SAN JOSE El mejor esposo- Guillén de Castro



El mejor esposo

Guillén de Castro




PERSONAS
MARÍA, Virgen.
JOSÉ, Esposo.
JOAQUÍN
ANA
EL SUMO SACERDOTE de Jerusalén
Dos LEVITAS
ISABEL
ZACARÍAS
EL NIÑO JESÚS
Seis MANCEBOS de la tribu de Judá
EFRAÍN e ISACAR, criados.
ISMAEL
ABDER
El ángel SAN GABRIEL
ENAÍN, zagal.
Dos DONCELLAS
Otro ZAGAL
AFRODISIO, sacerdote.
Tres PASTORES
Tres BANDOLEROS
Un CAPITÁN
Cuatro ESCRIBAS
Dos HEBREOS
Dos HEBREAS
AUGUSTO, César

SENADORES romanos.

CAPITÁN DE AUGUSTO
Una SIBILA
Una VOZ
Acompañamiento.

JORNADA PRIMERA



(Salen el SUMO SACERDOTE, dos LEVITAS, JOAQUÍN y ANA por
una puerta, y Por otra, MARÍA, arrodillándose delante
del SUMO SACERDOTE, y él la levanta.)

SACERDOTE Hija, levantaos.

MARÍA Señor,
primero me da la mano.

SACERDOTE Todo el cielo soberano
os bendiga en su Creador.
A vuestros padres hablad.

MARÍA Sí haré, si me dais licencia,
que hasta agora la obediencia
detuvo la voluntad.
¡Padres del alma!

JOAQUÍN ¡María!
De contento, estoy sin mí;
dichoso el ser que te di,
dichosa la vejez mía;
dichosa plata en mis canas,
pues reverbera en tus ojos,
dando glorias por despojos
tan tiernas y soberanas.
¡Bendita de tal criatura
el Criador; bendito el ser
que merecí para ser
instrumento desta hechura!
¡Gloriosas, dignas hazañas
de la potencia infinita!

ANA ¡Dichosa sea y bendita
la sangre de mis entrañas,
que pudo ser de provecho
para darte vida en mí,
y la leche que te di,
más del alma que del pecho!
¡Benditos dichosos brazos
donde te vi como aurora
del sol, por quien son agora
sombra alegre y tiernos lazos!

MARÍA Yo, padres, soy tan dichosa,
que con la humildad que sigo,
en vuestras bocas bendigo
esa pasión amorosa
y como tierno milagro
de vuestras entrañas puras
al Señor de las alturas
la dedico y la consagro,

SACERDOTE Pues llegó el dichoso día
que dio a vuestra tierna edad
cumplimiento y calidad
para ser madre, María,
con vuestros padres iréis
donde, pagando el cuidado
de daros felice estado,
felices nietos les deis,
siguiendo obediente y grata
la costumbre antigua y fiel
con que el pueblo de Israel
su propagación dilata.

MARÍA Si sale de mi humildad
encogida mi razón,
advertid que en la intención
se salva la voluntad.
Y si digo, pues nací
en la obediencia inmortal,
que el derecho natural
de mis padres para en mí
después de haberme ofrecido
al templo, con más valor
fue por ellos al Señor
consagrado y transferido;
y el que yo pude tener
libremente en mi albedrío,
desde entonces no fue mío,
ni agora lo puede ser,
pues, cual víctima ofrecida
a la superior Alteza,
voté virginal limpieza,
previniendo inmortal vida;
y así, al tomar nuevo estado,
sera, si tu providencia
lo permite en mi obediencia,
imposible en mi cuidado.

SACERDOTEMaría, en lo que has propuesto
se suspende el alma mía,
porque este voto, María,
en costumbre no está puesto;
porque el permanente estado
de castidad nunca ha sido
en nosotros recibido
ni en nuestra costumbre usado.
Divinamente lo advierte,
lo determina y lo allana
la Escritura soberana
donde dice desta suerte:
"El que descendencia hebrea
no dé al pueblo de Israel,
maldito será y en él
no habrá quien estéril sea."
Y esto en ti debe advertirse
aun más que en otras mujeres,
Porque del linaje eres
que mereció preferirse
a los demás, escogido
para que dé una mujer,
de quien es cierto nacer,
el Mesías prometido.
Demás de ser una cosa,
en la honra y en la vida,
la esterilidad tenida
por infame y afrentosa.
Mira en tu padre el ejemplo
tan cercano y tan patente,
pues tan vergonzosamente
le vimos echar del templo
cuando entraba a celebrar
las eucenias; yo lo vi.
Pues, María, siendo así,
mejor lo debes mirar,
pues tales ejemplos tienes,
mayor advertencia ten,
y, codiciosa del bien,
aspira a tan altos bienes.
Danos fruta santa y bella
de tan generosa planta;
tu pensamiento levanta
y sigue tu buena estrella,
pues nos anuncia María
su prodigioso arrebol,
que será madre del sol
quien tanto parece al día.

MARÍA ¿Quién puede negar, señor,
que el virginio estado es
al conyugal preferido,
pues siempre la base fue
de las virtudes mayores,
consagrando al cielo en él
no sólo puras las almas,
Pero los cuerpos también,
sin que entre el Sumo Criador
y las criaturas esté
el corazón dividido,
sino entero, limpio y fiel?
Demás desto, al hacer voto
de castidad no es romper
los fueros de la costumbre
ni los ritos de la ley,
pues lo que tú propusiste
en ella no viene a ser
precepto, Sino promesa
a los hijos de Israel.
Y el tener por maldición
y afrenta que no le den
descendencia los casados
es solamente porque
presupone el ser castigo
usado de Dios en quien
ocultamente quebranta
los preceptos de la ley.
Y si estériles lloraron
mis padres fue por temer
no fuese por culpa suya,
añadiéndose también
la afrenta exterior del mundo,
acelerado jüez,
que lo extrínseco condena
de los cuerpos y, no ve
lo intrínseco de las almas
si tiene contrario el ser.
Y con este engaño fueron
echados tan de tropel
del templo, sin prevenir
que el misterioso Poder
su fecundidad guardaba
para emplearla después.
Y el estado virginal
tampoco es nuevo, pues ves
que lo escogieron por suyo
nuestro gran Melquisedec,
Elías y jeremías,
y aquellos mancebos tres
que al babilónico fuego
resistieron sin arder,
y sus llamas extinguidas,
los veneraron después,
respetando su limpieza
pienso que debió de ser.
Ella misma hizo tan puro
y tan fuerte a Danïel,
que los dientes ni las garras
se le osaron atrever
de los hambrientos leones,
humillados a sus pies.
Según esto, en mi elección,
para apurar y saber
si es lícito el voto mío
y si obligatorio es,
con sola luz natural
pueden los humanos ver;
haber dado una palabra
a cuanto obliga la fe,
en los hombres solamente,
cuanto y más los que la ven,
que en Dios, no siendo constante,
se aventura a ser infiel.
Precepto divino es suyo,
verificase en aquel
lugar del Profeta donde
dice heroicamente bien:
"Las promesas dedicadas
al Altísimo tener
deben inviolable el trato."
Y el gran capitán Jepté
nos da un memorable ejemplo,
pues de la guerra al volver,
honrando sus dignas sienes
el victorioso laurel,
y habiendo ofrecido entonces,
en cambio de tal merced,
por víctima de las aras
lo que la primera vez
se le ofreciese a la vista
poniendo en su casa el pie,
acertando a ser su hija,
tan piadoso y tan cruel,
consagrándola al Señor,
satisfizo; y con tener
sus inclinaciones ella,
pagó la deuda por él.
Pues si por voto del padre
fue lícito deponer
la hija la voluntad,
asegurando la fe,
con tanta más ocasión
yo, señor, ¿qué debo hacer
por mí misma, siendo yo
la que castidad voté,
apeteciendo el morir
con la palma del nacer?
Y el ser yo rama del tronco
de David tampoco esté
en tu opinión reputado
por inconveniente, pues
a la racional criatura
sólo encaminarse al bien
le incumbe sirviendo a Dios;
lo demás hágalo él.
Que si en mí, aunque indigna soy,
le fuese grato el querer
obrar misterios tan altos
de su providencia, sé
que le sobrarán caminos
para dármelo a entender.
Y viendo su voluntad
manifiesta, a obedecer
su mandamiento divino
al punto me dispondré,
que con esta condición
hice el voto; y con saber
que es agradable a los cielos,
de nuevo me atreveré
a cumplirle, aunque animosa,
humilde puesta a tus pies.

JOAQUÍN(Aparte.) ¡Ay. hija, con qué fineza
es inmensa tu bondad!

ANA(Aparte.) ¡Qué humana divinidad
te dio la Naturaleza!

LEVITA PRIMERO(Aparte.) ¡Qué soberanos despojos!

LEVITA SEGUNDO(Aparte.) ¡Qué ejemplo de las edades!

SACERDOTE(Aparte.) Arroja divinidades
por la boca y por los ojos.
(Alto.)
María, tu infusa ciencia,
tu endiosado corazón,
tu angélica erudición
y tu divina elocuencia,
aunque brotando consuelos,
te dan eternos renombres
con espanto de los hombres
y admiración de los cielos;
y yo, confuso y piadoso,
suspendido y admirado,
con estar edificado,
confieso que estoy dudoso.
Y así, pues la causa oculta
en mi ignorancia imagino,
al oráculo divino
remitiré la consulta,
empleando suspendido
el entrar arrodillado
a su retrete sagrado,
tan sólo a mí permitido;
y vosotros entre tanto,
humildes en la oración,
las manos y el corazón
levantad al cielo santo.
(Vase.)

JOAQUÍN Yo espero en sus maravillas
que alumbrará nuestros ojos.

ANA Admita en mí por despojos
unas entrañas sencillas.

LEVITA PRIMERO Secretos Muy suyos son.

LEVITA PRIMERO Es inmensa su piedad.

MARÍA Bien se ve en mi voluntad
quien reina en mi corazón,
y con su luz satisfecho
le tengo yo, pues me toca
el saber que habló en la boca
quien sé que habita en mi pecho.
(Vanse todos y sale JOSÉ solo )

JOSÉ ¡Salve, Jerusalén, en quien se emplea
tan dignamente el ser, la primer planta
que fertiliza la nación hebrea!
¡Salve, madre común, cabeza santa
del pueblo de Israel; que opuesta a tantos,
en los hombros del mundo se levanta!
¡Salve, pues dando angélicos espantos,
esta vez para mí de imán han sido
las piedras vivas de tus muros santos
Soberanos impulsos me han traído
de mi nativo albergue y patrio asiento;
blandamente obligado, aunque impelido;
siendo, a mi parecer, el manso viento
que a un punto me inspiraba y me traía
auras süaves del divino aliento;
que rayos me da el sol que tiene el día,
que, con ser general nuestra esperanza,
en mí parece solamente mía.
¡Señor, Señor! ¡Por dicha, el tiempo alcanza,
para común provecho de las gentes,
la prometida celestial mudanza!
Los santos patriarcas, diligentes,
el lazo de los cuellos sacudido,
componen ya el laurel para las frentes.
El león, en cordero convertido,
está en la tierra ya, en que dignas manos
se dispone a nacer si no ha nacido.
Los cielos, ya gozosamente ufanos,
levantando estandartes de victoria,
previenen sus asientos soberanos.
¿Qué dichosa científica memoria
tiene alguna señal destos despojos?
¿Goza algunas primicias desta gloria?
¿Qué inquietudes son éstas o qué antojos,
llorando tiernamente de alegría,
tienen por norte mis turbados ojos?
Pero sosegaráse el alma mía,
pues que la misma providencia santa,
que es quien me lleva, es cierto que me guía.
(Sale UN MANCEBO de la tribu de Judá.)

MANCEBO PRIMERO ¿Quién vio entre los mortales gloria
tanta?
José, si vas a verla, ¿por qué mueves
con paso lento la encogida planta?
Pero sospecho que saber no debes
la maravilla inmensa y soberana
por quien mil gracias a los cielos debes.
La bella hija de Joaquín y Ana
mira si, con razón, me estás atento,
pues es no menos que tu prima hermana,
con nuevo gusto, aunque con casto intento
queriendo, salva siempre la obediencia,
resistir al debido casamiento;
y habiendo entre los padres de la ciencia,
desta nueva ocasión la causa oculta,
variedad, discordancia y competencia,
de lo cual, conformándose, resulta
el remitir al solo Omnipotente
destas dificultades la consulta,
al templo acuden infinita gente.
Y dejando en el atrio cuanto sumo,
por más calificada y eminente,
reciente sangre y oloroso humo
esparce en el oculto santuario
devotamente el sacerdote sumo;
traspone el velo, en los colores vario;
y al proponer la duda, en cuyos fines
pudo fundarse el parecer contrario,
dale una voz, hiriendo los confines
celestes, del madero sostenido,
entre los dos alados serafines,
cuyo metal nos suspendió el sentido;
y altos los ojos y humillado el cuello,
las almas aplicamos al oído,
tan atentos colgados de un cabello,
que el sol entonces que camina agora
fue sin duda el pararse para vello;
así dijo la voz declaradora
del concepto divino y del sol nuevo
anuncio celestial, cándida aurora:
"Para saber lo que en mi nombre apruebo,
de tribu de Judá, con causa ufano,
manda venir hasta el menor mancebo,
y aquél entonces tan divino humano
que vea hacerse en fresco ramillete
la seca vara en su dichosa mano,
el ser electo esposo le compete
de la sin par María." Y admirados
todos de un bien que tantos nos promete,
fueron en varias partes avisados
los del linaje fértil y escogido
para tan graves, útiles cuidados.
Y acuden cualquier dellos presumido
haber puesto en su mano de su vara
el seco corazón reverdecido.
Tú, pues te toca con razón tan clara,
¿por qué no vas, José, y el alma envía
primero a verse en tan divina cara?
Sígueme, y por lo menos en María,
cuando no logres otras intenciones,
verás lucir dos soles en un día.
(Vase.)
José Para las soberanas suspensiones
que me alegran, Señor, mi angosto pecho
habría menester mil corazones;
pero, ¿por qué los pido? Pues sospecho
que uno solo, de alegre enternecido,
revienta en él, porque le viene estrecho;
no sin causa los cielos me han traído
donde a tal gloria humildemente ufano
pueda aplicar los ojos y el oído:
mas, Señor, vuestro auxilio soberano
acuda a todo yo, que estoy dudoso
de lo que debe hacer mí indigna mano.
De mi prima María el ser hermoso
adora el alma con tan castos bríos,
como le considera milagroso.
Niña la tuve en estos brazos míos,
adonde vi nacer en su terneza
de un mar de gracia diferentes ríos:
mas mi votada virginal limpieza,
aunque yo en mí la indignidad propongo
de su valor igual con su belleza,
parece que aventuro si me opongo
a esto, y de no hacerlo, mi obediencia
también en duda y en peligro pongo.
¿Qué haré, Señor? ¡Señor, con evidencia
muestra tu voluntad; que en esta duda
es mucho menester tu providencia!
Mas ya me das valor con que sacuda
esta ignorancia mía, que en luz clara
va sus tinieblas por tu causa muda;
que allá vaya animoso me declara,
donde si por milagro manifiesta
tu voluntad, la mía, ¿en qué repara?
Pues con tal condición, por mi propuesta,
hice este voto yo, que fuera injusto
habiendo en ti contradicción dispuesta,
mas ya en tu nombre a la razón me ajusto.
Ya me anima el valor y ya el cuidado
va corriendo parejas con el gusto.
¡Oh, gran Rey, de poder no limitado,
triunfante en el asiento cristalino!
Ya veo que te sirvo y que te agrado;
ya en mi pecho el anhélito divino,
obrando en mí sus maravillas santas,
mil estrellas me da para el camino,
que alegres pisan mis indignas plantas.

(Vase JOSÉ. Salen el SUMO SACERDOTE, ANA, JOAQUÍN y MARÍA.)

SACERDOTE Como tan alto levantas,
Señor, el inmenso abismo
de tus maravillas santas,
va en los hombres, ya en las plantas,
compiten contigo mismo.

JOAQUÍN Dios mío, viendo en María
las excelencias que vi,
siendo voz del alma mía,
también es milagro en mí
el no morir de alegría.

ANA ¡Ay, hija! Por ti he tenido
del cielo el mayor favor,
pues saber he merecido
que yo la madre mejor,
hasta serlo tú, habré sido.

SACERDOTE Con aplauso y devoción,
los que aspiran por ser tales
a tan dichosa elección,
en dos hileras iguales
lleguen; infinitos son.

MARÍA Aunque esposo me asegura
la causa urgente que tengo,
de que permanezca pura,
señor, mi limpieza vengo
en tu palabra segura:
la misma fe que alcanzaba
Abrahán en mí colijo,
Pues en tu nombre esperaba
la descendencia del hijo
que a sacrificar llevaba.
(Salen LOS MANCEBOS de la tribu de Judá con sus varas en
las manos, hasta seis, y JOSÉ el postrero.)

MANCEBO PRIMERO Del buen pensamiento mío
el digno premio llevara
si estuviera en mi albedrío
que floreciera en mi vara
como florece en mi brío.

MANCEBO SEGUNDO ¡Cielos, si las flores bellas
a mi vara quieres dar,
el fruto que salga dellas
pienso ofrecer a tu altar
contado con tus estrellas

MANCEBO TERCERO Si floreciera mi vara
con el llanto de mis ojos,
yo aseguro que llevara
de flores tantos manojos
como hay glorias en su cara.

MANCEBO CUARTO Si fuera la de Moisés
mi vara, tuviera yo
inmensa dicha, pues quien
agua entre peñas sacó,
flores brotará también.

MANCEBO QUINTO Alegre voy y contento,
pues revuelvo en mi memoria
mis méritos y no siento
fundamentos desta gloria
en otro merecimiento.

JOSÉ ¡Inmenso Dios! ¿Qué alegría
de tan alta calidad
se infunde en el alma mía?
Ya en mí veo indignidad
del bien que miro en María,
pero espero, deseoso
de ver, entre dichas tantas,
quién será su digno esposo,
por dar la boca a las plantas
del que fuera tan dichoso.
(Arrodíllase.)

SACERDOTE Rey poderoso, invencible,
grande, inmenso, soberano,
fuerte, inefable, infalible,
de cuya valiente mano
pende el globo indivisible;
pues por ti está prevenido
el fin de nuestros cuidados,
muestra al exterior sentido
cuál, entre tantos llamados,
vendrá a ser el escogido.

JOSÉ ¿Qué veo? ¡Ay de mí! Parece
que el fresco vapor que arroja
mi seca vara humedece.
¡Ya brota reciente hoja,
ya blancas flores florece!
(Florece la vara.)
¡En tan humilde supuesto,
decreto tan soberano!
¡Tal bien a mis ojos puesto!
¡Tal palma en la indigna mano
de José! Señor, ¿qué es esto?
(Pónese una paloma sobre la vara.)
Vos, paloma sacrosanta,
¿traéisme la verde oliva?
¿Tanto por vos se levanta
a vuestra región altiva
mi paz cierta y mi fe santa?

MARÍA A tu voluntad, sabida
con tan heroica extrañeza,
Señor, de absorta, rendida,
postro el pecho y la cabeza
y rindo el alma y la vida;
pero aun con ver la mudanza
de mi estado, en tu obediencia
siempre mi casta esperanza
propone tu providencia
y anima mi confianza.

SACERDOTE En misterios tan colmados,
¿qué humanos no quedarán
suspendidos y elevados,
si hasta en los cielos lo están
los espíritus alados?

JOAQUÍN La paternal alegría
no da agora más lugar;
hijo, esposo de María,
mis brazos te quiero dar,
pues te he dado el alma mía.

ANA Mi José, pues a ser vienes
mi hijo, a mostrar empieza,
y, pues ya mis brazos tienes,
celebra de mi terneza
los primeros parabienes,

MANCEBO TERCERO Y los que yo, aunque envidioso
estimé, te doy contento.

MANCEBO CUARTO Mereciste el ser dichoso.

MANCEBO QUINTO Por ver tu merecimiento
no me atrevo a estar quejoso.

MANCEBO PRIMERO Con general alegría,
José, tu alabanza crece.

MANCEBO SEGUNDO Digan alegrando el día:
¡Viva José, que merece
ser esposo de María!
(Todos.)

JOSÉ Aunque de ufano encogido,
con todos usar pudiera
el cumplimiento debido
si de elocuente tuviera
lo que estoy de agradecido;
mas remitirlo es mejor
al cielo.

SACERDOTE José dichoso,
en su nombre y en su amor,
¿quieres ser amable esposo
de María?

JOSÉ Sí, señor.

SACERDOTE Tú, María, ¿ofréceste
por esposa?

MARÍA Señor, sí.
(Escribe los nombres en un libro.)

SACERDOTE Esta inseparable fe
con sus nombres escribí,
y el Dios de Israel les dé,
pues santos y humildes dan
al blando yugo los cuellos,
la gracia, por quien podrán
esperar cumplida en ellos
la bendición de Abrahán,
alegrando los humanos
con tan venturoso efeto.

MARÍA Yo pongo el alma en sus manos.

JOSÉ Yo le miro y le respeto
en tus ojos soberanos.
(Vanse todos. Salen EFRAÍN e ISACAR.)

EFRAÍN Dichosa casa, Isacar,
pues así a su dueño espera.

ISACAR Si una de las doce fuera
por do el sol suele pagar,
tanto en ella se parara
a ver una inmensidad
de glorias, que a la mitad
del mundo a oscuras dejara.

EFRAÍN Mas antes he presumido
de su venturosa estrella
que otro cielo habita en ella,
y no del todo escondido.
¿El limpio suelo no ves
tan claro, que causa enojos
adorarle con los ojos
y pisarle con los pies?
Del techo las luces bellas,
¿ no parece que a porfía
imitan la luz del día
y de noche las estrellas?
¿Las paredes no son tales
que no advierten los sentidos
en sus piedras sólo oídos,
sino lengua en sus cristales?

ISACAR ¿Qué fiesta en ella disponen
los ángeles soberanos,
pues con su luz y mis manos
la ilustran y la componen
y con himnos y con cantos,
oídos como en los cielos,
nos causan dulces desvelos,
nos dan alegres espantos?

EFRAÍN Todo incluye algún misterio
en Joaquín, pues por él, santa,
la humilde tierra levanta
hasta el soberano imperio,
por que el verla milagrosa
a su dueño se atribuya.

ISACAR ¡Oh Nazaret, patria suya,
por su causa tan dichosa!
Vuelve a ver del hijo ausente:
los celestiales despojos,
pues te prestan tantos ojos
multitud de tanta gente.
A Jerusalén es ido,
donde...
(Sale ISMAEL.)

ISMAEL Efraín, Isacar,
las nuevas os vengo a dar
que por el aire han venido.
Ya José, el de Belén,
digno de tan alto estado,
con María se ha casado
en la gran Jerusalén,
en forma tan exquisita,
milagrosa y eminente
como lo veréis patente
en su relación escrita.
Está Nazaret con esto
admirada y suspendida,
esperando su venida,
que dicen que será presto.
(Sale ABDER.)

ABDER ¡Notable dicha es la mía,
pues tales nuevas prevengo!

ISMAEL ¿Abder?

ABDER Sin aliento vengo
de contento y de alegría.
Con la mayor eminencia
vi a José, y vile, oí;
del templo salir le vi
del gran padre de la ciencia,
yendo al lado de su esposa,
la bellísima María,
que puesta al sol parecía
más alegre y más hermosa.
Contaros sus partes bellas
cada una en singular
sería querer contar
con el dedo las estrellas.
Ni aun en general no siento
que haya, ausente su luz pura,
para pintar su hermosura
humano encarecimiento;
pero diré que infundía
tal admiración y espanto,
que, como divino encanto,
elevaba y suspendía;
que concordes y süaves
dejaba los elementos:
en la tierra y en los vientos
se iban parando las aves;
que el sol, ardiendo en el celo
de adorarla y no ofenderla,
por llegar más cerca a verla,
descendía al primer cielo;
que los orbes celestiales,
cuando suspensos la vieron,
el orden mudar quisieron
de sus cursos naturales,
y que la undécima esfera,
por estar mas cerca, al ver
un cielo en una mujer,
pretendió el ser la primera.
Y su soberano esposo,
pues ser suyo ha merecido,
galán iba, aunque encogido,
y contento, aunque medroso.
A su mano no llegaba,
mostrando con claridad
que alguna divinidad
en su valor respetaba.
Íbanlos acompañando
infinita gente, yendo
los unos encareciendo
y los otros admirando,
logrando las esperanzas,
robando los corazones,
recibiendo bendiciones
y despreciando alabanzas.
Y estas variedades todas
tuvieron alegre fin
en las casas de Joaquín,
donde se hicieron las bodas,
y donde, poco después,
partió José con su esposa
hasta su tierra dichosa,
pues que la pisan sus pies.
Y yo, por ser el primero
que estas nuevas ha traído,
por los aires he venido,
y ya con el alma espero
lo que pisaron sus plantas
barrer con labios indinos.
Los alborozos divinos
y las confusiones santas,
¿no oís entrar por las puertas
desta casa, a quien por suya
el tenerlas se atribuya
para tanta gloria abiertas?
¿No las miráis, que parece,
viendo a José y a María,
que temblando de alegría
se levanta y fortalece?
¿No veis, casi sin aliento
de gozo, a Joaquín y Ana
señalando en cada cana
muchos siglos de contento?
Los luceros celestiales,
¿no veis con qué humilde celo
ya la convierten en cielo,
ya pisaron sus umbrales,
va con semblante divino
satisfacen tanta gente,
ya los dejan cortésmente
que descansen del camino?

ISACAR Vamos a besar sus pies
con humilde reverencia.

EFRAÍN Esa justa diligencia
podremos hacer después.

ISMAEL Sí, pues ocupar los ojos
nos deja sólo el respeto
de verlos.

ABDER Es propio efeto
de sus divinos despojos.
(Van saliendo JOAQUÍN, ANA, JOSÉ Y MARÍA, y se quedan
admirados los que estaban fuera.)

JOAQUÍN Ya, mi José y María
de pisar mi patrio suelo
y hacer de una casa cielo
llegó el venturoso día.
Ya, por los inmensos bienes
de emplearse en tal servicio,
las piedras de su edificio
me están dando parabienes.

ANA Y yo, pues en tales modos
admiro sus pretensiones,
por sus más hondos rincones
voy a recibirlos todos,
y también a disponella
para tan inmenso bien.

JOAQUÍN Y yo, envidioso también,
quiero hacer lo mismo en ella.

JOSÉ Mis padres, para mostrar
lo que debo agradecer,
pues no acierto a responder,
remitirélo a callar,
poniendo en los ojos míos
las lenguas del corazón.

MARÍA Mis padres, extremos son
vuestros amorosos bríos;
pero considero al verlos
que pagáis por mí al mostrarlos
con el gusto de emplearlos,
lo que debo agradecerlos.

ANA ¡Ay, hijos del alma mía,
contento llevo infinito!

JOAQUÍN En mi corazón escrito
llevo José y María.
(Vanse JOAQUÍN y ANA.)

JOSÉ Y yo, esposa, te prometo,
indigno de tu valor,
el servirte con amor
y adorarte con respeto.
Pues, María, cuando fuera
que el voto de castidad
nuestra unida voluntad
revalidado no hubiera,
inspirando el mismo Dios
en ti y en mí, por lo cual
fue en los dos condicional
y es absoluto en los dos
el mirarte peregrina
y el ver en ti soberana,
en una deidad humana,
una humanidad divina,
tanto en la esperanza toca
y permanece en la fe,
que a la estampa de tu pie
no se atreviera mi boca.

MARÍA José, ese celo santo
que salva mi indignidad
y obliga tu autoridad
a que me respetes tanto,
premios son que el alto Dios
pronostica a mi bajeza
por la virginal limpieza
permaneciente en los dos,
cuyas virtudes son tales,
que hacen puras concordancias
con las divinas sustancias
de los coros celestiales,
y tanto vienen a ser
en los hombres importantes,
que los hacen semejantes
al divino eterno ser,
haciéndolos celestiales
al compás que milagrosas
los dividen de las cosas
sensibles y materiales,
pues les da capacidad
que los lleva y encamina
a gozar la luz divina
de la inmensa Majestad;
y como lustrosa y pura
resplandece tanto en ti,
a Dios respetas en mí,
de quien soy indigna hechura.

JOSÉ Virgen bella, esposa pura,
a quien consagro en el pecho
mi corazón satisfecho,
que mil dichas me asegura.
Con tan excelsos despojos
tus pensamientos propones,
que confirmo en tus razones
lo que previne en tus ojos.
Para poder alabarte
siendo tan alta su suerte,
si no alcanzo a conocerte,
¿a quién podré compararte?,
pues vistos al sol serenos
los cielos o imaginados
sus serafines alados,
todo me parece menos.
Y sí advierto, pues te vi
en Dios tan constante y fiel,
que a todo lo que no es él
debo preferirte a ti.
Siendo el sol, que humilde alabo,
en tus ojos claro espejo,
niño grande, mozo viejo,
padre hijo y dueño esclavo.
Con el divino interés
de que te sirva mi sombra
no de Pabellón, de alfombra,
siempre indigna de tus pies.

MARÍA Dueño mío, esposo amado,
con tan general consuelo
por el índice del cielo
en la tierra señalado
para mi fiel compañía:
tú eres, haciéndola santa,
un monte que me levanta
y, una estrella que me guía;
un prudente Salomón
que aconseja mi terneza
y una heroica fortaleza
que conserva mi opinión.
Y so, pues tan tuya soy,
que, indigna de ser tu esposa,
en tu mano milagrosa
siempre contemplando estoy
florida la seca vara,
donde digno asiento toma
la soberana paloma,
que tu valor me declara,
debo a todo preferirte,
estimarte, engrandecerte,
como a padre obedecerte
y como a dueño servirte.

JOSÉ Querida esposa, ángel bello,
a merced tan singular
sólo respondo con dar
gracias al Señor por ello.

MARÍA Soberanas deudas son
de su inmensa Majestad,
y pues es la soledad
la base de la oración,
voy donde pueda tenerla,
sólo en Dios puesto el cuidado.
Queda en paz, esposo amado.
(Vase.)

JOSÉ Dulce esposa, ve con ella.
¡Rey inmenso! ¿Qué os movió,
desde vuestro empíreo cielo,
a dar tal tesoro al suelo
para que le guarde yo,
habiendo en él siempre sido
perezoso y descuidado,
aunque tanto os ha estimado
quien tan poco os ha servido?
Declaradme este secreto...
Mas es soberbia querer
un vil gusano saber
vuestro divino conceto;
y así, de mis esperanzas
renuncio las pretensiones
y a vuestras disposiciones
remito mis confianzas,
llevando, pues que me toca
pediros siempre la mano,
vuestro nombre soberano
en el alma y en la boca.
(Entrase JOSÉ y aparece MARÍA de la manera que la pintan
en la Anunciación.)

MARÍA "Parvulus enim. natus est nobis
et filius datus est nobis".
Niño habéis de nacer, Hijo del hombre
os habéis de llamar, mi Dios, Gigante
tan alto y poderoso,
haciéndole a vos mismo semejante,
pues queréis, más hermoso
que la misma hermosura,
ser su hacedor y parecer su hechura.
Pero aunque naceréis en la terneza,
manso niño, de Dios omnipotente,
de Señor soberano
tendréis la fortaleza,
tan elevado heroico y eminente,
que con valiente mano,
entre glorias y asombros,
vuestro reino afirméis en vuestros hombros.
Siendo a todos los orbes admirable
vuestro nombre, prudente consejero,
Rey fuerte, Dios piadoso,
invencible, inefable,
Padre común del siglo venidero,
gozaréis poderoso
y sobre el trono de David sentado,
con paz eterna, imperio dilatado.
Para corroborar y hacer eterno
su reino con la célica justicia
de vuestras manos santas,
cuyo inmortal gobierno,
que a la tierra acaricia,
obrará entonces maravillas santas,
con el amor constante
del Dios de los ejércitos triunfante.
Ea, pues; ya, Señor, lléguese el plazo;
vuestras misericordias se anticipen;
venga el Rey que Cordero
ha de ser juntamente y dé un abrazo
al mundo; participen
los humanos de un bien, por quien espero
que en pacífica guerra
ha de enseñorearse de la tierra.
Córtese ya, Señor, de la cantera
de los hijos de Adán, sin obra humana,
aquella piedrecilla
que, como si trajera
tras sí toda la esfera soberana.
será con maravilla
su golpe poderoso
a destruir el reino tenebroso.
A mis padres habéis con juramento
prometido esta dicha milagrosa
y al mundo peregrina;
dádnosla, gran Señor del firmamento.
¡Quien fuera tan dichosa
que ver pudiera su niñez divina
fuera del seno de su Padre eterno
y al pecho santo de su tierna Madre!
De su pecho los rayos esperando
y, como hermano mío, su luz pura
de mi sayal vestida.
¡Quién se viera adorando
sus tiernas plantas, para estar segura
de que en la humana vida,
cuyos peligros toco,
después ninguno me tuviera en poco!
¡Oh pura y felicísima Doncella,
pues que, según las profecías santas,
Rey de tal poderío
ha de humanarse en ella,
lloviendo en sus entrañas sacrosantas,
cual celestial rocío
en tierra virgen, por quien no ha pasado
del tosco labrador el corvo arado!
Más limpia quedará que las estrellas,
porque della saldrá, cual flor nacida
en el inculto prado.
Rey coronado dellas:
dejadme ver la vara florecida
de Jefé; al sol parado
descubra con celeste concordancia
la divina azucena su fragancia.
¡Oh, cielo incomprensible! ¡Oh si yo fuera
humilde esclava de tan gran Señora!
Y el bien en que me fundo,
si yo le mereciera,
fuera posible que alcanzara agora,
como es, sin duda, que la goza el mundo,
pues ya vemos tan cerca de cumplido
el plazo del Mesías prometido,
y ya tenemos en el ver que viene
el cetro de Judá a extranjera mano,
y en el común consuelo
de la paz general que el mundo tiene,
y en ver el soberano
triunfante aplauso con que alegre el cielo
la mira: hasta en los brutos animales,
de tan inmenso bien claras señales.
(Sale el ángel GABRIEL, arrodillándose delante de

MARÍA.)

GABRIEL Dios te salve, María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
mujer a quien señala
y bendice entre todas.

MARÍA Suspensa de turbada
doy la fe a los oídos
y a los ojos el alma.
Mi Paraninfo bello,
tu traje y tus palabras,
¿qué novedad incluyen
divinamente extrañas?'

GABRIEL No te turbes, María,
ni temas si te espantas
de mi salutación,
jamás de ti escuchada,
desde que ha que yo soy
capitán de tu guarda,
teniendo por soldados
infinidades tantas
de espíritus divinos
que siempre me acompañan;
ni te admire, señora,
de verme en forma humana,
pues de tales efectos
sabrás luego la causa.
Tú fuiste la dichosa
que, hallando especial gracia
en los divinos ojos,
has merecido tantas,
y ejercitando agora
su divina privanza,
tan digna de Dios eres,
que te escoge y señala
por que con Él asistas
a donde sean tus galas
la real vestidura
guarnecida y bordada
con el oro divino
de la caridad santa,
de todas las virtudes,
inmensamente varias,
te ciñe y te rodea,
y sus olores sacras,
como de aromas finas,
al mismo Dios regalan.
Tú eres la toda hermosa
de tus estrellas claras;
de cándida paloma
sólo un rayo traspasa
del corazón divino
el alma enamorada;
y con sólo un cabello,
por tu cuello y espaldas
al descuido esparcido,
lo encadenas y enlazas,
lo rindes y aprisionas.
Tú eres la aurora blanca
que cautivos desean
los santos patriarcas.
Tú eres la mujer fuerte,
por quien ven quebrada
del común enemigo
la cabeza villana.
Desto ha de ser entonces
felicísima causa
un hijo concebido
de tus puras entrañas,
que cuando salga de ellas
el mismo Dios te manda
que lo llames Jesús.
Ya en las esferas altas,
respetando su nombre,
celebran su alabanza.
Será grande, y llamado,
en cuanto el globo abarca,
del Altísimo hijo,
de cuya mano franca
recibirá triunfante
la silla soberana
de su padre David,
y reinará en la casa
de Jacob, que infinita
engrandece y levanta
su corona y su cetro,
no sujeto a mudanzas,
en su heroica cabeza
y en su mano gallarda.

MARÍA Celeste guarda mía,
en tu excelsa embajada
no dudo las verdades
en tu boca ordinarias;
mas de humilde, encogida;
de gloriosa, elevada,
represento las dudas
que proponen mis ansias,
por ver en noche oscura
que me amanezca el alba,
cuando tus instrucciones
alumbren mi ignorancia.
¿Cómo, si tengo al cielo
virginidad votada,
y sus inspiraciones
alientan mi esperanza,
podré ser madre y virgen?

GABRIEL Pon al oído el alma,
del Altísimo hija,
y escúchame, olvidada
en tu naturaleza
de la razón que alcanzas,
y considera en Dios
profundidad tan alta,
que la pierde de vista
la inteligencia humana,
viendo sólo tinieblas
la vez que se levanta
a su cielo atrevida,
en su sol deslumbrada,
y cree que esta sombra
vendrá a ser tu luz clara,
obrando esta virtud
misericordias tantas,
porque el Hijo divino
que a ser humano baja,
lo es del Padre Eterno
en su mente sagrada,
sin madre concebido
y en tus puras entrañas
sin padre lo ha de ser.
Y si consideraras
que el que por mí te ofrecen
mis heroicas palabras
es el que ha de lograr
las ciertas esperanzas
del pueblo de Israel,
el cuidado excusaras
de guardar tu limpieza
con evidencia clara
de que eres la Doncella
y Madre sacrosanta,
en quien hacen los cielos
tan prodigiosa hazaña,
y eres del Santuario
la puerta que, cerrada,
hacia el oriente mira,
donde el sol que la guarda
a todos la defiende,
porque está reservada
para el Príncipe solo,
que dejará al entrarla
su virginal clausura
más perfecta y más santa,
pues es tan poderosa
la mano que levanta,
que no hay cosa imposible
a su potencia magna.
En tu prima Isabel
verás cómo declara
su poder infinito,
pues, no obstante las causas
de ser vieja y estéril,
ya los seis meses pasan
de su preñez dichosa.
Mira si es cosa llana,
que hará, quien pudo hacer
con mano soberana
que una estéril conciba,
que una doncella para.
Y aunque es verdad, Señora,
que esta dicha esperada
sin tu consentimiento
pudiera ejecutarla,
por que cumplidamente
su matrimonio hagan,
tomando el ser divino
naturaleza humana,
tu voluntad dispone,
por que seas al darla
un "sí" venturoso
autora de la. gracia,
como la primer madre,
comiendo la manzana,
fue autora de la ofensa.
Virgen pura, ¿qué aguardas?
¿Qué dudas te suspenden?
¿Por qué este "sí" dilatas?
Advierte que lo esperan,
para tener su gracia
con nueva perfección,
las divinas sustancias,
para ser redimidos
los humanos. Y para
obrar este misterio
que los orbes espanta,
la Trinidad eterna,
que te elige y señala,
el Padre para Hija,
y para Madre intacta
el Hijo, y para Esposa
querida y regalada
el que verás en forma
de una paloma blanca.

MARÍA Gabrïel soberano,
aquí la humilde esclava
del Señor se sujeta:
su voluntad se haga,
en mí como en tu boca
lo dispone y declara.

GABRIEL Ya eres Madre de Dios;
con sola esa palabra
se encarnó la Divina
en tus puras entrañas.
Queda en paz, que los cielos
ya escucho que le cantan
la gloria que en ti miran.

MARÍA Si ellos por mí le alaban,
quedaré tan contenta
como quedo admirada.

El mejor esposo
Guillén de Castro

Copyright Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000



El mejor esposo
Guillén de Castro




SAN JOSE El mejor esposo- Guillén de Castro