PIOXII, MAGISTERIO PONTIFICIO - IV. NECESIDAD DE LA ORACION Y DE LA PIEDAD

II LA SANTIDAD EN EL SAGRADO MINISTERIO

I. INTRODUCCION


56. La Sangre de Cristo purifica

En el Monte Calvario le fue abierto al Redentor el costado, del que fluyo su sagrada sangre, que se derrama en el curso de los siglos como torrente que inunda, para purificar las conciencias de los hombres, expiar sus pecados y repartirles los tesoros de la salvacion.


57. El sacerdote dispensador de los misterios de Dios y el Cuerpo Mistico

A cumplir ministerio tan sublime estan destinados los sacerdotes. En efecto, ellos no solo concilian y comunican la gracia de Cristo a los miembros de su Cuerpo Mistico, sino que son también los organos del desarrollo del mismo Cuerpo Mistico, porque deben dar a la Iglesia continuamente nuevos hijos, formarlos, cultivarlos, guiarlos. Ellos son dispensadores de los misterios de Dios(55); deben, por ello, servir a Jesucristo con perfecta caridad y consagrar todas sus fuerzas a la salvacion de los hermanos. Son los apostoles de la paz; por eso deben iluminar al mundo con la doctrina del Evangelio y ser tan fuertes en la fe que puedan comunicarla a los demas y seguir los ejemplos y las ensenanzas del divino Maestro, para poder conducirlos a todos a El. Son los apostoles de la gracia y del perdon; deben por eso, consagrarse totalmente a la salvacion de los hombres y atraerlos al altar de Dios para que se nutran del pan de la vida eterna. Son los apostoles de la caridad; deben, por ello, promover las obras de caridad, hoy tantos mas urgentes cuanto que las necesidades de los pobres han crecido enormemente.


58. Las varias formas de apostolado

El sacerdote debe, ademas, cuidar que los fieles comprendan bien la doctrina de la Comunion de los santos, la sientan, y la vivan; y para promoverla, sirvase de obras como el Apostolado liturgico y el Apostolado de la oracion. Debe, ademas, promover, todas aquellas otras formas de apostolado que hoy, por las especiales necesidades del pueblo cristiano, son de tanta importancia y de tanta urgencia. Apliquese, por lo tanto, con toda diligencia a la ensenanza catequistica, al desarrollo y a la difusion de la Accion Catolica y de la Accion Misional, y asimismo, a que -valiéndose de la actividad de seglares seriamente formados y preparados- todo cuanto se refiere a la recta ordenacion del problema social reciba un incremento cada dia mayor, segun lo requieren nuestros tiempos.

II. LAS PRINCIPALES NORMAS DEL APOSTOLADO SACERDOTAL


59. El mejor modo de ejercitarlo: unirnos a Cristo

Recuerde, ademas, el sacerdote que su ministerio sera tanto mas fecundo cuanto mas estrechamente esté él unido a Cristo y se guie en la accion por el espiritu de Cristo. Entonces, su actividad sacerdotal no se reducira a un movimiento y a una agitacion, puramente naturales, que fatigan cuerpo y espiritu y que exponen al mismo sacerdote a desviaciones danosas para si y para la Iglesia; sino que sus trabajos y sus fatigas seran fecundados y corroborados por aquellos carismas de gracia que Dios niega a los soberbios, pero que concede en abundancia a quienes, trabajando con humildad en la vina del Senor, no se buscan a si mismos ni su propia vanagloria(56), sino la gloria de Dios y la salvacion de las almas. Por lo tanto, fiel a las ensenanzas del Evangelio, no confie en si mismo ni en sus propias fuerzas, ponga mas bien su confianza en la ayuda del Senor: Nada es el que planta ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento(57).


60. Reproducir en si la imagen viva del Maestro: suprema aspiracion

Si el apostolado esta asi ordenado e inspirado, no podra menos de ocurrir que el sacerdote atraiga hacia si, con fuerza como divina, los animos de todos. Reproduciendo él en sus costumbres y en su vida la viva imagen de Cristo, todos los que se dirijan a él como maestro reconoceran, llevados por una interna persuasion, que él no dice palabras suyas, sino palabras de Dios, y que no obra por propia virtud, sino por la virtud de Dios: Si uno habla, sean como palabras de Dios; si uno tiene un ministerio, sea como por una virtud comunicada por Dios(58).

Aun mas; mientras se afana por ascender a la santidad y ejercer con la mayor diligencia su ministerio, cuide de representar, en si mismo, tan perfectamente a Cristo, que pueda con toda humildad repetir las palabras del Apostol de las Gentes: Sed mis imitadores, como yo (lo soy) de Cristo(59).


61. Deber primero: la propia santificacion; guardarse de la herejia de la accion

Por estas razones, mientras alabamos a cuantos, en el fatigoso trabajo de esta posguerra, guiados por el amor hacia Dios y por la caridad hacia el projimo, bajo la guia y ejemplo de sus Obispos, han consagrado todas sus fuerzas al alivio de tantas miserias, no podemos menos de expresar Nuestra preocupacion y Nuestra ansiedad por aquello que, por las especiales circunstancias del momento, se han engolfado en el torbellino de la actividad exterior hasta el punto de olvidar el principal deber del sacerdote, que es la santificacion propia. Hemos ya dicho en un documento publico(60) que deben ser llamados a mas recto sentir todos cuantos presumen que se puede salvar al mundo a través de aquello que justamente se ha llamado la herejia de la accion, de aquélla accion que no tiene sus fundamentos en la ayuda de la gracia y no se sirve constantemente de los medios necesarios para la consecucion de la santidad que Cristo nos dio.


62. No se excluyen las obras exteriores

Del mismo modo juzgamos oportuno excitarles a la actividad propia de su sagrado ministerio a aquellos que, desentendiéndose por completo de las cosas exteriores, y como desconfiando de la eficacia del divino auxilio, no ponen todo su empeno, cada uno en la medida de sus posibilidades, para lograr que el espiritu cristiano vaya penetrando en la vida cotidiana, mediante todos aquellos recursos que nuestros tiempos exigen(61).


63. Empenarse enteramente en la salvacion de las almas

A todos, pues, os exhortamos con todas veras a que, estrechamente unidos al Redentor, con cuya ayuda lo podemos todo(62), os dediquéis con toda solicitud a la salvacion de aquellos que la Providencia ha confiado a vuestros cuidados. ¡Cuan ardientemente deseamos, amados hijos, que emuléis a aquellos santos que, en los tiempos pasados, con sus grandes obras demostraron a cuanto llega en este mundo el poder de la gracia divina! Que todos y cada uno, con humildad y sinceridad, podais siempre atribuiros -siendo testigos vuestros fieles- el dicho del Apostol: Con mucho gusto gastaré y me desgastaré a mi mismo en bien de vuestras almas(63). Iluminad las mentes, dirigid las conciencias, confortad y sostened a las almas que se debaten en la duda, y gimen en el dolor. A estas principales formas de apostolado unid todas aquellas otras que las necesidades de los tiempos exigen. Pero que a todos sea bien manifiesto que el sacerdote, en todas sus actividades, ninguna otra cosa busca fuera del bien de las almas; y que su unico ideal es Cristo, al que ha de consagrar sus fuerzas todas y su propia persona.



Notas

(51) Cf. C.I.C. can. 125,2.

(52) C.I.C. can. 125,1.

(53) Enc. Mystici Corporis: A.A.S. 35 (1943) 235.

(54) Lc 1,74. 75.

(55) 1Co 4,1.

(56) Cf. 1Co 10,33.

(57) 1Co 3,7.

(58) 1 Petr. 4,11.

(59) 1Co 4,16.

(60) Cf. A.A.S. 36 (1944) 239: Epist. Cum proxime exeat.

(61) Cf. Orat. die 12 sept. 1947.

(62) Cf. Phil. 4,13.

(63) 2Co 12,15.

III. REQUISITOS DE UN SANTO APOSTOLADO


64. Seguir los ejemplos del Redentor

Y, del mismo modo que para alentaros a la santificacion personal os hemos exhortado a reproducir en vosotros mismos como una viva imagen de Cristo, asi ahora, para lograr la santidad y la santificadora eficacia de vuestro ministerio, os conjuramos una y otra vez a que sigais siempre las huellas del Divino Redentor; el cual, lleno del Espiritu Santo, paso haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con él(64). Corroborados por el mismo Espiritu y empujados por su fuerza, vosotros podéis ejercitar un ministerio que, alimentado e inflamado por la caridad cristiana, no solo sera rico con la virtud divina, sino que podra comunicar la misma virtud a los demas.


65. Con celo apostolico

Que vuestro celo esté vivificado por aquélla caridad que todo lo soporta con animo sereno, que no se deja vencer por la adversidad y que abraza a todos, pobres y ricos, amigos y enemigos, fieles e infieles. Esta larga fatiga y esta cotidiana paciencia la exigen de vosotros las almas por cuya salvacion tantos dolores y angustias sufrio nuestro Salvador, y con tanta paciencia que llego a los maximos tormentos y aun a la misma muerte, porque asi quiso restituirnos a la divina amistad. Es éste, lo sabéis, el mayor de los bienes. Asi, pues, no os dejéis llevar de un inmoderado deseo de éxito, ni os desaniméis si, después de un asiduo trabajo, no recogéis los frutos deseados, porque uno siembra y otro recoge(65).


66. Con benignidad compasiva

Que, ademas, todo este vuestro celo apostolico resplandezca con una gran caridad benigna. Porque, si es necesario combatir los errores y oponerse a los vicios -deber, al que todos venimos obligados-, el animo del sacerdote ha de estar, sin embargo, movido siempre a la compasion: pues preciso es combatir con todas las fuerzas el error, pero amar intensamente al hermano que yerra y mediante una eficaz caridad conducirlo a la salvacion. ¿Cuanto bien no han hecho, cuantas admirables obras no han llevado a cabo los santos gracias a la benignidad, y ello aun en ambientes corrompidos por la mentira y degradados por el vicio? Faltaria ciertamente a su deber quien, por complacer a los hombres, no atacase las malsanas inclinaciones, o quien se mostrare idulgente con ideas y obras no rectas de los mismos, y ello en perjuicio de la doctrina cristiana y de las buenas costumbres. Pero, cuando quedan totalmente a salvo las ensenanzas del Evangelio, cuando el que yerra se halla movido por un sincero deseo de volverse al buen camino, entonces el sacerdote acuérdese de la respuesta dada por el Divino Maestro al Principe de los Apostoles, cuando éste le preguntaba cuantas veces habria de perdonar a los hermanos: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete(66).


67. Can desinterés, a ejemplo del Apostol

Que esta actividad vuestra tenga siempre por objeto no las cosas terrenales y caducas, sino las eternas. Ideal de los sacerdotes, que aspiren a la santidad, debe ser éste: el trabajar unicamente por la gloria de Dios y la salvacion de las almas. Muchisimos son los sacerdotes que, aun entre las graves dificultades y angustias de nuestro tiempo, han tenido como norma los ejemplos y avisos del Apostol de las Gentes, cuando, contentandose con un minimum indispensable, y tan solo buscando lo estrictamente necesario, afirmaba: Teniendo alimentos y con qué cubrirnos, contentémonos con ello(67).


68. Los fruto por el desprendimiento

Gracias a este despego de las cosas terrenales, que va unido a una gran confianza en la Providencia divina, y que Nos parece digno de la mayor alabanza, el ministerio sacerdotal ha dado a la Iglesia frutos ubérrimos de bien espiritual y aun social.


69. Perfeccionar su cultura de acuerdo con los tiempos

Esta vuestra solicita actividad debe, en fin, estar iluminada con la luz de la sabiduria y de la ciencia e inflamada por la llama de la caridad. Todo el que se propone eficazmente la santificacion propia y de los demas, debe estar adornado con solida doctrina, que no solamente ha de comprender la teologia, sino que también debe extenderse a los conocimientos cientificos y literarios de nuestra época; y pertrechado con tales estudios, el sacerdote, como buen padre de familia, podra sacar de su tesoro cosas nuevas y antiguas(68), de tal suerte que su ministerio sea siempre muy estimado por todos, y resulte fructuoso. Ante todo, esta vuestra actividad ministerial debe ajustarse con absoluta fidelidad a las prescripciones de esta Sede Apostolica y a las normas de los Obispos. Y nunca ocurra, amados hijos, que dejen de usarse, o por defectuosa direccion no respondan a las necesidades de los fieles, todas aquellas formas y métodos de apostolado que hoy son de tanta utilidad, especialmente en aquellas regiones donde el clero es extraordinariamente escaso.


70. Acrecentar la actividad y el celo

Que cada dia, pues, crezca mas este vuestro celo activo, que consolide a la Iglesia de Dios, que brille ejemplar para los fieles y que constituya un firme baluarte contra el que se estrellen, inutiles, los ataques de los enemigos de Dios.


71. Los directores espirituales

Y ahora deseamos que esta Nuestra apostolica Exhortacion tenga un especial recuerdo para aquellos sacerdotes que, con gran humildad, pero con caridad encendida, dedican todo su empeno a procurar y a aumentar la santificacion de los demas sacerdotes, ya como consejeros suyos, ya como directores espirituales, como confesores. El bien incalculable que ellos hacen a la Iglesia queda la mayor parte de las veces oculto durante toda su vida; pero un dia se manifestara con toda claridad en la gloria del Rey celestial.


72. Modelo, San José Cafasso

Nos, que no hace muchos anos, con gran consuelo Nuestro, decretamos el maximo honor de los altares al sacerdote de Turin, José Cafasso -que en tiempos muy dificiles, segun bien sabéis, fue guia espiritual, tan sabio y tan santo, de no pocos sacerdotes, que les hizo avanzar en la virtud y les hizo particularmente fecundo su sagrado ministerio-, alimentamos la plena confianza de que, por su valido patrocinio, el Divino Redentor suscite numerosos sacerdotes de igual santidad, que sepan conducirse a si mismos y guiar a sus propios hermanos a tan excelsa perfeccion de vida, que todos los fieles, al contemplar sus luminosos ejemplos, se sientan interior y espontaneamente movidos a imitarlos.

3ª PARTE

NORMAS PRACTICAS ESPECIALMENTE PARA EL CLERO JOVEN

I. INTRODUCCION: ACTUALIDAD DE LAS NORMAS


73. Obediencia de unos y desercion de otros

Hemos expuesto hasta ahora, en esta Nuestra Exhortacion, las principales verdades y normas fundamentales sobre las que se basa el sacerdocio catolico y el ejercicio de su ministerio. A estas verdades y a estas normas se conforman diligentemente en su practica diaria todos los santos sacerdotes; pero, por lo contrario -y hemos de dolernos de ello- todos cuantos abandonaron o rehuyeron las obligaciones aceptadas en su sagrada ordenacion, desgraciadamente se apartaron de aquéllas.


74. El principio fundamental: adaptarse a los nuevos tiempos

Ahora bien: para que esta Nuestra paternal Exhortacion sea mas eficaz, estimamos oportuno indicar con mayor detalle algunas cosas que se refieren de modo peculiar a la practica de la vida diaria. Esto es tanto mas necesario cuanto que en la vida moderna se dan algunas situaciones y se presentan de modo nuevo algunas cuestiones que requieren por Nuestra parte un examen mas diligente y un mas atento cuidado. Queremos, por eso, exhortar a todos los sacerdotes, y de modo particular a los Obispos, a que con toda solicitud promuevan todo cuanto se crea necesario en nuestros tiempos; y que, asimismo, hagan volverse a la verdad, a la rectitud y a la virtud, todo cuanto se hubiere desviado del recto camino o, lo que fuera peor, fuese plenamente depravado.

II. CUIDADO DE LA FORMACION DEL CLERO


75. Union del clero secular y regular para el bien de la Iglesia

Bien sabéis como, después de las largas y variables alternativas de la reciente guerra, el numero de los sacerdotes -asi en las naciones catolicas como en las tierras de mision- es plenamente insuficiente para las necesidades crecientes sin cesar. Por lo cual exhortamos a todos los sacerdotes, bien del clero diocesano, bien pertenecientes a ordenes y congregaciones religiosas, a que, apretados por los vinculos de la fraterna caridad, procedan en union de fuerza y de voluntades hacia la meta comun, que es el bien de la Iglesia, la santificacion propia y la de los fieles. Todos, aun aquellos religiosos que pasan su vida escondida en el retiro y en el silencio, deben contribuir a la eficacia del apostolado sacerdotal con la oracion y con el sacrificio; y, cuantos también puedan hacerlo con su actividad, lo hagan con entusiasmo y alegria.


76. Anhelo vocacional: reclutar nuevos operarios

Pero es también necesario reclutar, con la ayuda de la gracia divina, otros colaboradores y companeros en el apostolado. Llamamos especialisimamente la atencion de los Ordinarios, y de cuantos tienen cura de almas, sobre este importantisimo problema, que esta intimamente unido con el porvenir de la Iglesia. Es cierto que la Iglesia no carecera jamas de los sacerdotes necesarios a su mision; pero todos hemos de estar vigilantes, trabajar, acordandonos de aquellas palabras del Senor: La mies es mucha, pero los operarios son pocos(69), usar de toda diligencia para dar a la Iglesia numerosos y santos ministros.


77. Orar por las vocaciones

Ya nuestro mismo Divino Redentor nos indica el camino mas seguro para tener numerosas vocaciones: Pedid al Senor de la mies para que mande operarios a su mies(70). Por lo tanto, mediante una oracion humilde y confiada, hemos de pedirlo asi a Dios.


78. Difundir la idea exacta y la estima del sacerdote por él

Pero es también necesario que las almas de los que por divina vocacion son llamados al estado sacerdotal sean preparadas al impulso y a la accion invisible del Espiritu Santo; y a este fin se precisa la contribucion que puedan dar los padres cristianos, los parrocos, los confesores, los superiores de seminario, los sacerdotes y todos los fieles que vivamente se preocupan de las necesidades y el incremento de la Iglesia. Los ministros de Dios procuren, no solo en la predicacion y en la instruccion catequistica, sino también en las conversaciones privadas, disipar los prejuicios tan difundidos contra el estado sacerdotal, mostrando su dignidad excelsa, su belleza, su necesidad y su alto mérito. Todos los padres y madres cristianos, a cualquier clase social a que pertenezcan, deben pedir a Dios con todo su fervor que les haga dignos de que, al menos uno de sus hijos, sea llamado a su servicio. Todos los cristianos, en fin, deben sentir el deber de favorecer y ayudar a todos cuantos se sienten llamados al sacerdocio.


79. Especialmente dando siempre el buen ejemplo de santidad de vida

La seleccion de los candidatos al sacerdocio, que el Codigo de Derecho Canonico(71) confia y tanto les recomienda a los Pastores de almas, ha de constituir también en empeno singular de todos los sacerdotes, que no solo deben dar humildes y generosas gracias a Dios por el don inestimable que ellos recibieron, sino que deben no tener nada por mas querido y agradable que encontrar, y ayudarle por todos los medios, un sucesor entre aquellos jovenes que sepan hallarse adornados de las dotes necesarias para tan alta dignidad. Para conseguir mas eficaz éxito en ello, todo sacerdote debe esforzarse por ser y mostrarse ejemplo de vida sacerdotal que, para los jovenes en cuya proximidad vive y en los cuales halle signos del divino llamamiento, pueda constituir un ideal que imitar.


80. Seleccionar prudentemente

Esta seleccion vigilante y discreta hagase siempre y en todas partes, no solo entre jovenes que estan ya en el seminario, sino aun entre quienes en otras escuelas e instituciones realizan sus estudios, y de modo particular entre los que cooperan con su ayuda a las diversas formas y empresas del apostolado. Estos, aunque lleguen al sacerdocio en edad avanzada, estan con frecuencia adornados de mayores y mas solidas virtudes, porque ya hubieron de luchar con las mas graves dificultades y asi reforzaron su espiritu entre las agitaciones de la vida y porque, ademas, colaboraron ya en obras de apostolado, estrechamente relacionadas con el ministerio sacerdotal.


81. Examen de las vocaciones

Pero es preciso examinar siempre con suma diligencia a cada uno de los aspirantes al sacerdocio para ver con qué intenciones y por qué causas han tomado esta resolucion. De modo especial, cuando se trate de ninos, es preciso indagar si estan adornados de las necesarias dotes morales y fisicas y si aspiran al sacerdocio unicamente por su dignidad y por la utilidad espiritual propia y ajena.


82. Cualidades fisicas de los candidatos

Vosotros sabéis, Venerables Hermanos, cuales son las condiciones de idoneidad moral que la Iglesia requiere en los jovenes que aspiran al sacerdocio, y creemos superfluo detenernos en exponer esta materia. Llamamos, en cambio, vuestra atencion sobre las condiciones de idoneidad fisica; y esto tanto mas cuanto que la reciente guerra ha dejado huellas funestas y ha perturbado en las mas variadas formas a las generaciones jovenes. Examinense, pues, con particular atencion las cualidades fisicas del candidato, recurriendo, si es necesario, aun al examen de un médico prudente.

Con esta seleccion de las vocaciones hechas con celo y prudencia, confiamos Nos que por todas partes surgira una escogida y abundante pléyade de candidatos al sacerdocio.

Notas

(64) Ac 10,38.

(65) Jn 4,37. hhh

(66) Mt 18,22.

(67) 1Tm 6,8.

(68) Cf. Mt 13,52. kkk

(69) Lc 10,2. lll

(70) Ibid. mmm

(71) Cf. can. 1353. nnn



III. EDUCACION DE LOS CANDIDATOS


83. El cultivo de las vocaciones, un gran deber

Si muchos sagrados pastores estan gravemente preocupados por la disminucion de las vocaciones, no menos preocupacion les sobrecoge cuando se trata de la formacion de los jovenes que han entrado ya en el Seminario. Reconocemos, Venerables Hermanos, cuan arduo es vuestro trabajo y cuantas dificultades presenta; pero, del cumplimiento obligado de tan grave deber, tendréis grandisimo consuelo en cuanto, como recuerda Nuestro predecesor Leon XIII, de los cuidados y de las solicitudes puestas en la formacion de los sacerdotes, recibiréis frutos sumamente deseables y experimentaréis que vuestro oficio episcopal sera mas facil de ejercitar y tanto mas fecundo en frutos(72).


84. Normas practicas

Estimamos, por lo tanto, oportuno daros algunas normas sugeridas por la necesidad, hoy mas que nunca sentida, de educar santos sacerdotes.


85. Ambiente familiar sano y sereno

Ante todo es preciso recordar que los alumnos de los seminarios menores, que son formados en los primeros estudios, no son sino adolescentes separados del ambiente natural de la familia. Es necesario, por ello, que la vida que esos jovenes lleven en el seminario corresponda en cuanto sea posible a la vida normal de su edad; se dara, por lo tanto, gran importancia a la vida espiritual, pero en forma adecuada a su capacidad y a su grado de desarrollo; y cuidese de que todo ello se desenvuelva en lugares espaciosos y capaces. Pero, también en ello, obsérvese la justa medida y moderacion, no sea que quienes han de ser formados en la abnegacion y en las virtudes evangélicas, vivan en casas suntuosas, en refinadas delicadezas y con todas las comodidades(73).


86. Formar el caracter, el espiritu de iniciativa, de responsabilidad y adaptacion

En general, se ha de procurar la formacion del caracter propio de cada nino; procurese, de modo especial, el que se desarrolle cada vez mejor la conciencia de cada uno, examinando como se enfrenta con los peligros, como juzga de los hombres y de los acontecimientos, como, finalmente, se desarrolla en él el espiritu de iniciativa. Por esto, los que dirigen los seminarios deberan ser muy moderados en las reprensiones, aligerando, a medida que los jovenes crecen en edad, el sistema de la vigilancia rigurosa y de las restricciones, para asi lograr que los jovenes lleguen a guiarse por si mismos, a sentirse responsables de sus propias acciones. No solo les concedan cierta libertad de accion en determinadas iniciativas, sino que habituen a los alumnos a la propia reflexion para que mas facilmente lleguen a asimilarse las verdades teoricas y las normas practicas; no teman tenerlos al corriente de los acontecimientos del dia y, ademas de darles elementos necesarios para que puedan formarse y expresar un recto juicio sobre ellos, no rehuyan la discusion sobre los mismos, para asi ayudarles y habituarles a juzgar y valorar con equilibrio los hechos y sus causas.


87. Educarlos en la honradez, integridad y sinceridad

Si estas normas se guardaren con prudencia, los jovenes formados en la honradez y en la lealtad, al estimar -en si y en todos los demas- la firmeza y rectitud del caracter, llegaran al mismo tiempo a sentir aversion hacia toda forma de doblez y de simulacion. Si se lograre esta rectitud y sinceridad, los superiores podran ayudarles con mayor eficacia, cuando se trate de examinar si verdaderamente estan llamados por Dios a la sagrada ordenacion.


88. Evitar un ambiente artificial aislado enteramente del mundo

Si los jovenes -especialmente los que han entrado en el seminario en tierna edad- se han formado en un ambiente demasiado retirado del mundo, cuando después salgan del seminario podran encontrar serias dificultades en las relaciones con el pueblo y con el laicado culto, y puede asi ocurrir o que tomen una actitud equivocada o falsa hacia los fieles o que consideren desfavorablemente la formacion recibida. Por este motivo, es preciso disminuir gradualmente y con la debida prudencia la separacion entre el pueblo y el futuro sacerdote, para que cuando éste, recibidas las sagradas ordenes, inicie su ministerio, no se sienta desorientado; lo cual no solo perturbaria gravemente su espiritu, sino que también disminuiria mucho la eficacia de sus actividades sacerdotales.


89. La formacion intelectual, literaria y cientifica ha de ser completa

Otro grave cuidado de los superiores ha de ser la formacion intelectual de los alumnos. Tenéis presentes, Venerables Hermanos, las ordenes y disposiciones que esta Sede Apostolica ha dado a este proposito y que Nos mismo hemos recomendado a todos desde el primer encuentro que tuvimos con los alumnos de los seminarios y colegios de Roma al comienzo de Nuestro Pontificado(74).


90. No inferior a la de los seglares

Aqui queremos recomendar, ante todo, que la cultura literaria y cientifica de los futuros sacerdotes sea, por lo menos, no inferior a la de los seglares que asisten a analogos cursos de estudios. De este modo no solo se asegurara la seriedad de la formacion intelectual, sino que se facilitara también, en cada caso, la eleccion de los candidatos. Y, asi formados, los seminaristas se sentiran con la mas plena libertad, cuando traten definitivamente de su eleccion de estado; y no habra el peligro de que, por falta de una suficiente preparacion cultural que pueda asegurarles una colocacion en el mundo, alguno se sienta en cierto modo obligado a proseguir un camino que no es el suyo, haciéndose las cuentas del administrador infiel: Para cavar no valgo, de mendigar me avergüenzo(75). Y si ocurriese que alguno, sobre el que habia concebido buenas esperanzas la Iglesia, se alejara del seminario, esto no debe preocupar, porque el joven que ha conseguido encontrar su camino, mas tarde no podra menos de recordar los beneficios recibidos en el seminario, y con sus actividades podra proporcionar una notable contribucion de bien en las obras del laicado catolico.


91. Necesidad de la formacion filosofica y teologica

En la formacion intelectual de los seminaristas, aun no olvidando los demas estudios, entre los que debemos recordar los pertenecientes a los problemas sociales, hoy tan necesarios, dése la maxima importancia a la doctrina filosofica y teologica, segun la norma del Doctor Angélico(76), que debera ir unida con un pleno conocimiento de los problemas y errores de nuestros tiempos. El estudio de estas cuestiones y doctrinas es de suma importancia y utilidad, lo mismo para el espiritu del sacerdote que para el pueblo. Y los maestros de la vida espiritual afirman que tales estudios, con tal de que se ensenen del modo debido, son una ayuda eficacisima para conservar y alimentar el espiritu de fe, refrenar las pasiones, mantener el alma unida a Dios. Anadase que el sacerdote, que ha de ser la sal de la tierra y la luz del mundo(77), debe entregarse con todo empeno a la defensa de la fe, predicando el Evangelio y refutando los errores de las doctrinas adversas, diseminados hoy entre el pueblo por todos los medios. Mas no se pueden combatir eficazmente tales errores sino se conocen a fondo los inconmovibles principios de la filosofia y de la teologia catolica.


92. Método tradicional de la Iglesia, el escolastico

Y en ello no esta fuera de lugar el recordar que el método de ensenanza que tiene ya tanto abolengo en las escuelas catolicas, tiene particular eficacia asi para dar conceptos claros como para demostrar que las doctrinas confiadas en sagrado deposito a la Iglesia, maestra de los cristianos, estan entre si organicamente conexas y coherentes. No faltan, sin embargo, quienes actualmente, desentendiéndose de las mas recientes ensenanzas de la Iglesia, y descuidando la claridad y la precision de las ideas, no solo se alejan del sano método escolastico, sino que abren el camino a opiniones falsas o falaces, como una triste experiencia demuestra.


93. Exhortacion a la vigilancia

Para impedir, por lo tanto, que en los estudios eclesiasticos hayan de lamentarse vaivenes o incertidumbres, os exhortamos, Venerables Hermanos, a que vigiléis asiduamente para que las normas precisas dadas por esta Sede Apostolica sobre tales estudios sean fielmente acogidas y llevadas a la practica en toda su integridad.

IV. FORMACION ESPIRITUAL Y MORAL


94. Peligros de la sola ciencia

Si con solicitud tanta, en virtud de Nuestro deber apostolico, hasta aqui Nos hemos ocupado de la eficaz preparacion intelectual que al clero ha de darse, no es dificil entender cuanta es Nuestra preocupacion porque la formacion espiritual y moral de los jovenes clérigos sea lo mas recta posible; pues si de otro modo sucediere, su ciencia, por muy eminente que fuere, a causa de la soberbia y de la arrogancia, que facilmente se aduenan de los corazones, podria ocasionar las maximas ruinas. Por ello la Santa Madre Iglesia quiere, sobre todo, que en los seminarios se pongan solidos fundamentos de santidad a aquellos jovenes; santidad, que el ministro de Dios debera luego ofrecer y practicar en todo el decurso de su vida.


95. Crear convicciones y fomentar la vida interior

Como ya hemos dicho de los sacerdotes, asi ahora insistimos en que todos los seminaristas deben tener una plena conviccion, sincera y muy profunda, de la necesidad de una exquisita vida espiritual, constituida por todas las virtudes, que con todo empeno han de tratar de conservar luego con fortaleza y aun aumentarlas con entusiasmo durante su vida, una vez que antes las hubiesen adquirido.


96. Piedad con conviccion

Cuando en el decurso de cada dia, casi siempre a las mismas horas, los jovenes seminaristas lleven a cabo las diversas practicas religiosas, puede temerse el que un movimiento interior de su alma no responda plenamente al exterior ejercicio de la piedad; lo cual, en virtud de la costumbre, pudiera resultar habitual y hasta agravarse cuando, ya fuera del seminario, el ministro de Dios se encuentre como arrebatado por la obligada necesidad de accion en el desempeno total de sus ministerios.


97. Vida interior y espiritu de fe

Asi, pues, pongase el maximo empeno y cuidado para que los jovenes seminaristas se formen plenamente en una vida interior alimentada por un espiritu sobrenatural y movida por el mismo espiritu sobrenatural que la gobierna. Que ellos lo hagan todo guiados por la luz de la fe y unidos intimamente con Cristo Jesus, plenamente convencidos de que éste es un grave deber de conciencia que se impone a quienes mas tarde habran de ser consagrados sacerdotes y deberan, por lo tanto, representar a la misma persona del Divino Maestro en la Iglesia. Ha de ser la vida interior, para los seminaristas, el medio mas eficaz para que logren adquirir las condignas virtudes sacerdotales, para vencer totalmente toda clase de dificultades, y para llevar a la practica plenamente los mas altos propositos.


98. Virtudes eclesiasticas basicas

Quienes estan consagrados a la formacion moral de los seminaristas han de tener siempre muy presente el hacerles conquistar todas aquellas virtudes que la Iglesia exige a sus sacerdotes. Ya hemos tratado de ellas en otra parte Nuestra Exhortacion; por ello no es necesario volvamos a repetir lo dicho. Pero, entre todas las virtudes que han de adornar a los aspirantes al sacerdocio, no podemos Nos menos de incitarles singularmente a que procuren aquellas sobre las cuales, como sobre firmes fundamentos, se apoya toda la santidad sacerdotal.


99. Practica de la sumision

Muy necesario es que los jovenes adquieran de tal modo el espiritu de la obediencia que se acostumbren a someter sinceramente su voluntad a la voluntad de Dios, manifestada siempre por medio de la autoridad de los superiores del seminario. Y asi, en su modo de obrar nunca haya nada que no esté conforme a la voluntad divina. Obediencia, que debe siempre inspirarse, para los jovenes, en el modelo perfecto del Divino Redentor, que en la tierra tan solo tuvo este programa: que yo haga, Dios mio, tu voluntad(78).


100. Obediencia al Obispo

Que los jovenes seminaristas se dispongan, ya desde los primeros anos a obedecer filial y sinceramente a sus superiores, de suerte que en su dia estén dispuestos a obedecer con la maxima docilidad a la voluntad de sus Obispos, segun el mandato del muy invicto atleta de Cristo, Ignacio de Antioquia: Obedeced todos al Obispo, como Jesucristo a su Padre(79). Quien honra al Obispo, honrado es de Dios; quien obra algo a escondidas del Obispo, al demonio sirve(80). Nada hagais nunca sin el Obispo, guardad vuestro cuerpo cual templo de Dios, amad la union, evitad las discordias, sed imitadores de Jesucristo como El lo fue de su Padre(81).


101. Solida formacion en la castidad y el celibato sacerdotal

Suma diligencia y solicitud, ademas, ha de emplearse para que los seminaristas estimen, amen y defiendan en su espiritu la castidad, porque su eleccion del estado sacerdotal y la perseverancia en él dependen en gran parte de esta virtud. Y estando ella tan sujeta a peligros tan grandes, dentro de la humana sociedad, ha de ser solidamente poseida y largamente probada por quienes aspiran al sacerdocio. Por ello, en el momento oportuno, sean bien instruidos los seminaristas sobre la naturaleza del celibato eclesiastico y la consiguiente castidad que ellos han de guardar(82), asi como sobre los deberes todos que lleva consigo, y no dejen de ser bien avisados acerca de todos los peligros que en esta materia les pueden ocurrir. Asimismo, los seminaristas han de ser muy bien prevenidos, aun desde su edad mas tierna, a guardarse bien de los peligros, recurriendo fielmente a todos los medios que la ascética cristiana aconseja para refrenar las pasiones; porque cuanto mas firme y eficaz sea el dominio sobre éstas, tanto mas podra el alma avanzar en las demas virtudes y tanto mas abundantes seran en su dia, los frutos de la actividad sacerdotal. Por todo ello, si en esta materia algun seminarista mostrare torcidas tendencias, y, dado algun tiempo para una prueba conveniente, se mostrara incorregible en tan perversa inclinacion, absolutamente debera ser despedido del seminario, antes de ser admitido a las ordenes sagradas.


102. Devocion al Santisimo sacramento y a la Virgen Santisima

Esta y todas las demas virtudes que dignifican al sacerdote, y de las que hemos hablado, las deberan adquirir facilmente los seminaristas, si ya desde jovenes se alimentaren con aquella sincera y tierna piedad hacia Jesucristo, presente verdadera, real y sustancialmente, entre nosotros, en el augusto Sacramento de su amor; y si al mismo tiempo fueran movidos por el mismo Cristo y solo en El vieran el fin de todas sus acciones, asi como de sus aspiraciones y sacrificios. Y muy grande sera la alegria de la santa Iglesia, si ya desde jovencitos, a la piedad hacia el Santisimo Sacramento de la Eucaristia vinieren a unir una singular devocion filial hacia la Santisima Virgen Maria; devocion y piedad decimos, en virtud de la cual su alma se abandone totalmente a la Madre de Dios, sintiéndose movida a imitar los ejemplos de sus virtudes, porque jamas podra faltar el fruto de un ministerio ardiente y celoso en un sacerdote, cuya adolescencia se haya nutrido principalmente del amor a Jesus y a Maria.

Notas

(72) Enc. Quod multum ad Epp. Hungariae,22 aug. 1886: A.L. 6,158.

(73) Cf. Allocut. 25 nov. 1948: A.A.S. 40,552.

(74) Cf. Orat. 24 iun. 1939: A.A.S. 31,245-251.

(75) Lc 16,3.

(76) Cf. C.I.C. can. 1366,2.

(77) Cf. Mt 5,13. 14.

(78) He 10,7.

(79) Ad Smyrnaeos 8,1; PG 8,714.

(80) Ibid. 9,1: 714,715.

(81) Ad Philadelphienses 7,2; PG 5,700.

(82) Cf. C.I.C. can. 132.


PIOXII, MAGISTERIO PONTIFICIO - IV. NECESIDAD DE LA ORACION Y DE LA PIEDAD