Aquino - A LOS HEBREOS 17

17
(
He 4,14-16)

Lección 3: Hebreos 4,14-16

No hay que quedarse en el camino, sino apresurarse para llegar a la Patria; que misericordioso es el Pontífice que tenemos.

14 Teniendo, pues, por Sumo Pontífice a Jesús, Hijo de Dios, que penetró hasta lo más alto del cielo y nos abrió sus puertas, estemos firmes en la fe que hemos profesado.
15 Pues no es tal nuestro pontífice que sea incapaz de compadecerse de nuestras miserias, habiendo experimentado todas las tentaciones y debilidades, a excepción del pecado, por razón de la semejanza con nosotros en el ser del hombre.
16 Lleguémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar el auxilio de la gracia para ser socorridos a tiempo oportuno.

En la lección anterior nos exhortó el Apóstol a darnos prisa a entrar en el descanso de Dios, y, para dar más calor a su exhortación, propuso a nuestra consideración la grandeza de Cristo, cuanto a su naturaleza divina; ahora hace lo mismo cuanto a su naturaleza humana,' a propósito de lo cual nos propone su dignidad, nos muestra su piedad, nos induce a tenerle confianza.

Dice, pues: díjose que de quien venimos hablando es la palabra viva, verdadero juez y pontífice; "luego teniendo por Sumo Pontífice..." (Ps 109). Ni sólo pontífice, sino sumo (Zc. 3); y dícese sumo, porque no ha sido constituido sólo para diligenciar bienes temporales, sino también eternos (futuros) (He 9). Dos cosas tocaban al sumo pontífice: en lo que mira al oficio, entrar una vez al año en el Sancta Sanctorum, no sin llevar allí sangre, como está mandado en Éxodo 30 y Levítico 16; y, en lo que concierne a la tribu, que fuese de la estirpe de Aarón, como prescriben Éxodo 29 y Números 16 y 17; y ambas cosas bien cuadran a Cristo; porque aquel pontífice entraba llevando sangre a un Sancta, que era sombra y rasguño del en que entró Cristo, esto es, el Sancta del cielo, ofreciendo su propia sangre; y su estirpe es más noble que la de Aarón, puesto que se llama Hijo de Dios (Mt 3; Salmo 2).

Así que, con tal pontífice, "estemos firmes en la fe que hemos profesado", esto es, abracémosla de corazón, porque, como se dice en Romanos X,10: "es necesario creer de corazón para justificarse, y confesar la fe con las palabras u obras para salvarse"; y esta confesión la exige de nosotros Cristo, pontífice máximo: "el que me confesare delante de los hombres" (Mt X).

Pero dice: "de nuestra esperanza", que puede entenderse de dos maneras: de una, de suerte que por confesión, como aquí se toma, se entienda la confesión de la fe, que es el principio de la esperanza, como lo explica la Glosa sobre San Mateo: "Abraham engendró a 1saac", esto es, la fe engendró la esperanza, no ciertamente cuanto al hábito, sino cuanto al orden de la acción; pues nadie puede ni debe esperar sino lo que puede alcanzar; y el poder alcanzar lo eterno se lo debemos a la fe. De otra, de suerte que por confesión se entienda la de la esperanza, esto es, de lo que esperamos, conviene a saber, contemplar la primera verdad.

Al decir luego: "pues no tenemos un pontífice...", no fuera a creerse que, más allá de lo que exige su justicia, el ámbito de su acción no se extiende a más, indica que también en El hay misericordia y piedad, virtudes cuyo blanco son las miserias y que tan bien entallan a Cristo. De ahí que diga: "que no pueda compadecerse de nuestras miserias". Es de saber que el verbo poder significa en veces no una potencia a secas, sino la presteza y aptitud de Cristo para acudir a nuestro socorro, pues sabe por experiencia lo miserables que somos, como lo supo también en cuanto Dios, desde toda la eternidad, por simple noticia. "Se compadece el Señor de los que le temen, porque El conoce de qué hechura somos" (Ps 102,13). De ahí que añada: "habiendo experimentado todas las tentaciones... por razón de la semejanza". Hay 3 géneros de tentaciones:

a) una que nace de la carne, es a saber, cuando la carne codicia contra el espíritu -como se dice en Gálatas 5- y no está inmune de culpa, porque -como dice San Agustín -algún pecado es que la carne codicie contra el espíritu, porque esto es tener concupiscencia carnal; y ésta, claro está, no la hubo en Cristo, y por eso dice: "sin pecado", esto es, ni el más mínimo movimiento de él (I P. 2); en razón de lo cual se le llama cordero de Dios (Jn 1).

b) Otra es la que procede del mundo y del demonio, y esto de dos maneras: o halagando con el céfiro blando de la prosperidad, o aterrando con el aquilón de la adversidad; y de estos dos modos sí fue tentado Cristo. Fue atraído en las prosperidades; pues todo lo que dice con ellas -se entiende las de esta vida- o pertenece a la concupiscencia de la carne, o a la concupiscencia de los ojos o a la soberbia de la vida; y en todas tres lo tentó el demonio: en la primera, cuando lo tentó de gula, que es madre de la lujuria (Mt 4); en la segunda, de vanagloria, cuando le dijo: "échate de aquí aba¡o", en la tercera, al decirle: ''todo esto te daré... " "Acabadas todas estas tentaciones, el diablo se retiró de E! hasta otro tiempo" (Lc 4).

Asimismo fue tentado con adversidades y asechanzas de parte de los fariseos, que querían atraparlo en lo que hablase (Mt 22,15). Fue tentado con contumelias (Mt 27,40), con azotes y tormentos. Así que, excepción hecha de la tentación con pecado, en lo demás fue tentado como lo somos todos.

Y dice: a semejanza nuestra, que puede explicarse de dos maneras: de una, de suerte que "secundum", según, denote la causa final, como si dijera: el motivo por que fue tentado fue para darnos ejemplo, para que a semejanza suya soportásemos la tentación y nos esforzásemos a vencerlas todas (I P. 2). O puede denotar la consecuencia, como si dijera: si fue tentado lo fue con el designio de hacerse en todo como uno de nosotros, así en ¡o temporal, como en lo demás, excepto sólo el pecado. Porque, si no hubiese tenido tentaciones, por no haber tenido experiencia de ellas, no se compadeciera de nosotros, y, si hubiese tenido pecado, no hubiese podido ayudarnos, más bien hubiese necesitado de ayuda.

-"Lleguémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia". Los mueve a poner su confianza en El; como si dijera: puesto que puede compadecerse, "lleguémonos con confianza" (Is 12). Lleguémonos, digo, al trono, que es la sede del rey, y el rey es Cristo (Jr 23). Este trono pasa por dos estados: por el de la justicia, en lo futuro (Ps 9; 74); por el de la gracia, aquí; por eso se agrega: "de su gracia", es a saber, al presente, que es tiempo de misericordia (Zc. 4). Ahora bien, por la gracia de Cristo nos vemos libres de toda miseria, porque salimos del cautiverio del pecado, que labra la desgracia de los pueblos (Pr. 14); por eso dice: "a fin de alcanzar misericordia". Asimismo, con la gracia de Cristo, tenemos una excelente ayuda para obrar el bien, por lo cual dice: "y hallar el auxilio de la gracia" (Lc 1); y esto para ser socorridos "a tiempo oportuno", con cuyo socorro tengamos una ayuda para bien obrar (Ps 20); y este auxilio nos viene por medio de la gracia (1Co 15). Pero esto ha de hacerse en tiempo a propósito; por eso dice: "con auxilio oportuno"; pues tiene cada cosa su tiempo y sazón (Eccl. 8,6), y éste es el tiempo presente que es tiempo de misericordia.

18

Capítulo 5

(He 5,1-7)

Lección: Hebreos 5,1-7

Nuestro Pontífice sobrepuja con mucho a Aarón; con todo, es hombre y sabe compadecerse de los hombres, y orar por ellos y ofrecer sacrificios.

1 Porque todo pontífice, entresacado de los hombres, es puesto para beneficio de los hombres, en lo que mira al culto de Dios, a fin de que ofrezca dones y sacrificios 'por los. pecados;
2 el cual sepa condolerse de aquellos que ignoran y yerran, como quien se halla igualmente rodeado de miserias,
3 y por esta razón debe ofrecer sacrificio en descuento de los pecados, no menos por los suyos propios que por los del pueblo.
4 Ni nadie se apropia esta dignidad si no es llamado de Dios como Aarón.
5 Así también Cristo no se arrogó la gloria de hacerse pontífice, sino que se la dio el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy.
6 Al modo que también en otro lugar dice: Tú eres sacerdote eternamente, según el orden de Melquisedec;
7 el cual, en los días de su carne mortal, ofreciendo plegarias y súplicas con grande clamor y lágrimas a Aquel que podía salvarle de la muerte, fue oído en vista de su reverencia.

Como se dijo al principio de esta carta, la intención del Apóstol fue demostrar la excelencia de Cristo por encima de todo aquello que da a la ley su autoridad, es a saber, los ángeles, por cuyo ministerio fue dada (Ga 3), Moisés, que fue su legislador (Jn 1), y el sacerdocio y pontificado de Aarón, por quien se administraba.

Habiendo ya, pues, tratado de Moisés y de los Angeles, la emprende aquí con el tercer punto, es a saber, la ventaja que hace el sacerdocio de Cristo al sacerdocio de Aarón; acerca de lo cual, demuestra que Cristo es pontífice y que aventaja con mucho al pontífice de la antigua ley. Asimismo, además de mostrar que Cristo es pontífice, prepara a los oyentes a escuchar lo siguiente: "sobre lo cual podríamos decir muchas cosas". Todavía más, indica los requisitos que el pontífice ha menester, que por estarle tan de perlas a Cristo, concluye que es pontífice. Por añadidura, describe el oficio del pontífice, la piedad que le es necesaria, el modo de llegar al pontificado.

Cuanto al oficio pone 4 cosas: la alteza del grado, la utilidad del pontificado, la materia y el acto, que es lo que dice con otras palabras: "porque todo pontífice lia sido entresacado de los hombres, es puesto para beneficio de tos hombres, en lo que mira al culto de Dios, a fin de que ofrezca dones y sacrificios por los pecados". Y este oficio conviene al hombre, no al ángel; por lo cual dice haberse dicho así que tenemos un gran pontífice, el cual es Cristo, "porque ha sido entresacado de los hombres", y así, debe también ser del número de los hombres.

Ahora bien, quiso Dios que el hombre tenga un semejante a sí a quien acuda; de ahí la disposición de la 1glesia de no elegir gente extraña cuando la útil se halla en el propio colegio: "daréle viñadores de su mismo lugar" (Os. 2,15); "pondrás a aquel que tu Señor Dios señalare de entre tus hermanos. No podrás alzar por rey a hombre de otra nación y que no sea hermano tuyo" (Dt. 17,15). Y dice entresacado, porque ha de llevar de ventaja a los otros, como Saúl (I S. X,23), lo que va de los hombros a la cabeza. Por eso Cristo le pregunta a Pedro, a quien quería colocar al frente del colegio apostólico, si le amaba más que los otros.

La utilidad del oficio consiste en que "es puesto para beneficio de los hombres", esto es, en provecho de ellos; no a fin de acumular riquezas, alcanzar gloria, enriquecer a los deudos (2Co 4; He. 13); pero, si alguno busca lo suyo, no es pastor, sino mercenario.

La materia de la dignidad es la principalidad; porque así como en la ciudad quien hace cabeza es el presidente o gobernador, así también este pontífice "en lo que mira al culto de Dios" (Ex. 4; 2Co X); y así como lo destinado al culto de Dios excede en categoría a lo temporal, del mismo modo la dignidad pontifical echa el pie adelante a todas las otras dignidades. Así pues, los pontífices no deben embarazarse con negocios seculares, descuidando los que pertenecen a Dios (II Ti. 2,4).

La acción pontifical ordénase "al ofrecimiento de dones", esto es, a lo voluntariamente ofrecido, no arrancado por la fuerza (Ex. 25), "y sacrificios por los pecados", es a saber, lo que le llevan para ofrecerlo en satisfacción de los pecados. "Entonces el sacerdote hará oración por él y por su pecado, y se le perdonará" (Lv. 4,26); con lo cual se da a entender que todo lo que se ofrece, sea voluntario y votivo, sea satisfactorio, debe ofrecerse según la disposición del prelado.

Por consiguiente, al decir: "el cual sepa condolerse", muestra lo que usualmente se necesita, es a saber, la piedad; acerca de lo cual indica que, como cosa usual en el pontífice, requiérese la misericordia y la piedad; que es también requisito lo que motiva esa misericordia y las señales que ha de dar de ella.

Dice, pues: digo que el pontífice está puesto para el servicio de Dios; debe, con todo, terciar entre Dios y el hombre. "Yo fui en aquel tiempo intérprete y medianero entre el Señor y vosotros" (Dt. 5,5). Por tanto, así como por su oración devota debe llegar a uno de los extremos, a Dios; así por su misericordia compasiva debe tocar el otro, es a saber, el hombre. Por eso dice: "que sepa condolerse" (2Co 1 1).

Amos parece decir lo contrario: "no se compadecían de la aflicción de José" (6,6). Ahora bien, los hombres dos tachas tienen: unos faltan por ignorancia, otros a sabiendas. Por eso dice: "de aquellos que ignoran".

Propiamente ignorar es carecer de la ciencia competente de lo que uno debe saber. Otros faltan, abiertos los ojos, a ciencia cierta; que es lo que dice: "y yerran".

Pone el motivo de la piedad, al decir: "como quien se halla igualmente rodeado de miserias". Este motivo es la flaqueza, de que cojean, en veces, hasta los que mandan, porque "este tesoro lo llevamos en vasos de barro" (2Co 4,7). La razón es para que por propia experiencia se compadezcan de las flaquezas ajenas, y por eso el Señor permitió la caída de Pedro (Eccli. 31); por lo cual dice: "como quien se halla igualmente rodeado de miserias", conviene a saber, en cuanto a penalidades y culpas (Ps 6; Sg 9). Y notad lo que dice: rodeado; porque los hombres carnales llevan la enfermedad del pecado por dentro, ya que en ellos la voluntad y la razón sujetas están al pecado; pero los santos por fuera, ya que no están sujetos al pecado, aunque sí rodeados de carne como vidrio frágil: "yo mismo vivo sometido por el espíritu a la Ley de Dios; y por la carne a la ley del pecado" (Rm 7,25).

Señal de esto es que tanto en la ley vieja (Lv. 9 y 16), como en la nueva -como se ve en el Canon de la Misa, al decir: también a nosotros pecadores- está mandado que el sacerdote ofrezca también por sí el sacrificio, lo cual no hiciera a no sentirse agobiado con la enfermedad del pecado de que está rodeado; pues si estuviera en pecado mortal, no debe celebrar. Por eso dice: "y por esta razón debe ofrecer sacrificio en descuento de los pecados, no menos por los suyos propios que por los del pueblo". Pone, por tanto, el modo de llegar al pontificado, al decir: "ni nadie se apropia esta dignidad, si no es llamado de Dios, como Aarón", pues levantarse a un estado superior a su naturaleza es ir contra la naturaleza, como si el aire se hiciese fuego, que no se hace, sino lo hace un ser superior. De donde no cabe en la sabia disposición de Dios que alguno se apropie esta dignidad por el favor, el dinero, el poder (Am. 6; Os. 8), sino debe ser llamado por El, como Aarón (Ex. 28); razón por la cual confirmó el Señor su sacerdocio -como parece en Números 17- por medio de la vara florida. Estos han de elegirse: los que no se meten donde no los llaman. De ahí que antiguamente hasta por señas exteriores daba a entender Dios a quiénes elegía, como se ve en San Nicolás de Bari, obispo de Mira de Licia, y en muchos otros.

- "así también Cristo no se arrogó la gloria de hacerse pontífice". Es una consecuencia que muestra cómo es el pontificado de Cristo; acerca de lo cual demuestra que lo anterior le cuadra muy bien a Cristo, de donde deduce la conclusión: "fue llamado por Dios". Cuanto a lo primero, demuestra que Cristo fue hecho pontífice, no a su cuenta y riesgo, sino por Dios; trata también de su oficio y de su misericordia. Tocante a lo primero de la primera parte,, demuestra que Cristo no pretendió el ascenso a pontífice e indica quién lo ascendió. Dice, pues: "Cristo no se arrogó la gloria de hacerse pontífice"; acerca de lo cual es de saber que no dice: no se hizo a sí mismo pontífice, sino dice: "no se arrogó... ", porque hay algunos que se arrogan la gloria de lo que no les va ni les viene, para hacer como los hipócritas, que sacan a vistas sus prendas, para ser elegidos o alcanzar prebendas, pero nadie se hace pontífice; Cristo, en cambio, no sólo no se hizo pontífice, pero ni se arrogó la gloria de hacerse tal. "Yo no busco mi gloria, otro hay que la promueve (mi Padre) (Jn 8,50). Y esto es verdad en cuanto hombre; porque en cuanto Dios tiene la misma gloria que el Padre.

Al decir después: "sino que se la dio el que le dijo...", muestra quién la promueve, quién lo glorifica y cómo es designado pontífice. Fue confirmado por juicio divino, porque el Señor "le dijo: Tú eres mi Hijo...", que arriba queda explicado. Asimismo: "éste es mi Hijo querido en quien tengo mis complacencias" (Mt 3). Así que muestra su gloria cuando lo muestra desde su eterno origen (He 1). Recibe también el pontificado de Dios en cuanto hombre, al modo que también en otro lugar dice, es a saber, en el Salmo 109: "Tú eres sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec". Usa el Apóstol de la autoridad del Salmo, como más famosa y de mayor peso, por más traída; y dice sacerdote, porque se ofreció a Dios Padre. "Nos amó y se ofreció a Sí mismo en oblación y hostia de olor suavísimo" (Ep 5,2).

Y para que no se crea que el sacerdocio de Cristo era como el de la ley vieja, lo distingue en dos cosas: primero, cuanto a la dignidad, porque es sacerdocio eterno; ya que aquél, por figura, fue temporal, y, por consiguiente, no es perpetuo, sino transitorio, en viniendo lo figurado. Pero el sacerdocio de Cristo es eterno, porque es de verdad, y la verdad es eterna. Asimismo, la víctima que allí se ofrece tiene la virtud de introducir en la vida eterna. Otrosí, dura eternamente. En segundo lugar, lo distingue por el rito, porque allí se ofrecían animales; aquí pan y vino; por eso dice: "según el orden de Melquisedec", que se explicará más abajo.

-"El cuai en los días de su carne mortal". 1ndica que lo que toca al oficio pontifical bien le cuadra a Cristo; y muestra su condición, su acto, su eficacia. Su condición es que fue uno de los hombres porque, como está dicho, el pontífice es entresacado de los hombres; por eso dice: "el cual en los días de su carne mortal". Pónese aquí la carne en lugar de toda la naturaleza humana, como aquello de Juan: "el Verbo se hizo carne".

Mas ¿por ventura ahora no son los días de su carne mortal? Parece que sí, por lo que dice San Lucas: "el espíritu no tiene carne y huesos, como veis que los tengo" (24). ¿Por qué, pues, llámase al tiempo antes de su pasión y resurrección,- más bien que ahora, el tiempo o los días de su carne? Se responde que a veces con el nombre de carne se designa la fragilidad de la carne, como en 1Co XV: "la carne y la sangre no poseerán el reino de Dios". Cristo entonces tuvo una carne frágil y corruptible; por lo cual dice: "en los días de su carne", esto es, cuando llevaba consigo una carne semejante a la pecadora, mas no pecadora.

Su acto fue ofrecer preces y súplicas, esto es, un sacrificio espiritual, que Cristo ofreció. Y dícense plegarías, esto es, peticiones (Stg. 5); súplicas, en cambio, por lo que mira a la humildad del que ora, como las genuflexiones. "Se postró en tierra caído sobre su rostro orando" (Mt 26,39). ¿A quién? "A Aquél, esto es, a Dios Padre, que podía salvarle de la muerte". Esto podía hacerlo de dos maneras: de una, de suerte que no muriese (Mt 26); de otra, de modo que ya muerto lo resucitase (Ps XV; XL). A> este sacrificio espiritual ordénase el sacerdocio de Cristo. Así que concuerda con el que mencionó arriba: "para ofrecer dones..." (Ps 49; Os. 14).

La eficacia se muestra por el modo de orar, ya que para el que ora dos cosas son necesarias: un fervoroso afecto y un doloroso gemido; dos requisitos a que alude el Salmo 37: "Señor, delante de T! está todo mí deseo, y mi gemido no se te oculta". Y así oró también Cristo: "con grande clamor", esto es, con intención eficacísima: "y entrando en agonía, oraba más largamente" (Lc 22,43); y clamando dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23);

-"y lágrimas", por las que expresa el Apóstol el gemido interno del que ora. Esto no se lee en el Evangelio, pero es probable que así como derramó lágrimas en la resurrección de Lázaro, así las haya derramado en su pasión; pues muchas de las cosas que hizo no quedaron escritas; mas no lloró por Sí, sino por nosotros, para quienes era el provecho de su pasión; para Sí, en cambio, consistió el provecho en que por la pasión mereció la exaltación (Fíl. 2); razón por la cual "fue oído en vista de su reverencia", es a saber, la que para con Dios tenía por encima de todos los hombres (Is XI).

Pero, al contrario, parece que no fue oído,, ni por Sí, pues no pasó, como pedía, sin apurar su contenido, ef cáliz; ni por los otros, pues no se les hizo gracia, como El pedía, del deicidio a los judíos: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23).

Lo que hay que decir es que Cristo fue oído en todo lo que quiso se hiciese. Lo tocante a Sí se explica por sus dos naturalezas: según el apetito de la sensualidad y según la voluntad, en cuanto es cierto apetito natural, rehuía la muerte; y en orden a esto era su oración, para mostrar que era hombre de carne y hueso como los demás; mas, con la voluntad consecuente a la razón deliberada, quería morir, y por eso dice: "mas no se haga mi voluntad sino la tuya". Asimismo, no era su voluntad se perdonase sin más a todos, sino sólo a los que creyeron; y muchos de hecho después se convirtieron.

19
(
He 5,8-14)

Lección 2: Hebreos 5,8-14

Demuestra que a Cristo, como anillo al dedo, le vienen la misericordia y la piedad; y le llama sacerdote según el orden de Melquisedec, aunque esta exposición supere su capacidad (de los Hebreos).

8 Y cierto que, aunque era Hijo de Dios, aprendió como hombre, por las cosas que padeció, a obedecer,
9 y así consumado o sacrificado en la cruz, vino a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
10 siendo nombrado por Dios pontífice según el orden de Melquisedec.
11 Sobre lo cual podríamos decir muchas cosas, pero son cosas difíciles de explicar a causa de vuestra flojedad y poca aplicación para entenderlas.
12 Pues debiendo ser maestros, si atendemos al tiempo que ha pasado ya, de nuevo habéis menester que os enseñen cuáles son los primeros rudimentos de la palabra de Dios, y habéis llegado a tal estado, que no se os puede dar sino leche, mas no alimento sólido.
13 Pero quien se cría con leche no es capaz de entender el lenguaje de perfecta y consumada justicia, por ser un niño en la doctrina de Dios,
14 mientras que el manjar sólido es de varones perfectos; de aquellos que con el largo uso tienen ejercitados los sentidos espirituales en discernir el bien y el mal.

Puso arriba 3 requisitos que pertenecen al pontífice y mostró que dos de ellos le convienen a Cristo, es a saber, el oficio y el modo de llegar a él; aquí prosigue con el tercero, que el pontífice debe tener, conviene a saber, la misericordia y la piedad; acerca de lo cual, hace una reseña de su pasión e indica qué provecho se les siguió a los otros.

Dice, pues: ya dije que el pontífice ha de ser de tal condición que pueda compadecerse. Ese tal es Cristo; pues siendo Hijo de Dios desde la eternidad y no pudiendo, según eso, ni padecer ni compadecer, tomó una naturaleza en la que pudiese padecer y así también compadecer. A esto se refiere lo que dice: "y cierto que, aunque era hijo de Dios, esto es, desde la eternidad, aprendió a obedecer, en el tiempo". Mas, por el contrario, aprender es propio de gente ignorante; pero Cristo, como Dios, desde la eternidad y desde el primer instante de su concepción tuvo plenitud de ciencia, en cuanto hombre; luego nada ignoró y, por consiguiente, nada aprendió.

Respondo: hay dos clases de ciencia: de simple noticia y de experiencia. En la primera se funda la objeción, esto es, que ignoró; en la segunda la obediencia que tuvo que aprender. De ahí que diga: "aprendió por las cosas que padeció", es a saber, experimentó. Y habla el Apóstol así, porque el que aprende algo de grado se arrima a aprenderlo; y Cristo voluntariamente cargó con nuestra flaqueza; por lo cual dice que aprendió la obediencia, esto es, tomó el tiento a la dificultad de obedecer, ya que obedeció en cosas pesadísimas y dificilísimas, ¡hasta morir en cruz! Y por aquí muestra cuan dificultoso sea el bien de la obediencia; porque los que no han sentido a qué sabe, ni la aprendieron en cosas difíciles, piensan que obedecer es cosa de coser y cantar. Mas, para saber en qué consiste ese arte, es menester aprenderlo en las cosas difíciles, ya que nunca lo hará bien de prelado quien de subdito no se acostumbró a lo mandado. Así que Jesucristo, aunque por simple noticia y desde la eternidad sabía lo que era obedecer, en realidad no vino a saber lo que era eso hasta que no lo experimentó en carne propia, esto es, hasta que no llovieron los azotes... y le dieron muerte (Rm 5).

Al decir luego: "y así consumado o sacrificado en la cruz", indica el fruto de la pasión, que fue doble: uno en Cristo, otro en sus miembros. En Cristo fue la glorificación; por lo cual dice: "y consumado"; pues desde el instante de su concepción tuvo en su punto la perfección, por lo que mira a la bienaventuranza del alma, en cuanto a Dios tendía su vuelo, aunque en la naturaleza fue pasible; mas no después de la pasión. Por consiguiente, como sea del todo perfecto, conviénele hacer que los otros lo sean; ya que poder engendrar un semejante es facultad natural de un ser perfecto. Por eso dice que fue consumado o perfecto; pues, ya que por el mérito de la obediencia llegó a esta consumación (Pr. 21), "vino a ser causa de salvación, no temporal, sino eterna (Is 45) para todos los que le obedecen"; por lo cual dice: "siendo nombrado por Dios pontífice según el orden de Melquisedec", que ya se explicó arriba.

-"Sobre lo cual podríamos decir muchas cosas". Prepara los ánimos de sus oyentes para lo siguiente que ha de decir del pontificado de Cristo, que son cosas grandes; reprende su flojedad, que demuestra ser culpable, y manifiesta su intención al decir: "dejemos, pues, a un lado las instrucciones elementales..." Dice, pues: ya dije que fue llamado pontífice, acerca del cual pontificado podríamos decir muchas cosas, porque se trata de cosas grandes (Pr. 8) y provechosas, es a saber, de la salvación de las almas (I Ti. 1).

-"pero son cosas difíciles de explicar", que puede exponerse de dos maneras: de una, negativa, porque no se aviene con ninguna interpretación, esto es, explicación, ya que no puede cabalmente explicarse; pues lo que toca a Cristo no hay lengua humana que pueda expresarlo (Eccli. 43). De otra, afirmativa, interpretable, esto es, ha menester interpretación por su alteza, grandeza y profundidad. "Atinará su significación y la interpretación de ellas" (de las parábolas); interpretación que se cuenta entre los dones del Espíritu Santo (1Co 12) y que también es necesaria, porque somos negados y bozales, como él mismo dice: "a causa de vuestra flojedad y poca aplicación para entenderlas". Los de poca capacidad no pueden entender las cosas altas, si no se les desmenuza y da en pedazos. "Aún tengo otras muchas cosas que deciros, mas por ahora no podéis comprenderlas" (Jn 16,12); "no pude hablaros como a varones espirituales" (1Co 3).

-"pues debiendo ser maestros, si atendemos al tiempo que ha pasado ya". Demuestra que esta flojedad es culpable, la ilustra con una comparación y la explica; pues no carece de culpa la muy poca aplicación, después de mucha audición y no escasa explicación; otra cosa es si el oyente empieza a oír. Si hay negligencia, es culpable. Por eso dice: "pues debiendo ser maestros de otros, si atendemos al tiempo que ha pasado ya", cuando habían oído la ley y los profetas (Jb 5), y al mismo Cristo, y a los Apóstoles y a muchos convertidos por ellos (Jn 14); "de nuevo habéis menester", como si dijera: más bien deberíais enseñar que ser enseñados; con todo eso, habéis menester "que os enseñen cuáles son ios primeros rudimentos de la palabra de Dios".

Uámanse rudimentos lo primero que se enseña en gramática, es a saber, las mismas letras, cuando uno se se pone a aprender. Así que los rudimentos de la palabra de Dios, sus primeros principios y elementos son los artículos de la fe y los preceptos del decálogo; de modo que el que por mucho tiempo se hubiese aplicado a aprenderlos en la teología y no los supiese habría perdido su tiempo; por lo cual dice: "habéis menester que os enseñen cuáles son los primeros rudimentos de la palabra de Dios", esto es, sus primeros principios. "Siempre aprendiendo, sin ¡legar nunca al conocimiento de la verdad" (II Ti. 3,7); "el niño de cien años morirá" (Is 65).

-"y habéis üegado a tal estado". Les pone una comparación: la doctrina sagrada es como el manjar del alma (Eccli. XV; 34), comida y bebida, que al alma la embebe y la deja saciada; porque las otras ciencias alumbran con su luz el entendimiento, ésta el entendimiento y el alma (Ps 18), a quien refocila y da fuerza.

Pero en el manjar corporal hay su diferencia: que uno toman los niños y otro los hombres ya hechos; porque los niños toman leche, como más sencillo y connatural y de más fácil digestión; mas los adultos un manjar más sólido. Así, también en la Sagrada Escritura los que apenas empiezan deben oír cosas fáciles de digerir, como la leche; pero la gente instruida ha de escuchar cosas de mayor tomo y substancia. Por eso dice: "habéis llegado a tal estado que no se os puede dar sino leche", como a los niños (I P. 2); "como a niños en Cristo os he alimentado con leche, y no con manjares sólidos" (1Co 3,2), que es lo que sigue: "mas no alimento sólido", esto es, doctrina elevada, de arcanos y secretos de Dios, que confirman y reconfortan.

-"Pero quien se cría con leche". Explica la semejanza: lo que había dicho de la leche y del manjar sólido; y con la exposición añade la razón. Dice pues: de la misma manera digo que, como los niños, habéis menester de leche, "puesto que quien se cría con leche no es capaz de entender el lenguaje de perfecta y consumada justicia", esto es, todo aquel que ha menester alimentarse con leche no es capaz, quiere decir, no puede entender, ni en parte siquiera, el lenguaje de perfecta y consumada justicia. "Yo os digo que si vuestra justicia no es más llena y mayor que la de los escribas y fariseos" (Mt 5,20); "donde abunda la justicia se halla suma fortaleza" (Pr. XV,5). Este lenguaje no lo entienden los niños (Is 28).

Pero, al contrario: como el Apóstol, en páginas anteriores les había enseñado muchas cosas dificilísimas y duras de pelar, conviene a saber, acerca del misterio de la Trinidad y de la Encarnación, y cosas por el estilo; luego o no se andaban mamando el dedo o hay que enseñarles a los parvulitos semejantes cosas.

Respondo: digamos con San Agustín que en materia de fe no vayamos a creer que unas cosas habrá de enseñarse a los mayores y perfectos y otras a los imperfectos; que no consiste en eso la diferencia, porque a unos y a otros hay que enseñar lo mismo; pero a los pequeñitos sólo proponerlo, mas no exponerlo ni urdir discursos y raciocinios, que con eso, abrumado su entendimiento, más bien que levantarse se quedaría sin resuello.

Según la Glosa, la leche es algo así como el Verbo se hizo carne. Por el contrario, no ofrece menor dificultad entender esto que entender cómo el Verbo estaba con Dios; a que acota San Agustín que esto último se halla en los libros de Platón, mas no lo primero; ni al mismo San Agustín se le ocurrió sospechar qué misterio encerraba lo de el Verbo se hizo carne.

Respondo: conocer por fe sencüla que el Verbo se hizo carne es bastante fácil, porque puede uno imaginárselo y en cierto modo sentirlo; pero eso de que el Verbo estaba con Dios sobrepuja de todo punto todo sentido, y no puede alcanzarlo sino la razón, y con mucha y grandísima dificultad.

Señala, por consiguiente, la razón de lo anterior, al decir: "por ser un niño en la doctrina de Dios", no en edad, sino en capacidad; que de tres maneras se entiende eso de la parvulez: por edad (Ga 4), por humildad (Mt 1 1), por discreción o uso de la razón; y en este sentido se entiende aquí.

-"en cambio, el manjar sóÜdo es de varones perfectos". Explica lo que había dicho del manjar sólido; porque esto se advierte en las cosas corporales, que, cuando un hombre llega a edad perfecta, aliméntase con manjar más sólido, de más substancia y calidad. Del mismo modo, al varón espiritual, una vez llegado a la perfección espiritual, ha de proponérsele una doctrina más sólida; y esta perfección es de dos especies: una, según el entendimiento, cuando uno tiene juicio para discernir y juzgar lo que se le propone. Otra, según el afecto, obra de la caridad, cuando uno totalmente está unido a Dios. De donde en San Mateo, a continuación de los mandamientos de la caridad, se dice: "sed, pues, perfectos". Y la caridad ha llegado a su perfección cuando, como dice San Agustín, ya no hay ninguna ambición; porque, cuanto más se remonta uno a Dios, tanto con mayor desdén desprecia lo temporal; pues "fuera de Ti, ¿quién hay para mí en el cielo? y si contigo estoy, no me deleita la tierra" (Ps 72,25). Que esto tiene la doctrina de la Sagrada Escritura: que en ella no sólo se enseña lo especulativo, como en la geometría, sino también lo práctico. De ahí que diga San Mateo: "mas el que hiciere y enseñare". Basta, por tanto, en las otras ciencias, que el hombre sea intelectualmente perfecto; en ésta, en cambio, intelectual y afectivamente. Así que a los perfectos habladles de altos misterios (1Co 2); porque según la disposición de cada uno, así es su juicio; así como en un hombre arrebatado por la ira uno es su juicio mientras lo embarga la pasión y otro cuando ésta cesa. Lo mismo el incontinente: a distinto viso mira lo bueno cuando lo abrasa el fuego de la lujuria que cuando se aplaca el incendio. En razón de lo cual dice el Filósofo que todas las cosas son del color del cristal con que se miran; y porque las enseñanzas de la Sgda. Escritura son no sólo para el entendimiento, sino también para el afecto, es necesario ser perfecto en ambos.

Por eso el Apóstol, queriendo señalarnos quiénes son esos perfectos a quienes hay que alimentar con ese manjar sólido, dice que son aquellos que con el largo uso tienen ejercitados los sentidos. De donde en esta perfección hay que atender 4 cosas: en qué consiste, la disposición del que la tiene, el uso y el fin de este ejercicio.

a) cuanto a esto primero, dice: "los que tienen ejercitados ios sentidos"; y habla con toda propiedad, porque, al hablar así, incluye una y otra perfección, ya que -como dice el Filósofo- el entendimiento, en cuanto juzga de las cosas apetecibles y hacederas, dícese sentido, porque está en conexión con algo particular, de donde sentido no se toma aquí por sentido exterior. Así que perfecto es aquel que siente o toma sabor por las cosas de Dios. "Pensemos, pues, así todos los que somos perfectos" (Ph 3,15); "mas nosotros tenemos el espíritu de Cristo" (1Co 2,16); pero quienes no saben sino de las cosas carnales, como parece por Romanos 8, no pueden dar gusto a Dios;

b) hay que reparar en la disposición del perfecto (I Ti. 4), que debe estar ejercitado; porque, si no lo está, no puede tener el recto juicio que para esto se necesita. "E! varón experimentado en muchas cosas se hará muy reflexivo" (Eccli. 34,9). Asimismo el que no tiene experiencia sabe poco;

c) la causa de este ejercicio es la costumbre, es a saber, no el ocio, sino la frecuencia del acto o el uso.

Por eso dice: "que con el largo uso", esto es, de obrar bien. "La senda por la cual comenzó el ¡oven a andar desde el principio, esa misma seguirá también cuando viejo" (Pr. 22,6). Si, pues, quieres ser perfecto, no te estés mano sobre mano, sino acostúmbrate a lo bueno desde los tiernos años;

d) el fin, es a saber, "para discernir el bien y el mal"; que, cuando llega al discernimiento de lo bueno y de lo malo, ha llegado a ser perfecto (Is 7); porque este discernimiento, como tercero y medianero, abarca el bien y el mal, lo bueno y lo mejor, lo malo y lo peor; que muchas cosas, que parecen buenas, no lo son, sino malas. "Un camino hay que al hombre le parece derecho; pero su paradero es la muerte" (Pr. 14,12). Requiérese, pues, buen juicio para juzgar con tino.


Aquino - A LOS HEBREOS 17