F.de Sales, Amor de Dios



SAN FRANCISCO DE SALES







Tratado del Amor de Dios

LIBRO II ORIGEN DEL AMOR DIVINO



ORACIÓN DEDICATORIA

1
Santísima Madre de Dios, vaso de incomparable elección, Reina del amor soberano; tu eres la mas amable, la mas amante y la mas amada de todas las criaturas. El Padre celestial puso sus complacencias en ti desde la eternidad, destinando tu limpio corazón para perfeccionar el amor santo, a fin de que un ida amases a su único Hijo con ternura maternal, de la misma manera que El le quiso desde toda la eternidad con amor de Padre.

2
¡Oh Jesús, mi Salvador! ¿A quién puedo dedicar lo que voy a decir de tu amor santo mejor que al Corazón amabilísimo de la criatura mas amada de tu alma? Mas ¡oh Madre victoriosa!, ¿quién volverá sus ojos hacia ti sin contemplar a tu diestra al que tu Hijo quiso por tu amor honrar con el titulo de Padre, uniéndole a ti mediante un matrimonio virginal para que fuese tu ayuda y auxiliar en la empresa de educarle y de sostener su infancia? ¡Oh gran José, esposo amantísimo de la Madre del Amado! ¡Cuántas veces llevaste en tus manos al Amor de los cielos y la tierra, mientras que con los abrazos y los besos del divino Infante derretiase tu alma de gozo cuando te susurraba al oído que tu eras su mayor amigo y su carísimo padre!...

* * *

Colocábanse las lamparas del antiguo templo sobre azucenas de oro (
1R 7,49)... María y José, criaturas sin igual, azucenas sacratísimas de incomparable belleza, entre las que el Amado se apacienta (Ct 6,2) y a todos sus amantes apacienta, si tengo alguna esperanza de que mi obra, inspirada en el amor, Consiga iluminar e inflamar a los hijos de la luz (Lc 16,8), ¿dónde puedo colocarla mejor que en medio de vosotros, flores donde el Sol de justicia, esplendor y blancura de luz eterna (1S 7,25-26), se recreo hasta el punto de poner ahí las delicias del amor inefable que su corazón volcó a nosotros?

3
¡Oh Madre amada del Amado! ¡Oh Esposo amado de la Amada! Con el rostro a vuestros pies, que a mi Salvador llevaron, yo ofrezco, dedico y consagro esta obrita del amor a la inmensa grandeza de vuestro amor, y os lo pido fervorosamente por el Corazón de Jesús, Rey de todos los corazones, adorado por los vuestros, estimulad mi alma y las almas de cuantos lean sus páginas Con todo vuestro poder para que se inflamen en el Espíritu Santo, a fin de que inmolemos en holocausto nuestros afectos a la Bondad divina, y vivamos, muramos y resucitemos eternamente entre las llamas de aquel fuego (
Lc 12,49) celestial que Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, deseo Con vehemencia encender en los corazones, y por ello no ceso de trabajar y de gemir hasta la muerte, y muerte de cruz (Ph 2,8).

¡VIVA JESUS!




CAPITULO IV PROVIDENCIA SOBRENATURAL DE DIOS SOBRE LAS CRIATURAS RACIONALES

Todo cuanto Dios ha hecho lo ha ordenado a la salvación de los hombres y de los ángeles; y he y he aquí el orden de su providencia a este respecto, según podemos deducirlo de la Sagrada Escritura y la doctrina de los Santos Padres, teniendo en cuenta la imperfecci6n con que solemos expresarnos. Dios conoció "ab aeterno" que podía crear un numero incalculable de criaturas de diversas especies y cualidades a las que El se podría comunicar, considerando que de todas las formas de comunicación no existiría ninguna tan excelente como la de unirse a alguna naturaleza creada, de tal suerte que la criatura fuese como injerta e incorporada a la Divinidad, formando con Ella una sola persona, su infinita bondad, que por si misma. tiende a comunicarse, resolvió y determino proceder de tal manera para que, así como eternamente hay una comunicación esencial en Dios, por la cual el Padre, engendrando al Hijo, le comunica toda su infinita e indivisible Divinidad, y el Padre y el Hijo juntos dan origen al Espíritu Santo comunicándole la propia y única Divinidad, esta Bondad soberana se comunico tan perfectamente a la criatura, que la naturaleza creada y la Divinidad, conservando cada una sus propiedades, quedaron íntimamente unidas en una sola persona.

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Entre todas las criaturas que la soberana omnipotencia podía producir tuvo a bien escoger la misma humanidad que unió después a la persona de Dios Hijo, reservándole la honra incomparable de quedar estrechamente ligada a su Divina Majestad, a fin de que gozase eternamente los tesoros de la infinita gloria. Después, habiendo preferido para esta suerte la humanidad sagrada de nuestro Salvador, dispuso la divina Providencia no reducir su Bondad a la sola persona del Hijo amado, sino extenderla benignamente a muchas otras criaturas; sobre el cumulo de cosas que podía producir, determino crear a los hombres y a los ángeles, como para que hiciesen compañía a su Hijo, participasen de sus gracias y de su gloria y le adorasen y alabasen eternamente. Y viendo que podía realizar de muchas maneras la humanación del Verbo, por ejemplo, creando su cuerpo y su alma de la nada, o formando el cuerpo de alguna materia ya existente, como hizo a Adán ya Eva, o por generación ordinaria de hombre y mujer o, finalmente, por generación extraordinaria, mediante la mujer sin la intervención del hombre, determino hacerlo de esta ultima manera; y entre todas las mujeres que para ello pudo elegir escogió a Nuestra Señora, por medio de la cual el Salvador de nuestras almas seria no solamente hombre, sino también hijo del género humano.

Además, en obsequio al mismo Salvador, la divina Providencia determino producir todas las cosas naturales y sobrenaturales para que, sirviéndole ángeles y hombres, pudieran participar de su gloria; por la cual, aunque Dios quiso crearlos dotados del libre albedrío, con verdadera libertad de escoger entre el bien y el mal, para demostrar que la Bondad divina los había destinado al bien ya la gloria, creolos en estado de justicia original, amor delicado que los disponía y encaminaba a la felicidad eterna.

Mas como la suprema sabiduría había determinado combinar el amor original con el querer de las criaturas, en forma que aquél no forzase a éste, dejándolo libre así, previo que una parte, la mas pequeña de la naturaleza angélica, perdiendo voluntariamente el santo amor, perdería en consecuencia su derecho a la gloria. y como la naturaleza angélica solo podría cometer pecado mediante malicia expresa, sin tentación precedente ni motivo que la pudiera excusar, y por otra parte, la mas grande porción permanecería fiel al Salvador, Dios, que había glorificado de manera tan amplia su misericordia en la creación de los ángeles, quiso magnificar su justicia y, en la plenitud de su indignación, abandonar para siempre aquella desgraciada y triste facción de rebeldes que, obcecados por la soberbia, tan ingratamente habían intentado seducir a los demás y abandonarle.

Previo también que el primer hombre abusaría de su libertad y que, al perder la gracia, veríase privado de la gloria: pero no quiso tratar de manera tan rigurosa a la naturaleza humana, como lo había hecho con la angélica. De ella había decretado elegir una venturosa porción para unirla a su Divinidad; vio que era una naturaleza débil, cual soplo que se va, pero no vuelve (
Ps 77,39), es decir, que se disipa en el camino; tuvo en cuenta la emboscada que Satanás había preparado al primer hombre y la magnitud de la tentación, que dio al traste con su estado; considero que todo el género humano perecería tras la falta de uno solo, y por todos estos motivos miro con lastima a nuestra naturaleza y decidió prodigarle su misericordia. Pero a fin de que la dulzura de su misericordia apareciese adornada con la belleza de su justicia, penso salvar al hombre mediante una rigurosa redención, la cual no se podría cumplir sin intermedio de su Hijo; así estableció que éste redimiese a los mortales no tan solo con un simple acto de amor, mas que suficiente de suyo para rescatar millares y millares de mundos (Alusión, sin duda, a la célebre estrofa de Santo Tomas en el Oficio del Corpus), sino con todos los actos de amor y de dolor que él haría y soportaría hasta la muerte, y muerte de cruz (Ph 2,8) a la cual lo destino, queriendo que de esta manera fuese compañero de nuestras miserias para hacernos después participes de su gloria.

Mostró con ello las riquezas de su bondad (Rm 2,4 Rm 9,23), mediante una redención copiosa(Ps 129,7), abundante, sobreabundante, grandiosa y excelente, que nos proporciono y reconquisto todos los recursos necesarios para poder llegar a la gloria de manera que nadie pudiera quejarse de que la misericordia divina le tiene desamparado.


CAPITULO V LA DIVINA PROVIDENCIA DOTO A LOS HOMBRES DE ABUNDANTISIMA REDENCION

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Teotimo, al decir que Dios había previsto y buscado primeramente una cosa y en segundo lugar otra, observando cierto género de orden en sus deseos, entiendo hablar según mi forma anterior de expresarme; a saber: que, aunque todo es efecto de un acto único y simple, el orden, la distinción o la dependencia de las cosas no han sido menos respetados que si hubiesen existido muchos actos en el entendimiento y en la voluntad de Dios. De que toda voluntad bien dispuesta, que se determina a querer muchos objetos igualmente presentes, ame mejor ante todo al objeto más amable, se sigue que la Providencia soberana, señalando "ab aeterno" su plan y sus rasgos a las cosas futuras, quiso primero y amo con preferente excelencia al objeto mas digno de su amor que es nuestro Salvador; y después, por orden, a las demás criaturas, según que se relacionen mas o menos con su honor y con su gloria.

Todo se hizo para este Hombre divino, que por eso es llamado primogénito entre todas las criaturas (
Col 1,15), poseído por la Divina Majestad antes que existiesen todas las cosas (Pr 8,22), creado al principio antes que todos los siglos, (Qo 24,14) en quien todas las cosas fueron hechas y que existe anteriormente a todo, y así todas las cosas fueron establecidas en El, y El es el jefe de la Iglesia, teniendo en todo y por todo la primacía (Col 1,16-18).

La viña se planta principalmente por el fruto: esto es lo que primero, se desea y busca, aunque las hojas y las flores precedan a la vendimia. Del mismo modo el Salvador fue primero en la mente creadora y en el plan de la Providencia al determinar la creación de todas las criaturas: en atención a este esperado fruto, planto la viña del Universo y estableció la sucesión de las generaciones que, a manera de hojas y flores, debíanle preceder como heraldos convenientes del divino racimo que la Esposa celebra en los Cantares (Ct 1,13), cuyo licor alegra a Dios y a los hombres (Jud 9,13).

¿Quién dudara ahora, Teotimo, de la abundancia de medios de salvación, si tenemos un tan grande Salvador, por cuya mira hemos sido creados y por cuyos merecimientos hemos sido redimidos? El murió por todos, porque todos estaban muertos (2Co 5,14); su misericordia fue más saludable para rescatar a la especie humana que dañina la culpa de Adán para perderla. Tan lejos estuvo el pecado de Adán de superar a la Bondad divina, que mas bien sirvió para excitarla y promoverla; de modo que, por una suave y amorosísima reacción y contienda se vigorizo a la vista del adversario y, como recogiendo todas sus fuerzas para vencer, hizo sobreabundar la gracia, donde había abundado la iniquidad (Rm 5,20).

De aquí que la Santa Iglesia, por un exceso santo de admiración, exclama en la vigilia pascual (En el Praeconium Paschale) : ¡Oh pecado de Adán, verdaderamente necesario, destruido por la muerte de Jesucristo! ¡Oh feliz culpa, que mereció tal y tan grande Redentor!" Bien podemos decir nosotros, ¡oh Teotimo!, lo del antiguo escritor (Plutarco, Vita Tem., 29) : "Estábamos perdidos si no nos hubiésemos perdido". Es decir, nuestra pérdida se ha trocado en ganancia, pues la naturaleza humana recibió más favores mediante la redención de su Salvador de los que hubiera recibido por la inocencia de Adán, si hubiera perseverado en ella. Aunque la divina Providencia dejo en el hombre grandes señales de su rigor junto a la gracia misma de su misericordia, como por ejemplo, deber morir, tener enfermedades, sentir trabajos, padecer rebeldías de los sentidos, es cierto que la divina Bondad, sobreponiéndose a todo, se complace en convertir esas miserias en mayor provecho de los que le aman (Rm 8,28), haciendo brotar la paciencia en los trabajos, el menosprecio al mundo ante la necesidad de morir y mil victorias sobre la concupiscencia: como el arco iris, cuando toca la planta llamada "palo rosa", la torna más fragante que azucena (Plinio, Hist. Nat., 12,24-52.), la redención de Cristo, en contacto con nuestras miserias, hácelas mas ventajosas y amables que la misma inocencia original.

Mayor fiesta habrá en el cielo, dice el Salvador, por un pecador arrepentido, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia (Lc 15,7). De la misma manera el estado de redención vale cien veces mas que el de inocencia. Al ser rociados por la sangre de Nuestro Señor Jesucristo con el hisopo de la cruz, adquirimos incomparable blancura, mayor que la de la nieve de la inocencia (Ps 50,9); salimos como Naaman (2R 5,14) del rio de la salud, mas puros y limpios que si jamás hubiésemos sido leprosos, a fin de que la Divina Majestad no sea vencida por el mal, sino que venza al mal por medio del bien (Rm 12,21), su compasión, como aceite sagrado, nade sobre el rigor del juicio (Jc 2,13), y sus misericordias estén muy por encima de todas sus obras (Ps 144 Ps 9).



CAPITULO VI FAVORES ESPECIALES DE LA DIVINA PROVIDENCIA EN LA REDENCIÓN DE LOS HOMBRES

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Muestra Dios de admirable modo la riqueza incomprensible de su poder por tan grande variedad de cosas como vemos en la naturaleza, pero nos muestra con mayor esplendidez los tesoros infinitos de su bondad por la diferencia incomparable de bienes que reconocemos en la gracia. No se contento, Teotimo, en el colmo de su misericordia, con enviar a su pueblo, el género humano, redención plena y universal por la que cada uno de los hombres puede salvarse; sino que la diferencio de tantas formas que, reflejándose su liberalidad en esta variedad, la variedad hace ostensible su propia liberalidad.

Ante todo reservo para su Santísima Madre una gracia digna del amor de un Hijo que, siendo sabiduría, bondad y poder infinitos, debía prepararse Madre a gusto suyo. Quiso, pues, que su redención se le aplicase como remedio preservativo para que el pecado, que se transmitía de generación en generación, no llegase hasta Ella, preservada así de manera tan excelente que, cuando el torrente de la malicia original intento llevar sus aguas cenagosas sobre la concepción de esta Mujer privilegiada, con tanto empuje como el que se uso contra las otras hijas de Adán, al llegar ante Ella no paso adelante y se detuvo, como el Jordán en tiempo de Josué (
Is 3,16-17) y por semejante motivo: aquel rio suspendió su curso por respeto al Arca de la Alianza, y el pecado original retiro sus aguas por temor reverencial a la presencia del verdadero Tabernáculo de la eterna Alianza.

De esta manera libro a su Madre Dios de todo cautiverio (Ps 121,1), concediéndole el don de los dos estados de la naturaleza humana, pues tuvo la inocencia que el primer Adán perdió, y gozo, en grado muy excelente, la redención del segundo Adán; y como jardín escogido que debía dar el fruto de la vida, floreció en toda suerte de perfecciones. Hermoseando a su Madre el Hijo del Amor eterno con un vestido de oro recamado de piedras preciosas, la sentó a su lado como Reina (Ps 44,10), para ser la primera entre todos los elegidos en gozar las delicias de la divina diestra (Ps 15,11).

Esta Santísima Madre, como reservada completamente a su Hijo, fue redimida por El, no solo de la condena, sino de todo peligro de perdición, asegurándole la gracia en la perfección de la gracia; para caminar como bella naciente aurora (Ct 6,9) que va aumentando continuamente en esplendor hasta llegar al mediodía (b) Pr 4,18) b). Redención bien admirable, obra maestra del Redentor, la primera de todas las redenciones, por la que el Hijo, guiado de amor enteramente filial, previno a su Madre con bendiciones de dulzura (Ps 20,4) y la preservo no solo de pecado, como a los ángeles, sino de todo peligro de pecado de todo lo que pudiera distraerla o demorarle el ejercicio del amor. Mas aun: declara que entre todas las criaturas dotadas de razón que ha elegido, esta Madre es su única paloma, su toda perfecta, su queridísima amada sobre toda comparación (Ct 6,8 Ct 7,6). Dios reservo otros favores a un pequeño numero de criaturas excepcionales que quiso poner a salvo del peligro de condenación, como se asegura de San Juan Bautista y, probablemente, de Jeremías y de algún otro que la divina Providencia eligió desde el vientre de su madre, confirmándolos entonces en gracia perpetuamente a fin de que permaneciesen firmes en su amor, aunque sujetos a miserias humanas pecados veniales, cosas contrarias a la perfección del amor, pero no a1 amor mismo.

Estas almas, en comparación de las otras, son como reinas que, siempre coronadas de caridad, conservan el puesto principal en el amor de Cristo después de su Madre, Reina de reinas; Reina no solamente coronada de amor, sino de la perfección del amor y, lo que es más, coronada por su propio Hijo, objeto soberano del amor, pues los hijos son corona de sus padres y sus madres (Pr 17,6). Existen otras almas que Dios quiso dejar expuestas durante algún tiempo, no al peligro de condenarse, sino de perder su amor.

Hasta permite que lo pierdan en efecto, no asegurándoselo a lo largo de esta vida, sino solo para el fin de ella y por cierto periodo. Tales fueron los Apóstoles, David, la Magdalena y otros que durante un tiempo permanecieron apartados del amor de Dios, pero que, una vez convertidos (Qo 24,24) , fueron confirmados en gracia hasta la muerte, de modo que desde entonces, aun permaneciendo sujetos a imperfecciones, viéranse libres de pecado mortal y, por ello, del riesgo de perder el amor divino. Fueron como amigas santas del Esposo celestial, vestidas así, con el traje nupcial del sacratísimo amor, pero no coronadas, porque la corona es adorno de la cabeza, parte principal de la persona, y habiendo estado sujetas al amor de las cosas terrenas, esa parte principal no puede ceñir corona de amor celeste, siéndoles bastante llevar el traje que les permite participar del tálamo con el Esposo divino y vivir eternamente felices en compañía suya.


CAPITULO VII ADMIRABLE ECONOMIA DE LA DIVINA PROVIDENCIA EN LA DIVERSIDAD DE GRACIAS QUE DISTRIBUYE ENTRE LOS HOMBRES

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La divina Providencia concedió una incomparable gracia a la Reina de las reinas, Madre del amor hermoso (
Qo 24,24), singularmente perfecta. También concedió extraordinarios favores a otros seres. Después, esta Bondad soberana derramo abundantes bendiciones sobre todo el género humano y sobre la naturaleza angélica, de las cuales están como saturados, a semejanza de lluvia que cae sobre buenos y malos (Mt 5,45); todos fueron iluminados como por una luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9). Todos han recibido su parte como de sementera que cae no solamente en buen terreno, sino también por el camino, entre las espinas y las piedras (Mt 15,5-8), a fin de que todos queden inexcusables (Rm 1,20) delante del Redentor si no emplean redención tan superabundante para su propia salvación eterna.

Aunque lluvia tan copiosa de gracias, Teotimo, haya sido derramada sobre el género humano, y con ello se nos haya ofrecido, a todos por igual, tamaño numero de bendiciones, su variedad es tan grande que no se puede decir qué resulta más admirable, si la grandeza de todas las gracias reflejada en tan gran diversidad, o la diversidad puesta de manifiesto en tanta grandeza. ¿Quién no echa de ver que entre los cristianos los medios de salvación son mayores y más eficaces que entre los bárbaros (Contra lo que se pudiera pensar, este adjetivo esta usado aquí en su sentido propio, aunque espiritual) y que entre los cristianos mismos existen pueblos y ciudades donde los pastores trabajan con mayor preparación y fruto? Negar que tales medios externos son favores de la Providencia divina, o poner en duda que contribuyan a la salvación y perfección de las almas, seria ingratitud hacia su bondad excelsa y desmentir la verdadera experiencia, que nos hace ver que, ordinariamente, donde estos medios exteriores abundan, los interiores son más productivos y eficaces.

Así como nunca se ven dos hombres perfectamente iguales en dones de naturaleza, tampoco encontraremos dos seres idénticos en los sobrenaturales. Los ángeles, como aseguran San Agustín y Santo Tomas (SANTO TOMAS, I 62,6), recibieron la gracia según la variedad de sus condiciones naturales. Ahora bien, todos ellos son o de diferente especie o, al menos, de diversas condiciones, puesto que se distinguen los unos de los otros por tanto, existen tantas gracias diferentes cuantas son las diversidades de ángeles. Aunque, respecto a los hombres, las gracias no se les concedan según las condiciones naturales, la Bondad divina, no que se complace y, por decirlo así, se entretiene en producir gracias, las diversifica de mil maneras, para que se forme el bello esmalte de su redención y misericordia: por lo cual la Iglesia canta en la festividad de todo confesor pontífice; No se ha encontrado ninguno semejante a él (Qo 44,20). Y como en el cielo nadie conoce el nombre nuevo salvo quien lo recibe (Ap 2,17), porque cada uno de los bienaventurados tiene su particularidad según la gloria que adquiere, en la tierra cada uno recibe una gracia singular, diversa de todas las demás.

Así nuestro Salvador compara sus gracias a las perlas (Mt 13,45-46), las cuales, como dice Plinio (Hist. Nat., 9,35), se llaman también uniones, porque son tan únicas cada una en sus cualidades, que no se encuentran dos enteramente idénticas; de la misma manera que cada estrella se diferencia de las otras en claridad (1Co 15,41), los hombres serán diferentes unos de otros en la gloria, señal evidente de que lo fueron en la gracia Esta variedad en la gracia, o esta gracia en la variedad, produce una divina hermosura y una suavísima armonía que alegra a la santa ciudad de Jerusalén.

F.de Sales, Amor de Dios