Aquino - A LOS GALATAS 17

17
(
Ga 3,13-14)

Lección 5: Gálatas 3,13-14

Se manifiesta la virtud de Cristo que nos libera de la maldición traída por la Ley, y de cómo por Cristo se nos ha dado la Esperanza y la bendición de Ábraham.

13. Mas Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose por nosotros maldición, (porque escrito está: Maldito todo el que pende del madero).
14. Para que en los Gentiles se realizara la bendición de Abraham en Cristo Jesús: para que la promesa del Espíritu la recibiéramos por la fe.

Indicado el daño traído por la Ley, e impotente la Ley para librarnos de él por su propio defecto, aquí consiguientemente muestra la virtud de Cristo que nos libera de ese mismo daño. Y primero muestra de qué manera somos liberados por Cristo de ese daño; luego, cómo también, además de eso, recibimos el auxilio de Cristo: Para que en los Gentiles, etc. Acerca de lo primero hace tres cosas. Porque primero indica la prueba de la liberación; luego, el modo de la liberación: haciéndose por nosotros, etc.; tercero, el testimonio profético: porque escrito está, etc. Así es que primero dice: Cuantos guardaran las obras de la Ley caían ba¡o la maldición (como está dicho), ni podían ser liberados por la Ley. Por lo cual era necesario tener a alguien que nos liberara, y éste fue Cristo. Por lo cual dice: Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, etc. (Lo que era imposible para la Ley, etc., hízolo Dios cuando habiendo enviado a su Hijo, esto es, a Cristo, etc.: Rm 8,3j. Nos redimió a nosotros, digo, a los Judíos, con su preciosa sangre (Con tu sangre nos has rescatado, etc.: Ap 5,9. No temas, pues Yo te redimí: 1s 43,1), de la maldición de la Ley, esto es, de la culpa y de la pena (Para redimir a los que estaban debajo de la Ley: Ga! 4,5. Yo los libraré del poder de la muerte: Oseas 13,14). El modo de la liberación lo indica, diciendo: haciéndose por nosotros maldición. En lo cual hay que notar que la maldición es sobre lo malo. Y así como hay un doble mal se puede decir que hay un doble maldito, a saber, maldito por la culpa y maldito por la pena. Y de uno y otro se puede leer aquí doblemente: haciéndose por nosotros maldición. Y primero ciertamente por el mal de la culpa. Porque Cristo nos redimió del mal de la culpa. De aquí que así como nos redimió de la muerte sempiterna, así también nos redimió de la maldición de la culpa haciéndose maldición, a saber, de la. culpa; no, ciertamente, porque en El hubiese pecado alguno, no habiendo El cometido ningún pecado, ni dolo, etc., como se dice en 1 Pedro 2,22; pero según la opinión de los hombres, y principalmente de los Judíos, que lo tenían por pecador. Si éste no fuera malhechor, no le hubiéramos puesto en tus manos (Jn 18,30). Por lo cual acerca de esto se dice en 2Co 5,21: Al que no conocía el pecado lo hizo pecado por nosotros. Y dice maldición, no maldiciente, para mostrar que los Judíos lo tenían por malvadísimo. Por lo cual se dice en Jn 9,16: No es de Dios este hombre, pues no guarda el sábado; y en Jn 10,33: No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por la blasfemia. Y por eso dice: haciéndose por nosotros maldición, en abstracto; como si dijera: Ha sido hecho la maldición misma. En segundo lugar habla del mal de la pena. Porque Cristo nos liberó de la pena, soportando nuestra pena y muerte: la cual ciertamente proviene en nosotros de la propia maldición del pecado. Así es que en cuanto recibió esta maldición del pecado, muriendo por nosotros, se dice que se hizo por nosotros maldición. Y esto es semejante a lo que se dice en Romanos 8,3: Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado, esto es, mortal. Ai que no conocía el pecado, esto es, a Cristo, que no cometió pecado, Dios, el Padre, lo trató por nosotros como si hubiese sido el pecado mismo (2Co 5,21), esto es, lo hizo padecer la pena del pecado, es claro que cuando es ofrecido por nuestros pecados.

En seguida pone el testimonio de la Escritura, diciendo: Porque escrito está: maldito todo el que pende del madero. Y esto se dice en el Deuteronomio 21,23. En lo cual débese saber, según la Glosa, que en el Deuteronomio, de donde están tomadas estas palabras, tanto en nuestros códices como en los hebraicos, se lee: Maldito de Dios todo aquel que, etc. Y ciertamente el de Dios no está en los antiguos volúmenes de los Hebreos, por lo cual se piensa que después de la Pasión del Señor fue puesto por los Judíos para mejor infamar a Cristo. Ahora bien, se puede explicar el testimonio acerca del mal de pena y acerca del mal de culpa. Acerca del mal de culpa de esta manera: Maldito todo el que pende del madero, no por el hecho de pender del madero, sino por la culpa por la cual pende de él. Y de esta manera se juzga que Cristo es maldito pendiente de la cruz, por el hecho de que con tal pena fue castigado al máximo. Y según esto se sigue de lo precedente. Porque el Señor preceptuó en el Deuteronomio que el que fuera suspendido, en la tarde fuera bajado; siendo la razón de ello que esta pena es la más abyecta e ignominiosa de todas. Así es que dice: haciéndose por nosotros maldición, porque la sola muerte de cruz que soportó basta para la maldición, hablando de esta manera sobre el mal de culpa, pero sólo conforme al juicio de los Judíos, porque escrito está: maldito todo el que pende, etc. Y acerca del mal de la pena se explica así: Maldito todo el que, etc.,-porque esa misma pena es la maldición, a saber, que así haya muerto. Y de este modo se debe explicar que sea maldecido de Dios, porque Dios ordenó que esta pena sufriera para liberarnos.

En seguida, cuando dice: Para que en los Gentiles, etc., pone la esperanza que por Cristo adquirimos sobre que por El nos libraremos de la maldición, como se dice en Romanos 5,15: Pero no ha sucedido en la gracia así como en el pecado, etc., mucho más copiosamente se ha derramado sobre muchos la misericordia y el don de Dios, etc. ciertamente mucho mayor, porque libera del pecado y confiere la gracia. Así es que primeramente pone el fruto, y aquellos a quienes se da, diciendo: Para que en los Gentiles se realizara la bendición de Abraham, etc.; como si dijera: haciéndose por nosotros maldición, no sólo para destruir la maldición, sino para que entre los Gentiles, que no estaban bajo la maldición de la Ley, se realizara la prometida bendición de Abraham (Gen 22,18; 26,4): En un descendiente tuyo serán benditas todas las naciones, etc. Y esta bendición se nos ha dado, esto es, se ha realizado, por Cristo, que es del linaje de Abraham, a quien se le hicieron las promesas, y a su descendiente, el cual es Cristo, como se dice adelante (Gal 3,16). La cual bendición y fruto es para que recibiéramos la promesa del Espíritu, esto es, las promesas que el Espíritu Santo realiza en nosotros, a saber, sobre la bienaventuranza eterna, la cual, como arras y prenda entregada a nosotros, nos la prometió a nosotros, como se dice en Efesios 1,14 y en 2Co 1,22. Y ciertamente se da en prenda para certeza. Porque la prenda vale como una cierta promesa de que determinada cosa se ha de recibir. Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre, etc. (Rm 8,15). Y más adelante dice: Si hijos, también herederos (Rm 8,17). O bien para que recibiéramos la promesa del Espíritu, esto es, al Espíritu Santo; como si dijera: Recibamos la promesa hecha por el Espíritu Santo al linaje de Abraham (Derramaré yo mi Espíritu sobre toda dase de hombres, etc.: Joel 2,28); porque por el Espíritu Santo nos unimos a Cristo, y nos convertimos en linaje de Abraham y dignos de la bendición. Lo segundo que muestra es mediante qué nos viene este fruto, diciendo: por la fe, por la cual ciertamente adquirimos la herencia eterna. El que se llega a Dios debe creer que Dios existe, y que es remunerador de los que le buscan (Hebr 2,6). Por la fe adquirimos también al Espíritu Santo, porque, como se dice en Hechos 5, El Señor da el Espíritu Santo a quienes le obedecen, a saber, por la fe.

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(
Ga 3,15-18)

Lección 6: Gálatas 3,15-18

La Ley no justifica, ni es necesaria delante de Dios para la justificación, porque la herencia no es por ella sino por la promesa.

15. Hermanos (como hombre hablo), aunque de hombre, un testamento conjirmado nadie lo anula ni lo adiciona.
16. A Abraham fueron dadas las promesas, y a su descendiente. No dice: Y a los descendientes, como si fuese a muchos, sino como a uno. Y a tu descendiente, el cual es Cristo.
17. Digo, pues, esto: un testamento ratificado por Dios, no lo hace nulo la Ley que es hecha cuatrocientos treinta años después, de manera que deje sin efecto la promesa.
18. Porque si por la Ley es la herencia, ya no es por la promesa. Y sin embargo a Abraham se la dio Dios por reiterada promesa.

Después de haber probado el Apóstol por autoridades que la Ley no justifica ni es necesaria para la justificación, la cual es por la fe, aquí muestra en seguida lo mismo por razones humanas. Y acerca de esto hace cuatro cosas. La primera, indicar la humana costumbre; la segunda, establecer la promesa divina: A Abraham fueron dadas las promesas, etc.; la tercera, sacar la conclusión: Digo, pues, esto, etc.; la cuarta, explicar la conclusión que se sigue de las premisas: Porque si por la Ley es la herencia, etc. Así es que dice: Claramente he hablado en verdad primeramente según la autoridad de la Escritura no traída por voluntad humana, sino por el Espíritu Santo, como se dice en 2 Pedro 1,21; pero ahora hablo como hombre y conforme a lo que la razón humana y la costumbre indican. De lo cual ciertamente sacamos la prueba de que para tratar de las cosas que son de fe podemos utilizar cualquier verdad de cualquier ciencia. Si vieres entre los cautivos una mujer hermosa, y enamorado de ella deseares tenerla por mujer, la introducirás en tu casa (Deut 21,1 1-12), esto es, si Ja sabiduría y ciencia secular te satisficiere, la introducirás dentro de tus dominios, y se raerá el cabello, etc., esto es, le cercenarás todos sus sentidos erróneos. Y de aquí que en muchos pasajes de sus Epístolas echa mano de autoridades de los Gentiles, como en aquello de 1 Corintios 15,33: Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres, etc., y aquello de Tito 1,12: Son los cretenses malignas bestias, vientres perezosos, etc.

O bien, aun cuando tales razones son vanas y débiles, porque, como se dice en el Salmo 93,2: Conoce el Señor los pensamientos de los hombres y cuan vanas son sus ideas; sin embargo, una vez ratificado el testamento del hombre nadie lo anula ni lo adiciona, porque nada de lo humano tiene tanta firmeza como la última voluntad del hombre; y lo anularía quien dijere que un testamento humano ratificado a la muerte del testador y por testigos carece de valor. Así es que si un testamento de esta clase nadie lo anula diciendo que no se debe guardar, ni lo desprecia cambiándole algo, con mayor razón el testamento de Dios nadie debe anularlo o adicionarlo, infringiéndolo, ni añadiendo, ni quitando. Yo aseguro a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Que si alguno añadiere a ellas cualquiera cosa, Dios descargará sobre él las plagas escritas en este libro, y si alguno quitare cualquiera cosa de las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará a él del libro de la vida, etc. (Ap 22,18-19). No añadáis a las palabras que yo os hablo, ni quitéis nada de ellas, etc." (üeut 4,2).

En seguida, cuando dice: A Abraham fueron dadas las promesas, etc., establece la promesa divina hecha a Abraham, la cual es como cierto testamento de Dios. Y primero expone esta promesa o testamento; segundo, pone de manifiesto la verdad del testamento: No dice: y a los descendientes, etc. Así es que primero dice: A Abraham fueron dadas las promesas; como si dijera: Así como un testamento humano es firme, así también las promesas divinas son firmes. Pero ¿acaso hizo Dios algunas promesas antes de la Ley? Ciertamente, porque a Abraham, que existió antes de la Ley, al que Dios no engañaría, fueron dadas, esto es, se le hicieron las promesas y a su descendiente, por Dios. Pero a Abraham le fueron hechas, para el que serían cumplidas, para su descendiente, para lo qué serían cumplidas. Ahora bien, de dos maneras se les llama promesas, porque la promesa de que sería bendito el descendiente contenía muchas cosas. O bien porque frecuentemente lo mismo, esto es, la eterna bienaventuranza le es prometida, como en Génesis 12,3: En ti serán benditas todas las naciones de la tierra; y también en Gen 15,5: Mira al cielo, y cuenta, si puedes, las estrellas; y en Gen 12,7: Esta tierra la daré a tu descendencia; y en 22,17: Yo te llenaré de bendiciones, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo. Así es que estas promesas son como el testamento de Dios, porque es cierta disposición sobre la herencia que se ha de dar a Abraham y a su descendencia. Ahora bien, hace manifiesta la verdad del testamento, diciendo: No dice: y a los descendientes, etc. Y tal verdad la pone de manifiesto con el mismo espíritu con que estableció el testamento. Y esto se ve claramente por las palabras del testamento. Aclara que no dice: y a los descendientes, como si fuese a muchos, esto es, como se haría si fuera válido para muchos, sino como a uno, el' cual es Cristo, porque sólo por El y en El podrán ser benditos todos. Porque solamente El y de manera singular no está bajo la maldición de la culpa, aun cuando se haya dignado hacerse maldición por nosotros. Por lo cual se dice en el Salmo 140,10: Caigan entre sus redes los impíos, a una, mientras yo solo sigo mi camino. Y también: No hay quien obre bien, no hay uno siquiera (Ps 13,1). Entre mil hombres hallé uno (Eccle 7,29), a saber, a Cristo, que sería sin ningún pecado, y ninguna entre las mujeres todas que estuviese exenta de todo pecado, aun del original y del venial.*

La conclusión la infiere en seguida diciendo: Digo, pues, esto: un testamento, etc. En lo cual vamos a ver por orden qué es lo que dice. Así es que dice que esto lo prometió Dios a Abraham, pero esto es el testamento, a saber, esta promesa de conseguir la herencia. He aquí que viene el tiempo, dice el Señor, en que Yo haré una nueva alianza con la casa de 1srael (Jerem 31,31). Ratificado, cosa que dice para que concuerde con las premisas. Porque arriba había dicho: aunque de hombre, un testamento confirmado, etc.-Por Dios, quien lo prometió. Y digo que confirmado con juramento. Por mí mismo he jurado, dice el Señor (Gen 22,16). Para que a vista de dos cosas inmutables, en que no es posible que Dios mienta, etc. (Hebr 6,18). Y digo que este testamento no lo anula la Ley, la cual es hecha y dada por Dios mediante Moisés. Porque la Ley fue dada por Moisés, etc. (Jn 1,17). Cuatrocientos treinta años después, etc. Y como explicando lo que dijera, agrega: no lo hace nulo de manera que deje sin efecto la promesa. Porque anularía el predicho testamento, si la promesa hecha a Abraham quedara sin efecto, esto es, si se hubiese hecho en vano, como si nada valiera el prometido descendiente de Abraham para la bendición de las Naciones. Ahora bien, mediante Cristo no quedan sin efecto las promesas hechas a los Padres, sino ratificadas. Digo que Cristo fue ministro para con los de la circuncisión para confirmar las promesas de los padres (Rom

* En algunos códices venecianos se agrega la nota siguiente; Se exceptúa a la purísima y dignísima de toda alabanza la Virgen María. (Nota del ed. italiano.)-Sabido es que Sto. Tomás opinaba, con sujeción a lo que llegara a enseñar Roma, que la Sma. Virgen había sido lavada del pecado original un instante después de su concepción y que jamás cometió ni siquiera un pecado venial. (S. A.)

15,8). Todas cuantas promesas hay de Dios tienen en este sí su verdad (2Co 1,20). Y esto que se dice: cuatrocientos treinta años después concuerda con lo que se dice en Éxodo 12,40: El tiempo que moraron en Egipto ios hijos de 1srael fue de cuatrocientos treinta anos. Y en Hechos 7,6 leemos: Predíjole también Dios a Abraham: que sus descendientes morarían en tierra extraña, y serían esclavizados y muy maltratados por espacio de cuatrocientos treinta años.

Objeción. En contra está lo que se dice en Génesis 15,13: Sepas desde ahora que tus descendientes han de vivir peregrinos en tierra ajena, donde los reducirán a esclavitud, y afligirlos han por espacio de cuatrocientos años.

Respuesta. Débese decir que si se hace la computación de los años desde la primera promesa hecha a Abraham, según se lee en Génesis 12,1-3, hasta la salida de los hilos de 1srael de Egipto, cuando se da la Ley, así son cuatrocientos treinta años, como aquí se escribe, así como en Éxodo 12,40 y en Hechos 7,6.* Mas si la computación se empieza desde el nacimiento de 1saac (del cual se habla en Génesis 21,5), así son tan sólo cuatrocientos cinco años. Porque veinticinco años transcurrieron desde la promesa hecha a Abraham hasta el nacimiento de 1saac. Porque Abraham tenía setenta y cinco años cuando salió de su tierra y se le hizo la primera promesa, como se lee en Génesis 12,4. Y era de cien años cuando nació 1saac, como se dice en Génesis 21,5. Y que desde el nacimiento de 1saac hasta la salida de los hijos de 1srael de Egipto transcurrieron

* En Hechos 7,6 la Vulgata dice que cuatrocientos: et male tractabunt eos annis quadringentis. En cambio, en Éxodo 12,40 sí habla de 430. (S. A.)

cuatrocientos cinco años, se prueba por el hecho de que 1saac tenía sesenta años cuando engendró a Jacob, como tenemos en Génesis 25,26; y Jacob era de ciento treinta y nueve* años cuando entró a Egipto, como se dice en Génesis 47,9. Y así, desde el nacimiento de 1saac hasta la entrada de Jacob a Egipto transcurrieron ciento noventa años. Ahora bien, José tenía treinta años cuando fue presentado al Faraón, según Génesis 41,46. Y luego transcurrieron siete años de abundancia y dos de esterilidad hasta la entrada de Jacob en Egipto, según Génesis 45,6. Y José vivió ciento diez años, como se lee en Génesis 50,22. Si de estos 1 10 años se restan treinta y nueve, quedan setenta y uno. Así es que desde el nacimiento de 1saac hasta la muerte de José transcurrieron doscientos sesenta y un años. Ahora bien, vivieron en Egipto los hijos de 1srael después de la muerte de José ciento cuarenta y cuatro años, como Rábano dice en la Glosa. Así es que desde el nacimiento de 1saac hasta la salida de los hijos de 1srael de Egipto y la promulgación de la Ley, transcurrieron cuatrocientos cinco años; aunque la Escritura no se preocupó por una exactitud absoluta. O bien se puede decir que en el quinto año de 1saac fue expulsado 1smael, y que se quedó solo 1saac como heredero de Abraham, y que desde este momento transcurrieron cuatrocientos años.

En seguida, cuando dice: Porque si por la Ley es la herencia, muestra de qué modo se sigue de las premisas que la Ley dejaría sin efecto las promesas si la Ley fuese necesaria para la justificación o bendición de las Naciones. Así es que dice: Ciertamente la promesa quedaría sin efecto si la Ley fuese necesaria. Porque si la

* La Vulgata habla de 130 años. (S. A.)

herencia, esto es, la bendición de Abraham, fuese por la Ley, ya no sería por la reiterada promesa, esto es, por el descendiente tan prometido a Abraham. Porque si el prometido descendiente es suficiente para la consecución de la herencia de bendición, la justificación no se hará por la Ley. Y niega el consecuente diciendo: Y sin embargo a Abraham se la dio Dios, etc., esto es, le prometió que se la daría, lo cual de tal manera era cierto como si en ese instante se la diera, por la reiterada promesa, esto es,, por el descendiente reiteradamente prometido. Por lo tanto, no es por la Ley la herencia, esto es, la bendición, de la cual se dice en 1 Pedro 3,9: A esto sois llamados, a fin de que poseáis la herencia de la bendición.

19
(
Ga 3,19-20)

Lección 7: Gálatas 3,19-20

Aun cuando la Ley no justifique, sin embargo no debe ser considerada como inútil, porque fue puesta por la transgresión.

19, Entonces ¿para qué la Ley? A causa de la transgresión fue puesta, hasta que viniese el descendiente a quien se le hizo la promesa, ordenada por ángeles por mano de un mediador.
20. Mas no hay mediador de uno solo. Y Dios es uno solo.

Habiendo mostrado el Apóstol tanto por la autoridad de Escritura como por el uso humano, que la Ley no podía justificar, aquí plantea dos dudas y las resuelve. La segunda duda la plantea así: Entonces ¿la Ley está en contra de las promesas de Dios? Acerca de la primera hace tres cosas. Primeramente plantea la duda; luego la resuelve: A causa de la transgresión, etc.; y en tercer lugar, explica algo de lo dicho en la solución: Mas no hay mediador, etc. Ahora bien, la duda puede provenir de las premisas de esta manera: si la Ley no podía justificar, ¿luego fue totalmente inútil? Y esta duda la plantea diciendo: Entonces ¿para qué la Ley?, esto es, ¿de qué sirvió la Ley? Y esta puntuación es la que prefiere Agustín, como se ve en la Glosa, y no otra que primero le parecía mejor, para separar de esta manera: ¿Entonces para qué?, para luego decir: La Ley a causa de la transgresión, etc. Duda semejante se plantea en Romanos 3,1: ¿Cuál es, pues, la ventaja de los Judíos?, etc.

En seguida, cuando dice: A causa de la transgresión, resuelve la duda planteada, en lo cual hace cuatro cosas. Primero indica la utilidad de la Ley; segundo, el fruto de la Ley: hasta que viniese el descendiente, etc.; tercero, los ministros de la Ley: promulgada por ángeles; cuarto, de quién era la Ley: por mano de un mediador. Acerca de lo primero débese notar que la antigua Ley fue dada en atención a cuatro cosas, conforme a las cuatro cosas resultantes del pecado que Beda enumera, a saber: en atención a la maldad, a la debilidad, a la concupiscencia y a la ignorancia. Así es que primero se da la Ley para reprimir la maldad, para que prohibiendo y castigando el pecado se retrajeran los hombres del pecado, y esto lo toca diciendo: A causa de la transgresión fue puesta la Ley, esto es, para cohibir las transgresiones; y de esto se dice en 1 Tim 1,9: No se puso la Ley para el justo sino para los injustos. Y la razón de ello se puede tomar del Filósofo (4 Ethic). Porque los hombres bien dispuestos por sí solos se mueven para obrar bien, y les bastan las advertencias paternas, por lo cual no necesitan de la Ley, sino que, como se dice en Romanos 2,14-15: Son para sí mismos ley, teniendo lo que la ley ordena escrito en sus corazones. En cambio, los hombres mal dispuestos necesitan ser retraídos de los pecados por las penas. Y así en cuanto a éstos fue necesaria la firmeza de la Ley, que tiene fuerza para coartar. En secundo lugar se da la Ley para hacer patente la debilidad. Porque los hombres presumían de dos cosas, a saber: de ciencia y de fortaleza. Y por eso Dios dejó a los hombres sin la enseñanza de la Ley, en el tiempo de la ley natural. Durante el cual, mientras caían en errores, se les convenció de su soberbia por falta de ciencia. Pero aún les quedaba la presunción de la fortaleza. Porque decían: No falta quien cumpla, sino que falta quien1 ordene, como se dice en la Glosa sobre aquello de Éxodo 24,7: Haremos fodas las cosas que ha ordenado el Señor y seremos obedientes. Y por eso fue dada la Ley, por la cual vendría el conocimiento del pecado. Porque por la Ley se tiene el conocimiento del pecado (Rm 3,20). Pero tal conocimiento no daba el auxilio de la gracia para evitar los pecados, para que colocado así el hombre bajo la Ley y conociendo por experiencia sus propias fuerzas, reconociera su flaqueza, descubriendo que sin la gracia no podía evitar el pecado, y así anhelara más ávidamente la gracia; y también esta causa se puede desprender de estas palabras, para concluir que la Ley fue dada a causa de las transgresiones que se cumplirían, como hablando de aquella manera en que dice el Apóstol: Se subintrodufo la Ley de modo que abundase el delito (Rm 5,20); lo cual no se debe entender causalmente, sino consecutivamente, porque una vez subintroducida la Ley, abundó el delito y las transgresiones se han multiplicado, mientras la concupiscencia, lejos de ser sanada por la gracia, en aquello que se prohibía más se encendía, y el pecado se hizo más grave por agregársele la violación de la Ley escrita. Y esto lo permitía Dios para que conociendo los hombres su propia imperfección buscaran la gracia del mediador. De aquí que claramente dice: fue puesta, como en debido orden colocada entre la ley de la naturaleza y la ley de la gracia. En tercer lugar, la Ley fue dada para domeñar la concupiscencia del pueblo disoluto, para que sujeto por las diversas ceremonias no cayera ni en la idolatría ni en lascivias. De aquí que dice Pedro (Ac 15,10): Este es un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido soportar. En cuarto lugar, para instrucción de la ignorancia fue dada la Ley como figura de la futura gracia, según aquello de Hebreos 10,1: No teniendo la Ley más que la sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, etc.

En seguida, cuando dice: hasta que viniese el descendiente, etc., esto es, Cristo, sobre quien prometiera Dios que por El serían benditas todas las Naciones. Porque todos los profetas y la Ley hasta Juan pronunciaron lo porvenir, etc. (Mt 2,13). A tu posteridad daré esta tierra (Gen 15,18). Y'señala a los ministros de la Ley diciendo: ordenada, esto es, ordenadamente dada a conocer, por ángeles, a saber, por los nuncios de Dios, Moisés y Aarón. En los labios del sacerdote ha de estar el depósito de la ciencia, y de su boca se ha de aprender la Ley, puesto que él es el1 ángel del Señor de los Ejércitos (Mal 2,7). O bien por los ángeles, esto es, por el ministerio de los ángeles. Vosotros que recibisteis la Ley por ministerio de ángeles, etc. (Ac 7,53). Y fue dada por ángeles, porque la Ley no debía ser dada por el Hijo, el cual es mayor. Pues si la Ley promulgada por los ángeles fue firme, etc. (Hebr 2,2). Dice, pues: ordenada, porque ordenadamente fue dada, a saber, entre el tiempo de la ley natural -en el que los hombres quedaron convictos de que no se podían auxiliar a sí mismos- y el tiempo de la gracia. Porque antes de que recibieran la gracia tenían que ser convencidos por la Ley. Ahora bien, el Señor de la Ley es Cristo. Y por eso dice Pablo: por mano de un mediador, esto es, por la potestad de Cristo. En su mano derecha la ígnea Ley (Deut 33,2). Uno es Dios, y uno también el mediador entre Dios y los hombres, etc. (I Tim 2,5). Este mediador está significado por Moisés, por cuya mano fue dada la Ley. Yo fui en aquel tiempo intérprete y medianero entre el Señor y vosotros, etc. (Deut 5,5).

En seguida, cuando dice: Mas no hay mediador, etc., explica lo que dijera: por mano de un mediador, lo cual se puede entender de tres maneras. De una primera, porque el mediador no es de uno solo, sino de dos. De aquí que como éste es mediador de Dios y del hombre, es necesario que sea Dios y hombre. Porque si fuese puro hombre o tan sólo Dios, no podría ser verdadero mediador. Por lo tanto, si es verdadero Dios, como nadie es mediador de sí mismo, podría parecerle a alguien que por encima de El hay otros dioses de los cuales sea mediador; y esto lo rechaza diciendo: que este mediador, aunque no es de uno solo, no por eso hay otros dioses, sino que Dios es uno solo, porque aun cuando El mismo sea como persona distinto de Dios Padre, sin embargo no es otro en. cuanto a la naturaleza. Escucha ¡oh 1srael!: El Señor Dios nuestro es el solo Señor, etc. (Deut 6,4). Uno es el Señor, etc. (Ef 4,5). De una segunda manera, porque se podría creer que éste sería mediador de los Judíos tan sólo, por lo cual dice: Digo que Cristo es mediador, pero no de uno solo, esto es del pueblo de los Judíos, sino que uno solo lo es de todos, esto es, capaz de reconciliar a todos con Dios, porque El mismo es Dios. Uno solo es el Dios que justificó a la circuncisión por la fe y a los no circuncisos por la fe, etc. (Rm 3,30). Dios era el que reconciliaba consigo al mundo, etc. (2Co 5,19). De una tercera manera, porque no es mediador de un .solo pueblo tan sólo, a saber, del de los Judíos, sino también de los Gentiles. El es la paz nuestra, el que de los dos pueblos ha hecho uno (Ef 2,14). Y esto suprimiendo por parte de los Gentiles la idolatría, y por parte de los Judíos la observancia de la Ley. Ahora bien, de manera especial el mediador es el Hijo, no el Padre, no el Espíritu Santo, y sin embargo Dios es uno solo.

20
(
Ga 3,21-25)

Lección 8: Gálatas 3,21-25

La Ley no se opone a la gracia ni es contra las promesas de Cristo, sino que nos sirvió de ayo para llevarnos a Cristo.

21. Luego ¿la Ley es contra las promesas de Dios? De ninguna manera. Porque si se hubiera dado una Ley capaz de vivificar, realmente la justicia procedería de la Ley.
22. Pero la Escritura lo ha encerrado todo bajo el pecado, a fin de que la promesa, que es por la fe en Jesucristo, fuese dada a los que creyesen.
23. Ai as antes de qué viniera la fe, estábamos bajo la custodia de la Ley, encerrados para la fe que había de ser revelada.
24. De manera que la Ley fue nuestro pedagogo que nos condujo a Cristo, para que por la fe seamos justificados.
25. Mas venida la fe, ya no estamos bajo el pedagogo.

Aquí plantea el Apóstol otra duda: sobre si la Ley daña a la gracia. Y primero plantea la duda, diciendo: Luego ¿la Ley?, etc. Como si dijera: Si la Ley se da a causa de las transgresiones ¿acaso la Ley obra contra las promesas de Dios, de modo que lo que Dios prometió que se haría por el descendiente reiteradamente prometido, por otra cosa lo haría? De ninguna manera. Como diciendo: No. Porque la Ley no anula el testamento para invalidar las promesas, etc. (Sal 3,17). De manera que la Ley es santa, y el mandamiento es santo (Rm 7,12). En segundo lugar, al decir: Porque si se hubiera dado una Ley etc., resuelve la duda. Y primero muestra que la Ley no es contra las promesas de Dios; segundo, que es para servicio de los beneficiarios de las promesas: Pero la Escritura lo ha encerrado todo, etc. Así es que dice que aun cuando la Ley ha sido dada a causa de las transgresiones, sin embargo no es contra las promesas de Dios por no poder suprimir esas mismas transgresiones. Porque si las suprimiera, entonces sería claramente contra las promesas de Dios, porque la justicia se realizaría por un medio distinto del prometido por Dios, porque sería por medio de la Ley y no por la fe, siendo que con todo se dice: Mi justo vive de la fe (Habac 2,4). La justicia la da Dios por la fe en Jesucristo (Rm 3,22). Y por eso dice que si se hubiera dado una Ley de tal naturaleza que fuera capaz de vivificar, esto es, que fuese de tanta virtud que pudiera otorgar la vida de la gracia y la eterna bienaventuranza, entonces realmente y no en apariencia la justicia procedería de la Ley, sí la Ley realizara lo que se dice que realiza la fe, y así sería inútil la fe. Pero la Ley no justifica porque la letra, se entiende que la de la Ley, mata, como se dice en 2Co 3,6. Y en Romanos 8,2 leemos: Porque la Ley del espíritu de vida que está en Cristo Jesús, etc.

En seguida, cuando dice: Pero la Escritura lo ha encerrado todo, etc., muestra que la Ley no sólo no es contraria a la gracia, sino que más bien se dio para su servicio. Y primero muestra que la Ley está al servicio de las promesas de Dios; segundo, de qué modo este servicio se manifiesta en los Judíos: Mas antes de que viniera la fe, etc.; tercero, de qué manera, aun sin la Ley, alcanzaron los Gentiles las promesas de Dios: Porque todos sois hijos de Dios, etc. (Gal 3,26). En cuanto a lo primero débese saber que la Ley sirve a las promesas de Dios en general en cuanto a dos cosas. Primero porque manifiesta los pecados. Por la Ley se nos ha dado el conocimiento del pecado (Rm 3,20). En seguida, porque manifiesta la humana flaqueza en cuanto no puede el hombre evitar el pecado si no es por la gracia, la cual no se daba mediante la Ley. Y así como estas dos cosas, el conocimiento de la enfermedad y la impotencia del enfermo, seriamente inducen a acudir al médico, así también el conocimiento del pecado y de la propia impotencia inducen a buscar a Cristo. Por lo tanto de esta manera la Ley sirvió a la gracia, en cuanto proporcionó el conocimiento del pecado y la experiencia de la propia impotencia. Y por eso dice: la Escritura, esto es, la Ley escrita, lo ha encerrado todo, esto es, mantuvo encerrados a los Judíos bajo el pecado, esto es, les mostró los pecados que cometían. No hubiera advertido la concupiscencia mía (Rm 7,7). También lo encerró todo porque habiéndose dado la Ley hubo para ellos ocasión de pecado. A todos los ha encerrado Dios dentro de la incredulidad, etc. (Rm 1 1,32). Y esto para que el hombre buscara la gracia. Por lo cual dice: a fin de que la promesa, esto es, la gracia reiteradamente prometida fuese dada no sólo a los Judíos, sino a todos los que creyesen, porque aquella gracia podría librar de los pecados, y tal gracia1 es por la fe en Jesucristo.

En seguida, cuando dice: Mas antes de que viniera la fe, etc., invoca la prueba del dicho servicio, manifiesto en los Judíos. Y primero señala el servicio prestado a los Judíos; luego, concluye con cierto corolario: De manera que la Ley fue nuestro ayo, etc. Así es que dice: Si la Escritura, esto es, la ley escrita, mantuvo a todos bajo el pecado, ¿qué utilidad sacaban los Judíos de la Ley ajites de que viniera la fe por la gracia? Responde diciendo: Nosotros los Judíos, antes de que viniera la fe, estábamos bajo la custodia de la Ley, en cuanto nos hacía evitar la idolatría y otros muchos males; estábamos ba¡o custodia, digo, no como libres, sino como siervos ba¡o el temor, y esto bajo la Ley, esto es, bafo el peso y el dominio de la Ley. La Ley no domina sobre el hombre sino mientras éste vive, etc. (Rm 7,1). Y estábamos bajo custodia encerrados, esto es, guardados para que no desapareciéramos de la vida, sino que nos preparáramos para ella, esto es, para la tan buena fe, que nos había de ser revelada. La salvación que yo envío está para llegar y va a revelarse mi justicia (Is 56,1). Y dice: que había de ser revelada, porque como la fe excede a todo ingenio humano, no se puede tener por propia percepción, sino por revelación y don de Dios. Entonces se manifestará la gloria del Señor, etc. (Is 40,5). O bien para aquella fe que había de ser revelada en el tiempo de la gracia, oculta en muchos signos en los tiempos antiguos. Por lo cual en el tiempo de Cristo se rasgó el veío del. templo (Mt 27,51; Marc 15,38).

En seguida, cuando dice: de manera que la Ley fue nuestro ayo, deduce cierto corolario. Y primero muestra el oficio de la Ley; luego, la declaración del oficio:

Mas al venir la plenitud del tiempo, etc. Ahora bien, el oficio de la Ley fue oficio de pedagogo. Y por eso dice: la Ley fue nuestro pedagogo, etc. Porque mientras el heredero no puede obtener el beneficio de la herencia, o bien por falta de edad o de alguna otra perfección necesaria, es protegido y cuidado por algún instructor, que recibe el nombre de pedagogo, de país, paidós, niño, y ago, conducir. Porque los Judíos, como niños sin razón, gracias a la Ley se apartaban del mal por temor a la pena, y se movían al bien por el deseo y la promesa de los bienes temporales. Pues a los Judíos les estaba prometida, la bendición del futuro descendiente que obtendría la herencia, pero aún no llegaba el tiempo de la consecución de esa herencia. Por lo cual era necesario que se conservaran hasta el tiempo del futuro descendiente y se apartaran de las cosas ilícitas, cosa que se lograba por la Ley. Y por eso dice: De manera que la Ley, etc. Como si dijera: Por el hecho de que bajo la Ley estábamos guardados, la Ley fue nuestro pedagogo, o sea, que nos dirigió y guardó para Cristo, en el camino hacia Cristo. Y esto para que fuéramos justificados por la fe de Cristo. Era 1srael un niño, y yo le amé (Oseas 2,1). Me castigaste, Señor, y yo he aprendido (Jerem 31,18). Concluimos que es justificado el hombre por la fe, sin las obras de la Ley (Rm 3,28). Y aunque la Ley fuera nuestro pedagogo, sin embargo no conducía a la perfecta herencia, porque, como se dice en Hebreos 7,19: La Ley no condujo ninguna cosa a perfección. Y su oficio cesó al venir la fe. Y esto lo dice así: Mas venida la fe, la de Cristo, ya no estamos bajo el pedagogo, o sea, bajo coacción, la cual no es necesaria para el libre. Cuando era niño, etc. Pero cuando fui ya hombre hecho, etc. (ICo 13,II).'Si alguno vive en Cristo, es una creatura nueva; lo viejo pasó, etc. (2Co 5,17).


Aquino - A LOS GALATAS 17