Aquino - COLOSENSES 6

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Col 1,18-23)

Lección 5: Colossenses 1,18-23

Ensalza a Cristo en comparación de toda la Iglesia en general, y, en particular, de la de los Colosenses.

18 Y El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, y el principio, el primero en renacer de entre los muertos, para que en todo tenga El la primacía,
19 pues plugo al Padre poner en El la plenitud de todo ser,
20 y reconciliar en El todas las cosas consigo, restableciendo la paz entre cielo y tierra, por medio de la sangre, que derramó en la cruz.
21 Igualmente a vosotros, que antes os habíais extrañado de Dios, y erais enemigos suyos de corazón por causa de vuestras malas obras;
22 ahora, en fin, os ha reconciliado en el cuerpo mortal de su carne por medio de la muerte que ha padecido, a fin de presentaros santos, sin mancilla e irreprensibles delante de El,
23 con tal que perseveréis cimentados en la fe y firmes e inmobles en la esperanza del Evangelio, que oísteis y que ha sido predicado en todas las naciones que habitan debajo del cielo, del cual yo, Pablo, he sido hecho ministro.

Después que el Apóstol engrandeció a Cristo, comparándolo con Dios y con todas las criaturas, aquí hace lo mismo comparándolo con la Iglesia, primero en general, luego en especial, refiriéndose a la de los Colosenses: "y vosotros estando como estabais", y tercera, cuanto a su persona en singular: "cuyo ministro he sido constituido". Tocante a lo primero propone y expone la parte o papel que corresponde a Cristo en toda la Iglesia. Dice pues: este Cristo, por el que hemos sido redimidos, es el primogénito de toda criatura; mas por cuanto ha sido constituido cabeza de la Iglesia, se ofrecen a la consideración estas dos cosas, es a saber: cómo la Iglesia es cuerpo y de qué modo es Cristo su cabeza. Dícese cuerpo la Iglesia a semejanza de un hombre, y esto de 2 maneras, conviene a saber: cuanto a la distinción de miembros (Ep 4) y cuanto a los servicios, porque, aunque distintos unos de otros, con todo, uno le sirve al otro (1Co 12 Ga 6). Asimismo como la unidad del cuerpo la constituye la unidad del alma, así la Iglesia la unidad del espíritu (Ep 4 1Co 10).

También puede hacerse otra consideración de parte de los miembros para con la cabeza de la Iglesia, esto es, Cristo, que lo es en realidad (Ps 3); y explica en qué consiste ser cabeza, diciendo: "que es el principio"; pues la cabeza, respecto de los otros miembros, tiene 3 privilegios: a) porque se distingue de los otros en el orden de la dignidad, por ser principio y presidente; b) en la plenitud de los sentidos, que están todos en la cabeza; c) en cierto influjo de sentido y movimiento en los miembros. Por eso va mostrando respectivamente cómo Cristo es cabeza por razón de dignidad, por razón de la plenitud de gracias, por razón del influjo en los miembros de su Cuerpo Místico; ya que la Iglesia tiene un doble estado, a saber: de gracia al presente, y de gloria en lo futuro, y es la misma Iglesia, y Cristo es cabeza en ambos estados, porque es el primero en la gracia y el primero en la gloria. Cuanto a lo primero dice: "que es el principio", porque no sólo está en gracia a título de hombre, sino que tdos igualmente han sido justificados por la fe de Cristo (Rm 5). Por eso dice: "que es el principio", a saber, de la justificación y de la gracia en toda la Iglesia, porque aun en el Antiguo Testamento algunos fueron justificados por la fe de Cristo (Jn 8 Ps 109).

Asimismo es principio cuanto al estado de la gloria. Por eso dice: "primogénito de entre los muertos"; puesto que la resurrección de los muertos es como una especie de segunda generación, ya que el hombre repárase y prepárase por ella para la vida eterna (Mt 19), y Cristo por encima de todos es el primero; por eso precisamente es el primogénito de entre los muertos, esto es, de los que han sido engendrados por la resurrección; aunque lo de Lázaro (Jn 11) parece que va en contra. Respondo diciendo que éste y otros no resucitaron para esa vida inmortal, sino para la mortal; pero Cristo, al resucitar de entre los muertos ya no muere (Rm 6 Ap 1 1Co 15); y esto para tener El la primacía en todo, cuanto a los dones de gracia, porque es el principio; y cuanto a los dones de gloria, porque es el primogénito (Si 24).

Después, al decir: "porque en El", muestra su dignidad de cabeza cuanto a la plenitud de todas las gracias; porque otros santos tuvieron repartidas las gracias, pero Cristo las tuvo todas. Por eso dice: "porque en El". Cada palabra es digna de ponderación. "Plugo" indica que el hombre Cristo no se-vio adornado de dones en gracia de sus méritos o por ciego designio del hado, como dice Fotino, mas por beneplácito d'e la voluntad divina que levantó a este hombre a la unidad de persona: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias" (Mt 3). Asimismo dice toda, porque unos tienen un don, otros otro. "Todo lo puso el Padre en sus manos" (Jn 13). Dice también plenitud, porque alguno algún don tuvo, mas no su plenitud, o toda su virtud y eficacia, porque quizá en algo, muy a pesar suyo, le faltó el esfuerzo o aliento. Pero en San Juan f se dice de Cristo: "le hemos visto lleno de gracia y de verdad"; y en el Eclesiástico Si 24,16: "en la plenitud de los santos he establecido mi morada". Dice también habitar; pues unos recibieron el uso de la gracia por un tiempo, ya que el espíritu de los profetas no siempre esté a su mandar; pero en Cristo está habitualmente, porque el dominio de esta plenitud está siempre a voluntad de Cristo (Jn 1).

Muestra luego que Cristo es cabeza de la Iglesia por razón del influjo, al decir: "y reconciliar por El todas las cosas consigo", y demuestra ese influjo de la gracia, y expone lo que había dicho: "haciendo paces". Dice pues: afirmo que plugo al Padre no sólo poner en El la plenitud de todo ser, sino que de El y por El se derivase a nosotros; de donde dice: "y reconciliar por El todas las cosas consigo" (2Co 5). Y expone en qué consiste esta reconciliación y cómo ha quedado reconciliado todo.

Y en la reconciliación 2 cosas hay que considerar: primera en qué convienen los que se reconcilian; porque los discordes tienen diversas voluntades, pero los reconciliados concuerdan en algún punto; y así las voluntades primero discordes concuerdan en Cristo. Tal.es voluntades son las de los hombres, la de Dios y la de los ángeles. Las de los hombres, porque Cristo es hombre; la de Dios, porque es Dios. Asimismo discordaban los Judíos, que querían la ley, y los Gentiles, que no la querían, pero Cristo los hace sentar a una mesa, porque es de los Judíos y da finiquito a las observancias de la ley. Y esta concordia la hizo "por medio de su sangre", porque entre Dios y el hombre la causa de la discordia fue el pecado; entre los Judíos y Gentiles la ley; y Cristo por su cruz destruyó el pecado y dio a la ley toda su llenez y plenitud, y de este modo quitó de en medio la causa de la discordia. "Os habéis acercado al monte de Sión, y a la ciudad de Dios vivo, la celestial Jerusalén" (He 12,22). Y así fuimos reconciliados y se hicieron las paces "entre los moradores del cielo", como los ángeles y Dios, "y los de la tierra", es a saber, los Judíos y los Gentiles. Por eso, al nacer Jesucristo, cantaron los ángeles: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres". Asimismo en la resurrección dijo Cristo: "Paz a vosotros" (Jn 20); "pues El es muestra paz, que ha hecho de dos pueblos uno" (Ep 2,14).

Al decir después: "igualmente a vosotros, que os habíais extrañado de Dios", ensalza a Jesucristo por los clones que les ha concedido; donde les trae a la memoria cómo vivieron antes, el beneficio de Cristo y a lo que «éste les obliga. Porque el estado de su vida pasada tuvo consigo 3 males: cuanto al entendimiento eran ignorantes; cuanto al afecto, enemigos de la justicia; cuanto al acto, envueltos en muchos pecados. Es lo que dice correspondiente a estos 3 males: "a vosotros que erais en otro tiempo extraños -y enemigos suyos de corazón- por causa de vuestras malas obras". La palabra sensus, según se ¡unte a inimici o a alienati, puede hacer 2 sentidos. En el primer caso sería "inimici sensus": enemigos del sentido, y muestra la falta de sabiduría que predicaban los Judíos de un Dios. "Amaron más las tinieblas que la luz". Mas ¿por ventura estaban obligados a observar la ley de Moisés? Diremos que sí cuanto a! culto de un solo Dios. En el segundo: "alienati sensu", esto es, de propósito y maliciosamente opuestos a su voluntad; "porque, como de propósito, se alejaron de El, y no quisieron saber nada de todas sus disposiciones" (Jb 34,27).

Por último, al decir: "ahora, en fin", pone los beneficios de Cristo: y el primero la reconciliación "en su cuerpo de carne", no porque una cosa sea el cuerpo y otra la carne, sino para mostrar que recibió un cuerpo en su ser natural (Jn 1); y ese mismo cuerpo, de carne, esto es, mortal (Rm 8). El segundo beneficio es la santificación; de donde dice: "a fin de presentaros santos" (He 13). El tercero el lavatorio de los pecados: "y sin mancilla" (He 9). Asimismo cuanto a lo futuro: "e irreprensibles" (2P 3); y añade: "delante de El", porque "el hombre no ve más que lo exterior; pero el Señor ve el fondo del corazón" (1S 16,7). Exige de nosotros firmeza en la fe y en la esperanza; por eso añade: "con tal que perseveréis cimentados en la fe" que es como el fundamento, en cuya firmeza estriba firme toda la estructura de la Iglesia. Asimismo estables en la esperanza, no vacilantes en sí, e inmobles, como si los otros no los hicieran titubear en la esperanza, digo, del Evangelio, esto es, que da el Evangelio de los bienes del reino de los cielos (Mt 4). Ni hay excusa que valga, porque ha sido predicado, por los Apóstoles (pretérito por futuro, por su certeza), a toda creatura nueva, esto es, a los fieles para quienes estaba preparado.

7
(
Col 1,24-29)

Lección 6: Colossenses 1,24-29

Se dice fiel ministro del Evangelio que, aunque escondido por siglos, ha venido ahora a darse a conocer, y por quien tiene a mucha honra padecer hasta cadenas.

24 Yo, que al presente me gozo de lo que padezco por vosotros, y estoy cumpliendo en mi carne lo que resta de padecer a Cristo en pro de su cuerpo místico, el cual es la Iglesia,
25 cuyo ministro soy yo por la disposición de Dios, ministerio que se me ha dado en orden a vosotros, para desempeñar la predicación de la palabra de Dios,
26 anunciándoos el misterio escondido a los siglos y generaciones pasadas, y que ahora ha sido revelado a sus santos,
27 a quienes Dios ha querido hacer patentes las riquezas de la gloria de este arcano entre los gentiles, el cual no es otra cosa que Cristo, hecho por la fe la esperanza de vuestra gloria.
28 Este es a quien predicamos nosotros, amonestando a todos los hombres, e instruyéndolos a todos en toda sabiduría, para hacerlos a todos perfectos en Jesucristo,
29 a cuyo fin dirijo yo todos mis esfuerzos, peleando según el impulso que ejerce en mí el Señor con su poderosa virtud.

Luego de haber enaltecido a Cristo, en comparación de Dios y de todas las criaturas, y de toda la Iglesia, y de los mismos Colosenses, enaltécelo ahora aquí en comparación de sí mismo, mostrándose su ministro; y pone primero su ministerio; muestra, en segundo lugar, su fidelidad en desempeñarlo y la magnitud de ese ministerio. Dice pues: Afirmo que este Evangelio ha sido predicado a todas las naciones, y que he sido constituido ministro para predicar este Evangelio, no por mí propia autoridad, sino mostrando por la predicación las letras credenciales de mi ministerio: "a nosotros, pues, nos ha de considerar el hombre como unos ministros de Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios" (1Co 4,1).

Que sea ministro fiel lo prueba el hecho de que, a trueque de cumplir diligentemente con su ministerio, no rehusa padecer y arrostrar los peligros. De donde muestra con qué afecto y con qué fruto soporta los padecimientos: con afecto o sentimiento de alegría, porque "al presente me gozo… por vosotros", esto es, por vuestra utilidad (2Co 1); y por el contento de la vida eterna, que de ahí espera, que es el fruto de su ministerio (Jc 1 Ph 2). Y también con este fruto, de completar en mi carne "!o que resta de padecer a Cristo". Estas palabras, superficialmente tomadas, pueden entenderse mal, en el sentido de que la Pasión de Cristo no fue suficiente para la redención, sino que fue necesario para completarla añadirle las pasiones de los santos. Pero esto es herético, porque la Sangre de Cristo es suficiente para la redención no de uno, sino aun de mil mundos (1Jn 2). Mas es de advertir que Cristo y su Iglesia es una persona mística, cuya cabeza es Cristo y su cuerpo todos los justos, y cualquier justo es cuasi miembro de esta cabeza (1Co 12); y Dios ordenó, en su predestinación, la cantidad de méritos que debe haber en toda la Iglesia, tanto en la cabeza, como en los miembros, así como predestinó el número de los elegidos; y entre estos méritos se llevan la palma las pasiones de los santos Mártires. Cierto que los méritos de Cristo, cabeza, son infinitos, pero cada santo contribuye, según su capacidad o medida, con algunos méritos. Por eso dice: "completo en mi carne lo que resta de padecer a Cristo", esto es, a toda la Iglesia, cuya cabeza es Cristo. Completo, esto es, añado mi granito de arena. Y esto en mi carne, es a saber, padeciendo yo mismo. O lo que resta de padecer a mi carne. Pues esto faltaba, que así como Cristo había padecido en su cuerpo, así padeciese en Pablo, miembro suyo, y de manera semejante en los demás. Y en pro de su cuerpo, la Iglesia, que había de ser redimida por Cristo, "para sacarla a vistas, delante de El, llena de gloria, sin mácula ni arruga, ni cosa semejante" (Ep 5,27). De modo parecido todos los santos padecen por la Iglesia, que se robustece con su ejemplo. Restan pasiones todavía, por no estar llena aún de méritos la paritoria de la Iglesia, ni se llenará hasta que el siglo haya concluido. La paritoria es un recipiente o una casa donde se meten ¡untas muchas cosas.

Al decir luego: "cuyo ministro he sido constituido", muestra la dignidad de su ministerio por 3 capítulos: a) por la materia de la adopción; b) por el fin que ahí se dice: "para desempeñar la predicación de la palabra de Dios"; c) por el uso. Pero pudiera alguno objetar: ¿es grande este ministerio? Y responde diciendo: así es, pues me lo confiaron por dispensación; que puede explicarse de dos maneras: o activamente, y el sentido es, para que os sea dispensador de las cosas divinas, entregándolas fielmente, y con este fin se me ha dado este poder; o pasivamente, y el sentido es éste: según la dispensación que Dios me ha hecho, que a unos escogió para Apóstoles, a otros para profetas… . (Ep 4 Ac 13).

He aquí, pues, el fin para que me fue confiado este ministerio, que no es ciertamente el dinero ni la propia gloria, sino algo grande: "para desempeñar la predicación". Y muestra primero la dignidad de esa predicación para la que recibió el ministerio; luego ¿qué es aquello? Es Cristo. Asimismo hace plausible esa grandeza por la difusión, ocultación y manifestación de la predicación; y se recibe para la conversión de los Gentiles. De donde para que desempeñe no la palabra de la predicación, sino la dispensación eterna de Dios, esto es, para que con mi predicación muestre cumplida la palabra de Dios, esto es, la dispensación y preordenación de Dios, y la promesa de la Encarnación del Verbo de Dios, o la dispensación eterna de Dios por la que dispuso que las Gentes se convirtiesen por Cristo a la fe verdadera de Dios. Y esto era menester se cumpliese. "Cuando El, pues, ha dicho una cosa, ¿no la hará? Habiendo hablado, ¿no cumplirá su palabra?" (NM 23,19). Pero dispuso que esto se cumpliese por el ministerio de Pablo. De donde dice: "para que cumpla anunciando este misterio", por cuanto es una cosa recóndita; porque esta palabra es "un misterio escondido a los siglos", esto es, desde el principio de los siglos, y a todas las generaciones humanas de tiempos pasados, que no pudieron saber "la dispensación del misterio, que después de tantos siglos había estado en el secreto de Dios" (Ep 3,9); porque, aunque los filósofos antiguos dijesen, al parecer, ciertas cosas, propias o apropiadas, de la deidad de Cristo, así como las halló San Agustín en los libros de Platón: en el principio era ya el Verbo… ., con todo eso, nadie pudo saber que el Verbo se hizo carne. Pero dirás: ¿por ventura no lo supieron los profetas? Respondo: diremos que sí, aunque lo tocante al Evangelio no con tanta claridad como los Apóstoles.

Trata luego de su manifestación, cuando dice: "y que ahora ha sido revelado a sus santos", y muestra a quiénes se ha revelado y por qué. Dice pues: "ha sido revelado ahora", a saber, en el tiempo de la gracia: "Llegado es ahora el tiempo favorable, llegado es ahora el día de la salvación" (2Co 6,2). Y ésta es la ciencia de los santos. (Sg 10 Jb 36); mas no se la dio por su cara bonita, sino por su beneplácito. De donde dice: "a quienes quiso Dios" (Jn 15). Y añade: "no me habéis elegido vosotros a Mí, sino Yo a vosotros" (Mt 11). - "hacer patentes las riquezas de la gloria de este arcano"; pues por el hecho de haber estado ocultas estas cosas, Dios hace patentes las riquezas de su gloria; que en otro tiempo sólo era conocido en Judea, mas por este arcano de la conversión de los Gentiles, la gloria de Dios se ha dado a conocer por todo el mundo. "Yo por Mí te he glorificado en la tierra" (Jn 17). Y esto "entre los Gentiles", es a saber, que ha tenido su cumplimiento en ellos (Rm 5,11). Esta palabra no es otra cosa que Cristo, esto es, lo que alcanzamos por Cristo, la esperanza de la gloria, que antiguamente parecía prometida a solos los Judíos, "quedaron pasmados al ver que la gracia del Espíritu Santo se derramaba también sobre los gentiles" (Ac 10,45 Rm 5 Is 11).

Así pues, de este modo se muestra el origen y el fin del ministerio; pero añade su uso a! decir: "Este es a quien predicamos". Acerca de lo cual muestra su uso, su fruto y el auxilio que le han dado para conseguir el uso. Su uso es anunciar a Cristo; y pone el uso y el modo de servirse de él. "Anunciad en los pueblos sus obras" (Ps 9,12 1Jn 1). Pónese allí el modo: "amonestando a todos los hombres"; y en eso consiste la perfecta anunciación, porque se hace a todos los hombres, no sólo a los Judíos (Mt 28). También es modo suyo enseñar la verdad y rechazar la falsedad. Por eso dice: "amonestando a todos los hombres", hasta a los infieles en su vida (2Co 10); "e instruyéndolos a todos en toda sabiduría", es a saber, en el conocimiento de Dios: "porque el conocerte a Ti es la perfección de la justicia, y el conocer tu justicia y poder es la raíz de la inmortalidad" (Sg 15 1Co 2).

Y el fruto es aquí llevar los hombres a la perfección. De donde dice: "para hacer a todo hombre", de cualquier condición, "perfecto" no en la ley, sino "en Cristo" (Mt 5). Mas ¿por ventura todo hombre está obligado a la perfección? No, pero el predicador ha de intentarlo. Hay doble perfección en la caridad: una de necesidad de precepto, a saber, que nada contrario a Dios admita en su corazón (Mt 22); otra de necesidad de consejo, que se abstenga aun de lo lícito, y ésta es perfección de supererogación. Mas para esto tuvo ayuda de Dios; de donde dice: "a cuyo fin dirijo yo todos mis esfuerzos peleando" contra infieles y pecado (Tt 2 Tt 4); y esto "según su impulso" (1Co 15) "que ejerce en mí el Señor"; porque esto lo obra en mí Dios en virtud de los milagros, es a saber, dando esa virtud (Lc 24,49).


Capítulo 2

8
(
Col 2,1-4)

Lección 1: Colossenses 2,1-4


Les dice que está inquieto por saber cómo se hallan, y desea que le vean para consolarlos y defenderlos de los herejes.Traducción:

1 Porque deseo que sepáis las inquietudes que padezco por vosotros y por los de Laodicea, y aun por aquellos que no me conocen de vista;
2 a fin de que sean consolados sus corazones, y que estando bien unidos por la caridad, sean llenados de todas las riquezas de una perfecta inteligencia para conocer el misterio de Dios Padre y de Jesucristo,
3 en quien están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.
4 Y digo esto para que nadie os deslumbre con sutiles discursos.

En el capítulo anterior ensalzó el estado de los fieles, que es el de la gracia, y a su autor, Jesucristo; aquí los protege contra los adversarios de este estado: la doctrina corruptora y las perversas costumbres. Cuanto a lo primero se les muestra inquieto por saber de su estado y los defiende contra la mala doctrina. Asimismo divídese la primera parte en 3 partecillas, porque primero pone la inquietud; segundo, qué personas lo traen inquieto; tercero, de qué está inquieto. Dice pues: "deseo que sepáis las inquietudes que padezco", esto es, grandes. Y ésta es una cualidad que pertenece al buen prelado (Rm 12 Lc 2); no sólo por los convertidos por él y que están presentes, sino también por otros. De donde dice: "por vosotros", es a saber, a los que no he conocido de vista, sino con el alma; y no sólo por éstos, sino "aun por aquellos que no me conocen por vista de ojos", pues los desvelos del Apóstol se extendían a todo el mundo; "por cuanto en la vestidura talar que llevaba estaba simbolizado todo el orbe" (Sg 18,24). Así en el alma del Apóstol. "Fuera de estas cosas exteriores, cargan sobre mí las ocurrencias de cada día, por la solicitud de todas las iglesias" (2Co 11,28). Mas ¿por cuáles se siente más inquieto? Si es por algo, no simplemente por estar inquieto, respondo que por los que no ha visto, por no saber qué les sucedía.

Al decir luego: "para que sean consolados", señala qué cosa lo trae inquieto, es a saber, su consuelo y cómo podrá dárselo. Dice pues: "para que sean consolados", esto es, para que por mí tengan consolación espiritual, cuyo causante o hacedor es el bien; que no es poco motivo de alegría para el roído con algún pesar con otra cosa buena poderse consolar. Y hay 2 cosas que nos consuelan: la meditación de la sabiduría (Sg 8) y la oración. "¿Hay entre vosotros alguno que esté triste? Haga oración. ¿Está contento? Cante salmos" (Jc 5,13).

Por consiguiente, cuando dice "instruidos", pone especialmente la instrucción de la sabiduría. Aquí hay dos lecturas distintas del texto, la que va dicha y la que trae la Glosa: para que sean consolados los corazones de los mismos instruidos… . para conocer… .; y el sentido es el mismo. Así pues, la instrucción de la sabiduría es un consuelo contra los males temporales. Y éste debe estar instruido acerca del camino, y por eso dice "en caridad", que es el camino para ir a Dios. (1Co 12). Así pues, hemos de estar unidos o instruidos en la caridad, con la cual nos ama Dios, y por la cual nosotros lo amamos a El; pues ambas cosas nos consuelan, es a saber, que también el Señor nos ama: "me amó y se entregó a Sí mismo por mí" (Ga 2 Ep 2). Asimismo nos consuela el saber que amamos a Dios, porque es consuelo de amigo la disposición a soportar por su amor los males (Si 22).

Y añade: "sean llenados de todas las riquezas", esto es, en toda su capacidad; porque nuestro entendimiento está en potencia para conocer algo; mas el entendimiento del ángel en su creación fue colmado de la ciencia de las cosas inteligibles. Por eso conviene que a nuestro entendimiento humano le llegue la ciencia, aunque sea por la enseñanza; que no es suficiente, porque así jamás podrá saberse algo que llene su capacidad; o por revelación divina y don de Dios, y ésta sí es suficiente. "Lo llenó el Señor de espíritu de sabiduría y de entendimiento" (Si 15). Por eso dice: "de una perfecta inteligencia", esto es, en abundancia. "¿Qué cosa más rica que la sabiduría?" (Sg 7 Is 33). Estemos, pues, instruidos y proveídos con una gran copia de divina sabiduría, que llene el entendimiento; y ésta la alcanzaremos conociendo a Dios. Por eso dice: "para conocer el misterio de Dios Padre y de Jesucristo", esto es, para conocer la verdad de este arcano oculto, es a saber, que Dios es el padre de Jesucristo; o la verdad del misterio de Dios Padre, que es Cristo. Por eso se dice de los Apóstoles: "Escondiste estas cosas a los sabios, y las manifestaste a los pequeñuelos" (Mt 11). O para conocer la eterna generación y la encarnación de Jesucristo. "El tener, pues, el pensamiento ocupado en la sabiduría, es prudencia consumada" (Sg 6,16). San Agustín hace esta acotación: Dichoso el que té conoce, infeliz el que no te conoce. Por el conocimiento de Dios queda el hombre enteramente lleno. "Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti solo Dios verdadero". (Jn 17)

Mas ¿acaso por el conocimiento de Cristo se llena el entendimiento? Ciertamente, porque en El están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. Dios tiene conocimiento de todas las cosas, y este conocimiento se compara a un tesoro (Sg 7), que son riquezas amontonadas, no repartidas; porque Dios ha esparcido su sabiduría sobre todas sus obras; y, según esto, no tiene razón de tesoro sino cuando estas razones se adunan en una, a saber, la sabiduría divina, y todos estos tesoros se hallan en Cristo. Porque la sabiduría es el conocimiento de las cosas divinas; la ciencia, en cambio, de las criaturas. Y todo lo que puede saberse de Dios tocante a la sabiduría, todo eso lo conoce Dios abundantemente en Sí mismo. Asimismo todo lo que puede conocerse de las criaturas lo conoce en Sí supereminentemente. Y todo lo que abarca la sabiduría de Dios se contiene en su Verbo único, pues todo lo conoce con un acto simple de su entendimiento, porque en El no hay ciencia en potencia ni en hábito. Por tanto, en este Verbo "están todos los tesoros de la sa-baduría y de la ciencia".

Pero añade: "escondidos"; que para mí acontece de 2 maneras: o por flaqueza de mi entendimiento, o por un velo opuesto; así como el que no ve una candela, o no la ve porque está ciego, o porque está un velo interpuesto. Así en el Verbo de. Dios están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, pero escondidos para nosotros, que no tenemos los ojos limpios sino legañosos (Jn 12); y porque está velado con doble velo, a saber, el de la criatura; porque nuestro entendimiento no puede ahora llegar a ese conocimiento sino por la semejanza de las criaturas (Rm 1); y el velo de la carne que tomó el Verbo (Jn 1). Y si algo alcanzamos de Dios, no todo. "Verdaderamente Tú eres un Dios escondido" (Is 45 NM 20). Pongamos que alguno tuviese la candela velada. No buscaría en otra parte la luz, sino más bien quitaría a la que ya la tiene el velo. Por tanto no conviene buscar la sabiduría en otra parte que en Cristo (1Co 1). "Cuando apareciere" (1Jn 3), esto es, se quite el velo, entonces "seremos semejantes a El", a saber, lo sabremos todo; así como el que tuviese un libro, donde estuviese toda la ciencia, no procuraría sino saber aquel libro, así nosotros no hemos de buscar otra cosa sino a Cristo.

Luego al añadir: "y digo esto", los instruye y amonesta contra las corruptoras doctrinas; pues ciertos filósofos los engañaban con errores contra la fe, y herejes que enseñaban la observancia de las ceremonias legales. Por esta razón primero los instruye contra los filósofos y luego contra los judaizantes. En la ciencia del mundo hay dos elementos, la elocuencia y cierto conocimiento de las cosas, y así los que poseen esta ciencia pueden doblemente engañar. Y así primero los pertrecha contra los filósofos que los engañan con su ciencia verbal; y luego contra los que los engañan por la ciencia de las cosas. Primero hace patente el engaño, luego señala el por qué. Dice pues: afirmo que en Cristo está toda la ciencia; y digo esto para que no os vayáis a llevar un chasco si buscáis en otra parte la ciencia. Y dice: "para que nadie", ni Tulio, ni Demóstenes "os deslumbre con sutiles discursos" (Is 33). Mas ¿por ventura es pecado valerse de elocuentes palabras? Respondo que no, porque hasta los santos varones hablan y hasta con más elegancia que los retóricos del mundo, como San Ambrosio, San Jerónimo y San León Papa; que si es lícito, para persuadir a lo malo, usar un florido lenguaje, con ianta mayor razón para inducir a lo bueno.

9
(
Col 2,5-10)

Lección 2: Colossenses 2,5-10

Les enseña que hay que perseverar para aprovechar en el bien, y los pone sobre aviso para guardarse de las falacias de los sofistas y bachillerías de los filósofos.Traducción:

5 Pues aunque con el cuerpo estoy ausente, no obstante, con el espíritu estoy con vosotros, holgándome de* ver vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo.
6 Ya, pues, que habéis recibido por Señor a Jesucristo,
7 seguid sus pasos, unidos a El como a vuestra raíz, y edificados sobre El corrió sobre vuestro fundamento, y confirmados en la fe que se os ha enseñado, creciendo más y más en ella con acciones de gracias.
8 Estad sobre aviso para que nadie os seduzca por medio de una filosofía inútil y falaz, y con vanas sutilezas, fundadas sobre la tradición de los hombres, según los elementos del mundo, y no conforme a Jesucristo;
9 porque en El habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente, esto es, real y substancialmente,
10 y lo tenéis todo en El, que es la cabeza de todo principado y potestad.

Arriba los puso sobre aviso no fuesen a perder su fe con discursos falaces; aquí pone el por qué de esa advertencia, es a saber, los bienes que tenían y no debían perder, sino aprovechar en ellos. Refréscales la memoria de los bienes que tienen y les señala el modo de aprovecharse de ellos. Cuanto a lo primero les indica que le son conocidos sus bienes y cuáles son. Dice pues: "porque aunque ausente"; como si dijera: porque aunque no os hubiese predicado ni visto por vista de ojos lo que hacéis, con todo, con el espíritu estoy con vosotros, Colgándome con el afecto de vuestros bienes (1Co 5). Y esto porque se lo revelaba el Espíritu Santo; por eso dice: "pues aunque con el cuerpo estoy ausente, con todo, con el espíritu estoy con vosotros" (4 R 5), "holgándome", digo, "de ver vuestro buen orden", esto es, vuestra ordenada manera de proceder (1Co 15 Jg 5), "y la firmeza de vuestra fe" (1Tm 2) "en Cristo" (Ep 3); porque la Iglesia es un edificio espiritual, "sobre quien (Jesucristo) trabado todo el edificio se aba para ser un templo santo del Señor" (Ep 2,21).

Que un edificio bueno ha de tener buenos cimientos (aquí es la fe) y una estructura bien trabada y construida. Por eso puso estas dos cosas.

Luego los amonesta a que guarden esos bienes, primero para aprovechar, segundo para perseverar, tercero para dar gracias. Dice pues: "ya que habéis recibido a Jesucristo por Señor", no echando por sendas desviadas, "seguid sus pasos", "aplicándoos a lo bueno" (Rm 12,9). La Iglesia se compara unas veces a un edificio espiritual (1Co 3), otras a un árbol, porque da fruto. Y hay en ambas comparaciones la misma correspondencia de cimiento a casa, y de raíz a árbol, porque la firmeza en ambas estriba en la raíz y fundamento, que es Cristo (Is 11 1Co 3). Por eso dice: "arraigados", como buenos ramos, "y edificados sobre El como sobre vuestro fundamento, y confirmados", como buenas piedras, esto es, si perseveráis "en su fe" (1P 5); "como lo habéis aprendido", es a saber, en la verdadera fe (Ga 1); "creciendo más y más en ella con acciones de gracias", esto es, sin cansaros de dar gracias (1Th 5 2M 1).

Luego los amonesta: "estad sobre aviso", para que nadie los seduzca con el anzuelo de una vana sabiduría; y primero pone la amonestación, después la razón. Cuanto a lo primero los enseña a evitar lo que puede engañarlos y por qué los engaña. De 2 modos puede uno engañarse con la sabiduría del siglo: unas veces por principios reales filosóficos, y otras por razones sofísticas; y de ambos les enseña a precaverse. De donde dice: "que ninguno os engañe", esto es, por medio de: enseñanzas filosóficas (Is 47); pues muchos, engañados por la filosofía, se apartaron de la fe. "Necio se hizo todo hombre con su ciencia" (Jr 10,14). Cuanto a lo segundo dice: "y falacia inútil", que no se funda sino en un aparente rodeo de palabras. "Nadie os engañe con palabras vanas" (Ep 5,6). Pero ¿os engañe cómo? Porque el que engaña es menester tenga algo aparente y algo no existente; por eso primero pone el principio de la apariencia y luego la falta de la existencia. El principio de la apariencia es doble, esto es, la autoridad de los filósofos y la invención de la razón; quiere decir, cuanto a lo primero: "con vanas sutilezas, fundadas sobre la tradición de los hombres", según lo que algunos enseñaron con propias razones; y cuanto a lo segundo, es a saber, cuando alguno quiere aplicar como norma, en materia de fe, los principios de las cosas, y no la sabiduría divina, escollo en que muchos tropiezan. Por eso dice: "según los elementos del mundo". "Ni considerando las obras, reconocieron al artífice de ellas" (Sg 13,1). Que cuanto la causa es más alta, otro tanto es superior su efecto. De donde engáñase quien quisiese considerar los efectos superiores a tenor de las causas inferiores; como quien considerase el movimiento del agua, según la virtud del agua, no podría saber la causa del reflujo del mar; no así si lo considerase según la virtud o poder de la luna. Por consiguiente, con tanta mayor razón se engaña quien considera los propios efectos de Dios según los elementos del mundo. Y ésta es la causa de la apariencia. Mas ¿por ventura han de rechazarse siempre las tradiciones y razones de los hombres? Respondo: no, sino cuando la razón física se gobierna por ellas, y no por Cristo. Como dice abajo: "y no estando unido con la cabeza que es Jesucristo, de la cual todo el cuerpo alimentado y organizado por medio de los nervios y ¡unturas va creciendo con el aumento que es de Dios". O puede explicarse según los elementos del mundo, ajustando la verdad de la fe a medida de la verdad de las criaturas; o dice esto por los idólatras, adoradores de ídolos, que llamaban al cielo Júpiter; o según los Judíos, de manera que el sentido sea éste: "por medio de la filosofía", esto es, por razón de los que quieren arrastrarnos a las observancias legales, según los elementos del mundo, esto es, según las observancias corporales (Ga 4). Pero es mejor la primera exposición.

Da luego razón de lo antedicho al decir: "porque en El habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente". Lo que no se ajusta y concuerda con Cristo habrá que darlo de mano. Pero ¿tanto monta Cristo que por amor suyo haya de desecharse todo? Responde que sí y lo demuestra de 3 maneras, comparándolo respectivamente con Dios, con los fieles, con los ángeles. Dice pues: la razón de dar de mano a lo que va contra El es por ser Dios. Luego más hemos de estar de parte de Cristo que de todos, "porque en El habita toda la plenitud de la Divinidad". Dios está en todas las cosas, pero en algunas por participación de semejanza de su bondad, como en la piedra y cosas parecidas, que no son Dios, mas tienen algo de Dios; no la substancia divina, sino una semejanza de su bondad. Por tanto no habita en ellas la plenitud de la divinidad porque no está allí substancialmente. Asimismo por su operación está en las almas santas, que se allegan a Dios por el amor y el conocimiento; de donde se sigue que está en ellas por gracia, mas no corporalmente, sino según el efecto de la gracia; ni tampoco en plenitud, sino según determinados efectos. En Cristo en cambio está corporalmente, lo cual se explica de triple modo, porque el cuerpo se opone a la sombra, como dice abajo; así que la habitación de Dios, según esta oposición, será umbrátil o corporal, esto es, real.

Del primer modo habitaba en la antigua ley, pero en Cristo corporalmente, esto es, en realidad y según la verdad. Del segundo modo en los santos, cuyas almas le servían de habitación, pero no sus cuerpos, "que bien conozco que nada de bueno hay en mí; quiero decir, en mj carne" (Rm 7,18); pero en Cristo mora la divinidad corporalmente; porque la inhabitación de Dios en sus santos es por la operación, esto es, por el conocimiento y el amor, que sólo cabe en la mente racional; pero en Cristo por la asunción o elevación del hombre a la unidad de persona; de donde todo lo que pertenece al hombre está habitado por Dios; por consiguiente la carne y la mente, porque ambos están unidos al Verbo (Jn 1). El tercer modo se explica por la triple manera como está Dios en las cosas. Una es común, por esencia, presencia y potencia; otra por la gracia en sus santos; la tercera, singular en Cristo, por la unión.

El cuerpo tiene 3 dimensiones, y según ellas sobreabunda en Cristo la plenitud de la divinidad; por eso se dice estar en El corporalmente. Y el primer modo es una como longitud, porque a todo se extiende; asimismo la latitud, por medio de la caridad; también la profundidad, que nadie la da cabo, por incomprensible. Pero aquí es donde Nestorio desvaría, diciendo que el Verbo tuvo en la carne su habitación, por haberse hecho la unión sólo por inhabitación. Mas el Apóstol dice lo contrario: "se anonadó a Sí mismo" Ph 2). Y anonadarse no es el habitar a un hombre sino el hacerse hombre; y añade: "hecho semejante a los hombres, y reducido a la condición de hombre". Por eso Cristo se dice habitable, no como si fuese uno el que habita y otro el inhabitado, sino uno mismo el hombre y Dios, en quien habita la plenitud de la divinidad.

Demuestra lo mismo comparándolo con otros, al decir: "y lo tenéis todo en El"; como si dijera: todo lo habéis recibido "de su plenitud" (Jn 1). Dicen los Platónicos que los dones divinos llegan a los hombres por medio de las substancias separadas; aserción verdadera, aun según Dionisio, pero con la particularidad en nuestro caso de que eso es inmediatamente por medio de Aquel que llena a los Ángeles: "El Hijo Unigénito, existente en el seno del Padre, El mismo en persona es quien le ha hecho conocer a los hombres" (Jn 1 He 2). Por eso dice: "que es la cabeza de todo principado y potestad", por cuanto es rey y Señor de ellos; no por conformidad de naturaleza, porque así es cabeza de los hombres. Y toca estos órdenes angélicos, que parecen tener cierta preeminencia.


Aquino - COLOSENSES 6