SAN JOSE El mejor esposo- Guillén de Castro - JORNADA SEGUNDA

JORNADA TERCERA



(Sale JOSÉ.)

JOSÉ Ya mi adorada María,
y Jesús que va con ella,
cuya luz divina y bella
es el norte que nos guía,
en el puesto señalado
estarán; aun no han venido.
Hasta aquí fue permitido
haberlos yo acompañado,
pues desde aquí las mujeres
y los hombres van al templo
divididos; digno ejemplo
de tan santos pareceres.
Mucho tardan; he llegado
apenas; tanto las siento,
que un siglo de pensamiento
doy a un punto de cuidado.
Mas fáltame su presencia,
y es muy propio y con razón
medir con la estimación
de los ausentes la ausencia.
¿Si fue el Niño soberano
con su madre? Aun no lo sé
con certeza; yerro fue
el dejarlo de la mano.
(Sale MARÍA)

MARÍA De ver mi José querido
y mi Jesús adorado,
el deseo y el cuidado
mil siglos me han parecido;
porque estoy dellos ausente
como sin el sol el día,
el caminante sin guía
y el piloto sin tridente;
y así, aun siendo limitada
su ausencia, me pareciera
larga, por ser la primera,
y por ser suya, pesada.
¿Si habrá mi esposo llegado
donde con él concerté?
Dudosa traigo la fe
y temeroso el cuidado.
¿Y mi Hijo? ¿Si estará
con él? Que aun estoy dudosa.

JOSÉ ¡Sin Jesús viene mi esposa!

MARÍA ¡Sin Jesús mi esposo está!
LOS DOS ¿Y Jesús?

JOSÉ ¿Esposa?...

MARÍA Esposo,
¿no quedó con vos?

JOSÉ ¿Con vos
no quedó?

MARÍA Crece en los dos
cuidado tan amoroso.

JOSÉ Ya con penas he pagado
la culpa que cometió
mi descuido.

MARÍA Y la que yo
excusé en vuestro cuidado.
¿Dónde, ¡ay, José!...?

JOSÉ ¡Ay, María

MARÍA ¿Le hallaré?

JOSÉ ¡Triste ocasión!
¡Ay, Dios de mi corazón!

MARÍA ¡Ay, Hijo del alma mía!
Tu peligro no recelo,
que no lo puede tener
quien tiene el mismo poder
en la tierra que en el cielo;
Pero temo que te has ido
al desierto y me has dejado.

JOSÉ Quizá de mí, aunque adorado,
descontento y mal servido;
yo lo confieso, Señor,
y conozco, aunque me pesa,
para tan heroica empresa
en mi pequeño valor.
Ya sé que te ofenderías
del poco merecimiento;
si no de mi pensamiento,
de mis obras, por ser mías.
Y si esto te daba enojos,
a mí sólo me destierra
a lo inculto de la tierra
desde el cielo de tus ojos.
Mas no permitas que, ajenos
de los deméritos míos,
salgan de madre estos ríos,
que lo es tuya cuando menos.
Y mira si pagaré
bien caro el volverte a vella
con estar sin ti y sin ella,
por que ella contigo esté.

MARÍA No lloréis, esposo amado,
que por ver lo que en vos siento
dejara yo el sentimiento,
más no me deja el cuidado.
Preguntad por esa parte
por donde los hombres vienen
si alguna noticia tienen
del que mis entrañas parte,
que yo por ésta iré a hacer
otra tanta diligencia
en las mujeres.

JOSÉ Ausencia
y de Dios, ¿cuál puede ser?
Su dolor me lleva loco.
¡Ah, señores, escuchad!
(Salen dos JUDÍOS.)

JUDÍO PRIMERO ¿Qué nos queréis?

JOSÉ Perdonad
mi llanto y oídrne un poco.
¿Habéis visto por ventura,
que bien grande hubiera sido,
a un Niño que yo he perdido,
tan bellísima criatura,
que nunca a humano varón
le dio la Naturaleza
tantos grados de belleza,
tantas causas de afición?
¡Es un extremo!...

JUDÍO SEGUNDO ¿Qué edad?

JOSÉ Doce años debe tener;
mas no le debiste ver...
Dios os guíe y perdonad,
porque, si le hubierais visto,
os bastaran estas señas.
(Vanse.)

JUDÍO PRIMERO Adiós.

JOSÉY a mover las peñas
vuelva el llanto, a quien resisto.
Señora, buscando voy
nuestro bien por esta parte;
ve por ésa, y a buscarte
volveré.

MARÍA Sin alma estoy.

JOSÉ Aquí mismo nos veremos.

MARÍA Donde tan cierto ha de ser
que no nos podremos ver
si es que sin Jesús nos vemos.

JOSÉ Porque, ciegos con el llanto,
hemos de volver los dos;
dulce esposa, adiós, adiós.

MARÍA El os guíe, esposo santo.
(Vase JOSÉ y salen dos MUJERES.)
Hijas de Jerusalén:
¿habéis visto, habéis sabido
de un Niño que yo he perdido,
que es mi Hijo, que es mi Bien?

MUJER PRIMERA Dadnos las señas, Señora.
y esperad algún consuelo.

MARÍA ¿Visteis en el claro cielo
resplandeciente la aurora?
Así es blanco y encarnado;
en ser limpios y en ser bellos
vencen los rubios cabellos
los rayos del sol dorados.
Parece su frente hermosa
el arco en que Dios envía,
tras el borrascoso día,
la paz segura y dichosa.
Son sus ojos de palomas
celestiales maravillas;
son jardines sus mejillas
de bálsamos y de aromas.
Son sus labios de coral,
por cuya dulzura espera
el mundo un alma de cera
en su pecho de cristal.
Y si no os han satisfecho
las señas, llegad, miradle,
reconocedle, adoradle
por mis ojos en mi pecho,
donde semejanza tal
en mi corazón admite
su retrato, que compite
con el mismo original.

MUJER SEGUNDA ¡Señora, qué tierna estoy
de ver el dolor que sientes!

MARÍA Pues causas tan evidentes
para conocerle os doy,
decí, amigas, si a mi Cristo
viste.

MUJER PRIMERA En vuestros extremos
y en vuestros ojos le vemos,
pero no le habemos visto.

MUJER SEGUNDA Ni podemos resistir
la terneza deste llanto...;
perdonad.
(Vanse.)

MARÍA ¡Ay, cielo santo,
por vos la puedo sufrir!
¡Ay, mi Hijo! ¿Qué te has hecho?
¿Cómo? ¿Dónde, ¡ay triste calma!,
te perdí, sino del alma,
de los brazos y del pecho?
¿Cómo no te lastimaste
de dejarme sola y triste?
¿Por qué sin mí te perdiste?
¿Por qué sin ti me dejaste?
Si sin méritos estoy
de gozar tu compañía,
tampoco el ser merecía
tu esclava y tu madre soy.
Si servirte no he podido
como tú lo mereciste,
tampoco al mundo viniste
tú, mi Dios, a ser servido;
pues con entrañas tan puras
quisiste en forma venir
de siervo humilde a servir
a tus humanas criaturas.
Y si al desierto te has ido
con tu primo, ¿no pudiera
serte allí fiel compañera
madre que tan tuya ha sido?
Pues buscaréte, alma mía,
y hallaréte, pues prevengo
en el amor que te tengo
una estrella que me guía,
demás de que asegurar
te oí siempre entre los dos
que nunca el que busca a Dios
puede dejarlo de hallar.
Pues mí hijo, siendo así,
no es posible el ser yo tal;
que regla tan general
padezca excepción en mí.
Ya con más ánimo estoy,
pues cosa tan cierta es
el guiar siempre mis pies,
pues siempre en tus manos voy.
(Vase. Salen cuatro ESCRIBAS con unos capirotes y
bonetes rojos, o con vestiduras largas, y siéntanse en
las sillas, y ha de haber una más alta.)

ESCRIBA PRIMERO Justo será que miremos
en qué el pueblo se ha fundado
para estar alborozado
entre porfías y extremos,
diciendo que ya el Mesías,
en nuestra ley prometido,
cumplió con haber venido
lo que promete Esaías.
¡Ojalá vieran mis ojos
las glorias que no merecen!

ESCRIBA SEGUNDO Pues no penséis que parecen
sus fundamentos antojos,
(Sale JESÚS y pónese tras la silla de uno de los

ESCRIBAS.)
porque el ver el mundo llano
con la paz que en él está
y que el cetro de Judá
gobierna extranjera mano,
pues para su nacimiento
estas señales han dado
los profetas, bien fundado
nos muestra su pensamiento.
Demás de que califica
esta verdad infinito
lo que del César escrito
se dilata y se publica.

ESCRIBA TERCERO No es posible persuadirme
que haya en eso fundamento;
porque nos dice Esaías
que al Mesías esperemos
para ser legislador
y Señor del mundo, y luego
nos declara en otra parte,
donde trata de lo mesmo,
que ha de venir riguroso
para llevar justiciero,
como avenida de río,
las gentes del universo;
como echando de la boca
fuego vivo contra aquellos
que su santo pueblo opriman,
para tenerle sujeto,
y eso dice, pienso yo,
por los romanos soberbios.
Salomón dice también
que el abismo, tierra y cielo
temblarán en la presencia
de su tribunal supremo.
Zacarías, que vendrá
con grande acompañamiento
de santos, que deben ser
los capitanes guerreros
de su ejército famoso,
con que bajo de su imperio
ha de sujetar el mundo.
Daniel nos declara en esto
que le servirán humildes
del general hemisferio
las tribus y las naciones.
Pues ninguna cosa vemos
destas suceder agora,
bien asegurar os puedo
que no ha nacido el Mesías.

ESCRIBA CUARTO Es concluyente argumento.

ESCRIBA PRIMERO Sombras son de la esperanza.

ESCRIBA SEGUNDO Alborotos son del pueblo.

JESÚS Admiración me ha causado
que a tan insignes maestros,
a letrados tan heroicos,
puedan convencer tan presto
tan poco fuertes razones.
Decid: ¿Los profetas mesmos
no han escrito del Mesías
lo que agora habéis propuesto?
¿Por ventura no nos dicen
también notables extremos
de su humildad y pobreza?
¿En Zacarías no es cierto
decir que vendrá ese Rey
tan humilde, manso y tierno,
que, al tomar la posesión
de su dilatado reino,
para entrar en su ciudad
un jumentillo pequeño
será su triunfante carro?
¿No nos lo pintan sujeto
a varias persecuciones
de sus trabajos inmensos?
¿No dice dél Esaías
que, como manso cordero
por la salud de los hombres
al sacrificio dispuesto,
en las mayores injurias,
tribulaciones, tormentos,
sin que despegue los labios
ha de estar? Pues según esto,
dos venidas han de ser
las suyas, presuponiendo
que de una sola no pueden
verificarse en un tiempo
cosas que, por ser contrarias
harán contrarios efectos;
así que se ha de entender
las que tú nos has propuesto
de su venida segunda,
cuando, cual juez severo,
para castigar pecados
venga a fulminar procesos.
Pero en la primer venida,
que viene a poner remedio
en el mundo y no a juzgarle,
así le consideremos
como veis que os le he pintado:
humano, piadoso y bello,
porque así ha venido ya
para redimir muriendo
el mundo; así está en la tierra,
y así le adoran los cielos.

ESCRIBA PRIMERO ¿Quién mueve tu sabia lengua,
Niño divino?

ESCRIBA SEGUNDO ¡Suspensos
nos deja, con causa, a todos

ESCRIBA TERCERO Tal ciencia en años tan tiernos
milagrosa debe ser.

ESCRIBA CUARTO Yo por divina la tengo
en un angel; llega, toma
entre nosotros asiento.
(Siéntase JESÚS en la silla de en medio.)
Prosigue, admirable Niño;
ve declarando y diciendo
en qué doctrina has fundado
tan soberanos conceptos.

JESÚS Para ver que están cumplidos
los oráculos proféticos
y que al tiempo hemos llegado
que nos señalaron ellos,
acordaos que a Gabriel,
de Dios paraninfo bello,
porque a su profeta santo
Danïel diese consuelo,
lo envió con su embajada
desde sus orbes eternos,
y le señaló por plazo
determinado y dispuesto,
para ver de los humanos
el universal remedio,
setenta semanas de años,
y que, acabados con ellos
el pecado y la maldad,
quedaría en este tiempo
borrada la culpa grave,
dando estado sempiterno
a la celestial justicia,
y tendrían cumplimiento
las profecías de entonces,
siendo ungido el Rey inmenso
de reyes, Santo de santos
y de la virtud espejo.
Comenzando estas semanas
anales del día mesmo
que en la gran Jerusalén
se publicase el decreto
de la reedificación
de su santísimo templo;
pues si desde aqueste día
hasta que esté manifiesto
en la tierra el gran caudillo
Jesús Cristo, el Rey eterno,
el Ungido principal,
pasarán, como sabemos,
sesenta y nueve semanas,
y en los siete años postreros
que las setenta concluyan
padecerá en un madero,
consumándose la ley,
Y en el sacrificio nuevo
de la hostia quedarán
los antiguos y los viejos;
siendo verdad infalible
esto, cuando cerca vemos
los fines desta semana,
en quien prometen los cielos
al Mesías, ¿cómo dudan
los científicos ingenios
que se ha humanado y nacido
y esta escondido y secreto?

ESCRIBA PRIMERO Admirables son tus cosas.

ESCRIBA SEGUNDO Es un soberano extremo.

ESCRIBA TERCERO Declara cómo vendrán
a cumplirse en estos tiempos
esas setenta semanas.

JESÚS Desta suerte: estadme atentos.
Ciro, que imperó en los persas,
primer año de su imperio
dio la primera licencia
de reedificar el templo,
y dio gran número de hombres,
que a Jerusalén vinieron
a levantar su edificio;
pero convino primero
reedificar la ciudad,
y no empezaron por esto
las Hebdómadas entonces,
hasta que después tuvieron
nueva facultad de Dario
para proseguir el mesmo
de su imperio a los veinte años
y así, desde entonces cuento,
hasta que el Magno Alejandro
levantó el imperio griego,
tiranizando del persa
la Corona, que corrieron
ciento y cincuenta y dos años;
poseyéronla los griegos
doscientos setenta y seis;
lo que ha que dura el gobierno
de los romanos son treinta
y siete, hasta cuatrocientos
y noventa, que es la suma
de las Semanas, contemos
que nos faltan veinte y cinco
Y diez y ocho, hasta el primero
de la postrera semana;
pues si de allí ha tres y medio
que ha de venir el Mesías
es tan crédito y tan cierto,
¿quién duda que esta en el mundo?
¿y no sabéis demás desto
que nacio un Niño en Belén
y mostró su nacimiento
tan prodigiosas señales?...

ESCRIBA PRIMERO Así a mí me lo escribieron.


ESCRIBA SEGUNDO De muchos lo supe yo,
visto por sus ojos mesmos.


JESÚS Y a pocos días después,
¿no se presentó en el templo
en los brazos de su Madre?
¿No se admiraron de verlo
y lo recibió en los suyos
Simeón, el santo viejo,
y, confesado ser él
el Mesías verdadero,
le adoró deshecho en llanto,
tan alegre como tierno?
Y en Ana la profetisa,
¿no visteis el mismo extremo?
Pues ¿cómo pueden negar
humanos entendimientos
que el Mesías prometido
goza el mundo, admira el cielo?

ESCRIBA TERCERO ¿Quién puede contradecir
a tan fuertes argumentos?

ESCRIBA CUARTO Verdades tan apuradas
nunca admiten contrapuestos.
(Levántase para irse.)

ESCRIBA PRIMERO Niño de mi corazón,
ven con nosotros; sabremos
quién eres.

ESCRIBA SEGUNDO(Aparte.) Él es, sin duda,
porque causa en nuestros pechos
alborozo.

ESCRIBA TERCERO(Aparte.) Y da ocasiones
de admiración y respeto.
(A1 irse, sale MARÍA)

MARÍA ¡Hijo, mi bien, mi alegría,
mis celestiales despojos,
mi perdido de mis ojos,
aunque no del alma mía!
¡Mi soberano tesoro,
escondido en mi deseo!
¿Qué os hallo, amores, que os veo?
¿Qué os abrazo y qué os adoro?
Sin vos, mi Jesús querido,
¡qué congojas he pasado!...
¡Qué perdida os he buscado!...
¡Qué afligida os he perdido!...
(Sale JOSÉ)

JOSÉ ¿Hay tal gozo, hay gloria tal?
Tras la tristeza podría
acabarse la alegría....
pero no, que es celestial.
¡Ay, Hijo, tan bien hallado!
¿cómo? ¿Dónde, Hijo querido?
De contento estoy perdido
y de alegre estoy turbado.
Mi Jesús, mi bien, ¿qué os vemos
mi esposa y yo? ¡Quién pudiera
deciros, quién os dijera
las ansias y los extremos
con que estuvimos los dos
sin Vos, sin ser, sin vivir!...
Mas ¿qué más he de decir,
pues he dicho que sin Vos?

MARÍA ¡Hijo de mi corazón!
¿Cómo nos tratáis así
a vuestro padre y a mí?
¿Son culpas nuestras?

JESÚS No son:
mas conviene, amada Madre,
que me ocupe entre las gentes
en cosas pertenecientes
al ser de mi Eterno Padre;
pero con todo, os prometo
que otra vez no he de afligiros,
sino amaros y serviros
como súbdito y sujeto,
entreteniendo la vida,
sin daros otro cuidado
hasta el tiempo señalado
para el fin de mi venida.

ESCRIBA PRIMERO Pues la llamastes esposa,
vuestro será el bello infante,
tan del todo semejante
a su madre, ¡extraña cosa!

JESÚS mis queridos padres son.

JOSÉ Disculpad nuestra alegría
el no hacer la cortesía
que os debe la obligación.

ESCRIBA SEGUNDO ¿Cómo en la ciencia divina
a ser tan perito viene?

MARÍA Del mejor maestro tiene
la enseñanza y la doctrina.

ESCRIBA TERCERO ¡Admira en tan tierna edad!

ESCRIBA CUARTO Cuando llegue a la perfeta,
anuncia que un gran profeta
ha de ser.

ESCRIBA PRIMERO Por él mirad,
y haced gracias a los cielos,
que un eminente varón
os dio por hijo.

MARÍA En mí son
sus alabanzas consuelos.

JOSÉ Y si licencia nos dais,
nos iremos.

ESCRIBA SEGUNDO Esa estrella
os guiará, aunque sin ella
como sin luz nos dejáis.

MARÍA Vamos, Hijo.

JESÚS Madre, vamos.

MARÍA Asido te llevaremos.

JOSÉ Sí, porque así aseguremos
que otra vez no te perdamos.

MARÍA Como preso deste modo,
Hijo, has de ir.

JESÚS Por los humanos
lo he de estar en otras manos
bien diferentes en todo.
(Vanse los tres.)

ESCRIBA TERCERO Tanta admiración me ha dado
su niñez heroica y clara,
que en este niño adorara
al Mesías esperado;
pero el estar advertidos
que dél no se ha saber
cúyo hijo sea y el ver
déste padres conocidos,
me retira y me suspende.

ESCRIBA CUARTO En eso no hay que dudar,
que es así.

ESCRIBA PRIMERO Para mirar
en la forma que se entiende
sería bien revolver
las Sagradas Escrituras.

ESCRIBA SEGUNDO Sí, porque el mirar a oscuras
cómo se debe entender
es agravio de la ciencia.

ESCRIBA TERCERO
Apuremos la verdad.

ESCRIBA CUARTO Y dénos su claridad
la divina Providencia,
porque aquel infante hermoso
que los ánimos granjea
no es posible que no sea
eminente y milagroso,
(Vanse. Salen ISACAR y ENAÍN, sacando un banco de
carpintero y los instrumentos del oficio.)

ISACAR Con el obrador esté
lo demás aparejado.
¿Ya no sabes el cuidado
de José?

ENAÍN Tanto lo sé
y en él tantas maravillas
he visto para admirarlas,
que, aunque sé considerarlas,
no me atreveré a decillas,
que my lengua siempre ha sido
como la hacienda en que trato.

ISACAR ¿Si vendrá luego?

ENAÍN Ya ha rato
que pudiera haber venido,
porque cuanto se imagina,
en él por milagro está,
por milagro viene y va,
pues por milagro camina.
Por milagro se le aumenta
en su casa todo el bien,
que da a pobres y también
por milagro se sustenta;
pero tal esposa tiene
y tal hijo que de Dios
lo parece.

ISACAR Ya los dos
vienen, y él con ellos viene.
(Salen JOSÉ y JESÚS.)

JOSÉ ¡Qué gozoso, qué contento
voy codicioso a ejercer
el trabajo que ha de ser
de tales vidas sustento!
Amigos, id, devastad
aquel tronco entre los dos.
Jesús, y ayudadme Vos
entre tanto.

JESÚS Bien está.

ISACAR Vamos.

ENAÍN Seguro quedáis
de que acierte a sustentaros.
(Vanse ISACAR y ENAÍN.)

JOSÉ, ¿Qué hacéis, Señor?

JESÚS Ayudaros,
padre.

JOSÉEn todo me ayudáis;
pero cuidado no os cueste
si el trabajo no es mayor,
porque si os dije, Señor,
que me: ayudarais en éste,
fue, bien mío, porque a Vos
os trato yo, aunque me aflijo,
en público como a hijo
y en secreto como a Dios.

JESÚS Alzaos, padre.

JOSÉ No es razón.

JESÚS Yo he de ayudaros; dejad
que ocupen mi humanidad
acciones que suyas son.
Dejadme, que gusto siento
de verme en esto ocupado,
a la madera inclinado,
que ha de ser el instrumento
de la obra generosa
que he de hacer, para la cual
dejé el asiento inmortal
de la esfera luminosa.

JOSÉ Creador del firmamento,
Niño grande, Dios humano,
con impulso soberano
y encogido atrevimiento
que os obedezca es forzoso
y que os diga es imposible
este trabajo apacible
y este ejercicio dichoso
cuanto en mí será por Vos
gloriosamente importante,
viendo en el participante
no menos que al mismo Dios.

JESÚS Bien se advierte, José, cuánto
estás en la gracia mía,
pues en ti de cada día
crecen tus niéritos tanto;
mas considera el amor
que yo a los humanos tengo,
pues por él a morir vengo,
y en él mirarás mejor
el que yo te tengo a ti
si es más grande y más piadoso,
pues que para ser esposo
de mi madre te escogí,
dándole a tu santo brío
capacidad que le cuadre
para esposo de mi madre
y, para nutricio mío.

JOSÉ Pues por Vos he merecido
dignidad tan eminente,
ea, mi Hijo obediente
y mi padre obedecido,
comenzad a trabajar,
porque obedeceros quiero;
traed la sierra; este madero
y, esotro se han de igualar,
(Andando en el trabajo, cruzándose dos maderos.)
que he de guarnecer con ellos
una puerta.

JESÚS Esperá, oí.
¡Qué bien parecen así!
¡Cuánto me alegro de vellos!
Pues por mi divino ser
tan importantes serán,
que en esta forma que están
puertas del cielo han de ser,
mediante mi sangre pía
por mí en ellos derramada.
¡Cruz bendita, esposa amada,
abrazadme, gloria mía,
pues aquel dichoso día
seréis mi trono real
y la cátedra inmortal
donde yo con padecer
de mi amor he de leer
la doctrina celestial!
Seréis estandarte alzado
para testimonio fiel
del amor que el cielo en él
a los hombres ha mostrado.
Seréis, vencido el pecado,
desta guerra soberana
gran trofeo, palma ufana
y tabla excelsa y patente
adonde el precio se cuente
de la redención humana.
Mil veces por estimaros,
pues la vida he de rendiros,
con el pecho he de mediros,
que la espalda espera daros,
aunque sé que han de cortaros
ancha para el trance estrecho,
porque el general provecho
con vuestro rigor se ajusta
y no me vendréis tan justa
a la espalda como al pecho,

JOSÉ No más, Hijo; Señor, baste,
que en cada razón, ¡ay triste!,
mil centellas me encendiste,
mil saetas me tiraste;
de mi corazón sacaste
sangre a mis ojos, Señor,
que para con tanto amor
ver tu divina terneza
mi humana naturaleza
alcanza poco valor.
Pero cuál pudiera ser,
aun cuando no te adorara,
que tu amor considerara
sin enternecerse al ver,
sabiendo tu propio ser
que en nuestra humana querella
no tan sólo estás sin ella,
más te alegran de tal suerte
las memorias de tu muerte
en los instrumentos della.

JESÚS Si he venido a recibilla
por los hombres y a humanarme
cuando la espero, alegrarme,
mi José, no es maravilla,
pues mi humanidad se humilla
tanto a esta causa amorosa,
que cuanto más rigurosa
y crüel la considero,
con alma entonces la espero
más alegre y más piadosa,
pues la verán a mis pies
con los poderes vencida,
de mis brazos tan rendida,
que sepan todos quién es
y no la teman después,
antes para su consuelo
la procuren en el suelo,
viendo en ella por mí abiertas
tan de par en par las puertas
de los palacios del cielo.

JOSÉ Ya, mi Dios, miro en tus manos
la general redención
y admiro en tu corazón
en favor de los humanos
tus decretos soberanos;
ya, Hijo, te oí decir
que la muerte has de sufrir
y a la muerte has de vencer;
Pero quien te vio nacer,
¿cómo ha de verte morir?
Quien te ha visto en aquel pecho,
en estos brazos tendido
y en el alma recibido
las mercedes que le has hecho,
aunque en general provecho
del mundo universo sea,
aunque el cielo la desea,
¿cómo se puede atrever
a ver tu muerte y a ver
a tu Madre que la vea?
Y así, mi Jesús, querría,
pues que mi amor es de suerte
que estoy temiendo tu muerte,
perdiendo el miedo en la mía,
que antes que se llegue el día
de su plazo señalado
me saques deste cuidado;
y no solo este bien pido,
mas de verte perseguido
querría verme excusado.
Hazlo, Señor, pues te dio
tantas causas mi buen celo,
y de mi esposa al consuelo
no he de hacerle falta yo,
que si se la hiciera, no
procurara esta jornada;
pero de ti acompañada
hasta aquella rigurosa,
aunque viva temerosa,
ha de vivir consolada.
Después, cuando más le cuadre,
para consuelo y arrimo
no ha de faltarle algún primo
a quien se la des por madre.
Al que con nombre de padre
tanto en la tierra levantas,
honra tras mercedes tantas,
Hijo, con ésta, pues ves
que, pidiéndola a tus pies,
riega con llanto sus plantas.

JESÚS Tienes en mí tanta parte,
mi José, que no te puedo
negar lo que te concedo;
al limbo quiero enviarte.
Allá las nuevas reparte
que mi nacimiento advierte,
para que puedan con verte
consolarte y esperar
a que se las vaya a dar
Juan de mi cercana muerte.

JOSÉ Mi Dios hombre, Padre, Hijo,
deja que vuelva a postrarme.
¡Quién sentí pudiera darme
tan celestial regocijo,
pues es tal, que aunque me aflijo
si advierto mi despedida,
ya es de ti favorecida,
ya es tan tuya esta jornada,
que mi muerte imaginada
me parece eterna vida!
Y, Señor, ya te prometo,
si no fue imaginación,
que siento en mi corazón
desta merced el efeto;
ya con impulso quïeto
conozco algunos ensayos
entre gloriosos desmayos
de una lenta calentura,
encendida a la luz pura
de tus penetrantes rayos.

JESÚS Ven, pues mis hombros te doy
por apoyo.

JOSÉ ¿En qué estoy falto?
Pues aun vivo, en lo más alto
de las esferas estoy;
cuando en tales hombros voy,
¿a quién no admira mi historia?

JESÚS Da descanso a tu memoria,
pues en ellos levantado,
en término limitado
irás a mi eterna gloria.
(Salen antes de entrarse JESÚS JOSÉ, ISACAR y ENAÍN.)

ENAÍN ¿Va enfermo"

ISACAR Mezclado está
el desmayo y la alegría.

ENAÍN Harálo la compañía
con quien vive y con quien va.

ISACAR Ya sale aquel ángel bello
de su ordinaria oración.

ENAÍN Su santa contemplación
dejará por ir a vello.
(Sale MARÍA.)

MARÍA Acabaráme la ausencia
de mi amada compañía;
pero mi Hijo me envía
con divina providencia
consuelos tan soberanos,
que con inmensa humildad
remito mi voluntad
a su gusto y a sus manos,
cuya potencia infinita
es tan grande y es tan fuerte,
que de mi esposo en la muerte
no sólo el pesar me quita;
pero pone en su lugar
de glorias tan grande abismo,
que me alegro con lo mismo
que me pudiera acabar.
Con tales merecimientos
llamada por él salí,
porque entre mi Hijo y mí
son lenguas los pensamientos.
(Vase.)

ENAÍN ¿Oístelo?

ISACAR Y con razón
siento en el alma tristeza.

ENAÍN Una amigable terneza
me desmaya el corazón.

ISACAR Llevemos deste lugar
esto agora.

ENAÍN Sí, y después,
pues sólo ver a los tres
nos podría consolar,
iremos a verla

ISACAR Sí;
dices bien.

ENAÍN Yo sé que al vellos
me consolará por ellos
lo que me aflige por mí.
(Salen ISMAEL, EFRAÍN y ABDER y los más que pudieren.)

ABDER ¿Enfermó el santo varón
José?

ISACAR Informarnos han
en su casa; entrá.

ENAÍN Y verán
si nuestras personas son
de algún servicio o provecho
a él, a Jesús o a María.

ABDER Por cualquier dellos daría
toda la sangre del pecho.
(Sale ISACAR.)

ISACAR Maravillas son notables.

EFRAÍN ¿Es cierta la enfermedad
de José?

ISACAR Venid, llegad,
veréis cosas admirables,
y veréis cómo no ha sido
tanto el ver al sol parado
como en los tres, abreviado,
todo el cielo repartido.
Veréis glorias inmortales
en una gloria sin pena
y toda esta casa llena
de lumbreras celestiales.
(corren una cortina; aparece JOSÉ en una cama, a un lado

JESÚS, y al otro, MARÍA.)

JOSÉ, Dulce Hijo.

JESÚS Padre amado.

JOSÉ Tierna esposa.

MARÍA Amable esposo.

JOSÉ Por vuestros amores muero,
abrasado el pecho todo;
pero, ¡qué mucho, Señor,
cuando te miro y te toco,
si de la divinidad
me enciende el fuego amoroso
y del Espíritu Santo
el viento lo enciende a soplos!
Que desta causa procede
mi calentura conozco,
y así, de ti enamorado,
muero contento y gozoso.
¡Qué dichosa enfermedad!

JESÚS Tanto cuanto tú dichoso,
pues yo con tantas ventajas
a tu amor te correspondo.

JOSÉ Ayudadme, esposa mía,
pues que vuestro pecho sólo
puede agradecer por mí
estas mercedes que adoro.

MARÍA Sintiera yo, esposo mío,
vuestra soledad, si el gozo
que miro en vos no me diera
glorias en lugar de enojos.

JOSÉ Sólo una pena llevara,
si favores tan copiosos
no la impidieran en mí
con tan divino alborozo,
y es el no haberos servido
tan puntual y tan pronto
como me obligó la causa;
pero de vos reconozco
que para disculpas mías
miráis mis deseos solos.

MARÍA Con el mismo sentimiento
quedara yo, si lo propio
que vos propuesto me habéis
no divirtiera mi enojo.

JOSÉ Ya parece que se acerca
de mi trance venturoso
el fin, mi Jesús querido.
¿Cuándo bajaréis piadoso
a librar los santos Padres,
que yo, Señor, ya dispongo
con ellos mis esperanzas?
Y aunque os pedí temeroso
de vuestra muerte la mía,
tan nuevos alientos cobro,
que ya agora la deseo
para veros poderoso
abrir las puertas del cielo,
por donde quepamos todos.

JESÚS Presto será, José mío,
el día que, prodigioso,
logrando tantos deseos,
verás que la cárcel rompo
y hago un luminoso cielo
de un infierno tenebroso;
y tú, a todos preferido,
has de ver que no tan sólo
tu alma bienaventurada
pero tu cuerpo glorioso,
subirá en mi compañía
a mi soberano trono.
Y agora, pues no es posible,
según el decreto heroico
de la muerte soberana,
llegar al celeste coro
ninguno, sin que primero,
para remedio de todos,
padezca yo en una cruz,
ya por honrarte dispongo
ejércitos infinitos
de mis ángeles hermosos
que hasta el limbo te acompañen
y, llevándote en sus hombros,
la gloria de mis alturas
te vayan cantando a coros.

JOSÉ Mi Dios dulce, aunque es terneza
sin necesidad, forzoso
es en mí que te encomiende
a mi esposa.

MARÍA Tierna lloro;
no de pesar, de alegría.
¡Qué efecto tan milagroso!

JESÚS Mi madre queda conmigo;
tú ve en paz.

JOSÉ Señor piadoso,
tú con tus divinas manos
cierra mis alegres ojos.

JESÚS Ya los cierro.

MARÍA Espejos fueron
para ejemplo de los otros.

JOSÉ ¡Qué gloriosa muerte siento!
¡Qué vida felice logro!

ENAÍN Todos quedamos suspensos.

ABDER Todos quedamos absortos
de ver el dichoso fin
que tiene "El mejor esposo".
(Bajan ángeles con guirnaldas y palma, que la ponen en
su cabeza, y corren la cortina.)
El mejor esposo
Guillén de Castro

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SAN JOSE El mejor esposo- Guillén de Castro - JORNADA SEGUNDA