Tomas Aq. - Romanos 45

Lección 4: Romanos 9,19-23

45
075 (
Rm 9,19-23)


Se resuelve la cuestión de la causa de los bienes y de los males por cuanto todas las cosas se subordinan a la divina voluntad, y a la vez se dilucida por qué a unos Dios los predestina y a otros los reprueba, y por qué a éste lo salva y al condenado lo abandona.

19. Pero tú me dirás: ¿pues cómo es que sé queja? Porque ¿quién puede resistir a su voluntad?
20. ¡Oh, hombrel ¿quién eres tú para reconvenir a Dios?
21. ¿Acaso dice el vaso de barro al que le modeló: por qué me has hecho así? ¿O es que el alfarero no tiene derecho sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honor y otro para uso vil?
22. ¿Qué, pues, si Dios, queriendo manifestar su ira y dar a conocer su poder, sufrió con mucha longanimidad los vasos de ira, dispuestos para la perdición,
23. a fin de manifestar las riquezas de su gloria en vasos de misericordia que El preparó para la gloria?

Habiendo dado la solución de la anterior cuestión, aquí presenta el Apóstol una objeción contra esa misma solución, y principalmente contra la última conclusión en la que se dijo: de quien quiere tendrá misericordia, y a quien quiera le endurecerá. Así es que primero pone la objeción; luego, la solución: ¡Oh hombre, ¿quien eres tú?, etc. Así. es que primero dice: Dicho está que Dios de quien quiere tendrá misericordia y al que quiere endurece. Pero tú me dirás: ¿pues cómo es que se queja?, esto es, ¿qué más hay que investigar de la condición de los buenos y de los malos de que aquí se trata, si todas las cosas se atribuyen a la voluntad divina, la cual es la causa eficiente a la cual nada le puede resistir? De donde se sigue: Porque ¿quién puede resistir a su voluntad?-Me propuse en mi corazón inquirir e investigar curiosamente acerca de todas las cosas que suceden debajo del sol (Ecle 1,13). O bien de otra manera: ¿cómo es que se queja?, esto es, se lamenta Dios de los hombres cuando pecan, según Is 1,2: He criado hijos, y los he engrandecido, y ellos me han menospreciado, etc. Por lo cual se ve que no hay lugar a una queja justa porque todo procede de la voluntad de El, a quien nada le puede resistir. Por lo cual agrega: ¿quién puede resistir a su voluntad? O bien de otra manera: ¿Cómo es que se queja? es claro que del hombre para que haga el bien y evite el mal. ¡Oh hombre, yo te mostraré lo que conviene hacer y lo que el Señor pide de ti (Miq 6,8). Porque inútilmente se le pide a alguien lo que le sea imposible. Y por lo visto nada puede el hombre hacer si todo se le atribuye a la voluntad divina, a la cual no se puede resistir. Se sigue la pregunta: Porque ¿quién puede resistir a su voluntad? Como si dijera: nadie. No hay quien pueda resistir a tu voluntad (Ester 13,9). Y parece ser esto lo que piensa el Apóstol.

En seguida, cuando dice: ¡Oh hombre, ¿quién eres tú?, etc., responde a la anterior cuestión. Para entender su respuesta se debe considerar que acerca de la elección de los buenos y la reprobación de los malos es doble la cuestión que se puede plantear. Una, en general, por qué Dios quiere endurecer a algunos y de otros tener misericordia. Y otra en especial: por qué quiere tener misericordia de éste y a este otro o a aquél endurecer. Y se puede dar la razón de la primera cuestión; mas de la segunda cuestión no se puede indicar la razón si no es la simple voluntad de Dios, cuya aplicación es patente en las cosas humanas. Porque si alguien que quiere edificar tiene júntas muchas piedras de la misma clase e iguales, se puede dar la razón de por qué a unas las pone abajo y a otras arriba en atención al fin, porque para la perfección de la casa que quiere hacer se requiere tanto el cimiento con piedras en el fondo como lo alto de la pared con piedras arriba. Pero el por qué ponga estas piedras en lo bajo y estas otras en lo alto no tiene más explicaciones sino que así lo quiso el constructor. Ahora bien, primero contesta el Apóstol a la duda en cuanto a la segunda cuestión, o sea, el por qué de tal hombre tiene misericordia y a este otro endurezca; y en segundo lugar en cuanto a la primera cuestión el por qué de algunos tiene misericordia y a otros los endurece: ¿Qué, pues, si Dios queriendo, etc.?

Acerca de lo primero hace tres cosas. Primero muestra la conjetura del que pregunta; luego invoca el ejemplo que resuelve la cuestión: ¿Acaso dice el vaso de barro?, etc.; tercero, explica el ejemplo: ¿O es que el alfarero no tiene derecho, etc.? Así es que primero dice: ¡Oh hombrel, que eres frágil e ignorante, ¿tú quién eres para reconvenir a Dios? ¿Cómo podrías ser capaz de reconvenirlo si quisiere entrar en juicio contigo? Si quisiere entrar en juicio con él, no podrá responderle, de mil cargos que le hará, a uno solo (Jb 9,3). Y como dice también Job (39,32): Quien arguye a Dios debe responderle. En lo cual se da a entender que el hombre no debe escrutar la razón de los juicios divinos con el deseo de comprender las cosas que excedan a la razón humana. No te metas en inquirir lo que está sobre tu capacidad (Eccli 3,32). El que se mete a escudriñar la majestad será oprimido de su gloria (Pr 25,27).

En seguida, cuando dice: ¿Acaso dice el vaso de barro, etc.?, invoca el ejemplo que tenemos en Is 45; 9: ¿Acaso dice el barro al alfarero: qué haces? ¿No ves que tu obra no tiene arte? Donde se debe considerar que si un artesano hace de humilde material un vaso bello y propio para nobles usos, totalmente se debe atribuir esto a la bondad del artesano, por ejemplo si de barro hace bandejas y jarros propios de una noble mesa. Mas si de humilde material, por ejemplo de barro, hace un vaso propio para los más humildes usos, por ejemplo de cocina o de empleos semejantes, no podría el vaso lamentarse si tuviere entendimiento. Porque podría lamentarse si de un material precioso preexistente al trabajo del artesano, por ejemplo de oro o de piedras preciosas, hiciera un vaso destinado a usos viles. Ahora bien, la humana naturaleza está hecha de humilde material, porque, como se dice en el Génesis (2,7): Hizo Dios al hombre del lodo de la tierra; pero mayor vileza tiene por la corrupción del pecado que por un solo hombre entró en este mundo. Por lo cual con razón se compara al hombre con el barro en Job 30,19: Soy reputado como lodo, y asemejado al polvo y a la ceniza. Por lo cual cualquier bien que tenga el nombre se le debe atribuir a la divina bondad como a principal agente. Ahora bien, Señor, Tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y Tú el alfarero; obras somos todos de tus manos (Is 64,8). Así es que si no eleva Dios a un hombre a lo mejor sino que dejándolo en su flaqueza lo escoge para el ínfimo destino, no le infiere ninguna injusticia de modo que pueda quejarse de Dios.

En seguida, cuando dice: ¿O es que el alfarero no tiene derecho, etc.?, explica el Apóstol las palabras del Profeta. Como si dijera: Se ha dicho: El vaso de barro no puede decirle al alfarero: ¿Por qué me has hecho así? porque el alfarero tiene libre facultad de hacer con el barro cualquier obra que le plazca. Por lo cual dice: ¿O es que no tiene derecho, o sea, libre facultad, el alfarero sobre el barro, o sea, que trabaja con un material humilde, para de la misma masa, esto es, de humilde material, hacer, sin ninguna injusticia, un vaso para honor, esto es, para usos nobles, y otro para uso vil, esto es, para los menos honrosos? En una casa grande no hay solamente vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y algunos son para uso honroso, otros para uso vil (2 Tim 2,20). Y de manera semejante, Dios tiene libre facultad de hacer de la misma materia corrompida del género humano, como de vil barro, sin hacerle injusticia a nadie, a unos hombres dispuestos para la gloria, y a otros abandonados para la miseria. Lo que es el barro en manos del alfarero eso sois vosotros en mi mano, ¡oh casa de 1srael! (Jerem 18,6).

En seguida, cuando dice: ¿Qué, pues, si Dios queriendo, etc.?, resuelve la primera cuestión: el por qué

Dios quiere tener misericordia de algunos y dejar a otros en la desgracia, o bien a unos elegir y a otros reprobar. Acerca de lo cual se debe considerar que el fin de todas las obras divinas es la manifestación de la bondad divina. Todas las cosas las ha hecho el Señor en atención a Sí mismo (Prov 16,4). Por lo cual arriba (Rm !,20) se dijo que lo invisible de Dios por sus obras se hace notorio. Y tanta es la excelencia de la divina bondad que no se puede manifestar suficientemente ni de un solo modo ni en una sola creatura. Y por eso creó diversas creaturas, para manifestarse en ellas de diversas maneras. Pero principalmente en las creaturas racionales, en las que se manifiesta su justicia en cuanto a aquellos que por merecerlo castiga, y su misericordia en los que por su gracia libera. Y por eso, para manifestarse de una y otra manera en los hombres, a unos misericordiosamente los liberó, pero no a todos.

Primero pone la razón de la reprobación de los malos; luego, la razón de la elección de los buenos: A fin de manifestar las riquezas, etc. Pero en uno y otro caso se debe ver una triple diferencia. La primera en cuanto al fin; la segunda, según el destino; la tercera, según el acto divino. Ahora bien, el fin de la reprobación o endurecimientos de los malos es la manifestación de la divina justicia y del poder de Dios. Y en cuanto a esto dice: ¿Qué, pues?, esto es, pero si Dios, queriendo manifestar su ira, esto es, la justicia vindicativa. Porque no se habla de la ira en Dios según la agitación o emoción del afecto sino conforme al cumplimiento de la vindicta. La ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia, etc. (Rm 1,18). Y agrega: y dar a conocer su poder, porque contra los malos Dios no sólo de la ira usa, esto es, del castigo, castigando a los a El sujetos, sino también de su poder sujetándolo todo a Sí mismo. En virtud del poder de Aquel que es capaz para someterle a El mismo todas las cosas (Ph 3,21). Y vieron en la orilla del mar los cadáveres de los egipcios y cómo el Señor había descargado contra ellos su poderosa mano (Ex 14,31). Ahora bien, el destino de los malos para el cual echa Dios mano de ellos es la ira, o sea, la pena. Y por eso los llama vasos de ira, o sea, instrumentos de la justicia, que Dios utiliza para mostrar su ira, esto es, la justicia vindicativa. Eramos por naturaleza hijos de ira (Ef 2,3). Pero la acción que Dios ejerce respecto de ellos no es para disponerlos al mal, porque ellos mismos de suyo están dispuestos para el mal por la corrupción del primer pecado. Por lo cual dice: Vasos dispuestos para la perdición, esto es, que en sí mismos tienen disposición para el eterno castigo. Viendo, pues, Dios, ser mucha la malicia de los hombres en la tierra y que todos los pensamientos de su corazón se dirigían al mal continuamente (Sen 6,5). Y lo único que Dios hizo respecto a ellos fue permitirles hacer cuanto quisieran. Por lo cual claramente dice: sufrió. Y esta su paciencia demuestra que no descarga su castigo al instante. Por lo cual agrega: con mucha longanimidad o paciencia.- El Altísimo es un paciente pagador (Eccli 5,4).

En seguida, por parte de los buenos indica también tres cosas. Primero el fin, diciendo: A fin de manifestar las riquezas de su gloria. Porque el fin de la elección de los buenos y de tenerles misericordia es manifestar en ellos la abundancia de su bondad, apartándolos del mal y atrayéndolos a la rectitud, y conduciéndolos finalmente a la gloria. Y esto lo dice así: A fin de manifestar las riquezas de su gloria, de cuyas riquezas dijo arriba (Rm 2,4): ¿O desprecias la riqueza de su bondad? Y en Efesios 2,4: Pero Dios, que es rico en misericordia. Y claramente dice: A fin de manifestar las riquezas de su gloria, porque la propia condenación y reprobación de los malos, que es conforme a la justicia de Dios, manifiesta y pondera la gloria de los santos, que fueron liberados de esa misma tan grande miseria. Lo segundo que indica es el destino de ellos, diciendo: en vasos de misericordia. A los buenos les llama vasos de misericordia porque de ellos echa mano Dios como de instrumentos para manifestar su misericordia. Aquéllos fueron varones misericordiosos (Eccli 44,10). Lo tercero que indica es la acción que Dios ejerce respecto de ellos. Porque Dios no sólo los sostiene como si de suyo fueran aptos para el bien sino que los prepara y dispone llamándolos a la gloria. Por lo cual dice: que El preparó para la gloria.-Tú que das firmeza a los montes con tu poder (Ps 64,7). Ahora bien, la construcción es defectiva y suspensiva hasta aquí (¿hasta para la gloria?), para que el sentido sea éste: Si queriendo Dios hacer esto, de unos tiene misericordia y a otros los endurece, ¿quién podría decir algo contra esto justamente? Como si dijera: Nadie, ni nada. Porque a los que quiere endurecer no es que los empuje a pecar, sino que los soporta para que conforme a su inclinación tiendan al mal.





Lección 5

46
075 (
Rm 9,24-33)


La Gracia de la vocación no sólo es para los Judíos sino también para los Gentiles.
24. A los cuales El llamó, no sólo de entre los Judíos, sino también de entre los Gentiles.
25. Como dice en Oseas: Al que no es mi pueblo lo llamaré pueblo mío, y a la no amada, amada, y al que no había conseguido misericordia, con la misericordia conseguida.
26. Y sucederá que en el mismo lugar en qu<é se les dijo: Vosotros no sois mi pueblo, allí serán llamados hijos de Dios vivo.
27. También Is clama sobre 1srael: Aun cuando el número de los hijos de 1srael fuere como las arenas del mar, sólo un resto será salvo.
28. Porque cumpliendo y compendiando su palabra en justicia, el Señor hará su obra cercenada sobre la tierra*
29. Y como había dicho antes Is : Si el Señor de los ejércitos no nos hubiese dejado una semilla, habríamos venido a ser como Sodoma, y seríamos semejantes a Gomorra.
30. ¿Luego qué diremos? Que los Gentiles, los cuales no andaban tras la justicia, han abrazado la justicia; pero la justicia qué viene de la fe.
31. Mas 1srael, que andaba tras la ley de la justicia, no llegó a la ley de la justicia.
32. ¿Por qué causa? Porque no por la fe, sino como por obra. Y así tropezaron en la piedra de tropiezo.
33. Como está escrito: He aquí que pongo én Sión una piedra de tropiezo y piedra de escándalo; y todo el que creyere en El no será confundido.

Habiendo mostrado el Apóstol que la gracia de Dios se da a los hombres por la divina elección, por la cual son llamados los hombres a la gracia, aquí enseña que la dicha elección o vocación no sólo pertenece a los Judíos (según pudieran ellos mismos gloriarse en virtud de esto que se dice en el Deuteronomio -4,37-: Por cuanto amó a tus padres}, sino también a los Gentiles. Y primero enuncia su tesis; luego la prueba: Como dice

* Traduzco lo más literalmente posible de la Vulgata, para coincidir con el pensamiento de Santo Tomás, que la reproduce. (S. A.)

en Oseas, etc.; tercero, de lo dicho infiere la conclusión: ¿Luego qué diremos? etc. Así es que primero dice: Dicho está que a los santos los dispuso para la gloria, a los cuales también llamó, es claro que por su gracia, no sólo de entre los Judíos sino también de entre los Gentiles. Arriba dijo: ¿Acaso Dios es sólo el Dios de los Judíos? ¿No lo es también de los Gentiles? (Rm 3,29). Y Sofonías 2,1 1: Y le adorarán los hombres, cada uno en su país, y todas las islas de las gentes. En seguida, cuando dice: Como dice en Oseas, etc., prueba su tesis. Y primero en cuanto a los Gentiles; luego, en cuanto a los Judíos: También Is clama sobre 1srael, etc. Acerca de lo primero, pone dos textos de Oseas hablando a favor de los Gentiles, textos de los cuales el primero les promete los dones de Dios, y el segundo la propia filiación divina: Y sucederá que en el mismo lugar en que se les d¡¡o, etc. Así es que primero dice: Como el Señor dice en Oseas, porque era El mismo quien hablaba por los profetas. El Espíritu del Señor ha hablado mediante mí, y su palabra mediante mi lengua (3 Reyes 23). De aquí que también en Oseas 1,2 se dice: El Señor comenzó a hablar a Oseas y le dijo: etc. Y débese considerar que de los tres bienes en que sobresalían los Judíos carecían los Gentiles, siendo el primero de esos bienes el culto divino, por el cual se llamaban pueblo de Dios, como si lo sirvieran y obedecieran sus preceptos. De aquí que se dice en el Salmo 99,3: Nosotros, pueblo suyo, ovejas a quienes El apacienta. Y los Gentiles no formaban parte de la sociedad de aquel pueblo, según aquello de Efesios 2,12: Extraños a la comunidad de ísrael y ajenos a los pactos de la promesa. Pero por Cristo fueron convertidos en pueblo de Dios. El cual se entregó por nosotros a fin de redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo peculiar suyo (Tito 2,13). Y esto lo dice así: Al que no es mi pueblo lo llamaré pueblo mío, esto es, a la gentilidad que no era mi pueblo, pueblo mío, o sea, para que sea pueblo mío. Lo segundo es el privilegio del amor. Así como el Señor ama a los hijos de 1srael (Os 3,1), pues les otorga muchos beneficios que conducen a una gracia especial, estando excluidos de tan gran amor los gentiles en aquel tiempo. Enajenados de la vida de Dios por la ignorancia que los domina a causa del endurecimiento de su corazón (Ef 4,18). Y por eso dice: y a la no amada, esto es, a la gentilidad, le llamaré amada mía. Vosotros los que en un tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo (Ef 2,13). Como enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Rm 5,10). El tercer bien es la liberación del pecado original que era conferida a los Judíos en la circuncisión. El Señor tendrá compasión de Jacob (Is 14,1). Pero de tal compasión no eran partícipes los Gentiles. Y cuando saliste a luz, en el día de tu nacimiento, no te cortaron el ombligo (Ez 16,4). Y a continuación (Ez 16,5): Nadie te miró compasivo, ni se apiadó de ti para hacer contigo algunos de estos oficios. Pero después alcanzaron la misericordia por Cristo. Por lo cual continúa: y al que no había conseguido misericordia, con la misericordia conseguida.-El nos salvó según su misericordia (Tit 3,5). Y este caso lo tenemos en Oseas 2,24, conforme a los Setenta, en el lugar en que nuestro texto dice así: Apiadarme he de aquella (nación) que fue sin misericordia, y al que dije que no era mi pueblo le diré: pueblo mío eres tú.

En seguida, cuando dice: Y sucederá que en el mismo lugar, etc., presenta otro ejemplo que está en Oseas 1, en que de nuevo se les promete la dignidad de hijos de Dios, de la cual se gloriaban los Judíos, por lo que se dice en Is 1,2: He criado hijos y los he engrandecido, y ellos me han menospreciado. Y dice el Deuteronomio (32,6): ¿Por ventura no es El fu Padre? No sólo no se decía que los Gentiles fueran hijos, lo cual corresponde a los que por amor sirven a Dios y obran con el espíritu de Dios, como está dicho arriba (cap. VIII), sino que ni siquiera eran dignos de que se les calificara como pueblo de Dios, lo cual podía también corresponder a los que recibieran espíritu de servidumbre en temor. Por lo cual dice: Y sucederá que en el mismo lugar, esto es, en Judea, en que se les dijo, es claro que a los Gentiles por los Judíos como si hablaran por la persona de Dios: Vosotros no sois mi pueblo, porque no se les consideraba pueblo de Dios, allí, o sea, que aun entre los Judíos creyentes, serán llamados hijos de Dios. O bien en el mismo lugar, esto es, en todo el mundo donde se conviertan a la fe, para dar a entender que no se convertirán como los prosélitos que hacían los Judíos, pues dejando sus lugares se encaminaban a la Judea; y que ahora no ocurriría así con los que se conviertan a Cristo se manifiesta en Sofonías 2,1 1: Y le adorarán los hombres, cada uno en su país. Pues a cada uno viviendo en su propio lugar, en que se les dijo antiguamente por divina sentencia: Vosotros no sois mi pueblo, allí mismo serán llamados hijos de Dios por divina adopción. Les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios a los que creen en su nombre (Jn 1,12).

En seguida, cuando dice: También Is clama, etc., prueba su tesis en cuanto a los Judíos por la autoridad de Is . Y echa mano de dos citas, de las cuales la primera parece que corresponde a todos los creyentes de entre los Judíos, y la segunda especialmente a los Apóstoles: Y como había dicho antes, etc. Así es que primero dice: está dicho por Oseas en cuanto a los Gentiles. Y también Is clama, esto es, abiertamente habla a favor de la conversión de 1srael. Clama, pues, no ceses; haz resonar tu voz como una trompeta (Is 58,1). Ahora bien, en esta primera cita primero pone lo reducido de los conversos de 1srael, diciendo: Aun cuando el número de los hijos de 1srael fuere como las arenas del mar, o sea, innumerables en comparación con la multitud de los Gentiles (Multiplicaré tu descendencia como la arena del mar, etc.: Gen 22,17. Judá e 1srael formaban un pueblo innumerable como las arenas del mar: 3 Reyes 4,20), sólo un resto será salvo, esto es, no todos, ni la mayor parte, sino unos pocos que quedarán de entre la ruina de los demás. He llegado a ser como aquel que en otoño anda rebuscando lo que ha quedado de la vendimia (Miqueas 7,1). En el tiempo presente ha quedado un resto según elección gratuita (Rm 2,5). Segunda cita: Porque cumpliendo y compendiando su palabra, etc., indica la causa de la salvación, y primero pone la eficacia de la palabra evangélica, diciendo: Porque cumpliendo y compendiando su palabra en justicia. Donde se nota una doble eficacia de la palabra evangélica: la primera, porque cumpliendo, o sea, perfeccionando, porque como se dice, en Hebreos 7,19: La Ley no llevaba nada a la perfección. Mas el Señor dice: Yo no he venido para abolir la ley sino para darle cumplimiento (Mt 5,17): ya porque a las figuras de la Ley les aportó la verdad, ya porque expuso de la debida manera los preceptos morales de la Ley y suprimió las ocasiones de poder transgredirla, y aun les agregó los consejos de perfección. Por lo cual le dijo al ¡oven rico (Mt 19,21): Una cosa, te falta: si quieres ser perfecto, ve y vende cuanto tienes, etc. Y también por esto les decía a sus discípulos (Mt 5,48): Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. La segunda eficacia es de compendiar, y ésta con mucha razón se agrega a la primera, porque cuanto más perfecta es una palabra es más alta, y en consecuencia más simple y breve. Ahora bien, la palabra del Evangelio abrevia las palabras de la Ley, porque todos los sacrificios figurativos de la Ley en un solo y verdadero sacrificio se encierran, en el cual Cristo se ofreció a Sí mismo como hostia, como se dice en Efesios 5,2. En efecto, todos los preceptos morales de la Ley se encierran en los dos preceptos de la caridad (Mt 22,40): De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas. Por lo cual dice: compendiando su palabra en justicia: o bien porque nada es omitido de la multitud de figuras y preceptos de la Ley que no esté dentro de la brevedad del Evangelio; o bien porque lo que permanezca de ellos mismos como obligatorio es algo llano conforme al dictamen de la razón natural (Todos tus preceptos son la misma equidad: Salmo 1 18,172); y entre líneas hay que leer, de modo que el sentido sea éste: la palabra del Evangelio compendiará y cumplirá en la equidad.

Lo segundo, cuando dice: su palabra, etc., da la razón de la predicha eficacia, diciendo: porque el Señor hará su obra cercenada sobre la tierra, esto es, en la tierra como hombre que la habita (según aquello de Baruc 3,38: Después de tales cosas El se ha dejado ver sobre la tierra y ha conversado con los hombres) compendiará su palabra. Porque más perfecta debe ser y de mayor eficacia la palabra que el propio Señor revestido de carne pronuncie por Sí mismo que la palabra que ha sido dicha por los Profetas, según Hebreos 1,1: Dios que en los tiempos antiguos habló a los padres en muchas ocasiones y de muchas maneras por los profetas, etc. O bien de otra manera: Porque el Señor, es claro que Dios Padre, hará sobre la tierra su palabra abreviada, esto es, encarnada, porque el Hijo de Dios se despojó a Sí mismo tomando la forma de siervo. Se dice que se despojó o abrevió, no porque se le haya substraído algo a la plenitud o grandeza de su propia divinidad, sino por haber recibido nuestra debilidad y pequenez. Ahora bien, tenemos esta significación en Is 10,22-23, donde según nuestro texto dice así: Porque aun cuando tu pueblo ¡oh 1srael! fuese como la arena del mar, los restos de él se convertirán: los restos que se salvaren de la destrucción rebosarán en justicia. Porque destrucción y disminución hará el Señor Dios de los ejércitos en toda la tierra.

En seguida, cuando dice: Y como había dicho antes Is , etc., presenta un significado relativo especialmente a los Apóstoles, diciendo: Y como había dicho antes Is (Is 1,9): Si el Señor Dios de los ejércitos, esto es, de los ejércitos o de las virtudes, no nos hubiese conservado, es claro que por su misericordia, el linaje, esto es, la palabra del Evangelio (La simiente es la palabra de Dios: Luc 8,2), o bien, la simiente, esto es, a Cristo (y a tu descendiente, el cual es Cristo: Gal 3,16), o bien, la simiente, esto es, a los Apóstoles (y la simiente que de ellos quedará será una semilla santa: 1s ó,13), habríamos venido a ser como Sodoma, y seríamos semejantes a Gomorra. Porque más grave fue el pecado de los Judíos que el de los Sodomitas. La culpa de mi pueblo supera al pecado de los sodomitas (Lament 4,6). Y también: No hicieron la propia Sodoma y sus hijas lo que tú y tus hijas habéis hecho (Ez 16,48). Por lo cual se debe atribuir a la divina misericordia el hecho de que los Judíos no sean totalmente exterminados como los Sodomitas. Es una misericordia del Señor el que nosotros no hayamos sido consumidos del todo (Lament 3,22).

En seguida, cuando dice: ¿Luego qué diremos? infiere de lo dicho la conclusión. Y primero en cuanto a los Gentiles; segundo, en cuanto a los Judíos: Mas 1srael, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero concluye lo que se propone, diciendo: ¿Luego qué diremos por la consideración de lo ya dicho? Digo que los Gentiles han abrazado, esto es, han conseguido, la justicia, es claro que por la que son llamados hijos. Tales erais, mas habéis sido santificados (ICo 6,1 1). Y esto ciertamente por el llamado de la divina elección, no por méritos, lo cual se ve claro por esto que dice: los cuales no andaban tras la justicia, según Efesios 2,12: Entonces estabais separados de Cristo, extraños a la comunidad de 1srael. Luego, explica lo que dijera: pero . la justicia que viene de la fe, no la que se apoya en las obras. Porque no se han convertido los Gentiles para observar la justicia legal, sino para ser justificados por la fe de Cristo. Justicia de Dios por la fe en Jesucristo (Rm 3,22).

En seguida, cuando dice: Mas 1srael, etc., infiere la conclusión en cuanto a los Judíos. Y primero concluye lo que pretende, diciendo: Mas 1srael, esto es, el pueblo de los Judíos, que andaba tras la ley de la justicia, no llegó a la ley de la justicia. Se llama ley de justicia la ley del espíritu de vida, por la cual son justificados los hombres, a la cual no llega el pueblo de los Judíos: tras la cual sin embargo se andaba, observando la sombra de la ley espiritual, sombra que consiste en las observancias legales. La Ley no es sino una sombra de los bienes venideros (He 10,1). O bien siguiendo la Ley de la justicia, esto es, la Ley de Moisés, la cual es Ley de justicia si es bien entendida: porque enseña la justicia. O bien se llama Ley de Justicia porque hace justos a los hombres no verdaderamente sino exteriormente mientras evitan el pecado, no por amor, sino por el temor de la pena que la Ley infligía. Escuchadme vosotros los que seguís la justicia y buscáis al Señor (is 51,1). Y también: Escuchad los que conocéis lo que es justo: pueblo mío, en cuyos corazones está mi Ley (Is 51,7).

Lo segundo que indica es la causa, diciendo: ¿Por qué causa mientras andaban tras la Ley, no llegaron a la Ley de la justicia? Es claro que porque no andaban por el camino debido. Y esto lo expresa así: Porque no por la fe de Cristo trataban de ser justificados, sino como por las obras de la Ley. Porque andaban tras la figura y rechazaron la verdad. Por obras de la Ley no será justificada delante de El carne alguna (Rm 3,20).

Lo tercero: explica la causa propuesta, y primero enuncia la explicación, diciendo: Y así tropezaron en la piedra de tropiezo, esto es, en Cristo, que es asemejado a una piedra de tropiezo en cuanto que así como no repara el hombre en la piedra en que tropieza por su misma pequenez, así también los Judíos, viendo a Cristo envuelto en nuestra flaqueza, no se cuidaron de tropezar en El. Su rostro como cubierto de vergüenza y afrentado, por lo que no hicimos ningún caso de él (Is 53,3). Antes que tropiecen vuestros pies en montes cubiertos de espesas nieblas (Jerem 13,16), esto es, en Cristo y sus Apóstoles que son como montes cubiertos de densas nieblas porque oculta estaba su dignidad y grandeza. En segundo lugar para esto invoca la autoridad, diciendo: Como está escrito en Is . Y júnta el Apóstol palabras de Is de diversos lugares de la Escritura. Y así, en Is 28,16 se dice:

He aquí que yo pondré en los cimientos de Sión una piedra, angular, escogida, preciosa, asentada por fundamento. El que creyere no se apresure. Y aquí se aplica el principio de autoridad: He aquí que pondré en Sión una piedra, es claro que como fundamento, con lo cual se indica que por divina ordenación Cristo era constituido fundamento de la 1glesia. Nadie puede poner otro fundamento fuera del ya puesto, que es Jesucristo (ICo 3,2). Se lee también en Is 8,14: Como piedra de escándalo y piedra de tropiezo para las dos casas de 1srael. Y aquí el ejemplo de la piedra de escándalo y piedra de tropiezo se debe entender de modo que el tropiezo se refiera a la ignorancia, porque como se dice en 1Co 2,8: Si la hubiesen conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Y el escándalo débese referir al choque y caída en que por su infidelidad incurrieron persiguiendo a Cristo y sus Apóstoles. Nosotros predicamos un Cristo crucificado, para los Judíos escándalo (ICo 1,23). Este es puesto para ruina, etc. (Lc 2,34). Y la finalidad de esta lección se toma del Éxodo (28): Quien creyere no se apresure, en cuyo lugar aquí se dice: Todo el que creyere en El no será confundido, porque se obtiene de El la merced. Los que teméis al Señor creed, pues no se malogrará vuestro galardón (Eccli 2,8). El Apóstol cita estas palabras conforme al texto de los Setenta. Y a este sentido corresponde lo que se dice en nuestro texto: El que crea no se apresure. Porque es claro que se apresura el que se considera burlado por no alcanzar pronto lo que esperaba.


CAPITULO 10



Lección 1: Romanos 10,1-9

47
075 (
Rm 10,1-9)

Trata de la caída de los Judíos y ora por ellos, porque no es ni universal ni irreparable, y aunque digna de conmiseración, sin embargo de ninguna manera es excusable.
1. Hermanos, él deseo de mi corazón y la súplica que elevo a Dios es en favor de ellos para que sean salvos.
2. Porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios, pero no según el conocimiento.
3. Por cuanto ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios.
4. Porque el fin de la Ley es Cristo para justificar a todo el que cree.
5. Pues Moisés dejó escrito que el hombre que cumpliere la justicia que viene de la Ley vivirá por ella.
6. Mas la justicia que viene de la fe habla así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? esto es, para hacer que Cristo descienda.
7. O ¿quién descenderá al abismo? Esto es, para hacer volver a la vida a Cristo de entre los muertos.
8. Mas ¿qué dice la Escritura? Cerca de ti está la palabra, en tu boca. Esta palabra es la palabra de fe que predicamos.
9. Porque si confesares con tu boca a Jesús como Señor, y creyeres en tu corazón que a Jesús lo resucitó Dios de entré los muertos, serás salvo.

Habiendo mostrado el Apóstol que por la elección de la gracia de Dios son llamados los Gentiles a la fe, y también algunos de los Judíos sacados de entre los más del pueblo judaico que incurrieron en tropiezo y escándalo, aquí trata de manera especial de la caída de los propios Judíos. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero manifiesta la causa de la caída de aquellos que arriba tocara: por la cual se muestra que su caída es de lamentarse; segundo: ensena que tal caída no es universal: Pero pregunto: ¿acaso no oyeron?, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero muestra que la caída de ellos es de compadecerse por su causa; luego, muestra que de ninguna manera es excusable: Pero pregunto: ¿acaso no oyeron?, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero muestra la conmiseración que siente él por los Judíos; en seguida indica la causa de su conmiseración: Porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios, etc.

Así es que primero dice: Dicho está que los Judíos no alcanzaron la Ley de la justicia porque tropezaron en la piedra de tropiezo: y sin embargo no me enojo contra ellos sino que de ellos me compadezco. Y por eso os digo, hermanos, los que os habéis convertido tanto de entre los Gentiles como de entre los Judíos (Vosotros sois todos hermanos: Mt 23,8): el deseo de mi corazón, o sea, que procede del íntimo afecto del corazón para la salvación de ellos, es claro que para que ellos mismos se salven tal como también yo me he salvado. Quisiera que todos los hombres fuesen así como yo (ICo 7,7). Pluguiera a Dios que todos cuantos hoy me oyen se hicieran tales como soy yo (Ac 26,29). Y en esto se ajustaba con Dios, que, como se dice en 1 Tim 2,4, quiere que todos los hombres sean salvos. Ni es solamente la voluntad de que se salven sino también el cumplimiento de la voluntad, por lo cual agrega: y la súplica, mi súplica, que elevo a Dios es en favor de ellos para que sean salvos. Lejos de mí pecar contra el Señor dejando de suplicar por vosotros (I Reyes 12,23). Orad unos por otros para que seáis salvados (Sant 5,16). Por lo cual es claro que se debe orar por los infieles para que se salven, porque la propia fe es un don de Dios. Habéis sido salvados gratuitamente por medio de la fe; y esto no viene de vosotros: es el don de Dios (Ef 2,8).

En seguida, cuando dice: Porque les doy testimonio, etc., indica la causa de su conmiseración, es claro que porque no por malicia cierta sino por ignorancia pecaban. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero señala la ignorancia de ellos; luego, qué era lo que ignoraban: Por cuanto ignorando la justicia de Dios, etc.; tercero, muestra la verdad de las cosas que ignoraban: Pues Moisés dejó escrito, etc. Así es que primero dice: Por eso quiero la salvación de ellos, y por eso oro, compadecido de ellos, porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios, porque por celo de Dios persiguen a Cristo y a sus miembros. Vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida creerá hacer un obsequio a Dios (Jn 16,2). Y de esto podía muy bien ser testigo porque él mismo había estado en ese bando. Según el celo, perseguidor de la 1glesia (Ph 3,6), pero no según el conocimiento, porque aquel celo no se ordenaba por una recta ciencia mientras ignoraran la verdad. Por eso mi pueblo fue llevado cautivo: porque le faltó el saber (Is 5,13). Mas si alguno lo ignora será ignorado (ICo 14,38).

En seguida, cuando dice: Por cuanto ignorando, etc., muestra de qué no tenían ciencia. Y primero enuncia lo que pretende; luego lo explica: Porque el fin de la Ley es Cristo, etc. Así es que primero dice: Con razón digo que no según el conocimiento: Por cuanto ignorando la justicia de Dios, mediante la cual Dios justifica por la fe (Justicia de Dios por la fe en Jesucristo: Rm 3,22), y procurando establecer, esto es, hacer firme, la suya, su justicia, que consiste en las obras de la Ley, que según la opinión de ellos nada esperaba de Dios, sino que dependía de la voluntad de los que obraban. Y por eso dice que la justicia de ellos era simplemente humana y no divina, según aquello dé Romanos 4,2: Si Abraham fue justificado por obras de la Ley, tiene de qué gloriarse, ante los hombres, mas no delante de Dios.-Porque no se sometieron a 1d justicia de Dios, o sea, que no se quisieron someter a Cristo, por cuya fe son justificados los hombres por Dios. ¿Cómo no ha de estar mi alma sometida a Dios dependiendo de El mi salvación? (Ps 61,2). Para que todo el mundo se reconozca reo ante Dios (Rm 3,29) ¿Hasta cuándo rehusarás sujetarte a Mí? (Ex 10,3).

En seguida, cuando dice: Porque el fin de la Ley es Cristo, etc., explica lo que dijera: que ignoraban ellos la justicia de Dios y que no le quieren estar sujetos, queriendo en cambio establecer la justicia legal. Acerca de lo cual se debe considerar que, como también los filósofos dicen, la intención de todo legislador es hacer justos a los hombres; y de aquí que con mayor razón la antigua ley divinamente dada a los hombres se ordenaba a hacerlos justos. Sin embargo, esta justicia no podía hacerla por sí misma la ley, porque a nadie llevaba la Ley a la perfección, como se dice en Hebreos 7,9, sino que ordenaba a los hombres para Cristo, prometiéndolo y prefigurándolo. La Ley fue nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe (Gal 3,24), y esto mismo lo dice acá así: Porque el fin de la Ley es Cristo, al cual se ordena toda la Ley. Tengo visto el fin de lo más perfecto y cumplido (Ps 1 18,96). El fin, digo, para justicia, para que por Cristo consigan los hombres la justicia a la que la Ley tendía. Lo que era imposible a la Ley, por cuanto estaba debilitada por la carne, hízolo Dios enviando a su Hijo en carne semejante a la del pecado, y en reparación por el pecado condenó el pecado en la carne, para que lo mandado por la Ley se cumpliese en nosotros (Rm 8,3-4). Y esto lo digo a todo el que crea, porque por la fe justifica a los suyos. Les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios: a los que creen en su nombre (Jn 1,12).

En seguida, cuando dice: Pues Moisés, etc., prueba la verdad de aquellas cosas que los Judíos ignoraban: que la justicia de Dios es más perfecta que la justicia legal; y esto con la autoridad del propio Moisés, el antiguo legislador. Así es que por sus palabras primero muestra la condición de la justicia legal; segundo, la condición de la justicia de la fe: Mas la justicia que viene de la fe, etc. Dice, pues, primero: con razón distinguí la justicia humana de la justicia de Dios, porque Moisés dejó escrito: Guardad mis leyes y mandamientos, porque el hombre que los practique hallará vida en ellos (Lev 18,5), donde nuestro texto dice así: Guardad mis leyes y mis voluntades, por cuyo cumplimiento vive el hombre. Y en Ezequiel 20,13: Despreciaron mis leyes, que dan vida al que las observa, porque por la observancia de la ley obtenía el hombre el provecho de no ser muerto como transgresor de la ley. El que desacate la Ley de Moisés morirá sin ninguna misericordia (Hebr 10,28). El que maldijere a su padre o a su madre castigado sea de muerte (Lev 20,9), y así por el estilo. Podemos finalmente decir que por la observancia de la Ley se ordena el hombre para la vida presente: porque la Ley prometía bienes temporales, y mandaba algunas cosas que pertenecían a la ordenación de la vida carnal (Hebr 9): preceptos de la carne para observarse hasta el momento de la enmienda. Pero parece que en contra está lo que el Señor dice: al que le preguntara: ¿Qué de bueno he de hacer para obtener la vida eterna?, respondióle: Si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos (Mt 19,16-17). De aquí que también arriba (Rm 5-20) sobre aquello de: Se subintrodujo empero la Ley, dice una Glosa: La justicia de la Ley observada en su oportunidad no sólo proporcionaba los bienes temporales sino también la vida eterna; pero esto débese entender en cuanto al sentido espiritual de la Ley, el cual corresponde a la fe de Cristo. Pero lo que aquí se dice se refiere al sentido interior de la Ley, según el cual la Ley no hacía mención de la vida eterna.

En seguida, cuando dice: Mas la justicia que viene de la fe, etc., invoca la autoridad de Moisés sobre la justicia de la fe. Y primero muestra Moisés la certeza de la fe que debe estar en el corazón del hombre; segundo, el efecto de la fe: Mas ¿qué dice la Escritura? Así es que primero dice: No sólo habla Moisés de la justicia de la Ley, sino que también dice él mismo que la justicia es de la fe. Mas la justicia que viene de la fe habla así, esto es, habla así en el corazón del hombre: No digas en tu corazón, es claro que dudando: ¿Quién subirá al cielo? como juzgando esto imposible, como también en Proverbios 30,4: ¿Quién ha subido al cielo y bajado de allá? Porque el tener esto por imposible es apartar a Cristo del cielo, esto es, asegurar que Cristo no está en el cielo, contra lo que dice Juan 3,13: Nadie ha subido al cielo sino Aquel que descendió del cielo, el hijo del hombre que está en el cielo. Y leemos en Efesios 4,10: El que bajó es el mismo que también subió por encima de todos los cielos. O también: No digas: ¿quién descenderá al abismo?, esto es, a los infiernos, como pensando ser esto imposible; porque negarlo es volver a la vida a Cristo de entre los muertos, o sea negar que El haya muerto. Porque El mismo al morir descendió al abismo. Penetraré todas las partes más hondas de la tierra (Eccli 24,45). Y según esto prohibe dudar de dos artículos de la fe de Cristo, a saber, de su ascensión y de su muerte y descendimiento a los infiernos, de los cuales el primero corresponde a la máxima exaltación de Cristo, y el segundo a su máxima humillación. Se puede exponer esto también de otra manera, de modo que se nos afirme la certeza de dos artículos: el primero, el de la encarnación, por la cual descendió de los cielos a la tierra, de modo que el sentido sea éste: No dirás en tu corazón: ¿quién ascendió al cielo? y se dice completando: para hacer que Cristo descienda, como si dijera: ¿quién asciende al cielo para hacer que Cristo descienda a nosotros?: lo cual ciertamente no fue necesario porque El mismo descendió por su propia virtud. Y el segundo, el de la resurrección, al agregar: O tampoco digas ¿quién descendió al abismo? para luego agregar: Esto es hacer volver a la vida a Cristo de entre los muertos, como si dijera: Allá descendió para que de allá pudiese Cristo volver, como se dice en la Sabiduría en boca (2,1) de los insensatos: No se ha conocido a nadie que haya vuelto de los infiernos. Y este sentido concuerda con las palabras de Moisés, porque en el Deuteronomio (30,11-12) se dice según nuestro texto: Este mandamiento que yo te intimo hoy no está sobre ti, ni puesto lejos de ti, ni situado en el cielo, de suerte que puedas decir: ¿quién de nosotros podrá subir al cielo para que nos traiga ese mandamiento? Ni hay inconveniente en que lo que Moisés dijo del mandato de la ley lo atribuya el Apóstol a Cristo, porque Cristo es la palabra de Dios, en el cual están todos los mandatos de Dios. Así es, pues, como se debe entender lo que dijo: ¿Quién asciende al cielo para hacer bajar a Cristo? Como si dijera: ¿Quién puede subir al cielo para que de allí nos traiga la palabra de Dios? Y lo mismo hay que decir en lo demás que sigue.

En seguida, cuando dice: Pero ¿qué dice la Escritura?, muestra por su autoridad el fruto de la fe. Y primero enuncia su afirmación; luego, la explica, Esta palabra es la palabra de la fe, etc.; tercero, prueba la conveniencia de su exposición: porque se cree con el corazón. Así es que primero dice: Pero ¿qué dice la Escritura? Digo que cerca de ti está la palabra en tu boca y en tu corazón. Como si dijera: No temas que te falte el espíritu de fe justificante por estar Cristo en el Cielo conforme a su naturaleza divina o porque descendió a los infiernos por la muerte de la humanidad, porque El mismo descendiendo del Cielo y resurgiendo de los infiernos imprimió en tu boca y en tu corazón la palabra de fe. Así es que el Cerca de ti puédese referir a que la palabra de Dios la hemos alcanzado por Cristo encarnado y resucitado. La cual -(la salud)- habiendo principiado por la palabra del Señor (Hebr 2,3). Mira: yo pongo mis palabras en tu boca (Jerem 1,9). O bien conforme a la Glosa, que dice que Cerca de ti débese referir a la utilidad, según lo cual decimos que está cerca de nosotros lo que se nos facilita y nos es útil. Porque con la palabra de Dios se limpia nuestro corazón. Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que Yo os he hablado (Jn 15,3). O bien se puede referir a que las palabras de la fe aun cuando están por encima de la razón (Muchas cosas se te han enseñado que sobrepujan la humana inteligencia: Eccli 3,25), sin embargo no son contra la razón, porque la verdad no puede ser contraria a la verdad. Tus testimonios son perfectamente creíbles (Ps 1 18).

En seguida, cuando dice: Esta palabra es la palabra de fe, etc., explica la predicha significación. Y primero muestra qué es la palabra de la que Moisés habla diciendo: Esta palabra es la palabra de fe qus predicamos.-Predica la palabra (2 Tim 4,2). Que predique mi palabra con verdad aquel que recibe mi palabra (Jerem 23,28). Lo segundo que explica es cómo esa palabra está en la boca confesándola y en el corazón creyéndola. Y esto es lo que agrega: Porque si confesares con tu boca al Señor Jesús, es claro que reconociéndolo como Señor, sujetándole tu afecto, según lo que se dice en 1Co 12,3: Ninguno puede exclamar: Jesús es el Señor si no es por el Espíritu Santo; y de nuevo: Si creyeres en fu corazón, es claro que con fe formada, la cual obra por amor, como se dice en Galatas 5, que Dios lo resucitó de entre los muertos (Pero tú, Señor, ten piedad de mí, y levántame -Salmo 40,1 1-, porque, como se dice en 2Co 13,4 resucitó por el poder de Dios, que es común a El y al Padre), serás salvo, es claro que con la eterna salvación, de la cual se dice en Is 45: * Se salva 1srael en el Señor con eterna salvación. Y con el a Jesús como Señor se refiere al misterio de la encarnación. Lo que sigue se refiere abiertamente a la resurrección: los dos artículos de fe de los que arriba hiciera mención.

* No pude localizar este texto. (S. A.)






Tomas Aq. - Romanos 45