Aquino - A LOS GALATAS


PROLOGO

Arrojaréis los añejos al abundar los nuevos (Lev 26,10). Estas palabras convienen a esta Epístola, en la que el Apóstol les hace ver a los gálatas que en tanto fueron seducidos por los falsos apóstoles en cuanto observan a a la vez las prescripciones legales y el Evangelio, cosa que el Apóstol les echa en cara con las palabras antedichas: arrojaréis los añejos al abundar los nuevos. Palabras en las que el Señor indica una cuádruple vetustez. La primera es la del error, de la cual dice Is (26,3): Ya se ha disipado el antiguo error, y ésta se hace a un lado por la novedad de la doctrina de Cristo. ¿Qué nueva doctrina es ésta? (Me 1,27). La segunda vetustez es la de la figura, de la cual se dice en Hebreos 8,8-9: Vendrán días, dice el Señor, en que otorgaré a la casa de 1srael, y a la casa de Judá, un testamento nuevo, no como el testamento que hice con sus padres. Donde primero muestra que el primer testamento es viejo y que se renueva por la novedad de la gracia o de la verdad de la presencia de Cristo. El Señor ha hecho una cosa nueva sobre la tierra (Jerem 3 1,22). La tercera es la vetustez de la culpa, de la cual se dice en el Salmo 31,3: Por haber callado (no confesando mis pecados) envejecieron mis huesos. Y ésta se renueva por la novedad de la justicia. Procedamos con novedad de vida (Rm 6,4). La cuarta es la vetustez de la pena. Ha hecho envejecer mi piel (Trenos 3,4). Y esta se renueva por la novedad de la gloria, novedad de la que habla Is 65,17: He aquí que creó cielos nuevos, etc.; y el Apocalipsis (21,5): Y dijo el que estaba sentado en el solio: He aquí que renuevo todas las cosas.

CAPITULO 1

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Ga 1,1-5)

Lección 1: Gálatas 1,1-5

Se explica el origen de la legación de Pablo y se muestra qué bienes se han pedido para los Gálatas al Padre y a Cristo, quien por nuestros pecados ofreció su muerte.

1. Pablo, Apóstol no por los hombres, ni por hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, quien lo resucitó de entre los muertos,
2. y todos los hermanos que conmigo están: a las 1glesias de Galacia.
3. Gracia a vosotros, y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
4. El cual se dio a Sí mismo por nuestros pecados para sacarnos de la maldad del presente siglo, conforme a la voluntad de Dios y Padre Nuestro.
5. Cuya es la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Así es que les escribe el Apóstol a los Gálatas esta Epístola, en la que muestra que habiendo sobrevenido la gracia del Nuevo Testamento, se debe prescindir del Antiguo Testamento, para que cumplida la verdad se abandone la figura, con las cuales dos cosas, a saber, con la gracia y la verdad, ya alcanzadas, se llegue a la verdad de la justicia y de la gloria. Ahora bien, se adquieren esas dos cosas si, abandonadas las observancias legales, fervientemente nos dedicamos a las observancias del Evangelio de Cristo. Y el orden de esta Epístola es el conveniente, porque después de las dos Epístolas a los Corintios, de las cuales en la primera trata de los Sacramentos de la 1glesia, y en la segunda de los ministros de estos sacramentos, necesariamente sigue la Epístola a los Sálatas, en la cual se trata de la cesación de los sacramentos del Antiguo Testamento. Y se divide esta Epístola en dos partes, en salutación y en narración epistolar: Me maravillo de, etc.

En la salutación pone primero la persona del que saluda; luego, las personas saludadas: a las 1glesias de Gaiacia, etc.; tercero, el bien deseado: gracia a vosotros, etc. Acerca de lo primero, primeramente pone la persona del que principalmente saluda, la cual se identifica por su nombre y por su autoridad. Por el nombre, ciertamente, diciendo Pablo, lo que conviene a su humildad, porque quiere decir humilde. Por lo cual se dice en 1Co 15,9: Soy el menor de los Apóstoles, etc. También conviene a su ministerio, porque según otra interpretación quiere decir sonido de trompeta, con lo cual se significa especialmente el ministerio de la predicación. Haz resonar tu voz como una trompeta (Is 58,1). Y se identifica por su autoridad, diciendo: Apóstol. En lo cual hay dos cosas, a saber, su autoridad y el origen de su autoridad. La autoridad porque es Apóstol, que es io mismo que enviado. Ahora bien, débese saber que en algunas Epístolas el Apóstol se dice siervo, dándose así un nombre de humildad, como en la Epístola a los Romanos; y en otras se llama Apóstol, para mostrar su autoridad, siendo la razón de ello que los Romanos eran soberbios, por lo cual el Apóstol, para inducirlos a la humildad, se pone el nombre de siervo, para ejemplo de humildad. Y con los Gálatas, que eran necios y soberbios, para quebrantarlos se denomina a sí mismo Apóstol, y así indica aquí su autoridad. Y el origen de su autoridad lo hace saber diciendo: no por los hombres,, etc. Y primero rechaza un origen de poca estima; luego indica el verdadero origen: sino por Jesucristo, etc. Porque se le atribuía un origen de poco precio, por cuanto los Gálatas habían sido seducidos por los falsos, creyendo que el Apóstol no era de la misma autoridad que los otros Apóstoles, por no haber sido adoctrinado por Cristo ni tratado con El, sino que tan sólo era enviado por ellos, como ministro de ellos. Tal opinión la rechaza diciendo: no por los hombres.

Porque algunos eran enviados por todo el colegio de los Apóstoles y discípulos. Por lo cual, mostrando no ser enviado por ellos, dice: no por los hombres. Pero otros eran enviados por alguno de los Apóstoles en especial, así como Pablo a veces enviaba a Lucas y a Tito. Y para mostrar que tampoco así es enviado él, dice: ni por hombre alguno, esto es, por alguno de los Apóstoles en especial, sino por el Espíritu Santo, quien dijo: Separadme a Saufo y a Bernabé (¡Hechos 13,2). Y la verdadera causa del origen de tal autoridad, es Jesucristo. Por lo cual dice: sino por Jesucristo y Dios Padre. La distinción que hace al decir por Jesucristo y Dios Padre se puede entender o bien en cuanto a la persona,del Padre y la persona del Hijo, y entonces" uno es,en persona Dios Padre, y otro Jesucristo: por uno y otro es enviado el bienaventurado Apóstol Pablo para predicar, y por toda la Trinidad, porque son inseparables las obras de la Trinidad.. Y no se hace mención de la persona del Espíritu Santo, porque como es la unión y nexo de las otras dos, indicadas las dos personas, la del Padre y la del Hijo, se sobreentiende el Espíritu Santo. O bien se puede entender la predicha distinción en cuanto a la naturaleza asumida, la humana, porque según la naturaleza divina no hay distinción entre Dios Padre y Jesucristo. Y entonces Pablo es enviado por Dios Padre, como por el autor, y por Jesucristo, como por el ministro. Digo, pues, que Jesucristo fue ministro, etc. (Rm 15,8). Como los Gálatas no le reconocían al Apóstol que hubiese hablado con Cristo como los otros, ni el haber sido enviado por El, en esto especialmente se exalta, porque aquéllos fueron enviados por Cristo cuando aún vivía en carne mortal; y él, en cambio, fue enviado por Cristo ya glorificado. Por lo cual dice: -Quien, a saber, Dios Padre, lo resucitó, a Jesucristo (en cuanto hombre) de entre los muertos. Como si dijera: Apóstol soy, no por los hombres, no por el colegio de los Apóstoles, ni por hombre alguno, a saber, por Cristo aún vivo en carne mortal; sino que soy Apóstol por Cristo ya resucitado y glorificado. Sabiendo que Cristo resucitado de entre los muertos no muere ya otra vez (Rm 6,9). Y como la presente vida se representa por la mano izquierda y la futura por la derecha, en cuanto ésta es celeste y espiritual y aquélla es temporal, Pedro, que fue llamado por Cristo estando todavía en carne mortal, se pone en la bula del Papa en la parte siniestra, y Pablo, que fue llamado por Cristo ya glorificado, se pone en la diestra.

En seguida, cuando dice: y todos los hermanos que conmigo están, se ponen las personas que con él saludan, a las que indica con suave familiaridad, porque conmigo están, a saber, para consuelo y ayuda. El hermano es como una plaza fuerte (Prov 18,19). ¡Oh, cuan buena y cuan dulce cosa es el vivir los hermanos en mutua unión! (Ps 132,1). También por inseparable caridad, diciendo: Hermanos. Por aquí conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros (Jn 13,35). También por universalidad, diciendo: todos, lo cual agrega porque estos Gálatas quizá eran seducidos en cuanto no consideraran lo dicho por Pablo. Y por eso dice: todos los que conmigo están, para mostrarlos como testigos de su verdad y fácilmente entiendan que yerran, puesto que por todos son reprendidos. Bástale al tal esa corrección, hecha por muchos (2Co 2,6). E indica cuáles son las personas a las que saluda, diciendo: a las 1glesias de Galacia. Acerca de esto débese saber que como se dice en la Glosa, Breno, caudillo de los Senones, entró en otros tiempos con todo su ejército en 1talia, y habiéndola atravesado llegó a Grecia antes del tiempo de Alejandro Magno, y habiéndose quedado allí algunas de sus gentes, en una parte de Grecia se mezclaron con los griegos, por lo cual esa provincia se denomina Galogrecia, por lo cual se les llama Gálatas, cuasi albinos. Y aun cuando los griegos sean de agudo ingenio, sin embargo los Gálatas aquéllos eran tontos e inestables y de tarda inteligencia, como también lo eran los indóciles Galos, cuyo origen tenían. Por lo cual más adelante les dice: Oh Gálatas insensatos, etc. Así es que a éstos les escribe esta Epístola, y éstos son las personas saludadas.

En seguida, cuando dice: Gracia a vosotros, etc., indica los bienes que les desea. Y primero indica esos mismos bienes; y luego al autor de ellos: de parte de Dios nuestro Padre. Ahora bien, los bienes que les desea son dos, en los cuales se incluyen todos los espirituales. El primero es la gracia, la cual es el principio de la vida espiritual, al cual en la Glosa se le atribuye la remisión de los pecados, cosa que es lo primero en la vida espiritual. Porque nadie puede vivir con verdadera vida espiritual si no es que primero muere al pecado. El segundo es la paz, que es el reposo del espíritu en el fin, reposo que en la Glosa se dice ser la reconciliación con Dios, y así, al desear el principio y el fin de todos los bienes espirituales, incluye el Apóstol como entre dos extremos el deseo de que alcancen todo bien. Dará el Señor la gracia y la gloria (Ps 83,12). La gracia de nuestro Señor Jesucristo y la caridad de Dios (2Co 13,13). Y el autor de esos bienes es Dios Padre, por lo cual dice: de parte de Dios nuestro Padre, etc. En lo cual primero indica la causa' de los bienes; luego, el modo de causarlos: El cual se dio; tercero, la acción de gracias por esos mismos bienes: cuya es la gloria, etc.

Ahora bien, la causa y la auctoría de los bienes es Dios Padre como autor, en cuanto Dios, y toda la Trinidad, la cual se llama Dios de todos por creación. Mas tú, Padre, gobiernas, etc. (Sab 14,3). Por lo cual dice: de parte de Dios nuestro Padre, etc. También es el autor nuestro Señor Jesucristo, como ministro. Y esto en cuanto hombre. Digo, pues, que Jesucristo fue ministro, etc. (Rm 15,8). Y que por Cristo se nos dé la gracia consta en Jn 1,17: La gracia y la verdad fue traída por Jesucristo. Siendo Justificados gratuitamente por la gracia del mismo, etc. (Rm 3,24). También la paz se nos da por El mismo. La paz mía os doy (Jn 14,27). Y el modo de causar tales bienes lo indica diciendo: El cual se dio, etc. En lo cual se indica primero la causa eficiente, que es la muerte de Cristo. Y en cuanto a esto dice: El cual se dio a Sí mismo, etc.; como si dijera: Cristo es el autor de la gracia y de la paz porque El mismo se entregó a la muerte y soportó la cruz. De aquí que la propia muerte de Cristo es la causa eficiente de la gracia. Siendo Justificados gratuitamente, etc. (Rm 3,24). Restableciendo la paz entre el cielo y la tierra (Colos 1,20). Y primero dice: Ei cua! se dio, etc., esto es, espontáneamente se ofreció. Cristo nos amó y se ofreció a Sí mismo, etc. (Ef 5,2). Habiendo querido Dios que muriese por todos (Hebr 2,9). El cual se dio a Sí mismo por nosotros (Tito 2,14). Por lo cual el Apóstol abiertamente arguye contra ellos que si la muerte de Cristo es causa suficiente de nuestra salud y que en1 los sacramentos del Nuevo Testamento, que tienen eficacia por la pasión de Cristo, se confiere la gracia, resulta superfluo guardar júntamente con el Nuevo Testamento las prescripciones legales con las cuales no se confiere la gracia ni se adquiere la salud, porque a nadie lleva la Ley a lo perfecto, como se dice en Hebreos 7. En segundo lugar se indican el fin y la utilidad de esos mismos bienes, lo cual es la causa final. Y es doble: Un fin es que nos libremos de los pecados pasados; y en cuanto a esto dice: por nuestros pecados, a saber los pecados pasados que se deben borrar y expiar, lo cual es el principio de nuestra salvación. El cual nos amó (Ap 1,5). El otro fin es librarnos del poder de la muerte, y en cuanto a esto dice: para sacarnos de la maldad del presente siglo, etc. (Nos ha arrebatado del poder de las tinieblas, etc., Colos 1,13). Y expresa tres cosas, a saber, para sacarnos (digo) del presente, y siglo, y de maldad. Para sacamos de lo presente, trayéndonos a las cosas eternas, por el deseo y la esperanza. Del siglo, esto es, de la conformidad con este mundo que nos atrae para que nos ajustemos a él. No queráis conformaros con este siglo (Rm 12,2). De la maldad, reduciéndonos a la verdad de la justicia. Y se dice maldad del presente siglo no por su naturaleza, pues fue creado bueno por Dios, sino por las cosas malas que en él se hacen, según aquello de Efesios 5,16: Los días son malos, etc. Dijo Jacob (Gen 47,9): Los días de mi peregrinación son ciento y treinta años, pocos y trabajosos. Y aun cuando estas cosas sean en nosotros por Cristo, sin embargo no se excluye a Dios Padre. Por lo cual indica una tercera aceptación de la voluntad divina. Y en consecuencia dice: conforme a la Voluntad de Dios y Padre nuestro. Del Padre, digo, de Cristo por naturaleza, que procede ab aeterno, como Verbo. «Yo te engendré hoy (Ps 2,7). En el principio era el Verbo, etc. (Jn 1,1). También de nuestro padre por adopción. Dioles poder de llegar a ser hijos de Dios (Jn 1,12). Del primer modo él Dios Padre se toma por la sola persona del Padre; del segundo modo por toda la Trinidad. Y como de Dios nuestro Padre (a saber, de toda la Trinidad) todas estas cosas nos vienen por Cristo, por eso a ellos mismos, esto es, a toda la Trinidad, la gloria, en sí el honor por otros sea o es, por los siglos de los siglos, esto es, siempre. Amén. Es una señal de confirmación. Así es que tienes en grado máximo en la predicha salutación la autoridad del Apóstol, con la cual les quebranta su soberbia; la virtud de la gracia, con la que los dispone a la observancia del Evangelio; y la insuficiencia de las observancias legales, para apartarlos de ellas.

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Ga 1,6-10)

Lección 2: Gálatas 1,6-10

Se admira de (a ligereza de los Gálatas y les subraya su culpa, y a la vez enaltece la virtud del Evangelio por él predicado, aun por encima del evangelio de los ángeles.

6. Me maravillo de que tan pronto os paséis del que os llamó por la gracia de Cristo, a otro Evangelio.
7. Y no es que haya otro Evangelio, sino que hay quienes os perturban y pretenden cambiar el Evangelio de Cristo.
8. Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os predique un evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema.
9. Lo dijimos ya, y ahora vuelvo a decirlo: si alguno os predica un evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema.
10. Porque ¿tomo ahora consejo de los hombres o de Dios? ¿O es que procuro agradar a los hombres? Si todavía agradara a los hombres, no sería yo siervo de Cristo.

En lo anterior saluda; en lo que sigue viene la exposición epistolar, en la Cual les hace ver el Apóstol su error; y luego les amonesta la corrección, en el cap. 5, vers. 1: Estad, pues, firmes. Ahora bien, doblemente les señala su error, tanto por la autoridad del documento evangélico, como por el argumento del Antiguo Testamento, en el cap. 3, ver. 1: ¡Oh insensatos gálatas, etc. Y les demuestra su error esgrimiendo la autoridad de la doctrina evangélica. Primero mostrándoles su ligereza en cuanto al fácil abandono de la doctrina evangélica; y luego ponderando la autoridad de la propia doctrina evangélica: de modo que cuanto más digno es lo que abandonan, tanto es claramente mayor su error: Porque os hago saber, etc. (Gal 1,2). Acerca de lo primero hace dos cosas. Porque primero les subraya su culpa; y luego les inflige la pena: Pero aun cuando nosotros mismos, etc. Así es que subraya la culpa tanto de los seductores como de los seducidos: sino que hay quienes, etc. Acerca de lo primero hace tres cosas. Porque primero subraya la culpa de los seducidos por su ligereza de ánimo. Por lo cual dice: Me maravillo; como si dijera: Sabiendo vosotros que todos los bienes (ya dichos) os vienen por Cristo, y habiendo sido bien instruidos por mí, sin embargo, de tal manera y con tanta prisa nos vemos ya olvidados que me maravillo de que tan pronto, esto es, en tan breve tiempo, os paséis, aludiendo a su nombre de gálatas. Porque Salacia significa traslado; como si dijera: Vosotros sois gálatas porque os trasladáis muy rápidamente. El que cree de ligero es de corazón liviano (Eccli 19,4). En segundo lugar les afea su culpa por lo que abandonaron. Porque si la razón se aparta y retira de lo malo, recomendable es y hace bien; pero cuando se aparta del bien es entonces culpable. Y éstos se apartaron del bien. Por lo cual les dice: Y aunque es de maravillar que ten pronto y de esta manera os hayáis mudado, todavía agrega la materia de la admiración: que os trasladasteis del que, es decir de Dios, y de su fe, os llamó por la gracia de Cristo, esto es, a la participación del eterno bien, la cual tenemos por Cristo. Para publicar las grandezas de Aquel que os sacó de las tinieblas a su luz admirable (1P 2,9). Mejor les fuera no haber conocido el camino de la verdad, que después de conocido, etc. (2 Pedro 2,21). En tercer lugar les afea su culpa por aquello a lo que se han convertido, porque no ha sido al bien sino al mal. Por lo cual dice: a otro evangelio, esto es, el de la antigua ley, el cual anuncio es bueno en cuanto anuncia, algunas cosas buenas, a saber, temporales y carnales. Como queráis, y me escucuchéis, seréis alimentados, etc. (Is 1,19). Pero no es perfecto y absoluto, como el Evangelio, porque no anuncia bienes perfectos y máximos, sino mínimos y pequeños. Pero la ley nueva es perfectamente y absolutamente el evangelio, esto es, la buena nueva, porque anuncia los bienes máximos, a saber, los celestiales, espirituales y eternos. Y aun cuando haya otro evangelio según la ,falsa tradición, sin embargo, no es así según mi predicación.

Porque distinta cosa es en las promesas, pero no es otra cosa en figura, porque se contiene lo mismo en el Antiguo y en el Nuevo Testamento: en el antiguo ciertamente como en figura, en el nuevo en verdad como en realidad y expresamente. Y así es otro evangelio en cuanto a las cosas que exteriormente se presentan, pero en cuanto a las cosas que interiormente son y se contienen no es distinto: mas, aunque no sea distinto en sí mismo, sin embargo puede ser distinto por la culpa de otros, a saber, de los seductores. Por lo cual, subrayando la culpa de ellos dice: sino que hay quienes, a saber, los seductores, que os perturban, o sea, que manchan la pureza de vuestros sentimientos, en la que fuisteis imbuidos por la verdad de la fe; porque aun cuando se contenga lo mismo en cuanto al sentido interno por el Antiguo y por el Nuevo Testamento, como se ha dicho, sin embargo si después de haberse recibido el Nuevo Testamento se reitera el Antiguo, parece afirmarse así que el Nuevo no es perfecto, y que aquél es distinto de éste. Por lo cual dice: Y no es que haya otro Evangelio, sino que hay quienes, etc., porque estos falsos, después de recibida la fe evangélica los obligaban a circuncidarse, mostrando con esto que la circuncisión es algo distinto del bautismo y que realiza algo que el bautismo no puede realizar, y así éstos os perturban. ¡Ojalá fuesen cortados los que os perturban! (Galat 5,12). Y verdaderamente perturban, porque pretenden cambiar el Evangelio de Cristo, esto es, la verdad de la doctrina evangélica cambiarla en figura de la ley, lo cual es absurdo y la máxima perturbación. Porque debe uno convertirse en aquello a lo cual está ordenado; pero el Nuevo Testamento y el Evangelio de Cristo no se ordenan al Antiguo, sino que más bien, y al contrario, la ley del Antiguo se ordena a la nueva ley, como la figura se ordena a la verdad; y por eso la figura se debe convertir a la verdad, y la ley antigua en el Evangelio de Cristo, mas no la verdad en figura ni el Evangelio de Cristo en ley antigua, lo cual es evidente por el simple modo de hablar. Porque no decimos que el hombre sea semejante a la imagen del hombre, sino más bien, y al contrario, que la imagen es semejante al hombre. Ellos se convertirán a ti, etc. (Jerem 15,19). Arrojaréis los añejos por la superabundancia de los nuevos (Ley 26,10)."

En seguida, después de la puntualización de la culpa indica la imposición de la pena, diciendo: Pero aun cuando nosotros mismos, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero promulga la sentencia; luego indica la razón de la sentencia: Porque ¿tomo ahora consejo de los hombres? etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, mostrar la autoridad de su sentencia; la segunda, explicarla: lo dijimos ya, etc. Ahora bien, muestra ser grande la autoridad de su sentencia por el hecho de que tiene fuerza no sólo respecto de los subditos pervertidores y seductores, sino también respecto de los iguales, como son los otros Apóstoles, y aun respecto de los superiores, como son los ángeles, si fuesen reos de semejante crimen, a saber, de la conversión del Evangelio a la antigua ley. Por lo cual dice: En virtud de que la autoridad de nuestra sentencia, la cual yo promulgo (sentencia de excomunión), no sólo en aquellos que tales cosas intentan tiene eficacia, sino que aun cuando nosotros mismos, a saber, los Apóstoles, o un ángel, o bueno o malo, que venga del cielo os predique un evangelio distinto del que habéis recibido de nosotros, sea anatema, esto es, será reo de esta sentencia que promulgamos. ,*'

Ahora bien, para la evidencia de lo dicho conviene investigar tres cosas. La primera, qué significa esta palabra: anatema. Acerca de lo cual débese saber que anatema es una palabra griega, que se compone de ana que es arriba, y tesis, posición: como puesto arriba. Y viene de cierta costumbre antigua. Porque cuando los antiguos guerreaban y les cogían a los enemigos algún botín que no quisieran destinar a su propio uso, lo suspendían en los templos, o bien en algún otro lugar público de la ciudad, como cosa separada del uso común de la gente, y toda cosa así suspendida la llamaban los Griegos anatema, y luego se arraigó la costumbre de que todo aquello que se excluyera del uso común se considerara anatematizado. Por lo cual en Josué 6,18, se dice que Josué anatematizó desde un principio cuanto hubiera en Jericó. Y esto se hizo costumbre también en la 1glesia: que aquellos que fueran excluidos' de la común sociedad de la 1glesia y de la participación de sus sacramentos se llamaran anatematizados.

Lo segundo que se debe investigar es la razón de esto que dice: aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo, etc. En lo cual débese saber que hay tres doctrinas. La primera es la de los filósofos, que por el trazo de la propia razón alcanzaron el conocimiento de su doctrina. Otra doctrina es la comunicada por los ángeles, como la antigua ley. Porque la ley no es traída por la voluntad humana (como se dice en Gélatas 3), sino por los ángeles en manos del medianero, como se dice adelante (3,19). Otra doctrina es la traída por Dios de manera inmediata, como la doctrina evangélica, A Dios nadie le ha visto jamás (Jn 1,18). Nos ha hablado últimamente en estos días por medio de su Hijo (Hebr 1,2). Y luego: la cual, habiendo comenzado el Señor a predicarla, etc. (Hebr 2,3). Así es que la doctrina que es dada por el hombre puede ser cambiada y revocada por otro hombre que conozca mejor, así como un filósofo reprueba lo dicho por otro; también por el ángel que más agudamente ve la verdad. También la doctrina que es traída por un ángel podría ser cambiada por otro ángel superior, o por Dios. Pero, al contrario, la doctrina que sea traída por Dios de manera inmediata no puede ser anulada ni por hombre alguno ni por ángeles. Por lo cual si ocurriere que un hombre o un ángel diga lo contrario de lo enseñado por Dios, su dicho no es contra la doctrina, para que por eso sea ésta anulada y rechazada, sino que más bien la doctrina es contra él, porque ese mismo que lo dice debe ser excluido y rechazado de la comunión de la doctrina. Y por eso dice el Apóstol que la dignidad de la doctrina, evangélica es tan grande que si un hombre o un ángel anunciare algo distinto de lo en ella anunciado, es anatema, o sea, debe ser arrojado y rechazado.

En tercer lugar conviene resolver las objeciones que acerca de esto se presentan. De las cuales, una es ésta: como el igual no tiene superioridad sobre el igual, y con mayor razón no la tiene sobre el superior, parece que el Apóstol no podía excomulgar a los Apóstoles que eran iguales a él, y mucho menos a los ángeles, que le eran superiores. El que es menor en el reino de los cielos es superior a él (Mt 2,2). Por lo tanto, no hay anatema por esto. Pero a esto débese decir que el Apóstol expresó esta sentencia no por propia autoridad, sino por la autoridad de la doctrina evangélica, cuyo ministro era, de cuya doctrina tenía la autoridad, de modo que cualquiera que contra ella hablara fuera excluido y rechazado. La palabra que yo he predicado ésa será la que le juzgue en el último día (Jn 12,48). Otra cuestión es que él mismo diga más de lo que se ha anunciado. Luego nadie debe enseñar ni predicar sino lo que se escribe en las epístolas y en el evangelio.

Objeción. Pero esto es falso, porque en 1 Tes 3,10 se dice: para completar las instrucciones que faltan a vuestra fe, etc.

Respuesta. Débese decir que ninguna otra cosa se debe anunciar fuera de lo que se contiene en los evangelios y en las epístolas, y en la Sagrada Escritura implícita o explícitamente. Y la Sagrada Escritura y el Evangelio anuncia que se debe creer en Cristo explícitamente. De aquí que cualquier cosa que se contenga en ellos implícitamente, que se relacione con la doctrina y con la fe de Cristo,- se puede anunciar y enseñar. Y por eso dice: diferente del que, etc., o sea, que nada ajeno se debe añadir. Si alguno quitare o añadiere a ellas cualquiera cosa, a saber, del todo ajeno, Dios descargará sobre él las plagas escritas en este libro (Ap 22,18-19). No añadáis nada, contrario o ajeno, ni quitéis, etc. (Deut 4,2).

En seguida, cuando dice: Lo dijimos ya, etc., pronuncia su sentencia: Como lo dije ya sobre ángeles y Apóstoles, lo mismo digo de los seductores: Si alguno de los seductores os predica un evangelio distinto del que habéis recibido de mí, sea anatema, esto es, sea excomulgado. Y esta es la sentencia que pronuncia.

Pero ¿acaso por esto son excomulgados todos los herejes? Parece que no, porque en Tito 3,10 se dice: Huye del hombre hereje, después de haberle corregido una y dos veces.

Respondo. Débese decir que se le puede llamar hereje a alguien, o bien porque llanamente yerra por ignorancia, y no por esto se le debe excomulgar; o bien porque yerra con pertinacia y se esfuerza por pervertir a otros, y entonces incurre en el canon latae sententiae. Mas que por estas palabras caiga la condena sobre los herejes es dudoso, aunque hay ya una condena lata en los Concilios contra los herejes. Sin embargo se puede decir que aquí al menos se les muestra dignos de la excomunión.

En seguida, cuando dice: Porque ¿tomo ahora consejo de los hombres? etc., muestra la razón de la sentencia. Primero indica la razón de la misma sentencia, luego, su propósito: ¿O es que procuro? etc. Porque podría alguien decir: ¿Por qué así excomulgas? Quizá algunos son amigos, o de alguna autoridad; así es que.no hay que obrar así. Por lo cual, respondiendo el Apóstol, dice: ciertamente hay que obrar así, porque lo que ahora digo no es por agradar a los hombres, sino para agradar a Dios, y esto lo dice así: Porque ahora, etc., esto es, después de mi conversión, o en esta Epístola, ¿tomo consejo de los hombres?, o sea, ¿tiende mi apetencia a agradar a los hombrss?, ¿o tomo consejo de Dios? Como si dijera: Cuantas cosas hago son para complacer a Dios solo. Hablamos, no como para agradar a los hombres, sino a Dios, etc. (I Tes 2,4). Ni tampoco hablamos por autoridad de los hombres sino por autoridad divina. Y que no trate yo de agradar a los hombres es patente por mi intención y mi propósito. Porque yo no procuro agradar a los hombres, esto es, no es de mi intención el convertir a los hombres para agradar a los hombres tan sólo, sino por el honor de Dios. Y esto es claro porque si todavía quisiera agradar a los hombres, como otrora los complací, no sería yo siervo de Cristo. Porque estas cosas son contrarias. Así, en tanto quisiera agradar a los hombres por los hombres, no lo referiría a Dios. Porque si procuro agradar a los hombres para atraerlos a Dios, no peco. Pero si es de la otra manera, no soy siervo de Cristo. Porque el lecho es tan angosto que uno de los dos ha de caer, etc. (Is 28,20). Nadie puede servir a dos señores, etc. (Mt 6,24). Serán confundidos los que lisonjean a los hombres (Ps 52,6).

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Ga 1,11)

Lección 3: Gálatas 1,11-14

Prueba que la doctrina evangélica por él predicada la tiene de sólo Dios; prueba también que antes de su conversión de ninguna manera la recibió, siendo extremado el odio que sentía contra Cristo y ardentísima la pasión que lo hacía adherirse al Judaismo

11. Porque os hago saber, hermanos, que ¿I Evangelio predicado por mí no es de hombre.
12. Pues yo no lo recibí de hombre alguno ni lo aprendí sino por revelación de Jesucristo.
13. Habéis ciertamente oído hablar de cómo yo en otro tiempo vivía en el Judaismo, de cómo perseguía sobre manera a la 1glesia de Dios y la devastaba,
14. y aventajaba en el judaismo a muchos coetáneos míos de mi nación, siendo en extremo celoso de las tradiciones de mis padres.

Arriba les reprochó el Apóstol a los Gálatas su ligereza de espíritu para tan pronto haber dejado la doctrina del Evangelio, y aquí les muestra la dignidad de la propia doctrina evangélica. Y acerca de esto hace dos cosas. Porque primero pondera la autoridad de la doctrina evangélica en cuanto a sí misma; luego, por parte de los otros Apóstoles y suya a la vez (Gal 2,1): Caíorce años después volví a Jerusalén, etc. De nuevo divide la primera parte en dos, porque primero indica su propósito; y luego lo explica: Habéis ciertamente oído hablar, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero enuncia lo que intenta; y luego lo prueba: pues yo no lo recibí, etc. Así es que queriendo sondear la verdad de la doctrina evangélica, dice: porque os hago saber, hermanos, etc.; como si dijera: De tal manera estoy cierto de la autoridad del Evangelio, que uno contrario, no sólo a los hombres sino que ni a ios ángeles se lo creería; pues si le fueren contrarios los anatematizaría. Y tal certeza la tengo por la razón de que más es de creérsele a Dios que a los hombres o a los ángeles. Y por eso, como, yo recibí el Evangelio de Dios, debo tener y tengo la máxima certeza. Y por eso dice: Os hago saber, hermanos, que el Evangelio predicado por mí a vosotros y a otras iglesias, no es de hombre, esto es, conforme a la humana naturaleza discordante de la regla o revelación divina. Y así el de hombre suena a imperfección. Habiendo entre voso^ tros celos y discordias, etc. (ICo 3,3). Y así lo entiende aquí el1 Apóstol. Por lo cual dice: no es de hombre el que yo enseño o entrego, como si dijera: De ninguna manera se puede considerar este Evangelio como recibido de hombre, sino de Dios. Y por eso agrega: Porque yo no lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno; en lo cual excluye un doble modo de recepción. Primero, que no recibió de hombre alguno la autoridad de evangelizar, y en cuanto a esto dice: de hombre alguno, esto es, de puro hombre no recibí la autoridad de anunciar el Evangelio, sino de Cristo. ¿Cómo van a predicar si nadie los envía? (Rm 10,15) Te he puesto para luz de las naciones (Is 42, ó). Un vaso de elección es para mí ese mismo (Ac 9,15). Lo segundo, que no recibió de hombre la ciencia de la evangelización. Y por esto dice: ni lo aprendí el evangelio de un puro hombre, sino por revelación de Jesucristo, esto es, enseñándole Jesucristo todas las cosas claramente. Mas a nosotros nos lo ha revelado Dios, etc. (ICo 2,10). El Señor Dios me abrió los oídos, etc. (Is 50,5). El Señor me dio una lengua sabia a fin de que sepa yo sostener con mis palabras, etc. (Is 50,4). Pues bien, esta revelación se le hizo al Apóstol cuando fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es lícito a un hombre proferir (2Co 12,4).

En seguida, cuando dice: Habéis ciertamente oído hablar, etc., prueba su proposición, a saber, que el evangelio no lo recibió de hombre, ni antes de la conversión ni después de la conversión a Cristo: Mas cuando le plugo, etc. (Sal 1,15). Y que no lo recibiera de hombre antes de su conversión lo demuestra tanto por el odio que tenía a la fe de Cristo y a los cristianos, como por su pasión por el judaismo: y aventajaba en el judaismo, etc. Así es que dice: Digo que no lo recibí de hombre, ni antes de mi conversión, lo cual es patente por los hechos de aquel tiempo y por el odio que le tenía a la fe. Porque vosotros mismos habéis ciertamente oído (Solamente habían oído decir: aquel que antes nos perseguía, etc. Gal 1,23) de cómo yo en otro tiempo vivía (cuando no tenía la fe) en el judaísmo, en el cual vivía judaicamente. Y dice de cómo yo vivía, de cómo llevaba mi vida, porque lo que mal hacemos es por nosotros, y de Dios lo que hacemos bien. Tu perdición ¡oh 1srael! viene de ti mismo, y sólo de Mí tu socorro (Oseas 13,9). Y oísteis de cómo sobre manera, más que los demás, porque no sólo por sí mismo sino que provocaba a esto a los principales. Porque los demás perseguían quizá inducidos por los principales, pero Pablo inducía a éstos. Mas Saulo, que todavía no respiraba sino amenazas y muerte, etc., se presentó al príncipe de los sacerdotes, etc. (Ac 9,1). Y no sólo en Jerusalén, sino también en toda la región. Por lo cual se le dieron cartas para Damasco, etc. Por lo cual de él se puede entender lo que se dice en el Génesis (49,27): Benjamín, lobo rapaz, etc. Perseguía a la 1glesia de Dios, buscando a los cristianos y ahuyentándolos. No merezco ser llamado apóstol, etc. (ICo 15,9). Y la devastaba, no -por cierto- espi-ritualmente, porque no podría apartar de la fe los corazones de los fieles, sino corporalmente, afligiéndolos con penas corporales, y metiéndolos a la cárcel. ¿Pues no es éste aquel mismo que perseguía? etc. (Ac 9,21). Muchas veces me han asaltado, etc. (Ps 128,1-2). Es, pues, patente, por el odio que le tenía a la fe de Cristo antes de su conversión, que no recibió de hombre el evangelio.

Esto es patente también por el amor y la pasión de celo que tenía por el Judaismo, y esto en cuanto a ventaja exterior. Por lo cual dice: Y aventajaba, etc.; en lo cual indica tres cosas que expresan la grande importancia de la ventaja, porque a muchos, no a pocos aventajaba, no a ancianos ineptos para el adelantamiento en la ciencia, sino a coetáneos, a saber, jóvenes agudos y aptos para el aprovechamiento. Bueno es para el hombre el llevar el yugo ya desde su mocedad (Trenos 3,5). Además, no se trata de coetáneos extranjeros, como de lenguaje desconocido, sino de los que son de mi nación, de judíos. Yo soy judío, educado a los pies de Gamaliel, etc. (Ac 22,3). También en cuanto al celo interior que sentía por la Ley. Por lo cual dice: siendo en extremo celoso, no sólo de la ley, sino de las tradiciones de mis padres, las cuales tienen los judíos por lícitas, las cuales fueron agregadas por los buenos padres, como se dice en la Glosa, las que llama tradiciones suyas, porque así las consideraba, como si fuesen suyas. En cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor, etc. (Ph 3,5). Pero la duda es sobre esto que dice la Glosa: buenos padres agregaron. Parece que no fueron buenos, porque se dice en el Deuteronomio (4,2): No añadáis a las palabras que yo os hablo, etc. Luego al añadir sus tradiciones obraron contra el mandato de Dios, y por lo mismo no fueron buenos. Débese decir que esas palabras del Señor débense entender así: No añadáis nada contrario o extraño a las palabras que yo hablo, etc. Porque añadir algunas cosas que no sean contrarias les fue lícito, a saber, algunos días solemnes y otras cosas semejantes, como ocurrió en tiempos de Mardoqueo, y en el tiempo de Judit, en memoria de los beneficios que recibieran de Dios.

Objeción. Pero en contra, el Señor los reprende diciendo: Habéis anulado la palabra de Dios por las tradiciones de los hombres (Mt 15,6). Luego no hay tradiciones lícitas.

Respuesta. Débese decir que no se les reprocha que mantengan las tradiciones de los hombres, sino que por las tradiciones de los hombres abandonen los mandatos de Dios.


Aquino - A LOS GALATAS