle resistencia o mantener su propósito, comete un acto licencioso. Otro hombre, por su parte, cuando le ocurre lo mismo, pero ha recibido más instrucción, y se ha autodisciplina-do, también se topa con encantos y tentaciones; pero su razón, como reforzada hasta su punto más alto, y entrenada cuidadosamente y confirmada en sus ideas sobre el curso virtuoso a seguir, rechaza la incitación y extingue el deseo.

Causas externas y libertad de decisión

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5. Siendo este el caso, decir que somos movidos desde fuera, y quitar la responsabilidad de nosotros, declarando que somos como un trozo de madera o una piedra que son arrastrados por aquellas causas que actúan sobre ellos desde fuera, no es ni verdadero, ni conforme a la razón, sino que es la declaración de uno que desea destruir la concepción del libre albedrío. Ya que si nosotros le preguntamos qué es la libre voluntad, él diría que consiste en esto: que intentando hacer alguna cosa, ninguna causa externa interviene para incitar a lo opuesto.

Culpar a la mera constitución del cuerpo es absurdo; porque la razón disciplinaria, cuando toma a los que son los más inmoderados y salvajes (si siguen su exhortación), efectúa una transformación, que la alteración y el cambio para mejor es extensivo; los hombres más licenciosos con frecuencia se hacen mejor que los que antes no parecieron ser tal por naturaleza; y los más salvajes pasa responsabilidad usarlos de un modo u otro, habiendo recibido la razón como un juez e investigador de la manera en que deberíamos enfrentar los acontecimientos que nos vienen de fuera.

Prueba bíblica de la libre voluntad

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6. Ahora, ya que nuestra tarea es vivir virtuosamente, y que Dios lo pide de nosotros, no dependemos de Él, ni de ningún otro, ni, como algunos piensan, del destino, sino de nuestro propio obrar, como muestra el profeta Miqueas cuando dice: "Oh hombre, Él te ha declarado qué sea lo bueno, y qué pide de ti el Señor: solamente hacer juicio, y amar misericordia, y humillarte para andar con tu Dios" (
Mi 6,8). Y Moisés: "Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; Porque yo te mando hoy que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos y sus estatutos y sus derechos, para que vivas y seas multiplicado" (Dt 30,15-16). Isaías también: "Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; Si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho" (Is 1,19-20). Y en los Salmos: "¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo, si en mis caminos hubiera andado Israel! En un nada habría yo derribado a sus enemigos, y vuelto mi mano sobre sus adversarios" (Ps 81,13-14), mostrando que estaba en el poder de su pueblo oír y andar en los caminos de Dios.

El Salvador también, cuando ordena: "Mas yo os digo: No resistáis al mal" (Mt 5,39). Y: "Cualquiera que se enojare locamente con su hermano, será culpado del juicio" (Mt 5,22). Y: "Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mt 5,28). Y así, por cualquier otro mandamiento que da, declara que depende de nosotros observar lo que nos ha impuesto, y que seremos culpables de condenación si lo transgredimos.

Dice además: "Cualquiera que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña". "Pero cualquiera que me oye estas palabras, y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena" (Mt 7,24-26). Y cuando dice a los que están en su mano derecha: "Venid, benditos de mi Padre", etc.; "ya que yo era quien tenía hambre, y vosotros me disteis de comer; yo era el sediento, y vosotros me disteis de beber" (Mt 25,34). Esto es sumamente manifiesto cuando hace esta promesa a los que eran dignos de alabanza. Pero, por el contrario, a otros, al ser culpables de censura en comparación con los otros, les dice: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno" (Mt 25,41).

Observemos que también Pablo nos trata como quienes están dotados de libre voluntad, y responsables de la causa de nuestra ruina o de nuestra salvación. Dice así: "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Mas por tu dureza, y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios; el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: A los que perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, la vida eterna. Mas a los que son contenciosos, y no obedecen a la verdad, antes obedecen a la injusticia, enojo e ira; tribulación y angustia sobre toda persona humana que obra lo malo, el judío primeramente, y también el griego. Mas gloria y honra y paz a cualquiera que obra el bien, al judío primeramente, y también al griego" (Rm 2,4-10). Hay, en verdad, innumerables textos de las Escrituras que establecen con sobrada claridad la existencia de la libre voluntad.

Textos bíblicos contrarios a la libre voluntad

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7. Pero, ya que ciertas declaraciones del Antiguo Testamento y del Nuevo llevan a la conclusión opuesta, a saber, que no depende de nosotros guardar los mandamientos y ser salvos, o transgredirlos y perdernos, veá-moslas una por una, y consideremos la explicación de ellas, de modo que mediante aquello que aducimos, cualquiera pueda elegir los pasajes que parecen negar la libre voluntad y considere lo que se ha dicho de ellos por vía de explicación.

Las declaraciones sobre el Faraón han preocupado a muchos, pues Dios declara varias veces: "Endureceré el corazón del Faraón" (
Ex 4,21 Ex 7,3). Porque si es endurecido por Dios y comete pecado a consecuencia del endurecimiento, no es él la causa de pecado; y si es así, entonces el Faraón no posee libre albedrío.

Alguien dirá que, de un modo semejante, los que se pierden no tienen libre albedrío, y no se pierden por sí mismos. La declaración, también, de Ezequiel: "Les daré un corazón, y espíritu nuevo daré en sus entrañas; y quitaré el corazón de piedra de su carne, y les daré corazón de carne; para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis juicios y los cumplan" (Ez 11,19-20). Esto podría llevar a pensar que es Dios quien da el poder de andar en sus mandamientos, y guardar sus preceptos, al retirar el obstáculo, es decir, el corazón de piedra, e implantar un corazón mejor, es decir, de carne.

Miremos también el pasaje del Evangelio, donde el Salvador responde a los que preguntaron por qué se dirigía a la multitud con parábolas. Sus palabras son: "Para que viendo, vean y no echen de ver; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados" (Mc 4,12). También el texto de Pablo: "Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (Rm 9,16). Las declaraciones en otros sitios que dicen: "Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Ph 2,13). "De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece. Me dirás pues: ¿Por qué, pues, se enoja? Porque ¿quién resistirá a su voluntad?" (Rm 9,18-19). "Esta persuasión no es de aquel que os llama" (Ga 5,8). "Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al qufe le labró: ¿Por qué me has hecho tal? ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para vergüenza?" (Rm 9,20). Estos pasajes son suficientes para preocupar a la multitud, como si el hombre no poseyera libre albedrío, y como si fuera Dios quien salva o destruye a quien Él quiere.

Resolución del problema

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8. Comencemos, pues, con las palabras que se dijeron del Faraón, que fue endurecido por Dios para que no dejara salir a su pueblo, junto a las cuales también examinaremos la declaración del apóstol: "De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece" (
Rm 9,18). Y tan cierto es que los que sostienen opiniones diferentes emplean mal estos pasajes, es que también destruyen el libre albedrío al introducir naturalezas arruinadas incapaces de salvación, y otras que son salvadas sin posibilidad de perderse. El Faraón, dicen, al ser de una naturaleza perdida, fue lógicamente endurecido por Dios, quien tiene compasión de lo espiritual, pero endurece lo terrenal.92 Veamos lo que quieren dar a entender.

Les preguntaremos si ellos piensan que el Faraón fue una naturaleza terrenal; y, cuando contesten, les diremos que quien es de naturaleza terrenal es totalmente desobediente a Dios: Pero si desobediente, ¿qué necesidad hay de endurecer su corazón, y no una sola vez, sino varias?93 A no ser, quizás, que le fuera posible obedecer (en cuyo caso seguramente habría obedecido, al no ser terrenal cuando le presionaron con fuerza los signos y maravillas), y Dios necesitara que fuera desobediente en un grado superior para que pudiera manifestar sus hechos poderosos para la salvación de la multitud y, por lo tanto, endurecer su corazón.94 Esta será nuestra respuesta, en primer lugar, en orden a derribar su suposición de que el Faraón era de naturaleza perdida. La misma respuesta debe darse en lo que concierne a la declaración del apóstol. Porque, ¿a quiénes endurece Dios? A los que perecen, como si pudieran obedecer a menos que sean endurecidos; o, manifiestamente, a los que serían salvos ya que no son de naturaleza perdida. ¿Y de quiénes tiene misericordia? ¿Es de los que deben salvarse? ¿Y cómo es que hay necesidad de una segunda misericordia para los que ya han sido preparados para la salvación, quienes serán bienaventurados de todos modos debido a su naturaleza? A no ser, quizás, que sean capaces de incurrir en perdición, si no reciben misericordia; obtendrán misericordia para que puedan no incurrir en la destrucción de la que son capaces, sino que pueden estar en la condición de los que son salvos. Y esta es nuestra respuesta a tales personas.95

Dios no puede ser inculpado de injusticia

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9. Pero a los que piensan que ellos entienden el término "endurecer" debemos dirigir la siguiente pregunta: ¿Qué quieren decir al afirmar que Dios, por su obra, endurece el corazón y con qué propósito lo hace? Pero permitamos que observen la concepción de un Dios que es en realidad justo y bueno; pero si no nos permiten esto, dejemos que se les conceda de momento que Dios es justo; y que nos muestren ellos cómo el Dios bueno y justo, o el Dios sólo justo, aparece justo al endurecer el corazón que perece debido a su endurecimiento; y cómo este Dios justo se convierte en causa de destrucción y desobediencia, cuando los hombres son castigados por Él debido a su dureza y desobediencia.96

Y por qué encuentra una falta en Faraón, cuando dice: "¿Todavía te ensalzas tú contra mi pueblo, para no dejarlos ir?... He aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito" (
Ex 9,17 Ex 4,23). "Heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así en los hombres como en las bestias" (Ex 12,12), y todo lo que se registra como hablado por Dios al Faraón mediante la intervención de Moisés. Porque quien cree que las Escrituras son verdaderas, y que Dios es justo, necesariamente debe procurar, si es honesto, hacer ver que Dios, al utilizar tales expresiones, puede entenderse claramente como justo.97 Pero si alguien se levantara, declarando con la cabeza descubierta, que el Creador del mundo estaba inclinado a la maldad, nosotros no necesitaríamos más palabras para contestarle.98

La lluvia de Dios

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10. Pero ya que ellos dicen que consideran a Dios justo, nosotros como justo y al mismo tiempo bueno, veamos cómo el Dios bueno y justo podría endurecer el corazón de Faraón.

Considera, entonces, si mediante una ilustración usada por el apóstol en la Epístola a los Hebreos, somos capaces de demostrar que por una operación (energeia) Dios tiene compasión de un hombre mientras que endurece a otro, aunque sin intención de endurecerlo, sino teniendo un buen propósito, el endurecimiento sigue como consecuencia de un principio de inherente maldad en tales personas, y así se dice que "a quien quiere endurecer endurece".

"Porque la tierra -dice- que embebe el agua que muchas veces vino sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; mas la que produce espinas y abrojos, es reprobada, y cercana de maldición; cuyo fin será el ser abrasada" (
He 6,7-8). Respecto a la lluvia hay una operación; y al ser una operación de la lluvia, la tierra que es cultivada produce frutos, mientras que la que es descuidada y abandonada produce espinos. Ahora bien, podría parecer profano para quien hace llover, que dijera: "Yo produzco los frutos, y los espinos son de la tierra" y aun así, aunque profano, es verdadero.

Porque si la lluvia no cayera no habría ni frutos ni espinos, pero habiendo caído, a su debido tiempo y con moderación, produce ambos. La tierra, por su parte, que bebe de la lluvia que cae sobre ella y aun así produce cardos y espinos, es rechazada y casi maldecida. La bendición, pues, de la lluvia descendió incluso hasta la tierra inferior, pero al estar descuidada e incultivada, produce espinos y abrojos. Del mismo modo, las obras maravillosas de Dios se realizan también como si fueran lluvia, mientras que los diferentes propósitos son, como si dijéramos, la tierra cultivada y la tierra abandonada, pero sin olvidar que la naturaleza de la tierra es la misma."

Las advertencias de Dios al faraón

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11. Y si el sol, como emitiendo una palabra, dijera "licúo y seco", siendo cosas opuestas la licuación y el secamiento, no hablaría falsamente en cuanto al punto en cuestión; la cera se derrite y el fango se seca por el mismo calor; entonces la misma operación, que fue realizada mediante la instrumentalidad de Moisés, probó la dureza de Faraón, por una parte, el resultado de su maldad, y, por otra, su permisión al dejar marchar a la multitud mixta de egipcios que salieron con los hebreos.

La breve declaración de que el corazón de Faraón se ablandó cuando dijo: "Yo os dejaré ir para que sacrifiquéis al Señor vuestro Dios en el desierto, con tal que no vayáis más lejos... camino de tres días" (
Ex 8,28), dejando a sus esposas y ganados, cediendo poco a poco antes de los signos, prueba que las maravillas hicieron alguna impresión hasta en él, aunque no consiguieron todo lo que podrían haber logrado.

Aun así, esto no hubiera pasado, si lo que es supuesto por muchos -el endurecimiento del corazón del Faraón-, hubiera sido producido por Dios mismo. Y no es absurdo ablandar tales expresiones de acuerdo al uso común; porque los buenos señores a menudo dicen a sus siervos, cuando se echan a perder por su bondad y paciencia: "Te he hecho daño, y no soy culpable de ofensas de tal enormidad". Porque debemos atender al carácter y la fuerza de la frase, y no discutir sofísticamente, desatendiendo el significado de la expresión.100

Pablo, por fin, que ha examinado estos puntos claramente, dice al pecador: "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, y paciencia ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Mas por tu dureza, y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios" (Rm 2,4). Ahora dejemos que lo que el apóstol dice al pecador se aplique al Faraón, y veamos que las advertencias que se le hicieron, se le hicieron con propiedad, ya que, según su dureza y su corazón impenitente, atesoraba ira para el día de la ira; puesto que su dureza nunca habría sido demostrada, ni puesta de manifiesto a menos que se hubieran realizado los signos y milagros en número tan grande y tal magnificencia.

El valor educativo del castigo

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12. Pero ya que estas narraciones son lentas para asegurar el asentimiento, y se consideran como forzadas, consideremos también las declaraciones proféticas, y veamos lo que los profetas declaran en cuanto a los que aunque al principio experimentaron la gran bondad de Dios, no la vivieron virtuosamente, sino que cayeron en pecado. "¿Por qué, oh Señor, nos has hecho errar de tus caminos, y endureciste nuestro corazón a tu temor? Vuélvete por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad. Por poco tiempo lo poseyó el pueblo de tu santidad; nuestros enemigos han hollado tu santuario" (
Is 63,17). Y en Jeremías: "Me alucinaste, oh Señor, y me hallo frustrado: más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido; cada cual se burla de mí" (Jr 20,7). Porque la expresión, "¿Por qué, oh Señor, nos has hecho errar de tus caminos, y endureciste nuestro corazón a tu temor?" pronunciada por los que piden misericordia, tomada en sentido figurado y moral viene a decir: "¿Por qué nos has dejado tanto tiempo y no nos has visitado por causa de nuestros pecados, sino que nos abandonas hasta que nuestras transgresiones lleguen a su límite?"

A menos que un caballo sienta continuamente la espuela de su jinete y tenga su boca frenada por el bocado (frenis ferratis), se endurece. Un niño que no sea disciplinado con el castigo, crecerá hasta ser un joven insolente, listo para caer de cabeza en el vicio. Por eso Dios abandona y olvida a quienes ha juzgado indignos de castigo. "Porque el Señor al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo" (He 12,6). De aquí debemos suponer que quienes han sido admitidos en la familia y en el afecto filial son los que han merecido ser castigados y azotados por el Señor, de manera que, soportando las pruebas, puedan decir: "¿Quién nos apartará del amor de Cristo? Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o cuchillo? (Rm 8,35). Porque por todas estas cosas se manifiesta la resolución de cada cual y la firmeza de su perseverancia, no tanto respecto a Dios, que conoce todas las cosas antes de que ocurran, como respecto a las virtudes celestes y racionales (rationabilibus coelestibusque virtutibus), que han obtenido una parte en la obra de procurar la salvación humana, siendo una especie de asistencia y ministros de Dios.

Dios deja la mayor parte de la humanidad sin castigo, para que los hábitos de cada uno puedan examinarse hasta donde depende de nosotros, y que el virtuoso pueda manifestarse como consecuencia de la prueba aplicada; mientras que los otros, que no escapan a la noticia de Dios -porque Él sabe todas las cosas antes de que existan-, sino que de la creación racional y de ellos mismos, pueden obtener después el medio de cura, viendo que no habrían conocido el beneficio de no haber sido condenados.

Por otra parte, aquellos que todavía no se ofrecen a Dios con constancia y afecto, no están preparados para entrar en su servicio y para preparar sus almas para la prueba, de ellos se dice que están abandonados por Dios, es decir, no instruidos; ya que ellos no se han preparado para recibir la instrucción, su entrenamiento o cuidado es indudablemente pospuesto para un tiempo posterior. Ciertamente estos no saben qué obtendrán de Dios, a no ser que primero tengan el deseo de ser probados, que será finalmente su caso. Si un hombre se conoce primero a sí mismo y siente sus defectos, entiende de quién puede o debe buscar remedio. Porque quien no conoce de antemano su debilidad o su enfermedad, no puede buscar al médico; o al menos, después de recuperar su salud, ese hombre no estará agradecido al médico que no le hizo saber primero la gravedad de su dolencia. A menos que uno sea consciente de los defectos de su vida y de la mala naturaleza de sus pecados, dados a conocer por la confesión de sus propios labios, no puede ser limpio ni absuelto.101

Es una ventaja para cada persona percibir su propia naturaleza peculiar y la gracia de Dios. Porque quien no percibe su propia debilidad y el favor divino, aunque reciba un beneficio, no habiéndose probado a sí mismo, se imagina que el beneficio conferido sobre él por la gracia del Cielo es su propio logro. Y esta imaginación, produciendo también vanidad, será la causa de una caída; caída que nosotros concebimos fue el caso del diablo, quien se atribuyó a sí mismo la preeminencia que poseía cuando estaba libre de pecado. "Porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado" (Lc 14,11).

Y observa que por esta razón las cosas divinas han sido ocultadas del sabio y del prudente, para que como dice el apóstol, "ninguna carne se gloríe en la presencia de Dios" (1Co 1,29), y han sido reveladas a los niños,102 a los que después de la infancia han vuelto a la humildad y simplicidad de los niños, y luego avanzan hacia la perfección y recuerdan que esto no es tanto por su propio esfuerzo, como por la indecible bondad de Dios, que han alcanzado el mayor grado posible de felicidad.


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