Aquino - A LOS GALATAS 12


CAPITULO 3

13
(
Ga 3,1)

Lección 1: Gálatas 3,1

Corrige la necedad de los Gálatas, y muestra que no lo hace sin causa, y además, por la insuficiencia de la Ley prueba que sus prescripciones no se deben guardar.

1. ¡Oh insensatos Gálatas ¿quién os ha fascinado para no obedecer la verdad; a vosotros, ante cuyos ojos ha sido ya proscrito Jesucristo como crucificado en vosotros mismos?

Arriba afeó el Apóstol la vanidad y la veleidad de los Gálatas, por la autoridad de la doctrina evangélica, mostrando que su doctrina fue reconocida por los demás Apóstoles; y aquí, mediante la razón y la autoridad muestra eso mismo, a saber, que las observancias legales no se deben guardar. Y esto de dos maneras: la primera, por la insuficiencia de la Ley; la segunda, por la dignidad de quienes se han convertido a Cristo; y esto lo dice en el capítulo 4,1: Digo además: que mientras el heredero es niño, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, adelantar la corrección; la segunda, proseguir su prueba: Una sola cosa deseo saber de vosotros, etc. (Gal 3,2). Acerca de lo primero hace dos cosas: los reprende mostrándoles su fatuidad e indica la razón de la corrección: ante cuyos olos, etc. Así es que primero les reprocha su fatuidad, llamándolos insensatos, porque les dice: jOh insensatosi, etc. Y con propiedad se llama insensato a quien carece de sentido. Ahora bien, el sentido espiritual es el conocimiento de la verdad; así es que a quien carece de la verdad, con toda propiedad se le llama insensato. ¿También vosotros estáis aún sin conocimiento? (Mt 15,16). ¡Insensatos de nosotrosi Su vida nos parecía una necedad y su muerte una ignominia (Sab 5,4).

Objeción.-Pero en contra se dice en Mateo 5,22: Quien a su hermano le llamare fatuo, etc.; pero fatuo es lo mismo que insensato; luego el Apóstol es digno del fuego del infierno.

Respuesta.-Pero débese decir que Agustín dice que eso se ha de entender si se dice sin causa y con intención de vituperio. Pero el Apóstol lo dijo con causa y con la intención de corregir. Por lo cual se dice en la Glosa: Esto lo dice doliéndose.

En segundo lugar, cuando dice: ¿Quién os ha fascinado?, etc., muestra la manera como se les hacía insensatos. En lo cual primeramente débese notar que alguien se hace insensato de muchas maneras. O bien porque no se propone a sí mismo una verdad que podría conocer; o bien porque aun cuando se la proponga, sin embargo nunca la acepta; o porque la verdad propuesta y aceptada la abandona apartándose del camino de la verdad; y así eran estos Sálatas, que abandonando la verdad de fe que habían aceptado, negaron la verdad propuesta. Me maravillo de que tan pronto os paséis, etc. (Gal 1,6). Por lo cual reprende en ellos este grado de insensatez, diciendo: ¿quién os ha fascinado? etc.

Mas para comprender qué cosa es fascinación debemos saber que según la Glosa fascinación propiamente se llama al engaño del sentido que se suele lograr por artes mágicas: por ejemplo cuando alguien se hace aparecer a la vista de los demás como un león o un toro o cosa semejante. Lo cual puede ocurrir también por intervención de los demonios, que tienen el poder de manejar fantasmas y de llevar a los sentidos a lo elemental, alterando los mismos sentidos. Y esta acepción es suficiente para que propiamente diga el Apóstol: ¿quién os ha fascinado? Como si dijera: Vosotros sois como el hombre burlado que cosas muy manifiestas las toma de otra manera que como son en realidad de verdad; porque estáis burlados por engaños y sofismas para no obedecer la verdad; esto es, la verdad manifiesta y por vosotros aceptada no la veis, ni la recibís obedeciendo. El hechizo de la vanidad oscurece el bien (Sab 4,12). ¡Ay de vosotros los que llamáis mal al bien y bien al mal! (Is 5,20).

De otra manera se entiende la fascinación: al hecho de que alguien por una apariencia desagradable engaña, y esto ocurre sobre todo con las viejas que con una mirada iracunda y una figura agresiva engañan a los niños, que por esta causa se enferman y vomitan el alimento. Queriendo Avlcena indicar la causa de ello en su libro de Anima dice que la materia corporal obedece a la substancia intelectual más bien que a las cualidades activas y pasivas en la naturaleza. Y por eso dice que para la aprehensión de ias substancias intelectuales (que llama almas o motores de los orbes) se hacen muchas cosas fuera del orden del movimiento del cielo y de todos los agentes corporales. De la misma manera dice que cuando un alma santa es purificada de los afectos terrenos y de los vicios carnales, elcanza la semejanza de las dichas substancias, y le obedece la naturaleza. Y luego ocurre que algunos santos varones obran algunas maravillas fuera del curso de la naturaleza; y de manera semejante, por el hecho de que el alma de alguno manchada por las pasiones carnales esta fuertemente asida a la maldad, la naturaleza le obedece para las transmutaciones de la materia, sobre todo en las cosas en que la materia es manejable: como ocurre en los niños tiernos. Y así ocurre, según él, que por la fuerte impresión que le causan las viejas, cambia el niño para mal y es engañado.

Y esta posición parece suficientemente verdadera según la opinión de Avicena. Porque él mismo dice que todas las formas corporales desembocan en estas inferiores separadas de las substancias incorporales, y que los agentes naturales no tienen con esto mas relación que la sola disposición. Pero lo desaprueba ciertamente el Filósofo. Porque el agente tiene que ser semejante al sujeto. Porque no produce sólo una forma, ni una materia, sino un compuesto de materia y forma. Así es que lo que obra para el ser de las cosas corporales es necesario que tenga materia y forma. Por lo cual dice que no puede transmutar materia y forma sino aquello que tiene materia y forma, y esto ciertamente o por excelencia, como Dios, que es autor de la materia y de la forma; o bien en acto, como el agente corpóreo. Y por eso la materia corporal en cuanto a tales formas ni a los ángeles, ni a ninguna pura creatura obedece a voluntad, sino a solo Dios, como dice Agustín. Luego no es verdad lo que Avicena dice de tal fascinación. Por lo cual débese decir que por la imaginación o la aprensión de uno, cuando es ella muy fuerte, se perturba el sentido o el apetito sensitivo: la cual variación no ocurre sin alteración del cuerpo y de las sensaciones del cuerpo, así como vemos que al aprehender lo deleitable se mueve el apetito sensitivo a la concupiscencia, y por ello el cuerpo se excita.

De manera semejante, por la aprehensión del temor el cuerpo se paraliza. Ahora bien, la variación de los afectos afecta principalmente los ojos, que afectados afectan la cosa por la mirada, como es patente en el espejo limpio, que se mancha por una presencia manchada. Así es que como las viejas envejecidas en la maldad son también osadas, por una fuerte impresión se altera el apetito sensitivo, y por esto, como se ha dicho, la alteración corre principalmente de las venas a los ojos, y de los ojos a la cosa examinada. Y como el físico del niño es débil, es alterado por el repulsivo aspecto de ellas y se engaña. Y a veces ciertamente los demonios obran para este efecto. Así es que Pablo dice: ¿quién os ha fascinado para no obedecer la Verdad? Como si dijera: Hubo una vez en que obedecisteis a la verdad de la fe, pero ahora no; luego sois como los niños, que afectados por la aparición de algún rostro repulsivo, vomitan el alimento ingerido. Y da la razón de este reproche, diciendo: ante cuyos olos, etc. Lo cual puédese entender de tres maneras. De una, conforme a Jerónimo, para que corresponda a la primera acepción de fascinación; como si dijera: Digo que estáis fascinados; porque ante cuyos ojos, etc., esto es, la proscripción de Cristo, que fue condenado a muerte, de tal manera se os manifestó como si hubiese ocurrido ante vuestros ojos: como crucificado en vosotros mismos, esto es, en vuestros entendimientos estaba la crucifixión de Jesucristo, para que supierais de qué modo fuera hecha; y de aquí que si ahora no la veis, ni obedecéis, esto ocurre porque estáis burlados y fascinados. Contra lo cual se dice en el Cantar de los Cantares (8,6): Ponme por sello sobre tu corazón, etc.

De otro modo según Agustín, como si dijera: Con razón estáis fascinados, porque la verdad que recibisteis, o sea, a Cristo, por la fe, en vuestros corazones, lo vomitasteis como niños. Y esto porque ante vuestros ojos, esto es, en vuestra presencia, Jesucristo está proscrito, esto es, se le arroja y echa fuera de su heredad, lo cual debería seros funesto, porque Aquel que no deberíais sufrir que por otros fuera proscrito y arrojado, en vosotros mismos está proscrito, esto es, su heredad se perdió en vosotros, en vosotros mismos. Y así lo que sigue, a saber, crucificado, débese leer con peso y manifestación de dolor, porque esto lo agrega para que consideraren con qué precio compró Cristo la posesión que en ellos perdía, y por este motivo más se conmovieran; como si dijera: Cristo está proscrito en vosotros, a saber, el crucificado, quien con su cruz y su propia sangre adquirió esta heredad. Fuisteis comprados a gran precio, etc. (ICo ó,20). Sabiendo que fuisteis rescatados, etc., no con oro o plata, que son cosas perecederas, etc. (1P 1,18).

De un tercer modo según Ambrosio, como si dijera: Verdaderamente estáis fascinados, ante cuyos olos, esto es, en cuya consideración, a saber, según vuestro juicio, Jesucristo está proscrito, esto es, condenado, sin salvar a los demás. Y en vosotros, esto es, conforme a lo que vosotros mismos entendéis, está crucificado, o sea, muerto tan sólo, y sin justificar a los demás, aun cuando de El se diga que si bien murió por nuestra flaqueza, no obstante vive por la virtud de Dios (2Co 13,4).

También de un cuarto modo se puede explicar según la,Glosa, para que por esto designe el Apóstol la gravedad de la culpa de los Gálatas, porque en el hecho mismo de haber abandonado a Cristo por observar la Ley, en cierto modo igualmente pecaban con Pilato, que a Cristo lo proscribió, esto es, lo condenó, pues mientras creen insuficiente a Cristo para salvar, pecando son semejantes a los que crucificaron a Cristo, que lo suspendieron del madero, condenándolo como autores a una muerte ignominiosa. Sin embargo la igualdad débese entender de parte de Aquel contra el cual pecaron, porque los Gálatas pecaban contra Cristo, al igual que Pilato y los crucificadores de Cristo.

14
(
Ga 3,2-5)

Lección 2: Gálatas 3,2-5

Se muestra la insuficiencia de la Ley por la experiencia misma de los Gálatas, y a la vez se celebra la virtud de la fe.

2. Esto solo deseo saber de vosotros: ¿por las obras de la Ley recibisteis al Espíritu o por la audición de la fe?
3. ¿Tan necios sois que habiendo comenzado por el Espíritu, acabáis ahora en la carne?
4. ¿Tanto habéis padecido sin causa? si acaso fue sin causa.
5. Aquel que os suministra el Espíritu y obra milagros en vosotros ¿es por las obras de la Ley o por la audición de la fe?

Una vez puesta la reprensión, procede en seguida el Apóstol a hablar de la insuficiencia de la Ley y a mostrar la virtud de la fe. Y primero muestra la insuficiencia de la Ley; luego plantea una cuestión y la resuelve. Y acerca de lo primero hace dos cosas. Primero prueba el defecto de la ley y su insuficiencia por la propia experiencia de ellos; segundo, por autoridades y razones: como está escrito. Acerca de lo primero hace dos cosas: primero prueba su propósito, tomando la prueba de parte de ellos mismos; segundo, prueba lo mismo tomando la prueba de parte del propio Apóstol: Aquel que os suministra, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, mostrar el don que recibieron; la segunda, el error en que cayeron: ¿Tan necios sois? etc. Y muestra el don que recibieron preguntándoles de dónde lo recibieron. Por lo cual, suponiendo el don recibido, interrogando, les pregunta así: Aun cuando fascinados y seáis unos insensatos, sin embargo, no estáis tan engañados que no podáis enseñarme un don que está muy manifiesto. Por lo cual esto solo deseo saber de vosotros, porque esto solo basta para probar lo que me propongo: esto, digo, es porque consta que recibisteis al Espíritu Santo, por lo cual pregunto si lo recibisteis por las obras de la Ley o por la audición de la fe. Sobre lo cual débese saber que en la primitiva 1glesia, por disposición divina, para promover y hacer crecer la fe de Cristo, inmediatamente después de la predicación de la fe por los Apóstoles se hacían manifiestas las señales del Espíritu Santo sobre los oyentes. Por lo cual se dice acerca de Pedro en Hechos 10,44: Estando aún Pedro diciendo estas palabras, descendió el Espíritu Santo sobre todos, etc. También los mismos Gálatas manifiestamente habían recibido el Espíritu Santo al predicarles Pablo. Así es que les pregunta el Apóstol de dónde recibieron al Espíritu Santo. Ahora bien, consta que no fue por las obras de la Ley, porque como eran Gentiles, antes de la recepción del Espíritu Santo no tenían la Ley; luego recibieron al Espíritu Santo, esto es, los dones del Espíritu Santo, por la audición de la fe. No habéis recibido el espíritu de servidumbre para obrar todavía por temor, el cual se daba en la Ley (por lo cual también con gran conmoción fue dada la Ley), sino que habéis recibido el espíritu de adopción de hijos (Rm 8,15), el cual se da por la fe, la cual entra por el oído, como se dice en Romanos 10,17. Luego si esto pudo realizar el poder de la fe, en vano se busca otra cosa por la cual salvarse, porque mucho más difícil es hacer del injusto al justo, que conservar al justo en la justicia. Luego si la fe sin la ley hizo justos a los injustos Gálatas, no hay duda de que sin la Ley podrá conservarlos en la justicia. Así es que era muy grande el don que recibieran por la fe.

En seguida, cuando dice: ¿Tan necios sois?, etc., muestra el error en el que han caído. Y acumula sobre ellos el Apóstol un doble error, a saber, en cuanto a los dones que de Cristo recibieran y en cuanto a los males que por El mismo soportaran: ¿Tanto habéis padecido sin causa? Acerca de lo primero débese saber que estos Gálatas que abandonaron lo mayor, a saber, al Espíritu Santo, se adhirieron a lo pequeño, esto es, a las observancias carnales de la Ley, y esto es estúpido. Por lo cual dice: ¿Tan necios sois que habiendo comenzado por el Espíritu, esto es, habiendo recibido del Espíritu Santo el inicio de vuestra perfección, ahora, siendo más perfectos, acabáis en la carne, esto es, tratáis de conservaros por las observancias carnales de la Ley, de la cual ni siquiera el comienzo de la justicia se puede recibir? La carne de nada sirve (Jn 6,64). Y así destruís el orden, porque el camino de la perfección es pasar de lo imperfecto a lo perfecto. Y vosotros, por obrar al revés necios sois. El hombre santo persevera en la sabiduría como el sol; mas el necio se muda como la luna (Eccli 27,12). Semejantes son éstos a aquellos que empiezan sirviendo a Dios con fervor de espíritu, y luego se entregan a la carne; los cuales se asemejan también a la estatua de Nabucodonosor, cuya cabeza era de oro y sus pies de barro (Daniel 2,32). Y por eso se dice en Romanos 8,8: Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Y más adelante: Quien siembra para la carne, de la carne recogerá la corrupción (Ga 6,8).

En seguida, cuando dice: ¿Tanto habéis padecido? etc., agrega el error de ellos en cuanto a los males que por Cristo habían soportado; porque quienes reciben algo sin trabajo, menos cuidadosamente lo conservan; y en cambio es una necedad despreciar y no guardar lo que con trabajo se adquiere. Y éstos recibieron el Espíritu Santo con grandes trabajos y tribulaciones que padecieron por parte de sus compatriotas, por la fe. Por lo cual dice: ¿Tanto habéis padecido sin causa?; como si dijera: No despreciéis tanto el don que con trabajo recibisteis, pues de otra manera esas cosas sin causa, esto es, sin utilidad, las habéis padecido, porque las soportasteis para alcanzar la vida eterna. La tribulación ejercita la paciencia; la paciencia la prueba, la prueba la esperanza, etc. (Rm 5,3). De aquí que si cerrada para vosotros la entrada a la vida eterna, por defeccionar de la fe, tratáis de conservar las observancias legales, sin causa, esto es, inútilmente habéis padecido. Y esto digo si acaso fue sin causa. Y esto lo dice porque en la mano de ellos estaba el expiar si querían, mientras tuvieran vida. Y con la expiación ocurre que las obras de mortificación recobran la vida. Sin frutos sus trabajos, etc.. (Sab 3,2). Temóme no hayan sido inútiles entre vosotros mis trabajos (Gal 4,1 1). Y si se entiende de los malos que no hacen penitencia, se puede decir que padecen sin una causa que dé la vida eterna.

En seguida, cuando dice: Aquel que os suministra el Espíritu, etc., prueba su propósito, echando mano de la experiencia por parte del Apóstol; porque'podrían decir que la verdad es que no recibieron el Espíritu Santo por la audición de la fe, sino que por el amor que a la Ley le teníamos recibimos la fe que predicaba Pablo. Y por eso dice: Sin importarme lo que de vuestra parte hubiere, lo que yo hice, dándoos con mi ministerio al Espíritu Santo, que entre vosotros opera las maravillas, esto es, los milagros, ¿acaso lo hice así por fas obras de ia Ley o por las obras de la fe? No, ciertamente, por las obras de la Ley, sino por la fe.

Pero ¿acaso puede alguien dar al Espíritu Santo? Porque Agustín dice (XV de Trinit.) que ningún puro hombre puede dar al Espíritu Santo, ni los mismos Apóstoles lo daban, sino que imponían las manos sobre los hombres, y recibían éstos al Espíritu Santo. ¿Qué dice aquí sin embargo el Apóstol hablando de sí mismo: Aquel que os suministra al Espíritu Santo?

Respondo.-Débese decir que en la donación del Espíritu Santo ocurren tres cosas que por su orden se han de considerar, a saber: el Espíritu Santo inhabitando, el don de la gracia y de la caridad con los demás hábitos, y el sacramento de la nueva Ley, con cuyo ministerio se da. Y así puede ser dado por algunos de triple manera. Porque de un modo es dado como teniendo autoridad en cuanto a las tres cosas predichas, a saber, respecto a la inhabitación del Espíritu Santo, respecto al don y respecto al sacramento; y de este modo el Espíritu Santo es dado sólo por el Padre y por el Hijo en cuanto tienen la voluntad de El, la cual no es ciertamente de dominio o de origen, porque del uno y del otro procede. Pero en cuanto a la gracia o al don, y en cuanto a los Sacramentos el Espíritu Santo también se da a Sí mismo según que la donación entraña la causalidad del Espíritu Santo respecto de los dones de El mismo; porque, como dice el Apóstol, Todas estas cosas las causa el mismo indivisible Espíritu, repartiéndolas a cada uno según quiere (ICo 12,2). Mas según que en la donación va también la eficacia, no se puede decir con propiedad que el Espíritu Santo se da a Sí mismo. Pero en cuanto al sacramento que con el ministerio de los ministros de la 1glesia se da, se puede decir que los santos por el ministerio de los sacramentos dan al Espíritu Santo. Y de esta manera habla aquí el Apóstol según lo que se toca en la Glosa, aunque este modo no es el acostumbrado ni es extensivo. Dice también la Glosa que hacer milagros se atribuye a la fe, porque por el hecho de que se cree que están sobre la naturaleza, sobre la naturaleza se obra, y como los Apóstoles predicaban la fe, que contenía cierta razón de excedencia, era necesario que para que se les creyera se agregara algún testimonio de que eran enviados por Dios: lo cual excede a la razón. De aquí que Cristo les diera su señal para mostrar tal cosa. Y es doble la señal de Cristo. Una consiste en que es el Señor de todas las cosas, por lo cual se dice en el Salmo 144,13: El reino tuyo, reino es que se extiende a todos los siglos, etc. La otra señal consiste en que es el justificador y el salvador, según aquello de Hechos 4,12: No se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos. Así es que les dieron las dos señales: una consiste en que harían milagros, con lo cual demostrarían que eran enviados por Dios, Señor de toda creatura. Les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, etc. (Lc 9,1). La otra señal consiste en que darían el Espíritu Santo por el ministerio por el que mostrarían que eran enviados por el Salvador de todos. Entonces les imponían las manos, y recibían al Espíritu Santo (Ac 8,17). Y entonces, habiéndoles impuesto Pablo las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo (Ac 19,6). Y de estos dos modos se dice en Hebreos 2,4: Atestiguándola Dios con señales y portentos y variedad de milagros y con los dones del Espíritu Santo que ha distribuido según su beneplácito.

15
(
Ga 3,6-9)

Lección 3: Gálatas 3,6-9

Por la Escritura se comprueba la virtud de la fe y se muestra que de ella es la santidad del Espíritu Santo.

6. Según está escrito, creyó Abraham a Dios, y se le reputó por justicia.
7. Sabed, pues, que los qué son de la fe, ésos son hijos de Abraham.
8. Así es que previendo la Escritura (porque por la fe justifica Dios a los Gentiles) de antemano lo anunció a Abraham: benditas serán en ti todas las naciones.
9. Luego los que de la fe viven, ésos son benditos con el fiel Abraham.

Arriba probó el Apóstol por la experiencia la virtud de la fe y la insuficiencia de la Ley; y aquí prueba lo mismo por autoridades y razones. Y primero prueba la virtud de la fe porque justifica; segundo, con esto mismo prueba la insuficiencia de la Ley. Porque todos los que se apoyan en las obras de la Ley, etc. (Gal 3,10). Y primero lo prueba utilizando un silogismo. De aquí que acerca de esto hace tres cosas. La primera, mostrar la menor; la segunda, la mayor: Así es que previendo la Escritura, etc.; la tercera, inferir la conclusión: luego los que de la fe viven, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero propone cierta autoridad, de la cual deduce la menor; segundo, la expresa: sabed, Rúes, etc. Así es que dice: en verdad la justicia y el Espíritu Santo viene de la fe, según está escrito -Génesis 15,6- y se confirma en Romanos,4,22-23: que creyó Abraham a Dios, y se le reputó por justicia. En lo cual débese notar que la justicia consiste en el pago de lo debido; y el hombre debe algo a Dios, y algo a sí mismo, y algo al prójimo. Pero que se deba algo a sí mismo y le deba algo al prójimo, esto es por Dios. Luego la justicia perfecta es pagarle a Dios lo que le corresponde. Porque si te pagas a ti mismo o le pagas al prójimo lo debido, y no lo haces por Dios, más bien eres perverso que justo, por poner el fin en el hombre. Porque de Dios es cuanto hay en el hombre, tanto el entendimiento como la voluntad y el cuerpo mismo; pero en cierto orden, porque las cosas inferiores se ordenan a las superiores, y las exteriores a las internas, a saber, al bien del alma, siendo en el hombre lo supremo la mente. Por lo cual lo primero en la justicia del hombre es que la mente del hombre se subordine a Dios, y esto se hace por la fe. Cautivamos todo pensamiento a la obediencia de Cristo (2Co 10,5).

Así es que en todas las cosas se debe decir que Dios es el primer principio en la justicia, y quien le da a Dios lo sumo, que en sí mismo es, subordinándole la mente, es justo a la perfección. Los que se rigen por el espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios (Rm 8,14). Y por eso dice: creyó Abraham a Dios, esto es, sujetó su mente a Dios por la fe. Confía en Dios, y El te sacará a salvo (Eccli 2,6). Vosotros los temerosos del Señor, aguardad con paciencia su misericordia (Eccli 2,7).-Y se le reputó por justicia, esto es, la misma creencia y la propia fe fue para él y es para todos los demás causa suficiente de justicia; y lo que se le reputa a justicia exteriormente por los hombres, interiormente es dado por Dios, quien por la caridad operante justifica a los que tienen fe, perdonándoles los pecados. Pues bien, de esta autoridad concluye la proposición menor, diciendo: sabed, pues, etc. Como si dijera: Se dice que es hijo de otro el que sus obras imita: así es que si vosotros sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham (Jn 8,39). Porque Abraham no trató de justificarse por la circuncisión sino por la fe; así es que los que quieren justificarse por la fe son hijos de Abraham. Y esto es lo que dice Pablo. Porque Abraham es justo por la fe, por haberle creído a Dios, y esto se le reputó a justicia: Sabed, pues, que aquellos que son de la fe, esto es, que por la fe creen justificarse y salvarse, ésos son hilos de Abraham, por imitación y educación. Los hijos de la promesa son los considerados como descendencia (Rm 9,8). En Lucas 19,9 se dice de Zaqueo: El día de hoy ha sido de salvación para esta casa: pues que también éste es hijo de Abraham. Poderoso es Dios para de estas piedras, esto es, de los Gentiles, suscitar hijos de Abraham (Mt 3,9), es claro que en cuanto los hace creyentes.

En seguida, cuando dice: Así es que previendo la Escritura, etc., asienta la mayor, la cual consiste en que a Abraham se le predice que en su descendencia serán benditas todas las naciones. Y esto lo dice así: Así es que previendo la Escritura. Presenta a Dios habiéndole a Abraham y dice (Sen 12,3) que Dios le predijo a Abraham que en Ti, esto es, en aquellos que a semejanza tuya serán hijos tuyos en la imitación de la fe, serán benditas todas las naciones.. .-Vendrán muchos del Oriente y del Occidente, etc. (Mt 8,2).

En seguida, cuando dice: pues los que son de la fe, etc., de las premisas infiere la conclusión. De modo que así puede construirse el argumento: Dios Padre anunció a Abraham que en su descendencia serían benditas todas las naciones; es así que los que desean justificarse por la fe son hijos de Abraham; luego los que de la fe viven, o sea, quienes desean justificarse por la fe, ésos son benditos con el fiel -esto es, con el creyente- Abraham.

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(
Ga 3,10-12)

Lección 4: Gálatas 3,10-12

Se muestra la insuficiencia de la Ley por el hecho de que no suprime el daño que se sigue de la Ley.

10. Porque cuantos vivan de las obras de la Ley, bajo la maldición están. Porque escrito está: Maldito todo aquel que no persevere en todas las cosas que están escritas en el libro de la Ley para cumplirlas.
11. Por lo demás, el que nadie se justifica delante de Dios por la Ley está claro: porque el justo vive por la fe.
12. Mas la Ley no viene de la fe; pero el que las cumpliere vivirá por ellas.

Arriba mostró el Apóstol el poder de la fe; aquí, consiguientemente, muestra el defecto de la Ley. Y primero por la autoridad de la Ley; luego, por la humana costumbre: Hermanos, voy a hablaros al modo humano, etc. (Gal 3,15). Acerca de lo primero hace tres cosas.

La primera, mostrar el daño que ocasionalmente resulta de la Ley; la segunda, mostrar la insuficiencia de la Ley para la supresión de ese, daño: Por lo demás, el que nadie se justifica delante de Dios por la Ley está claro; la tercera, probar la suficiencia de Cristo, por la cual se ha suprimido ese mismo daño: Cristo nos redimió, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, enunciar su propósito; la segunda, probarlo: Porque escrito está: maldito todo aquel, etc. Así es que dice: Porque cuantos vivan, etc. Porque habiendo dicho que son bendecidos los que viven de la fe, por ser así hijos de Abraham, podría alguien decir que son bendecidos por las obras de la Ley y por la fe; por lo cual, excluyendo tal cosa, dice: Cuantos vivan de las obras de la Ley, bajo la maldición están.

Objeción.-Los antiguos Padres vivieron en las obras de la Ley; luego están malditos, y consiguientemente condenados, lo cual es un error de los maniqueos.

Respuesta.-Por lo mismo, esto se debe entender rectamente. Y débese ver que el Apóstol no dice: Cualesquiera que observen las obras de la Ley están bajo la maldición, porque esto es falso en cuanto al tiempo de la Ley; sino que dice: cuantos vivan de las obras de la Ley, etc., esto es, cuantos confíen en las obras de la Ley y piensen quedar justificados por ellas, bajo la maldición están. Porque una cosa es vivir de las obras de la Ley, y otra es guardar la Ley; porque esto es cumplir la Ley, y quien la cumple no está bajo la maldición. Porque vivir de las obras de la Ley es confiar en ellas y eYi ellas poner la esperanza. Y quienes de ellas de esta manera viven, bajo la maldición están, es claro que de la transgresión, lo cual ciertamente no hace la Ley, porque la concupiscencia no viene de la Ley, sino el conocimiento del pecado, al cual estamos inclinados por la concupiscencia prohibida por la Ley. Así es que en cuanto la Ley da el conocimiento del pecado, y ningún auxilio ofrece contra el pecado, se dice que están bajo la maldición, por no poder evadirlo por esas mismas obras. Ahora bien, hay ciertas obras ceremoniales de la Ley que se cumplían en las observancias. Otras son las obras que corresponden a las costumbres, y de éstas son los mandamientos morales. Así es que según la Glosa lo que aquí se dice: Cuantos vivan de las obras de la Ley, etc., débese entender acerca de las obras ceremoniales, y no de las morales. O bien débese decir que habla aquí el Apóstol de todas las obras, tanto las ceremoniales como las morales. Porque las obras no son la causa de que alguien sea justo delante de Dios, sino que más bien son actos y manifestaciones de la justicia. Porque por simples obras nadie es justificado delante de Dios, sino por el hábito de la Fe, no ciertamente adquirido, sino infuso. Por lo cual cuantos traten de justificarse por las obras, bajo la maldición están, porque por ellas no se suprimen los pecados, ni nadie es justificado en lo tocante a Dios, sino por el hábito de la fe informado por la caridad. Todos éstos tan recomendables por el testimonio de su fe, etc. (Hebr 2,39).

En seguida, cuando dice: Escrito está, etc., prueba su propósito, y esto en primer lugar ciertamente, según la Glosa, por el hecho de que nadie puede guardar la Ley de la manera que la Ley manda (Deut 28,15-68), muestra que todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el Libro de la Ley para hacerlas, esto es, que no cumpla toda la Ley, sea maldito. Pero cumplir toda la Ley es imposible, como se dice en Hechos 15,10: Pues ¿por qué ahora tentar a Dios, con imponer sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido soportar? Luego ninguno hay que por las obras de la Ley no sea maldito. Se puede también entender esta expresión Porque escrito está, etc., no como prueba de la tesis, sino para mostrar su explicación; como si dijera: Digo que están bajo la maldición, bajo la maldición de la que dice la Ley: Porque escrito está: maldito todo aquel, etc. Para que se entienda acerca del pecado, esto es, de lo maldito. Porque la Ley manda los bienes que se deben hacer y los males que se han de evitar, y al mandar impone una obligación, pero no da la virtud de obedecer. Por lo cual dice: Maldito, como arrojado al mal, todo aquel, sin exceptuar a nadie, porque, como se dice en Hechos 10,34, Dios no hace acepción de personas.-Aquel que no persevere hasta el fin. El que perseverare hasta el fin, ése se salvará (Mt 24,13).-En todas fas cosas, no sólo en algunas, porque, como se dice en Santiago 2,10, aunque uno guarde toda la Ley, si quebranta un mandamiento, viene a ser reo de todos los demás. Las cosas que están escritas en el libro de la Ley para cumplirlas, no para que tan sólo crea o únicamente quiera, sino para que la cumpla de obra. Muy cuerdos son todos los que lo practican (Ps 1 10,10). Ahora bien, los Santos Padres, aunque vivían en las obras de la Ley, sin embargo se salvaban en la fe del que vendría, confiados en su gracia y al menos cumpliendo la Ley espiritualmente. Porque Moisés, como se dice en la Glosa, ciertamente muchas cosas preceptuó, las cuales nadie pudo cumplir para domar la soberbia de los Judíos que decían: No falta quien cumpla, sólo falta quien aconseje.

Objeción.

-Pero aquí la cuestión es acerca de esto que dice: maldiio todo aquel, etc. Porque dice en Romanos 12, i4: Bendecid, y no maldigáis.

Respondo.-Débese decir que maldecir no es otra cosa que decir mal; así es que puedo decir que lo bueno es malo, y que lo malo es bueno, y al contrario: que lo bueno es bueno, y que lo malo es malo. Y lo primero lo prohibe ciertamente el Apóstol, diciendo: no maldigáis, esto es, no os permitáis decir que lo bueno es malo, ni al contrario; sino conforme a lo que es lícito, por lo cual cuando censuramos el pecado, ciertamente maldecimos, pero no diciendo que lo bueno sea malo, sino que decimos que lo malo es malo. Por lo cual es lícito maldecir al pecador, esto es, decir que él está adherido al mal o que es malo.

En seguida, cuando dice: Por io demás, el que nadie se justifica delante de Dios por la Ley, etc., muestra la insuficiencia de la Ley, impotente para librar de la dicha afrenta por el hecho de que no puede justificar. Para demostrar esto se echa mano de un silogismo de la segunda figura y es éste: La Justicia procede de la fe; es así que la Ley no procede de la fe; luego la Ley no puede justificar. Así es que acerca de esto primeramente pone la conclusión, diciendo: Por io demás, el que nadie se justifica delante de Dios por la Ley; en segundo término la mayor, diciendo: porque el justo vive por la fe; y en tercer lugar la menor, diciendo: Mas la Ley no viene de la fe. Así es que dice: Digo que por la Ley se introdujo la maldición, y sin embargo la Ley no libra de esa maldición, porque es claro que nadie es justificado por la Ley delante de Dios, esto es, por las obras de la Ley. Acerca de lo cual se debe entender que los que negaron el Antiguo Testamento, en esta expresión se apoyaron. Y por eso débese decir que nadie es justificado en la Ley, esto es, por la Ley. Porque por ella se tenía ciertamente el conocimiento del pecado, como se dice en Romanos 3,20; pero no se obtenía por ella la justificación. Por las obras de la Ley ningún hombre será justificado (Rm 3,20).

Objeción. En contra está lo que se dice en Santiago 2,21: ¿No fue justificado Abraham por las obras?

Respuesta. Débese decir que justificar se puede tomar en dos sentidos. O bien en cuanto a la ejecución y manifestación de la justicia, y de este modo se justifica el hombre, esto es, se muestra justo, por las obras que hace. O bien en cuanto al hábito infuso de la justicia, y de este modo nadie se justifica por las obras, porque el hábito de la justicia por la que el hombre se justifica delante de Dios no es adquirido, sino que es infuso por la gracia de la fe. Y por eso claramente dice el Apóstol: delante de Dios, porque la justicia que es delante de Dios, está en el interior del corazón; y la Justicia que es por las obras, esto es, la que presenta a uno como justo, es delante de los hombres; y de este modo entiende el Apóstol el delante de Dios.-No los que oyen la Ley, sino los que la cumplen, etc. (Rom,2 13). Ciertamente que si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no delante de Dios, etc. (Rm 4,2). Así es clara la conclusión de razón: que la Ley no puede justificar.

En seguida, cuando dice: porque el justo, etc., asienta la mayor, la cual es por la autoridad de la Escritura en Habacuc 2,4, y es confirmada también en Romanos 1,17 y en Hebreos 10,38. Acerca de lo cual débese notar que en el hombre hay una doble vida, a saber, la vida de la naturaleza y la vida de la justicia. La vida de la naturaleza es ciertamente por el alma; por lo cual, cuando el alma se separa del cuerpo, el cuerpo queda muerto. En cambio, la vida de la justicia es por Dios que habita en nosotros por la fe. Y por eso lo primero con lo que Dios esta en el alma del hombre es la fe. El que se llega a Dios debe creer (Hebr 2,6). Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, etc. (3,17). Y así decimos que en el individuo las primeras señales de vida aparecen en obras del alma vegetal, porque el alma vegetal es la que primeramente adviene al animal engendrado, como dice el Filósofo. Y así, como el primer principio por el que Dios está en nosotros es la fe, por esto mismo se dice que la fe es el principio del que ha de vivir. Y esto es lo que aquí se dice: mi justo vive por la fe. Y se debe entender de la fe por amor en el que obra. Y la menor se asienta así: Mas la Ley no viene de la fe, etc. Y primero se asienta la propia menor; luego, se prueba: pero el que las cumpliere, etc.

Así es que dice: La Ley no viene de la fe. Pero, al contrario, la Ley manda creer que hay un solo Dios, y esto pertenece a la fe; luego la Ley contenía la fe. Y que no haya sino un solo Dios se expresa categóricamente en el Deuteronomio 6,4; Escucha ¡oh 1srael! El Señor Dios nuestro es el solo Señor, etc.

Respuesta. Débese decir que aquí habla de las observancias de los mandatos de la Ley en cuanto que la Ley consiste en mandatos y preceptos ceremoniales, y dice que tal Ley no viene de la fe. Porque en Hebreos 2,1 se dice que la fe es la substancia de las cosas que se esperan, la prueba de lo que no se ve. Por lo cual propiamente cumple el mandamiento de la fe quien no por esto espera conseguir algo actual y visible, sino bienes invisibles y eternos. Así es que como la Ley prometía bienes terrenales y actuales, como se dice en Is 1,19: Como queráis y me escuchéis, seréis alimentados de los frutos de la tierra, por eso no viene de la fe, sino más bien de codicia, o bien de temor, principalmente en cuanto a los que observaban la Ley carnalmente. Algunos sin embargo vivían espiritualmente en la Ley; pero esto no era por ella, sino por la fe en el mediador. Y que la Ley no venga de la fe lo prueba diciendo: Pero el que las cumpliere, esto es, las obras de la Ley, vivirá por ellas, es claro que en la vida presente, o sea, que será inmune de la muerte temporal y será conservado en la presente vida. O bien de otra manera: Digo que la Ley no viene de la fe, y esto es claro, porque el que las cumpliere, etc.; como si dijera: Los preceptos de la Ley no son de lo que se ha de creer sino de lo que se ha de hacer, aun cuando anuncie algo que se deba creer. Por lo cual su virtud no viene de la fe sino de las obras; y esto lo prueba porque cuando el Señor quiso confirmarla no dijo: El que creyere, sino: el que las cumpliere vivirá por ellas. Pero la nueva Ley viene de la fe. El que creyere y se bautizare se salvará, etc. (Marc 16,16). Sin embargo, la Ley es cierta representación y hecho que viene de la fe, por lo cual se relaciona la Ley antigua con la Ley nueva como las obras de la naturaleza con las obras del entendimiento. Porque en las mismas obras de la naturaleza aparecen ciertas obras del entendimiento, no porque las cosas naturales entiendan, sino porque se hacen y se ordenan por el entendimiento para que consigan el fin. De esta manera también en la antigua Ley se contienen algunas cosas que son de fe, no que los Judíos en cuanto eran de fe las tuvieran, sino que las tenían tan sólo como figura de la fe de Cristo y como declaración de que por virtud de la fe se salvarían los justos.


Aquino - A LOS GALATAS 12