Gobierno de Cristo-QUEVEDO - Capítulo XXII: Al rey que se retira de todos, el mal ministro le tienta; no le consulta.


Capítulo XXIII: Consejeros y allegados de los reyes: confesores y privados.

Ego sum via, veritas, et vita.

(Jn 14)

Viendo Cristo que iba de este mundo al Padre, y conociendo el temor y confusión de los suyos, y los peligros que les aparejaba la obstinación de las gentes, y las amenazas que la verdad les hacía desde los oídos de los reyes y emperadores; advirtiendo su desconsuelo y soledad, la brevedad de su partida, les dice por San Juan: "No se turbe vuestro corazón: es verdad que me voy; pero voy a prepararos el lugar, a abriros la puerta; y si me fuere, yo os prepararé el lugar: otra vez vuelvo, y os recibiré para mí mismo, para que donde yo estuviere estéis; vosotros sabéis dónde voy, y el camino sabéis. Díjole Tomás: Señor, no sabemos dónde vas: ¿cómo podemos saber el camino? Dijo Jesús: Yo soy camino, verdad y vida."

Cuando Cristo vio que los suyos confesaban que ni sabían el camino, ni dónde iba, y los vio tan descaminados, les dijo que era camino, verdad y vida.

Señor, quien ha de aconsejar a un rey y a los que mandan y quedan en peligro, ha de ser estas tres cosas: porque quien fuere camino verdadero, será vida; y el camino verdadero de la vida es la verdad; y la verdad sola encamina a la vida. Ministros, allegados y confesores que son caminos sin verdad, son despeñaderos y sendas de laberinto que se continúan sin diferencia en ceguedad y confusión: en estos tales ve Dios librada la perdición de los reyes y el azote de las monarquías. Espíritu de mentira en la boca del consejero, -ruina del rey y del reino. Dios lo dice en el lib. 3 de los Reyes, cap. 22, en estas palabras y con este suceso:

Josafat, rey de Judá, y el rey de Israel hicieron juntos guerra al rey de Siria: fue la causa Ramoth Galaad. Aconsejado el rey de Israel por Josafat que supiese la voluntad de Dios primero, juntó cerca de cuarenta varones. Consultolos, y fueron de parecer se hiciese la guerra, que cobraría a Ramoth Galaad, y vencería. No contento con el parecer de sus adivinos, dijo Josafat: ¿Aquí no hay algún profeta de Dios, de quien sepamos lo cierto? El rey de Israel dijo a Josafat: Ha quedado un varón, por quien podemos preguntar a Dios; pero yo le aborrezco porque nunca me ha profetizado buen suceso, antes siempre malo. Confiesa que es varón de Dios, y que Dios habla por él, y le aborrece porque le dice la verdad. Rey que tiene esta condición, huye del camino, aguija por el despeñadero. ¿Al varón de Dios aborreces, rey? Morirás en poder de ésos que te facilitan la desventura a manos de tu presunción y de su lisonja. Llámase (dijo el rey) Miqueas, hijo de Jemla. Llamó el rey de Israel un eunuco suyo, y mandole que con brevedad, partiéndose luego, le trajese a Miqueas, hijo de Jemla. En tanto todos los profetas le aconsejaban la guerra; que fuese a Ramoth Galaad, y volvería victorioso. Llegó el eunuco mensajero que había ido por Miqueas, y díjole: Ves aquí que todos los profetas anuncian y prometen buen suceso al rey: sea tu profecía semejante; háblale bien. Considere con toda la alma vuestra majestad la infidelidad del criado, con las veras que solicita la mentira y la adulación tan peligrosa a su rey. Arte suele ser de los ambiciosos solicitar con el parecer ajeno autoridad a sus mentiras y crédito a sus consultas. Esto llaman saber rodear los negocios. Mucho deben mirar los reyes y temer el servirse en ninguna parte de criados que buscan más el regalo de sus oídos, que la quietud de sus almas, vidas y honras. Responde el profeta como varón de Dios: Vive Dios que he de decir cualquiera cosa que Dios me dictare. En esta libertad y despego está la medicina de los príncipes. Llegó delante del rey, y díjole el rey: Miqueas, ¿debemos ir a Ramoth Galaad a hacer la guerra, o dejarémoslo? Y respondiole a él (quiere decir, a su gusto): Sube, y vé glorioso, que Dios la entregará en mano del rey. Replicó el rey: Una y otra vez te conjuro que no me digas sino la verdad en nombre de Dios. Y él respondió: Vi a todo Israel desparcido por los montes, como oveja sin pastor. Y dijo Dios: Éstos no tienen dueño: vuélvase cada uno a su casa en paz.

Señor, los vasallos de rey que tiene ministros y criados que le solicitan la mentira y la lisonja, aborreciendo ellos la verdad en su corazón y en la ejecución de las cosas, Dios nuestro Señor los llama ovejas sin pastor y gente sin dueño. Viendo esto el rey de Israel, dijo: ¡Oh Josafat! Por ventura, ¿no te dije yo que este profeta nunca me pronosticaba bien, sino siempre mal? Mas el profeta de Dios le dijo: Por esa intención tan indigna de rey, oye estas palabras de Dios.- Con todos los príncipes habla Miqueas: palabras son de Dios; vuestra majestad las traslade a su alma, y no dé aguardar otra cosa a su memoria con más cuidado.

Vi a Dios en su trono sentado, y a la diestra asistiéndole todo el ejército del cielo, y dijo Dios: ¿Quién engañará a Acab, rey de Israel, para que suba a Ramoth Galaad, y muera? Y dijo uno tales palabras, y otro otras. Levantose un espíritu, y púsose delante de Dios, y dijo: Yo le engañaré. Preguntole Dios: ¿De qué manera? Respondió: Saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus consejeros. Y dijo Dios: Hecho es: engañarasle, prevalecerás; ve, y hazlo.- Así, no fue mandamiento, sino permisión.

¡Gran cosa, que trazando Dios el modo de destruir a aquel rey, entre todos sus espíritus que juntó no se hallase otra manera de llevar a la muerte y a la afrenta al rey, sino permitir poner la mentira en la boca de los que le aconsejan! Es tan cierto, que ni se lee otra cosa en las historias, ni se oye.

Llegó oyendo estas razones al profeta Miqueas, al varón de Dios, Sedecias, hijo de Canaana, y dio una bofetada en la cara a Miqueas, y afrentole. Lo propio es dar una bofetada que levantar un testimonio. Este Sedecias debía de ser algún favorecido del rey, y de los que solemnizaban sus desatinos: unos allegados que sirven de aplauso a las inadvertencias de los poderosos; debía de ser tan interesado en el engaño y ruina del rey, que temió su castigo en la verdad del profeta, del buen ministro, del santo consejero. Era algún introducido de los que en palacio medran tanto como mienten, cuya fortuna no tiene más larga vida que hasta topar con la verdad. Son éstos sabrosa y entretenida perdición de los reyes. Vio éste que el desengaño severo y prevenido le amenazaba desde los labios del profeta; y por eso le procuró tapar la boca con la puñada, y dar a la verdad tósigo y veneno, en el varón de Dios que advertía de su vencimiento y sus pérdidas al rey.

Murió Acab, porque creyó a los engañadores, y no a Miqueas. Salió con su promesa el espíritu que ofreció su muerte, sólo con poner el engaño en la boca de sus consejeros; y así sucederá a todos los príncipes que, no escarmentando en este sujeto, gastaren sus reinos en premiar lisonjas y en comprar mentiras.

¡Gran cosa que este rey no se fiase de sus profetas, que hiciese diligencias por un varón de Dios, que enviase por él, que le oyese, que no se contentase con la primer respuesta que le dio a su gusto, que le conjurase por Dios que le dijese la verdad: todo a fin de despreciar con más requisitos a la verdad y a Dios, abofetear al profeta, meterlo en prisiones sin piedad ni respeto! Rey que oye al predicador, al confesor, al teólogo, al santo varón, al profeta; que lee libros: para no hacer caso de ellos, para castigarlos y despreciarlos, para dar lugar a que Sedecias los afrente, para prenderlos, ése solicita la indignación de Dios contra sí, y todo su cuidado le pone en hacerse incapaz de su gran misericordia. Morirá ese rey; y como a Acab, lamerán su sangre los perros. Flecha inadvertida, yendo a otra parte encaminada por la justicia de Dios, le quitará la vida y el reino. Así sucedió a Acab en el capítulo citado. San Pablo lo dice así, y les pronuncia esta sentencia: "Los que habiendo conocido la justicia de Dios, no entendieron que los que tales cosas hacen son dignos de muerte; y no tan solamente los que estas cosas hacen, sino también los que consienten a los que la hacen."




Capítulo XXIV: La diferencia del gobierno de Cristo al gobierno del hombre.

Mucha es la diferencia en este capítulo, y pocas las palabras. Cristo la pone en estas pocas, cuando dice "Petite, et accipietis: Buscad y hallaréis; llamad, y abriros han; pedid, y recibiréis".

Satanás, gobernador de la tiranía del mundo, ordena al revés estas cosas en los príncipes de las tinieblas de este mundo: Buscad, dice, y hallaréis vuestra perdición; quien os robe, quien os engañe. No logra otra cosa la solicitud del mundo, porque buscan lo que se había de huir. Declárase Cristo, cuando dice: "Buscad primero el reino de Dios"; y aquí en estas repúblicas enfermas lo primero se busca el reino de Satanás.

"Llamad, y abriros han".

No habla esto con las puertas de los malos ministros, ni con las de aquellas audiencias donde tiene nombre de portero el estorbo de los méritos y el arcaduz de los mañosos. En el reino de Cristo se llama a las puertas, sin haber más costosa diligencia. En estas puertas que el cerrarlas es codicia y el abrirlas interés, la llave es el presente y la dádiva. Dice Satanás, oponiendo su gobierno al de Cristo: Derramad, y hallaréis; comprad, y abriros han. ¡Oh gobierno infernal! ¡Oh puertas peor acondicionadas que las del infierno!, pues ellas se abrieron a la voz de Cristo, y en vosotras cada ruego, cada palabra es un candado más y un cerrojo; cada presente una ganzúa, y cada promesa una llave maestra. Velas de par en par el rico y el introducido y a piedra lodo el benemérito que las ha menester.

No hay otro oficio, en las casas de estos que venden el sentido del oír, más sospechoso. Ministro que tiene portero, ése quiere, cerrando la puerta, que entren todos por otra parte: ya se sabe que "quien no entra por la puerta, sino por otra parte, es ladrón". Otra cosa en la que Cristo dice por San Mateo: "Entrad por la puerta angosta". La puerta angosta es la que abren los méritos y las virtudes y los servicios. La puerta ancha que lleva a la perdición, es la puerta que descerrarán las dádivas, y la que se compra.

Pedid y recibiréis; así lo prometió, así lo ordenó: Ora Patrem tuum in abscondito; et Pater tuus, qui videt in abscondito, reddet tibi. Quien pide recibe en el reino de Dios, y en el de la justicia y en el de la verdad. No todos los que parece que piden, piden: unos engaitan, otros adulan, otros engañan, otros mienten, pocos piden. Pedir es, con razón, servicios, méritos, partes; y siendo esto así no había de ser necesario otra cosa para alcanzar todo lo que se pretendiese; pues esto excusará las diligencias de la maña y de la codicia. No así hacen los tiranos imitadores de Satanás: su precepto es opuesto a la igualdad y blandura del de Cristo. Dicen así: Dad, y daros han; dad más, y os darán más; hurtad para dar y para tener, y obligaréis a que os den que recibáis. Facilitad delitos, aconsejadlos, tomad parte en su ejecución, y recibiréis. ¿A quién, como dijo la epigrama, se da, sino a los poderosos? Es la causa que dan para que les den: éstos compran, no dan; parece presente y es mercancía. No obligan con lo que dan, sino hurtan. Es el modo que permite Dios para la perdición de los ladrones y codiciosos que roban a los pobres para tener con qué comprar oficios y honras de los más poderosos. Dícelo así el Espíritu Santo en los Proverbios: "Quien calumnia y persigue al pobre por aumentar su riqueza, dará a otro más rico y empobrecerá". Ése es el camino de perdición para los codiciosos: ni se ve otra cosa en el mundo; y quitar al que lo ha menester para dar al que no lo ha menester, es injusticia, y no puede carecer del castigo de empobrecer. Ni ha inventado la codicia más feo modo de empobrecer que el de aquellos miserables que se destruyen por dar a otros más ricos. ¡Oh providencia de Dios, que tan severamente advertida preparas la penitencia en el arrepentimiento diferido a éstos que por cargar de oro al rico desnudan al pobre! Y a éstos es a quien da el gobierno del mundo, primero el pago, que satisfacción. ¡Qué secreta viene la perdición a toda diligencia en los deseos del malo, a quien las más veces castiga Dios sólo con permitirle y concederle las cosas que le pide! -Hay otro género de maldad, introducida con buena voz a los ojos del mundo, que es quitar de los pobres para ofrecer a Dios; y no es menor delito que el de Judas, que quiso quitar de Dios para los pobres. Adviértelo el Eclesiástico en el cap. 34: "El que hace ofrenda de la sustancia de los pobres, es como el que degüella a un hijo delante de su padre".

Paréceme, Señor, que oyendo vuestra majestad dar voces a Cristo por la pluma de los evangelistas, no ha de permitir que dejen de obedecerse las órdenes de Cristo; pues no se acuerda España de haber tenido rey, en su persona y deseos, intención y virtudes, más ajustado a la verdad y a la justicia, piedad y religión católica; y si fuese poderoso para que los que le sirviesen le imitasen, nos veríamos en el reino de la paz. Y no desconfío de que lo procuran todos los que vuestra majestad tiene a su lado; mas deseo que Dios nuestro señor haga esta merced a su corona y a sus vasallos, de que todos los que le asisten le sean semejantes; que entonces el gobierno de Dios, y la política de Cristo prevalecerán contra la tiranía de Satanás.

Y si hay algunos que estorben esto, Señor, tome vuestra majestad de la boca de Cristo aquellas animosas palabras que dice por San Mateo: "Apartaos de mí todos los que obráis maldad"; que yo digo a vuestra majestad, y a todos los que este cuaderno leyeren, las palabras que se siguen a éstas:

Omnis ergo, qui audit verba mea haec, et facit ea, assimilabitur viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram.

Et omnis, qui audit verba mea haec, et non facit ea, similis erit viro stulto, qui aedificavit domum suam super arenam, et cecidit, et fuit ruina illius magna.





PARTE II



A la santidad de Urbano VIII, obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, Pont. Opt. Max.

Beatísimo Padre: Estas palabras mías, ya sean balidos de oveja, ya ladridos de perro, no se acercan descaminadas a los oídos del pastor de las gentes. Por el primer título me restituyo al rebaño; por el segundo quiero emplear mis dientes y mi atención en su guarda. Más tuviera de portento que de afecto ser oveja y mastín, si no experimentáramos cuánta parte del ganado se introduce en lobos. Bien lo sienten, beatísimo Padre, vuestros rebaños, pues en tantas provincias muerden los que pacían, rabian y aúllan los que balaban; y los que juntó vuestro silbo, y guió vuestra honda y gobernó vuestro cayado, hoy los padece la Iglesia en que sois cabeza y los rediles donde sois centinela. Si Cristo es oveja y pastor (así lo dice San Cirilo, Cateches., 10: Haec ovis rursus vocatur pastor, cum dicit: Ego sum pastor: Ovis propter incarnationem: Pastor propter benignitatem deitatis); si fue pastor y cordero (así lo enseñó San Juan Crisóstomo, Psal. 67), si los herejes son ovejas y lobos, haga la defensa a los católicos ovejas y perros: ut intingatur pes tuus in sanguine. Estén en vuestros pies los besos de los hijos y la sangre de los enemigos: Lingua canum tuorum ex inimicis ab ipso. No es tiempo de contentarse con ser ovejas los hijos de la Iglesia, cuando las asechanzas son tan frecuentes, que cada una se ha menester guardar de la otra. Y pues todas somos cuidado de él, como vuestra beatitud es pastor y padre, seamos ganado y perro, ladren unos la predicación, y muerdan otros con los escritos. ¿A quién se intima esta guerra? ¿Contra quién nos prevenimos? San Juan, llamado Crisóstomo, lo dice de San Pablo, lib. 2: Neque enim illi adversus lupos pugna est; neque a furibus timet, neque solicitus, anxiusque est de peste a grege abigenda. Contra quos ergo illi bellum? Quibuscum lucta? Non est nobis lucta adversus carnem et sanguirem, sed adversus principatus, adversus potestates, adversus mundi dominos. ¡Grande batalla! Dios con el mundo, el espíritu con la carne, la verdad con la presunción, la Iglesia con los príncipes y señores del mundo: que San Juan la cuenta por de más peligro para vuestro ganado, que la peste y ladrones. Beatísimo Padre, digno es de la ponderación de vuestra beatitud aquel capítulo 21 de San Juan, cuando se apareció Cristo a sus apóstoles, y delante de ellos dijo a San Pedro: Diligis me plus his? Y le respondió: Etiam Domine: tu scis quia amo te. Y respondiole Cristo: Pasce agnos meos. Y consecutivamente, segunda vez, le preguntó si le amaba: respondió que sí, y le encargó que apacentase sus corderos. Y no contento con esta repetición, dicit ei tertio: Simon Joannis, amas me? Contristatus est Petrus, quia dixit ei tertio: Amas me? ¡Qué perseverante tenía Pedro la memoria en el dolor del arrepentimiento, pues viendo tercera pregunta, le pareció que el Señor se acuerda de las tres negaciones y que le quería hacer caminar con el amor lo que huyó con el miedo! Et dixit ei: Domine tu omnia nosti: tu scis quia amo te. Dixit ei: Pasce oves meas. Es tan entrañable el desvelo de Cristo por sus ovejas, que no contento con haber instruido a San Pedro en vida con su doctrina, y declarado cómo el buen pastor ha de morir por sus ovejas, lo que ha de hacer por la que se pierde, cuáles son suyas, y cuáles no; después de su muerte viene a ponderar esto, y dice que si le ama más que todos (y le hace que lo afirme tres veces), que apaciente sus ovejas. No quiere de los pastores en premio de su amor otra cosa: lo demás deja a su albedrío en otras demostraciones. Así San Juan Crisóstomo, libro citado: Petre, amas me plusquam hi omnes? Atque illi quidem licebat verbis hujusmodi Petrum affari: Si me amas, Petre, jejunia exerce, super nudam humum dormi, vigila continenter, injuria pressis patrocinare, orfanis te patrem exhibe, viduae te maritorum loco habeant. Nunc vero praetermissis omnibus his, quidnam ille ait? Pasce oves meas. Esto, Señor, es del oficio; eso otro de la ocasión. Esto es más difícil, y más peligroso y más meritorio, porque la contienda no es con lobos, sino con príncipes y señores de este mundo. Y guardar el ganado es desvelo, es penitencia de todos los sentidos: es ayuno, pues se abstiene de los intereses; es mirar por los huérfanos y por las viudas; y atender el pastor a los ejercicios de la oveja, es penitencia de su oficio, no suya. Antes le dijo Cristo: "Cuando tú no eras pastor, tú te ceñías, e ibas adonde querías". Cum esses junior cingebas te, et ambulabas ubi volebas: cum autem senueris, extendes manus tuas, et alius te cinget, et ducet quo tu non vis. En siendo pastor no se ha de ceñir a sí, ha de ceñir a los otros; no ha de ir adonde quisiere, sino adonde está obligado; a él le ha de ceñir su oficio; y con estas palabras tan elegantes le predijo Cristo su martirio: Hoc autem dixit, significans qua morte clarificaturus esset Deum. No dijo significando que había de morir, sino, qua morte, con qué muerte. Y es cosa extraña, santísimo Padre, que en aquellas palabras ni se lee muerte, y mucho menos especie alguna de muerte. Más quien supiere qué genero de fin tiene la vida de los pastores, bien hallará en el texto clara la exposición del Evangelista: "Cuando envejezcas, extenderás tus manos", Et alius te cinget, et ducet quo non vis. Extender las manos es de pastores; y se verificó en la cruz. Ser ceñido de otro es el género de muerte de los pastores: ceñir es rodear. Bien interpretó esto el Santo, cuando hablando con su ganado, dijo: Vigilate, quia adversarius vester diabolus circuit, quaerens quem devoret; exhortando al rebaño que vele, porque el demonio enemigo ciñe: esto es, cerca. Beatísimo Padre, ya que vuestra beatitud sucede a San Pedro en este cuidado; ya que extiende los brazos en la cruz de estos desvelos, y se ve ceñido de tantas persecuciones, que le llevan adonde no quisiera, -por ahorrar si fuera posible pasos de rigor y palabras de censuras, mande que se repitan frecuentemente a los señores del mundo por sus ministros aquellas divinas palabras que dice San Juan Crisóstomo en la homilía en su destierro: Deus est Ecclesia, qui est omnibus fortior. An aemulamur Dominum? Numquid illo fortiores sumus? Deus fundabit hoc, quod labefactare conaris. Quanti tiranni agressi sunt impugnare Ecclesiam Dei: Quanta tormenta, quantas cruces adhibuerunt, ignes, fornaces, feras, bestias, gladios intendentes? Et nihil agere potuerunt. Ubinam sunt illi qui haec fecerunt? Et ubi illi, qui haec fortiter pertulerunt? Non enim Ecclesia propter coelum, sed propter Ecclesiam coelum. Si no hizo la Iglesia por el cielo, sino el cielo por ella, ¿quién rehusará ser hecho para ella? De quien dice San Cirilo, Catech. 18: Regum quidem potestas certis locis et gentibus terminos habet; Ecclesiae autem catholicae per universum orbem indefinita est potentia. Y lo que más digno es de lágrimas, que padece ya con todos: el hereje la contradice, y el católico la interpreta. Aquél no la cree como es; y éste quiere sea como él cree. El hereje sale de la Iglesia; y el católico descaminado está en ella para hacer el daño más de cerca. La ley de Dios ha de juzgar a las leyes, no las leyes a Dios. Yo, beatísimo Padre, que empecé el primero a discurrir para los reyes y príncipes por la vida de Cristo llena de majestad en todas sus acciones, lo prosigo en entrambas con aquella libertad que requiere la necesidad del mundo, sabiendo, como dice San Pedro llamado Crisólogo, que captivis criminum innocentia, inimicis odiosa fuit semper libertas. No me han cansado las persecuciones, ni acobardádome las amenazas. Con valentía y cristiana resolución, ardor y confianza, he proseguido este asunto tan importante.



A quien lee sanamente

Imprimiéronse algunos capítulos de esta obra, atendiendo yo en ellos a la vida de Cristo, y no de alguno. Aconteció que la leyó cada mal intencionado contra las personas que aborrecía. Estos preceptos generales hablan en lenguaje de los mandamientos con todos los que los quebrantaren y no cumplieren, y miran con igual entereza a todos tiempos, y señalan las vidas, no los nombres. El Decálogo batalla con los pecados; el Evangelio con las demasías y desacatos. No es verdad que todos los que escriben aborrecen a los que pueden. Gran defensor tenemos de nuestra intención en Séneca, epíst. 73. Errare mihi videntur, qui existimant philosophiae fideliter deditos, contumaces esse ac refractarios, et contemptores magistratuum ac regum, eorumve per quos publica administrantur. E contrario enim, nulli adversus illos gratiores sunt: nec immerito; nullis enim plus praestant, quam quibus frui tranquillo otio licet. Ni debe el rigor de mis palabras ocasionar notas. Con los tiempos varió el estilo en San Pablo, y se pasó de la blandura al rigor. Fray Francisco Ruiz, en el libro cuyo título es: Regulae intelligendi Scripturas Sacras, dice así: reg. 226, Cujus differentiae nullam aliam invenio causam, quam ipsum epistolarum tempus: initio indulgendum erat; postea autem non ita. Así Cristo, por San Lucas, cap. 22: Quando misi vos sine sacculo et pera et calceamentis, numquid aliquid defuit vobis? At illi dixerunt. Nihil Dixit ergo eis: Sed nunc, qui habet sacculum, tollat; similiter et peram: et qui non habet, vendat tunicam suam, et emat gladium. Había mandado que no llevasen bolsa, ni alforja, ni zapatos; y acuérdales de que se lo había mandado, para mandarles lo que parece contrario. Ahora dice; "Quien tiene bolsa, la tome, y de la misma suerte alforja; y quien no tiene, venda la capa, y compre la espada". Tiempo hay en que lo necesario sobra; y tiempo viene en que lo excusado es necesario. Qui non habet; Quien no tiene espada, se entiende de lo que se sigue. Así lo repite el Siro, declarando este lugar Eutimio y Lucas Brugense por el tiempo de la persecución que se acercaba: Per emphasym solum ostendens esse tempus ultionis. Yo sigo la interpretación de Cristo y la mente de los apóstoles. Para ir a predicar a las gentes que Cristo está en la tierra, que ha encarnado, que ha nacido el Mesías, no lleven bolsa, ni alforja, ni los zapatos, y no les falte nada. Mas para quedar en lugar de Cristo por su muerte y subida a los cielos, traigan la bolsa y la alforja; y si no tienen espada, vendan la capa para comprarla. Cuando predicaren, vayan con solas palabras; cuando gobiernen, tengan espada. Acuerdo a los doctos que Cristo dijo: Non veni mittere pacem, sed gladium. Y si los apóstoles habían de quedar a proseguir la obra para que Cristo vino, ¿cómo la enviarán, que es a lo que dice que vino? Cuál espada es ésta, declaran los sagrados expositores. Que esto se entienda así, pruébalo lo que se sigue en el Evangelio: At illi dixerunt: Domine, ecce duo gladii hic. At ille dixit eis: Satis est. "Ellos dijeron: Señor, ves aquí dos espadas. Mas él dijo: Basta". En todas estas palabras, y en solas ellas, está el imperio y poder de los sumos pontífices, y puesto silencio a los herejes que dicen que no les son lícitos los bienes temporales: "Tome la bolsa y la alforja ahora: si no tiene espada, venda la túnica, y cómprela". Palabras son de Cristo. Dícenle que hay dos espadas, y responde: "Basta"; no ordenando el silencio en aquella plática, sino permitiendo la jurisdicción, que se llama de utroque gladio, a la Iglesia que no siempre había de ser desnuda, pobre y desarmada. Y aunque la palabra "Basta" declaran todos como se ve, yo (con el propio Evangelio) entiendo fue prevención adelantada al orgullo de San Pedro, como sabía Cristo la había de sacar en el Huerto, y ocasionar su reprensión. "Basta", fue tasa de la clemencia de Dios: espadas hay; basta que las haya; no se ejecuten si se puede excusar; vine a enviar espada, no a ensangrentarla; preceda la amenaza al castigo; prevenga el ademán al golpe. David, Reg. 1, c. 17, dice: Et noverit universa Ecclesia haec, quia non in gladio, nec in hasta salvat Dominus: ipsius enim est bellum. Tiempo vendría donde le sería lícito el dinero, y conveniente la espada. Los propios pasos sigue la doctrina. En unos siglos no la falta nada, desnuda y sin defensa; y en otros ha menester vestidos y armas, para que no le falte todo. Yo hablo palabras medidas con la necesidad, y escribo para ser medicina, y no entretenimiento. No debe desacreditar a esto mi ignorancia ni mi perdición. San Agustín dice: Agit enim spiritus Domini, et per, bonos, -100- et per malos, et per scientes, et nescientes, quod agendum novit, et statuit: qui etiam per Caipham, accerrimum Domini persecutorem, nescientem quid diceret, insignem protulit prophetiam. El que desprecia la virtud, porque la enseña el pecador, es malo aun en aquello que el malo es bueno. Para mí es condenación no vivir como escribo, y para vosotros es usura obrar lo que yo pierdo.



Prefación a los hombres mortales que por el gran Dios de los Ejércitos tienen la tutela de las gentes desde el solio de la majestad

Pontífice, emperador, reyes, príncipes: a vuestro cuidado, no a vuestro albedrío, encomendó las gentes Dios nuestro Señor; y en los estados, reinos y monarquías os dio trabajo y afán honroso, no vanidad ni descanso. Si el que os encomendó los pueblos os ha de tomar estrecha cuenta de ellos; si os hacéis dueños, con resabios de lobos; si os puso por padre, y os introducís en señores, -lo que pudo ser oficio y mérito hacéis culpa, y vuestra dignidad es vuestro crimen. Con las almas de Cristo os levantáis; a su sangre, a su ejemplo y a su doctrina hacéis desprecio: procesaros han por amotinados contra Dios, y seréis castigados por rebeldes. Adelantarse ha el castigo a vuestro fin; y despierta y prevenida en vuestra presunción la indignación de Dios, fabricará en vuestro castigo escarmiento a los porvenir.

Y con nombre de tiranía irá vuestra memoria disfamando por las edades vuestros huesos, y en las historias serviréis de ejemplo escandaloso.

Obedeced a la Sabiduría, que en abriendo la boca por Salomón, empezó a hablar con vosotros a gritos: Diligite justitiam, qui judicatis terram. Imitad a Cristo, y leyéndome a mí, oídle a él: pues hablo en este libro, y hablé en el pasado, con las plumas que le sirven de lenguas para sus alabanzas.




Capítulo I: Quién pidió reyes, y por qué; quién y cómo se los concedió; qué derecho dejaron, y cuál admitieron.

La descendencia y origen de los reyes en el pueblo de Dios ni fue noble ni legítima, pues tuvo por principio el cansarse de la majestad eterna y de su igualdad y justicia. Así lo dijo Dios a Samuel: "No te han desechado a ti sino a mí, para que no reine sobre ellos". Pocos son, y menos valen las coronas, los cetros y los imperios para calificar a este oficio tan ruin linaje como el que tuvo. Para castigarlos les concedió lo que le pidieron. Eran, por ser pueblo de Dios y Dios su rey, diferentes de los demás. Tanto puede la imitación, que dejan a Dios y le descartan, por ser sujetos como las otras gentes. Dioles rey, y mandó a Samuel les dijese: "Tomará vuestros hijos y los pondrá para que gobiernen sus carros, y los hará sus guardas de a caballo, etc.". Si mala fue la ocasión de pedir rey, peor fue el derecho de que dijo Dios usarían; y tan detestable, que mereció estas palabras: "Y clamaréis en aquel día delante del rey vuestro que elegisteis, y no os oirá Dios en aquel día, porque pedisteis rey para vosotros". Tan gran delito fue pedir rey, que mereció no sólo que se le diesen, sino también que no se le quitasen cuando padeciesen con lágrimas el derecho que les predijo. Este libro de Samuel pocos le han considerado (no hablo de sagrados expositores, que son luces de la Iglesia). A unos entretuvo la lisonja, a otros apartó el miedo; y para las cosas del gobierno del mundo es lo más, es el todo, bien ponderado al propósito. Considero yo que el derecho, de que dijo usarían los reyes, fue contrario en todo al que Dios usaba con ellos. Y así por esta oposición como por las palabras referidas, mal algunos regaladores de las majestades dicen permitió Dios y concedió aquel derecho, que antes por detestable se le representa, y se le permite por castigo de que le despreciaron, a él en sus ministros, y no quisieron su gobierno en ellos.

Dice pues (pondérese aquí la oposición): "Os quitarán los hijos, y los harán servir en sus carros". Él hizo que los carros, y caballos y caballeros ahogados le sirviesen de triunfo; él hizo para ellos el mar carroza, y para el contrario sepulcro. "Hará que vayan delante de sus coches". Y él hacía que la luz de noche para guiarlos, y las nubes de día para defenderlos del calor, fuesen delante. "Hará que sean centuriones, y tribunos y gañanes, que aren sus campos y sean segadores de sus mieses, y herreros para forjarles sus armas y aderezarles sus carros". Él era para ellos capitán; y sus ángeles, y sus milagros, y sus favorecidos, y sus profetas tribunos y centuriones. Su voluntad fertilizaba los campos, y les daba las mieses que sembraban otros y cogían para sustento suyo. Él los daba en su nombre las armas, y en su virtud las victorias. "Hará que vuestras hijas le sirvan al regalo en la cocina y en el horno". Él mandaba que el cielo les amasase el maná, y en él les guisase todo el primor de los sabores. Hizo al viento su despensa, y que lloviese aves. Mandó que las peñas heridas con la vara sirviesen a su sed. Quiso, contra la nobleza de estos elementos, que hiciesen estos oficios postreros en todas las familias. "Quitaros ha vuestros campos, viñas y olivares, y todo lo que tuviéredes bueno, y lo dará a sus criados". Él los dio la tierra, y los campos que no tenían, y las viñas que con sus racimos dieron a los exploradores señas de su fertilidad; e hizo patrimonio suyo en sus prometimientos la mejor fecundidad del mundo. Él los quitó todo lo malo en la idolatría, y obstinación y cautiverios, y los dio todo lo bueno en su ley; quitó lo precioso de los señores, que lo tenían, para darlo a los que eran siervos suyos. "Las rentas de vuestras semillas y viñas llevará en diezmos para dar a sus eunucos y a sus esclavos". Él recibía los sacrificios, diezmos y oblaciones, no para henchir sus locos, sus truhanes, sus esclavos, sino para darlos multiplicados el humo y la harina en posesiones y glorias, y adelantarlos a todas las gentes con maravillas. "Vuestros criados y criadas, y vuestros mozos los mejores, y vuestras bestias, os los quitará para poner en sus obras". Él, que para ninguna obra ha menester más de su voluntad, no sólo no les quitaba los criados y bestias, antes por más favor con los portentos de su omnipotencia los excusaba del trabajo, obrando por más noble modo. "Consumirá en décimas vuestros ganados, y seréis sus esclavos". Él se los multiplicaba, y tenía por hijos; y por esclavos a los que los perseguían y querían hacer siervos, como se vio en Faraón. Con ellos, como con hijos, obró las maravillas; por ellos en los tiranos ejecutó las plagas. ¿Quién podrá negar, por ciega secta que siga, por torpe que tenga el entendimiento, que este derecho de que Dios usaba con ellos era derecho de rey, de señor, de padre; y el otro de tiranos, de enemigos, de disipadores, de lobos? Tanto apetece en los dominios la novedad el pueblo, que no dejan uno y piden otro por elección, sino por enfermedad. Sea otro (dicen los siempre mal contentos), aunque no sea bueno, que por lo menos tendrá de bueno el ser otro. Dos cosas diferentes enseña esta doctrina: la una, que los reyes que usan de aquel derecho son persecución concedida a las demasías de los hombres. La otra consuela a los reyes que, imitando el derecho de Dios, se ven aborrecidos de sus vasallos; pues contra los deseos de vagabundos de la plebe, aun a Dios no le valió el serlo, como él lo dijo.

Veamos cómo se cumplió esto. El propio libro nos lo dice, donde el Espíritu Santo se encargó de lo más importante en estas materias. Fue Saúl el rey que Dios les dio. "Era Saúl hombre escogido y bueno, y ninguno de los hijos de Israel era mejor; llevaba a todos los demás, en la estatura, desde los hombros arriba". Era escogido, era bueno; ninguno de los hijos de Israel era mejor antes de reinar; después ninguno fue tan malo. Pocas bondades y pocas sabidurías aciertan a acompañarse de la majestad, sin descaminar el seso y distraer las virtudes. Venía Saúl a buscar unas bestias que se le habían perdido a su padre; y para hallarlas buscó al varón de Dios, consultó a Samuel, al que ve (éste era el nombre de los profetas). ¡Gran cosa, que para hallar bestias perdidas sigue a Samuel; y para gobernar el reino que le da Dios, desprecia al mismo profeta! Obedeciole en todo para cobrar los jumentos, y desobedeció a Dios para perderse así. Muy enfermizo es para la fragilidad humana el sumo poder; y si los que adolecen de sus demasías no se gobiernan con la dieta de los divinos preceptos, con el primer accidente están de peligro, y los aforismos de la verdad los dejan por desahuciados. Dijo a Saúl, en nombre de Dios, Samuel: "Ve, y destruye a Amalec, y asuela cuanto en ella hallares. Nada le perdones, ni codicies alguna de sus cosas; pasa a cuchillo desde el varón a la hembra, y el niño a los pechos de la madre; oveja, buey, camello y jumento". Enfermedad antigua es la inobediencia. Ésta en los primeros padres nos atesoró la muerte; en su vigor tiene hoy la malicia: nada ha remitido del veneno en la vejez y los siglos. Fue Saúl a Amalec, destruyola; mas reservó para sacrificar a Dios lo mejor que le pareció. Mal de reyes, tomar los sacrificios por achaque, y la piedad y religión y a Dios, para eximirse de la obediencia. No falta sacrificio, aunque vosotros os hacéis desentendidos de él: obedeced a Dios, y sacrificareisle vuestra voluntad que repugna a esta obediencia; que es más copioso, más noble sacrificio que vacas y ovejas hurtadas a la puntualidad de sus mandatos. El profeta lo dice: "Mejor es la obediencia que el sacrificio". Dijo Samuel a Saúl: "Porque desechaste las palabras de Dios, te desechó Dios para que no seas rey". Y Dios, viendo a Samuel compadecido de Saúl, le dijo: "¿Hasta cuándo lloras tú a Saúl, habiéndole yo arrojado para que no reine en Israel?". Samuel le dice que ya no es rey Saúl; y Dios le dice a Samuel que ya echó a Saúl porque no reinase. Cierto es que ya no era rey Saúl, porque ninguno es rey más allá de donde lo merece ser. De esta deposición de Saúl, pasó a elegir otro rey. "Tomó Samuel el vaso de olio, y ungió a David en medio de sus hermanos; y desde aquel día se encaminó a David el espíritu de Dios". Ése es buen principio de reinar, seguro incontrastable de las acciones del príncipe. "El espíritu del Señor se apartó de Saúl, y atormentábalo por voluntad de Dios el espíritu malo". Allí acabó de ser rey donde empezó a dejar el espíritu de Dios; y allí empezó a ser reino del pecado, donde se apoderó de él el espíritu malo.

Estos espíritus hacen reyes, o los deshacen. Quien obedece al de Dios, es monarca: quien al espíritu malo, es condenado, no príncipe. "Dijeron los criados a Saúl: Ves aquí que el espíritu malo de Dios te enfurece. Mande nuestro señor, y los criados tuyos que están cerca de ti busquen un varón que sepa bailar con la cítara, para que cuando el espíritu malo de Dios te arrebatare, toque con sus manos, y lo pases más levemente". Aquí está de par en par el gran misterio de los príncipes y sus allegados, tan en público, que ninguna advertencia deja de tropezar en él: al encuentro sale a la vista más adormecida. Estos criados con los más príncipes y monarcas se acomodan; y parece andan remudando dueños por todas las edades. No hay monarquía que no ponga un amo: estos criados a Saúl sirvieron, y servirán a muchos. El primer acometimiento fue de predicadores, no de criados. Dijéronle: "Ves aquí que el espíritu malo de Dios te enfurece". ¿A qué más puede aventurarse el buen celo, no digo de un criado, de un predicador, de un profeta, que a decir a un rey que está endemoniado? Mas como era maña y no celo, cansose presto. Dijéronle lo que padecía, lo que no podía negar, y que por eso iban seguros de su enojo. ¡Gran primor de los ministros, que aseguran su medra entreteniendo, no echando el demonio de su príncipe! Para tan grande mal, y tan superior, dijeron que por médico se buscase un bailarín, un músico; no que le sacase el espíritu, sólo que con la voz y las danzas le aliviase un poco. La medra de muchos criados es el demonio entretenido en el corazón de sus dueños. Sones y mudanzas recetan a quien ha menester conjuros y exorcismos. ¡Oh reyes! ¡Oh príncipes! Obedeced a Dios; porque si su espíritu os deja y el demonio se os apodera de las almas, los que os asisten os buscarán el divertimiento, y no la medicina; y el demonio, que está dentro, se multiplicará por tantos criados como están fuera.

Envió Saúl a decir a Isaí: "Esté David en mi presencia, que es agradable a mis ojos. Pues todas las veces que le arrebataba el espíritu malo de Dios a Saúl, David tomaba la cítara y la tocaba, y con el son se refocilaba Saúl y padecía menos, porque se apartaba de él el espíritu malo." Los criados no querían sino música que le aliviase, no que apartase el espíritu malo de Saúl: mas como era David el que tañía (hombre tan al corazón de Dios), ahuyentábale y apartábale de Saúl. Con todo aprovechan los siervos de Dios a los reyes, y cualquiera ruido que hacen tiene fuerza de remedio. Al que sabe ser pastor, y desquijarar leones, y vencer gigantes, óiganle los reyes, aunque sea tañer; que eso les será grande provecho. Conócese la iniquidad del espíritu malo que poseía a Saúl, y cuán reprobadas determinaciones tienen los reyes que no obedecen a Dios y desprecian su espíritu; pues con tanto enojo quería alancear a David que apartaba de él el espíritu malo, y nunca se enojó con los criados que pretendían entretenerle en el corazón el demonio con músicas y danzas. Lanzas y enojo tienen a mano los reyes de mal espíritu para quien los libra de la perdición, y mercedes y honras para quien se la divierte, alarga y disculpa.

"Entrose el espíritu malo en Saúl: estaba sentado en su casa, y tenía una lanza; demás de esto David tañía con su mano. Procuró Saúl clavar a David en la pared con su lanza. Apartose David de la presencia de Saúl; y la lanza con golpe descaminado hirió la pared. David huyó, y se salvó aquella noche." Tan bien se halla un rey maldito con el espíritu malo, que procura huya de él antes quien se le aparta, que el espíritu. Y es de considerar que los monarcas que arrojan lanzas a los varones de Dios, yerran el golpe y, como Saúl, dan en las paredes de su casa, derriban su propia casa, asuelan su memoria con la ira que pretenden despedazar los varones de Dios. Véase aquí un ñudo, en nuestra vista, ciego; un laberinto, en nuestro entendimiento, confuso. Dijo el profeta a Saúl (como se ha referido), luego que dejó de obedecer a Dios en Amalec, que no era rey ya; díjoselo Dios a Samuel cuando lloraba por él; eligió a David por rey Dios, y ungiole el profeta. Y es cosa de gran maravilla que Saúl manda, y tiene cetro y corona, goza de la majestad y del palacio; y David, ya rey, padece cada día nuevas persecuciones, ocupado en huir, contento con los requisitos de la tierra y con las cuevas por alojamiento, sin séquito, ni otro caudal que un amigo solo.

¿Qué llama Dios ser rey? ¿Qué llama no serlo? Cláusulas son éstas de ceño desapacible para los príncipes, de gran consuelo para los vasallos, de suma reputación para su justicia, de inmensa mortificación para la hipocresía soberana de los hombres. Señor, la vida del oficio real se mide con la obediencia a los mandatos de Dios y con su imitación. Luego que Saúl trocó el espíritu de Dios bueno por el malo, y le fue inobediente, le conquistaron la alma, la traición, la ira, la codicia y la envidia, y en él no quedó cosa digna de rey. Quedole el reino: fue un azote coronado, que cumplía la palabra de Dios en la aflicción de aquéllos que pidieron rey y dejaron a Dios. Muchos entienden que reinan porque se ven con cetro, corona y púrpura (insignias de la majestad, y superficie delgada de aquel oficio); y siendo verdugos de sus imperios y provincias, los deja Dios el nombre y las ceremonias, para que conozcan las gentes que pidieron estas insignias para adorno de su calamidad y de su ruina. Saúl, a fuerza de calamidades y a persuasión de tormentos, lo llegó a conocer entre la envidia y el enojo, cuando oyendo cantar a las mujeres en el triunfo de la cabeza de Goliat: "Saúl derribó mil, y David diez mil", dice el texto sagrado, "se enojó demasiadamente Saúl, y le dio en cara esta alabanza, y dijo: A David dieron diez mil, y a mí me dieron mil, ¿qué le falta sino sólo el reino?". Conoció que era rey, y que merecía serlo, pues dijo que sólo le faltaba el reino. No conoció que se le difería Dios; porque por su dureza merecía que no le quitase en él la calamidad, ni le apresurase en David el remedio. A muchos, sin ser ya reyes, permite Dios el nombre y el puesto, porque sus maldades llenen el castigo de las gentes. Dejaron, Señor, como vemos, los hombres el gobierno de Dios: echáronle. Así lo dijo él, y también dijo: "En aquel día clamaréis delante de vuestro rey, que elegisteis; y no os oirá Dios en aquel día." Esto ha durado por tantas edades, y se ha cumplido; mas el propio Señor, condolido de nosotros, lo que dijo que no haría en aquel día del testamento viejo, lo hace en éste de la ley de gracia; y vino hecho hombre a tomar este reino, y dejó en San Pedro y sus sucesores su propia monarquía. Y porque allí dio para castigo el reino que pedimos, en este día nos mandó pedir en la oración, que nos enseñó, que viniese su reino; porque como a nuestro ruego vino la calamidad por su enojo, a nuestra petición vuelva el consuelo por su clemencia.




Gobierno de Cristo-QUEVEDO - Capítulo XXII: Al rey que se retira de todos, el mal ministro le tienta; no le consulta.