Aquino: Efesios 20


Capítulo 4



21
(
Ep 4,1-4)

Lección 1: Efesios 4,1-4

Exhorta a los Efesios a conservar la unidad de la Iglesia y a portarse de una manera digna del estado a que fueron llamados.

1. Yo, pues, que estoy entre cadenas por el Señor, os conjuro que os portéis de una manera que sea digna del estado a que habéis sido llamados,
2. con toda humildad, y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros con caridad,
3. solícitos en conservar la unidad del espíritu con el vínculo de la paz,
4. siendo un solo cuerpo y un solo espíritu, así como fuisteis llamados a una misma esperanza de vuestra vocación.

Trajo a la memoria, arriba, el Apóstol, los beneficios divinos que dan a la Iglesia su constitución y conservación; aquí los amonesta a permanecer en la unidad de Ella y los instruye sobre el modo de hacerlo. Amonéstalos asimismo a guardar la unidad eclesiástica y propóneles la forma de esa unidad. Amonéstalos, pues; muéstrales el fin de la amonestación y propone ciertos motivos que los induzcan a guardar dicha unidad:

a) el afecto de caridad;

b) el recuerdo de sus cadenas;

c) la consideración de las cosas divinas.

El afecto de caridad insinúalo con sus ruegos; así que dice: ya pues, recibido que habéis tantos beneficios del Señor, os ruego, siendo así que pudiera mandarlo, mas por humildad no lo mando, sino más bien lo ruego (Pr 18). Asimismo por el amor, que para obrar es mejor motor que el temor (Flm.). Finalmente por el recuerdo de sus cadenas diciéndoles: "yo, encadenado por el Señor". Motivos con que los induce a guardar la unidad por 3 razones: a) pues de un amigo otro amigo más se conduele de su aflicción y esfuérzase, por todos los medios, en cumplir su voluntad, para siquiera así darle un consuelo (Si 12);

b) porque las cadenas que lo aprisionaban las arrastraba para bien de ellos; razón por la que los induce al recuerdo, cual si quisiese obligarlos (2Co 1);

c) porque -como arriba se dijo- esto les era materia de grande gloria, cuando por causa suya y para su salvación, a sus amigos y elegidos Dios los exponía a la tribulación. Por eso añade: "en el Señor", esto es, por el Señor. O dice esto, porque al Apóstol era glorioso el estar encadenado, no por ladrón u homicida, mas por cristiano y por Nuestro Señor Jesucristo (Ez 3).

Indúcelos también por la consideración de los divinos beneficios diciendo: "que os portéis de una manera que sea digna del estado a que habéis sido llamados", esto es, poniendo los ojos en la dignidad a que habéis sido llamados, observéis un proceder que esté de acuerdo con ella; que si uno fuese llamado a la nobleza superior de un reino, no fuera bien se dedicase a roturar el campo. A este tono amonesta el Apóstol a los Efesios; como si dijera: habéis sido llamados para ser conciudadanos de los santos y de la casa de Dios; no pega, pues, con esto el que hagáis obras terrenas y que os afanéis por las cosas del mundo. Por eso dice: "que os portéis de una manera digna" (Col 1 Ph 2). ¿Y por qué? porque os llamó Dios de las tinieblas a su admirable luz.

Por tanto, al decir: "con toda humildad", señala el modo de su amonestación enseñándoles cómo podrán portarse dignamente. Pone, pues,4 virtudes y excluye otros tantos vicios opuestos:

a) la soberbia; que si alguno, por terquedad quiere estar del otro encima, pero el otro no se anima a doblarle la cabeza, se engendra la disensión dentro de la sociedad y se acaba la paz. Por eso dicen los Proverbios: "entre los soberbios hay continuas reyertas" (Pr 13,10). Pues para quitar (tan mala cizaña, aplica la contrayerba): "con toda humildad, interior y exterior". "Cuanto fueres más grande, tanto más debes humillarte en todas las cosas" (Si 3,20); "que Dios a los soberbios resiste, pero a los humildes da su gracia" (1P 5,5 Ph 2);

b) la ira, porque los iracundos están en un tris de agraviar a uno de palabra o de obra, y con eso se alborota el cotarro. "El hombre iracundo suscita riñas; el sufrido apacigua las que se han excitado". Pues contra ira mansedumbre, que aplaca los pleitos y conserva la paz. "Hijo, haz tus cosas con mansedumbre y, sobre ser alabado, serás amado de los hombres" (Si 3,19 Pr 3 Ps 36);

c) la impaciencia; porque algunos hay de natural humilde y sufrido que, aunque no molesten al prójimo, pero no llevan en paciencia se les moleste o se intente molestarlos. Por eso añade: "con paciencia" de las cosas adversas. "Humilla tu corazón y ten paciencia" (Si 2 Jc 1 He 10);

d) el celo desordenado; que se alborota la sociedad, cuando estos zelotes, de celo desordenado, sin razón ni coyuntura, constitúyense fiscales de lo que sus ojos ven. "Si unos a otros os mordéis y roéis mirad no os destruyáis los unos a los otros" (Ga 5,15). Por eso dice: "soportándoos unos a otros con caridad", es a saber, sobrellevando mutuamente los defectos ajenos, y esto por caridad; porque cuando cae alguno, no ha de corregírsele luego, a no ser se ofreciese coyuntura favorable, sino aguárdesele con clemencia, porque la caridad todo lo aguanta. Lo cual no quiere decir que haya uno de hacerse de la vista gorda con tales defectos, por negligencia o connivencia, familiaridad o carnal amistad, sino soportarlos con caridad. "Comportad las cargas «nos de otros" (Ga 6,2); "y así, nosotros, como más "fuertes en la fe, debemos soportar las flaquezas de los inenos firmes" (Rm 15,1).

-"Solícitos en conservar la unidad". Este es el fin de la amonestación: conservar la unidad entre los fieles; y procede a hablar de la misma unidad, que es el fin; del modo de ella; del por qué de conservar dicha unidad. Así pues: digo que os portéis dignamente, y haced esto "solícitos en conservar la unidad del espíritu". Adviértase que hay doble unidad, una para lo bueno y otra para lo malo. Es mala la que se emplea para obrar mal, y puede llamarse unidad carnal (Si 11). La del espíritu es buena y sirve para el obrar bien @Ps 132; Jn 17@).

El modo de guardar la unidad es qon el vínculo de la paz; que la caridad es la que auna las almas; pero en Jo material ninguna junta puede tener ser sino atada con alguna atadura. Del mismo modo los ánimos no pueden estar unidos sino asidos y prendidos en una lazada,, que Jo es a boca llena la paz. Según San Agustín, es la tranquilidad en el modo, especie y orden, es a saber, cuando cada uno tiene lo que es suyo. Por eso dice: "con el vínculo de la paz" (Ps 147). Y esta paz se guarda con la observancia de la justicia (Is 32). "No te sean desabridas sus cadenas", que ciertamente, como allí mismo se dice, "son una venda saludable" (Si 6,26).

Ahora bien, habiendo en el hombre doble unidad, una, de los miembros que entre sí se ordenan, otra, del cuerpo y del alma para formar un compuesto; y hablando el Apóstol de la unidad de la Iglesia, a semejanza de la unidad humana, por eso añade: "un cuerpo"; como sí dijera: ataos con el vínculo de la paz para que, cuanto a la primera unidad, seáis un cuerpo, es a saber, que entre todos los fieles haya un orden mutuo, como miembros de un solo cuerpo (Rm 1).

-"y un solo espíritu", quiero decir, que unidos er> fe y caridad tengáis en espíritu unanimidad; o, de otra manera, constituyáis un cuerpo en lo que toca al prójimo, y un espíritu en lo que mira a Dios; porque quien unido está con Dios es con El un mismo espíritu (1Co 6,17).

Al decir luego: "así como fuisteis llamados a una misma esperanza de vuestra vocación", agrega el por qué de esta unidad, así como vemos en una sociedad, de mutua beneficencia y de mancomún tenencia, que en orden a sus negocios permanecen juntos y también varí juntos; lo mismo en el terreno espiritual: ya que habéis sido llamados con un solo fin, esto es, del premio final, por lo mismo juntos debéis andar y unidos en un mismo espíritu y con la misma esperanza de vuestra vocación, es a saber, hacia una esperada esperanza, que es el efecto de la vocación. "Por lo cual vosotros, santos hermanos, partícipes que sois de la vocación celestial", "considerad esa vocación vuestra" (He 3,1 1Co 1,26). Mas pudiera alguno decir: ¿quién nos llamó y a qué? A esto responde San Pedro: "Dios, dador de toda gracia, nos llamó a su eterna gloría" (1P 5,10), en donde está vuestra dicha: "Dichosos los que son convidados a la cena de las bodas del Cordero" (Ap 19,9).



22
(
Ep 4,5-6)

Lección 2: Efesios 4,5-6

Declárase la unidad de la Iglesia, porque no hay más que un solo Dios, una fe, un bautismo.

5. Uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo.
6. Uno el Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y gobierna todas las cosas, y habita en todos nosotros.

Luego de haberlos exhortado a conservar la unidad de la Iglesia, ahora en esta parte les traza el Apóstol a los Efesios una forma de esa dicha unidad; donde hay que advertir que, siendo la Iglesia de Dios como una ciudad, tiene la unidad de un todo pero distinta, por no ser como un cuerpo simple sino como uno compuesto de diversas partes. Por eso el Apóstol primero nos muestra lo que es común en la Iglesia, luego lo que en ella es distinto. Y toda ciudad, para ser una, ha de tener 4 cosas comunes, es a saber: un gobernador, una ley, las mismas insignias, el mismo fin; todas 4 cosas que, según el Apóstol, tiene la Iglesia. Ya pues: digo que debéis formar un cuerpo y un espíritu, por estar en la unidad de la Iglesia, que es una:

I9 porque tiene una cabeza, que es Cristo; un Señor, no muchos, a cuyas diversas voluntades tengáis, discordando, que obedecer. "Persuádase, pues, certísimamente toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este mismo Jesús, al cual vosotros habéis crucificado" (Ac 2,36 He 3 1Co 8 Za 14);

29 porque tiene una ley, la de la fe. "Ahora, pues, ¿dónde está el motivo de gloriarte? Queda excluido. ¿Por qué ley? ¿Por la de las obras? No; sino por la Ley de la fe" (Rm 3,27). Pero la fe unas veces se toma por la misma cosa creída, según aquello: ésta es la fe católica, esto es, éstas son las cosas que hay que creer. Otras se toma por el hábito de la fe, con que se cree en el corazón; y en ambos sentidos puede emplearse lo de una fe: en el primero, de modo que diga: una fe, esto es, se os manda creer lo mismo y obrar de la misma manera, porque una misma cosa es la que creen todos los fieles; de ahí que la Iglesia sea universal o católica, y que San Pablo diga: "todos tengáis un mismo lenguaje" (1Co 1,10), esto es, un mismo sentir. En el otro sentido una es la fe, es a saber, uno es el hábito de la fe por el que se cree; una fe, digo, no numéricamente, sino específicamente, porque lo mismo ha de estar en el corazón de todos, y de los que por tal modo quieren lo mismo dícese una voluntad;

39 porque las insignias de la Iglesia son las mismas, es a saber, los sacramentos de Cristo, el primero de los cuales es el bautismo, que es la puerta de todos los otros; por eso dice: "un bautismo". Y dícese uno por 3 razones: a) porque los bautismos no difieren según los bautizantes, ya que tienen la misma virtud, sea quien fuere quien lo administra, que quien bautiza por dentro es uno, Cristo (Jn 1);

b) dícese uno porque se administra en nombre de uno, la Trinidad (Mt 28);

c) porque no puede repetirse. La penitencia, el matrimonio, la Eucaristía y la extremaunción pueden repetirse, no así el bautismo (He 6); y no se repite o porque imprime carácter, o porque su causa no se repite. "En el bautismo hemos quedado sepultados con El, muriendo al pecado" (Rm 6,4); ahora bien, Cristo murió una vez por los pecados, como dice San Pedro (1P 3);

49 porque en la Iglesia el fin es el mismo, que es Dios; pues el Hijo nos lleva al Padre; y cuanto a esto añade: un Dios; donde primero pone el Apóstol su unidad; luego su dignidad. Lo primero pertenece a la naturaleza divina (Dt 6); lo otro a su benevolencia para con nosotros y a su piedad; de donde dice: "y Padre de todos" (Is 63 Ml 2). Su dignidad la encarece por 3 capítulos: a) por la alteza de la divinidad, al decir: "que está por encima de todos" (Ps 112);

b) por la amplitud de su potestad, que "gobierna todas las cosas" (Jr 23 Ps 8 Lc 10), ya que "todas fueron hechas por El" (Jn 1); mas del modo que se dice en Sg XI: "con número, peso y medida";

c) por la largueza de su gracia, que "habita en todos nosotros" (Jr 14). Mas lo primero se apropia al Padre, que es el principio fontal de la divinidad y excede a todas las criaturas. Lo segundo al Hijo, la sabiduría, que abarca fuertemente de un cabo a otro todas las cosas (Sg 8,1). Lo tercero al Espíritu Santo, que llena el orbe terráqueo (Sg 1).


23
(
Ep 4,7-10)

Lección 3: Efesios 4,7-10

Demuéstrase la unidad de la Iglesia por lo que es propio y peculiar de cada uno de los miembros.

7. Si bien a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia a medida de la donación gratuita de Cristo.
8. Por lo cual dice la Escritura: al subirse a lo alto llevó consigo cautiva a una grande multitud de cautivos, y derramó sus dones sobre los hombres.
9. Mas, ¿por qué se dice que subió, sino porque antes había descendido a los lugares más ínfimos de la tierra?
10. El que descendió Ese mismo es el que ascendió sobre todos los cielos, para dar cumplimiento a todas las cosas.

En la lección anterior nos hizo ver el Apóstol la unidad de la Iglesia cuanto a lo que en ésta hay de común; aquí nos hace ver lo mismo cuanto a lo que es propio y especial de cada uno de sus miembros fieles; acerca de lo cual propone la distinción, trae para probarla una autoridad, explica el texto de esa autoridad. Dice pues: tenemos en la Iglesia un Dios, una fe, un bautismo; pero también gracias diversas hechas en particular a diversas clases de personas, porque "a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia"; como si dijera: no hay nadie entre nosotros que no haya participado de la gracia y comunión divina (Jn 1); pero es cierto también que esta gracia no se da a todos por un mismo rasero o de una misma forma, sino "a medida de la donación gratuita de Cristo", esto es, según que Cristo es para cada uno el dador y tasador de la gracia. "Tenemos, por tanto, dones diferentes, según la gracia que nos es concedida" (Rm 12,6). Esta diferencia no viene dei hado, ni del mérito, ni de la casualidad, mas de la donación de Cristo, esto es, según que Cristo nos la mide con la debida proporción; que a El sólo, y a nadie más, diósele el espíritu sin ponerle tasa; tasadamente y con su conque a los otros santos; "según la medida de fe que Dios ha repartido a cada cual" (Rm 12,3); "a cada uno según su capacidad" (Mt 25,15 1Co 3); que, como queda al arbitrio de Cristo dar o no dar, así también dar menos o más.

a) "Por lo cual dice la Escritura". Aquí pone una autoridad tomada del Ps 67 y se refiere a lo que dijo: "a medida de la donación de Cristo", donde recuerda la ascensión de Cristo y el rescate del género humano y L rolación de dones espirituales. Trábanse Y Rúense 19 2 las partes, y demuestra lo primero duendo.

una a "para significar lo cual dice (el profeta David): "al subir Cristo a lo alto" (Mi 2 Jb 39); al subir, digo, pero no solo, pues "llevó consigo cautiva la cautividad", es a saber, los que el diablo había hecho cautivos, puesto que el género humano estaba en cautiverio, y los santos que en caridad "partían de esta vida" y habían merecido la gloria veíanse detenidos en la cautividad del diablo como cautivos en el limbo (Is 5). Esta cautividad a que Cristo puso en libertad y llevósela consigo al es cielo. "¿Por ventura podrá quitársele a un hombre esforzado la presa? ¿O podrá recobrarse aquello que ha arrebatado un varón valiente? Porque esto dice el Señor: ciertamente que le serán quitados al hombre esforzado los prisioneros que ha hecho, y será recobrado lo que arrebató el valiente" (Is 49,24).

Por cierto no sólo en los muertos tuvo este vaticinio cumplimiento, sino también en los vivos, que vivían en el cautiverio del pecado y a quienes, libres ya de la culpa, puso al servicio de la justicia, como se dice en Romanos 6; y así en cierto modo se los llevó cautivos, no para perdición, mas para salvación (Lc 5). Ni sólo libro a los hombres del cautiverio diabólico y los sometió a su servicio, sino también los dotó de bienes espirituales. Por eso añade: "derramó sus dones de gracia y gloria sobre los hombres" (Ps 83 2P 1). Ni se opone lo que en el texto precedente se dice: recibió dones de los hombres; porque dio como Dios, y recibió como hombre, de los fieles, como de sus miembros. Dio en el cielo como Dios, y recibió en la tierra al modo que dice San Mateo: "lo que hicisteis con uno de estos mis pequeñitos conmigo lo hicisteis".

Al decir luego: "mas ¿por qué se dice que subió?",

explica la autoridad que trae para probar su dicho, y primero, por lo que toca a la ascensión; segundo, cuanto a la materia de la donación. Acerca de lo primero, cómo subió, hay que considerar que, siendo Cristo verdadero Dios, no parecía conveniente le estuviese bien descender, porque nada más sublime que Dios; por lo cual, para poner fuera de combate esta duda, añade el Apóstol: "mas, ¿por qué se dice que subió, sino porque antes había descendido?"; como si dijera: si dije que subió fue porque primero había bajado para luego subir; de otra manera no hubiese podido subir.

Lo segundo, cómo bajó, lo agrega diciendo: "a los lugares más ínfimos de la tierra"; texto que puede entenderse de dos maneras: a) de suerte que por partes inferiores de la tierra se entiendan estas partes de la tierra, en las que nosotros habitamos, y se dicen inferiores por estar debajo del cielo y del aire; a las que se dice haber descendido el Hijo de Dios, no con movimiento local, sino por haber tomado una naturaleza inferior y terrenal, según aquello: "se anonadó a Sí mismo" (Ph 2);

b) de modo que por las ínfimas partes de la tierra se entienda el infierno, que también está debajo de nosotros; porque allí descendió para todos en espíritu para librar de allí a los santos; y así parece venirles a pelo lo que había dicho: llevóse consigo cautiva la cautividad. "Y tú mismo, ¡oh Salvador!, mediante* la sangre de tu testamento has hecho salir a los tuyos, que se hallaban cautivos del lago en que no hay agua" (Za 9,11 Ap 10 Ex 3).

Considera después 3 cosas en la Ascensión: 1º la persona del que sube, al decir: "el que descendió Ese mismo es el que ascendió", con lo cual desígnase la unidad de persona de (Jesucristo) Dios y hombre, pues descendió, como va dicho, el Hijo de Dios en la Encarnación, y subió el Hijo del hombre, en esa naturaleza humana que había tomado, a la sublimidad de la ida inmortal. Así que uno mismo es el Hijo de Dios que descendió y el hijo del hombre que ascendió. "Ello es así que nadie subió al cielo sino Aquel que ha descendido del cielo, a saber, el Hijo del hombre, que está en el cielo" (Jn 3,13). Donde notemos que los humildes que por voluntad descienden, por espíritu, remontándolos Dios, ascienden; porque el que se humilla será exaltado (Lc 14 Lc 18);

2º el término de la Ascensión, al decir: "sobre todos los cielos" (Ps 57); lo cual no ha de entenderse de solos los cielos corporales, sino también de toda criatura espiritual, como arriba 1;

3º el fruto de la Ascensión: "para dar cumplimiento a todas las cosas", esto es, para henchir de dones espirituales a todos los hombres (Ps 64 Si 24); o, de otra manera, para dar cumplimiento a todo lo que de El estaba escrito (Lc 24).



24
(
Ep 4,11-13)

Lección 4: Efesios 4,11-13

Les hace saber que Dios ha repartido sendas gracias a cada uno de los miembros de la Iglesia, y explícales la utilidad de estas gracias.

11. Y así El mismo a unos ha constituido apóstoles, a otros projetas, y a otros evangelistas, y a otros pastores y doctores
12. a fin de que trabajen en la perfección de los santos en las funciones de su ministerio, en la edificación del cuerpo de Cristo,
13. hasta que arribemos todos a la unidad de una misma fe, y de un mismo conocimiento del Hijo de Dois, al estado de un varón perfecto, a la medida de la edad perfecta, según la cual Cristo se ha de formar místicamente en nosotros.

Aquí toca el Apóstol lo que arriba había dicho de la colación de los dones; acerca de lo cual muestra que el Señor reparte diferentemente sus dones a cada fiel en particular; muestra asimismo el fruto y utilidad de esos dones; y ya que por los dones de Cristo signifícanse los diferentes estados y cargos que hay en la Iglesia, es de considerar que entre los dones de Cristo el primer lugar se lo da a los Apóstoles: "a unos ha constituido Apóstoles" (Lc 6 1Co 12). Y tienen el primer lugar, porque fueron los de la llave dorada en todos los dones de Cristo. Así:

a) en gracia y sabiduría tuvieron la plenitud; unos hasta en lo concerniente a la revelación de los divinos misterios (Lc 24 Lc 8 Mc 4 Jn 15);

b) estuvieron dotados de una elocuencia copiosa para anunciar el Evangelio. "Os daré una sabiduría a que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros enemigos" (Lc 21,15 Mc 16);

c) cuanto al cuidado de la grey del Señor tuvieron, lo que otros no, prerrogativa de autoridad y de poder (Jn 22 1Co 10).

Por eso aquí añade el Apóstol 3 grados eclesiásticos según que uno partícipe en cada uno de los cargos arriba enunciados. Así, en lo tocante a la revelación de los divinos misterios, los Profetas, prenunciadores de la Encarnación de Cristo, de quienes se dice: "prenunciaron la gracia que había de haber en vosotros" (1P 1,10 Mt 11). Pero los Apóstoles profetizaron, después de venido Cristo, los gozos de la vida futura (Ap 1). Asimismo explicaron las profecías de los antiguos profetas (1Co 14 Mt 23).

En lo concerniente a anunciar la buena nueva los Evangelistas, que tienen por oficio predicar el Evangelio, o aun escribirlo, bien que no fuesen de los principales entre los Apóstoles (Rm 10 Is 41).

Otros, pastores, o cuidadores de la grey del Señor, en lo que mira a la atención de la Iglesia; y Doctores, para mostrar que el oficio propio de los pastores eclesiásticos es la enseñanza de lo que toca a la fe y a las buenas costumbres; mas no dice con los Obispos, sucesores de los Apóstoles, administrar y dispensar las cosas temporales; eso es mas bien incumbencia de los diáconos. "No es justo que nosotros descuidemos la predicación de la palabra de Dios por tener cuidado de las mesas" (Ac 6 Tt 1). En Jeremías 3,15 se dice de los Obispos: "os daré pastores según mi corazón que os apacentarán con la ciencia y con la doctrina".

Después, al decir: "a fin de que trabajen en la perfección de los santos", muestra el fruto de los antedichos dones u oficios; y primero señala el fruto, luego cómo los fieles puedan llegar a conseguirlo. Propone también el efecto próximo y apunta el último fruto. El efecto próximo de los antedichos dones u oficios puede considerarse a 3 visos: a) respecto de los mismos que constituidos están en oficios, a quienes para eso se les ha hecho gracia de dones espirituales, para que sirvan a Dios y al prójimo; que eso quiere decir: "en las funciones de su ministerio", por el cual se procura el honor de Dios y la salud de los prójimos. "A nosotros, pues, nos ha de considerar el hombre como unos ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios" (1Co 4,1 Is 61);

b) respecto de la perfección de los que ya creen, al decir: "para la consumación", esto es, perfección, "de los santos", es a saber, de los que han sido ya santificados por la fe de Cristo; pues de manera especial han de procurar los prelados llevar a sus súbditos al estado de la perfección; que por eso son más perfectos, como dice Dionisio en su Jerarquía Eclesiástica (He 6 Is 10);

c) respecto de la conversión de los infieles, y cuanto a esto, dice: "para la edificación del cuerpo de Cristo",

esto es, para que se conviertan los infieles, con quienes se edifica la Iglesia de Cristo, que es su cuerpo (1Co 14).

-"hasta que arribemos todos". Indica el último fruto, que puede entenderse de dos modos: de uno, si se refiere al fruto simplemente último, cuando la resurrección de los muertos; y, según esto, habrá dos concursos o concurrencias de resucitados, una corporal y otra espiritual. La corporal entiéndese en el sentido de que todos los santos se juntarán para salirle al encuentro a Cristo (Mt 24); y tocante a esto dice: "hasta que salgamos al encuentro todos", como si dijera: hasta aquí llega el antedicho ministerio y consumación de los santos y edificación de la Iglesia: hasta que a Cristo le salgamos al encuentro en la resurrección. "Mirad que viene el esposo, salidle al encuentro" (Mt 25,6); "prepárate, ¡oh Israel!, para salir al encuentro a tu Dios" (Am 4,12). Y nos salgamos también al encuentro unos y otros: "seremos arrebatados, juntamente con ellos, sobre nubes al encuentro de Cristo en el aire" (1Th 4,17 Ph 3).

La concurrencia espiritual entiéndese cuanto al mérito, que abraza la misma fe, como dice: "en o a la unidad de la misma fe"; al mismo propósito "la unidad de espíritu" y el "un Señor, una fe" de arriba; y cuanto al premio, que consiste en la perfecta visión y conocimiento de Dios, a que alude 1Co 13: "entonces lo conoceré con una visión clara, a la manera que soy yo conocido". Y respecto de esto dice: "y de un mismo conocimiento del Hijo de Dios", "pues todos me conocerán" (Jr 31,34).

La segunda cosa que declara es el predicho fruto cuanto a la perfección de los resucitados; y pone primero la misma perfección al decir: "al estado de un varón perfecto"; que no ha de entenderse -como algunos lo entendieron- en el sentido de que al resucitar se mudarán las hembras en varones, porque ambos sexos permanecerán, bien que no para tener comercio entre sí, que ya no lo habrá más, (según aquello de San Mateo Mt 22,30: "después de la resurrección, ni los hombres tomarán mujeres, ni las mujeres tomarán maridos, sino serán como los ángeles de Dios en los cielos"); mas para la perfección de la naturaleza y para gloria de Dios, que tal naturaleza creó. Dice pues: "varón perfecto" para indicar la omnímoda perfección de aquel estado (1Co 13); y en este sentido la palabra varón se emplea más propiamente para contraponerla a niño que para oponerla a mujer (foemina: hembra).

Señala en segundo lugar el dechado de esta perfección, al decir: "a la medida de la edad perfecta, de Cristo"; donde es de considerar que el cuerpo de Cristo es un verdadero dechado del cuerpo místico, ya que ambos constan de muchos miembros trabados y ordenados para formar un todo; y el cuerpo de Cristo llegó a la plenitud de la edad viril, los 30 años, edad en que murió, y que será como el molde a que se amoldarán las edades de los santos resucitados, que serán todo un primor, sin estrago o fealdad de vejecía. "Transformará nuestro vil cuerpo, y le hará conforme al suyo glorioso" (Ph 3,21).

La otra manera de entender el fruto último puede referirse no al fruto simplemente último, acabado de explicar, sino al fruto último de esta presente vida, en la que concurrirán todos los fieles al redil de una fe y conocimiento de la verdad (Jn 10); y en la que también el cuerpo místico de Cristo queda acabado y perfecto con una perfección semejante a la del verdadero cuerpo de Cristo. Y conforme a esta doctrina todo el cuerpo de la Iglesia se dice un cuerpo viril, según aquella semejanza de que se vale el Apóstol: "mientras el heredero es niño, en nada se diferencia de un siervo." (Ga 4,1).





25
(
Ep 4,14-16)

Lección 5: Efesios 4,14-16

Quítanse dos estorbos: la malicia humana y la flaqueza intelectual, que son causa de que no lleguemos a alcanzar el fruto de los dones.

14. por manera que ya no seamos niños fluctuantes, ni nos dejemos llevar aquí y allá de todos los vientos de opiniones humanas por la malignidad de los hombres, que engañan con astucia para introducir el error.
15. Antes bien, siguiendo la verdad con caridad, en todo vayamos creciendo en Cristo, que es nuestra cabeza,
16. y de quien todo el cuerpo trabado y conexo entre sí recibe por todos los vasos y conductos de comunicación, según la medida correspondiente a cada miembro, el aumento propio del cuerpo, para su perfección mediante la caridad.

Demostrada ya la diversidad de dones espirituales y el fruto de ellos, nos señala aquí el Apóstol el camino para llegar a alcanzar ese fruto; y primero quita dos estorbos, luego enseña el modo de llegar. Dice pues: díjose, y bien dicho está, que el fruto último de estos dones es que lleguemos al estado de un varón perfecto en el Señor. Luego es de necesidad que busquemos el modo de "no ser ya niños llevados a la deriva", sino varones en verdad perfectos; porque mientras es uno niño no es perfecto varón. Dejar, pues, debe la niñez quien ha de salirle al Señor al encuentro. Así lo hacía el Apóstol: "pero cuando fui ya hombre hecho, di de mano a las niñerías" (1Co 13,1 1Co 1). Lo desfavorable del niño estriba en que no está fijo o determinado en algo, sino que a toda palabra le da crédito. Si pues querernos nos tengan por varones perfectos, hemos de dejar ese pensar fluctuante, que cualquier viento arrebata, cualquier ola se ¡leva. Eso quiere decir "llevados a la deriva" (1Co 14) o fluctuantes, de fluctus: ola, porque los tales, a maniera de olas, no tienen firmeza en la fe, "pues quien anda dudando es semejante a la ola del mar alborotada, y agitada del viento, acá y allá" (Jc 1,6).

Así que hemos de estar firmes y no fluctuantes; y porque el viento es la perversa doctrina que, como el viento norte disipa las lluvias y, como los vientos de la parábola, da en tierra con la casa cimentada en arena (Pr 25,23 Mt 7,27), por eso dice: "no nos dejemos llevar aquí y allá de todos los vientos de opiniones humanas"; como si dijera: no hemos de dejarnos mover del soplo de ninguna doctrina perversa que sacuda nuestro corazón y dé en tierra con el edificio espiritual, porque no es buena doctrina; y se conoce por 3 cosas:

a) por su principio, la malicia humana; por tanto, no es buena doctrina, sino falsa y perversa, la que alguno como dogma propone, para perder las almas, para obtener una prebenda p principado; como la del perversísimo Arrio, que reventó por medio, de modo que a él pudiera aplicársele lo del Eclesiástico Si 31,29: "su maldad da testimonio contra él";

b) por su desenvolvimiento, con astucia y engaño, porque pretende una cosa y simula otra. Por eso dice el Apóstol: "mas temo que así como la serpiente engañó a Eva con su astucia, así sean maleados vuestros espíritus y degeneren de la sencillez propia del discípulo de Cristo" (2Co 11,3);

c) por su efecto: "introducir el error". Tales doctores con sus raposerías arman lazos para sembrar sus errores, no para enriquecerse o conseguir otros bienes temporales. De éstos dice 2Tm 3: "los malos hombres y los impostores irán de mal en peor, errando y haciendo errar a otros".

-"Antes bien, siguiendo la verdad". Luego de haber señalado los impedimentos que estorban la consecución del fruto de los dones espirituales, muestra aquí por qué camino se llega a conseguir ese debido fruto. Y arguye de esta manera: díjose ya que si queremos conseguir el fruto de los dones espirituales, es necesario no ser ya niños. Pero en tanto lo seremos en cuanto al estado de varones no lleguemos ni crezcamos. Luego nos es necesario que crezcamos. Y esto es 1b que dice: "antes bien, siguiendo la verdad"; y muestra en qué debemos crecer y por medio de quién.

Dice pues cuanto a lo primero: "siguiendo la verdad, vayamos creciendo", es a saber, en dos cosas: la obra buena y la forma de la obra buena, que son ambas a dos la verdad y la qaridad. Por verdad a veces se entiende toda obra buena, como se dice en Tobías Tb 1,2: "sin embargo de hallarse en cautiverio, no abandonó la senda de la verdad". Hagamos pues la verdad, o toda obra buena, o la verdad de la doctrina; porque no ha de bastarnos sólo oír o enseñar la verdad, sino que es menester obrarla; por lo cual decía el Apóstol: "que haciendo eso, te salvarás a ti mismo y a los que te oyen". "Llevad, pues, a la práctica la doctrina", como dice Jc 1,22; "que no son justos delante de Dios los que oyen la Ley, sino los que la cumplen; ésos son los que serán justificados" (Rm 2,13). Y hágase esto en caridad, que es la forma de la buena obra (1Co 16); de otra suerte nada valdría (1Co 13).

Mas ya que en el camino de Dios no dar paso adelante es echar pie atrás, por eso añade el Apóstol: "para que vayamos creciendo en El"; donde señala al autor de nuestro aumento, la verdad del mismo y su modo. Dice pues: "vayamos creciendo en El", en Cristo, de quien dice 1P 2,2: "para que con El vayáis creciendo en salud", en El digo, que es nuestra cabeza, Cristo, y en la Iglesia que es su cuerpo (Col 2); crezcamos, repito, no en posesiones, como se dicede Job, sino en bienes espirituales; ni en uno solamente, sino en todos, esto es, dando fruto, día con día cada vez mayor, en todo género de bienes. "Hacedlo todo a gloria de Dios" (1Co 10 1Co 11).

Por consiguiente, al decir: "de quien todo el cuerpo", muestra la verdad de Cristo, por quien debemos crecer; donde es de saber que un cuerpo natural tiene mutua trabazón y conexión de miembros, enlace de nervios y mutuo servicio. "Si dijere el pie: pues que no soy mano no soy del cuerpo, ¿dejará por eso de ser del cuerpo? Y si dijere la oreja: pues que no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿dejará por eso de ser del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si fuese todo sordo, ¿dónde estaría el olfato?" (1Co 12,15). Así pues, en el orden espiritual, del mismo modo que un cuerpo se constituye de muchos miembros, de estas 3 maneras, a saber, por trabazón o adunación, por enlace y mutua operación y socorro; así también, en el cuerpo eclesiástico, todo lo que tiene la cabeza del cuerpo: la trabazón, el enlace de los nervios, el movimiento para obrar, lo tiene nuestra cabeza Cristo, y de ella se comunica al cuerpo de la Iglesia. Y la trabazón por la fe. De donde dice: del cual, Cristo, que es nuestra cabeza, "todo el cuerpo recibe trabazón", esto es, coadunación (Ps 146). De esta cabeza se dice en Col 2,19: "de la cual todo el cuerpo, alimentado y organizado por medio de los nervios y junturas, va creciendo con el aumento que es de Dios";

2° la conexión y enlace derívase de Cristo, cabeza, a su cuerpo místico, que es la Iglesia, por ser necesaria, para casar en una junta cosas tan distintas, una lazada, vínculo o ligadura. Por lo cual dice: "de quien todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas", esto es, por medio de la fe y la caridad que juntan y traban los miembros del cuerpo místico para un mutuo servicio y apoyo (Si 39). De aquí que el mismo Apóstol, confiado en este mutuo servicio entre los miembros de la Iglesia por la divina unión, decía: "porque sé que esto redundará en mi bien, por vuestras oraciones y el auxilio del Espíritu de Jesucristo";

39 la virtud de obrar actualmente para que los miembros vayan creciendo dimana espiritualmente en ellos de su cabeza Cristo. De donde dice: "según la medida correspondiente a ceda miembro, hace el aumento propio del cuerpo"; como si dijera: de nuestra cabeza, Cristo, no sólo tenemos, por medio de la fe, la trabazón de los miembros de la Iglesia, ni sólo el enlace o atadura por el mutuo servicio de la caridad, sino también la actual operación de los miembros o movimiento para obrar, según la medida y competencia correspondiente a cada miembro. De donde dice que a proporción de la operación y medida de cada miembro debidamente medido, así es el aumento del cuerpo: pues no sólo por la fe compagínase y trábase el cuerpo místico de Cristo, ni sólo por el servicio de la caridad, que estrecha los lazos de la amistad, crece y se aumenta el cuerpo; sino también por el actual concierto y composición que pone de su parte cada miembro, según la medida de la gracia que a cada uno se da, y la moción actual para obrar, que Dios produce en nosotros. Muy a cuento Isaías : "todas nuestras obras Tú nos las hiciste" (Is 26,12); mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos (1Co 12,6); exposición que concuerda con la Glosa.

Mas ¿para qué hace Dios que cada miembro aumente? para edificar el cuerpo (Ep 2). "Sois el edificio que Dios fábrica" (1Co 3,9). Y todo esto se hace con caridad, porque "la caridad edifica" (1Co 8); o hácelo Dios todo por caridad, esto es, por puro amor (Jr 31). Y nuevamente "te edificaré, y serás edificada". Esto es, pues, lo que dice: "para su edificación, mediante la caridad".




Aquino: Efesios 20