Aquino: I Corintios 8

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1Co 2,13-16)

Lección 3: 1Co 2,13-16

Si San Pablo habla de sabiduría propia de gente perfecta, es porque al hombre animal no se le alcanza ni jota de cosas de espiritu.

13. las cuales por eso tratamos no con palabras estudiadas de humana ciencia, sino conforme nos enseña el Espíritu de Dios, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
14. Porque el hombre animal no puede hacerse capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, pues para él todas son una necedad, y no puede entenderlas, puesto que se han de discernir con una luz espiritual que no tiene.
15. El hombre espiritual discierne o juzga de todo, y nadie que no tenga esta luz puede a él discernirle.
16. ¿Porque quién conoce la mente del Señor, para darle instrucciones? Mas nosotros tenemos el Espíritu de Cristo.

Ya había dicho mas arriba el Apóstol que enseñaba sabiduría entre los perfectos. Así que, luego de haber puesto a buena luz qué especie de sabiduría fuese ésta, desconocida para los mundanos y familiar a los santos, ahora aclara por qué los santos tratan de esta sabiduría entre perfectos; propone su intento y da la explicación: "porque el hombre animal no es capaz de ella". Acerca de lo primero, propone la manifestación de las cosas reveladas, diciendo: declarado esta que recibimos el Espíritu de Dios, para conocer los dones que nos ha comunicado, de los cuales, es a saber, lo que nos ha revelado por su espiritu, por eso tratamos; pues para eso nos han sido revelados, para provecho de la gente. De ahí que digan los Hechos: "llenaronse todos del Espíritu y empezaron a hablar".

Lo segundo se refiere al modo de declarar las cosas, "no con palabras estudiadas de humana ciencia", esto es, no nos apoyamos, para demostrar nuestra doctrina, en palabras artificiosamente compuestas del saber humano, ora se. atienda al ornato o a la sútileza del raciocinio; "sino conforme nos enseña el Espíritu de Dios", esto es, según que el Espíritu Santo nos dicta por dentro lo que hemos de hablar, e ilumina los corazónes de los oyentes para que entiendan (Jn 16).

Lo tercero, señala la gente que compone su auditorio, diciendo: "acomodando lo espiritual, a lo espiritual", como si dijera: muy a propósito damos documentos espirituales a quienes convienen, que son los varones espirituales. "Las cosas que de mi has oído confialas a hombres fieles, que sean idoneos para enseñarlas también a otros" (IITt 2,2); a quienes llama aquí espirituales, y arriba perfectos, pues por el Espíritu Santo los hombres se hacen perfectos en la virtud, según el Salmo: "por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y por el aliento de su boca todo el ejército (la virtud) de ellos11 (32,6).

Indica luego la razón de lo antedicho, al decir: "porque el hombre animal... "; y muestra por qué a los hombres bozales no ha de darse lo espiritual, y si a los espirituales. Acerca de lo primero da por asentado que el hombre animal no es capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, y la razón es porque para él "todas son una necedad". De modo que el raciocinio es de este tenor: a nadie hay que dar enseñanzas que no pueda captar; es así que los hombres animales no pueden captar enseñanzas espirituales; luego no hay que darselas. Esto es lo que en resumidas cuentas quiere decir: "el hombre animal no es capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios". Por tanto, con toda razón, no ha de darseles. Donde lo primero que hay que considerar es a quién se llama hombre animal y, por consiguiente, que el alma es forma del cuerpo; donde por almas propiamente se entienden aquellas fuerzas que son actos de los organos del cuerpo, es a saber: las fuerzas sensitivas. Así que hombres animales son los que por tales fuerzas se gobiernan, entre las cuales están la aprehensiva y la apetitiva; de arte que, según esto, puede llamarse el hombre animal por doble motivo: uno, por lo que mira a la fuerza aprehensiva, y este tal llamase animal respecto del sentido, que -como dice la Glosa- juzga de Dios conforme a la fantasia corporea, o la letra de la ley, o la razón filosofica, que aquí se toman según las fuerzas sensitivas. Otra manera de llamarse el hombre animal es respecto de la fuerza apetitiva, quiere decir, aquel cuyas aficiones están puestas solamente en lo que le pide el apetito sensitivo, el cual, por la vida que lleva, llamase con toda propiedad animal, el cual -como dice la Glosa- vase al hilo de la disoluta lascivia de su alma, que, al parecer, no hay Espíritu rector que la contenga dentro de los términos que piden la naturaleza y la razón. De éstos dice San Judas que "son los que separán a si mismos de la grey de Jesucristo, hombres sensuales, que no tienen el Espíritu de Dios".

Lo segundo que hay que considerar es por qué tales hombres "no pueden hacerse capaces de las cosas que son dei Espíritu de Dios"; y la razón es obvia, tanto por lo que hace al sentido animal, como a la vida sensual; porque las cosas sobre que el Espíritu Santo ilustra la mente están por encima del sentido y la razón humana, según aquello del Eclesiastico: "porque muchas cosas se te han enseñado que sobrepujan la humana inteligencia" (3,25); por consiguiente, quien solo estriba en el conocimiento sensitivo no puede captarlas. También el Espíritu Santo enciende el afecto para despreciar los bienes sensibles y amar los espirituales, por cuya razón el hombre de vida animal no puede hacerse capaz de estos bienes espirituales, ya que, como dice el Filosofo, cual es cada uno tal parece el fin que se propone. "El insensato no recibe los avisos de la prudencia, si no se le habla al gusto de su corazón" (Pr 18 Si 22).

-"pues para él todas son una necedad"; indicación que da por razón de lo que había dicho; porque es señal que no alcanza, reprobar por necedad, lo que dicho sabiamente supera su cortedad. Así que porque el hombre animal da por necio y sin razón lo de Dios espiritual, con eso nos da a entender que no cabe en su saber; que es lo que quiere decir: "pues para él, es a sataer, animal, todas esas cosas son una necedad"; ya que juzga sin sentido lo que es de Dios conducido y encaminado a su fin. "El necio que va siguiendo su camino, como él es un insensato, tiene por tales a todos los demás" (Eccles. 10,3). Pero el hecho de parecerle un disparate lo que es según el Espíritu no dimana en el hombre animal de un recto modo de juzgar las cosas; así como a los sabios paréceles necedad lo que a los necios sabiduría, por su corto entendimiento; puesto que el hombre sensual lo que esta sobre el sentido no es capaz de entenderlo, y el cebado en lo carnal no tiene por bueno sino lo que es placentero según la carne, que es lo que dice a continuación: "y no puede entenderlas" (Ps 81). ¿Y por qué no puede entenderlas? "puesto que se han de discernir con una luz espiritual que no tiene", esto es, el examen de las cosas espirituales ha de hacerse de modo espiritual; pues no toca al inferior las cosas del superior examinar y juzgar; como tampoco al sentido del hombre y a su razón terciar en jurisdicción del Espíritu de Dios. Así que el discernimiento -y ésta sea la conclusión- toca al Espíritu Santo, y a El solo, según aquello: "la palabra del Señor, acendrada al fuego" (Ps 17,31), es a saber, puesta a prueba por el Espíritu Santo. Pues porque el hombre animal no tiene dentro de si al que es Espíritu Santo, de ahí que lo espiritual no lo pueda ni discernir ni entender.

Al decir luego: "pero el hombre espiritual discierne y juzga de todo" indica por qué hay que dar, entregar lo espiritual al varón espiritual; e indicada la razón, manifiesta en pos la causa: "¿porque quién conoce la mente del Señor para darle instrucciones?" El raciocinio que hace es éste: según aquello de Job: "el oído es el que discierne las palabras" (12,2), lo espiritual ha de darse al que puede discernir; tal es el espiritual; luego a él hase de dar; que es lo que quiere decir: "pero el hombre espiritual discierne y juzga de todo, y nadie a él lo discierne". Donde primero hay que ver quién se llama espiritual, pero con esta advertencia: que ya es costumbre llamarse con este nombre de espiritual las substancias incorpóreas. Así que, teniendo el alma una parte que no es acto de algún órgano corpóreo, es a saber, la que abarca voluntad y entendimiento, esta parte del alma, la intelectiva, dicese Espíritu humano, que, con todo, es ilustrado, del Espíritu de Dios, según el entendimiento, e inflamado según el afecto y la voluntad.

De suerte que espiritual llamase el hombre de dos maneras: de una por parte del entendimiento, que ilustra Dios con su espiritu; de otra por parte de la voluntad, que inflama Dios con su espiritu; y de este modo dice la Glosa que por vida espiritual ha de entenderse la que, teniendo por guia al Espíritu de Dios, rige al alma, es a saber, las fuerzas animales (Ga 5); así también como dice que por hombre espiritual se ha de entender el que, estando sometido al Espíritu de Dios, conoce lo espiritual con certidumbre y cual es.

Hay que considerar, en segundo lugar, por qué el hombre espiritual discierne y juzga de todo, pero a él nadie lo discierne; donde lo que hay que advertir es que el que en todo se porta rectamente cual conviene, recto juicio también tiene en cada cosa por si. Al revés, quien de lo recto, aunque poco, se desvia, otro tanto tiene tacha en lo que al juicio confia. Así, por ejemplo, el que esta despierto juzga con toda verdad que él esta en vela y el otro dormido; mas quien duerme del que vela ni de si no se forma un recto juicio. De donde las cosas son no tales cuales parecen al que duerme, sino tales cuales parecen al que despierto esta en vela. Valga la misma razón, acerca de los sabores, para el sano y el enfermo, y para el fuerte y el débil en lo tocante a las cargas si mas o menos pesadas; para el virtuoso y el vicioso acerca de lo hacedero. De ahí que diga el Filosofo que la regla y la medida de las cosas en lo humano es el virtuoso, y la razón es porque las cosas tales son en si y por si cuales las juzga el virtuoso. A este tenor el Apóstol dice aquí que "el hombre espiritual discierne y juzga de todo", es a saber, por tener entendimiento y afecto ilustrado y puesto en orden por el Espíritu Santo, por lo cual de cada cosa tocante a su salvación juzga conforme a razón. Al contrario, el no espiritual en cosas espirituales entendimiento y afecto tiene, el uno obscurecido, y el otro desordenado, y he aquí por qué no puede el varón espiritual del que no es espiritual ser juzgado, como tampoco el que en vela esta y despierto ser juzgado del que duerme. De ambos respectivamente dice la Escritura: "los justos juzgarán a las naciones" (Sg 3); "por lo que a mi toca muv poco se me da de vuestro juicio, o de cualquier juicio humano" (1Co 4).

Cuando dice después: "porque ¿quién conoce la mente del Señor...?" manifiesta la razón traida, y alega una autoridad, que adapta a su propósito: "mas nosotros tenemos el Espíritu de Cristo". Pero es de considerar que para poder juzgar un hombre de otro dos cosas son requeridas: que el que juzga bien conozca lo que al juzgado concierne, y sea superior a él; pues, como dice el Filosofo: "cada uno juzga bien de lo que conoce bien, de lo cual es mejor juez". De donde es claro, y se ve, que nadie pueda juzgar la mente de Dios, esto es, su grande sabiduría que, al juzgar, lo abarca todo; por lo cual dice: "porque ¿quién conocio \a mente del Señor?", como si dijera: ninguno; pues, por mucho que se exceda de los hombres la codicia, de Dios la sabiduría se aventaja mucho mas: "la sabiduría de Dios, que precede a todas las cosas, ¿quién es el que la ha comprendido?" (Eccii. 1,3); "¿quién podra conocer tus designios, si Tu no les das sabiduría?" (Sg 9,17).

De lo segundo se sigue que el amo juzgue al siervo y el maestro al discipulo; e igualmente esta claro que nadie puede sujetar a juicio la mentede Dios, por cuya razón se añade: "¿o quién le dio instrucciones?", como si dijera: ninguno; ya que no recibe de otro la ciencia que tiene, sino mas bien es la fuente de toda ella. Estas palabras parecen tomadas de las que dice Is : "pues ¿quién ayudo al Señor, o quién fue su consejero?" y le dio instrucciones. Acomoda luego lo dicho a su propósito y dice: "pero nosotros, varones espirituales, tenemos el Espíritu de Cristo", esto es, recibimos para juzgar, en nosotros, la sabiduría de Cristo. "Crio en ellos la ciencia del espiritu, llenoles el corazón de discernimiento" (Eccii. 17,6). En el capitulo 24 de San Lucas se lee que "abrio el entendimiento a los discipulos para que entendiesen las Escrituras"; y así, pues no puede discernirse lo que Cristo tiene adentro, esta muy puesto en razón que el varón espiritual, que tiene en si el Espíritu de Cristo, no sea de nadie juzgado.

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Capítulo 3

(1Co 3,1-8)

Lección 1: 1Co 3,1-8

Rebate el juicio que los Corintios se habían formado d(c) los ministros del Evangelio, llamandolos párvulos y carnales, pues de tal juicio habían nacido sus discordias y contiendas.

1. Y así es, hermanos, que yo no he podido hablaros como a hombres espirituales, sino como a personas aun carnales. Y por eso, como a niños
2. en Cristo, os he alimentado con leche, y no con manjares sólidos, porque no eráis todavía capaces de ellos, y ni aun ahora lo sois, pues sois todavía carnales.
3. En efecto, habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales, y procedéis como hombres?
4. Porque diciendo uno: yo soy de Pablo, y el otro: yo, de Apolo, ¿no estáis mostrando ser aun hombres carnales? Ahora bien, ¿qué es Apolo?, o ¿qué es Pablo?
5. Unos ministros de Aquel en quien habéis creído, y eso según el don que a cada uno ha concedido el Señor.6. Yo planté entre vosotros el Evangelio; regó Apolo; pero Dios es quien ha dado el crecimiento y hacer fruto.
7. Y así, ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que es el que hace crecer y fructificar.
8. Tanto el que planta, como el que riega, vienen a ser una misma cosa; pero cada uno recibirá su propio salario a medida de su trabado.

Arriba nos había mostrado el Apóstol los pleitos y divisiones que traian los Corintios por causa de los ministros de Cristo, que los habían bautizado y doctrinado, y por cuyo respeto discrepaban; aquí empieza a desaprobar el juicio que de los ministros se formaban, de donde procedian sus contiendas. Acerca de lo cual reprueba el juicio errado de atribuir a esos ministros, en quienes ponían su gloria, mas mérito del debido y, por consiguiente, de despreciar por eso a otros ministros de Cristo. Cuanto a lo primero les demuestra el daño de ponerse a razones por un juicio mal formado, que por perverso el tal condena; daño que no solo padecieron, pero que aun lo vienen padeciendo.

Acerca de lo primero 3 cosas: primera, el daño que hasta ahora padecieron, por culpa suya; pues ya había dicho que los Apostoles las enseñanzas espirituales, que los hombres animales no eran capaces de captar, las daban a los varones espirituales; lo cual les acomoda, diciendo: "y así es, hermanos, que yo, que entre los otros Apóstoles hablo de cosas espirituales a los varones espirituales, no he podido, de modo conveniente hablaros como a hombres espirituales, es a saber, para daros enseñanzas espirituales, sino como a personas aun carnales"; que a quienes llamo animales ahora llama carnales, a quienes hay que enseñar lo que, según su flaqueza, son capaces de captar. "¿A quién comunicara el Señor la ciencia? ¿Y a quién dara la inteligencia de lo que dice? A los niños acabados de destetar, a los que son arrancados de los pechos de sus madres" (Is 28,9), esto es, de la sensualidad y trato carnal.

Segunda cosa, el empleo de una semejanza: "como a niños en Cristo", esto es, poco versados aun en la doctrina perfecta de la fe, que se debe a los espirituales. "Quien se cria con leche no es capaz de entender el lenguaje de perfecta y consumada justicia, por ser un niño en la doctrina de Dios; mas el manjar solido es de varones perfectos" (He 5,13).

Tercera cosa, da una explicación, para que no vaya a creerse que por envidia los ha privado de su doctrina, porque eso no estaria de acuerdo con lo que dice la Sabiduría: "aprendila sin ficción y comunicola sin envidia" (7,13). De ahí lo que añade: "no eráis todavía capaces"; como si dijera: el no haberos dado manjar solido no lo achaquéis a envidia, sino a impotencia vuestra, pues "no eráis todavía capaces" de discursos espirituales, según aquello de San Juan: "aun tengo otras muchas cosas que deciros, mas por ahora no podéis comprenderlas" (16,12).

-"y ni aun ahora lo sois". Les da a entender que el mismo daño de antes lo vienen aun padeciendo; y pone, en primer lugar, de cuyo pie cojeaban, su propia incapacidad: "y ni aun ahora lo sois", que es como si dijera: no había de qué admirarse que de un principio no fueráis capaces de esa doctrina (la perfecta), porque es propio de novicios no saber, según aquello: "como niños recién nacidos, la leche apeteced" (1P 2,2). Mas después de tanto tiempo, en que debisteis medrar, aun estar incapaces, parece cosa culpable, tal como dice en Hebreos: "pues debiendo ser maestros, si atendemos al tiempo que ha pasado ya, de nuevo habéis menester que os ensenen cuales son los primeros rudimentos de la palabra de Dios".

Señala, en segundo lugar, el por qué de la susodicha impotencia, diciendo: "pues sois todavía carnales", como en vivir y en pensar; por cuya razón estáis incapaces de captar lo de Dios, lo espiritual, y solo gustáis de carne, según dice a los Romanos: "los que viven carnalmente con carne se regodean" (8,5).

De esta demostración que acaba de traer, la razón que pone, en tercer lugar, es que "habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y procedéis como hombres?"; donde es de advertir que la junta de contiendas y de celos esta muy en su lugar, porque los celos o la envidia, que es lo mismo, son materia de contiendas; pues la envidia tristeza es del bien ajeno, que aquél trata de acrecer, de lo cual se siguen pleitos. De ahí que diga Santiago: "porque donde hay tal celo o envidia y Espíritu de discordia, allí reinan el desorden y todo género de vicios" (3,16). Y de modo parecido, pero en dirección contraria, la caridad, por la cual es amado el bien del otro, es materia de paz. Lo segundo, digno de consideración, es que celos y contiendas no han lugar sino en hombres carnales, por sus aficiones desordenadas a los bienes corporales, que no pueden a un tiempo ni enteramente ser poseidos por muchos. De donde se sigue que, por el hecho de tener alguno un bien corporal!, de su plena posesión el otro se ve impedido; de lo cual nace la envidia, y por tanto, la contienda. Mas esto no sucede con los bienes espirituales, a que son aficionados los hombres espirituales, pues muchos a un tiempo los pueden poseer y, por tanto, el bien de uno no es estorbo al bien de otro; por cuya razón ni la envidia, ni contienda ni discordia, han lugar en tales hombres (Sg 7).

Tercer punto de consideración es por qué el hombre carnal vive, dice, a fuer de hombre, siendo así que esta compuesto de Espíritu y carne el hombre, porque es conforme a la humana naturaleza el recibir de los sentidos de carne su conocimiento el espiritu. De donde, por consiguiente, si al Espíritu del hombre el Espíritu de Dios no lo eleva sobre el hombre, el afecto racional sera movido a abrazar lo que le brinda la carne. De ahí el dicho de Sirac: "como el de la mujer que esta de parto, tu Espíritu padecera muchos fantasmas o imaginaciones. No hagas caso de semejantes visiones, a no ser que te fuesen enviadas del Altisimo" (Si 34,6). Así que "proceder como hombre" quiere decir, conforme a la naturaleza humana dejada a si por el Espíritu de Dios,; como dice el Salmo 4: "Hijos de hombres, ¿hasta cuando tendréis el corazón pesado? ¿Por qué amáis le vanidad y buscáis la mentira?"

Manifiesta, en cuarto lugar, la demostración traida, diciendo: "porque al decir alguno, esto es, uno de vosotros: yo soy de Pablo, porque fue por Pablo bautizado y doctrinado; y el otro: yo de Apolo (en genitivo), con que dáis a entender vuestros celos y contiendas, "¿no estáis mostrando ser aun hombres carnales, no espirituales, ya que por cosas humanas traéis celos y contiendas? Porque tal cual es el hombre, tales son sus aficiones y tales son sus afectos con que a las cosas se apega, según aquello de Oseas: "hiciéronse abominables, como las cosas que amaron".

-"Ahora bien, ¿qué es Apolo?" Reprueba su juicio en lo de atribuir mas mérito del debido a los ministros de Cristo; muestra la verdad, primero; segundo, excluye el error: "que nadie os engane"; tercero, saca la conclusión que buscaba: "así que nadie se engria con la gloria de los hombres".

Cuanto a lo primero, muestra la condición de los ministros, que ilustra con una semejanza, trata de su recompensa e indica su intento. Acerca de su condición, declara que no son amos, sino ministros, diciendo: vosotros ponéis vuestra gloria en Pablo y en Apolo; pero os pregunto: "¿qué cosa es Pablo, y qué es Apolo?", esto es, ¿cuya es su dignidad o su potestad, para que podáis gloriaros, como es razón? y responde: son "sus ministros", conviene a saber, de Dios, que es como si dijera: lo que hacen enseñando y bautizando hacenlo, no como Señores y causa principal, mas como ministros suyos, según aquello de Is : "seréis llamados ministros de Dios" (61).

Mas pudiera parecer a alguno que ser ministro de Dios es cosa grande, y que gloriarse en los hombres de ministerios divinos esta puesto en su lugar. Y así fuera como eso, si para acercarse a Dios menester fuera de hombres, cual suelen gloriarse aquellos de los ministros reales sin cuyo valimiento no hay entrada para el rey; cosa que aquí no ha lugar, porque los fieles, por la fe de Cristo, tienen entrada con Dios, según dice a los Romanos: "por el cual, asimismo, en virtud de la fe, tenemos cabida en esta gracia, en la cual permanecemos firmes, y nos gloriamos esperando la gloria de los hijos de Dios" (5,2). Por eso añade señaladamente: "de Aquel en quien habéis creido", como si dijera: por la fe ya estáis unidos a Dios, no a los hombres. De ahí lo que arriba dijo: "para que vuestra fe no estribe en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios". Por tanto, mas que en los hombres, en Dios hemos de gozarnos.

Mas acontece en los hombres, o artifices o Señores, que sus siervos o ministros tengan primero por si o dignidad o virtud, que les den idoneidad para servir en su oficio; lo cual no sucede con los ministros de Dios, por cuya razón demuestra, en segundo lugar, que toda la dignidad y virtud o poder de los ministros de Dios tienen su origen de El, al decir: "y eso según el don que a cada uno ha concedido el Señor", que es como si dijera: "tanto tiene alguno y cada uno de nosotros en su oficio o ministerio de poder cuanto Dios le ha dado; de modo que ni aun así tenemos por qué gloriarnos, "sino que nuestra suficiencia viene de Dios, v Dios es el que asimismo nos ha hecho idoneos para ser ministros del nuevo testamento" (2Co 3,5).

Al decir luego: "yo planté", compara a los ministros con los labradores en lo que se entiende una doble diferencia de operaciones: una la de un ministro en cotejo de la operación de otro; respecto de lo cual dice: "yo planté", esto es, en la predicación procedi a modo del que planta, pues lo primero que hice fue predicaros la fe (Is 51). "Apolo rego", conviene a saber, se hubo a la traza del que riega, que a las plantas brinda el agua para nutrirse y crecer. Lo mismo se lee en los Hechos que, después de convertir Pablo a muchos Corintios, "llegado Apolo a Corinto, sirvio de mucho provecho a aquellos que habían creido; porque con gran fervor en publico redargüia a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo" (18,27;Si 24).

La segunda diferencia, entre ministros y Dios, que aquéllos obrán de fuera plantando y regando, y Dios obra en lo interior. De ahí que anada: "pero Dios da el crecimiento", a saber, obrando dentro (2Co 9). Lo mismo en lo materia1!: los que plantan y riegan hacen un trabajo externo, pero Dios obra por dentro, dando a la naturaleza su concurso para que las plantas crezcan.

-"Y así, ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios... ". De las premisas saca dos conclusiones, la una en cotejo de los ministros con Dios, diciendo: supuesto que planto Pablo y encima Apolo rego, no son, por tanto, otra cosa, sino ministros de Dios, y si algo tienen lo tienen solo de Dios, y no obrán sino por fuera, Dios obrando en lo interior. "Y así, ni el que planta es algo, es a saber, principal, de mucha suposición, que dé motivo a gloriarse, ni el que riega, sino Dios, que hace crecer" y dar fruto; que El por Si principal es y por grande en El debe uno gloriarse; que la acción no se atribuye al instrumento, a que se compara el ministro, sino al principal agente. De ahí que diga Is : "todo el universo junto, como si cosa no fuera, así es delante de El" (40).

La segunda conclusión la saca en comparación de unos ministros a otros diciendo: "tanto el que planta como el que riega, por ser ministros de Dios, ni tener sino de Dios lo que tienen, y no obrar sino por fuera, vienen a ser una cosa", por la condición de su naturaleza y por razón del ministerio; por cuyo motivo, a no ser por don de Dios, uno a otro anteponerse no se puede, y así, cuanto esta de su parte, son una v la misma cosa; y, por tanto, porque son, en la intención de servir a Dios, concorde su voluntad, una sola y misma cosa, gran desatino sera en quienes uno son disentir. "Ved cuan bueno y deleitoso es que habiten los hermanos concordes y en paz unidos" (Ps 132 Rm 12).

10
(
1Co 3,9-15)

Lección 2: 1Co 3,9-15

Afirma que a los ministros, como a coadjutores de Dios, buenos o malos, les esta preparada su propia recompensa, cuya diversidad la toma de la semejanza con un arquitecto.

Pero cada uno recibirá su propio salario a medida de su trabajo.

9. Porque nosotros somos unos coadjutores de Dios; vosotros sois el campo que Dios cultiva, sois el edificio que Dios fabrica.
10. Yo, según la gracia que Dios me ha dado, eché cual perito arquitecto el cimiento del edificio; otro edifica sobre él, Pero mire bien cada uno como alza la fabrica o qué doctrina enseña.
11. Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya ha sido puesto, el cual es Jesucristo.
12. Y si sobre tal fundamento pone alguno por materiales, oro, plata, piedras preciosas, o maderas, heno, hojarasca,
13. sepa que la obra de cada uno ha de manifestarse, por cuanto el dia del Señor la descubrira, como quiera que se ha de manifestar por medio del fuego, y el fuego mostrara cual sera la obra de cada uno.
14. Si la obra de uno sobrepuesta subsistiere sin quemarse recibira la paga.
15. Si la obra de otro se quemare, sera suyo el daño; con todo eso, él no dejara de salvarse; si bien como quien pasa por el fuego.

Después de haber mostrado el Apóstol cual sea la condición de los ministros, trata aquí de su recompensa, y primero de la de los buenos; segundo, de la de los malos o de su castigo. Acerca de lo primero 3 cosas: primera, promete a Jos ministros su propia recompensa. Segunda, indica por qué. Tercera, declara que sera diferente. Dice, pues: ya dicho esta que ni el que planta es algo, ni el que riega, mas no que planta o riega de balde, sino que "cada uno recibira su propio salario a medida de su trabajo"; porque, aunque sea Dios quien da el crecimiento y El obre solo por dentro, da también a los que exteriormente trabajan su recompensa, según aquello de Jeremias: "cesen tus labios de prorrumpir en voces de llanto, y tus ojos de derramar lagrimas; pues por tu pena recibiras galardon" (31,16); el cual galardon es Dios mismo, "y galardon sobremanera grande" (Gn 15), y por el cual los mercenarios quq trabajan son alabados, como dice San Lucas: "¡Ay, cuantos jornaleros en casa de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí estoy pereciendo de hambre" (15,17). Que, si así no fuera, si por otro salario trabajase uno en la obra de Dios, no mereciera alabanza, puesto que "el mercenario en viendo venir al lobo, desampara las ovejas y huye" (Jn 10,12).

Pero esta recompensa a un tiempo es comun a todos y propia de cada uno. Comun, porque lo que verán todos, y lo que disfrutaran, es lo mismo, a saber, Dios, según aquello de Job: "en el Todopoderoso abundaras en delicias, y lleno de confianza alzaras a Dios tu rostro" (22,26); y lo que dice Is : "en aquel dia el Señor de los ejércitos sera corona de gloria y guirnalda de regocijo para las reliquias de su pueblo" (28,5); y ésta es la razón por la que, como dice San Mateo, se da de paga un denario a todos los jornaleros que trabajan en la vina.

Pero también, cada uno tendra su propio salario, recompensa o galardon, pues mas clara la visión, y mas plena la fruición, uno la tendra, y no otro, según su tasa y medida. De ahí que en Daniel los sabios son comparados al fulgor del firmamento, pues como estrellas brillaron, en la ciencia que enseñaron, a muchos, de la justicia o virtud (12,3). De ahí también que se diga "en la casa de mi Padre muchas mansiones hay" (Jn 14); y por la misma razón lo mismo se dice aquí: "se ha de dar a cada uno su propio galardon".

Pero la tasa y medida de la propia recompensa a qué titulo ha de darse ya lo dice, al anadir: "según su propio trabajo". De donde, lo dice el Salmo: "¡Dichoso tu porque comeras del trabajo de tus manos, seras feliz, y te ira bien!" (127,1). Lo cual no quiere decir que, según la cantidad, haya de ser la igualdad, de trabajo a recompensa, pues como dice en Corintios: "porque las aflicciones tan breves y tan ligeras, de la vida presente, nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria" (II,4,17). 1gualdad,de proporción es la que designa aquí, de suerte que donde hubo trabajo mas esmerado, a proporción corresponda mas cumplido galardon.

Lo del trabajo esmerado, o de mayor calidad, puede entenderse de 3 maneras: de una, conforme a la forma que imprime la caridad, a que corresponde la paga del galardon esencial, esto es, la visión y la fruición divina. De donde dice San Lucas: "al que me ama le amara mi Padre, y Yo también le amaré, y me le daré a conocer". De ahí que aquel que trabaja con superior caridad, aunque en menor cantidad soporte menor trabajo, mas premio recibira del galardon esencial.

Otra manera de entender lo del trabajo se refiere a la especie de la obra; porque así como en lo humano mayor premio se da a quien trabaja en obra de mayor lustre, así como el arquitecto, aunque con menos trabajo que el artesano manual; asimismo en lo divino, aquel que tiene su empleo en mas noble ocupación, aun cuando menor fatiga sienta su cuerpo quiza, mas premio recibira, cuanto a la prerrogativa de algún premio accidental. De ahí la llamada aureola para los doctores, los virgenes, los martires.

La otra manera se refiere a la cantidad de trabajo, que acontece de dos modos; porque unas veces a mayor trabajo mayor premio, especialmente en cuanto a remisión de penas, pongamos por ejemplo el que ayuna por mas tiempo, o peregrina mas lejos en mas largas romerias, y también en cuanto al gozo de haber trabajado mas. De ahí lo que dice el Sabio: "dio en retorno a los justos (Dios) el galardon de sus trabajos" (X,17). Otras veces, por falta de voluntad, se hace mayor el trabajo, que no tanto lo sentimos, cuando en las cosas que hacemos va la propia voluntad; mas tanto trabajo a cuestas, en vez de aumentar el premio, menguado lo dejara. De donde dice Is : "mas los que tienen puesta en el Señor su esperanza adquirirán nuevas fuerzas, tomarán alas como de aguila, correrán y no se fatigaran, andarán y no desfalleceran"; pero antes había dicho: "desfallecera fatigada de cansancio la edad lozana, y se caera de flaqueza la juventud" (40,3 1).

-"pues somos coadjutores de Dios". Señala el por qué de lo antedicho, pone la razón primero y emplea una semejanza, la de !la agricultura divina. Dice, pues, lo primero: esta muy puesto en razón que cada uno de nosotros reciba su galardon, según lo que trabajemos, "porque ayudamos a Dios"; contra lo cual , parece, esta lo que dice Job: "¿a quién quieres tu auxiilar? ¿A quien padece flaqueza?" (26,2); e Is : "¿quién ayudo al Espíritu del Señor?" (40,13). A esto hay que decir que uno ayuda a otro de dos modos: de uno aumentando su poder, y así nadie puede ayudar a Dios. De ahí que a continuación de lo dicho anteriormente agregue Job lo siguiente: "¿o pretendes sostener el brazo del que no es fuerte?"

De otro modo obedeciendo, por dar gusto, en la tarea de otro, como, pongo por ejemplo, si se dijese que ayuda el ministro a su Señor, en cuanto ejecuta o lleva a efecto su obra o su ministerio; y de esta manera ayudadores de Dios son sus siervos o ministros (2Co 6). Por tanto, así como los ministros de los hombres, que ejecutan sus obras, reciben de ellos su premio, conforme a lo que trabajan, así el ministro de Dios.

Emplea, en segundo lugar, la semejanza de un trabajo sencillo, como el de la agricultura o el de la construcción de un edificio; por cuanto que el pueblo fiel es campo que Dios cultiva, cuando por la operación divina produce fruto de buenas obras que a Dios agradan, según aquello de Romanos: "para ser de otro, esto es, del que resucito de entre los muertos, a fin de que nosotros produzcamos frutos para Dios" (7,4). San Juan dice: "mi Padre es el labrador" (15), y esto es lo que primero se afirma: "sois agricultura de Dios", esto es, sois como un campo cultivado por Dios, que produce fruto por obra suya; y el pueblo fiel es como una casa fabricada por Dios, es a saber, en cuanto Dios habita en él, según lo de Efesios: "por El entráis también vosotros a ser parte de la estructura de este edificio para llegar a ser morada de Dios" (II,22). Por eso lo segundo que aquí se dice es que "sois el edificio que Dios fabrica", esto es, un edificio construido por Dios, según el Salmista: "si el Señor no edifica la casa... " (126). De modo que los ministros son de Dios ayudadores, en cuanto trabajan en el cultivo del campo y en fabricar el edificio del pueblo fiel.

Al decir luego: "yo, según la gracia que Dios me ha dado... ", trata de la diversidad de galardones, y ya que éstos se distinguen -según se dijo- como se distinguen los trabajos, por eso trata, en primer lugar, del diferente modo de trabajar, y en segundo de los diversos galardones.

Acerca de lo primero, con la diversidad del trabajo, añade una admonición: "pero mire bien cada uno como alza la fabrica"; y dejando la semejanza de la agricultura, de que hablo arriba, describe su propio trabajo con el simil de la fabrica diciendo: "yo, según la gracia que Dios me ha dado, eché cual perito arquitecto el cimiento del edificio"; donde es de considerar que el arquitecto se dice el principal artifice, mayormente de un edificio, a quien toca abarcar en suma la disposición de toda la obra, que con el trabajo de los albaniles se van llevado a efecto. Por tal razón se le liama sabio arquitecto; pues sabio a secas es el que conoce la suprema causa, conviene a saber, a Dios, y ordena las otras cosas, poniendo por regla a Dios. Por semejante manera, es sabio en edificar quien la causa principal, esto es, el fin considera, y ordena a los inferiores por tal fin lo que hay que hacer.

Y es cosa clara que toda la estructura del edificio depende de los cimientos; por tanto, al sabio arquitecto concierne colocar buenos cimientos. Pablo mismo puso los cimientos del edificio espiritual de los Corintios. De allí lo que dijo arriba: "yo planté"; pues lo que es para el edificio el fundamento lo es la plantación para las plantas, va que por ambas cosas significase espiritualmente la primera predicación de la fe. De donde él mismo dice: "he tenido cuidado de no predicar el Evangelio en lugares en que era ya conocido el nombre de Cristo, por no edificar sobre fundamento de otro" (Rm 15,20), y por eso se compara a un perito arquitecto; mas esto no lo atribuye a virtud suya, sino a la gracia de Dios. Es lo que quiere decir: "según la gracia que Dios me ha dado", es a saber, con la que me ha hecho apto e idoneo para desempenar este ministerio. "He trabajado mas copiosamente que todos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1Co 1 1Co 5,10).

Describe, en segundo lugar, el trabajo de los otros, diciendo: "mas otro, esto es, cualquiera que trabaja entre vosotros, edifica sobre él" el cimiento puesto por mi; que puede entenderse de dos maneras: de una en cuanto alguno edifica sobre la fe fundada en si mismo el aprovechamiento en la caridad y en las buenas obras. "Sois también vosotros a manera de piedras vivas, edificados encima de El" (1P 2,5). De otra, respecto de la doctrina, por la que da a conocer, mas perfecta y luminosa, la fe fundada en los otros. De ahí lo de Jeremias: "edificar y plantar"; según lo cual, esta sobreedificación significa lo mismo que arriba la irrigación.

-"Pero mire cada uno... ". Aquí va la admonición: se dijo ya que a los otros toca sobreedificar; "mas mire bien cada uno, esto es, advierta con diligencia, como va alzando la fabrica, quiere decir, qué género de doctrina de fe fundada en los otros sobreanada, o qué género de obras de fe fundada en si tenga. "Dirige tus ojos rectamente, y adelantese tu vista a los pasos que des" (Pr 4,25).

Responde, en segundo lugar, a una tacita pregunta, es a saber, por qué en sobreedificar, y no en echar los cimientos, insiste y a los otros amonesta; o mas bien indica y da la razón de por qué dijo que a otros toca sobreedificar, diciendo: "pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya ha sido puesto, por mi, que es Jesucristo", el cual, como se dice en Efesios, por la fe habita en vuestros corazónes; y del cimiento dice Is : "he aquí que Yo pondré en los cimientos de Sión una piedra, piedra escogida, angular, preciosa, esto es, asentada por fundamento" (28,16).

Mas el Apocalipsis parece decir lo contrario: "y el muro de la ciudad tenía 12 cimientos, y en ellos los 12 nombres de los 12 apostoles del Cordero" (21,14); de suerte que, según esto, no es solo Cristo el cimiento. La respuesta es que hay dos cimientos: uno, que es solido de por si como solida es la roca sobre la cual se construye el edificio, y a este fundamento es comparado Cristo, porque El es la piedra, de la que dice San Mateo que "estaba fundada sobre piedra firme". El otro cimiento no es solido de por si, sino por otro cimiento sobre el que esta sobrepuesto, como las piedras que se echan sobre otra solida. De este modo se llaman los apostoles cimientos de la 1glesia, porque ellos son los primeros que, por la fe y caridad, edificados están sobre Cristo. De allí que diga en Efesios: "edificados estáis sobre el fundamento de los apostoles".

-"Y si sobre tal fundamento pone alguno... " Trata de la diferencia de premios, que consiste en que unos los reciben sin daño, y otros con detrimento; y enseña que por el premio se pone de manifiesto la calidad del trabajo, y cuando y como sea esto. Acerca de lo primero es muy de considerar que, pretendiendo el Apóstol mostrar la diversidad de sobreedificaciones, pone 6, tres contra tres: de una parte, con el oro, la plata y piedras preciosas; de otra madera, heno y paja; de las cuales las primeras, ademas de no gastarse, tienen cierta claridad ilustre y preciosidad; las otras tres, al contrario, oscuras y viles son, y facilmente las consume el fuego. De allí que se dé a entender algo preclaro y estable por el oro, plata y piedras preciosas, y algo material y transitorio por la madera, heno y paja.

Dijose también arriba que la superestructura puede entenderse de las obras que uno alza sobre el cimiento de fe, o bien sea de la doctrina que un predicador o doctor levanta sobre el cimiento de la fe fundada por los Apostoles. De donde a una superestructura o a otra puede referirse lo que el Apóstol toca de la diversidad. Mas unos, aplicando lo dicho a la superestructura de obras, dijeron que por el oro, la plata y piedras preciosas, han de entenderse las buenas, que uno a su fe sobreanade; y por madera, heno y paja, han de entenderse las malas, o los pecados mortales que uno hace, recibida ya la fe; pero tal exposición no puede admitirse de ninguna manera.

Primero, porque los pecados mortales son obras muertas, según aquello de Hebreos: "limpiara nuestras conciencias de las obras muertas de los pecados" (9,14); y en este edificio nada se levanta que no esté vivo, según San Pedro: "y vosotros, como piedras vivas, sois edificados sobre El" (1P 2). De donde quien con la fe tiene pecados mortales no sobreedifica, sino mas bien destruye o profana, y contra éste se dice: "si alguno profanare el templo de Dios, perderle ha Dios a él".

Segundo, porque los pecados mortales mas bien se comparán al fierro, o al plomo o a la piedra, bien sea por su peso, bien porque no se renuevan por el fuego, sino permanecen en el mismo estado en que de presente están; en cambio, los pecados veniales comparanse a la madera, al heno y a la paja.^ya porque poco pesan, ya también porque de ellas facilmente se desembaraza o purificase uno por el fuego.

Tercero, porque, según esta exposición, ,al parecer se sigue que quien muere en pecado mortal, con tal que mantenga la fe, al fin consigue su salvación, aunque padezca primero algunas penas, que es lo que dice a continuación: "si la obra de alguno se quemare, sera suyo el daño; eso no obstante, no dejara de salvarse; si bien como quien pasa por el fuego"; lo cual esta en manifiesta contradicción con la sentencia del Apóstol que declara: "ni los fornicarios, ni los idolatras, ni los adulteros, ni los sodomitas, ni los ladrones . . han de poseer el reino de Dios" (6,10) y "como ya tengo dicho, los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de Dios" (Ga 5,21). No, no hay salvación posible sino en el reino de Dios; porque, como dice San Mateo, quienes de allí son excluidos son precipitados al fuego eterno, "al eterno suplicio" (25,46).

Cuarto, porque la fe no puede llamarse fundamento sino por cuanto por ella habita Cristo en nosotros, habiéndose ya dicho arriba que Cristo Jesús mismo es el fundamento; pues no habita en nosotros por una fe no formada; de otra suerte habitaria en los demonios, de quienes esta escrito: "también creen los, demonios y se estremecen" (Stg. 2,19).

De donde lo que se dice en Efesios que Cristo habita por la fe en nuestros corazónes hay que entenderlo de la fe formada por la caridad, habiendo ya escrito San Juan: "el que permanece en la caridad en Dios permanece, y Dios en él" (I,4). Esta es la fe que obra movida por el amor, como se dice mas adelante: "la caridad no obra sin ton ni son" (13,4). De donde es cosa clara que los que cometen pecados mortales no tienen la fe formada, y así no tienen cimiento. Habra que entender, entonces, que aquel que sobreedifica oro o plata... , heno o paja... , sobre el dicho fundamento, evita los pecados mortales; para cuya distinción ha de tenerse presente que los actos humanos se especifican por sus objetos.

Ahora! bien, el objeto del acto humano es doble, conviene a saber, las cosas espirituales y corporales, con triple diferencia entre si.

Primera, porque las cosas espirituales son permanentes, las corporales son transitorias. De donde dice en Corintios: "porque las cosas que se ven son transitorias; mas las que no se ven son eternas" (II,4,18).

Segunda, las espirituales en si son esclarecidas; las corporales oscuras, por razón de la materia. "Luminosa es e inmarcesible la sabiduría"; "el tiempo de nuestra vida es el paso de una sombra" (Sg 6 y 2).

Tercera, que en preciosidad y nobleza aventajanse a las corporales las espirituales (Pr 3 Sg 7).

Por eso en lo espiritual y divino las obras en que hace pie el hombre comparanse al oro, piedras preciosas y plata, que son solidas, esclarecidas, preciosas; mas de tal guisa que por el oro se designen los actos por los que el hombre, por el amor y la contemplación, a Dios mismo se encamina. De donde dice el Cantar: "su cabeza oro finisimo" (5,1 1); que, como dice Is , cabeza de Cristo es Dios; y San Juan dice del oro: "aconsejote que compres oro afinado en el fuego" (Ap 3,18), esto es, sabiduría acompanada de caridad.

Por la plata significanse los actos por los que el hombre se adhiere a amar, creer, contemplar las cosas espirituales; de ahí que al amor del prójimo la plata aplique la Glosa, y que describa plateadas las plumas de la paloma el Salmo 67, cuya parte superior, esto es, la de detras, brille con cola dorada.

Mas por las piedras preciosas designanse las obras de diferentes virtudes, con las cuales se engalana y atavia el alma humana. De donde dice el Eclesiastico: "como un vaso de oro macizo, guarnecido de todo género de piedras preciosas" (50,10). O designanse también los mandamientos de la Ley de Dios, según el Salmo 118: "amé tus mandamientos mas que el oro y el topacio".

Pero las obras humanas por las que el hombre se aplica a procurarse las cosas para el cuerpo se comparán a las pajas, que son viles, pues si brillan, quémanse también facilmente; hay, con todo, ciertos grados en ellas, ya que unas tienen mas firmeza que las otras, y mas presto se consumen que las primeras las otras. Comparación muy a pelo, puesto que los hombres mismos entre criaturas carnales por sucesión se conservan y son de mas dignidad. De ahí que, según Jueces, se comparen a los arboles: "juntaronse los arboles para ungir un rey sobre ellos" (9,8). Comparanse también al heno (Is 40), porque la carne, por muerte y enfermedad facilmente se corrompe; y asimismo la paja (Ps 82), ya que pasa velozmente todo lo que huele a gloria de este mundo transitorio.

Así que sobrelabrar con oro y piedras preciosas es edificar encima del fundamento de fe lo concerniente al amor de Dios, y a la devoción de los santos, y al obsequio del prójimo, y al ejercicio de las virtudes, y a la sabia contemplación de las cosas divinas; en cambio, sobrelabrar madera, heno y paja, es agregar por encima del fundamento de fe lo que a la disposición de lo humano pertenece, y a la gloria de fuera, y al cuidado de la carne.

Pero acaece que un hombre esto busque de tres modos: a) de suerte que en estas cosas éstas tenga por su fin; mas, siendo culpa mortal, con esto no sobrelabra, sino pone fundamento diferente del primero, que socava; pues el fin es el fundamento en las cosas apetecibles que se buscan por el fin.

b) Otro modo de buscarlas es usarlas ordenandolas del todo a gloria de Dios; y porque las obras se especifican por el fin que se pretende, esto ya no sera edificar madera, heno y paja, sino oro y piedras preciosas.

c) El tercer modo es aquel en que, aunque uno no ponga su fin en las dichas cosas, ni pretendiera por ellas en algo ofender a Dios, aficionase, con todo, mas de lo debido, a ellas, de tal guisa que por ellas, va con paso tardo a Dios, en su divino servicio, lo cual es culpa venial y esto es propiamente sobreedificar madera, heno y paja; no porque, propiamente hablando, esos materiales se sobreedifiquen, mas porque las obras que conciernen al cuidado de lo temporal llevan pegadas consigo algunas faltas veniales, por el afecto a esas cosas mas encendido y vehemente; y según es la afición, mas o menos con que esta el hombre adherido a ellas, comparase a la madera, al heno o a la paja. Y en esto también puede haber su distinción, según la permanencia de las cosas espirituales, como antes se dijo, o según la vehemencia de la adhesión.

Con todo, es de saber que los que se dan a cosas espirituales no pueden verse del todo libres del cuidado de las cosas temporales; ni los que por caridad tienen que atender a las cosas temporales están del todo vacios de lo espiritual; pero la diferencia entre unos y otros esta en el blanco de su afición, que unos la ordenan a lo espiritual, y si se aplican a lo temporal, solo es en cuanto lo pide la necesidad de la vida corporal. Otros, en cambio, aunque se aplican a procurarse lo temporal, no dejan de valerse, para el gobierno de su vida, de lo espiritual. Así pues, los primeros sobreedifican oro, plata, piedras preciosas; los segundos heno, madera, paja. De donde se pone de manifiesto que los que sobreedifican oro, plata, piedras preciosas, tienen sus motas de pecados veniales, mas no en gran cantidad, pues poco les apremia el cuidado de las cosas temporales. Asimismo los que madera, heno, paja sobreedifican algo de estable tienen, noble y precioso, empero menos en cantidad, es a saber, en cuanto se sirven para su gobierno de lo divino y espiritual.

Puede también esta diversidad referirse a la superedificación de la doctrina; pues los que a \a fe fundada por los Apostoles sobreedifican, por su doctrina, la verdad sólida y clara o manifiesta, y enderezada a adornar la iglesia, piedras preciosas, y plata y oro sobreedifican. "Plata finisima la lengua del justo" (X,20). Mas los que a la fe fundada por los Apostoles encima agregan en su doctrina cosas inútiles, ni manifiestas, ni estables en la firmeza de la verdad, sino vanas e insustanciales, madera, heno y paja sobreedifican. De ahí lo de Jeremias: "que cuente su sueno aquel profeta que así suena; y predique mi palabra con verdad aquel que recibe mi palabra, y se veré la diferencia. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo?" (23,28).

Mas quien enseñase falsedades no sobreedificaria, sino que socavaria el fundamento. Dice, pues: "si sobre tal fundamento, esto es, sobre la fe formada en el corazón, o sobre la fe fundada y predicada por los Apostoles, pone alguno por materiales, trabajando o enseñando, oro, plata, piedras preciosas, es a saber, obras espirituales, esclarecida doctrina; o maderas, heno, hojarasca, esto es, obras corporales o doctrina frivola, sepa que la obra de cada uno ha de manifestarse, por cuanto el dia del Señor (el juicio) la descubrira, y el fuego mostrara cual sera la obra de cada uno"; pues no esta escondida por ignorancia humana; ya que algunos al parecer superedifican oro, plata, piedras preciosas, pero en realidad sobreedifican heno, paja, madera, porque en las cosas espirituales están pensando en las corporales, pongo, por ejemplo, la ganancia o el favor humano. Otros, en cambio, sobreedifican, al parecer, madera, heno, paja, mas en realidad oro, plata, piedras preciosas, porque en el manejo de las cosas temporales no piensan en cosas sino espirituales. "Yo iré con una antorcha en la mano registrando a Jerusalén" (Sof. 1,12); "Nada hay oculto que no salga a luz" (Lc 12,2).

-"Por cuanto el dia del Señor la descubrira". 1ndica cuando sera esa manifestación; y pone primero el tiempo al decir: "el dia del Señor", acerca de lo cual es de saber que dia y tiempo de alguna cosa dicese el en que esta en su mejor estado y en el maximo grado de su poder. Eso quiere decir "todo tiene su tiempo" (Eccl. 3). Así que cuando el hombre, aun contra Dios, da libre curso a su voluntad, ése es entonces el dia del hombre. De allí lo de Jeremias: "no apeteci nunca dia o favor de hombre alguno" (17,16).

Mas dia del Señor dicese cuando se cumple en los hombres su voluntad, que por su justicia o serán premiados o condenados, según aquello: "cuando me tomare tiempo, conforme a derecho Yo juzgaré" (Ps 74,3). De donde, correspondiente al juicio divino, que es triple, triple también puede entenderse su dia; porque habra un juicio general para todos, según San Mateo: "los Ninivitas se levantarán en el dia del juicio contra esta raza de hombres y la condenaran" (12,41). A este tenor dia del Señor dicese el ultimo dia, el del juicio (2Ts 2), y el texto que se viene explicando: "el dia del Señor la descubrira" ha de entenderse así: que en el dia del juicio se hara patente la diferencia de méritos de unos hombres y otros (Rm 2).

Habra otro juicio particular, que es la muerte de cada uno, al que alude San Lucas: "sucedio, pues, que murio dicho mendigo, y fue llevado por los angeles al seno de Abraham. Murio también el rico y fue sepultado en el infierno" (16,22). Según esto por dia def Señor puede entenderse el dia de la muerte: "como el ladron de noche, así vendra el dia del Señor" (1Th 5,2); y lo del descubrimiento del dia del Señor consiste en que al morir cada uno quedan sus méritos af descubierto. De ahí que digan los Proverbios: "muerto el impio, se acabo su esperanza" (XI,7); "mas el justo aun en su muerte la conserva" (14,32).

El tercer juicio es el de esta vida, por cuanto Dios, por medio de las tribulaciones, prueba de cuando en cuando a los hombres, que es lo que dice mas abajo: "cuando somos juzgados, el Señor nos castiga a fin de que no seamos condenados juntamente con este mundo" (1Co XI). En este sentido dicese dia del Señor el dia de la tribulación temporal, del que dice Sofonias: "amargas voces serán las que se oigan en el dia del Señor: los poderosos se verán entonces en apreturas" (1,14). Así que el dia dd Señor la descubrira, porque en el tiempo de la tribulación pruébase el afecto del hombre. "El horno pone a prueba los vasos del alfarero, y a los justos la tribulacion" (Si 17).

Muestra, en segundo lugar, por qué medio se hara esta declaración, y dice que por fuego: "se ha de manifestar por medio del fuego", es a saber, el dia del Ssnor; porque el dia del juicio se dara a conocer por medio del fuego, que antecedera la presencia del Juez y abrasara el mundo, envolviendo a los reprobos y purificando a los justos. "Fuego avanza delante de El y abrasa en derredor a sus enemigos" (Ps 96,3).

Pero el dia del Señor, que es el dia de la muerte, lo pondra de manifiesto el fuego del purgatorio, que pu-x ccia lo que halle apto de purificarse en los elementos, del cual puede entenderse lo que se dice en Job: "me ha acrisolado con trabajos, como se hace con el oro que pasa por el fuego" (23,10).

Mas el dia que es el de la tribulación permitida por juicio divino se hara patente por el fuego de la tribulación, como dice el Eclesiastico: "en el fuego se prueba el oro y la plata; así los hombres aceptos a Dios en la fragua de la tribulacion" (2,5).

Pone, en tercer lugar, el efecto de la manifestación, al anadir: "y el fuego mostrara cual sera la obra de cada uno", es a saber, que los méritos o deméritos de los hombres cualquiera de los fuegos predichos los pondra a prueba. "Me pasaste por fuego, y no se hallo en mi iniquidad" (Ps X). En estos tres casos que aquí pone él Apóstol, el primero es conclusión de los dos siguientes; porque si el dia del Señor se ha de manifestar por el fuego, y el fuego mostrara cual sera la obra de cada uno, siguese que el dia del Señor declarara la diferencia de las obras.

Al decir después: "si la obra de uno sobrepuesta subsistiere... ", muestra como se hara la antedicha manifestación; y primero, cuanto a las buenas obras, al decir: "si de uno, esto es, alguno, la obra, que sobreedifico, subsistiere, en el fuego, él, que sobreedifico, recibira la paga" (Jr 31, Is 40).

Dicese que una obra subsistira en el fuego sin quemarse de dos maneras: De una, de parte del que hace la obra, porque el que tal hace, conviene a saber, la de la buena doctrina, o cualquiera buena obra, por una -obra de este género no es castigado, quiere decir, ni sera atormentado por el fuego del purgatorio, ni por el fuego que precedera la presencia del Juez, ni tampoco se vera abrasado por el fuego de la tribulación; pues quien no amo desmedidamente lo temporal es consiguiente que no sienta demasiado su pérdida, ya que el dolor de perder una cosa es a proporción del amor que se le tiene. De donde un amor excesivo engendra un dolor sin medida.

Otra manera de entender esto es de parte de la obra misma; pues, comoquiera que sea el juicio, permanece la buena obra, ya se trate de la buena doctrina, ya de otra buena obra cualquiera; porque, al caerle encima el fuego de la tribulación, no deja por eso el hombre ni la verdadera doctrina, ni la obra buena virtuosa; que ambas cosas le quedan, cuanto al mérito, tanto en el fuego del purgatorio, como en el fuego que vendra de precursor del Juez.

Señala, en segundo lugar, el dia, en lo tocante a las malas obras, diciendo: "si la obra de alguno se quemare, por un fuego de los antedichos, sera suyo el daño", esto es, del que tal obra hizo, mas no a tal grado que llegue a condenarse. De ahí la anadidura: "con todo, él no dejara de salvarse, es a saber, con la salvación eterna (Is 45), si bien como quien pasa por el fuego", que soporto antes, o en esta vida, o al fin de ella, o al fin del mundo. De ahí lo que dice el Salmo: "pasamos por fuego y por agua, pero nos ha dado descanso" (65,12); y lo que Is : "cuando anduvieres por en medio del fuego, no te quemaras, ni las llamas te abrasarán con su ardor" (43,2).

Lo de quemarse la obra de alguno se dice de dos maneras: de una, de parte del obrador, en cuanto se ve afligido por el fuego de la tribulación, por causa del afecto desmedido con que amo en demasia las cosas terrenas, y es castigado por el fuego del purgatorio, o por el fuego precursor del Juez, a causa de los pecados veniales que cometio por atender a las cosas terrenas, o también por sus enseñanzas vanas y frivolas.

De otra, de parte de la obra misma, porque, al sobrevenir la tribulación, el hombre no puede entregarse ni a vanas doctrinas ni a bienes terrenos, según aquello del Salmo: "entonces perecerán todos sus designios" (145,4). Tampoco le quedara, con el fuego del purgatorio o el fuego precursor, nada de lo antedicho para remedio o para mérito. Asimismo padecera doble daño, o por cuanto es castigado, o por cuanto pierde lo que hizo, a cuyo propósito dice el Eclesiastico: "toda obra corruptible ha de perecer finalmente, y su artificio tendra el mismo paradero que ella. Mas todas las obras escogidas o justas serán aprobadas, y el que las hace sera por ellas glorificado" (14,20); cuya primera parte se refiere al que sobreedifica madera, heno y paja, que es obra quo ardera en el fuego; v la segunda al que sobreedifica oro, plata, piedras preciosas, que es obra que sin daño subsistirá en el fuego.


Aquino: I Corintios 8