COMPENDIO DE TEOLOGIA 424

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CAPITULO CLXXI

Los cuerpos celestes cesaran en sus movimientos.

Como parece que los cuerpos celestes tienen un movimiento continuo puede creerse que, si sobrevive su substancia, conservaran su movimiento en el estado de consumacion. Esta creencia no careceria de razon si el movimiento de los cuerpos celestes fuera de la misma naturaleza que el de los elementos. El movimiento de los elementos existe en los cuerpos graves o ligeros para su perfeccion, porque con su movimiento natural tienden hacia el lugar que les conviene, y en que es mejor para ellos estar. Por esta razon, en el ultimo estado de consumacion, cada elemento y cada una de sus partes estaran en el lugar que les sea propio. No puede decirse lo mismo del movimiento de los cuerpos celestes, supuesto que un cuerpo celeste no se fija en lugar alguno, pues del mismo modo que se mueve naturalmente hacia un punto cualquiera, del mismo modo también se aparta de él. Por consiguiente, los cuerpos celestes no sufren disminucion alguna por la pérdida del movimiento, porque el movimiento no existe en ellos para su perfeccionamiento. Es ridiculo decir que asi como un cuerpo ligero se eleva naturalmente a lo alto, asi también un cuerpo celeste se mueve circularmente por su naturaleza como por un principio activo. Es evidente, en efecto, que la naturaleza tiende siempre a la unidad, y de aqui se sigue que lo que por su naturaleza repugna a la unidad, no puede ser el fin ultimo de la naturaleza: es asi que el movimiento repugna a la unidad en cuanto que lo que es movido, mientras se mueve, cambia sin cesar: es asi que la naturaleza no produce el movimiento por si misma, sino en consideracion al fin del movimiento, a la manera que la naturaleza de una cosa ligera tiende a elevarse; luego no teniendo el movimiento circular de un cuerpo celeste tendencia hacia un punto determinado, no puede decirse que la naturaleza es el principio activo del movimiento circular de un cuerpo, como es el principio del movimiento de los cuerpos pesados y ligeros. Esta es la razon por qué no hay impedimento alguno en que los cuerpos celestes queden en reposo conservando su misma naturaleza, aun cuando sea imposible que el fuego quede en reposo fuera de su lugar propio mientras permanezca su misma naturaleza. El movimiento de un cuerpo celeste es denominado, sin embargo, natural, no por razon del principio activo del movimiento, sino por razon de la facultad y aptitud que tiene para moverse de cierta manera. Deducese, por consiguiente, que el movimiento de un cuerpo celeste procede de alguna inteligencia. Pero como una inteligencia no comunica el movimiento sino en consideracion a un fin, necesario es considerar cual es el fin de los cuerpos celestes. No puede decirse que el mismo movimiento sea el fin, porque siendo el movimiento via para la perfeccion, no tiene el caracter de fin, sino el caracter de lo que esta dispuesto para el fin. Tampoco puede decirse que la renovacion de las posiciones es el fin del movimiento de un cuerpo celeste, de tal modo, que el fin del movimiento del cuerpo sea llegar en acto a todos los puntos hacia los cuales tenia una tendencia en potencia, porque esto seria el infinito: es asi que el infinito repugna a la nocion del fin; luego debemos considerar el fin del movimiento del cielo. En efecto: es evidente que un cuerpo cualquiera, puesto en movimiento por una inteligencia, es instrumento suyo. El fin del movimiento de un instrumento es la forma concebida por el agente principal la cual se actua por el movimiento del instrumento. La forma de la inteligencia divina que recibe su complemento en el movimiento del cielo, es la perfeccion de las cosas por via de generacion y corrupcion. El ultimo fin de la generacion y de la corrupcion es una forma nobilisima, es el alma humana, cuyo ultimo fin es la vida eterna, como ya se ha probado. El ultimo fin del movimiento del cielo es, pues, la multiplicacion de los hombres para la vida eterna. Esta multitud no puede ser infinita, porque la intencion de toda inteligencia recae sobre un objeto finito. Por consiguiente, luego que se haya completado el numero de hombres que deben ser creados para la vida eterna, y luego que estén en ella constituidos, cesara el movimiento del cielo, como cesa el movimiento de todo instrumento cuando esta concluida la obra. Cesando el movimiento del cielo, cesara, por consiguiente, el movimiento en los cuernos inferiores, a excepcion del movimiento producido por el alma en el hombre; y en virtud de todo esto el universo corporal tendra otra disposicion y otra forma, segun este pasaje de la primera carta a los corintios,

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CAPITULO VII: La figura de este mundo pasa.



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CAPITULO CLXXII

De los premios y castigos del hombre, segun sus obras.

Debemos considerar que si hay una via determinada para llegar a un fin, no pueden llegar a este fin los que llevan un camino contrario o los que se apartan del camino recto. El enfermo no puede sanar si usa cosas prohibidas por el médico, o que son contrarias a su salud, a menos que no sea de una manera accidental. Para llegar a la felicidad hay un camino determinado, a saber, la virtud. No hay cosa alguna que llegue a su fin, si no ejerce bien las operaciones propias. La planta no produciria fruto si no se conservara en ella el modo natural de operacion; el corredor no alcanzaria el premio de su carrera, ni el soldado la palma de la victoria, si ambos no desempenaran cumplidamente sus deberes. El hombre ejerce rectamente las operaciones que le son propias cuando obra conforme a la virtud, porque la virtud de cada cosa es lo que hace bueno al que la posee, asi como a sus operaciones, segun se dice en el cap. 2 de la tica. Siendo la vida eterna de que hemos hablado el fin ultimo del hombre, no todos llegaran a ella, sino solo los que obren con arreglo a la virtud. Ademas, antes, hemos demostrado que en la divina Providencia estan contenidas no solo las cosas naturales, sino también las cosas humanas, tanto de un modo general como de un modo particular. Al que tiene a su cargo el cuidado de cada hombre, corresponde otorgar recompensas a la virtud y castigos al crimen, porque el castigo es el remedio de las faltas con las que tiene cierta correlacion. La recompensa de la virtud es la felicidad que la bondad divina concede al hombre; por consiguiente, propio es solamente de Dios privar de la felicidad a los que obran contra la virtud, y condenarlos al castigo, que es el mayor infortunio.



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CAPITULO CLXXIII

Después de esta vida hay para el hombre premios y castigos.

Los efectos de los contrarios son contrarios entre si. A las obras de la virtud se oponen la obras de la malicia, y por consiguiente la desdicha a que se llega por las obras de la malicia, es contraria a la felicidad que merecen las obras virtuosas, pues los contrarios son de un solo género. Como la dicha suprema que se alcanza por las obras virtuosas es un bien de la vida futura, y no de la vida presente, necesario es que la desdicha suma, a donde conduce la malicia, sea un mal de la vida futura. Ademas de esto, todos los bienes o males de esta vida estan ordenados a un fin. Los bienes exteriores, y aun los bienes corporales, sirven organicamente para adquirir la virtud, que es el camino recto para que lleguen a la felicidad los que usan bien de las cosas, asi como para aquellos que usan mal de ellas son instrumento de la malicia, por cuyo medio llegan a la desgracia. Los males que les son opuestos, como las enfermedades, la pobreza y otras cosas semejantes, son para unos, medios de adquirir la virtud, y para otros, incrementos de malicia, segun el diferente uso que de ellos hacen. Lo que tiende a otro fin, no es el fin ultimo, porque no es ni el ultimo premio ni la ultima pena; luego la dicha suprema no existe en los bienes de esta vida, ni en los males la infelicidad suprema.



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CAPITULO CLXXIV

En qué consiste el castigo del hombre con respecto a la pena de dano.

Como la desdicha a que la malicia conduce es contraria a la felicidad a que conduce la virtud, necesario es que aquellas cosas que pertenecen a la desdicha, estén en oposicion a las que pertenecen a la felicidad. Hemos dicho antes que la felicidad suprema del hombre, en cuanto a la inteligencia, consiste en la vision plena de Dios, y en cuanto al afecto, en que la voluntad del hombre esta confirmada de una manera inmutable en la bondad primera. Por consiguiente, la extrema desdicha del hombre consistira en que la inteligencia estara totalmente privada de la luz divina, y el afecto obstinadamente alejado de la bondad de Dios. Esta es la principal pena de los condenados, llamada pena de dano. Debemos considerar, sin embargo, una cosa que se deduce de lo que hemos dicho y es, que el mal no puede excluir totalmente al bien, puesto que todo mal tiene su Principio en algun bien. Es necesario, por consiguiente, que la desdicha, aunque opuesta a la felicidad, que estara inmune de todo mal, esté fundada en un bien de la naturaleza. El bien de una naturaleza intelectual consiste en que la inteligencia vea la verdad, y la voluntad tenga tendencias al bien. Como toda verdad y todo bien se derivan del primero y sumo bien, que es Dios, resulta de ahi ser necesario que la inteligencia del hombre, colocada en la extrema desdicha, tenga cierto conocimiento de Dios y cierto amor de Dios, en cuanto que es principio de las perfecciones naturales, que es el amor natural, no en cuanto a lo que l es en si mismo, ni tampoco en cuanto que es principio de las virtudes o de las gracias y bienes de todo género, por los cuales perfecciona una naturaleza intelectual, lo cual es la perfeccion de la virtud y de la gloria. Los hombres constituidos en este estado de desdicha, no estan privados del libre albedrio, aun cuando tengan la voluntad firme en el mal de una manera inmutable, del mismo modo que sucede en los bienaventurados, aunque su voluntad esté afirmada en el bien. En efecto: el libre albedrio se extiende propiamente a la eleccion; y la eleccion se ejerce sobre cosas que pertenecen al fin. Es asi que cada uno desea naturalmente el fin ultimo; luego todos los hombres, por lo mismo que son inteligentes, desean naturalmente la felicidad como el fin ultimo, y la desean de una manera tan inmutable, que nadie puede querer ser desgraciado, sin que esto repugne al libre albedrio, que no se extienda mas que a las cosas que pertenecen al fin. En cuanto a que un hombre cifre su felicidad suprema en tal cosa particular, y otro en otra diferente, esto no conviene ni a éste ni a aquél como hombre, supuesto que los hombres difieren en sus juicios y en sus apetitos, sino que esto conviene a cada uno, en razon de sus disposiciones personales.

Digo disposiciones personales, relativamente a alguna pasion o habito, y esta es la razon por qué si fuera transformado, le pareceria otra cosa la mejor, como se observa perfectamente en aquellos que por pasion desean una cosa como, la mas excelente; pero cuando la pasion desaparece, como la colera o la concupiscencia, ya no les parece bueno, como les parecia antes. Los habitos son mas permanentes, y por eso se persevera mas firmemente en las cosas que se buscan por habito. Sin embargo, siempre que pueda mudarse el habito cambian igualmente el apetito y el juicio del hombre sobre el fin ultimo; pero esto no conviene a los hombres en esta vida, en la cual estan constituidos en un estado de mudanza. El alma después de esta vida es intransformable, en cuanto a la alteracion, porque semejante transformacion no la conviene mas que por accidente y relativamente a cierta transformacion corporal. Después que el alma haya vuelto a tomar su cuerpo, no se seguira un cambio de cuerpo, sino lo contrario. El alma esta actualmente unida a un cuerpo engendrado, y, por consiguiente, sigue las transformaciones del cuerpo; entonces, por el contrario, el cuerpo estara unido a una alma preexistente, y, por consiguiente, seguira totalmente sus condiciones. Sea cual fuere el fin ultimo que el alma haya elegido, y en el que se encuentre en el estado de muerte, en ese estado permanecera eternamente apeteciéndole como el mejor, sea bueno o sea malo, segun estas palabras del Eclesiastés, XI: "Si cayere el arbol al Norte o al Mediodia, en cualquier lado que caiga, alli quedara". Por consiguiente, después de esta vida los que sean considerados buenos en el articulo de la muerte, tendran eternamente su voluntad afirmada en el amor al bien; y, por el contrario, los que sean considerados malos, obstinados eternamente quedaran en el mal.



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CAPITULO CLXXV

Después de esta vida no son remitidos los pecados mortales, sino solo los veniales.

Los pecados mortales son tales pecados mortales por el alejamiento del fin ultimo, alejamiento en que el hombre queda inmovilizado después de la muerte, segun se ha dicho; pero los pecados veniales no miran al fin ultimo, sino a la via que conduce a este fin. Si la voluntad de los malos esta completamente fija en el mal, siempre apeteceran como excelente lo mismo que antes apetecieron, sin que se duelan de haber pecado, porque nadie siente haber seguido en pos de aquello que consideraba excelente. Debemos saber, sin embargo, que los condenados a las penas eternas no podran tener después de la muerte aquello que descaran como bien sumo. En efecto: los lujuriosos no tendran ya facultad para entregarse al libertinaje; los iracundos y los envidiosos tampoco podran insultar ni danar, y lo mismo podremos decir de todos los vicios. Los condenados conoceran, sin embargo, que los que han tenido una vida virtuosa gozan de aquello que habian deseado como sumo bien. De este modo los malos se duelen de haber pecado, no porque el pecado les desagrade, porque aun entonces quieren mas bien pecar, si pudieran, que poseer a Dios, sino porque no pueden poseer lo que habian elegido, y podrian tener lo que habian desechado. Su voluntad, pues, estara firmemente obstinada en el mal, y, sin embargo, sentiran vivamente haber pecado y haber perdido la gloria. Este sentimiento es llamado remordimiento de la conciencia, porque este sentimiento es llamado por metafora en las Sagradas Escrituras un gusano roedor, como en este pasaje de Isaias,

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CAPITULO ultimo: "El gusano de su conciencia no muere".



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CAPITULO CLXXVI

Los cuerpos de los condenados estaran sujetos al dolor, y sin embargo permaneceran intimos.

Asi como en los Santos la bienaventuranza del alma se comunica en cierto modo a los cuerpos, segun se dijo antes, asi también los sufrimientos del alma seran extensivos a los cuerpos de los condenados, teniendo, sin embargo, presente que, asi como las penas no excluyen del alma el bien de la naturaleza, tampoco le excluyen del cuerpo. Los cuerpos de los condenados permaneceran, pues, en la integridad de su naturaleza, pero no poseeran las cualidades pertenecientes a la gloria de los bienaventurados; no seran ni sutiles ni impasibles; estaran, por el, contrario, adheridos de una manera mas estrecha a su materialidad y pasibilidad: no tendran agilidad, porque apenas seran susceptibles de ser movidos por el alma; no tendran claridad sino oscuridad, a fin de que la oscuridad del alma se refleje en los cuerpos, segun estas palabras de Isaias: "Semblantes quemados los rostros de ellos".



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CAPITULO CLXXVII

Los cuerpos de los condenados, aunque pasibles, seran, sin embargo, incorruptibles.

Debemos saber que aunque los cuerpos de los condenados hayan de ser pasibles, no estaran sujetos a la corrupcion aun cuando esto parezca contrario a lo que actualmente experimentamos, porque cuanto mas intensa es la pasion, tanto mas menoscabo irroga a la substancia. Entonces habra dos razones por las cuales la pasibilidad eternizada no corrompera los cuerpos a ella sujetos. Primera, porque cesando el movimiento del cielo, como ya se ha dicho, necesariamente ha de cesar todo cambio en la naturaleza, y por consiguiente nada podra sufrir alteracion por parte de la naturaleza, sino alteracion por parte del alma. Entiendo por alteracion de la naturaleza, una modificacion como la que sufre un objeto que de calido se hace frio, o que experimenta una variacion cualquiera en sus cualidades. Por alteracion del alma entiendo lo que se produce cuando un ser adquiere una cualidad, no segun el orden natural de la cualidad, sino segun su ser natural, a la manera que la pupila no recibe la forma del color para colorarse ella misma, sino para que sienta el color. Los cuerpos de los, condenados sufriran los ataques del fuego o de cualquiera otro agente corporal, no para tomar por la alteracion la especie o la cualidad del fuego, sino para que sientan la fuerza de la accion y cualidad del fuego, consistiendo la pena en que estas propiedades son contrarias a la armonia que constituye el placer de los sentidos. Esta accion no producira la corrupcion, porque la recepcion espiritual de las formas no muda la naturaleza de los cuerpos, a no ser que esto ocurra accidentalmente. La segunda razon es respectiva al alma, a cuya perpetuidad estara asociado el cuerpo por el poder divino, y por eso el alma del condenado, en cuanto que es forma y naturaleza de tal cuerpo, le comunicara la perpetuidad, sin comunicarle la impasibilidad por causa de su imperfeccion. Por consiguiente, los cuerpos de los condenados sufriran siempre, sin que jamas se destruyan.



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CAPITULO CLXXVIII

La pena de los condenados existe en los malos antes de la resurreccion.

Es evidente, segun lo que acabamos de decir, que la dicha y la desdicha consisten principalmente en el alma, y secundariamente en el cuerpo, por una especie de derivacion. La dicha o la desdicha del alma no dependen, por consiguiente, de la dicha o de la desdicha del cuerpo, sino al contrario. Asi como después de la muerte las almas son consagradas antes de la resurreccion, unas a la felicidad y otras a la desgracia, asi también ciertas almas, antes de la resurreccion, gozan de la felicidad referida, segun estas palabras del Apostol en la segunda epistola a los Corintios, cap. V: "Sabemos que si esta casa de tierra en que habitamos llega a disolverse, Dios nos dara otra casa en el cielo; una casa que no sera construida por mano de hombre, y que durara eternamente"; y mas abajo: "Mas tenemos confianza, y queremos mas ausentarnos del cuerpo y estar presentes al Senor"; y otros seran entregados a los tormentos, segun estas palabras de San Lucas, cap. XVI: "Murio el rico, y fué sepultado en los infiernos".



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CAPITULO CLXXIX

El castigo de los condenados consiste en los males, tanto espirituales como corporales.

Es necesario observar que la felicidad de las almas justas consistira en solo los bienes espirituales, y que, por el contrario, la pena de las almas réprobas antes de la resurreccion no consistira solamente en los males espirituales, como algunos creyeron, sino que también sufriran penas corporales. La razon de esta diferencia es que las almas de los Santos, mientras que en este mundo estuvieron unidas a los cuerpos, se mantuvieron en el orden, no sometiéndose a las cosas corporales, sino a Dios solo, en cuya posesion cifraron toda su dicha, y no en algunos bienes corporales. Por el contrario, como las almas de los réprobos no observaron el orden de la naturaleza, se hicieron por afeccion esclavas de las cosas corporales, y despreciaron las cosas espirituales y divinas. Por lo mismo, es consiguiente que sean penadas, no solo con la privacion de los bienes espirituales, sino con aquello mismo que las hizo esclavas de las cosas corporales. Esta es la razon por qué si se encuentran en las Sagradas Escrituras algunos pasajes que prometen a las almas de los Santos una remuneracion de bienes corporales, deben estos pasajes entenderse en el sentido mistico, por la razon de que en la Escritura las cosas espirituales suelen estar designadas bajo imagenes corporales. En cuanto a los pasajes que amenazan con penas corporales a las almas de los condenados, como aquellos que declaran que seran atormentados por el fuego del infierno, estos pasajes deben entenderse a la letra.



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CAPITULO CLXXX

¿Puede sufrir el alma la accion de u fuego material?

Para evitar que a alguno la parezca un absurdo que el alma separada del cuerpo esté atormentada por un fuego material, debemos considerar que no es contrario a la naturaleza de una substancia estar aligada a un cuerpo. Asi sucede esto por obra de la naturaleza, como aparece en la union del alma y del cuerpo, y por obra de las artes magicas, por cuyo medio un espiritu cualquiera esta aligado a imagenes, a anillos, o a otras cosas semejantes. El poder divino puede hacer que substancias espirituales, aunque elevadas por su naturaleza sobre 1as cosas corporales, se aliguen a algunos cuerpos, como, por ejemplo, al fuego del infierno, no por union, sino por cierta especie de comprehension, siendo una pena para una substancia espiritual verse asi sometida a una criatura infima. Prueba de que esta consideracion es dolorosa para una substancia espiritual, es decir, como se dice, que el alma, por lo mismo que ve que se quema, se quema, y ademas, que este fuego es un fuego espiritual, porque lo que causa inmediatamente el dolor es percibir la comprension del fuego. En cuanto a la cualidad de material atribuida al fuego, se prueba con el testimonio de San Gregorio, cuando dice que el alma sufrira la pena del fuego, no solo viéndole, sino sufriendo su accion. Como el fuego no tiene por su naturaleza, sino por el poder divino, fuerza para encadenar una substancia espiritual, dicen algunos, con bastante razon, que este fuego obra sobre el alma como un instrumento de la Justicia divina que castiga, no porque obre sobre una substancia espiritual a la manera que obra en los cuerpos calentandolos, disecandolos, disolviéndolos, sino aligandolos o comprimiéndolos, como hemos dicho. Como la causa proxima del tormento para una substancia espiritual es la consideracion del fuego, cuya aligacion es un castigo, facil es comprender que la pena no cesa, aun cuando sucediera que la substancia espiritual se libertara por privilegio de la aligacion del fuego, a la manera que el hombre condenado en prision perpetua no dejara de sufrir, aun cuando se le abrieran las puertas de su prision.



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CAPITULO CLXXXI

Para completar la penitencia no cumplida en esta vida por los pecados mortales, hay después de esta vida penas purgatorias, o de purificacion, que no son eternas.

Aun cuando ciertas almas gozan de la felicidad eterna desde el momento en que se ven libres de los vinculos del cuerpo, hay otras que no son inmediatamente puestas en posesion de esta felicidad. En efecto: hay algunos que después de haber llorado sus pecados, no han acabado de hacer penitencia de ellos en esta vida. Como el orden de la Justicia divina exige que toda falta sea castigada, necesario es decir que las almas sufren después de esta vida el castigo que en ella no sufrieron, sin que por esto se entienda que seran condenadas a la pena suprema de los réprobos, supuesto que por medio de la penitencia recobraron el estado de gracia, estado que las une a Dios como a fin ultimo, y que las hizo acreedoras a la vida eterna. De lo dicho debemos deducir que después de esta vida hay penas purgatorias destinadas para purificar y completar la penitencia no consumada.



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CAPITULO CLXXXII

Hay penas del mismo género, aun para las faltas veniales.

Sucede también que algunos fallecen sin pecado mortal, pero con pecados veniales que no alejan del ultimo fin, aun cuando haya habido faltas en adherirse de una manera poco conveniente a las cosas que se refieren a este fin. ¡Estos pecados son borrados en ciertas almas por el fervor de la caridad; pero es necesario que en otras sean purificados por ciertas penas, porque no obtendra la vida eterna sino el que estuviese exento de todo pecado o imperfeccion. Necesario es, por consiguiente, admitir después de esta vida las penas del purgatorio. Estas penas tienen la virtud de purificar en razon de las disposiciones de los que las sufren en aquellos en quienes se encuentra la caridad, por medio de la cual conforman su voluntad a Dios, y por eso sucede que, en virtud de esta caridad, las penas que sufren sirven para purificarlos de sus faltas, en tanto que con respecto a los que no tienen la caridad, como los condenados, estas penas no tienen la virtud de purificar, y por eso la mancha del pecado es permanente, y permanente también la pena.



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CAPITULO CLXXXIII

¿Es contrario a la justicia divina imponer una pena eterna por una culpa temporal?

No es contrario a la Justicia divina que el pecador sufra una pena eterna, porque ni aun las mismas leyes humanas exigen que la pena sea medida de la falta en el tiempo. En efecto: los pecados de adulterio y de homicidio, para cuya comision basta poco tiempo, son penados por la ley humana, o por el destierro, o por la muerte, que excluyen para siempre de la sociedad al hombre. El destierro no tiene una duracion perpetua, mas que por accidente, porque la vida del hombre no es perpetua, y la intencion del juez parece ser imponer una pena perpetua. Por consiguiente, no es una injusticia el que Dios castigue con una pena eterna el pecado de un momento. Debemos considerar también que la pena eterna se impone al pecador que no se arrepiente de su pecado, perseverando en él hasta la muerte; y como esta en la disposicion de pecar eternamente, con razon Dios le castiga eternamente. Ademas, todo pecado contra Dios tiene cierta infinidad respecto a Dios. Es evidente que cuanto mas elevada es la persona ofendida, tanto mas grave es la falta, como el que da una bofetada a un militar causa una ofensa mas grave que si la diera a un paisano, y aun seria mucho mas grave la ofensa si fuera inferida a un principe o a un rey. Siendo Dios infinitamente grande, el pecado cometido contra l es en cierto modo infinito, y por eso digno en cierto modo de una pena infinita. Como la pena no puede ser intensivamente infinita, porque nada creado puede ser infinito de esta manera, se deduce que el pecado mortal debe ser castigado con una pena infinita en duracion. Ademas, la pena temporal se impone al que puede corregirse, para que se enmiende y purifique; luego si el pecador no puede corregirse, y si la voluntad esta obstinadamente adherida al pecado, como se ha dicho antes, hablando de los condenados, claro es que su pena no debe tener fin.



CAPITULO CLXXXIV

Lo dicho anteriormente conviene a las demas substancias espirituales, asi como a las almas.

Como el hombre en la naturaleza intelectual esta en relacion con los angeles, en los cuales, del mismo modo que en los hombres, puede existir el pecado, todo lo que se ha dicho sobre la pena y gloria de las almas debe entenderse de la gloria y pena de los angeles buenos y malos. La unica diferencia que hay entre los hombres y los angeles, consiste en que las almas humanas adquieren la confirmacion de la voluntad en el bien o la obstinacion en el mal, cuando son separadas del cuerpo, segun se dijo antes, al paso que los angeles llegaron a este resultado desde el momento en que por un acto deliberado de su voluntad se propusieron por fin o a Dios o a un objeto creado, haciéndose desde entonces o felices o desgraciados. En las almas humanas puede haber mutacion, no solo por la libertad de la voluntad, sino también por la mutabilidad del cuerpo; pero en los angeles es solo por el libre albedrio. Esta es la razon por qué los angeles adquieren la inmutabilidad por el hecho de su primera eleccion, y las almas por su separacion del cuerpo. Para expresar las recompensas de los buenos, se lee en el Simbolo: "La vida eterna". Esta eternidad no ha de entenderse solamente de la duracion, sino mas bien del goce de la eternidad. Como sobre este punto hay otras muchas cosas que son de fe respecto a las penas de los condenados y al estado final del mundo, para comprenderlo todo en pocas palabras se dice en el Simbolo de los Padres: "La vida del siglo futuro". Por consiguiente, el siglo futuro comprende todo lo concerniente a este articulo.



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CAPITULO CLXXXV

Segundo tratado de la fe sobre la humildad de Cristo.

Como la fe cristiana, segun dijimos al principio, versa principalmente sobre dos puntos, a saber: la divinidad de la Trinidad y la humanidad de Cristo, después de habernos ocupado de lo relativo a la divinidad y sus efectos, nos resta ocuparnos de lo relativo a la humanidad de Cristo; pero como, segun estas palabras de la Epistola primera de San Pablo a Timoteo, cap. I: "Jesucristo vino a este mundo para salvar a los pecadores", necesario es demostrar antes como el género humano cayo en el pecado, para que de este modo pueda conocerse con mas claridad el modo con que los hombres fueron librados de pecado por la humanidad de Cristo.



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CAPITULO CLXXXVI

De los preceptos dados al primer hombre y de su perfeccion en el estado primitivo.

El hombre, segun se dijo ya, fué constituido por Dios en su condicion natural, de tal suerte que el cuerpo estuviese sometido totalmente al alma; y con respecto a las partes del alma estuviesen sometidas a la razon sin repugnancia alguna, y la misma razon del hombre a Dios. Por lo mismo que el cuerpo estaba sometido al alma, sucedia que no podia producirse en el cuerpo pasion alguna que repugnase al dominio del alma sobre el cuerpo, y por esta razon ni la muerte ni las enfermedades tenian accion sobre el hombre. Mediante la sumision de las fuerzas inferiores a la razon, reinaba en el hombre una tranquilidad completa de espiritu, porque la razon humana en nada era perturbada por las pasiones desordenadas. Por lo mismo que la voluntad del hombre estaba sometida a Dios, el hombre lo referia todo a Dios como a fin ultimo, en que consistian la justicia y la inocencia. La ultima de estas tres cosas era la causa de las de mas; porque si el cuerpo no estaba sujeto a la disolucion o a cualquiera otra pasion contraria a la vida, no era en virtud de su naturaleza, habida consideracion a las partes que le componen, porque esta formado de elementos contrarios. Tampoco era por un efecto de la naturaleza del alma el que las fuerzas sensibles se sometieran sin repugnancia a la razon, porque las fuerzas sensibles son naturalmente inclinadas a las cosas que deleitan los sentidos, y que frecuentemente repugnan a la razon. Todo esto procedia de una virtud superior; a saber: de Dios, que asi como unio al cuerpo un alma racional superior al cuerpo y a todas las fuerzas corporales, tales como las fuerzas sensibles, dio también al alma el poder necesario para contener al cuerpo sobre su condicion, y fuerzas sensibles proporcionadas a un alma racional. Para que la razon pudiera dominar de una manera firme las cosas inferiores, fué necesario que la misma razon estuviera firmemente sometida a Dios, del cual habia recibido el poder superior a su naturaleza. El hombre fué, por consiguiente, constituido de modo que, si la razon no se sustraia del imperio de Dios, su cuerpo no podria sustraerse de la accion del alma, ni las fuerzas sensibles separarse de la recta razon. Esto hacia que hubiera en el hombre cierta vida inmortal e impasible, porque no podia sufrir ni morir no habiendo pecado. Podia, empero, pecar, porque su voluntad no estaba aun confirmada por la consecucion del ultimo fin, y bajo este concepto pedia sufrir y morir. La impasibilidad y la inmortalidad que poseia el primer hombre se diferencian en esto de las de que gozaran los Santos después de la resurreccion, los cuales no podran ni sufrir ni morir, porque su voluntad estara completamente confirmada en Dios, como dijimos antes. Hay, ademas, otra diferencia, y consiste en que, después de la resurreccion, los hombres no usaran de los alimentos ni de los organos sensuales, al paso que el primer hombre estaba constituido de tal modo que tenia necesidad de usar de los alimentos, para sostener su vida, y el deber de entregarse a la generacion para la multiplicacion del genero humano. Por esta razon se le impusieron dos preceptos en su condicion primitiva. Primero: "Comed de todos los frutos del Paraiso". Segundo: "Creced, multiplicaos y llenad la tierra".




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