COMPENDIO DE TEOLOGIA 507


CAPITULO CCXLIII

Si seran o no juzgados todos los hombres.

De lo dicho se deduce claramente que Cristo posee la potestad judicial sobre los vivos y sobre los muertos, porque ejerce la judicatura sobre los que viven en este mundo, y sobre los que en esta vida pasaron a la otra por la muerte. En el juicio final juzgara a un mismo tiempo a los vivos y a los muertos, ya se entienda por vivos a los justos que viven con la vida de la gracia, y por muertos a los pecadores que han perdido esta vida; ya se entienda por vivos a los que vivan al advenimiento de nuestro Senor Jesucristo, y por muertos a los que hubieren fallecido antes de este advenimiento. No debemos entender, sin embargo, que habra algunos que seran juzgados vivos, porque no hayan sufrido la muerte corporal, como han creido algunos, porque el Apostol dice claramente en la primera epistola a los Corintios XV: "Todos resucitaremos"; y segun otra leccion: "Todos dormiremos, es decir, moriremos"; o como se lee en algunos, libros: "No todos dormiremos", como dice San Jeronimo en la epistola a Minerio, sobre la resurreccion de la carne; lo cual no es en verdad contrario a lo antes dicho, porque el Apostol habia expresado antes lo siguiente: "Del mismo modo que todos los hombres mueren en Adan, asi también todos seran vivificados por Cristo"; y, por consiguiente, estas palabras "no todos dormiremos", no pueden aplicarse a la muerte del cuerpo que se trasmitio a todos los hijos por el pecado del primer padre, como se dice en la epistola a los Romanos. Este pasaje debe entenderse del sueno del pecado, de que se habla en la epistola a los de Efeso, V: "Levantaos los que dormis; salid de entre los muertos, y Cristo os iluminara". Los que estén vivos a la venida del Senor se distinguiran de los que han muerto antes, no porque no moriran, sino porque moriran en el rapto que los llevara a los aires delante de Cristo, resucitando inmediatamente, como dice San Agustin. Debemos considerar que para un juicio se necesitan tres cosas: primera, la presencia de alguna persona ante el juez; segunda, la discusion de sus méritos; tercera, el fallo o la sentencia. En cuanto a la primera, todos los hombres buenos y malos, desde el primero hasta el ultimo, estaran sometidos al juicio de Cristo, porque, como se dice en la segunda epistola a los Corintios, V: "Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo", en cuya generalidad no estan excluidos los parvulos que mueren con bautismo o sin él, como dice la glosa en el mismo lugar. En cuanto a la discusion de los méritos, no seran juzgados todos, ya sean buenos o malos. En efecto: la discusion solo es necesaria cuando el bien esta confundido con el mal; pero no cuando el bien no tiene mezcla de mal, o el mal existe sin mezcla de bien. Entre los buenos habra algunos que han despreciado completamente los bienes de este mundo, para no ocuparse mas que de Dios y de las cosas de Dios. Por consiguiente, como el pecado se comete por el menosprecio que se hace del bien inmutable para adherirse a bienes pasajeros, parece que no hay en ellos mezcla de bien y mal, no porque vivan sin pecado, porque de ellos dice San Juan, en su primera carta: "Si decimos que no tenemos pecado, a nosotros mismos nos seducimos", sino porque los pecados leves que hay en ellos son en cierto modo consumidos por el ardor de la caridad y estan como aniquilados. Esta es la razon por qué no seran juzgados por la discusion de sus méritos. Aquellos que en esta vida atendieron a las cosas de la tierra usando de ellas, no contra la voluntad de Dios, sino adhiriéndose a ellas mas de lo conveniente, ofrecen una mezcla del mal con el bien, de la fe y de la caridad, en una cantidad notable, sin que sea facil distinguir qué es lo que en ellos prevalece, y por lo mismo seran juzgados con la discusion de los méritos. En cuanto a los malos, debemos hacer notar que la fe es el principio generador de la union con Dios, segun estas palabras de la epistola a los Hebreos, XI: "El que quiere aproximarse a Dios, debe creer". El que no tiene fe, no presenta bien alguno cuya mezcla con los males pueda hacer dudosa su condenacion, y por esta razon sera condenado sin discusion de méritos. El que tiene fe sin caridad ni buenas obras, tiene alguna cosa que sirve para unirle con Dios, y respecto de éste es necesaria la discusion de méritos, para que aparezca con evidencia si prevalece el bien o el mal. Este culpable sera condenado con la discusion de méritos, a la manera que un Rey de la tierra condena a un ciudadano presente con audiencia, y a un enemigo sin audiencia de ninguna clase. En cuanto al pronunciamiento de la sentencia, todos seran juzgados, porque en virtud de esta sentencia alcanzaremos gloria o castigo. Por esto se dice en la segunda carta a los Corintios, V: Para que cada uno reciba segun lo que ha hecho, o bueno o malo, estando en el propio cuerpo.



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CAPITULO CCXLIV

El examen en el juicio no sera motivado por la ignorancia; del modo y del lugar.

No debe imaginarse nadie que la discusion del juicio sea necesaria para la instruccion del juez, como se verifica en los juicios humanos, porque "todas las cosas estan manifiestas a sus ojos", segun se dice en la epistola a los Hebreos, IV, sino que es necesaria esta discusion, para que cada uno conozca de qué pena o de qué gloria es cada uno digno, y se regocijen los buenos con la justicia que Dios ejerce con todos, y se irriten los malos contra si mismos. Tampoco ha de creerse que esta discusion de los méritos se hara en todos los detalles, y como de palabra, porque seria necesario un tiempo infinito para exponer los pensamientos, las palabras y las buenas o malas acciones de cada uno. En esto, se engano Lactancio, cuando supuso que el dia del juicio duraria mil anos, aunque este tiempo no seria aun suficiente para celebrar el juicio de cada uno de una manera completa, porque para cada uno se necesitarian muchos dias. Sucedera, pues, en virtud del poder divino, que cada uno conocera instantaneamente el bien o mal que haya hecho, y por el que merece castigo o recompensa, conocimiento que no sera particular para las obras de cada uno, sino que sera extensivo a todos los demas. Cuando el excedente de los bienes sea tal, que parezca que los males no son de importancia, o que no debe haber debate entre los bienes o los males, en este caso el castigo o la recompensa son decretados sin discusion. En este juicio, aun cuando. todos comparezcan ante Cristo, los buenos se distinguiran de los malos, no solo en cuanto al mérito, sino en cuanto al lugar separado que habran de ocupar. Los malos que por su amor a las cosas de la tierra se separaron de Cristo, quedaran sobre la tierra; y, por el contrario, los buenos que se adhirieron a Cristo, seran arrebatados en los aires, yendo delante de l para que se conformen a Cristo, no solo por la participacion en el esplendor de su gloria de que gozaran, sino también porque seran admitidos en el mismo lugar que Cristo, segun estas palabras de San Mateo, XXIV: Donde quiera que estuviere el cuerpo, alli se juntaran también las aguilas. En la palabra aguilas estan designados los Santos. En lugar de cuerpo se lee en el Hebreo Joathan, que, segun San Jeronimo, significa cadaver, para recordar la pasion de Cristo, por medio de la cual merecio la potestad judicial, y mediante la cual también los hombres que se asocian a esta pasion son admitidos a participar de su gloria, segun estas palabras del Apostol en su segunda carta a Timoteo, "Sufriendo con l, con l nos reuniremos". Esta es la razon por qué se cree que Cristo, para celebrar el juicio, bajara a los lugares en que sufrio su pasion, segun estas palabras de Joel, III: "Yo congregaré todas las naciones; yo las conduciré al valle de Josafat, y yo discutiré sus obras alli", en el lugar situado en el monte de las Olivas, de donde Cristo subio a los cielos. Esta es también la razon por qué cuando el Senor venga a juzgar al mundo, el estandarte de la Cruz y los demas vestigios de su pasion apareceran con l, segun estas palabras de San Mateo, XXIV: "Y entonces aparecera en el cielo el estandarte del Hijo del hombre", para que viendo los impios Aquel a quien crucificaron, se inunden de pesares y dolor, regocijandose con la gloria del Redentor los que se aprovecharon de la redencion. Asi como se dice que Cristo esta sentado a la derecha de Dios segun la naturaleza humana, como elevado al lugar mas sublime cerca del Padre, asi también se dice que los justos, en el dia del juicio, se sentaran a la derecha, Ocupando cerca de l el lugar mas honroso.



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CAPITULO CCXLV

Los santos estaran asociados a la celebracion del juicio.

Cristo no sera el unico juez en el dia del juicio; habra ademas otros, de los cuales, unos lo seran por comparacion, como los buenos con respecto a aquellos que sean menos buenos, y los malos con respecto a aquellos que sean peores, segun estas palabras de San Mateo, XII: "Los habitantes de Ninive se levantaran en el dia del juicio con esta generacion, y la condenaran". Otros juzgaran aprobando la sentencia, siendo todos los justos jueces de esta manera, segun estas palabras del libro de la Sabiduria, III: "Los Santos juzgaran a las naciones". Algunos juzgaran por cierta delegacion del poder judicial de Cristo, segun estas palabras del salmo CXLIX: "En las manos tienen espadas de dos filos". Nuestro Senor prometio este poder judicial a los Apostoles, cuando dice por San Mateo, XIX: "En verdad os digo, que vosotros que me habéis seguido en la regeneracion, cuando se sentara el Hijo del hombre en el trono de su majestad, os sentaréis también vosotros sobre doce sillas para juzgar a las doce tribus de Israel". No ha de creerse que solo los judios que pertenecieron a las doce tribus de Israel seran juzgados por los Apostoles, pues por las doce tribus de Israel debe entenderse todos los fieles que heredaron la fe de los Patriarcas. Los infieles no seran juzgados, porque lo fueron ya. Los doce Apostoles que lo eran entonces, no juzgaran con Cristo, porque no juzgara Judas; y Pablo, que trabajo mas que los demas, no estara privado de la potestad judicial, diciendo como dice: "¿Ignorais que juzgaremos a los angeles?" Esta dignidad pertenece propiamente a los que todo lo abandonaron por seguir a Jesucristo; y asi fué prometido a San Pedro, que lo pedia, diciendo: "Todo lo hemos abandonado por seguirte, ¿qué recompensa nos daras?" Job dice también respecto de esto, XXXVI: "Dio la judicatura a los pobres", y lo dice con razon. En efecto: la discusion, como ya se dijo, recaera sobre los actos de los hombres que hayan usado bien o mal de las cosas de este mundo: es asi que para la rectitud del juicio es necesario que la mente del juez esté desembarazada de aquellas cosas que son objeto del juicio; luego por lo mismo que la mente es totalmente extrana a las cosas terrestres, hay mérito para la dignidad judicial. La predicacion de los preceptos divinos es también meritoria de esta prerrogativa, y por esto se dice en San Mateo, XXV: "Cristo vendra a juzgar con sus angeles"; entendiendo por angeles a los predicadores, como dice San Agustin en el libro de la Penitencia: "Conveniente es que los que han anunciado los preceptos de la vida, discutan los actos de los hombres relativos a la observancia de los preceptos divinos". Por consiguiente, seran jueces en cuanto cooperaron a que cada uno conociera la causa de su salvacion o de su propia condenacion, asi como la de los demas, a la manera que los angeles superiores se dice que iluminan a los inferiores, y aun a los hombres. Esta potestad judicial de Cristo es la que confesamos en el Simbolo de los Apostoles cuando decimos: "y de alli ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos".



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CAPITULO CCXLVI

De qué modo se distinguen los articulos de lo dicho anteriormente.

Después de estas consideraciones pertenecientes a la verdad de la fe cristiana, es necesario saber que todo lo dicho se reduce a :ciertos articulos: doce, segun unos; catorce, segun otros. Como la fe tiene por objeto las cosas incomprensibles a la razon, es necesario un nuevo articulo siempre que ocurre alguna cosa nueva incomprensible a la razon. Hay un articulo perteneciente a la unidad de la divinidad. En efecto: aunque se pruebe por la razon que Dios es uno, es, sin embargo, de fe que gobierna inmediatamente todas las cosas, y que debe ser honrado por cada uno. Por consiguiente, hay tres articulos sobre las tres Personas divinas; hay otros tres sobre los efectos de Dios, es decir, de la creacion, que pertenecen a la naturaleza de la justificacion, a la gracia de la remuneracion y a la gloria; y por consiguiente hay siete articulos sobre la divinidad en general. Hay otros siete articulos sobre la humanidad de Cristo: el primero, de la Encarnacion y de la Concepcion; el segundo, de la Natividad, que tiene una dificultad especial, en razon de su salida del seno cerrado de la Virgen; el tercero, de la muerte, pasion y sepultura; el cuarto, de la bajada a los infiernos; el quinto, de la resurreccion; el sexto, de la ascension; el séptimo, de su venida en el dia del juicio, resultando en todo catorce articulos. Hay otros que con razon bastante comprenden en un solo articulo el dogma de las tres personas, porque no se puede creer en el Padre sin creer en el Hijo y en el amor, que es el bien reciproco, a saber, el Espiritu Santo. Estos distinguen el articulo de la resurreccion del de la remuneracion, y asi resulta que hay dos articulos sobre Dios: uno de la unidad, otro de la trinidad, cuatro sobre los efectos, uno sobre la creacion, otro sobre la justificacion; el tercero es sobre la resurreccion comun; el cuarto sobre la remuneracion. En cuanto el dogma de la humanidad de Cristo, comprenden en un mismo articulo la Concepcion y la Natividad, como también la Pasion y la muerte, y por consiguiente, segun este modo de contar, son doce los articulos. Basta lo dicho sobre la fe.

SEGUNDA PARTE DE ESTA OBRA

En la que se manifiesta que la virtud de la esperanza es necesaria para la perfeccion de la vida cristiana.



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CAPITULO PRIMERO

Como el Principe de los Apostoles nos invita no solo a dar razon de nuestra fe, sino también de nuestra esperanza después de haber expuesto brevemente los principios de la fe cristiana, nos resta hablar compendiosamente también de lo concerniente a la esperanza. Es necesario considerar que el deseo del hombre puede descansar en un conocimiento cualquiera supuesto que naturalmente desea conocer la verdad cuya posesion le satisface. El deseo del hombre no descansa o reposa en el conocimiento de la fe. La fe es, en efecto, un conocimiento imperfecto, porque se cree lo que no se ve, y por eso la llama el Apostol en la epistola de los Hebreos, XI: "La prueba de las cosas que no se ven". Cuando se tiene fe, aun reside en el alma un movimiento hacia alguna cosa, a saber: para ver perfectamente las cosas que se cree, y alcanzar los medios de llegar a esta verdad; pero como entre los principios de la fe hay uno en virtud del cual creemos que Dios gobierna las cosa humanas con su providencia, se levanta por esta razon en el corazon del hombre un movimiento de esperanza dirigido a obtener con los auxilios de la fe los bienes que naturalmente desea y que la fe le hace conocer. Esta es la razon por qué después de la fe es necesaria la esperanza para la perfeccion de la vida cristiana, segun dijimos ya.



CAPITULO II

La oracion esta justamente recomendada al hombre como medios de alcanzar lo que desea: de las diferentes oraciones con respecto a Dios y con respecto al hombre.

Como en el orden de la divina Providencia cada cosa tiene un medio para llegar al fin conveniente a su naturaleza, el hombre ha recibido también un medio conveniente para alcanzar de Dios lo que desea, segun las exigencias de la humanidad. En efecto: es propio de la condicion humana valerse de la oracion para alcanzar de alguno, y principalmente de un superior lo que se espera recibir de él; y por esto se recomienda al hombre de la oracion, porque por su medio alcanza de Dios lo que de Dios espera. La necesidad de la oracion es diferente para alcanzar alguna cosa de Dios o del hombre. En primer lugar, se emplea la oracion ante el hombre, para dar a conocer el deseo y la necesidad del que ora; y segundo para que el animo de aquél a quien se ruega se incline a favor del que ora. No sucede esto en la oracion que se dirige a Dios, porque orando no nos proponemos, ni es nuestra intencion hacer que Dios conozca todas nuestras necesidades o deseos, que conoce perfectamente; y por esto, el salmista en el salmo XXXVII dice a Dios: "Senor, todos mis deseos os son conocidos", y en San Mateo, VI, se dice: "Vuestro padre sabe que necesitais de todas estas cosas". La voluntad divina tampoco se determina por las palabras del hombre a querer lo que antes no queria, porque se dice en el libro de los numeros, XXIII: "No es Dios como el hombre que miente, ni como el hijo del hombre que se muda". En el libro primero de los Reyes, XV, se lee también: "Ni estara sujeto a arrepentimiento ". La oracion dirigida a Dios es necesaria en el hombre, y por causa del mismo hombre que ora, a fin de que considere sus defectos e incline su corazon, a desear eficaz y piadosamente lo que espera conseguir orando. Hay que notar también otra diferencia entre la oracion que se dirige a Dios y la que se dirige al hombre. Para rogar a un hombre s necesaria cierta familiaridad previa, en virtud de la cual es uno admitido a la manifestacion del ruego; pero, por el contrario, cuando la oracion se dirige a Dios, elevando nuestro espiritu a l; es una conversacion afectuosa con Dios, adorandole en espiritu y en verdad; y esta familiaridad, producida por la suplica, dispone a orar nuevamente con mas confianza. Por eso se lee en el Salmo LXXXVII: "Yo clame" orando con confianza "por que me oisteis, Dios mio"; como si, familiarizado por la primera oracion, implorara los divinos auxilios mas confiadamente en la segunda. En virtud de esto, la asiduidad o la frecuencia de las peticiones que se hacen en la oracion a Dios, lejos de serle inoportuna, le es, por el contrario, agradable. Conviene orar siempre y sin desfallecer, como dice San Lucas, XVIII. El Senor nos invita también a orar, segun leemos en San Mateo, VII: "Pedid y se os dara, llamad y se os abrira". En los ruegos que se dirigen al hombre sucede, empero, que llega a ser inoportuna la reiteracion de las peticiones.




CAPITULO III

Para la consumacion de la esperanza convenia que Cristo nos diese la formula de la oracion.

Siendo, después de la fe, necesaria la esperanza para la salvacion, conveniente era que nuestro Salvador, constituido autor y consumador de nuestra fe, reservandonos los sacramentos celestes, nos introdujera en la fuente viva de la esperanza, ensenandonos un modo de orar que excitase nuestra esperanza en Dios, en atencion a que l mismo es el que nos ensena lo que debemos pedirle. En efecto: no nos inducira a pedir si no se propusiera oirnos, porque no se pide mas que a aquél de quien se espera conseguir alguna cosa, ni tampoco se pide mas que lo que se espera. Asi, pues, ensenandonos a pedir a Dios alguna cosa, nos advierte que esperemos en l, y nos hace conocer lo que debemos esperar, porque nos ensena a pedir. Por consiguiente, exponiendo las peticiones que estan contenidas en la oracion dominical, explicaremos todo lo que pertenece a la esperanza de los cristianos, es decir, en qué debemos poner nuestra esperanza, porque razon, y que es lo que debemos esperar de Dios. Nuestra esperanza debe estar en Dios, y a l es a quién debemos orar, segun estas palabras del Salmo LXI: Esperad en l (en Dios) toda la congregacion del pueblo derramando ante l (orando) vuestros corazones.



CAPITULO IV

Razon por que debemos pedir a Dios mismo por medios de la oracion las cosas que esperamos.

La principal razon porque debemos esperar en Dios, es porque pertenecemos a Dios, como el efecto a la causa. Dios no hace nada en vano, sino siempre por un fin determinado. A la verdad, es propio de todo agente producir un efecto de tal modo, que nada le falte de lo que necesita par llegar a su fin, y por eso en las cosa que se hacen por los agentes naturales, la naturaleza jamas falta a las cosa necesarias, sino que, por el contrario, da a cada producto las cosas que pertenecen a la constitucion de su ser y a la perfeccion de la operacion que conduce al fin, a no ser que por acaso haya obstaculo por parte de la gente que le haga insuficiente con relacion a estos medios. El agente en el orden intelectual al producir el efecto no da solo a su efecto lo que necesita para el fin que se propone, porque ademas de la perfeccion de la obra dispone del uso de la obra, que es el fin de la misma obra. Por ejemplo: el obrero no se contenta con hacer el cuchillo; dispone también de su propiedad incisiva. El hombre ha sido hecha por la mano de Dios, como una obra por un artifice, y por esto leemos en el

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CAPITULO LXIV de Isaias: "Senor, tu eres nuestro hacedor; nosotros somos barro". Asi como el vaso de tierra si tuviera sentido deberia esperar ser bien atendido por el obrero, asi también el hombre debe esperar de Dios ser sabiamente gobernado por l. En consideracion a esto se lee en Jeremias, XVIII: "Hijos de Israel, en mi mano estais como el barro en manos del alfarero". Esta confianza que el hombre tiene en Dios, debe ser certisima: En efecto: Hemos dicho que el agente jamas a la buena disposicion de su obra, sino en virtud de algun defecto que se encuentre en él: es asi que en Dios no puede haber defecto alguno, ni la ignorancia, porque "Todo esta descubierto a sus ojos", (Epistola a los Hebreos, IV), ni la impotencia, porque "Su mano no se ha abreviado de modo que no pueda salvar", (Isaias, LIX); luego no puede haber en Dios falta de buena voluntad, porque "el Senor es bueno par los que esperan en l, para el alma que le busca", (Trenos, III).Todo el que pone su confianza en Dios, jamas enganara (Epistola a los Romanos, V). Es necesario considerar también que aunque la divina Providencia abraza a todas las criaturas con suma vigilancia, sin embargo, cuida particularmente de los seres racionales, que estan ennoblecidos con el caracter de su imagen, que pueden elevarse hasta conocerle y amarle, que son duenos de sus actos, como dotados de la facultad de discernir el bien y mal. por esta razon deben esperar con confianza en Dios, no solo en que seran sostenidos en la existencia, segun la condicion de su naturaleza, lo cual pertenece también a las demas criaturas, sino en que podran merecer de l una recompensa, separandose del mal y practicando el bien. Por esta razon se dice en el salmo XXXV: "Salvaras, Senor, a los hombres y a las criaturas privadas de razon", en el sentido de que concede a los hombres y a las criaturas privadas de razon las cosa necesarias para el sostenimiento de la vida. El Salmista anade enseguida: "Pero los hijos de los hombres esperaran a la sombra de tus alas", como protegidos por un especial cuidado.

Aun debemos considerar que la agregacion de una perfeccion cualquiera confiere al mismo tiempo la facultad de hacer o adquirir alguna cosa, a la manera que el aire, iluminado por el sol, tiene la facultad de llegar a ser el medio de la vision, y el agua, calentada por el fuego, la facultad de coser, y aun podria esperarlo si tuviera sentidos. El hombre, ademas de la naturaleza de su alma, tiene o se le agrega la perfeccion de la gracia, por cuyo medio llega a ser participante de la naturaleza divina, segun se lee en la segunda Epistola de San Pedro,

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CAPITULO I, y de ahi es, y en virtud de esto decimos que somos regenerados en hijos de Dios, segun estas palabras de San Juan, I: "Les dio potestad de hacerse hijos de Dios". Es asi que los hijos pueden justamente esperar la herencia de su padre, segun estas palabras de la epistola a los Romanos, VIII: "Si somos hijos suyos, también somos herederos suyos"; luego en virtud de esta regeneracion espiritual, el hombre debe tener mayor esperanza en Dios, la esperanza de tener la herencia eterna; segun estas palabras de la primera Epistola de San Pedro, I: "Que nos ha reengendrado para esperanza de vida por la resurreccion de Jesucristo de entre los muertos". Como en virtud del espiritu de adopcion que hemos recibido exclamamos: "Abba, Padre nuestro", segun se lee en la epistola a los Romanos, VIII, El Senor, para ensenarnos lo que debemos pedir en estas esperanzas empezo su oracion por la invocacion del Padre, diciendo: "Padre". De este modo también, y siendo el hombre "Padre", esta afectuosamente dispuesto a orar con pureza y a obtener lo que espera. Los hijos deben imitar a sus padres, y, por consiguiente, el e que reconoce a Dios como Padre debe esforzarse por imitarle, evitando todas aquellas que no le hacen semejante a Dios, y buscando las que ha Dios nos asimilan. En Jeremias, III, se lee: "me llamaras Padre, y no cesaras de ir en pos de mi". Luego si, como dice San Gregorio Niseno, os ocupais de las cosas del mundo o deseais la gloria humana, o las miserias del apetito pasible, ¿Como viviendo una vida de corrupcion podéis llamar vuestro Padre al ser regenerador de la incorruptibilidad?




CAPITULO V

En las oraciones que dirigimos a Dios debemos llamarle Padre Nuestro, y no Padre mio.

Entre los demas deberes que tiene el que se reconoce hijo de Dios, es el principal imitar al Senor en la Caridad, segun estas palabras del Apostol a los de Efeso, V: "Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos muy amados, y andad en caridad". El amor de Dios no es privado, es extensivo a todos, porque Dios ama todas las cosas que existen, segun se lee en el libro de la Sabiduria, Xi, y especialmente a los hombres, segun estas palabras del Deuteronomio, XXXIII: "Amo a los pueblos". Por esto como dice San Cipriano, la oracion entre nosotros es publica, y en comun, y cuando oramos, no oramos por un solo individuo, oramos por todo el pueblo, por que todo el pueblo y nosotros somos uno. La necesidad dice San Juan Crisostomo, nos obliga a orar cada uno por si, y el amor fraternal nos impone el deber de orar por los demas. Asi es que no decimos Padre mio, sino Padre nuestro.

Es necesario considerar también que si nuestra esperanza se funda principalmente en el auxilio divino, tenemos, sin embargo, en nuestros esfuerzos respectivos, un medio de conseguir mas facilmente aquello que imploramos. por esto se dice en la segunda epistola a los Corintios, I: Que aun nos librara, si vosotros nos ayudais orando por nosotros, y en Santiago, V: "Orad los unos por los otros, para que seais salvos"; porque, como dice San Ambrosio, "Reuniéndose y concertando sus esfuerzos los débiles, llegaran a ser poderosos", y es imposible que los que oran juntos no sean oidos, segun estas palabras de San Mateo, XVIII: "Si dos de vosotros se convinieren sobre la tierra, de toda cosa que pidieren les sera hecho por mi Padre, que esta en los cielos". Por consiguiente, no dirigimos nuestra oracion singular o particularmente, sino que, como unidos con unanime consentimiento, decimos: "Padre nuestro". Debemos considerar también que esperamos en Dios, por Cristo, segun estas palabras de la Epistola a los Romanos, V: "Justificados, pues, por la fe, tengamos paz con Dios por nuestro senor Jesucristo; por el cual tenemos también la entrada por la fe a esta gracia, en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios "; y la razon de esto es que llegamos a ser hijos adoptivos de Dios, por el que es su Hijo unico y natural, pues en la Epistola a los Galatas se dice: "Dios envio a su hijo para que recibiéramos la adopcion de hijos". Decimos invocar a Dios como nuestro Padre, de tal modo que no se menoscabe el privilegio del Hijo unigénito, y por esto dice San Agustin: "No te atribuyas nada de una manera especial. Dios es especialmente Padre de Cristo; solo es Padre en comun de todos nosotros, porque no engendro mas que a solo Cristo y nos crio a todos, y por eso se dice Padre nuestro".




CAPITULO VI

Donde se demuestra que Dios nuestro Padre, a quien dirigimos nuestras oraciones, puede oirlas por lo mismo que decimos "Que estés en los cielos".

Sucede frecuentemente que la esperanza queda frustrada por la impotencia de aquel cuyo auxilio esperamos. En efecto: para la seguridad de la esperanza no basta que aquel en quien la fundamos tenga voluntad para socorrernos, sino también poder para prestarnos el socorro. Nosotros expresamos suficientemente la disposicion pronta de la voluntad divina para socorrernos cuando decimos: "Padre nuestro"; pero para que no dudemos de la excelencia de su poder, anadimos: "Que estas en los cielos". No decimos que estas en los cielos como contenido de un lugar, sino en el sentido de que con su poder abarca los cielos, segun este pasaje del Eclesiastico, XXIV: "Yo he recorrido solo la circunferencia de los cielos". Su poder es mayor que la inmensidad de los cielos, segun estas palabras del salmo VIII: "tu magnificencia, ¡oh Dios mio! esta elevada sobre los cielos". Para dar a nuestra esperanza una seguridad firme y completa, confesamos el poder de Dios; poder que sostiene los cielos, y aun va mucho mas alla.

Haciéndolo asi excluimos de la oracion de la oracion un error funesto. Hay algunos que creen que las cosas humanas estan bajo la influencia fatal de los astros, contrariando con su dicho este testimonio de Jeremias, X: "No temais nada de los astros de cielo, como temen los gentiles". Este error destruye el fruto de la suplica, porque si nuestra vida esta bajo la influencia de los astros, no puede verificarse en ella mutacion alguna, y seria en vano que por medio de nuestras oraciones, imploraramos la consecucion de algun bien, o librarnos de algun mal. Para que esta creencia no turbe la seguridad de nuestra esperanza en la oracion, decimos: "Que estas en los cielos"; esto es que Dios es Senor de ellos, y el que les comunica movimiento. El auxilio que esperamos de Dios no puede por consiguiente, encontrar obstaculo en la accion de los cuerpos celestes. Par que la oracion sea eficaz ante Dios es necesario, ademas, que el hombre implore lo que dignamente pueda esperar de Dios.

En efecto: leemos en Santiago, IV: "Pedis, y no recibiréis porque pedis mal". En efecto: malas peticiones son aquellas que estan inspiradas o movidas por la sabiduria de la tierra, y no por la del cielo. Por esta razon dice San Juan Crisostomo: "Cuando decimos: que estas en los cielos, no es en el sentido de que el que ora deja a la tierra para elevarse a las regiones superiores". Hay, ademas, otro obstaculo para la oracion y para la confianza en Dios, y consiste en pensar que el que ora que la providencia divina no se ocupa de las cosa de este mundo, segun este pasaje de Job, Cap. XXII, puesto en boca de los impios: "se esconde detras de las nubes, no se ocupa de las cosa de este mundo, y se pasea en las profundidades de los cielos". En Ezequiel, VIII, leemos también: "El senor no nos ve, el senor dejo la tierra". El apostol San Pablo nos ensena lo contrario cuando dice a los atenienses: "no esta lejos de cada uno de vosotros, por que el es en quien vivimos, por quien somos y nos movemos". En efecto: ¿quién conserva nuestra existencia, quién gobierna nuestra vida y dirige nuestros movimientos ¿Segun de estas palabras del libro de la sabiduria XIV: "Vuestra providencia, Oh Padre? Es la que todo lo gobierna desde el principio", porque aun los animales mas pequenos son objeto de los cuidados de su providencia, segun estas palabras de San Mateo, X: "Por ventura no se venden los pajarillos por un cuarto, y uno de ellos no caera sobre la tierra sin vuestro padre? Aun los cabellos de vuestra cabeza estan todos contados". La Divina Providencia cuida tan particularmente de los hombres que el apostol dice hablando en ella: "Dios no se ocupa de los animales"; no porque no se ocupe de ellos, sino porque no se ocupa de ellos como de los hombres, a los cuales castiga o remunera por sus buenas o malas obras, y los destina a la vida eterna. Esta es la razon por qué después de las palabras citadas, anade el Senor: "pero todos los cabellos de vuestra cabeza estan contados". Como si todo lo que pertenece al hombre debiera ser restaurado en la resurreccion, sin que de ello deba existir duda alguna, por que enseguida anade: "No temais, por que vosotros valéis mas que muchos pajaros". Por esto, como dijimos antes, se lee en el salmo XXXV: "Los hijos de los hombres esperaran a la sombra de vuestras alas" Aun cuando se diga que Dios esta cerca de todos los hombres por el cuidado particular que de ellos tiene se dice, sin embargo, de un modo especial que esta cerca, de los buenos, porque estos mediante su fe y su amor, se esfuerzan mas por acercarse a l. Segun estas palabras de Santiago; IV: "Acercaos a Dios y se acercara a vosotros"; y por esto se dice también en el Salmo CXLIV: "Dios esta cerca de todos los que le invocan en verdad". No solamente esta cerca de ellos, sino que habita en ellos por su gracia, segun estas palabras de Jeremias, XIV: "Tu estas en nosotros, Senor. Por consiguiente, para aumentar la esperanza de los santos se dice: "Que estas en los cielos", es decir, en los santos como explica San Agustin, porque, como dice este mismo, parece que hay tan gran diferencia espiritual entre los justos y pecadores, como la que hay entre el cielo y la tierra. Para significar esto, al orar nos volvemos hacia el oriente, que es en donde el cielo se levanta. Lo que también aumenta la esperanza de los santos y su confianza en oracion ademas de su proximidad a Dios, es el pensamiento de la dignidad que han recibido de Dios, haciendo de ellos un cielo por Cristo, Segun estas palabras de Isaias, LI: "Para establecer el cielo y fundar la tierra". En efecto: el que hizo los cielos no les rehusara los bienes celestiales.


CAPITULO VII

Cuales son las cosas que debemos esperar de Dios. Razon de la esperanza.

Después de haber hablado de las cosa que inspira a los hombres las cosas de Dios, vamos a hablar ahora de las cosas que debemos esperar de Dios. Es necesario considerar, que la esperanza presupone el deseo, y, por consiguiente, que para que una cosa sea objeto de la esperanza, se requiere ante todo que sea deseada. En efecto: no se dice que esperamos las cosas que no deseamos; se dice que las tenemos o las despreciamos. En segundo lugar, se requiere que lo que se espera sea posible de conseguir, porque el hombre no puede desear las cosas que no tiene esperanza de poder conseguir, y por lo mismo no puede esperarlas. Se requiere en tercer lugar, que lo que se espera sea una cosa dificil, porque las cosas faciles o pequenas, las despreciamos, mas bien que las esperamos, o si las deseamos, teniéndolas casi en le momento, mas bien que desearlas como futuras, parece que las poseemos como presentes.

Debemos considerar también que entre las cosas arduas que esperamos conseguir, hay unas que esperamos conseguir por nosotros mismos y otras con el auxilio de un tercero. Entre estas cosas hay la diferencia que para las cosas que esperamos conseguir, por nosotros mismos, nos valemos de nuestras propias fuerzas, al paso que para conseguir las cosas que esperamos de un tercero, hay que echar mano a la peticion, llamada propiamente asi cuando se dirige a un hombre, y denominada oracion cuando se dirige a Dios, Segun estas palabras de San Juan Damasceno. "La oracion es una suplica a Dios de las cosas que nos estan bien". La esperanza que tenemos o en nosotros mismos o en un hombre cualquiera, no pertenece a la virtud de la esperanza, por que la esperanza tiene a Dios solo por objeto. Por esto dice Jeremias, XVII: "Maldito el hombre que confia en otro hombre y que se apoya en un brazo de carne". Y después anade: "Bendito el hombre que funda su confianza en el Senor: el Senor sera objeto de su confianza". Por consiguiente, el hombre debe considerar como posible s aquellas cosas que el senor le enseno a pedir en su oracion, que aun cuando sean dificiles, pueden conseguir con el auxilio divino, pero no con la fuerza humana.




COMPENDIO DE TEOLOGIA 507