PIO XI, MAGISTERIO PONTIFICIO 253

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IV. MODO DE HACER LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

19. El Modo.

Mas para que los frutos que hemos enumerado se sigan de los santos Ejercicios, es preciso hacerlos con la debida diligencia; porque, si solo por rutina o perezosa y negligentemente se practican estos Ejercicios, poco o ningun provecho se obtendra ciertamente de ellos.

a) Soledad y quietud sin preocupaciones exteriores

Por lo tanto, es preciso, ante todo, que en la soledad el alma se entregue a las sagradas meditaciones, alejando todos los cuidados y preocupaciones de la vida ordinaria; pues, como claramente ensena el aureo librito "De la Imitación de Cristo": En el silencio y la soledad aprovecha el alma devota(De imit. Chr. 1,20,6) Así, pues, aunque pensamos que las santas meditaciones, con que publicamente se ejercitan las masas, son de alabar y se han de promover con toda pastoral solicitud, como enriquecidas por Dios con multiples bendiciones, sin embargo, recomendamos principalmente los Ejercicios espirituales practicados en secreto, los que llaman "cerrados", en los que el hombre se aparta con mas facilidad del trato con las criaturas y recoge las distraidas facultades de su alma para dedicarse solo a si mismo y a Dios, por medio de la contemplación de las verdades eternas.

b) Correspondiente lapso de tiempo

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Cierta duracion.

Además, los Ejercicios espirituales genuinos requieren que se invierta en ellos cierto espacio de tiempo. Y aunque, según las circunstancias de las cosas y de las personas, pueden reducirse a pocos días o extenderse a todo un mes, no se han de abreviar demasiado, si se quieren obtener todos los beneficios que prometen los Ejercicios. Porque así como la salubridad de un lugar solo favorece a la salud del cuerpo cuando se vive allí durante algun tiempo, así el saludable arte de las sagradas meditaciones no ayuda eficazmente al alma si no se ejercita durante cierto tiempo.

c) El mejor método debe emplearse

Método optimo

Finalmente, interesa en sumo grado, para hacer bien los Ejercicios espirituales y sacar de ellos el debido fruto, que se practiquen con un método bueno y apropiado.

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20. Los ejercicios del método ignaciano.

Y es cosa averiguada que, entre todos los métodos de Ejercicios espirituales que muy laudablemente se fundan en los principios de la sana ascética catolica, uno principalmente ha obtenido siempre la primacia. El cual, adornado con plenas y reiteradas aprobaciones de la Santa Sede, y ensalzado con las alabanzas de varones preclaros en santidad y ciencia del espíritu, ha producido en el espacio de casi cuatro siglos grandes frutos de santidad. Nos referimos al método introducido por San Ignacio de Loyola, al que cumple llamar especial y principal Maestro de los Ejercicios espirituales, cuyo admirable libro de los Ejercicios (Brev. Rm. in festo S. Ign. 31 jul. 4,4) pequeño ciertamente en volumen, pero repleto de celestial sabiduria, desde que fue solemnemente aprobado, alabado y recomendado por nuestro predecesor, de feliz recordación, Paulo III (Let. ap. Pastoralis officii 31 jul. 1548) ya desde entonces, repetiremos las palabras empleadas en cierta ocasión por Nos, antes de que fuésemos elevado a la catedra de Pedro, "sobresalio y resplandecio como codigo sapientísimo y completamente universal de normas para dirigir las almas por el camino de la salvación y de la perfeccion; como fuente inexhausta de piedad muy eximia a la vez que muy solida, y como fortísimo estimulo y peritísimo maestro para procurar la reforma de las costumbres y alcanzar la cima de la vida espiritual" (S. Carlo e gli Esercizi spirituali di S. Ignacio: "S. Carlo Borrmeo nel 3.° Centenario dalla Canonizzazione" n.23) Y cuando, al comienzo de nuestro pontificado, "correspondiendo a los ardentisimos deseos y votos" de los Prelados de casi todo el orbe católico y de uno y otro rito" por la constitución apostolica Summorum Pontificum, fechada el día 25 de julio de 1922, "declaramos y constituimos a San Ignacio de Loyola celestial Patrono de todos los Ejercicios espirituales y, por consiguiente, de todos los institutos, asociaciones y congregaciones de cualquier clase que ayudan y atienden a los que practican Ejercicios espirituales"( Const. ap. Summorum Pontificum 25 jul. 1922: AAS 14,420) casi no hicimos mas que sancionar con nuestra suprema autoridad lo que estaba en el común sentir de los pastores y de los fieles: lo cual habian dicho implicitamente, junto con el citado Paulo III, nuestros insignes predecesores Alejandro VII (Let, ap. Cum sicut 12 oct. 1647) Benedicto XIV(Let. ap. Quantum secessus 20 marzo 1753; Let. ap. Dedimus sane 16 mayo 1753) y Leon XIII (Ep. Ignatianae commentationes 8 febr. 1900: AL 7,373) al tributar repetidos elogios a los Ejercicios ignacianos; los cuales enaltecieron con grandes encomios y aun con el mismo ejemplo de las virtudes que en esta palestra habian adquirido o aumentado todos aquellos que -para decirlo como el mismo Leon XIII- florecieron mas en la doctrina ascética o en santidad de vida (Ep ) en los cuatro últimos siglos.

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Sana doctrina sin falsos misticismo.

Y, ciertamente, la excelencia de la doctrina espiritual, enteramente apartada de los peligros y errores del falso misticismo, la admirable facilidad de acomodar estos Ejercicios a cualquier clase y estado de personas, ya se dediquen a la contemplación en los claustros, ya lleven una vida activa en negocios seculares; la unidad organica de sus partes; el orden claro y admirable con que se suceden las verdades que se meditan; los documentos espirituales, finalmente, que, una vez sacudido el yugo de los pecados y desterradas las enfermedades que atacan a las costumbres, llevan al hombre por las sendas seguras de la abnegación y de la extirpación de los malos habitos(Ep. ap. Pio XI, Nous avons appris 29 marzo 1929 ad Card. Dubois) a las mas elevadas cumbres de la oración y del amor divino: sin duda alguna, tales son todas estas cosas que muestran suficiente y sobradamente la naturaleza y fuerza eficaz del método ignaciano y recomiendan elocuentemente sus Ejercicios.

d) Retiros mensuales

21. Los días de retiro.

Resta, venerables hermanos, que para conservar y defender el fruto de los Ejercicios espirituales, que con tantas alabanzas hemos encomiado, y renovar su saludable recuerdo, recomendemos encarecidamente una piadosa costumbre que bien puede llamarse breve repetición de los mismos Ejercicios, esto es, el retiro mensual o a lo menos trimestral. Esta costumbre, que -usando las mismas palabras de nuestro predecesor, de s. m., Pio X- vemos gustosos introducirse en muchos lugares(Exhort. ad cler. cath. Haerent animo 4 agosto 1908: ASS 41,575) y que esta en vigor principalmente entre las comunidades religiosas y los sacerdotes piadosos del clero secular, deseamos vehementemente que se introduzca entre los mismos seglares, pues realmente cede en no pequeña utilidad de los mismos; sobre todo entre los que, absorbidos por los cuidados de la familia o enredados en negocios, estén impedidos de hacer Ejercicios espirituales; porque con estos retiros podran suplir, al menos en parte, los deseados provechos de los mismos Ejercicios.

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EPILOGO

22. Fruto de los ejercicios.

De este modo, venerables hermanos, si por todas partes y por todas las clases de la sociedad cristiana se difundieren y diligentemente se practicaren los Ejercicios espirituales, seguira una regeneración espiritual; se fomentara la piedad, se robusteceran las energias religiosas, se extendera el fructifero ministerio apostolico y, finalmente, reinara la paz en los individuos y en la sociedad.

23. La Navidad y la paz.

Mientras, sereno el cielo y callada la tierra, la noche alcanzaba la mitad de su curso, en el retiro, lejos del concurso de hombres, el Verbo eterno del Padre, hecho carne, aparecio a los mortales y en las regiones etéreas resono el himno celestial: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad(Lc 2,14) Este pregon de la paz cristiana -la paz de Cristo en el reino de Cristo-, manifestación del deseo mayor de nuestro corazon apostolico, al que intensamente se dirigen nuestras intenciones y trabajos, herira profundamente las almas de los cristianos que, apartados del tumulto y de las vanidades del siglo, repasaren en profunda y escondida soledad las verdades de la fe y los ejemplos de Aquel que trajo la paz al mundo y se la dejo como herencia: Mi paz os doy(Jn 14,27)

Deseo y Bendición

Esta verdadera paz, venerables hermanos, anhelamos de corazon para vosotros en este mismo día en que, por favor de Dios, se cumple el quincuagésimo ano de nuestro sacerdocio; y la misma con fervorosas oraciones pedimos a Aquel que es saludado como Principe de la paz, al aproximarse la dulcisima fiesta del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que puede llamarse misterio de paz.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 20 de diciembre de 1929, octavo de nuestro pontificado.

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DIVINI ILLUS MAGISTRI:Sobre la educación cristiana de los jóvenes

PIO XI, 31 de diciembre de 1929

Venerables Hermanos y amados hijos, salud y bendición apostolica

INTRODUCCION

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1. Representando en la tierra a aquel Divino Maestro, que sin dejar de abrazar en la inmensidad de su amor a todos los hombres, aunque pecadores e indignos, mostro, sin embargo, predilección y ternura especialisima para con los niños y se expreso con aquellas palabras tan conmovedoras: "Dejad que los niños vengan a mi" (
Mc 10,14) también Nos hemos procurado en todas las ocasiones mostrar la predilección verdaderamente paternal que les profesamos, particularmente en los cuidados asiduos y oportunas ensenanzas que se refieren a la educación cristiana de la juventud.

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a) Motivos para tratar de la educación cristiana

2. Así, haciéndonos eco del Divino Maestro, hemos dirigido palabras saludables ya de aviso, ya de exhortación, ya de dirección, a los jóvenes y a los educadores, y a los padres y madres de familia, sobre varios puntos referentes a la educación cristiana, con aquella solicitud que conviene al Padre común de todos los fieles, y con aquella insistencia oportuna y aun importuna que el oficio pastoral requiere, inculcada por el Apóstol: "Insiste con ocasión y sin ella, reprende, ruega, exhorta con toda paciencia y doctrina" (2Tm 4,2) reclamada por nuestros tiempos, en los cuales, desgraciadamente, se deplora una falta tan grande de principios claros y sanos, aun en los problemas mas fundamentales.

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Pero la misma condición general ya indicada de los tiempos, el diverso modo con que hoy se plantea el problema escolar y pedagogico en los diferentes países, y el consiguiente deseo manifestado a Nos con filial confianza por muchos de vosotros y de vuestros fieles, Venerables Hermanos, y Nuestro afecto tan intenso, como dijimos, hacia la juventud, Nos mueven a volver mas de proposito sobre la misma materia, si no para tratarla con toda su amplitud casi inagotable de teoria y de practica, a lo menos para resumir sus principios supremos, poner con toda claridad sus principales conclusiones e indicar sus aplicaciones practicas.

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Sea éste el recuerdo que de Nuestro jubileo sacerdotal, con intención y afecto muy particular, dedicamos a los amados jóvenes y recomendamos a cuantos tienen la misión y el deber de ocuparse de su educacion.

A la verdad nunca como en los tiempos presentes se ha hablado tanto de educacion; por esto se multiplican los maestros de nuevas teorias pedagogicas, se inventan, proponen y discuten métodos y medios, no solo para facilitar, sino para crear una educación nueva de infalible eficacia, capaz de formar las nuevas generaciones para la ansiada felicidad en la tierra.

Es que los hombres creados por Dios a su imagen y semejanza, y destinados para Dios, perfección infinita, al advertir, hoy mas que nunca en medio de la abundancia del moderno progreso material, la insuficiencia de los bienes terrenos para la verdadera felicidad de los individuos y de los pueblos, sienten por lo mismo en si mas vivo el estimulo hacia una perfección mas alta, arraigado en su misma naturaleza racional por el Creador, y quieren conseguirla principalmente con la educacion. Solo que muchos de entre ellos, insistiendo casi con exceso en el sentido etimologico de la palabra, pretenden sacarla de la misma naturaleza humana y realizarla con solas sus fuerzas. Y en esto fácilmente yerran, ya que, en vez de dirigir la mirada a Dios primer principio y ultimo fin de todo el universo, se repliegan y descansan en si mismos, apegandose exclusivamente a lo terreno y temporal; por eso sera continua e incesante su agitación, mientras no dirijan su mirada y su trabajo a la unica meta de la perfección, a Dios, según la profunda sentencia de san Agustin: "Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazon esta inquieto hasta que descanse en Ti" (Conf. 1, 1.)

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b) Esencia, importancia y excelencia de la educación cristiana

3. Es, pues, de suma importancia no errar en la educación, como no errar en la dirección hacia el fin ultimo, con el cual esta intima y necesariamente ligada toda la obra de la educacion. En efecto, puesto que la educación esencialmente consiste en la formación del hombre tal cual debe ser y como debe portarse en esta vida terrena para conseguir el fin sublime para el cual fue creado, es evidente que, como no puede existir educación verdadera que no esté totalmente ordenada al fin ultimo, así, en el orden actual de la providencia, o sea después que Dios se nos ha revelado en su Unigénito Hijo, unico "camino, verdad y vida", no puede existir educación completa y perfecta si la educación no es cristiana.

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En lo cual se hace patente la importancia suprema de la educación cristiana, no solo para los individuos, sino también para las familias y toda la sociedad humana, ya que la perfección de ésta no puede menos que resultar de la perfección de los elementos que la componen. E igualmente, de los principios indicados resulta clara y manifiesta la excelencia, que puede con verdad llamarse insuperable, de la obra de la educación cristiana, por ser la que atiende, en ultimo término, a asegurar la consecución del Bien Sumo, Dios, a las almas de los educandos, y el maximo bienestar posible en esta tierra, a la sociedad humana. Y esto de la manera mas eficaz que sea realizable por parte del hombre, cooperando con Dios al perfeccionamiento de los individuos y de la sociedad, en cuanto la educación imprime en los animos la primera, la mas potente y la mas duradera dirección de la vida, según la conocidisima sentencia del sabio: "La senda por la cual comenzo el joven a andar desde un principio, esa misma seguira también cuando viejo" (
Pr 22,6) Por eso decia con razon san Juan Crisostomo: "¿Qué cosa hay mayor que dirigir las almas, que moldear las costumbres de los jovencitos?" (Hom. 60 in c. 18 Mt)

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Pero no hay palabra que tanto nos revele la grandeza, belleza y excelencia sobrenatural de la obra de la educación cristiana, como la sublime expresión de amor con que Jesús Señor Nuestro, identificandose con los niños, declara: "Cualquiera que acogiere a uno de estos niños por amor mio, a mi me acoge" (
Mc 9,36)

c) División del asunto

Así, pues, para no errar en esta obra de suma importancia y encaminarla del mejor modo que sea posible, con la ayuda de la Gracia divina, es menester tener una idea clara y exacta de la educación cristiana en sus puntos esenciales, a saber: a quién toca la misión de educar, cual es el sujeto de la educación, cuales la circunstancias necesarias del ambiente, y cual es el fin y la forma propia de la educación cristiana, según el orden establecido por Dios en la economia de su Providencia.

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I. A QUIEN TOCA LA EDUCACION

a) En general

4. La educación es obra necesariamente social, no solitaria. Ahora bien: tres son las sociedades necesarias, distintas, pero armonicamente unidas por Dios, en el seno de las cuales nace el hombre: dos sociedades de orden natural, tales son la familia y la sociedad civil; la tercera, la Iglesia, de orden sobrenatural.

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Ante todo, la familia, instituida inmediatamente por Dios para un fin suyo propio, cual es la procreación y educación de la prole, es sociedad que por esto tiene prioridad de naturaleza y consiguientemente cierta prioridad de derechos, respecto de la sociedad civil.

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Sin embargo, la familia es sociedad imperfecta, porque no tiene en si todos los medios para el propio perfeccionamiento; mientras la sociedad civil es sociedad perfecta, pues encierra en si todos los medios para el propio fin, que es el bien común temporal; de donde se sigue que bajo este respecto, o sea, en orden al bien común, la sociedad civil tiene preeminencia sobre la familia, que alcanza precisamente en aquélla su conveniente perfección temporal.

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La tercera sociedad, en la cual nace el hombre, por medio del Bautismo, a la vida divina de la Gracia, es la Iglesia, sociedad de orden sobrenatural y universal, sociedad perfecta, porque contiene todos los medios para su fin, que es la salvación eterna de los hombres, y por tanto suprema en su orden.

Por consiguiente, la educación que abarca a todo el hombre, individual y socialmente, en el orden de la naturaleza y en el de la gracia, pertenece a estas tres sociedades necesarias, en una medida proporcional y correspondiente a la coordinación de sus respectivos fines, según el orden actual de la providencia establecida por Dios.

b) En particular

A LA IGLESIA

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5. Y ante todo la educación pertenece de un modo supereminente a la Iglesia, por dos titulos de orden sobrenatural, exclusivamente concedidos a Ella por el mismo Dios, y por esto absolutamente superiores a cualquier otro titulo de orden natural.

a) Misión expresa y autoridad suprema del Magisterio

El primero consiste en la expresa misión y autoridad suprema del Magisterio, que le dio su Divino Fundador: "A mi se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, e instruid a todas las naciones, bautizandolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; ensenandoles a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos" (Mt 28,18-20) Al cual Magisterio confirio Cristo la infalibilidad junto con el mandato de ensenar su doctrina: por tanto, la Iglesia "ha sido constituida por su Divino Autor y columna y fundamento de la verdad para que ensene a todos los hombres la fe divina, y custodie integro e inviolable su deposito a ella confiado, y dirija e informe a los hombres y a sus asociaciones en honestidad de costumbres e integridad de vida, según la norma de la doctrina revelada", (Pius IX, enc. Quum non sine 14 iul. 1864.)

b) Maternidad sobrenatural

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6. El segúndo titulo es la Maternidad sobrenatural con que la Iglesia, Esposa inmaculada de Cristo, engendra, alimenta y educa las almas en la vida de la Gracia, con sus sacramentos y su ensenanza. Con razon, pues, afirma san Agustin: "No tendra a Dios por padre, el que rehusare tener a la Iglesia por madre", (De Symbolo ad cateh. 13.)

Por tanto en el objeto propio de su misión educativa, es decir: "en la fe e institución de las costumbres, el mismo Dios ha hecho a la Iglesia participe del divino magisterio, y, por beneficio divino, inmune de error, por lo cual es maestra de los hombres, suprema y segurisima, y en si misma lleva arraigado el derecho inviolable a la libertad de magisterio" (Enc. Libertas 20 jun. 1888.) Así por necesaria consecuencia la Iglesia es independiente de cualquier potestad terrena, tanto en el origen como en el ejercicio de su misión educativa, no solo respecto a su objeto propio sino también respecto a los medios necesarios y convenientes para cumplirla. Por esto, con relación a toda otra disciplina y ensenanza humana, que en si considerada es patrimonio de todos, individuos y sociedades, la Iglesia tiene derecho independiente de emplearla y principalmente de juzgar en ella de cuanto pueda ser provechoso o contrario a la educación cristiana. Y esto, sea porque la Iglesia, como sociedad perfecta, tiene derecho independiente a los medios que emplea para su fin, sea porque toda ensenanza, lo mismo que toda acción humana, tiene necesaria conexión de dependencia del fin ultimo del hombre, y por tanto, no puede substraerse a las normas de la ley divina, de la cual es custodia, intérprete y maestra infalible la Iglesia.

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Lo cual, con luminosas palabras, declara Pio X de santa memoria: "En cualquier cosa que haga el cristiano, aun en el orden de las cosas terrenas, no le es licito descuidar los bienes sobrenaturales; antes al contrario, según los preceptos de la sabiduria cristiana debe dirigir todas las cosas al bien supremo como a ultimo fin; además todas sus acciones, en cuanto son buenas o malas en orden a las costumbres, o sea en cuanto están conformes o no con el derecho natural y divino, están sometidas al juicio y jurisdicción de la Iglesia" (Enc. Singulari quadam 24 sep. 1912.)

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Y es digno de notarse cuan bien ha sabido entender y expresar esta doctrina catolica fundamental un seglar, tan admirable escritor cuanto profundo y concienzudo pensador: "La Iglesia no dice que la moral pertenezca puramente (A. Manzoni Osservazioni sulla Morale Cattolica c. 3.) sentido de exclusivamente) a ella; sino que pertenece a ella totalmente. Jamas ha pretendido que, fuera de su seno, y sin su ensenanza, el hombre no pueda conocer verdad alguna moral; antes bien, ha reprobado tal opinión mas de una vez, porque ha aparecido en mas de una forma. Dice, por cierto, como ha dicho y dira siempre, que, por la institución recibida de Jesucristo y por el Espíritu Santo que el Padre le envio en su nombre, ella sola posee originaria e inadmisiblemente la verdad moral toda entera ("omnem veritatem") en la cual todas las verdades particulares de la moral están comprendidas, tanto las que el hombre puede alcanzar con el simple medio de la razon, como las que forman parte de la revelación, o se pueden deducir de ésta" (C.I.C.
CIS 1375)

c) Extensión de los derechos de la Iglesia

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7. Así, pues, con pleno derecho, la Iglesia promueve las letras, las ciencias y las artes, en cuanto son necesarias o utiles para la educación cristiana y además para toda su obra de la salvación de las almas, aun fundando y manteniendo escuelas e instituciones propias en toda disciplina y en todo grado de cultura (Comment. in Mt 18) Ni se ha de estimar como ajena a su Magisterio maternal la misma educación fisica como la llaman, precisamente porque tiene ella razon de medio que puede ayudar o danar a la educación cristiana.

Esta obra de la Iglesia en todo género de cultura así como es de inmenso provecho para las familias y las naciones, que sin Cristo se pierden, como justamente observa san Hilario: "¿Qué hay mas peligroso para el mundo que no acoger a Cristo?" (C.I.C. cc. 1381, 1382.) asi no trae el menor inconveniente a las ordenaciones civiles, porque la Iglesia con su maternal prudencia, no se opone a que sus escuelas e instituciones educativas para los seglares se conformen en cada nación con las legitimas disposiciones de la autoridad civil, y aun esta en todo caso dispuesta a ponerse de acuerdo con ésta y a resolver amistosamente las dificultades que pudieran surgir.

Además, es derecho inalienable de la Iglesia, y a la vez deber suyo indispensable, vigilar sobre toda la educación de sus hijos, los fieles, en cualquier institución, publica o privada, no solo en lo referente a la ensenanza religiosa alli dada, sino también en toda otra disciplina y disposición en cuanto se refieran a la religión y moral(Enc. Nobilissima Gallorum gens 8 febr. 1884.)

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Ni el ejercicio de este derecho podra estimarse como ingerencia indebida, sino como preciosa providencia maternal de la Iglesia, para preservar a sus hijos de los graves peligros de todo veneno doctrinal y moral. Además, esta vigilancia de la Iglesia, como no puede crear ningun inconveniente verdadero, tampoco puede dejar de reportar eficaz auxilio al orden y bienestar de las familias y de la sociedad civil, teniendo lejos de la juventud aquel veneno moral, que en esta edad inexperta y tornadiza suele tener mas facil entrada y pasar mas rapidamente a la practica. Ya que, sin la recta institución religiosa y moral -como sabiamente advierte Leon XIII- "toda la cultura de las almas sera malsana; los jóvenes no habituados al respeto de Dios no podran soportar norma alguna de honesto vivir, y sin animo para negar nada a sus deseos, facilmente se dejaran arrastrar a trastornar los Estados" (
Mt 28,19)

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8. En cuanto a la extensión de la misión educativa de la Iglesia ella comprende a todas las gentes según el mandato de Cristo: "Ensenad a todas las gentes" (Oratio habita ad alumnos Tusculani Conlegii, 14 maii 1929.) y no hay potestad terrena que pueda legitimamente disputar o impedir su derecho. Primeramente se extiende a todos los fieles, de los cuales ella tiene solicito cuidado como Madre ternisima. Por esta razon para ellos ha creado y fomentado en todos los siglos una ingente muchedumbre de escuelas e instituciones en todos los ramos del saber; porque, como dijimos en ocasión reciente, "hasta en aquel lejano tiempo medieval, en el que eran tan numerosos (alguno ha querido decir excesivamente numerosos) los monasterios, los conventos, las iglesias, las colegiatas, los cabildos catedrales y no catedrales, junto a cada una de esas instituciones habia un hogar escolar, un hogar de instrucción y educación cristiana. Y a todo esto hay que anadir las universidades todas, universidades esparcidas por todos los paises y siempre por iniciativa y bajo la vigilancia de la Santa Sede y de la Iglesia. Aquel magnifico espectaculo que ahora vemos mejor, porque esta mas cerca de nosotros y en condiciones mas grandiosas, como lo permiten las condiciones del siglo, fue el espectaculo de todos los tiempos; y los que estudian y confrontan los hechos, quedan maravillados de cuanto supo hacer la Iglesia en este orden de cosas; maravillados del modo con que la Iglesia logro corresponder a la misión que Dios le habia confiado de educar a las generaciones humanas, en la vida cristiana, y alcanzar tantos y tan magnificos frutos y resultados. Pero si causa admiración el que la Iglesia haya sabido en todo tiempo reunir alrededor de si centenares, millares y millones de alumnos de su misión educadora, no es menor la que debera sobrecogernos cuando reflexionemos sobre lo que ha llegado a hacer no solo en el campo de la educación, sino también en el de la instrucción verdadera y propiamente tal. Porque si tantos tesoros de cultura, civilización y literatura han podido ser conservados, débese a la actitud de la Iglesia, que, aun en los tiempos mas remotos y barbaros ha sabido hacer brillar tanta luz en el campo de las letras, de la filosofia, del arte y particularmente de la arquitectura" (
Dt 32,4)

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Tanto ha podido y sabido hacer la Iglesia, porque su misión educativa se extiende aun a los no fieles, por ser todos los hombres llamados a entrar en el reino de Dios y a conseguir la eterna salvacion. Como en nuestros dias, con sus Misiones esparce a millares las escuelas en todas las regiones y paises aun no cristianos, desde las orillas del Ganges hasta el rio Amarillo y las grandes islas y archipiélagos del océano, desde el continente negro hasta la Tierra del Fuego y la helada Alaska, asi en todos los tiempos la Iglesia con sus misioneros ha educado en la vida cristiana y en la civilización a las diversas gentes que ahora forman las naciones cristianas del mundo civilizado.

Con lo cual queda con evidencia asentado, como de derecho, y aun de hecho, pertenece de manera supereminente a la Iglesia la misión educativa, y como a ningun entendimiento libre de prejuicios se le puede ocurrir motivo alguno racional para disputar o impedir a la Iglesia una obra, de cuyos benéficos frutos goza ahora el mundo.

9. Tanto mas cuanto que con tal supereminencia de la Iglesia no solo no estan en oposición, sino antes bien en perfecta armonia, los derechos, ya de la Familia, ya del Estado, y aun los derechos de cada uno de los individuos respecto a la justa libertad de la ciencia, de los métodos cientificos y de toda cultura profana en general.

Puesto que, para apuntar ya desde luego la razon fundamental de tal armonia, el orden sobrenatural, al cual pertenecen los derechos de la Iglesia, no solo no destruye ni merma el orden natural, al cual pertenecen los otros derechos mencionados, sino que lo eleva y perfecciona, y ambos ordenes se prestan mutuamente auxilio y casi complemento respectivamente proporcionado a la naturaleza y dignidad de cada uno, precisamente porque uno y otro proceden de Dios, el cual no se puede contradecir: "Perfectas son las obras de Dios, y rectos todos sus caminos" (S.T.
II-II 102,1)

Lo mismo se vera mas claramente, considerando, por separado y mas de cerca, la misión educativa de la Familia y del Estado.

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A LA FAMILIA

10. Primeramente con la misión educativa de la Iglesia concuerda admirablemente la misión educativa de la Familia, porque ambas proceden de Dios de una manera bien semejante.

En efecto, a la familia, en el orden natural, comunica Dios inmediatamente la fecundidad, principio de vida y consiguientemente principio de educación para la vida, junto con la autoridad, principio de orden.

a) Derecho anterior al del Estado

Dice el Doctor Angélico, con su acostumbrada nitidez de pensamiento y precisión de estilo: "El padre carnal participa singularmente de la razon de principio, la que de un modo universal se encuentra en Dios... El padre es principio de la generación, educación, disciplina y de todo cuanto se refiere al perfeccionamiento de la vida" (Dt 10,12)

La Familia, pues, tiene inmediatamente del Creador la misión, y, por tanto, el derecho de educar a la prole, derecho inalienable por estar inseparablemente unido con la estricta obligación, derecho anterior a cualquier derecho de la sociedad civil y del Estado, y por lo mismo inviolable por parte de toda potestad terrena.

b) Derecho inviolable, pero no despótico

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Acerca de la inviolabilidad de este derecho, da la razon el Angélico: "En efecto, el hijo naturalmente es algo del padre..., asi, pues, es de derecho natural que el hijo, antes del uso de la razon, esté bajo el cuidado de los padres. Por lo tanto, seria contra la justicia natural si el nino, antes del uso de la razon, fuese substraido al cuidado de los padres, o de alguna manera se dispusiese de él contra la voluntad de los padres" (Suppl. 3a., 41, 1.) Y como la obligación del cuidado de los padres continua hasta que la prole esté en condición de proveerse a si misma, perdura también el mismo inviolable derecho educativo de los padres. "Porque la naturaleza no pretende solamente la generación de la prole sino también su desarrollo y progreso hasta el perfecto estado del hombre en cuanto es hombre, o sea el estado de virtud" (C.I.C. c. 1153.) dice el mismo Doctor Angélico.

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Por esto la sabiduria juridica de la Iglesia se expresa asi en esta materia, con precisión y claridad comprensiva, en el Codigo de Derecho Canonico en el canon 1113: "Los padres estan gravisimamente obligados a procurar con todo su empeno la educación ya religiosa y moral, ya fisica y temporal de la misma prole" (Enc. Rerum novarum 15 maii 1891.)

En este punto es tan concorde el sentir comun del género humano, que se pondrian en abierta contradicción con él cuantos se atreviesen a sostener que la prole, antes que a la Familia pertenece al Estado, y que el Estado tiene sobre la educación absoluto derecho. Es, además insubsistente la razon que los tales aducen, de que el hombre nace ciudadano y de que por esto pertenece primariamente al Estado, sin atender a que, antes de ser ciudadano, el hombre debe existir, y la existencia no la recibe del Estado, sino de los padres; como sabiamente declara Leon XIII: "Los hijos son algo del padre y una como extensión de la persona paterna; y si queremos hablar con exactitud, ellos no entran directamente, sino por medio de la comunidad doméstica, en la que han sido engendrados, a formar parte de la sociedad civil" (CIC ) Por lo tanto: "La patria potestad es de tal naturaleza, que no puede ser ni suprimida ni absorbida por el Estado, porque tiene un mismo y comun principio con la vida misma de los hombres" (Enc. Sapientiae christianae 10 ian. 1890.) afirma en la misma Enciclica Leon XIII. De lo cual, sin embargo, no se sigue que el derecho educativo de los padres sea absoluto o despotico, porque esta inseparablemente subordinado al fin ultimo y a la ley natural y divina como lo declara el mismo Leon XIII en otra memorable Enciclica suya "de los principales deberes de los ciudadanos cristianos", donde expone asi en resumen el conjunto de los derechos y deberes de los padres: "Por naturaleza los padres tienen el derecho a la formación de los hijos, con este deber anejo: que la educación y la instrucción del nino convenga con el fin para el cual, por la bondad de Dios, han recibido la prole. Deben, pues, los padres esforzarse y trabajar enérgicamente por impedir en esta materia todo atentado, y asegurar de manera absoluta que quede en ellos el poder de educar cristianamente, como se debe, a sus hijos, y sobre todo, de apartarlos de las escuelas en que hay peligro de que beban el fatal veneno de la impiedad" (C.I.C.
CIS 113)

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Obsérvese, además, que el deber educativo de la familia comprende no solo la educación religiosa y moral, sino también la fisica y civil(U. S. Supreme Court Decisión in the Oregon School Cases, June 1, 1925.) principalmente en cuanto tienen relación con la religión y la moral.


PIO XI, MAGISTERIO PONTIFICIO 253