Tomas Aq. - Romanos 60

Lección 3: Romanos 13,11-14

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075 (
Rm 13,11-14)


Se explica el uso de la gracia en orden a uno mismo: de cómo debe uno portarse para salvaguardar la pureza y dignidad de las obras.
11. Y ésto, conociendo el tiempo, que ya es hora de levantaros del sueño, porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos.
12. La noche está avanzada, y el día está cerca; desechemos por tanto las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz.
13. Andemos como de día, honestamente, no en banquetes y borracheras, no en lechos y lascivias, no en contiendas y rivalidades;
14. antes bien, vestios del Señor Jesucristo, y no tengáis solicitud por la carne para sus concupiscencias.

Habiendo enseñado el Apóstol de qué modo el hombre debe ser piadoso para con Dios, usando convenientemente de sus dones, y para con el prójimo, pagándole justamente lo que se le deba, aquí muestra de qué manera debe guardar en sí mismo la dignidad. Y acerca de esto hace dos cosas. 19 1ndica lo oportuno del tiempo; 2° exhorta a la dignidad de las obras: Desechemos, por tanto, etc. Acerca de lo primero hace tres cosas. La primera, indicar lo apropiado del tiempo; la segunda, indicar la razón: porque ahora está más cerca, etc.; la tercera, usar de una semejanza: La noche está avanzada, etc. Así es que primero dice: Se han dicho las cosas que debéis observar, y esto no sólo por las razones ya dadas, sino también como conocedores del tiempo, o sea, porque debéis considerar la particularidad de este tiempo, pues, como se dice en el Eclesiastés (8,6), Cada cosa tiene su tiempo y sazón. Y en Jeremías 8,7 leemos: El milano conoce por la atmósfera su tiempo; la tórtola y la golondrina y la cigüeña saben discernir constantemente la estación de su transmigración; pero mi pueblo no ha conocido, etc. Para qué sea propio este tiempo lo muestra agregando: que ya es hora de levantaros del sueño. Lo cual hay que entenderlo no del sueño de la naturaleza, que a veces se llama muerte, según 1 Tes 4,13: No queremos, hermanos, que estéis en ignorancia acerca de los que duermen; mas a veces es la quietud de las energías del cuerpo, según Juan 2,12: Diéronle los discípulos: Señor, si duerme, sanará. Ni tampoco se debe entender del sueño de la gracia, que a veces se llama quietud de la gloria eterna, según el Salmo 4,9: Mas yo dormité en paz, y descansaré. Mas a veces es la quietud de la contemplación aun en esta vida (Dormía yo, y mi corazón velaba: Cant 5,2); sino que se entiende del sueño de culpa, según Efesios 5,14: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, etc.; o también de la negligencia, según Proverbios 6,9: ¿Hasta cuándo has de dormir tú, oh perezoso? Porque es tiempo de levantarnos del sueño de la culpa por la penitencia (Levantaos después de haber descansado, etc.: Salmo 126,2); del sueño de la negligencia por el vivo deseo de obrar el bien (Levantaos, oh príncipes, embrazad la rodela: Is 21,5. En llegando la hora de levantarte no te entretengas: Eccli 32,15).

En seguida, cuando dice: Porque ahora, etc., da la razón de lo que dijera, diciendo: Porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos. Lo cual, conforme al propósito del Apóstol, se entiende de la salud de la vida eterna, de la cual se dice en Is 51,6: La salud que yo envío durará para siempre. Y a esta salud está ordenado el hombre, primeramente por la fe. Quien creyere y fuere bautizado será salvo (Me 16,16). Pero día a día más y más la alcanza el hombre por las buenas obras y el aumento de la caridad. Por lo cual se dice en Santiago 4,8: Acercaos vosotros a Dios, y El se acercará a vosotros. Y esto mismo es lo que dice el Apóstol: Por eso ya es hora de levantarse del sueño. Porque ahora, cuando por las buenas obras y el aumento de la carread progresamos, está más cerca de nosotros nuestra salvación, o sea, la de la vida eterna -de la cual se dice en Is 51,8: La salvación que yo envío durará para siempre-, que cuando creímos, esto es, que cuando recibimos al principio la fe. Y tal cercanía puédese entender aquí de dos maneras. La una, según el tiempo, por la cual los varones santos adelantando en obras de justicia, se acercan más al término de su vida, en el cual recibirán su premio.

La otra es la cercanía de la disposición o preparación, porque por el aumento de la caridad y las obras de justicia se prepara el hombre para la dicha salvación. Las que estaban prontas entraron con él a las bodas (Mt 25,10).

Pero como la 1glesia lee estas palabras en el tiempo de Adviento, parecen referirse a la salud que Cristo realizó en su primera venida, para que entendamos que el Apóstol habla como en representación de todos los fieles que hubo desde el principio del mundo. Porque acercándose ya el tiempo de la encarnación de Cristo cuya noticia propagaban los vaticinios de los profetas, tiempo que pone ante los ojos la 1glesia, se podría decir: Más cercana está ahora nuestra salud, o sea, Cristo, que cuando creímos, esto es, que cuando al principio empezaron los hombres a creer en el futuro advenimiento de Cristo. La salvación que Yo envío está para llegar, y va a manifestarse mi justicia (Is 56,1).

Podríase también tomar por el tiempo de la misericordia, por el cual empieza uno a querer apartarse de los pecados pasados. Y entonces se acerca uno más a su salud que al principio, cuando se tenía una fe informe. Al diablo resistidle, y huirá de vosotros. Acercaos vosotros a Dios y El se acercará a vosotros (Sant 4,7-8).

En seguida, cuando dice: La noche está avanzada, y el día está cerca, etc., echa mano de una semejanza a propósito. Lo cual, conforme a la intención del Apóstol, parece que se debe entender de modo que todo el tiempo de la vida presente se compare a la noche por las tinieblas de la ignorancia con las que se entorpece la presente vida. Todos estamos envueltos en tinieblas (Jb 36). Y acerca de esta noche se dice en Is 26,9: Mi alma te deseó en la noche. Pues el día se compara con el estado de la futura bienaventuranza en virtud de la claridad de Dios con la que son iluminados los santos. Ya no habrás menester de sol que te dé luz durante el día, ni te iluminará el resplandor de la luna, sino que el Señor será la sempiterna luz tuya (Is 60,19). Ai cual día se refiere lo que se dice en el Salmo 1 1 7,24: Este es el día que ha hecho el Señor. Alegrémonos y regocijémonos en él.

De otro modo se puede entender que el estado de culpa se compara a la noche por las tinieblas de la culpa, de las cuales se dice en el Salmo 81,5: No tienen conocimiento ni ciencia: andan entre tinieblas. Y de esta noche se dice en la Sabiduría (17,20): Solamente sobre ellos reinaba una profunda noche, imagen de aquellas tinieblas que después les aguardaban. Y se le dice día al estado de "gracia en virtud de la luz espiritual de la inteligencia que tienen los justos y de la que carecen los impíos. Amaneció la luz al justo (Ps 96,1 1). No ha nacido para nosotros el sol de la inteligencia (Sab 5,6). De un tercer modo puédese entender que se compara con la noche el tiempo precedente a la encarnación de Cristo, porque aún no se manifestaba sino bajo cierta niebla. Y tenemos también, más segura aún, la palabra profétíca, a la cual bien hacéis en ateneros, como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro (2 Pedro 1,19). Y de esta noche se dice en Is 21,2: Centinela, ¿qué ha habido esta noche? De aquí que así como en la noche domina la oscuridad, así también en aquel tiempo sobresalían las prescripciones legales, que eran las sombras de los bienes futuros, como se dice en Col 2,16. Mas el tiempo desde la encarnación de Cristo se compara con el día por el poder del sol espiritual en el mundo, del cual se dice en Malaquías 4,2: Mas para vosotros los que teméis mi nombre nacerá el sol de justicia. Por lo cual el mismo Señor dice (Jn 9,4): Es necesario que cumpla Yo las obras del que me envió mientras es de día. Y a continuación agrega: Mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo (Jn 9,5).

Estas palabras: La noche está avanzada indistintamente se pueden entender acerca de cualquiera de las predichas tres noches. Porque estaba ya avanzada para aquellos a quienes les escribía, y también una gran parte del tiempo de esta vida, y, lo que es más verdadero, avanzada estaba la noche del pecado; y avanzado estaba también el tiempo de la ley que precedió a Cristo.

Y estas otras palabras que agrega: y el día está cerca parece que conforme a la intención del Apóstol dében-se referir al día de la futura gloria, que aun cuando aún no llegara para los fieles de Cristo a quienes les escribía, sin embargo para ellos estaba cercano. Conforme a lo ya dicho, se puede también entender acerca del tiempo de la gracia de Cristo, que aun cuando ya había llegado según el curso de los tiempos, sin embargo se dice que está cerca de nosotros por la fe y el amor, como se dice tanto en Filipenses 4,5: El Señor está cerca, como en el Salmo 144,18: Cerca está el Señor de todos los que lo invocan. Puédese también aplicar esto a los que empiezan a hacer penitencia de sus pecados, para los cuales se acercan los días de la gracia.

En seguida, cuando dice: Desechemos, etc., infiere la exhortación sobre la honestidad de la vida. Y primero hace la exhortación; luego, la explica: No en banquetes, etc. Acerca de la honestidad de la vida toca tres cosas. La primera, la supresión de los vicios resultante de las premisas: si la noche está avanzada, como se ha dicho, desechemos las obras de las tinieblas, porque, como se dice en el Edesiastés (8,6), cada cosa tiene su tiempo y sazón. Por lo cual, vencida la noche, deben cesar las obras de la noche. Y se llaman obras de las tinieblas las obras de los pecadores, primero porque en sí mismas están privadas de la luz de la razón, con la que deben iluminarse las obras humanas (Tiene el sabio los ojos en su frente; el necio anda a oscuras: Eccle 2,14); segundo, porque se obran en las tinieblas (El ojo del adúltero está aguardando la oscuridad: Job 24,15); tercero, porque por ellas va a dar el hombre a las tinieblas, según aquello de Mateo 22,13: Echadle a las tinieblas exteriores.

La segunda es que induce a la adquisición de las virtudes, como si dijera: Por el hecho de acercarse el día, echando mano de las cosas que corresponden al día, vistámonos las armas de luz, esto es, las virtudes, que también se llaman armas, por cuanto nos guarnecen. Vestios la armadura de Dios, para poder sosteneros contra los ataques engañosos del diablo (Ef 6,1 1). Y se llaman armas de luz, ya porque con la luz de la razón se realzan y perfeccionan, por lo cual se dice en Proverbios 4,18: La senda de los justos es como una luz brillante que va en aumento; ya porque requieren del examen de la luz (El que pone en práctica la verdad viene a la luz para que se vea que sus obras están hechas en Dios: Juan 3,21); ya porque gracias a las obras de las virtudes otros son iluminados (Así brille vuestra luz ante los hombres de modo tal que, viendo vuestras obras buenas, glorifiquen a vuestro Padre del Cielo: Mt 5,16).

La tercera es que exhorta al ejercicio de las virtudes y a su aumento, diciendo: Andemos como de día, honestamente. Porque es claro que estas dos cosas le corresponden al día. Primero ciertamente la honestidad. Porque durante el día cada quien trata de arreglarse para presentarse honestamente ante los demás. Y en la noche no es así. De aquí que se dice en 1 Tes 5,7-8: Los que duermen, duermen de noche; y los que se embriagan, de noche se embriagan. Nosotros, empero, que somos del día, seamos sobrios. Por lo cual en iCo 14,40 se dice: Hágase, pues, todo honestamente y por orden. Lo segundo es que el hombre camina de día, no de noche. Por lo cual se dice en Jn 2,10: Si anda de noche, tropieza. Y como es de día, necesario es que marchemos, o sea, que procedamos de lo bueno a lo mejor. Por lo cual se dice en Jn 12,35: Caminad mientras tenéis la luz.

En seguida, cuando dice: No en banquetes, etc., explica lo que dijera. Y primero explica cómo se deben rechazar las obras de las tinieblas, que son las obras de los pecadores, de las que enumera algunas: poniendo primero las que corresponden a la perversión del concupiscible, la cual es la intemperancia, relativa a las delectaciones del tacto y del estómago. Por lo cual primero excluye la intemperancia de la comida, diciendo: No en banquetes. Llámanse banquetes las comidas de lo superfluo y lo demasiado exquisito. No asistas a los convites de los beodos, ni a las comilonas de los que se ahitan de carne (Prov 23,20). Lo cual puede ser pecado mortal por el hecho de que según la naturaleza por esta falta se puede uno dañar de muerte. Porque se dice del hijo licencioso: Pasa la vida en comilonas y en disoluciones y en convites; morirá apedreado por el pueblo de la ciudad, etc. Se dice que alguien se pasa la vida en comilonas y convites, no porque coma magníficamente conforme al estado de su rango, como se dice (Esther 2,1 8) de Asueno, que mandó preparar un magnífico banquete por su boda con Esther, conforme a la mayor magnificencia; pero sí cuando alguien hace esto por encima del decoro de su estado, y en particular si para este principal cuidado suyo vive, como aquellos de quienes se dice (Rm 16,18): Tales no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a su propio vientre; y (Ph 3,19): cuyo dios es el vientre.

Excluye en segundo lugar la intemperancia acerca de la bebida, agregando: y borracheras. Las cuales corresponden a la superfluidad de la bebida que pone al hombre fuera de la medida de la razón. El vino desde el principio fue criado para alegría, no para embriaguez (Eccli 31,35). Y débese considerar que la ebriedad por su género es pecado mortal cuando el hombre se embriaga adrede, porque así es claro que prefiere la delectación del vino a la integridad de la razón. Por lo cual se dice en Is 5,22: ¡Ay de vosotros que sois briosos para beber vino, y hombres fuertes para embriagaros con diversos licoresi Pero el que se embriaga sin intención, no a propósito, porque por ejemplo no conoce la fuerza del vino, o porque no cree embriagarse con lo que toma, no comete pecado mortal, porque no se embriaga por embriagarse sino per accidens, o sea, por encima de su intención, lo cual ciertamente no puede ocurrirles a los que con frecuencia se embriagan. Y por eso dice Agustín en su sermón sobre el Purgatorio que la ebriedad es un pecado mortal si es asidua. Por lo cual habla aquí el Apóstol usando claramente del plural: no en banquetes y borracheras.

Excluye en tercer lugar la intemperancia en cuanto al descanso corporal, diciendo: no en lechos, o sea, no en el excesivo dormir, lo cual convenientemente prohibe en seguida de las comilonas y borracheras, porque de éstas se sigue, y en ello puede haber pecado mortal cuando por el reposo corporal y por dormir se omite lo que se debía hacer y se inclina uno a hacer cosas malas. ¡Ay de vosotros que no pensáis sino en cosas vanas y maquináis en vuestros lechos perversos designiosi (Miq 2,1). El no en lechos puédese referir también a los aprestos de la lujuria. Por lo cual se ponen estas palabras en la boca de la meretriz: He rociado mi alcoba con mirra, etc.-Subiste al lecho de tu padre y profanaste su tálamo (Gen 49,4). Por lo cual convenientemente excluye en cuarto lugar la intemperancia en lo venéreo, agregando: y lascivias, o sea, en cualesquiera actos venéreos, que se llaman impúdicos porque no evitan lo que es merecedor de pudor y rubor de manera máxima: ora porque todas las delectaciones del tacto, de la gula y de la lujuria nos son comunes con los brutos, de modo que quien incurre en ellas desordenadamente, se convierte en bruto (Guardaos de ser semejantes al caballo y al mulo, los cuales no tienen entendimiento, etc.: Salmo 31,9); ora también porque especialmente en los actos venéreos la razón del hombre es absorbida totalmente por la delectación, de modo que nada puede el hombre entender en ese momento, como dice Aristóteles (Etica). De aquí que también en Oseas 4,1 1, se dice: La deshonestidad, el vino y la embriaguez quitan el buen sentido. Y en el Apocalipsis (9,21): Ni tampoco se arrepintieron de sus inmundicias y fornicaciones e impurezas.

En seguida excluye las cosas que corresponden a la perversión del irascible, diciendo: no en contiendas. Las cuales, como dice Ambrosio, son la impugnación de la verdad con ruidosa audacia. Ahora bien, por esto se puede entender que se prohibe todo pleito, no sólo de palabras sino también de hechos, que generalmente empiezan con palabras. Es honor del hombre el huir de contiendas (Prov 20,3). Suelen las contiendas engendrarse de la envidia; y por esto agrega: y rivalidades. Por lo cual se dice en Santiago 3,16: Donde hay celos y contiendas, allí hay desorden y toda clase de villanía. Luego explica cómo debemos revestirnos las armas de luz, diciendo: Antes bien, vestios del Señor Jesucristo, en el cual existieron abundantísimamente todas las virtudes, según Is 4,1: Y en aquel día echarán mano de un solo hombre siete mujeres. Y nos revestimos de Jesucristo primeramente por la recepción del sacramento. Todos los que habéis sido bautizados en Cristo estáis vestidos de Cristo. Lo segundo, por imitación. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y vestios del nuevo, etc. (Colos 3,9-10). Y en Efesios 4,24: Y vestios del hombre nuevo, creado según Dios en la justicia, etc. Y se dice que se reviste de Cristo quien imita a Cristo, porque así como el hombre se contiene dentro del vestido, y se le ve bajo el color de éste, así también en el que imita a Cristo se ven las obras de Cristo.1 Así es que nos revestimos de las armas de luz cuando nos revestimos dé Cristo. En tercer lugar explica lo que dijera -andemos como de día honestamente-, agregando esto otro: y no tengáis solicitud por la carne para sus concupiscencias. Porque la belleza de la honestidad consiste en que no prefiera el hombre la carne al espíritu, sino el espíritu a la carne. Somos deudores, no de la carne para vivir según la carne (Rm 8,12). Pero débese notar que no dijo simplemente: No tengáis solicitud por la carne, porque cada quien obligado está a cuidar de la carne para conservación de la naturaleza, según Efesios 5,29: Nadie jamás tuvo odio a su propia carne, sino que la sustenta y regala, etc.; sino que agrega: para sus concupiscencias, es claro que para los deseos desordenados de la carne, para que no nos dejemos llevar por las concupiscencias. De aquí que se dice en Sálatas 5,16: Andad según el Espíritu, y ya no cumpliréis las concupiscencias de la carne.


CAPITULO 14


Lección 1: Romanos 14,1-14

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Rm 14,1-14)


Los débiles e imperfectos en la fe no deben ser desdeñados por los firmes y perfectos, porque Dios es el juez de todos. Por lo cual prohibe los juicios fuera de orden y escandalizar a los débiles.
1. Pero al que es débil en la je acogedlo sin entrar en disputas sobre opiniones.
2. Hay quien cree (poder) comer de todo, mientras el que es débil comerá hierbas.
3. El que come no menosprecié al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios le ha acogido.
4. ¿Quién eres tú para juzgar al siervo ajeno? Para su propio señor está en pie o cae. Será sostenido en pie, porque poderoso es el Señor para sostenerlo.
5. Hay quien distingue entre día y día, y hay quien estima todos los días iguales. Cada quien abunde en su sentir.
6. El que se preocupa por los días, por el Señor se preocupa; el que come, por el Señor come. Pero da gracias a Dios. Y el que no come, por el Señor no come, y da gracias a Dios.
7. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, como tampoco muere nadie para sí mismo.
8. Porque si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos, ya muramos, del Señor somos.
9. Porque para eso Cristo murió y resucitó, para ser Señor de vivos y ¡muertos.
10. Pero tú ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú ¿por qué desprecias a tu hermano? En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo.
11. Porque está escrito: ¡Vivo Yo!, dice el Señor, que ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua ensalzará a Dios.
12. Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.
13. Por lo tanto, dejemos de juzgarnos los unos a los otros.

Habiendo mostrado el Apóstol de qué manera debe uno hacerse perfecto, aquí enseña de qué modo deben portarse los perfectos con los imperfectos. Y primero, que no deben escandalizarlos ni juzgarlos; luego, que deben sostenerlos: Los fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiies, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, prohibir los juicios fuera de orden; la segunda, prohibir el escandalizar a los débiles: Al contrario, juzgad mejor no causar al hermano tropiezo o escándalo (Rm 14,14). Acerca de lo primero hace tres cosas. Primero hace una admonición; segundo, la explica: Hay quien cree (poder) comer de todo, etc.; tercero, indica su razón: porque Dios le ha acogido. Acerca de lo primero débese considerar que en la primitiva 1glesia algunos de entre los Judíos convertidos a Cristo creían que las observancias legales debían guardarse júntamente con el Evangelio, como es patente en los Hechos, cap. XV. Y a éstos el Apóstol los llama débiles en la fe de Cristo, por no creer ellos todavía perfectamente que fuera suficiente para la salvación la fe de Cristo; y, en cambio, perfectos o firmes en la fe llama a quienes creían que la fe de Cristo debía guardarse sin las observancias legales. Y de unos y otros había algunos en Roma entre los fieles de Cristo. Así es que les habla el Apóstol a los perfectos en la fe, diciendo: Se os ha dicho que así es como debéis revestiros del Señor Jesucristo. Pero acoged, esto es, con afecto de caridad aceptad para soportarlo, al débil en la fe, como se ha expiicado, sobre lo cual se puede entender aquello del Libro de la Sabiduría (9,5): Yo soy siervo tuyo e hijo de tu esclava, hombre flaco, y de corta edad, y poco idóneo para entender el derecho y las leyes.-Seos mutuamente favorables, así como Cristo lo fue con vosotros (Rm 15,17). En cumplimiento del mandamiento socorre al pobre (Eccli 29,12). Y esto sin entrar en disputas sobre opiniones, esto es, sin disputar porque el uno piense contra el otro, como aquellos que por guardar las observancias legales juzgaban como trans-gresores a los que no las guardaban, y como los que, no guardándolas, desdeñaban como extraviados e ignorantes a quienes las guardaban. Con acusaciones o excusas recíprocas (Rm 2,15).

En seguida, cuando dice: Hay quien cree, etc., explica lo que dijera. Y primero muestra quiénes son débiles en la fe; lo segundo, de qué clase son las disputas sobre opiniones que se deben evitar: el que come, etc. Acerca de lo primero se debe considerar que entre las distintas observancias legales una era la distinción de los alimentos, por algunos alimentos que estaban prohibidos en la Ley, como consta por el Levítico (4-8,10-12,13-20,23-31,41-43); y tal observancia había que guardarla o no día a día. Y por eso de esto hace especialmente mención el Apóstol, diciendo: Hay quien, entre vosotros, siendo perfecto en la fe, cree poder lícitamente comer de todo, por no considerarse obligado por las observancias legales. No lo que entra en la boca mancha al hombre (Mt 15,2). Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada hay desecha ble, con tal que se tome con acción de gracias, etc. (I Tim 4,4). Pues en la antigua Ley se prohibían algunos alimentos, no porque por naturaleza fuesen inmundos. Porque así como en las palabras la de necio significa algo malo aun cuando esta palabra en sí sea buena, así también en las cosas, hay animales que siendo buenos por naturaleza expresan algo malo, como el puerco, que significa inmundicia. Y por eso se les prohibió a los antiguos el comer de esas carnes, para significar con el hecho de evitarlas el evitar la inmundicia. Porque la vida toda de aquel pueblo antiguo era figurativa, como dice Agustín en su libro contra Fausto. Pero habiendo venido Cristo, que es la realidad, cesaron las figuras. Y agrega en cuanto al débil: El que es débil comerá hierbas, como si dijera: Tomen de aquellos alimentos en los que no haya algo inmundo prohibido en la Ley. Porque en cada uno de los géneros de animales, o sea, los terrestres, los acuáticos y los volátiles, algunas clases de animales estaban permitidas y algunas prohibidas, pero tratándose de hierbas y árboles absolutamente nada estaba prohibido, como consta en el capítulo X¡ del Levítico. Y la razón de ello puede ser doble. La una, que los productos de la tierra le fueron permitidos desde un principio al hombre que comiera, según el Génesis (I,29): Ved que os he dado todas las hierbas, las cuales producen simientes sobre la tierra, y todos los árboles, los cuales tienen en sí mismos simiente de su especie, para que os sirvan de alimento a vosotros. Pero después del diluvio primeramente se lee que se le concedió al hombre el comer carne. Por lo cual, se dice en Génesis 9,3: Todo lo que tiene movimiento y vida os servirá de alimento, todas estas cosas os las entrego: toda clase de animales, por lo tanto.

La otra razón es que habiendo transgredido el hombre en el Paraíso la primera prohibición, la de abstenerse de algunos frutos de la tierra, como se ve en el Génesis (3,3), no había por qué repetirle una prohibición semejante.

Pero como las observancias legales cesaron con la pasión de Cristo, parece que de manera inconveniente les permite el Apóstol a los débiles en la fe abstenerse de los alimentos prohibidos en la Ley, cosa que ahora no les consiente a los cristianos la 1glesia.

Pero hay que distinguir un triple tiempo, según Agustín, en cuanto a las observancias legales. De los cuales el primero es el tiempo anterior a la Pasión de Cristo, en el cual las observancias legales retenían su fuerza como todavía vigentes. El segundo tiempo es después de la Pasión de Cristo y antes de la divulgación del Evangelio, en el cual las observancias legales habían muerto, porque nadie estaba obligado a ellas, ni siendo guardadas aprovechaban en algo a nadie, y sin embargo aún no eran mortíferas, porque sin pecado podían guardarlas los Judíos convertidos a Cristo, y en cuanto a este tiempo habla aquí el Apóstol. Y el tercer tiempo es después de la divulgación del Evangelio, en el cual las observancias legales no sólo están muertas, sino que son mortíferas, de modo que quien las guarde peca mortalmente. Mas esto se explica también de otra manera en la Glosa, diciendo que el débil está inclinado a incurrir en los vicios carnales, y que a éste hay que aconsejarle que coma hierbas, esto es, ligeros y enjutos alimentos que no fomentan los vicios y que se abstenga de los que excitan la libido. Pero que el otro que es más fuerte cree poder comer de todos los alimentos sin peligro. Y esta diferencia se presenta entre los discípulos de Cristo, que no ayunaban por estar confortados con la presencia de Cristo, y los discípulos de Juan Bautista que sí ayunaban (Mt 9,14-15). De aquí también que haciendo penitencia se abstienen de algunos alimentos no por inmundicia de éstos sino para refrenar la concupiscencia.

En seguida, cuando dice: El que come, etc., explica de qué manera deben ser evitadas las disputas sobre opiniones. Y primero en cuanto a los perfectos, diciendo: El que come de todo, es claro que con segura conciencia, o también sin peligro de libido, que no menosprecie al que no come indistintamente de todo como débil en la fe o por inclinado a los vicios. ¡Ay de ti que saqueasi ¿No serás tú también saqueado? Y tú que desprecias ¿no serás también despreciado? (Is 33-1). Quien a vosotros desprecia a Mí me desprecia (Lc 10,16). Segundo, habla en cuanto a los débiles, diciendo: y el que no come indistintamente de todo, o bien porque es débil en la fe, de lo cual habla el Apóstol, o también porque se siente inclinado a la libido, no juzgue al que come indistintamente de todo, como si fuera un transgresor de la Ley o como si se precipitara en la libido. No juzguéis y no seréis juzgados (Mt 7,1). No tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas, al juzgar (Rm 2,1).

En seguida, cuando dice: Porque Dios le ha escogido, etc., da tres razones por las que debemos abstenernos de los falsos juicios. La segunda la expresa así: para su propio Señor, etc.; la tercera, así: Pero tú, que juzgas, etc. La primera razón está tomada de la autoridad del que juzga. De aquí que primero muestra que este cuidado le compete a Dios. Luego, concluye que el juicio no les corresponde a los hombres: ¿Quién eres tú?, etc. Así es que primero dice: Rectamente se ha dicho que el que no come no juzgue al que come. Porque Dios le ha acogido como siervo que El mismo ha de juzgar. Me labré dos cayados (Zac 2,7), esto es, dos pueblos. Me sacó de las profundas aguas (Ps 1 7, i 7). Y aquel que es tomado para juicio del superior no debe ser juzgado por el inferior. Y por eso concluye: ¿Quién eres tú, o sea, qué autoridad o poder tienes, para juzgar al siervo ajeno?, esto es, a tu prójimo, que es siervo de Dios? Porque se requiere la autoridad en el que juzga, según Éxodo 2,14: ¿Quién te ha constituido príncipe y juez sobre nosotros? Y Lucas 12,14: 1Quién me ha constituido sobre vosotros juez o partidor?

Pero de esta razón se sigue que parece que el juicio de un hombre por otro hombre es ilícito. Pero débese decir que el juicio del hombre es lícito tanto cuanto obre por autoridad divinamente otorgada. De aquí que se dice en el Deuteronomio (I,16): Oídlos y haced justicia. Y luego agrega: porque vosotros sois jueces en lugar de Dios, o sea, que se obra con divina autoridad. Porque si alguien quiere usurpar para sí el derecho de juzgar sobre cosas para las que no se le ha concedido divinamente, su juicio es temerario, como si un juez delegado del Papa quisiera en un juicio traspasar los límites del mandato. Y Dios se reservó para sí solo el juzgar sobre las cosas ocultas, que principalmente son los deseos del corazón y el futuro. Por lo cual si alguien trata de juzgar sobre estas cosas, su juicio es temerario.. De aquí que dice Agustín (De Sermone Domini in monte): En estas dos cosas el juicio es temerario, por no conocerse la intención con que algo se hace y por no-saberse cómo será el futuro que por ahora aparece' como bueno o como malo.

En seguida, cuando dice: Para su propio señor está: en pie o cae, etc., indica la segunda razón, la cual se' toma del confín del mérito o demérito. Porque puede alguien decir que aun cuando el hombre no tenga autoridad judicial, sin embargo puede entrometerse en el juicio de otro en atención al daño o al fruto que de allí provendría; pero el Apóstol enseña que esto pertenece más a Dios que a los hombres. Y así también por esto debemos dejarle a Dios el juzgar a los prójimos, si no es en cuanto fungimos en su lugar para juzgar por autoridad que se nos haya encomendado. Acerca de esto hace tres cosas. Primero enuncia su tesis. Segundo, la ejemplifica: Hay quien distingue entre día y día; lo tercero, la demuestra: el que se preocupa por los días, etc. Acerca de lo primero asienta dos cosas. La primera, que cualquier cosa que ocurra acerca del hombre, a Dios le pertenece, diciendo: para su propio señor está en pie, es claro que obrando rectamente (En tus atrios descansarán nuestros pies, ¡oh Jerusalénh Salmo 121,2), o cae, pecando (La casa de 1srael cayó, y no volverá más a levantarse: Amos 5,1). Ahora bien, usa de la disyuntiva está en pie o cae, en atención a la incertidumbre, porque se ha visto a muchos que están en pie caer, y a la inversa, conforme al Eclesiastés 8,10: Vi los entierros de los impíos; los cuales aun mientras vivían residían en el lugar santo y eran alabados en la ciudad como de buenas costumbres. Habla aquí el Apóstol valiéndose del ejemplo del siervo a cuyo señor pertenece cuanto sea relativo al siervo. Tampoco se debe entender que en algo aproveche Dios o se perjudique por el hecho de que el hombre esté en pie o caiga. Porque se dice en Job 35,6-7: Si pecares ¿qué daño le harás? Si obrares bien, ¿qué es lo que le das? Pero en cuanto a los hombres, lo que hacemos con rectitud, mira a la gloria de Dios. Que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Y, en cambio, que caigamos pecando es para los hombres una ocasión de blasfemar de Dios. El nombre de Dios es blasfemado por causa de vosotros entre los gentiles (Rm 2,24). O bien el para su propio señor está en pie o cae se debe entender que en el juicio de su Señor. El que me juzga es el Señor (1Co 4,4).

Lo segundo que asienta es que a Dios le pertenece el juzgar el estado del hombre, diciendo: Será sostenido en pie, como si dijera: Aun cuando alguien caiga ahora por el pecado, sin embargo puede ser que de nuevo sea sostenido en pie. Y esto del todo se cumple si es él un predestinado. Mas ¿por qué el que duerme no ha de volver a levantarse? (Ps 40,9). No tienes que holgarte de mi ruina, ¡oh tú, enemiga mía!, que volveré a levantarme (Miq 7,8). Y por esto, si viéramos a alguien claramente caído, no debemos despreciarlo, juzgando temerariamente que jamás se levantará, sino que más bien debemos conjeturar que de nuevo se levantará no en atención a la humana condición sino al poder divino. De aquí que cuando dice: Poderoso es el Señor para sostenerlo, por su bondad debemos conjeturar que de nuevo lo pondrá en pie (Y entró en mí el espíritu, y me puso sobre mis pies: Ez 3,24), como también arriba se dijo: Si no permanecieren en la incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para de nuevo injertarlos (Rm 1 1,23).

En seguida, cuando dice: Hay quien distingue, etc., ejemplifica lo dicho. Y primero hace ver la diversidad del juicio humano, diciendo: Por esto digo que para su propio señor está en pie o cae. Y hay quien distingue entre día y día, esto es, juzga de distinta manera un día de otro, para abstenerse un día y otro no. Lo cual se ve que corresponde al débil en la fe, que juzga que todavía deben guardarse las observancias legales. Porque se dice en el Levítico 16,29-3 1: En el mes séptimo, a los diez días del mes, se hará la expiación y habéis de hacer penitencia con tal culto. Y en Judit 8,5-6 se dice que ayunaba elia todos los días de su vida excepto los sábados y las neomenias y las fiestas de la casa de 1srael. Y hay otros que juzgan que no hay por qué observar ningún día las ceremonias de fa Ley, que ya cesaron. Por lo cual se ve que esto es propio del perfecto en la fe. Todos los días te bendeciré (Ps 144,2). Puede también esto referirse a las abstinencias que se hacen con el fin de refrenar la libido, abstinencias que algunos observan todos los días, por ejemplo quienes a perpetuidad se abstienen de las carnes o ayunan, mientras otros, en días intercalados se abstienen, e interrumpen la abstinencia, según el Eclesiastés 3,1: Todas las cosas tienen su tiempo.

Lo segundo que muestra es que todo esto puede pertenecer a la gloria de Dios, diciendo: Cada quien abunde en su sentir, esto es, aténgase a su propio sentir. Porque abundar uno en su sentir es seguirlo. Dios creó desde el principio al hombre y dejóle en manos de su consejo (Eccli 15,14). O bien, en su sentir, esto es, según su sentir trate de abundar para la gloria de Dios, conforme a 1Co 14,12: Procurad tenerlos abundantemente para edificación de la 1glesia. Pero esto es claro que tiene lugar en las cosas que de suyo no son malas. Porque en las cosas que de suyo son malas no debe el hombre abandonarse a su propio sentir.

Objeción.-Que alguien distinga entre día y día parece ser de suyo malo, según la primera exposición. Porque se dice en Gálatas 4,10-1 1: Mantenéis la observancia de días, y meses, y tiempos, y años. Tengo miedo de vosotros, no sea que en vano me haya afanado con vosotros. Y esto se dice allí a la letra de aquellos que dijeron que se debían guardar los días conforme a las observancias legales.

Respuesta.-Pero se debe decir que el Apóstol habla acá conforme al tiempo aquel en que a los Judíos convertidos a la Fe les era lícito observar las ceremonias de la Ley, como ya se dijo.

Objeción. En cuanto a la segunda exposición es claro que resulta ilícito lo que dice: Y hay quien estima todos los días iguales. Porque hay algunos días en los que no es lícito ayunar. Porque dice Agustín en la epístola a Casulano: Cualquiera que juzgue que el ayuno se debe decretar para el día domingo, como algunos guardan el ayuno sabático, no sería con poco escándalo de la 1glesia, no sin causa. Porque los días para los que nada cierto ha establecido ni la 1glesia ni la Escritura, la costumbre del pueblo de Dios y las instituciones de los mayores débense tener como ley. Y en los Decretos se dice (Div XXX): Si algún presbítero por pública penitencia bien acogida por un sacerdote sin necesidad ayunare en día domingo por un sentimiento supersticioso, como los Maniqueos, sea anatema.

Respuesta. Pero se debe entender que aquí habla el Apóstol en cuanto a aquellas abstinencias que en cualquier día pueden hacerse lícitamente sin contrariar la costumbre común ni lo establecido por los mayores.

En seguida, cuando dice: El que se preocupa por los días, etc., prueba su propósito: que cada uno para su Señor esté en pie o caiga: y esto triplemente. Lo primero, por un acto de los fieles; lo segundo por la intención de ellos: Porque ninguno de vosotros, etc.; lo tercero, por su condición: Porque si vivimos y si morimos, etc. Así es que primero prueba de qué modo cada uno de los fieles está en pie para su Señor o cae, por el hecho de que de todas las cosas que hace conforme a su conciencia da gracias a Dios. Por lo cual dice: E! que se preocupa por los días, es claro que para abstenerse un día e interrumpir; otro día la abstinencia, por el Señor se preocupa, esto es, hace la distinción de alimentos por reverencia a Dios, así como también nosotros distinguimos las vigilias de los días de fiesta en las que ayunamos, de los días festivos en que estamos libres del ayuno por reverencia a Dios. ¿De dónde viene que un día se prefiere a otro, y la luz de un día a la luz del otro? (Éccli 33,7).

En seguida se habla en cuanto a aquellos que juzgan todos los días iguales, para los que no había ayuno ni un día, como se dice (Mt 9,14-15) que los discípulos de Cristo no ayunaban. Por lo cual dice: Y el que come, es claro que cualquier día, por el Señor come, esto es, para la gloria del Señor, lo cual es evidente porque da gracias a Dios por el alimento que toma. Prohiben el uso de manjares que Dios hizo para que con acción de gracias los tomen los que creen (I Tim 4,3). Los pobres comerán y quedarán saciados (Ps 21,27). Y luego en cuanto al que de tal manera estima cada día que se abstiene todos los días, agrega: Y el que no come, esto es, que guarda la abstinencia todos los días, para gloria del Señor no come. Lo cual es evidente por el hecho de que da gracias a Dios que le dio la voluntad y la fuerza de abstenerse. En todo dad gracias (I Tes 5,18). Pero lo que aquí dice el Apóstol de los que en todo día o bien se abstenían o no se abstenían, débese entender en cuanto a aquel tiempo en que tal cosa no era contraria a lo establecido por los mayores ni a la común costumbre del pueblo de Dios.

En seguida, cuando dice: Porque ninguno de vosotros vive para sí mismo, etc., prueba lo mismo por la intención de los fieles. Y primero excluye toda desordenada intención, diciendo: Rectamente digo que cada quien para su propio Señor está en pie o cae. Ninguno de nosotros vive para sí mismo o bien con vida natural o bien con vida espiritual, de la cual dice Habacuc (2,4): Mi justo de la fe vive; para sí mismo, esto es, por sí mismo, porque esto sería gozarse consigo mismo (No buscando mi propio provecho: 1Co 10,33; No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria: Ps 113 B,1); o bien para sí mismo, esto es, conforme a su propia regla, como los que dicen (Sab 2,11): Sea nuestra fuerza la ley de la justicia; o bien para sí mismo, esto es, por su propio Juicio (Pero tampoco me juzgo a mí mismo: 1Co 4,3). Como tampoco muere nadie, ni con muerte corporal ni con muerte espiritual pecando, o también con muerte espiritual con la que se muere a los vicios como en el bautismo, según aquello de Romanos 6,7: El que murió, justificado está del pecado; o bien, para sí mismo, esto es, por su propio juicio, o bien por sí mismo o a su propio ejemplo; sino que a ejemplo de Cristo muere uno a los vicios. Romanos 6,10: La muerte que El murió la murió al pecado una vez para siempre; y adelante: Así también vosotros teneos por muertos al pecado (Rm 6,2). Lo segundo es mostrar cuál debe ser la recta intención de los fieles, diciendo: Porque si vivimos, con vida corporal, para el Señor vivimos, esto es, para la gloria del Señor, y si morimos con muerte corporal, para el Señor morimos, esto, a la honra del Señor. Cristo será enaltecido en mi cuerpo, sea por vida, sea por muerte (Ph 1,20). O bien si se aplica el ya vivamos, ya muramos, a la vida y a la muerte espiritual, hay que explicar que dice que para el Señor, esto es, para el juicio del Señor, que por Dios ha sido constituido juez de vivos y muertos, como se asienta en los Hechos (10,42).

En seguida, cuando dice: Porque si vivimos, etc., muestra el propósito por la condición de los fieles. Y -primero deduce de las premisas la condición de los fieles, que no son de sí mismos, sino de otro. Porque los que son de sí mismos, como los hombres libres, para sí mismos viven y para sí mismos mueren. Y como está dicho que los fieles ni viven ni mueren para sí mismos, sino para el Señor, concluye de esta manera: Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos, como siervos de quien tiene poder de vida y de muerte. Comprados habéis sido por un precio; no os hagáis esclavos de los hombres (ICo 7,23). Porque fuisteis comprados por un precio grande (ICo 6,20). Tuyos somos ¡oh David! y contigo estamos ¡oh hi¡o de 1saí! (I Paral 12,18). Luego, señala la causa de tal condición, diciendo: Porque para eso Cristo murió y resucitó, esto es, que con su muerte y resurrección obtuvo ser Señor de vivos, por haber resucitado, incoando una vida nueva y perpetua; y de muertos, porque muriendo destruyó nuestra muerte. Y si por todos murió, es para que los vivos no vivan ya para sí mismos, sino para Aquel que por ellos murió y resucitó (ICo 5,15). Así es que por todo lo dicho el Apóstol probó que cada quien para su Señor está en pie o cae, por el hecho de que los fieles dan gracias a Dios, y porque para el Señor viven y mueren, y porque del Señor son tanto en vida como en muerte.

En seguida, cuando dice: Pero tú ¿por qué ¡uzgas?, etc., indica la tercera razón, tomada del juicio futuro. Y acerca de esto hace tres cosas. La primera, señalar la inutilidad del presente juicio, diciendo: Pero tú ¿por qué juzgas, etc., esto es, con qué utilidad o necesidad juzgas, a tu hermano, temerariamente de cosas ocultas que no están encomendadas a tu juicio? O tú, otro que serás juzgado, ¿por qué desprecias a tu hermano, teniendo en nada el ser juzgado por eso? ¿Por qué desdeña cada uno de nosotros a su hermano? (Malaq 2,10). La segunda, anunciar el futuro juicio de Cristo, como si dijera: Con razón pregunto por qué juzgas, porque no debes temer que algo se quede sin juicio. En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo. Porque se llama tribunal de Cristo su potestad judicial, como también se dice en Mateo 25,3 1: Cuando el Hijo del Hombre vuelva en su gloría, acompañado de todos sus ángeles, se sentará sobre su trono de gloria. Ahora bien, dice: todos hemos de comparecer, para ser juzgados, tanto los buenos como los malos, para remuneración o castigo. Todos hemos de ser manifestados ante el tribuna! de Cristo, a fin de que en el cuerpo reciba cada uno según lo bueno o lo malo que haya hecho (2Co 5,10). Pero en cuanto al atento examen, no todos comparecerán para ser juzgados, sino que algunos sentaránse también como jueces. Os sentaréis, vosotros también, sobre doce tronos, y juzgaréis a las doce tribus de 1srael (Mt 19,28). La tercera, probando lo que dijera: Porque está escrito, etc. Y primero invoca la autoridad; luego, infiere la conclusión: Así pues, cada uno de nosotros, etc.

Así es que primero dice: Se ha dicho que todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, y esto consta por la autoridad de la Sagrada Escritura. Porque escrito está: Por mi vida, dice el Señor: ante Mí se doblará toda rodilla y toda lengua alabará a Dios (Is 45,23-24). Nuestra letra dice así: Por Mí mismo he jurado que ante Mí se doblará toda rodilla y jurará toda lengua. Ahora bien, tres cosas hay en estas palabras. La primera es el juramento que a veces se incluye en las palabras de Dios para indicar que es firme lo que dice, que es inmutable el divino consejo, que no es mudable como las cosas que se anuncian conforme a las causas inferiores, como profecía conminatoria. Por lo cual se dice en el Salmo 109,4: Juró el Señor, y no se arrepentirá. Los hombres, en cambio, como dice el Apóstol (Hebr 6,13), juran por algo superior a sí mismos. Y como Dios no tiene superior en el cual radique una mayor firmeza de la verdad, por Sí mismo jura. Porque El mismo es la vida misma y la fuente de la vida, según aquello del Deuteronomio (30,20): El mismo es tu vida y el que ha de darte larga vida, etc. Y en el Salmo 35,10, leemos: En Ti está la fuente de la vida; y por eso la fórmula del juramento del Señor es: Por mi vida, como si dijera: Juro por la vida que Yo de manera singular vivo.

La segunda es el anuncio de la sujeción de todas las creaturas a Cristo, diciendo: Que ante Mí, ante Cristo, se doblará toda rodilla. Con lo cual se indica la perfecta sujeción de la creatura racional a Cristo. Porque suelen los hombres doblar la rodilla en señal de sujeción a los superiores. Por lo cual se dice en Filipenses 2,10: Al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno.

La tercera es el anuncio de la confesión de fe por la cual todos ensalzarán la gloria de Cristo. Por lo cual continúa: Y toda lengua ensalzará a Dios, o sea, confesarán que Cristo es el Señor, según aquello de Filipenses 2,1 1: Y toda lengua confiese que nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. Porque por toda lengua se puede entender la expresión del conocimiento ora de los hombres, ora de los ángeles, según 1Co 13,1: Aunque yo hable la lengua de los hombres y de los ángeles, etc. Ahora bien, esto se cumple ahora en esta vida, no en cuanto a cada uno de ios hombres, sino en cuanto a un linaje de gentes. Porque de cierto linaje de hombres algunos se le sujetan ahora a Cristo y lo confiesan por la fe; pero en el juicio futuro todos y cada uno se le sujetarán, los buenos voluntariamente, y a la fuerza los malos. Por lo cual se dice en Hebreos 2,8: Al someter a El todas las cosas nada dejó que no !e hubiera sometido. Al presente, empero, no vemos todavía sujetas a El todas las cosas. En seguida, cuando dice: Así pues, cada uno de nosotros, infiere de lo dicho la conclusión. Y primero la conclusión que sola se desprende de lo que acaba de decir: Así pues, siendo que ante Cristo se doblará toda rodilla, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios, ante el tribunal de Cristo. De toda palabra ociosa que se diga se deberá dar cuenta en el día del juicio (Mt 12,36). Y en Mateo 18,23, leemos: El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajusta r cuentas con sus siervos.

Objeción.-Pero parece que no rendirá cuentas cada uno de sí mismo, sino uno por otro. Obedeced a vuestros prepósitos y sujetaos, porque velan como quienes han de dar cuenta de vuestras almas.

Respuesta.-Pero débese decir que precisamente al rendir cuentas los prelados acerca de sus subditos, darán razón de la conducta que deberían haber observado para con ellos. Porque si hicieron lo que correspondía a su cargo nada se les imputará si sus subditos perecen. Y serán culpables si dejan de hacer lo que su cargo requería. Por lo cual se dice en Ezequiel 33,8-9:

Si cuando Yo digo al impío: 1mpío, tú morirás de mala muerte, no hablares al impío para que se aparte de su mala vida, morirá el impío por su iniquidad; pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Mas si amonestando tú al impío para que se convierta, no dejare él su mala vida, morirá el impío por su iniquidad, pero tu alma no será responsable de su muerte. Segundo, infiere la conclusión que principalmente se desprende de toda la parte precedente, diciendo: Por lo tanto, dejemos de juzgarnos los unos a los otros, es claro que con juicio temerario, lo cual está implícito en las razones predichas. No juzguéis nada antes de tiempo, etc. (ICo 4,5).






Tomas Aq. - Romanos 60