PIO XI, MAGISTERIO PONTIFICIO 630

a) A la libre competencia sucedio la dictadura economica

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Primeramente, salta a la vista que en nuestros tiempos no se acumulan solamente riquezas, sino también se crean enormes poderes, y un prepotencia economica despotica, en manos de muy pocos. Muchas veces no son éstos ni duenos siquiera, sino solo depositarios y administradores que rigen el capital a su voluntad y arbitrio.

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Estos potentados son extraordinariamente poderosos, cuando duenos absolutos del dinero gobiernan el crédito y lo distribuyen a su gusto; diriase que administran la sangre de la cual vive toda la economia, y que de tal modo tienen en su mano, por decirlo asi, el alma de la vida economica, que nadie podria respirar contra su voluntad.

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Esta acumulación de poder y de recursos, nota casi originaria de la economia modernisima, es el fruto que naturalmente produjo la libertad infinita de los competidores, que solo dejo supervivientes a los mas poderosos, que es a menudo lo mismo que decir los que luchan mas violentamente, los que menos cuidan de su conciencia.

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A su vez esta concentración de riquezas y de fuerzas produce tres clases de conflictos: la lucha primero se encamina a alcanzar ese potentado economico; luego se inicia una fiera batalla a fin de obtener el predominio sobre el poder publico, y consiguientemente el poder abusar de sus fuerzas e influencia en los conflictos economicos; finalmente se entabla el combate en el campo internacional, en el que luchan los Estados pretendiendo usar de su fuerza y poder politico para favorecer las utilidades economicas de sus respectivos subditos, o por el contrario haciendo que las fuerzas y el poder economico sean los que resuelvan las controversias politicas originadas entre las naciones.

b) Consecuencias funestas

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Las ultimas consecuencias del espiritu individualista en el campo economico, vosotros mismos, Venerables Hermanos y amados hijos, las estais viendo y deplorando: la libre concurrencia se ha destrozado a si misma; la prepotencia economica ha suplantado al mercado libre; al deseo de lucro ha sucedido la ambición desenfrenada de poder; toda la economia se ha hecho extremadamente dura, cruel, implacable. Anadense los danos gravisimos que han nacido de la confusión y mezcla lamentables de las atribuciones de la autoridad publica y de la economia; y valga como ejemplo uno de los mas graves, la caida del prestigio del Estado; el cual, libre de todo partidismo y teniendo como unico fin el bien comun y la justicia, deberia estar erigido en soberano y supremo arbitro de las ambiciones y concupiscencias de los hombres. Por lo que toca a las naciones en sus relaciones mutuas, se ven dos corrientes que manan de la misma fuente: por un lado fluye el nacionalismo o también el imperialismo economico, por el otro el no menos funesto y detestable internacionalismo del capital, o sea, el imperialismo internacional, para el cual la patria esta donde se esta bien.

c) Remedios

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Los remedios a males tan profundos quedan indicados en la segúnda parte de esta Enciclica, donde de proposito hemos tratado de ello bajo el aspecto doctrinal; bastara, pues, recordar la sustancia de Nuestra ensenanza. Puesto que el régimen economico moderno descansa principalmente sobre el capital y el trabajo, deben conocerse y ponerse en practica los preceptos de la recta razon, o de la filosofia social cristiana, que conciernen a ambos elementos y a su mutua colaboracion. Para evitar ambos escollos, el individualismo y el socialismo, debe sobre todo tenerse presente el doble caracter, individual y social del capital o de la propiedad y del trabajo. Las relaciones que anudan el uno al otro deben ser reguladas por las leyes de una exactisima justicia conmutativa, apoyada en la caridad cristiana. Es imprescindible que la libre competencia contenida dentro de limites razonables y justos, y sobre todo el poder economico estén sometidos efectivamente a la autoridad publica, en todo aquello que le esta peculiarmente encomendado. Finalmente, las instituciones de los pueblos deben acomodar la sociedad entera a las exigencias del bien comun, es decir, a las reglas de la justicia; de ahi resultara que la actividad economica, función importantisima de la vida social se encuadre asimismo dentro de un orden de vida sana y bien equilibrada.

2. TRANSFORMACIÓN DEL SOCIALISMO

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No menos profunda que la del capitalismo es la transformación que desde Leon XIII ha sufrido el socialismo, con el cual principalmente tuvo que luchar Nuestro Antecesor. Entonces podia considerarse todavia sensiblemente unico, con una doctrina definida y bien trabada; pero luego se ha dividido principalmente en dos partes, las mas veces contrarias entre si y llenas de odio mutuo, sin que ninguna de las dos reniegue del fundamento propio del socialismo, contrario a la fe cristiana.

a) La rama mas violenta o el comunismo

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Una parte del socialismo sufrio un cambio semejante al que indicabamos respecto a la economia capitalista, y dio en el comunismo; ensena y pretende, no oculta y disimuladamente, sino clara y abiertamente, y por todos los medios, aun los mas violentos, dos cosas: la lucha de clases encarnizada y la desaparición completa de la propiedad privada. Para conseguirlo, nada hay a lo que no se atreva, ni nada que respete, y una vez conseguido su intento, tan atroz e inhumano se manifiesta, que parece cosa increible y monstruosa. Nos lo dicen el estrago y la ruina fatal en que ha sumido vastisimas regiones de la Europa Oriental y Asia; y que es enemigo abierto de la Santa Iglesia y del mismo Dios, demasiado, por desgracia, nos lo han probado los hechos y es de todos bien conocido. Por eso juzgamos superfluo prevenir a los buenos y fieles hijos de la Iglesia contra el caracter impio e injusto del comunismo; pero no podemos menos de contemplar con profundo dolor la incuria de los que parecen despreciar estos inminentes peligros, y con cierta pasiva desidia permiten que se propaguen por todas partes doctrinas que destrozaran por la violencia y por la muerte toda la sociedad. Mayor condenación merece aun la negligencia de quienes descuidan la supresión o reforma del estado de cosas, que lleva a los pueblos a la exasperación y prepara el camino a la revolución y ruina de la sociedad.

b) La rama mas moderna

1. Conserva el nombre de socialismo

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La parte que se ha quedado con el nombre de socialismo es ciertamente mas moderada, ya que no solo confiesa que debe abstenerse de toda violencia, sino que aun sin rechazar la lucha de clases y la abolición de la propiedad privada, las suaviza y modera de alguna manera. Diriase que aterrado por los principios y consecuencias que se siguen del comunismo, el socialismo se inclina y en cierto modo avanza hacia las verdades que la tradición cristiana ha ensenado siempre solemnemente: pues no se puede negar que sus peticiones se acercan mucho, a veces, a las de quienes desean reformar la sociedad conforme a los principios cristianos.

2. Se aparta algo de la lucha de clases y de la abolición de la propiedad

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La lucha de clases, sin enemistades y odios mutuos, poco a poco se transforma en una como discusión honesta, fundada en el amor a la justicia; ciertamente, no es aquélla bienaventurada paz social que todos deseamos, pero puede y debe ser el principio de donde se llegue a la mutua cooperación de las clases. La misma guerra al dominio privado, restringida mas y mas, se atempera de suerte que en definitiva no es la posesión misma de los medios de producción lo que se ataca, sino el predominio social que contra todo derecho ha tomado y usurpado la propiedad. Y de hecho, un poder semejante no pertenece a los que poseen sino a la potestad publica. De este modo se puede llegar insensiblemente hasta el punto de que estas pretensiones del socialismo moderado no difieran de los anhelos y peticiones de los que desean reformar la sociedad humana fundandose en los principios cristianos. Porque con razon se habla de que cierta categoria de bienes ha de reservarse al Estado, pues éstos llevan consigo un poder economico tal, que no es posible permitirlos a los particulares sin dano del Estado.

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Estos deseos y demandas justas ya nada contienen contrario a la verdad cristiana y mucho menos son propios del socialismo. Por tanto, quienes solamente pretenden eso, no tienen por qué agregarse al socialismo.

c) ¿Hay algun camino intermedio?

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Pero no vaya alguno a creer que los partidos o grupos socialistas que no son comunistas se contenten todos de hecho o de palabra con eso solo. A lo mas llegan a suavizar en alguna manera la lucha de clases o la abolición de la propiedad, no a rechazarlas. Ahora bien, esta mitigación y como olvido de los falsos principios hace surgir, o mejor, a algunos les ha hecho plantear indebidamente esta cuestion: la conveniencia de suavizar o atemperar los principios de la verdad cristiana para salir al paso al socialismo y convenir con él en un camino intermedio. Hay quienes se ilusionan con la aparente esperanza de que asi vendran a nosotros los socialistas. ¡Vana esperanza! Los que quieran ser apostoles entre los socialistas, deben profesar abierta y sinceramente la verdad cristiana plena e integra, sin connivencia de ninguna clase con el error.

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Procuren primeramente, si quieren ser verdaderos anunciadores del Evangelio, mostrar a los socialistas que sus postulados, en lo que tienen de justos, se defienden con mayor fuerza desde el campo de los principios de la fe cristiana, y se promueven mas eficazmente por la fuerza de la caridad cristiana.

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Pero, ¿qué decir en el caso en que el socialismo de tal manera modere y suavice lo tocante a la lucha de clases y a la abolición de la propiedad privada, que no se le pueda ya reprender nada en estos puntos? ¿Acaso con ello deja de ser contrario por naturaleza a la religión cristiana? He aqui una cuestión que deja en duda los animos de no pocos. Y son muchos los catolicos que sabiendo perfectamente que nunca pueden abandonarse los principios catolicos ni suprimirse, vuelven sus ojos a esta Santa Sede y parecen pedir con instancia que resolvamos si ese socialismo esta suficientemente purgado de sus falsas doctrinas, para que sin sacrificar ningun principio cristiano pueda ser admitido y en cierto modo bautizado. Para satisfacer, según nuestra paternal solicitud, a estos deseos, decimos: el socialismo, ya se considere como doctrina, ya como hecho historico, ya como acción, si sigue siendo verdaderamente socialismo, aun después de sus concesiones a la verdad y a la justicia de las que hemos hecho mención, es incompatible con los dogmas de la Iglesia Catolica; ya que su manera de concebir la sociedad se opone diametralmente a la verdad cristiana.

1. El socialismo concibe la sociedad y el caracter social del hombre en la forma mas contraria a la verdad cristiana

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Según la doctrina cristiana, el hombre, dotado de naturaleza social ha sido puesto en la tierra para que viviendo en sociedad y bajo una autoridad ordenada por Dios (
Rm 13,1) cultive y desarrolle plenamente sus facultades para gloria y alabanza de su Creador; y cumpliendo fielmente los deberes de su profesión o de su vocación, sea cual fuere, logre la felicidad temporal y juntamente la eterna. El socialismo, por el contrario, completamente ignorante y descuidado de tan sublime fin del hombre y de la sociedad, pretende que la sociedad humana no tiene otro fin que el puro bienestar.

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La división ordenada del trabajo es mucho mas eficaz para la producción de los bienes que los esfuerzos aislados de los particulares; de ahi deducen los socialistas la necesidad de que la actividad economica (en la cual solo consideran el fin material) proceda socialmente. Los hombres, dicen ellos, haciendo honor a esta necesidad real, estan obligados a entregarse y sujetarse totalmente a la sociedad en orden a la producción de los bienes. Mas aun, es tanta la estima que tienen de la posesión del mayor numero posible de bienes con que satisfacer las comodidades de esta vida, que ante ella deben ceder y aun inmolarse los bienes mas elevados del hombre, sin exceptuar la libertad, en aras de una eficacisima producción de bienes. Piensan que la abundancia de bienes que ha de recibir cada uno de ese sistema para emplearlo a su placer en las comodidades y necesidades de la vida, facilmente compensa la disminución de la dignidad humana, a la cual se llega en el procedo socializado de la produccion. Una sociedad, cual la ve el socialismo, por una parte no puede existir ni concebirse sin grande violencia, y por otra, entroniza una falsa licencia, puesto que en ella no existe verdadera autoridad social; ésta, en efecto, no puede basarse en las ventajas materiales y temporales, sino que procede de Dios, Creador y ultimo fin de todas las cosas (Pio XI, Enciclica Divini Illus Magistri.)

2. Católico y socialista se contradicen

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Si acaso el socialismo, como todos los errores, tiene una parte de verdad (lo cual nunca han negado los Sumos Pontifices), el concepto de la sociedad que le es caracteristico y sobre el cual descansa, es inconciliable con el verdadero cristianismo. Socialismo religioso y socialismo cristiano son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero.

d) Socialismo educador

Todo esto, que hemos recordado y confirmado solemnemente con Nuestra autoridad, se debe aplicar de la misma suerte a una nueva forma de socialismo hasta ahora poco conocida, que actualmente, sin embargo, se va propagando por muchas agrupaciones socialistas. Su primera preocupación es educar los espiritus y las costumbres; ante todo intenta atraer, bajo capa de amistad, a los niños para arrastrarlos consigo, pero se extiende también a toda clase de hombres con el intento de formar finalmente al "hombre socialista" en el cual se apoye la sociedad formada según los principios socialistas.

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Hemos tratado largamente en Nuestra Enciclica "Divini illius Magistri" (Pio XI, Enciclica Divini Illus Magistri.) de los principios en que se funda y los fines que persigue la pedagogia cristiana, y es tan evidente y claro cuanto pugna con esas ensenanzas lo que hace y pretende el socialismo educador, que podemos dispensarnos de declararlo. Sin embargo, parece que ignoran o ponderan poco los gravisimos peligros que trae consigo ese socialismo, quienes nada hacen por resistir a ellos con la energia y celo que la gravedad del asunto reclama. Nuestro deber pastoral nos obliga a avisar a éstos de la inminencia del gravísimo mal: acuérdense todos de que el padre de ese socialismo educador es el liberalismo, y su heredero, el bolchevismo.

e) Catolicos pasados al socialismo

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Por tanto, Venerables Hermanos, podéis comprender con cuanto dolor vemos que, sobre todo en algunas regiones, no pocos hijos Nuestros, de quienes no podemos persuadirnos que hayan abandonado la verdadera fe y perdido su buena voluntad, dejan el campo de la Iglesia y vuelan a engrosar las filas del socialismo: unos, que abiertamente se glorian del nombre de socialistas y profesan su fe socialista; otros, que por indiferencia, o tal vez con repugnancia, dan su nombre a asociaciones cuya ideologia o hechos se muestran socialistas.

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Angustiados por nuestra paternal solicitud, estamos examinando e investigando los motivos que los han llevado tan lejos, y nos parece oir lo que muchos de ellos responden en son de excusa: que la Iglesia y los que se dicen adictos a la Iglesia, favorecen a los ricos, desprecian a los obreros, no tienen cuidado ninguno de ellos, y que por eso tuvieron que pasarse a las filas de los socialistas y alistarse en ellas para poder mirar por si.

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Es, en verdad lamentable, Venerables Hermanos, que haya habido y aun ahora haya quienes, llamandose catolicos, apenas se acuerdan de la sublime ley de la justicia y de la caridad, en virtud de la cual nos esta mandado no solo dar a cada uno lo que el pertenece, sino también socorrer a nuestros hermanos necesitados, como a Cristo mismo (
Jc 2,8 Jc 2,13) esos tales, y esto es mas grave, no temen oprimir a los obreros por espiritu de lucro. Hay, además, quienes abusan de la misma religión y se cubren con su nombre, en sus exacciones injustas, para defenderse de las reclamaciones completamente justas de los obreros. No cesaremos nunca de condenar semejante conducta; esos hombres son la causa de que la Iglesia, inmerecidamente, haya podido tener la apariencia y ser acusada de inclinarse de parte de los ricos, sin conmoverse ante las necesidades y estrecheces de quienes se encontraban como desheredados de su parte de bienestar en esta vida. La historia entera de la Iglesia claramente prueba que esa apariencia y esa acusación son inmerecidas e injustas; la misma Enciclica cuyo aniversario celebramos, es un testimonio elocuente de la suma injusticia con que tales calumnias y contumelias se han lanzado contra la Iglesia y su doctrina.

Invitación a que vuelvan

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Aunque afligidos por la injuria y oprimidos por el dolor paterno, lejos estamos de rechazar a los hijos miserablemente enganados, y tan apartados de la verdad y de la salvacion; antes, por el contrario, con la mayor solicitud que podemos, los invitamos a que vuelvan al seno maternal de la Iglesia. ¡Ojala quieran dar oidos a Nuestra voz! ¡Ojala vuelvan a la casa paterna de donde salieron, y perseveren en ella, en el lugar que les pertenece, a saber, entre las filas de los que siguiendo con cuidado los avisos promulgados por Leon XIII y renovados solemnemente por Nos, procuran restaurar la sociedad según el espiritu de la Iglesia, afianzando la justicia social y la caridad social. Persuadanse que en ninguna otra parte de la tierra podran hallar mas completa felicidad, sino en la casa de Aquél que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para que con su pobreza llegasemos nosotros a ser ricos (
2Co 8,9) que fue pobre y estuvo entregado al trabajo desde su juventud, que invita a Si "a todos los agobiados con trabajos y cargas para confortarlos" plenamente en el amor de su corazon (Mt 11,28) y que finalmente, sin acepción de personas, exigira mas a aquellos a quienes dio mas (Lc 12,48) y "premiara a cada cual conforme a sus obras" (Mt 16,27)

3. LA REFORMA DE LAS COSTUMBRES

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Pero si consideramos este asunto mas diligente e intimamente, descubriremos con claridad que a esta restauración social tan deseada debe preceder la renovación profunda del espiritu cristiano, del cual se han apartado desgraciadamente tantos hombres dedicados a la economia; de lo contrario, todos los esfuerzos serian estériles y el edificio se asentaria no sobre roca, sino sobre arena movediza (
Mt 7,24)

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En realidad, el examen que hemos hecho de la economia moderna, Venerables Hermanos, y amados Hijos, nos la ha mostrado cargada de gravisimos defectos. Hemos llamado de nuevo a juicio al comunismo y al socialismo, y hemos encontrado que todas sus formas, aun las mas suaves, estan muy lejos de los preceptos evangélicos.

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"Por lo tanto -usamos palabras de Nuestro Predecesor- si se quiere sanara la sociedad humana, la sanara tan solo el retorno a la vida y a las instituciones cristianas" (Leon XIII, Rerum Novarum, 15/5/1891.) Ya que solo eso puede traer el remedio eficaz a la solicitud excesiva por las cosas caducas, que es el origen de todos los vicios; solo esto puede hacer que la vista fascinada de los hombres, fija en las cosas mudables de la tierra, se separe de ellas y se vuelva a los cielos. Y ¿quién negara que éste es el remedio que mas necesita hoy el género humano?( ) XXX)

a) El mayor desorden del presente régimen: la ruina de las almas

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Todos casi unicamente se impresionan con las perturbaciones, calamidades y ruinas temporales. Y ¿qué es todo esto, mirandolo con ojos cristianos, como es razon, comparado con la ruina de las almas?( ) Mt 16, 26.) Sin embargo, se puede decir sin temeridad que las condiciones de la vida social y economica son tales, que una gran parte de los hombres encuentra las mayores dificultades para atender a lo unico necesario, a la salvación eterna.

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Pastores y defensores de tan innumerables ovejas hemos sido constituidos por el Principe de los Pastores, que las redimio con su sangre, y no podemos contemplar sin lagrimas en los ojos tan inmensa desgracia; mas aun, conscientes del oficio pastoral e impulsados por la solicitud paterna meditamos continuamente como podremos ayudarlas, recurriendo también al incansable empeno de quienes por justicia o por caridad se interesan por ellas. ¿Qué aprovecharia a los hombres hacerse habiles para ganar aun el mundo entero por medio de un uso mas sabio de las riquezas, si se condenasen las almas? ¿De qué sirve mostrarles los principios seguros de la economia, si arrebatados por una sordida y desenfrenada codicia se entregan con tal ardor a sus cosas, que "oyendo los mandamientos del Señor hacen todo lo contrario?"( ) Jg 2, 17.)

b) Causas de este mal

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Las pasiones desordenadas del alma, triste consecuencia del pecado original, son la raiz y al mismo tiempo la fuente del alejamiento de la ley cristiana en las cosas sociales y economicas, y de consiguiente apostasia de la fe catolica de muchos obreros. El pecado original, en efecto, deshizo de tal modo la concordia admirable que existia entre las facultades humanas, que el hombre facilmente arrastrado por las malas codicias se siente vehementemente incitado a anteponer los bienes caducos de este mundo a los celestiales y duraderos. De aqui esta sed insaciable de riquezas y bienes temporales que en todos los tiempos ha empujado a los hombres a infringir las leyes de Dios y conculcar los derechos del projimo, pero que en la organización moderna de la economia prepara lazos mas numerosos a la fragilidad humana. La inestabilidad propia de la vida economica y sobre todo su complejidad, exigen de los que se han entregado a ella una actividad absorbente y asidua. En algunos se han embotado los estimulos de la conciencia hasta llegar a la persuasión de que les es licito aumentar sus ganancias de cualquier manera y defender por todos los medios las riquezas acumuladas con tanto esfuerzo y trabajo contra los repentinos reveses de la fortuna. Las faciles ganancias que la anarquia del mercado ofrece a todos, incita a muchos al cambio de las mercancias con el unico anhelo de llegar rapidamente a la fortuna con el menor esfuerzo; su desenfrenada especulación hace aumentar y disminuir incesantemente, a la medida de su capricho y avaricia, el precio de las mercaderias para echar por tierra con sus frecuentes alternativas las previsiones de los fabricantes prudentes. Las disposiciones juridicas destinadas a favorecer la colaboración de los capitales, dividiendo la responsabilidad y limitando los riesgos, han sido muchas veces la ocasión de los excesos mas reprensibles; vemos en efecto, las responsabilidades disminuidas hasta el punto de no impresionar sino ligeramente a las almas; bajo capa de una designación colectiva se cometen las injusticias y fraudes mas condenables: los que gobiernan los grupos economicos, despreciando sus compromisos, traicionan los derechos de aquellos que les confiaron la administración de sus ahorros. Finalmente, hay que senalar a estos hombres astutos que, despreciando las utilidades honestas de su propia profesión, no temen poner acicates a los caprichos de sus clientes y después de excitados aprovecharlos para su propio lucro.

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Corregir estos gravisimos inconvenientes, y aun prevenirlos, era propio de una severa disciplina de las costumbres, mantenida firmemente por la autoridad publica, pero desgraciadamente falto muchisimas veces. Los gérmenes del nuevo régimen economico aparecieron por primera vez cuando los errores racionalistas entraban y arraigaban en los entendimientos, y con ellos pronto nacio una conciencia economica distanciada de la verdadera ley moral, y que por lo mismo dejaba libre paso a las concupiscencias humanas.

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Con esto crecio mucho el numero de los que ya no cuidaban sino de aumentar sus riquezas de cualquier manera, buscandose a si mismos sobre todo y ante todo, sin que nada les remordiese la conciencia, aun los mayores delitos contra el projimo. Los primeros que entraron por este ancho camino, que lleva a la perdición (Ver.
Mt 7,13) facilmente encontraron muchos imitadores de su iniquidad, gracias al ejemplo de su aparente éxito, o con la inmoderada pompa de sus riquezas, o mofandose de la conciencia de los demás como si fuera victima de vanos escrupulos, o pisoteando a sus mas timoratos competidores.

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Era natural que, marchando los directores de la economia por camino tan alejado de la rectitud, el vulgo de los obreros se precipitara a menudo por el mismo abismo; tanto mas que muchos de los patronos utilizaron a los obreros como meros instrumentos, sin preocuparse nada de sus almas, sin pensar siquiera en sus intereses superiores. En verdad, el animo se horroriza al ponderar los gravisimos peligros a que estan expuestos, en las fabricas modernas, la moralidad de los obreros (principalmente jóvenes) y el pudor de las doncellas y demás mujeres; al pensar cuan frecuentemente el régimen moderno del trabajo, y principalmente las irracionales condiciones de habitación crean obstaculos a la unión e intimidad de la vida familiar; al recordar, tantos y tan grandes impedimentos, que se oponen a la santificación de las fiestas; al considerar como se debilita universalmente el sentido verdaderamente cristiano, que aun a los hombres indoctos y rudos ensenaba a elevarse a tan altos ideales, suplantados hoy por el unico afan de procurarse por cualquier medio el sustento cotidiano. Asi, el trabajo corporal que estaba destinado por Dios, aun después del pecado original, a labrar el bienestar material y espiritual del hombre, se convierte a cada paso en instrumento de la perversion: la materia inerte sale de la fabrica ennoblecida, mientras los hombres en ella se corrompen y degradan.

4. REMEDIOS

a) La cristianización de la vida economica

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Ningun remedio eficaz se puede poner a tan lamentable estrago de las almas, y mientras perdure éste sera inutil todo afan de regeneración social, si no vuelven los hombres franca y sinceramente a la doctrina evangélica, es decir, a los preceptos de Aquel, que solo tiene palabras de vida eterna (
Jn 6,70) palabras que, aun pasando el cielo y la tierra, nunca han de pasar (Mt 24,35) Los verdaderos conocedores de la ciencia social piden insistentemente una reforma asentada en normas racionales, que conduzcan la vida economica a un régimen sano y recto. Pero ese régimen, que también Nos deseamos con vehemencia y favorecemos intensamente, sera incompleto e imperfecto si todas las formas de la actividad humana no se ponen de acuerdo para imitar y realizar, en cuanto es posible a los hombres, la admirable unidad del divino designio. Este régimen perfecto, que con fuerza y energia proclaman la Iglesia y la misma recta razon humana, exige que todas las cosas vayan dirigidas a Dios, como primero y supremo término de la actividad de toda criatura, y que los bienes creados, cualesquiera que sean, se consideren como meros instrumentos dependientes de Dios, que en tanto deben usarse, en cuanto conducen al logro de ese supremo fin. Lejos de nosotros tener en menos las profesiones lucrativas o considerarlas como menos conformes con la dignidad humana; al contrario, la verdad nos ensena a reconocer en ellas, con veneración, la voluntad clara del divino Hacedor, que puso al hombre en la tierra para que la trabajara e hiciera servir a sus multiples necesidades. Tampoco esta prohibido a los que se dedican a la producción de bienes aumentar su fortuna justamente; antes es equitativo que al que sirve a la comunidad y aumenta su riqueza, se aproveche asimismo del crecimiento del bien comun conforme a su condición, con tal que se guarde el respeto debido a las leyes de Dios, queden ilesos los derechos de los demás, y en el uso de los bienes se sigan las normas de la fe y de la recta razon. Si todos, en todas partes y siempre observan esta ley, pronto volveran a los limites de la equidad y de la justa distribución no solo la producción y adquisición de las cosas, sino también el consumo de las riquezas, que hoy con frecuencia tan desordenado se nos ofrece; al egoismo, que es la mancha y el gran pecado de nuestros dias, sustituira en la practica y en los hechos la ley suavisima, pero a la vez eficacisima de la moderación cristiana, que manda al hombre buscar primero el reino de Dios y su justicia, porque sabe ciertamente por la segura promesa de la liberalidad divina que los bienes temporales le seran "dados por anadidura en la medida que le hicieren falta" (Mt 6,33)

b) El oficio y la ley de la caridad

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Mas, para asegurar estas reformas, es menester que a la ley de la justicia se una la ley de la caridad "que es vinculo de perfeccion" (
Col 3,14) ¡Como se enganan los reformadores incautos, que desprecian soberbiamente la ley de la caridad, porque solo se cuidan de hacer observar la justicia conmutativa! Ciertamente, la caridad no debe considerarse como una sustitución de los deberes de justicia que injustamente dejan de cumplirse. Pero, aun suponiendo que cada uno de los hombres obtenga todo aquello a que tiene derecho, siempre queda para la caridad un campo dilatadisimo. La justicia sola, aun observada puntualmente, puede, es verdad, hacer desaparecer la causa de las luchas sociales, pero nunca unir los corazones y enlazar los animos. Ahora bien, todas las instituciones destinadas a consolidar la paz y promover la colaboración social, por bien concebidas que parezcan, reciben su principal firmeza del mutuo vinculo espiritual, que une a los miembros entre si: cuando falta ese lazo de unión, la experiencia demuestra que las formulas mas perfectas no tienen éxito alguno (Leon XIII, Enciclica Graves de Communi, 18/1/1901.) La verdadera unión de todos en aras del bien comun solo se alcanza cuando todas las partes de la sociedad sienten intimamente que son miembros de una gran familia e hijos del mismo Padre celestial, mas aun, un solo cuerpo en Cristo, "siendo todos reciprocamente miembros los unos de los otros" (Rm 12,5) por donde "si un miembro padece, todos los miembros se compadecen" (1Co 12,26) Entonces los ricos y demás directores cambiaran su indiferencia habitual hacia los hermanos mas pobres en un amor solicito y activo, y recibiran con corazon abierto sus peticiones justas, y perdonaran de corazon sus posibles culpas y errores. Por su parte, los obreros depondran sinceramente ese sentimiento en odio y envidia, de que tan habilmente abusan los propagadores de la lucha social, y aceptaran sin molestia el puesto que les ha senalado la divina Providencia en la sociedad humana, o mejor dicho, lo estimaran mucho, bien persuadidos de que colaboran util y honrosamente al bien comun de cada uno según su propio grado y oficio, y que siguen asi de cerca las huellas de Aquel que, siendo Dios, quiso ser entre los hombres, obrero, y aparecer como hijo de obrero.

c) La restauración cristiana es una ardua empresa

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De esta nueva difusión por el mundo del espiritu evangélico, que es "espiritu de moderación cristiana y caridad universal", confiamos que saldra la tan deseada total restauración en Cristo de la sociedad humana y la "Paz de Cristo en el Reino de Cristo"; a ese fin resolvimos y firmemente propusimos desde el principio de Nuestro Pontificado consagrar todo Nuestro cuidado y solicitud pastoral (Enciclica Ubi arcano, 23/12/1922.) también vosotros Venerables Hermanos, que por mandato del Espiritu Santo regis, con Nos la Iglesia de Dios (
Ac 20,28) incansablemente colaborais con muy laudable celo a este mismo fin, tan capital y hoy mas necesario que nunca, en todas las partes de la tierra, aun en las regiones de las sagradas Misiones entre infieles. Merecéis, pues, toda alabanza, asi como todos esos valiosos cooperadores, clérigos y seglares, que nos alegran al verlos participar con vosotros en los afanes cotidianos de esta gran obra. Son nuestros amados Hijos inscritos en la Acción Catolica y comparten con Nos de manera especial el cuidado de la cuestión social, en cuanto compete y toca a la Iglesia por su misma institución divina. A todos ellos exhortamos una y otra vez en el Señor, a que no perdonen trabajos, ni se dejen vencer por dificultad alguna, sino que cada dia se hagan mas esforzados y valientes (Dt 31,7) Ciertamente, es muy arduo el trabajo que les proponemos; conocemos muy bien los muchos obstaculos e impedimentos que se oponen por ambas partes, en las clases superiores y en las inferiores de la sociedad, y que hay que vencer. Pero no se desalienten: de cristianos es afrontar asperas batallas, de quienes como buenos soldados de Cristo (2Tm 2,3) le siguen mas de cerca, soportar los mas pesados trabajos.

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Confiados unicamente en el auxilio omnipotente de Aquel "que quiere que todos los hombres se salven" (
1Tm 2,4) procuremos ayudar con todas nuestras fuerzas a aquellas pobres almas alejadas de Dios y ensenémoslas a separarse de los excesivos cuidados temporales y aspirar confiadamente hacia las cosas eternas. A veces se obtendra esto mas facilmente de lo que a primera vista pudiera esperarse. Puesto que, si en el fondo aun del hombre mas perdido se esconden, como brasas debajo de la ceniza, fuerzas espirituales admirables, testimonios indudables del alma naturalmente cristiana, ¡cuanto mas en los corazones de aquellos, y son los mas, que han ido al error mas bien por ignorancia o por las circunstancias exteriores!

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Por lo demás, senales llenas de esperanza de una renovación social son esas falanges obreras, entre las cuales con increible gozo de Nuestra alma, vemos alistarse aun, nutridos grupos de obreros, que reciben obsequiosamente los consejos de la divina gracia y tratan de ganar para Cristo con increible celo a sus companeros. No menor alabanza merecen los jefes de las asociaciones obreras que, sin cuidarse de sus propias utilidades y atendiendo solamente al bien de los asociados, tratan de acomodar prudentemente con la prosperidad de su profesión, sus justas peticiones y de promoverlas, y no se acobardan en tan noble empresa por ningun impedimento ni sospecha. También hacen concebir alegres esperanzas de que han de dedicarse por completo a la obra de restauración social, esos numerosos jóvenes que por su talento o sus riquezas tendran puesto preeminente entre las clases superiores de la sociedad y estudian las cuestiones sociales con intenso fervor.


PIO XI, MAGISTERIO PONTIFICIO 630