Aquino: I Corintios 5

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1Co 1,26-31)

Lección 4: 1Co 1,26-31

No hay que predicar el Evangelio al estilo sabio del mundo, pues no se valieron de su sabiduría los primeros predicadores, sino de la divina que Cristo les comunico.

26. Considerad, si no, hermanos, quiénes son los que han sido llamados a la fe de entre vosotros, como no sois muchos los sabios, según la carne, ni muchos los poderosos, ni muchos los nobles,
27. sino que Dios ha escogido a los necios según el mundo, para confundir a los sabios, y Dios ha escogido a los flacos del mundo, para confundir a los fuertes,
28. y las cosas viles y despreciables del mundo, y aquellas que erán nada, para destruir las que son al parecer mas grandes,
29. a fin de que ningun mortal se jacte ante su acatamiento.
30. Y por este proceder del mismo Dios subsistis vosotros en Cristo Jesús, el cual fue constituido por Dios para nosotros por sabiduría y por justicia, y santificación y redención,
31. a fin dé que, como esta escrito, el que se gloria gloriese en el Señor.

Arriba demostro el Apóstol que el modo de enseñar que estriba en el artificio de la elocuencia, no dice bien con la doctrina cristiana, por razón de la materia, que es la misma cruz de Cristo; aquí demuestra que el susodicho modo de enseñar desdice de la doctrina cristiana, por razón de sus maestros, según los Proverbios y el Eclesiastico: "desdicen de la boca del necio las palabras sentenciosas" (26,7); "la parabola no tiene; gracia en la boca del fatuo" (20,22). De suerte que por no haber sido los primeros doctores de la fe sabios con sabiduría carnal, no decia bien con ellos que enseriarán con artificio de palabras; acerca de lo cual dos cosas: l? que los primeros doctores de la fe no fueron sabios con sabiduría carnal; y no solo eso, sino que en prendas humanas erán menguados y defectuosos;

2- pero que tales quiebras Cristo las soldo.

Cuanto a lo primero 3 cosas: a) en los primeros doctores de la fe nada de excelencias seculares; b) sino, por el contrario, en punto a timbre mundano, lo mas bajo, la basura; c) ¿por qué? "a fin de que ningun mortal se jacte ante su acatamiento".

Dice, pues, lo primero: dijose que lo que parece una locura en Dios es mayor sabiduría que la de los hombres, y esto podéis echarlo de ver en vuestra misma conversión. "Considerad, si no, esto es, con ahincada consideración, quiénes son los que han sido llamados a la fe de entre vosotros, es a saber, como habéis sido llamados, pues no nacio de vosotros, sino de El (Rm 8 1P 2). El darles entrada es para que consideren el modo de su vocación de parte de aquellos por cuyo medio fueron llamados, como dice Is : "poned los olos en Abraham padre vuestro y en Sara que os engendro" |5I), ministros del llamamiento, de quienes excluye en primer lugar la sabiduría, al decir: como, de aquellos por quienes fuisteis llamados, "no son muchos los sabios, según la carne", esto es, según la sabiduría carnal y terrena (Stg. 3; Br. 3).

Y dice "no muchos", porque unos pocos, como él, como Bernabé, o como Moisés en el Antiguo Testamento, "bien instruido en todas las ciencias de los egipcios" (Ac 7,22), aun en sabiduría mundana calzaban buenos puntos. Lo segundo a que cierra la puerta es al poder secular, diciendo que: "ni muchos los poderosos", esto es, a juicio del mundo. De allí que diga San Juan: "¿acaso alguno de los principes o de los fariseos ha creido en El?" (7; Br. 3). Lo tercero a la excelencia de linaje, al decir: "ni muchos los nobles"; aunque tampoco faltaron, como el mismo Pablo, de nacimiento ciudadano romano (Ac 22), Andronico y Junia, "que son ilustres entre los apostoles" (Rm 16,7).

Por el contrario, respecto del mundo, pinta su estado abatido y la primera tacha contraria a la sabiduría, al decir: "sino que a los necios según el mundo", esto es, los que a juicio del mundo parecen unos necios los escogio Dios para el oficio de la predicación, es a saber, a unos zafios pescadores, según aquello: "constandoles que erán hombres sin letras y del vulgo, estaban llenos de admiracion" (Ac 4,13); y esto "para confundir a los sabios", esto es, a los que estriban en la sabiduría del mundo, por no haber llegado a su noticia lo que por revelación a los sencillos (Mt 2 Is 19).

La segunda tacha es al poder contraria, de la cual dice: "y a los flacos del mundo", esto es, los que a juicio del mundo para nada sirven, pongo por caso los plebeyos y campesinos, "eligiolos Dios" para predicadores de oficio, en figura de lo cual se dice: "¿has visto bien toda esa multitud innumerable? Pues mira, hoy la pondré Yo en tus manos por medio de los mozos de a pie de los principes de las provincias" (I Reyes 20,14); y en Pr. 9: "envió sus criadas a convidar que viniesen al alcazar"; con lo cual se pinta la flaqueza de los primeros predicadores; y esto "para poner en confusión a los fuertes", esto es, a los poderosos de este mundo. "Y la arrogancia de los hombres sera doblegada, y humillada la altivez de los magnates" (Is 2,17).

Contraria a Ja nobleza es la tercera tacha, en la cual pueden considerarse 3 cosas: a) la alcurnía del linaje, que ya el nombre mismo de nobleza designa, contra el cual dice: "y a las cosas viles y despreciables del mundo", esto es, los que en dictamen del mundo no valen nada (2Co 4). b) la honra y la reverencia que a tales personas se hace, contra lo cual dice: "y despreciables", esto es, al hombres de ninguna suposición en este mundo eligiolos Dios para el cargo de predicadores, según el Salmo 78: "nos hemos convertido en la rechifla de nuestros vecinos y de los que nos rodean", c) el alto concepto en que los hombres los tienen, contra él cual dice: "y que erán nada", los que en el mundo al parecer no son eligiolos Dios para pregoneros de su palabra (Job 30); y esto con el expreso designio de "destruir las cosas que son al parecer mas grandes", esto es, los que en este mundo al parecer son algo (Is 23).

Señala seguidamente la causa de lo antedicho, diciendo: la razón de no haber elegido a los que en el siglo descuellan, sino a los que en polvo humillan la cabeza, es "a fin de que ningún mortal se jacte ante su acatamiento", esto es, para que nadie, comparándose con el Señor, se envanezca de cualquier excelencia terrena; pues, por haber sujetado el mundo a su fe no por la gente de mayor suposición en él o en el siglo, sino por la de menor cuenta, no le queda al hombre lugar para gloriarse de haber salvado al mundo por alguna excelencia suya terrena. Pero si Dios no pusiese a su servicio esa excelencia del mundo, parecería no tener en El su origen; por tal motivo eligio al principio a unos pocos, al fin a muchos, de soberana excelencia en el mundo, por el oficio de predicadores. De ahí que diga la Glosa que a no andar el pescador adelante con su fe, no siguiese el orador muy humilde por su pie, y también que de Dios es mucha gloria, por la basura y la escoria, a las aguilas del cielo echar abajo hasta el suelo.

Al decir luego: "y por don del mismo Dios vosotros habéis sido llamados en Cristo Jesús... ", muestra como Dios suple en los predicadores de la fe, que no descuellan precisamente por su elocuencia, dicha falta, para no ser despreciados en el mundo por no dar el ancho. Acerca de lo cual 3 cosas: 1° a quién hay que atribuir la salvación del mundo, hecha por el ministerio de los predicadores, diciendo: ya esta dicho que vuestro llamamiento a la fe no lo debéis a los que hacen raya en el mundo, sino a lo raido y desechado en él. De donde queda claro que vuestra conversión no ha de atribuirse al hombre, sino a Dios; que es lo que quiere decir: "y por El mismo, esto es, por virtud de Dios, habéis sido llamados en Cristo Jesús", es a saber, por la gracia le habéis sido unidos e incorporados (Ep 2).

Muestra después como por Cristo suple Dios en sus predicadores los antedichos defectos; y primero en lo tocante a la falta de sabiduría, al decir: "el cual, es a saber, Cristo, fue constituido por Dios para nosotros, los predicadores de la fe, y por nosotros para todos los fieles, por sabiduría", porque al juntarnos con el que es la sabiduría de Dios, y participando, por gracia, de ella, hemos llegado a ser sabios; y esto como don de Dios, que nos dio a Cristo, y nos llevo a Cristo, según aquello de San Juan: "nadie puede venir a Mi, si mi Padre, que me envió, no se lo concediere" (6;Dt 4).

Segundo, en lo concerniente a la falta de poder, diciendo: "y por justicia", que por su fortaleza comparase a la coraza (Sg 5). Y dicese que Cristo fue constituido para nosotros por justicia, por cuanto que por su fe nos hacemos justos (Rm 3).

Tercero, cuanto a la falta de nobleza añade: "y santificación y redencion"; pues por Cristo nos santificamos, por cuanto por El nos unimos a Dios, en lo que consiste la verdadera nobleza, según aquello: "Yo honraré a todo el que me glorificare; pero los que me menospreciaren serán deshonrados" (1S 2,30). De donde en Hebreos se dice: "que aun por eso Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padecio fuera de la puerta de la ciudad" (13,12).

E hizose por nosotros redención, en cuanto que por El fuimos rescatados de la servidumbre del pecado, en la cual consiste la verdadera vileza. De ahí que en el Salmo 30 se diga: "redimisteme, oh Dios de la verdad".

Señala, en tercer lugar, la causa de lo antedicho, diciendo: "a fin de que como esta escrito (Jr 9): el que se gloria gloriese en el Señor", donde nuestro texto dice así: en esto se qlorie: en estar lleno de noticias mias; puesto que dice: si la salvación del hombre no proviene de alguna excelencia humana, sino de sola la virtud divina, débese no al hombre la gloria, sino a

Dios, según aquello del Salmo: "no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria" (I 13); y lo del Eclesiastico: "a Aquel que me dio la sabiduría tributaré yo la Gloria" (51).

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Capítulo 2

(1Co 2,1-7)

Lección 1: 1Co 2,1-7

Pablo no fue enviado a predicar el Evangelio con grandilocuencia y sabiduría de palabras, puesto que no se ha preciado de saber otra cosa que a Jesucristo.

1. Yo, pues, hermanos, cuando fui a vosotros a predicaros el testimonio de Cristo, no fui con sublimes discursos ni con sabiduría;
2. puesto que no me he preciado de saber otra cosa entre vosotros, sino a Jesucristo, y Este crucificado.
3. Y mientras estuve entre vosotros, estuve siempre con mucha pusilanimidad, mucho temor y en continuo susto;
4. y mi modo de hablar y mi predicación no fue con palabras persuasivas de humano saber, pero si con los efectos sensibles del Espíritu y de la virtud de Dios;
5. para que vuestra fe no estribe en saber de hombres, sino en el poder de Dios.
6. Esto no obstante, enseñamos sabiduría entre los perfectos o verdaderos cristianos; mas una sabiduría no de este siglo, ni de los principes de este siglo, los cuales son destruidos con la cruz,
7. sino que predicamos la sabiduría de Dios en el misterio, sabiduría recondita, la cual predestino Dios antes de los siglos, para gloria nuestra;

Luego de haber indicado el Apóstol qué estilo lleva la doctrina de Cristo, aquí muestra haberse sujetado a esa norma; acerca de lo cual 3 cosas:

1- que no echo mano, para predicarles, de alguna excelencia secular.

2- que si echo mano de alguna, fue de excelencia espiritual, mas con los perfectos.

3- por qué procedio así.

Cuanto a lo primero otras 3 cosas: a) que no hace gala con ellos de sabiduría que desiumbra al mundo, b) ni anda1 papando el viento del poder secular, c) ni quiere pasar por un Ciceron o un Demostenes; y propuesto lo que pretende, señala el por qué.

Dice, pues, lo primero, pues ya se dijo que Cristo me envió a evangelizar, sin vaierme para eso de la elocuencia humana, y que entre vosotros no son muchos los sabios; "y yo, hermanos, aunque en esa materia de elocuencia humana no me quedo atras (2Co XI), cuando fui a predicaros para convertiros a Cristo" (Ac 1 Ac 8), no fui remontando las nubes y dando conmigo sobre el cielo estrellado. Y dice esto en consideración a unos conceptos sublimes y elevados sobre el sentido y la razón humana (Si 24). Y este remontado modo de hablar puede referirse o bien a las palabras que significan las concepciones de la sabiduría, según aquello: "los dichos de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados profundamente" (Eccles. 12,2); o bien a sútiles vias de razónar y pensar; ya que en griego el término LOGOS, como dice San Jeronimo, significa ambas cosas, ya palabra, ya razón. Y esto lo dice el Apóstol, por no querer darle fuerza, con ese estilo elevado, a la fe y creencia en Cristo (1S 2).

En pos la razón indica, diciendo: "puesto que no me he preciado de saber otra cosa sino a Cristo Jesús"; pues para eso no hacia falta alardear de sabio, sino mostrarse virtuoso, según aquello: "ya que no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo" (2Co 4). Por tanto solo se valia de lo que a este fin servia, esto es, poner ante su ojos la virtud de Cristo, no preciandose de saber otra cosa sino a Jesucristo. Pero en Cristo Jesús -como se dice en Colosenses- están escondidos los tesoros de Ja sabiduría y ciencia de Dios, tanto por lo que mira a la plenitud de la deidad, como en lo tocante a la plenitud de sabiduría y de gracia, y cuanto a las profundas razónes de la Encarnación, que, con ser lo que son, no se las anuncio el Apóstol, sino unicamente lo mas conocido y de menor cuantia en Cristo Jesús; en razón de lo cual añade: "y a Este crucificado", como si dijera: las muestras que os di de mi, -al presentarme en presencia vuestra, fueron las del que no sabe, o parece no saber, otra cosa que la cruz (que yo aprendi) de Jesús. De ahí que diga: "a mi libreme Dios de gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo". Así pues, como esta dicho, ya que oor la", palabras sabias la cruz pierde su sabor, no había venido el Apóstol a predicarles ni con sublimes discursos ni con retorica sabia.

Y que no viniese a ellos escudereado de poder, sino todo lo contrario, por dentro como por fuera, muéstralo luego, al decir: "y mientras estuve entre vosotros, estuve siempre con mucha pusilanimidad", o lleno de achaques, esto es, aquejado de aflicciones (Ga 4 SalmoGa 15). Por lo que mira a lo interno, dice: "mucho temor", es a saber, del males que amenazaban, "y en continuo susto", por cuanto el temor de adentro redunda fuera en el cuerpo (2Co 7).

Y tampoco escudereado de la fama de orador; acerca de lo cual 3 cosas: 1 que no les predico al estilo del mundo, diciendo: "y mi modo de hablar, con el que en privado y una por una instruia a algunas personas (Ep 4), y mi predicación, con la que enseñaba en publico, no fue con palabras persuasivas de humano saber", esto es, no se valio del artificio retorico, aderezado para persuadir. Que, así como arriba dijo no haber sido intención suya fundar su predicación en razónamientos filosoficos, así tampoco ahora en persuasiones retoricas (Is 33).

2? que les predico al estilo cristiano, diciendo: mi modo de hablar fue "con los efectos sensibles del Espíritu y de la virtud de Dios", lo cual puede entenderse de dos maneras: de una, por cuanto que a los que creian en su predicación débaseles el Espíritu Santo, según aquello: "estando aun Pedro diciendo estas palabras, descendio el Espíritu Santo sobre todos los que oian la platica" (Ac X,44). Por parecido modo confirmaba también su predicación, obrando prodigios, esto es, milagros, según San Marcos: "cooperando el Señor, y confirmando su doctrina con los milagros que la acompanaban" (XVI,20). De ahí que diga en Galatas: "Aquel que os comunica el Espíritu Santo y obra milagros entre vosotros" (3,5).

La otra manera como puede entenderse es por cuanto que por su boca hablaba el Espíritu Santo, como lo demuestra la abundancia y sublimidad de su doctrina (il S. 23;2Co 4); y también por confirmar su predicación por las muchas obras virtuosas que en su tenor de vida dejaba traslucir: "testigos me sois vosotros, y también Dios, de cuan santa, y justa, y sin querella alguna fue nuestra mansión entre vosotros, que habéis abrazado la fe" (1Th 2,10).

Indica, en tercer lugar, la razón de lo antedicho, diciendo: "para que vuestra fe no estribe en saber de hombres", esto es, no se apoye en la sabiduría humana, que a menudo engana a los hombres (Is 47), "sino en, el poder de Dios", a saber, para que en él estribe la fe y así no pueda faltar (Rm 1).

Para con quiénes se valga del género excelente de la sabiduría espiritual lo muestra luego, diciendo: "esto no oostante, enseñamos sabiduría entre los perfectos". Y habiendo propuesto su intento y manifestado su propósito, dice: a vosotros solo os prediqué a Cristo crucificado, "mas la sabiduría, esto es, la doctrina profunda, a los perfectos"; que pueden serlo de dos maneras, según se atienda al entendimiento, o a la voluntad, que, por seri propias del hombre entre las potencias del alma, cuando se trata de perfección, habra que atender a ellas. Llamense, pues, perfectos de entendimiento aquellos cuya mente sobrevuela todo lo carnal y sensible, ya que pueden entender lo espiritual e inteligible, de los cuales se dice que "el manjar solido es de varones perfectos; de aquellos que con el largo uso tienen ejercitados los sentidos espirituales en discernir1 el bien y el mal" (He 5,14). Perfectos de voluntad aquellos cuya voluntad, lo temporal trascendiendo, a Dios solo le esta unida y pegada a sus preceptos. De ahí que San Mateo, después de haber explicado lo tocante al amor del prójimo, concluya: "sed, pues, perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto".

Así que porque la fe se endereza en su doctrina a obrar movida de amor, es menester que el que en tal doctrina de fe se instruye, en cuanto al entendimiento, bien dispuesto esté a creer, y a ver qué alcanza a entender; y en cuanto a la voluntad, y juntamente al afecto, esté también bien dispuesto a amorosamente obrar.

Explica seguidamente cual sea esta sabiduría, que menciono, al decir: "mas una sabiduría no de este siglo. . ", cuya exposición con su razón confirma con estas palabras: "sabiduría que ninguno de los principes de este siglo ha entendido". Acerca de lo primero dos cosas: qué se entiende por esta sabiduría, según se trate de fieles o infieles. Así que, reiterando lo dicho, quede claro que tratamos de una sabiduría para gente perfecta; pero sabiduría "no de este siglo, quiero decir, de cosas seculares o que estriba en razónes humanas, ni de los principes de este siglo". Y con esto la discierne y separa de la sabiduría mundana, cuanto al modo y materia de investigar, v cuanto a sus autores, que son los principes: de este siglo, por cuyo nombre pueden entenderse los 3 géneros de principes que hay en el mundo, según la triple sabiduría humana:

a) los reyes y magnates del siglo, según aquello: "alzanse los reyes de la tierra v los principes conspirán de consuno contra el Señor y contra su Cristo" (Ps 2,2). De tales principes procede la sabiduría de las leyes humanas, por las que se gobiernan las cosas de este mundo en la vida humana.

b) los demonios (Jn 14), de quienes procede la sabiduría del culto a los mismos, es a saber, la nigromancia, la magia negra y otras artes magicas.

c) los; filosofos que, como principes, hicieron raya por su magisterio a los ojos humanos, de quienes dice Is : "los principes de Tanis, los sabios consejeros de Faraon, ¡qué necios son!" (19,1 1). De estos principes procede toda la filosofia humana; y de estos principes, así reyes como filosofos, los hombres fenecen con la muerte, o perdiendo su autoridad y poder; los demonios, en cambio, no por la muerte, sino perdiendo autoridad y poder, como dice San Juan: "ahora el principe de este mundo va a ser lanzado fuera" (12,31). De los hombres dice Baruc: "¿donde están los principes de las naciones? .. exterminados fueron y descendieron a los infiernos".

Así como ellos no tienen firmeza, tampoco tenerla puede su sabiduría; por tanto no hay que apoyarse en ella.

Explica luego qué se entiende por sabiduría respecto de los fieles, al decir: "sino que predicamos... "; y la describe primeramente cuanto a la materia o autoridad, diciendo: "la sabiduría de Dios", esto es, la sabiduría que es Dios y dimana de Dios; porque aunque toda sabiduría viene del Señor Dios -como dice el Eclesiastico- de modo especial ésta que trata de Dios procede de Dios por revelación, según aquello: "sobre todo ¿quién podra conocer tus designios, si Tu no le das sabiduría, y no envias desde lo mas alto de los cielos tu santo espiritu?" (Sg 9,17).

Muestra, en segundo lugar, lo peculiar de ella, diciendo: "una sabiduría divina, misteriosa, escondida", que, por cuanto queda a trasmano del entendimiento humano, dicese oculta a los hombres (Si 3 JobSi 28). Y porque el modo de enseñarla e imbuirla debe estarle acomodado, por eso dice que habla de ella misteriosamente, esto es, por medio de algo oculto, o palabra o señal (1Co 14).

Indica, en tercer lugar, el fruto de esta sabiduría, diciendo: "la cual predestino Dios antes de los siglos, esto es, preparo, para gloria nuestra", conviene a saber, de los predicadores de la fe, que, por predicar tan alta sabiduría, hacense acreedores, de parte de Dios y de los hombres, de una gran gloria (Pr 3). También habra que aplicar este texto: "para gloria nuestra" a todos los fieles, cuya gloria en esto consiste, en que conozcan en el cénit de su luz lo que ahora se les predica envuelto en el misterio, como lo dice San Juan: "la vida eterna consiste en conocerte a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tu enviaste" (17,3).

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1Co 2,8-12)

Lección 2: 1Co 2,8-12

Dios revelo a los Apóstoles por su mismo Espíritu su sabiduría, que permaneció escondida para los príncipes de este siglo.

8. sabiduría que ninguno de los príncipes de este siglo ha entendido; que, si la hubiesen entendido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria,
9. y de la cual esta escrito: ni ojo vio, ni oreja oyó, ni paso a hombre por pensamiento cuales cosas tiene Dios preparadas para aquellos que le aman;
10. mas a nosotros nos lo ha revelado Dios por medio de su espíritu, pues el Espíritu todas las cosas penetra, aun las mas intimas de Dios.
11. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre sino solamente el Espíritu del hombre que esta dentro de él? Así es que las cosas de Dios nadie las ha conocido sino el Espíritu de Dios.
12. Nosotros, pues, no hemos recibido el Espíritu de esté mundo, sino el Espíritu que es de Dios, a fin de que conozcamos las cosas que Dios nos ha comunicado.

Luego de haber tratado de la sabiduría que el Apóstol enseña a gente perfecta, aquí señala el por qué de la antedicha exposición, así por lo que mira a los infieles, como a los fieles. Acerca de lo primero dos cosas: propone lo que pretende y lo prueba, "porque si la hubiesen entendido...". Dice, pues: ya esta declarado que la sabiduría de que tratamos no es la de los principes de este siglo, ya que "ninguno de ellos la entendio", proposición verdadera, séanse quienes se fueren; porque, si se entiende de los principes seculares, esta sabiduría no llego a su noticia, pues esta por encima de toda razón de humano gobierno (Job 12). Si de los filosofos, tampoco la alcanzaron, ya que sobrepuja la razón humana (Ba 3). Ni aun los demonios vinieron en conocimiento de eila, estando tan de tejas arriba de toda sabiduría creada (Job 28).

-"porque si hubiesen entendido... ". Prueba lo antedicho, que no conocieron los principes la sabiduría divina, en cuanto recondita de por si, y en cuanto preparada para gloria nuestra, lo primero por señal, lo segundo por autoridad: "como esta escrito". Dice, pues: estoy en lo dicho, que los principes de este siglo no entendieron cosa de la sabiduría divina; pues "si la hubiesen entendido", hubiesen conocido que Cristo, cuyo conocimiento en esta sabiduría va envuelto, era Dios, y con tal noticia "nunca hubierán crucificado al Dios de la gloria", esto es, a Cristo Señor que da la gloria a los suyos, según aquello: "el Señor de las virtudes el mismo es el Rey de la gloria" (Ps 23 He 12); puesto que, siendo la gloria naturalmente apetecible para la criatura racional, no es posible a la voluntad humana determinarse a dar muerte al autor de la gloria. Cuanto al hecho de haber crucificado a Jesucristo los principes es, cosa cierta, si se entiende de los principes que ejercen potestad entre los hombres; ya que lo que dice el Salmo 2: "conspirán los principes contra el Señor y contra su Cristo" lo aplican los Hechos a Herodes y a Pilato, y a los principes de los judíos que convinieron en dar muerte a Cristo. Pero también los demonios tuvieron su parte, persuadiendo y atizando el odio (Jn 13); así como los Fariseos y Escribas, dados al estudio de la sabiduría y peritos en la ley, con sus instigaciones y aprobaciones, contribuyeron a la muerte de Cristo. Acerca de lo cual se ofrecen dos dudas:

la primera, por llamarle el Dios de la gloria crucificado; puesto que la divinidad de Cristo, según la cual se llama el Señor de la gloria, nada podia padecer. A esto se responde que en Cristo hay una persona y dos naturalezas, la divina y la humana. De ahí que pueda designarsele con el nombre de una o de otra y, con el nombre que sea, predicarse de El lo que es propio de cada naturaleza, porque a entrambas las une en si una sola persona; y de esta manera podemos decir que el hombre creo las estrellas, y que el Señor de la gloria fue crucificado, no habiéndolas creado como hombre, mas como Dios, ni habiendo sido crucificado en cuanto Dios, sino en cuanto hombre; con lo que queda hecho trizas el error de Nestorio, al decir que en Cristo no hay mas que una naturaleza para Dios y el hombre, pues según esto de ningun modo pudiera ser verdad que el Señor de la gloria fue crucificado.

La otra duda es que la frase del Apóstol parece suponer que los demonios o los principes de los judíos no llegaron a conocer que Cristo era Dios, como parece corroborarlo San Pedro en lo que mira a éstos ultimos: "ahora bien, hermanos, ya sé que por ignorancia habéis hecho esto, como también vuestros principes" (Ac 3,17); lo cual parece contrario a lo que dice San Mateo: "pero los agricultores, cuando vieron al hijo, se dijeron: es el heredero; vamos a matarle, y tendremos su herencia" (21,38); texto que San Crisostomo explica diciendo: con estas palabras da claramente a entender el Señor que los principes de los judíos, no por ignorancia, sino por envidia, crucificaron al Hijo de Dios. Tercia la Glosa para resolver esta aparente contradicción con decir que si sabian que era el prometido en la ley, mas no penetraban el misterio de su filiación divina, ni alcanzaban a entender el sacramento de la Encarnación y Redención. Mas contra esto nuevamente Crisostomo: que si conocieron que era el Hijo de Dios. Así que, en resumidas cuentas, tuvieron por cosa averiguada los principes de los judíos que Cristo era el prometido en la ley, no así el pueblo, que lo ignoraba; lo que si no sabian a ciencia cierta, sino por barruntos y conjeturas, era que fuese el verdadero Hijo de Dios; pero este conocimiento a tientaparedes entenebreciase tanto mas cuanto era la envidia que le tenían y la codicia de la propia gloria, a que veian hacerle sombra la deslumbrante excelencia de Cristo.

Duda parecida puede también ofrecerse acerca de los demonios, ya que en Marcos y Lucas dicese que el demonio a grandes voces grito: sé que eres el Santo de Dios; pues, para que no se achaque a presunción demoniaca jactarse de saber lo que no sabian, el conocimiento que tenían de Cristo lo afirman los mismos evangelistas. Así San Mateo: "no les permitia hablar, por cuanto sabian que era el Cristo"; y San Lucas: "pero El los reprendia y no los dejaba hablar, porque conocian que era El el Mesias". A esto se responde que los demonios sabian que El era el tantas veces prometido en la ley, por ver que los milagros que anunciaron los profetas tenían cabal cumplimiento en El; lo que si ignoraban era el misterio de su divinidad. Contra lo cual parece estar lo que San Atanasio dice: que los demonios declaraban a Cristo por Santo de Dios, como si dijéramos, el Santo de modo singular; ya que por naturaleza es santo aquel por cuya participación todos los otros se llaman santos. Digamos entonces, en sentir del Crisostomo, que su conocimiento de \a venida de Cristo no era cierto y seguro, sino de tanteo y por conjeturas. De donde dice San Agustín que haber venido en conocimiento de ello no fue por medio de lo que es vida eterna, sino por cosas temporales obradas por su virtud.

Demuestra luego, por autoridad, que los principes de este siglo no conocieron la sabiduría de Dios, en cuanto a predestinada para gloria de Jos fieles, al decir: "mas como esta escrito" en Is 64, donde nuestro texto dice así: "ni ha visto ojo alguno, sino solo Tu, loh Diosi, las cosas que tienes preparadas para los que te aman". Demuestra a todas luces que la visión gloriosa es para los hombres algarabia, por dos capitulos: uno, porque no es cosa que toque a la jurisdicción de los sentidos humanos, de donde todo humano conocimiento da principio. Y pone dos sentidos: el de la vista, al decir: "que ojo no vio" (Job 28), ya que no es algo colorado y visible; y el oído: "ni oreja oyo", porque la gloria no es sonido o voz sensible: "no habéis oído jamas su voz ni visto su semblante" (Jn 5,37).

El otro capitulo se refiere al conocimiento intelectual, al decir: "ni paso a hombre por pensamiento", que puede entenderse de dos maneras: de una, de suerte que la frase: "ascenderé in cor hominis": subir al corazón del hombre, se entienda de todo lo que de un modo o de otro viene a conocer el hombre, según aquello de Jeremias: "Jerusalén (suba sobre) ocupe vuestro corazón" (51,50); y en este sentido por corazón del hombre ha de entenderse el del hombre carnal, como se dice mas abajo (1Co 3): "habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales, y procedéis como hombres?" Quiere decir que esa gloria no solo esta vedada al sentido, sino también al corazón del hombre carnal, según lo que dice San Juan: "a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce" (14,17).

La otra manera de entender con mas propiedad la frase: "in cor hominis ascenderé" es que por ella se diga que sube al corazón del hombre lo que de fuera le llega a su entendimiento, esto es, de lo que perciben sus sentidos; porque las cosas se hallan en él a su modo, de suerte que las inferiores están en el entendimiento de modo muy superior a como están en si y, por consiguiente, cuando el entendimiento las capta, en cierto modo suben al corazón. De ahí que diga Is : "no habra memoria de lo pasado, ni hara presa en el corazón". Mas aquellas cosas que sobrepujan la inteligencia están en si mismas de modo muy superior a como están en el entendimiento, y en cierto modo descienden cuando el entendimiento hace presa en ellas (Stg. 1). Así que, porque el conocimiento de aquella gloria no se deriva de las cosas sensibles, sino de la revelación divina, por eso señaladamente dice: "ni ascendio al corazón del hombre", sino descendio, es a saber, lo que preparo Dios, esto es, predestino, para los que le aman, porque él premio esencial de la gloria eterna se debe a la caridad, según aquello de San Juan: "y el que me ama sera amado de mi Padre, y Yo le amaré, y Yo mismo me manifestaré a él" (14,21), en lo cual consiste la perfección de la vida eterna; y aquello de Job: "a quien El ama le declara como esta luz es posesión suya" (36,33). Las virtudes restantes reciben su eficacia para merecer \a vida eterna de la caridad, en cuanto que ella, como el alma, las informa.

--"Pero a nosotros nos lo ha revelado . .". Prueba la antedicha exposición sobre la sabiduría divina en lo que mira a los fieles, propone su intento y lo demuestra. Dice, pues: ya esta declarado que ninguno de los principes de este siglo llego a entender la sabiduría divina, "mas a nosotros nos la ha revelado Dios por medio de su espiritu", es a saber, el que nos envió, según dice San Juan: "mas el Consolador, el Espíritu Santo, que mi Padre enviara en mi nombre, os lo enseñara todo" (14,26; Job 31); pues, por ser el Espíritu Santo el Espíritu de la verdad, ya que procede del Hijo, que es la verdad del Padre, inspira la verdad a quienes se envia, así como el Hijo enviado del Padre da noticia del Padre, como dice San Mateo: "nadie conoce al Padre sino el Hijo y a quien se dignase el Hijo revelarlo" (Mt 11).

Al decir luego: "pues el Espíritu todas las cosas penetra", prueba lo susodicho, es a saber, que por el Espíritu Santo fue revelada a los fieles la sabiduría; y muestra que el Espíritu Santo para esto tiene eficacia, como ya lo había demostrado en los discipulos de Cristo. Propone su intento y manifiesta su propósito: "porque quién de los hombres sabe las cosas del hombre... ". Dice, pues: ya esta declarado que Dios nos ha revelado su sabiduría por medio del Espíritu Santo, cosa que pudo suceder, ya que el Espíritu Santo todo lo penetra -lo cual no ha de entenderse como si se pusiese a investigar como suceden tales cosas, mas porque conoce perfectamente y cala lo mas intimo de cada cosa, como cuando el hombre, a modo de sabueso, todo lo registra y escrudrina. De ahí que diga la Sabiduría que el Espíritu de inteligencia es santo, todo lo prevé, y abarca en Si todos los espiritus inteligentes, puros, sútiles (Sg 7,22), y cabalmente conoce, no solo las cosas creadas, sino aun las mas intimas del ser de Dios; e intimas o profundas dicense las que en El se esconden, no las que de El conocen las criaturas, que como a la sobrehaz aparentemente están, según aquello: "pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se puede ver a las claras venir en conocimiento de su Creador" (Sg 13,5).

-"Porque quién de los hombres... ". Por comparación con el Espíritu humano prueba lo que había dicho del Espíritu de Dios, diciendo: "porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, esto es, las que están ocultas en el corazón, sino solamente el Espíritu del hombre que esta dentro de él?", esto es, ¿el entendimiento? Por consiguiente no pueden verse las que adentro se esconden. Y señaladamente dice: "¿quién de los hombres?" porque no parezca que también Dios queda excluido de conocerlas, según aquello de Jeremias: "perverso es el corazón de todos los hombres e impenetrable; ¿quién podra conocerlo? Yo, el Señor, soy el que escudrino los corazónes, y el que examino los afectos de ellos" (17), quiere decir que Dios solo es el que conoce los secretos impenetrables del corazón. Y es clara la razón de por qué el hombre no puede saber lo que el otro con siete cerrojos tiene encerrado en su corazón, porque la fuente de sus conocimientos son los sentidos; por consiguiente, a no ser que el otro, con signos sensibles, dé en algún modo a entender lo que guarda en su pecho, no es dable a hombre conocer, "pues el hombre no ve mas que lo exterior; pero el Señor ve el fondo del corazón" (1S 16,7); pero ni siquiera a los angeles, buenos o malos, si no dan barruntos por algunos efectos; y la razón es la que da el Apóstol: que si el Espíritu del hombre conoce los entresijos del corazón del hombre es cabalmente por estar dentro de él; el angel, en cambio, y el demonio menos, no tienen facultad para deslizarse en el alma humana y anidar en el corazón, para de ahí obrar. Esa es prerrogativa exclusiva de Dios. Luego solo Dios esta al cabo de los secretos del corazón humano, según Job: "mira que el testigo de mi inocencia esta en el cielo, y allí arriba reside el que me conoce a fondo" (16,20).

Acomoda luego la semejanza al Espíritu de Dios, diciendo: "así también las cosas de Dios, esto es, las que están en Dios escondidas, nadie las ha conocido sino el Espíritu de Dios", según aquello: "loh, y cuan grande es Dios, y cuanto sobrepuja a nuestra ciencia!" (Job 36,26). Mas, así como a un hombre dénsele a conocer por señales sensibles las cosas secretas del corazón de otro, así también las cosas de Dios puede conocerlas el hombre por efectos sensibles, como dice la Sabiduría: "pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se puede a las claras venir en conocimiento de su Creador" (13,5). Pero el Espíritu Santo, que esta en el mismo Dios, por ser consubstancial al Padre y al Hijo, los secretos de la divinidad los ve por Si mismo, según aquello: "porque en ella tiene su morada, es a saber, en la sabiduría divina, el Espíritu de inteligencia santo... el cual lo puede todo y todo lo prevé" (7,22).

Al decir después: "pero nosotros... " muestra como se adquiere el conocimiento del Espíritu Santo, diciendo: que, aunque ninguno de los hombres pueda, por lo que a si toca, conocer las cosas de Dios, "pisro nosotros, llenos del Espíritu Santo, no hemos recibido el Espíritu de este mundo, sino el Espíritu que es de Dios". Entiéndese por Espíritu una fuerza vital, de conocimiento y movimiento. Así que por Espíritu de este mundo puede entenderse la sabiduría de este mundo, y el amor del mundo, que impulsa al hombre a obrar lo que concierne al mundo; pero este Espíritu no lo recibieron los santos Apostoles, que acocearon al mundo y hollaron sus honras vanas, sino al Espíritu Santo, con el que. sus corazónes se iluminaron e inflamaron en el amor de Dios (Jn 14 Nb 14). Por el contrario, el Espíritu del mundo desvia del recto camino, según Is : "y quedara Egipto sin Espíritu en sus entranas, y trastornaré sus consejos" (19,3). Mas, por su divino Espiritu, hemos logrado "conocer las cosas que Dios nos ha comunicado", de arte que cada uno alcance de ese conocimiento de las cosas divinas tanta parte cuanto Dios le ha dado; porque, como se dice en Efesios: "a cada uno se le ha dado la gracia a medida de la donación gratuita de Cristo" (Ep 4,7). O puede entenderse, por tales palabras, el Espíritu divino que se da a los santos para que conozcan los dones espirituales, que los que no los tienen ni al tal Espíritu conocen, según dice el Apocalipsis: "al que venciere daréle Yo un mana recondito, que nadie le sabe sino aquel que le recibe" (2,17). De donde puede deducirse que, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo, y a quien se dignase el Hijo revelarlo (Mt 2); de la misma manera nadie conoce las cosas de Dios Padre y de Dios Hijo sino el Espíritu Santo y los que lo recibieron; v esto en razón de la consubstancialidad que tiene el Espíritu Santo con el Padre y el Hijo, así como el Hijo la tiene con el Padre.


Aquino: I Corintios 5