PIOXII, MAGISTERIO PONTIFICIO - II NUEVO TESTAMENTO TRADICION

II NUEVO TESTAMENTO TRADICION




9. Pero tan solo por los Evangelios llegamos a conocer con perfecta claridad que la Nueva Alianza estipulada entre Dios y la humanidad -de la cual la alianza pactada por Moisés entre el pueblo y Dios, fue tan solo una prefiguracion simbolica, y el vaticinio de Jeremias una mera prediccion- es la misma que establecio y realizo el Verbo Encarnado, mereciéndonos la gracia divina. Esta Alianza es incomparablemente mas noble y mas solida, porque a diferencia de la precedente, no fue sancionada con sangre de cabritos y novillos, sino con la Sangre Sacrosanta de Aquel a quienes aquellos animales pacificos y privados de razon prefiguraban: el cordero de Dios que quita el pecado del mundo(26). Porque la Alianza cristiana, mas aun que la antigua, se manifiesta claramente como un pacto fundado no en la servidumbre o en el temor, sino en la amistad que debe reinar en las relaciones entre padres e hijos. Se alimenta y se consolida por una mas generosa efusion de la gracia divina y de la verdad, segun la sentencia del Evangelista San Juan: De su plenitud todos nosotros recibimos, y gracia por gracia. Porque la ley fue dada por Moisés, mas la gracia y la verdad por Jesucristo han venido(27).

Introducidos por estas palabras del Discipulo amado y que, durante la Cena, reclino su cabeza sobre el pecho de Jesus(28), en el mismo misterio de la infinita caridad del Verbo Encarnado, es cosa digna, justa, recta y saludable, que nos detengamos un poco, Venerables Hermanos, en la contemplacion de tan dulce misterio, a fin de que, iluminados por la luz que sobre él proyectan las paginas del Evangelio, podamos también nosotros experimentar el feliz cumplimiento del deseo significado por el Apostol a los fieles de Efeso: Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, de modo que, arraigados y cimentados en la caridad, podais comprender con todos los santos cual es la anchura y la longitud, la alteza y la profundidad, hasta conocer el amor de Cristo, que sobrepuja a todo conocimiento, de suerte que estéis llenos de toda la plenitud de Dios(29).




10. En efecto, el Misterio de la Redencion divina es, ante todo y por su propia naturaleza, un misterio de amor; esto es, un misterio del amor justo de Cristo a su Padre celestial, a quien el sacrificio de la cruz, ofrecido con amor y obediencia, presenta una satisfaccion sobreabundante e infinita por los pecados del género humano: Cristo sufriendo, por caridad y obediencia, ofrecio a Dios algo de mayor valor que lo que exigia la compensacion por todas las ofensas hechas a Dios por el género humano(30). Ademas, el misterio de la Redencion es un misterio de amor misericordioso de la augusta trinidad y del Divino Redentor hacia la humanidad entera, puesto que, siendo esta del todo incapaz de ofrecer a Dios una satisfaccion condigna por sus propios delitos(31), Cristo, mediante la inescrutable riqueza de méritos, que nos gano con la efusion de su preciosisima Sangre, pudo restablecer y perfeccionar aquel pacto de amistad entre Dios y los hombres, violado por vez primera en el Paraiso terrenal por culpa de Adan y luego innumerables veces por las infidelidades del pueblo escogido.

Por lo tanto, el Divino Redentor, en su cualidad de legitimo y perfecto Mediador nuestro, al haber conciliado bajo el estimulo de su caridad ardentisima hacia nosotros los deberes y obligaciones del género humano con los derechos de Dios, ha sido, sin duda, el autor de aquella maravillosa reconciliacion entre la divina justicia y la divina misericordia, que constituye esencialmente el misterio trascendente de nuestra salvacion. Muy a proposito dice el Doctor Angélico: Conviene observar que la liberacion del hombre, mediante la pasion de Cristo, fue conveniente tanto a su justicia como a su misericordia. Ante todo, a la justicia; porque con su pasion Cristo satisfizo por la culpa del género humano, y, por consiguiente, por la justicia de Cristo el hombre fue libertado. Y, en segundo lugar, a la misericordia; porque, no siéndole posible al hombre satisfacer por el pecado, que manchaba a toda la naturaleza humana, Dios le dio un Redentor en la persona de su Hijo. Ahora bien: esto fue de parte de Dios un acto de mas generosa misericordia que si El hubiese perdonado los pecados sin exigir satisfaccion alguna. Por ello esta escrito: Dios, que es rico en misericordia, movido por el excesivo amor con que nos amo, aun cuando estabamos muertos por los pecados, nos volvio a dar la vida en Cristo(32).




11. Pero a fin de que podamos en cuanto es dado a los hombres mortales, comprender con todos los santos cual es la anchura y la longitud, la alteza y la profundidad(33) del misterioso amor del Verbo Encarnado a su celestial Padre y hacia los hombres manchados con tantas culpas, conviene tener muy presente que su amor no fue unicamente espiritual, como conviene a Dios, puesto que Dios es espiritu(34). Es indudable que de indole puramente espiritual fue el amor de Dios a nuestros primeros padres y al pueblo hebreo; por eso, las expresiones de amor humano conyugal o paterno, que se leen en los Salmos, en los escritos de los profetas y en el Cantar de los Cantares, son signos y simbolos del muy verdadero amor, pero exclusivamente espiritual, con que Dios amaba al género humano; al contrario, el amor que brota del Evangelio, de las cartas de los Apostoles y de las paginas del Apocalipsis, al describir el amor del Corazon mismo de Jesus, comprende no solo la caridad divina, sino también los sentimientos de un afecto humano. Para todos los catolicos, esta verdad es indiscutible. En efecto, el Verbo de Dios no ha tomado un cuerpo ilusorio y ficticio, como ya en el primer siglo de la era cristiana osaron afirmar algunos herejes, que atrajeron la severa condenacion del Apostol San Juan: Puesto que en el mundo han salido muchos impostores: los que no confiesan a Jesucristo como Mesias venido en carne. Negar esto es ser un impostor y el anticristo(35). En realidad, El ha unido a su Divina Persona una naturaleza humana individual, integra y perfecta, concebida en el seno purisimo de la Virgen Maria por virtud del Espiritu Santo(36). Nada, pues, falto a la naturaleza humana que se unio el Verbo de Dios. El la asumio plena e integra tanto en los elementos constitutivos espirituales como en los corporales, conviene a saber: dotada de inteligencia y de voluntad todas las demas facultades cognoscitivas, internas y externas; dotada asimismo de las potencias afectivas sensibles y de todas las pasiones naturales. Esto ensena la Iglesia catolica, y esta sancionado y solemnemente confirmado por los Romanos Pontifices y los Concilios Ecuménicos: Entero en sus propiedades, entero en las nuestras(37); perfecto en la divinidad y El mismo perfecto en la humanidad(38); todo Dios (hecho) hombre, y todo el hombre (subsistente en) Dios(39).




12. Luego si no hay duda alguna de que Jesus poseia un verdadero Cuerpo humano, dotado de todos los sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor, también es igualmente verdad que El estuvo provisto de un corazon fisico, en todo semejante al nuestro, puesto que, sin esta parte tan noble del cuerpo, no puede haber vida humana, y menos en sus afectos. Por consiguiente, no hay duda de que el Corazon de Cristo, unido hipostaticamente a la Persona divina del Verbo, palpito de amor y de todo otro afecto sensible; mas estos sentimientos estaban tan conformes y tan en armonia con su voluntad de hombre esencialmente plena de caridad divina, y con el mismo amor divino que el Hijo tiene en comun con el Padre y el Espiritu Santo, que entre estos tres amores jamas hubo falta de acuerdo y armonia(40).

Sin embargo, el hecho de que el Verbo de Dios tomara una verdadera y perfecta naturaleza humana y se plasmara y aun, en cierto modo, se modelara un corazon de carne que, no menos que el nuestro, fuese capaz de sufrir y de ser herido, esto, decimos Nos, si no se piensa y se considera no solo bajo la luz que emana de la union hipostatica y sustancial, sino también bajo la que procede de la Redencion del hombre, que es, por decirlo asi, el complemento de aquélla, podria parecer a algunos escandalo y necedad, como de hecho parecio a los judios y gentiles Cristo crucificado(41). Ahora bien: los Simbolos de la fe, en perfecta concordia con la Sagrada Escritura, nos aseguran que el Hijo Unigénito de Dios tomo una naturaleza humana capaz de padecer y morir, principalmente por razon del Sacrificio de la cruz, donde El deseaba ofrecer un sacrificio cruento a fin de llevar a cabo la obra de la salvacion de los hombres. Esta es, ademas, la doctrina expuesta por el Apostol de las Gentes: Pues tanto el que santifica como los que son santificados todos traen de uno su origen. Por cuya causa no se desdena de llamarlos hermanos, diciendo: "Anunciaré tu nombre a mis hermanos...". Y también: "Heme aqui a mi y a los hijos que Dios me ha dado". Y por cuanto los hijos tienen comunes la carne y sangre, El también participo de las mismas cosas... Por lo cual debio, en todo, asemejarse a sus hermanos, a fin de ser un pontifice misericordioso y fiel en las cosas que miren a Dios, para expiar los pecados del pueblo. Pues por cuanto El mismo fue probado con lo que padecio, por ello puede socorrer a los que son probados(42).




13. Los Santos Padres, testigos veridicos de la doctrina revelada, entendieron muy bien lo que ya el apostol San Pablo habia claramente significado, a saber, que el misterio del amor divino es como el principio y el coronamiento de la obra de la Encarnacion y Redencion. Con frecuente claridad se lee en sus escritos que Jesucristo tomo en si una naturaleza humana perfecta, con un cuerpo fragil y caduco como el nuestro, para procurarnos la salvacion eterna, y para manifestarnos y darnos a entender, en la forma mas evidente, asi su amor infinito como su amor sensible.

San Justino, que parece un eco de la voz del Apostol de las Gentes, escribe lo siguiente: Amamos y adoramos al Verbo nacido de Dios inefable y que no tiene principio: El, en verdad, se hizo hombre por nosotros para que, al hacerse participe de nuestras dolencias, nos procurase su remedio(43). Y San Basilio, el primero de los tres Padres de Capadocia, afirma que los afectos sensibles de Cristo fueron verdaderos y al mismo tiempo santos: Aunque todos saben que el Senor poseyo los afectos naturales en confirmacion de su verdadera y no fantastica encarnacion, sin embargo, rechazo de si como indignos de su purisima divinidad los afectos viciosos, que manchan la pureza de nuestra vida(44). Igualmente, San Juan Crisostomo, lumbrera de la Iglesia antioquena, confiesa que las conmociones sensibles de que el Senor dio muestra prueban irrecusablemente que poseyo la naturaleza humana en toda su integridad: Si no hubiera poseido nuestra naturaleza, no hubiera experimentado una y mas veces la tristeza(45).

Entre los Padres latinos merecen recuerdo los que hoy venera la Iglesia como maximos Doctores. San Ambrosio afirma que la union hipostatica es el origen natural de los afectos y sentimientos que el Verbo de Dios encarnado experimento: Por lo tanto, ya que tomo el alma, tomo las pasiones del alma; pues Dios, como Dios que es, no podia turbarse ni morir(46).

En estas mismas reacciones apoya San Jeronimo el principal argumento para probar que Cristo tomo realmente la naturaleza humana: Nuestro Senor se entristecio realmente, para poner de manifiesto la verdad de su naturaleza humana(47).

Particularmente, San Agustin nota la intima union existente entre los sentimientos del Verbo encarnado y la finalidad de la Redencion humana: El Senor, pues, se revistio de estos sentimientos de la fragil naturaleza humana, asi como de la carne misma que forma parte de la débil naturaleza del hombre, y aun de la muerte de la humana carne; y ello, no obligado por necesidad de su condicion divina, sino movido por su libre voluntad de usar misericordia con nosotros; esto es, para poder ofrecer en Si mismo modelo que imitar a su cuerpo -la Iglesia-, de la que se digno hacerse cabeza, esto es, a sus miembros- que son sus santos y sus fieles; de tal suerte que si a alguno de ellos, bajo la opresion de las tentaciones humanas, le tocara entristecerse y sufrir, no por ello pensase haber quedado sustraido al influjo de su gracia, antes comprendiese que semejantes afecciones de por si, no tanto son pecados, cuanto solo indicios de la pasibilidad humana. Y asi su Cuerpo Mistico, semejante a un coro de voces acorde con la que da el tono, habria aprendido ya de su propia Cabeza(48).

Doctrina de la Iglesia, que con mayor concision y no menor fuerza testifican estos pasajes de San Juan Damasceno: En verdad que todo Dios ha tomado todo lo que en mi es hombre, y todo se ha unido a todo para procurar la salvacion de todo el hombre. De otra manera no hubiera podido sanar lo que no asumio(49). Cristo, pues, asumio los elementos todos que componen la naturaleza humana, a fin de que todos fueran santificados(50).




14. Es, sin embargo, de razon que ni los Autores sagrados ni los Padres de la Iglesia que hemos citado y otros semejantes, aunque prueban abundantemente que Jesucristo estuvo sujeto a los sentimientos y afectos humanos y que por eso precisamente tomo la naturaleza humana para procurarnos la eterna salvacion, no refieran expresamente dichos afectos a su corazon fisicamente considerado, hasta hacer de él expresamente un simbolo de su amor infinito.

Por mas que los Evangelistas y los demas escritores eclesiasticos no nos describan directamente los varios efectos que en el ritmo pulsante del Corazon de nuestro Redentor, no menos vivo y sensible que el nuestro, se debieron indudablemente a las diversas conmociones y afectos de su alma y a la ardentisima caridad de su doble voluntad -divina y humana-, sin embargo, frecuentemente ponen de relieve su divino amor y todos los demas afectos con él relacionados: el deseo, la alegria, la tristeza, el temor y la ira, segun se manifiestan en las expresiones de su mirada, palabras y actos. Y principalmente el rostro adorable de nuestro Salvador, sin duda, debio aparecer como signo y casi como espejo fidelisimo de los afectos, que, conmoviendo en varios modos su animo, a semejanza de olas que se entrechocan, llegaban a su Corazon santisimo y determinaban sus latidos. A la verdad, vale también a proposito de Jesucristo, cuanto el Doctor Angélico, amaestrado por la experiencia, observa en materia de psicologia humana y de los fenomenos de ella derivados: La turbacion de la ira repercute en los miembros externos y principalmente en aquellos en que se refleja mas la influencia del corazon, como son los ojos, el semblante, la lengua(51).




15. Luego, con toda razon, es considerado el corazon del Verbo Encarnado como signo y principal simbolo del triple amor con que el Divino Redentor ama continuamente al Eterno Padre y a todos los hombres. Es, ante todo, simbolo del divino amor que en El es comun con el Padre y el Espiritu Santo, y que solo en El, como Verbo Encarnado, se manifiesta por medio del caduco y fragil velo del cuerpo humano, ya que en El habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente(52). Ademas, el Corazon de Cristo es simbolo de la ardentisima caridad que, infundida en su alma, constituye la preciosa dote de su voluntad humana y cuyos actos son dirigidos e iluminados por una doble y perfectisima ciencia, la beatifica y la infusa(53).

Finalmente, y esto en modo mas natural y directo, el Corazon de Jesus es simbolo de su amor sensible, pues el Cuerpo de Jesucristo, plasmado en el seno castisimo de la Virgen Maria por obra del Espiritu Santo, supera en perfeccion, y, por ende, en capacidad perceptiva a todos los demas cuerpos humanos(54).




16. Aleccionados, pues, por los Sagrados Textos y por los Simbolos de la fe, sobre la perfecta consonancia y armonia que reina en el alma santisima de Jesucristo y sobre como El dirigio al fin de la Redencion las manifestaciones todas de su triple amor, podemos ya con toda seguridad contemplar y venerar en el Corazon del Divino Redentor la imagen elocuente de su caridad y la prueba de haberse ya cumplido nuestra Redencion, y como una mistica escala para subir al abrazo de Dios nuestro Salvador(55). Por eso, en las palabras, en los actos, en la ensenanza, en los milagros y especialmente en las obras que mas claramente expresan su amor hacia nosotros -como la institucion de la divina Eucaristia, su dolorosa pasion y muerte, la benigna donacion de su Santisima Madre, la fundacion de la Iglesia para provecho nuestro y, finalmente, la mision del Espiritu Santo sobre los Apostoles y sobre nosotros-, en todas estas obras, decimos Nos, hemos de admirar otras tantas pruebas de su triple amor, y meditar los latidos de su Corazon, con los cuales quiso medir los instantes de su terrenal peregrinacion hasta el momento supremo, en el que, como atestiguan los Evangelistas, Jesus, luego de haber clamado de nuevo con gran voz, dijo: "Todo esta consumado". E inclinado la cabeza, entrego su espiritu(56). Solo entonces su Corazon se paro y dejo de latir, y su amor sensible permanecio como en suspenso, hasta que, triunfando de la muerte, se levanto del sepulcro.

Después que su Cuerpo, revestido del estado de la gloria sempiterna, se unio nuevamente al alma del Divino Redentor, victorioso ya de la muerte, su Corazon sacratisimo no ha dejado nunca ni dejara de palpitar con imperturbable y placido latido, ni cesara tampoco de demostrar el triple amor con que el Hijo de Dios se une a su Padre eterno y a la humanidad entera, de la que con pleno derecho es Cabeza Mistica.

Notas

(1. Is. 12,3.

(2. Jc 1,17.

(3Jn 7,37-39 3Jn 7,

(4. Is 12,3 Ez 47,1-12 Zach. Ez 13,1 Ex 17,1-7 Num. Ex 20,7-13 1Co 10,4 Ap 7,17 Ap 22,1 Ap 22,

(5. Rm 5,5 Rm 5,

(6. 1Co 6,17 1Co 6,

(7. Jn 4,10 Jn 4,

(8. Ac 4,12 Ac 4,

(9. Enc. Annum Sacrum,25 maii 1899; AL 19 (1900) 71,77-78.

(10. Enc. Miserentissimus Redemptor,8 maii 1928 A.A.S. 20 (1928) 167.

(11. Cf. enc. Summi Pontificatus,20 octob. 1939 A.A.S. 31 (1939) 415.

(12. Cf. A.A.S. 32 (1940) 276; 35 (1943) 170; 37 (1945) 263-264; 40 (1948) 501; 41 (1949) 331.

(13. Ep 3,20-21 Ep 3,

(14. Is 12,3 Is 12,

(15. Conc. Ephes. can. 8; cf. Mansi, Sacrorum Conciliorum ampliss. Collectio,4,1083 C.; Conc. Const. II, can. 9; Is 9,126 E.

(16. Cf. enc. Annum sacrum: AL 19 (1900) 76.

(17. Ex 34,27-28 Ex 34,

(18. Dt 6,4-6 Dt 6,

(19. 2. 2.ae 2,7: ed. Leon. 8 (1895) 34.

(20. Dt 32,11 Dt 32,

(21. Os 11,1,3-4; 14,5-6.

(22. Is 49,14-15 Is 49,

(23. Ct 2,2 Ct 6,2 Ct 8,6 Ct 8,

(24. Jn 1,14 Jn 1,

(25. Jr 31,3 Jr 31,33-34 Jr 31,

(26. Jn 1,29 He 9,18-28 He 10,1-17 He 10,

(27. Jn 1,16-17 Jn 1,

(28. Jn 21,

(29. Ep 3,17-19

(30. Sum. theol. III 48,2: ed. Leon. 11 (1903) 464.

(31. Cf. enc. Miserentissimus Redemptor: A.A.S. 20 (1928) 170.

(32. Ep 2,4 Sum. theol. III 46,1 Ep ad 3, ed Ep 11 436
(33. Ep 3,18,
(34. Jn 4,24,
(35. 2Jn 7
(36. Lc 1,35,

(37. S. Leo Magnus, Ep. dogm. "Lectis dilectionis tuae" ad Flavianum Const. Patr. 13 iun. a. 449: cf. PL 54,763.

(38. Conc. Chalced. a. 451: cf. Mansi, op. cit. 7,115 B.

(39. S. Gelasius Papa, tr. 3: "Necessarium", de duabus naturis in Christo: cf. A. Thiel Epist. Rm Pont. a S. Hilaro usque ad Pelagium II, p. 532.

(40. Cf. S. S. Thom. Sum. theol. 3,15,4; 18,6: ed. Leon. 11 (1903) 189 et 237.

(41. 1Co 1,23 1Co 1,

(42. He 2,11-14 He 2,17-18 He 2,

(43. Apol. 2,13 PG 6,465.

(44. Ep 261,3 PG 32,972.

(45. In Jn homil. 63,2 PG 59,350.

(46. De fide ad Gratianum 2,7,56 PL 16,594.

(47. Cf. Super Mt 26,37 PL 26,205.

(48. Enarr. in Ps 87,3 PL 37,1111.

(49. De fide orth. 3,6 PG 94,1006.

(50. Ps 3,20 PG 94,1081.

(51. S. Theol. 1. 2.ae 48,4: ed. Leon. 6 (1891) 306.

(52. Col 2,9 Col 2,

(53. Cf. Sum. theol. 3,9,1-3; ed. Leon. 11 (1903) 142.

(54. Cf. ibid. 3,33,2 ad 3; 46,6: ed. Leon. 11 (1903) 342,433.

(55. Tt 3,4 Tt 3,

(56. Mt 27,50 Jn 19,30 Jn 19,

III EL CORAZON DE JESUS Y LA MISION SALVADORA DEL REDENTOR




17. Ahora, Venerables Hermanos, para que de estas Nuestras piadosas consideraciones podamos sacar abundantes y saludables frutos, parémonos a meditar y contemplar brevemente la intima participacion que el Corazon de nuestro Salvador Jesucristo tuvo en su vida afectiva divina y humana, durante el curso de su vida mortal. En las paginas del Evangelio, principalmente, encontraremos la luz, con la cual, iluminados y fortalecidos, podremos penetrar en el templo de este divino Corazon y admirar con el Apostol de las Gentes las abundantes riquezas de la gracia (de Dios) en la bondad usada con nosotros por amor de Jesucristo(57).




18. El adorable Corazon de Jesucristo late con amor divino al mismo tiempo que humano, desde que la Virgen Maria pronuncio su Fiat, y el Verbo de Dios, como nota el Apostol, al entrar en el mundo dijo: "Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me diste un cuerpo a proposito; holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: Heme aqui presente. En el principio del libro se habla de mi. Quiero hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad..." Por esta "voluntad" hemos sido santificados mediante la "oblacion del cuerpo" de Jesucristo, que él ha hecho de una vez para siempre(58).

De manera semejante palpitaba de amor su Corazon, en perfecta armonia con los afectos de su voluntad humana y con su amor divino, cuando en la casita de Nazaret mantenia celestiales coloquios con su dulcisima Madre y con su padre putativo, San José, al que obedecia y con quien colaboraba en el fatigoso oficio de carpintero. Este mismo triple amor movia a su Corazon en su continuo peregrinar apostolico, cuando realizaba innumerables milagros, cuando resucitaba a los muertos o devolvia la salud a toda clase de enfermos, cuando sufria trabajos, soportaba el sudor, hambre y sed; en las prolongadas vigilias nocturnas pasadas en oracion ante su Padre amantisimo; en fin, cuando daba ensenanzas o proponia y explicaba parabolas, especialmente las que mas nos hablan de la misericordia, como la parabola de la dracma perdida, la de la oveja descarriada y la del hijo prodigo. En estas palabras y en estas obras, como dice San Gregorio Magno, se manifiesta el Corazon mismo de Dios: Mira el Corazon de Dios en las palabras de Dios, para que con mas ardor suspires por los bienes eternos(59).

Con amor aun mayor latia el Corazon de Jesucristo cuando de su boca salian palabras inspiradas en amor ardentisimo. Asi, para poner algun ejemplo, cuando viendo a las turbas cansadas y hambrientas, dijo: Me da compasion esta multitud de gentes(60); y cuando, a la vista de Jerusalén, su predilecta ciudad, destinada a una fatal ruina por su obstinacion en el pecado, exclamo: Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que a ti son enviados; ¡cuantas veces quise recoger a tus hijos, como la gallina recoge a sus polluelos bajo las alas, y tu no lo has querido!(61). Su Corazon palpito también de amor hacia su Padre y de santa indignacion cuando vio el comercio sacrilego que en el templo se hacia, e increpo a los violadores con estas palabras: Escrito esta: "Mi casa sera llamada casa de oracion"; mas vosotros hacéis de ella una cueva de ladrones(62).




19. Pero particularmente se conmovio de amor y de temor su Corazon, cuando ante la hora ya tan inminente de los cruelisimos padecimientos y ante la natural repugnancia a los dolores y a la muerte, exclamo: Padre mio, si es posible, pase de mi este caliz(63); vibro luego con invicto amor y con amargura suma, cuando, aceptando el beso del traidor, le dirigio aquellas palabras que suenan a ultima invitacion de su Corazon misericordiosisimo al amigo que, con animo impio, infiel y obstinado, se disponia a entregarlo en manos de sus verdugos: Amigo, ¿a qué has venido aqui? ¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?(64); en cambio, se desbordo con regalado amor y profunda compasion, cuando a las piadosas mujeres, que compasivas lloraban su inmerecida condena al tremendo suplicio de la cruz, las dijo asi: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mi; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos..., pues si asi tratan al arbol verde, ¿en el seco qué se hara?(65).

Finalmente, colgado ya en la cruz el Divino Redentor, es cuando siente como su Corazon se trueca en impetuoso torrente, desbordado en los mas variados y vehementes sentimientos, esto es, de amor ardentisimo, de angustia, de misericordia, de encendido deseo, de serena tranquilidad, como se nos manifiestan claramente en aquellas palabras tan inolvidables como significativas: Padre, perdonales, porque no saben lo que hacen(66); Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has desamparado?(67); En verdad te digo: Hoy estaras conmigo en el paraiso(68); Tengo sed(69); Padre, en tus manos encomiendo mi espiritu(70).




20. ¿Quién podra dignamente describir los latidos del Corazon divino, signo de su infinito amor, en aquellos momentos en que dio a los hombres sus mas preciados dones: a Si mismo en el sacramento de la Eucaristia, a su Madre Santisima y la participacion en el oficio sacerdotal?

Ya antes de celebrar la ultima cena con sus discipulos, solo al pensar en la institucion del Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, con cuya efusion habia de sellarse la Nueva Alianza, en su Corazon sintio intensa conmocion, que manifesto a sus apostoles con estas palabras: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer(71); conmocion que, sin duda, fue aun mas vehemente cuando tomo el pan, dio gracias, lo partio y lo dio a ellos, diciendo: "Este es mi cuerpo, el cual se da por vosotros; haced esto en memoria mia". Y asi hizo también con el caliz, luego de haber cenado, y dijo: "Este caliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derramara por vosotros"(72).

Con razon, pues, debe afirmarse que la divina Eucaristia, como sacramento por el que El se da a los hombres y como sacrificio en el que El mismo continuamente se inmola desde el nacimiento del sol hasta su ocaso(73), y también el Sacerdocio, son clarisimos dones del Sacratisimo Corazon de Jesus.

Don también muy precioso del sacratisimo Corazon es, como indicabamos, la Santisima Virgen, Madre excelsa de Dios y Madre nuestra amantisima. Era, pues, justo fuese proclamada Madre espiritual del género humano la que, por ser Madre natural de nuestro Redentor, le fue asociada en la obra de regenerar a los hijos de Eva para la vida de la gracia. Con razon escribe de ella San Agustin: Evidentemente Ella es la Madre de los miembros del Salvador, que somos nosotros, porque con su caridad coopero a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son los miembros de aquella Cabeza(74).

Al don incruento de Si mismo bajo las especies del pan y del vino quiso Jesucristo nuestro Salvador unir, como supremo testimonio de su amor infinito, el sacrificio cruento de la Cruz. Asi daba ejemplo de aquella sublime caridad que él propuso a sus discipulos como meta suprema del amor, con estas palabras: Nadie tiene amor mas grande que el que da su vida por sus amigos(75). De donde el amor de Jesucristo, Hijo de Dios, revela en el sacrificio del Golgota, del modo mas elocuente, el amor mismo de Dios: En esto hemos conocido la caridad de Dios: en que dio su vida por nosotros; y asi nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos(76). Cierto es que nuestro Divino Redentor fue crucificado mas por la interior vehemencia de su amor que por la violencia exterior de sus verdugos: su sacrificio voluntario es el don supremo que su Corazon hizo a cada uno de los hombres, segun la concisa expresion del Apostol: Me amo y se entrego a si mismo por mi(77).




21. No hay, pues, duda de que el Sagrado Corazon de Jesus, al ser participante tan intimo de la vida del Verbo encarnado y, al haber sido, por ello asumido como instrumento de la divinidad, no menos que los demas miembros de su naturaleza humana, para realizar todas las obras de la gracia y de la omnipotencia divina(78), por lo mismo es también simbolo legitimo de aquella inmensa caridad que movio a nuestro Salvador a celebrar, por el derramamiento de la sangre, su mistico matrimonio con la Iglesia: Sufrio la pasion por amor a la Iglesia que habia de unir a si como Esposa(79). Por lo tanto, del Corazon traspasado del Redentor nacio la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redencion; y del mismo fluye abundantemente la gracia de los sacramentos que a los hijos de la Iglesia comunican la vida sobrenatural, como leemos en la sagrada Liturgia: Del Corazon abierto nace la Iglesia, desposada con Cristo... Tu, que del Corazon haces manar la gracia(80).

De este simbolismo, no desconocido para los antiguos Padres y escritores eclesiasticos, el Doctor comun escribe, haciéndose su fiel intérprete: Del costado de Cristo broto agua para lavar y sangre para redimir. Por eso la sangre es propia del sacramento de la Eucaristia; el agua, del sacramento del Bautismo, el cual, sin embargo, tiene su fuerza para lavar en virtud de la sangre de Cristo(81). Lo afirmado del costado de Cristo, herido y abierto por el soldado, ha de aplicarse a su Corazon, al cual, sin duda, llego el golpe de la lanza, asestado precisamente por el soldado para comprobar de manera cierta la muerte de Jesucristo.

Por ello, durante el curso de los siglos, la herida del Corazon Sacratisimo de Jesus, muerto ya a esta vida mortal, ha sido la imagen viva de aquel amor espontaneo por el que Dios entrego a su Unigénito para la redencion de los hombres, y por el que Cristo nos amo a todos con tan ardiente amor, que se inmolo a si mismo como victima cruenta en el Calvario: Cristo nos amo, y se ofrecio a si mismo a Dios, en oblacion y hostia de olor suavisimo(82).




22. Después que nuestro Salvador subio al cielo con su cuerpo glorificado y se sento a la diestra de Dios Padre, no ha cesado de amar a su esposa, la Iglesia, con aquel inflamado amor que palpita en su Corazon. Aun en la gloria del cielo, lleva en las heridas de sus manos, de sus pies y de su costado los esplendentes trofeos de su triple victoria: sobre el demonio, sobre el pecado y sobre la muerte; lleva, ademas, en su Corazon, como en arca preciosisima, aquellos inmensos tesoros de sus méritos, frutos de su triple victoria, que ahora distribuye con larguez al género humano ya redimido. Esta es una verdad consoladora, ensenada por el Apostol de las Gentes, cuando escribe: Al subirse a lo alto llevo consigo cautiva a una grande multitud de cautivos, y derramo sus dones sobre los hombres... El que descendio, ese mismo es el que ascendio sobre todos los cielos, para dar cumplimiento a todas las cosas(83).




23. La mision del Espiritu Santo a los discipulos es la primera y espléndida senal del munifico amor del Salvador, después de su triunfal ascension a la diestra del Padre. De hecho, pasados diez dias, el Espiritu Paraclito, dado por el Padre celestial, bajo sobre los apostoles reunidos en el Cenaculo, como Jesus mismo les habia prometido en la ultima cena: Yo rogaré al Padre y él os dara otro consolador para que esté con vosotros eternamente(84). El Espiritu Paraclito, por ser el Amor mutuo personal por el que el Padre ama al Hijo y el Hijo al Padre, es enviado por ambos, bajo forma de lenguas de fuego, para infundir en el alma de los discipulos la abundancia de la caridad divina y de los demas carismas celestiales. Pero esta infusion de la caridad divina brota también del Corazon de nuestro Salvador, en el cual estan encerrados todos los tesoros de la sabiduria y de la ciencia(85).

Esta caridad es, por lo tanto, don del Corazon de Jesus y de su Espiritu. A este comun Espiritu del Padre y del Hijo se debe, en primer lugar, el nacimiento de la Iglesia y su propagacion admirable en medio de todos los pueblos paganos, dominados hasta entonces por la idolatria, el odio fraterno, la corrupcion de costumbres y la violencia. Esta divina caridad, don preciosisimo del Corazon de Cristo y de su Espiritu, es la que dio a los Apostoles y a los martires la fortaleza para predicar la verdad evangélica y testimoniarla hasta con su sangre; a los Doctores de la Iglesia, aquel ardiente celo por ilustrar y defender la fe catolica; a los Confesores, para practicar las mas selectas virtudes y realizar las empresas mas utiles y admirables, provechosas a la propia santificacion y a la salud eterna y temporal de los projimos; a las Virgenes, finalmente, para renunciar espontanea y alegremente a los goces de los sentidos, con tal de consagrarse por completo al amor del celestial Esposo.

A esta divina caridad, que redunda del Corazon del Verbo encarnado y se infunde por obra del Espiritu Santo en las almas de todos los creyentes, el Apostol de las Gentes entono aquel himno de victoria, que ensalza a la par el triunfo de Jesucristo, Cabeza, y el de los miembros de su Mistico Cuerpo sobre todo cuanto de algun modo se opone al establecimiento del divino Reino del amor entre los hombres: ¿Quién podra separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulacion?, ¿la angustia?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el riesgo, la persecucion?, ¿la espada? ... Mas en todas estas cosas soberanamente triunfamos por obra de Aquel que nos amo. Porque seguro estoy de que ni muerte ni vida, ni angeles ni principados, ni lo presente ni lo venidero, ni poderios, ni altura, ni profundidades, ni otra alguna criatura sera capaz de separarnos del amor de Dios que se funda en Jesucristo nuestro Senor(86).




24. Nada, por lo tanto, prohibe que adoremos el Corazon Sacratisimo de Jesucristo como participacion y simbolo natural, el mas expresivo, de aquel amor inexhausto que nuestro Divino Redentor siente aun hoy hacia el género humano. Ya no esta sometido a las perturbaciones de esta vida mortal; sin embargo, vive y palpita y esta unido de modo indisoluble a la Persona del Verbo divino, y, en ella y por ella, a su divina voluntad. Y porque el Corazon de Cristo se desborda en amor divino y humano, y porque esta lleno de los tesoros de todas las gracias que nuestro Redentor adquirio por los méritos de su vida, padecimientos y muerte, es, sin duda, la fuente perenne de aquel amor que su Espiritu comunica a todos los miembros de su Cuerpo Mistico.

Asi, pues, el Corazon de nuestro Salvador en cierto modo refleja la imagen de la divino Persona del Verbo, y es imagen también de sus dos naturalezas, la humana y la divina; y asi en él podemos considerar no solo el simbolo, sino también, en cierto modo, la sintesis de todo el misterio de nuestra Redencion. Luego, cuando adoramos el Corazon de Jesucristo, en él y por él adoramos asi el amor increado del Verbo divino como su amor humano, con todos sus demas afectos y virtudes, pues por un amor y por el otro nuestro Redentor se movio a inmolarse por nosotros y por toda la Iglesia, su Esposa, segun el Apostol: Cristo amo a su Iglesia y se entrego a si mismo por ella, para santificarla, purificandola con el bautismo de agua por la palabra de vida, a fin de hacerla comparecer ante si llena de gloria, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino siendo santa e inmaculada(87).

Cristo ha amado a la Iglesia, y la sigue amando intensamente con aquel triple amor de que hemos hablado(88), y ese es el amor que le mueve a hacerse nuestro Abogado para conciliarnos la gracia y la misericordia del Padre, siempre vivo para interceder por nosotros(89). La plegaria que brota de su inagotable amor, dirigida al Padre, no sufre interrupcion alguna. Como en los dias de su vida en la carne(90), también ahora, triunfante ya en el cielo, suplica al Padre con no menor eficacia; y a Aquel que amo tanto al mundo que dio a su Unigénito Hijo, a fin de que todos cuantos creen en El no perezcan, sino que tengan la vida eterna(91). El muestra su Corazon vivo y herido, con un amor mas ardiente que cuando, ya exanime, fue herido por la lanza del soldado romano: Por esto fue herido (tu Corazon), para que por la herida visible viésemos la herida invisible del amor(92).

Luego no puede haber duda alguna de que ante las suplicas de tan grande Abogado hechas con tan vehemente amor, el Padre celestial, que no perdono a su propio Hijo, sino que lo entrego por todos nosotros(93), por medio de El hara descender siempre sobre todos los hombres la exuberante abundancia de sus gracias divinas.


PIOXII, MAGISTERIO PONTIFICIO - II NUEVO TESTAMENTO TRADICION