Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 46

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2Co 12,7-10)

LECTIO 3: 1 Corintios 12,7-10

Habla del antídoto dado a Pablo, no fuera a ser que por el rapto se envaneciera: y fue una flaqueza en la carne, acerca de la cual, aun cuando ora, sin embargo no es oído.

7. Y para que la grandeza de las revelaciones no me desvanezca se me ha dado un aguijón de mi carne, ángel de Satanás, que me abofetee.
8. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí.
9. Pero El me dijo: Mi gracia te basta. Pues la fuerza se perfecciona en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto me gloriaré en mis flaquezas, para que la fuerza de Cristo habite en mí.
10. Por cuya causa me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por Cristo. Porque cuando soy débil entonces soy fuerte.

Aquí trata del remedio que se le dio contra la soberbia. Y acerca de esto hace tres cosas. La primera, indicar el remedio que se le dio; la segunda, manifestar su petición de que tal remedio se le retirara: Por este .motivo tres veces rogué, etc.; la tercera, decirnos la respuesta del Señor revelando la razón del remedio aplicado: Pero El me d¡¡o, etc. Acerca de lo primero débese saber que ordinariamente el médico experto procura y permite que le sobrevenga al enfermo una enfermedad menor para curar la mayor o para evitarla; así como para curar de espasmo procura que haya fiebre; muestra que evidentemente esto ha sido hecha en él, en el bienaventurado Apóstol, por el médico de las almas, nuestro Señor Jesucristo. Porque Cristo, como máximo médico de las almas, para curar las graves enfermedades del alma, permite que sus elegidos searr afligidos por muchas y graves enfermedades del cuerpo, y, lo que es más, para curar de los pecados mayores, permite caer en los menores, y aun en los mortales. Ahora bien, entre todos los pecados el más grave es la soberbia. Porque así como la caridad es la raíz y el principio de todas las virtudes, así también la soberbia es la raíz y el principio de todos los vicios. El primer origen de todo pecado es la soberbia (Eccli. 10,15). Lo cual es claro de esta manera: porque se dice que la caridad es la raíz de todas las virtudes porque une a Dios, quien es el último fin. De aquí que así como el fin es el principio de cuanto se puede obrar, así también la caridad es el principio de todas las virtudes. Ahora bien, la soberBia aparta de Dios. Porque la soberbia es el apetito desordenado de la propia excelencia. Porque si alguien apetece alguna excelencia debajo de Dios, si moderadamente apetece y en atención a un bien, la puede tener; mas si no es dentro del debido orden, puede ciertamente incurrir en otros vicios,. a saber, ei de ambición, el de avaricia, o el de la vanagloria, y otros semejantes; sin que haya sin embargo propiamente soberbia, si no es cuando alguien apetecela excelencia sin ordenarla a Dios. Por lo cual la soberbia propiamente dicha separa de Dios, y es la raíz de todos los vicios y el peor de todos, por lo cual Dios resiste a los soberbios, como se dice en Santiago 4,6.. Y como en los bienes está de manera máxima la materia de tal vicio, el de la soberbia, porque su materia es el bien, a veces permite Dios que sus elegidos ser vean privados, por alguna parte suya, por enfermedad, o por algún defecto, y aun a veces por un pecado mortal, de tal bien, para que así por este motivo se humillen cuanto por aquella flaqueza no se ensoberbezcan, y así humillado reconozca el hombre que no puede mantenerse de pie con sus solas fuerzas. Por lo cual se dice en Romanos 8,28: Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, etc., no ciertamente por el pecado de ellos, sino por la ordenación de Dios. Así es como el Apóstol tenía una grande materia por !la cual ensoberbecerse, tanto en cuanto a la especial ^elección por la que fue escogido por Dios (Vaso de elección es, etc.: Hechos 9,15); como en cuanto al conocimiento de los secretos de Dios, porque dice que fue raptado al tercer cielo y al paraíso, donde oyó inefables palabras que no le es posible al hombre proferir; como también en cuanto al aguante de los males, porque en cárceles mucho más, en azotes sin medida, etc., tres veces con vara fui azotado, etc. (2Co ,1 1,23-25); y también en cuanto a la virginal integridad, porque quisiera que todos fueseis como yo mismo (1Co 7,7); y en cuanto a la ejecución de obras buenas, porque más que todos he trabajado (1Co 15,10); y especialmente en cuanto a la máxima ciencia en la que sobresalió, la cual especialmente infla: por todo esto Dios le proporcionó el remedio, no fuera a ser que se levantara con soberbia. Y esto lo dice así: Y para que la grandeza de la revelación que se me hizo no me desvanezca en soberbia. No te dejes llevar de pensamientos altivos a modo de toro, etc. (Eccli. 6,2). No b¡en fui ensalzado, cuando me vi humillado y abatido (Ps. 87,16). Y dice, para mostrar que a él le fueron hechas las predichas revelaciones: se me ha dado un aguijón, esto «es, para mi provecho y humillación. Dice Job 30,22:

Me ensalzaste, y como que me pusiste sobre el aire" para estrellarme más reciamente. Se me ha dado, digo, un aguijón que atormenta mi cuerpo con una flaqueza del mismo cuerpo, para que el alma sane; porque literalmente se dice que fue vehementemente afligido por un dolor iliaco. O bien un aguijón de mi carne, esto es, de la levantisca concupiscencia de mi carne, por la cual era duramente atacado. Cuando yo quiero hacer el bien, me encuentro con una ley, porque el mal está pegado a mí; de aquí es que me complazco en la ley de Dios, etc. (Rm 7,21-22). De aquí que Agustín dice que en sí mismo tenía movimientos de concupiscencia, los cuales refrenaba sin embargo con la divina gracia. Este aguijón, digo, es un ángel de satanás, esto es, un ángel maligno.

Ahora bien, ese ángel o es enviado de Dios o permitido, pero es de satanás, porque la intención de satanás es que se rebele; y la de Dios es que se humille y quede aprobado. Tema el pecador, puesto que siendo el Apóstol vaso de elección no estaba seguro. Ahora bien, el Apóstol trabajaba por librarse haciendo a un. lado tal aguijón. Y por ese objeto oraba. Y esto lo agrega así: por este motivo tres veces rogué, etc. En lo cual débese saber que ignorando el enfermo el método del médico que aplica un mordente emplasto, le ruega que lo quite; y que sabiendo el médico la razón de su proceder, a saber, para obtener la salud, no atiende el deseo del peticionario, más cuidadoso de su provecho. Y así el Apóstol, sintiendo que el aguijón lo mortificaba demasiado, al médico único le pidió auxilio para que se lo quitara. Por tres veces de manera expresa y devotamente rogó que el Señor lo librara del aguijón-aquel. No sabiendo lo que debamos hacer, etc. (2 Paral. 20,12). Quizá pidió esto muchas veces, pero de manera expresa y vehemente tres veces lo pidió, o bien por tres veces, esto es, muchas. Porque el tres es número perfecto. Y en verdad que se le debe rogar, porque El mismo hiere y cura (Jb 5,18). Orad para que no caigáis en tentación (Luc. 22,40). Sigue la respuesta del Señor: Pero El me dijo: etc. En lo cual hace dos cosas. Primero indica la respuesta del Señor; luego, da la razón de la respuesta: Pues la fuerza, etc. Así es que dice: Yo rogué, pero el Señor me dijo: Mi gracia te basta; como si dijera: No necesitas que la flaqueza del cuerpo se te retire, porque no es peligrosa: porque no irás a dar a la impaciencia confortándote mi gracia; ni siquiera la flaqueza de la concupiscencia, porque no te arrastra al pecado, puesto que mi gracia te protege. Siendo justificados gratuitamente, etc. (Rm 3,24). Y ciertamente basta la gracia de Dios para evitar los males, para obrar el bien y para conseguir la vida eterna. Por la gracia de Dios soy lo que soy (1Co 15,10). La vida eterna es una gracia de Dios (Rm 6,23).

Objeción. Pero en contra esté lo que se dice en Jn 15,16: Cualquiera cosa que pidiereis al Padre en mi nombre os la concederé. Así es que o Pablo pidió discretamente, y entonces debió ser oído; o indiscretamente, y entonces pecó.

Respuesta. Débese decir que acerca de una sola y la misma cosa puede el hombre hablar de dos maneras. De la una, en cuanto a sí misma y según la naturaleza de esa cosa; de la otra, conforme al orden a otra cosa. Y así ocurre que lo que es malo en sí mismo y debe ser evitado, según se ordene a otra cosa es apetecible; así como una poción en sí misma es amarga y débese evitar; y sin embargo quien la considera en cuanto está ordenada a la salud la apetece.

Así es que igualmente, el aguijón de la carne en sí mismo es de evitarse como aflictivo; pero en cuanto es el camino de la virtud y ejercicio de la virtud es de apetecerse. Ahora bien, como aún no le era revelado al Apóstol aquel secreto de la divina providencia, de que redundaría en provecho suyo, lo consideraba pernicioso en sí mismo, por lo cual pedía que se le quitara, sin que por ello pecara; pero Dios, que ordenaba aquello para el bien de su humildad, no lo oyó en cuanto a su deseo; y sabiéndolo después el Apóstol se gloriaba diciendo: me complazco en mis flaquezas, etc. Y aun cuando no lo oyera en cuanto a su deseo, lo oyó, sin embargo, y escucha a sus santos en cuanto a su provecho. Por lo cual dice Jerónimo en la epístola a Paulino: El Buen Señor, que muchas veces no concede lo que queremos, para darnos lo que preferimos.

En seguida agrega la razón de su respuesta, diciendo: Pues la fuerza, etc. Admirable modo de hablar: la fuerza se perfecciona en la flaqueza. El fuego crece con el agua. Y esta expresión: la fuerza se perfecciona en ía flaqueza se puede entender de dos maneras: materialmente u ocasionalmente. Si se entiende materialmente, el sentido es éste: la fuerza se perfecciona en la flaqueza, esto es, la flaqueza es la materia de la virtud que se ha de ejercer. Y primeramente de la humildad, como arriba se dijo; y luego de la paciencia (La prueba de la fe produce la paciencia: Sant. 1,3); tercero, de la templanza, porque por la flaqueza se debilita el fomes y se hace uno moderado. Y si se entiende ocasionalmente, entonces la fuerza se perfecciona en la flaqueza, o sea, es la ocasión de alcanzar la virtud perfecta, porque sabiéndose débil el hombre, más se esfuerza por resistir, y por el hecho de resistir y luchar se hace mas esforzado, y consiguientemente más fuerte. Por lo cual se lee en el Levítico y en Jueces 3, que el Señor no quiso destruir a todos los habitantes de la tierra, sino que se reservó algunos, para que los hijos de 1srael se ejercitaran luchando contra ellos. Por la misma razón Escipión no quería la destrucción de la ciudad de Carfago, para que mientras tuvieran los Romanos enemigos exteriores, no pensaran en los enemigos interiores, contra quienes es más dura la guerra que contra los exteriores, como él mismo decía.

En seguida expresa el Apóstol el efecto de la respuesta del Señor, diciendo: con sumo gusto me gloriaré, etc. E indica un doble efecto. El uno es el de la gloriación, por lo cual dice: Como mi fuerza se perfecciona en las flaquezas, por lo tanto con sumo gusto me gloriaré en mis flaquezas, las que se me han dado para mi provecho. Y eso porque más me uno a Cristo. A mí líbreme Dios de gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo (Gal. 6,14). Aquel que en medio de la pobreza es honrado ¿cuánto más no lo sería si llegase a ser rico? (Eccli. 10,34). Y la razón de que con gusto me gloríe es para que la fuerza de Cristo habite en mí, para que por las flaquezas inhabite y se consume en mí la gracia de Cristo. El es el que robustece al débil (Is 40,29). Otro efecto es de gozo. Por lo cual dice: Por cuya causa me complazco, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero indica el tal efecto; luego indica su razón de ser: Porque cuando soy débil, etc. Así es que indica el efecto del gozo y la materia del gozo. Dice por cuya causa porque la fuerza de Cristo habita en mí en todas las flaquezas y tribulaciones, por lo cual me complazco, o sea, mucho me deleito y gozo con las dichas flaquezas mías. Tened, hermanos, por sumo gozo el caer en varias tribulaciones (Sant. 1,2).

Ahora bien, enumera las carencias en las que por la gracia de Cristo con sumo gusto se deleita. Y primero las que se deben a causa interior, y tales son las flaquezas. Por lo cual dice: en mis flaquezas. Se multiplicaron sus miserias, y en seguida corrieron aceleradamente (Ps. 15,4) hacia la gracia. Segundo, las que son por causa exterior. Y éstas en cuanto a palabras: en las injurias que se me hacen. Los apóstoles se retiraron de la presencia del concilio muy gozosos porque habían sido hallados dignos de sufrir, etc. (Ac 5,41). Y en cuanto a hechos, y esto en cuanto a carencia de bienes, diciendo: en las necesidades, esto es, en la penuria de lo necesario y en la pobreza que me oprimía.

Y de esta manera se entiende la necesidad, diciendo: generosos para aliviar las necesidades de los santos (Rm 12,13). O bien en cuanto al sufrimiento de los males infligidos, y esto en cuanto a los exteriores (Bienaventurados los que padecen persecución, etc. Mt 5,10), diciendo: en las persecuciones, a saber, del cuerpo, que de lugar en lugar y en todas partes sufrimos.

Y en cuanto a los interiores, diciendo: en las angustias, esto es, en ansiedades del espíritu. Estrechada me hallo por todos lados (Dan. 13,22). Pero la materia de todas estas cosas que son para gozo es que son por Cristo; como si dijera: Me complazco porque por Cristo padezco. Jamás venga el caso en que alguno de vosotros padezca por homicidio, o ladrón, o maldiciente, o codiciador de lo ajeno (1P 4,15). Y la razón de tal gozo la indica diciendo: porque cuando soy débil, etc.; como si dijera: Con razón me complazco en todo ello, porque cuando soy débil, etc. O sea, que cuando por lo que ocurre en mí o por la persecución de los demás incurro en algo de las cosas predichas, se me concede el auxilio divino, con el cual soy fortalecido. Tus consuelos llenaron mi alma de alegría (Ps. 93,19). Diga el débil: fuerte soy yo (Joel 3,10). Aunque en nosotros el hombre exterior se vaya desmoronando, el interior se va renovando de día en día (2Co 4,16). Y en el Éxodo se lee (I,12) que mientras más oprimidos eran los hijos de 1srael, tanto más se multiplicaban.



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2Co 12,11-13)

LECTIO 4: 2 Corintios 12,11-13

excusándose Pablo de gloriarse de su propia gloriación, la cede a los Corintios, y al manifestarla muestra qué cosas eran buenas, por las cuales deberían con razón alabarlo en contra de los seudoapóstoles.

11. Estoy hecho un mentecato, vosotros me forzasteis. Porque yo por vosotros debí ser encomiado. Porque en nada he hecho menos que aquellos que son sobre medida Apóstoles, aunque nada soy.
12. Las pruebas de mi apostolado se cumplieron entre vosotros en toda paciencia, én señales, y en prodigios, y en poderosas obras.
13. Pues ¿qué habéis tenido de menos que las demás iglesias, no siendo el no haberos sido yo gravoso? ¡Permitidme este agravio!

Habiéndose encomiado a sí mismo, en seguida el Apóstol se excusa por lo que dijera, mostrando que forzado dijo lo relativo a su propia gloria. Y acerca de esto hace dos cosas. La primera, dar a conocer a los Corintios la causa de tal gloriación; la segunda, explicar claramente tal causa: Porque yo por vosotros debí ser encomiado. Así es que dice: Confieso que con todos estos mis encomios estoy hecho un mentecato, o sea, que os parece a vosotros que me he portado como un necio, pero esto no por mí, ni espontáneamente, sino que más bien lo hice obligado, y vuestra culpa estuvo en que me forzasteis y me disteis ocasión. Porque frecuentemente los subditos obligan a los prelados a hacer algo que se puede juzgar que se hace neciamente, y sin embargo se hizo sabiamente en atención al tiempo y al lugar.

Y su afirmación hecha en general de que ellos mismos fueron la causa de su propia alabanza, la explica en seguida diciendo: Porque yo por vosotros debí ser «ncomiado; con lo cual expresa que ellos mismos fueron la causa de su alabanza, primero no haciéndole bienes que deberían haberle hecho, con lo cual les hace evidente su ingratitud; segundo, portándose mal, en lo cual les condena su maldad. Temo que por desgracia haya quizá entre vosotros contiendas, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero les dice qué deberían haber hecho, mostrando la causa: Porque en nada he hecho menos, etc.; segundo, hace a un lado la excusa de ellos mismos: Pues ¿qué habéis tenido de menos? etc. Así es que dice: Verdaderamente me forzasteis, porque deberíais hacer lo que yo hice. Por lo cual dice: Porque yo por vosotros debí ser encomiado, cosa que no hicisteis cuando fue necesario, a saber, cuando los falsos, vilipendiándome y prefiriéndose a sí mismos envilecían la doctrina y el evangelio de Cristo por mí predicado. Así es que por no haberme encomiado vosotros, para que no pereciera en vosotros la fe de Cristo prorrumpí en mi propia alabanza.

Objeción. Pero en contra está lo que arriba dijo (2Co 3,1): ¿Necesitamos como algunos cartas de recomendación para vosotros? ¿Por qué pues quiere ser alabado por éstos?

Respuesta. Débese decir que por sí mismo no necesitaba el Apóstol de ninguna recomendación, sino por los demás, para que siendo recomendado cobrara su. doctrina mayor autoridad y fueran confundidos los falsos apóstoles. Pero como podrían éstos decir: No te recomendamos porque nada hay en ti que sea digne de recomendación, les demuestra el Apóstol que muy bien podrían recomendarlo diciéndoles: Porque en nada he hecho menos, etc., mostrando que hay en él muchas cosas dignas de recomendación. Y primero en cuanto a los bienes que ha hecho; segundo, en cuanto a los, bienes que desea hacer en adelante: He aquí que es ésta la tercera vez que me dispongo para ir a veros, etc. Ahora bien, muestra hechos pasados recomendables que hizo primero en genera!, en cuanto a todas las iglesias; segundo, en especial, en cuanto a las cosas que hizo entre ellos: aunque nada soy, etc.; tercero, hace a un lado la objeción: Pues ¿qué habéis tenido de menos? etc. Así es que dice: Con razón debí ser recomendado por vosotros, porque hay en mí muchas cosas dignas de encomio. Porque en nada he hecho menos que aquéllos, a saber, Pedro y Santiago y Juan, que son sobre medida Apóstoles, o sea, que por algunos son considerados como Apóstoles más dignos de lo que yo lo soy. Porque los falsos decían que ellos habían sido adoctrinados por Pedro y por Juan, quienes a su vez fueron adoctrinados por Cristo, y que Pedro y Juan guardaban las observancias legales, por lo cual también ellos debían guardarlas. Pero como en nada he hecho menos que ellos, ni en cuanto a predicación, ni en cuanto a conversión de los fieles, despliegue de milagros y sufrimiento de trabajos, y todavía más, porque mas que todos he trabajado (He trabajado más copiosamente que todos: 1Co 15,10); por lo mismo, soy más encomiable. O se les llama sobre medida Apóstoles a Pedro, Santiago y Juan porque fueron los primeros que se convirtieron a Cristo. Finalmente, después de todos se me apareció a mí (1Co 15,8). Si conforme a esto se entiende todo, en nada sin embargo hice menos que ellos, porque en poco tiempo, y luego que fui convertido, trabajé más. Y que nada haya hecho en cuanto a las iglesias por lo que pudiera yo ser recomendado, sin embargo fueron muchas las cosas que en especial hice entre vosotros, por las cuales podríais recomendarme: Y por eso dice: aunque nada soy, esto es, concedido que nada haya hecho en comparación con ellos, sin embargo los efectos de mi virtud claramente se ven en vosotros, y primero en cuanto a nuestra predicación, por la cual os convertisteis a la fe. Y soy yo vuestro Apóstol. Por lo cual dice: Las pruebas de mi apostolado, o sea, de mi predicación, se cumplieron entre vosotros, por Dios, en cuanto habiendo creído os convertisteis. Vosotros sois el seilo de mi apostolado (1Co 9,12). Yo soy el que os he engendrado en Jesucristo por medio del Evangelio (1Co 4,15). Segundo, por la conversión por la cual se confirma la fe, porque cuando la vida concuerda con la doctrina, de mayor autoridad es la doctrina. Y la virtud del predicador se ve mejor en la paciencia. La doctrina del hombre se conoce por la paciencia (Pr 19,2). Por lo cual dice: en toda paciencia. Tercero en cuanto a los milagros que hizo. Por lo cual dice: en señales, etc. - Y sus discípulos fueron y predicaron en todas partes, cooperando el Señor, y confirmando su doctrina con los milagros que la acompañaban (Mc 16,20). Y estas tres cosas se diferencian, porque la virtud es común a todos los milagros. Porque la virtud es lo mayor en poder. Y así se dice que alguien es virtuoso por ser de gran poder. Así es que como los milagros se hacen por un gran poder, por el poder divino, por eso se dice que son obras poderosas. Y la señal, en cambio, indica un milagro menor. Los prodigios indican el máximo. O bien se dicen señales los milagros hechos en lo presente, y prodigios los milagros en cosas futuras. O bien señales y prodigios indican los milagros que se hacen contra natura, como el darle vista a un ciego, la resurrección de un muerto, etc. Y obras poderosas se llaman las que son conforme a la naturaleza, pero no de la manera como la naturaleza obra, como cuando por la imposición de las manos al instante sanan los enfermos, cosa que también la naturaleza opera pero de manera sucesiva. O bien las obras poderosas son los poderes del espíritu, como la castidad y otras cosas semejantes.

En seguida excluye la objeción diciendo: Pues ¿qué habéis tenido de menos, etc. Porque podrían los Corintios contestar a lo ya dicho diciendo: Verdad es que hiciste muchas cosas buenas y grandes, y sin embargo otros hicieron más cosas y mayores que tú, por lo cual entre ellos y en comparación con ellos no queremos recomendarte. Y por eso excluye esto mostrando que en nada hizo menos que aquéllos, sino más. Por lo cual dice: Pues ¿qué habéis tenido de menos que las demás iglesias, o sea, que las otras iglesias de Cristo recibieron de aquéllos en lo espiritual? Como si dijera: Nada, porque si ellos predicaron la fe, también Pablo la predicó; ellos obraron señales y obras poderosas, y Pablo hizo también cosas semejantes. Y no sólo no tuvisteis, menos, sino que tuvisteis más, porque los demás Apóstoles vivían de los bienes de aquellos a quienes les predicaban; y el Apóstol no, porque nada recibió de los Corintios. Por lo cual dice: No siendo el no haberos sido gravoso viviendo de vuestros bienes; como si dijera: Nada tuvisteis de menos, a no ser que reputéis como desventaja vuestra el que nada haya yo recibido de vosotros, lo cual sin embargo viene siendo algo más. Cuanto ha sido menester para mí y para mis compañeros todo me lo han suministrado estas manos (Ac 20,34). Trabajando de noche y de día, etc. (2Ts 3,8). Aquel, que tiene limpias sus manos, etc. (Is 33,15). Y si esto mismo lo consideráis como una injuria, el no haber querido recibir nada vuestro, y que lo hice por no amaros, y os parece que hice mal, perdonadme. Por lo cual dice hablando irónicamente: Permitidme, esto es, perdonadme esta injuria. De este modo se entiende permitir en Efesos 4,32: Dándoos mutuamente, así como también Cristo os dio.



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2Co 12,14-19)

LECTIO 5: 1 Corintios 12,14-19

Por la semejanza de los padres para con los hijos, manifiesta los bienes que en el futuro está dispuesto a hacerles, por la caridad que les sigue profesando.

14. He aquí que es esta la tercera vez que me dispongo para ir a veros, pero no os seré gravoso. Porque yo no busco vuestros bienes, sino a vosotros. Porque no son los hijos los que deben atesorar para los padres, sino los padres para los hijos.
15. Pues yo muy gustosamente gastaré, y a mí mismo me gastaré todo entero por vuestras almas, aunque, amándoos más, menos sea amado.
16. Sea, pues. Yo no os fui gravoso; mas como soy astuto, os prendí con dolo.
17. ¿Acaso mediante alguno de los que os he enviado os exploté?
18. Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Acaso Tito os explotó? ¿No procedimos con el mismo espíritu? ¿No en las mismas pisadas?
19. Desde hace tiempo pensáis que nos venimos defendiendo ante vosotros. En presencia de Dios hablamos en Cristo. Y todo, carísimos, para vuestra edificación.

Aquí demuestra ser encomiable por los bienes que en adelante piensa hacer. Y hace tres cosas. Primero muestra su propósito de hacer el bien en el futuro; segundo, indica la razón de tal propósito: Porque yo ni busco vuestros bienes, etc.; tercero, echa mano de una semejanza: porque no son los hijos los que deben, etc. Acerca de lo primero débese saber que a veces sucede que algunos no aceptan nada en determinado momento por reservarse para otro momento, en el cual puedan recibir más y más atrevidamente. Así es que para que éstos no crean algo semejante del Apóstol, que la primera vez no quiso recibir nada de ellos, para después recibir más, dice que no sólo hizo eso en aquel iiempo, sino que también está dispuesto a hacerlo en el futuro. Por lo cual dice: He aquí que es esta la tercera vez que me dispongo para ir a veros, pero no os seré gravoso; como si dijera: Tampoco entonces os seré gravoso aceptando ayuda vuestra. Y en todas ocasiones me guardé de ser una carga, y me guardaré en adelante (2Co 2,9). No abandonaré la justificación que he comenzado a hacer (Jb 27,6). Y dice: por tercera vez me dispongo para ir a veros, y no dice por tercera vez voy, porque ciertamente por tres veces estuvo dispuesto para ir a verlos, y sin embargo sólo dos veces fue. Porque se dispuso a ir a verlos la primera vez, y entonces fue, y se convirtieron. La segunda vez que se preparó a ir, se lo impidió el pecado de ellos, y entonces no fue, de lo cual se excusa al principio de esta epístola. Ahora está preparado para ir por tercera vez, y fue, por lo cual fue dos veces, y por tres veces estuvo dispuesto a ir.

Y agrega la razón de tan buen propósito diciendo: Porque yo no busco vuestros bienes, etc.; y es ésta: Sabido es que el artífice dispone su obra según el fin que intenta. Ahora bien, de los predicadores, algunos al predicar buscan la paga y los bienes temporales, por lo cual toda su predicación la ordenan y disponen a esto. Pero otros desean la salvación de las almas, por lo cual disponen su predicación de la manera más conveniente al provecho de aquellos a quienes les predican. Así es que como el Apóstol lo que pretendía con su predicación era la salvación de los Corintios y veía que era inconveniente el recibir de ellos el sustento, tanto para confundir a los falsos apóstoles como porque aquéllos eran avaros, no quiso recibirles nada. Por lo cual da esta razón, diciendo: No os seré gravoso recibiendo ninguna paga, porque yo no busco vuestros bienes con mi predicación, sino a vosotros mismos, y lo que deseo es procurar vuestra salvación. No quiero dádivas sino el provecho (Ph. 4,1 7). Por lo cual dijo el Señor a los Apóstoles: Haré que seáis pescadores de hombres, no de dinero. Esto mismo está figurado en el Génesis 47,20-21, donde se lee que José compró todas las tierras de Egipto con todos sus pueblos para el servicio del rey, porque el buen predicador debe trabajar por que los infieles se conviertan al servicio de Cristo. Y acomoda la semejanza de tal razón diciendo: Porque no son los hijos los que deben, etc. Y primero pone la semejanza; luego la adapta: pues yo muy gustosamente gastaré, etc.; tercero, les echa en cara su ingratitud: aunque, amándoos más, etc. Así es que dice: Que yo no busque vuestros bienes se esclarece por el símil. Porque sabido es que los padres carnales deben atesorar para sus hijos carnales, porque no son los hijos los que deben atesorar para los padres, sino los padres para los hijos. Así es que como yo soy vuestro padre espiritual, y vosotros sois mis hijos, no quiero que vosotros atesoréis para mí, sino yo para vosotros.

Objeción. Pero aquí se trata de los padres carnales. Porque en Éxodo 20,12 se dice: Honra a tu padre, etc. En lo cual también se nos preceptúa que les suministremos lo necesario. Por lo tanto, los hijos deben atesorar para los padres.

Respuesta. Débese decir que es de precepto que los hijos están obligados a atender y servir a los padres en lo que les sea necesario, mas no el ahorrar y atesorar para ellos. Porque el atesoramiento y el ahorro se hacen para el futuro. Y vemos que conforme a la naturaleza los hijos suceden a los padres y no al contrario, si no es por algún desgraciado accidente; y por eso naturalmente el amor de los padres es para que ahorren para los hijos. Y de esta manera habla el Apóstol. Y en el Éxodo 20 habla el Señor de la atención en las necesidades.

Objeción. Pero además la cuestión nace de esto que dice: los padres para los hijos, etc. Así es que como los prelados son nuestros padres espirituales, es claro que mal harían los príncipes y otros proporcionando riquezas a los prelados.

Respuesta. Débese decir que no les dan a los prelados por ellos mismos, sino en atención a los pobres. Por lo cual no les dan a ellos sino a los pobres. Y esto lo amonesta el Señor: Atesorad tesoros para vosotros en el cielo, etc. Mt 6,21). Así es que a los prelados se les da como a dispensadores de los pobres.

En seguida acomoda la semejanza puesta. Una cosa es que los hijos no deben atesorar para los padres, y esto ya se ve claro; y otra cosa es que los padres deban atesorar para los hijos, y cuidar de ello. Y en cuanto a esto dice: Así es que como yo soy vuestro padre, dispuesto estoy a daros a vosotros. Y esto es lo que dice así: Pues yo muy gustosamente gastaré en vosotros mis bienes, no sólo los espirituales predicando y dándoos ejemplo, sino también los temporales, cosa que ciertamente también hacía en cuanto les predicaba y servía con las aportaciones de otras iglesias. Estas tres cosas debe suministrar cada prelado a sus subditos. Por lo cual tres veces dijo el Señor a Pedro (Jn 21,17): Apacienta mis ovejas: apaciéntalas con la palabra, apaciéntalas con el ejemplo, y apaciéntalas con el auxilio temporal. Y no solamente estas cosas gastaré en vosotros, sino que estoy dispuesto a morir por la salvación de vuestras almas. Por lo cual dice: y a mí mismo me gastaré todo entero por vuestras almas. - Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos (Jn 15,13). Así como Cristo dio su vida por nosotros, así nosotros debemos dar la vidas por nuestros hermanos (1Jn 3,16). El buen pastor sacrifica su vida por sus ove¡as (Jn 10,1 1). - En seguida les echa en cara su ingratitud, diciendo: aunque, amándoos más, menos sea amado; como si dijera: muy gustosamente gastaré por vosotros, aunque seáis ingratos, porque mientras más os amo, etc. Y esta comparación se puede explicar de dos maneras. De la una, diciendo: Aun cuando más os ame yo que los falsos, sin embargo menos soy amado por vosotros que lo que son amados los falsos, a quienes amáis más que a mí. Y así es patente que yo os amo más que ellos; porque lo único que yo busco es vuestro bien, y ellos en cambio únicamente vuestros bienes. Y de la otra manera así: Aun cuando yo. ame más a vosotros que a otras iglesias, sin embargo, soy menos amado por vosotros que por las otras iglesias. Dios me es testigo de la ternura con que os amo (Ph. 18,8). Y que amara más a los Corintios que a las otras iglesias es claro porque por eiios trabajó más. Porque lo que más nos cuesta es lo que solemos amar más.

En seguida, cuando dice: Sea, pues. Yo no os fui gravoso, hace a un lado toda desconfianza. Y primero indica la desconfianza misma; luego la excluye, diciendo: ¿Acaso mediante alguno de los que os he enviado? etc.; tercero, da la razón de la exclusión: Desde hace tiempo pensáis, etc. Ahora bien, la desconfianza de éstos podría consistir en pensar que no recibiera nada éi mismo por sí mismo, para mediante otros dolosamente recibir de ellos. Por lo cual dice, esto supuesto: Sea, pues, o sea, dado y concedido que yo en mi persona, y la de aquellos que conmigo están, no os fui gravoso recibiendo algo, sino que (según creísteis) como soy astuto, os prendí con dolo. O sea, que mediante otros os quité vuestros bienes muchas veces; pero esto es falso, porque nada hice con dolo. No os hemos predicado ninguna doctrina de error, ni de inmundicia, ni con el designio de engañaros (1Th 2,3). Porque él mismo era un verdadero israelita, en el cual no cabía el engaño (Jn 1,47).

Así es que excluye esa desconfianza diciendo: ¿Acaso mediante alguno de los que os he enviado? etc. Y primero en general, luego en especial. En general de esta manera: Si mediante otros quisiera quitaros vuestros bienes, os enviaría a otros que eso tratasen de hacer con vosotros. Pero ¿acaso mediante alguno de los que os he enviado os exploté, despojándoos mediante ellos? Como si dijera: No. Nosotros a nadie hemos engañado (2Co 7,2). Nadie engañe a su hermano en ningún asunto (1Th 4,6). Y de manera especial excluye la dicha desconfianza diciendo: Rogué a Tito, etc. Como si dijera: Ninguno en especial de los que os envié os explotó. Porque con súplicas os envié a Tito. Y esto lo dice así: Rogué a Tito, etc. De este se dice arriba (2Co 8,22): Con él os enviamos también a otro hermano nuestro, a saber, Bernabé, o Lucas. Dice también arriba (2Co 8,18): Os enviamos» con él, con Tito, al hermano (otro de los dichos) que se ha hecho célebre por el Evangelio. Pero ¿acaso Tito os; explotó?; como si dijera: No. Dice arriba (2Co 8,16):, Gracias a Dios que ha inspirado en el corazón de Tito este mismo celo por vosotros. Y que Tito no los explotara lo prueba por la semejanza de Tito con el propio Apóstol, e indica una doble semejanza o conformidad del corazón. Por lo cual dice: ¿No procedemos con el mismo espíritu? Esto es: ¿No tenemos la misma voluntad? ¿No nos movemos con el mismo espíritu a obrar bien y rectamente? Dijo arriba (2Co 4,13): Teniendo un mismo espíritu. Asimismo conformidad en el obrar..

Por lo cual dice: ¿No en las mismas pisadas? O sea, ¿no coincidimos en las obras, en las pisadas de Cristo? Porque yo sigo las pisadas de Cristo. Sus huellas, las de Cristo, han seguido mis pies (Jb 23,1 1). Cristo padeció por nosotros, dándoos ejemplo, para que sigáis sus pisadas (1P 2,21). Y Tito sigue mis pisadas. Sed, pues, imitadores míos (1Co 2,1 1). Y así es claro que si se identifica conmigo en el querer y en el obrar, ni yo os exploté, ni trato de explotaros; y que iampoco él mismo os explotara se ve claro por lo que se dice en Mateo 7,16,20: Por sus frutos los conoceréis. Y agrega la razón de la exclusión de la desconfianza, diciendo: Desde hace tiempo, u otra vez, pensáis, etc. Y primero pone la suposición de ellos, y luego la excluye.

Ahora bien, la suposición de ellos era que el Apóstol, como si fuera reo y culpable, todas estas palabras de la epístola las podía decir como excusa suya, no porque fuesen verdaderas sino para justificar todo lo descubierto; por lo cual, poniendo esta suposición de ellos mismos, dice: Desde hace tiempo pensáis, esto es, desde el principio de esta epístola, que nos venimos detendiendo ante vosotros, o sea, que estas palabras no ;son verdaderas, sino que no tienen más fin que justificarme. Pues bien, esto lo excluye de esta manera: quien así se excusa demuestra dos cosas. La primera, que no habla palabras verdaderas sino amañadas. La otra es que no quiere sufrir detrimento en su fama y gloria. De aquí que algunos especialmente por la pérdida de la fama se excusan. Pero ni una ni otra cosa hay en nosotros; y por lo tanto no juzgáis rectamente. Y es pacíente que ninguna de estas dos cosas hay en nosotros. Porque no decimos nada falso, cosa que pruebo, primero por el testimonio de Dios, porque en presencia de Dios hablamos. Como si dijera: Pongo por testigo a Dios de que digo la verdad. Mira que mi testigo está en el cielo (Jb 16,20). Segundo, por el testimonio de Cristo, porque hablamos en Cristo, esto es, por Cristo, en quien no hay falsedad alguna. La palabra de Dios la predicamos con sinceridad, como de parte de Dios, en la presencia de Dios, y según Cristo (2Co 2,17). Además, no buscamos nuestra gloria ni tememos el descrédito, porque todo lo que he dicho, tanto de revelaciones como de tribulaciones, lo he dicho para vuestra edificación, esto es, para que permanezcáis en la virtud y ahuyentéis a los falsos. Observemos las cosas que pueden servir para nuestra mutua edificación (Rm 14,19). Hágase todo para edificación (1Co 14,26). Esta voz no ha venido por mí sino por vosotros (Jn 12,30).


Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 46