Aquino: I Corintios 49

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1Co 11,27-34)

Lección 7: 1Co 11,27-34

Haceles ver con qué pena castigara Dios a los que indignamente comulgan; por tanto, exhorta a los fieles a acercarse a recibir con respeto y reverencia la Sagrada Eucaristia.

27. De manera que cualquiera que comiere este pan, o bebiere el caliz del Señor indignamente, reo sera del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
28. Por tanto, examinese a si mismo el hombre, y de esta suerte coma de aquel pan y beba de aquel caliz.
29. Porque quien lo come, y bebe indignamente, se traga y bebé su propia condenación, no haciendo el debido discernimiento del Cuerpo del Señor.
30. De aquí es que hay entre vosotros muchos enfermos, y sin fuerzas, y muchos que mueren.
31. Que si nosotros entrasemos en cuentas con nosotros mismos ciertamente no seriamos así juzgados por Dios.
32. Si bien, cuando lo somos, el Señor nos castiga como a hijos, con el fin de que no seamos condenados juntamente con este mundo.
33. Por lo cual, hermanos mios, cuando os juntáis para esas comidas de caridad, esperaos unos a otros.
34. Si alguno tiene hambre, coma en casa, a fin de que el juntaros no sea para condenación vuestra. Las demás cosas, yendo yo ahí, las arreglaré.

Luego de haberles mostrado la dignidad de este Saperamente estimula el Apóstol ahora a los fieles a tomarlo con reverencia, les hace ver el peligro que corren^ los que indignamente se acercan a recibirlo, y aplica al caso saludable remedio: Por tanto, examinese, etc.

Dice, pues: "así que, supuesto que lo que sacramen-talmente se come es el Cuerpo de Cristo, y que lo que se bebe es la Sangre de Cristo, cualquiera que comiere este pan, o bebiere este caliz indignamente, reo sera del Cuerpo y de la Sangre del Señor". ¿Como se entiende, por estas palabras, eso de comer y beber indignamente? Según la Glosa, de 3 modos:

a) por lo que toca a la celebración de este Sacramento, es a saber, si alguno lo celebra de modo diferente al tradicional tal como Cristo lo instituyo: pongamos por caso, si ofrece otro pan que el de harina de trigo, u otro liquido que el vino de vid. De ahí lo que cuenta el Levitico (10,1): que por haber ofrecido los hijos de Aaron, Nadab y Abiu, ante el Señor, un fuego extrano, que no era el preceptuado, otro fuego, venido de Dios, los devoro.

b) Por lo que mira a la devoción, si uno no se acerca con la debida a la Eucaristia; la cual falta es a veces venial: si alguno, por ejemplo, con la mente enfrascada en negocios del siglo, se acerca a este Sacramento con la reverencia debida que habitualmente le tiene. Mas la indevoción, pese a que impida el fruto de este Sacramento, o espiritual refección, no le hace, con todo, reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor, del modo que aquí dice el Apóstol. Pero hay otra indevoción que si es pecado mortal, la que conlleva desprecio de este sacramento, a tenor de Malaquias: "vosotros que despreciáis mi nombre y decis: ¿en qué te hemos ultrajado? (1,6)... En eso que decis: la mesa del Señor esta contaminada, y es cosa vil lo que se ofrece sobre eüa" ..(I,12). A esta indevoción se refiere la Glosa.

c) si se arrima a comulgar con voluntad de pecar, mortalmente, claro esta; pues, como dice el Levitico: "ninguno que tenga mancha ha de acercarse al altar" (21,16). En tanto que uno se halla con voluntad de pecar tiene mancha de pecado; voluntad y mancha, empero, que quita la penitencia: a) por la contrición, con propósito de confesarse y satisfacer, cuanto a la remisión de la culpa y de la pena eterna; b) por la confesión y satisfacción, cuanto a la remisión total de la pena y reconciliación con los miembros de la 1glesia. Por eso en caso de apremio, cuando alguno, por ejemplo, no puede haber facilmente un confesor a la mano, para recibir este Sacramento es suficiente la contrición.1 Pero por lo regular debe siempre preceder, seguida de alguna satisfacción, la confesión. De donde lo que en el libro de los Dogmas Eclesiasticos se dice: satisfaga el comulgante con lagrimas y oraciones, y, confiado en el Señor, se acerque a la Eucaristia limpio, intrépido y seguro.

Pero esto que digo se entiende de aquel cuya conciencia no gravan pecados capitales y mortales; porque, después del bautismo, al que así se halle gravado con el peso de mortales crimenes lo exhorto primero a satisfacer con publica penitencia; y hecha ya esta diligencia, absuelto y reconciliado, a juicio del sacerdote, recibir la comunión, si para condenación no quiere, en caso contrario, comulgar la Eucaristia.2

Mas al parecer los pecadores no se llegan indignamente a este Sacramento, ya que en él se recibe a Cristo, el médico espiritual, que de Si mismo dice: "no tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos" (Mt 9,12). Pero a esto se responde que este Sacramento es un alimento espiritual, como es nacimiento espiritual el Bautismo. Ahora bien, el que nace es para que viva, mas no se alimenta sino estando vivo; por cuya razón este Sacramento no es para los pecadores, que no viven aun por la gracia, pero si el Bautismo.

Ademas, la Eucaristia es el sacramento de la caridad y de la unidad eclesiastica, como dice San Agustín; y estando el pecador sin caridad y separado, con toda razón, de la unidad de la 1glesia, si se llegase a este sacramento, cometeria una falsedad, dando a entender que tiene la caridad que no tiene. Mas, con todo, al pecador, mientras tiene la fe de este Sacramento, esle licito mirarlo, mirar que de todo punto les es negado a los infieles (Dionisio en su Jerarquia Eclesiastica,3).

Lo segundo que hay que considerar es de qué modo el que indigno recibe este Sacramento se hace reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. De tres modos, dice Ja Glosa:

a) de un modo material, pues incurre en el reato del pecado cometido contra el Cuerpo y la Sangre del Señor que están en este Sacramento, que indignamente recibe, por cuya razón su culpa se agrava mas; pues tanto es mayor la culpa cuanto mayor es el agraviado contra

quien se hace el pecado, "pues, ¿cuanto mas acerbos suplicios, si lo pensais, merecera aquel que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la Sangre del testamento, por la cual fue santificado?" (He X,29).

b) por semejanza, quiere decir: que él "sera reo... ", y se le dara el castigo por la muerte del Señor, esto es, como si matara a Cristo, según aquello: "crucifican de nuevo en si mismos al Hijo de Dios, y lo exponen al escarnio" (He 6,6). Pero a este tenor el pecado de los que indignamente reciben el Cuerpo de Cristo parece gravisimo. Respondese a esto que, para juzgar de la -gravedad de un pecado, hay que atender a dos cosas: -a la especie del pecado y al que comete el pecado.

1) por lo que mira a la especie, que se toma del objeto, el que se comete contra la divinidad es de mayor gravedad que el que se comete contra la humanidad de Cristo. Así la infidelidad, la blasfemia o un pecado parecido. De ahí que diga el Señor que: "al que hablare contra el Hijo del hombre se le perdonara; pero a quien hablare contra el Espíritu Santo no se le perdonara" (Mt 12,32). Asimismo es mayor pecado el que se comete contra la humanidad de Cristo en su propia especie que el que se comete en la especie sacramental.

2) Por lo que hace al pecador, peca mas el que por odio, envidia u otra malicia cualquiera peca -como pecaron aquellos que a Cristo crucificaron- que el que peca por flaqueza, como peca alguna vez el que indignamente recibe este Sacramento. Ni por eso hay que entender que, de pecado a pecado, uno a otro comparado, entre el matador de Cristo y el indigno comulgante, haya igualdad, sino semejanza de especie porque de uno y otro el objeto es el mismo Jesucristo.

c) Un tercer modo se expresa diciendo: Reo sera del Cuerpo y de la Sangre del Señor, o sea que el Cuerpo mismo y la Sangre del Señor lo hacen reo de pecado; que así el bien mal recibido se hace danoso y nocivo, como el mal bien recibido es fructuoso y provechoso, así como Satanas con su aguijon lo es a San Pablo. Con este modo de hablar se da de mano al error de aquellos que dicen: que al punto que el pecador toca en este Sacramento con sus labios al Señor, ya deja de estar en él el Cuerpo de Jesucristo. Mas contra esto esta lo que afirma el Apóstol, que: "cualquiera que comiere este pan, o bebiere el caliz del Señor indignamente...", pues, según la antedicha opinión, nadie comeria o beberia indignamente. Oponese también esta opinión a la verdad de este Sacramento, según la cual tanto tiempo permanecen el Cuerpo y la Sangre de Cristo en él cuanto permanecen las especies, en cualquier lugar que estén.

-"Por tanto, examinese a si mismo el hombre".

He aquí el remedio contra el dicho peligro, remedio cuya razón explica: Porque quien lo come, etc.; y hace patente por manifiesta señal: "muchos enfermos, sin fuerzas, muchos que mueren".

Dice, pues: por ser tan grande el reato en que incurre el indigno comulgante, por lo mismo es necesario que a si mismo se escudrine y pruebe el hombre primero, es a saber, cala y cata haga con gran diligencia de su propia conciencia, no sea que se halle en ella o voluntad de pecar mortalmente, o algún pecado pasado, con suficiente pesar no aun llorado y borrado. "Y de esta suerte, asegurado después de un diligente examen, coma de aquel pan y beba de aquel caliz, porque para los que lo reciben dignamente no es veneno, sino medicina. Examine cada uno sus propias obras (Ga 6,4). Examinaos a vosotros mismos para ver si mantenéis la fe (2Co 13,5).

Luego, diciendo: "porque quien lo come... ", explica el porqué de ese remedio, diciendo: el escrutinio y examen ha de anteceder primero, "porque quien lo come y lo bebe indignamente se come y bebe su juicio, esto es, su condenación, como dice Juan 5,29: Los que hicieron malas obras resucitarán para ser condenados.-No aclarando con el juicio que es el Cuerpo del Señor", esto es, por no discernir de otros cuerpos el del Señor, tomandolo de manera indiferente como otro manjar cualquiera. "Cualquiera que siendo inmundo tocare las cosas consagradas y ofrecidas al Señor perecera" (Lv 22,3).

Mas lo contrario parece decir San Juan 6,58: "el que me come por Mi tiene vida". Pero a esto se responde que hay dos modos de comer este Sagrado Manjar: sacramental y espiritual. Hay unos, pues, que lo comen de ambos modos, es a saber, son aquellos que toman el sacramento de tal suerte que de su esencia participan, esto es, de la caridad, por la cual hay unidad en la 1glesia; y de éstos se entiende lo de San Juan.

Otros solo sacramentalmente, es a saber, aquellos que lo comen de tal suerte que no tocan el meollo, esto es, no tienen la caridad, y de los tales se. entiende lo que aquí dice San Pablo: "quien lo come y lo bebe indignamente se traga y bebe su propia condenacion".

Ademas de estos dos modos, hay otro tercero de tomar el Sacramento, por accidente llamado, esto es, cuando se toma no tal como sacramento, lo que acaece de tres modos:

a) como cuando un fiel toma por no consagrada una hostia consagrada. El tal ya tiene costumbre de usar de este Sacramento, mas no como sacramento lo usa en el dicho momento.

b) como cuando un infiel, que fe no tiene ninguna acerca del Sacramento, toma la hostia consagrada. El tal no tiene costumbre, si solo potencia, de usar de este Sacramento.

c) como cuando un raton, u otro cualquiera animai, en quien no cabe potencia de usar de este Sacramento, come la hostia consagrada.

Así pues, porque de una parte unos siéntense atraidos a comulgar con frecuencia, por ver que la Comunión, hecha en la forma debida, les acarrea la vida; y por otra parte muchos, de saber que los indignos comen su condenación, yertos quedan de pavor, y comulgan rara vez; tal modo de proceder, de ésta y de aquella manera, parece recomendable. Pues leemos que Zaqueo (Lc 19,6) recibio en su casa a Cristo rebosante de alegria, en que queda enaltecida su caridad encendida. Mas leemos también que el Centurión dijo a Cristo: "no soy digno de que entres en mi morada", donde es de alabar el honor y reverencia con que trata a Jesucristo.

Mas porque es preferible el amor al temor, evidentemente es mas de recomendar la frecuente Comunión. kmpero porque no siempre, lo que en si es mas elegible, lo es para éste o aquél, cada uno tomese el pulso para ver en si qué produce la frecuente recepción de la Santa Comunión. Pues si siente que mejora en fervor y amor a Cristo, y en resistir al pecado con esfuerzo y fortaleza, frecuente la Comunión. Pero si por la frecuencia siente menos reverencia, comulgue de tarde en tarde. De ahí lo que se dice en el libro de los Dogmas Eclesiasticos: ni alabo ni vitupero recibir la Eucaristia un dia con otro dia.

-"De aquí es que entre vosotros... ". La razón de

lo anterior por una sena! la aclara, la cual puesta, indica su causa. Acerca de lo primero, bien dice San Agustín que si Dios todo pecado castigase de contado con pena ahora notoria, con razón se pensaria que nada reservaria al rigor de su justicia para el gran Juicio Final. Asimismo, si en ninguno ejecutase la pena, fuera vulgar la creencia de que no había Providencia. Pues en señal de que hay un juicio futuro, también en este mundo, castiga Dios por el pecado, y con penas temporales, a algunos, como se ha visto, mayormente recién dada o promulgada la Ley, así en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. A este propósito leemos en el Éxodo que por haber adorado el becerro de oro perecieron muchos miles de hombres; y en los Hechos de los Apostoles 5,1-5 que por un pecado de mentira y de hurto Ananias y Safira murieron con muerte desastrada. Asimismo, por comuniones sacrilegas, en la primitiva 1glesia, a algunos los castigaba Dios con enfermedades corporales, o aun con la muerte. De donde toma pie para decir: de ahí que, esto es, en señal del juicio futuro, muchos de entre vosotros, que indignamente comulgan, están enfermos del cuerpo (Ps 15,4), "y sin fuerzas, por achacosos de largas dolencias, y muchos que mueren" con muerte corporal, que en este sentido se toma la palabra dormiunt, como se ve en 1 Tesalonicenses 4, !2: En orden a los que duermen no queremos dejaros en ignorancia, etc.

-"Que si nosotros entrasemos en cuentas... ". 1ndica dos razónes de la antedicha señal, una de parte nuestra, otra de parte de Dios: si bien cuando lo somos (juzgados), etc. De parte nuestra la causa de que Dios nos castigue es la negligencia, porque cuidamos poco de castigar en nosotros las culpas cometidas. De ahí que diga: "que si nosotros entrasemos en cuentas con nosotros mismos, fiscalizando y castigando nuestros pecados, ciertamente no seriamos así juzgados por Dios", esto es, no nos castigaria, ni en este mundo, ni en el futuro.

Mas va contra lo de aquí lo que alla arriba se dijo: "pues ni aun yo me atrevo a juzgar de mi mismo" (!Co 4,3). Y en Rm 14,22 se dice: Dichoso aquel que no es condenado por su misma conciencia.

A esto se responde que uno puede juzgarse a si mismo de 3 maneras:

a) de una, escudrinandose, no dejando en lo pasado rincon que no mire y remire, y previniéndose para el tiempo futuro, según aquello de Salatas: "examine cada uno sus propias obras" (6,4).

b) de otra, absolviéndose uno a si mismo y dando sentencia como si en lo pasado se juzgase sin culpa; y según esto nadie debe juzgarse a si mismo de modo que se juzgue inocente, según Job: "si yo quisiere justificarme, me condenara mi propia boca; si manifestarme inocente, El me convencera de reo" (IX,20).

c) de otra tercera, reconviniéndose, esto es, de hacer algo que a su juicio es malo; y en este sentido se entiende lo de Romanos: "dichoso aquel que no es condenado por su misma conciencia en lo que resuelve" (14,22).

Mas cuanto a lo hecho, cada uno ha de leerse la cartilla y penitenciarse por sus malas acciones, como dice Job: "reprenderé ante su acatamiento mis caminos" (13,15); "expondré ante El mi causa, y mi boca llenaré de increpaciones" (23,4). A este juicio se refiere San Agustín en su libro sobre la Penitencia y que cita aquí la Glosa: "vuelva y torne a la vista la figura del gran juicio de Dios imaginada, y ante su rostro, como juez, el hombre yérgase y lance contra si (indignado); y en el sagrado tribunal del alma asista, de fiscal el pensamiento, de testigo la conciencia acusadora, y de verdugo el corazón. De ahí mane la sangre, por los ojos, del animo confeso, y la sentencia al fin pronuncie el alma, y tal sentencia, que se juzgue indigno del Cuerpo y de la Sangre del Señor.

-"Si bien, cuando lo somos... ". Pone la causa de parte de Dios diciendo: "Si bien, cuando lo somos, en este mundo, el Señor nos castiga, a fin de enmendarnos, quiere decir, para que por la pena cada uno se aparte del pecado. De ahí lo de Job: "dichoso el hombre a quien el mismo Dios corrige" (5,17); y lo de los Proverbios: "porque el Señor castiga a los que ama" (III,12). O también porque uno escarmienta en cabeza ajena (Azotado el hombre impio, el necio sera mas cuerdo:Pr 19,25), a fin de no ser condenados, con eterna condenación en lo futuro, "juntamente con este mundo", esto es, con los hombres mundanos.

Al decir luego: "por lo cual, hermanos mios... ", reducelos a la debida observancia, y poniendo lo que ahora ordena, promete que ordenara lo restante. Su ordenación es que nadie, cuando en la 1glesia se juntan a comer, esto es, el Cuerpo de Cristo, se dé prisa a tomar su propia comida, sino que esperen, para comer todos juntos. De ahí lo del Éxodo: que "toda la multitud de los hijos de 1srael ha de inmolar el cordero".

Y no hay excusa que valga, porque "si alguno se esta muriendo de hambre, y no se puede esperar, coma, pues; pero después de los manjares comunes, que ha de comer en su casa, ya no podra recibir la Sagrada Eucaristia (Si 36).

¿Por qué razón? La indica, diciendo: "a fin de que «se juntaros, a tomar el Cuerpo de Cristo, no sea para condenaros: "in iudicium".

Por ultimo la promesa: "las demás cosas, que no son de tanto tomo, yendo yo ahí, estando presente, las arreglaré", esto es, daré mis disposiciones para que sepáis lo que debéis hacer. Por donde se ve que por disposición apostolica la 1glesia observa muchas cosas que no se hallan escritas en la Sagrada Escritura. "El tino de los prudentes, de los Apostoles -dice el Eclesiastico- poblara las ciudades", esto es, por traza de ellos, estarán bien gobernadas1dispuestas y proveidas las 1glesias.


Capítulo 12

50
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1Co 12,1-6)

Lección 1: 1Co 12,1-6

Las gracias, aunque diversas, dice que tienen su origeir de un mismo Espíritu Santo.

1. En orden a los dones espirituales, no quiero estéis ignorantes.
2. Bien sabéis vosotros que cuando eráis paganos ibáis en pos de los ídolos mudos según eráis conducidos.
3. Ahora, pues, yo os declaro que ningun verdadero profeta, ningun hombre que habla inspirado de Dios, dice anatema a Jesús. Ni nadie puede confesar que Jesús es él Señor, sino por el Espíritu Santo.
4. Hay, si, diversidad de dones espirituales, mas el Espíritu es uno mismo.
5. Hay también diversidad de ministerios, rnas el Señor es uno mismo;
6. hay asimismo diversidad de operaciones sobrenaturales, mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos.

Después de haber hablado acerca de tres sacramentos, es a saber, Bautismo, Matrimonio, Eucaristia, aquí empieza el Apóstol a determinar lo que constituye el alma de ellos, doble pudiéramos decir: una de presente y otra de futuro, una significada y contenida, al punto conferida junto con el sacramento: la gracia; otra significada y no contenida, y esperada para el fin: la gloria de la resurrección. Así que lo primero sera tratar de los dones de las gracias; lo segundo, de la gloria de la resurrección (cap. 15,1): quiero renovaros la memoria del Evangelio. Y acerca de lo primero, trata de las gracias "gratis dadas"; en segundo lugar, a todas ellas antepone la caridad, de categoria muy superior por hacernos gratos a Dios (cap. 13): si hablara las lenguas de los hombres, etc.; en tercer lugar, compara entre si las gracias gratis dadas.

Antes de entrar en materia, les da a entender su intento, diciendo: dije que las demás cosas, tocantes al uso de los sacramentos, en yendo para alla, las arreglaria; aunque hay cosas en que es menester luego al punto poner orden y concierto, y esto es lo que quiere decir: "en orden a los dones espirituales", es a saber, los dones de las gracias que tienen por autor al Espíritu Santo, no quiero, hermanos mios, estéis a obscuras y en ayunas".

Porque, en sentir de Séneca, ignorar los beneficios recibidos es el colmo de la ingratitud, y por consiguiente, para no incurrir en la nota de ingrato con Dios, no debe el hombre estar ajeno de lo que son gracias espirituales. Nosotros, pues, no hemos recibido el Espíritu de este mundo, sino el Espíritu que es de Dios, a fin de que conozcamos las cosas que Dios nos ha comunicado (1Co 2,12). Por eso mi pueblo fue llevado cautivo, porque le fallo el saber (Is 5,13), es claro que de las cosas espirituales.

-"Bien sabéis vosotros... ". Prosigue en su intento, haciéndoles ver la necesidad de esas gracias y haciendo una enumeración de ellas. Ahora bien, la necesidad de una cosa se echa de ver mayormente por su falta. De ahí que lo primero es hacerles ver esa carencia o falta, que cargaban a cuestas, antes de recibir la gracia, para de ahí concluir la necesidad que tenían de ella.

Dice, pues: "bien sabéis, como experimentados, que cuando eráis paganos, esto es, al uso gentilico, no habiendo recibido aun la gracia por el bautismo (Ga 2 Ep 4), ibáis como de grado y por costumbre, según lo de Jeremias: "todos han vuelto a tomar la carrera de sus vicios, como caballo que a rienda suelta corre a la batalla" (8,6); y lo de los Proverbios: "sus pies corren hacia la maldad" (I,16).

-"en pos de los ídolos mudos" (Ps 1 Ps 13) a rendirles culto de adoración. Mencionase en ellos la mudez de modo especial, porque la locución es efecto propio del conocimiento; de donde se colige que en los ídolos hay tanto entendimiento como en las piedras de que están hechos, y, por consiguiente, si no pueden abrir la boca, ¡bonita deidad la suya!

-y esto "así como os llevaban", sin oponer resistencia. Y se dejaban llevar, o bien prendados de la hermosura de los ídolos -como se lo advirtio Jeremias a los cautivos de Babilonia, a propósito de sus dioses de oro y plata-, o por orden de algún principe -como se lee en Daniel que Nabucodonosor forzaba a los hombres a adorar su estatua dorada-, o como en el libro de los Macabeos que por amarga necesidad veianse obligados a asistir a los sacrificios en el dia del cumpleanos del Rey; o instintivamente, a impulso de los demonios, que esto especialmente anhelan, que se les rinda un culto divino, según aquello de San Mateo: "todo esto te daré, si postrandote en tierra me adorares"(IV).

Iban, pues, a adorar a los ídolos, según de enflaquecida que tenían la voluntad, a placer del que los tomaba de la mano, esto es, sin rastro de resistencia, como el loven sin seso, de quien dicen los Proverbios que a la ramera "la sigue al punto, como buey que llevan al matadero" (7,22). Por donde se ve con cuanta prontitud el hombre, privado de la gracia, y sin oponer resistencia, se desliza a la culpa. Y hacese mención especial del pecado de idolatria por tres razónes:

a) porque introducir otro Dios es un pecado gravisimo sobre toda ponderación, como lo fuera contra un rey introducir otro rey en su reino. De donde lo de Job: "si mirando al sol cuando brillante nacia, o a la luna en su mayor claridad, se regocijo interiormente mi corazón, y apliqué mi mano a la boca" (3 i,26), quiere decir, como si diese culto al sol y a la luna, iniquidad maxima y negación del Altisimo.

b) porque de la idolatria, como de fuente, brotaban los otros pecados: "siendo el abominable culto de los ídolos la causa, y el principio y fin de todos los males" (Sg 14,27).

c) porque éste era entre los gentiles un pecado muy traido y llevado y no se hacia gran cuenta de él. De ahí lo del Salmista: "todos los dioses de los gentiles son demonios" (Ps 95).

A este propósito es de considerar lo que algunos dijeron: que un hombre en pecado mortal no es posible se libre de él sin alguna gracia, ya que, según Romanos 3, si no es por la gracia no hay remisión de pecados; que eso no obstante, por su libre arbitrio, puede preservarse de pecado mortal, sin necesidad de la gracia.

Pero este modo de pensar no parece estar en lo justo. Primero, porque uno no puede preservarse de pecado mortal sino observando todos los preceptos de la ley, ya que pecar mortalmente en eso consiste, en transgredir algún precepto de la ley; y así, según la herejia Pelagiana, pudiera alguno observar todos los preceptos de la ley, sin necesidad de la gracia.

Segundo, porque, a tenor de Romanos 5 - la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazónes por medio del Espíritu Santo, que se nos ha dado-, sin la gracia no es posible que alguno tenga la caridad, por la cual se ama a Dios sobre todas las cosas. Por tanto, no puede ser que evite un hombre todos los pecados si no ama a Dios sobre todas las cosas, por ser de menos aprecio lo de mas desprecio. Podra, pues, suceder que por algún tiempo se abstenga de pecar quien carece de gracia, en tanto no topare con aquello que lo induzca al pecado y lo mueva al desprecio de un precepto divino. Señaladamente recalca el Apóstol: "Prout ducebamini": así como eráis llevados.

-"Ahora, pues, yo os declaro... " Saca, por conclusión de lo dicho, dos efectos de la gracia: abstenerse del pecado y practicar la virtud.

Dice, pues: esto supuesto, que cuando estabáis sin gracia, con mucha facilidad volabáis a la maldad, "por eso os hago notar": si hubieseis vivido en gracia, tal no hubiese acontecido.

- "que ningun hombre que habla en el Espíritu de Dios, por el Espíritu de Dios, dice anatema a Jesús", esto es, blasfema contra Jesús, según aquello de San Juan: "todo Espíritu que destruye a Jesús no es de Dios"

(1Jn 4,3). Notemos que arriba puso el gravisimo pecado de la blasfemia, que con la gracia se evita, para que esto se entienda de otros pecados menores; pera puede entenderse por "anatema a Jesús11 cualquier pecado mortal, pues anatema significa separación, de ana,, arriba, y thesis, posición, como si dijéramos: puesto arriba, porque antiguamente lo que era apartado del uso y trato del hombre quedaba colgado en sitio sagrado, en los templos o lugares publicos. Ahora bien: todo pecado mortal separa de Jesús, según aquello de Is : "vuestras iniquidades han puesto un muro de separación entre vosotros y vuestro Dios" (59,2). Así que cualquiera que comete pecado mortal dice con la boca o el corazón: anatema, esto es, separación de Jesús. Por tanto, ninguno que habla inspirado por el Espíritu de Dios dice: anatema a Jesús, pues nadie movido por el Espíritu de Dios comete pecado mortal, ya que, según el Sabio (Sab 1,5), "el Espíritu Santo huye de las ficciones, y se aparta de los pensamientos desatinados, y se ofendera de la iniquidad que sobrevenga".

Mas, según esto, pareceria que ninguno que tenga al Espíritu Santo podria pecar mortalmente, pues también dice San Juan que "todo aquel que nace de Dios no comete pecado, porque la semilla de Dios, que es la gracia santificante, permanece en é!" (1Jn 3,9). A lo cual se responde que en cuanto es de parte del Espíritu de Dios el hombre no hace pecado, antes bien es de él retraido, mas puede hacerlo por flaqueza de la voluntad humana, que resiste al Espíritu Santo, como dicen los Hechos Vil,5!: Vosotros resistis siempre al Espíritu Santo; ya que en la presente vida, el Espíritu Santo, que mora en el alma, no quita del todo al libre albedrio el poder de pecar. Por eso el Apóstol no dijo, haciendo hincapié: ninguno que tenga el Espíritu de Dios, sino: ninguno que hable inspirado por el Espíritu de Dios.

-"ni nadie puede confesar...". Pone el segundo efecto de la gracia, es a saber, que sin ella el hombre no puede hacer nada bueno.

Dice, pues: "ni nadie puede confesar que Jesús es el Señor sino por el Espíritu Santo". A lo cual parece oponerse que por el Espíritu Santo el hombre es introducido en el reino de los cielos, según el Salmista: "tu Espíritu bueno me guiara a la tierra escogida" (Ps 142,10), con este reparo que pone el Señor: "no todo el que me dice: Señor, Señor, entrara en el reino de los cielos" (Mt 7). Así que no todo aquel que dice: Señor Jesús, lo dice movido por el Espíritu Santo.

Pero a esto se responde que decir algo por el Espíritu Santo puede entenderse de dos modos: a) de uno, si entendemos por el Espíritu Santo al que mueve, no al que mora en el alma, ya que, en efecto, a que hablen mueve los corazónes de algunos en donde no habita, como se lee en Caifas (Jn XI) que lo que predijo del provecho de la muerte de Cristo no lo dijo de propio movimiento, sino por Espíritu profético; como asimismo Balaam (Nb 23 y 24), bien que no tuviese al Espíritu Santo, mas movido por El, predijo muchas cosas advenideras y verdaderas.

Así que ha de entenderse que nadie puede decir ninguna verdad sino movido por el Espíritu Santo, que es el Espíritu de la verdad, de quien dice San Juan: "cuando viniere aquel Espíritu de la verdad, El os enseñara todas las verdades" (16,13)". De ahí el dicho de San Ambrosio: digala quien la dijere, lo cierto es que la verdad tiene su natividad, su fuente y autoridad, en el Espíritu Santo, especialmente en cosas de fe, que vienen a saberse por revelación, no hecha a todos, del Espíritu "Santo, entre las cuales esta la de que Jesús es Señor de todos; en razón de lo cual se dice en los Hechosr "persuadase, pues, cerKsimamente toda la casa de 1srael que Dios ha constituido Señor y Cristo a este mismo Jesús, al cual vosotros habéis crucificado" (II,36). Otro es el modo de hablar del qué mueve el Espíritu Santo que en él habita; en cuyo caso también puede? acontecer lo que va dicho aquí, empero de tal manera,, que se entienda por decir un hablar de cuerpo entero, de obra, boca y corazón.

a) de corazón, como aquello del Salmista: "difo en su. corazón el insensato: no existe Dios" (Ps 13,1).

b) de obra, en cuanto lo que alla dentro tiene uno concebido manifiesta en lo exterior. Así que, a no ser que tenga uno al Espíritu Santo, no puede decir, menos aun confesar que Jesús es el Señor, pero con tal condición que no solo con la boca haga de esto confesión, sino con el corazón, y asimismo con la obra, le haga humilde reverencia al mismo como Señor, y le preste su obediencia. Y tres consideraciones podemos de aquí sacar en lo tocante a la gracia:

I*) que sin ella a un hombre no le es posible no caer afguna vez en pecado, según aquello del Salmo: "si el Señor no me ayudara, a fe que ya estaria en el infierno mi alma" (93,17).

2?) que por ella se evita el pecado, como lo dice San Juan: "todo aquel que nacio de Dios no hace pecado" (1Jn 3,9).

3?) que sin ella el hombre no puede hacer cosa buena, según el mismo San Juan: "sin Mi nada podéis hacer" (Jn XV).

-"Hay, si, diversidad de dones... ". Empieza a distinguir las gracias "gratis datas" o dadas de balde, y primero las distingue en general, luego de modo especial las pone de manifiesto; en las que, esto es, por gracia, confiere el Espíritu Santo, tres cosas conviene considerar: primera, la facultad de los hombres para obrar; segunda, la autoridad; tercera, de una y de otra la ejecución. Se obtiene la facultad por un don de la gracia, pongo por caso, la profecia, o el poder de hacer milagros, o de algo semejante. En cambio, la autoridad, para algún ministerio, por ejemplo el apostolado, o cosa por el estilo. La ejecución pertenece a la operación. Así que en clasificar los dones espirituales distingue primero gracias; luego, en segundo lugar, ministerios; y en tercero, operaciones.

Pues, en cuanto a la primero, muestra la necesidad que tenemos de la gracia, la cual, con todo, no toda les toca a todos, sino a Cristo a quien, según lo dice San Juan, no tasado o con medida le hicieron don del espiritu. Por el contrario, a los otros repartiéronles las gracias, porque unos mas ricos son en una y otros en otra; porque así como en el cuerpo en la cabeza se hallan todos los sentidos, y no así en los otros miembros; así también en la iglesia solo Cristo es el deposito de todas las otras gracias, que derivanse a todos los otros miembros, como lo da a entender el Génesis, donde se dice que un rio, esto es, de gracias, brotaba para regar el paraiso, desde donde dicho rio se partia en cuatro brazos. Y en San Mateo (25,15) se dice que, al repartir los talentos, dio!e a un siervo cinco, dos a otro y a otro uno.

Y bien que sean diferentes, y diferentes personas tengan los dones de gracias, no por eso se originan de diferentes autores, como pensaban los Gentiles, los cuales la sabiduría la atribuian a Minerva, a Mercurio la elocuencia, y a otros dioses otros dones; contra lo cual añade: "mas el Espíritu es uno", es a saber, el Espiritu

Santo, que es el autor de todas las gracias. "Un solo cuerpo y un solo espiritu" (Ep 4,4); y "el Espíritu es unico y multiforme" (Sg 7), unico en la substancia, multiforme en las gracias.

Distingue luego los ministerios, diciendo: "y diversidad de administraciones", esto es, para el buen gobierno de la 1glesia diferentes ministerios y oficios son menester; pues los prelados, como dijo arriba (IV), llamanse ministros de la 1glesia, a cuyo adorno y perfección sirve la distribución de diversos ministerios, como lo significo, y atonita lo admiro la reina de Saba, en casa de Salomon, la buena disposición y el buen orden de ministros (I Reyes, X); bien que al servicio estén todos de un solo y unico dueno. De donde la anadidura: "mas el Señor es uno mismo", "un solo Señor Jesucristo" (1Co 8).

Por ultimo las operaciones: "hay asimismo diversidad de operaciones", por las que para consigo, así como para con el prójimo por medio de los ministerios, obra uno lo bueno. "Sale el hombre a su faena, esto es, la propia suya" (Ps 103,23). "Mudo, quiere decir, distinguio, diferencio, sus caminos, sus operaciones, sus condiciones y estados" (Si 33,1 Si 1); todos los cuales, con tcdo, manaR de un solo principio. Por cuya razón añade: "mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos", como la causa primera que da el ser a todo género de operaciones.

Mas para que no parezca que sobrán las otras causas, agrega "en todos", porque en las causas segúndas obra la causa primera. "Todas nuestras obras Tu nos las hiciste" (Is 26,12). Y es de advertir con cuanto tino el Apóstol atribuye al que es amor, al Espiritu, las gracias; porque del amor procede que el Señor dé un ministerio de balde al que se le da; y a Dios atribuye las operaciones, como a la causa primera que a ellas mueve. Y en la tripartición de Espiritu, Señor, Dios, a cada persona de la Augusta Trinidad puede tocarle su parte, o bien todos tres titulos darse al Espíritu Santo, que es Señor y Dios.


Aquino: I Corintios 49