COMPENDIO DE TEOLOGIA 490

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CAPITULO CCXXXIII

De la oracion de Cristo.

Siendo la oracion la exposicion de un deseo, puede encontrarse en la diversidad de los deseos la razon de la oracion que hizo Cristo inmediatamente antes de su pasion, y se lee en el cap. XVIII De San Mateo: "Padre mio, apartad de mi este caliz, si es posible, pero que no se haga mi voluntad, sino la vuestra". Por estas palabras "apartad de mi este caliz", designa el movimiento del apetito inferior y del deseo natural por el cual cada uno rechaza naturalmente la muerte y desea la vida. Por las palabras "pero no se haga mi voluntad, sino la vuestra", expresa el movimiento de la razon superior, que considera todas las cosas segun el orden dispuesto por la sabiduria divina. En el mismo concepto dice "si esto no puede ser", manifestando que no hay nada posible mas que lo que procede segun el orden de la voluntad divina. Aunque el caliz de la pasion no haya sido apartado de l, y aun cuando no haya estado exento de beberle, no debe decirse que no fué escuchada su oracion, porque, segun las palabras del Apostol a los Hebreos, XI: "Fué oido en todo lo que concernia a su dignidad". En efecto: siendo la oracion una exposicion de un deseo, pedimos simplemente lo que simplemente queremos. Esta es la razon por qué el deseo y la oracion de los justos produce su efecto cerca de Dios, segun estas palabras del salmo IX: "El Senor oyo el deseo de los pobres". Nosotros queremos simplemente lo que deseamos, segun la razon superior, a la cual pertenece solamente consentir en la obra. Cristo pidio simplemente que se cumpliera la voluntad de su Padre, porque esto es lo que quiso simplemente, y no que se aptarara de l el caliz, porque no lo deseo simplemente, sino segun la razon inferior, como se dijo ya.



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CAPITULO CCXXXIV

De la sepultura de Cristo.

Los demas defectos, ya de cuerpo, ya de alma, siguen al hombre después de la muerte por causa del pecado. Respecto del cuerpo, porque es restituido a la tierra, de donde fué sacado. Este defecto del cuerpo puede ser considerado en nosotros bajo dos aspectos: segun la posicion, y segun la disolucion. Segun la posicion, porque el cuerpo muerto es puesto y sepultado en la tierra; segun la disolucion, porque el cuerpo se disuelve en los elementos de que fué formado. Cristo dejando que su cuerpo fuera puesto en la tierra, quiso sufrir el primero de dichos defectos; pero no sufrio el segundo, es decir, la disolucion de su cuerpo en la tierra. Asi dice el salmista hablando de l. "Vos no permitiréis que vuestro santo vea la corrupcion", es decir, la putrefaccion del cuerpo. La razon de esto es que el cuerpo de Cristo tomo de la naturaleza humana la materia de que estaba formado; pero su formacion fué operada por la virtud del Espiritu Santo, y no por la virtud humana; por consiguiente, a causa de la substancia de la materia, quiso sufrir la humillacion de ser depositado en la tierra en un lugar en que se acostumbra a depositar los cuerpos muertos, porque los cuerpos deben colocarse en un lugar conforme a la materia del elemento predominante. Sin embargo, no quiso sufrir la disolucion de un cuerpo formado por el Espiritu Santo, porque en cuanto a éste se diferenciaba de los demas hombres.



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CAPITULO CCXXXV

De la bajada de Cristo a los infiernos.

Es una necesidad para el alma de los hombres después del pecado descender a los infiernos, no solo en cuanto al lugar, sino en cuanto a la pena. Como el cuerpo de Cristo estuvo bajo la tierra segun el lugar, no en cuanto a la disolucion comun, asi también el alma de Cristo bajo a los infiernos en cuanto al lugar, no para sufrir en ellos una pena, sino para libertar de la pena a los que en los infiernos estaban retenidos por causa del pecado del primer padre, pecado por el cual habia dado ya plena satisfaccion sufriendo la muerte. Por consiguiente, Cristo después de la muerte nada tenia ya que sufrir, y descendio a los infiernos, sin experimentar pena alguna, para mostrarse libertador de los vivos y de los muertos. Por esto se dice también que l fué el unico libre entre los muertos, porque su alma no estuvo sujeta en el infierno a pena alguna, ni su cuerpo depositado en la tumba sufrio tampoco la corrupcion. Aunque Cristo con su bajada a los infiernos libro a los que en ellos estaban retenidos por el pecado del primer padre, dejo, no obstante, en aquel lugar a los que estaban castigados por sus propios pecados, y por esto se dice que enfreno al infierno, no que lo absorbio, porque libro a una parte de sus habitantes y dejo a la otra. A estos defectos de Cristo es a los que se refiere el Simbolo, cuando dice: "Sufrio bajo Poncio Pilato, fué crucificado, muerto y sepultado, descendio a los infiernos".

Notas

12. El traductor no quiso trasladar a nuestra lengua este

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CAPITULO porque en él se niega la Inmaculada Concepcion y, segun el traductor, se introdujeron en las obras de Santo Tomas, respecto de este punto "alteraciones y corrupciones"; sin embargo la autenticidad integral de este

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CAPITULO no se puede poner en duda segun los mejores criticos y menos sospechosos, como Mandonnet, Grabinann y otros que admiten el texto, tal como actualmente lo poseemos. Respecto de la negacion de la Concepcion Inmaculada, aunque no faltan autores que defienden a Sto. Tomas de dicho error, los textos son bastante claros y por otra parte no es indecoroso para el doctor Angélico, porque no era el unico en negar explicitamente este dogma. Lo habian negado antes que él, S. Anselmo, S. Bernardo, Alejandro de Halés, S. Alberto Magno, S. Buenaventura y en general todos los escolasticos contemporaneos de Sto. Tomas. Dos conceptos equivocados velaban tan hermosa verdad a los ojos de los teologos: una teoria inexacta sobre la trasmision del pecado original, (Véase en este mismo libro

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CAPITULO 218 y el

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CAPITULO de qué tratamos, y la Suma Teologica, 3 Q. 27, a. 2 ad 4), y una concepcion falsa acerca de la universalidad de la redencion individual. Gloria inmortal fué para Duns Escoto, el haber contribuido a disipar esta ultima idea del campo de la teologia. Por esto creemos que el doctor Angélico no solo no defendio, sino también que ni pudo defender el dogma de la Inmaculada Concepcion, tal como ha sido definido después por la Iglesia. Sto. Tomas en las partes en que trata esta cuestion de proposito, claramente niega que la Virgen hubiese sido concebida sin pecado original. Véase, por ejemplo, ademas del presente

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CAPITULO que traducimos, la tercera parte de la Suma Teologica, p. 27, a. 2, y el Comentario a las sentencias de Pedro Lombardo, In 3, dist. 3, q. 1, a. 1, sol. 2. Sin embargo, y esto notese bien, los doctores escolasticos aunque por una parte explicitamente negaban que la Virgen hubiese sido concebida sin mancilla, por otra implicitamente creian en ella, cuando confesaban a boca llena los dogmas de la maternidad divina de la Sma. Virgen y de su admirable y sin par santidad.



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CAPITULO CCXXXVI

De la resurreccion de Cristo, y del tiempo de esta resurreccion.

Habiendo el género humano sido librado por Cristo de los males emanados del pecado del primer padre, necesario fué que asi como tomo nuestros males para librarnos de ellos, se viesen en l las primicias de la reparacion humana que l obro, a fin de que de ambos modos fuera propuesto a nosotros como signo de salvacion, considerando en su pasion aquello en que incurrimos por el pecado y lo que debiamos sufrir para nuestro rescate, y al mismo tiempo considerando en su exaltacion lo que debiamos esperar por l. Por consiguiente, después de haber triunfado de la muerte que provenia del pecado del primer padre, resucito l primero a la vida inmortal, para que asi como el pecado de Adan habia producido la vida mortal, asi también Cristo, por su satisfaccion por el pecado, fuera el primero que abriera en l la vida inmortal. Cierto es que antes de Cristo hubo otros que fueron resucitados por l o por los Profetas; pero resucitaron para morir de nuevo. Cristo resucitando de entre los muertos no puede ya morir, y como l fué el primero que salvo la necesidad de morir, con razon es llamado el principe de los muertos, primicias de los que duermen; porque es el primero que salio del sueno de la muerte rompiendo su yugo. La resurreccion de Cristo ni debio empero retardarse, ni verificarse inmediatamente después de su muerte, porque si se hubiera efectuado inmediatamente después de su muerte, no hubiera sido comprobada la realidad de su muerte; y si se hubiera retardado mucho tiempo su resurreccion, ni hubiera aparecido en l un signo de su triunfo sobre la muerte, ni se hubiera dado a los hombres la esperanza de que por l se librarian de la muerte. Por estas razones difirio su resurreccion hasta el tercer dia, tiempo que parecia suficiente para comprobar la verdad de su muerte, y tiempo que no era demasiado largo para quitar la esperanza de la libertad. Si su resurreccion se hubiera diferido por mas tiempo, la esperanza de los fieles hubiera sufrido dudas; asi es que algunos al tercer dia vacilando ya en su esperanza, decian, segun se lee en San Lucas,

CAPITULO ultimo: "Esperabamos que l redimiria a Israel". Cristo no estuvo muerto tres dias enteros, y si se dice que estuvo en el seno de la tierra tres dias y tres noches, es segun aquel modo de hablar, que consiste en tomar el todo por la parte. En efecto: comprendiendo el dia natural al dia y a la noche, sea cual fuere la parte del dia o de la noche que Cristo paso en la muerte, se dice que ha estado muerto ese dia todo entero. Segun el uso de las Escrituras, la noche se computa con el dia que la sigue, porque los hebreos arreglan el tiempo segun el curso de la luna, que empieza a aparecer por la tarde. Cristo estaba en el sepulcro desde la ultima parte de la feria sexta, que si se la completa con la noche precedente, equivaldria a un dia natural. Estuvo en el sepulcro la noche siguiente con todo el dia del sabado, y por consiguiente son dos dias; permanecio muerto la noche siguiente que precedio al domingo, en que resucito, o hacia media noche, segun San Gregorio, o al amanecer, segun otros; computando, o la noche entera, o una parte, con el dia siguiente, que era el domingo, resultara el tercer dia natural, No sin una razon misteriosa quiso resucitar al tercer dia, porque se propuso manifestar que su resurreccion se operaba por el poder de toda la Trinidad, y por esto se dice algunas veces que el Padre fué el que le resucito: otras que resucito l mismo por su virtud propia, lo cual no implica contradiccion, supuesto que la virtud divina del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo es la misma. También se propuso demostrar que la reparacion de la vida no se verifico ni en la primera época de los tiempos, bajo la ley natural, ni en la segunda, bajo la ley de Moisés, sino en la tercera, bajo la ley de la gracia. Hay aun otra razon por la que Cristo quiso estar en el sepulcro un dia entero y dos noches enteras; y es que Cristo, por la deuda del hombre viejo que tomo sobre si, a saber, la pena, destruyo en nosotros dos deudas antiguas, a saber, la de la culpa, y la de la pena significada por las dos noches.



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CAPITULO CCXXXVII

De las cualidades de Cristo Resucitado.

Cristo recupero para el género humano, ademas de lo que Adan perdio por su pecado, lo que hubiera podido obtener por sus merecimientos, porque el poder de Cristo fué mayor para el mérito que el del hombre antes del pecado. Adan por su pecado incurrio en la necesidad de morir, perdiendo la facultad que tenia de no morir si no hubiera pecado; pero Cristo, no solo destruyo la necesidad de morir, sino que conquisto la de no morir. Esta es la razon por qué el cuerpo de Cristo, después de la resurreccion, se hizo impasible o inmortal, no en verdad como el primer hombre con la potencia de no morir, sino con la impotencia absoluta de morir, estado que es el objeto de nuestras esperanzas en lo futuro. Como el alma de Cristo era pasible antes de la muerte por causa de la pasion del cuerpo, se sigue que, habiéndose hecho impasible el cuerpo, también se hizo impasible el alma. Como ya estaba consumado el misterio de la redencion humana por cuya virtud la gloria del goce estaba contenida en la parte superior del alma, para que no se difundiese a las partes inferiores y hasta al cuerpo y dejase a cada uno hacer o sufrir lo que le era propio, resulto de ahi que todo el cuerpo y las fuerzas inferiores debieron ser totalmente glorificados por la derivacion de la gracia de la parte superior del alma; he ahi por qué Cristo, que antes de su pasion era comprehensor en cuanto al goce de su alma, y viador por causa de la pasibilidad de su cuerpo, no fué ya viador después de su resurreccion, y si solo comprehensor.



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CAPITULO CCXXXVIII

De qué modo se demuestra la resurreccion de Cristo con pruebas convenientes.

Habiendo Cristo anticipado su resurreccion para que fuese en nosotros una razon experimental que nos hiciera esperar nuestra resurreccion, necesario fué, para inspirarnos esta esperanza, que su resurreccion y todas las cualidades que son consecuencias suyas, se demostrasen con pruebas convenientes. Cristo no manifesto su resurreccion indiferentemente a todos, como manifesto su humanidad y su pasion, sino solamente a testigos escogidos por Dios, es decir, a sus discipulos, elegidos por l para obrar la salvacion del género humano, porque el estado de la resurreccion, como ya se dijo, pertenece a la gloria del comprehensor, cuyo conocimiento no es debido a todos, sino a los que se hacen dignos de l. Cristo les manifesto la verdad de la resurreccion, y la gloria que es consecuencia suya; la verdad de la resurreccion, manifestando que l mismo era el que habia muerto, y que realmente habia resucitado en cuanto a la naturaleza y en cuanto al supuesto. En cuanto a la naturaleza, porque demostro que era verdaderamente un cuerpo humano, dejandose ver y tocar por sus discipulos, a quienes dijo por San Lucas, XXIV: "Tocadme y vedme; un espiritu no tiene carne y huesos como Veis que yo los tengo". Lo manifesto también ejerciendo actos propios de la naturaleza humana, comiendo y bebiendo con sus discipulos; comiendo muchas veces y andando con ellos, cosas todas que son actos de un hombre vivo, aun cuando la accion de comer no fuera una necesidad. En efecto: los cuerpos, incorruptibles después de la resurreccion, no tendran necesidad de alimento, porque en ellos no habra pérdidas que sea necesario reparar. Esta es la razon por qué los alimentos que Cristo tomo no se trasformaron en su cuerpo para nutrirle, sino que se resolvieron en la materia preyacente. Sin embargo, por lo mismo que comio y bebio, demostro que era verdadero hombre.

En cuanto al supuesto, probo también que l era. el mismo que habia muerto, haciéndoles ver en su cuerpo los indicios de su muerte, es decir, las cicatrices de sus heridas, y por esto dijo a Santo Tomas (San Juan, cap. XX) : "Mete tu dedo aqui, mira mis manos, dame la tuya, y métela en mi costado". En, el ultimo

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CAPITULO de San Lucas dice: "Mirad mis manos y mis pies, porque soy el mismo". En virtud de una disposicion particular, conservo en su cuerpo las cicatrices de sus heridas, para que fueran prueba de la verdad de la resurreccion; porque los cuerpos incorruptibles deben tener después de la resurreccion una integridad completa, aun cuando pueda decirse que ciertos indicios de las heridas que se infirieron antes a los martires apareceran en sus cuerpos con cierta gloria en testimonio de su valor. Cristo demostro también que era el mismo supuesto, ya por el modo de hablar, ya por otras acciones que dan a conocer al hombre; y en virtud de esto sus discipulos le reconocieron en la fraccion del pan. Luc. XXIV. También se les aparecio en Galilea, donde solia hablar con ellos. Ademas demostro la gloria de su resurreccion entrando en el lugar en que estaban con las puertas cerradas, y desapareciendo a su vista, San Juan, XX, y San Lucas, cap. ultimo. En efecto: pertenece a la gloria de un ser resucitado la facultad de aparecer o desaparecer, cuando quiera, en vision gloriosa. Sin embargo, como el fin de la resurreccion ofrecia dificultad, demostro con muchos indicios, ya la verdad de la resurreccion, ya la gloria de un cuerpo resucitado, porque si hubiera demostrado totalmente la condicion inusitada de un cuerpo glorificado, hubiera perjudicado a la fe de la resurreccion, en atencion a que la inmensidad de esta gloria hubiera podido excluir la opinion de la misma naturaleza; asi lo manifesto, no solo con signos visibles, sino también con pruebas inteligibles, iluminando la inteligencia de aquellos para hacerles comprender las Escrituras, y demostrando que debia resucitar, segun los Profetas.



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CAPITULO CCXXXIX

De la doble vida reparada en el hombre por Cristo.

Asi como Cristo con su muerte destruyo nuestra muerte, asi también con su resurreccion reparo nuestra vida. La muerte y la vida son de dos clases en el hombre. La muerte del cuerpo, que consiste en su separacion del alma, y otra que consiste en su separacion de Dios. Cristo, en quien no tuvo lugar la segunda muerte por medio de la primera muerte que sufrio, esto es, la corporal, destruye en nosotros una y otra muerte. Del mismo modo, y en sentido inverso, hay dos vidas, una del cuerpo, que procede del alma, y es llamada vida de la naturaleza; otra, que procede de Dios, y es llamada vida de la justicia o vida de la gracia. Esta ultima vida se opera por la fe, mediante la cual Dios habita en nosotros, segun estas palabras de Habacuc, II: "Mi justo vive en su fe". Por esta razon hay dos clases de resurreccion: una corporal, por la cual el alma se reune nuevamente al cuerpo, y otra espiritual, por la cual se une nuevamente con Dios. Esta segunda resurreccion no tuvo lugar en Cristo, porque su alma jamas estuvo separada de Dios por el pecado. Por consiguiente, en virtud de su resurreccion corporal es causa de nuestra doble resurreccion, la corporal y la espiritual. Sin embargo, debemos observar que, como dice San Agustin super Joan.: "El Verbo de Dios resucita a las almas; pero el Verbo hecho carne resucita los cuerpos", porque solo pertenece a Dios vivificar el alma. Pero como la carne es el instrumento de su divinidad, y como el instrumento obra por la virtud de la causa principal, nuestra doble resurreccion corporal y espiritual se refiere a la resurreccion corporal de Cristo como a su causa. En efecto: todo lo que opero en la carne de Cristo fué saludable para nosotros, por la virtud de la divinidad unida a l, y esta es la razon por qué demostrando el Apostol que la resurreccion de Cristo es la causa de nuestra resurreccion espiritual, dice en la epistola a los Romanos "que fué entregado por nuestros pecados, y que resucito para nuestra justificacion". Que la resurreccion de Cristo es causa de nuestra resurreccion corporal, se demuestra también por estas palabras de la epistola a los Corintios, XV: "Si decis que Cristo ha resucitado, ¿como es que algunos de entre vosotros dicen que no hay resurreccion de los muertos?" Con razon admirable atribuye el Apostol la remision de los pecados a la muerte de Cristo, y nuestra justificacion a su resurreccion, para designar la conformidad y semejanza del efecto con la causa, porque asi como se quita el pecado cuando es remitido, asi también Cristo al morir dejo la vida pasible en que se encontraba la semejanza del pecado. Cuando uno es justificado adquiero una nueva vida, y por lo mismo, resucitando Cristo adquirio una nueva gloria. Asi, pues, la muerte de Cristo es la causa de la remision de nuestros pecados, efectiva como instrumento y ejemplar sacramentalmente y meritoria. La resurreccion de Cristo fué causa de nuestra resurreccion, causa efectiva, a la verdad, como instrumento, y ejemplar sacramentalmente; pero no meritoria, ya porque entonces Cristo no era viador para que pudiera merecer, ya porque la gloria de la resurreccion fué el premio de la pasion, segun se ve en la epistola de San Pablo a los Filipenses, II. Es evidente, pues, que Cristo pudo ser llamado primogénito de los que resucitaban de entre los muertos, no solo en el orden del tiempo, porque fué el primero que resucito, segun las profecias, sino también en el orden de la causa, porque su resurreccion es la causa de la resurreccion de los demas: y ademas, en el orden de la dignidad, porque resucito mucho mas glorioso que los demas. Este es el dogma de la resurreccion de Cristo que el Simbolo de la fe formula en estos términos: "Al tercer dia resucito de entre los muertos".



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CAPITULO CCXL

Del doble premio de la humillacion de Cristo, a saber, la resurreccion y la ascension.

Siendo la elevacion de Cristo, segun el Apostol, el precio de su humillacion, a la doble humillacion de Cristo debio corresponder una doble exaltacion. En efecto: se humillo, primero, sufriendo la muerte en la carne pasible que habia tomado, y, segundo, se humillo en cuanto al lugar, bajando su cuerpo al sepulcro y su alma a los infiernos. A la primera humillacion correspondio la gloria de la resurreccion, mediante la cual fué restituido de la muerte a una vida inmortal. A la segunda correspondio la gloria de la ascension, y por esto dice el Apostol a los de Efeso, IV: "El que descendio es el mismo que ascendio a los cielos". Del mismo modo que se dice del Hijo de Dios que nacio, sufrio, fué sepultado y resucito, no segun la naturaleza divina, sino segun la naturaleza humana, asi también se dice que el Hijo de Dios subio a los cielos, no segun la naturaleza divina, sino segun la naturaleza humana. En efecto: segun la naturaleza divina, nunca hubiera descendido del cielo, estando siempre en todo lugar; y por esto dice de si mismo por San Juan, III: "Nadie ascendio al cielo, sino el que descendio del cielo, el Hijo de Dios que esta en el cielo". Debe entenderse que se dice que bajo del cielo tomando la naturaleza humana, de tal suerte, que se entienda al mismo tiempo que siempre permanecio en el cielo, y por esto debemos considerar que Cristo solo subio al cielo por su propia virtud. Este era el lugar que correspondia a Aquel que bajo del cielo por razon de su origen. Los demas no pueden subir al cielo por si mismos, sino por la virtud de Cristo, de que son miembros. Como convenia al Hijo de Dios, segun su naturaleza, subir al cielo, se anade otra cosa que le conviene segun la naturaleza divina, a saber, que esta sentado a la derecha del Padre. No debe entenderse esto como si alli hubiera una derecha o un lugar corporal, sino que como la derecha es la parte mas noble del animal, debe entenderse en aquel modo de hablar, que el Hijo se sienta con el Padre en toda la plenitud de la igualdad, y sin que exista inferioridad alguna respecto de la naturaleza divina. Puede atribuirse también este lugar al Hijo de Dios, segun la naturaleza humana, para que comprendamos, segun la naturaleza divina, que el Hijo esta en el Padre segun la unidad de esencia, y que tiene con l un mismo trono, es decir, un mismo poder. Pero como los reyes suelen sentar cerca de si a alguno a quien comunican una parte del poder real, y es considerado como mas honrado en el reino aquel a quien el rey hace sentar a su derecha, justamente, y aun segun la naturaleza humana, se dice que el Hijo de Dios esta sentado a la derecha del Padre, como elevado en el reino celestial sobre toda criatura. En uno y otro caso, estar sentado a la derecha es una prerrogativa de Cristo, y por esto dice el Apostol a los Hebreos, I: "¿Cual es aquel de los angeles a quien alguna vez haya dicho siéntate a mi derecha?" Confesamos esta ascension de Cristo, diciendo en el Simbolo: "Subio a los cielos, y esta sentado a la derecha de Dios Padre".



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CAPITULO CCXLI

Cristo juzgara al mundo segun la naturaleza humana.

De lo dicho antes se colige claramente que mediante la pasion de Cristo, su muerte y gloria de su resurreccion y ascension, hemos sido libertados del pecado y de la muerte, y hemos adquirido la justicia y la gloria de la inmortalidad; la primera en efecto, la segunda en esperanza. Todo lo que hemos expuesto, a saber, la pasion, la muerte, la resurreccion y la ascension, se han realizado en Cristo completamente, segun la naturaleza humana; y por consiguiente, es necesario decir que, con respecto a aquellas cosas que Cristo sufrio o hizo en la naturaleza humana librandonos de los males, tanto espirituales como corporales, nos ha dirigido a los bienes espirituales eternos. Cuando se adquieren bienes por medio de alguno, es consiguiente que haga a estos dispensadores de aquellos: es asi que la dispensacion de bienes entre muchos exige juicio, para que cada uno reciba segun lo que merece; luego era conveniente que Cristo fuera establecido por Dios juez sobre los hombres a quienes salvo, segun la misma naturaleza humana, en la cual consumo los misterios de la humana salvacion. Por esto dice San Juan, V: "Le dio poder para juzgarlos", a saber: "el Padre, al Hijo", porque "es el Hijo del hombre" aun cuando haya para esto otra razon. En efecto: es conveniente que los que han de ser juzgados vean a su juez: es asi que es una recompensa decretada por el juicio ver en su naturaleza a Dios en quien reside la autoridad de juez; luego necesario fué que Dios fuese visto en su cualidad de juez, no en su naturaleza propia, sino en la naturaleza que tomo por los hombres que han de ser juzgados, ya sean buenos, ya malos; porque si los malos veian a Dios en la naturaleza de la divinidad, alcanzarian por lo mismo una recompensa de que no se habian hecho dignos. Esto es también una recompensa de gloria correspondiente a la humillacion de Cristo, que quiso humillarse hasta sufrir un juicio injusto ante un juez humano; razon por la que, para expresar esta humillacion, confesarnos en el Simbolo y de un modo especial: "Que sufrio bajo Poncio Pilato". Debido era también a Cristo, como premio de exaltacion, ser establecido por Dios, segun la naturaleza humana, juez de todos los hombres, muertos y vivos, y asi se ve por estas palabras de Job: "Tu causa fué juzgada como la de un impio; tu recibiras la justicia que mereces". Como el poder judicial pertenece a la exaltacion de Cristo, del mismo modo que la gloria de la resurreccion, Cristo aparecera en su judicatura, no con la humildad que pertenecia al mérito, sino con la forma gloriosa conveniente a la remuneracion. Por esto se lee en el Evangelio: "Que veran al Hijo del Hombre venir en nubes, con gran poder y majestad". La vista de su brillante gloria sera un motivo de alegria para los elegidos suyos que le amaron, y a quienes fué hecha esta promesa, Isaias, XXXIII: "Veran al Rey en su esplendor". Respecto de los impios, sera para ellos un motivo de confusion y de duelo, porque la gloria y el poder del juez inundan de tristeza y de temor a los que temen ser condenados. Por esto se dice en Isaias, XXVI: Vean y sean confundidos los que envidian a tu pueblo, y fuego devore a tus enemigos; y aun cuando aparezca en una forma gloriosa, sin embargo, se reconoceran en l las huellas de su pasion, no defectuosas, sino esplendentes y llenas de gloria, para que al verlas se colmen de alegria los elegidos, que reconoceran deber su libertad a la pasion de Cristo, y se llenen de tristeza los pecadores que hayan despreciado tan inmenso beneficio. Por esto se dice en el cap. 1 del Apocalipsis: Y le vera todo ojo, y los que le traspasaron, y se heriran los pechos al verde todos los linajes de la tierra.



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CAPITULO CCXLII

El que conoce la hora del juicio dio a su Hijo todo poder judicial.

Como el Padre dio al Hijo todo poder judicial, segun se lee en San Juan, V: "Y como actualmente la vida humana esta gobernada por el justo juicio de Dios porque l es el que juzga a toda la tierra" segun dijo a Abraham, Génesis, XVIII, no puede dudarse que este juicio que se ejerce sobre los hombres en este mundo pertenezca al poder judicial de Cristo, y asi es que en el salmo CIX se le aplican estas palabras que le dirige su Padre: Siéntate a mi derecha, hasta que yo ponga a tus enemigos por escabel de tus pies.

En efecto: Cristo esta sentado a la derecha de Dios, segun la naturaleza humana, en cuanto que recibe de l la potestad judicial, la cual ejerce también ahora antes de su manifestacion sensible, por lo mismo que sus enemigos estan humillados a sus pies. Por esta razon, después de su resurreccion gloriosa dijo de si mismo en el

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CAPITULO ultimo de San Mateo: "Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra". Hay ademas otro juicio de Dios, mediante el cual en el momento de la muerte se da a cada uno con respecto al alma aquello que haya merecido, porque los justos después de su muerte permanecen en Cristo, como desea San Pablo; al paso de los pecadores son sepultados en el infierno. En efecto: no ha de creerse que esta separacion se verifica sin juicio de Dios, o que este juicio no pertenece al poder judicial de Cristo, diciendo, como l mismo dice a sus discipulos, San Juan, XIV: Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mi mismo, para que en donde yo estoy estéis también vosotros.

Ser arrebatado no es otra cosa que morir para que podamos estar con Cristo, porque, como se dice en la segunda carta a los Corintios, V: "Mientras vivimos en nuestro cuerpo mortal, estamos alejados del Senor". Como la retribucion del hombre consiste en los bienes del alma, y también en los del cuerpo, que debe ser nuevamente revestido por el alma en la resurreccion; y como toda retribucion requiere un juicio, necesario es que haya otro juicio, en cuya virtud los hombres sean remunerados segun sus obras, tanto en el alma como en el cuerpo. Este juicio es también debido a Cristo, para que del mismo modo que murio por nosotros, y resucito en la gloria, y subio a los cielos, asi también haga por su propia virtud que resuciten nuestros humildes cuerpos, trasformandolos en el modelo de su cuerpo glorioso, para trasportarlos al cielo, en que nos precedio por su Ascension, poniéndonos de manifiesto el camino, segun predijo Micheas. La resurreccion de todos los hombres se verificara al fin de los siglos, segun dijimos ya. Este juicio sera el juicio universal y final; y para celebrarle, se cree que Cristo vendra por segunda vez con todo el esplendor de su gloria. Como en el salmo XXXV se lee: "Los juicios de Dios son un abismo sin fondo", y en la epistola a los Romanos, XI: "¡Cuan incomprensibles son sus juicios!" Hay en cada uno de dichos juicios algo de profundo y de incomprensible para la inteligencia humana. En efecto: en el primer juicio de Dios que rige la vida presente, el tiempo del juicio es claramente conocido por los hombres; pero no conocen la razon de las retribuciones, principalmente porque sucede las mas veces en este mundo que los buenos sufren males, y los malos abundan en prosperidad. En los otros juicios de Dios sera evidente la razon de la retribucion, pero no el tiempo, porque el hombre desconoce el momento de su muerte, segun estas palabras del Eclesiastés, IX: "El hombre ignora su fin, y nadie puede saber el fin de este, siglo". A la verdad, nosotros no conocemos las cosas futuras, sino aquellas cuyas causas comprendemos: es asi que la causa del fin del mundo es la voluntad de Dios desconocida para nosotros; luego ninguna criatura puede conocer el fin del mundo sino solo Dios, segun estas palabras de San Mateo, XXIV: "Nadie conoce este dia, ni esta hora, ni aun los angeles del cielo, sino solo el Padre". Pero como en San Marcos se lee: "Ni el Hijo", ha dado esto ocasion para que algunos incurran en el error de creer que el Hijo es inferior al Padre, en atencion a que el Hijo ignora lo que el Padre conoce. Puede evitarse este error diciendo que el Hijo ignora esto bajo el aspecto de la naturaleza humana de que se revistio, pero no bajo el aspecto de la naturaleza divina, en la cual una sola es la sabiduria con el Padre, y, para hablar con mas propiedad, es la sabiduria misma concebida en el seno del Padre. Pareceria poco conveniente que el Hijo, segun su naturaleza de adopcion, ignorase el juicio de Dios, supuesto que su alma, como lo atestigua el Evangelista, esta llena de la gracia y de la verdad de Dios, segun se dijo antes. No parece tampoco razonable que Cristo, habiendo recibido el poder de juzgar, porque es hijo del hombre, ignorase, segun la naturaleza humana, el tiempo de su justicia. En efecto: su Padre no le hubiera dado todo poder judicial si le hubiera quitado la facultad judicial de determinar el tiempo de su venida. Por consiguiente, segun el modo de hablar de la Escritura, debe entenderse este pasaje en el sentido de que se dice que Dios sabe alguna cosa cuando manifiesta el conocimiento de esta cosa. Asi vemos que dijo a Abraham, Génesis, XXII: "Ahora conoci que temes al Senor", no porque entonces empezara a conocerlo, conociendo como lo conoce todo desde toda eternidad, sino porque demostro su afeccion por este hecho. En este sentido es, pues, en el que se dice que el Hijo ignora el dia del juicio, porque no dio conocimiento de él a sus discipulos, respondiéndoles en los Hechos de los Apostoles: No toca a vosotros saber los tiempos o los momentos que puso el Padre en su propio poder. El Padre no lo ignora de este modo, porque al menos, en virtud de la generacion eterna, dio a su Hijo conocimiento de ello. Hay algunos que dan una explicacion mas laconica, diciendo que debe entenderse este pasaje del Hijo adoptivo. La razon que Dios tuvo para querer que permaneciera oculto el tiempo del juicio futuro, fué que los hombres velaran con atencion para que no se encontraran desprevenidos al tiempo del juicio. Esta es también la razon que tuvo para querer que todos ignoraran el tiempo de la muerte, porque cada uno aparecera en el juicio tal y como salio de este mundo por la muerte. Por esta razon dice el Senor, San Mateo, XXIV: "Vigilad, porque no sabéis la hora en que vendra vuestro Senor".



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