Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 49

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2Co 12,20-21)

LECTIO 6: 1 Corintios 12,20-21

Censura la malicia de los Corintios por aquello en que deberían evitar las cosas malas, mostrando que otra causa de su propia recomendación proviene de lo que ellos mismos han hecho.

20. Pues temo que al llegar, no os halle tales como yo quiero, y a mí me veáis cual no queréis; que haya quizá entre vosotros contiendas, envidias, animosidades, discordias, detracciones, chismes, hinchazones, sediciones.
21. Y no sea que cuando yo vaya me humille de nuevo Dios entre vosotros; y llore a muchos de los que antes pecaron y no han hecho penitencia de la impureza, y fornicación, y deshonestidad que practicaron.

Habiendo indicado una causa de su propia recomendación, la cual se debió a omisión de los Corintios, en cuanto a las cosas buenas que deberían hacer, en lo cual se detesta la ingratitud de ellos, en seguida pone aquí otra causa, la cual proviene de lo que ellos mismos han hecho, en cuanto a los males que deberían evitar, en lo cual les muestra toda su malicia. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero les indica su culpa en general; luego la explica en especial: no os halle, etc. Así es que dice: No sólo me alabé a mí mismo por haber omitido vosotros el alabarme, sino también en atención al peligro que corréis, consistente en que os adhiráis a los falsos, porque mientras os consienten con vuestros pecados, os ponen en el mayor peligro, por lo cual dice: Temo que al llegar a veros personalmente, no os halle tales como yo quiero, a saber, justos, sino pecadores y descomedidos, y me disgustéis, y yo a vosotros porque al justo no le agradan los pecadores en cuanto pecadores, y a mí me veáis, contristado y castigador, cual no queréis verme. Porque los perversos odian la corrección y la verdad (¿Con que por deciros la verdad me he hecho enemigo vuestro?: Gal. 4,16). Y así es clara la malicia de ellos en genera!, por el temor que él tenía de que aún no se hubieran arrepentido plenamente. Y también en especial les pone de manifiesto su malicia, diciendo: que haya quizá entre vosotros contiendas, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Porque primero les enumera sus maldades actuales y luego les recuerda sus maldades pasadas, de las cuales aún no se arrepienten: Y no sea que cuando yo vaya, etc.

Pues débese saber en cuanto a lo primero que después de su conversión cayeron los Corintios en el pecado carnal, como consta por el que tuvo la mujer de su propio padre, y de esto en esta parte fueron corregidos por la primera epístola, aunque no plenamente, sino que algo permaneció todavía en ellos, y aparte de esto permanecieron en ellos muchos pecados espirituales que se oponen propiamente a la caridad. La caridad obra doblemente. Porque primero hace que los corazones de los hombres se pongan mutuamente de acuerdo; y, segundo, lleva a los hombres al mutuo progreso. Y por lo mismo, los pecados espirituales, al contrario, primero hacen a los hombres mutuamente opuestos; y segundo hace que mutuamente se ofendan. Por lo cual primero enumera los pecados espirituales que corresponden a la disensión; y, segundo, los que corresponden a la ofensa: detracciones, etc. Ahora bien, en las disensiones procede en orden retrógrado. Porque según el recto orden los hombres primero disienten, en cuanto que uno quiere una cosa, y otro quiere lo contrario; luego proceden a presentar pruebas, por cuanto cada quien quiere salirse con su propósito; en tercer lugar, el que no puede salirse con la suya sino que pierde, se enciende en sentimiento de envidia; en cuarto lugar prorrumpe en una lucha de palabras, y con esto último empieza el Apóstol diciendo: quizá entre vosotros contiendas, etc. Como si dijera: No sólo temo por vuestras malas acciones en general, sino en especia!, no sea que haya quiza entre vosotros contiendas sobre los méritos de los prelados y de los que bautizan, etc. Es honor del hombre el huir de contiendas (Pr 20,3). Dice Ambrosio: La contienda es la impugnación de la verdad con la presunción de la injuria. Y tal contienda proviene de la envidia; por lo cual dice: envidias, por las cosas en que se es menos y se tiene menos. Donde hay envidia y contienda, allí hay desorden, etc. (Sant. 3,16). Al apocado lo mata la envídia (Jb 5,2). Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo (Sg 2,24). Y la envidia proviene de la animosidad. Por lo cual dice: animosidades, para venganza y consecución del daño. No te acompañes con un hombre temerario (Eccli. 8,18). Y la animosidad proviene de las discordias. Y por esto dice: discordias, esto es, odios, y contrariedad de los ánimos. Os ruego que os recatéis de aquellos que causan entre vosotros disensiones y escándalos, etc. (Rm 16,17). Os ruego que todos tengáis un mismo lenguaje y que no haya entre vosotros divisiones (1Co 1,10).

En seguida les enumera sus malas acciones presentes en cuanto a ofensas. Y como éstas son especialmente malas por el daño de palabra, y no de hecho, haciendo a un lado los daños de hecho, enumera los de palabra, en los cuales procede también en orden retrógrado, empezando por el último. Y esto se da cuando alguien de manera expresa dice algo malo de otro, y si lo hace de manera manifiesta es un detractor. Por lo cual dice: Detracciones (Detractores, a Dios odiosos, etc.: Rm 1,30); y si es ocultamente, entonces es un murmurador o un chismoso. Por lo cual dice: chismes. Porque hay chismosos que ocultamente siembran discordias. El murmurador y el hombre de dos lenguas es maldito (Eccli. 28,15). Y estas dos cosas proceden de la soberbia, que hace que el espíritu hinchado prorrumpa en malas palabras contra otros. Por lo cual dice: hinchazones (Como si yo nunca hubiese de volver a vosotros, algunos están ya hinchados: 1Co 4,18). Y tales hinchazones vienen de las sediciones que disponen a las partes para la contienda porque entre los soberbios siempre hay riñas (Pr 13,10). Por lo cual dice: sediciones, esto es, alborotos para pleito. El malvado anda siempre armando pendencias (Pr 17,2).

Por lo tanto así es evidente la maldad de ellos por las malas acciones presentes, que son muchas, tanto en discordias como en daños. Les hace patente también su maldad en cuanto a las malas acciones pretéritas, de las que no hicieron penitencia, diciendo: No sea que cuando yo vaya me humille de nuevo Dios, esto es, antes de la primera Epístola, y no han hecho penitencia plenamente después de la primera Epístola. Y con razón lloraré, porque así como la gloria del padre es la gloria de los hijos, así también la vergüenza del padre es la vergüenza de los hijos. Y así Samuel lloraba por Saúl (I Reyes 15,35). ¿Hasta cuándo has tú de llorar a Saúl?, etc. (I Reyes 16,1). Y esto porque no se arrepintieron, ni hicieron penitencia de los pecados carnajes predichos, de los cuales algunos fueron contra natura. Por lo cual dice: de la impureza, esto es, de la lujuria contra natura. Algunos los cometieron con mujeres de mala vida, o viudas o consanguíneas. Por lo cual dice: y fornicación. Y algunos se cometieron prostituyendo a vírgenes. Por lo cual dice: Y deshonestidad que practicaron. - Bien manifiestas son las obras de la carne, las cuales son: adulterio, fornicación, deshonestidad, lujuria, etc. (Ps 5,19).




Capítulo 13



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2Co 13,1-4)

LECTIO 1: 1 Corintios 13,1-4


increpa a los seducidos, asegura la severidad de la sentencia, muestra su poder judicial y manifiesta la inminencia y la forma del juicio.

1. Por tercera vez voy a vosotros. Por el testimonio de dos testigos, o de tres, se decidirá toda cuestión.
2. Porque ya lo dije y lo digo dé antemano, como presente entre vosotros y ahora ausente, a los que antes pecaron y a todos los demás, que si voy otra vez no perdonaré.
3. ¿O buscáis la prueba de aquel que en mí habla, Cristo, que entre vosotros no flaquea sino que es fuerte entre vosotros?
4. Porque si bien fue crucificado por flaqueza, no obstante vive por el poder de Dios. Así también nosotros somos débiles en El, pero viviremos con El por el poder de Dios en orden a vosotros.

En todo lo precedente dice muchas cosas el Apóstol en detestación de los falsos; consiguientemente aquí habla contra aquellos que por los falsos han sido seducidos. Y acerca de esto hace dos cosas. La primera, increpar a los seducidos; la segunda, consolar a los firmes: Por lo demás, hermanos, estad alegres, etc. (2Co 13,2). Acerca de lo primero, desde luego anuncia la severidad de la sentencia; luego muestra su poder judicial: ¿O buscáis la prueba, etc.; en seguida amonesta la corrección: Examinaos a vosotros mismos, etc. (2Co 13,5). Acerca de lo primero, primero promete su visita; luego indica cuál será la forma de su juicio: Por el testimonio de dos testigos o de tres; finalmente, anuncia la severa sentencia: Porque ya lo dije y lo digo de antemano, etc. Así es que primero promete su visita, diciendo: ya voy, estad ciertos de que voy a veros. Y por lo tanto tened cuidado de que no os encuentre impreparados; y dice por tercera vez, no porque fuera a ser la tercera vez que los visitara, sino porque por tercera vez se preparaba a ir, aunque no había ido sino una sola vez, impedido en la segunda preparación. Bien pronto pasaré a veros (1Co 4,19). Digo que iré y juzgaré a los malos, ordenadamente sin embargo, de modo que por el testimonio de dos o de tres testigos que acusen o testifiquen contra alguien se decidirá toda cuestión de acusaciones, conforme at Deuteronomio 17,6: No se le hará morir por declaración de un solo testigo; y también: Un solo testigo no es suficiente, etc. (Deut. 19,15). O de otra manera: Por el testimonio de dos testigos, etc. Como si dijera: Lo que digo de mi ida a veros es tan cierto como el testimonio de dos o tres. Así es que de esta manera se ordenará el juicio. Pero la severidad de la sentencia la anuncia diciendo: Porque ya lo dije, etc. En lo que primero indica el orden que se ha de observar en ios juicios, por el cual se exige que precedan tres admoniciones. Y en cuanto a esto dice: Porque ya lo dije como presente, dos veces, a saber, cuando estuve entre vosotros y ahora ausente lo digo de antemano, para que sea así por tercera vez su admonición: digo de antemano a los que antes pecaron y a todos los demás; como si dijera: amonesto a todos. Segundo, puesta la admonición, se conmina la sentencia. Por lo cual dice: que si voy no perdonaré otra vez; como si dijera: A los que pecaron los perdoné la primera vez, pero si pecaren por segunda vez, o si no han hecho penitencia, no los perdonaré de nuevo. Y obra así justamente, porque aquel a quien una vez se le perdona, y de nuevo peca, si otra vez se le perdona crecería en maldad y se volvería insolente. Por lo cual dice el Sabio en el Libro de los Proverbios (13,24): Quien escasea el castigo quiere mal a su hijo; mas quien le ama le corrige continuamente. Así es que en la 1glesia está ordenado que precedan tres admoniciones antes de que se fulmine sentencia de excomunión; porque ocurre que algunos, aun cuando estén en pecado y causan daño, sin embargo con una sola palabra de admonición se corrigen y satisfacen. Y además siempre hay que empezar por los más leves; y para que no sea que si no se hace la corrección, aumente más la insolencia, débese aplicar la severidad de la sentencia. Los hijos de los hombres, viendo que no se pronuncia luego la sentencia contra los malos, cometen la maldad sin temor alguno (Eccle. 8,2).

En seguida, para que no puedan criticar con razón al Apóstol, muestra Pablo su poder judicial, diciendo: ¿O buscáis la prueba, etc. En lo cual hace tres cosas. Primero muestra tener de Cristo la legación y el poder de juzgar; segundo, muestra el poder de Cristo: que entre vosotros no flaquea, etc:; tercero, muestra que el poder de Cristo también se deriva a otros: Así también nosotros somos débiles en El. Así es que dice: si voy otra vez, no perdonaré, y aun severísimamente juzgaré, cosa que muy bien puedo hacer, porque tengo la autoridad de Cristo para castigar y para perdonar. Lo que vosotros le concediereis por indulgencia, yo se lo concedo también, etc. (2Co 2,10). Somos, pues, embajadores en lugar de Cristo (2Co 5,20). Por lo cual dice: ¿O buscáis la prueba, etc.; como si dijera: No hay que dudar de mi poder, porque sea lo que sea lo que yo diga, o bien pronunciando sentencia, o bien perdonando, o bien predicando, hablo por Cristo. Anda, pues, que Yo estaré en tu boca (Ex. 4,12). Pues Yo pondré las palabras en Vuestra boca y una sabiduría a o¡ue no podrán resistir, etc. (Luc. 21,15). Así es que las cosas que el hombre hace impulsado por el Espíritu Santo se dice que el Espíritu Santo las hace; por lo cual, como el Apóstol decía todo esto impulsado por Cristo, a Cristo lo atribuye como a la causa principal, diciendo: que en mí habla Cristo, etc. Pero para que no se dude del poder y de la virtud de Cristo, muestra en seguida el Apóstol la virtud de Cristo, diciendo: que entre vosotros no flaquea, etc. En lo cual primero muestra la virtud de Cristo en cuanto a las cosas que en ellos se ven; segundo, en cuanto a las cosas que en Cristo son: porque si bien fue crucificado, etc. Así es que dice: Tengo poder judicial de Cristo, quien en mí habla, quien es de grande poder entre vosotros dando los dones de las gracias, diferencias de espíritu y otras muchas cosas de las que tenéis experiencia, y no sólo no flaquea, sino que es fuerte entre vosotros, porque poderosamente os libró del pecado, poderosamente os convirtió al bien. El Señor fuerte y poderoso, etc. (Ps. 23,8). Dice el Libro de la Sabiduría (12,18): Con sólo quererlo lo puedes todo. Y poco antes (12,17): Ostentas tu fuerza con los que no creen en tu soberano poder. Y no sólo en vosotros aparece el poder de Cristo, sino también en El mismo, en cuanto que de la muerte de cruz, que sufrió por debilidad humana, la cual asumió debilitada en pobreza, resucitó, y vive por el poder de Dios, poder que es el mismo Dios. Porque de tal manera fue aquella compenetración que Dios se hizo hombre, y el hombre se hizo Dios. La debilidad de Dios es más fuerte que los hombres (1Co 1,25). O bien, por el poder de Dios, a saber, del Padre, que es también el poder de Cristo, porque la misma es la virtud del Padre y la del Hijo. Fui muerto, y he aquí que vivo, etc. (Ap 1, i8). Este poder de Cristo se deriva también a nosotros. Así también nosotros somos débiles, etc.; como si dijera: También a nosotros nos pertenece ese poder, porque nosotros también somos débiles en El, esto es, por su intención, en cuanto por El mismo padecemos muchas cosas, y nos mortificamos nosotros mismos, y nos humillamos. Nosotros somos flacos por Cristo, etc. (1Co 4,10). El aspecto de la persona es ruin (2Co 10,10). Traemos siempre en nuestro cuerpo por todas partes la mortificación de Jesús (2Co 4,10). Y por eso viviremos, esto es, seremos vivificados por el poder de Dios juzgándoos. Quien resucitó a Jesucristo, etc. (Ps 1,1). Y el sentido es éste: Por el poder por el que Cristo vive resucitaremos nosotros; y por ese poder tenemos también el poder de juzgaros, o bien viviremos en bienaventuranza semejante con El; y esto por el poder de Dios, poder de Dios que está en vosotros, esto es, en vuestras conciencias.



51
(
2Co 13,5-10)

LECTIO 2: 1 Corintios 13,5-10

Amonesta a los Corintios para que por sí mismos vean si scu reprobos o elegidos, y lo harán si cada quien examina su propia fe y sus obras, y ora para que no sean reprobados.

5. Probaos a vosotros mismos si permanecéis en la fe: vosotros mismos examinaos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos como que Jesucristo está en vosotros? A no ser que estéis reprobados.
6. Espero conoceréis que nosotros no estamos reprobados.
7. Rogamos a Dios que no hagáis ningún mal, no para que nosotros aparezcamos aprobados, sino para que vosotros hagáis el bien, aunque nosotros pasemos por reprobos.
8. Porque nada podemos contra la verdad, sino en favor de la verdad.
9. Porque nos regocijamos por ser nosotros flacos, siendo vosotros fuertes. Por lo que oramos es por vuestra consumación.
10. Porque por eso escribo estas cosas ausente, para que presenté no sea yo más duro conforme a la potestad que el Señor me dio para edificación y no para destrucción.

Tras de la conminación del severo juicio de Dios, agrega el Apóstol una admonición como preparación para que no sufran el severo juicio; y primero pone la propia admonición, y luego indica la razón de ella: Porque por eso escribo estas cosas ausente, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero pone la admonición; luego excluye la falsa suposición: Rogamos a Dios, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, amonestar, para que se examinen; la segunda, indicar a qué pueden llegar por tal examen: ¿O no os, conocéis a vosotros mismos? etc. Acerca de lo primero débese saber que quien quiera comparecer tranquilamente en juicio, debe primero examinarse en cuanto a sus acciones, y así podrá saber que comparece con seguridad. Por lo cual los amonesta el Apóstol para que antes de presentarse en juicio, lo que será al visitarlos él, se examinen, diciéndoles: Probaos a vosotros mismos, esto es, examinad y considerad vuestros actos. Examinad todas las cosas, y retened lo bueno, etc. (1Th 5,21). Ahora bien, los amonesta para que se examinen sobre dos cosas, a saber sobre la fe. Por lo cual dijo: si permancéis en la fe, la que os prediqué, y que por mí recibisteis de nuestro Señor Jesucristo, o si os olvidasteis de ella para caer redondos en otra. Y esto es necesari.o porque en 1Co 11,31 se dice: Si nosotros entrásemos en cuentas con nosotros mismos, ciertamente no seríamos juzgados. Mira tu conducta (Jerem. 2,23). Y también sobre las obras. Por lo cuaí dice: vosotros mismos examinaos, a saber, si permanecéis en el bien obrar y no os remuerde la conciencia por haber hecho algo malo. Lo cual es provechoso, porque en 1Co 1 1,28 se dice: Por lo tanto, examínese a sí mismo el hombre, etc.; y en Sálatas 6,4: Examine cada uno sus propias obras.

En seguida, al decir: O no os conocéis a vosotros mismos, etc., muestra lo que podrían encontrar mediante tal examen. Y primero lo que en sí mismos hallarían; luego, lo que en el Apóstol encontrarían: Espero conoceréis, etc. Ahora bien, en sí mismos dos cosas podrían encontrar mediante el examen, porque o sabrían que se mantienen en la fe, y así podrían descubrir y conocer que Cristo está en ellos, y esto lo expresa asir ¿O no os conocéis a vosotros mismos como que Jesucristo está en vosotros?, esto es, ¿si os examinarais sabríais que conserváis la fe y conoceríais que Cristo está en vosotros? Como si dijera: ciertamente, porque donde está la fe de Cristo, allí está Cristo. Que Cristo habite en vuestros corazones, etc. (Ep 3,17). ¿No sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros? (1Co 6,19). O sabrían que no permanecen en la fe, y así descubrirían que están reprobados. Por lo cual dice: A no ser que estéis reprobados, esto es, que verdaderamente descubráis que poseéis a Cristo, a no ser que hayáis abandonado la fe y seáis reprobados por Aquel que primero poseísteis por la fe. Tú me abandonaste, dice el Señor, y me volviste las espaldas (Jerem. 15,6). No han sido consumidas las maldades de aquéllos, plata espuria, etc. (Jerem. 6,29-30).

Objeción. Pero aquí se trata literalmente de lo que dice así: ¿O no os conocéis a vosotros? etc. Porque Cristo permanece únicamente en los que poseen la caridad, como se dice en 1 Juan 4,8: Dios es caridad, etc. Así es que si conocemos que Cristo permanece por la fe en nosotros, es forzoso que esto sea por la fe formada. Así es que conociendo de este modo que Cristo está en nosotros, sabremos que poseemos la caridad por la que se informa la fe, lo cual es contra aquello del Eclesiastés 9,1: Nadie sabe si es digno de amor o de odio.

Respuesta. Débese decir que el habitar Cristo en nosotros se puede entender de dos maneras: o bien en cuanto al entendimiento, o bien en cuanto al afecto. Si en cuanto al entendimiento^ de esta manera habita 1 en nosotros por la fe inforrñe. Y de esta manera nada nos impide conocer con certeza que Cristo habita enr nosotros, sabiendo que conservamos la fe que la 1glesia Católica enseña y conserva. Mas si es en cuanto al afecto, de esta manera vive Cristo en nosotros por la fe formada, y de esta manera nadie puede saber que Cristo inhabite en nosotros, o bien que poseamos la caridad, si no es por revelación y especial gracia concedida a alguno con certeza; aunque nada nos impide poder saber por cierta conjetura que permanecemos en la caridad, a saber, cuando alguien se encuentra de tal manera preparado y dispuesto, que por nada temporal querría hacer de ninguna manera algo contra Cristo. Si nuestro corazón no nos redarguye, podemos acercarnos a Dios con confianza (1Jn 3,21). Y es claro que el Apóstol habla del primer modo. O bien se habla también del conocimiento que se tiene por cierta conjetura, como se ha dicho. Ahora bien, la prueba procede en cuanto al segundo modo, y del conocimiento que se tiene por certeza. Ahora bien, qué es lo que podrían encontrar en el Apóstol lo agrega diciendo: Espero conoceréis, etc. Porque como estos Corintios podrían decir: nosotros no estamos reprobados, y por eso no presentamos tus pruebas, porque no son rectas sino dignas de reprobación, dice en consecuencia: Sea de vosotros lo que sea, espero, sin embargo, que por nuestra vida y doctrina, que os he mostrado, conozcáis que no estamos reprobados, pues no hemos enseñado nada malo, ni hemos sido excluidos de la potestad que decimos tener. Por el semblante es conocido el hombre (Eccli. 19,26). Por sus frutos los conoceréis (Mt 7,16).

En seguida, cuando dice: Rogamos a Dios, etc., excluye una suposición. Porque íes había anunciado un severo juicio, mostrándoles su poder para juzgar, e indicándoles que se examinaran, si creían que Cristo estaba en ellos, a no ser que estuviesen reprobados. Sin embargo, pone en duda que Cristo esté con ellos. Y como podrían ellos mismos creer y suponer que el Apóstol se alegraba de que estuviesen reprobados, para en comparación con ellos quedar él como superior y poder ejercer sobre ellos un juicio severo, el Apóstol hace aquí a un lado tal suposición: primero, por la oración que por ellos le dirige a Dios; luego, por el gozo que por ellos experimenta: porque nos regocijamos, etc. Ahora bien, ora porque ellos resulten inocentes y no sean examinados con severidad de juicio. Por lo cual dice: Rogamos a Dios que no hagáis ningún mal; como si dijera: no creáis que deseamos que seáis reprobados, sino que oramos para que ningún mal hagáis. También ruega que él mismo aparezca flaco, con lo cual excluye el apetito de excelencia del Apóstol en comparación con ellos. Por lo cual dice: no oramos para jque nosotros aparezcamos aprobados, esto es, no para presumir de aprobados en comparación con vosotros, sino más bien para que vosotros hagáis el bien (No nos cansemos de hacer el bien: Gal. 6,9; Pórtate varonilmente y cobre aliento tu corazón: Ps. 26,14); aunque ¡nosotros pasemos por reprobos, prescindiendo de la potestad de castigar y juzgar, porque donde no hay culpa todos somos iguales, y ninguno tiene sobre los demás el poder de juzgar. Así es que más bien quiere el Apóstol que sean buenos y no que estén bajo su poder de juzgar. Y que no tenga el poder de juzgar si son buenos lo muestra diciendo: Porque nada podemos contra la verdad; como si dijera: Nosotros no trabajamos ;sino por la verdad, y por ella misma nos mantenemos. Mas es claro que si castigáramos a inocentes obraríamos contra la verdad y contra la justicia. Por lo cual como el Apóstol no podría obrar contra la verdad, sino a favor de la verdad, esto es, a favor de la justicia, claro es que no castigaría a inocentes. Débese notar (según Agustín en la Glosa) que para evitar los pecados se requieren dos cosas, a saber, el libre albedrío y la gracia de Dios. Porque si el libre albedrío no fuese necesario, jamás se le darían al hombre ni preceptos, ni prohibiciones ni exhortaciones. En vano también se fijarían penas. También la gracia es necesaria, porque si no rigiera Dios a todos por su gracia no podría el hombre mantenerse en pie. También le pediríamos en vano que no nos deje caer en tentación. Por lo cual, mostrando el Apóstol que una y otra cosa son necesarias, ruega para obtener la gracia de Dios y amonesta para que por el libre albedrío se aparten del mal y hagan el bien. Por lo cual dice: Rogamos, en cuanto a lo primero; que no hagáis ningún mal, en cuanto a lo segundo.

En seguida, cuando dice: Nos regocijamos, etc., hace a un lado la falsa suposición por el gozo que experimenta por el bien de ellos mismos. Y primero pone el gozo que experimentó por la inocencia de ellos; luego, la oración que hace por la perfección de ellos mismos: por lo que oramos es por vuestro perfeccionamiento. Así es que dice: oramos por que aparezcáis aorobados, y nosotros flacos, y esto se ve por nuestros sentimientos, porque nos alegramos de que entre vosotros haya algunos buenos e inocentes, por lo cual no fungona en nosotros la potestad de juzgar, y aparecemos flacos. Y esto lo dice así: Nos regocijamos por ser noso"ros flacos, esto es, no ejerciendo nuestra potestad sendo vosotros fuertes, esto es, de tal manera obranco el bien y venciendo a los vicios, que quedéis substraHos a nuestra potestad de juzgar. Porque cuando alguien obra mal, se somete a la potestad del juez, y en cambio obrando bien la aparta de sí. ¿Quieres no tener que temer al Poder? Pórtate bien (Rm 13,3). Nosotros flacos, vosotros fuertes (1Co 4,10). De este gozo se dice en FiTipenses 2,17: Me gozo y me congratulo con todos vosotros. Y no sólo nos alegramos por estas cosas, sino que también, por encima de esto, oramos por vuestra consumación, esto es, por vuestro perfeccionamiento. Porque en las cosas naturales vemos que cada cosa natural tiende naturalmente a su perfección, por la q.ue tiene un deseo natural. Por lo cual a cada cosa se le da una virtud natural para que pueda alcanzar su perfección natural. Ahora bien, la gracia se le da al hombre por Dios, por la cual alcance el hombre su última y perfecta consumación, o sea, ia bienaventuranza, por la cual tiene un natural deseo. De aquí que cuando alguien no tiende a su perfección, es señal de que no tiene la suficiente gracia de Dios. Por ¡o cual, para que éstos pudieran crecer en gracia, el Apóstol ruega que sean perfeccionados. Lo que pido es que vuestra caridad crezca más y más (Ph. 1,9). Tomad las armas todas de Dios, para poder resistir en el día aciago, etc. (Ep 6,13).

Habiendo dado la admonición, indica su causa, diciendo: Porque por eso escribo estas cosas ausente. etc., esto es, por eso estando ausente os escribo estas cosas, amonestándoos, no sea que alguien me obligie a obrar contra mi voluntad, que consiste en no hacer nada con dureza contra vosotros, mientras no sea "orzado por vosotros. Por lo cual dice: para que pres«nte no sea yo más duro contra vosotros de lo que ye quisiera o vosotros quisierais. Verdaderamente que a los unos los probaste como padre que amonesta (Síb. 1 1,2). Que no me vea obligado, cuando esté enfe vosotros, a obrar con la osadía que se me atribuye, etc. (2Co 10,2). Pero como los Corintios podrían decir: ¿Por ventura, oh Apóstol, aun cuando nos portáramos bien, no podrías obrar duramente contra nosotros?, contesta diciendo: No; porque no quiero ni puedo obrar sino conforme al poder que recibí de Dios. Y Dios me dio esta potestad, de ligar y desligar, para edificación, no para destrucción, esto es, para edificaros, no para destruiros. Y si os corrigiera duramente, no edificaría sino que destruiría. Aun cuando yo me gloriase un poco más de la potestad que el Señor nos dio para vuestra edificación, etc. (2Co 10,8). Ahora bien, fue esta potestad la que Dios le dio a Pablo (Ac 9). Separadme a Saulo y a Bernabé para la obra (Ac 13,2).



52
(
2Co 13,11-13)

LECTIO 3: 1 Corintios 13,11-13

Los exhorta a permanecer en los bienes espirituales, sobre todo en el gozo y en la paz, y finalmente, con su saludo de costumbre, termina la epístola.

11. Por lo demás, hermanos, alegraos, sed perfectos, exhortaos, tened un mismo sentir, vivid en paz, y el Dios de la paz y la caridad será con vosotros.
12. Saludaos recíprocamente con el ósculo santo. Todos los santos os saludan.
13. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean siempre con todos vosotros. Amén.

En lo que precede increpó el Apóstol a los seducidos por los seudos; aquí consuela a los que permanecen en la fe y en su doctrina. Y primero hace la admonición; luego agrega un saludo: saludaos recíprocamente con el ósculo santo. Acerca de lo primero, primero da la admonición; luego indica el premio de la admonición cumplida: y el Dios de la paz, etc. Amonesta respecto a tres cosas. La primera, de qué manera deben ser respecto a sí mismos; la segunda, de cómo deben ser para con el prójimo; la tercera, de cómo deben ser todos mutuamente. Ahora bien, en cuanto a sí mismos, dos cosas buenas deben tener. La primera, el gozo del bien que se posee, y en cuanto a esto dice: Por lo demás, hermanos, que fuisteis constantes, alegraos por las cosas que hacéis para el servicio de Dios. Y esto es necesario para que seáis justos y virtuosos, porque nadie es virtuoso o justo si no goza con la obra justa y virtuosa. Por lo cual dice el Salmo 99,2: Moradores todos de la tierra, cantad con júbilo las alabanzas de Dios; servid al Señor con alegría. Y en Filipenses 4,4 leemos: Vivid siempre alegres en el Señor; vivid alegres, repito, etc. Y en verdad siempre hay que alegrarse, porque el gozo conserva al hombre en el buen hábito, porque nadie puede permanecer mucho tiempo en lo que contrista. La segunda cosa que los buenos deben tener en sí mismos es el celo o emulación de la perfección, y en cuanto a esto dice: Sed perfectos, esto es, tended siempre a adelantar. Dejando a un lado las instrucciones para los que comienzan a creer en Jesucristo, elevémonos a lo que hay de más perfecto (Hebr. 6,1). Ahora bien, el precepto que aquí se da no es que el hombre sea perfecto, sino que siempre tienda a la perfección, y esto es necesario, porque quien no trabaja en adelantar está en peligro de desertar. Porque vemos que si los remeros no se esfuerzan por ascender, la nave siempre retrocede. Por lo cual decía el Señor: Sed perfectos (Mt 5,48). En cuanto a los prójimos, se les debe exhortar al bien. Y en cuanto a esto dice: exhortaos, etc. - Y mandó a cada uno de elios el amor de su prójimo (Eccli. 17,12). El que ha recibido el don de exhortar, exhorte (Rm 12,8). Diga también quien escucha: ven (Ap 22,17). - Y dos cosas deben ser comunes a todos, para que tengan el mismo sentir, por lo cual dice: tened un mismo sentir, y para que estén en paz dice: vivid en paz. Y estas dos cosas de tal manera se relacionan, que la una es exterior y la otra interior. Porque consta que los cuerpos no se pueden conservar ni ordenar si los miembros no están entre sí ordenados. De manera semejante, tampoco la 1glesia ni los miembros de la 1glesia si no están ordenados y unidos mutuamente.

Ahora bien, es doble la necesaria unión para unir los miembros de la 1glesia. La una es interior, para que tengan el mismo sentir por la fe, en cuanto al entendimiento, creyendo lo mismo, y por el amor, en cuanto al afecto, amando lo mismo. Por lo cual dice: tened un mismo sentir, esto es, coincidid en la fe y amad lo mismo con el afecto de la caridad, porque la verdadera sabiduría la hay cuando la operación del entendimiento se perfecciona y consuma con quietud y delectación del afecto. De aquí que se dice sabiduría como quien dice gustosa ciencia. A fin de que teniendo un mismo corazón y una misma boca, glorifiquéis a Dios, etc. (Rm 15,6). Que todos tengáis un mismo lenguaje, etc. (1Co 1,10). Sintiendo todos una misma cosa, etc. (Ph. 2,2). La otra es exterior, a saber, la paz, por lo cual dice: vivid en paz entre vosotros. Procurad tener paz con todos, etc. (Hebr. 12,14). Busca la paz y empéñate en alcanzarla (Ps. 33,15). El mismo Señor de la paz os conceda siempre la paz en todas partes (2Ts 3,16).

En seguida, cuando dice: y el Dios de la paz y la caridad será con vosotros, indica el premio que se les da» a los que cumplen la predicha admonición; como si dijera: si conserváis la paz entre vosotros, el Dios de la., paz y de la caridad estará con vosotros. Acerca de lo cual débese notar que entre los Gentiles se acostumbró llamar dioses a algunos de los dones, porque aun* cuando no haya sido sino un solo Dios, sin embargo a. cada uno de sus dones los llamaban dioses de esos dones, y así por el don de la paz lo denominaban dios de la paz, y por el don de la salud, dios de la salud. Teniendo en cuenta este modo de hablar, dice el Apóstol: el Dios de la paz, etc. No porque la paz sea un dios, como aquéllos decían, sino que a Cristo se le llama Dios de la paz porque es el dador y amador de la paz.. La paz mía os doy (Jn 14,27). Dios no es de desorden sino de paz (1Co 14,33). La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones (Rm 5,5). Y El mismo es también el autor de la paz. Estas cosas os he dicho con el fin de que halléis en Mí la paz (Jn 16,33). Y su morada es de paz. Fijó su habitación en la paz (Ps. 75,3). Además, no sólo es el Dios de la paz, sino también de la caridad. Por lo cual dice: el Dios de la paz. y de la caridad será con vosotros; y esto es así porque quien está en la verdadera paz del corazón y del cuerpo, vive en la caridad; y quien permanece en la caridad, en Dios permanece, y Dios en él, como se dice en 1 Juan 4,16, y porque el hombre no merece sino por la paz y la caridad. Cualquiera que me ama observará mi doctrina (Jn 14,23).

En seguida, cuando dice: saludaos recíprocamente con el ósculo, etc., hace un saludo, y acerca de esta primero les aconseja un mutuo saludo; y luego los saluda por parte de los demás. Os saludan, etc.; tercero, los saluda de su parte: la gracia de nuestro Señor Jesucristo, etc. Les dice que el saludo mutuo se haga con un ósculo, pues dice así: saludaos recíprocamente vosotros mismos con el ósculo santo. En lo cual débese notar que el ósculo es señal de paz. Porque por la boca, con la que se besa, se respira. Por lo cual cuando dos personas se besan mutuamente, esto es señal de que unen su espíritu para la paz. Ahora bien, hay paz fingida, y ésta es la de aquellos que hablan de paz con su prójimo y de males en sus corazones, como se dice en el Salmo 27,3. Males que se hacen por el engaño del ósculo. Mejores son las heridas que vienen del amigo que los besos fingidos del enemigo (Pr 27,6). Y hay una paz mala y torpe, cuando por ejemplo hay acuerdo para hacer el mal. Viviendo sumamente combatidos de su ignorancia, a un sinnúmero de muy grandes males les dan el nombre de paz (Sg 14,22). Y este es el caso del ósculo libidinoso. En Proverbios 7,13 se habla de la mala mujer que abraza al ¡oven, lo besa, etc. Pero hay una paz santa, que es la que Dios da. Y la paz de Dios, que sobrepuja a todo entendimiento, sea la guardia de vuestros corazones (Ph. 4,7). Y ésta es la que se hace por el ósculo santo, porque une los espíritus en la santidad. Y de este ósculo se habla aquí: con el ósculo santo. Y con esto arraigó la costumbre de que los fieles y los varones sagrados en señal de caridad y unión se den mutuamente el ósculo de paz; y en las iglesias se da la paz con el ósculo santo.

De parte de los demás los saluda, diciendo: Todos Sos santos os saludan, porque todos los santos y fieles esperan y desean, y con oraciones procuran nuestra salvación; por ld; cual todos los fieles de Cristo recíprocamente esperan y desean la salud, Hazme partid* pe, Dios, etc. (Ps. 118). ; 1

Y por su parte los saluda el Apóstol,diciendo:- La gracia de nuestro Señor Jesucristo, etc. En lo cual débese saber que es doble el modo de apropiar algo a las Personas divinas. El uno es esencialmente; el otro, causalmente. Ahora bien, esencialmente se les apropia. a las divinas Personas: al Padre el Poder, porque El mismo es el Poder esencialmente en cuanto es el principio; al Hijo la Sabiduría, en cuanto es el Verbo; al Espíritu Santo el amor, en cuanto es la Bondad.

Mas aquí el Apóstol no apropia estas cosas de este modo, a saber, por esencia, porque así todas las cosas se apropiarían al Espíritu Santo, sino que apropia causalmente. Por lo cual, como la gracia es un don, por el que se nos perdonan nuestros pecados (Siendo justificados gratuitamente, etc.: Rm 3,24), y la remisión de los pecados se nos hace por el Hijo, porque habiendo asumido nuestra carne, satisfizo por nuestros pecados (La gracia y la verdad han venido por Jesucristo; Jn 1,17), en consecuencia el Apóstol atribuye la gracia a Jesucristo. Por lo cual dice: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, etc. Y la caridad nos es necesaria porque debemos unirnos a Dios. El que permanece en la caridad, en Dios permanece, etc. (1Jn 4,16). Y como esto proviene de Dios Padre, en cuanto El mismo de tal manera amó al mundo que dio a su Hijo Unigénito, como se dice en Jn 3,16 y en Romanos 5,8: Lo que hace brillar más la caridad de Dios para con nosotros; en consecuencia, a El mismo, como a principio de esta caridad, se atribuye la caridad, diciendo: y la caridad de Dios, es claro que del Padre.

Mas la comunicación de las cosas divinas se hace por el Espíritu Santo, porque El es el distribuidor de los dones espirituales. Mas todas estas cosas las causa el mismo indivisible espíritu (1Co 12,1 1). Y por eso al Espíritu Santo le atribuye la comunicación, diciendo: y la comunicación del Espíritu Santo. O bien le atribuye esto por ser El mismo común a las otras dos Personas. Así es que de esta manera en su salutación pide el Apóstol todas estas cosas necesarias, diciendo: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean siempre con todos vosotros. Amén. La Gracia de Cristo, por la que nos justificamos y salvamos; la caridad de Dios Padre, por la que nos le unimos, y la comunicación del Espíritu Santo que nos distribuye los dones divinos. Amén.



LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI



Aquino - SEGUNDA CORINTIOS 49