SAN JOSE El mejor esposo- Guillén de Castro - JORNADA PRIMERA

JORNADA SEGUNDA



(Salen ISABEL y un ZAGAL.)

ISABEL ¿Qué tan dichosa es mi casa?
ZAGAL Tan dichosa, que ya llega
el mayor bien de los bienes
a entrársele por las puertas,
y nuestro mudo señor,
que le recibe y celebra,
para mostrar su alegría
se convierte todo en lenguas.
Los extremos de su gloria
con tales afectos muestra,
que no fueran las palabras
tan fuertes como las señas.
Infinitos le acompañan,
y para darle a la fiesta
la debida cortesía,
con el gran José se queda,
donde, agradecido a todos,
los despide y los granjea.
Mas tu soberana prima,
mostrando la alegre priesa
con que viene a ver tus ojos,
primero en tus casas entra,
con músicas pastoriles,
entre coros de doncellas,
que, esparciendo en sus espaldas
al sol las doradas hebras
y con guirnaldas de flores
coronadas las cabezas,
la bendicen y la alaban,
la acompañan y la cercan.

ISABEL Cuando a recibirla voy
me suspende su belleza.
(Dentro.)

PASTOR PRIMERO Esparce arrayán y juncia.

PASTOR SEGUNDO Vierte rosas, flores siembra

PASTOR TERCERO Emplea los instrumentos.

PASTOR PRIMERO Repica las castañetas.
(Salen MARÍA y dos DONCELLAS, tendidos los cabellos y
con guirnaldas de flores, y muchos PASTORES tendiendo
los capotes y sayos, por donde pasa MARÍA, y tañen y
cantan.)

PASTOR PRIMERO Tiende el capote, Enaín.

ENAÍN Pardiez, la camisa tienda
para que pisen sus plantas,
aunque me quede sin ella,
como nacido de agora.

PASTOR SEGUNDO No sería mala fiesta.
(Cantan.)
Bien venga María,
venga en hora buena,
para hacer bendita
la dichosa tierra
que sus plantas pisan
y su vista alegra;
bien venga María,
venga norabuena.
Alábela el cielo,
y con sus estrellas
cuente sus virtudes
y sus excelencias.
Bien venga, etc.
(Está ISABEL como absorta.)

MARÍA. Dios te salve, Isabel mía,
y para bien, prima, sea
el misterioso preñado;
que sí será, pues nos muestra
el que a esta edad os dio fruto
de su bendición que en ella,
con muchos dones del Cielo,
os dará su gracia entera;
y, el niño que ha de nacer
de vos ya santo, estad cierta
que de Dios la mano franca
hará al mundo manifiesta,
con general regocijo,
con admiración inmensa
entre todas las naciones
naturales y extranjeras.

ISABEL Dadme, prima, vuestros brazos;
pero ¿qué luz tan perfecta
alumbran mis ciegos ojos?
Dejad que bese la tierra
que pisáis, pues cielo sois,
serenísima Doncella,
y entre todas las mujeres
bendita por excelencia,
bendito el divino fruto
que vuestras entrañas llevan,
pues sin obra de varón
tenéis humanado en ellas
al Hijo de Dios, y en Él
toda su divina Esencia.
¿Cuándo pude merecer
yo que a visitarme venga
la que es Madre soberana
del que en la región excelsa
es Señor mío y de todo
cuanto eterniza y gobierna,
para cuya Majestad
todos los orbes y esferas,
a no disponerlos Él,
angostos lugares fueran,
cuanto y más esta casilla,
tan humilde y tan pequeña,
adonde sólo mi amor
simboliza su grandeza?
Desde el punto que, Señora,
las dulces palabras vuestras
llegaron a mis oídos,
admiré premisas ciertas
de tan heroicos misterios;
pero en la distancia mesma
que llegué, al gran Rey que viene
en vuestras entrañas tiernas,
el niño que está en las mías,
dando saltos, dando vueltas,
de las mercedes que alcanza
me dio milagrosas muestras,
y parado de rodillas
adora su heroica Alteza,
y su venida admirable
con alabanzas celebra,
siendo tan divinamente
santificado y profeta,
que para mostrar su gracia
profetiza con mi lengua.

MARÍA Y tú, prima, me engrandeces y levantas
a mí, como sujeto
de las misericordias sacrosantas
para tan alto efeto;
pero mi alma de su gracia rica,
a mi Dios engrandece y magnifica
como autor de los bienes inmortales,
mi espíritu alaba,
levantando las glorias celestiales,
pues desta humilde esclava,
siendo entera salud, no han despreciado
sus graves ojos mi pequeño estado,
desde entonces tan alto Y eminente,
que bienaventurada
todos me llamarán eternamente,
por verme levantada
a obrar en mí un milagro prodigioso
con nombre santo el siempre poderoso;
pues a su gran piedad, ni limitada,
los tiempos se sujetan,
y así será en los siglos dilatada
para los que respetan
y obedecen medrosos cuanto mande
su Majestad, eternamente grande;
la fuerza, que en su nombre es infinita,
manifiesta mostrando
que su poder da reinos y los quita,
rindiendo y derribando
los soberbios del trono, que en los vientos
fabricaron sus vanos pensamientos,
postrando así los poderosos cuanto
los humildes levanta,
y haciendo así, con general espanto,
su mano justa y santa
de chicos grandes y de grandes chicos,
de ricos pobres y de pobres ricos.
Y usando agora con su pueblo hebreo
mayor misericordia
que pudiera pedir con el deseo,
pues que con tal concordia
como hijo a su pecho siempre ha sido,
le ha en sus divinos brazos recibido,
para manifestar que no se olvida
el celestial Monarca
de la misericordia prometida
al primer patriarca,
que infinidad de siglos diferentes
gozarán sus dichosos descendientes

ISABEL Esas divinas razones
tanto alegran mi sentido,
que quisiera a cada oído
aplicar mil corazones.
Que el cielo las solemnice
es justo, Pues es, María,
su misma sabiduría
el que en tu boca las dice.

DONCELLA PRIMERA ¡Qué admirable suspensión
nos tiene a todos así!

DONCELLA SEGUNDA ¿Qué se hablaron?

PASTOR PRIMERO No lo oí.

PASTOR SEGUNDO Misterios del cielo son.

PASTOR TERCERO Sí serán, yo os lo prometo,
pues con gusto de escuchar
allá me quise llegar
y me detuvo el respeto.

DONCELLA PRIMERA En todos debió de ser
lo mismo.

DONCELLA SEGUNDA Yo así lo siento.

ENAÍN El arca del Testamento
me parece esta mujer,
esta divina Señora,
pues con tales maravillas
se le postra de rodillas
nuestra Isabel.

PASTOR PRIMERO Calla agora,
que ya allí viene su esposo
con nuestro dichoso mudo,
pues ver en su casa pudo
parentesco tan dichoso.

PASTOR SEGUNDO Los más que alegres despojos
de ventura semejante
señala con el semblante
y asegura con los ojos.

PASTOR TERCERO ¡Lo que hace por hablar!

PASTOR PRIMERO Di lo que habla callando,
puertas del alma mostrando
abiertas de par en par.

DONCELLA PRIMERA Las señas que sabe hacer
con que explicar su cuidado!

DONCELLA SEGUNDA Y el buen José, ¡con qué agrado
se las procura entender!
(Mientras dice esto han, ido saliendo JOSÉ, ZACARÍAS y
otros.)

JOSÉ Dadme las manos, señora.

ISABEL José, los brazos tenéis;
dichosamente gocéis
el estado que os mejora.

JOSÉ Y en vos, bendito y dichoso
sea el fruto de un preñado
que ha sido tan deseado
como será milagroso.

PASTOR SEGUNDO Todos podemos llegar
a José; hablémosle,

ENAÍN Yo, yo solo, que sabré
por todos, le quiero hablar.

PASTOR TERCERO No te turbes.

ENAÍN Sin temor
voy deso.

PASTOR PRIMERO ¿En qué lo has fundado?

ENAÍN En que ya yo voy, turbado.
¡Señor José! ¡Ah, señor,
sea para bien venido,
que no será para mal!

JOSÉ Vos, bien hallado, zagal...

ENAÍN ¡Oh, qué venturoso ha sido
en merecer una estrella,
y tan linda, por esposa,
si mide el ser virtuosa
con lo que tiene de bella!
¿Cómo viene dando el día
qué mirar y qué lucir?
Pero ¿cómo ha de venir
con tan buena compañía?
¿No admira lo sucedido
en esta casa y el ver
preñada así la mujer
y así sin habla el marido?
Porque dis que no creyó
que lo estaría o lo estaba;
si de setenta pasaba,
lo mismo me hiciera yo.
¿Qué le parece de Ebrón?
¿Qué le dice destas cosas?

JOSÉ Que son todas milagrosas:
tanto, que admirables son.

ENAÍN Pues aun más sera de ver.
de oír y considerar
el ver al marido hablar
cuando para la mujer,
porque dicen que querrá
el que en sus entrañas labra
que le para la palabra.

ISABEL(Aparte.) La voz al menos será.

MARÍA Porque la palabra yo
en mis entrañas la tengo

ENAÍN Para bailar me prevengo.
¿No digo bien?

JOSÉ Sí, ¿pues no,

ENAÍN Y si eso todo es verdad,
¿qué habrá imposible después?

ISABEL Para Dios nada lo es.

JOSÉ ¡Qué santa simplicidad!

DONCELLA PRIMERA ¡Qué notables cosas vemos
en Ebrón de cada día!

DONCELLA SEGUNDA Mira en José y en María
dos soberanos extremos.

PASTOR PRIMERO Y el buen mudo, ¡con qué celo
a todos mira y admira,
y de cuando en cuando mira
al cielo, alabando al cielo!

MARÍA Vamos. prima, norabuena.

ISABEL Y descansaréis así
del camino.

MARÍA Para mí
ya no hay cansancio ni pena.
(Hace señas ZACARÍAS a JOSÉ.)

JOSÉ, Ya yo os entiendo; lograd
tan seguras esperanzas,
dando por todo alabanzas
a la eterna Majestad.

PASTOR PRIMERO Toca, canta,

ENAÍN Y haga el son
cosquillas a la alegría.
(Cantan,)
José y María
para en uno son.
José venturoso
tiene una mujer
por quien viene a ser
el mejor esposo;
el cielo piadoso
hizo la elección
de tal compañía;
José y María
para en uno son.
(Vanse todos. Sale AUGUSTO CÉSAR y algunos SENADORES
romanos.)

SENADOR ¡Viva Augusto César, viva!
OTRO Por que de su pueblo fiel
justa adoración reciba.

CÉSAR Basta que el verde laurel
corone mi frente altiva.
Detén, Torcato, esa gente
y diles que su intención
considero amablemente,
mas la sacra adoración
denla al cielo solamente.

SENADOR PRIMERO Cuando obligada acrisola
tu valor y cuando ves
que ve a tu fortuna sola
asegurando tus pies
sobre la esférica bola;
cuando con glorias tan ciertas
ve cerradas por tu mano
de Jano las divas puertas
y en tu valor soberano
mira las del cielo abiertas,
cobrando eterno renombre
y dando causa inmortal
de que se alegre y se asombre
con la paz universal
que goza el mundo en tu nombre;
y tantos, que, ya olvidados
de las bélicas jornadas
los animosos soldados,
de las ociosas espadas
hacen próvidos arados,
no te admires, no te espantes
de que te pidan tus gentes
con extremos semejantes
que sus ánimos contentes
y tu grandeza levantes.

SENADOR SEGUNDO Si no sólo dichas tales
se imprimen en sus entrañas,
más las gozan generales
hasta en las duras montañas
los rústicos animales;
pues que los lobos y ovejas,
los tigres y los corderos,
hacen iguales parejas,
dejando los ganaderos
sin pérdidas y sin quejas.
Y aún tuvieran concordancia
los elementos, vencida
su soberbia y su arrogancia,
si no constara su vida
de su misma repugnancia.
Cuando tú por ellos ves
que parece que los montes
ponen su cumbre a tus pies
y alegres sus horizontes
te suplican se los des;
cuando admira este misterio
hasta el bruto más feroz;
cuando todo el hemisferio
está escuchando tu voz
y se sujeta a tu imperio,
no es sin causa que a millares,
por dar de su amor indicios,
los nobles y populares
te prevengan sacrificios
y te levanten altares.

SENADOR TERCERO Pues en esto ya el Senado
con el pueblo ha convenido:
lógranos tan buen cuidado
como dueño agradecido,
como príncipe obligado.

SENADOR CUARTO Reciban por ti las gentes
este general consuelo,
pues en partes diferentes
te muestra su aplauso el cielo
con señales evidentes.

CÉSAR Bien conozco que queréis
obligarme, y me obligáis
cuando en los cielos ponéis
el amor que me mostráis
y las honras que me hacéis.
Mas viendo a mil desventuras
sujeto mi humano ser
y entre nubes tan oscuras
dependiente mi poder,
de las humanas criaturas
rehúso la adoración,
de Dios santo hurtando al cielo
la excelsa jurisdicción;
pero por daros consuelo,
sin mengua de mi opinión,
y en vuestro nombre mostrar
que soy en paz como en guerra
eminente y singular,
por el mejor de la tierra
me dejaré celebrar.
Y para saber si sólo
el más soberano soy
que hay del uno al otro polo,
respuesta esperando estoy
del Oráculo y de Apolo.
(Sale un CAPITÁN.)
Con ella resolveré
esta duda, pues ya viene
el que por ella envié.

CAPITÁN Y el que ya la boca tiene
en la estampa de tu pie.
Devota y divinamente
llegó el sacerdote sumo,
y al Oráculo eminente
esparció oloroso humo
y ofreció sangre reciente;
pero a su duda propuesta,
de su lenguaje divino,
no mereció la respuesta.

CÉSAR Deste intento peregrino
clara indignación es ésta.
Vamos, que yo mismo quiero
aplacar su indignación
dando en su aspecto severo
al alma la devoción
y a la víctima el acero,
hasta ver si se ha ofendido
de mi intención y ha quedado
por mi causa enmudecido.

CAPITÁN Si se ve por ti adorado,
por ti quedará vencido.
(Vanse y sale JOSÉ.)

JOSÉ. Señor del firmamento,
desta tiniebla clara y luz oscura
sacad mi entendimiento.
¿Qué haré, pues me acobarda y me asegura
con certeza o antojos?
¿Daré crédito al alma o a los ojos?
Allí viene mi esposa.
¡Quién pudiera pensar que en glorias tales
la vista temerosa
huyera al ver las próvidas señales
que me tienen en calma,
loco el sentido y descompuesta el alma!
(Sale MARÍA.)

MARÍA En mi José querido,
viendo de mi preñez señales ciertas,
la pena he conocido;
siento sus dudas, pero abrir las puertas
al divino secreto
no será desta causa digno efeto.

JOSÉ Este dolor resisto
con tu auxilio, Señor.

MARÍA A mí me mira
como que no me ha visto:
ya al cielo da los ojos, ya suspira,
y con mansa tristeza
le divierte su llanto en su terneza.
A sus tiernos enojos
resisto, viendo puesta mi esperanza
donde él pone los ojos.

JOSÉ Si tiene fe la humana confianza,
¿quién como yo podía
tenerla en las virtudes de María?
Pero al ver...

MARÍA Si le toca
a mi José el soberano aliento
que sale por mi boca,
su consuelo ha de ser.

JOSÉ Mi sentimiento
parece que sosiega
su luz divina, que a mis ojos llega.
(Hasta aquí han hablado todo aparte.)

MARÍA ¡Mi José!

JOSÉ ¡Mi María!

MARÍA ¿Tanto espacio dejáis de vuestra esposa
la amable compañía?

JOSÉ Es para mí tan dulce como hermosa;
pero cierto accidente
gusto en las soledades me consiente,
donde estoy divertido
en cierta duda; oíd: ¡Ay, cielo santo!
¡Ay, ánimo encogido!
¿Cómo es posible el atreveros tanto?
¡Ay de mí!

MARÍA(Aparte.) ¡Ay, prenda cara,
quién os satisficiera y consolara!
(Alto.)
Pues yo, mi bien, mi Esposo,
¿no he de saberla? El mal comunicado,
¿no es menos poderoso?
¡Mi querido José, mi Esposo amado!
¿Qué habéis? Decidlo al punto...
(Aparte.)
Mas ¿qué diréis, si lo que sé os pregunto?
(Alto.)
¿En serviros no empleo,
vigilante, el cuidado? Y, peregrino,
no culpéis mi deseo
si vuestros pensamientos no adivino;
informad mi ignorancia,
y la enmienda pondré en la vigilancia.

JOSÉ Sol de mi claro día,
revienta el pecho lo que el alma os debe;
pero la lengua mía
a deciros mis ansias no se atreve.
(Aparte.)
Cobarde en mis recelos.

MARÍA Pues yo voy a saberlas de los cielos,
a quien siempre visibles
les son las calidades de las cosas
y en quien nunca imposibles
fueron las maravillas milagrosas:
que a quien Dios no le inspira
su luz excelsa, ciegamente mira.
Vos, esposo, entre tanto
poné en la suspensión la confianza,
mientras el cielo santo
baja, a lograr mi célica esperanza,
alguna luz divina,
como el alma la espera y la imagina. (Vase.)

JOSÉ Más confuso me deja,
abierto el corazón, la lengua muda.
¿Qué impulso me aconseja
sin luz en las tinieblas desta duda?
¿Quién ciega mi sentido?
¿Tras qué norte tan claro voy perdido?
¿Qué penetrante flecha
rompe mi corazón? ¿En qué imposible
se funda mi sospecha?
Mas ¿puede haber engaño en lo visible?
Pero ¿quién determina
flaqueza humana de mujer divina?
El ver en su semblante
tanta divinidad y compostura
y que al sol semejante
parece su diáfana hermosura
un viril cristalino,
por quien se mira un resplandor divino;
el ver su heroica vida,
tan milagrosamente conservada,
y el ver que, suspendida,
sobre angélicos hombros levantada,
llega hasta los umbrales
del cielo a ver sus glorias celestiales;
y el ver que, honrando el suelo
que alegre pisan sus hermosas plantas,
le envía abierto el cielo
tan grande infinidad de luces santas,
que parecen estrellas,
y que el sol baja a coronarla dellas,
me tiene instruido
de sus divinidades eminentes.
¡Mas de haber concebido
la acusan las señales evidentes
y con grande violencia
vence la confianza a la evidencia!
¿Qué haré? ¿Daré piadoso
crédito a lo que vi o a lo que creo?
Confuso y vergonzoso,
vario entre la sospecha y el deseo,
mi paciencia se anega,
mi fe se aviva y mi razón se ciega.
¿Daré razón del caso
al tribunal supremo y eminente?
Mas, ¡ay, que pena paso!
¿Qué será si castigo una inocente
cuyos tiernos despojos
llevo dentro en las niñas de mis ojos?
Demás de que no siento
que pueda ser incasto ni culpable,
ni menos aún sólo el pensamiento
de aquel ser tan heroico y admirable.
Mas ¿qué puede haber sido
haber sin obra mía concebido?
¡Si será la doncella
que nos promete el cielo en Esaías,
para encarnarse en ella
la divina Palabra, el gran Mesías
de Israel esperado!...
Incierto estoy, dudoso y admirado,
porque si es tan dichosa
la excelente, clarífica María,
aunque es mi intacta esposa,
indigno soy de hacerla compañía,
y así quiero dejarla,
porque será ofenderla acompañarla.
Mas de la mano franca
de Dios para mi Esposa fue elegida
con la paloma blanca
que vi sobre mi vara florecida;
pues ¿cómo no he dudado
en si es culpa dejar lo que Él me ha dado?
Quédese, aunque en la tierra,
gozando como goza de los cielos,
y, acabe yo esta guerra
de entre mis confianzas y recelos
en otros horizontes,
vagando selvas y viviendo montes.
Guiadme, cielo pío...
Pero ¿qué impulso mis entrañas viene
y qué cobarde brío
parece que me arroja y me detiene?
¿Qué nueva duda empiezo?
¿Por qué peñas camino? ¿En qué tropiezo?
Con tan débil quebranto,
parece que del alma me despido
ya sin aliento; tanto,
que el cielo invoco y a la tierra mido
con el mundo pequeño.
¡Qué milagrosamente rindo al sueño!
Sin duda algún misterio
incluye en mí tan súpita mudanza.
Al soberano imperio
consagro el ser, remito la esperanza...
Apenas vacilando
estoy durmiendo cuando estoy soñando.

GABRIEL No temas, José santo,
de David descendiente, pues tu esposa
del Espíritu Santo,
por obra sacrosanta y milagrosa,
concibió castamente
al que ha de ser remedio de la gente.
Y al hijo soberano
que parirá, Jesús le da por nombre,
pues junta, siendo humano,
al ser de Dios naturaleza de hombre,
por que sea posible
al ser Dios inmortal hombre pasible.
Vuelve a tu compañía,
espera alegre al deseado Infante,
que en tu excelsa María
vive gozoso y nacerá triunfante,
quedando esta doncella
tan virgen siempre como siempre bella.
Emanüel llamado
será: nombre también que ha convenido
con el ser de su estado.
Y así en su pueblo se verá cumplido
lo que ofreció Esaías
en sus heroicas, santas profecías.
(Sube la invención y despierta JOSÉ.)

JOSÉ Paraninfo celeste,
oye mi humilde voz; espera, espera.
¿Qué regocijo es éste,
Señor? Para decir como quisiera
el bien que el alma cobra,
lengua me falta, admiración me sobra.
Pero voy a dejarla
a los pies de la célica María,
donde, para mostrarla
tiernamente mi sólida alegría,
les daré por despojos
lenguas en los cristales de mis ojos.
(Vanse, y salen CÉSAR AUGUSTO, cuatro SENADORES y una

SIBILA.)

CÉSAR ¡Notable maravilla!

SENADOR PRIMERO ¡Al mundo
espanta!

CÉSAR ¿Es posible que el cielo facilite
tanto bien que en la tierra se levanta?
¡Fuente de aceite en Roma, y tal, que imite
al agua en claridad!

SENADOR SEGUNDO Copiosa y
tanta,
que ya que con el Tíber no compite,
en su margen al sol resplandeciente
alegra más que su cristal corriente.

SENADOR TERCERO Así dicen que el cielo nos declara,
dando, para decir tu suerte altiva,
fértil boca a la tierra y lengua clara
al pacífico fruto de la oliva,
que por Dios de la paz divina y rara
el dilatado mundo te reciba
y Roma te levante altares sacros,
ardientes piras, divos simulacros.

CÉSAR A vuestra inclinación y a vuestro ruego,
muchas fuerzas les diera esos indicios,
si al bien común y al general sosiego
mirara estar los dioses más propicios;
pero dudoso estoy, confuso y ciego
de ver que mis continuos sacrificios
mudos responden, y hoy me han declarado
que a un Niño hebreo se los ha mandado.
Con todo, si descubre este misterio
tu sacra lengua y a decirme viene
que para el soberano ministerio
soy el hombre mejor que el mundo tiene
y que mi dignidad y magno imperio
tan solamente a mi valor conviene,
me adoraréis el pie sobre la bola
por digno della a mi persona sola.

SIBILA Mi espíritu, movido y levantado,
señor, a las esferas celestiales,
cuyo dueño infinito, coronado
de glorias infinitas inmortales,
ha infundido en las mías y ha causado
a efecto tal divinidades tales,
digo que he visto; escúchame y perdona
el respeto que pierdo a tu corona.
Que a ti, pues no eres Dios, no se te debe
divina adoración, ni el mejor hombre
eres del mundo tú para que lleve
el primero lugar y el mejor nombre;
ni el autor de la paz tampoco apruebe
ninguno que eres tú, ni tal renombre
es dignamente tuyo en ningún modo;
pero si quieres ver el que lo es todo
y salir del confuso barbarismo,
vuelve al cielo los ojos; no te espante
con sus rayos el sol, que al cielo mismo
hoy te concede vista penetrante;
contempla absorto el misterioso abismo
que te descubre gloria semejante.
VOZ Esta del cielo generosa planta
es el Hijo de Dios, el ara santa.
(Descubren en lo alto MARÍA, JESÚS y JOSÉ, en la forma
que dirán los versos.)

SIBILA Mira lo que yo vi en el cielo santo,
aquella mujer mira coronada
del sol hermoso y por lo azul del manto,
de estrellas circuida y rodeada,
con la luna a los pies, luciendo tanto
por verse así divinamente honrada.
Mira en su heroico brazo, al pecho asido,
al tierno Niño, de hoy recién nacido,
el cual en ella fue sin obra humana
concebido y nació quedando ella
siempre virgen por obra soberana
del que la hizo tan divina y bella.
Y la paz general que al mundo allana,
pues bajó de sus orbes a ponerla
entre los hombres, claro está que es suya
y a Él es bien que sólo se atribuya.
Y la fuente de aceite que ha manado
en Roma con extraña maravilla,
señala que su imperio dilatado
siempre en ella tendrá su heroica silla,
donde, permaneciente y adorado.
el que la ocupará podrá lucilla
con la luz clara la divina ciencia
de su misericordia y providencia.
Aquel Dios inmortal y niño hermoso
es, pues, Señor, el solo Soberano,
tan grande, tan inmenso y poderoso,
que no sólo tú pendes de su mano,
pero de su gobierno milagroso,
que ciego mira el pensamiento humano,
penden las once esferas luminosas
y todo el ser de las humanas cosas.
Y aquél es que con vista penetrante
contemplándolo está tan tiernamente,
padre adoptivo de tan tierno Infante;
varón tan escogido y eminente,
que lo fue para esposo vigilante
de su madre y lo es virginalmente.
Mira si, habiendo sido tan dichoso,
merece nombre del mejor esposo.

CÉSAR Parece que me influye tal respeto,
que postra la grandeza en mi persona
y adoración divina le prometo,
dando al suelo el laurel de mi corona;
todos lo mismo haced.

SENADOR PRIMERO
Extraño efeto
hace en los corazones.

SENADOR SEGUNDO
Aficiona.

SENADOR TERCERO Su Majestad admira.

SENADOR CUARTO Miedo
pone.

CÉSAR Ya entre las nubes densas se traspone.
¿Dónde ha nacido?

SIBILA En un lugar llamado
Belén, de la provincia de Judea.

CÉSAR Escríbase a Herodes que cuidado
ponga luego en buscarle, por que sea
en Roma conocido y adorado,
donde, si quiere el cielo que lo vea,
prometo, con su nombre y con su ejemplo,
este palacio consagrarle en templo.
(Vanse. Salen ENAÍN y tres SALTEADORES.)

ENAÍN Por aquí saldré al camino
que perdí.

SALTEADOR PRIMERO ¿Quién va?

SALTEADOR SEGUNDO ¿Qué
gente?

ENAÍN Poca, pues aun yo no soy
un hombre entero. ¿Qué quieren?

SALTEADOR TERCERO ¿Traes dinero?

ENAÍN ¿Para qué?
¡ Gentil disparate es ése,
sabiendo que pesa tanto
para los que a pata vienen!

SALTEADOR PRIMERO Desnúdate.

ENAÍN Bueno es eso.
Apostaré que no emprenden
a desnudarme, y aun más,
que no osan o no pueden.

SALTEADOR SEGUNDO
¿No es nada la confianza?
Pues acaba.

ENAÍN Oigan, esperen;
¿no conocen a María
y a José?

SALTEADOR PRIMERO Opinión tiene
hasta en los ocultos montes.

ENAÍN Pues de los dos soy sirviente,
que en la jornada que hacen
los sigo; pero apartéme
de su santa compañía
para buscar una fuente
donde apagase la sed,
y heme perdido; que siempre
los que se apartan del bien
es sin duda que se pierden.
Pero allí veo el camino;
mas si quieren que les cuente
mil cosas que les encanten,
por que alguna cosa lleven
de mí, pues no pueden más,
escuchen.

SALTEADOR PRIMERO Donaire tiene.
Alto di.

ENAÍN Sabrán, señores
ladrones, aunque corteses,
que María, santa esposa
de José, dichosamente
un niño parió en Belén,
donde vieron sucederse
milagrosas maravillas
en su nacimiento alegre,
porque se puso la noche
como el día cuando vence
las tinieblas con los rayos
de su sol resplandeciente;
y con ser cuando el invierno
viste los montes de nieve,
tuvo la templanza amable
de la primavera fértil.
Y estando algunos pastores
entre admirados y alegres
de ver novedad tan grande,
un ángel nos aparece
y dice con voz que tanto
regala como suspende:
"En la ciudad de David
nació milagrosamente
el Ungido del Señor,
el Salvador de las gentes."
Y viendo lucir después
esplendores que parecen
de espíritus, que en los aires
cantaban "Gloria in excelsis",
atónitos nos miramos
y quedamos como suelen
en los montes y en los campos
los árboles y las mieses
cuando parece que escuchan
con el silencio que deben
al murmurar cristalino
de los arroyos corrientes;
pero, pasado el asombro,
corrimos ligeramente
a ver un dichoso parto,
que las pajas de un pesebre
tenía por blanda cama,
puesto como un cielo breve
entre una mula y un buey.
¡Qué humildad tan eminente!
Allí José y María
se enternecían de verle;
y allí, aunque humilde a los ojos,
tanto vale y tanto puede,
que, guiados de una estrella
de las partes del Oriente,
por milagro le buscaron
y le adoraron tres Reyes;
por lo cual, celoso Herodes,
un demonio se le mete
en el ambicioso pecho,
y viendo que no le pueden
traer al divino Infante,
ha mandado que degüellen
los niños, siendo deudor
de tanta sangre inocente,
y así sus padres piadosos,
por excusarle la muerte,
por entre montes caminan,
que insensibles le obedecen,
pues sus fieras no lo son
para ellos, antes pierden
su braveza y a sus pies
se sujetan mansamente.
Mas volveos a ver, que ya
en un jumentillo viene
la Madre del santo Niño,
asido a su pecho siempre,
con su esposo siempre al lado,
y mirad qué bien parecen
dos leones que los guían,
menos feroces que alegres.

SALTEADOR SEGUNDO Leones?

ENAÍN Sí; no temáis,
que ya el Niño omnipotente,
conociendo vuestro espanto,
ha mandado que se queden.

SALTEADOR PRIMERO Con apacibles respetos
nos admiran y detienen.

SALTEADOR TERCERO Imán son de corazones.

SALTEADOR SEGUNDO Glorias del cielo contiene.
(Sale MARÍA en un jumento, con JESÚS en los brazos y

JOSÉ al lado.)

MARÍA Mi José, la humanidad
del santo Niño apetece
el fruto maduro y bello
desta palma.

JOSÉ(Bájase la palma.) Cogeréle,
si es posible. ¡Oh admirables
maravillas, pues que vencen
al entendimiento humano!

ENAÍN ¿Qué le decís? ¿Qué os parece?

SALTEADOR PRIMERO Que en milagros tan heroicos,
sólo admiraciones pueden
satisfacer al deseo.

ENAÍN ¡Jesús santo, Niño fuerte!
¿Hay para todos, Señor?

MARÍA Ya licencia te concede;
coge y come.

JOSÉ ¿Qué te hiciste,
Enaín?

ENAÍN Sólo perderme;
pues busqué, muerto de sed,
por mil partes una fuente,
y fue vana diligencia.

JOSÉ Aflige excesivamente
el calor; con sed estoy;
mas esta tierra no tiene
manantiales cristalinos.

ENAÍN Señor, quien come y no bebe,
en lo recio del calor
mayor trabajo padece.
Vuestro padre tiene sed,
y yo y todo.

MARÍA Presto entiende
(Surte una fuente.)
las peticiones humanas
el divino Omnipotente.

JOSÉ ¡Oh milagrosa piedad!
Hoy por vos la tierra vierte
cristal y lágrimas yo
del alma que se enternece.
(Beben.)
Amigos, bebed del agua
que tan milagrosamente
nace de la seca tierra.

SALTEADOR SEGUNDO Lleguemos todos.

SALTEADOR TERCERO Y
lleguen
al cielo las alabanzas.

SALTEADOR PRIMERO Dignamente se les deben
a milagros tan famosos.

SALTEADOR SEGUNDO ¡Bella frescura!

SALTEADOR TERCERO Excelente.

SALTEADOR PRIMERO Señor, aunque mis miserias
me acongojen y avergüencen
y aunque la vida que llevo
contradice a estas mercedes,
mi mujer, a quien las cuevas
le doy por injusto albergue,
tiene en los enfermos brazos
un niño de siete meses,
que Dimas tiene por nombre;
y como en su pecho estéril
no halla el sustento ordinario,
muere el pobre, y con él mueren
los gustos que tengo en él;
y si es que posible fuese
que de vuestra leche santa
sola una gota le diesen,
sin que a vuestros santos pechos
sus indignos labios lleguen,
cosa segura es después
que lo animen y alimenten
de su madre aliento sólo;
si es que mis ruegos os mueven,
cerca está, hacedlo por Dios.

MARÍA Sí haré, pues se compadecen
mis entrañas, y también
mi tierno hijo me advierte,
que Dimas será el primero
humano que al cielo lleve.

JOSÉ Su misericordia santa,
dichoso quien la merece.

ENAÍN Y podrá decir entonces,
gozando tan altos bienes,
que los mereció en el cielo,
porque los mamó en la leche.

SALTEADOR PRIMERO ¡Que merecí tantas glorias!
Vamos.

JOSÉ Medroso me tienen
las detenciones. ¡Ay, cielo!,
que en mi divino inocente
el duro hierro de Herodes
me está amenazando siempre.

MARÍA No temáis, amado esposo,
que en la ciudad de Siene,
de la provincia de Egipto,
nos pondrá en distancia breve
nuestro milagroso infante.

JOSÉ Pues el gran Rey de los reyes
nos gobierna y nos defiende,
seguras las horas corren
y en vano las dudas temen.
(Vanse. Salen AFRODISIO, Sumo sacerdote, del templo que
llaman Capitolio en la ciudad de Siene; un CAPITÁN y
otros.)

AFRODISIO La general alegría
desta devota ciudad
es tal, que da claridad
sobrenatural al día;
y en el Capitolio santo
la celebra tanta gente,
que exterior y ocultamente
da contento y causa espanto;
y todo sirve de indicios
que admiten de nuestras manos
nuestros dioses soberanos
los sagrados sacrificios.
Bañen, pues, sus divas aras,
al fuego resplandecientes,
de las víctimas recientes
variedad de sangres claras,
y con himnos y con cantos
suba exhalando vapores
de los árboles olores
el humo a los cielos santos.

CAPITÁN Ya está todo prevenido
y parecen racionales,
sin serlo, los animales
que al sacrificio han traído.
El blanco toro paciente
de sí el coraje destierra,
no escarba la móvil tierra
y humilla la torva frente.
El humilde corderillo
pone con manso consuelo
los balidos en el cielo
y la garganta al cuchillo.
Y los demás, por tener
de su paciencia los modos,
parece que ofrecen todos
la sangre que han de verter.

AFRODISIO Pues nosotros de rodillas
ofrezcamos a los cielos
los milagrosos consuelos
de sus altas maravillas.
(Arrodíllanse todos. Entran MARÍA, JOSÉ, JESÚS Y ENAÍN.)

JOSÉ¡Oh milagrosa piedad!,
en un punto hemos llegado
adonde la egipcia tierra
seguramente pisamos.

MARÍA Entremos en este templo,
donde los misterios altos
veréis de mi eterno Hijo.

ENAÍN ¡Quién imaginara tantos!
(Hacen ruido como que caen los altares de los ídolos y
se espantan los egipcios.)

CAPITÁN ¿Qué es esto? ¡Válgame el cielo!

AFRODISIO ¡Válganme los dioses santos!
¡Los altares han caído
de los ídolos! ¿Qué agravios
vengan ahora en nosotros
con prodigios tan extraños?

MARÍA Ya lo que dijo Esaías
veo cumplido mirando
que, puesto en la sutil nube
de su humanidad, ha entrado
en Egipto el Señor sumo,
y a su presencia postrado
están de los falsos dioses
altares y simulacros.

AFRODISIO Ya veo la heroica causa
deste Prodigioso espanto;
su divinidad adoro
y conozco sus engaños.
Ya, egipcios, se ve cumplido
lo que habrá infinitos años
que por tradición tenemos
de nuestros doctos pasados,
como santa profecía
de un varón hebreo y santo,
que dijo que habría tiempo
en que viniese triunfando
a Egipto el Dios de Israel,
niño tierno, y en los brazos
de una divina Doncella,
y dejaría, en llegando
a ver su presencia, mudos
nuestros egipcios oráculos,
siendo la total rüina
de sus divos simulacros.
Y pues ya cumplida vemos
esta verdad, ¿qué esperamos?
Adorémosle por Dios
sólo verdadero y alto;
que éste es el Dios de Israel,
que hizo tantos milagros
por su pueblo en nuestro Egipto;
y a Faraón, obstinado
con sus ejércitos todos,
poderosamente bravos,
anegó en el mar Bermejo:
adorémosle y temamos
otro general castigo.

CAPITÁN Ya el suelo humildes besamos,
y adorando su grandeza,
clamemos todos, digamos:
" ¡Viva el gran Dios de Israel!"
TODOS Viva, viva!

JOSÉ ¡Ay, cielo santo;
tus inmensas maravillas
contemplo con ojos claros!

MARÍA ¡Gloria a Dios en las alturas,
a quien el alma consagro!

AFRODISIO Llevémosle en procesión.

CAPITÁN Y siempre diciendo vamos:
¡Viva el gran Dios de Israel!
¡Viva el Niño sacrosanto!

El mejor esposo
Guillén de Castro

Copyright Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000



El mejor esposo
Guillén de Castro




SAN JOSE El mejor esposo- Guillén de Castro - JORNADA PRIMERA