Aquino - A LOS HEBREOS 46

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He 11,27-31)

Lección 6: Hebreos 11,27-31

Dase a conocer la fe que tuvieron Moisés, Josué y la ramera Rahab.

27 Por la fe, dejó al Egipto, sin temer la saña del rey, porque tuvo firme confianza en el invisible como si le viera ya.
28 Por la fe, celebró la pascua e hizo aquella aspersión de la sangre del cordero, a fin de que no tocase a los suyos el ángel exterminador, que iba matando a los primogénitos.
29 Por la fe, pasaron el mar bermejo como por tierra seca, lo cual probando a hacer los egipcios, fueron sumergidos.
30 Por la fe cayeron los muros de Jericó, con sólo dar vueltas siete días alrededor de ellos.
31 Por la fe, Rahab, que era o había sido una ramera, no pereció con los demás ciudadanos incrédulos, dando en su posada acogida segura a los exploradores que envió Josué.

En la lección anterior trató el Apóstol de la fe de Moisés respecto de lo que hizo en Egipto; aquí trata respecto de lo que hizo al salir de Egipto; y acerca de eso muestra primero lo que hizo en la salida; segundo, el modo de salir de ahí; tercero, qué fue lo que por la fe aconteció con el pueblo infiel.

Dice, pues: que "Moisés por la fe de}ó al Egipto". Así como lo trae el Éxodo, primero huyó de Egipto, después de dar muerte al egipcio; en segundo lugar, salió de ahí cuando sacó a todos los hijos de 1srael. Pero la Glosa explica este pasaje refiriéndose a la segunda salida, porque pone a continuación "sin temer la saña, esto es, la indignación del rey"; ya que en la primera salida se lee en Éxodo 2 que temió (Pr. 14), mas en la segunda no temió (Pr. 8); puede, con todo, referirse a la primera. Mas ¿acaso entonces no temió?

Respondo que en el temor hay que considerar dos cosas: una, que a veces puede ser vituperable, es a saber, cuando, por causa del temor, hace uno algo que no debía de hacer, o deja de hacer lo que debía; y de esta manera no temió Moisés, pues no por miedo dejó de,ayudar a sus hermanos. La otra, que puede ser loable, cuando, sin que la fe padezca detrimento, esquiva el peligro, por el temor apremiante (Mt X). Porque si uno, poniendo a salvo la honestidad, pudiese evitar el peligro, y no lo evitara, sería un necio y tentara a Dios, lo cual es diabólico. Así Jesús dejó libre el campo a los que querían apedrearle, ni quiso echarse de arriba abajo, según se lo sugería el demonio; lo mismo Moisés, poniendo su confianza en el auxilio divino, huyó por un tiempo por temor al Rey; y demuestra que esto lo hizo impulsado por la fe, porque el campo de ia fe es de lo que no se ve; y éste "tuvo firme confianza, esto es, esperó en Dios invisible, y en su ayuda, como si le viera ya" (Ps 26; 1 Ti. 1); puesto que en ambas salidas esperaba la ayuda de Dios; de donde en la primera dice: "el Dios de mi padre es mi ayudador" (Ex. 2); y en la segunda: "el Señor peleará por vosotros, y vosotros os estaréis quedos" (Ex. 14,14).

-"Por la fe celebró la pascua". 1ndica lo que hizo sobre el modo de pasar de una parte a otra, y pone primero lo que se hizo para preparar la pasada; segundo, lo del tránsito mismo; tercero, lo tocante a lo que por la fe aconteció respecto de la entrada en la tierra prometida.

Cuanto a lo primero, pone la historia que trae el Éxodo, donde el Señor, antes de la salida de los hijos de 1srael, es a saber, esa misma noche, dio orden de inmolar el cordero y rociar con su sangre las dos ¡ambas y el dintel de las casas, y comer sus carnes asadas con lechugas silvestres y pan sin levadura, con otras muchas cosas que había que observar, como ahí puede verse. Y esto es lo que se llamaba la pascua, conviene a saber, la comida del cordero y la efusión de la sangre, dos cosas que se júntaron para el tránsito que iban a hacer ya pronto. Dícese pascua, o tomándolo del griego Pasjein, que en latín es padecer, o del hebreo Phase, que es lo mismo que tránsito; con lo cual se figuraba que Cristo pasaría de este mundo al otro por medio de su Pasión (Jn 13). Asimismo que nosotros, por el mérito de su muerte, pasamos de lo terrestre a lo celeste, del infierno al cielo (Eccli. 24); lo cual ciertamente es fruto de la sangre de Cristo (He X). Y en esa pascua hubo dos tránsitos: uno, por el que pasaba el Señor hiriendo a los egipcios; otro, por el que el pueblo pasaba. Así también, con la sangre, que es el cordero inmaculado, deben rociarse las ¡ambas de los fieles, es a saber, el entendimiento y el afecto.

Dice, pues: "por la fe celebró la pascua, esto es, la comida del cordero, e hizo aquella aspersión de la sangre, para rociar las ¡ambas de las casas. Y ¿a qué fin hacía esto?: "a fin de que no tocase a los suyos el ángel exterminador, que iba matando a los primogénitos de los egipcios" (Ps 77).

Pero aquí se pregunta ¿por ministerio de quién se hizo esto, conviene a saber, de los ángeles buenos, o de los malos, porque parece que de los malos? (Ps 77). Respondo que no hace al caso que Dios se haya valido de unos o de otros; por lo que hay que saber que el infligir una pena en veces lo ejecuta Dios por medio de los ángeles buenos; pues, como dice Dionisio, castigar lo malo no es malo, sino hacer lo malo, ya que el castigo es obra de la justicia, como parece por el ángel -que se cree fue un buen ángel- que hizo polvo el campamento de los Asirios (Is 37). De donde tai castigo es indiferente se haga por buenos o malos, aunque unos y otros de modo diferente, porque los buenos no castigan sino ejecutando la justicia divina sobre los malos; y en la Sagrada Escritura atribúyense a Dios tanto la operación del diablo como la del buen ángel, de cuya guisa es ésta. Los malos, en cambio, aunque reconozcan vasallaje a la justicia divina, no la ejecutan con la intención de hacerla, sino que a impulso de su perversa voluntad afligen a buenos y a malos, y de mejor grado a los buenos, si se les da permiso, como se ve en Job.

Este ángel, que dijo a Moisés: pasará el Señor y herirá de muerte a Egipto, fue un ángel bueno, ya que habla en veces en propia persona. Pero al ángel bueno ayuda a veces el espíritu malo; de donde en aquella ocasión prestó su cooperación, mas con perversa intención y perversa voluntad de hacer fiera mortandad; y así llama a la ira, al furor y al castigo, caterva de ejecutores de desgracias. Por tanto, a los que llevaban la señal de la sangre, puesto que no tenía permiso, no ios tocaba el mal ángel, frenado con el terror y el temor de Dios; pero el bueno, si sentía terror, era por la admiración de ver el poder de Dios.

-"Por la fe pasaron el mar bermejo..." Muestra lo que hizo en la pasada misma, esto primero; segundo, que era materia de fe. Dice, pues: que "por la fe pasaron el mar bermejo como por tierra seca"; pues dos cosas se obraron ahí por medio de la fe: una, obra del hombre, es a saber, que echaron a andar para pasar, lo cual no pudo suceder sino a impulso de la fe. Otra, de parte de Dios, que las aguas les sirvieron de muro, a impulso también de la misma fe, ya que a ella se atribuye el obrar milagros (Mt 17). Luego esto se hizo por la fe, esto es, lo mereció la fe (Ex. 14 y 15).

Demuestra después que estos acontecimientos pertenecen al ámbito de la fe, porque "probando a hacer lo mismo los egipcios, esto es, queriendo hacer la prueba, fueron devorados" por las aguas, conviene a saber, porque no tuvieron fe (Ex. XV).

-"Por la fe cayeron los muros de Jericó con sólo dar vueltas siete días alrededor de ellos". Refiérese a lo que por la fe aconteció a la entrada de la tierra de promisión, como viene contado en el libro de Josué, donde se dice que, al mandato del Señor, por espacio de 7 días y acompañados del arca del testamento, los sacerdotes estuvieron dando vueltas alrededor de la primera ciudad transjordana, Jericó, y que al cabo de esos 7 días y a la séptima vuelta las murallas se vinieron al suelo. Aquí tuvo su parte el hombre, y su parte Dios, es a saber, que por orden del Señor estuvieron dando vueltas, creyendo que había que cumplir esa orden y que, cumplida ella, las murallas se vinieron al suelo.

Jericó, en sentido moral, se interpreta luna, o defecto, y significa este mundo. Sus murallas son los estorbos que lo detienen a uno en el mundo. Las trompetas, que los sacerdotes y levitas hacían resonar, la voz de los predicadores. El rodeo de 7 días la carrera toda del presente tiempo, que en 7 días se rodea y acaba; con lo cual se da a entender que todos los estorbos deí mundo vienen a tierra a la continua batería de la voz de la predicación que les declara guerra; "pues las armas con que combatimos no son carnales, sino que son poderosísimas en Dios para derrocar fortalezas, desfruyendo nosotros con ellas los designios humanos, y toda altanería que se engríe contra la ciencia de Dios" (2Co X,4).

-"Por la fe, Rahab, la ramera" Muestra lo que por la fe logró una mujer del pueblo infiel, es a saber, Rahab, de la cual habla el libro de Josué; pues habiendo éste enviado exploradores para reconocer el terreno y la ciudad de Jericó, salvaron la vida y se escaparon gracias a la ayuda de esta mujer, llamada ramera, esto es, idólatra; oK a la letra, meretriz, en cuya casa entraron, no para pecar, sino para esconderse en ella; ya que las casas de tales mujeres están abiertas de par en par, sobre todo de noche, y éstos habían llegado de noche. Asimismo su casa estaba pegada al muro, y las meretrices sin excepción reciben indiferentemente a uno u otro; por consiguiente, su casa podía ofrecerles un mejor escondrijo. Así que por la fe se libró esta mujer. De ahí que diga: "por la fe, Rahab, ramera, dando en su posada acogida segura a los exploradores, no pereció con los incrédulos", que perecieron al filo de la espada; porque los exploradores habían jurado librarla a ella y a toda la casa de su padre, como en efecto lo hicieron.

Mas ¿por qué se alojaron en su casa más que en otra? Puede decirse que por hacerse menos sospechosa, por razón de su oficio de recibir indiferentemente a todos; ni era decoroso que, por salvarse ellos, pusieran al tablero la vida del que los salvara. Y en el hecho de haberse librado por haberlos acogido, dase a entender que los que reciben a los predicadores del Evangelio se libran de la muerte eterna (Mt X).


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He 11,32-35)

Lección 7: Hebreos 11,32-35

Pondérase la fe de los que, habiendo entrado en la tierra de promisión, por virtud de la misma, hicieron maravillas.

32 Y ¿qué más diré todavía? El tiempo me faltará si me pongo a discurrir de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas;
33 los cuales, por la fe, conquistaron reinos, ejercitaron la justicia, alcanzaron las promesas, taparon las bocas de los leones,
34 extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sanaron de enfermedades, se hicieron valientes en la guerra, desbarataron ejércitos extranjeros;
35 mujeres hubo que recibieron resucitados a sus hijos difuntos.

Habiendo ya contado el Apóstol lo que por la fe hicieron los padres antes de la entrada y en la misma entrada de la tierra de promisión, apréstase ahora a narrarnos los ejemplos de los que estuvieron en la misma tierra de promisión, que, por ser tantos, en breves palabras y encabezando la lista con los nombres de los padres, hace un recuento en general de sus principales hazañas, y explica el porqué de tal brevedad. Acerca de lo cual, pone primero los nombres de los padres y da razón de por qué tan sucintamente quiere tocar de pasada sus obras; en segundo lugar, lo que por la fe obraron; en tercero, lo que por ella recibieron.

Dice, pues: "¿Y qué más diré todavía?", como si dijera: llegué hasta el tiempo de la entrada en la tierra de promisión, en que poco había que decir respecto de lo de adelante; pues tales cosas quedan por decir cuantas no pudieran reducirse a guarismo; "que tiempo me faltaría si me pusiese a discurrir...", esto es, si quisiese contar, no me alcanzaría el tiempo de una narración epistolar, que debe ceñirse a sus estrechos términos. De ahí que dijera San Jerónimo: puesto que el reducido espacio de una carta no le permitía espaciarse a sus anchas. O, por tiempo, entiende el de la vida. De esta manera se expresa San Juan: "muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que, si se escribieran una por una, me parece que no cabrían en el mundo los libros que habrían de escribirse" (Jn 21,25). Donde dice la Glosa que habla hiperbólicamente, mas no sin verdad, que es una locución figurada. En el Salmo 39, donde nosotros tenemos: "anuncié ía justicia y hablé, multiplicáronse sobre todo número", dice el texto de San Jerónimo: si quisiera anunciarlas, tantas son que quedara alcanzado de cuentas. Pero es de saber, de algunos de éstos, que las obras que hicieron, unas fueron malas y otras buenas; de suerte que si aquí están en la lista no es sino por las obras buenas que hicieron o recibieron; probable es, con todo, que al fin hayan llegado a santos, por el hecho de haberlos puesto el Apóstol en el catálogo de los santos.

Así pues, pone primero a Gedeón (Jue. 6), que va a la cabeza, porque nada malo hizo, y porque hizo una hazaña muy sonada, y quizá también porque recibió, en el rocío y el vellón, la señal máxima de la encarnación de Cristo, de que habla el Salmo 71.

En segundo lugar, a Barac (Jue. 4), que no fue tan insigne como Gedeón, y en cuyo crédito tampoco redundó aquella victoria, que más bien se atribuyó a una mujer, y por eso quizá lo pospuso.

En tercero, a Sansón (Jue. 13), quien de modo especial no parece debérsele aquí de nombrar, por haber pecado dándose la muerte; aunque, según San Agustín, habrá de excusársele por creerse que lo hizo por mandato de Dios; pues no hubiese podido -en prueba de ello- con solas sus fuerzas echar abajo casa tan enorme, sino con las de Dios, que no presta su ayuda para hacer lo malo.

En cuarto, a Jefté (Jue. XI), que pospone a Sansón, pues no hizo las leonerías tantas y tan insignes que aquél; y se duda de él, si al inmolar a su hija por voto haya pecado, mas parece que no, porque ahí se dice: "apoderóse de Jefté el espíritu del Señor"; y después de esto sigue su voto y la victoria. Pero, al contrario, dice San Jerónimo que fue indiscreto en hacer tal voto, y en cumplirlo impío. Respondo que en eso hubo alguna intervención del Espíritu Santo, es a saber, en moverse a hacer el voto en general, esto es, que inmolaría ¡o que saliese al encuentro y fuese capaz de ser inmolado; y alguna de su propio espíritu, es a saber, que inmoló lo que no debió, con lo cual pecó, aunque después se arrepintió. De modo semejante Gedeón pecó haciendo el efod y tentando a Dios al pedirle una señal en el vellón, aunque también se arrepintió. Lo mismo David, de quien añade diciendo: "y David, y Samuel", de quienes se trata en los libros de los Reyes.

-"y de los profetas", de quienes, si quisiera hablar, sería cuento de nunca terminar. Pero ahora se ofrece la duda si todos éstos que van dichos fueron profetas. Respondo que a esto hay que decir que el Espíritu Santo mueve la mente del profeta, como el agente principal su instrumento. Ahora bien, el Espíritu Santo puede mover a 3 cosas, es a saber, a conocer, a hablar y a hacer; y a cada cosa de éstas de dos maneras:

a conocer, esto es, unas veces entendiendo lo que se ve, como aconteció con el profeta Is y otros profetas, de donde fueron llamados videntes (I Reyes 19); otras, sin ese conocimiento, como parece en el sueño de Faraón y en la visión de Baltasar;

a hablar, unas veces sabiendo lo que se está diciendo, como se ve en David; otras sin saber, como Caifas y quizá Balaam;

a hacer, unas veces sabiendo lo que hace, como Jeremías, que escondió su cinturón en el Eufrates; otras veces sin saber, como, según San Agustín, los soldados que se repartieron las vestiduras de Cristo, mas no echaron de ver el misterio encerrado en esa división.

En eso consiste la cuestión, o ser ellos profetas, en conocer lo que ven, o dicen, o hacen; en caso contrario, no lo son de verdad, sino a la mitad o sólo en parte. Así es como dice San Juan que Caifas profetizó, pues tuvo algo de profecía lo que dijo; y, según San Agustín, este movimiento del Espíritu Santo se llama instinto.

-"los cuales por la fe conquistaron reinos..." Muestra lo que los santos, de quienes acaba de hablar, hicieron, y primero en general; luego desciende a ciertos casos particulares, como el de haber "tapado las bocas de los leones"; y con el mérito de sus acciones añade también el premio. Acerca de lo primero, es de saber que entre todos los actos exteriores de las virtudes morales los de fortaleza y justicia parecen los principales por allegarse mas a la raya del bien común, ya que por la fortaleza defiéndese la república de sus enemigos y por la justicia se mantiene incólume. De aquí que el Apóstol ensalce a los santos Padres por el ejercicio de estas virtudes; así, por ejemplo, de la fortaleza, al decir que éstos "por la fe conquistaron reinos", esto es, vencieron a los reyes, o conquistaron también sus reinos, como David y Josué. Ni sólo eso, sino que espiritualmente por la fe vencieron reinos, a saber, el reino del diablo (Jb 4), el reino de la carne (Rm 6), el reino del mundo (Jn 18); y vencen por la fe, porque "ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe" (1Jn 5); pues nadie pudiera despreciar lo presente a no ser por la esperanza de los bienes futuros; y el desprecio es el arma con que principalmente se vence al mundo; y precisamente porque la fe nos descorre la cortina de los bienes invisibles, por los cuales el mundo es tenido por cosa de menos valer; por eso nuestra fe es la que vence al mundo.

Ensálzalos también por el ejercicio de la justicia, al decir: "ejercitaron la justicia". Algunas veces la justicia es una virtud general, como, por ejemplo, cuando obedece a la ley divina (Ps X; 2 Me. 9; 1 Jn 3); otras, es una virtud especial, que consiste en acciones y comunicaciones humanas, es a saber, cuando uno da a cada uno lo que es suyo. Ambas justicias tuvieron los santos. "Esta es la herencia de los siervos del Señor, y ésta es la justicia que deben esperar de Mí, dice el Señor" (Is 54,17); "si deseas la sabiduría, guarda la justicia" (Eccli. 1,33), es a saber, obedeciendo los mandamientos; asimismo ejercitándola en el pueblo (Ps 18).

-"alcanzaron las promesas". Muestra lo que recibieron, pues alcanzaron ias promesas; ya que, por no faltar Dios a lo prometido, su promesa es eficaz (Rm 4; Salmo ¡44). Pero, al contrario, un texto anterior dice que "todos éstos vinieron a morir en su fe, sin haber recibido los bienes que se les habían prometido". Tres respuestas pueden darse a esta dificultad: una, que por promesa de Dios se entienda aquella especial por la que promete a los santos la vida eterna; y ésta antes de la venida de Cristo nadie la alcanzó.

Otra, que por esa promesa se entienda la de la tierra de promisión, y ésa tampoco la alcanzaron los tres, primeros padres, es a saber, Abraham,1saac y Jacob, sino sólo los posteriores, como Josué y otros.

Tercera, que por tal promesa se entienda una particular, es a saber, la que a cada uno se hizo en particular como a David el reino y a Ezequías la salud; y esas promesas sí las alcanzaron.

-"taparon las bocas de los leones". Hace un recuento de beneficios que en particular se hicieron a algunas personas, y primero en lo que toca al apartamiento del mal; segundo, en lo que mira a la ejecución del bien. Ahora bien, el mal nocivo para el hombre es de dos géneros: uno exterior, otro interior. El segundo lo pone al decir: "sanaron de enfermedades". El exterior es doble, según que el que lo cause sea una criatura irracional o racional. Pone éste último al decir: "escaparon del filo de la espada". El anterior a su vez es también doble, porque esa criatura irracional o es animada o inanimada. Si inanimada ya dice: "extinguieron la violencia del fuego"; si animada: "taparon las bocas de los leones". Habla en plural, aunque no haya sido sino uno, es a saber, Daniel; así como también se dice en San Mateo: "porque ya han muerto los que atentaban a la vida del niño"; pues nadie entonces intentaba matar a Cristo sino sólo Herodes; y la razón es que habla en común de todos los santos, como de un colegio de santos, y lo que uno hace se achaca a otros, y aun a todos, lo cual sucede por virtud del Espíritu Santo, que es común a todos. De ahí que también en este contexto hable como de muchos.

Puede también decirse que esto tuvo efecto en David, que, como él mismo dijo: "di muerte al ieón y al oso"; y asimismo en Sansón (Jue. 14). Ahora bien, por el león puede entenderse espirituaimente al diablo (I P. 5); quien pone coto a sus asaltos tapa la boca de los leones (Jb 29).

El daño causado por una cosa inanimada lo quita al decir: "extinguieron la violencia del fuego", como sucedió con los 3 jóvenes de que habla Daniel. Asimismo, a las súplicas de Moisés y Aarón, extinguióse el fuego enviado por el Señor que devoraba al pueblo murmurador (Nm. 2 y 16). Este fuego es el movimiento interior de la concupiscencia o de la ira; quien refrena ese movimiento extingue la violencia del fuego (Ps 57).

La remoción del daño causado por una criatura racional la toca al decir: "escaparon del filo de la espada", esto es, del escuadrón enemigo con espadas filosas; cosa que les aconteció muy a menudo, como se ve en Josué, Gedeón y David. Ahora bien, por espada se entiende la mala persuasión (de la lengua murmuradora) (Ps 56). Estas espadas pone en fuga quien hace callar la lengua detractora (Eccli. 28; Pr. 25).

El daño interior es la enfermedad, de cuya remoción dice: "sanaron de enfermedades", como especialmente se ve en Ezequías; y esta enfermedad es el pecado (Ps 6); recóbrase o convalece el que se levanta.

-"se hicieron valientes en la guerra". Pone los beneficios tocantes a la consecución del bien, que son 3. El primero se refiere a que obraron esforzadamente; de ahí que diga: "se hicieron valientes en la guerra", como se ve en Josué (Eccli. 46) y en muchos otros. El segundo es efecto de esa fortaleza: "desbarataron ejércitos extranjeros", como parece en los Macabeos y en David (Ps 26). El tercero es como el segundo, pero en la órbita de la fortaleza divina. De donde dice: "mujeres hubo que recibieron resucitados a sus difuntos", esto es, por la resurrección; texto que, por haberlo mal entendido, algunos lo explicaron refiriéndolo a los maridos, dando a entender con eso que por la muerte no se disuelve el matrimonio, lo cual es falso, aunque resucitara, y contra lo que dice el Apóstol: "en muriendo su marido, queda libre de la ley que la ligaba al marido".

De donde es de advertir que aun en los efectos de los sacramentos hay cierta diferencia; pues hay sacramentos que imprimen carácter, como el bautismo, la confirmación, el orden; y como el carácter en el alma permanece para siempre, por eso el bautizado, o confirmado, u ordenado, caso que resucitase, no debe recibir otra vez uno de dichos sacramentos. Pero hay otros que no imprimen carácter, como la penitencia, la extrema unción y otros, que, por haber sido instituidos contra una cosa repetible, por eso mismo repetirse pueden. Entre ésos está el matrimonio, por cuya razón no dice vivos, sino muertos, porque las madres a sus hijos muertos los recobraron por la resurrección, que fue cierto presagio de la futura resurrección incoada por Cristo. De la resurrección, o más bien resucitación de éstos se habla en los libros 3o. y 4o. de los Reyes, cp. 17 y 4; con todo, aunque resucitados, tornaron de nuevo a morir; Cristo, en cambio, ya no muere (Rm 6); de donde su resurrección fue el principio de la futura resurrección (1Co XV). Y así como estos beneficios temporales, por el mérito de su fe, fuéronles dados, corno a flacos, para sostenerse, así también fueron figura de los bienes futuros, que se nos darán por el mérito de la fe. "A los que creyeren acompañarán estos milagros" (Me. 16,17), que San Gregorio aplica a los bienes espirituales.

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He 11,36-40)

Lección 8: Hebreos 11,36-40

Pénense los ejemplos de los que, en vida o en muerie, padecieron muchas tribulaciones por causa de la fe. Mas otros fueron estirados en el potro, no queriendo redimir la vida presente por asegurar otra melor en la resurrección.

36 Otros asimismo sufrieron escarnios y azotes, además de cadenas y cárceles;
37 fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba de todos modos, muertos a filo de espada; anduvieron, girando de acá para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra; desamparados, angustiados, maltratados,
38 de los cuales el mundo no era digno, yendo perdidos por las soledades, por los montes, y recogiéndose en las cuevas y en las cavernas de la tierra.
39 Eso no obstante, todos éstos, tan recomendables por el testimonio de su fe, no recibieron todo el fruto de la promesa,
40 habiendo dispuesto Dios, por un favor particular que nos ha hecho, el que no recibiesen, sino júntamente con nosotros, el cumplimiento de su felicidad en el alma y en el cuerpo.

En la lección anterior puso el Apóstol los ejemplos de los santos padres antiguos, que obraron muchas y grandes cosas por la fe; aquí pone los ejemplos de los que pasaron tragos muy amargos por causa de la misma fe; acerca de lo cual, muestra primero cómo padecieron por la fe; en segundo lugar cómo se les dilató el cumplimiento de las promesas. Cuanto a lo primero, hace un recuento de los males que les causaron otros y de los males tomados por propia voluntad. De los primeros, unos lo fueron en vida, otros en muerte, y éstos dos los pone ahí: "fueron apedreados, aserrados..."; pero en vida los males ocasionados fueron de 3 géneros: unos de aflicción corporal, otros de escarnio, otros de cárceles.

Respecto de lo primero dice: "mas otros...", como si dijera: ya está dicho que unos, por virtud de la fe, muchos bienes recibieron, o en librarse de males, o en venírseles a las manos bienes temporales, figura del Antiguo Testamento, que daba esos bienes; mas otros, por causa de la misma fe, llevaron una vida muy apedreada y aporreada, de los cuales "unos fueron estirados en ei potro", como se lee en los libros de los Macabeos 1 c.2 y 2 c.6, de los hijos colgados a los pechos de sus madres, y en el 2 c. 7 de los siete hermanos, en quienes por primera vez o en primer lugar se figuraba el Nuevo Testamento. De donde dice: "no queriendo redimir la vida presente", esto es, verse libres; que quien está sometido a la pena en cierta manera es siervo de la pena; y por eso verse libre de la pena dícese redención (Ps 77).

Mas el no haber salido libres no fue porque Dios no tuviese providencia de ellos, sino para asegurar la vida eterna, que es mejor que el verse libre de cualquier pena presente, o que cualquier resurrección de la vida presente, y por eso dice: "por asegurar otra mejor en la resurrección" (Jb 19; Is 26); o dice mejor, porque, por el hecho mismo de haber pasado por Cristo los mayores trabajos, mayor premio recibirán; pues así como se dice en 1 Corintios XV que "hay diferencia de resplandor de una estrella a otra", así será también en la resurrección; pues los de mayores méritos mayor premio tendrán. Y así los Apóstoles aventajan a los mártires, y éstos a todos los demás; pero los méritos de más quilates son los de los mártires, pues "nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Jn 16). Pero tampoco es superior cualquier mártir a cualquier confesor, sino que algún mártir puede ser mayor que algún confesor, y, al contrario, algún confesor puede echarle el pie adelante a algún mártir, aunque no en general; pues la comparación de uno a otro estriba en el género de la obra o en el grado de caridad. Ahora bien, ningún acto de su propia cosecha es tan meritorio como el de aquel que muere por Cristo, ya que da lo más querido que tiene, que es la propia vida (Mt 5).

Mas si se toma en consideración la raíz de todo mérito, que es la caridad, entonces la obra cuya procedencia sea de mayor caridad es la más meritoria; y en este sentido un simple confesor puede tener mayor mérito delante de Dios. Mas el Apóstol refiérese, al hablar, al género de la obra, diciendo: "por asegurar otra mejor, esto es, mayor y más esclarecida, en la resurrección"; de donde esa palabra mejor lleva consigo la comparación del estado de la vida presente con la futura resurrección, o el cotejo de la resurrección esplendorosa de un resucitado con el resplandor de la de otro.

-"Otros asimismo sufrieron escarnios". Refiérese a los males que en vida les causaron en punto a escarnios de palabras, diciendo: "sufrieron escarnios", como se ve en Sansón, Tobías, Job e Is . "No retiré mi rostro de los que me escarnecían y escupían" (Is L,6). Jeremías también dice: "la palabra del Señor no me acarrea más que continuos oprobios y escarnios" (20,7).

En punto a acciones, dice: "sufrieron azotes", como parece por Miqueas, de quien se dice que lo golpeó Sedecías en la mejilla; en todo lo cual se anunciaban de antemano las pasiones del Nuevo Testamento (1Co 4).

-"además de cadenas". Pone los males que soportaron los santos en punto a cautiverios; de ahí que diga: "además de cadenas", como a Jeremías, de quien se dice que lo metieron en el cepo; ni sólo cadenas sino "también cárceles", como a Jeremías y a Miqueas (37; 3 Reyes,22). Por consiguiente, los males en punto a muerte, al decir: "fueron apedreados", género de muerte común entre todos los judíos (Mt 23). Así fueron apedreados Nabot (3 Reyes,21) y Jeremías, de quien se lee que los judíos lo apedrearon en Egipto con piedras que habían escondido debajo del muro de ladrillos de la casa misma de Faraón; y, aunque San Epifanio diga que fue arrastrado, es opinión común que fue apedreado, lo mismo que Zacarías hijo de Joyada, como se lee en 2 Cr. 24.

Pone otro género de muerte desacostumbrado y cruel, al decir: "fueron aserrados", refiriéndose a Is , a quien Manases hizo aserrar con una sierra de madera. Y habla en plural, aunque no haya sido sino uno, según la costumbre de la Escritura, por el motivo sobredicho.

El tercer género, al decir: "puestos a prueba", a saber, para que consintiesen en la tentación; lo cual dice por Matatías e hijos (I Me. 2),. y por Eleazar (I! Me. 6), y por la historia de los 7 hermanos (II,7), a quienes por último dieron muerte (Lm. 4). Josías, y Urías mandado matar por David, murieron con un género de muerte especial.

-"Anduvieron girando de acá para allá..." Alude a los males voluntariamente tomados, que a 3 se reducen: a la manera de vestir, al estado de la persona, al lugar de su habitación.

Tocante al modo de vestir dice: "cubiertos de pieles de ovela y de cabra". La melota es una vestidura hecha de pelos de camello, como algunos dicen; o con más razón lo que otros, porque el tejo, de que se hace la vestidura que se llama melota, tiene la corteza áspera.

La piel de cabra, además de áspera, es de baja estofa. Lo tocante a este modo de vestir se refiere a Elias, que andaba "cubierto de pelo y ceñido con un cinto de cuero" (II Reyes,1,8); y de tales vestidos dice San Agustín que puede haber intención mala en el que los usa si es por vanagloria; o buena, si es para dar tormento al cuerpo y un vaque afrentoso al mundo; especialmente los que hacen profesión de vida penitente deben dar muestras de esa profesión; por consiguiente, lícito es usar de tales vestidos, al modo de los profetas, mas no para ostentación.

Por lo que mira al estado de la persona, dice: "desamparados", pues carecían de riquezas, con lo cual prefiguraban el estado de perfección del Nuevo Testamento, del cual se dice: "si quieres ser perfecto ve y vende todo lo que tienes"; y esto especialmente se observó en Elias, que fue alimentado por los cuervos y por una mujer viuda (3 Reyes,17; Salmo 87 y 69).

Asimismo, "angustiados", como se ve también en Elias, que huye de la presencia de Jezabel, y en David, que huye de la de Absalón.

Otros, "maltratados" con los trabajos corporales, como Elias, que a la sombra de un enebro toma cansado su descanso.

Y añade: "de los cuales el mundo no era digno". Como dice Dionisio, en una carta a San Juan Evangelista, los malos en las cosas que hacen dan indicios a veces de que están condenados; de ahí que al rechazar de sí al bienaventurado San Juan, daba Dios a entender que eran indignos de su compañía. Por eso dice el Apóstol que "el mundo no era digno de ellos"; como si dijera que los mundanos no eran dignos de la compañía de los justos (Jn 15).

-"yendo perdidos por las soledades". Cuanto al lugar, dice que no tenían casa propia, sino que "andaban errantes por las soledades, por los montes, y recogiéndose en las cuevas y en las cavernas de la tierra", que son lugares muy a propósito para la contemplación y la penitencia. Y llámase cueva la que se hace por industria; caverna la que es así por naturaleza, o es un producto accidental, por ejemplo, de la corrosión de las aguas, como se observa en David y Elias (I Reyes 22; 3,19).

-"Eso no obstante, todos ésos...", quiere decir que se les dilató el cumplimiento de las promesas; y para que no se piense que esto sucedió por falta de méritos, señala el porqué diciendo: "disponiéndolo Dios de mejor manera". Dice, pues, que "todos éstos tan recomendables por el testimonio de su fe", esto es, que por la fe tienen testimonio de que son recomendables o aprobados por Dios (2Co X; Sg 3); con todo eso, "no alcanzaron el cumplimiento de la promesa", es a saber, de la gloria, o la vida prometida, hasta la venida de Cristo (Ps 1); pues recibieron el de las temporales, no de las espirituales (He XI,13).

Por fin, al decir: "habiéndolo Dios dispuesto de mejor manera", indica el porqué de la dilación, que dio pie u ocasión al error de algunos que afirman que nadie entrará en el paraíso hasta la consumación final, que vendrá con la resurrección; lo cual es contra lo que dice el Apóstol: "Sabemos que, si esta casa terrestre en que habitamos viene a destruirse, nos dará Dios en el cielo otra casa, una casa no hecha de mano de hombre, y que durará eternamente".

Por consiguiente, la consumación, de que habla el Apóstol, puede referirse al premio esencial, es a saber, a la bienaventuranza, que se logra por Cristo, "que al subir les fue abriendo el camino" (Mi. 2), y que no alcanzaron los santos del Antiguo Testamento. O puede referirse al atavío del cuerpo, que no se dará universalmente a todos, hasta después de la resurrección universal, aunque algunos quizá ya lo tengan por un privilegio especial. Así pues, no reciben, sino júntamente con nosotros, el cumplimiento de su felicidad, pero se hermosean con la perfección de un vestido forrado, o atavío doblado, para que, como dice la Glosa, en el gozo de todos el gozo de cada uno sea mayor. Esta fue la providencia que Dios tomó por nosotros; por eso dice: "habiendo dispuesto Dios por Un favor particular". (Ps 132). "Ved ¡cuan bueno es y cuan deleitoso habitar unidos los hermanosi", pues mayor es el gozo de un hombre entre muchos que se gozan. Acota la Glosa: si éstos mantuvieron la fe, con haber esperado tanto, con más razón nosotros, que al pie de la obra recibimos (Lc 22).


Aquino - A LOS HEBREOS 46