Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 20

20
(
2Co 5,11-15)

LECTIO 3: 2 Corintios 5,11-15

Dice que está solícito de la salud de los Corintios porque lo urge la caridad de Cristo.

11. Por tanto, conociendo el temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres, pues ante Dios estamos al descubierto, como espero que ante vuestras conciencias también estemos al descubierto.
12. No volvemos a recomendarnos ante vosotros; solamente queremos daros ocasión para estar orgullosos de nosotros y así tengáis cómo responder a los que se glorían de lo exterior y no de lo que está en él corazón.
13. Porque si hemos salido de nuestro juicio, ha sido en Dios; y si somos sobrios (sensatos), es por vosotros.
14. Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar qué, si uno murió por todos, todos por tanto murieron.
15. Y murió por todos Cristo, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para Aquel que por ellos mismos murió y resucitó.

Habiendo mostrado de qué manera se preparan los santos para el premio de la gloria eterna, agradando a Dios, aquí enseña consiguientemente de qué modo se preparan para eso mismo sirviendo al prójimo, acerca de esto hace dos cosas. La primera, mostrar su solicitud por la salvación de los prójimos; la segunda, indicar la causa de tal solicitud: Porque el amor de* Cristo, etc. Acerca de lo primero hace tres cosas. Primero indica el cuidado que tiene por la salud de sus prójimos persuadiéndolos; segundo, excluye una falsa suposición: No volvemos a recomendarnos, etc.; tercero, muestra que también en el modo de enseñar intenta el provecho de sus prójimos: Porque si hemos perdido el juicio, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero indica su cuidado por la utilidad del prójimo; segundo, lo explica: pues ante Dios, etc. Así es que dice: Digo que es ineludible el comparecer ante el tribunal, etc. Y tal consideración lleva a los hombres a temer el juicio. Por lo cual dice: Por tanto, conociendo el temor del Señor, esto es, cuan pura y limpiamente debe ser temido el Señor Jesucristo, tratamos de persuadir a los hombres para que teman y crean. Cuando pienso en El, me siento agitado de temor (Jb 23,15). ¿Quién no te temerá a Ti, oh rey de las naciones? (Jr m. 10,7). Al Señor de los ejércitos, a El glorificad flsaías 8,13). Pero como alguien podría decir que no por recta conciencia sino por su conveniencia trataba de persuadir a las gentes, por un doble testimonio de Dios demuestra ser eso falso. Por lo cual dice: pues ante Dios estamos al descubierto, porque hablamos por temor de Dios. Porque Dios ve la intención de nuestro corazón. Perverso es el corazón del hombre e impenetrable, y ¿quién podrá conocerle? (Jerem. 17,9). Yo, el Señor, soy el que escudriño los corazones (Jr 17,10). Sabía El mismo lo que hay dentro de cada hombre (Jn 2,25). Y también por el testimonio de la conciencia de ellos mismos. Por lo cual dice: como espero que ante vuestras conciencias, etc. Y en verdad espero porque me he descubierto de tal manera que vosotros podáis saber que no sois aprobados, y estar de ello seguros firmemente si no lo confesáis de palabra. Alegando únicamente en abono nuestro para con todos aquellos que ¡uzguen de nosotros según su conciencia 2Co 4,2).

En seguida, no fuesen a creer que esto lo decía el Apóstol para recomendarse a sí mismo, hace a un lado tan falsa suposición, diciendo: No volvemos a recomendarnos ante vosotros, o sea, no decimos esto en nuestra alabanza, como si de nuevo quisiéramos recomendarnos a nosotros mismos; porque arriba, en el capítulo 3, y también en 1Co 3, dijo algunas cosas recomendándose a sí mismo. Y por eso dice ahora: no volvemos, etc. Y más abajo (2Co 10,18): Pues no es aprobado el que se abona a sí mismo, etc. Pero esto lo decimos para provecho vuestro, como si dijera: Queremos daros ocasión para estar orgullosos, o sea, materia de orgullo. Porque los seudoapóstoles por arrogancia se gloriaban, diciendo que ellos habían sido instruidos por los Apóstoles, quienes a su vez lo habían sido por Cristo, o sea, por Pedro y Santiago, que eran las columnas de la fe, rebajando con esto al Apóstol por no haber estado con el Señor Jesús, y queriendo destruir su doctrina. Así es que para que también los Corintios tuviesen en qué gloriarse contra aquellos mismos seudoapóstoles, es claro que por la gracia dada al Apóstol, y para que los refutaran y no fueran seducidos por ellos, por eso dice todo esto. Por lo cual agrega: y así tengáis cómo responderles, o sea, contra ellos, o bien para reprimirlos, qué podéis decirles. A ellos, digo, que se glorían de lo exterior y no de lo que está en el corazón. Lo cual de triple manera se explica así: se glorían de lo exterior, esto es, de las externas observancias legales, porque enseñaban que literalmente debían guardarse.

Y no en el corazón, o sea, en la virtud de Cristo, que está en el corazón por estar en las cosas espirituales, como el Apóstol, que por la virtud de la cruz de Cristo decía: A mí ííbreme Dios de gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo (Ps 6,14). Y también se glorían de lo exterior en cuanto a que se glorían de ser vistos por los hombres, como hacen los hipócritas, y no en el corazón, c sea, por el testimonio de la conciencia, como el Apóstol. Por lo cual dice: Porque toda nuestra gloria consiste en el testimonio que nos da la conciencia, etc. (2Co 1,12). O también se glorían de lo exterior porque exteriormente aparentaban algo que sin embargo no sentían tal cual en el interior del corazón, pues decían haber sido adoctrinados por los Apóstoles y que seguían su doctrina, la cual sin embargo se esforzaban en destruir. Se esclarece por lo tanto de qué manera procuraba el Apóstol la salud del prójimo con su enseñanza.

Falta ver en seguida de qué manera procuraba su salud también por el modo de enseñarles. Por lo cual dice: Porque si hemos salido de nuestro juicio, etc.; lo ¡cual se explica de dos maneras: de la primera, diciendo el Apóstol que pierde el juicio cuando les habla haciendo valer su propia sensatez; y conforme a esto, cuando ¡habla recomendándose a sí mismo, dice: de cualquier fnodo que enseñemos, o bien es por el honor de Dios, o bien para provecho del prójimo; porque si hemos iperdido el juicio, o sea, si nos recomendamos a nosotros mismos, es en Dios, o sea, en honor de Dios, o ;bien conservando el juicio de Dios; o por mejor decir, somos ponderados, o sea, que no decimos cosas excelsas de nosotros, en atención a vosotros, o sea, para vuestro provecho. O de otra manera, en su sentido más literal: Digo que os damos ocasión para estar orgullosos de nosotros, porque nosotros en todo lo que hacemos, y también en el modo de hacerlo, vuestro bien queremos. Por lo cual débese saber que los Apóstoles son medianeros entre Dios y el pueblo. Y yo estaba entonces entre Yavéh y vosotros (Deut. 5,5). Así es que era necesario que de Dios oyeran lo que debían volcar en el pueblo. Y por eso era necesario que a veces se elevaran por la contemplación en Dios para conocer las cosas celestiales, y a veces se adecuaran al pueblo para comunicarle lo que de Dios habían conocido, y todo esto redundaba en provecho de ellos. Y por eso dice: Porque si hemos salido de nuestro juicio, o sea, si nos elevamos para percibir ios dones de las gracias, es para que en Dios nos unamos, lo cual se logra saliendo de las cosas temporales. Yo dije en mi transporte de ánimo (Ps. 115,2). Dice Dionisio: E! éxtasis lo produce el amor divino. Y si somos sobrios, o sea, si nos ajustamos a vosotros, comunicándoos los preceptos divinos, es por vosotros, o sea, para vuestro provecho. Porque la sobriedad viene a ser lo mismo que la adecuación. Porque bria en griego es lo mismo que medida. Esta sobriedad o sensatez no es en oposición a la ebriedad que se debe al vino, la cual arrastra a las contiendas de la tierra, sino que se dice en oposición a la embriaguez que viene del Espíritu Santo, la cual rapta al hombre para las cosas divinas, y de la que se dice en el Cantar de los Cantares 5,1: Bebed, amigos, y embriagaos, carísimos. Pues bien, aquella sensatez y sobriedad es para provecho del prójimo, y esta ebriedad es por el amor de Dios. Y tal descenso está significado por el descenso de los ángeles que vio Jacob (Gen. 28,12). Y leemos en Jn 1,51: Veréis abierto el cielo, etc.

En seguida, cuando dice: Porque el amor de Cristo, etc., agrega el Apóstol la causa de la antedicha solicitud, la cual es la caridad de Cristo. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero muestra que lo apremia la caridad de Cristo para procurar la salud de ios prójimos; segundo, muestra de dónde proviene en él mismo ¡a caridad de Cristo: al pensar que, etc. Así es que dice: Digo que ora seamos arrebatados en Dios, ora estemos en nuestro juicio con vosotros, es para vuestro provecho. Y la causa de ello es que la caridad de Cristo nos apremia a ello. Y dice nos apremia, porque apremiar es lo mismo que punzar; como si dijera: la Caridad de Cristo como un aguijón nos aguijonea para hacer todo aquello que manda la caridad, es claro que para procurar la salud de los prójimos. Aquí está el efecto de la caridad. Los que se rigen por el espíritu de Dios, esto es, los que obran por él, esos son hijos de Dios (Rm 8,14). Antorchas de fuego sus antorchas (Cant. 8,6). Y de dónde provenga tal aguijón de la caridad lo indica en seguida diciendo: Al pensar que, si uno murió por todos, etc. Y primero da la razón de ello; luego, la explica: Y murió por todos Cristo, etc. Así es que dice: Digo que todo lo que hacemos es por vosotros, porque nos aguijonea la caridad de Cristo, porque pensamos que si uno, es claro que Cristo, murió por todos, también vemos que de tal manera debemos vivir, esto es, para vuestro provecho, que también nosotros estamos muertos, o sea, que en nada nos ocupemos de nosotros mismos, sino de Cristo y de las cosas que son de Cristo. Y esto lo dice así: S: uno. Lo que hace brillar más la caridad de Cristo para con nosotros, etc. (Rm 5,8). Cristo padeció por nosotros (1P 2,21). Lo que por lo tanto se infiere: luego todos por tanto murieron se explica de tres modos. El primero para que diga: Todos murieron con la muerte del pecado en Adán. Porque no fuera necesario que Cristo muriese por todos si no hubiesen muerto todos con la muerte del pecado de Adán. Y así como en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados (1Co 15,22). El segundo para que diga: Todos murieron a la antigua vida. Porque Cristo murió para destruir el pecado. Luego todos deben morir a la antigua vida, o sea, a la vida del pecado, y vivir con la vida de la justicia (Su muerte fue un morir al pecado: Rm 6,10); y así también vosotros consideraos muertos, etc. El tercero y más literalmente: Luego todos murieron, esto es, de tal manera debe cada quien considerarse como si estuviese muerto a sí mismo. Porque muertos estáis ya (Colos. 3,3). Y este modo lo explica en seguida diciendo: Y murió por todos Cristo (Murió para que vivamos en Cristo: 1 Jn 2). Por lo cual agrega: para que los que viven, con vida natural, ya no vivan para sí, o sea, ya no por sí mismos y para su solo bien, sino para Aquel que por ellos mismos murió y resucitó, es claro que para Cristo, o sea, de manera que toda su vida la ordenen para el servicio y el honor de Cristo. Y yo vivo, o más bien no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Gal. 2,20). No te olvides del beneficio que te ha hecho tu fiador, pues ha expuesto por ti su vida (Eccli. 29,20). Y la razón de ello es que al obrar cada quien toma la regla de su obrar del fin que persigue. De aquí que si Cristo es el fin de nuestra vida, debemos regir nuestra vida no conforme a nuestra voluntad sino según la voluntad de Cristo. Porque así también decía Cristo-(Jn 6,38). He descendido del cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquel que me ha enviado. Observemos que dice dos cosas, a saber: que Cristo murió y que resucitó por nosotros; y de aquí que sean dos las cosas que se nos exigen. Porque por haber muerto por nosotros también nosotros debemos morir a nosotros mismos, o sea, que por El mismo debemos negarnos a nosotros mismos. Por lo cual decía (Luc. 9,23): Si alguno quiere venir en pos de Mí, renuncíese a sí mismo, y lleve su cruz cada día, y sígame. Lo cual es lo mismo que si dijera: mueran a sí mismos. Por haber en verdad resucitado Cristo por nosotros, nosotros, por nuestra parte, de tal manera debemos morir al pecado, y a la antigua vida y a nosotros mismos que al fin resucitemos a la nueva vida de Cristo. Así como Cristo resucitó de entre los muertos para gloria dei Padre, así también procedamos nosotros con nuevo tenor de vida (Rm 6,4). Por lo cual no únicamente di¡o el Señor: Niegúese a sí mismo y tome su cruz, sino que agregó: y sígame, en novedad de vida, adelantando en las virtudes. Caminarán de virtud en virtud (Ps. 83,8).



21
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2Co 5,16-17)

LECTIO 4: 2 Corintios 5,16-17

Como preparación para la gloria pone la renuncia de los afectos carnales.

16. Así que por esta razón ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos según la carné a Cristo, ya no lo conocemos así.
17. Por tanto el que está en Cristo es una nueva creatura; pasó lo viejo, y he aquí que todo viene a ser nuevo.

Habiendo indicado de qué modo se preparan los santos para gozar de la vida celestial, agradando a Dios, y aprovechando al prójimo, en seguida muestra aquí de qué manera se preparan para esto mismo, renunciando en sí mismos a todo carnal afecto. Y acerca de esto hace tres cosas. La primera, indicar la renuncia del afecto carnal; la segunda, excluir lo que acaba de pasar: Y si conocimos, etc.; la tercera, concluir con su tesis: Por tanto el que está en Cristo, etc. Así es que primero dice: Por el hecho de estar ciertos por Dios de la gloria eterna, por eso mismo ya no conocemos a nadie según la carne. Donde se observa que según la carne es cierta determinación, que de dos maneras se puede explicar, según la construcción, que de dos maneras puede hacerse.

De una, construyéndose el según la carne con el a nadie en acusativo, y así lo explica la Glosa: A nadie según la carne, o sea, que viva carnalmente, lo aprobamos. Porque por la razón de que cada quien debe morir, no aprobamos el que carnalmente viva. Y de este modo se toma carne en Romanos 8,9: Pero vosotros no vivís según la carne, etc. Y del otro modo: A nadie conocemos según la carne, o sea, que viva según las carnales observancias de la ley, o sea, no lo aprobamos. Y de esta manera se entiende carne en Filipenses 3: Los que confían en la carne,* o sea, en las observancias carnales de la ley, etc. Tercero: A nadie según la carne, o sea, según la corrupción de la carne lo conocemos, o sea, no lo consideramos así. Porque aun cuando los fieles todavía están en carne corruptible, sin embargo en esperanza tienen ya un cuerpo incorruptible. De aquí que no se consideran a sí mismos en cuanto que ahora tienen una carne corruptible, sino en cuanto que llegarán a tener un cuerpo incorruptible. En este sentido se toma la palabra carne en 1Co. 15,50: La carne y la sangre no pueden heredar el reino de los cielos. De otra manera se puede construir para que el según la carne se construya con el verbo conocemos. Y este es el sentido. Digo que por el hecho de que no debemos vivir para nosotros sino para Aquel que por nosotros murió, consiguientemente por esto mismo a nadie conocemos según la carne, esto es, no buscamos en nadie un afecto carnal, ni a nadie lo consideramos de esta manera. Y de este modo se toma aquello del Deuteronomio 33,9: El que dijere a su padre y a su madre: no os conozco, etc. Y así el según la carne se refiere al cognoscente; y en cambio en la primera exposición se refería al conocido. Y como ciertamente podría alguien dar constancia de Cristo, por haberlo conocido al menos según la carne, consiguientemente esto lo excluye diciendo: Y si lo conocimos según la carne, etc.

Acerca de esto es de saberse que Maniqueo aducía, estas palabras por sí mismo en apoyo de su error. Porque decía que Cristo no tuvo verdadero cuerpo ni nació de la estirpe de David. Y así dice Agustín en el. libro contra Fausto: Si alguien esgrimía contra él las palabras del Apóstol: Acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne (Rm 1,3); y esto otro: Y sin duda alguna grande es el misterio de la piedad que se ha manifestado en la carne (1Tm 3,16), y también: Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre Sos muertos, de la estirpe de David, etc. (2 Tirn. 2,8), respondía que alguna vez el Apóstol fue de esta opinión, que Cristo fuese de la estirpe de David y que tenía^ un verdadero cuerpo, pero que después cambió tat opinión y se corrigió en esto. Por lo cual decía: Y si conocimos según la carne a Cristo, o sea, si alguna vez fuimos de esta opinión, la de que Cristo tuviera verdadera carne, pero ahora ya no lo conocemos, o sea, que ahora dejamos esa opinión y no creemos así.

Lo cual doblemente condena Agustín. Primero porque de lo que juzgamos falso no decimos: conocimos, sino: opinamos. Así es que como aquí usa el Apóstol esta palabra: conocimos, es claro que ninguna vez lo consideró falso. Segundo porque arriba dijo el Apóstol: No conocemos a nadie según la carne. Luego si fuese verdad lo que dice Maniqueo, el Apóstol de ninguno conocería tener verdadero cuerpo, lo cual es falso. Luego es falso lo que dice Maniqueo. Y por eso débese exponer esto de otra manera según la verdad, y de doble manera. La primera, tomándose aquí carne por corrupción de la carne. La carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios (1Co 15,50). Y entonces es este el sentido: Y si conocimos alguna vez a Cristo según la carne, esto es, tener El carne corruptible antes de la pasión, pero ahora ya no lo conocemos así, o sea, que tenga El carne corruptible, porque en Romanos 6,9 se dice: Cristo resucitado de entre los muertos no muere ya otra vez, etc.

De la otra manera según la Glosa, para que el: Si alguna vez conocimos según la carne a Cristo, se refiera al estado de Pablo antes de la conversión a Cristo; y lo que sigue: pero ahora ya no lo conocemos así se refiera a su estado después de su conversión. Y así este es el sentido: Tanto yo como los demás judíos infieles una vez, esto es, antes de mi conversión, conocimos a Cristo según la carne, o sea, por haber pensado carnalmente acerca de Cristo, a saber, que tan sólo era hombre, y que vino únicamente para las observancias carnales de la ley; pero ya, o sea, después de haberme convertido, no conocemos, esto es, cesó esa opinión, y aun creo que es verdadero Dios, y que no es adorado por medio de las observancias legales. Por lo cual decía: si os hacéis circuncidar, Cristo de nada os aprovechará (Gal. 5,2). Se puede exponer también de otra manera, para que el Y si conocimos, etc. lo diga el Apóstol en lugar de todos los Apóstoles de Cristo; y parece que así corresponde a su última exposición, que dice: No conocemos a nadie. Por lo cual débese saber que Agustín, explicando aquello de Juan-16,7: Os conviene que Yo me vaya, donde se agrega la razón que de ello da el Señor: porque si Yo no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros, dice: que esto era porque amando los discípulos carnalmente a Cristo se le aficionaban como un hombre carnal a un amigo carnal, y así no podían elevarse a la dilección, espiritual, que aun por el ausente hace padecer muchas cosas. Así es que para que eche raíces en ellos el afecto espiritual, que proviene del Espíritu Santo, y cesara el carnal, les dijo el Señor: La paz sea con vosotros, etc. Pues bien, conmemorando esto el Apóstol en representación de todos los discípulos, dijo: Y si conocimos, o sea, si alguna vez nos adherimos a Cristo, es claro que cuando nos era conocido en su presencia corporal, según la carne, conforme al afecto carnal, ya no lo conocemos, o sea, cesó ya este afecto en nosotros gracias al Espíritu Santo que se nos hs dado.

En seguida cuando dice: Por tanto el que está en Cristo, etc., de las premisas concluye que se sigue cierto efecto, a saber, de novedad en el mundo; y por eso dice: por tanto, el que está, o sea, si alguien está en Cristo, o sea, en la fe de Cristo, o bien por Cristo, una nueva creatura ha sido hecha. En Cristo Jesús ni el prepucio ni la circuncisión, efe. (Gal. 5,6). Donde débese observar que a la renovación por la gracia se le llama creatura. Porque la creación es el movimiento de la nada al ser. Y es doble el ser, a saber, el ser de naturaleza y el ser de gracia. La primera creación fue hecha cuando de la nada fueron producidas las creaturas por Dios en el ser de naturaleza, y entonces era nueva la creatura, pero por el pecado se hace vieja. Ha hecho envejecer mi piel y mi carne, etc. (Trenos 3,4). Así es que hubo necesidad de una nueva creación, por la cual se producirían en el ser de la gracia, la cual creación es ciertamente de la nada, porque quienes carecen de la gracia no son nada. Aunque conociera todos los misterios, etc., si no tengo caridad, etc. (1Co 13,2). Sus compañeros vendrán a morar en su habitación luego que ya no exista (Jb 18,15) por el pecado. Dice Agustín: Porque el pecado es lanada, y en la nada obran los hombres cuando pecan. Y así es paterfté que la infusión de la gracia es cierta creación. Así es que si alguna creatura fue hecha nueva por El mismo, las viejas dejaron de ser para El. Esto está tomado del Levítico 26,10: Arrojaréis los añejos por la superabundancia de los nuevos. Basándose en esto se argumenta así: Si todas las cosas se han hecho nuevas, y según la ley al presentarse las cosas nuevas débense arrojar las viejas, luego si hay alguna creatura, pasó lo viejo para ella, o sea, deben ser desechadas por ella; y las cosas viejas que se deben arrojar son las observancias legales. Sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja (Rm 7,6). También los errores de los gentiles. Ya se ha disipado el antiguo error (Is 26,3). También las corrupciones del pecado. Sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él (Rm 6,6). Siendo estas cosas desechadas de nosotros, en nosotros mismos s*e deben innovar las virtudes contrarias a esos vicios. Y dijo el que está sentado en el trono: Mira que todo lo hago nuevo (Ap 21,5).



22
(
2Co 5,18-21)

LECTIO 5: 2 Corintios 5,18-21

Hace ver que todo procede de Dios y por su favor se hace, y deben los Apóstoles cumplir como embajadores de Cristo.

18. Y todas las cosas proceden de Dios, él cual nos ha reconciliado consigo por medio de Cristo, y a nosotros nos ha dado el ministerio de la reconciliación.
19. Porque Dios era el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo, no imputándoles a ellos sus delitos, y depositó en nosotros la palabra de la reconciliación.
20. Fungimos, pues, como embajadores en lugar de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: reconciliaos con Dios.
21. A El que no conoció pecado, por nosotros le hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El.

Habiendo antes tratado el Apóstol sobre el premio de ios Santos, y de la preparación para recibirlo, aquí consiguientemente trata de la causa de una y otra cosa. Y acerca de esto hace tres cosas. Porque primero muestra que el autor de todas las cosas predíchas es Dios; segundo, conmemora el beneficio recibido de Cristo: Que nos ha reconciliado, etc.; tercero, el uso del beneficio: como embajadores en lugar de Cristo.

Así es que dice: Dije que deseamos la salvación de los prójimos y que lo viejo ya pasó, pero todas estas cosas proceden de Dios Padre, o de Dios como autor. De El, y en El y por El son todas las cosas (Rm 1 1,36). Toda dádiva preciosa y todo don perfecto de arriba vienen (Sant. 1,17). Se sigue el beneficio recibido de Dios: El cual nos ha reconciliado, etc. Aquí primero expresa el propio beneficio recibido; luego, lo explica: Porque Dios era, etc. Pues bien, conmemora el doble beneficio recibido por Cristo: el uno común, y el otro especial. Común, ciertamente, a todo el mundo, el de la reconciliación con Dios, y esto lo dice así: El cual, es claro que Dios Padre, ha reconciliado, o sea, nos puso en paz a nosotros consigo, y esto por medio de Cristo, o sea, por el Verbo Encarnado. Porque los hombres eran enemigos de Dios por el pecado, y Cristo quitó de en medio esta enemistad, satisfaciendo por el pecado. E hizo la concordia. Y por medio de El reconciliar consigo todas las cosas, tanto las de ía tierra como las del cielo, haciendo la paz mediante la sangre de la cruz (Colos. 1,20). Y por eso dice: por medio de Cristo. Hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Rm 5,10). Y un especial beneficio se les ha concedido a los Apóstoles: el hacerlos ministros de su reconciliación. Por lo cual dice:

Y a nosotros nos ha dado, a los Apóstoles, a los Vicarios de Cristo, el ministerio de esta reconciliación. Arriba dijo: Y Dios es el que nos ha hecho idóneos para ser ministros del Nuevo Testamento (2Co 3,6).

Y el Salmo 71,3: Reciban los montes, o sea, los Apóstoles, la paz para el pueblo, es claro que en el Señor.

En seguida cuando dice: Porque, etc., explica lo que dijo: Primero lo primero; luego, lo segundo: depositó en nosotros, etc. Así es que dice: Digo que Dios nos reconcilió consigo, y de este modo: porque las enemistades entre Dios y el hombre eran por el pecado, como está dicho, según aquello de Is 59,2: Vuestras iniquidades han puesto división entre vosotros y vuestro Dios, etc. Y destruido ya el pecado por la muerte de Cristo, las enemistades han desaparecido. Y esto lo dice así: Porque Dios era el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo: Dios en Cristo por la unidad de esencia (Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí: Jn 14,10,1 1). O bien Dios estaba en Cristo por Cristo, reconciliando consigo al mundo (Fuimos reconciliados en Dios por la muerte de su Hijo: Rm 5,10). Y esto, no imputándoles a ellos sus delitos, esto es, no recordando los delitos de ellos, ni los actuales ni el original, para castigarlos, por haber satisfecho Cristo por ellos plenamente. Y conforme a esto se dice que nos reconcilió consigo, en cuanto que no nos imputa nuestros delitos. Dichoso el hombre a quien el Señor no le imputa pecado (Ps. 31,2).

En seguida, cuando dice: Y depositó en nosotros,

etc., explica lo segundo, o sea, el beneficio concedido a los Apóstoles, como si dijera: De tal manera nos dio el ministerio de reconciliación, que puso en nosotros la palabra de la reconciliación, esto es, nos dio la facultad, e inspiró en nuestros corazones, para que anunciemos al mundo que esta reconciliación es hecha por Cristo. Y haciendo esto inducimos a los hombres para que se conformen a Cristo por el bautismo. Mira que yo pongo mis palabras en tu boca (Jerem. 1,9).

En seguida, cuando dice: Fungimos, pues, como embajadores en lugar de Cristo muestra el uso del beneficio. Y primero en cuanto al segundo beneficio concedido a los Apóstoles; luego, en cuanto al primero concedido a todos: En nombre de Cristo os suplicamos, etc. Así es que dice: Por haber depositado Dios en nosotros la palabra de la reconciliación debemos usar de ella. Así es que por esto fungimos como embajadores en lugar de Cristo, o sea, como legados de Cristo. Del cual soy embajador estando entre cadenas (Ep 6,20). Y la idone:dad para tal legación la tenemos por la virtud de Dios, la cual está en mí. Y por eso dice: Como si Dios exhortara por medio de nosotros, porque Dios, que habla en nosotros, nos da la idoneidad para tal legación. No sois vosotros quienes habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre, el cual habla por vosotros (Mt 10,20). ¿O queréis hacer prueba de Cristo que habla por mi boca? (2Co 13,3).

En seguida, cuando dice: Os suplicamos, etc. agrega lo relativo al uso del primer beneficio. Y primero indica el uso; luego, muestra de dónde nos viene la facilidad de tal uso: A El que no conoció pecado, etc. Así es que dice: Por haber hecho Dios la reconciliación, nosotros somos legados de Dios para suplicaros,.. etc. Habla con blandura pudiendo ordenar. Le dice a Timoteo (2Tm 4,2): Reprende, ruega, exhorta. Y a Fiiemón (I,8): No obstante la libertad que pudiese yo tomarme para mandarte una cosa que es de tu obligación, etc. Os suplicamos, digo, en nombre de Cristo, o sea, por el amor de Cristo: reconciliaos con Dios.

Objeción. Pero parece ser esto contrario a lo que dijo: que Dios nos reconcilió consigo. Porque si El mismo nos reconcilió ¿qué necesidad hay de que nosotros nos reconciliemos? Puesto que ya estamos reconciliados.

Respuesta. A esto hay que decir que Dios nos reconcilió consigo como causa eficiente, esto es, por su parte; pero para que nos sea meritoria es necesario también que se haga la reconciliación por nuestra parte. Y esto ciertamente se realiza en el bautismo y en la penitencia, y entonces desistimos de los pecados. De aquí que el estar en nosotros tal facultad de reconciliarnos con Dios lo muestra por el hecho mismo de que nos dio el poder de vivir justamente, poder con el cual podemos abstenernos de los pecados, y obrando así nos reconciliamos con Dios. Y por eso dice: A El que no conoció pecado, etc. Como si dijera: Bien podéis reconciliar porque Dios, a saber, el Padre, a El, o sea, a Cristo, que no conoció pecado (Que no cometió pecado alguno: 1 Pedro 2,22; ¿Quién de vosotros me convencerá de pecado?: Jn 8,46), por nosotros lo hizo pecado. Lo cual se explica de tres maneras.

La primera, porque según la costumbre del Antiguo Testamento al sacrificio por el pecado se le llama pecado. Comen los pecados de mi pueblo (Os. 4,8), esto es, las oblaciones por los pecados. Y entonces el sentido es éste: Lo hizo pecado, esto es, hostia, o bien sacrificio por el pecado. De otro modo, porque pecado se toma a veces por semejanza del pecado, o bien por pena del pecado. Envió Dios a su Hijo en semejanza de pecado (Rm 8,8), o sea, que en semejanza de pecado condenó al pecado. Y entonces el sentido es éste: Lo hizo pecado, esto es, hizo que El asumiera Ja carne mortal y pasible. De un tercer modo, porque a veces se dice que una cosa es esto o lo otro, no porque lo sea, sino porque los hombres opinan que así es. Y entonces el sentido es éste: Lo hizo pecado, esto es, hizo que se le tomara por pecador. Ha sido confundido con los facinerosos (Is 53,12). Y esto lo hizo así para rque nosotros viniésemos a ser justicia, esto

es, para que nosotros, que somos pecadores, no sólo nos hagamos justos sino aún más: la misma justicia, o sea, para que seamos justificados por Dios; o bien la justicia, porque no sólo nos justificó sino que también quiso que por nosotros otros fueran justificados. Digo que por la justicia de Dios, no justicia nuestra. Y en Cristo, o sea, por Cristo, o bien de otra manera, de modo que el mismo Cristo se llame justicia. Y entonces el sentido es éste: Para que nosotros seamos hechos justicia, esto es, para que nos adhiramos a Cristo por amor y fe, porque Cristo es la propia justicia. Y dice de Dios para excluir la justicia del hombre, por la cual el hombre confía en sus propios méritos. No conociendo la justicia de Dios, y esforzándose por establecer la suya propia, etc. (Rm 10,3). En El, en Cristo, esto es, por Cristo, porque El mismo se hizo justicia para nosotros (1Co 1,30).


Capítulo 6

23
(
2Co 6,1-5)

LECTIO 1: 2 Corintios 6,1-5

Exhorta a los ministros de Cristo tanto a las virtudes interiores como a las exteriores, no sea que el ministerio del apostolado se dé a los gentiles para ludibrio, sino que para cada uno sean un modelo de todas las virtudes, como conviene a los dispensadores de los ministerios de Dios.

1. Y así nosotros, como cooperadores, os exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios.
2. Pues El mismo dice: En el tiempo oportuno te oí, y en el día de la salvación te di auxilio. He aquí ahora el tiempo favorable, he aquí ahora el tiempo de la salvación.
3. A nadie le damos ningún escándalo, para que no sea vituperado nuestro ministerio.
4. Antes bien en todas las cosas presentémonos a nosotros mismos como ministros de Dios, con mucha paciencia, en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias,
5. En azotes, en cárceles, en sediciones, en fatigas, en desvelos, en ayunos.

Habiendo exaltado arriba el Apóstol el ministerio del Apostolado, aquí consiguientemente ese mismo ministerio a él encomendado lo sujeta al provecho de los subditos. Y acerca de esto hace dos cosas. La primera, exhortarlos en general a todas aquellas cosas que comúnmente son necesarias para llevar una vida buena; la segunda, exhortarlos a un especial auxilio que se les debe dar a los santos de Jerusalén, y esto lo hace en el capítulo VIII,1: Ahora os hago saber, hermanos, etc. Y acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, exhortarlos a obrar bien en el tiempo presente; la segunda, hacerles valer los bienes hechos en el pasado, y esto en el capítulo Vil,1: Teniendo, pues, carísimos, tales promesas, etc. Acerca de lo primero hace tres cosas. La primera, exhortarlos en general a que las gracias de Dios no se usen en vano; la segunda, mostrarles que se les ha dado a ellos la gracia de Dios: Pues El mismo dice: en el tiempo oportuno, etc.; la tercera, enseñarles en especial la manera de usar de la dicha gracia: A nadie le demos ningún escándalo, etc. Así es que primero dice: Por haber en nosotros la facultad de obrar para el bien, y en esto consiste la gracia de Dios, nosotros para esto fungimos en el lugar de Cristo; por eso, como cooperadores, nosotros, en las predicaciones, con ejemplos y exhortaciones. El hermano que es ayudado del hermano es como una plaza fuerte (Pr 18,19). O bien, como cooperadores, es claro que de Dios. Coadjutores de Dios somos (1Co 3,9).

Objeción. En contra dice Is 40,13: ¿Quién ayudó al espíritu del Señor?, etc. Así es que no esta bien decir cooperadores de Dios.

Respuesta. Por ayudar a Dios se puede entender o bien darle fuerzas para hacer algo, y de esta manera nadie le ayuda a Dios ni puede ayudarle; o bien mantener y explicar sus preceptos, y de esta manera se" dice que los hombres santos le ayudan a Dios explicando sus mandatos. Nosotros, digo, como cooperadores, os exhortamos (El que ha recibido el don de exhortar, exhorte: Rm 12,8). Y os exhortamos precisamente a no recibir en vano la gracia de Dios; como si dijera: Que la recepción de la gracia no sea en vosotros inútil y vana. Lo cual ocurre cuando habiendo recibido la gracia no se sigue ningún fruto. Porque el fruto es doble, a saber, la remisión de los pecados. Y ese será todo su fruto, que sea borrado su pecado (Is 27,9). Y que por vivir justamente alcance el hombre la gloria celestial. Cogéis por fruto vuestro la santificación, y por fin la vida eterna (Rm 6,22). Así es que quien habiendo recibido la gracia no la aproveche para evitar los pecados y para conseguir la vida eterna, en vano ha recibido la gracia de Dios. No he corrido en balde, etc. (Ph. 2,16). Y para que nadie dudara de la recepción de esta gracia por Dios, en seguida prueba el Apóstol que ya la recibieron ellos o bien que tienen la preparación para recibirla, diciendo: Pues El mismo dice: En el tiempo, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero presenta la autoridad del profeta; luego, la aplica a su propósito: he aquí ahora el tiempo, etc. Así es que primero dice: Digo que os preparéis a recibir fructuosamente la gracia que os es dada o preparada. Porque dice el Señor por Is : En el tiempo de mi beneplácito, etc. (49,8).

Acerca de lo cual débese saber que el Señor dice que nos hace la gracia o bien de oírnos en nuestras peticiones, o bien de ayudarnos en nuestras acciones; pero de todas maneras nos oye para que recibamos lo que pedimos. Mas si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídasela a Dios, etc. (Sant. 1,5). Ayuda para que hagamos bien lo que hacemos. Dice el Salmo 93,17: Si el Señor no me hubiese socorrido, etc. Y esta es una doble gracia, preveniente y cooperante, o bien subsecuente, la que debemos desear para serle aceptos a Dios. En vista de esto orará a Ti todo hombre santo (Ps. 31,6). Y en cuanto a esto dice el Apóstol: en el tiempo oportuno, esto es, de recibirla y de hacerse grato; porque fue oportuno este tiempo que fue gratuito. Bienaventurado el hombre a quien Dios imputa la justicia independientemente de las obras (Rm 4,6). - Te oí, esto es, te acepté. O bien, en el tiempo oportuno, esto es, en el tiempo de la gracia. Y de esta manera se llama gracia preveniente aquella por la cual somos liberados de los pecados. Y gracia subsecuente se llama aquella por la que se nos confieren las virtudes por la perseverancia en el bien. Nos es necesaria también la gracia cooperante; y ésta la pedía el Salmista (22,6): Y me seguirá su misericordia todos los días de mi vida. Y en cuanto a esto dice: en el día de la salvación te di auxilio. Porque el tiempo anterior a Cristo no fue día sino noche. La noche está ya muy avanzada y va a llegar el día (Rm 13, i2). En cambio, al tiempo de Cristo se le llama día, y no sólo día sino día de salud. Porque antes no había salvación, porque nadie alcanzaba el fin de la salud, o sea, la visión de Dios, sino que ahora, habiendo ya nacido la salud en el mundo, alcanzan los hombres la salvación. Le pondrás por nombre Jesús. Pues El es el que ha de salvar a su pueblo (Mt 1,21). Y esto se hace con el auxilio de la gracia cooperante, con la cual por nuestras obras alcanzamos la vida eterna. Pues Dios es el que obra en vosotros por su buena voluntad no sólo el querer sino el ejecutar (Ph. 2,13).

En seguida aplica a su propósito la autoridad invocada, diciendo: He aquí ahora, etc.; como si dijera: Lo que dijo el Señor acerca del tiempo de la gracia por medio del profeta se realiza ahora, porque he aquí ahora el tiempo favorable, o sea, de la benevolencia, por la cual somos escuchados por Dios, porque ya llegó la plenitud de los tiempos, o sea, el de la encarnación de Cristo (Galat. 4,4). Y esto en cuanto a la primera parte de la autoridad del Salmo 68,14. Tiempo de serle grato a Dios. - He aquí ahora el tiempo de la salvación, en el cual auxiliados por la gracia cooperante podemos obrar para obtener la salvación eterna. Conviene que Yo haga las obras de Aquel que me ha enviado, etc. (Jn 9,4). Mientras tenemos tiempo, etc. (Galat. 6,10).

En seguida, cuando dice: A nadie le demos ningún escándalo, enseña el modo de usar la gracia a ellos concedida. Y primero en general de qué manera no se recibe en vano; luego, en especial: con mucha paciencia, etc. Así es que dice: La gracia se debe usar de manera que a nadie le demos ningún escándalo. Porque la gracia se da para dos cosas, a saber, para evitar el mal y para obrar el bien. Y por lo mismo son dos cosas las que enseña el Apóstol para que evitemos los males, y en cuanto a esto dice: A nadie le demos, etc. Lo cual se puede explicar de dos maneras. De una primera, refiriéndose a los Apóstoles, como si dijera: Nosotros, que somos cooperadores, os exhortamos. Nosotros, digo, que a nadie le damos ningún escándalo, porque si por vivir mal escandalizáramos a algunos, nuestro ministerio sería vituperado y se despreciaría nuestra predicación. Por vuestra culpa es blasfemado el nombre de Dios (Rm 2,24). Dice Gregorio: Aquel cuya vida es despreciada asegura el desprecio de su predicación. De aquí que el público y notorio pecador debe evitar el predicar mientras peque. Pero al pecador le dijo Dios: ¿Cómo tú fe metes a hablar de mis mandamientos y tomas en tu boca mi alianza? (Ps. 49,16). Y del otro modo, refiriéndose a los subditos, como si dijera: Os exhortamos a no recibir en vano, etc. Os digo que a nadie le demos ningún escándalo, o sea, que no se haga nada por lo que los demás se escandalicen. No deis escándalo, o sea, que no se haga nada por lo que los demás se escandalicen. No deis escándalo ni a judíos ni a griegos (1Co 10,32). No se debe poner tropiezo o escándalo al hermano (Rm 14,13). Y la razón de ello es que no sea vituperado, o sea, que tan irreprensiblemente os portéis que nuestro ministerio, nuestro Apostolado, no sea vituperado. Porque cuando los subditos se portan mal el vituperio es para los prelados. Llevando una vida ajustada entre los gentiles, etc. (1P 2,12). O bien,, para que no sea vituperado en general el ministerio, por el que tanto vosotros como nosotros somos ministros de Dios. Nosotros, digo, somos ministros de Dios para cumplir su voluntad en nosotros y en los demás. Y vosotros lo sois tan sólo para cumplir su voluntad en vosotros mismos. Vosotros seréis llamados sacerdotes del Señor (Is 61,6).

En seguida, cuando dice: Antes bien, en todas las cosas presentémonos, etc., les enseña el modo de usar de la gracia obtenida en cuanto al bien que se debe obrar. Así es que dice: A nadie le demos ningún escándalo, sino que presentémonos nosotros y vosotros en todas las cosas que en obras y en palabras pertenecen a las virtudes, tales como deben ser los ministros de Dios, para que nos conformemos a Dios haciendo su voluntad. Cual es el juez del pueblo tales soa sus ministros (Eccl. 10,2). A nosotros nos ha de considerar el hombre como ministros de Cristo (1Co 4,1).

En seguida, cuando dice: con mucha paciencia, etc., muestra en especial de qué modo debemos presentarnos como ministros de Dios en el uso de la gracia recibida. Y esto en cuanto a tres cosas. La primera en cuanto a la obra externa; la segunda en cuanto a la mayor consagración: Mi boca se abre, etc. (2Co 6,1 1); la tercera en cuanto a evitar a los infieles: No queráis llevar el yugo con los infieles (2Co 6,14). Acerca de lo primero hace tres cosas, según las tres en que consiste la obra externa. Porque primero consiste en el paciente sufrimiento de los males, y en cuanto a esto dice: con mucha paciencia, etc. Segundo, en obrar el bien; y en cuanto a esto dice: con pureza, etc. Tercero, en la mutua cooperación de los buenos frente a los males, y en cuanto a esto dice: con las armas de la Justicia, etc. Es, pues, necesaria la virtud de la paciencia para soportar los males. Por lo cual dice: con mucha paciencia, etc. En lo cual hace tres cosas. Primero aconseja la paciencia. Y esto porque en el Salmo 91,15-16 se lee: Y cabal paciencia tendrán para que prediquen. Y en cuanto a esto dice: con mucha paciencia. - La doctrina del hombre se conoce por la paciencia (Pr 19,2). Mediante vuestra paciencia salvaréis vuestras almas (Lc 21,19). Dice que con mucha, por las muchas tribulaciones que se presentan. Lo segundo que muestra es la materia de la paciencia en general, y esto doblemente: en el sorpresivo asalto de los males, por lo cual dice: en las tribulaciones (Sed pacientes en la tribulación: Rm 12,12; Es preciso pasar por medio de muchas tribulaciones: Hechos 14,21); y en la carencia de las cosas necesarias, por lo cual dice: en las necesidades, es claro que de las cosas necesarias para la vida. Las tribulaciones de mi corazón se han multiplicado (Ps. 24,17). Lo tercero que enseña es ia materia de la paciencia en especial. Y primero en aquellas cosas que corresponden a las tribulaciones que son voluntarias, y esto en cuanto a las tribulaciones que tocan al alma, y así dice: en las angustias, se entiende que del corazón, cuando de tal manera se es asaltado por las adversidades que no se vea por dónde evadirse. Desamparados, angustiados, maltrata" dos, etc. (Hebr. 1 1,37). También en cuanto a las tribulaciones que se sufren en el cuerpo, y así dice: en azotes recibidos de otros, y en cárceles. Y después de haberles dado muchos azotes los metieron en la cárcel (Ac 16,23). En muchísimos más trabajos, más en las cárceles, en azotes sin medida, etc. (2Co 1 1,23). - En sediciones, es claro que de todo el pueblo exaltado. Estamos a riesgo de que se nos acuse de sediciosos por lo de este día, etc. (Ac 19,40). Lo segundo en las cosas que pertenecen a las necesidades. Ahora bien, la necesidad a veces es voluntaria. Y así dice: en fatigas, trabajando con sus propias manos entre los Corintios, que eran avaros, para no gravarlos con los gastos; y entre los Tesalonicenses, porque eran ociosos, para darles ejemplo de laboriosidad. Cuanto ha. sido menester para mí, y para mis compañeros, todo me lo han suministrado estas manos (Ac 20,34). - En desvelos, por las predicaciones. En muchas vigilias (2Co 1 1,27).- En ayunos a veces voluntarios, y a veces involuntarios por pobreza. Castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que habiendo predicado a los otros, venga yo a ser reprobado (1Co 9,27).

Objeción. En contrario esta lo que se dice en Mateo 1 1,30: Mi yugo es suave. Y en cambio aquí se dice: en muchas tribulaciones, etc. Luego no es suave sino pesadísimo.

Respuesta. En sí mismas son amargas, pero se hacen dulces por el amor y por el fervor interior del espíritu. Por lo cual dice Agustín: todo lo difícil y desmesurado, fácil y casi nada lo torna el amor.




Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 20