Tomas Aq. - Romanos 4

Lección 3: Romanos 1,4

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Rm 1,4)



4. Jesucristo Señor nuestro, predestinado es Hijo de Dios en poder conforme al Espíritu ele santidad por su resurrección de entre los muertos.

Una vez ponderado el origen de Cristo, aquí pondera su poder y afirma tres cosas. Lo primero, la predestinación, diciendo: predestinado; lo segundo, su dignidad o poder, diciendo: Hijo de Dios en poder; lo tercero, la señal o efecto; diciendo: conforme al Espíritu de Santidad.

Acerca de lo primero debemos considerar que la palabra predestinación se toma de destino, como destinado con anterioridad. Destinación se toma de dos maneras: a veces por misión, y así se dice que son destinados quienes son enviados a algo como en 1 Macab 1,14: Y destinaron a algunos del pueblo, y acudieron al rey; y a veces destinar es ¡o mismo que proponerse, según aquello de 2 Macab 6,20: Eleazar se propuso no aceptar las cosas ¡lícitas. Ahora bien, esta segunda significación parece derivar de la primera. Pues así como el mensajero que es enviado se dirige a algo, así también lo que nos proponemos a algún fin lo ordenamos. Por lo tanto, predestinar no es otra cosa que disponer de antemano en la mente qué se deba hacer en determinada cosa.

Mas puédese disponer sobre, alguna cosa u operación-futura: de un modo, en cuanto a la constitución misma de la cosa, así como el arquitecto ordena de qué modo deba hacerse la casa; de otro modo, en cuanto al uso mismo o gobierno de la cosa, así como alguien dispone de qué manera se deba usar de su caballo; y a esta segunda predisposición pertenece la predestinación, no a la primera. En efecto, aquello de que alguien usa se refiere a un fin, porque, como dice Agustín (Lib. de Doctrina cristiana), usar es referir algo al fin por el cual se le debe gozar, Y como la cosa se constituye en sí misma, no está ordenada por esto mismo a otra. Por lo cual la predisposición de la constitución de una cosa no se puede decir propiamente predestinación. Así es que lo mismo es negar la predestinación que negar la preordenación divina ab aeterno de las cosas que son hechas en el tiempo; pero como todas las cosas naturales pertenecen a la constitución de la cosa misma, porque o son principios de los cuales se constituye la cosa, o de tales principios se siguen, consiguientemente las cosas naturales no caen propiamente bajo la predestinación, así como no decimos propiamente que el hombre esté predestinado a tener manos.

Queda pues en pie que la predestinación se dice propiamente solamente de aquellas cosas que están sobre la naturaleza, a las cuales se ordena la creatura racional. Ahora bien, sobre la naturaleza de la creatura racional está Dios solo, a quien se une la creatura racional mediante la gracia. De un modo, en cuanto al acto del propio Dios; por ejemplo, por medio de la gracia de profecía se le comunica al hombre el preconocimiento de las cosas futuras, el cual es propio de Dios, y a esta gracia se le llama gratis data.1 De otro modo, en cuanto al mismo Dios, al cual se une la creatura raciona! comúnmente según efecto de la dilección, conforme a 1 Juan 4,1-6: El que permanece en la caridad, en Dios permanece y Dios en él: lo cual se verifica por la gracia gratum faciens,2 la cual es gracia de adopción. De otro modo, la que es singular de Cristo por la unión en el ser personal: y esta se llama gracia de unión. Ahora bien, así como el estar unido el hombre a Dios por la gracia de adopción cae bajo la predestinación, así también el estar unido a Dios por la gracia de unión en persona, cae bajo la predestinación, y en cuanto a esto se dice: Predestinado Hijo de Dios. Y para que esto no se refiera a la fiiiación de adopción se añade: en poder, como si dijera: Predestinado está a ser tal hijo que tenga igual y aun el mismo poder con Dios Padre, porque, como se dice en el Apocalipsis (5,12): Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir poder y divinidad; porque más bien el mismo Cristo es el poder de Dios, según 1Co 1,24: Cristo, que es
1 Dada gratuitamente.
2 Que hace grato al que la recibe poder de Dios y sabiduría de Dios. De aquí que: Lo que el Padre hace, el Hijo lo hace igualmente (Jn 5,19).

Mas respecto de la gracia gratis data no se dice que alguien es predestinado absolutamente, porque la gracia gratis data no se ordena directamente a que quien la recibe se dirija al fin último, sino a que por ella otros a él se dirijan, según 1Co 12,7: A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para utilidad (común).

Manifiesto es que lo que es f>or sí mismo, medida y regla es de las cosas que se dice que son por otro y por participación. De aquí que la predestinación de Cristo, que es predestinado para ser Hijo de Dios por naturaleza, es medida y regla de vida, y así lo es de nuestra predestinación, siendo predestinados a la filiación adoptiva, la cual es cierta participación e imagen natural de filiación, según aquello de Romanos 8,29: A los que preconoció los predestinó a ser conformes a la imagen de su Hi¡o. Por lo tanto, así como el hombre Cristo no es predestinado en virtud de méritos precedentes, sino por sola gracia, a ser hijo natural de Dios, así también nosotros por sólo gracia, no por méritos, somos predestinados a ser hijos adoptivos de Dios, según el Deuteronomio (9,4): No digas en tu corazón cuando Yahvéh tu Dios los arroje de delante de ti: por mis méritos me ha hecho Yahvéh entrar en posesión de este país. Manifiesto es pues para qué sea tal predestinación: para que alguien sea hijo de Dios en poder.

Pero falta por averiguar quién es el predestinado a esto. Ahora bien, como la predestinación entraña una precedencia, no parece sino que aquel que es predestinado a ser hijo de Dios en poder no siempre fuera hijo de Dios en poder. Porque no se ve que haya predestinación de lo que siempre haya sido, porque esto no puede haber tenido precedencia. Por lo tanto, si dijéramos, como Nestorio, que la persona del hijo del hombre es distinta de la persona del hijo de Dios, ninguna duda habría; porque podríamos decir que la persona creada del hijo del hombre, que no existió ab eeterno, en el tiempo empezó a ser hijo de Dios en poder. Y es lo mismo que decir que una es la hipóstasis o supuesto del hijo de Dios y otro el del hijo del hombre. Pero esto es contra la fe, como ya está dicho.

Así es que como no sólo sea la misma la persona del hijo de Dios y la del hijo del hombre, sino que es la misma hipóstasis y el mismo supuesto, razón por la cual no se puede decir verdadera y propiamente que el hijo del hombre fuera hecho hijo de Dios, para que no se piense que haya algún supuesto creado que como cosa nueva se atribuya al Hijo de Dios; por la misma razón se ve que no se puede decir que el hijo del hombre fuera predestinado Hijo de Dios, porque el hijo del hombre supone un supuesto eterno, que fue siempre Hijo de Dios. Luego no tiene lugar la precedencia que entraña la predestinación. Por esto dice Orígenes que la letra no debe ser: que es predestinado, sino: que es destinado Hijo de Dios en poder, para no designar ninguna precedencia. Y según esto es evidente el sentido; porque Cristo destinado, esto es, enviado, es por Dios Padre al mundo, como verdadero Hijo de Dios en poder divino.

Pero como comúnmente todos los iibros latinos tienen que es predestinado, algunos otros quisieron explicar esto según la costumbre de la Escritura, en la cual se dice que algo se hace cuando se le conoce, así como el Señor después de la resurrección dice (Mt 28,18): Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra, porque después de la resurrección dio a saber que tal potestad se le había dado desde toda la eternidad. Pero según esto la palabra predestinación no se debe entender en sentido propio, porque la predestinación es de lo que pertenece a la gracia, y no hubo gracia para Cristo en que su poder divino se diera a conocer, sino más bien la hubo para nosotros. Y por eso también en la Glosa se dice que según este sentido predestinado se pone en acepción amplia por preconocido, para que el sentido sea éste: Cristo es predestinado, o sea, preconocido ab aeterno para dar a conocer en el tiempo ser el Hijo de Dios en poder.

De aquí que algunos otros refiriendo la predestinación a la propia unción, no la atribuyeron a la persona sino a la naturaleza, siendo éste el sentido: Quien predestinado es Hijo de Dios en poder, o sea, cuya naturaleza es predestinada a serle unida a El, que es el Hijo de Dios en poder. Pero también esta exposición es impropia y violenta el texto. En efecto, como la predestinación entrañe orden a un fin, corresponde predestinar a quien le toca ordenar por su operación a un fin. Y obrar por un fin no es propio de la naturaleza sino de la persona. Por lo mismo, entendiendo la predestinación con propiedad, se le debe atribuir a la propia persona de Cristo.

Pero como la persona de Cristo subsiste en dos naturalezas, la humana y la divina, según una y otra se puede decir algo acerca de El: en efecto, como del hombre se puede decir algo según el cuerpo, como que se puede tocar y herir, y algo según el alma, como entender y querer;-así también se puede decir algo acerca de Cristo, tanto según su divina naturaleza, como El mismo dice de Sí: Yo y el Padre somos una misma cosa (Jn 10,30), como seqún la humana naturaleza, como cuando decimos que fue crucificado y muerto; y de esta manera se dice ser predestinado según la humana naturaleza. Porque aun cuando la propia persona de Cristo siempre fuera Hijo de Dios, sin embargo, no siempre como existente en la humana naturaleza fue Hijo de Dios, sino que esto fue por una gracia inefable.

Mas una es la razón de este participio, hecho, que designa un acto real, y otra la del participio predestinado, que destina un acto del alma. En efecto, el alma según su entendimiento y razón puede distinguirse de aquellas cosas que le están unidas realmente. Puede alguien, en efecto, pensar y decir acerca de la pared blanca: independientemente sobre que es pared e independientemente sobre que es blanca. Así también en lo relativo a la predestinación. Porque la predestinación se puede atribuir a la persona de Cristo en cuanto que subsiste en la humana naturaleza, aun cuando no se le atribuya en cuanto que subsiste en la divina.

De aquí que el Apóstol primeramente asienta que el Hijo de Dios se encarnó, y después le atribuye la predestinación, para que se entienda que fue predestinado en cuanto que fue hecho del linaje de David según la carne, y así, explicando el misterio de la encarnación, del Hijo de Dios desciende a la carne, y de la carne según la predestinación asciende al Hijo de Dios, para mostrar que ni la gloria de la divinidad impidió la flaqueza de la carne, ni la flaqueza de la carne disminuyó le majestad de Dios.

Mas en la Glosa se inquiere primeramente si Cristo en cuanto hombre sea Hijo de Dios; y es claro que sí: porque es Cristo el que es predestinado a serlo; pero en cuanto que es hombre es predestinado a serlo, luego en cuanto hombre es Hijo de Dios. Y debemos decir que si el "en cuanto que" denota unidad del supuesto, es verdad que en cuanto hombre es Hijo de Dios, porque es el mismo el supuesto de Dios y del hombre. Mas si designa la índole de la naturaleza o la causa, es falso, porque no es por la naturaleza humana por la qué es Hijo de Dios. Mas en la exposición, hay una conjetura, o dé unión o de división, porque el en cuanto a que puede determinar el participio predestinado, y así es verdad que en cuanto hombre es predestinado; o puede determinar el mismo ser Hijo de Dios, a lo cual sé ordena la predestinación; y de esta manera es falso. Porque no es predestinado para que en cuanto hombre sea Hijo de Dios, y en este sentido cabe la consideración.

En segundo lugar se inquiere si Cristo en cuanto hombre es persona. Y débese decir que si el según O,ue se refiere al mismo supuesto del hombre, hay que conceder que el propio supuesto de hombre es persona divina. Mas si designa o índole de la naturaleza o causa, así Cristo en cuanto hombre no es persona, porque la humana naturaleza no causa una nueva personalidad en Cristo. En efecto, se une a la más digna, a -cuya personalidad pasa. Se objeta también en cuanto a ésto lo que la Glosa dice: que quien recibe y lo qué recibe es una persona. Es así que lo que recibe el Hijo de Dios es la humana naturaleza, luego la humana naturaleza es persona. Pero débese decir que tales locuciones hay que explicarlas en el sentido de que el que recibe y la naturaleza que recibe se unen en una persona.

En cuarto lugar se inquiere si esto es verdad: El hombre es asumido por el Verbo; y parece que así es, según el Salmo 64 (5): Dichoso el que elegiste y tomaste para ti. Pero hay que decir que como "hombre" supone un supuesto eterno, no se puede decir con propiedad qué el hombre sea asumido por el Verbo: en efecto, fio se asume lo mismo por sí mismo, sino que se debe decir que si en alguna parte se encuentra el hombre asumido es en la humana naturaleza.

En quinto lugar se inquiere si esto es verdadero: Este hombre siempre existió. Y hay que decir que esta proposición es verdadera, por el hecho de que hombre supone un supuesto eterno. De aquí que se dice en Hebreos 13,8: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos. Sin embargo, tal proposición no es verdadera con reduplicación. En efecto, ese hombre en cuanto hombre no siempre fue sino en cuanto es Hijo de Dios. Lo cual es patente tanto por la preordenación como por el poder del Hijo de Dios.

Queda lo tercero, esto es, sobre la señal, que es patente en lo que se añade: según el Espíritu, etc. En efecto, propio es del poder divino por entrega del Espíritu Santo el santificar a los hombres. Yo soy el Señor el que os santifico (Lev 20,8). También El mismo es el único que puede dar al Espíritu Santo, según Is 42,5: Así dice el Señor Dios que crea los cielos. Y más abajo (5): El que da aliento al pueblo que está en la tierra y espíritu a los que por ella andan. En esto se ve por lo tanto que Cristo posee el poder divino, porque El mismo da al Espíritu Santo, según Juan 15,26: Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré. Y también con su poder nos santificamos, según 1Co 6,11: Mas habéis sido santificados, mas habéis sido justificados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. Así es que dice: Que Cristo sea Hijo de Dios en poder es algo manifiesto, Según el Espíritu de santificación, esto es, por cuanto da el Espíritu santificante: la cual santificación empezó con la resurrección de los muertos de Jesucristo nuestro Señor, esto es, de entre los muertos, según Juan 7,39: Aún no era dado el Espíritu, por cuanto Jesús no había sido todavía glorificado, lo cual no debe entenderse en el sentido de que nadie antes de la resurrección de Cristo recibiera el Espíritu santificante, sino en el de que desde el momento en que Cristo resucitó comenzó a ser dado el Espíritu de santificación de manera copiosa y común.

Puédese también entender que aquí se designan dos señales del divino poder en Cristo. La primera, por cierto, con decir según el Espíritu de santidad, ora se entienda según el Espíritu santificante, como está dicho; ora se entienda según que El mismo por el Espíritu Santo en el útero virginal es concebido, lo cual es señal del divino poder en El mismo, según Lucas 1,35: El Espíritu Santo vendrá sobre ti. Y luego sigue: Por eso el Santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios.

La segunda señal del divino poder es la resurrección de los muertos, según Juan 5,21: Como el Padre resucita a los muertos y les devuelve la vida, así también el Hijo.

Por lo tanto el sentido es que se hace patente ser Cristo el Hijo de Dios en poder por la resurrección de los muertos, o sea, por el hecho de que hizo resucitar consigo a muchos muertos, según aquello de Mateo 27,52: Y los cuerpos de muchos santos difuntos resucitaron; y finalmente hará que todos resuciten, según Juan 5,28: Todos los que están en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios. O puédese entender que se trata de una espiritual resurrección de los muertos, la cual es resurrección de los pecados, según Efesios 5,14: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos. Se les llama muertos de Jesucristo a los que por El mismo resucitan, así como se llama enfermos de algún médico a los por él sanados.

Mas estas dos señales pueden referirse a las dos precedentes conclusiones de este modo: Quien fue hecho del linaje de David según la carne, y esto según el espíritu de santificación, del cual ciertamente su carne fue concebida, quien predestinado es Hijo de Dios en poder, y estas cosas se muestran en la resurrección de los muertos, etc. Pero la primera exposición es Ja mejor.






Lección 4: Romanos 1,5-7

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Rm 1,5-7)

5. Por quien hemos recibido gracia y apostolado para obediencia de la je por razón de su nombre entre todos los gentiles.
6. De los cuales sois también vosotros, llamados de Jesucristo:
7. A todos los que os halláis en Roma, amados dé Dios, llamados santos: Gracia a vosotros y paz de parte de Dios Padre y de" nuestro Señor Jesucristo.

Después de haber ponderado a Cristo por el origen y el poder, aquí lo pondera por su liberalidad, que se muestra por los dones que otorga a los fieles. Hablase aquí de un doble don.

El uno, común a todos los fieles, esto es, la gracia por la cual somos restaurados y que recibimos de Dios mediante Cristo De aquí que diga: Por quien todos los fíeles recibimos gracia. La gracia y la verdad han venido por Jesucristo (Jn 1,17). Y aquí, adelante (Rm 5,2): Por quien hemos obtenido el acceso a esta gracia en la cual estamos firmes. Por lo cual resulta conveniente que así como por la palabra de Dios todas es ras cosas han sido hechas, según vemos en Jn 1,3, así también por ella misma todas las cosas se renueven como por arte del omnipotente Dios, de la misma manera que el arquitecto por un mismo arte repara la casa que construyó. Por medio de El le plugo a Dios reconciliar consigo tocias las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra (Col 1,20).

Mas otro es el don espiritual otorgado a los Apóstoles, al que se refiere al añadir: Y Apostolado, que es ei principal entre los grados eclesiásticos: Y a unos puso Dios en la 1glesia, primero Apóstoles (I Cor,12,28). Ahora bien, Apóstol es lo mismo que enviado. En efecto, son enviados por Cristo, como con su autoridad y vicegerentes. Como mi Padre me envió, así Yo os envío (Jn 20,21), esto es, con plenitud de autoridad. De aquí que el mismo Cristo se denomina Apóstol en Hebreos 3,1: Considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos, Jesucristo. De aquí que también por El como principal Apóstol o enviado los demás han alcanzado en segundo lugar el Apostolado. Eligió a doce, a los que dio el nombre de Apóstoles (Lc 6,13). Ahora bien, primero presenta la gracia del Apostolado, de una parte porque no por méritos sino por gracia han recibido el Apostolado: Yo soy el ínfimo de los Apóstoles, que no soy digno de ser llamado Apóstol, mas por la gracia de Dios soy lo que soy (ICo 15,9); de otra parte también porque no se puede tener dignamente el Apostolado sino con previa gracia santificante. A cada uno de nosotros le ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo (Ef 4,7).

Mas precisa lo que es este Apostolado. Lo primero por su utilidad, al añadir: para obediencia de la fe. Como si dijera: para esto hemos sido enviados, para hacer que los hombres obedezcan a la Fe. Lugar hay para la obediencia en aquellas cosas que podemos hacer voluntariamente. Ahora bien, en lo que es de fe consentimos con la voluntad, no por necesidad de la razón, puesto que están por encima de la razón. En efecto, ninguno cree sino queriendo, como dice Agustín. Y por eso, hay lugar para la te. Habéis venido a ser obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la cual os entregasteis (Rm 6,17). De su fruto habla Juan 15,16: Os he designado para que vayáis, y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que el Padre os dé todo lo que pidáis en mi nombre.

Se precisa en segundo lugar por su amplitud, al añadir: Entre todos los gentiles, porque no se les envía tan sólo para la única nación de los Judíos sino para la instrucción de todas las gentes. 1d, pues, y enseñad a todos los pueblos (Maf 28,19). Especialmente Pablo recibiría el Apostolado para todas las, naciones, para que se le pudiera aplicar a él lo que dice Is (49,6): Poco es que seas mi siervo en orden a levantar las tribus de Jacob y de hacer volver los preservados de 1srael: te voy a poner por luz de las gentes. Sin embargo, de su apostolado no quedaban excluidos los Judíos, principalmente los que vivían entre los gentiles. En tanto que soy apóstol de los gentiles honro mi ministerio, por si acaso puedo provocar a celos a los de mi carne y salvar a algunos de ellos (Rm 2,13-14).

Lo tercero, por la plenitud del poder, al añadir: Por razón de su nombre, o sea, en lugar y por la autoridad de El mismo. En efecto, así como se dice que Cristo vino en nombre del Padre: Teniendo la plena autoridad del Padre (Jn 20,21), así también se dice que los Apóstoles en nombre de Cristo se presentan como en la persona de Cristo. A quien vosotros perdonáis algo, yo también, pues lo que he perdonado, si algo he perdonado, por amor a vosotros ha sido en la persona de Cristo (2Co 2,10). O así se explica por el fin, siendo entonces este el sentido: para extender su nombre, no queriendo para sí algún fruto terreno. Vaso de elección es éste para mí, para que lleve mi nombre delante de naciones y reyes e hijos de 1srael (Ac 9,15). De aquí que a esto se les exhortaba a los fieles, diciendo: Hacedfo todo en el nombre de Jesucristo (Col 3,17).

En cuarto lugar, por el poder sobre aquellos a quienes escribía, que estaban sujetos al predicho Apostolado. Por lo cual añade: De los cuales, o sea, entre los cuales gentiles también vosotros estáis sujetos, o sea, los Romanos, aun cuando excelentísimos. Humilla a la ciudad inaccesible, la pisa con los pies de los pobres (Is 26,5-6), o sea de Cristo, pies de pobres, esto es, de los Apóstoles, especialmente de Pedro y Pablo. Y hasta vosotros hemos llegado ciertamente en la predicación del Evangelio de Cristo (2Co 10,14). Añade: llamados de Jesucristo, esto es, por Jesucristo, según aquello de Oseas 1,9: Lo llamaré no-mi-pueblo, o llamados para que seáis de Jesucristo. Y a los que predestinó también los llamó (Rm 8,30). O llamados de Jesucristo, esto es, llamados, por Jesucristo, cristianos. Y fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos (Ac 1 1,26). En seguida se dice quiénes son las personas saludadas, empezando por el lugar diciendo: A todos los que os halláis en Roma; mas expresamente les escribe a todos, porque deseaba la salvación de todos. Quisiera que todos los hombres fueran así como yo (ICo 7,7). A él se le dijo: Es necesario que des testimonio también en Roma (Ac 23,2).

Se nos dice luego quiénes son, por el don de la gracia, las personas saludadas: los amados de Dios.

En cuanto a esto lo primero que se dice es el primer origen de la gracia, el cual es el amor de Dios. Amó a los suyos; todos los santos están en sus manos (Deut. 33,3). En esto está el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios -se entiende que primero- sino en que El nos amó primero a nosotros (1Jn 4,10). Ert efecto, el amor de Dios no lo provoca bondad alguna de la creatura, como ocurre en el amor humano, sino que más bien él causa el bien en la creatura, porque amar es desear el bien para el amado; y la voluntad de Dios es la causa de las cosas, según aquello del Salmo 134,6: Todo cuanto le agrada lo hace.

Lo segundo que se dice es la vocación, cuando agrega: llamados; y ella es doble. La una, exterior, según la cual llamó a Pedro y a Andrés (Mat 4,19). La otra es interior, mediante interior inspiración. Os he llamado y no habéis querido (Prov 1,24). Lo tercero, la gracia de la justificación, diciendo: llamados santos, esto es, santificados por la gracia y los sacramentos de la gracia. Mas habéis sido lavados, mas habéis sido justificados, para que seáis amados por Dios, llamados a ser santos (I Coró,2).

Luego se habla de los bienes que para ellos escoge: que son: gracia y paz. De los cuales el uno, la gracia, es el primero entre los dones de Dios, porque por ella queda justificado el impío. Justificados gratuitamente por su gracia (Rm 3,24). El otro, la paz, es el último que en la bienaventuranza se perfecciona. El pone en tu término la paz (Ps 147,14). En efecto, la paz será perfecta cuando la voluntad descanse en la plenitud de todo bien, en consecuencia de la inmunidad de todo mal. Y habitará mi pueblo en el brillo de la paz (Is 32,18). Y así por estos dos bienes se entienden otros intermedios.

Consiguientemente se muestra también de dónde hay que esperar tales bienes, al añadir: De nuestro Padre Dios. - De lo alto es todo bien óptimo y todo don perfecto, descendiendo del Padre de las luces (Sant 1,17).

El Señor dará gracia y gloria (Ps 83,12). Y añade: y por parte de nuestro Señor Jesucristo, porque, como dice Juan 1,17, La Gracia y la Verdad han venido por Jesucristo. El mismo dice también (14,27): Mi paz os doy. Mas cuando dice: De parte de Dios nuestro Padre puédese abarcar esencialmente toda la Trinidad, a la que se llama Padre, porque los nombres que entrañan relación con la creatura son comunes a toda la Trinidad: como creador y Señor. Mas añade: y de parte de Nuestro Señor Jesucristo, no porque sea una persona distinta de las tres, sino, por la naturaleza humana, por cuyo ministerio nos llegan a nosotros los dones de las gracias. Por medio del cual nos han sido obsequiados los preciosos y grandísimos bienes prometidos (2 Pedro 1,4). Pero también se puede decir que las palabras de parte de Dios nuestro Padre se entienden de la persona del Padre, que con toda propiedad se dice que es Padre de Cristo, y padre nuestro según apropiación. Voy a subir a mi Padre y vuestro r*adre (Jn 20,17).

Mas claramente se refiere a la persona del Hijo cuando dice: Y de parte de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, no se habla expresamente de la persona del Espíritu Santo, porque se le descubre en sus dones, que son gracia y paz. O también porque se le descubre en las dos personas del Padre y el Hijo, de las cuales El es la unión y el nexo.





Lección 5: Romanos 1,8-16

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Rm 1,8-16)

8. Ante todo doy gracias a mi Dios, mediante Jesucristo, por todos vosotros, porque vuestra fe es celebrada en todo el mundo.
9. Pues testigo me es Dios, a quién sirvo en mi espíritu en el Evangelio de su Hijo, de que sin cesar os recuerdo,
10. rogando siempre en mis oraciones que de cualquier modo encuentre al fin, por la voluntad de Dios, allanado el camino para ir a vosotros.
11. Porque anhelo veros, a fin de comunicaros algún don espiritual, para que seáis confirmados.
12. esto es, para que yo, entre vosotros, sea júnto con vosotros consolado, por la mutua íomunicación de la fe, vue$¿ tra y mía.
13. Pues no quiero ignoréis, hermanos, que muchas veces me he propuesto ir a vosotros -pero he sido impedido hasta el presente- para tener algún fruto también entre vosotros, así como entre los demás gentiles.
14. A griegos y a bárbaros, a sabios y a ignorantes, soy deudor.
15. Así, pues, en cuanto de mí depende, pronto estoy a predicar el Evangelio también a vosotros los que os halláis ein Roma.
16. Pues no me avergüenzo del Evangelio.

Después del saludo, aquí empieza el Apóstol el asunto epistolar. Para esto muestra en primer término su afecto a quienes escribía, para hacer benévolos a sus oyentes. Luego los instruye sobre la verdad que atañe a la virtud de la gracia de Cristo: Pues fuerza es de Dios. Ahora bien, el afecto que les tiene se lo muestra de tres maneras.

La primera, por la acción de gracias, en la que da gracias por los bienes que los adornan. La segunda, mediante la oración que por ellos le eleva a Dios: Pues tes* figo me es Dios. La tercera, por el deseo de visitarlos: Rogando que de cualquier modo.

Acerca de lo primero conviene considerar tres cosas. La primera, el orden de la acción de gracias, diciendo: Ante todo doy gracias a mi Dios. Necesario es, en efecto, que en todas las cosas anticipemos acción de gracías, según aquello de 1Ts 5,18: En todo dad gracias. Pues no es merecedor de alcanzar un beneficio quien no da gracias de los beneficios recibidos. La esperanza del ingrato como escarcha invernal se deshace (Sab 1 ó,29). Y también: Al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir (Ecles 1,7), porque los beneficios vuelven al principio de donde proceden, esto es, por acciones de gracias, para que de nuevo manen, por la reiterada representación de los beneficios. Como en todo lo que pedimos y hacemos necesitamos del auxilio divino, antes de cuanto hagamos debemos anticipar la acción de gracias.

La segunda indica tres personas, de las cuales una es la persona a la que se hace la acción de gracias, diciendo: a mi Dios, a quien se debe acción de gracias de todos los bienes, porque de El fluyen. De lo alto es todo bien que recibimos y todo don perfecto (Sant. 1,17). Y aun cuando es Dios de todos por creación y gobierno, según San Pablo mismo (Rm 10,12): Es el señor de todos, sin embargo se dice que es especialmente Dios de los justos de triple manera. Lo primero, por el especial cuidado que de ellos tiene, pues dice el Salmista (33,16): Los ojos del Señor sobre los justos. Y en otro lugar dice: El Señor es mi luz (Ps 26,1). Lo segundo, por un culto especial. El es mi Dios, y yo le glorifico (Ex 15,2). Lo tercero, porque de ellos es el premio. Yo, el Señor, tu premio muy grande (Sen 15,1).

La segunda persona es de mediador, de quien habla diciendo: mediante Jesucristo. En efecto, en el mismo orden debe la acción de gracias a Dios recurrir a quien por cuyo medio nos vienen de Dios las gracias, lo cual es ciertamente mediante Jesucristo. Por quien, en virtud de la fe, hemos obtenido asimismo el acceso a esta gracia en la cual estamos firmes (Rm 5,2).

La tercera es la persona de aquellos por quienes se dan gracias, la cual designa añadiendo: por todos vosotros, porque sus gracias las considera como suyas propias en virtud del vínculo de la caridad, como si dijera: no tengo gracia mayor que la de oír que vuestra fe es celebrada, etc. Mas claramente dice por todos vosotros, porque « todor desea agradar. Así como yo "también en todo procuro complacer a todos (ICo 10,33). Y desea la salvación de todos, según 1Co 7,7: Quisiera que todos los hombres fuesen así como yo mismo.

En tercer lugar señala la materia de la acción de gracias al añadir: Porque vuestra fe es celebrada en todo el mundo; trata ciertamente de las gracias de la fe por ser el fundamento de todos los bienes espirituales. La fe es la substancia de lo que se espera (Hebr. 2,1). Y a los Romanos se les encomia por su fe; porque sin dificultad habían recibido la fe y en ella permanecían firmemente. De aquí que hasta ahora muchos signos de fe se manifiestan en ellos .en la visitación de los Santos Lugares, como dice Jerónimo (Sup. Ep. ad Gal.), Sin embargo, aún no tenían una fe perfecta porque algunos de ellos habían sido predispuestos por seudoapóstoles para que creyeran que al evangelio se le debían unir las prescripciones de la ley. Pero se alegra y da gracias por la fe de ellos, no sólo por ellos mismos, sino por la ventaja que de ella se sigue, porque por su elemplo, por ser ellos los señores del mundo, las demás naciones eran incitadas a la fe; porque, como dice la Glosa prontamente hace el inferior lo que ve hacer al superior, por lo cual son amonestados los prelados a que se hagan modelos de la grey por el espíritu (1P 5,3). Consiguientemente, cuando dice: Pues testigo me es Dios, etc., les muestra su afecto por la oración que por ellos despliega. Y como el negocio de la oración se trata en secreto ante Dios, según aquello de Mateo 6,6: Tú, al contrario, cuando quieras orar entra en tu aposento, cierra tu puerta, y ora a tu Padre, etc., por el testimonio de Dios prueba que por ellos ora. Así es que primero presenta al testigo y luego dice sobre qué presenta el testimonio, que es su oración sin intermisión.

Presenta al testigo diciendo: Testigo me es Dios, bajo cuyo testimonio se hacen todas las cosas. Yo soy juez y testigo (Jer 29,23). Y para mostrar que no en balde se presenta como testigo justo, consecuentemente dice cómo le está unido.

Lo primero, en cuanto al servicio, diciendo: A quien sirvo, esto es, por el culto de latría. Al Señor tu Dios adorarás, y a El solo servirás (Deut 6). Lo segundo en cuanto al modo de servir, diciendo: en mi espíritu. Como si dijera: no sólo con servicio exterior corporal, sino principalmente interior conforme al espíritu. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad (Jn 4,24). O en espíritu, esto es, con observancias espirituales, no con las carnales, como 1os judíos. La circuncisión somos nosotros los que servimos a Dios en espíritu (Ph 3,3). Lo tercero en cuanto al oficio en el que sirve, esto es, en el evangelio de su hijo, según el mismo San Pablo en esta Epístola a los. Romanos (I,1): Separado para el Evangelio. El cual ciertamente es del hijo de Dios de triple manera. De un modo, porque es de El mismo. Os anuncio una gran alegría (Lc 2,10). De otro modo, porque es predicado por El mismo por oficio propio. Es necesario que yo lleve también a otras ciudades la Buena Nueva del reino de Dios, porque para eso he sido enviado (Lc 4,43). Lo tercero porque está mandado por El. Predicad el evangelio a toda la creación (Marc 16,15). Pero según Agustín, como es lo mismo testigo me es Dios que ¡uro por Dios, parece que el Apóstol se porta contra lo que el Señor dice: Mas yo os digo que no juréis de ningún modo (Mt 5,34). Y en Santiago (5,12): Ante todo, hermanos míos, no juréis. Pero, como dice el mismo Agustín (Lib. cont. Manich.), el sentido de la Sagrada Escritura se entiende mediante la conducta de los santos. Porque el mismo espíritu con el que las Sagradas Escrituras han sido reveladas, según San Pedro (2,1,21): 1mpulsados por el Espíritu Santo, han hablado los santos de Dios, es el que induce a obrar a los varones santos. Todos cuantos obran movidos por el Espíritu de Dios éstos son hijos de Dios (Rm 8,14). Ahora bien, por el hecho de que Pablo llegó a jurar se ve que la sentencia del Señor y del Apóstol Santiago no se debe entender como si el juramento fuese totalmente ilícito, sino que debe tratar el hombre, por lo que de suyo es el juramento, de que no se use como de un cierto bien y por sí mismo apetecible, ya por el peligro que resulta de jurar con frecuencia, no sea que el hombre caiga en el perjurio por la fragilidad de la lengua humana, según el Eclesiástico (23,9): No acostumbres tu boca al juramento; ya también porque contra la reverencia debida a Dios parece que sin causa necesaria induce a invocarlo como testigo. De aquí que: No te habitúes a nombrar al Santo (Eccli. 23,9). De aquí que no se sabe que el Apóstol jurara sino escribiendo: cuando se habla con mayor deliberación y cautela. Ciertamente es a veces necesario el juramento, para que se le dé fe a la palabra del que habla, lo cual suele ser útil también al que oye. Y así el Apóstol jura para bien de los oyentes, a quienes les convenía creerle, como no queriendo que le fuere útil a él sino a muchos para que se salvaran. De aquí que lo que dice el Señor: Todo lo que excede a esto, o sea, a la total sencillez, viene de mal (Mt 5,37), no debe entenderse de mal de quien jura sino de quien exige el juramento: no cierran .ente de mal de culpa, si no es en el caso en que aquel.a quien se exige el juramento entiende que juraría en falso: en efecto, entonces es un grave pecado, como dice Agustín. Sino que se entiende que es de mal de pena, esto es, por la ignorancia por la cual no sabemos si es verdad lo que se nos dice.

Doble es el modo de jurar. El uno por simple atestación, como cuando se dice Por Dios, o Dios me es testigo, y de esta manera jura aquí el Apóstol. El otro es por execración, cuando alguien implora el divino testimonio aceptando que se le inflija alguna pena si miente, según el Salmo (7,5): Si a mi bienhechor con mal he respondido, etc. Y también de este modo jura el Apóstol (2Co 1,23): Yo tomo a Dios por testigo sobre mi alma.

Consiguientemente aquí pone aquello sobre lo cual lo invoca a El como testigo, diciendo que siempre los recuerda en sus oraciones que son sin intermisión, porque siempre en sus oraciones oraba por ellos por el bien común que provendría de su conversión. Por mi parte, lejos de mí pecar contra Yahvéh dejando de suplicar por vosotros (I Reg 12,23). Ahora fríen, estas palabras: Sin cesar os recuerdo cié dos maneras se pueden entender. De un modo: Tengo vuestro recuerdo, según aquello del Salmo 136 (6): Mi lengua se me pegue al paladar si de ti no me acuerdo. De otro modo: Hago recuerdo de vosotros, esto es, oración a Dios, que atiende la oración de los humildes. Y así, mientras los santos oran por algunos, de cierta manera los ponen delante de la divina mirada, así como también los demás hechos de los santos. Por lo cual le dijo la mujer a Elias (3 Reg 17,18): ¿Es que has venido a mí para recordar mis faltas? Como si en la memoria y en los ojos de Dios estuviera aquello que contra los justos se promueve. Que sus oraciones son sin intermisión cuadra con lo que dice en 1 Tes 5,17: Orad sin cesar. Y en Lucas 18,1: Es necesario orar siempre y nunca desalentarse. Estas sentencias pueden entenderse de tres modos. El uno, en cuanto al acto mismo de orar, y así siempre o sin intermisión ora quien ora en los tiempos y horas estatuidos. Pedro y Juan subían al templo a la hora de la oración, la de nona (Ac 3,1). De otro modo en cuanto al fin de la oración, que es que nuestro entendimiento se eleve a Dios. Y así todo el tiempo ora el hombre en cuanto tocia su vida la ordena a Dios. Ya comáis, ya hagáis cualquier cosa, todo habéis de hacerlo para gloria de Dios (ICo 10,31). Lo tercero, en cuanto a la causa: en efecto, mientras alguien obra y a la vez otros oran por él, es como si este mismo orara, como es claro en los que dan limosna a los pobres, que por ellos oran. Encierra tu limosna en el seno del pobre (Eccli 29,15). Por lo tanto así debe continuar la carta: doy gracias por vosotros, porque vuestros bienes los considero como si fueran míos, lo cual es patente por el hecho de que oro por vosotros como si por mí mismo orara.

Por lo tanto cuando dice: rogando, etc., demuestra su afecto por el deseo de visitarlos. Y primeramente habla del deseo, y luego del propósito de ponerse en marcha: Pues no quiero ignoréis, hermanos, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, indicar la señal del deseo; la segunda, la causa del deseo: Porque anhelo veros. La señal del deseo es la oración que por esto hacía; y en esto mismo se ve la causa de tal deseo.

Intenso es, primeramente, por lo que dice: Rogando, como recurriendo a lo sagrado, por tratarse de algo grande, que excede a mis méritos. El pobre habla suplicando, pero el rico responde con dureza (Pr 18,23). Porque lo que se desea intensamente le parece cosa grande al deseoso. En segunde lugar se muestra ansioso, pues dice: que de cualquier modo. Pues lo que alguien desea ansiosamente trata de alcanzarlo de cualquier modo, ya fácilmente, ya trabajosamente. ¿Mas qué? De todas maneras, ya por ser oportuno, ya con verdad, es predicado Cristo. En esto me regocijo y no dejaré de regocijarme (Ph 1,18). En tercer lugar muestra que no ceja, pues dice: al fin, o sea, tras de no dejar de desearlo. Porque los justos sienten no por una hora sino de manera perseverante. El amigo ama en toda ocasión (Pr 17,17). En cuarto lugar se muestra su rectitud por el hecho de estar conforme con la divina voluntad. Por lo cual añade: allanado el camino, y esto por la voluntad de Dios, o sea, según su voluntad, pues nada lo juzgo próspero si no es de acuerdo con su voluntad, como lo dice el mismo Señor: No se haga mi voluntad sino la tuya (Mt 26,42).

En seguida, al decir: Porque anhelo, etc., muestra la causa del deseo, la cual es doble. Una, la utilidad de ellos, a quienes visitaría. Por lo cual dice: Porque anhelo veros.-Anhelo que todos vosotros estéis en las entrañas de Cristo (Ph 1,8). Y esto no en vano, como ocurre en la amistad del siglo, sino para comunicaros, esto es, para transmitiros algún don espiritual, no como autor de la gracia, sino como ministro. Así es preciso que los hombres nos miren como a ministros de Cristo (ICo 4,1), y esto para que seáis confirmados, esto es, en la fe que recibisteis. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos (Lc 22,32). Ahora bien, el ministro imparte la gracia de varías maneras. Ora por la administración de la gracia de los sacramentos: Sirva cada uno a los demás con el don que haya recibido (1P 4,10); ora por la exhortación de la predicación. No salga de vuestra boca ninguna palabra viciosa, sino la que sirva para edificación, de modo que comunique gracia a los que oyen (Efes 4,29).

La segunda causa es la mutua consolación que se encuentra en la sociedad de los amigos. Por lo cual añade: Tal cosa, o sea, verme vosotros e impartiros la gracia, para que yo, entre vosotros, sea júnto con vosotros consolado, por la mutua comunicación de la fe, vuestra y mía. Pues el correspondemos unánimes en la fe redunda en mutua consolación. Pero Dios, el que consuela a los humildes, nos ha consolado con la llegada de Tito. Y no tan sólo con su llegada, etc. (2Co 7,6).

Luego, al decir: Pues no quiero ignoréis, para que no parezca vano su deseo agrega el propósito de ponerse en marcha. Y primero afirma el propósito; y en seguida muestra la causa del propósito: para tener algún fruto; y en tercer lugar incluye la prontitud del propósito: Así, pues, cuanto de mí depende. Por lo que ve a lo primero hace dos cosas. La primera es consignar el propósito; la segunda, el impedimento: pero hs sido impedido, etc. Así es que dice primeramente: No sclo deseo veros, sino que aun quise ponerlo por obra, y esto hermanos, no quiero que lo ignoréis, porque muchas veces me he propuesto ir a vosotros, para mostraros mi afecto, no sólo de palabra y con la lengua, sino de obra y en verdad, como dice San Juan (1Jn 3,18). Luego señala el obstáculo que le ha impedido realizar su propósito, diciendo: he sido impedido hasta ei presente, y esto o por el diablo, que se esfuerza en impedir la predicación, de la cual proviene la salvación de los hombres. El viento norte disipa la lluvia (Prov 25,23), esto es, las doctrinas de los predicadores. O también por el mismo Dios, pues según su voluntad se conceden caminos y palabras de los predicadores. Las nubes, o sea, los predicadores, esparcen su fulgor, y éste, gira girando, circula conforme a sus designios. Así ejecutan sus órdenes en todo (Jb 37,11-12). De aquí que también en Hechos 16,6 se dice: Atravesada la Frigia y ia región de Galacia, les prohibió el Espíritu Santo predicar ia palabra en Asia. Y de nuevo intentaron entrar en Bitinia, mas no se lo permitió el Espíritu de Jesús. Y el Apóstol no quiere que ignoren ninguna de estas dos causas, para bien de ellos, para que conociendo el afecto del Apóstol, con mayor devoción reciban sus palabras e imputen a su propia culpa el impedimento de su visita, y así se corrijan. Porque en pena de la culpa dice Is (5,6): Les prohibiré a las nubes llover sobre ella.

En seguida indica la doble causa del propósito. De las cuales la primera es la utilidad o provecho. Por lo cual dice: Para tener algún fruto también entre vosotros así como entre los demás Gentiles, a quienes les he predicado. Lo cual puede entenderse de dos maneras. De una, como si dijera: Para hacer algún fruto entre vosotros por mi predicación. Para que vayáis y llevéis fruto (Jn 15,16). De otra manera como si por la conversión de ellos se le aumentara a él el fruto, según aquello de Juan 4,36: El que siega recibe su recompensa y recoge la mies para la vida eterna. Y la otra causa es la obligación que sobre é! pesaba por el ministerio recibido: ¡Ay de mí si no evangelizarel (ICo 9,16), Y como recibiera el apostolado general de los Gentiles, se sentía deudor de todos, según 1Co 9,19: Porque siendo libre de todos, me hice siervo de todos.

Y por eso señala una doble diversidad: La una, según la diversidad de los Gentiles, diciendo: A griegos y a bárbaros. Se dice que alguien es bárbaro de cualquiera de dos maneras. De una, relativamente, quien es extraño respecto de alguien, según 1Co 14,1 1: Si el valor del sonido es para mí ininteligible, seré un bárbaro para aquel a quien le hablo. De otro modo, absolutamente, quien sea como extraño respecto de la comunidad de los hombres por cuanto no se rige por la razón. De aquí que con propiedad se dice que son bárbaros quienes no se rigen por la razón, según lo que se dice en Macabeos 15,2: No obres así de modo tan feroz y bárbaro, o sea, inhumanamente; y como los Griegos fueron los primeros inventores de las leyes todos los Gentiles que se rigen por leyes humanas se denominan Griegos. No hace mención de los Judíos, que se regían por leyes divinas, porque San Pablo no estaba instituido Apóstol de los Judíos sino de los Gentiles: Para que nosotros fuésemos a los Gentiles y ellos a los circuncisos (Gal 2,9). Pero por una y otra causa concluye en la prontitud de la voluntad, añadiendo: Así pues, en cuanto de mí depende, en cuanto me pertenece, con tal que de otra manera no se me impida, pronto estoy a evangelizaros también a vosotros que estáis en Roma. Entonces toda la comunidad de los hijos de 1srael se retiró de la presencia de Moisés; todos aquellos a quienes impulsaba su corazón y movía su espíritu vinieron a traer la ofrenda, etc. (Exod 35,20-21). Y excluye el impedimento de la prontitud, esto es, la vergüenza, por la cual muchos descuidan cosas que por otro motivo harían con prontitud, por lo cual añade: No me avergüenzo del Evangelio, de predicarlo a los infieles, entre los cuales a algunos les parece digno de sonrojo, por lo cual dice (ICo 1,23): Nosotros predicamos un Cristo crucificado: para los judíos, escándalo; para los gentiles, insensatez. Pero no hay en verdad de qué avergonzarse, por lo que sigue: Mas para los que son llamados, sean judíos o griegos, un Cristo que es poder de Dios y sabiduría de Dios (ICo 1,24). Por lo cuai leemos en Lucas 9,26: Quien haya tenido vergüenza de Mí y de mis palabras, el Hijo del hombre tendrá vergüenza de él cuando venga en su gloria. Por esta razón a los que se bautiza se les unge con el crisma haciéndoles la señal de la cruz en la frente, la sede de la vergüenza, para que no se avergüencen del Evangelio.






Tomas Aq. - Romanos 4