Tertio millenio adveniente ES 19


19 El Concilio, aunque no empleo el tono severo de Juan Bautista, cuando a orillas del Jordan exhortaba a la penitencia y a la conversion (Lc 3,1-17), ha puesto de relieve algo del antiguo Profeta, mostrando con nuevo vigor a los hombres de hoy a Cristo, el " Cordero de Dios que quita el pecado del mundo " (Jn 1,29), el Redentor del hombre, el Senor de la historia. En la Asamblea conciliar la Iglesia, queriendo ser plenamente fiel a su Maestro, se planteo su propia identidad, descubriendo la profundidad de su misterio de Cuerpo y Esposa de Cristo. Poniéndose en docil escucha de la Palabra de Dios, confirmo la vocacion universal a la santidad; dispuso la reforma de la liturgia, " fuente y culmen " de su vida; impulso la renovacion de muchos aspectos de su existencia tanto a nivel universal como al de Iglesias locales; se empeno en la promocion de las distintas vocaciones cristianas: la de los laicos y la de los religiosos, el ministerio de los diaconos, el de los sacerdotes y el de los Obispos; redescubrio, en particular, la colegialidad episcopal, expresion privilegiada del servicio pastoral desempenado por los Obispos en comunion con el Sucesor de Pedro. Sobre la base de esta profunda renovacion, el Concilio se abrio a los cristianos de otras Confesiones, a los seguidores de otras religiones, a todos los hombres de nuestro tiempo. En ningun otro Concilio se hablo con tanta claridad de la unidad de los cristianos, del dialogo con las religiones no cristianas, del significado especifico de la Antigua Alianza y de Israel, de la dignidad de la conciencia personal, del principio de libertad religiosa, de las diversas tradiciones culturales dentro de las que la Iglesia lleva a cabo su mandato misionero, de los medios de comunicacion social.



20 La enorme riqueza de contenidos y el tono nuevo, desconocido antes, de la presentacion conciliar de estos contenidos constituyen casi un anuncio de tiempos nuevos. Los Padres conciliares han hablado con el lenguaje del Evangelio, con el lenguaje del Sermon de la Montana y de las Bienaventuranzas. El mensaje conciliar presenta a Dios en su senorio absoluto sobre todas las cosas, aunque también como garante de la auténtica autonomia de las realidades temporales.

En efecto, la mejor preparacion al vencimiento bimilenario ha de manifestarse en el renovado compromiso de aplicacion, lo mas fiel posible, de las ensenanzas del Vaticano II a la vida de cada uno y de toda la Iglesia. Con el Vaticano II se ha inaugurado, en el sentido mas amplio de la palabra, la inmediata preparacion del Gran Jubileo del 2000. Si buscaramos algo analogo en la liturgia, se podria decir que la anual liturgia del Adviento es el tiempo mas parecido al espiritu del Concilio. El Adviento nos prepara al encuentro con Aquel que era, que es y que constantemente viene (
Ap 4,8).


21 En el camino de preparacion a la cita del 2000 se incluye la serie de Sinodos iniciada después del Concilio Vaticano II: Sinodos generales y Sinodos continentales, regionales, nacionales y diocesanos. El tema de fondo es el de la evangelizacion, mejor todavia, el de la nueva evangelizacion, cuyas bases fueron fijadas por la Exhortacion Apostolica Evangelii nuntiandi de Pablo VI, publicada en el ano 1975 después de la tercera Asamblea General del Sinodo de los Obispos. Estos Sinodos ya forman parte por si mismos de la nueva evangelizacion: nacen de la vision conciliar de la Iglesia, abren un amplio espacio a la participacion de los laicos, definiendo su especifica responsabilidad en la Iglesia, y son expresion de la fuerza que Cristo ha dado a todo el Pueblo de Dios, haciéndolo participe de su propia mision mesianica, profética, sacerdotal y regia. Muy elocuentes son a este respecto las afirmaciones del segundo capitulo de la Const. dogm. Lumen gentium. La preparacion del Jubileo del Ano 2000 se realiza asi en toda la Iglesia, a nivel universal y local, animada por una conciencia nueva de la mision salvifica recibida de Cristo. Esta conciencia se manifiesta con significativa evidencia en las Exhortaciones postsinodales dedicadas a la mision de los laicos, a la formacion de los sacerdotes, a la catequesis, a la familia, al valor de la penitencia y de la reconciliacion en la vida de la Iglesia y de la humanidad y, proximamente, a la vida consagrada.



22 Con vista al Gran Jubileo del Ano 2000, esperan alministerio del Obispo de Roma tareas y responsabilidades especificas. En esta linea han actuado de algun modo todos los Pontifices del siglo que esta por acabar. Con el programa de renovar todo en Cristo, san Pio X trato de prevenir los tragicos derroteros que iba adquiriendo la situacion internacional de principios de siglo. La Iglesia, frente a la consolidacion en el mundo contemporaneo de tendencias opuestas a la paz y a la justicia, era consciente del deber de actuar de un modo decisivo para favorecer y defender bienes tan fundamentales. Los Pontifices del periodo preconciliar se movieron en este sentido con gran diligencia, cada uno desde su propia situacion: Benedicto XV se hallo frente a la tragedia de la primera guerra mundial; Pio XI debio afrontar las amenazas de los sistemas totalitarios o no respetuosos de la libertad humana en Alemania, en Rusia, en Italia, en Espana, y antes aun en México. Pio XII intervino contra la mayor injusticia de la segunda guerra mundial, el sumo desprecio de la dignidad humana, y dio también luminosas orientaciones para el nacimiento de un nuevo orden mundial después de la caida de los sistemas politicos precedentes.

Ademas los Papas a lo largo del siglo, siguiendo las huellas de Leon XIII, han tratado sistematicamente los temas de la doctrina social catolica, considerando las caracteristicas de un sistema justo en el campo de las relaciones entre trabajo y capital. Basta pensar en la Enciclica Quadragesimo anno de Pio XI, en las numerosas intervenciones de Pio XII, en la Mater et Magistra y en la Pacem in terris de Juan XXIII, en la Populorum progressio y en la Carta Apostolica Octogesima adveniens de Pablo VI. Sobre este argumento yo mismo he vuelto repetidamente: he dedicado la Enciclica Laborem exercens de modo particular a la importancia del trabajo humano, mientras que con la Centesimus annus he intentado reafirmar la validez de la doctrina de la Rerum novarum después de cien anos. Ademas anteriormente con la Enciclica Sollicitudo rei socialis habia propuesto de nuevo en forma sistematica toda la doctrina social de la Iglesia desde la perspectiva del enfrentamiento entre los dos bloques Este-Oeste y del peligro de una guerra nuclear. Los dos elementos de la doctrina social de la Iglesia -la tutela de la dignidad y de los derechos de la persona en el ambito de una justa relacion entre trabajo y capital, y la promocion de la paz- se encontraron en este texto y se fusionaron. Asimismo tratan de servir a la causa de la paz los Mensajes pontificios anuales del primero de enero, publicados a partir de 1968, bajo el pontificado de Pablo VI.




23 El pontificado actual, desde el primer documento, habla explicitamente del Gran Jubileo, invitando a vivir el periodo de espera como " un nuevo adviento ".(9) Sobre este tema he vuelto después muchas otras veces, deteniéndome ampliamente en la Enciclica Dominum et vivificantem.(10) De hecho, la preparacion del Ano 2000 es casi una de sus claves hermenéutica. Ciertamente no se quiere inducir a un nuevo milenarismo, como se hizo por parte de algunos al final del primer milenio; sino que se pretendesuscitar una particular sensibilidad a todo lo que el Espiritu dice a la Iglesia y a las Iglesias (Ap 2,7ss.), asi como a los individuos por medio de los carismas al servicio de toda la comunidad. Se pretende subrayar aquello que el Espiritu sugiere a las distintas comunidades, desde las mas pequenas, como la familia, a las mas grandes, como las naciones y las organizaciones internacionales, sin olvidar las culturas, las civilizaciones y las sanas tradiciones. La humanidad, a pesar de las apariencias, sigue esperando la revelacion de los hijos de Dios y vive de esta esperanza, como se sufren los dolores del parto, segun la imagen utilizada con tanta fuerza por san Pablo en la Carta a los Romanos (cf. Rm 8,19-22).

[9] Carta Enc. Redemptor hominis (4 Marzo 1979), RH 1: AAS 71 (1979), 258.
[10] Cf. Carta Enc. Dominum et vivificantem (18 Mayo 1986), nn. DEV 49 ss: AAS 78 (1986), 868 ss.


24 Las peregrinaciones del Papa se han convertido en un elemento importante del esfuerzo por la aplicacion del Concilio Vaticano II. Comenzadas por Juan XXIII, en puertas de la inauguracion del Concilio, con una significativa peregrinacion a Loreto y Asis (1962), tuvieron un notable incremento con Pablo VI, quien, después de haber ido en primer lugar a Tierra Santa (1964), realizo otros nueve grandes viajes apostolicos que lo llevaron al contacto directo con las poblaciones de los distintos continentes.

El pontificado actual ha ampliado aun mas este programa, comenzando por México, con ocasion de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla en 1979. Se realizo ademas, en aquel mismo ano, la peregrinacion a Polonia durante el Jubileo por el 900° aniversario de la muerte de san Estanislao obispo y martir.

Las sucesivas etapas de este peregrinar son conocidas. Las peregrinaciones se han hecho sistematicas, llegando a las Iglesias particulares de todos los continentes, con una cuidada atencion por el desarrollo de las relaciones ecuménicas con los cristianos de las diversas confesiones. En este sentido revisten un particular relieve las visitas a Turquia (1979), Alemania (1980), Inglaterra, Gales y Escocia (1982), Suiza (1984), Paises Escandinavos (1989) y ultimamente a los Paises Balticos (1993).

En el momento presente, entre las metas de peregrinacion vivamente deseadas se encuentra, ademas de Sarajevo en Bosnia-Herzegovina, el Oriente Medio: Libano, Jerusalén y Tierra Santa. Seria muy elocuente si, con ocasion del ano 2000, fuera posible visitar todos aquellos lugares que se hallan en el camino del Pueblo de Dios de la Antigua Alianza, a partir de los lugares de Abraham y de Moisés, atravesando Egipto y el Monte Sinai, hasta Damasco, ciudad que fue testigo de la conversion de san Pablo.




25 En la preparacion del Ano 2000 juegan un papel propio lasIglesias particulares, que con sus jubileos celebran etapas significativas de la historia de salvacion de los diversos pueblos. Entre estos jubileos locales o regionales han tenido suma importancia el milenio del Bautismo de la Rus en 1988 (11) y también los quinientos anos del inicio de la evangelizacion del continente americano (1492). Junto a estos acontecimientos de vasto alcance, aunque no de dimension universal, se deben recordar otros no menos significativos: por ejemplo, el milenio del Bautismo de Polonia en 1966 y de Hungria en 1968, junto con los seis cientos anos del Bautismo de Lituania en 1987. Ademas se cumpliran proximamente el 1500° aniversario del Bautismo de Clodoveo rey de los francos (496), y el 1400° aniversario de la llegada de san Agustin a Canterbury (597), inicio de la evangelizacion del mundo anglosajon.

En relacion a Asia, el Jubileo nos recordara al apostol Tomas, que ya al comienzo de la era cristiana, segun la tradicion, llevo el anuncio evangélico a la India, a donde en torno al ano 1500 llegarian después los misioneros portugueses. Se celebra este ano el séptimo centenario de la evangelizacion de la China (1294) y nos disponemos a conmemorar la expansion misionera en Filipinas con la constitucion de la sede metropolitana de Manila (1595), como también del IV centenario de los primeros martires del Japon (1597).

En Africa, donde el primer anuncio se remonta a la época apostolica, junto a los 1650 anos de la consagracion episcopal del primer Obispo de los etiopes, san Frumencio (a. 397) y a los 500 anos del inicio de la evangelizacion de Angola, en el antiguo reino del Congo (1491), naciones como Camerun, Costa de Marfil, Republica Centroafricana, Burundi y Burkina-Faso estan celebrando los respectivos centenarios de la llegada a sus territorios de los primeros misioneros. A su vez, otras naciones africanas lo han celebrado hace poco.

?Como olvidar ademas las Iglesias de Oriente, cuyos antiguos Patriarcados nos acercan a la herencia apostolica y cuyas venerables tradiciones teologicas, liturgicas y espirituales constituyen una enorme riqueza, patrimonio comun de toda la cristiandad? Las multiples celebraciones jubilares de estas Iglesias y de las Comunidades que en ellas reconocen el origen de su apostolicidad evocan el camino de Cristo en los siglos y contribuyen también al gran Jubileo del final del segundo milenio.

Vista asi, toda la historia cristiana aparece como un unico rio, al que muchos afluentes vierten sus aguas. El Ano 2000 nos invita a encontrarnos con renovada fidelidad y profunda comunion en las orillas de este gran rio: el rio de la Revelacion, del Cristianismo y de la Iglesia, que corre a través de la historia de la humanidad a partir de lo ocurrido en Nazaret y después en Belén hace dos mil anos. Es verdaderamente el " rio " que con sus " afluentes ", segun la expresion del Salmo, " recrean la ciudad de Dios " (
Ps 46,5).

[11] Cf. Carta Ap. Euntes in mundum (25 Enero 1988): AAS 80 (1988), 935-956.
26 En la perspectiva de la preparacion del Ano 2000 se situan también los Anos Santos celebrados en el ultimo periodo de este siglo. Esta todavia fresco en la memoria el Ano Santo que el Papa Pablo VI convoco en 1975; en la misma linea se ha celebrado posteriormente 1983 como Ano de la Redencion. Tal vez un eco todavia mayor tuvo el Ano Mariano 198788, muy esperado y profundamente vivido en las Iglesias locales, y especialmente en los santuarios marianos del mundo entero. La Enciclica Redemptoris Mater, publicada entonces, evidencio la ensenanza conciliar sobre la presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia: el Hijo de Dios se hizo hombre hace dos mil anos por obra del Espiritu Santo y nacio de la Inmaculada Virgen Maria. El Ano Mariano fue como una anticipacion del Jubileo, incluyendo en si mucho de lo que se debera expresar plenamente en el Ano 2000.


27 Es dificil no advertir como el Ano Mariano precedio de cerca a los acontecimientos de 1989. Son sucesos que sorprenden por su envergadura y especialmente por su rapido desarrollo. Los anos ochenta se habian sucedido arrastrando un peligro creciente, en la estela de la " guerra fria "; el ano 1989 trajo consigo una solucion pacifica que ha tenido casi la forma de un desarrollo " organico ". A su luz nos sentimos inducidos a reconocer un significado incluso profético a la Enciclica Rerum novarum: cuanto el Papa Leon XIII alli escribe sobre el tema del comunismo encuentra en estos acontecimientos una puntual verificacion, como he hecho presente en la Enciclica Centesimus annus.(12) Ademas se podia percibir como, en la trama de lo sucedido, operaba con premura materna la mano invisible de la Providencia: " ¿Acaso olvida una mujer a su nino de pecho...? " (Is 49,15).

Después de 1989 han surgido, sin embargo, nuevos peligros y nuevas amenazas. En los paises del antiguo bloque oriental, tras la caida del comunismo, ha aparecido el grave riesgo de los nacionalismos, como desgraciadamente muestran los percances de los Balcanes y de otras areas proximas. Esto obliga a las naciones europeas a un serio examen de conciencia, reconociendo culpas y errores cometidos historicamente, en campo economico y politico, en relacion a las naciones cuyos derechos han sido sistematicamente violados por los imperialismos del siglo pasado y del presente.

[12] Cf. Carta Enc. Centesimus annus (1 Mayo 1991), CA 12: AAS 83 (1991), 807-809.
28 Actualmente, siguiendo la huella del Ano Mariano y en semejante perspectiva, estamos viviendo el Ano de la Familia, cuyo contenido se vincula estrechamente con el misterio de la Encarnacion y con la historia misma del hombre. Por tanto, se puede alimentar la esperanza de que el Ano de la Familia, inaugurado en Nazaret, llegue a ser, como el Ano Mariano, una significativa etapa de la preparacion del Gran Jubileo.

En este sentido, he dirigido una Carta a las Familias, en la que he querido presentar el nucleo de la ensenanza eclesial sobre la familia para llevarlo, por asi decir, al interior de cada hogar doméstico. En el Concilio Vaticano II la Iglesia reconocio como una de sus tareas la de valorar la dignidad del matrimonio y de la familia.(13) El Ano de la Familia pretende contribuir a la puesta en practica del Concilio en esta dimension. Es por esto necesario que la preparacion del Gran Jubileo pase, en cierto modo, a través de cada familia. ¿Acaso no fue por medio de una familia, la de Nazaret, que el Hijo de Dios quiso entrar en la historia del hombre?

[13] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes,
GS 47-52.

IV - LA PREPARACION INMEDIATA

29 Ante la vista de este vasto panorama surge la pregunta: ¿se puede elaborar un programa especifico de iniciativas para la preparacion inmediata del Gran Jubileo? En verdad, cuanto se ha dicho anteriormente presenta ya algunos elementos de tal programa.

Una presentacion mas detallada de iniciativas " ad hoc ", para no ser artificial y de dificil aplicacion en las Iglesias particulares, que viven en condiciones tan diversas, debe resultar de una amplia consulta. Consciente de ello, he querido interpelar al respecto a los Presidentes de las Conferencias Episcopales y, en particular, a los Cardenales.

Estoy agradecido a los miembros del Colegio Cardenalicio que, reunidos en Consistorio extraordinario el 13 y 14 de junio de 1994, han preparado al respecto numerosas propuestas y han dado utiles orientaciones. Igualmente agradezco a los Hermanos en el Episcopado, los cuales de varios modos no han dejado de hacerme llegar valiosas sugerencias, que he tenido bien presentes en la elaboracion de esta Carta Apostolica.



30 Una primera indicacion, surgida con claridad de la consulta, es la relativa a los tiempos de la preparacion. Para el 2000 faltan ya pocos anos: ha parecido oportuno dividir este periodo en dos fases, reservando la fase propiamente preparatoria a los ultimos tres anos. Se ha pensado que un periodo mas largo acabaria por acumular excesivos contenidos, atenuando la tension espiritual.

Por tanto parece conveniente acercarse a la historica fecha con una primera fase de sensibilizacion de los fieles sobre temas mas generales, para después concentrar la preparacion directa e inmediata en una segunda fase, de un trienio, orientada toda ella a la celebracion del misterio de Cristo Salvador.


a) Primera Fase

31 La primera fase tendra pues un caracter antepreparatorio: debera servir para reavivar en el pueblo cristiano la conciencia del valor y del significado que el Jubileo del 2000 supone en la historia humana. Este, llevando consigo la memoria del nacimiento de Cristo, esta intrinsecamente marcado por una connotacion cristologica.

Conforme a la articulacion de la fe cristiana en palabra y sacramento, parece importante juntar, también en esta particular ocasion, la estructura de la memoria con la de la celebracion, no limitandonos a recordar el acontecimiento solo conceptualmente, sino haciendo presente el valor salvifico mediante la actualizacion sacramental. El Jubileo debera confirmar en los cristianos de hoy la fe en el Dios revelado en Cristo, sostener la esperanza prolongada en la espera de la vida eterna, vivificar la caridad comprometida activamente en el servicio a los hermanos.

En el curso de la primera fase (del 1994 al 1996) la Santa Sede, con la creacion de un Comité al efecto, no dejara de sugerir lineas de reflexion y de accion a nivel universal, mientras que un esfuerzo analogo de sensibilizacion se desarrollara de un modo mas capilar, por Comisiones semejantes en las Iglesias locales. Se trata, de cualquier modo, de continuar con lo realizado en la preparacion remota y, al mismo tiempo, de profundizar los aspectos mas caracteristicos del acontecimiento jubilar.



32 El Jubileo es siempre un tiempo de gracia particular, " un dia bendecido por el Senor ": como tal tiene -ya lo he comentado- un caracter de alegria. El Jubileo del Ano 2000 quiere ser una gran plegaria de alabanza y de accion de gracias sobre todo por el don de la Encarnacion del Hijo de Dios y de la Redencion realizada por El. En el ano jubilar los cristianos se pondran con nuevo asombro de fe frente al amor del Padre, que ha entregado su Hijo, " para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna " (Jn 3,16). Elevaran ademas con profundo sentimiento su accion de gracias por el don de la Iglesia, fundada por Cristo como " sacramento o signo e instrumento de la union intima con Dios y de la unidad de todo el género humano ".(14) Su agradecimiento se extendera finalmente a los frutos de santidad madurados en la vida de tantos hombres y mujeres que en cada generacion y en cada época historica han sabido acoger sin reservas el don de la Redencion.

El gozo de un jubileo es siempre de un modo particular el gozo por la remision de las culpas, la alegria de la conversion. Parece por ello oportuno poner nuevamente en primer plano el tema del Sinodo de Obispos de 1984, es decir, la penitencia y la reconciliacion.(15) Este Sinodo fue un hecho muy significativo en la historia de la Iglesia postconciliar. Retoma la cuestion siempre actual de la conversion (" metanoia "), que es la condicion preliminar para la reconciliacion con Dios tanto de las personas como de las comunidades.

[14] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, LG 1.
[15] Cf. Exhortacion Apost. Reconciliatio et paenitentia (2 Diciembre 1984): AAS 77 (1985), 185-275.
33 Asi es justo que, mientras el segundo Milenio del cristianismo llega a su fin, la Iglesia asuma con una conciencia mas viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del espiritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectaculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escandalo.

La Iglesia, aun siendo santa por su incorporacion a Cristo, no se cansa de hacer penitencia: ella reconoce siempre como suyos, delante de Dios y delante de los hombres, a los hijos pecadores. Afirma al respecto la Lumen gentium: " La Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesita de purificacion, y busca sin cesar la conversion y la renovacion ".(16)

La Puerta Santa del Jubileo del 2000 debera ser simbolicamente mas grande que las precedentes, porque la humanidad, alcanzando esta meta, se echara a la espalda no solo un siglo, sino un milenio. Es bueno que la Iglesia dé este paso con la clara conciencia de lo que ha vivido en el curso de los ultimos diez siglos. No puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentia que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy.

[16] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium,
LG 8.
34 Entre los pecados que exigen un mayor compromiso de penitencia y de conversion han de citarse ciertamente aquellos que han danado la unidad querida por Dios para su Pueblo. A lo largo de los mil anos que se estan concluyendo, aun mas que en el primer milenio, la comunion eclesial, " a veces no sin culpa de los hombres por ambas partes ",(17) ha conocido dolorosas laceraciones que contradicen abiertamente la voluntad de Cristo y son un escandalo para el mundo.(18) Desgraciadamente, estos pecados del pasado hacen sentir todavia su peso y permanecen como tentaciones del presente. Es necesario hacer enmienda, invocando con fuerza el perdon de Cristo.

En esta ultima etapa del milenio, la Iglesia debe dirigirse con una suplica mas sentida al Espiritu Santo implorando de El la gracia de la unidad de los cristianos. Es este un problema crucial para el testimonio evangélico en el mundo. Especialmente después del Concilio Vaticano II han sido muchas las iniciativas ecuménicas emprendidas con generosidad y empeno: se puede decir que toda la actividad de las Iglesias locales y de la Sede Apostolica ha asumido en estos anos un caracter ecuménico. El Pontificio Consejo para la promocion de la unidad de los cristianos ha sido uno de los principales centros animadores del proceso hacia la plena unidad.

Sin embargo, somos todos conscientes de que el logro de esta meta no puede ser solo fruto de esfuerzos humanos, aun siendo éstos indispensables. La unidad, en definitiva, es un don del Espiritu Santo. A nosotros se nos pide secundar este don sin caer en ligerezas y reticencias al testimoniar la verdad, sino mas bien actualizando generosamente las directrices trazadas por el Concilio y por los sucesivos documentos de la Santa Sede, apreciados también por muchos cristianos que no estan en plena comunion con la Iglesia catolica.

Aqui esta, por tanto, una de las tareas de los cristianos encaminados hacia el ano 2000. La cercania del final del segundo milenio anima a todos a un examen de conciencia y a oportunas iniciativas ecuménicas, de modo que ante el Gran Jubileo nos podamos presentar, si no del todo unidos, al menos mucho mas proximos a superar las divisiones del segundo milenio. Es necesario al respecto -cada uno lo ve- un enorme esfuerzo. Hay que proseguir en el dialogo doctrinal, pero sobre todo esforzarse mas en la oracion ecuménica. Oracion que se ha intensificado mucho después del Concilio, pero que debe aumentarse todavia comprometiendo cada vez mas a los cristianos, en sintonia con la gran invocacion de Cristo, antes de la pasion: " que todos sean uno. Como tu, Padre, en mi y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros " (
Jn 17,21).

[17] Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio, UR 3.
[18] Cf. Ibidem, UR 1.
35 Otro capitulo doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con animo abierto al arrepentimiento esta constituido por la aquiescencia manifestada, especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad.

Es cierto que un correcto juicio historico no puede prescindir de un atento estudio de los condicionamientos culturales del momento, bajo cuyo influjo muchos pudieron creer de buena fe que un auténtico testimonio de la verdad comportaba la extincion de otras opiniones o al menos su marginacion. Muchos motivos convergen con frecuencia en la creacion de premisas de intolerancia, alimentando una atmosfera pasional a la que solo los grandes espiritus verdaderamente libres y llenos de Dios lograban de algun modo substraerse. Pero la consideracion de las circunstancias atenuantes no dispensa a la Iglesia del deber de lamentar profundamente las debilidades de tantos hijos suyos, que han desfigurado su rostro, impidiéndole reflejar plenamente la imagen de su Senor crucificado, testigo insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre. De estos trazos dolorosos del pasado emerge una leccion para el futuro, que debe llevar a todo cristiano a tener buena cuenta del principio de oro dictado por el Concilio: " La verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas ".(19)

[19] Conc. Ecum. Vat. II, Decl. sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae,
DH 1.
36 Un serio examen de conciencia ha sido auspiciado por numerosos Cardenales y Obispos sobre todo para la Iglesia del presente. A las puertas del nuevo Milenio los cristianos deben ponerse humildemente ante el Senor para interrogarse sobre las responsabilidades que ellos tienen también en relacion a los males de nuestro tiempo. La época actual junto a muchas luces presenta igualmente no pocas sombras.

¿Como callar, por ejemplo, ante la indiferencia religiosa que lleva a muchos hombres de hoy a vivir como si Dios no existiera o a conformarse con una religion vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia? A esto hay que anadir aun la extendida pérdida del sentido trascendente de la existencia humana y el extravio en el campo ético, incluso en los valores fundamentales del respeto a la vida y a la familia. Se impone ademas a los hijos de la Iglesia una verificacion: ¿en qué medida estan también ellos afectados por la atmosfera de secularismo y relativismo ético? ¿Y qué parte de responsabilidad deben reconocer también ellos, frente a la desbordante irreligiosidad, por no haber manifestado el genuino rostro de Dios, " a causa de los defectos de su vida religiosa, moral y social "? (20)

De hecho, no se puede negar que la vida espiritual atraviesa en muchos cristianos un momento de incertidumbre que afecta no solo a la vida moral, sino incluso a la oracion y a la misma rectitud teologal de la fe. Esta, ya probada por el careo con nuestro tiempo, esta a veces desorientada por posturas teologicas erroneas, que se difunden también a causa de la crisis de obediencia al Magisterio de la Iglesia.

Y sobre el testimonio de la Iglesia en nuestro tiempo, ¿como no sentir dolor por la falta de discernimiento, que a veces llega a ser aprobacion, de no pocos cristianos frente a la violacion de fundamentales derechos humanos por parte de regimenes totalitarios? ¿Y no es acaso de lamentar, entre las sombras del presente, la corresponsabilidad de tantos cristianos en graves formas de injusticia y de marginacion social? Hay que preguntarse cuantos, entre ellos, conocen a fondo y practican coherentemente las directrices de la doctrina social de la Iglesia.

El examen de conciencia debe mirar también la recepcion del Concilio, este gran don del Espiritu a la Iglesia al final del segundo milenio. ¿En qué medida la Palabra de Dios ha llegado a ser plenamente el alma de la teologia y la inspiradora de toda la existencia cristiana, como pedia la Dei Verbum? ¿Se vive la liturgia como " fuente y culmen " de la vida eclesial, segun las ensenanzas de la Sacrosanctum Concilium? ¿Se consolida, en la Iglesia universal y en las Iglesias particulares, la eclesiologia de comunion de la Lumen gentium, dando espacio a los carismas, los ministerios, las varias formas de participacion del Pueblo de Dios, aunque sin admitir un democraticismo y un sociologismo que no reflejan la vision catolica de la Iglesia y el auténtico espiritu del Vaticano II? Un interrogante fundamental debe también plantearse sobre el estilo de las relaciones entre la Iglesia y el mundo. Las directrices conciliares -presentes en la Gaudium et spes y en otros documentos- de un dialogo abierto, respetuoso y cordial, acompanado sin embargo por un atento discernimiento y por el valiente testimonio de la verdad, siguen siendo validas y nos llaman a un compromiso ulterior.

[20] Con. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes,
GS 19.
37 La Iglesia del primer milenio nacio de la sangre de los martires: " Sanguis martyrum, semen christianorum ".(21) Los hechos historicos ligados a la figura de Constantino el Grande nunca habrian podido garantizar un desarrollo de la Iglesia como el verificado en el primer milenio, si no hubiera sido por aquella siembra de martires y por aquel patrimonio de santidad que caracterizaron a las primeras generaciones cristianas. Al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de martires. Las persecuciones de creyentes -sacerdotes, religiosos y laicos- han supuesto una gran siembra de martires en varias partes del mundo. El testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la sangre se ha hecho patrimonio comun de catolicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes, como revelaba ya Pablo VI en la homiliade la canonizacion de los martires ugandeses.(22)

Es un testimonio que no hay que olvidar. La Iglesia de los primeros siglos, aun encontrando notables dificultades organizativas, se dedico a fijar en martirologios el testimonio de los martires. Tales martirologios han sido constantemente actualizados a través de los siglos, y en el libro de santos y beatos de la Iglesia han entrado no solo aquellos que vertieron la sangre por Cristo, sino también maestros de la fe, misioneros, confesores, obispos, presbiteros, virgenes, conyuges, viudas, ninos.

En nuestro siglo han vuelto los martires, con frecuencia desconocidos, casi " militi ignoti " de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios. Como se ha sugerido en el Consistorio, es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentacion necesaria. Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménica. El ecumenismo de los santos, de los martires, es tal vez el mas convincente. La communio sanctorum habla con una voz mas fuerte que los elementos de division. El martyrologium de los primeros siglos constituyo la base del culto de los santos. Proclamando y venerando la santidad de sus hijos e hijas, la Iglesia rendia maximo honor a Dios mismo; en los martires veneraba a Cristo, que estaba en el origen de su martirio y de su santidad. Se ha desarrollado posteriormente la praxis de la canonizacion, que todavia perdura en la Iglesia catolica y en las ortodoxas. En estos anos se han multiplicado las canonizaciones y beatificaciones. Ellas manifiestan la vitalidad de las Iglesias locales, mucho mas numerosas hoy que en los primeros siglos y en el primer milenio. El mayor homenaje que todas las Iglesias tributaran a Cristo en el umbral del tercer milenio, sera la demostracion de la omnipotente presencia del Redentor mediante frutos de fe, esperanza y caridad en hombres y mujeres de tantas lenguas y razas, que han seguido a Cristo en las distintas formas de la vocacion cristiana.

Sera tarea de la Sede Apostolica, con vista al Ano 2000, actualizar los martirologios de la Iglesia universal, prestando gran atencion a la santidad de quienes también en nuestro tiempo han vivido plenamente en la verdad de Cristo. De modo especial se debera trabajar por el reconocimiento de la heroicidad de las virtudes de los hombres y las mujeres que han realizado su vocacion cristiana en el Matrimonio: convencidos como estamos de que no faltan frutos de santidad en tal estado, sentimos la necesidad de encontrar los medios mas oportunos para verificarlos y proponerlos a toda la Iglesia como modelo y estimulo para los otros esposos cristianos.

[21] Tertuliano, Apol., 50, 13: CCL I, 171.
[22] Cf. AAS 56 (1964), 906.


Tertio millenio adveniente ES 19