San Pio X, Pascendi



Enseñanzas de San Pio X



PASCENDI

Carta encinclica del sumo pontifice Pio X sobre las doctrinas de los modernistas



INTRODUCCION

Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo senalo como primer deber el de guardar con suma vigilancia el deposito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo; porque jamas han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, "hombres de lenguaje perverso" (Ac 20,30), "decidores de novedades y seductores" (Tt 1,10), "sujetos al error y que arrastran al error" (2Tm 3,13).



Gravedad de los errores modernistas

1 Pero es preciso reconocer que en estos ultimos tiempos ha crecido, en modo extrano, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energias vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al mas sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aqui hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandisimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto mas perjudiciales cuanto lo son menos declarados.

Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aun mas deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofia y teologia, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de mas sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrilega temeridad rebajan a la categoria de puro y simple hombre.

2 Tales hombres se extranan de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia. Pero no se extranara de ello nadie que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartara de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros dias, el peligro esta casi en las entranas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el dano producido por tales enemigos es tanto mas inevitable cuanto mas a fondo conocen a la Iglesia. Anadase que han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raiz misma; esto es, a la fe y a sus fibras mas profundas. Mas una vez herida esa raiz de vida inmortal, se empenan en que circule el virus por todo el arbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su tactica es la mas insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que facilmente sorprenden a los incautos. Por otra parte, por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga retroceder o, mas bien, que no sostengan con obstinación y audacia. Juntan a esto, y es lo mas a proposito para enganar, una vida llena de actividad, constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación publica por sus costumbres, con frecuencia intachables. Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherandose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que solo es obra de la tenacidad y del orgullo.

A la verdad, Nos habiamos esperado que algun dia volverian sobre si, y por esa razón habiamos empleado con ellos, primero, la dulzura como con hijos, después la severidad y, por ultimo, aunque muy contra nuestra voluntad, las reprensiones publicas. Pero no ignorais, venerables hermanos, la esterilidad de nuestros esfuerzos: inclinarón un momento la cabeza para erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien: si solo se tratara de ellos, podriamos Nos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo seria un crimen. Tiempo es de arrancar la mascara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.

3 Y como una tactica de los modernistas (asi se les llama vulgarmente, y con mucha razon), tactica, a la verdad, la mas insidiosa, consiste en no exponer jamas sus doctrinas de un modo metodico y en su conjunto, sino dandolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas aca y alla, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas en un conjunlo, y hacer ver el enlace logico que las une entre si, reservandonos indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios mas adecuados para cortar el mal.


I. EXPOSICION DE LAS DOCTRINAS MODERNISTAS

Para mayor claridad en materia tan compleja, preciso es advertir ante todo que cada modernista presenta y reune en si mismo variedad de personajes, mezclando, por decirlo asi, al filosofo, al creyente, al apologista, al reformador; personajes todos que conviene distinguir singularmente si se quiere conocer a fondo su sistema y penetrar en los principios y consecuencias de sus doctrinas.

4 Comencemos ya por el filosofo. Los modernistas establecen, como base de su filosofia religiosa, la doctrina comunmente llamada agnosticismo. La razón humana, encerrada rigurosamente en el circulo de los fenomenos, es decir, de las cosas que aparecen, y tales ni mas ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los limites de aquéllas. Por lo tanto, es incapaz de elevarse hasta Dios, ni aun para conocer su existencia, de algun modo, por medio de las criaturas: tal es su doctrina. De donde infieren dos cosas: que Dios no puede ser objeto directo de la ciencia; y, por lo que a la historia pertenece, que Dios de ningun modo puede ser sujeto de la historia.

Después de esto, ¿que sera de la teologia natural, de los motivos de credibilidad, de la revelación externa? No es difícil comprenderlo. Suprimen pura y simplemente todo esto para reservarlo al intelectualismo, sistema que, según ellos, excita compasiva sonrisa y esta sepultado hace largo tiempo.

Nada les detiene, ni aun las condenaciones de la Iglesia contra errores tan monstruosos. Porque el concilio Vaticano decreto lo que sigue: "Si alguno dijere que la luz natural de la razón humana es incapaz de conocer con certeza, por medio de las cosas creadas, el unico y verdadera Dios, nuestro Creador y Señor, sea excomulgado"(4). Igualmente: "Si alguno dijere no ser posible o conveniente que el hombre sea instruido, mediante la revelación divina, sobre Dios y sobre el culto a él debido, sea excomulgado"(5). Y por ultimo: "Si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creible por signos exteriores, y que, en consecuencia, solo por la experiencia individual o por una inspiración privada deben ser movidos los hombres a la fe, sea excomulgado"(6).

(4. De revelat. can.l.
(5. Ibid., can.2.
(6. De fide can.2.

Ahora, de qué manera los modernistas pasan del agnosticismo, que no es sino ignorancia, al ateismo cientifico e historico, cuyo caracter total es, por lo contrario, la negacion; y, en consecuencia, por qué derecho de raciocinio, desde ignorar si Dios ha intervenido en la historia del género humano hacen el transito a explicar esa misma historia con independencia de Dios, de quien se juzga que no ha tenido, en efecto, parte en el proceso historico de la humanidad, conozcalo quien pueda. Y es indudable que los modernistas tienen como ya establecida y fija una cosa, a saber: que la ciencia debe ser atea, y lo mismo la historia; en la esfera de una y otra no admiten sino fenomenos: Dios y lo divino quedan desterrados.

Pronto veremos las consecuencias de doctrina tan absurda fluyen con respecto a la sagrada persona del Salvador, a los misterios de su vida y muerte, de su resurrección y ascensión gloriosa.

5 Agnosticismo este que no es sino el aspecto negativo de la doctrina de los modernistas; el positivo esta constituido por la llamada inmanencia vital.

El transito del uno al otro es como sigue: natural o sobrenatural, la religion, como todo hecho, exige una explicacion. Pues bien: una vez repudiada la teologia natural y cerrado, en consecuencia, todo acceso a la revelación al desechar los motivos de credibilidad; mas aun, abolida por completo toda revelación externa, resulta claro que no puede buscarse fuera del hombre la explicación apetecida, y debe hallarse en lo interior del hombre; pero como la religión es una forma de la vida, la explicación ha de hallarse exclusivamente en la vida misma del hombre. Por tal procedimiento se llega a establecer el principio de la inmanencia religiosa. En efecto, todo fenomeno vital -y ya queda dicho que tal es la religion- reconoce por primer estimulante cierto impulso o indigencia, y por primera manifestacion, ese movimiento del corazón que llamamos sentimiento. Por esta razon, siendo Dios el objeto de la religion, siguese de lo expuesto que la fe, principio y fundamento de toda religion, reside en un sentimiento intimo engendrado por la indigencia de lo divino. Por otra parte, como esa indigencia de lo divino no se siente sino en conjuntos determinados y favorables, no puede pertenecer de suyo a la esfera de la conciencia; al principio yace sepultada bajo la conciencia, o, para emplear un vocablo tomado de la filosofia moderna, en la subconsciencia, donde también su raiz permanece escondida e inaccesible.

¿Quiere ahora saberse en qué forma esa indigencia de lo divino, cuando el hombre llegue a sentirla, logra por fin convertirse en religion? Responden los modernistas: la ciencia y la historia estan encerradas entre dos limites: uno exterior, el mundo visible; otro interior, la conciencia. Llegadas a uno de éstos, imposible es que pasen adelante la ciencia y la historia; mas alla esta lo incognoscible. Frente ya a este incognoscible, tanto al que esta fuera del hombre, mas alla de la naturaleza visible, como al que esta en el hombre mismo, en las profundidades de la subconsciencia, la indigencia de lo divino, sin juicio alguno previo (lo cual es puro fideismo) suscita en el alma, naturalmente inclinada a la religion, cierto sentimiento especial, que tiene por distintivo el envolver en si mismo la propia realidad de Dios, bajo el doble concepto de objeto y de causa intima del sentimiento, y el unir en cierta manera al hombre con Dios. A este sentimiento llaman fe los modernistas: tal es para ellos el principio de la religion.

6 Pero no se detiene aqui la filosofia o, por mejor decir, el delirio modernista. Pues en ese sentimiento los modernistas no solo encuentran la fe, sino que con la fe y en la misma fe, según ellos la entienden, afirman que se verifica la revelacion. Y, en efecto, ¿qué mas puede pedirse para la revelacion? ¿No es ya una revelacion, o al menos un principio de ella, ese sentimiento que aparece en la conciencia, y Dios mismo, que en ese preciso sentimiento religioso se manifiesta al alma aunque todavia de un modo confuso? Pero, anaden aun: desde el momento en que Dios es a un tiempo causa y objeto de la fe, tenemos ya que aquella revelación versa sobre Dios y procede de Dios; luego tiene a Dios como revelador y como revelado. De aqui, venerables hermanos, aquella afirmación tan absurda de los modernistas de que toda religión es a la vez natural y sobrenatural, según los diversos puntos de vista. De aqui la indistinta significación de conciencia y revelacion. De aqui, por fin, la ley que erige a la conciencia religiosa en regla universal, totalmente igual a la revelacion, y a la que todos deben someterse, hasta la autoridad suprema de la Iglesia, ya la doctrinal, ya la preceptiva en lo sagrado y en lo disciplinar.

7 Sin embargo, en todo este proceso, de donde, en sentir de los modernistas, se originan la fe y la revelacion, a una cosa ha de atenderse con sumo cuidado, por su importancia no pequena, vistas las consecuencias historico-criticas que de alli, según ellos, se derivan.

Porque lo incognoscible, de que hablan, no se presenta a la fe como algo aislado o singular, sino, por lo contrario, con intima dependencia de algun fenomeno, que, aunque pertenece al campo de la ciencia y de la historia, de algun modo sale fuera de sus limites; ya sea ese fenomeno un hecho de la naturaleza, que envuelve en si algun misterio, ya un hombre singular cuya naturaleza, acciones y palabras no pueden explicarse por las leyes comunes de la historia. En este caso, la fe, atraida por lo incognoscible, que se presenta junto con el fenomeno, abarca a éste todo entero y le comunica, en cierto modo, su propia vida. Siguense dos consecuencias. En primer lugar, se produce cierta transfiguración del fenomeno, esto es, en cuanto es levantado por la fe sobre sus propias condiciones, con lo cual queda hecho materia mas apta para recibir la forma de lo divino, que la fe ha de dar; en segundo lugar, una como desfiguración -llamese asi- del fenomeno, pues la fe le atribuye lo que en realidad no tiene, al haberle sustraido a las condiciones de lugar y tiempo; lo que acontece, sobre todo, cuando se trata de fenomenos del tiempo pasado, y tanto mas cuanto mas antiguos fueren. De ambas cosas sacan, a su vez, los modernistas, dos leyes, que, juntas con la tercera sacada del agnosticismo, forman las bases de la critica historica. Un ejemplo lo aclarara: lo tomamos de la persona de Cristo. En la persona de Cristo, dicen, la ciencia y la historia ven solo un hombre. Por lo tanto, en virtud de la primera ley, sacada del agnosticismo, es preciso borrar de su historia cuanto presente caracter divino. Por la segunda ley, la persona historica de Cristo fue transfigurada por la fe; es necesario, pues, quitarle cuanto la levanta sobre las condiciones historicas. Finalmente, por la tercera, la misma persona de Cristo fue desfigurada por la fe; luego se ha de prescindir en ella de las palabras, actos y todo cuanto, en fin, no corresponda a su naturaleza, estado, educacion, lugar y tiempo en que vivio.


Extraña manera, sin duda, de raciocinar; pero tal es la critica modernista.

8 En consecuencia, el sentimiento religioso, que brota por vital inmanencia de los senos de la subconsciencia, es el germen de toda religión y la razón asimismo de todo cuanto en cada una haya habido o habra. Oscuro y casi informe en un principio, tal sentimiento, poco a poco y bajo el influjo oculto de aquel arcano principio que lo produjo, se robustecio a la par del progreso de la vida humana, de la que es -ya lo dijimos- una de sus formas. Tenemos asi explicado el origen de toda religion, aun de la sobrenatural: no son sino aquel puro desarrollo del sentimiento religioso. Y nadie piense que la católica quedara exceptuada: queda al nivel de las demas en todo. Tuvo su origen en la conciencia de Cristo, varón de privilegiadisima naturaleza, cual jamas hubo ni habra, en virtud del desarrollo de la inmanencia vital, y no de otra manera.

¡Estupor causa oir tan gran atrevimiento en hacer tales afirmaciones, tamana blasfemia! ¡Y, sin embargo, venerables hermanos, no son los incrédulos solo los que tan atrevidamente hablan asi; católicos hay, mas aun, muchos entre los sacerdotes, que claramente publican tales cosas y tales delirios presumen restaurar la Iglesia! No se trata ya del antiguo error que ponia en la naturaleza humana cierto derecho al orden sobrenatural. Se ha ido mucho mas adelante, a saber: hasta afirmar que nuestra santisima religion, lo mismo en Cristo que en nosotros, es un fruto propio y espontaneo de la naturaleza. Nada, en verdad, mas propio para destruir todo el orden sobrenatural.

Por lo tanto, el concilio Vaticano, con perfecto derecho, decreto: "Si alguno dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y perfección que supere a la naturaleza, sino que puede y debe finalmente llegar por si mismo, mediante un continuo progreso, a la posesión de toda verdad y de todo bien, sea excomulgado" (7).

(7. De revelat. can.3.

9 No hemos visto hasta aqui, venerables hermanos, que den cabida alguna a la inteligencia; pero, según la doctrina de los modernistas, tiene también su parte en el acto de fe, y asi conviene notar de qué modo.

En aquel sentimiento, dicen, del que repetidas veces hemos hablado, porque es sentimiento y no conocimiento, Dios, ciertamente, se presenta al hombre; pero, como es sentimiento y no conocimiento, se presenta tan confusa e implicadamente que apenas o de ningun modo se distingue del sujeto que cree. Es preciso, pues, que el sentimiento se ilumine con alguna luz para que asi Dios resalte y se distinga. Esto pertenece a la inteligencia, cuyo oficio propio es el pensar y analizar, y que sirve al hombre para traducir, primero en representaciones y después en palabras, los fenomenos vitales que en él se producen. De aqui la expresión tan vulgar ya entre los modernistas: "el hombre religioso debe pensar su fe".

La inteligencia, pues, superponiéndose a tal sentimiento, se inclina hacia él, y trabaja sobre él como un pintor que, en un cuadro viejo, vuelve a senalar y a hacer que resalten las lineas del antiguo dibujo: casi de este modo lo explica uno de los maestros modernistas. En este proceso la mente obra de dos modos: primero, con un acto natural y espontaneo traduce las cosas en una aserción simple y vulgar; después, refleja y profundamente, o como dicen, elaborando el pensamiento, interpreta lo pensado con sentencias secundarias, derivadas de aquella primera formula tan sencilla, pero ya mas limadas y mas precisas. Estas formulas secundarias, una vez sancionadas por el magisterio supremo de la Iglesia, formaran el dogma.

10 Ya hemos llegado en la doctrina modernista a uno de los puntos principales, al origen y naturaleza del dogma. Este, según ellos, tiene su origen en aquellas pnmitivas formulas simples que son necesarias en cierto modo a la fe, porque la revelacion, para existir, supone en la conciencia alguna noticia manifiesta de Dios. Mas parecen afirmar que el dogma mismo esta contenido propiamente en las formulas secundarias.

Para entender su naturaleza es preciso, ante todo, inquirir qué relación existe entre las formulas religiosas y el sentimiento religioso del animo. No sera difícil descubrirlo si se tiene en cuenta que el fin de tales formulas no es otro que proporcionar al creyente el modo de darse razón de su fe. Por lo tanto, son intermedias entre el creyente y su fe: con relación a la fe, son signos inadecuados de su objeto, vulgarmente llamados simbolos; con relación al creyente, son meros instrumentos. Mas no se sigue en modo alguno que pueda deducirse que encierren una verdad absoluta; pues, como simbolos, son imagenes de la verdad, y, por lo tanto, han de acomodarse al sentimiento religioso, en cuanto éste se refiere al hombre; como instrumentos, son vehiculos de la verdad y, en consecuencia, tendran que acomodarse, a su vez, al hombre en cuanto se relaciona con el sentimiento religioso. Mas el objeto del sentimiento religioso, por hallarse contenido en lo absoluto, tiene infinitos aspectos, que pueden aparecer sucesivamente, ora uno, ora otro. A su vez, el hombre, al creer, puede estar en condiciones que pueden ser muy diversas. Por lo tanto, las formulas que llamamos dogma se hallaran expuestas a las mismas vicisitudes, y, por consiguiente, sujetas a mutacion. Asi queda expedito el camino hacia la evolución intima del dogma.


¡Cumulo, en verdad, infinito de sofismas, con que se resquebraja y se destruye toda la religion!

11 No solo puede desenvolverse y cambiar el dogma, sino que debe; tal es la tesis fundamental de los modernistas, que, por otra parte, fluye de sus principios.

Pues tienen por una doctrina de las mas capitales en su sistema y que infieren del principio de la inmanencia vital, que las formulas religiosas, para que sean verdaderamente religiosas, y no meras especulaciones del entendimiento, han de ser vitales y han de vivir la vida misma del sentimiento religioso. Ello no se ha de entender como si esas formulas, sobre todo si son puramente imaginativas, hayan sido inventadas para reemplazar al sentimiento religioso, pues su origen, número y, hasta cierto punto, su calidad misma, importan muy poco; lo que importa es que el sentimiento religioso, después de haberlas modificado convenientemente, si lo necesitan, se las asimile vitalmente. Es tanto como decir que es preciso que el corazón acepte y sancione la formula primitiva y que asimismo sea dirigido el trabajo del corazon, con que se engendran las formulas secundarias. De donde proviene que dichas formulas, para que sean vitales, deben ser y quedar asimiladas al creyente y a su fe. Y cuando, por cualquier motivo, cese esta adaptacion, pierden su contenido primitivo, y no habra otro remedio que cambiarlas.

Dado el caracter tan precario e inestable de las formulas dogmaticas se comprende bien que los modernistas las menosprecien y tengan por cosa de risa; mientras, por lo contrario, nada nombran y enlazan sino el sentimiento religioso, la vida religiosa. Por eso censuran audazmente a la Iglesia como si equivocara el camino, porque no distingue en modo alguno entre la significación material de las formulas y el impulso religioso y moral, y porque adhiriéndose, tan tenaz como estérilmente, a formulas desprovistas de contenido, es ella la que permite que la misma religión se arruine.

Ciegos, ciertamente, y conductores de ciegos, que, inflados con el soberbio nombre de ciencia, llevan su locura hasta pervertir el eterno concepto de la verdad, a la par que la genuina naturaleza del sentimiento religioso: para ello han fabricado un sistema "en el cual, bajo el impulso de un amor audaz y desenfrenado de novedades, no buscan donde ciertamente se halla la verdad y, despreciando las santas y apostolicas tradiciones, abrazan otras doctrinas vanas, futiles, inciertas y no aprobadas por la Iglesia, sobre las cuales -hombres vanisimos- pretenden fundar y afirmar la misma verdad (8). Tal es, venerables hermanos, el modernista como filosofo.

(8. Gregorio XVI, enc. Singulari Nos, 25 junio 1834.


12 Si, pasando al creyente, se desea saber en qué se distingue, en el mismo modernista, el creyente del filosofo, es necesario advertir una cosa, y es que el filosofo admite, si, la realidad de lo divino como objeto de la fe; pero esta realidad no la encuentra sino en el alma misma del creyente, en cuanto es objeto de su sentimiento y de su afirmacion: por lo tanto, no sale del mundo de los fenomenos. Si aquella realidad existe en si fuera del sentimiento y de la afirmación dichos, es cosa que el filosofo pasa por alto y desprecia. Para el modernista creyente, por lo contrario, es firme y cierto que la realidad de lo divino existe en si misma con entera independencia del creyente. Y si se pregunta en qué se apoya, finalmente, esta certeza del creyente, responden los modernistas: en la experiencia singular de cada hombre.

13 Con cuya afirmacion, mientras se separan de los racionalistas, caen en la opinión de los protestantes y seudomisticos.

Véase, pues, su explicacion. En el sentimiento religioso se descubre una cierta intuición del corazon; merced a la cual, y sin necesidad de medio alguno, alcanza el hombre la realidad de Dios, y tal persuasión de la existencia de Dios y de su accion, dentro y fuera del ser humano, que supera con mucho a toda persuasión cientifica. Lo cual es una verdadera experiencia, y superior a cualquiera otra racional; y si alguno, como acaece con los racionalistas, la niega, es simplemente, dicen, porque rehusa colocarse en las condiciones morales requeridas para que aquélla se produzca. Y tal experiencia es la que hace verdadera y propiamente creyente al que la ha conseguido.

¡Cuanto dista todo esto de los principios católicos! Semejantes quimeras las vimos ya reprobadas por el concilio Vaticano.

Como franquean la puerta del ateismo, una vez admitidas juntamente con los otros errores mencionados, lo diremos mas adelante. Desde luego, es bueno advertir que de esta doctrina de la experiencia, unida a la otra del simbolismo, se infiere la verdad de toda religion, sin exceptuar el paganismo. Pues qué, ¿no se encuentran en todas las religiones experiencias de este género? Muchos lo afirman. Luego ¿con qué derecho los modernistas negaran la verdad de la experiencia que afirma el turco, y atribuiran solo a los católicos las experiencias verdaderas? Aunque, cierto, no las niegan; mas aun, los unos veladamente y los otros sin rebozo, tienen por verdaderas todas las religiones. Y es manifiesto que no pueden opinar de otra suerte, pues establecidos sus principios, ¿por qué causa argüirian de falsedad a una religión cualquiera? No por otra, ciertamente, que por la falsedad del sentimiento religioso o de la formula brotada del entendimiento. Mas el sentimiento religioso es siempre y en todas partes el mismo, aunque en ocasiones tal vez menos perfecto; cuanto a la formula del entendimiento, lo unico que se exige para su verdad es que responda al sentimiento religioso y al hombre creyente, cualquiera que sea la capacidad de su ingenio. Todo lo mas que en esta oposición de religiones podrian acaso defender los modernistas es que la católica, por tener mas vida, posee mas verdad, y que es mas digna del nombre cristiano porque responde con mayor plenitud a los origenes del cristianismo.

Nadie, puestas las precedentes premisas, considerara absurda ninguna de estas conclusiones. Lo que produce profundo estupor es que católicos, que sacerdotes a quienes horrorizan, según Nos queremos pensar, tales monstruosidades, se conduzcan, sin embargo, como si de lleno las aprobasen; pues tales son las alabanzas que prodigan a los mantenedores de esos errores, tales los honores que publicamente les tributan, que hacen creer facilmente que lo que pretenden honrar no son las personas, merecedoras acaso de alguna consideracion, sino mas bien los errores que a las claras profesan y que se empenan con todas veras en esparcir entre el vulgo.

14 Otro punto hay en esta cuestión de doctrina en abierta contradicción con la verdad católica.

Pues el principio de la experiencia se aplica también a la tradición sostenida hasta aqui por la Iglesia, destruyéndola completamente. A la verdad, por tradición entienden los modernistas cierta comunicación de alguna experiencia original que se hace a otros mediante la predicación y en virtud de la formula intelectual; a la cual formula atribuyen, además de su fuerza representativa, como dicen, cierto poder sugestivo que se ejerce, ora en el creyente mismo para despertar en él el sentimiento religioso, tal vez dormido, y restaurar la experiencia que alguna vez tuvo; ora sobre los que no creen aun, para crear por vez primera en ellos el sentimiento religioso y producir la experiencia. Asi es como la experiencia religiosa se va propagando extensamente por los pueblos; no solo por la predicación en los existentes, mas aun en los venideros, tanto por libros cuanto por la transmisión oral de unos a otros.

Pero esta comunicación de experiencias a veces se arraiga y reflorece; a veces envejece al punto y muere. El que reflorezca es para los modernistas un argumento de verdad, ya que toman indistintamente la verdad y la vida. De lo cual colegiremos de nuevo que todas las religiones existentes son verdaderas, pues de otro modo no vivirian.

15 Con lo expuesto hasta aqui, venerables hermanos, tenemos bastante y sobrado para formarnos cabal idea de las relaciones que establecen los modernistas entre la fe y la ciencia, bajo la cual comprenden también la historia.

Ante todo, se ha de asentar que la materia de una esta fuera de la materia de la otra y separada de ella. Pues la fe versa unicamente sobre un objeto que la ciencia declara serle incognoscible; de aqui un campo completamente diverso: la ciencia trata de los fenomenos, en los que no hay lugar para la fe; ésta, por lo contrario, se ocupa enteramente de lo divino, que la ciencia desconoce por completo. De donde se saca en conclusión que no hay conflictos posibles entre la ciencia y la fe; porque si cada una se encierra en su esfera, nunca podran encontrarse ni, por lo tanto, contradecirse.

Si tal vez se objeta a eso que hay en la naturaleza visible ciertas cosas que incumben también a la fe, como la vida humana de Jesucristo, ellos lo negaran. Pues aunque esas cosas se cuenten entre los fenomenos, mas en cuanto las penetra la vida de la fe, y en la manera arriba dicha, la fe las transfigura y desfigura, son arrancadas del mundo sensible y convertidas en materia del orden divino. Asi, al que todavia preguntase mas, si Jesucristo ha obrado verdaderos milagros y verdaderamente profetizado lo futuro; si verdaderamente resucito y subio a los cielos: no, contestara la ciencia agnostica; si, dira la fe. Aqui, con todo, no hay contradicción alguna: la negación es del filosofo, que habla a los filosofos y que no mira a Jesucristo sino según la realidad historica; la afirmación es del creyente, que se dirige a creyentes y que considera la vida de Jesucristo como vivida de nuevo por la fe y en la fe.

16 A pesar de eso, se enganarfa muy mucho el que creyese que podia opinar que la fe y la ciencia por ninguna razón se subordinan la una a la otra; de la ciencia si se podria juzgar de ese modo recta y verdaderamente; mas no de la fe, que, no solo por una, sino por tres razones esta sometida a la ciencia. Pues, en primer lugar, conviene notar que todo cuanto incluye cualquier hecho religioso, quitada su realidad divina y la experiencia que de ella tiene el creyente, todo lo demas, y principalmente las formulas religiosas, no sale de la esfera de los fenomenos, y por eso cae bajo el dominio de la ciencia. Séale licito al creyente, si le agrada, salir del mundo; pero, no obstante, mientras en él viva, jamas escapara, quiéralo o no, de las leyes, observación y fallos de la ciencia y de la historia.

Ademas, aunque se ha dicho que Dios es objeto de sola la fe, esto se entiende tratandose de la realidad divina y no de la idea de Dios. Esta se halla sujeta a la ciencia, la cual, filosofando en el orden que se dice logico, se eleva también a todo lo que es absoluto e ideal. Por lo tanto, la filosofia o la ciencia tienen el derecho de investigar sobre la idea de Dios, de dirigirla en su desenvolvimiento y librarla de todo lo extrano que pueda mezclarse; de aqui el axioma de los modernistas: "la evolución religiosa ha de ajustarse a la moral y a la intelectual"; esto es, como ha dicho uno de sus maestros, "ha de subordinarse a ellas".

Anadase, en fin, que el hombre no sufre en si la dualidad; por lo cual el creyente experimenta una interna necesidad que le obliga a armonizar la fe con la ciencia, de modo que no disienta de la idea general que la ciencia da de este mundo universo. De lo que se concluye que la ciencia es totalmente independiente de la fe; pero que ésta, por el contrario, aunque se pregone como extrana a la ciencia, debe sometérsele.

Todo lo cual, venerables hermanos, es enteramente contrario a lo que Pio IX, nuestro predecesor, ensenaba cuando dijo: "Es propio de la filosofia, en lo que atane a la religion, no dominar, sino servir; no prescribir lo que se ha de creer, sino abrazarlo con racional homenaje; no escudrinar la profundidad de los misterios de Dios, sino reverenciarlos pia y humildemente" (9). Los modernistas invierten sencillamente los términos: a los cuales, por consiguiente, puede aplicarse lo que ya Gregorio IX, también predecesor nuestro, escribia de ciertos teologos de su tiempo: "Algunos entre vosotros, hinchados como odres por el espiritu de la vanidad, se empenan en traspasar con profanas novedades los términos que fijarón los Padres, inclinando la inteligencia de las paginas sagradas... a la doctrina de la filosofia racional, no fiara algun fprovecho de los oyentes, sino para ostentación de la ciencia... Estos mismos, seducidos por varias y extranas doctrinas, hacen de la cabeza cola, y fuerzan a la reina a servir a la esclava"(10).

(9. Brev. ad ep. Wratislav., 13 jun. 1857.
(10. Ep. ad Magistros Theolog. Paris, non. iul. 1223.

17 Y todo esto, en verdad, se hara mas patente al que considera la conducta de los modernistas, que se acomoda totalmente a sus enseñanzas. Pues muchos de sus escritos y dichos parecen contrarios, de suerte que cualquiera facilmente reputaria a sus autores como dudosos e inseguros. Pero lo hacen de proposito y con toda consideracion, por el principio que sostienen sobre la separación mutua de la fe y de la ciencia. De aqui que tropecemos en sus libros con cosas que los católicos aprueban completamente; mientras que en la siguiente pagina hay otras que se dirian dictadas por un racionalista. Por consiguiente, cuando escriben de historia no hacen mención de la divinidad de Cristo; pero predicando en los templos la confiesan firmisimamente. Del mismo modo, en las explicaciones de historia no hablan de concilios ni Padres; mas, si enseñan el catecismo, citan honrosamente a unos y otros. De aqui que distingan también la exégesis teologica y pastoral de la cientifica e historica.

Igualmente, apoyandose en el principio de que la ciencia de ningun modo depende de la fe, al disertar acerca de la filosofia, historia y critica, muestran de mil maneras su desprecio de los maestros católicos, Santos Padres, concilios ecuménicos y Magisterio eclesiastico, sin horrorizarse de seguir las huellas de Lutero (11); y si de ello se les reprende, quejanse de que se les quita la libertad.

Confesando, en fin, que la fe ha de subordinarse a la ciencia, a menudo y abiertamente censuran a la Iglesia, porque tercamente se niega a someter y acomodar sus dogmas a las opiniones filosoficas; por lo tanto, desterrada con este fin la teologia antigua, pretenden introducir otra nueva que obedezca a los delirios de los filosofos.

(11. Prop. 29 damn. a Leone X, Bulla Exsurge Domine, 16 maii 1520: "Hasenos abierto el camino de enervar la autoridad de los concilios, contradecir libremente sus hechos, juzgar sus decretos y confesar confiadamente lo que parezca verdadero, ya lo apruebe, ya lo repruebe cualquier concilio".



San Pio X, Pascendi