Aquino: Efesios 26

26
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Ep 4,17-19)

Lección 6: Efesios 4,17-19

Apártalos de vivir a la usanza gentílica y exhórtalos a permanecer en la unidad eclesiástica.

17. Os advierto, pues, y yo os conjuro de parte del Señor, que ya no viváis como todavía viven los gentiles que proceden en su conducta según la vanidad de sus pensamientos,
18. teniendo obscurecido y lleno de tinieblas el entendimiento, ajenos enteramente de vivir según Dios, por la ignorancia en que están, a causa de la ceguedad de su corazón,
19. los cuales no teniendo ninguna esperanza, se entregan a la disolución, para zambullirse con un ardor insaciable en toda suerte de impurezas.

Arriba exhortó el Apóstol a los Efesios a permanecer en la unidad eclesiástica, describiendo su modo y su forma; enséñales ahora el camino por donde pueden permanecer en ella. Para eso propóneles los preceptos por los que pueden permanecer en dicha eclesiástica unidad y el poder que tienen para cumplir los preceptos; y propone primero los que se refieren a todos, luego los que a los diferentes grados que hay en la Iglesia. De los primeros pone en primer lugar ciertos preceptos generales, a que se reducen todos los demás, y en segundo los especiales. De nuevo la primera parte se divide en dos, ya que siendo la intención del Apóstol retraerlos de sus envejecidas costumbres para desañejarse de lo que son y transmudarse con la nueva doctrina de Cristo, muestra primero que esa doctrina es contraria a la antigua perversidad gentílica, y luego los induce a desnudarse de ella para revestirse de la vestidura de Cristo. Describe, por tanto, la manera de vivir pagana, para demostrar que se opone de punta en blanco a la doctrina de Cristo, y exhortarlos con eso a evitar el trato y familiaridad con los Gentiles, cuya vida acaba de pintarnos por dentro y por fuera.

Dice pues: para que podáis dar cumplimiento a lo que va dicho, os advierto, esto es, no ruego, como antes, sino digo y declaro lo que dije (Sa. 5; 1Tm 4). ¿Y qué dijo? que ya, es a saber, en este tiempo de fe y de conversión a Cristo, por estar ya limpios (Jn 15), "no viváis más (Ga 5) como todavía viven los Gentiles", que, como manada de borregos, conducidos por el rabadán, se van en pos de los ídolos (1Co 12,2). No habéis,, pues, de vivir así. (Pr 1)

-"según la vaciedad de su mente". Explica el por qué de la prohibición; donde es de advertir que siendo la andanza espiritual sinónimo de aprovechemiento, según aquello del Gn 17: "camina delante de Mí y sé perfecto", dicho por Dios a Abraham, para que el hombre camine por la senda de la justicia (Is 26), esto es, aproveche espiritualmente, conviene que ponga en orden y concierto 3 cosas que tiene dentro de sí; a saber: la razón práctica, que juzga lo que ha de hacer, en los casos particulares, el entendimiento de los principios universales, que es la sindéresis, la ley divina o Dios. Así pues, la acción será buena y meritoria cuando uno se gobierne por estas 3 cosas bien ordenadas entre sí, de suerte que la acción vaya dirigida por el juicio de la razón, y ésta, a saber, la razón, juzgue según el dictamen del entendimiento recto o sindéresis, y ésta se rija por la ley divina.

Ahora bien la vida gentílica no está ordenada así; más todavía, ni aun tiene esas 3 cosas:

a) pues la razón que juzga viene a parar en nada, viviendo como viven, al sabor de la vanidad de sus sentidos, que son la fuerza aprehensiva para juzgar de las cosas singulares. De donde hombre recto es aquel que piensa bien primero lo que ha de hacer; pero estos sentidos a veces son rectos, a veces vanos. Rectos, cuando se rigen por la debida regla, que los conduce al debido fin. Vanos, por el contrario, cuando no llegan al debido fin, por gobernarlos indebida regla. "Vanidad son ciertamente todos los hombres en quienes no se halla la ciencia de Dios" (Sg 13,1); "devanearon en sus discursos" (Rm 1,21); "fuéronse tras de la vanidad e hiciéronse también ellos vanos" (Jr 2,5). ¿Y por qué?

b) porque para obrar la razón de éstos no la dirigía un entendimiento iluminado sino erróneo. Esto es lo que dice: "teniendo obscurecido y lleno de tinieblas el entendimiento" (Rm 1 Ps 81). Y la razón es:

c) porque los tales no participan de la luz divina, o de la ley divina que gobierna y alumbra. Por eso añade: "ajenos enteramente de vivir según Dios", esto es, alejados de Dios, que es la vida del alma (Jn 14); o "de la vida de Dios", esto es, de la caridad y gracia espiritual, por la que formalmente el alma tiene vida. "La gracia es la vida eterna" (Rm 6,23), de la que ninguna esperanza tenían éstos, porque poniendo al alma mortal, no tenían que esperar ni creer en esa vida. "No entendieron los misterios de Dios, ni creyeron que hubiese galardón para el justo, ni hicieron caso de la gloria reservada a las almas santas" (Sg 2,22). O dígase también "de la vida de Dios", esto es, de vivir santamente la vida, por medio de la fe (Ga 2); pero el justo vive de la fe (Rm 8); o por medio de la caridad (1Jn 3). Estos en cambio no vivían así, sino todo lo contrario.

El modo de este enajenamiento no lo achaca a ignorancia de las estrellas o al curso de los astros, sino al desconocimiento de la naturaleza divina (1Co 15), porque es cierto que entonces sólo en Judea se conocía a Dios; pero ahora -como dicen los Hechos- "habiendo disimulado o cerrado Dios los ojos sobre los tiempos de esta ignorancia, intima a los hombres que todos en todas partes hagan penitencia" (Ac 17,30). Pero bien mirado y cuanto estaba de su parte, Dios no era la causa de esa ignorancia, -como se dice en Rm 1- pues se les dio a conocer; mas digamos era la causa "a causa de la ceguedad de su corazón". Y con toda propiedad dice ceguedad, ya que por las criaturas no podían llegar en conocimiento del Creador, porque -como dice Sg 2- "los encegueció su malicia" y "no entendieron los misterios de Dios, ni creyeron que hubiese galardón para el justo". De aquí que,

-"perdida toda esperanza…", donde nos pinta el Apóstol la vida que exteriormente llevaban, vida infeliz y desgraciada, porque sin esperanza y desesperanzada, porque ajenos enteramente de la verdadera vida. "Hemos perdido la esperanza; y así, seguiremos nuestros pensamientos, y cada cual hará lo que le sugiera la perversidad de su malvado corazón" (Jr 18,12 Jb 7); que es lo que aquí dice: "se entregaron a la disolución", lo cual puede leerse de dos maneras, o por separado, de suerte que se diga "en avaricia", porque eran avaros (Rm 1 He 13) y, como dice el Si 10, "no hay cosa más detestable que un avaro" (Ha 2); o junto con lo anterior, de modo que diga modificándolo, "en avaricia", esto es, con avaricia. Y según esto su vida desordenada se hace más culpable por 3 capítulos:

a) porque pecaron no por pasión, mas por elección; de ahí que se diga: "entregáronse a sí mismos a la lujuria"; como si dijera: no pecaron por flaqueza o arrastrados por la pasión, sino que a sí mismos se entregaron a la disolución (Jdt 7 2Co 12);

b) por el desenfreno presente, pues que "para satisfacer sus impuros deseos, siguen la concupiscencia de la carne" (2P 2,10); que es lo que aquí dice: "para zambullirse en toda suerte de impurezas" (Ez 14);

c) por la continuación del pecado, porque pecaban sin destanso. "Han prevaricado incesantemente, porque dejaron al Señor" (Os 4,10). Por eso dice: "con avaricia", esto es, con un ardor y apetito continuo e insaciable. Estos son -dice San Pedro- los que "ponen su felicidad en pasar cada día entre los placeres, siendo la misma horrura y suciedad, regoldando deleites, mostrando su disolución en los convites que celebran con vosotros, puesto que tienen los ojos llenos de adulterio y de un continuo pecar teniendo el corazón ejercitado en la avaricia. Son hijos de maldición" (2P 2,12-14).



27
(
Ep 4,20-24)

Lección 7: Efesios 4,20-24

La doctrina de Cristo es contraria a la vida de los Gentiles, cuyas condiciones pone,

20. Pero en cuanto a vosotros, no es eso lo que habéis aprendido en la escuela de Jesucristo,
21. pues en ella habéis oído predicar, y aprendido, según la verdad de su doctrina,
22. a desnudaros del hombre viejo, según el cual habéis vivido en vuestra vida pasada, el cual se vicia siguiendo la ilusión de las pasiones.
23. Renovaos, pues, ahora en el espíritu de vuestra mente,
24. y revestios del hombre nuevo, que ha sido criado conforme a la imagen de Dios en justicia y santidad verdadera.

Después de haber sacado a plaza la perversidad de la vida gentílica, muéstranos aquí ahora el Apóstol que la doctrina de Cristo es totalmente contraria a este estado y manera de portarse. Y porque los pervertidores de la doctrina de Cristo afirmaron que después de esta vida no había otra, sino que a una, como los animales, morían alma y cuerpo, para desvanecer este error demuestra el Apóstol que la doctrina de Cristo es contraria a la vida y estado precedente, y señala en segundo lugar las condiciones que pide esa doctrina.

Dice pues: dicho está que aquéllos, perdida toda esperanza, entregáronse a una vida disoluta, "mas vosotros no es eso lo que habéis aprendido en la escuela de Cristo", es a saber, no es así como habéis aprendido a imitar a Cristo. Entonces ¿cómo? Vosotros mismos habéis aprendido de Dios a amaros mutuamente. "Así que, hermanos míos, estad firmes y mantened las tradiciones que habéis aprendido" (2Th 2,15). Y "¿cómo las mantendremos?" (2Th 1); "porque cuando recibisteis la palabra de Dios, oyéndola de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombre, sino (según es verdaderamente) como palabra de Dios" (1Th 2,13). "Unidos a El como a vuestra raíz, y edificados sobre El como sobre vuestro fundamento, y confirmados en la fe que se os ha enseñado, creciendo más y más en ella con acciones de gracias" (Col 2,7).

Y esto es así, "mas si le disteis oído", porque al servicio de la enseñanza está el oído. Si en lugar de porque, quia, siendo ésta la nueva que habéis oído (1Jn 1). Y esto cuanto a la predicación (Si 24 Pr 15).

-"y habéis aprendido de El" cómo hay que guardar y cumplir lo tocante a la fe (Mc 16); y esto "según la verdad de su doctrina"; como si dijera: si habéis oído predicar la fe de Cristo, y cómo hay que cumplir lo predicado, entonces en verdad que habéis aprendido de Jesús que es la verdad y el blanco de la predicación. Pero vosotros no habéis de portaros así, como algunos que perdieron la esperanza. Pues ¿cómo entonces? Añade: "desnudaos…", texto que puede leerse de dos maneras: o con infinitivo y se liga con lo anterior, de modo que diga: esta es la verdad que habéis aprendido de Jesús: a desnudaros. O con imperativo -la interpretación común- y entonces diremos que por ser contraria la vida y doctrina de los Gentiles a la vida y doctrina de Jesús, que habéis aprendido, resta que os desnudéis del hombre viejo.

Así que, habiendo de extirpar los vicios antes de sembrar las virtudes, primero les enseña a desnudarse las vejecías de la vida antigua y prístino estado, para vestirse luego la nueva vida y nuevo estado en Jesús. Dice pues: desnudaos… Donde 3 cosas hay que considerar:

a) ¿qué se entiende por hombre viejo? Unos dicen que el hombre exterior, por contraposición al interior, que sería el nuevo. Pero a esto hay que responder que todo el hombre, por dentro y por fuera, que se consiente gobernar de la vetustez, cuanto al alma por el pecado, cuanto al cuerpo, por poner sus miembros, como armas, a disposición del pecado. Y así, rendido el hombre, en alma y cuerpo, al pecado, llámase hombre viejo, porque vetustas son las cosas que están por corromperse o corrompiéndose están; ya que -como dice en He 8- cerca está de quedar abolido lo que se da por anticuado y viejo. De suerte que el hombre sometido al pecado llámase viejo, porque está en trance de corromperse; por eso añade: "el cual se vicia siguiendo la seducción de las concupiscencias". Que cada cosa se corrompe cuando se aparta de su origen natural; y lo natural en el hombre es que su deseo apetezca lo que es conforme a razón; mas lo que es perfección y bien de la razón es la verdad. Así que cuando descaminada toma la rota del error, y por este error de la razón corrómpese el deseo, llámase entonces tal extravío y corrupción hombre viejo.

Y dice: siguiendo los deseos, se entiende, malos, "inútiles y perniciosos, que hunden a los hombres en el abismo de la muerte y de la perdición" (1Tm 6,9). Por consiguiente, "no busquéis cómo contentar los antojos de vuestra sensualidad" (Rm 13,14). Mas ya que en algunos estos deseos nacen de flaqueza, y en otros de malicia, como los que afirman que en Dios no hay providencia, por eso dice: "del error"; porque en los tales que así desatinan corrómpese el entendimiento y el afecto. O siguiendo los deseos del error, esto es, que hacen que los hombres cometan errores, según aquello de la Sg 2: "esto pensaron, pero erraron".

Cómo haya de quitarse este error lo enseña el Apóstol diciendo: "desnudaos del hombre viejo con sus acciones" (Col 3,9); por tanto, no substancialmente, del pellejo y del alma, sino sólo de la mala vida y de las malas acciones, "llevando una vida ajustada entre los gentiles".

Al decir luego: "renovaos", danos a entender que hemos de vestirnos de la novedad del nuevo estado; acerca de lo cual muéstranos de qué medio hemos de valemos para conseguir esta novedad, en qué consiste y cuál es. Cuanto a lo primero dice: "renovaos en el espíritu"; donde es de advertir que, aunque en el hombre tenga múltiples acepciones la palabra espíritu, en realidad no hay más que 3, a saber:

a) el Espíritu Santo: "¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita dentro de vosotros?" (1Co 3);

b) el espíritu racional: "la carne codicia contra el espíritu" (Ga 5);

c) el espíritu fantástico: "sábete, ¡oh Israel!, que tus profetas son unos fatuos. Esos que se creen varones espirituales, esto es, fantásticos, son unos insensatos" (Os 9,7).

Así pues, lo que aquí dice: "espíritu de la mente", se toma por el Espíritu Santo, y dice que la causa de la renovación es el Espíritu Santo, que habita dentro de nuestra mente (Ga 5 Ps 103). O puede tomarse la palabra espíritu por espíritu racional, y .entonces espíritu equivale a nuestra mente, y es cosa parecida a lo que se dice en Col 2: "con despojo de la carne del cuerpo", esto es, del cuerpo, que es carne; así también aquí: en el espíritu de vuestra mente, esto es, en el espíritu, que es mente. Y esto lo dice, porque tenemos otro espíritu, que no es la mente, es a saber, el que nos es común a hombres y a brutos.

Dice: "renovaos en el espíritu de vuestra mente", porque lo que no está echado a perder está nuevo y no ha menester renovación. Que si Adán no se hubiese corrompido, no hubiese menester renovación, ni tampoco nosotros; mas por haberse corrompido, también la renovación fue necesaria para él y para sus descendientes. Por tanto, es necesario que al presente nos renovemos en el alma, y en lo futuro en el cuerpo, cuando este cuerpo corruptible sea revestido de incorruptibilidad, y este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad. (1Co 15,53)

Dice pues: "renovaos en el espíritu", se entiende, aquí, pues si al presente no se renueva el espíritu, jamás su cuerpo se renovará. O puede explicarse también así: en el espíritu de vuestra mente, esto es, hecha espiritual, que significa lo mismo.

En qué consiste esta renovación lo dice al añadir: "y revestios del hombre nuevo". Hay que advertir aquí que así como Adán, origen del pecado en todos, es para toda cosa el primer principio de su vetustez, así también, por el contrario, Cristo, el primer principio de su novedad y renovación; porque, así como en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados. De ahí que en Ga 5,6, se diga: "para con Jesucristo nada importa el ser circunciso o incircunciso, sino la fe, que obra animada de la candad" (la nueva creatura). Revestios, pues, de nuestro Señor Jesucristo (Rm 13).

Cuál sea esta renovación nos lo indica a renglón seguido: "que ha sido criado conforme a la imagen de Dios", que puede entenderse de 3 maneras:

I* de modo que lo que se refiera al espíritu, esto es, el espíritu, que es nuestra mente, ha sido criado por Dios, en justicia original, es a saber, con el vestido nuevo que le convenía, o vuelto a crear, con una nueva creación, para que fuese justo (Ep 2);

2º o qui puede referirse al hombre nuevo, Cristo; y entonces la frase se construirá así: "que ha sido criado", esto es, formado en el vientre de la Virgen según Dios, es a saber, no con semen humano, sino por medio del Espíritu Santo. O ha sido criado según el ser y plenitud de gracia, y esto "en justicia", por lo que toca a los hombres, "y en santidad", por lo que mira a Dios, y "de verdad", verdadera, no falsa (Lc 2). O digamos que la santidad esté en el corazón, la verdad en la boca, la justicia en la obra.



28
(
Ep 4,25-26)

Lección 8: Efesios 4,25-26

Por corromper el espíritu los pecados internos, prohíbense los que mayormente lo son, la mentira y la ira.

25. Por lo cual, renunciando a la mentira, hable cada uno verdad con su prójimo, puesto que somos miembros los unos de los otros.
26. Si os enojáis, no queráis pecar; no sea que se os ponga el sol estando todavía airados. No deis lugar o entrada al diablo.

Después de haber dado arriba una instrucción general para revestirse la novedad, pone ahora el Apóstol unos preceptos especiales; acerca de lo cual prohíbeles primero los pecados internos que corrompen el espíritu; segundo, los pecados externos que corrompen la carne. De los pecados internos prohíbe los que consisten en la perversión del orden, para consigo y para con los demás. De estos primeros pecados unos corrompen la parte racional, otros la irascible, otros la concupiscible, y las 3 especies las prohíbe. Acerca de la primera especie prohíbe uno de esos pecados (la mentira), que le da pie para inducirlos a hablar verdad, por este motivo (por ser miembros los unos de los otros). Prohibe, por consiguiente, lo que pertenece al hombre viejo, de suerte que este texto sea como una explanación del anterior: "revestios del hombre nuevo", a cuyo fin prohíbe primero la mentira, ya que por este pecado de la lengua corrómpese la verdad de la razón. De ahí que diga: "por lo cual", es a saber, para revestirse del hombre nuevo, "dad de mano a la mentira", porque -como dice el Salmo V- "destruyes a todos los que hablan mentira", es a saber, perniciosa.

Indúcelos fuego a la novedad diciendo: "hable cada uno verdad con su prójimo". ¿Y por qué? "puesto que somos miembros los unos de los otros", y los miembros amanse entre sí y ayúdanse mutuamente en la verdad. "Formamos en Cristo un solo cuerpo, siendo todos recíprocamente miembros los unos de los otros" (Rm 12,5).

-"Si os enojáis". Veda el pecado que corrompe la parte irascible, con su correspondiente admonición, explicación y razón de por qué. Pone la admonición, al decir: "si os enojáis", que puede declararse de dos maneras, según las dos especies de ira, una buena y otra mala. La mala, cuando uno se inclina desordenadamente a la venganza, es a saber, contra justicia; la buena, cuando ordenadamente a una venganza debida, es a saber, cuando uno se aira cuando conviene, con quienes conviene y cuanto conviene. La declaración puede aplicarse a estos dos géneros de ira. Si a la mala, el sentido es éste: no la manda, sino la permite; como si difera: demos que se levante el movimiento de ira -achaque y flaqueza humana-: en tal caso, no queráis pecar, esto es, no lo llevéis a efecto, dándole puerta franca, por el consentimiento, -"Líbreos Dios de caer en tentación superior a las fuerzas humanas" (1Co 10)- pues cierta cosa es que quien de otro modo se enoja contra su hermano "será reo de juicio", como dice San Mateo 5. Sobre esta ira advertía José a sus hermanos: "no os enojéis en el camino".

Mas si se declara de la buena, entonces el sentido no es sólo de permisión, como en la mala, sino de imperio: airaos, es a saber, contra vuestros pecados, que doble es la venganza que el hombre busca: una contra sí mismo pecador, y así la penitencia es una especie de venganza que el hombre hace y toma de sí mismo. Y esta ira es buena y con ésta reza lo del imperio: airaos, es a saber, contra vuestros pecados; "y no queráis pecar", esto es, haced libro nuevo para adelante y no deis materia para tornar a enojaros.

Todavía creen algunos que eso de airarse contra sí propio por sus pecados es cosa que el hombre puede tranquilamente hacer, mas no contra el prójimo por los suyos; y en eso se equivocan; que así como contra sí mismo uno se enoja por sus propios pecados, así también contra el prójimo por los suyos. Luego airaos contra los vicios ajenos, y esto con celo divino. "Finees fue arrebatado de celo mío contra ellos" (Lv 25,2). También Elías: "me abraso de celo por el Señor Dios de los ejércitos, porque los hijos de Israel han abandonado su alianza". Y no queráis pecar, previniendo el juicio de la razón, sino más bien siguiéndolo; "y así sea todo hombre pronto para escuchar, pero tardo para hablar y refrenado en la ira" (Jc 1,19).

-"No se os ponga el sol". Explica lo que había dicho, y según las 3 antedichas declaraciones pueden darse también 3 explicaciones; porque si se refiere a la ira mala, entonces lo del sol se explicará así: no recozcáis la ira concebida, sino despedidla antes de la puesta del sol; que ya que por la fragilidad se permita el movimiento, no se permite el entretenimiento.

Si se refiere a la ira buena, contra los propios pecados, entonces de esta manera: "el sol, esto es, Cristo (sol de justicia) no se os ponga, estando todavía airados", esto es, sobre vuestros pecados, con que deis nueva materia a la ira y al látigo que os castigue.

Si se refiere a los pecados ajenos, se explica así: el sol, a saber, de la razón (Qo 12) no se ponga sobre vuestra ira, esto es, no se obscurezca el dictamen de la razón (Jb 5).

-"No deis lugar o entrada al diablo", donde indica el por qué de la admonición; porque el diablo halla en nosotros la puerta abierta por el pecado o por el consentimiento. Así dice San Juan: "cuando ya el diablo había sugerido en el corazón de Judas el designio de entregarle… después que tomó éste el bocado, se apoderó de él Satanás plenamente" (Jn 13,27). Ahora bien, semejantes pasiones inclinan mucho la balanza al consentimiento, mayormente cuando pervierten el juicio de la razón, y en especial la ira, que consiste en un encendimiento de la sangre, y por razón de la velocidad de su movimiento previene el juicio de la razón. Y porque estando así perturbados empieza el diablo a hallar entrada en nosotros, por eso dice: "no deis entrada al diablo"; como si dijera: no permanezcáis airados, que con eso dais entrada al demonio, que todo él es un fuego de ira (Ps 17). Cuando entra en el hombre lo hace con una ira furiosa (Ap 12); mas no con los justos, a lo menos en el alma, mientras permanecen justos; pero esta justicia se pierde por la ira, "porque la ira del hombre no se compadece con la justicia de Dios" (Jc 1,20).

Así pues, si no queréis dar entrada al demonio, a lo menos en el alma, no se os ponga el sol estando todavía airados. Por tanto, "arranca de tu corazón la ira" (Si 11,10).

29
(
Ep 4,27-28)

Lección 9: Efesios 4,27-28

Védase la vejez del pecado para que el espíritu pueda renovarse.

28. El que hurtaba no hurte ya; antes bien, trabaje, ocupándose con sus manos en algún ejercicio honesto para tener con qué subsistir y dar al necesitado.
29. De vuestra boca no salga ningún discurso malo, sino los que sean buenos para edificación de la fe, que den gracia o inspiren piedad a los oyentes.

Habiendo ya dado de mano a las vejecías del hombre por lo que mira a la fuerza racional y a la irascible, prohíbelas aquí nuevamente en lo que toca a la concupiscible, que tiene su origen en el apetito desordenado de las cosas; acerca de lo cual veda primero esa antigualla de codiciar lo ajeno, para exhortar luego a la renovación. A esa antigualla pertenece el robo, que nace de apetecer, con desordenada y corrompida concupiscencia, las cosas temporales. Por eso dice: "el que robaba que ya no robe", como si dijera: el que tenía descompuesta y envejecida la concupiscible, por el corrompido apetito de las cosas temporales, ya no eche mano a lo ajeno, si es que quiere renovar la concupiscible, porque "para el ladrón la confusión" (Si 5,17); por lo cual dice el Éxodo XX "no robarás".

Y por si alguno quisiese excusarse so capa de pobreza, le sale al encuentro diciéndole: en vez de ponerse a cortar bolsas, "póngase más bien a trabajar", como lo hizo el mismo Apóstol (Ac 20 2Th 3).

Donde hay que notar que el trabajo manual fue introducido para 3 fines:

a) para buscar con qué comer. "Comerás el pan con el sudor de tu frente" (Gn 3). Por consiguiente, quien no tiene otro medio de vivir honradamente, está obligado a trabajar con sus manos. "El que no quiera trabajar que no coma" (2Th 3); como si dijera: así como peca el que no come en caso de necesidad, así también el que no trabaja. Es el caso presente, para evitar el hurto;

b) algunas veces para evitar la ociosidad, maestra de muchos males (Si 33). Por tanto, el que anda de ocioso está obligado al trabajo manual: "Hemos oído que andan entre vosotros algunos bulliciosos que no entienden en otra cosa que en indagar lo que no les importa" (2Th 3,2). Pues a estos tales los apercibimos y les rogamos encarecidamente por nuestro Señor Jesucristo que, trabajando quietamente, coman su propio pan o el que ellos se ganen.

Algunas veces también para domar y macerar la carne. De ahí que se catalogue entre las otras obras de la continencia (2Co 11).

Así pues,3 razones hay para recomendar el trabajo corporal; pero la primera es necesaria para todos, y ésta con necesidad de precepto, porque el ocio puede evitarse de otras maneras, lo mismo la lascivia carnal puede domarse y refrenarse de otro modo, y para lograr su propósito, hágase como se haga, basta.

-"ocupándose con sus manos en algún ejercicio honesto"; que puede entenderse de dos maneras: o poniendo bonum en acusativo, y se construirá de este modo: más bien trabaje, ocupándose con sus manos, no por cierto en cosas ilícitas, sino en las que son buenas (Ga 6 Is 1). O poniéndolo en nominativo, como si esta fuese la razón de trabajar, como si dijera: no sólo es necesario trabajar, sino hasta bueno, para que el trabajador pueda vivir y "tenga de dónde tomar para darle al que padece necesidad" (Si 29).

-"No salga de vuestra boca palabra mala". Pone ahora lo concerniente al hombre viejo en su desordenada manera de proceder con otro, y veda primero lo añejo para introducir lo nuevo; trae en segundo lugar, para imitarlo, el ejemplo de Dios (cp. 5). Con el prójimo puede uno portarse mal de dos maneras: de una, ofendiéndolo con malas palabras; de otra, con malos ejemplos; y ambos procedimientos los prohíbe. En la otra división hace lo mismo. Dice pues: "no salga de vuestra boca palabra mala". Las palabras de la boca son correos y pregoneros de lo que guarda el alma; porque las voces nos dan a conocer las pasiones que en el alma anidan. Palabra buena es la que indica la buena disposición interior; la mala, por el contrario, la disposición mala.

Con triple orden ordénase el hombre por dentro, es a saber, para consigo, de arte que todo esté sometido a la razón; para con Dios, de suerte que la razón le esté sujeta; para con el prójimo, cuando lo ama como a sí mismo. Así pues, en veces la palabra es mala cuando es indicio de que el hombre anda desordenado en sí; y falso es este lenguaje del que habla una cosa y pretende otra; y de igual modo la plática inútil y vana. Asimismo es palabra mala la que es indicio de que el hombre anda desordenado contra Dios, como los perjurios, las blasfemias y voces del mismo género. También es palabra mala cuando va contra el prójimo, como las injurias, los engaños, las falacias. Por eso dice: "no salga de vuestra boca palabra mala"; donde es de advertir que omnis: todo, no equivale a nullus: ninguno. "Guardaos, pues, de la murmuración, la cual de nada aprovecha, y refrenad la lengua de toda detracción, porque ni una palabra dicha a escondidas se irá por el aire" (Sg 1,11); pues ciertamente a Dios no se le pasa por alto ningún pensamiento y ninguna palabra se le hurta a escondidas, como dice el Si 42: "Mas ahora dad ya de mano a todas esas cosas: a la cólera, al enojo, a la malicia, a la maledicencia, y lejos de vuestra boca toda palabra deshonesta" (Col 3,8).

-"sino las que sean buenas". Rechazado lo malo, induce a lo bueno, porque la palabra buena, según el tiempo y lugar, bendecida ha de ser. "Óptima palabra es la más oportuna" (Pr 15,23); "el que habla hágalo de modo que parezca que habla Dios por su boca" (1P 4,2). ¿Y para qué? "para edificación de la fe", esto es, para que eche firmes raíces en los corazones de los apocados y débiles. "Hágase todo para edificación" (1Co 14). Y esto "para que den gracia a los oyentes", es a saber, si tales palabras llevan el cuño de bondad con la aprobación, o si es plática entre dos o más personas; pues frecuentemente por las buenas palabras, o por virtud de una buena conversación o sermón, muévese el hombre a compunción y se dispone a la gracia. "Estando aún Pedro diciendo estas palabras, descendió el Espíritu Santo sobre todos los que oían la plática" (Ac 10,44). Así hablaba el Señor, de quien dice San Lucas (Lc 4): "estaban pasmados de las palabras tan llenas de gracia que salían de sus labios" (Si 10).



30
(
Ep 4,29-31)

Lección 10: Efesios 4,29-31

Amonéstalos a no obligar al Espíritu Santo a que se retire de ellos por cualquier pecado.
30. Y no queráis contristar con vuestros pecados al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
31 Toda amargura, ira y enojo, y gritería y maledicencia, con todo género de malicia, destiérrese de vosotros.
32. Al contrario, sed mutuamente afables, compasivos, perdonándoos los unos a los otros, así como también Dios os ha perdonado a vosotros por Jesucristo.

Exhortó el Apóstol arriba a evitar las palabras malas y perniciosas; aquí exhorta a abstenerse de las que turban o contristan al prójimo, acerca de lo cual les veda, en general y en especial, todo lo que huela a pátina, y les persuade lo que huele a nuevo. Dice pues: "no queráis contristar al Espíritu Santo". Pero dirá alguno: ¿cómo es eso? ¿No es Dios el Espíritu Santo, en quien no cabe pasión alguna ni tristeza? Respondo: dícese que el Espíritu Santo se contrista cuando está triste aquel en quien está el Espíritu Santo (); o digamos que es una locución metafórica. Que así como se dice: Dios se enoja, por la semejanza del afecto, lo mismo se dice: se contrista; porque así como cuando alguno se entristece se aparta del que le causa la tristeza, así también el Espíritu Santo se aparta del pecador. Entonces el sentido es éste: no queráis contristar al Espíritu Santo de Dios, esto es, no queráis ahuyentarlo o expulsarlo por el pecado; "porque el Espíritu Santo, que la enseña (la sabiduría), huye de las ficciones, y se aparta de los pensamientos desatinados, y se ofenderá de la iniquidad que sobrevenga" (Sg 1,5).

Así pues, no hay que contristar al Espíritu Santo, y esto por el beneficio del sello saludable. Por eso añade: "con el cual fuisteis sellados", esto es, reformados y distinguidos de los otros; porque el que tenga esta señal tendrá la vida eterna. Por consiguiente, hay que cuidar no se nos vaya el Espíritu Santo, y por ningún motivo contristarlo, porque sin El no hay vida eterna. "El que asimismo nos ha marcado con su sello, y que por arras de los bienes que nos ha prometido nos da el Espíritu Santo en nuestros corazones" (2Co 1,22). Pero ¿cuándo? "en el día de la redención", esto es, del bautismo (Jn 3 Ac 1); porque en el bautismo participa el hombre de la redención hecha por Cristo.

-"Toda amargura…" Muestra en especial lo que pertenece a lo anticuado; que unas veces contrista el hombre a su amigo por ira, otras de propósito. Pero en la ira hay 3 grados:

1) cuando se retiene y permanece en el corazón, como la ira del que sólo por dentro la concibe, y no pasa de allí;

2) cuando se expresa con sonidos, pero sin proferir ninguna contumelia, como la del que dice: raca;

3) cuando se prorrumpe en palabras contumeliosas, como la del que dice: fatuo (equivalente a impío y criminal).

Pone pues, escalonadamente, lo que pertenece primero a la ira del corazón; segundo, lo que a una desordenada articulación de la voz; tercero, lo que a la contumelia. Pero en la ira del corazón estas olas se van sucediendo unas a otras: primero por ser la ira efecto de la tristeza, que en la Sgda. Escritura se llama amargura (1S 1). Por eso dice: "toda amargura", que se origina por la memoria de la injuria pasada (Si 21). Segundo, por acudir inmediatamente a la venganza; por eso dice: "e ira", que es apetito de venganza (Jc 1). Tercero, porque el airado juzga al ofensor por indigno de perdón e indigno de que pueda decir que le quedó el brazo sano y que le salió muy barato; de ahí la "indignación". Mas cuanto a la desordenada expresión, brota, como dice, "el clamor" (Is 5). Lo mismo la blasfemia: o es contra Dios o contra los santos (Lv 24); por eso dice: "y blasfemia"; y añade: "destiérrese de vosotros, con todo género de malicia", es a saber, de obra (1P 2).

-"Al contrario, sed mutuamente afables". Contrapone a las pasiones antedichas la novedad de la vida cristiana; así, contra amargura benignidad; de donde dice: "sed mutuamente afables", porque el espíritu de la sabiduría es benigno. Contra ira misericordia: "misericordiosos" (Lc 6). Contra indignación condonación: "perdonándoos los unos a los otros" (Col 3), "así como también Dios os ha perdonado", "que ni a su propio Hijo perdonó" (Rm 8). ¿Cómo, por consiguiente, "después de habérnoslo dado, dejará de darnos cualquier otra cosa?"


Capítulo 5




Aquino: Efesios 26