Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 6

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2Co 1,15-23)

LECTIO 5: 2 Corintios 1,15-23

Sobremanera se excusa de no ir a verlos diciendo que no debe ser señalado por ellos con una muestra de ligereza de espíritu.

15. En esta confianza quería ir primero a vosotros, para que una segunda gracia recibieseis.
16. Y a través de vosotros pasar a Macedonia, y otra vez desde Macedonia volver a vosotros, y por vosotros ser encaminado a Judea.
17. Al proponerme esto ¿acaso procedí con ligereza? ¿o es qué lo que resuelvo lo resuelvo según la carne, de modo que haya en mí el sí y el no?
18. ¡Por la fidelidad de Diosi, que la palabra dada a vosotros no es en El sí y no, sino que el sí en El es sí.
19. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que entre vosotros fue predicado por nosotros: por mí y Silvano y Timoteo no fue en El sí y no, sino que en El se ha realizado el sí.
20. Pues cuantas promesas hay de Dios han hallado el sí en El; por eso también mediante El (decimos) Amén a Dios para vuestra gloria.
21. El que nos confirma júntamente con vosotros en Cristo, y el que nos ungió es Dios.
22. El que asimismo nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
23. Yo tomo a Dios por testigo sobre mi alma de que por no heriros no he ido a Corinto; no es esto porque domitiernos en vuestra fe, sino que somos cooperadores de vuestro gozo. Porque en la je estáis firmes.

Una vez obtenida la benevolencia de los Corintios, consiguientemente agrega el Apóstol su excusa, y acerca de esto hace tres cosas. Porque primero indica su propósito; segundo, en forma de pregunta expone la acusación hecha por ellos contra él: Al proponerme esto, etc.; tercero, se excusa: Por la fidelidad de Diosi Acerca de lo primero debe saberse que en una primera Epístola (que nosotrosncaminado a Judea. Este es el orden de la primera promesa, pero en la precedente epístola el orden es al contrario, como se ha dicho.

Consiguientemente el reproche que por tal cambio le hacían los Corintios lo pone él en forma de pregunta, diciendo: Al proponerme esto, ¿acaso, etc. Por esto le imputaban dos cosas: ligereza, por haber cambiado de propósito (El necio se muda como la luna: Eccli. 27,12), y carnalidad, porque les parecía que así había obrado él por algún afecto carnal y humano. Por lo cual toca estas dos cosas, y primero la ligereza, por lo cual dice: ¿acaso procedí con ligereza por no haber hecho lo que una vez me había propuesto? De ninguna manera. Mas no penséis que si variamos nuestras órdenes, proviene esto de ligereza de ánimo (Ester 16,9). En medio de un pueblo numeroso cantaré tus alabanzas (Ps. 34,18). En seguida habla de la carnalidad: O es que lo que resuelvo hacer o dejar de hacer ¿lo resuelvo según la carne? o sea, conforme a un afecto carnal, ¿de modo que haya en mí el sí y el no, o sea, la afirmación y la negación? Algunos creen que nosotros caminamos según la carne (2Co 10,2). El varón doble es inconstante en todos sus caminos (Jac. 1,8). Una vez expuesta la queja de ellos, en seguida se excusa diciendo: ¡Por la fidelidad de Diosi, etc., y acerca de esto hace dos cosas. Primero indica no haber mentido él; y luego muestra de qué manera no mintió: El que nos confirma, etc. Y de que no haya mentido se excusa de dos maneras, a saber, por la costumbre y por la causa. Por la costumbre ciertamente, porque no se debe creer que fácilmente mienta alguien que nunca ha sido tachado de mentiroso, y con la expresión de ¡Por la fidelidad de Diosi se le debe creer como si jurara, como si dijera: Dios me es testigo de que mi palabra con la que os prediqué y que fue dada a vosotros no es en El sí y no, o sea, que no hay falsedad en ella. Dios es fiel y sin sombra de iniquidad, íntegro y justo (Deut. 32,4). Ahora bien, si se toma el ¡por la fidelidad de Dios, etc., por la verdad de la promesa divina, entonces el sentido es éste: Fiel es Dios, esto es, guarda sus promesas. Y 1 prometió enviaros predicadores de la verdad. Y os daré pastores según mi corazón (Jerem. 3,15). Y por eso, habiendo sido yo enviado por El, la palabra dada a vosotros no es en El sí y no. Y también se excusa por Ja causa, diciendo: Porque el Hi¡o de Dios. Y esta causa es doble: motiva y eficiente: El que nos confirma, etc. Pues la causa motiva de no mentir es que quien asume algún cargo, naturalmente se mueve a hacer lo que ese cargo requiere y no al contrario. Es así que consta que el cargo apostólico consiste en predicar la verdad; luego no mueve a lo que sea contrario a la verdad, lo cual es el mentir.

Y acerca de esto hace tres cosas. Primero prueba la verdad de su dicho por las palabras de Cristo; lo segundo, la verdad de Cristo por las palabras de Dios: Pues cuantas promesas hay de Dios, etc.; lo tercero, concluye con su proposición: por eso también mediante E!, etc. Así es que primero dice: Sostengo que nuestras afirmaciones se deben tener por verdaderas, y en efecto son verdaderas porque predicamos a Cristo, en quien no hubo falsedad ninguna. Y esto lo dice así: Porque el Hi¡o de Dios, Jesucristo, el que entre vosotros fue predicado por nosotros; principalmente por mí, y secundariamente por Silvano (este es el Sitas que aparece en los Hechos 18,5) y Timoteo, de quien ya se habló arriba. Porque estos dos acompañaron al Apóstol cuando primeramente los convirtió. En El, o sea, en el Hijo de Dios, no fue sí y no, esto es, la falsedad, o que no haya hecho lo que no conviniera. Sino que en El se ha realizado el sí, o sea, la verdad; porque lo verdadero y el ser son la misma cosa. Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). Y para que no haya ninguna duda de que en Cristo no hay falsedad ninguna, al instante lo prueba, agregando: Pues cuantas promesas hay de Dios han hallado el sí en El, y lo prueba de esta manera: Consta que lo que en El es manifestativo de la verdad divina no puede ser falsedad; y el Hijo de Dios vino para hacer patente la verdad divina en las promesas hechas por Dios que debería El cumplir; luego no hay falsedad en El. Y esto lo dice así: La palabra dada a vosotros no es en El sí y no, sino que el sí en El es sí, porque cuantas promesas de Dios son hechas a los hombres, en El, esto es, en Cristo, son sí, porque en Cristo se verifican y cumplen. Porque digo que Jesucristo se hizo ministro de la circuncisión en pro de la fidelidad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres (Rm 15,8). Así es que de todo esto concluye que, puesto que sus afirmaciones son verdaderas porque predica al Hijo de Dios, en Quien está la verdad, por eso también mediante El, mediante Cristo, decimos Amén a Dios, o sea, que es verdadero. Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz (Ápoc. 3,14). El que ha sido bendecido en la tierra es bendecido en Dios, amén, etc. (Is 6 ) y esta verdad se la decimos a Dios, o sea, para el honor de Dios, haciendo manifiesta su verdad y nuestra gloria, porque nuestra gloria es vuestra conversión, o bien nuestra gloria porque nuestra gloria es mostrar y predicar la palabra de Dios.

En seguida, cuando dice: El que nos confirma, prueba el Apóstol, por la causa eficiente, que no ha mentido; porque aun cuando puede el hombre por el libre albedrío usar de su lengua para expresar lo falso o lo verdadero, sin embargo, de tal manera puede Dios confirmar al hombre en lo verdadero que no exprese sino la verdad. Así es que si Dios confirmare a alguien en la verdad, es claro que éste no diría ya nada falso; es así que Dios nos ha confirmado en la verdad, luego, etc. Y por eso dice que Dios es el que nos confirma júntamente con vosotros en Cristo, o sea, en la verdadera predicación de Cristo, como si dijera: Si Cristo estuviera fuera de nosotros, podríamos mentir, pero por estar con nosotros y estar también nosotros con Cristo, no mentimos. Yo fui quien dio firmeza a sus columnas (Ps. 74,4). Así es que estamos en Cristo de dos maneras, a saber, por gracia y por gloria. Por gracia, en cuanto estamos ungidos con la gracia del Espíritu Santo, y somos hechos miembros de Cristo, y ungidos en El mismo, con la gracia con la que también Cristo es ungido en cuanto hombre. Te ungió Dios con óleo de alegría (Ps. 44,8). Y de la plenitud de esta unción redundó en todos los suyos, como el ungüento en la cabeza, o sea, en Cristo, que baja, etc. Y por eso dice que el que nos ungió es Dios, nos ungió como sacerdotes y reyes. Nos has hecho para Dios (Ap 5,10). Vosotros sois un linaje escogido, un sacerdocio real (1P 2,9). Ahora bien, la unión que es por la gloria no la poseemos realmente sino en esperanza cierta, en cuanto tenemos la firme esperanza de la vida eterna. Y tenemos doble certeza en la esperanza de obtener tal unión. Una es por señal; la otra, por prenda. Por señal evidente, por ser de fe. Por lo cual dice: nos ha señalado con el sello de la fe de Cristo. También la señal de la cruz. No matéis a ninguno en quien viereis la tau (Ezeq. 9,6), es decir, la señal de la cruz. No hagáis daño a la tierra ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes (Ap 7,3). Y esto por el Espíritu Santo. Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo ese tal no es de El (Rm 8,9). Y por eso, signo especiad y cierto de conseguir la vida eterna es el configurarse con Cristo. Ponme por sello sobre tu corazón (Cant. 8,6); o bien nos señaló con la señal de la vida; o bien por la prenda máxima por ser del Espíritu Santo, y por eso dice: y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones. Por lo cual resulta cierto que nadie puede recibirlo de nosotros. Pero observa lo siguiente: En la prenda débense considerar dos cosas: lo que produce la esperanza de poseer la realidad, y que vale tanto cuanto vale la realidad, o más, y estas dos cosas están en el Espíritu Santo, porque si consideramos lo que en sí es el Espíritu Santo, tanto vale el Espíritu Santo cuanto la vida eterna, la cual es el mismo Dios, porque viene siendo cuanto son todas las tres personas. Y si se considera el modo de tenerla, así produce la esperanza, y no la posesión de la vida eterna, porque todavía no lo tenemos a El perfectamente en esta vida. Y por eso no somos perfectamente bienaventurados sino cuando perfectamente lo tengamos en la patria. Fuisteis sellados con el Espíritu de la promesa (Ep 1,13).

En seguida, cuando dice: Yo tomo a Dios por testigo, etc., se excusa de no ir a verlos, y esto mediante un juramento, que es lo más grande. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero indica su excusa; segundo, contesta a una tácita pregunta: no es esto porque dominemos; tercero, explica lo que dijera: Porque en la fe estáis firmes. Y se excusa mediante un doble juramento. El uno de atestación, diciendo: Yo tomo a Dios por testigo; el otro de execración, diciendo: sobre mi alma, o sea, contra mi alma. Testigo me es Dios, etc. (Rm 1,9). Digo que yo tomo a Dios por testigo: de que no he ido de nuevo, esto es, después de la primera vez, o bien después de haberme separado de vosotros, y lo hice así por no heriros, es claro que porque él mismo sabía que no los podría corregir. Por io cual, si entonces hubiese ido o los habría castigado, y así quizá se hubiesen apartado totalmente de la fe, o si no los hubiese castigado, daría así ocasión para que más pecaran. Pero porque alguno podría decir: ¿por qué dices: "por no heriros? ¿Acaso eres tú nuestro Señor?", esto lo resuelve en seguida diciendo: no es esto porque dominemos en vuestra fe, sino que somos cooperadores de vuestro gozo; como si dijera: No digo esto como Señor sino como cooperador. Ni como que queréis tener señorío sobre el clero (1P 5,3). Digo que cooperador de vuestro gozo, o bien de vuestra enmienda. Y por qué dice en vuestra fe lo explica en seguida diciendo: Porque en la fe estáis firmes, o sea, estáis firmes en esta gracia de Cristo por la fe.




Capítulo 2

7
(
2Co 2,1-4)

LECTIO 1: 2 Corintios 2,1-4



Dice la causa por la que ha diferido el ir a verlos, y afirma que ella fue el no causarles aflicción.

1. Por lo mismo, he resuelto para conmigo no volver a visitaros con tristeza.
2. Porque si yo os contristo ¿quién será el que me alegre a mí sino el que haya sido contristado por mí?
3. Y esto mismo os escribo para a mi llegada no tener tristeza sobré tristeza por parte de aquellos que debieran causarme gozo, confiando en todos vosotros: en que mi gozo es el de todos vosotros.
4. Porque os escribo en extremo afligido y con angustia del corazón con muchas lágrimas: no para que os contristéis, sino para que conozcáis cuan sobreabundante es el amor que os tengo.

Habiéndose excusado arriba el Apóstol en genera! por su demora en ir a visitar a los Corintios, aquí indica la causa de tanta demora y de cómo se las ahorra. Porque primero insinúa que la causa de la dilación fue el no causarles tristeza con su llegada; segundo, muestra que otra causa fue el impedírselo el fruto que entre otros esperaba y que empezaba a conseguir: Habiendo llegado a Tróade, etc. (2Co 1,12|. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, mostrar que la causa de su demora fue en general no causar una aflicción; la segunda, hablar en especial de lo que los contristaría: Pues si alguno me ha contristado (2Co 1,5). Acerca de lo primero hace tres cosas: dar la razón por la que aplazó su ida; indicar la causa de lo dicho: porque si yo os contristo; y explicar lo que dijera: Porque os escribo en extremo afligido. Así es que dice: Dije que no fui a veros ahorrándonos una pena, por lo cual he resuelto, esto es, firmemente determiné para conmigo lo que me propuse, al enviaros otra carta (Preceda a todas sus obras la palabra de la verdad: Eccli. 37,20): no voiver, no ir una segunda vez a visitaros con tristeza, esto es, a contristaros. Y no quiso contristarlos por lo mismo por lo que el Señor no quiso que sus discípulos ayunaran: para conmoverlos por amor y no por temor y se le unieran. Porque el Señor quiso afirmarlos y nutrirlos en la fe con toda dulzura y afecto del corazón, y así confirmarlos por amor, para que no fácilmente fueran arrebatados por las tribulaciones, de modo que las muchas aguas no pudieran extinguir la caridad (Cant. 8,7). De manera semejante, por esto no quiso el Apóstol contristarlos. Y la razón de ello la da diciendo: Porque si yo os contristo, etc. Y acerca de esto hace dos cosas: indicar la causa de no querer contristarlos y manifestar de qué manera se lo indica a ellos: Y esto mismo os escribo.

Así es que dice: la razón de no haber querido ir con tristeza es que vuestra tristeza redunda en tristeza mía, y con vuetros gozos yo gozo, y solamente vosotros me consoláis cuando estoy con vosotros; por lo cual si fue allá y os contristare, con vuestra tristeza me entristecería, y así nadie habría que pudiera alegrarme entre vosotros, que os contristaríais por mí, porque el entristecido no fácilmente consuela a otro. El hijo sabio es alegría del padre (Pr 10,1). El hombre que ama la sabiduría es el consuelo de su padre (Pr 29,3). O de otra manera, doble es la tristeza. Una, según el mundo; la otra, según Dios, la cual obra la penitencia para la salvación. El Apóstol no habla de la primera sino de la segunda. Y por esto mismo dice: Yo me consolaré si os contristo, esto es, si increpándoos os llevo a penitencia; pero si fuere allá y viere que no hacéis penitencia de vuestros pecados, entonces ninguna consolación tendría, porque nadie se contristaría ni haría penitencia por mi causa, o sea, por mi corrección e increpación.

Ahora bien, la causa de escribiros esto es que de tal manera os dispongáis que cuando llegue allá no me entristezca de veros incorregibles, sobre la tristeza que ya experimenté cuando supe de vuestros pecados. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero pone la admonición; luego, muestra la esperanza de que se cumpla la admonición: confiando en todos vosotros, etc. Y la admonición es ésta: por eso os escribo, porque me entristece el pecado que habéis cometido. Afligían su alma justa las obras inicuas de ellos (2 Pedro 2,8). Para que os preparéis y dispongáis corrigiéndoos, para a mi llegada allá, no tener tristeza por pecados por parte de aquellos, es decir, de vosotros, que debieran causarme gozo, debiendo alegrarme y congratularme con vuestra presencia. El gozo es para los ángeles de Dios, etc. (Luc. 15,10). Y qué esperanza tenga de que se cumpla su admonición lo agrega diciendo: confiando en todos vosotros, etc.; como si dijera: Tengo la confianza de que de tal manera os preparéis, que cuando vaya yo, todos me daréis ocasión de gozo, y esto lo debéis hacer libremente, porque mi gozo es el de todos vosotros, esto es, no es sino para vuestro gozo, o bien se debe a vuestro gozo, que tenéis por haber recuperado la gracia. Vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo (1Th 2,20). Gózaos con los que se gozan (Rm 12,15). Pero como alguien podría dudar de esto que el Apóstol dice: para a mi llegada no tener tristeza sobre tristeza y preguntare cuál fue la tristeza que tuvo de ellos, en seguida lo explica diciendo: Porque os escribo en extremo afligido, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero expresa la tristeza que tenía de mucho tiempo atrás; segundo, responde a cierta tácita pregunta: no para que os contristéis, etc. Así es que primero dice: Me entristecería si no os encontrara corregidos, sobre la tristeza que tuve cuando pecasteis y tuve que contristarme reprendiéndoos duramente. Porque os escribí en extremo afligido y con angustia del corazón la primera epístola, con muchas lágrimas, que derramé por vosotros muertos ya por el pecado. ¿Quién dará agua a mi cabeza, etc.? (Jerem. 9,1). Es vergüenza de un padre tener un hijo ineducado (Ecli. 22,3). El justo perece y no hay quien reflexione en su corazón (Is 57,1).

Se debe saber que el Apóstol indica que hay dos cosas que hacen grande su tristeza; a saber, la tribulación y la angustia, porque una de estas cosas agregada a la otra aumenta la tristeza. Porque a veces alguien se entristece pero sin angustia: cuando alguna adversidad como agudísima espina lo pincha, y sin embargo ve que se le ofrecen maneras de evadirse. Pero si éstas no se le presentan, a la tribulación se une la angustia. Así es que dice: en extremo afligido, con gran tribulación, por Ja que me sentía herido por. la mala conducta vuestra y con angustia del corazón, porque no veía cómo podría poner fácil remedio, os escribí, etc. (Sorprendiéronme las tribulaciones y angustias: Ps. 1 18,143). Pero como podrían decir: Oh Apóstol, también estas cosas nos las escribes para que nos causen tristeza, esto lo desecha diciendo: No para que os contristéis os escribo aquellas cosas, sino para que conozcáis el amor que os tengo. Porque son dos las señales del amor, a saber, el alegrarse uno del bien del otro y el entristecerse por su mal, y estas dos cosas siento por vosotros. El amor de Cristo nos apremia (2Co 5,14). Sobreabundante, más de lo que creéis, o más abundantemente que a los demás.



8
(
2Co 2,5-11)

LECTIO 2: 2 Corintios 2,5-11

Quiere que usen de misericordia con el afligido fornicador, aun cuando pondera su culpa y su pena.

5. Si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino en parte, para cargároslo a todos vosotros.
6. Bástele al tal esta corrección aplicada por tantos.
7. Más bien debéis, pues, al contrario, perdonarlo y consolarlo, no sea que se consuma en excesiva tristeza éste tal.
8. Por lo cual os exhorto que lo confirméis en la caridad.
9. Pues por esto os escribo, a fin de conocer por vuestra prueba si en todas las cosas sois obedientes.
10. A quien vosotros perdonáis algo, yo también. Porque lo que he perdonado, si algo he perdonado, ha sido por vosotros en persona de Cristo.
11. Para que no nos sorprenda Satanás. Pues no ignoramos sus maquinaciones.

Habiendo indicado el Apóstol la causa de su demora -por no causar tristeza- y hablado de su aflicción, aquí consiguientemente habla de quien lo ha entristecido. Y acerca de esto hace tres cosas. Porque primero pondera la culpa de quien lo ha contristado; segundo, la pena que se le infligió por su culpa: Bástele al tal, etc.; tercero, los exhorta a tener misericordia de aquei infeliz: Más bien debéis, pues, aj contrario. Así es que primero dice: Os escribí por las muchas lágrimas que derramé por la tristeza que sentí y por la pena que se le debía infligir al que pecó. Pero si alguno me ha causado tristeza es aquel fornicario fuera de toda regia, del cual se dice en 1Co 5,1: Es ya del dominio público que entre vosotros hay fornicación, y fornicación tai, cual ni siquiera entre los gentiles, etc. Y éste, digo, que ha contristado, no me ha contristado a mí sino en parte, o sea, que no me ha contristado a mí solo, sino a vosotros y a nosotros. No a todos sino en parte. Y esto lo digo para no cargároslo a todos vosotros, esto es, para no imponeros a todos vosotros esta carga hablando irrisoriamente, como si dijera: No sois de tal manera buenos ni me amáis que os doláis todos por mi tristeza y por el pecado del hermano. O bien para no cargároslo a todos vosotros, no nada más a los que no se dolieron por el pecado. O de otra manera habrá que decir, y mejor: No me contristo sino en parte, etc.

Porque hay que saber que a veces alguien se contrista totalmente y a veces no totalmente. Totalmente se contrista alguien cuando de pura pesadumbre es absorbido por el dolor; y esta tristeza es la que produce la muerte, como se dice adelante (2Co 7,10). Lo cual, según dice el Filósofo, no ocurre en el sabio. Y no se entristece alguien totalmente cuando, a pesar de que padece algún mal o lo ve hacer, se entristece, pero por otras causas buenas se regocija, y tal tristeza es según Dios y se da en el sabio. Así es que no porque diga el Apóstol que se ha contristado se crea que ha sido absorbido totalmente por la tristeza, cosa que no es propia del sabio: dice que se ha contristado en parte, no totalmente. Y conforme a esto se lee así: Me ha causado tristeza el fornicario, por su pecado; pero no me he contristado totalmente, porque aun cuando, por lo que a él toca, por su pecado sienta yo tristeza, sin embargo, por lo que a vosotros toca, por los muchos bienes que hacéis, y también en cuanto a él mismo por la penitencia que hizo, siento gozo. Y digo que en parte, para no cargároslo todo a vosotros, esto es, para no imponeros a vosotros la carga de haberme contristado a mí. Pero para que no por la aflicción del Apóstol quieran castigar todavía más a aquel tal, les dice que ha sido suficiente su castigo, diciendo: Bástale al ta! que me contristó pecando tan gravemente la corrección aplicada por muchos, o sea, que fue tan manifiesta y pública que quedó separado de toda comunión, o sea, excomulgado por la 1glesia y entregado a Satanás como se lee en 1Co 5,5. Es pues suficiente esa pena por las causas dichas. O bien se puede decir que es suficiente, no en cuanto al juicio de Dios, sino en cuanto dejaba libre el tiempo y al individuo. Porque es mejor observar un espíritu de suavidad al corregir para que de la penitencia de la corrección se siga el fruto, que si por corregir más duramente se desespere el pecador y se hunda en mayores pecados. Y por eso se dice en el Eclesiástico,21,5: La arrogancia y las injurias reducen a humo la hacienda. Así es que habiendo sido suficiente la pena y cumplido la penitencia, consiguientemente los induce a tener misericordia de él, diciendo: Más bien debéis, pues, al contrario, etc. Y aquí hace tres cosas. Lo primero, ordenar que al pecador se le perdone; lo segundo, indicar la razón de ello: no sea que, etc.; lo tercero, llevarlos a cumplir esta orden: por lo cual os exhorto, etc. Así es que primero dice: digo que para este tal fue suficiente la pena, al grado que deseo que al contrario más bien debéis perdonarlo. Absolved, y se os absolverá (Luc. 6,37). Perdonaos mutuamente de la misma manera que Dios os ha perdonado a vosotros en Cristo (Ep 4,32). Y no sólo perdonaos sino que, lo que es más, consolaos: y esto presentándose uno los ejemplos de los pecadores que son restituidos al estado de gracia, como se dice de David, de Pedro, de Pablo y de Magdalena, y por las palabras de Dios: No quiero la muerte del pecador, etc. (Ez. 33,1 1). Amonestad a los desordenados, alentad a los pusilánimes (1Th 5,14). Y agrega la razón de tal admonición: no sea que se consuma en excesiva tristeza este tal. Porque algunos por el pecado y por la pena del pecado se hunden a veces de tal manera en la tristeza, que se ahogan mientras no tienen quien los consuele; lo cual es malo, porque de esto no se sigue el fruto de penitencia que conviene, o sea, la corrección; sino que más bien, desesperando, se entregan a todos los pecados, como Caín cuando dijo: Mi maldad es tan grande que no puedo yo esperar perdón (Gen. 4,13); y en Efesios 4,19 leemos: No teniendo ninguna esperanza, se abandonaron a la disolución. Y por esto se dice en 2 Reyes 2,26 que es cosa peligrosa la desesperación. Y por eso decía David (Ps 68,16): Ni me trague el abismo, etc. Y para que tal cosa no ocurra dice: y consolarlo, para que abandone el pecado. Y este será su fruto, que sea borrado su pecado (Is 27,9).

Ante esto el Apóstol, no sólo por simple razón sino también por otras causas los induce a ello diciéndoles: Por lo cual os exhorto, etc. Y los induce de tres maneras. La primera, con ruegos, diciendo: Por lo cual, no sea que se consuma, os exhorto, pudiendo mandaros. Aunque tengo toda libertad en Cristo para mandarte lo que conviene, etc. (Filem. 8). Lo contrario hacen los malos prelados. Las dominabais con aspereza (Ez. 34,4). Para que lo confirmes en la caridad. Lo cual ocurrirá si lo tratáis con caridad y no abomináis de él por el pecado, ni lo despreciáis sino que por vuestra consolación hacéis que odie él su pecado y que ame la justicia. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos (Lc 22,32). La segunda, ordenando, al decir: Pues por esto os escribo, a fin de conocer por vuestra prueba si en todas las cosas sois obedientes. Y dice en todas las cosas, esto es, tanto en las que os agradan como en las que os desagradan. Porque primero les había mandado que lo excomulgaran, y cumplieron esta orden del Apóstol; pero lo segundo que ahora les ordena es que lo perdonen. Y por eso dice: si en todas las cosas sois obedientes. La tercera, por el recuerdo de los beneficios, diciendo: A quien vosotros perdonáis algo, yo también; como si dijera: Vosotros debéis hacer esto porque yo también hice aquello. Porque habiendo vosotros perdonado a alguno, me lo pedisteis a mí, y yo también perdoné. Y esto lo dice así: A quien vosotros perdonáis algo, yo también se lo perdoné. Y esto es innegable. Porque lo que he perdonado, etc.: donde se tocan cuatro cosas necesarias para tal perdón o remisión.

La primera es la discreción, para que no indistintamente y sin motivo se perdone. Y por eso dice: si algo, esto es, de modo debido. Adelántese tu vista a los pasos que des (Pr 4,25). La segunda es el fin, porque no se debe hacer ni por amor ni por odio sino por alguna utilidad de la 1glesia o de algunos. Y por eso dice: por vosotros. La tercera es la autoridad, porque no debe obrar por propia autoridad, sino por la de Cristo, quien perdona los pecados con autoridad; y otros con el ministerio que se les haya dado, y como miembros de Cristo. Y por eso dice: en persona de Cristo, o sea, no por mi propia autoridad. De modo que lo que se perdona lo perdona Cristo. A quienes perdonareis los pecados les quedan perdonados (Jn 20,23). La cuarta es la necesidad, por lo cual dice: para que no nos sorprenda Satanás. Porque a muchos engaña el diablo, a unos arrastrándolos a la comisión de pecados, a otros a la. excesiva rigidez contra los pecadores, con el fin de que si no puede apoderarse de ellos por la perpetración de urr delito, arruinar al menos a los que ya tiene por la rigidez de los prelados, quienes por no corregirlos con misericordia los inducen a la desesperación, y así de esta manera los arruinan, y también a ellos los incluye1 el lazo del diablo. No quieras ser demasiado justo, etc. (Eccle. 7,1 7). Vuestro adversario el diablo ronda como un feón rugiente, buscando a quien devorar (1P 5,8). Y esto nos ocurre si no perdonamos a los pecadores. Y por eso, para que no nos sorprenda Satanás, yo perdoné, si algo he perdonado. Pues no ignoramos sus maquinaciones, o sea, de Satanás. Lo cierto es que en genera!, porque en especial nadie puede conocer sus maquinaciones, sino sólo Dios. ¿Quién rasgó la delantera de su túnica? (Jb 41,4).



Lección 3

Indica otra causa de su demora, la cual fue la predicación del Evangelio en Tróade, donde no admite el seudo evangelio.

12. Llegado a Tróadé para predicar el Evangelio de Cristo, y habiéndoseme abierto una puerta en el Señor,
13. no hallé reposo para mi espíritu, por no haber encontrado a Tito mi hermano, y despidiéndome de ellos partí para Macedonia.
14. Pero gracias a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo Jesús, y la fragancia de su conocimiento la derrama por medio de nosotros en todo lugar.
15. Porque el buen olor de Cristo somos nosotros para Dios, tanto para los que se salvan como para los que se pierden.
16. Para los unos, olor de muerte para muerte, y para los otros olor de vida para vida. Y para tales cosas ¿quién será a tal grado idóneo?
17. Pero no somos nosotros como muchísimos que adulteran la palabra de Dios, sino que con ánimo sincero, como de parte de Dios, delante de Dios, en Cristo hablamos.

Habiendo indicado la primera causa de su demora, el no ir a verlos con tristeza, aquí señala la segunda causa, que es por el fruto que en otra parte lograba. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero indica el curso de su itinerario; segundo, el efecto de ese mismo proceso: Pero gracias a Dios, etc. Acerca de lo primero hace todavía dos cosas. La primera, mostrar el impedimento que para la obtención del fruto tuvo en Tróade; la segunda, hablar de su paso a Macedonia: y despidiéndome de ellos, etc. Así es que dice: Llegado a Tróade para predicar el Evangelio, esto es, para predicar a Cristo (Os he designado para que vayáis, etc.: Jn 15,16), y habiéndoseme abierto una puerta, o sea, las mentes de los hombres preparadas y dispuestas para recibir las palabras de la predicación y a Cristo. Porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz (1Co 16,9). Mira que estoy a la puerta y golpeo (Ap 3,20). Pero no en cualquier cosa sino en el Señor, porque la simple disposición de la mente humana se debe a la virtud divina. Porque aun cuando la disposición con que las mentes se preparan sea la causa de la conversión, sin embargo la causa misma de la disposición y de la preparación es Dios. Conviértenos ¡oh Señor! a Ti, y nos convertiremos (Trenos 5,21). Habiéndoseme abierto, digo, una puerta en el Señor, no hallé reposo para mi espíritu, o sea, no pude hacer lo que mi espíritu quería, o sea, mandaba. Porque se dice que el espíritu descansa cuando hace lo que quiere, así como se dice que la carne reposa cuando tiene lo que desea. Alma mía, tienes cuantiosos bienes en reserva, etc. (Luc. 12,19). No dice el Apóstol: No tuve reposo para mi carne o mi cuerpo, sino para mi espíritu, o sea, para mi voluntad espiritual, la cual es como Cristo implantado en el corazón de los hombres. Y me embarazaba el ver los corazones preparados y dispuestos, sin poder predicarles. Y agrega por qué no tuvo descanso su espíritu: por no haber encontrado a Tito mi hermano, o sea, por la ausencia de Tito, y esto por una doble causa.

La una fue que aun cuando el Apóstol supiera todas las lenguas, de modo que decía: Doy gracias a Dios de que hablo todas vuestras lenguas, sin embargo, era más expedito y docto en la lengua hebrea que en la griega; hace dos cosas. Porque primero habla del orden de sus pasos adelante; segundo, excluye de este adelanto a los seudoapóstoles: Y para tales cosas ¿quién será a tal grado idóneo? Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero indica el adelanto que obtenía; segundo, explica algo que dijera: el buen olor de Cristo, etc. Acerca de lo primero débese saber que el Apóstol no se atribuía a sí mismo ni a su propia virtud el adelanto y el fruto que lograba, sino a Dios. He trabajado más copiosamente que todos ellos; bien que no yo sino la gracia de Dios conmigo (1Co 15,10). Y por eso dice: Pero gracias a Dios doy. En todo dad gracias (1Th 5,18). Dando gracias siempre (Ep 5,20), Que siempre nos hace triunfar en Cristo Jesús, esto es, que nos hace triunfar en la predicación de Cristo contra los adversarios.

Y aquí se debe saber que dos son las cosas que los predicadores de la verdad deben hacer: exhortar con la sagrada doctrina y vencer por completo al oponente; y esto doblemente: disputando con los herejes y mediante la paciencia con los perseguidores. Por lo cual trata aquí el Apóstol estas dos cosas por orden, y dice: que nos hace triunfar, en cuanto a los contradictores. En todas estas cosas triunfamos (Rm 8,37). El triunfo no depende en los combates de la multitud de las tropas, sino del cielo (I Macab. 3,19). Y la fragancia de su conocimiento la derrama por medio de nosotros en todo lugar, en cuanto a la exhortación de la sagrada doctrina. La fragancia de su conocimiento, según la Glosa, es su Hijo; pero es mejor que esto se diga por la diferencia que hay en el conocimiento de Dios entre el que dan las otras ciencias y el que da la fe. Porque el conocimiento de Dios que se tiene por las demás ciencias ilumina únicamente el entendimiento, mostran- y Tito lo era más en la griega. Y por eso quería tenerlo consigo para predicar en Tróade. Y por estar Tito ausente, por haberlo detenido los Corintios, dice Pablo: no hallé reposo para mi espíritu; pero como los dones de Dios no son imperfectos, y el de lenguas le fue concedido de manera especial al Apóstol para que predicara por todo el mundo (Su sonido se ha propagado por toda la tierra, etc.: Ps. 18,5), hay por esto otra causa mejor, la cual es que amenazaban en Tróade al Apóstol muchas cosas que hacer. Porque por una parte le esperaba el predicarles a los que estaban preparados para recibir a Cristo por la fe; por otra parte, el resistir a los adversarios que lo impedían; y en consecuencia, no pudiendo hacer él solo todo esto, se angustiaba por la ausencia de Tito, quien continuaría con la predicación y conversión de los buenos, mientras el Apóstol resistiría a los adversarios. Y también esto se lo escribe a ellos de manera especial para mostrar que no sólo la primera causa de su demora fue por ellos sino también la segunda. Porque él mismo por la dureza y la discordia de ellos mantenía alejado tanto tiempo a Tito, y por eso dice: Por no haber encontrado a Tito mi hermano, o bien en Cristo, o bien como coadjutor. El hermano que es ayudado de su hermano es como una plaza fuerte (Pr 18,19). Y por no haber hallado a Tito en Tróade no permanecí allí, sino que despidiéndome de ellos, que eran convertidos, y en quienes estaba abierta una puerta, partí para Macedonia, donde creía encontrarlo. Y la causa de haber ido a Macedonia se lee en Hechos 16,9, donde se dice que un hombre de Macedonia le suplicaba diciendo: Pasa a Macedonia, etc...

Consiguientemente," cuando dice: Pero gracias á Dios, etc. pone el provecho de sus pasos y acerca de esto

do que Dios es la causa primera, que es uno y sabio, etc. Pero el conocimiento de Dios que se tiene por la fe no sólo ilumina el entendimiento sino que también complace el corazón, porque no se concreta a decir que Dios es la primera causa, sino que también enseña que es nuestro Salvador y Redentor y que nos ama, que por nosotros se encarnó, cosas todas que inflaman el afecto. Por lo cual se debe decir que la fragancia de su conocimiento, esto es, el conocimiento de su suavidad, se le manifiesta al creyente por nosotros en todo lugar, porque esa fragancia se difunde a lo lejos y a todo lo ancho. Yo como la vid di pimpollos de suave olor (Eccli. 24,23). Bien se ve que el olor que sale de mi hijo es como ej olor de un campo florido (Gen. 27,27). Porque algunos podrían decir: ¿Qué cosa es el olor de Dios en todo lugar? porque muchos lugares hay en que no se acepta nuestra predicación; por lo cual el Apóstol se explica, diciendo: Lo importante es que, ora acepten la predicación, ora no, sin embargo el conocimiento de Dios se manifiesta en todas partes por nosotros, porque somos el buen olor de Cristo para Dsos, esto es, en honor de Dios; y se habla a semejanza de la ley, donde se dice que el sacrificio se haga en exquisito olor de suavidad para Dios; como si dijera: Nosotros somos el holocausto que se ofrece a Dios en olor de suavidad. Y tanto para los que se salvan, cosa que le deben a Dios, como para los que se pierden, lo cual se lo deben a sí mismos. De aquí que en Oseas 13,9 se dice: Tu perdición ¡oh 1srael! viene de ti mismo, etc. Pero ¿es del mismo modo el olor para los buenos y para los malos? No, sino que para los unos es olor de muerte para muerte, esto es, de envidia y de malicia que en determinado momento los conduce a la muerte eterna, a los que veían con malos ojos la buena fama del Apóstol y que impugnaban la predicación de Cristo y la conversión de los fieles. Este es puesto para ruina y para resurrección de muchos en 1sraei (Luc. 2,34).

Y para los otros olor de vida, de amor y buena opinión conduciéndolos para vida eterna, a quienes se aleqran y se convierten por la predicación del Apóstol. La doctrina de la Cruz es, en efecto, locura para los que perecen, pero para nosotros, los que somos salvados, es fuerza de Dios (1Co 1,18). Así es que por el olor del Apóstol los buenos viven y los malos mueren, así como se lee que por la fragancia de las flores de las viñas se mueren las serpientes. Consiguientemente, cuando dice:

Y para tales cosas ¿quién será a tal grado idóneo?, excluye de esta idoneidad a los seudoapóstoles, diciendo: ¿Quién de los seudoapóstoles es a tal grado idóneo para estas cosas que nosotros los verdaderos Apóstoles hacemos?; como si dijera: Ninguno. Mas yo veo, Dios mío, que Tú has honrado sobremanera a tus amigos (Ps 138,17).

Objeción. En los Proverbios 27,2; se lee: La boca de otro, no la tuya, sea la que te alabe.

Respuesta. A esto responde Gregorio (sobre Ezequiel) que los santos se alaban a sí mismos por doble causa, y no por su propia gloria o por vanidad.

La primera causa es para no desesperar en la tribulación, como Job, que cuando sus amigos se esforzaban por llevarlo a la desesperación, trajo a su memoria las cosas buenas que había hecho, para confortarse así y no desesperar. Por lo cual decía: Había hecho yo un pacto con mis olos, y no miraba a ninguna doncella (Jb 31,1). Se lee también de cierto santo Padre que cuando era tentado de desesperación traía a la memoria las cosas que había hecho para confortarse; pero cuando lo tentaba la soberbia, recordaba las cosas malas para humillarse. La segunda causa es la utilidad de creer más prontamente en su doctrina por tenerlo en la mejor fama. Y por esta causa se alaba el Apóstol aquí a sí mismo. Porque los corintios preferían a los seudoapóstoles y lo condenaban a él, y por eso no lo obedecían. Así es que para que no lo despreciaran sino que lo obedecieran, se les adelanta y se alaba a sí mismo, y dice: pero ¿quién será a tal grado idóneo como nosotros? No los seudoapóstoles, porque aun cuando también ellos prediquen, sin embargo adulteran la palabra de Dios, cosa que nosotros no hacemos. Por lo cual dice: No somos nosotros como muchísimos, esto es, seudoapóstoles, que adulteran la palabra de Dios, mezclando cosas contrarias, como los herejes, que si bien es cierto que confiesan a Cristo, también ocurre que no dicen que El sea verdadero Dios. Así hacen los seudoapóstoles, que dicen que júnto con el evangelio se deben guardar los preceptos legales.

Además: No adulteramos la palabra de Dios, ni por lucro ni por ansia de aplausos. Porque se les llama adúlteras a las mujeres cuando reciben el semen de otro varón para la propagación de la prole. Y en la predicación ese semen no es otra cosa que la finalidad o intención tuya, o el anhelo de la propia gloria. Así es que si tu finalidad es el lucro, si tu intención es el aplauso de la propia gloria, adulteras la palabra de Dios. Y esto hacían los seudoapóstoles que por la ganancia predicaban. Ni adulterando la palabra de Dios (2 Cor,4,2). Ahora bien, los Apóstoles no predicaban ni por lucro, ni por su propia gloria, sino en alabanza de Dios y por salvación del prójimo. Y por eso agrega: sino que con ánimo sincero, esto es, con sincera intención, no por el dinero y sin mezcla de corrupción. Dijo arriba: con sinceridad (2Co 1,12). E indica una triple razón de tal sinceridad. La primera está tomada de la dignidad del que envía. Porque el nuncio de la verdad no debe decir sino cosas verdaderas. Y por eso dice: de parte de Dios, o sea, con la sinceridad que es digna para anunciar a Dios. Si alguno habla, sea conforme a las palabras de Dios (1P 4,2). La segunda se toma de la.autoridad del que preside, al cual asiste Dios. Por lo cual dice: delante de Dios, delante del cual debemos hablar con sinceridad. Vive el Señor ante cuya mirada sirvo (3 Reyes 17,1). La tercera se toma de la dignidad de la materia de la que se habla. Porque la predicación de los Apóstoles es acerca de Cristo; por lo cual debe ser sincera, tal como lo es el mismo Dios y Cristo. Y por eso dice: En Cristo solo, no en las observancias legales, como hacen los seudoapóstoles. Me propuse no saber entre vosotros otra cosa sino a Jesucristo, y Este crucificado (1Co 2,2).




Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 6