COMPENDIO DE TEOLOGIA 480

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CAPITULO CCXXIV

De la santificacion (12).

Consta de lo dicho que la Santisima Virgen fué Madre del Hijo de Dios, por haber concebido del Espiritu Santo. Era, pues, conveniente que brillara en Ella una pureza sin par a fin de no desdecir de tan sublime Hijo. Debemos por lo tanto creer que fué inmune de todo pecado actual, no solo grave, sino también leve, lo cual no fué propio sino de Cristo, conforme a lo que se lee en la carta de S. Juan cap. I: "Si dijéramos que no tenemos pecado, nosotros mismos nos enganamos y no hay verdad en nosotros".

Pero de la bienaventurada Virgen Madre de Dios se puede entender lo que se dice en el Cantar de los Cantares IV: "Toda tu eres hermosa, amiga mia, y no hay mancha alguna en ti".

Y no solamente jamas fué empanada su pureza por el pecado actual, pero aun por especial privilegio le fué borrado el pecado original. Asi debio ser, pues, fué engendrada por la union de ambos sexos, y consiguientemente concebida con pecado original. Porque a ella sola le fué otorgado el privilegio de concebir, sin detrimento de su virginidad, al Hijo de Dios. Ahora bien, el comercio sexual, que no puede ser sin libido después del pecado de nuestro primer padre, trasmite a los hijos el pecado original. Y ademas, si hubiera sido concebida sin pecado original, no habria necesitado ser redimida por Cristo, y por consiguiente Cristo no seria redentor de todos los hombres, lo cual derogaria su excelsa dignidad.

Hay que sostener, pues, que fué concebida con pecado original, pero purificada de él de especial manera.

Algunos se ven libres del pecado original, después de nacidos, por medio del Bautismo.

De otros se lee que, por singular privilegio, fueron santificados antes de nacer. Asi el Profeta Jeremias. Jer. 1, 5: "Antes que yo te formara en el seno materno te conoci; y antes que nacieras te santifiqué". Y de S. Juan Bautista dijo el Angel: "Sera lleno de Espiritu Santo aun en el seno de su madre".

Y no se puede pensar le haya sido negado a la Madre de Cristo lo que fué concedido a su Precursor y al Profeta. Luego es de creer que haya sido santificada antes de su nacimiento.

Esta santificacion no precedio a la infusion del alma. Pues de tal modo nunca habria estado sujeta al pecado original ni necesitado de la redencion.

Por otra parte, no puede ser sujeto de pecado sino la criatura racional. Del mismo modo, la gracia santificante radica principalmente en el alma y no puede llegar al cuerpo si no es por medio del alma; de donde se sigue que después de la infusion del alma fué santificada.

Pero su santificacion fué mucho mas perfecta que la concedida a los otros también purificados del pecado antes de nacer. Porque a éstos les fué borrado el pecado original, pero no les fué concedida la prerrogativa de no poder pecar, cuando menos venialmente. En cambio a la Santisima Virgen le fué comunicada tanta abundancia de gracia que jamas pudo cometer ni siquiera falta leve.

Y, como el pecado venial muchas veces se comete sin plena deliberacion, por causa de algun movimiento repentino de la concupiscencia, o de cualquier otro apetito, que precede a la razon, por el cual motivo se llama a estos movimientos pecado; es manifiesto que la Santisima Virgen jamas peco venialmente porque nunca experimento tales desordenados impulsos de la pasion.

Estos movimientos desordenados se deben a que el apetito sensitivo, sujeto de estas pasiones, no esta subordinado a la razon de tal modo que nunca obre mas de lo que ésta le dicta, o aun a veces contra su dictamen. Pero en la Santisima Virgen, de tal suerte estuvo el apetito sujeto a la razon, que nunca obraba contra sus normas, sino conforme a ellas. Esto no obstante, podia experimentar algunos movimientos espontaneos no imperados por la razon.

En Cristo fué mucho mas perfecto este imperio de la razon; pues de tal manera estaba el apetito inferior sujeto a ella, que tan solo ejecutaba lo que la misma le ordenaba o le permitia.

Esto parece haber sido propio de la integridad de Adan, es decir, que las fuerzas inferiores estaban totalmente sujetas a las superiores. Adan, pecando. Perdio esta subordinacion, no solamente para si, sino también para todos los que contraen el pecado original; de tal modo que, aun después de haber sido regenerados por el Bautismo, queda en ellos la rebelion e inobediencia de la concupiscencia contra la razon, lo que llamamos causa del pecado (fomes peccati), y que no existio en Cristo, segun lo dicho.

En la Santisima Virgen las fuerzas inferiores no estaban sujetas a la razon de tal modo que no se diera ningun movimiento no ordenado por la misma. Pero estaban de tal modo cohibidas por la gracia que nunca obraban contra el dictamen racional. Por este motivo suele decirse que en la Santisima Virgen, después de su santificacion, quedo si la concupiscencia, pero ligada.



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CAPITULO CCXXV

De la perpetua virginidad de la Madre de Cristo.

Si Maria fué tan fortalecida contra todo movimiento del pecado, la gracia obro en Ella con mucha mas intensidad, puesto que en Ella estaba completamente destruido el fomes del pecado ,cuando el Espiritu Santo vino a Ella, segun la palabra del Angel, para formar de Ella el cuerpo de Cristo. Por consiguiente, luego que fué hecha santuario del Espiritu Santo y morada del Hijo de Dios, seria un crimen creer, no solo que hubiera en Ella movimiento alguno del pecado, sino que ni aun experimentara la delectacion de la concupiscencia carnal. Es uno de los mas abominables errores, el en que incurrio Elvidio, quien al mismo tiempo que confesaba que Cristo fué concebido y nacio de una virgen, afirmaba, sin embargo, que la Virgen Maria tuvo después otros hijos en José. No pueden servir para apoyo de este error estas palabras del

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CAPITULO 1 de San Mateo: Y no la conocio (a Maria) hasta que pario a su Hijo primogénito, como si efectivamente hubiera tenido hijos después del nacimiento de Cristo, porque la palabra hasta que en este pasaje, no significa un tiempo limitado, sino indeterminado. En las Sagradas Escrituras es costumbre decir que una cosa ha sido hecha o no hecha hasta el momento en que pueda dudarse que se hace o no se hace. En efecto: en el salmo CIX se lee: Sentaos a mi derecha hasta que yo ponga a mis enemigos por escabel de tus pies, porque podia dudarse si Cristo se sentaria a la derecha del Padre, en tanto que no estuviesen sometidos a l sus enemigos; pero luego que asi se vio, ya no podia haber duda.

Podia dudarse también si antes del nacimiento del Hijo de Dios, José habia tenido relaciones conyugales con Maria, y esta es la razon por qué el Evangelista tuvo cuidado de alejar esta duda, estableciendo como indubitable que no las tuvo, que no fué conocida después del parto. Tampoco puede aducirse como prueba del error de Elvidio que Cristo es llamado primogénito de Maria, porque en la Escritura se llama primogénito a aquel cuyo nacimiento no ha sido precedido de ningun otro, aun cuando no hubiera otros hijos posteriores, como se ve claramente en los primogénitos que, segun la ley, eran consagrados al Senor y ofrecidos a los sacerdotes. Tampoco es favorable a este error el que en la Sagrada Escritura se llame a algunos personajes hermanos de Cristo, como si su Madre hubiera tenido otros hijos. En efecto: la Escritura acostumbra a llamar hermanos a todos los parientes, como Abraham llamo a Lot hermano suyo, aun cuando era su sobrino. En virtud de este uso, los sobrinos de Maria y sus demas parientes son llamados hermanos de Cristo, y lo mismo los parientes de José, que era considerado como padre de Cristo. Por esto se dice en el Simbolo "que nacio de la Virgen Maria", y es llamada Virgen en el sentido absoluto de la palabra, porque permanecio Virgen antes del parto, en el parto y después del parto. Antes hemos demostrado suficientemente que su virginidad no sufrio menoscabo antes ni después del parto. En el acto del parto tampoco sufrio menoscabo su virginidad. En efecto: el cuerpo de Cristo que penetro en el lugar en que estaban sus discipulos sin abrir las puertas cerradas, pudo muy bien, en virtud de la misma potestad, salir del seno cerrado de su Madre. Convenia, por consiguiente, que, naciendo para restablecer en su integridad todo lo que habia sido corrompido, no destruyera con su nacimiento una integridad existente.



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CAPITULO CCCXXVI

De los defectos tomados por Cristo.

Asi como fué conveniente que el Hijo de Dios tomando la naturaleza humana para la salvacion del género humano, mostrase en esta naturaleza el fin de la salud humana por la perfeccion de la gracia y la sabiduria, asi también convino que en la naturaleza humana tomada por el Verbo de Dios, existiera con ciertas condiciones que fueran, conformes al modo mas propio para el rescate del género humano. El modo mas propio y conveniente era que el hombre que habia perecido por la injusticia, fuese restaurado por la justicia. El orden de la justicia exige que el que se hizo deudor de pena por el pecado que cometio, se libertara de la pena sufriéndola. Y corno parece que nosotros hacemos o sufrimos en nosotros mismos lo que hacemos o sufrimos por nuestros amigos, en razon a que el amor es una fuerza mutua que hace en cierto modo de dos personas que se aman una sola persona, no es contrario al orden de la justicia que un culpable sea libertado del castigo que merece, por la satisfaccion de un amigo. Por el pecado del primer padre, la perdicion se hizo extensiva a todo el género humano, y la expiacion de un hombre cualquiera no era suficiente para libertar al género humano todo entero. En efecto: no era una satisfaccion suficientemente digna y equivalente la que hubiera ofrecido un solo hombre puro para la libertad de todo el género humano. Tampoco era suficiente, en rigor de justicia, que un angel, por amor al género humano, ofreciese satisfaccion, porque un angel no tiene una dignidad infinita para que su satisfaccion pudiera ser suficiente para pecados y seres infinitos. Dios solo tiene una dignidad infinita y podia ofrecer para el hombre una satisfaccion suficiente, revistiéndose de su carne. Debio, por consiguiente, tomar la naturaleza humana con condiciones tales, que pudiera sufrir por el hombre lo que el hombre habia merecido por su pecado, para que sus sufrimientos pudieran satisfacer por el hombre. Todo castigo merecido por el hombre por causa de su pecado no era idoneo para la satisfaccion, porque el pecado del hombre procede de que se aleja de Dios y se dirige a las cosas pasajeras. El hombre es castigado bajo uno y otro aspecto, porque esta privado de la gracia y de los demas dones, por cuyo medio se une a Dios y merece ademas sufrir molestias y pérdidas en aquello mismo que fué causa de su separacion de Dios. Eran por consiguiente necesarias satisfacciones de tal naturaleza, que el pecador fuera atraido a Dios por las penas que sufre en los bienes perecederos.

Las penas que separan al hombre de Dios son contrarias a esta atraccion. Nadie satisface a Dios porque esté privado de la gracia, o porque no conozca a Dios, o porque su alma esté desordenada: aun cuando todo esto sea pena del pecado, satisface experimentando en si mismo algun dolor y alguna pérdida en las cosas exteriores. Cristo no ha podido tomar en si los defectos por los que el hombre esta separado de Dios, aunque sean pena del pecado, como la privacion de la gracia, la ignorancia y otras cosas semejantes, porque si asi hubiera sido, por lo mismo hubiera sido menos idoneo para satisfacer. Por lo mismo que era autor de la salud del género humano, era necesario que poseyese la plenitud de la gracia y de la sabiduria, como ya se ha dicho. Pero como el hombre incurrio por el pecado en la necesidad de morir y sufrir en su cuerpo y en su alma, Cristo quiso tomar estos defectos para rescatar al género humano sufriendo la muerte de los hombres. Conviene observar, sin embargo, que estos defectos son comunes en Cristo y en nosotros, aun cuando por razones diferentes se encuentren en Cristo y en nosotros, porque estos defectos son, segun se dijo ya, la pena del pecado del primer hombre. Como nosotros contrajimos el pecado original por nuestro viciado origen, decimos que hemos contraido estos defectos de nuestro origen. Cristo no tiene en su origen mancha alguna de pecado, y si tomo estos defectos, los tomo por un acto de su voluntad, razon por la que no debe decirse que recibio, sino que tomo estos defectos. A la verdad se contrae aquello que necesariamente se recibe de otro: es asi que Cristo ha podido tomar la naturaleza humana sin estos defectos, como los tomo, exentos de toda mancha de pecado: es asi que el orden de la razon parecia exigir que el que estaba exento de falta lo estuviera también de castigo; luego es evidente que por ninguna necesidad, ya de origen viciado, ya de justicia se encuentran estos defectos en l, y por lo mismo es necesario decir que no fueron contraidos, sino voluntariamente tomados.

Como nuestro cuerpo esta sujeto a estos defectos en castigo del pecado, pues antes del pecado estabamos exentos de ellos, con razon se dice que Cristo, en cuanto que tomo estos defectos en su carne, se revistio de las apariencias del pecado, segun estas palabras del Apostol a los Romanos, VIII: "Enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado". Esta es la razon por qué la pasibilidad de Cristo, o la Pasion, es llamada pecado por el Apostol cuando anade: "Aun del pecado condeno al pecado en la carne", y a los Romanos, cap. VI: "Porque cuanto al haber muerto por el pecado murio una vez". Aun es mas admirable lo que el Apostol dice a los Galatas, III: "Hecho por nosotros (Jesucristo) maldicion". En este sentido se dice haber tomado de nosotros la simple necesidad de la pena, para consumar la doble necesidad de la falta y del castigo. Debemos también hacer notar que los defectos penales en el cuerpo son de dos clases: unos son comunes a todos, como el hambre, la sed, la fatiga después del trabajo, el dolor, la muerte, y otros semejantes; otros no son comunes, sino propios de algunos hombres, como la ceguedad, la lepra, la fiebre, la mutilacion de los miembros, y otros de este género. La diferencia de estos defectos consiste en que los defectos comunes los recibimos de otro, a saber: de nuestro primer padre, que los contrajo por su pecado; y los defectos particulares, por el contrario, proceden en cada individuo de causas particulares. Cristo por si mismo no tenia causa alguna de defecto, ni por parte del alma, que estaba llena de gracia y de sabiduria y unida al Verbo de Dios, ni por parte del cuerpo, que estaba muy bien organizado y dispuesto por la accion de la virtud omnipotente del Espiritu Santo; pero tomo algunos defectos por un acto de su voluntad, con el fin de procurarnos nuestra salvacion. Cristo debio tomar aquellos defectos que pasan de uno a todos, a saber, los defectos comunes, y no los propios o particulares que existen en los individuos por causas especiales.

Como habia venido principalmente a restaurar la naturaleza humana, debio tomar los defectos que se encontraban en la naturaleza entera. Es también evidente, segun el pensamiento del Damasceno, que Cristo tomo de nuestros defectos aquellos que son indetractables, esto es, en los que no puede haber detraccion. Si hubiera estado falto de ciencia o de gracia; si hubiera tenido lepra o hubiera sido ciego; si hubiera tenido cualquier otro defecto, cualquiera que hubiera tenido de esta clase, habria menoscabado su dignidad, y los hombres hubieran encontrado motivos para la detraccion, la cual no podia recaer en los defectos pertenecientes a toda la naturaleza.



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CAPITULO CCXXVII

Por qué Cristo quiso morir.

De lo dicho anteriormente se deduce con la mayor evidencia que Cristo tomo algunos de nuestros defectos, no por necesidad, sino por algun fin, fin que no era otro que nuestra salvacion. Toda potencia y habito o habilidad esta ordenada para el acto como al fin, y por esto la pasibilidad para satisfacer o merecer no basta sin la pasion en actos. En efecto: no se llama bueno o malo a un hombre porque pueda hacer el bien o el mal, y si porque hace lo uno y lo otro. La alabanza y el vituperio no son debidos a la potencia, sino al acto; y esta es la razon por qué Cristo, ademas de tomar nuestra pasibilidad para salvarnos, quiso sufrir para satisfacer por nuestros pecados. Cristo sufrio por nosotros los sufrimientos que nosotros debiamos sufrir por el pecado de nuestro primer padre, y principalmente la muerte, a la cual estan ordenadas todas las demas pasiones humanas como a su fin. Por esto, dice el Apostol a los Romanos, VI: "La muerte es el estipendio del pecado". Por consiguiente, Cristo quiso sufrir la muerte por nuestros pecados para librarnos de la muerte, tomando sobre si, siendo inocente, la pena que nosotros mereciamos; a la manera que un culpable se libraria de la pena que debia sufrir, si otro se sometiera por él a esta pena. Cristo quiso también morir, no solo para que su muerte fuese para nosotros un remedio satisfactorio, sino un sacramento de salud, a fin de que, a imitacion de su muerte, muramos en la vida carnal, pasando a una vida espiritual, segun estas palabras de la primera carta de San Pedro III: "Cristo murio una vez por nuestros pecados, el justo por los culpables, para ofrecernos a Dios mortificados en la carne y vivificados en el espiritu". Y también quiso morir para dejarnos en su muerte un ejemplo de virtud perfecta.

Con respecto a la caridad, he aqui lo que leemos en San Juan, XV: "Nadie tiene mayor caridad que aquel que da su vida por su amigo". Tanto mas se manifiesta el gran amor de alguno, cuanto mas dispuesto esta a sufrir por un amigo: es asi que el mayor de todos los males humanos es la muerte que destruye la vida humana; luego la mayor prueba de amor es que el hombre sufra la muerte por un amigo suyo. La muerte de Cristo es también un ejemplo de fortaleza que la adversidad no puede alejar de la justicia, porque es propio principalmente de la fortaleza no abandonar la virtud por temor de la muerte. En consideracion a esto, dice el Apostol, hablando de la Pasion de Cristo, en su epistola a los Hebreos II: Para destruir por su muerte al que tenia el imperio de la muerte; es a saber, al diablo; y para librar a aquellos que por el temor de la muerte estaban en servidumbre toda la vida. En efecto: aceptando la muerte por la verdad, excluyo el temor de la muerte que la mayor parte de las veces aprisiona a los hombres con el yugo del pecado. La paciencia de que nos dejo ejemplo es una virtud que no deja que el hombre se entristezca en la adversidad, sino que brilla tanto mas cuanto mayor es la adversidad. Siendo la muerte él mayor de los males, es el mayor ejemplo de paciencia sufrirla sin turbacion de espiritu, como lo predijo el profeta Isaias cuando, hablando de Cristo, dice LIII: "Como cordero ante el esquilador enmudecio y no abrio su boca". También nos dejo un ejemplo perfecto de obediencia, virtud tanto mas loable, cuanto mas dificiles son las cosas a que se obedece, y no hay en verdad cosa mas dificil que la muerte; asi es que para hacer el Apostol el elogio de la obediencia de Cristo, dice a los Filipenses: "Fué obediente a su Padre hasta la muerte".



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CAPITULO CCXXVIII

De la muerte de Cruz.

De lo dicho parece por qué quiso sufrir muerte de cruz. Quiso sufrir esta muerte porque asi convenia como remedio de satisfaccion, en atencion a que convenia que el hombre fuese castigado por aquellas cosas en que habia pecado. En efecto: en el libro de la Sabiduria, XI se lee: Para que supiesen que por las cosas en que uno peca, por las mismas es también atormentado. El pecado del primer hombre consistio en que contra la prohibicion de Dios, comio del fruto del arbol de la ciencia del bien y del mal, y Cristo en lugar suyo quiso ser enclavado en el arbol de la cruz para pagar una deuda que no habia contraido, como dice el Salmista en el cap. LVIII. La muerte de cruz era también conveniente en cuanto al Sacramento, porque Cristo quiso demostrar con su muerte que debiamos morir a la vida carnal, de tal suerte, que nuestro espiritu se elevase a las cosas del cielo, y por esto dice por San Juan, cap. XII: "Y si yo fuere alzado de la tierra, todo lo atraeré a mi mismo". La muerte de cruz era también conveniente como ejemplo de virtud perfecta. Los hombres en muchas ocasiones no rehusan menos lo vituperable de la muerte que lo acerbo de la muerte, y por lo mismo parecia conveniente, para la mayor perfeccion de la virtud, no rehusar un género de muerte, aunque fuera odiosa, para el bien de la virtud. El Apostol, para hacer el elogio de la obediencia perfecta de Cristo, después de haber dicho que fué obediente hasta la muerte, anade: "Y hasta la muerte de cruz, la cual parecia la mas, vergonzosa, segun estas palabras de la Sabiduria: "Condenémosle a la muerte mas vergonzosa".



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CAPITULO CCXXIX

De la oracion de Cristo.

Como en Cristo hay tres substancias en una sola persona, a saber: el cuerpo, el alma y la divinidad del Verbo; dos de las cuales, esto es, el alma y el cuerpo, estan unidas en una misma naturaleza, en la muerte de Cristo debia romperse la union del alma y del cuerpo. Si asi no hubiera sido, el cuerpo de Cristo no hubiera muerto en realidad, porque la muerte del cuerpo no es otra cosa que la separacion del alma. Sin embargo, ni el uno ni la otra se separaron del Verbo de Dios, en cuanto a la union de persona. De la union del alma con el cuerpo resulta la humanidad, y por esta razon el alma, separada del cuerpo de Cristo por la muerte, no pudo ser llamada hombre durante los tres dias que duro esta muerte.

Hemos dicho antes que, en virtud de la union personal de la naturaleza humana con el Verbo de Dios, todo lo que se dice de Cristo hecho hombre, puede ser convenientemente atribuido al Hijo de Dios. Por consiguiente, como la union personal del Hijo de Dios, tanto con el alma como con el cuerpo, permanecio durante la muerte, todo lo que se dice del uno y de la otra podia también decirse del Hijo de Dios. Por esta razon, hablando en el Simbolo del Hijo de Dios, se dice que "fue sepultado", supuesto que el cuerpo que a él estaba unido yacio en el sepulcro y bajo a los infiernos con el alma. Debemos observar también que el género masculino designa a la persona, y el neutro a la naturaleza, y por lo mismo decimos en la Trinidad que el Hijo es otro que el Padre, pero no otra cosa. De lo dicho se deduce que Cristo, durante los tres dias de su muerte, estuvo todo en el sepulcro, todo en los infiernos, y todo en el cielo, a causa de la persona que estaba unida a la carne yacente en el sepulcro, y al alma que arrebataba sus despojos al infierno, y que subsistia en la naturaleza divina reinando en el cielo. No puede, sin embargo, decirse que estuviese todo entero en el sepulcro o en los infiernos, porque no fué la naturaleza humana toda entera, sino una parte de ella, la que estuvo en el sepulcro o en los infiernos.



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CAPITULO CCXXX

La muerte de Cristo fue voluntaria.

La muerte de Cristo fué, pues, conforme a la nuestra, en lo que pertenece a la muerte, es decir, en cuanto a la separacion del alma y del cuerpo; pero fué diferente de la nuestra bajo ciertos aspectos. Nosotros morimos como sujetos a la muerte, por la necesidad, o de nuestra naturaleza, o de alguna violencia que se nos ha inferido: y Cristo, por el contrario, murio, no por necesidad, y si por su poder y propia voluntad. Por esta razon dice de si mismo, por San Juan X: "Poder tengo para dejar mi alma y volverla a tomar". La razon de esta diferencia consiste en que las cosas de la naturaleza no dependen de nuestra voluntad: es asi que la union del alma y del cuerpo es una cosa natural; luego no esta sometida esta union a nuestra voluntad, ni respecto a la permanencia del alma en el cuerpo, ni respecto a su separacion, porque esto debe ser obra de la virtud de otro agente. En Cristo todo lo que era natural bajo el aspecto de la naturaleza humana, estaba sometido a su voluntad, a causa del poder de la divinidad que domina a toda la naturaleza. Estaba, por consiguiente, en la potestad de Cristo hacer permanentemente, cuando y como quisiera, la union de su alma a su cuerpo, y separarla también como y cuando quisiera. El Centurion que presencio la crucifixion de Cristo comprendio este indicio del poder divino cuando al espirar oyo su clamor: grito con que manifestaba evidentemente que no moria, como los demas hombres, por defecto de la naturaleza. En efecto: los hombres no pueden espirar dando gritos, supuesto que en aquel momento supremo apenas pueden palpitando mover la lengua. Por lo mismo que Cristo clamo al espirar, manifesto en si el poder divino, y por lo mismo exclamo el Centurion: "Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios". No ha de decirse, sin embargo, que los judios no mataron a Cristo, o que éste se dio a si mismo la muerte, porque se dice que aquel mata a alguno que lleva a él la causa de su muerte; la muerte no se sigue, sin embargo, sino cuando esta causa de la muerte triunfa de la naturaleza que conserva la vida; y como estaba en la potestad de Cristo hacer, o que la naturaleza cediese a la causa que la combatia, o resistirla mientras quisiera, claro es que Cristo murio por su voluntad, y que sin embargo los judios le dieron muerte.



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CAPITULO CCXXXI

De la pasion de Cristo con respecto al cuerpo.

Cristo, ademas de sufrir la muerte, quiso sufrir también las demas miserias que por el pecado del primer padre pasaron a sus descendientes, a fin de que, tomando integramente la pena del pecado, nos librase perfectamente del pecado por medio de su satisfaccion. Algunas de estas enfermedades son anteriores a la muerte, y otras son subsiguientes. Preceden a la muerte las pasiones del cuerpo, ya naturales como el hambre, la sed, la fatiga y otras semejantes, ya violentas como las heridas, la flagelacion y otras; cosas todas que Cristo quiso sufrir, como provenientes del pecado, porque si el hombre no hubiera pecado, no hubiera sentido ni hambre, ni sed, ni cansancio, ni frio, ni las invasiones violentas. Cristo sufrio todas estas pasiones de distinto modo que los demas hombres. En efecto: en los demas hombres no hay nada que pueda resistir a estas pasiones; en Cristo, por el contrario, habia para resistirlas, ademas de la virtud divina increada, la beatitud del alma, cuya fuerza es tan grande, que hace decir a San Agustin que esta beatitud a su modo redunda en el cuerpo. Esta es la razon por qué después de la resurreccion, por lo mismo que el alma sera glorificada por la vision de Dios, por lo mismo el cuerpo unido a esta alma gloriosa sera glorioso, impasible e inmortal. Como el alma de Cristo gozaba de la vision perfecta de Dios, necesario era, por consiguiente, en virtud de esta vision que su cuerpo se hiciera impasible e inmortal por la comunicacion de gracia que se efectua del alma al cuerpo; pero sucedio por disposicion divina que su cuerpo fuera susceptible de sufrir, aun cuando el alma gozara de la vision de Dios por la supresion de esta comunicacion de la gloria del alma al cuerpo; porque, segun hemos dicho, lo que era natural en Cristo segun la naturaleza humana dependia de su voluntad. Por consiguiente, podia ,cuando quisiera impedir esta comunicacion de las partes superiores a las inferiores, dejando que cada parte sufriera o hiciera lo que le era propio, sin impedimento alguno de la otra parte, lo cual no puede suceder en los demas hombres. De aqui se deduce también que Cristo sufrio en la pasion dolores extremos corporales, porque los dolores corporales en nada eran mitigados por los goces superiores de la razon, del mismo modo que el dolor del cuerpo no era obstaculo para los goces de la razon. También aparece de lo dicho que solo Cristo fué comprehensor y viador. En efecto: gozaba de la vision divina, que es propiedad del comprenhensor, sin embargo de que su cuerpo permanecia sujeto a las pasiones, lo cual pertenece al viador. Como es propio del viador, en virtud de los bienes que hace por la caridad, merecer por si o por los demas, de ahi procede que Cristo, aun cuando fuese comprehensor, merecio, sin embargo, para si y para nosotros en lo que hizo y sufrio. Merecio para si, no la gloria del alma que tenia ya desde el instante de su concepcion, sino la gloria del cuerpo, a la que llego por medio de sus sufrimientos: y en cuanto a nosotros, cada una de sus pasiones y operaciones fué provechosa para nuestra salud, ya por via de ejemplo, ya por via de mérito, en cuanto que pudo alcanzar para nosotros la gracia, en razon a la abundancia de caridad y de gracia que habia en l, de tal suerte, que los miembros pudieran participar de la plenitud de la cabeza. Cualquiera de sus pasiones, aun la mas pequena, era bastante para rescatar al género humano, si se considera la dignidad del paciente. En efecto: cuanto mas elevada en dignidad es la persona que sufre, tanto mayor es la injuria: por ejemplo, mas grave es herir a un principe que a un hombre del pueblo. Siendo Cristo de una dignidad infinita, cada uno de sus sufrimientos tuvo un valor infinito, bastante para borrar pecados infinitos. A pesar de todo, la redencion del género humano no se consumo por ninguno de estos sufrimientos, sino por la muerte, que quiso sufrir por las razones ya expuestas, con el fin de redimir al género humano de sus pecados. En toda compra, a la verdad, se requiere, ademas de la cantidad del valor, la especificacion del precio y su aplicacion.



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CAPITULO CCXXXII

De la pasibilidad del alma de Cristo.

Siendo el alma la forma del cuerpo, consiguiente es que cuando el cuerpo sufre, el alma sufra también de cierta manera y esta es la razon por qué en el estado en que Cristo tuvo un cuerpo pasible, su alma fué también pasible. La pasion del alma es de dos modos: primero, por parte del cuerpo; segundo, por parte del objeto, lo cual puede observarse en cualquiera de las potencias. En efecto: el alma es respecto al cuerpo, como una parte del alma a una parte del cuerpo. La potencia visiva sufre por parte del objeto, como cuando la vista es afectada por algun objeto brillante; y por parte del organo, como cuando la vista es lastimada por una lesion de la pupila. Si se considera la pasion del alma de Cristo por parte del cuerpo, el alma toda sufria, sufriendo el cuerpo. En efecto: el alma es la forma del cuerpo, segun su esencia: es asi que todas las potencias radican en la esencia del alma; luego sufriendo el cuerpo, sufren de cierta manera todas las potencias del alma. Si consideramos la pasion del alma por parte del objeto, no sufririan todas las potencias del alma en cuanto que la pasion propiamente dicha implica alguna cosa dolorosa, porque por parte del objeto de una potencia cualquiera nada podia ser nocivo. Ya hemos dicho antes que el alma de Cristo gozaba de la vision perfecta de Dios, y, por consiguiente, la razon superior del alma de Cristo, entregada a la contemplacion y a la meditacion de las cosas eternas, no tenia nada que pudiera dar lugar a la accion en ella de alguna pasion de dolor. Las potencias sensitivas, empero, que tienen por objeto las cosas corporales, podian ser impresionadas por la pasion del cuerpo, y por esta razon Cristo experimento un dolor sensible en su cuerpo. Como la lesion del cuerpo es sensiblemente nociva a los sentidos, como nociva es también percibida por la imaginacion, resultando una tristeza interior, aun cuando el dolor no se haga sentir al cuerpo; y esta impresion de tristeza es la que decimos que sintio el alma de Cristo. No es solamente la imaginacion, sino la razon inferior también, la que percibe las cosas nocivas al cuerpo, y, por consiguiente, por solo la aprension de la razon inferior ejercida en las cosas temporales podia tener lugar en el alma de Cristo la pasion de la tristeza, en cuanto que la razon inferior percibia la muerte y otra lesion corporal como nociva y contraria al apetito natural. Sucede por la eficacia del amor que hace en cierto modo de dos hombres un solo hombre, que pueda alguno experimentar tristeza, no solo por las cosas que la imaginacion o la razon inferior percibe como ofensivas a si mismo, sino también por las cosas que percibe como ofensivas a las personas a quienes se ama. Por esta razon Cristo experimento tristeza por causa del conocimiento que tenia del peligro de la culpa o de la pena que amenazaba a aquellos a quienes por caridad amaba, y, por consiguiente, no solo sufrio por si, sufrio también por los demas. Aun cuando el amor del projimo pertenezca en cierto modo a la razon superior, en cuanto que el projimo es amado por caridad en consideracion a Dios, la razon superior de Cristo no pudo, sin embargo, entristecerse por los defectos del projimo, como puede suceder entre nosotros. En efecto: gozando la razon superior de Cristo de la vision plena de Dios, percibia por lo mismo todo lo que pertenece a los defectos de los demas, segun se contiene en la sabiduria divina, o segun esta convenientemente ordenado, y percibia también como se permite a uno pecar, ycomo es castigado por haber pecado. Esta es la razon por qué ni el alma de Cristo, ni santo alguno que goce de la vision de Dios, puede entristecerse por los defectos de los hombres. No sucede asi en los que son viadores, los cuales no pueden conocer la razon de la sabiduria. En efecto: éstos, aun segun la razon superior, se entristecen por los defectos de los demas, considerando que interesa al honor de Dios ya la exaltacion de la fe que algunos se salven los cuales, sin embargo, se condenan.

De las mismas cosas de que Cristo se dolia segun el sentido, la imaginacion.y la razon inferior, de las mismas se regocijaba segun la razon superior, en cuanto que las referia a la sabiduria divina. Como referir una cosa a otra es una operacion propia de la razon, se acostumbra a decir que la razon de Cristo rehusaba la muerte considerada como naturaleza, porque la muerte es naturalmente odiosa, pero que sin embargo queria sufrirla considerada como razon. Asi como en Cristo se encontro tristeza, asi también se encontraron en l las demas pasiones que se derivan de la tristeza, como el temor, la colera, etc. En efecto: el temor se produce en nosotros por la influencia de las cosas que inspiran la tristeza, considerando los males futuros; y cuando nos entristecemos porque alguno nos ofende, nos irritamos contra él. Estas pasiones estuvieron en Cristo de distinto modo que en nosotros; en nosotros previenen ordinariamente el juicio de la razon, y otras veces exceden la medida de la razon. En Cristo jamas prevenian el juicio de la razon, ni traspasaban sus limites, sino que el apetito inferior, que esta sujeto a la razon, no era movido mas que en la medida prescrita por la razon. Podia suceder, por consiguiente, que segun la parte inferiorel alma de Cristo rehusara aquello que deseaba bajo la impresion de la parte superior, sin que por esto hubiera en l contrariedad de apetitos, ni rebelion de la carne contra el espiritu; rebelion que se verifica en nosotros porque el apetito inferior traspasa el juicio o la medida de la razon. En Cristo era la razon la que le hacia mover, dejando que cada una de las fuerzas inferiores se moviera con su propio movimiento y como mas convenia. De la consideracion de todo lo dicho se deduce que la razon superior de Cristo gozaba toda entera y por comparacion a su objeto: porque nada podia acontecerle que fuese causa de tristeza por parte de su objeto, pero también sufria toda entera por parte del sujeto, como ya dijimos. Este goce no disminuia la pasion, ni la pasion era impedimento para el goce, puesto que no habia trasmision de una potencia a otra, sino que cada potencia quedaba con su accion propia, como también se dijo antes.




COMPENDIO DE TEOLOGIA 480