Aquino - A LOS HEBREOS 55

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He 13,9-16)

Lección 2: Hebreos 13,9-16

No quiere que se descaminen con doctrinas extrañas a las que enseñaron los santos, que ya fallecieron, pues han de fortalecer el corazón con la gracia, no con viandas,

9 No os dejéis, pues, descaminar por doctrinas diversas y extrañas. Lo que importa, sobre todo, es fortalecer el corazón con la gracia, no con las viandas aquéllas que de nada sirvieron por sí solas a los que andaban vanamente confiados en ellas.
10 Tenemos un altar de que no pueden comer los que sirven al tabernáculo.
11 Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre por el pecado ofrece el pontífice en el Santuarioi son quemados fuera de los alojamientos.
12 Que aun por eso, Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta de la ciudad.
13 Salgamos, pues, a El fuera de la ciudad cargados con su improperio;
14 puesto que no tenemos aquí ciudad fija, sino que vamos en busca de la que está por venir.
15 Ofrezcamos, pues, a Dios por medio de El sin cesar un sacrificio de alabanza, es a saber, el fruto de labios que bendigan su nombre.
16 Entretanto, no echéis en olvido la beneficencia y el repartir con otros vuestros bienes, porque con tales ofrendas se gana la voluntad de Dios.

Después de haberlos amonestado el Apóstol a que imitasen los ejemplos y la vida de los santos que fallecieron, amonéstalos aquí a insistir en las enseñanzas que les dieron, acerca de lo cual, júnto con la admonición, que explica en general y en especial, les indica la razón.

Dice, pues: "no os dejéis descaminar por doctrinas diversas y extrañas"; como si dijera: dije que debéis imitar la fe de los Apóstoles. Luego de su doctrina no habéis de dejaros descaminar, esto es, apartar, por cualquiera otra doctrina. Donde es de saber que, consistiendo la verdad en el medio de lo que es la unidad y, por consiguiente, que a una cosa verdadera puedan oponerse muchas falsas, como a un medio muchos extremos, sigúese que la doctrina de la fe es una, porque de punto a punto no conviene echar más de una línea recta, y que todas las otras doctrinas son muchas, porque extraviarse de lo recto acontece de muchas maneras; por lo cual dice: "por doctrinas diversas", esto es, divididas (Os. X), y éstas son aquellas doctrinas de las cuales dice a Timoteo que son "doctrinas diabólicas, enseñadas por impostores llenos de hipocresía" (I Ti. 4,1). Asimismo son peregrinas, o extrañas a la fe católica, y nosotros no hemos de tolerarlas, porque no somos huéspedes y peregrinos, sino conciudadanos de los santos y domésticos de Dios (Ep 2,19).

-"Lo que importa, sobre todo, es fortalecer el corazón con la gracia". Explica en especial en qué consisten esas diversas y extrañas doctrinas; para lo cual es de saber que en la primitiva 1glesia erróneamente se creyó que para salvarse había que guardar las observancias legales, que consistían principalmente en tomar ciertos manjares, como el cordero pascual, y en abstenerse de otros, como consta por el c. 1X del Levítico y por otros muchos lugares.

Otro error, el de los Nicolaítas, que era lícito deliciarse con placeres corporales de todo género. A ambos errores pueden aplicarse las palabras susodichas, pero con más propiedad al primero, pues di¡o arriba: no os dejéis descaminar de la verdad de la fe por doctrinas diversas y extrañas (2Th 2; Ga 2), ya que lo que Dios nos pide es el corazón (Pr. 23). Por consiguiente, "lo que importa, sobre todo, es fortalecer el corazón con la gracia", pues debe tener estabilidad y firmeza. Contra lo cual se dice en el Salmo 39: "mi corazón me desamparó". Ahora bien, el corazón no halla su estabilidad en viandas corporales, sino en la gracia justificante (Rm 3); y por eso dice: "no con las viandas aquellas que de nada sirvieron", "que no consiste el reino de Dios en comer y beber, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo" (Rm i 4,17). De suerte que la firmeza del corazón no depende de una moderada o superflua refección, sino más bien de la gracia de Dios. "Firme está su corazón esperando en el Señor; constante es su corazón, no temerá hasta ver confundidos a sus contrarios" (Ps 1 1 1,7). La esperanza es como un ancla que con su peso da fijeza a los corazones (He 6,19).

Y dice que "de nada sirvieron a los que andaban vanamente confiados en ellas", esto es, a los que ponían su esperanza en ellas, porque a los que las toman por necesidad aprovéchanle al cuerpo para la salud; mas los que ponen todo su afán en ellas andan en las mismas, y a esas personas no les aprovechan ni para el cuerpo ni para el alma. "¿Acaso las carnes sacrificadas te han de purificar de tus maldades, de que has hecho alarde?" (Jr XI,15).

Luego da una razón muy sutil, al decir: "tenemos un altar..."; porque, como se lee en el c. XVI del Levítico, el décimo día del séptimo mes, el Sumo Sacerdote introducía, del velo adentro del Santuario, la sangre del becerro y del macho cabrío -cuyos cuerpos se quemaban fuera del campamento- para ofrecerla por sus ignorancias; y, porque era ofrenda de los sacerdotes, no comían sus carnes; ya que lo que ofrecían por los pecados de los sacerdotes no lo comían, sino que lo quemaban fuera del campamento. Así que de esta figura saca el Apóstol el misterio; pues por esa sangre se simbolizaba la sangre de Cristo, como arriba se dijo (He 1X); puesto que becerro y macho cabrío eran figura de Cristo: el becerro como víctima sacerdotal, y el macho cabrío porque era inmolado por los pecados; con lo cual se daba a entender que Cristo debía ser inmolado por los pecados, no suyos, sino del pueblo. De suerte que el becerro y el macho cabrío inmolado es Cristo sacerdote que se ofrece a Sí mismo por nuestros pecados, y, por consiguiente, su sangre fue introducida dentro del Santuario, y su carne quemada fuera del campamento; con lo que dos cosas se significan: una, que Cristo fue inmolado en la ciudad por las lenguas de los judíos -de ahí que San Marcos diga que lo crucificaron a la hora de tercia (las 9 a.m.), aunque lo hayan levantado en la cruz a la hora de sexta (las 12)-; otra, que por virtud de su Pasión nos introduce Cristo en el santuario celestial, ante el acatamiento de su Padre. E! que los cuerpos de aquellos animales se quemasen fuera del campamento significa, por lo que a nuestra cabeza se refiere, que Cristo padecería fuera de la puerta; cuanto a nosotros, que somos sus miembros, significa que Cristo se inmola por aquellos que están fuera del campamento de las observancias legales o de los sentidos exteriores; pues los que estaban en el campamento no comían de aquellas carnes.

Esta es, pues, la figura que propone el Apóstol, cuya significación pone primero, en pos la figura y, por último, la conclusión.

Dice, pues: fortalezcamos nuestros corazones, no con viandas, sino con la gracia; de otro modo no podemos, porque "tenemos un altar". Este altar o bien es la cruz de Cristo, en la que se inmoló por nosotros, o el mismo Cristo, en el cual y por el cual ofrecemos nuestras plegarias; y éste es el altar de oro, al que se refiere el Apocalipsis. Así que de este altar "no pueden comer, esto es, ser particioneros del fruto de la Pasión de Cristo, y, como a su cabeza, incorporarse a El, los que sirven al tabernáculo de las observancias legales" (Ga 5). O sirven al tabernáculo del cuerpo los que se entregan a los deleites carnales (Rm 13); que a los tales nada aprovecha (1Co XI). Dícese el cuerpo tabernáculo, porque en él habitamos, como en tiempo de guerra, contra los enemigos, y dura poco tiempo (II P. 1). Por consiguiente, no hay que servirle.

-"Porque los cuerpos de aquellos animales..." Prosigue con la misma figura, y primero en lo concerniente al Antiguo Testamento; segundo, en lo tocante al Nuevo. Cuanto a lo primero, dice: "porque los cuerpos de aquellos animales...", texto que puede leerse de dos maneras: de una, así: "los cuerpos de estos animales se queman fuera del campamento, conviene a saber, los becerros y los machos cabríos, cuya sangre ofrece el pontífice en el santuario por el pecado" de los sacerdotes y de la multitud. De otra, de modo que por esos animales sea entendido Cristo o sus santos; ya que por todas las víctimas de la antigua Ley estaba representado Cristo y, por consiguiente, sus miembros. Así que el cuerpo de Cristo, cuya sangre fue ofrecida en el santuario del cielo por los pecados de todo el mundo, abrasado por el fuego sobre el ara de la cruz, fuera de las puertas de Jerusalén, como que fue quemado fuera del campamento. O también los santos se queman fuera del campamento, esto es, fuera del consorcio humano que es común a todos, con el fuego de la caridad, con los ayunos, con las oraciones y otras obras de misericordia; por quienes ha sido eficazmente ofrecida la sangre de Cristo en el santuario. El primer sentido es literal.

-"Que aun por eso..." Para que haya consonancia entre ambos Testamentos, acomoda al Nuevo lo que fue figura en el Viejo; de ahí que diga: "que aun por eso, Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta de la ciudad"; todo lo cual esta claro.

Al decir luego: "salgamos, pues, a El..." saca dos conclusiones. Cuanto a lo primero, dice: ya quedó dicho que tenemos un altar que está fuera del campamento; por tanto, dos cosas debemos hacer: acercarnos a é! y sacrificar sobre él; y pone primero el modo de acercarse, diciendo que, así como Cristo padeció y soportó el improperio de la pasión fuera de las puertas de la ciudad, así también nosotros "salgamos a El fuera de la ciudad", esto es, fuera del común trato y compañía de los hombres carnales, o fuera de las observancias legales; o fuera de los sentidos corporales, "cargados con su improperio" de Cristo, esto es, con las insignias de su pasión, por las que Cristo vino a convertirse en oprobio de los hombres y abyección de la plebe (Ps 68). O carguemos el improperio, esto es, que, habiendo llegado la verdad, renunciemos a las observancias legales, por cuya causa somos terreno de befas para los judíos, esto es, por las señales de penitencia de que hacen escarnio los hombres carnales (He XI). Porque, así como acusaron a Cristo de revoltoso y trastornador de la ley, así le echaban en cara al Apóstol el predicar que no había que guardar las observancias legales (Ga 5).

Y añade la razón, diciendo: "puesto que no tenemos aquí ciudad fija, sino que vamos en busca de la que está por venir"; ya que un hombre permanece de grado en su propio lugar; pues nuestro fin no son las observancias legales ni las cosas temporales, sino Cristo (Rm X). Así que aquí "no tenemos ciudad de asiento, sino donde está Cristo. Salgárnosle, pues, al encuentro (Col 3; Is 33), como Abraham, que "tenía puesta la mira en aquella dudad de sólidos fundamentos, cuyo arquitecto y fundador es el mismo Dios" (He XI,10). Asimismo suspiran por una ciudad mejor, esto es, la celestial; que a eso se encamina nuestro deseo, a ser traspuestos a ese lugar como a nuestro altar y a nuestro sitio propio. Luego hemos de salir a buscarlo.

-"Ofrezcamos, pues, a Dios por medio de El..." Pone la segunda conclusión, a saber, que sobre este altar debemos sacrificar y qué género de sacrificios. De los dos que hay hemos de sacrificar sobre el altar de Cristo: la devoción para con Dios y la compasión para con el prójimo. Cuanto a lo primero, dice que, puesto que en adelante no ha de haber más sacrificios legales que ofrecer (Ps 39), "luego por medio de El, esto es, por Cristo, hemos de ofrecerle sin cesar un sacrificio de alabanza" (Ps 49). Y este sacrificio de alabanza llámale fruto de labios, esto es, confesión de voz; que mejor se alaba a Dios con la boca que con muerte de animales; de ahí que diga: "el fruto de labios que bendigan su nombre"; porque esto es necesario (Rm X; Os. 14; Is 57).

Este sacrificio ha de ofrecerse siempre, esto es, sin cesar, así como en la ley había un perpetuo sacrificio, como consta por Números 28. "Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza siempre resonará en mi boca"(Ps 33).

Pone otro sacrificio, al decir: "entretanto, no echéis en olvido la beneficencia y el repartir con otros vuestros bienes"; como si dijera: en otro tiempo hacíais efectivamente obras de misericordia, hacedlas ahora por lo menos de corazón, si no podéis de obra. Por eso dice: "no echéis en olvido la beneficencia", esto es, la liberalidad, cuanto a lo que dais; que al manirroto le llaman benéfico (Sa. 6; Eccli. 12); "y el repartir con otros vuestros bienes", cuanto a lo que guardáis para repartirlo a su tiempo (Ac 2; Rm 12); o por comunión o comunicación entiéndase la caridad, por la cual todas las cosas son comunes.

Por qué hemos de ofrecerle a Dios este doble sacrificio lo indica al decir: "porque con tales ofrendas se gana pasivamente la voluntad de Dios", esto es, con tales sacrificios podemos granjearnos a Dios, ya que El es nuestra recompensa que con estas obras podemos alcanzar (Sn. 17; Salmo 50; Is 19).

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He 13,17-25)

Lección 3: Hebreos 13,17-25

Enséñales cómo han de portarse con los prelados que aún viven, desea rueguen por él y, poniendo como firma la gracia, concluye la carta.

17 Obedeced a vuestros prelados, y estudies sumisos, ya que ellos velan, como que han de dar cuenta de vuestras almas, para que lo hagan con alegría, y no penando, cosa que no os sería provechosa.
18 Orad por nosotros, porque seguros estamos de que en ninguna cosa nos acusa la conciencia, deseando portarnos bien en todo.
19 Ahora mayormente os suplico que lo hagáis, a fin de que cuanto antes me vuelva Dios a vosotros.
20 Y el Dios de la paz, que resucitó de entre los muertos al gran pastor de Las ovejas, Jesucristo Señor Nuestro, por la virtud y mérito de la sangre del eterno testamento,
21 os haga aptos para todo bien, a fin de que hagáis siempre su voluntad, obrando El en vosotros lo que sea agradable a sus ojos por los méritos de Jesucristo, al cual sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
22 Ahora, hermanos, os ruego que llevéis a bien todo lo dicho para exhortaros y consolaros, aunque os he escrito brevemente.
23 Sabed que está ya en libertad nuestro hermano Timoteo, con el cual -si viene presto- iré a veros.
24 Saludad a todos vuestros prelados, y a todos los santos. Los hermanos de 1talia os saludan.
25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.

En la lección anterior les enseñó el Apóstol cómo han de portarse con los prelados muertos, es a saber, para permanecer en la fe de ellos; aquí les enseña cómo han de portarse con los vivos, y primero con los otros, luego con el mismo Pablo.

Dice, pues: "obedeced a vuestros prelados"; donde es de considerar que a los prelados debemos dos cosas, es a saber: obediencia, para cumplir sus mandatos, y reverenda, para honrarlos como a padres y soportar que nos corrijan. De ahí que diga: "obedeced" (I Reyes XV) y "estadles sumisos" (I P. 2; Rm 13). Y la razón de estarles sujetos es la que añade diciendo: "ya que ellos velan". Precisamente porque corren el riesgo y sobre ellos recae el trabajo, por eso hemos de obedecer a los prelados y estarles sumisos. De donde, por lo que mira al afán con que se desvelan, por razón del gobierno de sus subditos, dice: "ya que ellos velan" (pervígilant), esto es, cada uno es todo ojos y orejas (Rm 12), pues velar sobre la grey es incumbencia de los prelados; razón por la cual se dice en San Lucas: "unos pastores, por los cuales represéntanse los prelados, estaban velando y haciendo centinela de noche sobre su grey"; porque, cuando los hombres están dormidos, como dice San Mateo, el hombre enemigo sobresiembra cizaña en medio del trigo.

En lo tocante al riesgo que corren, dice: "como que han de dar cuenta de vuestras almas"; que el rendir estrecha cuenta de lo que el prójimo hace, quien por sí no satisface, es riesgo el más formidable (por su peso incomportable). "Guarda a ese hombre; que si le dejas escapar, tu vida responderá por la suya" (3 Reyes,20,39); porque en el día del juicio los prelados darán cuenta de sus subditos, cuando se les haga esa pregunta: "¿dónde está la grey que se te confió, tu rebaño esclarecido? ¿Qué responderás cuando te tomen residencia? pues tú los adoctrinaste en contra tuya, es a saber, hablando bien y obrando mal, y los educaste para desgracia tuya, por tus malos ejemplos".

Dice San Gregorio: deben saber los prelados que a tantas muertes se hacen acreedores cuantos ejemplos de perdición dan a sus subditos. "Hi¡o mío, si incautamente saliste por fiador de tu amigo, y has ligado tu), mano con un extraño, tú te has enlazado mediante las palabras de tu boca, y ellas han sido el lazo en que has quedado preso. Haz, pues, hijo mío, lo que te digo y líbrate a ti mismo, ya que has caído en manos de tu prójimo; corre de una a otra parte, apresúrate, despierta a tu amigo, no concedas sueño a tus ojos, ni dejes que se cierren tus párpados; sálvate como el gamo que escapa de la trampa, y como el pájaro de las manos del cazador" (Pr. 6,1-5). Este texto se aplica at prelado, porque con su mano, esto es, con el ejemplo de sus buenas obras, y con la boca, es a saber, con la predicación, sale con Cristo por fiador de sus subditos; y llámase a Cristo extraño, porque, como dice San Bernardo, es amigo al entrar en concierto, pero extraño al exigir cuentas.

Mas no parece que alguno tenga obligación de rendir cuentas sino sólo por sí, según aquello: "es for* zoso que todos comparezcamos ante el! tribunal de Cristo para que cada uno reciba el pago debido a las buenas o malas acciones que habrá hecho mientras ha estado revestido de su cuerpo" (2Co 5,10). -Respondo: cierto, cada uno ha de dar cuenta principalmente de sus propias acciones; pero, tanto cuanto éstas tienen que ver con otras, también de las ajenas. Ahora bien, las acciones de los prelados tienen mucho que ver con los subditos, conforme a lo que dice Ezequiel: "hijo de hombre, Yo te he puesto por centinela en la casa de 1srael, y de mi boca oirás mis palabras, y se las anunciarás a ellos de mi parte" (3,17). De donde se sigue que si el prelado -entendido aquí por centinela- no le intima al impío que morirá sin remedio, aquel impío morirá en su pecado, pero a| centinela se le exigirá cuenta de su sangre. De modo que si ellos se desvelan y no pegan los ojos, como que han de dar cuenta de nuestras almas, justo es que nosotros hagamos lo que nos toca, esto es, obedecer y no rebelarnos, "para que lo hagan con alegría, y no penando", arrostren con gozo, y no gimiendo, el peligro y el trabajo; porque mucho se alegra el buen prelado cuando mira a sus subditos fructificar en buenas obras, ya que entonces no ha trabajado de balde. "En ninguna cosa tengo mayor gusto que cuando entiendo que mis hijos van por el camino de la verdad" (3 Jn 4); "por tanto, hermanos míos carísimos y amabilísimos, que sois mi gozo y mi corona, perseverad así firmes en el Señor, queridos míos" (Ph 4,1).

Por el contrario, andan gimiendo cuando os rebeláis. "Hijitos míos, por quienes segunda vez padezco dolores de parto, hasta formar a Cristo en vosotros" (Ga 4,19); "¿quién dará agua a mi cabeza, y hará de mis ojos dos fuentes de lágrimas para llorar día y noche la muerte que se ha dado a tantos moradores de la hija de mi pueblo?" (Jr 9,1) Gimen también de compasión, cuando, por la rebelión, se sigue la frustración del fruto de sus trabajos, que es fruto de herencia eterna. "Pero he aquí que desde afuera gritarán los que vean venir a los enemigos; llorarán amargamente los ángeles o embajadores encargados de la paz" (Is 33,7).

Y la razón que da, por la cual debemos obedecerlos es porque "no sería provechoso para vosotros" que ellos gimieran por vuestra rebelión, pues Dios los vengaría. "Envidiaron a Moisés en los campamentos, y a Aarón, el santo del Señor. Se abrió la tierra y se tragó a Datan y cubrió a la caterva de Abirón" (Ps 105,16); "mas ellos le provocaron a ira y contristaron el espíritu de su santo, y el Señor se les convirtió en enemigo, y El mismo los derrotó" (Is 63,10). Pero advertid lo que dice: "no os sería provechoso", pues no dice: no les sería provechoso, siéndoles de tanto provecho a los prelados sollozar por los pecados de sus subditos. Así Samuel henchía el aire de gemidos por la reprobación de Saúl.

-"Orad por nosotros". Les enseña el Apóstol cómo han de portarse con él, ya que les pide que rueguen por él. Algo parecido dice en Romanos XV,30: "entretanto, hermanos, os suplico por nuestro Señor Jesucristo, y por la caridad del Espíritu Santo, que me ayudéis con las oraciones que hagáis a Dios por mí"; porque, como dice la Glosa, es muy difícil que las oraciones de muchos no sean oídas. "Si dos de vosotros se unieren entre sí sobre la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, les será otorgado por mi Padre, que está en los cielos" (Mt 18,19). Con lo cual el Apóstol, que estaba cierto de ser agradable a Dios y, eso no obstante, pedía oraran por él, tilda de soberbios a algunos que, según dice la Glosa, se desdeñan de pedir que otros rueguen por ellos.

Indica el porqué de su petición, diciendo: "porque seguros estamos...", que puede entenderse de dos maneras: de una, respecto de ellos mismos, cuyas oraciones pide: pues no habiéndoles predicado a los judíos, sino sólo a los gentiles, al parecer no les caía bien y, por consiguiente, podían excusarse de no dar oídos a sus ruegos; en razón de lo cual, como excusándose, dice que no tiene conciencia de haberles deseado sino bien. De ahí que diga: "porque seguros estamos de que en ninguna cosa nos acusa la conciencia, deseando que también vosotros os portéis bien en todo"; con lo que les da a entender su deseo de ayudarles en lo posible; mas ya que el bien de la conciencia procede de solo Dios, por eso lo atribuye a la confianza que tiene en El.

O puede referirse al mismo Apóstol, pues no habiendo predicado a los judíos, no parecía digno de que por él se hiciesen oraciones, porque el Señor no los oiría, ya que parecía enemigo de su fe, como se dice en Jeremías 7,16: "así pues, no tienes tú que interceder por este pueblo, ni te empeñes por ellos en cantar mis alabanzas, y rogarme; ni te me opongas, porque no he de escucharte". Esta idea les quita de la cabeza, diciendo: "rogad por nosotros, pues no tenemos conciencia de algún pecado o de haber hecho algo malo, sino que confiamos..." ni dice: estamos ciertos, pues ¿hay alguno que tenga un concepto cabal de lo que son los delitos? "No sabe el hombre si es digno de amor o de odio" (Eccle. 1X); "porque, si bien no me remuerde la conciencia de cosa alguna, no por eso me tengo por justificado" (1Co 4,4). Así que porque "tenemos la conciencia tranquila y queremos portarnos bien en todo", por eso no se me atraviesa que vuestras oraciones no me sean provechosas.

-"Ahora mayormente os suplico..." 1ndica otra razón por la que deben orar por él; de donde dice: "mayormente, esto es, por otro motivo os suplico que lo hagáis, a fin de que cuanto antes me vuelva Dios a vosotros", restitución que os será provechosa. "Tengo muchos deseos de veros, a fin de comunicaros alguna gracia espiritual" (Rm 1,2). Ahora bien, el Apóstol, que en todo lo que hace de tal modo recurre a la oración, nos da a entender que todos sus pasos y sus hechos los ordenaba según la disposición de Dios. "Van las nubes girando por todas partes, doquiera que las guía la voluntad del que las gobierna" (Jb 37,12). Por las nubes entiéndense los predicadores y los apóstoles. "¿Quiénes son estos que como nubes vuelan?" (Is 69).

-"Y el Dios de la paz..." Ruega el Apóstol por ellos; y primero ora, luego, pidiéndoles algo, se excusa. Cuanto a ¡o primero, describe antes a aquel a quien ora, diciendo: "el Dios de la paz", pues propio efecto de Dios es hacer la paz; que no es Dios de discordia,, sino de paz (1Co 4). "Tened paz, y el Dios de la paz y del amor estará con vosotros" (2Co 13), ya que la paz no es otra cosa que la unidad de afectos o los afectos unidos; cuya unión es propia únicamente de Dios, puesto que los corazones úñense por la caridad, que de solo



Dios procede, y Dios sabe júntar y unir, porque Dios es caridad, y la caridad es el vínculo de la perfección; de donde hace que habiten en una misma casa los que tienen un mismo corazón, y entre Dios y el hombre concertó la paz por el misterio de Cristo. Por eso dice: "que resucitó de entre los muertos al gran pastor de las ovejas".

Ahora bien, unas veces dícese Cristo resucitado por el poder del Padre: -"y si el espíritu de aquel Dios, que resucitó a Jesús de la muerte" (Rm 8,1 1)-; otras, que El mismo se resucitó: "me dormí y me íevanté" (Ps 3,6). Pero ambas afirmaciones no son contrarias, porque resucitó por el poder de Dios, que es común, por la unidad de las tres divinas personas, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Lo sacó, pues, de entre los muertos, esto es, del sepulcro, que es el lugar de los muertos. "Así como Cristo resucitó de muerte a vida para gloria del Padre, así también procedamos nosotros con nuevo tenor de vida" (Rm 6,4).

Y llámase Cristo gran pastor de las ovejas, esto es, de los fieles y de los humildes (Jn X), porque ovejas son los que obedecen a Dios: "mis ovejas oyen mi voz" (Jn X). Llámase a Sí mismo gran pastor, porque todos los demás son vicarios suyos, ya que El apacienta sus propias ovejas; los otros, en cambio, las ovejas de Cristo: "Cuando se deje ver el príncipe de los pastores, Cristo, recibiréis una corona inmarcesible de gloria" (I P. 5; Jn 22).

Y lo resucitó "por la virtud y mérito de la sangre del eterno testamento", esto es, por virtud de la sangre de Cristo, por la que se confirma o cobra fuerza el Nuevo Testamento, en el cual, a diferencia del Antiguo, se prometen cosas eternas; pues Cristo llama a su sangre la sangre del Nuevo Testamento, que el Apóstol llama eterno; y por eso en la consagración de la sangre, en la forma, se ponen las dos cosas (nuevo y eterno testamento); y el mismo Cristo por su pasión mereció para Sí y para nosotros la gloria de la resurrección; por lo cual dice que "resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesucristo, por la virtud y mérito de la sangre del eterno testamento" (Ph 2; Zc. 1X).

Por consiguiente, añade su petición, al decir: "os haga aptos para todo bien"; pues ia voluntad humana, siendo una cierta inclinación de la razón, es el principio de los actos humanos; así como la gravedad es el principio del movimiento hacia abajo de las cosas pesadas. De ahí que a los actos racionales diga la misma relación que la inclinación natural a los actos naturales. Así también el hombre, cuando le viene en gana hacer una obra buena, dícese que es apto para ella. Lo mismo Dios, cuando infunde en el hombre una voluntad buena, lo habilita, esto es, lo hace apto. Por eso dice: "os haga aptos para todo bien a fin de que hagáis siempre su voluntad", esto es, haga que queráis todo bien (Pr. XI); porque ésta es la voluntad de Dios, es a saber, lo que Dios quiere que queramos; de otra suerte no es buena nuestra voluntad, pero la voluntad de Dios ciertamente es nuestro bien (1Th 4; Rm 12).

Ahora bien, el hombre hácese apto para bien obrar de dos maneras: de una, con la acción exterior; y así un hombre hace apto a otro persuadiéndolo o amenazándolo. De otra, mostrándole algo por dentro, y de este modo sólo Dios, que puede mudarla, hace apta la voluntad (Pr. 21). De ahí que diga: "obrando El en vosotros" (Ph 2); ¿pero qué? "lo que sea agradable a sus ojos", esto es, hará que queráis lo que es de su agrado, conviene a saber, la fe, la mansedumbre y el temor del Señor (Eccl. 1; Salmo 32); y esto se logra "por los méritos de Jesucristo", pues nada se consigue del Padre sino por medio del Hijo (Jn X). Por eso dice: "por Jesucristo" (II P. 1; Rm 3), "al cual sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén", esto es, la gloria eterna. "Al Rey inmortal e invisible, y solo Dios, el honor y la gloria por los siglos..."; porque esta gloria se le debe en cuanto Dios.

Al decir luego: "ahora, hermanos, os ruego...", añade su petición con la cual se excusa y da fin a su carta. Acerca de lo primero, pone su excusa, recomienda al mensajero por cuyo medio les escribe y agrega algunos saludos. Dice, pues, cuanto a lo primero: "os ruego, hermanos, que llevéis a bien todo le* dicho para consolaros", esto es, llevéis en paciencia las palabras de esta carta, en la cual, si en algo os reprendí, toda ella va encaminada a consolaros (Rm XV). Y por qué motivo han de llevar en paciencia lo dicho, lo indica diciendo: "porque con poquísimas palabras, esto es, muy sucintamente, os he escrito", lo cual es verdad respecto de los misterios contenidos en ellas, ya que en esta carta están encerrados casi todos los misterios del Antiguo Testamento; y los discursos breves tienen mucha aceptación, porque, si son buenos, en adelante con más avidez se oyen, y, si malos, son poco pesados (Eccl. 5).

Recomienda, por tanto, a aquel por quien les escribe, diciendo: "sabed que nuestro hermano Timoteo está ya en libertad", esto es, ha salido ya de la cárcel, en la que estaba con el Apóstol, o yo lo he despachado y enviado a predicaros el Evangelio. "Conoced", es a saber, recibidlo con gentil talante, ya por ser circunciso, como dicen los Hechos, ya porque, "si viene presto, con él iré a veros"; con lo cual muestra el amor que les tiene. Esto también lo dice, porque, aunque no hubiese ido a verlos, por haber padecido el martirio en Roma, no estaba aún seguro si lo soltarían, siquiera por algún tiempo.

Consiguientemente, acaba su carta con saludos, y primero con los de los otros para ellos, diciendo: "saludad a todos vuestros prelados, esto es, a los Apóstoles que aún vivían, y a todos los santos", los otros discípulos. A éstos no les escribe, pues no era su intento escribirles, sino amonestar a los que guardaban las observancias legales. Por tanto, ya que el fin de esta carta era instruir, no pretendía instruir a los Apóstoles, que le llevaban la delantera en la fe. Los saluda, en segundo lugar, de parte de otros diciendo: "os saludan los hermanos de 1talia", porque escribe esta carta desde Roma. Concluye, en tercer lugar, según su costumbre, y como por sello pone este saludo, diciendo:, "la gracia sea con todos vosotros. Amén"; esto es, el perdón de los pecados, y todos ios otros dones de Dios, que lleva por comitiva la gracia, estén permanentemente con todos vosotros. Amén, como en confirmación de todo lo dicho, quiere decir: así sea.



LAUS DEO





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