Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 24

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2Co 6,6-10)

LECTIO 2: 2 Corintios 6,6-10

Prepara a los Corintios para cuanto pertenece a la perfección de las virtudes, ya del corazón, ya de la palabra, ya de obra.

6. Con pureza, con ciencia, con longanimidad, con mansedumbre, en el Espíritu Santo, con caridad no fingida,
7. con palabra de verdad, con fortaleza de Dios, con las armas de la justicia a la diestra y a la siniestra.
8. En gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama; tenidos por impostores siendo veraces; como desconocidos, aunque bien conocidos;
9. casi moribundos, siendo así que vivimos; como castigados, aunque no condenados a muerte;
10. como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos.

Habiendo indicado las cosas que corresponden al soportamiento de los males, pone en seguida las que pertenecen a la observancia de los bienes. Ahora bien, la bondad de la obra consiste en tres cosas: en la perfección de las virtudes, y esto pertenece al corazón; en la verdad de las palabras, y esto corresponde a la boca; en la virtud de la obra, y esto atañe al obrar.

Así es que primero muestra el Apóstol de qué manera se debe uno portar en aquellas cosas que tocan a la perfección de las virtudes, las cuales radican en el corazón; segundo, en aquellas que tocan a la virtud del habla; con palabras de verdad; tercero, en las que corresponden a la perfección del obrar: con fortaleza de Dios. En cuanto a lo primero pone cuatro virtudes. Y la primera, la virtud de la castidad, que en gran parte corresponde a la virtud de la templanza, y en cuanto a esto dice: Con pureza, esto es, de mente y de cuerpo. En lo cual débese notar que inmediatamente después de muchos trabajos, vigilias y ayunos, habla de la pureza o castidad, porque quien quiera tener la virtud de la castidad necesariamente debe entregarse a los trabajos, multiplicar vigilias y castigarse con ayunos. Castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que habiendo predicado a los otros, venga yo a ser reprobado (1Co 9,27). Procurad tener paz con todos (Hebr. 12,14).

Mas si se pregunta por qué no hace mención de las - otras virtudes, sino sólo de la templanza, débese decir que sí las menciona aunque implícitamente, porque estas palabras: con mucha paciencia en medio de las tribulaciones, etc. (2Co 6,4), corresponden a la virtud de la fortaleza; y esto otro: con las armas de la justicia, atañe a la virtud de la justicia. La segunda virtud que señala es la de la ciencia. Por lo cual dice: con ciencia. Y si es que la ciencia atañe a la doctrina, por ia cual sabe uno portarse bien en medio de gente corrompida y perversa, así atañe a la virtud de la prudencia. Mas si la ciencia atañe a la certeza por la cual los fieles están ciertos de las cosas que corresponden al conocimiento de Dios, de esta manera atañe a la virtud de la fe. Y una y otra son necesarias para los cristianos porque sin la ciencia tomada en el primer sentido, o bien sin ella considerada en el segundo sentido, caen los hombres fácilmente en los pecados. Por eso mi pueblo fue llevado cautivo, porque le faltó la ciencia (Is 5,13). Y os daré pastores según mi corazón (Jerem. 3,15). La tercera virtud que indica es la de la esperanza. Por lo cual dice: con longanimidad, la cual corresponde a la perfección de la esperanza. Ahora bien, el poseer la longanimidad no es otra cosa que estar en paciente expectación, siempre y de día y de noche, con esperanza de algo arduo aplazado, y esto en ei Espíritu Santo. Los frutos del Espíritu Santo son: caridad, etc., longanimidad, etc. (Salat. 5,22). Corroborados en toda suerte de fortaleza por el poder glorioso, para tener una perfecta paciencia y longanimidad (Colos. 1,2). La cuarta virtud que indica es la de la caridad. Ahora bien, en la caridad hay dos efectos: uno exterior y otro interior. Por el efecto exterior tiene mansedumbre para con el prójimo. Porque no conviene el no ser suave con los que uno ama. Y por eso dice: con mansedumbre, o sea, de dulce trato con los prójimos, para que seamos dulces. La palabra dulce multiplica los amigos (Eccii. 6,5). Pero no con suavidad mundana, sino con la que procede del amor de Dios, es claro que en el Espíritu Santo, por lo cual dice: en el Espíritu Santo, o sea, con la mansedumbre que el Espíritu Santo produce en nosotros, ¡Oh cuan benigno y suave es, oh Señor, tu espíritu en todas las cosasi (Sg 12,1). Y como efecto interior tiene la verdad sin ficción, para no manifestar exteriormente lo contrario de lo que tiene en su interior. Por lo cual dice: con caridad no fingida. - No amemos de palabra y con ia lengua, sino con obras y de veras (Cotas. 3,14). Y la razón de ello es que, como se dice en el libro de la Sabiduría (I,5), El Espíritu Santo huye de las ficciones.

En seguida ensena cómo debe uno portarse en las cosas que atañen a la verdad de las palabras, para que seamos veraces. Y por eso dice: Con palabras de verdad, hablando y predicando la verdad. Y en cuanto a cómo portarse para obrar con perfección, agrega diciendo: con fortaleza de Dios, o sea, que no confiemos en nuestras obras sino solamente en la fortaleza de Dios, y no en la propia. No consiste el reino de Dios en palabras sino en la virtud (1Co 4,20).

En seguida, cuando dice: con las armas de la justicia, etc., muestra cómo se deben conducir con los buenos y con los malos, en medio de los bienes y de los males, de lo próspero y de lo adverso, lo cual corresponde a la virtud de la justicia. Y primero lo indica en general; y luego en especial. Así es que primero dice que nos manifestemos como ministros de Dios con mucha paciencia. Y, lo que es más, con las armas de la justicia. En lo cual débese saber que la justicia ordena y hace que el hombre tenga su lugar, a la diestra, esto es, en lo próspero, de modo que no se enerve, y a la siniestra, esto es, en lo adverso, de modo que no se deprima. Todo lo he probado y estoy ya hecho» a todo: a tener abundancia y a padecer necesidad (Ph. 4,12). En seguida esto lo explica pasando de una cosa a otra, de lo próspero a lo adverso, diciendo: en gloria, etc. En lo cual débese saber que en las cosas temporales a tres cosas se reduce lo mismo la prosperidad que la adversidad. A soberbia de la vida, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos, según aquello de 1 Juan 2,16: Porque todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, etc. Y esto lo enuncia por su orden, porque primero dice de qué manera se deben portar en lo adverso y en lo próspero, cosas que pertenecen a la soberbia de la vida, diciendo: en gloria, etc. Segundo, de qué manera en las cosas que corresponden a la concupiscencia de la carne: casi moribundos, etc. Tercero, de qué manera deben portarse en las cosas que tocan a la concupiscencia de los olos: como pobres, etc. Ahora bien, dos son las cosas que corresponden a la soberbia, a. saber, la alteza del estado y la sublimidad de las obras. Y por eso dice: en gloria, o sea, por el estado de excelencia, como si dijera: presentémonos como ministros de Dios, a saber, para gloria de Dios, esto es, en la prosperidad. El Señor de ios ejércitos ordenó esto para hollar la soberbia de todos los jactanciosos (Is 23,9). Y que los Apóstoles parecían ser algo excelso consta por los Hechos (14,12), donde se lee que tuvieron por dioses a Pablo y Bernabé. E ignominia, la cual está a la siniestra, como si dijera: Ni nos elevemos como algo glorioso, ni si somos despreciados nos deprimamos. Dios ha escogido las cosas viles y despreciables del muir-do, etc. (1Co 1,28). En cuanto al brillo de las obras, dice: en calumnia y en buena fama. En lo cual débese saber que, como dice Gregorio, no debe el hombre por sí mismo dar motivo de deshonra, sino que más bien debe procurar tener buena fama, según aquello del Eclesiástico 41,15: Ten cuidado cíe tu buena reputación; y esto por los demás, porque conviene que ¡para los que están fuera sea bueno nuestro testimonio (1Tm 3,7). Mas si alguien es objeto injustamente de una calumnia, no debe ser tan pusilánime que por esto abandone la justicia. Pero si goza de buena fama entre los infieles, no por eso ha de ensoberbecerse, sino que debe conducirse con moderación entre ambos extremos.

En seguida, explica estas dos cosas que enunció. Y primero la calumnia que sufrieron, y muestra que fue grande, porque fueron tenidos por impostores, etc.; como si dijera: Por algunos somos tenidos por impostores, y por algunos otros somos tenidos por veraces. De lo cual no hay por qué admirarse, porque también de Cristo hubo quienes dijeran que era bueno y otros que no, sino que engañaba a las turbas, como se dice en Jn 7,12. En segundo lugar muestra de qué modo fueron gloriosos y despreciables, como desconocidos aunque bien conocidos, esto es, reconocidos por ios buenos, y desconocidos, o sea, despreciados por los malos. Somos como la basura del mundo (1Co 4,13).

En seguida vienen las cosas que atañen a la concupiscencia de la carne. Y señala tres cosas que desea ardientemente la carne. La primera es una larga vida, y en cuanto a esto dice: como moribundos, esto es, aun cuando nos exponemos a los peligros de muerte (En riesgos de muerte frecuentemente: 2Co 1 1,23), siendo así que vivimos, en fortaleza y fe. Y por eso dice Habacuc (2,4): El justo vive de la fe. Y en el Salmo 117,17 leemos: No moriré sino que viviré, etc. Lo segundo que anhela es la salud y el reposo. Y en cuanto a esto dice: como castigados, aunque no condenados a muerte, como si dijera: Aunque con diversos flagelos nos castigue el Señor, sin embargo no nos entrega a la muerte. Castigado me ha el Señor severamente; mas no me ha entregado a la muerte (Ps. 117,18). lodos los que quieren vivir virtuosamente, según Jesucristo, han de padecer persecución (2Tm 3,12). Lo tercero que anhela es el placer y la alegría, y en cuanto a esto dice: como tristes, pero siempre alegres; porque aun cuando en las cosas exteriores y las que tocan a la carne padezcamos tristeza y amargura, sin embargo interiormente tenemos un continuo gozo, que-crece en nosotros por los consuelos del Espíritu Santo-y en la esperanza de la eterna remuneración. Tened por objeto de sumo gozo el caer en varias tributaciones, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce la paciencia, etc. (Sant. 1,2). Vuestra tristeza se convertirá en gozo (Jn 16,20).

En seguida trata de las cosas que corresponden a la concupiscencia de los ojos. Y acerca de esto indica dos cosas, de las cuales una es en relación con los demás, y según esto la prosperidad en riquezas consista-en que el hombre abunde de tal modo que pueda ayudarles con sus bienes a los demás. Y en esto lo siniestro está en que el hombre sea tan pobre que se vea obligado a pedirles limosna a los demás. Y por eso dice que en estas cosas temporales somos como pobres, esto es, teniendo que recibir de los demás; y sin embargo en cuanto a las cosas espirituales enriquecemos a muchos; y no dice que a todos porque no todos están preparados para ser enriquecidos. Hay quien parece pobre teniendo muchas riquezas (Pr 13,7).

Lo segundo es en relación con uno mismo, y según esto, próspero en riquezas es poseer muchas, y lo siniestro es el no tener absolutamente nada. Y en cuanto a esto dice que en las cosas exteriores son como quienes nada tienen, a saber, en las temporales, porque todas las dejaron por Cristo. Si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, etc. (Mt 19,21). Pero en lo interno y en las cosas espirituales, todo lo poseen, por la interna grandeza del corazón. Y esto era así porque vivían no para sí mismos sino para Cristo. Y por eso todo Jo que es de Cristo io consideraban como de ellos mismos. Y como todas las cosas le están sujetas a Cristo, poseían todas las cosas y todas las cosas se prestaban para la gloria de ellos. Todo el íugar que pisare la planta de vuestro píe os lo entregaré (Jos. i,3). Acerca de lo ya dicho hay que observar que el Apóstol usa en ello de un admirable modo de hablar. Porque él mismo contrapone casi siempre una cosa a otra, y lo temporal frente a lo espiritual; pero en las temporales agrega siempre alguna condición, por ejemplo: para, como, casi; y en cambio en lo opuesto espiritual, ninguna añade. La razón de ello es que las cosas temporales, ya sean malas, ya sean buenas, ya mudables y aparentes, tienen sin embargo semejanza o de bueno o de malo. Y por eso dice: Por seductores y como desconocidos, porque no lo eran en verdad de realidad sino en la opinión de los hombres,, y como eran cosas transitorias eran buenas o malas. Mas las cosas buenas espirituales realmente existen y son verdaderas, por lo cual no les agrega ninguna condición.



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(
2Co 6,11-18)

LECTIO 3: 2 Corintios 6,11-18

Instruye a los Corintios sobre el uso de la gracia, poniéndose él mismo como ejemplo, y llamándolos templo de Dios vivo.

11. ¡Oh Corintios, mi boca con toda franqueza os habla, y mi corazón se ensancha.
12. No hay nada cerrado en nosotros; vuestras entrañas sí que están cerradas para nosotros.
13. Para que tengáis la misma remuneración (como a hijos os hablo), ensanchaos también vosotros.
14. No queráis llevar el yugo con los infieles. Porque ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿O qué unión hay entre la luz y las tinieblas?
15. ¿O qué concordia entre Cristo y Belial? ¿O qué parte tiene el fiel con el infiel?
16. ¿O qué consonancia entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templos de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
17. Por tanto, salid de entre ellos, y apartaos, dice el Señor; y no toquéis cosa impura.
18. Y Yo os acogeré; y seré Yo vuestro Padre, y vosotros seréis mis hijos y mis hijas, dice el Señor todopoderoso.

Habiendo enseñado el Apóstol el uso de la gracia concedida, en cuanto a las buenas obras externas, aquí los instruye en cuanto al predicho uso en cuanto a la entrega interna, que consiste en la alegría dei corazón, la cual causa su dilatación. Y acerca de esto hace tres cosas. Porque primero se presenta a sí mismo como ejemplo de ese ensanchamiento; lo segundo que muestra es que de él no tienen un ejemplo contrario, ni lo podrán recibir de él: no hay nada cerrado en nosotros; lo tercero es exhortarlos a la dilatación del corazón: correspondednos. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera dar la señal de la dilatación del corazón; la segunda, indicar el ensanchamiento del corazón del propio Apóstol: y mi corazón se ensancha. Ahora bien, la señal de esa dilatación es la boca franca, abierta, porque la boca sigue de manera inmediata al corazón. Por lo cual lo que por la boca expresamos son señales claras de lo concebido en el corazón. De la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12,34). Y eso lo expresa así: mi boca con toda franqueza os habla. Porque a veces la boca esta cerrada, cuando las cosas que están en el corazón no salen al exterior; pero abierta y patente está cuando lo que hay en el corazón se manifiesta. Después de esto abrió Job su boca (Jb 3,1). Abriendo su boca los adoctrinaba, etc. (Mt 5,2). Y para que no parezca que se manifiesta por pura vanidad, agrega la razón, diciendo: os habla, o sea, que por vuestra utilidad os manifestamos los secretos de nuestro corazón. No buscando mi utilidad particular (1Co 10,33). Ahora bien, la causa de tal dilatación procede de la dilatación y ensanchamiento del corazón. Y por eso dice: mi corazón se ensancha, etc. (Ojos altivos, corazón arrogante: Pr 21,4). Y a veces el corazón es estrecho, cuando se achica y se cierra con lo insignificante, como cuando no se preocupa uno sino de lo terreno y desprecia lo celestial, no pudiendo ya caber esto en el entendimiento. Y a veces se dilata, cuando se desea y se anhela algo grande, y así era el Apóstol, que teniendo en nada lo que se ve, deseaba las cosas celestiales. Y por eso dice: mi corazón se ensancha, esto es, me ha crecido para desear las cosas grandes.

En seguida muestra que por parte del Apóstol no tienen un ejemplo contrario, diciendo: no hay nada cerrado en nosotros, etc.; como si dijera: Como os mostramos el ensanchamiento de nuestro corazón, de nosotros no recibís el ejemplo ni motivo por el cual os cerréis vosotros. Pero si esto hacéis, entonces sí ciertamente que se cierran las entrañas, pero no en nosotros, sino las vuestras, y por vuestra culpa. En lo cual débese saber que cerrarse o encerrarse es lo mismo que estar dentro de otro, por lo cual no se ve que haya posibilidad de evadirse. Y éstos de tal modo estaban seducidos por los falsos apóstoles, que no creían poder obtener la salvación sino con las observancias legales. Y por eso se convertían en siervos, habiendo sido libres por la fe de Cristo. De aquí que la estrechez de tal servidumbre no les provenía del Apóstol, sino de sus propias entrañas, o sea, de la dureza de corazón de ellos mismos. No lloréis por Mí, etc. (Luc. 23,28).

En seguida los exhorta a que ensanchen su corazón, diciendo: para que tengáis la misma remuneración, como si dijera: si engañados por los falsos apóstoles os habéis estrechado, no por eso permanezcáis en esa estrechez; sino que más bien ved la manera de tener el corazón ensanchado como nosotros lo tenemos, para que tengáis la misma remuneración que nosotros tenemos. Por lo cual dice: Para que tengáis la misma remuneración, tal como nosotros. Así como sois compañeros en las penas, así lo seréis también en la consolación (2Co 1,7). Como a hijos, no cerno a enemigos, os hablo, o como a hijos de Dios; como si dijera: Para tener la misma remuneración que los hijos de Dios, esto es, los herederos de la vida eterna. Si hijos, también herederos (Rm 8,17). - Digo que para que tengáis la misma remuneración, ensanchaos también vosotros, o sea, tened un corazón grande y libre con libertad de espíritu, que radica en la fe de Cristo, y no os encerréis dentro de la servidumbre de las observancias legales.

En seguida, cuando dice: No queráis llevar el yugo, etc., les enseña el uso de la gracia otorgada en cuanto a que eviten a los infieles. Y acerca de esto hace tres cosas. La primera es una exhortación del Apóstol; la segunda es la razón de la exhortación: ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad?; la tercera, confirmar la razón de tal argumento: Porque vosotros sois templos de Dios vivo. Así es que dice: no queráis ¡levar el yugo, etc. En lo cual débese saber que se 1lama yugo todo aquello que unce a muchos para hacer determinada cosa. De aquí que como a veces algunos se conciertan para hacer algo bueno que de Dios procede, y otros algo malo que del diablo procede, por eso se habla de yugo de Dios y de yugo del diablo. Ahora bien, el yugo de Dios es la Caridad misma, que liga al hombre para servir a Dios. Tomad mi yugo sobre vosotros, etc. (Mt 1 1,29). Y el yugo del diablo es la iniquidad misma, que unce al malo para hacer el mal. Su pesado yugo (Is 9,4). Esto lo dice así: No queráis llevar el yugo, o sea, no os pongáis de acuerdo con los infieles para las obras de infidelidad. Y esto por dos razones. La primera, porque había entre ellos algunos que se tenían por más sabios y no se abstenían de los idolotitos, con lo que escandalizaban a los más débiles. Había otros que coincidían con los Judios en cuanto a las tradiciones de los ancianos. Por lo cual el Apóstol los exhorta diciendo: no queráis, etc., para que no estén en comunión con los Judíos en cuanto a las tradiciones de la ley, ni tampoco con los gentiles en el culto de los ídolos. Porque unos y otros son infieles. Y da la razón de ello diciendo: ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad?, etc. En lo cual se debe hacer una doble distinción. Una es en cuanto a la causa, y la otra en cuanto al estado. La distinción en cuanto a la causa es doble, a saber, en cuanto a la causa habitual y en cuanto a la causa eficiente.

Ahora bien, la causa habitual es doble. Una en cuanto al efecto, y por eso dice: ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad?; como si dijera: No debéis llevar el yugo con los infieles, porque uno es vuestro modo de ser y otro el de ellos. En vosotros alienta el hábito de la justicia, y en aquéllos ciertamente el hábito de la iniquidad. Ahora bien, la máxima justicia es darle a Dios lo que es de Dios, y esto es rendirle culto. De aquí que cuando rendís culto a Dios, vive en vosotros el hábito de la justicia; y en cambio quitarle a Dios lo que es suyo y dárselo al diablo es la máxima iniquidad. En vuestras asambleas reina la iniquidad (Is i,13). ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? (Jerem. 23,28). La otra causa habitual es en cuanto al entendimiento, y esta distinción se debe a que los fieles son iluminados con la luz de la fe, mientras que los infieles están en las tinieblas de los errores. Y en cuanto a esto dice: ¿O qué unión hay entre la luz y las tinieblas?; como si dijera: No es conveniente que comuniquéis con ellos, porque así no hay ninguna sociedad posible, porque vosotros sois luz por la ciencia de la fe. En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor (Ep 5,8). Y esas tinieblas se deben a la ignorancia. El camino de los impíos es pura tiniebla (Pr 4,19). Por lo cual el Señor desde un principio dividió la luz de las tinieblas, como se dice en el Génesis (I,4). Y en cuanto a la causa eficiente dice: ¿O qué concordia entre Cristo y Belial?; como si dijera: Vosotros sois siervos de Cristo y miembros suyos (Vosotros sois el cuerpo de Cristo: iCo 12,27); mientras que aquéllos son miembros del diablo. Y se habla del diablo Belia! sin yugo porque no quiso sujetarse al yugo de Dios. Desda tiempo antiguo quebraste mi yugo (Jerem. 2,20). Y que no puede haber concordia entre Cristo y Beliai es claro por las palabras de Cristo: Viene el príncipe de este mundo, etc. (Jn 14,30); y también por las palabras del diablo: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, ¡oh Jesús, Hijo de Diosi? (Mt 8,29). La otra distinción es en cuanto al estado de fe, y esto en cuanto a dos cosas, a saber en cuanto al estado de fe, y conforme a esto dice: ¿O qué parte tiene el fiel con el infiel?; como si dijera: No es la misma la parte del uno y del otro, porque la parte del fiel es el propio Dios, al que tiene como premio y como fin de su bienaventuranza. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia (Ps. 15,5). Y en cambio la parte del infiel son los bienes terrenos. Nuestra herencia es ésta (Sg 2,9). Y ie haré pedazos, y ie haré correr la suerte de los hipócritas (Mt 24,51). Asimismo en cuanto al estado de gracia, y conforme a esto dice: ¿O qué consonancia entre el templo de Dios y los ídolos?; como si dijera: ninguna concordancia hay entre el templo de Dios y los ídolos. De aquí que vosotros sois el templo de Dios por gracia. El templo de Dios que sois vosotros, santo es (iCo 3,17). ¿No sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo? (1Co 6,19). Así es que no debéis asociaros con los infieles que son templos de los ídolos. Y débese notar que mediante Ezequiel prohibe el Señor que en el templo de Dios se venere a los ídolos (Ez. 26). Luego con mayor razón se les prohibe a los hombres, cuyas almas son el tempio de Dios, que las profanen por la participación con los ídolos. Si alguno profanare el templo de Dios, perderle ha Dios a éi (1Co 3,17).

En seguida, cuando dice: Porque vosotros sois, etc., confirma el argumento propuesto por autoridad. Y acerca de esto hace dos cosas. Porque primero confirma lo que propusiera por vía de adminición; y luego confirma esta misma admonición: Por tanto, salid de entre ellos, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero repite lo que trata de probar; y luego invoca para su propósito la autoridad: Como dijo el Señor, etc. Así es que dice: Con razón digo que no hay consonancia entre el templo de Dios y los ídolos, o sea, que no debéis tener parte con ellos, porque vosotros sois el templo de Dios vivo, y no muerto, como los idólatras. Y para probarlo invoca la autoridad, probando esto mismo por el uso del templo; porque el uso del1 templo consiste en que Dios habite en él. Porque el templo es el lugar de Dios a El consagrado para su inhabitación. El Señor está en su santo templo (Ps. 10,5). La cual autoridad se toma del Levítico (26,1 1), que dice así: Fijaré mi Tabernáculo en medio de vosotros. Y en tal autoridad toca cuatro cosas, en cuanto toca a este uso.

Lo primero atañe a la gracia de las acciones, que consiste en que Dios está en alguien por la gracia. Y esto lo dice así: Habitaré en medio de ellos, esto es, en los santos, por la gracia que los limpiará: porque aunque se dice que Dios está en todas las cosas por presencia, potencia y esencia, sin embargo no se dice que inhabita en ellas, sino sólo en los santos por la gracia. Y así es porque Dios está en todas las cosas por su acción, en cuanto se une a ellas para darles el ser y conservarías en el ser. Y en cambio en los santos es por la acción de los propios santos, con la que alcanzan a tocar a Dios y de cierta manera se apoderan de El, pues esto es amarlo y conocerlo. Porque quien ama y conoce se dice que en sí mismo tiene lo conocido y lo amado. Lo segundo corresponde a la gracia cooperante, con la que adelantan los santos con el auxilio de Dios, y en cuanto a esto dice: andaré entre ellos, esto es, los haré marchar de virtud en virtud. Pero este adelanto no es posible sin ía gracia de Dios. Por la gracia de Dios soy lo que soy (1Co 15,10). Porque así como la gracia operante nos hace ser algo1 en el ser de la justicia, así también la gracia cooperante nos hace adelantar en ese mismo ser. Lo tercero corresponde al beneficio de Dios, y esto o bien por providencia de protección, lo que toca diciendo: Yo seré su Dios, o sea, con mi providencia los protegeré. Feliz el pueblo que tiene al Señor por su Dios (Ps. 143,15). O bien por el beneficio de la remuneración, para decir lo siguiente: Seré su Dios, esto es, me les daré Yo mismo como recompensa. Yo soy tu galardón (Gen. 15,1). Dios no se desdeña de llamarse Dios de ellos (Hebr. 2,16). Lo cuarto corresponde al culto debido y al servicio de los santos, y en cuanto a esto dice: Y ellos serán mi pueblo, o sea, que a Mí me veneran, y a Mí me obedecen, como míos, y no como de otro. Nosotros somos su pueblo y sus ovejas, etc. (Ps. 94,7; Ps. 99,3). O bien se pueden referir a la presencia corporal, y entonces se enuncia así: Puesto que inhabito en ellos por la asunción de Ja carne (El Verbo se hizo carne, etc.: Jn 1,14), y ando entre ellos, en trato corporal con ellos (Después de taies cosas E¡ se ha dejado ver sobre la tierra: Baruc 3,38), y seré su Dios por la gloria (Ni hay otra nación, por grande que sea, que tenga tan cercanos a sí los dioses: Deut. 4,7), y ellos mismos serán mi pueblo, o sea, que por la fe me veneran.

En seguida, cuando dice: Por tanto, salid de entre eüos, etc., confirma la misma admonición con otra autoridad. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero confirma la admonición por autoridad, y luego muestra el premio prometido a los observantes de la admonición: Y Yo os acogeré, etc. Así es que dice: Por tanto, o sea, porque sois templo de Dios, salid de entre eüos.

Y esto está tomado de Is 52,2: Marchad, marchaos, salid de ahí, no toquéis cosa inmunda. En lo cual dice tres cosas: Salid, separaos, y no toquéis cosa inmunda, porque de triple manera debemos portarnos respecto de los infieles. Primero, saliendo de en medio de ellos, abandonando los pecados. jAh! ¡ha! huid de la tierra del Norte, dice ei Señor, etc. (Zac. 2,6).

Dicen los Donatistas que corporalmente debemos dejar la mala sociedad, lo cual no es verdad. Porque lo que dice el Apóstol débese entender de una separación espiritual. Y por eso explica: Salid espiritualmente no siguiendo la vida de ellos. Como azucena entre espinas (Zac. 2,6). Y esto para que evitemos las ocasiones mismas de pecados que de ellos provienen.

Y por eso dice: Apartaos, esto es, manteneos lejos de todo concierto con ellos. He venido a separar al hija de su padre, y a la hija de su madre, etc. (Mt 10,35). Retiraos de las tiendas de esos hombres impíos (Nb 16,26). Lo tercero para que los convenzamos de que obran mal. Y por eso dice: Y no toquéis cosa impura. a saber, aceptándolos en lo malo. No sólo los que las hacen, sino también los que aprueban a los que las hacen (Rm 1,32). No queráis ser cómplices de las obras infructuosas de las tinieblas (Ep 5,1 1). Y esto porque el que tocare la pez, se ensuciará con ella (Eccli. 13,1). Y el premio de nuevo prometido a los observantes de la admonición es doble, a saber, la familiaridad con Dios y la adopción divina. La familiaridad con Dios, porque Yo os acogeré, como si dijera: Salid tranquilos de entre ellos, porque Yo os acogeré como familiares míos. Porque mi padre y mi madre me desampararon, pero el Señor me ha tomado por su cuenta (Ps. 26,10). Dichoso aquel a quien Tú elegiste y allegaste a Ti (Ps. 64,5). He aquí mi siervo: Yo estaré con él (Is 42,1). Y la divina adopción, porque nos adopta como hijos, pues dice: Y seré Yo vuestro Padre, y vosotros seréis mis hijos (Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre, etc., sino que habéis recibido el espíritu de adopción de hijos: Rm 8,15). Y habla de hijos en cuanto a los perfectos y de hijas en cuanto a los imperfectos, y esto está tomado del Segundo Libro de los Reyes (7,14); donde se dice de Salomón: Yo seré su padre y él será mi hi¡o, etc.




Capítulo 7



26
(
2Co 7,1-3)

LECTIO 1: 2 Corintios 7,1-3


Los alaba por los bienes pasados y los exhorta a la limpieza de alma.

1. Teniendo, pues, estas promesas, carísimos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, completando la santificación en el temor de Dios,
2. Acogednos. A nadie liemos dañado, a nadie pervertido, a nadie hemos defraudado.
3. No os lo digo con ánimo de condenaros. Pues acabo de deciros que os tengo en mi corazón, para con vosotros morir o para vivir con vosotros.

Les dice el Apóstol a los Corintios de qué manera deben portarse en lo porvenir. Aquí los elogia por los bienes pasados. Pero para lograr cierta continuidad de los bienes pretéritos a los futuros, primero termina su admonición; y luego los elogia: Grande es mi confianza en vosotros (2Co 7,4). Acerca de lo primero hace tres cosas. La primera, enunciar una admonición; la segunda, inducir por el ejemplo de sí mismo a observar Ja admonición: acogednos, etc.; la tercera, expresar la intención del amonestador: No os lo digo con ánimo de condenaros, etc. Acerca de lo primero hace tres cosas. La primera, indicar el motivo de observar la admonición, el cual es la promesa que se les ha hecho. Y por eso dice: Teniendo, pues, estas promesas, carísimos, a saber, la de que Dios inhabite en nosotros y nos reciba, etc. La segunda es expresar la admonición, diciendo: purifiquémonos, etc. Y esto debido a que estas promesas no se dan sino a los limpios, por lo cual dice: purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, o sea, de los vicios tanto carnales como espirituales. Purificaos vosotros los que traéis los vasos del Señor, etc. (Is 52,2). En lo cual hay que saber que todo pecado que se comete para delectación de la carne es carnal y que el que se comete para delectación del espíritu es espiritual. De aquí que si los pecados carnales se consideran en cuanto a su cumplimiento son tan sólo dos: el de gula y el de lujuria, pues los demás pecados son espirituales. Mas si se consideran en cuanto a su origen, de esta manera se puede decir que todos los pecados son carnales, por tener todos su origen de la concepción de la carne, y de esta manera les habla el Apóstol a los Gálatas (5,19): Bien manifiestas son las obras de la carne, etc. La tercera es indicar el modo de cumplir con la admonición: completando, etc.

Pero como alguien podría decir: ¿Acaso no quedamos limpios con el bautismo?, agrega: completando la satisfacción, o sea, perfeccionando la limpieza incoada en el bautismo. Porque santo es lo mismo que limpio. Sed santos, pues que Yo soy santo, etc. (Lv 1 1,44 y 19,2). Digo que completemos, porque los filósofos quisieron perfeccionar y no pudieron, porque no pudieron evitar todos los pecados; porque aun cuando evitaran algunos pecados en cuanto se quiera y ejercieran actos de virtud, sin embargo, todavía quedaba en ellos el pecado de la infidelidad. Por lo cual solamente en el verdadero culto de Dios se completa la limpieza, y esta lo dice así: en el temor, o sea, en el culto, de Dios (El temor de Dios se sobrepone a todas las cosas: Eccli,25,14).

Objeción. En contra se dice en Col 3,14: Pero sobre todo mantened la caridad, la cual es el vínculo de la perfección. Así es que no se perfecciona la santificación con el temor de Dios, sino con la caridad de Dios.

Respuesta. Débese decir que acá se habla del temor filial, el cual es el efecto de la caridad, y no del servil, que es contrario a la caridad. Y dice en el temor, para enseñarnos que nuestro amor a Dios debe ser con cierto temor respetuoso y con solicitud. Porque el amor produce seguridad, que a veces engendra negligencia, y en cambio el que teme siempre está solícito.

En seguida, cuando dice: Acogednos, etc., se presenta como ejemplo, como si dijera: Recibidnos como ejemplo. Sed, pues, imitadores míos (1Co 2,1; 4,16). Porque yo me guardé de la inmundicia mediante la santificación, pues a nadie dañé. Donde débese notar que de manera triple puede alguien dañar al prójimo, y de ninguna de ellas dañó el Apóstol a nadie. Primero en la persona, y en cuanto a esto dice: A nadie hemos dañado, a saber, en su persona, como hacen los malos señores. Desolláis al pueblo y le quitáis la carne de encima de sus huesos (Miq. 3,2). Lo segundo en cuanto a la fama, induciéndolos o con el ejemplo o con persuasiones al mal, y en cuanto a esto dice: a nadie he pervertido (Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres: 1Co 15,33). Lo tercero en cuanto a la substracción de los bienes, y en cuanto a esto dice: a nadie hemos defraudado;"o sea, que no les hemos quitado sus bienes con engaño. Que nadie engañe a su hermano en ningún asunto (1Th 4,6).

En seguida, cuando dice: No os lo digo con ánimo de condenaros, etc., manifiesta su intención, como si dijera: No digo esto para condenaros, sino para que os enmendéis. Porque los males pasados por dos razones se suelen recordar: a veces para que sean condenados, y esto cuando ya no hay esperanza de corrección; pero a veces para enmienda, para que sean corregidos, y de esta manera habla aquí: No os lo digo con ánimo de condenaros, etc. - Estojo digo para provecho vuestro, etc. (1Co 7,35). Y la razón de esto es que me, alegro de vuestro bien, pues acabo de deciros que os tengo en mi corazón, etc. Vosotros mismos sois nuestra carta escrita en nuestros corazones (2Co 3,2). Tengo impreso en mi corazón que todos vosotros sois compañeros de mi gozo en mis cadenas (Ph. 1,7). Os terrgo, digo, en mi corazón, tanto para con vosotros morir como para con vosotros vivir. Lo cual se puede entender tanto de la muerte de culpa como de la muerte natural.De la muerte de culpa para que no seentienda que estoy dispuesto a:-morir cori vosotros, o sea, que cuando vosotros pecáis,-queramos pecar también nosotros, sino que vuestra muerte de culpa la recibimos con . el: mismo ¡ dolor que-si fuera nuestra. ¿Quién enferma que no enferme yo con él? (2Co 1 1,29). No hay día en que yo no muera por la gloria vuestra, etc. (1 Cdr. 15,31). O para vivir con vosotros, porque con vuestra:buena vida en gracia gozo tanto como con la mía.; De muerte natural, de modo que se entienda así: para con vosotros morir, o sea, que estoy preparado para fcnorir por vosotros (Y yo muy gustosamente gastaré, y a mí me gastaré todo entero por vuestras almas: 2 Cor,12,15), y para vivir con vosotros, o sea, para desear teneros por compañeros en la vida eterna (Si morimos con El, también con El viviremos: (2Tm2,2)




Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 24