Aquino - A LOS GALATAS 37

37
(
Ga 5,24-26)

Lección 7: Gálatas 5,24-26

Concluye que los que siguen al Espíritu de ninguna manera están bajo la Ley porque en la Cruz han fijado todo lo carnal.

24. Contra los tales no hay Ley. Pues los que son de Cristo han crucificado su carne con vicios y concupiscencias.
25. Si vivimos por el espíritu, procedamos también en el espíritu.
26. No nos hagamos ambiciosos de vanagloria, provocándonos mutuamente, recíprocamente envidiándonos.

Habiendo enumerado las obras de la carne y las del espíritu, aquí concluye que quienes siguen al espíritu no están bajo la Ley. Y echa mano de la siguiente prueba: Está bajo la Ley el que está sometido a la Ley, esto es, el que hace las cosas contrarias a la Ley; pero los que obran por el espíritu no hacen obras contrarias a la Ley; luego no están bajo la Ley. Así es que primero muestra su propósito por parte de las obras del espíritu; y en segundo lugar, por parte de las obras de la carne:

Pues los que son, etc. Así es que dice: Digo que los que obran por el espíritu no hacen obras contrarias a la Ley, porque o hacen obras del espíritu, y contra los tales no hay Ley, esto es, contra las obras del espíritu, sino que el espíritu las rige; porque así como la ley exterior rige las obras de las virtudes, así también el espíritu interior es movido por ella (Porque me complazco en la Ley de Dios según el hombre interior: Rm 7,22); o hacen obras de la carne, y éstas no son contrarias a la Ley en quienes obran conforme al espíritu de Dios. Por lo cual dice: Pues los que son de Cristo, esto es, quienes tienen el espíritu de Dios. Si alguno no tiene el espíritu de Cristo, este tal no es de Jesucristo (Rm 8,9). Así es que los que son'de Cristo obran con el espíritu de Dios. Y éstos, digo, han crucificado su carne, etc. Y no dice: evitan los vicios y las concupiscencias, porque el buen médico cura bien cuando receta los remedios contra la causa del mal. Y como la carne es la raíz de los vicios, si queremos evitarlos, es forzoso domeñar la carne. Castigo mi cuerpo y lo esclavizo, etc. (ICo 9,27). Porque la carne se doma mediante vigilias, ayunos y trabajos (Al siervo de mala inclinación azotes y cepo. Enviadle al trabajo para que no esté mano sobre mano: Eccli 33,28); y a estas obras se mueven por la devoción que le tienen a Cristo crucificado, por lo cual claramente dice: han crucificado, o sea, que se conformaron a Cristo crucificado, afligiendo su carne, etc. Nuestro hombre viejo fue crucificado júnto con El, etc. (Rm 6,6). A fin de vivir para Dios estoy clavado en la cruz júntamente con Cristo (Gal 2,19). Pero como no crucifican la carne destruyendo la naturaleza, porque nadie odia su propia carne, como se dice en Efesios 5,29, sino en cuanto a las cosas que contrarían a la Ley, por eso dice: con vicios, esto es, con los .pecados, y concupiscencias, esto eslías pasiones por las que se inclina el alma a pecar. Porque no crucifica en verdad su carne quien todavía no les quita su lugar a las pasiones. O, de otra manera, como la razón no siempre está alerta para evitar los pecados, como es necesario, puede a veces caer. No te dejes arrastrar de tus pasiones, y refrena tus apetitos (Eccli 18,30). No busquéis cómo contentar los antojos de vuestra sensualidad (Rm 13,14).

En seguida, cuando dice: Si vivimos por el espíritu, etc., señala el tercer beneficio del Espíritu Santo, el cual confiere la vida. Y primero indica el beneficio del espíritu de Dios; luego, excluye los vicios del espíritu del mundo: No nos hagamos ambiciosos, etc., contándose entre los destinatarios de su carta: Digo que debemos proceder por el espíritu, porque también por él vivimos y no por la carne. Somos deudores, no a la carne para vivir según la carne (Rm 8,12). Así es que si vivimos por el espíritu, en todo debemos obrar por él mismo. Porque así como en la vida corporal no se mueve el cuerpo sino por el alma por la cual vive, así también en la vida espiritual, cada uno de nuestros movimientos debe ser por el Espíritu Santo. El espíritu es quien da la vida (Jn 6,64). En El vivimos, nos movemos y somos (Ac 17,28). Y para que no se piense que lo que se dice sobre el espíritu se refiere al espíritu del mundo, del cual se dice en 1Co 2,12: Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo; por eso, esto lo toca consiguientemente, diciendo: No nos hagamos ambiciosos, etc. En lo cual excluye tres cosas propias del espíp'tu del mundo, a saber: la vanagloria, la irascibilidad y la envidia; tres cosas a las cuales se les puede aplicar convenientemente el nombre de. espíritu. Porque espíritu significa cierta inflamación. Y según esto se les dice espíritus vanos a los que están inflamados por una gloria vana. El ímpetu de los poderosos es como un torbellino que hace bambolear una pared (Is 25,4).

Y en cuanto a esto dice: No nos hagamos ambiciosos de vanagloria, esto es, de la gloria del siglo. Porque como es vano lo que ni sólidamente se asienta ni en verdad se fortifica, ni para nada bueno se desea, por todo esto la gloria de este mundo es vana, por ser caduca y carente de solidez. Toda carne es heno (Is 40,6). Y por ser falsa. Y no os amedrenten los fieros del hombre pecador, porque su gloria no es más que basura y gusanos (I Macab 2,62). La verdadera gloria, en cambio, está en los bienes propios del hombre, que son los bienes espirituales, y tal gloria la tienen los santos. Toda nuestra gloria consiste en el testimonio que nos da nuestra conciencia, etc. (2Co 1,12). Y porque es inútil e infructuosa. Porque por mucha que sea la gloria que alguien tenga por el testimonio de las gentes del siglo, no por esto puede alcanzar su fin, que no se consigue sino por el testimonio de Dios. El que se. gloría, gloríese en el Señor (ICo 1,31). Mas no dice: No tengáis gloria vana, sino no nos hagamos ambiciosos, porque a veces la gloria sigue a quienes de ella huyen, y aun cuando sea necesario aceptarla, no por eso debe ser amada. Significa también cierta impetuosidad. El ímpetu de un hombre arrebatado, ¿quién podrá soportarlo? (Prov 27,4). También significa iracundia. Y en cuanto a esto dice: provocándonos mutuamente, es claro que al pleito, al litigio, o a otras cosas ilícitas. Andemos, etc., no en contiendas y envidias (Rm 13,13). Es también espíritu de tristeza, del cual se dice en los Proverbios (17,22): Deseca los huesos la tristeza de espíritu. Y en cuanto a esto dice: recíprocamente envidiándonos (La envidia es carcoma de los huesos: Prov 14,30). Y la razón de ello es que la envidia aumenta sola a la vista del bien.

CAPITULO 6

38
(
Ga 6,1-5)

Lección 1: Gálatas 6,1-5

Muestra de qué manera se deben portar ios superiores con los inferiores que delinquen y también con los iguales, enseñando que suavemente deben ser reprendidos los que yerran.

1. Hermanos, si alguien cayere por sorpresa en alguna falta, vosotros que sois espirituales instruid al tal con espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
2. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo.
3. Pues si alguien piensa que es algo, siendo nada, él mismo se engaña.
4. Mas pruebe cada cual su propia conducta, y tendrá así en sí solo gloria, y no en otro.
5. Porque cada uno llevará su propia carga.

Habiendo puesto el Apóstol a los Gálatas en el conocimiento de la verdad en cuanto a las cosas divinas, aquí lo hace en cuanto a las cosas humanas, instruyéndoles sobre cómo deben portarse con los demás hombres. Y primeramente cómo han de tratar a los rectos; luego, de qué manera a los malos: Mirad qué carta os he escrito con mi propio, puño (Gal 6,2). Acerca de lo primero hace tres cosas. La primera, de qué manera deben tratar los superiores a los inferiores; la segunda, cómo los iguales entre sí: Sobrellevad ios unos ías cargas de los otros, etc.; la tercera, cómo los inferiores a los superiores: Asista de todos modos con sus bienes al que le instruye (Gal 6,6). Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, dar la admonición; la segunda, indicar la razón de la admonición: mirándote a ti mismo, etc. Porque como mucho había hablado de pecados, no fuera alguien limpio de pecado a encolerizarse con los pecadores, les predica la mansedumbre y la misericordial, diciendo: Hermanos, si alguien cayere por sorpresa, etc. En lo cual hay tres, cosas que constituyen la admonición. La primera, la falta por descuido. 'Porque los que pecan por malicia son menos dignos de excusa. Como de propósito se alejaron de él (Jb 34,27). En cambio, cuando alguien es sorprendido por las tentaciones e inducido a pecar, más fácilmente se le debe conceder el perdón, por lo cual dice: si alguien cayere por sorpresa, etc., esto es, por imprevisión, y que caiga por descuido, de modo de no poderlo evitar. La segunda es un corto número de pecadores. Porque algunos pecan por costumbre. Perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre y más sangre, etc. (Os 4,2). Y contra éstos hay que obrar con más severidad. Y esto lo excluye diciendo: en alguna falta, queriendo decir que no se trata de los que pecan por costumbre diariamente. La tercera es la calidad de los pecados. Porque algunos pecados consisten en una .transgresión, y otros en una omisión. Y más graves son los primeros que los segundos, porque aquéllos se oponen a preceptos negativos, que obligan siempre y en todas circunstancias; y los otros se oponen a preceptos afirmativos, que como no siempre obligan, no se puede saber de una manera precisa cuándo obligan. Por lo cual se dice en el Salmo 18,13: ¿Quién es el que conoce sus yerros? Y en cuanto a esto dice: falta. O bien, según la Glosa, falta es el pecado por ignorancia. Así es que con estas premisas, aconseja la misericordia a los que corrigen, y éstos son los espirituales, a los cuales corresponde la corrección. Por lo cual dice: vosotros que sois espirituales enderezad al tal. - El hombre espiritual lo juzga todo, y él no es juzgado por nadie (ICo 2,15). Y la razón de esto es que tiene un juicio recto acerca de todas las cosas, porque con relación a cada una está rectamente'dispuesto, así como quien tiene sano el sentido del gusto, rectamente juzga de sabores; y solamente el espiritual está bien dispuesto sobre lo que se debe hacer, por lo cual solamente él juzga correctamente. Pero como el nombre de espíritu designa cierta severidad e impulso, según aquello de Is 25,4: El ímpetu de los poderosos es como un torbellino que hace bambolear una pared, etc.; sin embargo, no se debe pensar que los varones espirituales sean excesivamente rígidos al corregir. Porque esta clase de espíritu es propio de este mundo; y en cambio el Espíritu Santo produce en el hombre cierta suavidad y dulzura. ¡Oh, cuan benigno y suave es, oh Señor, tu espíritu en todas las cosasi (Sab 12,1). Por lo cual dice: con espíritu de mansedumbre. El justo me corregirá y reprenderá con misericordia (Ps 140,5). Contra lo que dice de algunos Ezequiel 34,4: Dominabais sobre ellas con aspereza y con prepotencia. Dice, pues: instruid, y no dice corregid, porque habla de los que pecan por ser sorprendidos, los cuales necesitan de instrucción; o bien porque todo el que peca es un ignorante. Errados van los que obran el mal (Prov 14,22). Y agrega la razón de la admonición, diciendo: mirándote a ti mismo, etc.; como si dijera: Hágase tal como dije, porque eres frágil. Porque mientras estemos en esta vida mortal, inclinados estamos a pecar. Y nada quebranta tanto la severidad del hombre al corregir como el temor de su propia caída. Juzga del genio de tu prójimo por el tuyo (Eccli 31,18).

En cuanto a cómo deben portarse respecto a los iguales, dice: Sobrellevad los unos las cargas de los otros, etc. Y primero hace la admonición; y luego da su razón: y así cumpliréis, etc.j finalmente excluye la 'excusa de cumplir con ella: Pues si alguno piensa que es algo, etc. Y amonesta para que mutuamente se sobrelleven, diciendo: Sobrellevad los unos las cargas de los otros. Y esto triplemente. De un modo, tolerando pacientemente el defecto corporal o espiritual del otro. Y así nosotros, como más fuertes, debemos soportar, etc. (Rm 15,1). De otro-modo, socorriéndose mutuamente en las necesidades, etc. Caritativos para aliviar las necesidades de los santos (Rm 12,13). De un tercer modo, satisfaciendo con oraciones y buenas obras por la pena que otro deba (El hermano que es ayudado de su hermano es como una plaza fuerte: Prov 18,19). Y la razón de la admonición es el cumplimiento de la Ley de Cristo, cumplimiento que equivale a la caridad. El amor es la plenitud de la Ley (Rm 13,10). Por lo cual dice: Y así cumpliréis la ley de Cristo, esto es, con la caridad. Ahora bien, se dice que la caridad es de manera especial la ley de Cristo por triple razón. Primera, porque por la caridad se distingue la ley nueva de la ley antigua; porque ésta es de temor, y aquélla es de amor. Por lo cual dice Agustín: La diferencia entre la antigua ley y la nueva no es sino la que hay entre el temor y el amor. La segunda, porque por la caridad de manera especial promulgó Cristo su ley. Por aquí conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor unos a otros (Jn 13,35); y también: Un nuevo mandamiento os doy: que os améis los unos a los otros (Jn 13,33). La tercera es que con la caridad misma cumplió Cristo, y nos dejó ejemplo de cómo cumplir con ella. Porque por caridad El mismo cargó con nuestros pecados. El mismo tomó sobre sí nuestras dolencias (Is 53,4). El es el que llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (1P 2,24). En el seno las ¡leva (Is 40,2). Por lo tanto, de tal manera debemos ¡levar las cargas los unos de los otros por caridad, que así cumplamos con la ley de Cristo. Ahora bien, el impedimento para cumplir con tal admonición es la soberbia. Por lo cual para hacerla a un lado dice: Pues si alguien piensa, etc. Y primero condena la soberbia misma; luego, muestra la manera de evitarla: Mas examine cada cual su propia conducta, etc.; y en tercer lugar, da la razón de evitarla: Porque cada uno llevará su propia carga. Así es que dice: Haced como dije. Pero ocurre que algunos no llevan la carga de los otros porque se prefieren a los demás. En efecto, decía el fariseo: No soy como los demás hebreos, etc. (Lc 18,1 1). Por lo cual dice: Pues si alguien piensa que es algo, esto es, si en su mente soberbiamente juzga que es algo grande en comparación con los que pecan,, siendo nada por sí mismo, porque si algo somos es tan sólo por la gracia de Dios, según aquello del Apóstol: Por la gracia de Dios soy lo que soy (ICo 15,10), yo digo que él mismo se engaña, esto es, de la verdad se separa. Todas las naciones son en presencia suya como si no fueran (Is 40,17). Después que hubiereis hecho todas las cosas que se os han mandado, habéis de decir: Somos siervos inútiles, etc. (Lc 17,10).

Ahora bien, el remedio para evitar la soberbia es la consideración de los propios defectos. Porque por considerar uno los defectos ajenos y no los propios, piensa ser algo en comparación con los demás, en los que resaltan sus defectos, y no considerando ios propios se ensoberbece. Por lo cual dice: Su conducta, a saber, la interior y la exterior, la propia', pruébela, esto es, examínela diligentemente cada cual. Examínese a sí mismo el hombre, etc. (ICo 1 1,28). Y así en sí solo, esto es, en propia conciencia, tendrá gloria, o sea, que se gloriará y se gozará. Toda nuestra gloria consiste en el testimonio que nos da la conciencia (ICo 1,12). - Y no en otro, esto es, no en la alabanza de los demás; o bien, de esta manera, en sí, esto es, por las cosas que son de él mismo, tendrá gloria: se gloriará en la consideración de sí mismo, y no en otro, o sea, no por la consideración de los demás. Con gusto me gloriaré de mis flaquezas, etc. (2Co 12,9). O bien en sí mismo, esto es, en Dios que en él habita, se gloriará o tendré su gloria, y no en otro que no sea Dios. El que se gloría, gloríese en el Señor (2Co !0,17; 2Co 1,31). Y débese evitar la soberbia, por el premio o la pena que a cada cual se le habrá de asignar por mérito o por demérito. Por lo cual dice: Porque cada uno llevará su propia carga. Lo cual parece contrario a lo que dijera: Sobrellevad los unos las cargas de los otros. Pero débese saber que en esto habla del peso de las flaquezas que se ha de soportar, el cual debemos mutuamente .cargar; y en lo otro habla de la carga de la cuenta que se ha de rendir, cosa que cada quien cargará por sí solo, ya sea el peso del premio, ya sea el de la pena. Porque la carga es a veces en verdad un peso de pena, y a veces significa un peso de premio. Las aflicciones, tan breves y tan ligeras de la vida presente, nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria (2Co 4, ¡7). Dad al varón justo la enhorabuena, porque él comerá del fruto de sus obras. ¡Ay del impío maléfico!, porque se le pagará según merecen sus acciones (Is 3,10). Ahora bien, si se dice que hay quienes tienen que dar cuenta de otros, por ejemplo, los prelados por los súbditos, según aquello de Ezequiel 3,18: Yo te pediré a ti cuenta de su sangre; y según Hebr 13,17: Obedeced a vuestros prelados y estadles sumisos, ya que ellos velan, como que han de dar cuenta de vuestras almas, no es en contra de lo antes dicho por el Apóstol, porque no son castigados por los pecados de los súbditos, sino por los propios, los que cometieron en la guarda de los súbditos. Así es que se deben evitar la soberbia y todo pecado, porque cada quien presenta a Dios en el día del juicio su propia carga, esto es, la medida de su gracia, como cuerpos de ejército de buenas obras (Al presentarse vendrán con gran gozo: Ps 125); y esto en cuanto a los buenos; o bien llevará su carga, esto es, la pena por su propio pecado.

39
(
Ga 6,6-10)

Lección 2: Gálatas 6,6-10

A los superiores que les enseñan complazcan los inferiores sirviéndoles con prontitud, con perseverancia y haciéndoles participar de sus bienes.
6. El que es enseñado en la Palabra, comparta todos los bienes con el que le instruye.
7. No os engañéis: de Dios nadie se burla.
8. Porque lo que el hombre sembrare también eso cosechará. Pues el que siembra en su carne, dé la carne cosechará también corrupción. Mas el que siembra en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.
9. No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo cosecharemos si no desmayamos.
10. Por tanto, mientras tenemos tiempo, hagamos bien las cosas, y mayormente a los familiares en la fe.

Habiendo mostrado el Apóstol cómo deben portarse los superiores con los inferiores, y los iguales entre sí, aquí enseña de qué manera deben portarse los inferiores con los superiores, diciendo que los inferiores deben servir y complacer a los superiores. Y acerca de esto hace tres cosas. La primera, amonestarlos para' que les sirvan con prontitud; la segunda, amonestarlos para que les sirvan con perseverancia: No nos cansemos, pues, de hacer el bien, etc.; la tercera, recomendarles que les den de sus bienes: Por íanio, mientras tenemos tiempo, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, hacer la admonición del servicio; la segunda, excluir toda excusa: No os engañéis, etc. Así es que dice: Arriba se di'fo de qué manera deben portarse los superiores con los inferiores, a saber, corrigiendo e instruyendo con suavidad; mas ahora falta ver cómo debe complacer el inferior al superior, por lo cual dice: Comparta todos los bienes ei que es enseñado, o sea, quien es instruido en ia palabra de Dios, con el que !e instruye, con su maestro. Digo que comparta con él todos ios bienes. Pero débese notar que de dos maneras puede el discípulo compartir los bienes con su maestro. La primera, recibiendo los bienes del maestro, y así dice: comparta todos los bienes con el que le instruye, esto es, que haga también suyo lo que es del maestro, siendo como él. Sed, pues, imitadores míos (ICo 2,1). Pero como sucede que a veces no todo lo hacen bien los doctores, en esto no deben ser seguidos. Por lo cual agrega: todos los bienes. - Haced todo lo que os dijeren; pero no arregléis vuestra conducta por la suya (Mt 24,3). La segunda, compartiendo sus propios bienes con el maestro. Porque esto es preceptuado por el Señor en la Primera a los Corintios (9,14), donde dice: Los que predican el Evangelio, vivan del Evangelio. Por lo cual dice San Mateo (10,10): Merecedor es el operario de su sustento. Y en San Lucas 10,7 leemos: El que trabaja merece su recompensa. Y el Apóstol dice 1Co 9,2): Si hemos sembrado entre vosofros bienes espirituales, etc. Por lo cual dice aquí: Comparta, etc., esto es, el enseñado con el enseñante todos los bienes que tenga, porque también los temporales son ciertos bienes. Corno queráis, y me escuchéis, comeréis de los bienes de la tierra (Is 1,19). Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, etc. (Mt 7,1 i). Y dice todos, porque no sóío debe socorrer al pobre, sino que también el juicio, y el consejo, y el poder, y cuanto tenga debe en general ponerlo a disposición del prójimo. Comunique cada cual al prójimo la gracia,' según la haya recibido, como buenos dispensadores de los dones de Dios (1P 4,10). De esta dispensación se dice en Romanos 12,13: Caritativos para aliviar las necesidades de los santos; y en el Eclesiástico 14,16: Da y recibe.

En seguida, cuando dice: No os engañéis, etc., rechaza la excusa; y primero la rechaza y luego da la razón de ello: Porque lo que ei hombre sembrare, etc. Así es que dice: No os engañéis: de Dios nadie se burla. Lo cual puede entenderse ciertamente de dos maneras según las dos exposiciones ya enunciadas. Según la primera, así:1 Tú dices que debemos ser como los doctores también en lo relativo a las buenas acciones: pero yo no puedo imitarlos sino en las cosas que hacen; y como no veo en ellos sino cosas malas, luego debo imitarlos en lo malo. Pero esto lo rechaza diciendo: No os engañéis: de Dios nadie se burla. Y es un error decir tal cosa. Porque lo malo que haya en los prelados no nos excusa. Porque no estamos obligados a seguir ningún ejemplo sino en los actos en los que se imita a Cristo, que es el pastor sin pecado, por lo cual muy claramente dice El: Yo soy el buen pastor, etc. (Jn 10,1 1). Y el Apóstol (ICo 4,16 y 1Co 1 1,1) dice: Sed imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo; como si dijera: 1mitadme a mí en las cosas en que yo imito a Cristo. Aun cuando por los pecados de los prelados os excuséis delante de los hombres, sin embargo, de Dios no os burláis, o sea, que no se le puede engañar. ¿Será engañado, como lo sería un hombre con vuestras supercherías? (Jb 13,9). Por lo cual se dice en Proverbios 3,34: Se burlará de los burladores. Y conforme a la segunda exposición, esto se entiende así: Mas podrían decir: Pobres somos, nada tenemos que podamos dar. Pero esto lo excluye diciendo: No os engañéis, esto es, nadie se crea en vano excusado alegando pobreza. De Dios nadie se burla, esto es, no puede ser engañado. Porque conoce nuestros corazones, y no ignora nuestras capacidades. Una excusa verosímil puede engañar a los nombres y aplacarlos; pero a Dios no se le puede engañar. La razón de ello la da, diciendo: Porque lo que el hombre sembrare, etc. Y primero en general, y luego en especial: Pues el que siembra, etc. Así es que dice conforme a la primera exposición: En verdad erráis creyendo tal cosa, porque Dios da a cada quien por los méritos propios. Porque lo que el hombre sembrare eso mismo cosechará, o sea, que según sus obras, buenas o malas, pequeñas o grandes, será premiado o castigado. Y conforme a la segunda exposición: Las cosas que el hombre sembrare, esto es, según sus buenas obras, pequeñas o grandes, y según su calidad, y según su cantidad, será premiado. Quien escasamente siembra, cosechará escasamente, etc. (2Co 9,6).

Y de ello da la razón especialmente diciendo: Pues el que siembra en su carne, etc. Razón ésta que tiene dos partes, según dos siembras: la de la carne y la del espíritu. Así es que primero trata de la siembra de la carne. A este propósito se debe decir qué cosa es sembrar en la carne. En segundo lugar, qué cosa es cosechar de ia carne la corrupción. Sembrar en la carne es obrar por el cuerpo o por la carne, como si dijera: Yo mucho gasté en este hombre, muchas cosas hice por él. Así es que en la carne siembra el que las cosas que hace, aun las que parecen buenas, las hace para fomento y utilidad de la carne. Y se dice y se infiere que de la carne se cosecha corrupción, porque la semilla fructifica cuando mas según la condición de la tierra. Y así vemos que en algunas tierras la semilla del trigo degenera en silígine o en alguna otra variedad. Y la condición de la carne es ser corruptible, por lo cual al que siembra en la carne, esto es, a quien en ella pone su preocupación y sus obras, es necesario que se le corrompan y perezcan esas mismas obras. Toda la obra corruptible ha de perecer finalmente (Eccli ¡4,20). Si viviereis según la carne, moriréis (Rm 8,13). En segundo lugar trata de la siembra del espíritu, diciendo: Mas el que siembra en el espíritu, esto es, quien ordena toda su actividad y su mente al servicio del espíritu, por la fe y la caridad al servicio de la Justicia, cosechará ciertamente del espíritu conforme a su condición. Y la condición del espíritu es ser el agente de la vida. El espíritu es quien da la vida (Jn 6,64). Y no cualquier vida, sino la vida eterna, por ser inmortal el espíritu, por lo cual del espíritu se cosecha la vida eterna.- Para el que siembra la justicia la recompensa es segura, porque nunca se seca (Prov 2,18).* Pero debemos observar que cuando trata de la siembra de la carne dice: en su carne, porque la carne es en nosotros de nuestra misma naturaleza; y en cambio cuando habla de la siembra del espíritu, no dice: en su espíritu, porque el espíritu no está en nosotros por nosotros mismos, sino por Dios.

* Traduzco este texto tal como lo trae Sto. Tomás: Seminanti justitiam merces fidelis, quia nunquam desiccatur.-La Vulgata sólo dice: Seminanti autem justitiam merces fidelis. (S. A.)

A continuación, cuando dice: No nos cansemos, pues, de hacer el bien, aconseja la perseverancia en el ministerio, porque no sólo hoy sino siempre debemos hacer el bien: ¡o cual se puede referir a las cosas que ya se han dicho, sobre los superiores y los iguales, como si dijera: Ya seamos prelados respecto a súbditos, ya iguales con los iguales, ya súbditos respecto a los prelados, no nos cansemos de hacer el bien, obrando el bien, para que no nos falte qué cosechar. Todo cuanto pudieres hacer, hazlo sin perder tiempo (Eccle 9,10). Estad firmes y constantes (ICo 15,58). Y no hay que desmayar por culpa nuestra, porque esperamos una remuneración eterna e indeficiente. Por lo cual agrega: porque a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Con razón dice San Agustín: Si el hombre no se aplica a dar fin a la obra, tampoco Dios se preocupará por remunerarnos. Estos irán a la vida eterna (Mt 25,46). Pero observemos que dice que a su tiempo, así como ei agricultor no recoge al instante el fruto de lo que siembra, sino en el tiempo debido. Mirad cómo el labrador, con la esperanza de recoger el precioso fruto de la tierra, aguarda con paciencia las lluvias temprana y tardía (Sant 5,7). De esta recolección se dice en 2Co 9,6: El que siembra en bendiciones, de bendiciones cosechará la vida eterna.

En seguida, cuando dice: Por tanto, mientras tenemos tiempo, etc., amonesta a servirnos mutuamente, diciendo: Porque cosechamos si no desmayamos, luego mientras tenemos tiempo, o sea, en esta vida, que es el tiempo de sembrar, Conviene que Yo haga las obras de Aquel que me ha enviado, mientras dura el día; viene la noche, etc. (Jn 9,4). Todo cuanto pudieres hacer, hazlo sin perder tiempo, puesto que ni obra, ni pensamiento, ni sabiduría, ni ciencia ha lugar en el sepulcro, hada el cual vas corriendo (Eccle 9,10). Digo que mientras tenemos tiempo hagamos el bien, y a todos1, a saber, a los hombres, que se nos unen en la divina semejanza, en cuanto todos estamos hechos a la imagen de Dios.

Objeción. Se dice en el Eclasiástico (12,5): Sé liberal con el hombre de bien, y no apoyes al pecador. Luego no debemos hacerles el bien a todos.

Respuesta. Débese decir que en el pecador hay dos cosas: la naturaleza y la culpa. Y debe ser amada en él la naturaleza, y auxiliada, aun tratándose del enemigo. Amad a vuestros enemigos (Mt 5,44). Mas debe ser repudiada en él la culpa. Así es que se dice: Sé liberal con el hombre de bien, y no apoyes al pecador, para que al pecador no le ayudes por ser pecador sino por ser hombre. Por lo cual dice Agustín: No seas indiferente para juzgar ni inhumano para ayudar. Condenemos, pues, en los malos, su propia iniquidad, y compadezcamos en ellos la común condición. Pero como no podemos hacerles el bien a todos, agrega Pablo el orden de hacer el bien: y mayormente a los familiares en la fe, que no sólo son semejantes a nosotros por la naturaleza, sino que también nos están unidos en la fe y. la gracia. No sois extraños, ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y domésticos de Dios (Ef 2,19). Luego con todos hay que usar de misericordia, pero en primer término con los justos, que lo son por la fe; porque en la Primera a Timoteo (5,8), dice el Apóstol: Si hay quien no mira por los suyos, mayormente si son de la familia, este tal negado ha la fe. y es peor que un infiel.

Pero aquí surge la duda de si será lícito amar más al uno que al otro.

Sobre esto débese saber que de dos maneras se puede decir que el amor es mayor o menor. De una primera, por el objeto; de la otra, por la intensidad del acto. Porque amar a alguien es desearle el bien. Así es que puede uno querer más a alguien que a otro, o porque se le desea a aquél un mayor bien, lo cual es el objeto del amor, o porque quiere más para él el bien, esto es, por un amor más intenso. En cuanto a lo primero, todos debemos amar de manera igual, porque para todos debemos desear el bien de la vida eterna. Pero en cuanto a lo segundo, no es necesario que todos amemos de manera igual, porque como la intensidad del acto es consecuencia del principio de la acción, y el principio del amor es la unión y la semejanza, más intensamente y mejor debemos amar a los que nos están más unidos y nos son más semejantes.

40
(
Ga 6,11-13)

Lección 3: Gálatas 6,11-13

Les dice a los Gálatas de qué modo deben portarse con los herejes y los falsos hermanos, que falsificaban las cartas, y les hace patente cómo han de conocer sus propias letras.

11. Mirad con qué grandes letras os escribo de mi propia mano.
12. Porque todos los que quieren agradar según la carne os obligan a circuncidaros, tan sólo por no padecer persecución por la cruz de Cristo.
13. Porque tampoco los que se circuncidan guardan la Ley, sino que quieren que vosotros os circuncidéis para gloriarse en vuestra carne.

Habiendo amonestado el Apóstol a los Gálatas sobre cómo portarse con los hombres rectos y justos, aquí les enseña cómo se deben conducir con los herejes y perversos. Y primero dice cómo ha escrito su admonición; luego, agrega la propia admonición: Porque todos los que, etc. Acerca de lo primero débese saber que los herejes acostumbraban adulterar y falsificar las escrituras canónicas, aun sin mezclar alguna cosa que supiera a herejía. Y en atención a esta costumbre el Apóstol tenía el cuidado, cuando escribía algo contra ellos, de escribir al final de la carta alguna cosa que no pudiera ser adulterada, y así les constara que procedía de él con toda seguridad, como dice en la Primera a los Corintios (16,21): La salutación de mí, Pablo, va de propio puño. Porque, dictando él, hacía que otro escribiera sus cartas, y luego, al final, algo agregaba de su propia mano. Y conforme a esta costumbre, lo que sigue desde este lugar lo escribió Pablo con su propia mano. Por lo cual dice: Mirad con qué grandes letras os escribo de mi propia mano, para que lo antes dicho más firmemente lo mantengáis, para que con la certeza de haberos enviado yo esta carta, mejor la obedezcáis. Por lo tanto, los prelados deben escribir con su propia mano, para que lo que enseñen de palabra y por escrito lo muestren como regla. Por lo cual se dice en Is 49,16: En mis manos, esto es, en mis obras, te llevo yo tatuada. En el Éxodo (31,18 y 32,15), de Moisés se dice que bajó del monte llevando dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios. Mas agrega la admonición, diciendo: Porque todos los que quieren agradar, etc. Y primero descubre la intención de los seductores; luego, muestra serles contraria su propia intención: A mí líbreme Dios de gloriarme sino en la cruz, etc. (Gal 6,14); finalmente, agrega su admonición a los súbditos: Sobre todos cuantos siguieren esta norma, etc. (Gal 6,16). Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, descubrir la mala intención de los seductores; la segunda, demostrar lo que dice: Porque tampoco los que se circuncidan guardan la Ley, etc.

Acerca de lo primero señala un hecho y dos intenciones con mutua ordenación. El hecho era el de los que inducían a la circuncisión y que con esto se proponían dos cosas. La una por la otra, a saber, para agradar con ello a los Judíos, por el mérito de introducir en la 1glesia de los Gentiles las observancias carnales de la Ley; y esto lo expresa así: Porque todos los que quieren agradar, es claro que a los Judíos infieles, según la carne, esto es, con las observancias carnales, ésos os obligan a circuncidaros, no con una coacción absoluta, sino como partiendo de una condición necesaria, diciendo: Porque si no os circuncidáis, no podréis ser salvos, como se dice en los Hechos (15,1). Pues con esto buscaban tener luego cierta seguridad. Porque los Judíos perseguían a los discípulos de Cristo por la predicación de la cruz. Nosotros predicamos a Cristo crucificado (ICo i,23). Porque por la predicación de la cruz abandonaban las prescripciones legales. Porque si juntamente con la cruz de Cristo predicaran los Apóstoles que se debían guardar dichas prescripciones, ninguna persecución promoverían los Judíos contra los Apóstoles. Por lo cual decía: En cuanto a mí, hermanos, si yo predico aún la circuncisión, ¿por qué soy todavía perseguido? (Sal 5,1 1). Así es que para no ser perseguidos por los Judíos predicaban como necesaria la circuncisión. Por lo cual dice: Y también esto no lo hacen sino por esto otro: por no padecer persecución por la cruz de Cristo, la que se sufre por la cruz de Cristo. O también lo hacían para evitar la persecución no sólo por parte de los Judíos, sino también de los Gentiles infieles. Porque los Emperadores Romanos Octavio Augusto y Calígula habían promulgado leyes para que dondequiera que estuvieren los Judíos, guardasen sus ceremonias propias con su rito propio. Por lo cual, quien creyera en Cristo y no fuera circunciso, quedaba sujeto a las persecuciones tanto de los Gentiles como de los Judíos. Así es que para no ser inquietado por la fe de Cristo, y vivir tranquilamente, los obligaban a circuncidarse, según se dice en la Glosa. Pero como los seudo-hermanos podrían decir que no por este motivo inducían a la crcuncisión, sino tan sólo por el celo de la Ley, haciendo esto a un lado, prueba el Apóstol así lo que dijera: Porque tampoco los que se circuncidan guardan la Ley, efe. Porque es claro que si por el celo de la Ley inducían a algunos a guardar sus observancias, exigirían también el cumplimiento de la Ley en todo lo demás. Pero ni los que son circuncidados, ni los falsos hermanos, en los demás puntos, a saber, en los de moral, que son superiores en la Ley y en las demás observancias, la guardan (Ninguno de vosotros observa la Ley: Jn 7,19); así es que no por celo de la Ley exigían la circuncisión. La circuncisión sirve, si observas la Ley (Rm 2,25). Pero quieren que vosotros os circuncidéis para en vuestra carne, esto es en vuestra circuncisión carnal, gloriarse entre los Judíos, por el mérito de hacer muchos proséltos. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritasi porque andáis girando por mar y tierra para hacer un prosélito, etc. (Mt 23,15).


Aquino - A LOS GALATAS 37