Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 43

43
(
2Co 11,27-33)

LECTIO 6: 1 Corintios 11,27-33

Prosiguen los males que por Cristo padeció.

27. En el trabajo y en fatigas, en muchas vigilias, en hambre, en sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez.
28. Fuera de estas cosas que son exteriores, mis cuotidianos cuidados, por la solicitud de todas las iglesias.
29. ¿Quién enferma que no enferme yo con él? ¿Quién es escandalizado y yo no me requeme?
30. Si es preciso gloriarse, de las cosas que son de mi flaqueza me gloriaré.
31. Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que es bendito por los siglos, sabe que no miento.
32. En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía vigilada la ciudad de los damascenos para prenderme.
33. Y por una ventana y en una espuerta fui descolgado muro abajo, y así escapé de sus manos.

Aquí consiguientemente enumera los males libremente asumidos que se soportan en las casas. Y enumera tres males opuestos a tres bienes que son necesarios para la vida doméstica. El primer bien es el descanso del sueño, el segundo bien es la alimentación, el tercero es el alivio del vestido. Pues bien, al descanso del sueño opone trabajo y vigilias. En cuanto al trabajo dice: en el trabajo, es claro que manual. Cuanto ha sido menester para mí y para mis compañeros, todo me lo han suministrado estas manos (Ac 20,34). Y por eso dice arriba (2Co 6,5): de trabajos, porque literalmente, como ya se dijo, con sus manos se procuraba el sustento. Lo dice también en 2Ts 3,8: trabajando de noche y de día, etc. En cuanto al desfallecimiento del trabajo dice: y en fatigas, que son los quebrantos y debilidades consecuentes al trabajo, o bien- por enfermedad natural. Revolcábame en mi miseria, etc. (Ps. 3 1,4). Y en cuanto a las vigilias dice: en muchas vigilias; o bien dedicándose de noche a la predicación, o bien al trabajo manual. En los Hechos 20,33 se dice que prolongaba la predicación hasta la medianoche. Aí sustento con la comida opone una doble falta de sustento: una que es por carencia, por lo cual dice: en hambre y en sed, porque literalmente carecía. a veces de comida y bebida. Hasta la hora presente andamos sufriendo el hambre, etc. (1Co 4,1 1). Y la otra, voluntaria, por lo cual dice: en muchos ayunos, voluntariamente llevados, tanto por dar buen ejemplo como por castigar la carne. Castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que habiendo predicado a los otros, venga yo a ser reprobado (1Co 9,27).

Objeción. En contra está lo que dice Mateo 6,33: Todas estas cosas se os añaden, a saber, las temporales. Luego ¿de dónde el hambre y la sed?

Respuesta. Débese decir que cuando conviene se nos añaden las cosas temporales, para nuestra utilidad, pero a veces nos conviene carecer de ellas.

Al alivio del vestido opone dos cosas: una por parte de la naturaleza, por lo cual dice: en frío; y la otra a causa de la pobreza, por lo cual dice: y en desnudez me muestro ministro de Cristo. Desnudos y sin domicilio, etc. (1Co 4,2). En medio de necesidades, etc. (2Co 6,4).

En seguida, cuando dice: Fuera de estas cosas, etc., enumera los males que interiormente padece, causados por penas morales por los falsos apóstoles. Ahora bien, el buen prelado doblemente se aflige por los subditos. Primero es la aflicción por la defensa de los subditos, y luego por sus desfallecimientos. Y esta doble aflicción la padeció el Apóstol. En cuanto a la primera dice: Fuera de estas cosas, que son exteriores, etc.; como si dijera: Fuera de todas las cosas que exteriormente padezco y sufro, más gravemente me angustia una interna aflicción, a saber, el cuidado de los subditos. Por lo cual dice: mis cuidados por todas las iglesias son grandes, y mucho aumentan porque mucho requieren. Marta, Marta, tú te afanas y acongojas en muchísimas cosas, etc. (Luc. 10,41). El que preside, sea con solicitud (Rm 12,8). La segunda aflicción la sufre por el desfallecimiento de los subditos, y esto doblemente, a saber, por carencia en lo espiritual, por lo cual dice: ¿Quién enferma y debilita en la fe y en el bien, que no enferme yo con é!? doliéndome en mi corazón por él como por mí mismo. Híceme flaco con los flacos por ganar a los flacos (1Co 9,22). ¿Quién dará agua a mi cabeza?, etc. (Jerem. 9,1). También por desfallecimiento corporal, por lo cual dice: ¿Quién es escandalizado con el mal de la pena, esto es, quién padece tribulaciones y yo no me requeme? con la llama de la compasión. Este es el fuego que el Señor vino a traer a la tierra (Luc. 12,49). Y considera que con razón usa del verbo quemarse porque la compasión procede del amor de Dios y del prójimo, el cual es un fuego que consume mientras mueve a remediar las miserias de los prójimos, y purifica por el afecto de compasión, por el cual se nos desata de nuestros pecados: porque la caridad de tal compasión cubre la multitud de los pecados. O bien de otra manera, porque a veces se mancha el hombre pecando por sí mismo, y entonces enferma; y a veces por un mal ejemplo de los demás, y entonces es escandalizado. ¡Ay de aquel hombre por quien viene el escándalo! (Mt 18,7 y Luc. i 7,1).

En seguida, cuando dice: Si es preciso gloriarse, etc., confirma algo de lo arriba dicho. O bien di que arriba se habla de los males que llevó hasta el fin de admirable manera; mas aquí en cuanto a los males que prudentemente evitó. Pero como el evitar los peligros que surgen por la fe parece ser propio de flaqueza, por eso primero adelanta que en las cosas que son de debilidad quiere gloriarse. Segundo, pronuncia un juramento para la confirmación de lo que debe decir: Dios y Padre, etc. Tercero, muestra el modo de librarse: En Damasco, etc. Así es que primero dice las cosas de que se gloría, si debe gloriarse, diciendo: Si, en lugar de porque, es preciso gloriarse, de las cosas que son de mi flaqueza me gloriaré; como si dijera: Otros se glorían de su linaje y en otras cosas mundanas. Hacen gaía de lo que es su desdoro (Ph. 3,19). Y yo también me veo obligado a gloriarme de ellas. Sin embargo, si es menester gloriarme, me gloriaré de mis flaquezas. Adelante dirá: En cuanto a mí, de nada me gloriaré sino de mis flaquezas, etc. (2Co 12,5). Segundo, agrega que no miente al invocar el testimonio divino a modo de juramento para que se le crea, diciendo: Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, etc. En lo cual hay tres cosas. Una por la que indujo al amor, pues dice: Dios (1Quién no te temerá?: Jerem. 9). Otra, por la que provocó al amor, por lo que dice: Padre (Toda dádiva, preciosa y todo don perfecto de arriba vienen: Sant. 1 „ 17). Si yo soy padre ¿dónde está la honra que me corresponde? (Malaq. 1,6). O bien, según otra versión, mi honor. La tercera, por la que mueve al respeto y la¡ alabanza, por lo cual dice: que es bendito por los siglos (Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo: 2Co 1,3). Así es que Este tan venerable, tan amable,, tan temible sabe que no miento, en lo que dije y diré. En la palabra que os he anunciado, nada ha habido del sí y del no (2Co 1,18).

En seguida, cuando dice: En Damasco, el etnarca,, etc., muestra cuántos males evitó, y esto en cierto especial peligro. En lo cual débese saber que el Apóstol primero empezó a predicar a Cristo en Damasco, donde yendo a aprehender a los Cristianos fue derribado y convertido a la fe. Por lo cual los Judíos recurrieron al etnarca de aquella ciudad, que estaba puesto allí por el rey Aretas, para aprehender a Pablo y matarlo. Por lo cual el etnarca hacía vigilar de día y de noche las puertas de la ciudad, como se dice en los Hechos 9,24. Mas los Cristianos de allí, queriendo salvar a Pablo, en una espuerta lo descolgaron muro abajo, y así se evadió. Así es que este modo de evasión lo menciona el Apóstol diciendo: Ciertamente no miento en esto que digo, ni en cuanto al modo; porque en Damasco el etnarca, que bajo el rey Aretas gobernaba al pueblo de Damasco, hacía vigilar, inducido por los Judíos, la ciudad de los damascenos, con el objeto de aprehenderme, y preso entregarme a los Judíos, para que yo ya no predicara; pero yo por una ventana fui descolgado muro abajo, y así escapé de sus manos, de las del etnarca. Y esto fue conforme al mandato del Señor que dijo: Cuando en una ciudad os persigan huid a otra (Mt 10,23). Y así Micol descolgó a David por una ventana para que no fuera cogido por Saúl (I Rey. 19,11-12). Así Rahab descolgó con una cuerda desde la ventana a los exploradores (Js. 2,15).

Objeción. Pero aquí se le objeta al Apóstol primeramente que parece que no confiaba suficientemente en el Señor, porque huyó.

Respuesta. Débese decir que mientras se cuente con el auxilio humano no debe el hombre atenerse al auxilio divino, porque esto sería tentar a Dios, sino que debe echar mano de aquél en cuanto le sea posible. Y al Apóstol de ninguna manera le faltaba el auxilio humano.

Objeción. Se objeta en segundo lugar que en Jn 10,12 se dice: Pero el mercenario y el que no es pastor en viendo venir al lobo huyen. Por lo que se ve que

Pablo no era buen pastor.

Respuesta. Débese decir que a veces se busca tan sólo a la persona del prelado, y a veces con el prelado a todo el pueblo. Así es que cuando se busca al prelado tan sólo, debe éste encomendar el gobierno a otro y ausentarse él. Y así lo hizo Pablo. Por lo cual dice la Glosa que aun cuando huyera, sin embargo tuvo cuidado de las ovejas, encomendándolas al buen Pastor que está en el Cielo, y salvándose él mismo por la fuga para bien de ellos. Mas cuando se busca a todo el rebaño, debe entonces prevalecer el bien y la salvación del rebaño sobre el bien corporal del pastor. Nótese también que hay cierta fuga por humildad, cuando alguien huye de los honores, como Cristo huyó al ver que querían hacerlo rey (Jn 6,15). Así como Saúl al ser elegido rey se escondió en su casa (I Rey. 10,22). Hay fugas por cautela o prudencia, cuando se huye de un peligro con el fin de guardarse para cosas mayores. Por esta razón Elias huyó de Jezabel (3 Rey. 19,3); y por eso mismo escapó el Apóstol de manos del etnarca.


Capítulo 12



44
(
2Co 12,1-2)

LECTIO 1: 1 Corintios 12,1-2

Enumerando los bienes que divinamente se le han concedido, habla de grandes revelaciones divinas.

1. Si es necesario gloriarse (aunque nada se gana), vendré a las visiones y revelaciones del Señor.
2. Sé que un hombre en Cristo- hace catorce años (si en el cuerpo o si fuera del cuerpo, no lo sé: sábelo Dios) fue arrebatado hasta el tercer cielo.

Habiéndose encomendado en cuanto a los males sufridos, aquí se recomienda el Apóstol mostrando la preeminencia de su dignidad en cuanto a los bienes divinamente recibidos. Su primera gloriación fue por flaquezas; ésta es por sus bienes. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero se encomia por los bienes divinamente recibidos; y luego se excusa por este encomio, que hace como obligado: estoy hecho un mentecato (2Co 12,2). Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero celebra la grandeza de los dones que le han sido concedidos por Dios; luego manifiesta el remedio de la flaqueza, remedio que se le ha concedido contra el peligro de la soberbia: Y para que la grandeza de las revelaciones no se desvanezca, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero señala el bien que divinamente se le ha concedido; luego muestra de qué manera se gloría de tal bien: De semejante hombre podré gloriarme, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, mostrar que esto se le concedió divinamente en general; la segunda, que en especial: Sé que un hombre, etc. Y el bien divinamente concedido al Apóstol son las revelaciones que divinamente se le hacen, y de éstas quiere aquí gloriarse. Por lo cual dice: Si es necesario gloriarse, esto es, por ser necesario gloriarse en atención a vosotros, sin embargo en cuanto a él mismo nada gana, porque quien se gloría del bien recibido cae en el peligro de perder lo que tiene. Se abren sus tesoros, los de las virtudes, por una vana jactancia, y vuelan las nubes a manera de aves (Eccli. 43,15). Y esto se ve en Ezequías (Is 39,2), cuando muestra los tesoros de la casa de Dios a los enviados del rey de Babilonia. Y aun cuando en general no se gana nada con gloriarse, sin embargo a veces por alguna causa especial puede el hombre gloriarse, como se desprende de lo ya dicho. Y por eso dice: Por ser necesario gloriarse, dejados los encomios por las flaquezas, vendré, encomiándome, a las visiones y revelaciones del Señor. En lo cual débese notar que hay una diferencia entre visión y revelación. Porque la revelación incluye la visión, y no a la inversa. Porque a veces se ven algunas cosas cuyo sentido y significación están ocultos al vidente, y entonces sólo hay visión. Así fue la visión del Faraón y la de Nabucodonosor (Dan. 2 y Gen. 41). Pero cuando con la visión se tiene la significación de las cosas que se ven, entonces hay revelación. De aquí que en cuanto al Faraón y a Nab.ucodonosor la visión de las espigas y de la estatua fue sólo visión; pero en cuanto a José y Daniel, que tuvieron la significación de las cosas vistas, fue revelación y profecía. Sin embargo, una y otra cosa, revelación y profecía, a veces ciertamente las hace Dios. Hay un Dios en el cielo que revela los misterios (Dan. 2,28). Yo soy el que te hablé por los profetas haciéndote ver muchas cosas venideras (Oseas 12,10). Quita el velo a mis ojos, etc. (Ps. 1 18, ¡8). Pero a veces las hace el maligno. Los profetas de Samaría profetizaban en nombre de Baal (Jerem. 23,13). Pues bien, el Apóstol tuvo tanta visión como revelación, porque las cosas secretas que vio las entendió plenamente por Dios, no por el espíritu malo. Por lo cual dice: vendré a las visiones y revelaciones del Señor. Ahora bien, por la revelación se levanta el velo. El velo puede ser doble. El uno por parte del vidente, y entonces es la infidelidad, o el pecado, o dureza de corazón, y de esto habló arriba: y así hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, cubre un velo su corazón (2Co 3,15). El otro es por parte de la cosa vista, cuando la cosa espiritual se le presenta a alguno bajo la figura de cosas sensibles, y este es el caso de Números 4,12, en que se dice que los sacerdotes les entregaban a los levitas los vasos del santuario envueltos en un paño, porque los más débiles no pueden captar las cosas espirituales en cuanto son en sí mismas. Por Jo cual el Señor les hablaba a las turbas en Parábolas (Mt 13,35).

En seguida el Apóstol habla de tales visionesy revelaciones en especial, refiriéndose a sí mismo como si fuera otra persona. Por lo cual dice: Sé que un hombre en Cristo, etc. Y habla de dos visiones. La primera comienza aquí, y la segunda comienza en aquello: Y sé que el mismo hombre en Cristo, etc. Ahora bien, acerca de la primera visión usa el Apóstol de cierta distinción. Porque dice que acerca de la tal revelación algo sabe, y algo ignora. Pues dice saber tres cosas, a saber la condición del vidente, y de aquí que Sé que un hombre en Cristo; el tiempo de la visión, porque fue hace catorce años; y la altura de la visión, porque fue arrebatado hasta el tercer cielo. Pero dice que ignora la situación del vidente, porque si en el cuerpo o si fuera del cuerpo, no lo sé. Veamos, por lo tanto, las cosas que sabe para que de lo conocido podamos llegar más fácilmente a lo desconocido.

Y primero la condición del vidente, la cual es laudable, porque fue en Cristo, esto es, conforme a Cristo.

Objeción. En Cristo nadie está sino quien tenga la caridad, porque en 1 Juan 4,16 se dice: El que permanece en la caridad en Dios permanece. Luego sabía que poseía la caridad, lo cual es contra aquello: No sabe el. hombre si es digno de amor o de odio.

Respuesta. El estar en Cristo puédese entender de dos maneras. De una, por la fe y por el sacramento de la fe, según aquello del Apóstol (Gal. 3,27): Todos los que habéis sido bautizados en Cristo estáis revestidos de Cristo, a saber, por la fe y por el sacramento de la fe. Y el Apóstol sabía que de esta manera estaba en Cristo. De la otra, se dice que alguien está en Cristo por la caridad, y así nadie sabe con absoluta certeza si está en Cristo, si no es por ciertas pruebas y señales, en cuanto se siente dispuesto y unido a Cristo; y así, de ningún modo, ni por la muerte, consentiría en separarse de El. Y esto lo sabía de sí mismo el Apóstol al decir: Estoy cierro de que ni la muerte, ni la vida, etc., podrá jamás apartarnos del amor de Dios (Rm 8,38). Así es que pudo tener las señales de que estaba en la caridad de Cristo.

En segundo lugar el tiempo de la visión, que fue el real, porque fue hace catorce años, porque catorce años habían transcurrido desde el momento en que viera la visión hasta el momento en que escribió esta Epístola. Porque cuando escribió esta Epístola, aún no era1 puesto el Apóstol en la cárcel. Y así se ve que fue alrededor del principio del 1mperio de Nerón, por el cual fue muerto después de mucho tiempo. De aquí que si computamos los años que transcurren desde el principio del 1mperio de Nerón hasta los catorce años, claramente se ve que el Apóstol tuvo estas visiones al principio de su conversión. Porque fue convertido por Cristo mismo en el año en que Cristo padeció. Ahora bien, Cristo padeció alrededor del final de Tiberio César, a quien una vez muerto le sucedió el emperador Cayo, quien vivió cuatro años, después del cual fue hecho emperador Nerón. Y así, entre Tiberio y Nerón transcurrieron cuatro años. Y así, añadidos a dos años del tiempo de Tiberio, porque aún no moría éste cuando Pablo fue convertido, y ocho del tiempo de Nerón, que transcurrieran hasta el tiempo en que escribió esta Epístola, resulta que desde el tiempo de su conversión hasta el momento en que escribió esta Epístola fueron catorce años. Por lo cual algunos dicen con gran probabilidad que el Apóstol tuvo estas visiones en aquel triduo en que habiendo sido derribado por el Señor permaneció sin ver, ni comer ni beber (Ac 9,9). Y conmemora el Apóstol el tiempo de su conversión para mostrar que si en el momento de su conversión le fue tan grato a Cristo que tales cosas le mostrara, cuánto más le sería después de catorce años, habiendo adelantado tanto en autoridad en Dios como en virtudes y gracia.

Veamos en tercer lugar la altura de la visión, que ciertamente es excelsa, porque fue arrebatado hasta el tercer cielo. Pero débese saber que una cosa es ser robado y otra el ser raptado. Se roba una cosa propiamente cuando le es sustraída a alguien ocultamente. De aquí que decía José (Gen. 40,15): Furtivamente fui arrebatado. Y ser raptado se dice de lo que súbitamente y por violencia es quitado. Como un torrente a "toda prisa, esto es, súbita y rápidamente, pasa por las cañadas (Jb 6,15). De aquí es que a los salteadores despojan con violencia se les llama raptores.

Pero ten en cuenta que de un hombre se dice que es arrebatado por hombres, como Enoc. Fue arrebatado para que la malicia no alterase su modo de pensar (Sg 4,2). A veces el alma es arrebatada del cuerpo, ¡insensato! esta misma noche se te ha de arrebatar el alma, etc. (Luc. 12,20). A veces se dice que alguien es arrebatado de sí mismo, cuando por alguna causa el hombre sale de sí mismo, y esto es lo mismo que el éxtasis. Pero también sale el hombre de sí mismo tanto por una facultad de apetencia como por una cognoscitiva. Porque por la apetitiva el hombre está sólo en sí mismo cuando cuida tan sólo de lo suyo. Y sale de sí mismo cuando no cuida de lo suyo sino de ¡o que es para el bien de otros, y esto es lo que hace la caridad. La candad no busca lo que es de uno mismo (1Co 13,5). Y de este éxtasis dice Dionisio (cap. 4 De Div. Nom.): El amor divino produce el éxtasis no dejando que el amante sea de sí mismo, sino de los amantes, o sea, de las cosas amadas. Y según la facultad cognoscitiva sale uno de sí mismo cuando fuera del natural modo del hombre se eleva para ver algo, y es de este rapto del que habla aquí el Apóstol.

Pero débese saber que el modo natural del humane? conocimiento es que conozca a la vez por la vía mental, la cual es el entendimiento, y por la vía corporal, que es el sentido. De aquí que al conocer no tiene el! hombre el libre fuicio del entendimiento sino teniendo los sentidos bien dispuestos en su ejercicio sin ningún impedimento que los ligue; de otro modo, estando impedidos, también el juicio del entendimiento está impedido, como es patente en los que duermen. Así es que el hombre está fuera de sí mismo según la facultad cognoscitiva cuando es sacado de esa natural disposición de conocimiento, lo cual es para que el entendimiento, liberado del uso de los sentidos y de las cosas sensibles, se mueva a ver otras cosas. Lo cual ocurre ciertamente de dos maneras: la una por defecto de la facultad, de cualquier parte que ocurra tal defecto, como sucede con los frenéticos y otros alienados, y esta falta de los sentidos no es una elevación del hombre sino1 más bien una depresión, puesto que decae el;< poder de ellos. De otro modo por virtud divina, y entonces sí hay propiamente elevación, porque asimilándose el agente al paciente, el no uso de los sentidos que es debido a la virtud divina y que está por encima del hombre, es algo más alto de lo que sea la naturaleza del hombre. Por lo cual el rapto entendido así se define de esta manera: El rapto es la elevación por una fuerza de naturaleza superior, de lo que es según la naturaleza a lo que está por encima de la naturaleza. En esta definición distinguimos el género con la palabra elevación; la causa eficiente, porque es por una fuerza de naturaleza superior; y los dos términos def movimiento, a saber, el a quo -desde el cual- y el in quem -al cual- con decir de lo que es según la naturaleza a lo que está por encima de la naturaleza. Y esto es patente en el rapto.

De su término se colige el rapto, a saber, ad quem -hacia qué-, con decir: hasta el tercer cielo. Y débese notar que tercer cielo se entiende triplemente. De un modo, según las cosas que están por debajo del alma; de otro modo, según las cosas que hay en el alma; del tercer modo según las cosas que están por encima del alma. Por debajo del alma están todos los cuerpos, como dice Agustín en el libro De Vera Religione. Y así podemos entender un triple cielo corpóreo, a saber, el aéreo, el sidéreo y el empíreo. Y de este modo se dice que el Apóstol fue raptado hasta el tercer cielo, esto es, hasta ver las cosas que están en el cielo empíreo, "no para vivir allí, porque si así fuere sabría si estuvo en el cuerpo o si fuera del cuerpo. O bien, según el Damasceno, quien no habla del cielo empíreo, podemos decir que el tercer cielo, al cual fue raptado el Apóstol, está por encima de la octava esfera, de modo que viera claramente las cosas que están por encima de toda naturaleza corporal. Mas si por cielo entendemos ¡las cosas que están en la propia alma, así debemos decir que el cielo es cierta altura de conocimiento, la cual excede al natural conocimiento humano.

Ahora bien, hay una triple visión, a saber, corporal, por la cual vemos y conocemos las cosas corporales; o imaginaria, por la cual vemos las semejanzas de los cuerpos; e intelectual, por la cual conocemos las naturalezas de las cosas en sí mismas. Porque propiamente el objeto del entendimiento es el ser. Y si tales visiones se tienen conforme al modo natural, por ejemplo, si veo algo sensible, si imagino algo primeramente visto, si entiendo por imágenes, no se pueden llamar cielo. Pero cualquiera de estas cosas se dice cielo cuando se da por encima de la facultad natural del humano conocimiento, por ejemplo, si ves algo con los ojos corporales por encima de la capacidad de la naturaleza, de esta manera eres raptado al primer cielo. Tal como Baltasar fue raptado viendo la mano que escribía en la pared, como se dice en Daniel 5,5. Y si eres elevado por medio de la imaginación o por la mente a algo que es de conocerse sobrenaturalmente, de esta manera eres raptado al segundo cielo. Así fue raptado Pedro cuando vio el mantel que bajaba del cielo, como se dice en Hechos 10,1 1 -12. Pero si alguien viere esas mismas cosas inteligibles y sus naturalezas no mediante algo sensible ni mediante imágenes, así sería raptado hasta el tercer cielo.

Pero débese saber que ser raptado al primer cielo es ser desprendido de los sentidos corporales. Por lo cual, como nadie puede desprenderse totalmente de los sentidos corpóreos, es claro que nadie puede decir absolutamente que sea raptado al primer cielo, sino relativamente, en cuanto a veces ocurre que alguien sea de tal manera aplicado a un solo sentido que se le retira de la acción de los demás. Ser raptado al segundo cielo es que alguien sea apartado del sentido para ver algunas cosas imaginables, por lo que tales visiones se han efectuado siempre en éxtasis. Y por eso (Ac 10,11-12), cuando Pedro vio el mantel se dice que esto ocurrió en un éxtasis. Y Pablo dice haber sido raptado al tercer cielo porque de tal manera fue desprendido de los sentidos y elevado por encima de todas las cosas corporales, que vio las cosas inteligibles limpias y puras, de la manera como las ven los ángeles y el alma separada, y, lo que es más, al mismo Dios por esencia, como expresamente dice Agustín en su comentario sobre el Génesis y en la Glosa y a Paulino en el libro De Videndo Deum. Ni tampoco es probable que Moisés, ministro del Antiguo Testamento para los Judíos, viese a Dios, y el ministro del Nuevo Testamento para los Gentiles, y doctor de los Gentiles, estuviese privado de este don. Por lo cual dice él mismo: Porque si el ministerio de la ley de condenación fue acompañado de tanta gloria, mucho más glorioso es el ministerio de la justicia (2Co 3,9). Y consta que Moisés vio a Dios por esencia. Porque él mismo se lo pidió a Dios: Muéstrame tu rostro para que yo te conozca (Ex. 33,13). Y aun cuando entonces se le negara, sin embargo no se dice que finalmente se lo negara el Señor. Por esta razón dice Agustín que se le concedió según esto que dice el Libro de los Números (12,6-8): Si hubiere entre vosotros algún profeta del Señor Yo me apareceré a él en visión, etc. Pero no así a mi siervo Moisés, etc., porque Yo a él le hablo boca a boca, y él ve claramente al Señor, y no por enigmas o figuras. Pero ¿acaso podría ocurrirle a Pablo que sin ser raptado viese a Dios? Débese decir que no. Porque es imposible que Dios sea visto en esta vida por un hombre no enajenado de los sentidos, porque ninguna imagen, ningún fantasma es un medio suficiente para mostrar la esencia de Dios, por lo cual es necesario que sea apartado y alienado de los sentidos.

De un tercer modo débese entender la palabra cielo: según las cosas que están por encima del alma, y así un triple cielo es una triple jerarquía de los ángeles, y según esto el Apóstol fue raptado hasta el tercer cielo, esto es, para que viera la esencia de Dios tan claramente como la ven los ángeles de la superior y primera jerarquía, que de tal manera ven a Dios que inmediatamente en el mismo Dios reciben iluminaciones y conocen los divinos misterios.

Y así vio Pablo. Así es que vio la esencia de Dios como los ángeles de la jerarquía superior; luego bien se ve que el Apóstol ya era bienaventurado, y por lo tanto inmortal. Pero respondo que aun cuando haya visto a Dios por esencia, sin embargo no fue bienaventurado absolutamente hablando sino tan sólo relativamente.

Ahora bien, es de saberse que la visión de Dios por esencia se hace por cierta luz, a saber, por la luz de la gloria, de la cual se dice en el Salmo 35,10: En tu luz veremos la luz. Pero hay luz que se comunica a alguien por modo de pasión, a otros por manera de forma inherente, así como la luz del sol se encuentra en el carbunclo y en las estrellas, como forma inherente, esto es, hecha connatural; pero en el aire se encuentra como forma transitiva, y no permanente, porque pasa, salida del sol. De manera semejante también la luz de la gloria de dos maneras se infunde en la mente. De la una, a modo de forma connatural hecha y permanente, y así hace a la mente absolutamente bienaventurada. Y de este modo se les infunde a los bienaventurados en la patria, por lo cual se les llama comprehensores, y así yo les llamo también visores. De la otra manera, la luz de la gloria toca la mente humana como una pasión transitiva, y así la mente de Pablo fue ilustrada en el rapto por la luz de la gloria. De aquí que el mismo nombre de rapto muestra que éste sucede de manera transitiva; y por esto no fue absolutamente glorificado, ni poseyó la dote de la gloria, por no haber sido hecha su propiedad aquella claridad. Y por lo mismo no se derivó del alma al cuerpo, ni permaneció perpetuamente en aquel estado. Por lo cual en el rapto sólo tuvo el acto de bienaventurado, pero no fue bienaventurado. Y así por esto es claro que conoció el Apóstol en su rapto, a saber, la condición del vidente, el tiempo de la visión y la altura de la visión. Se sigue qué no conoció, a saber, si estaba en el cuerpo o fuera del cuerpo, lo cual sin embargo dice que Dios lo sabía. Por lo cual dice: Si en el cuerpo o si Fuera del cuerpo, no lo sé: sábelo Dios; lo cual algunos lo quisieron entender como si el rapto se refiriera al cuerpo, pues dicen que el Apóstol dice no saber él, no si el alma estuviese unida al cuerpo en aquel rapto o no; sino si el rapto fue según el alma y el cuerpo a la vez, para a la vez corporalmente ser llevado al cielo, tal como fue transportado Habacuc a Babilonia (Dan. 14,35); o si según el alma tan sólo estuvo en las visiones de Dios, como se dice en Ezeq. 8,3: En visión me llevó a tierra de Je* rusalén. Y así fue como lo entendieron algunos Judíos, y ¡o dice Jerónimo en su prólogo sobre Daniel, donde dice: En consecuencia nuestro Apóstol dice que no se atreve a afirmar haber sido raptado en el cuerpo, sino que dice: si en el cuerpo, etc. Pero este sentido lo reprueba sobre todo Agustín (II super Gen. ad. litt.), por no concordar con otras palabras del Apóstol. Porque el Apóstol dice haber sido raptado hasta el tercer cielo; así es que supo con certeza que aquello era el verdadero cielo. Así es que supo si aquel cielo era corpóreo o incorpóreo, o sea, cosa incorpórea. Pero aunque fuese incorpóreo, supo que corporalmente no pudo ser raptado hasta allí, porque en una cosa incorpórea no puede estar un cuerpo. Y si fue corpóreo supo que no estuvo allí el alma sin el cuerpo, porque el alma unida al cuerpo no puede estar en un lugar donde no esté el cuerpo, a no ser que cielo incorpóreo se diga a semejanza de cielo corpóreo. Pero si así es, el Apóstol no diría que sabe que fue raptado al tercer cielo, esto es, a una semejanza de cielo, porque con igualdad de razón se podría decir que fue raptado en el cuerpo, esto es, en semejanza de cuerpo.

Así es que débese decir, según Agustín, que la divina esencia nadie que esté en esta vida y que viva en este cuerpo mortal la puede ver. Por lo cual dice el Señor: No me verá hombre ninguno sin morir (Ex. 33, .20), esto es, ningún hombre me verá, a no ser que esté totalmente separado del cuerpo, de modo que su alma no esté implantada en el cuerpo como forma, o bien que si está allí implantada como forma, sin embargo su mente ciertamente en tal visión esté totalmente enajenada de los sentidos. Por lo cual débese decir que el Apóstol dice no saber si en aquella visión su alma estuvo totalmente separada del cuerpo; por lo cual dice: o si fuera del cuerpo, o bien si su alma permanecía en el cuerpo, como forma, y su mente sin embargo estaba apartada de los sentidos corpóreos. Por lo cual dice: si en el cuerpo. Y esto también otros lo conceden.



45
(
2Co 12,3-6)

LECTIO 2: 1 Corintios 12,3-6

Enumera lo que vio en el segundo rapto, y señala la excelencia del rapto.

3. Y sé que el mismo hombre (si en el cuerpo o si fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe),
4. fue arrebatado al paraíso, y oyó inefables palabras, que no le es posible a un hombre proferir.
5. De ese tal me gloriaré, mas en cuanto a mí de nada me gloriaré, sino de mis flaquezas.
6. Y si quisiese gloriarme, no sería imprudente, porque diría la verdad. Pero me abstengo, no sea que alguien me aprecie por encima de lo que ve en mí o de lo que de mí oye.

Habiendo hablado del primer rapto, en seguida habla del segundo. Y hace dos cosas: Primero confiesa eí rapto; luego señala su excelencia: oyó inefabjes palabras, etc. Y débese notar que la Glosa dice que este rapto es distinto del primero. Y si bien se considera,, dos veces se lee acerca del Apóstol algo a lo que estos dos raptos pueden referirse. Porque en Hechos 9,9 se lee de él que tres días estuvo sin ver y sin comer nada, ni beber, y a esto se puede referir el primer rapto, a saber, que entonces fue el rapto hasta el tercer cielo. Pero en Hechos 22,1 7 se lee que en el templo fue arrebatado en éxtasis, y a esto se refiere este segundo rapto.

Pero esto no parece verosímil, porque cuando fue arrebatado en éxtasis, ya había sido puesto en la cárcel el Apóstol; y esta epístola la escribió el Apóstol mucho tiempo antes, de modo que primero fue escrita esta epístola que haber estado en éxtasis el Apóstol. Por lo cual débese decir que este rapto difiere del primero en cuanto a aquello a lo que fue raptado. Porque en el primero fue raptado al tercer cielo; y en el; segundo al paraíso de Dios.

Y si alguien entendiera el tercer cielo corporalmente, según la primera acepción de los cielos puesta arriba, o bien si fuese la visión imaginaria, podríase de manera semejante hablar de paraíso corporal, para decir que había sido raptado al paraíso terrenal; pero esto es contra lo que entiende Agustín, conforme al cual decimos que fue raptado al tercer cielo, esto es, a la visión de los inteligibles, en cuanto en sí mismos y en sus propias naturalezas se ven, como está dicho arriba. De aquí que según esto conviene no entender por cielo una cosa, ni por paraíso otra cosa, sino uno solo y el mismo por una y otra cosa, a saber, la gloria de los santos, pero según razones distintas. Porque cielo se llama a cierta altura con claridad, y paraíso a cierta alegre suavidad. Ahora bien, en los santos bienaventurados y en los ángeles que ven a Dios se dan excelentemente estas dos cosas, porque en ellos hay excelentísima claridad, en la cual ven a Dios, y una suma suavidad, con la que de Dios gozan. Y por eso se dice que están en el cielo en cuanto a claridad, y en el paraíso en cuanto a suavidad. Lo veréis y os regocijaréis (Is 66,14). Así es que una y otra cosa fue concedida al Apóstol, para ser levantado a aquella altísima claridad del conocimiento, y esto lo significa diciendo: al paraíso. - ¡Oh, cuan grande es, Señor, la abundancia de la dulzura que tienes reservada para los que te temen! (Ps. 30,20). Al que venciere daréle yo un maná recóndito, etc. (Ap 2,17). - Y esta dulzura es el gozo de la divina fruición, de la cual se dice en Mateo 25,21: Ven a tomar parte en el gozo de tu Señor. Así es que de esta manera se ve claro el término del rapto, porque es el paraíso, esto es, en la dulzura que sin fin reciben los que están en la celestial Jerusalén.

Sigue a continuación la excelencia del mismo rapto, porque oyó inefables palabras que no le es posible a un hombre proferir. Y esto se puede explicar de dos maneras. De la una, el a un hombre se liga con posible y proferir; y el sentido es: oyó inefables palabras, esto es, percibió con íntimo conocimiento la secreta esencía de Dios como por palabras, palabras que no le es posible al hombre decir. De otro modo, el al hombre se liga solamente con no le es posible, y entonces el sentido es: Oyó palabras, etc., palabras que no le es posible al hombre decir, a saber al hombre imperfecto. Mas débese saber que según Agustín, Pablo fue raptado para ver la esencia divina, la cual no se puede ver mediante ninguna semejanza creada. De aquí que es claro que lo que Pablo vio de la esencia divina ninguna lengua humana lo puede decir, pues de otra manera Dios no sería incomprensible. Por lo cual según la primera exposición débese decir: Oyó, esto es, consideró inefables palabras, esto es, la magnificencia de la divinidad, la cual ningún hombre puede manifestar; mas dice oyó en lugar de vio, porque la consideración aquella fue según un acto interior del alma, en el cual lo mismo es oído y visto, según lo que se dice en Números 12,8: Porque yo a él le hablo boca a boca, y él ve claramente al Señor. Y a la consideración aquella se le llama visión, en cuanto Dios se ve en esto, y palabra, en cuanto con ella misma es instruido el hombre en las cosas divinas. Y como tales cosas espirituales no pueden ser declaradas a los simples ni a los imperfectos, sino a los perfectos, según lo que se dice en 1Co 2,6: Enseñamos sabiduría entre los perfectos; por eso de un segundo modo se explica que las cosas secretas, que allí oyó, no me es posible, no me es lícito decirlas al hombre, esto es, a los imperfectos, sino a los espirituales, entre los cuales enseñamos la sabiduría. Gloria es de Dios el cubrir con un velo su palabra (Pr 25,2), o sea que esto mismo, la necesidad de cubrir con velo las maravillas de Dios, corresponde a la gloria de Dios. Dice el Salmo según la traducción de Jerónimo: Calle para ti la alabanza, Dios, esto es: que Dios es incomprensible con nuestras palabras.

En seguida, cuando dice: de ese tal me gloriaré, etc., muestra cómo es su relación con la gloria. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero muestra que no se gloría de tales revelaciones; segundo, insinúa tener algo tuera de aquello por lo que podría gloriarse: y si quisiera, etc.; tercero, indica la causa por la que no se gloría de todo: pero me abstengo, no sea que alguien, etc. Acerca de lo primero débese saber que el De ese tal me gloriaré, etc., se puede leer de dos maneras. De la una, el Apóstol muestra ser él mismo por el cual se gloría, por ser él mismo quien vio las dichas visiones; de la otra, muestra que fue otro quien vio las visiones.

Porque débese saber que en el hombre puédense considerar dos cosas, a saber, el don de Dios y la humana condición. Así es que si alguien se gloría por algún don de Dios, como de Dios recibido, esa es buena gloriación, porque así se gloría en el Señor, como está dicho arriba (cap. X). Pero si se gloría de ese don como por sí mismo poseído, entonces es mala tal gloriación. ¿Qué cosa tienes que no la hayas recibido? Y si lo que tienes lo has recibido ¿de qué te jactas como si no lo hubieses recibido? (1Co 4,7). Así es que según esto dice el Apóstol: Por eso, por las visiones y dones de Dios que se me han concedido, me gloriaré. Mas en cuanto a mí no, esto es, no me gloriaré por eso, como por mí recibido, porque de Dios lo tuve; pero si en cuanto a mí hay que gloriarse, de nada me gloriaré, sino de mis flaquezas, o sea, que no tengo de qué pueda gloriarme, sino es de mi flaca condición. Pero si se explica de modo que muestre que otro fue quien vio, aunque sea él mismo, entonces el sentido es como si se hablara de algún otro, diciendo: De ese tal me gloriará, esto es, por aquel hombre que esto vio y que estos dones recibió, me gloriaré; mas en cuanto a mí, como si quisiera manifestar ser yo ese tal, en nada me gloriaré, sino de mis flaquezas, esto es, de las tribulaciones que padezco. Pero como se le podría decir: Oh, Apóstol, no es de admirar que no te gloríes, porque nada tienes de qué gloriarte, el Apóstol muestra que aun fuera de las dichas visiones tiene algo de lo que podría gloriarse, diciendo: Aun cuando de tal hombre me gloríe, y no de mí, sin embargo también por mí puedo muy bien gloriarme; porque si quisiese gloriarme, etc., o bien por tales tribulaciones, o bien por otras cosas que se me han concedido por Dios, o también por las flaquezas, no sería imprudente, esto es, no obraría neciamente. Y porque diría la verdad sobre otras cosas, de las que, fuera de las dichas visiones, podría gloriarme. Mas dice: no sería imprudente, porque se gloriaría de las cosas que tenía. Porque cuando alguien se gloría de cosas que no tiene, neciamente se gloría. Porque dices: yo soy rico, y de nada carezco, y no sabes que eres un desdichado, etc. (Ap 3,17). Y porque se gloriaba por motivos suficientes, como por lo predicho es manifiesto.

Mas en seguida, cuando dice: Pero me abstengo, etc., muestra la razón por la que no se gloría de todo lo que podría gloriarse, y la razón es que se abstiene de ello. Por lo cual dice: Pero me abstengo, etc.; como si dijera: Podría gloriarme de otras muchas cosas, pero me abstengo, esto es, me glorío sobriamente, o bien me abstengo al recomendarme a vosotros, no queriendo seros pesado. Porque tales cosas me concedió Dios, que si las supierais, me consideraríais mucho más grande, y éstas son muchos dones gratuitos que tenía el Apóstol. Por ellas las gentes de este mundo suelen alabar más a los hombres y considerarlos más grandes que si gustosos obraran. Por lo cual dice: No quiero ser recomendado por las cosas gratuitas; y por eso me abstengo, esto es, no me glorío. Y ¿por qué? No sea que alguien aprecie que me encomio o me glorío por encima de lo que ve, etc. O bien de otra manera: Al hombre se le conoce por dos cosas, por su conducta y por su doctrina; y el Apóstol no quería decir de sí mismo, aunque podría, nada que excediera o su vida o su doctrina. Y por eso: Me abstengo, no sea que alguien me aprecie, crea que soy, por encima de lo que ve en mi conducta exterior, o de lo que oye de mí, esto es, de la doctrina de la predicación, y de la exhortación, y de mis instrucciones, no fuera a ser que lo creyeran o inmortal o ángel. El varón prudente callará (Pr 2,12). El insensato habla luego cuanto en su pecho tiene; pero el que es sabio no se apresura, etc. (Pr 29,1 1). O bien dice: Pero me abstengo, etc., en atención a mis detractores, es decir, a los falsos apóstoles, que decían que él se gloriaba por arrogancia, y no con razón, ni por algo que él mismo tuviera. Y por eso dice: Pero me abstengo, esto es, sobriamente me glorío, no sea que alguno de los falsos juzgue que me excedo por espíritu de arrogancia, por encima de aquello, esto es, de aquello que ve en mí u oye de mí, esto es, por encima de lo que podría yo merecer. ¡Oh Señor, no se ha engreído mi corazón, ni mis olos se han mostrado altivos, etc. (Ps. 130,1). Cuanto más grande fueres tanto más debes humillarte, etc. (Eccli. 3,20).


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Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 43