Aquino: Efesios 9

9
(
Ep 1,22-23)

Lección 8: Efesios 1,22-23

Demuestra el gran poder que tiene Cristo, sobre toda criatura y sobre toda la Iglesia.


22. Ha puesto todas las cosas bajo de los pies de El; y le ha constituido cabeza de toda la Iglesia,23. la cual es su cuerpo, y en la cual Aquel que lo completa todo en todos halla el complemento de todos sus miembros.

En la lección anterior trató el Apóstol de la exaltación de Cristo y de lo tocante a su tránsito de muerte a vida en esa frasecilla: "resucitándole de entre los muertos"* y de su exaltación a la más encumbrada gloria en la otra: "y colocándole a su diestra en los cielos". Aquí trata de su exaltación en lo tocante al máximo poder y considera esta potestad a dos visos: respecto de todas las criaturas y respecto de la Iglesia. Dice pues que respecto de todas las criaturas tiene potestad universal, porque "todo lo ha puesto bajo sus pies". Donde es de saber que lo de los pies puede entenderse de dos maneras: a) o bien como locución figurada y por semejanza, para dar a entender que toda criatura totalmente está sujeta al poder de Cristo; que lo que hollamos con los pies enteramente nos está sujeto; y a esa potestad aluden Mt 28 y Ac 2; b) o bien como locución metafórica; ya que por los pies se entiende la ínfima parte del cuerpo, así como por la cabeza la suprema: que aunque en Cristo no hay partijas entre divinidad y humanidad, con todo eso, siendo la divinidad lo supremo en Cristo, signifícase por la cabeza, (la cabeza de Cristo es Dios -1Co 11-; la humanidad, en cambio, que es la ínfima, por los pies (Ps 131). Así pues, el sentido es que el Padre no sólo sujetó a Cristo todo lo creado en cuanto Dios, a quien todo está sujeto desde la eternidad, sino también en cuanto hombre.

Mas conviene advertir que a Cristo unas cosas se le sujetan de grado y otras por fuerza. Esto fue lo que no entendió Orígenes, motivo por el cual estas palabras del Apóstol diéronle ocasión a su error: que siendo Cristo la verdadera salud, los que se le sujetan participan de ella; por consiguiente, todos los condenados y los demonios algún día se salvarán, ya que están sujetos a los pies de Cristo. Pero esto es contrario a la sentencia del Señor: "¡Apartaos de Mí, malditos! ¡Al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles!" Y por consiguiente, concluye, "irán éstos al eterno suplicio" (Mt 25). Digamos pues que todo lo sujetó debajo de sus pies, pero unas cosas de su voluntad como a Salvador, esto es, los justos, que en la presente vida cumplen la voluntad de Dios. Estos se le sujetan, para El a su vez henchirles el deseo y la voluntad, cuando tenga su cumplimiento aquello que de los buenos dicen los Pr 10,24: "a los justos se les concederá lo que desean". Pero otras cosas se le sujetan contra su voluntad como a juez, para que Cristo haga en ellas su voluntad; y éstas son los malos, de quienes puede entenderse lo de San Lucas: "pero en orden a aquellos enemigos míos, que no me han querido por rey, conducidlos acá y quitadles la vida en mi presencia". (Lc 19,27)

-"y le ha constituido cabeza de toda la Iglesia". Aquí trata de la potestad de Cristo respecto de la Iglesia, es a saber, qué relación tiene Cristo con la Iglesia y viceversa, y en qué consiste esa relación. Cuanto a lo primero dice: "y le ha constituido" Dios Padre "cabeza de toda la Iglesia", así de la militante, que es la de los hombres que al presente viven, como de la triunfante, que es la de los hombres y de los ángeles en la patria; pues Cristo, según ciertas razones comunes, es también cabeza de los ángeles (Col 2); pero, según razones especiales, es cabeza espiritual de los hombres; pues la cabeza, respecto de los miembros dice triple relación: a) por la preeminencia de lugar; b) por la difusión de las virtudes, ya que de ella derívanse todos los sentidos a los miembros; c) por la conformidad en la naturaleza.

Así pues, cuanto a la preeminencia y la difusión, Cristo es cabeza de los Ángeles; pues los aventaja aun por lo que mira a su humanidad; "hecho tanto más superior y excelente que los Ángeles, cuanto es más aventajado el nombre que recibió por herencia" (He 1,4). Asimismo Cristo, aun en cuanto hombre, ilumina a los Ángeles e influye en ellos, como lo prueba Dionisio con palabras de Isaías : "¿Quién es ése que viene de Edén y de Bosra, con las vestiduras teñidas de sangre?" (Is 63,1), diciendo que esas palabras las profieren los Serafines; y lo que sigue: "Yo soy el que predico la justicia", dice que son palabras de Cristo que les responde inmediatamente. De donde se colige que no sólo a los inferiores ilumina Cristo, sino también a los ángeles superiores.

Mas cuanto a la conformidad de la naturaleza, Cristo no es cabeza de los Ángeles, porque, como se dice en He 2,16: "no tomó jamás la naturaleza de los Ángeles, sino que tomó la sangre de Abraham"; pero sí de los hombres. "Heriste mi corazón, hermana mía" (Ct 4), a saber, por la naturaleza, y esposa por la gracia.

Cuanto a la relación que guarda la Iglesia con Cristo, dice: "la cual es su cuerpo", conviene a saber, en cuanto le está sujeta y recibe su influjo de El y tiene una naturaleza conforme con Cristo. "Porque así como el cuerpo humano es uno, y tiene muchos miembros, y todos los miembros, con ser muchos, son un solo cuerpo, así también el cuerpo místico de Cristo. A cuyo fin todos nosotros somos bautizados en un mismo Espíritu, para componer un solo cuerpo" (1Co 12,12).

Explica lo que dice "la cual es su cuerpo", agregando: "y su plenitud"; pues preguntando por qué en el cuerpo natural hay tantos miembros, a saber, las manos, los pies, la boca… , respóndesele que precisamente para que sirvan a las diversas operaciones del alma, cuya causa y principio puede serlo ella misma y que virtualmente están en ella; que el cuerpo ha sido hecho en atención al alma, y no al contrario. De donde, según esto, el cuerpo natural es cierta plenitud del alma; que, a no tener un cuerpo con sus miembros cabales, no pudiera el alma plenamente ejercitar sus operaciones. De modo semejante con Cristo y con la Iglesia; y porque la Iglesia fue instituida en orden a Cristo, dícese que la Iglesia es su plenitud, de Cristo, esto es, que todo lo que en virtud se halla en Cristo, como que de algún modo se complete en los miembros de su Iglesia, es a saber, en tanto que todos los sentidos espirituales, y dones, y todo lo que puede haber en la Iglesia -todo lo cual se halla sobreabundantemente en Cristo-, de El se deriven y derramen sobre los miembros de la Iglesia y se completen en ellos. De donde añade: "y en la cual Aquel que lo completa todo, en todos halla el complemento de todos sus miembros", es a saber, cuando a éste, que es miembro de la Iglesia, lo hace sabio según la perfecta sabiduría que se halla en El, y al otro justo según la perfecta justicia, y así con los demás.


Capítulo 2

#10

(Ep 2,1-3)

Lección 1 : Efesios 2,1-3

Tráeles a la memoria el beneficio de la vida que Dios les ha hecho, pintándoles el estado de pecado en que vivían los Gentiles y Judíos.


1. El es el que os dio vida a vosotros, estando como estabais muertos por vuestros delitos y pecados.
2. en que vivisteis en otro tiempo según la costumbre de este siglo mundano, a merced del príncipe que ejerce su potestad sobre este aire, que es el espíritu que al presente domina en los hijos rebeldes,
3. entre los cuales fuimos asimismo todos nosotros en otro tiempo siguiendo nuestros deseos carnales, haciendo la voluntad de la carne, y de las demás sugestiones de los demás vicios, y éramos por naturaleza u origen hijos de ira, no menos que todos los demás;

En el capítulo anterior hizo el Apóstol una reseña de beneficios hechos en general al humano linaje por medio de Cristo; aquí nuevamente los trae a la memoria para cotejarlos con su estado de vida pretérito, que puede considerarse cuanto al estado de culpa y cuanto al estado de gentilidad, y en ambos casos entabla el mismo cotejo, pues trae primero a cuento su estado de culpa, y luego el beneficio de la gracia de la justificación; y el estado de culpa, tanto de Gentiles como de Judíos, y del beneficio primero su generalidad, luego su necesidad.

Dice pues: afirmo que Dios ha obrado maravillas en los fieles según la operación poderosa de su virtud, que obró en Cristo, y esto por haberlo resucitado de éntrelos muertos. Así pues, según esta operación y a ejemplo suyo, nos hizo revivir, con la vida de la gracia, de la muerte del pecado (Os 6 Col 3).

La necesidad de este beneficio la demuestra cuando dice: "estando como estabais muertos", donde describe admirablemente su culpa; primero cuanto a su multitud, porque: "estando como estabais muertos", a saber, con muerte espiritual, que es la peor (Ps 33); pues el pecado se dice muerte, ya que por él sepárase el hombre del Señor, que es su vida (Jn 14). Muertos, digo, "por vuestros delitos y pecados"; he aquí la multitud. Delitos cuanto a los pecados de omisión (Ps 18). Pecados cuanto a los de comisión, "en que vivisteis en, otro tiempo". Dícelo así para exagerar la muchedumbre de los pecados; que si algunos, al cabo de una hora de pecar y delinquir, murieron, cesan por fin alguna vez y dejan de pecar; pero éstos, de mal en peor subiendo y caminando, pasaban adelante hasta llegar a su colmo; "porque muchos andan por ahí, como os decía repetidas veces (y aun ahora lo digo con lágrimas) que se portan como enemigos de la cruz de Cristo" (Ph 3,18); "se fueron tras de la vanidad, haciéndose también ellos vanos" (Jr 2).

Describe en segundo lugar su culpa cuanto a la causa, que puede ser el mundo o el demonio. De parte de este mundo, porque los atraían las cosas del mundo, como dice: "según la costumbre de este siglo mundano", esto es, según la vida secular y mundanerías, que os lisonjean con sus halagos y roncerías. Pero "si alguno ama al mundo, no habita en él la caridad del Padre" (1Jn 2,15); por eso dice antes: "no queráis amar al mundo ni las cosas mundanas".

La otra causa es de parte de los demonios, a cuyo servicio estaban y de quienes se dice: "siendo el abominable culto de los ídolos la causa y el principio y fin de todos los males" (Sg 14,27). Cuanto a esto dice: "a merced del príncipe que ejerce su potestad sobre este aire"; y esta causa la describe con 3 pinceladas diciendo: a) cuanto a su potestad: "a merced del príncipe que ejerce su potestad", esto es, no que la tenga de sí naturalmente, no siendo por naturaleza ni el Señor ni el Creador, mas por cuanto ejerce su señorío sobre los hombres que por el pecado le quedan sujetos. "Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera" (Jn 12 Jn 14).

b) cuanto a la habitación, que es "de este aire", esto es, que tiene poder en este aire tenebroso. Y sobre este punto hay dos opiniones entre los doctores: unos dijeron que los demonios que cayeron no eran de los órdenes supremos, sino de los inferiores, a cuyo cargo están los cuerpos inferiores; pues consta que Dios gobierna todas las criaturas corporales por ministerio de los ángeles. Esta es la opinión de San Juan Damasceno, es a saber, que el primero de los que cayeron estaba al frente del mundo terrenal -opinión que quizá la tomó de Platón, que ponía ciertas substancias celestes o mundanas-. Y a tenor de esta opinión se ajusta la exposición de "este aire", esto es, creado con ese fin de servirle de presidencia a ese demonio.

Otros, en cambio, prefieren, y a mi entender con más tino, que hayan sido de los órdenes supremos, de suerte que, al decir "de este aire", sea para demostrar que el aire mismo si es habitación suya, pero lo es para castigo, para cárcel. De aquí que San Judas diga en su canónica: "y a los ángeles que no conservaron su primera dignidad, sino que desampararon su morada, los reservó para el juicio del gran día, en el abismo tenebroso con cadenas eternales". Y la razón por qué, luego de su caída, no dieron de esos cielos abajo hasta lo más" profundo del infierno, sino que se les dejó en el aire, fue porque Dios no quiso que por sus pecados se frustrase enteramente su creación; y con este fin se los dio a los hombres para ejercicio: a los buenos para labrarles su corona, y a los malos su muerte eterna; y hasta el día del juicio -que es nuestro tiempo de guerrear y de merecer- permanecerán en el aire; después de ese día serán precipitados al infierno.

Advirtamos también que un texto tiene spiritus, que está en genitivo, y pónese el singular por el plural, como si dijera: spirituum. Otro tiene spiritum, en acusativo, de modo que según eso se dijera: según el espíritu príncipe, esto es, el que hace cabeza entre ellos;

c) cuanto a la operación, al decir: "que al presente domina en los hijos rebeldes", esto es, en aquellos que de sí rechazan el fruto de la pasión de Cristo, que eran hijos de la desconfianza, o porque no creen en lo eterno ni esperan salvarse por Cristo -y en los tales, de los que se dice más abajo: "no teniendo ninguna esperanza, se entregan a la disolución, para zambullirse con un ardor insaciable en toda suerte de impurezas", el príncipe que gobierna estos aires los maneja a su talante-; o "de la desconfianza", esto es, en quienes no se puede confiar, pues pecan de malicia y el príncipe de este mundo los gobierna a su sabor. No así con los que pecan por ignorancia o flaqueza, ni este príncipe los gobierna a su voluntad; sino, al contrario, no hay que desesperar de nadie mientras viva.

Respondo: digamos que esperanza puede haberla de alguno, o de parte del hombre, o de parte de la divina gracia. Según esto, puede no haberla de parte de él, habiéndola de parte de Dios; como en Lázaro, que yacía en el sepulcro, no había esperanza que resucitase de parte suya, habiéndola en cambio de parte de Dios, que efectivamente lo resucitó. Así pues, de quienes están sumergidos, por su malicia, hasta la coronilla en el pecado, no hay esperanza alguna si nos atenemos a su propia virtud, que, como dice el Ps 68, no tiene en donde hacer pie: "non est substantia"; no así considerada la virtud divina. De estos hijos de la desconfianza se dice abajo: "nadie os engañe con palabras vanas, pues por tales cosas descargó la ira de Dios sobre los incrédulos" (Ep 5,6).

-"entre los cuales fuimos asimismo todos nosotros en otro tiempo siguiendo nuestros deseos carnales". Saca ahora a colación a los Judíos en estado de culpa, mostrando que todos ellos estuvieron en pecado, según aquello de Rm 3,9: "ya hemos demostrado que así judíos como gentiles todos están sujetos al pecado". Con todo, hay que observar una diferencia, ya que el Apóstol, al tratar de la culpa de los Gentiles, le señaló 2 causas: una de parte del mundo y otra de parte de los demonios a quienes daban culto; mas como los Judíos, aunque semejantes a los Gentiles cuanto a la primera causa del estado de culpa, no lo eran cuanto a la segunda, no hace mención el Apóstol de su culpa sino cuanto a la causa de parte del mundo; y esta mención apunta al pecado del corazón, al pecado de obra y al pecado de origen.

El pecado del corazón lo insinúa por los pecados carnales diciendo: en los cuales, a saber, pecados o delitos, todos nosotros, los Judíos, anduvimos en otro tiempo, llevando una vida al hilo de los deseos de nuestra carne, esto es, carnales; "porque también nosotros éramos en algún tiempo insensatos, incrédulos, extraviados, esclavos de infinitas pasiones y deleites" (Tt 3,3).

El pecado de obra no es otra cosa que desencovarse y salir a luz la concupiscencia del corazón. Pero así como hay concupiscencias naturales, de la comida, por ejemplo, por la que se conserva el individuo, también hay ciertas concupiscencias carnales, de deleites venéreos, por los que se conserva la especie; y tocante a esto dice: "haciendo la voluntad de la carne", esto es, aquellas cosas en que se deleita la carne. "Por donde los que viven según la carne no pueden agradar a Dios" (Rm 8,8). Pero hay una concupiscencia de conocimiento, a saber, de cosas que no provienen de deseos carnales, sino del mismo apetito del alma, como la ambición de honores, de la propia excelencia y así por el estilo. Cuanto a esto dice: "y de las sugestiones de los demás vicios", esto es, poniendo por obra esas concupiscencias causadas por sugestión de nuestros pensamientos.

El pecado de origen lo insinúa diciendo: "y éramos por naturaleza u origen hijos de ira"; y el pecado de nuestro primer padre pasó no sólo a los Gentiles, sino también a los Judíos. "Así como por un hombre entró el pecado en este mundo, y por el pecado la muerte; así la muerte se fue propagando en todos los hombres, porque todos pecaron" (Rm 5,12). Y así como los hombres por el bautismo quedan limpios del pecado original con limpieza exclusiva para sus propias personas, de donde los hijos que engendran están por bautizarse todavía; de la misma manera la circuncisión limpiaba del pecado original a solas las personas circuncidadas, que engendraban a los que estaban por circuncidarse todavía. Esto es lo que dice: "éramos por naturaleza", esto es, por origen de la naturaleza; no de la naturaleza como tal, que así buena es y de Dios dimana, sino de la naturaleza como viciada, "hijos de ira", esto es, de venganza, pena e infierno; y esto "como los demás", esto es, Gentiles.



11
(
Ep 2,4-7)

Lección 2: Efesios 2,4-7

Encomia el beneficio de la gracia justificante, que prueba por muchos capítulos, ya por amor de Dios, porque Cristo nos la obsequió, ya por darnos la vida eterna.


4. Pero Dios, que es rico en misericordia, movido del excesivo amor con que nos amó,
5. aun cuando estábamos muertos por los pecados, nos dio vida juntamente en Cristo (por cuya gracia vosotros habéis sido salvados)
6. y nos resucitó con El, y nos hizo sentar sobre los cielos en la persona de Jesucristo,
7. para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia, en vista de la bondad usada con nosotros por amor de Jesucristo.

Luego de haber cargado la mano sobre la culpa inficionante, encarece aquí el Apóstol el beneficio de la gracia justificante, que describe considerando sus 3 causas: eficiente, formal o ejemplar y final. La causa eficiente del beneficio divino de la justificación es la caridad, como él dice: "pero Dios, que es rico en misericordia, movido del excesivo amor con que nos amó". Dice "del excesivo amor", porque podemos considerar en él una cuádruple bondad y eficiencia, a) porque nos dio el ser. "Tú amas todo cuanto tiene ser…" (Sg 11); b) porque nos hizo a imagen suya y capaces de su felicidad (Dt 33); c) porque reparó la quiebra del hombre corrompido por el pecado (Jr 31); d) porque entregó a su propio Hijo para que nos salváramos. "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito" (Jn 3). Y aquí exclama San Gregorio:

"¡Oh fineza sin precio del amor! Para acudir del siervo, a su rescate Entregaste a tu Hijo (sin regate).

Mas dice: "que es rico en misericordia", porque, siendo la causa del amor del hombre la bondad del ser amado, el hombre que ama de justicia entonces ama, por cuanto es justo que a tal ser ame. Mas cuando la causa de la bondad en el ser amado es el amor, tal amor tiene por fuente a la misericordia. Ahora bien el amor con que Dios nos ama causa en nosotros la bondad, razón por la cual pónese aquí la misericordia como raíz del amor divino. A propósito Isaías : "Yo me acordaré de las misericordias del Señor, y al Señor alabaré por todas las cosas que El ha hecho a favor nuestro, y por la muchedumbre de sus beneficios concedidos a la casa de Israel, según su benignidad, y dilatada serie de sus piedades" (Is 63,7). Y dícese Dios rico en misericordia porque la tiene, no como el hombre, sino infinita e inagotable; ya que el hombre, si de alguno se compadece, es con término y limitación, como se ve en estos 3 casos:

a) dispensando con pródiga mano beneficios temporales, donde la misericordia corta se queda, porque se para la rueda de la propia facultad (Tb 4); mas Dios -como se dice en Rm 10- también es rico para con todos los que lo invocan.

b) no perdonando sino ofensas propias, ,en que su modo ha de haber: que no perdone sin más, de suerte que el perdonado se torne más inclinado, ligero y desvergonzado, para de nuevo ofender; "pues sucede que los hijos de los hombres, viendo que no se pronuncia luego la sentencia contra los malos, cometen la maldad sin temor alguno" (Si 8,2). Pero a Dios nada le puede empecer, que no pueda toda ofensa perdonar. "Si pecares, ¿qué daño le harás?… Si obrares bien, ¿qué recibe El de tus manos?" (Jb 35,6).

c) relajando la pena, en que también hay que guardar modo, para no obrar contra justicia de una ley superior; pero Dios, no estando ligado con traba de ninguna ley, a todos puede relajarles la pena. "¿Ha cedido El a algún otro sus veces sobre la tierra? O ¿a quién ha encargado gobernar el mundo que fabricó?" (Jb 34,13).

Así pues, la misericordia de Dios es infinita, ya que no se ve en aprietos por penuria de riquezas, ni atajada por temor a algún daño ni sujeta a ley superior.

La causa ejemplar del beneficio está en que por Cristo se nos dio. Así dice: "aun cuando estábamos muertos por los pecados, nos dio vida juntamente en Cristo"; donde toca el triple beneficio de la justificación, de la resurrección de entre los muertos y de la ascensión a los cielos, 3 cosas por las que a Cristo nos asemejamos. Dice pues, cuanto a lo primero, que el texto se lea con puntos suspensivos: "pero Dios que es rico…"; "aun cuando estábamos muertes por los pecados, nos dio vida juntamente en Cristo", esto es, nos hizo vivir al mismo tiempo con Cristo (Os 6). Nos dio vida juntamente, digo, por el camino de la justicia (Ps 60); y esto "en Cristo", es a saber, por gracia de Cristo, "por la cual habéis sido salvados" (Rm 8). Cuanto a lo segundo, dice: "y nos resucitó con El", con Cristo, de hecho cuanto al alma, en esperanza cuanto al cuerpo (Rm 8). Cuanto a lo tercero: "y nos hizo sentar sobre los cielos en la persona de Jesucristo", ahora en esperanza, y en lo futuro de hecho; porque, como dice San Juan (Jn 12): "donde Yo estoy, ahí estará también el que me sirve". Asimismo el Ap 3: "al que venciere le haré sentar conmigo en mi trono; así como Yo fui vencedor y me senté con mi Padre en su trono". Usa

aquí el Apóstol el pretérito por el futuro, anunciando como una realidad pasada la que aún está por venir, por la certeza de la esperanza. Así pues, cuanto al alma, nos dio vida juntamente en Cristo; cuanto al cuerpo, nos resucitó con El; y cuanto al alma y al cuerpo juntamente nos hizo sentar sobre los cielos.

Por consiguiente, al decir: "para mostrar…", indica la causa final del beneficio recibido; y esto puede leerse de dos maneras, porque por siglos venideros o bien pueden entenderse los de esta vida o los de la vida futura. En el primer caso por siglo se entiende cierta medida del tiempo y el período de una generación, de suerte que venga a decir: afirmo que a los que somos primicias de los durmientes "nos dio vida juntamente en Cristo", y esto, "para mostrar en los siglos venideros", esto es, en los que vendrán después de nosotros, "las abundantes riquezas de su gracia", y por cierto no por méritos nuestros, mas por bondad suya, que usó "con nosotros en Cristo Jesús", esto es, por Cristo Jesús. "Verdad es cierta que Jesucristo vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales el primero soy yo. Mas por eso conseguí misericordia, a fin de que Jesucristo mostrase en mí el primero su extremada paciencia, para ejemplo de los que han de creer en El, para alcanzar la vida eterna" (1Tm 1,15). Así que a los santos primitivos con tanta largueza les dispensó Dios los dones de su gracia, que les allanase a los venideros el camino de su conversión a Jesucristo.

O puede entenderse por siglo el de la otra vida, de que dice el Eclesiástico (Si 24,14): "no dejaré de existir en todos los siglos venideros". Pero aun siendo el de ahí un siglo, por ser el de ahí la eternidad, dice, con todo: "en los siglos venideros", por la multitud de santos que participarán de la eternidad, de suerte que pueda decirse: ahí transcurrirán tantos siglos cuantas fueren las eternidades participadas. "Tu reino es reino de todos los siglos" (Ps 144,13). Dice pues, según este sentido: digo que nos hizo vivir con la esperanza, es a saber, por Cristo, o con la gracia, para mostrar en los siglos venideros, esto es, para completar en la otra vida, las abundantes riquezas de su gracia, o gracia abundante, que dispensa con larga mano, aun en este mundo, al perdonar tantos pecados y conceder los mayores dones; gracia que en la otra vida revertirá de abundante; que allí los brolladores la manarán siempre a borbollones. "Yo vine para que tengan, en este mundo, vida, es a saber, de gracia, y la tengan con más abundancia", esto es, de gloria, en la patria (Jn 10). Y esto "por su bondad" (Ps 72; Tr. 3) "sobre nosotros", esto es, por encima de nuestro deseo, de nuestro entendimiento y más allá de nuestra capacidad. "Desde que el mundo es mundo, jamás nadie ha entendido, ni ninguna oreja oído, ni ha visto alguno, sino sólo Tú, ¡oh Dios!, las cosas que tienes preparadas para aquellos que te están aguardando" (Is 64,4).

Asimismo "en Cristo Jesús", esto es, por Cristo Jesús; porque así como la gracia se nos da por Cristo, así también la gloria consumada (Ps 83); que el mismo que nos justifica es el que nos beatifica. Dice: "para mostrar", porque el tesoro de la gracia lo tenemos oculto en vasos de barro (2Co 4). "Somos ya ahora hilos de Dios; mas lo que seremos algún día no aparece aún"

(1Jn 3,2). Pero ese tesoro, oculto porque aún no parece, en los siglos venideros dará muestras de sí, ya que en la patria ninguna cosa que toque a manifestar la gloria de los santos quedará secreta y encubierta (Rm 8).





12
(
Ep 2,8-10)

Lección 3: Efesios 2,8-10

Dice que si hemos sido salvados lo hemos sido de pura gracia, por medio de la fe, que también es don divino; y esto para que nadie pueda gloriarse.

8. Porque de pura gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no viene de vosotros, siendo como es un don de Dios;
9. tampoco en virtud de vuestras obras anteriores, puramente naturales, para que nadie pueda gloriarse.
10. Por cuanto somos hechura suya en la gracia, como lo fuimos en la naturaleza, criados en Jesucristo para obras buenas, preparadas por Dios desde la eternidad para que nos ejercitemos en ellas y merezcamos la gloria.

Al recordar, en páginas anteriores, el beneficio divino de haber sido librados del pecado, había adelantado el Apóstol que por gracia de Cristo habíamos sido salvados; ahora intenta probarlo, proponiendo su intención y manifestando su propósito. Dice pues: bien di¡e que habíais sido salvados por gracia suya, y aun lo digo con mayor seguridad (1Co 15); "siendo justificados gratuitamente por la gracia del mismo" (Rm 3,24); que lo mismo es ser salvado que justificado, ya que salvación dice dar por libre a uno de los peligros. De donde salvación cumplida y acabada para el hombre sólo en la vida eterna, cuando inmune se vea de todos los peligros; tal como se dice de la nave: ya está salvada, si anclada en el puerto. "Reinará la salud dentro <Je tus muros, y resonarán en tus puertas cánticos de alabanza" (Is 60,18). Los hombres conciben esperanza de esta salvación cuando al presente son justificados de pecado, y según esto se dicen salvados, a tenor de Rm 8: "por la esperanza nos salvamos". Pero esta salvación de la gracia se obra por la fe en Cristo; ya que en la justificación del impío, tratándose de adultos, junto con la infusión de la gracia concurre también el movimiento de la fe en Dios. "Vete en paz, tu fe te ha salvado" (Lc 8); "justificados, pues, por la fe, mantengamos la paz con Dios" (Rm 5,1).

-"y esto no viene de vosotros". Manifiesta lo que había dicho, y primero cuanto a la fe, que es el fundamento de todo el edificio espiritual, luego cuanto a la gracia. Acerca dejo primero cierra la puerta a dos errores: a) ya que había dicho que por la fe nos salvamos, pudiese alguno creer que esta fe procedía de nosotros y que a nuestro arbitrio quedaba creer o no. Por eso dice, dando de mano a ese error: "y esto no viene de vosotros"; pues no basta para creer el libre albedrío, ya que las cosas de la fe están por encima de la razón: "muchas cosas se te han enseñado que sobrepujan la humana inteligencia" (Si 3,25); "las cosas de Dios nadie las ha conocido sino el espíritu de Dios" (1Co 2,2). Por consiguiente, de sí no puede tener el hombre, a no dársele Dios, el don de creer, según aquello: "¿quién podrá conocer tus designios, si Tú no le das sabiduría, y no envías desde lo más alto de los cielos tu santo espíritu?" (9,17). Por eso añade: "siendo como es un don de Dios", es a saber, la misma fe; "pues por los méritos de Cristo se os ha hecho la gracia, no sólo de creer en El, sino también de padecer por su amor" (Ph 1,29).

b) el otro error, que pudiese alguno creer que la fe se nos daba por mérito de las obras precedentes; y para cerrar la puerta a este error, agrega: "tampoco en virtud de vuestras buenas obras", es a saber, anteriores, merecimos alguna vez este don de salvarnos, porque esto, como ya se dijo, es de pura gracia, según aquello de Romanos: "si de gracia, luego no por las obras; de otra suerte la gracia ya no sería gracia". Y da la razón de por qué salva Dios a los hombres por la fe sin méritos anteriores: "para que nadie pueda gloriarse" en sí mismo, sino que toda la gloria se refiera a Dios (Ps 112 1Co 1).

-"por cuanto somos hechura suya". Manifiesta lo que había dicho cuanto a la gracia, en su infusión y predestinación, a cuya razón o modo de ser pertenecen dos cosas -de que ya se habló antes-: la primera de las cuales es que aquello que tiene el ser por gracia no lo tenga el hombre por sí mismo, o de sí mismo, sino de mano de Dios. Y cuanto a esto dice: "por cuanto somos hechura suya", es a saber, que cuanto de bien tenemos, de Dios lo tenemos, no de nosotros mismos. "El nos hizo, no nosotros a nosotros mismos" (Ps 99); "¿por ventura no es El tu padre, que te rescató, que te hizo y te crió?" (Dt 32,6). Continúase inmediatamente con lo anterior, de manera que diga: para que nadie se gloríe, porque hechura suya somos. O puede continuarse con lo que arriba había dicho; pues de pura gracia hemos sido salvos.

Lo segundo que entra en razón o concepto de gracia es que no sea por obras precedentes, lo cual se expresa por lo que añade: "criados", ya que crear es de nada hacer algo. De donde cuando alguno, sin méritos anteriores, es justificado, puede decirse creado, como si dijéramos: hecho de nada. Y esta acción, es a saber, creación de justicia, hácese por virtud de Cristo que da al Espíritu Santo. Por eso añade: "en Cristo Jesús", esto es, por Cristo Jesús (Sa. 6 Ps 103). Más adelante no sólo se nos da el hábito de la virtud y de la gracia, sino que interiormente por el espíritu nos renovamos para bien obrar; de ahí que añada: "para obras buenas", ya que Dios está con nosotros para obrar esas mismas obras buenas; "porque todas nuestras buenas obras Tú nos las hiciste" (en nosotros y con nosotros, por medio de la gracia, que da el "querer" y el "obrar") (Is 26,12).

Y porque a los que ha predestinado también los ha llamado, a saber, por la gracia -como se dice en Rm 8-, por eso agrega lo de la predestinación diciendo: "preparadas por Dios", esto es, las buenas obras: pues no es otra cosa la predestinación que la preparación de los beneficios de Dios, entre los que se cuentan nuestras mismas buenas obras. Y dícese que Dios nos prepara algunas cosas, por cuanto dispuso dársenos a Sí propio (Ps 64). Mas no fuese alguno a entender la preparación de las buenas obras de suerte que todo viniese de Dios, y nosotros en nada cooperásemos a ellas con el libre arbitrio, añade: "para que nos ejercitemos en ellas", como si dijera: nos las preparó de tal modo que nosotros mismos, en provecho nuestro, con nuestro albedrío, cumpliésemos en ellas su propósito; pues, como se dice en 1Co 3,9, somos coadjutores de Dios. Razón por la cual decía de sí mismo el Apóstol: "mas por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí, antes he trabajado más copiosamente que todos; pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo" (1Co 15,10). Pero señaladamente dice: "caminemos", para hacer notar el adelantamiento en las buenas obras, según aquello de Jn 12: "caminad mientras es de día"; "caminad como hijos de la luz". (Ep 5,8).




Aquino: Efesios 9