Gobierno de Cristo-QUEVEDO - Si les piden, quién los ha de pedir, qué y cuándo; qué han de negar; qué han de conceder.


Capítulo X: Con el rey ha de nacer la paz; ésta ha de ser su primer bando.

Con quién habla la paz; por qué se publica por los ángeles a pastores.

Que nace obedeciendo quien nace a ser obedecido.

(Lc 2)

Exiit edictum, etc. "Publicose edicto de César Augusto para que se numerase el orbe universo, por lo cual subió José, de Galilea de la ciudad de Nazareth, en Judea, a la ciudad de David que se llama Bethlehem, porque era de la casa y familia de David, para registrarse con María su mujer (con quien estaba desposado), preñada. Sucedió que estando allí se cumplieron los días del parto, y parió su hijo primogénito. Y los pastores estaban velando en aquella región, y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y veis que el ángel del Señor estuvo junto a ellos, y la claridad de Dios resplandeció en su contorno. Y luego se juntó con el ángel multitud de milicia celestial alabando a Dios, y diciendo: "Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".

Es tan noble y tan ilustre la paz, que tiene por solar el cielo. Que desciende de él, se ve en los ángeles que bajaron del cielo a publicarla en la tierra a los hombres. Éstos en paz imitan vida de ángeles; la tierra pacífica, estado de bienaventuranza. Tan apetecible es la paz, que siendo tan detestable la guerra, se debe hacer por adquirir paz en la religión, y en la conciencia, y en la libertad justificada de la patria. Hay paz del mundo, y paz de Dios; por eso dijo Cristo: "Yo os doy mi paz, no la que da el mundo". En el mundo se usa mucha paz de Judas, enmascarada con el beso de su boca. Las señas de ésta son que se padece y no se goza; que se ofrece y no se da. Nadie presuma que no se le atreverá esta mala paz cara a cara, pues cara a cara se atrevió a Cristo, rey de gloria.

Señor, el ministro que aconseja que para conservar en paz los vasallos, los despojen, los desuellen y los consuman, ése Judas es, y la suya paz de Judas: con la boca más chupa sanguijuela, que besa reverente. Destruir los pueblos con achaque de que los enemigos los quieren destruir, es adelantar los enemigos, no contrastarlos ni prevenirlos. Es no dejarlos qué hacer ni qué deshacer. Hubo paz universal en el mundo cuando nació Cristo, porque nacía la paz universal del mundo. Publicose por edicto de César Augusto, que el orbe todo se numerase. Nació Jesús en esta obediencia, y fue obediente hasta la muerte, desde el vientre de su Madre, antes de nacer, y naciendo. En la obediencia está la paz de todas las cosas: a Dios primero, a la razón y a la justicia. No hay guerra sin la inobediencia a una de estas tres cosas, a que persuaden otras tres, impiedad y pecado, apetito, soberbia ambiciosa. Nace obedeciendo quien sólo debe ser obedecido, ¿y no obedecerá quien sólo nació para obedecer? Toda la vida de Cristo fue paz. Nace, y luego la publican los ángeles; enseña y encarga la paz a sus discípulos, y envíala con ellos a todos. Va a morir; y al despedirse, repetidamente les da su paz y les deja su paz. Sólo el que se atrevió a arrimar su boca a su cara, el que le acarició con el beso, el que tenía a cargo la bolsa de su apostolado, despreciando la paz de Cristo, dio a Cristo la de Judas.

Dice el texto sagrado, que los ángeles que publicaron la paz a los hombres, se aparecieron a los pastores que velaban guardando las vigilias de la noche. Señor, mérito y disposición fue en los pastores el hacer bien su oficio, el no dormir por defender sus ovejas, y el velar porque los lobos, que velan por hacer guerra a sus ganados, no se la hiciesen. Por esto se les aparecieron los ángeles, y los anunciaron la paz. El sueño es puerta abierta a la guerra y a la cizaña; el desvelo a la paz y seguridad.

Nace Cristo rey; mas nace a ser rey pastor, y a enseñar a los reyes que su oficio es de pastores. San Juan le llamó "Cordero de Dios", y le señaló y dio a conocer por Cordero; mas el mismo Cristo, pastor se llamó, y dijo era pastor: Ego sum pastor bonus: Yo soy buen pastor. No puede haber mejor disposición para ser pastor de corderos, que ser cordero y pastor. Uno y otro quiere que sean los reyes, porque sabrán, siéndolo, gobernar y guardar los que lo son. No sólo no es poco nombre el de pastor para el rey, más sacrosanto por el ejemplo de Cristo; sino es el solo nombre de toda la obligación de su oficio. Esto aun la más anciana gentilidad lo conoció; el más sublime espíritu de la idolatría, que fue Homero, lo enseña: "Mas a Agamenón Atrides, pastor de los pueblos, no ocupaba el dulce sueño".

Señor, según Cristo nuestro Señor, el buen pastor ha de conocer a sus ovejas, y ellas le han de conocer a él. De otra manera ni sabrá las que tiene, ni las que le faltan, ni el pasto y regalo o la cura que han menester. El pastor ha de tener perros que guarden el ganado; mas él ha de velar sobre el ganado y los perros; que si deja al solo albedrío de los mastines los rebaños, como son guarda no menos armada de dientes que los lobos, ni de más bien inclinada hambre, ellos guardarán de los lobos; mas, como lobos, para sí. Señor, el descuido del pastor hace lobos de los perros, si su oreja no atiende a los ladridos, y sus ojos al balido de las ovejas. Oso afirmar que el pastor que duerme y no vela sobre su ganado, ni guarda las vigilias de la noche, él propio es lobo de sus hatos. Si no habría hombre tan perdido que averiguando que el pastor de sus ovejas, por consumir la noche y el día en sueño y juegos, renunciaba su oficio en sus perros, no le quitase su hacienda, ¿cómo se presumirá que Cristo nuestro Señor (suma sabiduría, y que como buen pastor ama sus ovejas más que todos) no quitará el cuidado de ellas al pastor que no supiere de su ganado sino lo que preguntare a los perros, a quien él lo encomendó; que para ser peores que lobos, sólo faltaba a su hambre y sus dientes, su descuido? De un rey que Dios eligió a su corazón y llamó varón suyo, se leen estas palabras en el Psalm. 77:

"Eligió a David su siervo, y sacole de los rebaños de las ovejas; escogiole cuando seguía a las que estaban preñadas, para que apacentara a Jacob su siervo, y a Israel su heredad. Y apacentolos en la inocencia de su corazón, y guiolos en los entendimientos de sus manos". La versión hebrea rigurosa vuelve: "Apacentolos por la integridad de su corazón, y encaminolos con la industria de su virtud". Y lo mismo, aunque con más palabras, en su paráfrasis el Campense.

Señor, espero será agradable a la piedad y desvelo real de vuestra majestad este lugar y las consideraciones con que le aplico. Misterio tiene decir que a David, rey y profeta, le sacó Dios de guardar ovejas. Legítimo noviciado para ser rey es ser pastor. Grande misterio enseña añadir: "Escogiole cuando seguía a las ovejas preñadas". Señor, el preñado de las ovejas es el aumento del ganado: por eso escogió Dios a David de pastor para rey, porque andaba tras el aumento de su ganado; y entonces mereció que le escogiese, cuando asistía al aumento. Ya nos ha dicho el salmo cómo era pastor, y cómo por saberlo ser mereció ser rey por la elección de Dios: veamos si siendo rey dejó de ser pastor. El mismo salmo dice que fue pastor siendo rey: "Escogiole de pastor para que apacentase a Jacob su siervo, y a Israel su heredad. Y apacentolos en la inocencia de su corazón y en los entendimientos de sus manos". Con la palabra apacentar con que habló del ganado, habla de Jacob y de Israel. Mas dice: "Los apacentó en la inocencia de su corazón y en los entendimientos de sus manos". Señor, apacentolos con la inocencia de su corazón, no con la malicia del ajeno. Y aquella palabra o frase tan extraordinaria: "Con los entendimientos de sus manos", el Espíritu Santo la dio a nuestra Vulgata. Hay reyes que rigen sus reinos con los entendimientos de las manos ajenas, o con sus manos gobernadas por los entendimientos de otras manos. Éstos no son pastores, sino ovejas de aquéllos que con sus entendimientos gobiernan sus manos. Éstos no son reyes, sino regidos de las manos, que dan sus entendimientos a aquéllos a quien ellos dan mano. Sin salir de David, confiesan éstos su castigo, Eclesiástico, 49: "Si no fueron David, y Ecequías, y Josías, todos cometieron pecado; porque dejaron los reyes de Judá la ley del Altísimo y despreciaron el temor de Dios: dieron su reino a otro y su gloria a gente extraña". Señor, todos los que no gobiernan con los entendimientos de sus manos, como hizo David, dan con sus manos sus reinos a otros; y éste es el pecado que acusa en los reyes el Eclesiástico.

Los reyes son vicarios de Dios en la tierra: con este nombre los llama Calímaco en el Himno a Jove, y Homero lo mismo. Luego si Cristo fue pastor, ellos que son sus vicarios deben ser pastores; y a su imitación, "buenos pastores". El mismo Homero, Odysea III, los llama Theotrephés, "instituidos por Dios", o (como Savorino lo declara) "discípulos de Dios"; porque en griego trophae es alimento del alma, como la leche de los niños, y la comida del cuerpo. Bien lo enseña Cristo, Rey de los reyes, que tiene a los reyes por discípulos; pues para enseñarlos a ser pastores, la primera lección de la paz y de las vigilias la dio a los pastores; y luego despachó una estrella por los reyes, para que le viniesen a adorar como a Dios y a oír como a maestro. Permitió que viniesen por camino que topasen con Herodes, rey lobo (Cristo le llamó raposa), rey que gobernaba no con los entendimientos de sus manos, sino con los de los pies de una ramera bailadora. Mas en viendo a Cristo aprendieron de él, como reyes discípulos de Dios, a volver por otro camino, a no entrar en el de Herodes. No conocerá el rey sus ovejas ni ellas le conocerán, si no las ven, si no le ven, si no las da sal, si no las apacienta, si no las encamina con sus manos. El pastor que ni ve, ni guía, ni toca a sus ovejas, sea pastor, sea rey pastor, de él se habla con el propio lenguaje que de los ídolos (): "Boca tienen, y no hablarán; ojos tienen, y no verán; oídos tienen, y no oirán, porque no hay espíritu en su boca". Sígase, pues se sigue consecutivamente en el salmo, la maldición a los que hacen ídolos y a los que hacen estos ídolos, que siendo vivos, son más muertos: "Sean semejantes a ellos los que los hacen y todos los que confían en ellos"; pues no es menos infernal invención hacer ídolos los hombres, que hacer a los troncos y a las piedras ídolos.




Capítulo XI: Cómo fue el precursor de Cristo, rey de gloria, antes de nacer y viviendo;

cómo y por qué murió; cómo preparó sus caminos, y le sirvió y dio a conocer,

y cómo han de ser a su imitación los que hacen este oficio con los reyes de la tierra.

(Mc 1)

Ecce ego mitto, etc. "Ves que envío mi ángel delante de tu cara, que preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Aparejad los caminos al Señor, haced derechas sus sendas. Estuvo Juan en el desierto, bautizando y predicando bautismo de penitencia y perdón de los pecados".

Mucho debe de importar al rey el buen criado y ministro que le ha de servir y darle a conocer, preparar sus caminos y enderezar sus sendas; pues los dos evangelistas, San Marcos y San Lucas, empiezan la vida de Cristo nuestro Señor por la concepción de San Juan Bautista, en que resplandece tan misteriosa providencia del cielo; y San Juan (llamado el Evangelista) empieza su evangelio, y después de la soberana teología del Verbo, trata de este criado, diciendo: Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joannes: "Fue un hombre enviado de Dios, cuyo nombre era Juan. Éste vino en testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyesen por él. No era él la luz".

Señor, hombre ha de ser el ministro del rey; por eso dijo Fuit homo: "fue un hombre"; mas ha de ser enviado de Dios; así lo dice el texto sagrado: Missus a Deo: "enviado de Dios", en que se excluye el introducido por maña, por malicia, por ambición, o por otros cualesquier medios humanos que violentan las voluntades de los príncipes. "Enviado de Dios", excluye escogido por el monarca de la tierra; porque su elección suelen ganarla con lisonjeros ardides los que llaman atentos, siendo encantadores, e interesar su política halagüeña.

Dice: "A dar testimonio de la luz". Esto le excluye de ciego, tenebroso, y anochecido, y enemigo del día y de la luz. Añade que ha de ser "para que crean todos por él"; mas no en él, sino en el Señor por él.

Dice "que él no era luz": cláusula muy importante. Es muy necesario, Señor, escribiendo de tales ministros, referir lo que no son junto a lo que deben ser. Si el criado es luz, será tinieblas el príncipe. No ha de ser tampoco tinieblas; que no podría dar testimonio de la luz. Del Bautista dice el Evangelista, "que no era luz"; y de Cristo, rey y señor: Erat lux vera, quae illuminat omnem hominem. "Era luz verdadera que alumbra a todo hombre". Esta diferencia es del Evangelio. Medio hay entre no ser luz y no ser tinieblas; que es ser luz participada, ser medio iluminado. De San Juan dice el Evangelio: "Él no era luz"; quiere decir la luz de las luces, la luz de quien se derivan las demás; que los ministros se llaman luz, y lo son participada del Señor. Cristo dijo a sus ministros y apóstoles: Vos estis lux mundi: "Vosotros sois luz del mundo". Ha de ser el ministro luz participada: no ha de tomar la que quiere, sino repartir la que le dan. Ha de ser medio iluminado, para que la majestad del príncipe se proporcione con la capacidad del vasallo. Visible es el campo y el palacio: potencia visiva hay en el ojo; empero si el medio no está iluminado, ni el sentido ve, ni los objetos son visibles: uno y otro se debe al medio dispuesto con claridad.

Ha de ser el buen ministro luz encendida; mas no se ha de poner ni sepultar debajo del celemín, para alumbrar sus tablas solas y sus tinieblas, sino sobre el candelero: disposición es evangélica. Ha de ser vela encendida, que a todos resplandece y sólo para sí arde; a sí se gasta y a los demás alumbra. Mas el ministro que para todos fuese fuego, y para sí solo luz que alumbrándose a sí consumiese a los otros, sería incendio, no ministro. El Bautista sirvió a su Señor de esta manera; enseñole y predicole: fue medio iluminado para que le viesen y siguiesen; alumbró a muchos y consumiose a sí. Al contrario, Herodes consumió los inocentes, y cerró su luz debajo de la medida de sus pecados, que fueron Herodias y su madre. Como cierran la llama, hallan el celemín que la pusieron encima, con más humo que claridad, y más sucio que resplandeciente. Ninguna prerrogativa ha de tener el ministro que la pueda atribuir a la naturaleza, ni a sus padres, ni a sí, sino a la providencia y grandeza del Señor, porque no le enferme la presunción. El Bautista fue hijo de esterilidad ultimada, para ser fertilidad y para hacer fecundos los corazones estériles. Fue voz, mas hijo del mudo. Pierde la voz Zacarías para engendrarla, para que no pueda atribuir a la naturaleza lo uno, ni a su padre lo otro. Es muy conveniente que el ministro, que ha de ser voz del señor, descienda de mudo, porque sabrá lo que ha de decir y lo que ha de callar. Así lo hizo San Juan en lo que había de decir, cuando dijo: "Veis el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo": en lo que había de callar, cuando preguntándole maliciosamente los judíos quién era, dijo "que no era profeta", siendo profeta y más que profeta; en lo que no había de callar, cuando a Herodes le dijo: "No te es lícito casar con la mujer de tu hermano". Tanto importa que el ministro diga lo que no se ha de callar, como decir lo que se debe, y callar lo que no se debe decir.

Fue el Bautista voz. Señor, eso ha de ser el ministro. La voz es formada, y dala el ser quien la forma. Es aire articulado, poco y delgado ser por sí sola. Mas ha de ser voz que clame en el desierto. De sí lo dijo San Juan: "Yo soy voz del que clama en el desierto". El ministro que con la multitud del séquito que puebla su poder, deja la majestad de su señor con desprecio de sus vasallos deshabitada, ése no es voz del que clama en el desierto, sino rumor que grita y roba en poblado; y su príncipe mudo, y su palacio yermo.

Pasemos a ver cómo vivió este ministro que envió Dios. Comía langostas. ¡Oh señor! Suplico a vuestra majestad atienda a la sustancia y salud de este alimento. Los ministros de los reyes no han de comer otra cosa sino langostas. Este animal consume las siembras, destruye los frutos de la tierra, introduce la hambre y esteriliza la abundancia de los campos; destruye los labradores, y remata los pobres. El alimento del ministro han de ser estas langostas: éstas ha de comer, no las cosechas, no los frutos de la tierra, no los labradores, no los pobres. Ha de comer, Señor, a los que se los comen y los arruinan; porque yo digo a vuestra majestad que el ministro que no come esta langosta, es langosta que consume los reinos.

Vestía pieles de camellos, no de vasallos. ¿Por qué de camellos, y no de lobos, osos o leones, que han sido vestidura y blasón de emperadores y varones heroicos? Atrévome a responder: porque estos animales son feroces, crueles y ladrones. No ha de vestir el ministro piel que le acuerde de uñas y garras, de crueldal y robos. Seda y paño y telas hay que rebozan estas pieles. Conviene que vista el ministro piel de camello (que no sólo le acuerde de servir trabajando, sino de trabajar con humildad y respeto, de rodillas), animal que se baja para que le carguen, que humilla su estatura para facilitar el trabajo de quien le carga con el suyo, que tiene desarmadas sus grandes fuerzas para ofender ni con las manos, ni con la cabeza, ni con los dientes. Esta piel no sólo es vestido, sino gala; no sólo gala, sino recuerdo, y consejo y medicina. Esta cubierta defiende como fieltro, abriga y honra al que la trae, y al reino.

Dijo el Ángel "que en el día de su nacimiento se alegrarían todos". Esta promesa, como las demás, bien cumplida se ve en todas las naciones. ¿Quién no se alegra y hace fiestas al día en que nació ministro que come langostas, que viste pieles de camellos, que es voz del que clama en el desierto? Y por el contrario, ¿quién no maldice el día en que nació aquel ministro que a su rey hace voz en desierto, que es langosta en vez de comerlas, que viste pieles de vasallos, de león, de lobo y de oso? El santísimo Bautista tenía discípulos: enviolos a consultar a su Señor, y a preguntarle. El ministro ha de preguntar y consultar a su príncipe.

Lo que tocaba a Cristo era bautizar en el Espíritu Santo, y quitar los pecados del mundo, el apartar el grano de la paja, y quemar la paja. Dijo "que el que había de venir después de él era más fuerte que él, y que no merecía desatar la correa de su zapato". En ninguna cosa de las que pertenecían a la soberanía de Cristo, su Señor y nuestro, puso la mano, ni se introdujo en ella. Y enseñó no sólo a respetar al rey recién nacido, sino al rey antes de nacer. La niñez de los monarcas engaña el orgullo de los descaradamente ambiciosos, que, fiados en la menor edad, hacen y los hacen que hagan cosas de que cuando los asiste madura edad se avergüenzan, se arrepienten y se indignan.

Vino Cristo a San Juan para que le bautizase; y reconociendo el gran Bautista la majestad de su Señor, dice el texto sagrado: "Mas Juan se lo prohibía, diciendo: ¿Yo debo ser bautizado de ti, y tú vienes a mí?". Las visitas del rey al criado las ha de extrañar el criado; no disponerlas y solicitarlas, ha de intentar prohibirlas. Este respeto era heredado de Santa Elisabet, su madre, y la respuesta fue la misma casi. Ella, cuando visitada en su preñado de la Virgen y madre de Cristo, la dijo: "¿Por dónde merezco que venga a mí la madre de mi Señor?". Verdad es que cuando Santa Elisabet dijo estas palabras, San Juan no era nacido y habitaba en las entrañas de su madre; mas no se puede negar que en el vientre de su madre estaba atento, pues dice San Lucas: "Ves que luego que oyeron mis oídos la voz de tu salutación, en mi vientre con el gozo se alegró la criatura." A esta reverencia y respeto aun antes de nacer, han de estar atentos los criados con su señor, los ministros con su rey. Replicó San Juan a Cristo, cuando vino a que le bautizase, y Cristo le respondió con grande amor y blandura: "Obedece ahora, que así conviene que cumplamos toda justicia." Movido del propio respeto y reverencia de criado, replicó San Pedro a la propia majestad divina cuando le quiso lavar los pies: "¿Señor, tú me lavas los pies?". Respondió Cristo: "Lo que yo hago no lo sabes ahora, mas sabraslo después." Replicó San Pedro: "No me lavarás los pies eternamente." Puédese replicar al señor y al príncipe una vez; mas diciendo el señor al ministro que no entiende lo que hace, que después lo entenderá, ya ocasiona severa respuesta. Díjole Cristo: "Si no te lavo, no tendrás parte conmigo." Severísima fue esta amenaza. Bien conoció San Pedro su rigor, pues dijo: "Señor, no sólo mis pies, sino mis manos y mi cabeza." Todo lo enseña el Evangelio: a replicar el criado al señor una vez, y a responder al que replica dos con amenaza, y a librarse de ella, ofreciendo al rey que pide los pies, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza. La fe de San Pedro era tan sublime y fervorosa, que le dictaba siempre determinadas y magníficas palabras, como fueron: " No me lavarás los pies eternamente. Y si conviniere que muera contigo, no te negaré." Negó luego tres veces a Cristo, y escarmentó de manera, que preguntándole Cristo tres veces después de resucitado: Petre, amas me? "¿Pedro, ámasme?" -amándole con amor tan grande no osó decir que sí, y todas tres veces le respondió: Tu scis, Domine: "Tú lo sabes, Señor."

Murió el gran Precursor y ministro escogido por no dejar de decir al rey Herodes lo que él no debía hacer. ¡Oh Señor, cuánto conviene más que muera el ministro por haber dicho al rey lo que no debe callar, que no que muera el rey porque le calla lo que le debía decir!

Sacra, católica, real majestad, dé Dios a vuestra majestad ministros imitadores del Bautista: que sean medios iluminados y voz del que clama en desierto; que vistan pieles de camello, y no de leones y lobos; que coman langostas, y no sean langostas que coman los pueblos; que contradigan las grandes mercedes antes que solicitarlas; que digan lo que no han de callar, y no callen lo que deben decir.




Capítulo XII: Enséñase, en la anunciación del ángel a nuestra señora la Virgen María,

cuáles deben ser las propuestas, de los reyes, y con cuál reverencia han de recibirse los mayores beneficios.

Cómo es decente y santa la turbación y en qué no se ha de temer.

(Lc 1)

Missus est Angelus, etc. "Fue enviado de Dios el ángel Gabriel a la ciudad de Galilea cuyo nombre es Nazareth, a la Virgen desposada con el varón llamado José, de la casa de David; y era el nombre de la Virgen María. Y entrando el Ángel, díjola: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres. La cual, como lo oyese, se turbó en su razonamiento, y meditaba cuál fuese esta salutación. Y díjola el Ángel: No temas, María, porque hallaste gracia en Dios."

Quiso el Padre eterno que su Hijo, antes de nacer y de encarnar, enseñase y diese doctrina a los reyes de la tierra. Este amor tan grande y tan prevenido, Señor, debemos los hombres acogerle en nuestros corazones con reverencia humilde, con reconocimiento agradecido, con ansiosa obediencia para su imitación.

Trajeron las semanas profetizadas el tiempo para ejecutar el alto e inefable decreto que para la redención del mundo había establecido aquella junta de tres Personas, en unidad de esencia, trinidad inefable, unidad trina en personas; y determinó el Padre eterno de enviar su Hijo a tomar carne humana, y el Espíritu Santo con su obra disponerlo. Y siendo ésta la más soberana, y para la siempre Virgen María la merced más suprema escogerla para Madre de Dios, envía aquel soberano Señor (a quien la pluralidad de tres personas no divide la unidad de monarca único de cielos y tierra) al ángel Gabriel a que anuncie su decreto a la preservada y escogida Virgen reina de los ángeles, para que dé su consentimiento y se efectúe tan soberana y misteriosa Encarnación. Y siendo tan excesivamente mayor el poder y majestad del Criador con su criatura, que del rey con el vasallo, aun para hacer a la Virgen María reina de los ángeles y su Madre, la merced más suprema que pudo hacerla, envió por su consentimiento.

¿Cómo dejarán los monarcas de la tierra de pedir el de los súbditos, que les dio el gran Dios con este ejemplo, no para hacerlos merced, sino para deshacerlos? Viene Dios a tomar de su criatura carne humana, para endiosarla, y que sea la que se la da Madre del mismo Dios, y aguarda a que su criatura diga que se haga su voluntad; y los señores de la tierra ¿de sus pueblos tomarán a su pesar lo que han menester para vivir? Todo se debe a la justa y forzosa necesidad de la república y del príncipe; mas para que el servicio sea socorro y no despojo, no basta que el monarca pida lo que ha menester, sino que oiga del vasallo lo que puede dar. Tasan mal estas cosas los que aconsejan que se pidan, y luego las ejecutan; porque con tales ejecuciones socorren antes su ambición y codicia, que al reino ni al rey. Señor, de todos los caudales que componen la riqueza de los príncipes, sólo el de los vasallos es manantial, y perpetuo: quien los acaba, antes agota el caudal del señor, que le junta. El Espíritu Santo dice "que la riqueza del rey está en la multitud del pueblo". No es pueblo, muy poderoso Señor, el que yace en rematada pobreza: es carga, es peligro, es amenaza; porque la multitud hambrienta ni sabe temer, ni tiene qué; y aquél que los quita cuanto adquirieron de oro y plata y hacienda, los deja la voz para el grito, los ojos para el llanto, el puñal y las armas. Para tomar Dios de su criatura un vestido humano, que eso fue el cuerpo, envía un ángel que se lo pida y que aguarde su respuesta, que satisfaga a las dificultades que se le ofrecieren; como fue decir la Virgen: "¿Cómo se obrará esto?, porque no conozco varón"; y que la asegure turbada. El texto dice: "La cual, como lo oyese, se turbó." No pueden los reyes enviar ángeles por ministros; mas pueden y deben enviar hombres que imiten al ángel en aguardar la respuesta, en quitar la turbación y el miedo: no hombres que imiten al demonio en no oír, en dar horror, y turbación y miedo. Si de lo mucho que se pidiese se da lo poco que se puede, es dádiva fecunda que luce y aprovecha. Y al vasallo le sucede lo que a la vid, que quitándole la poda lo superfluo, se fertiliza; y si la arrancan, lleva mucho más, mas la destruyen para siempre.

No sé qué se tiene de grande abundancia lo que se concede pedido; y bien sé cuánto tiene de estéril cuanto se toma negado. Si a intercesión de la gula hay meses vedados para que los cazadores no acaben la caza, matando los padres para las crías, haya meses vedados, cuando no años, a intercesión de la justicia y misericordia, para los cazadores de pobres, porque la cría de labradores no perezca.

Hemos considerado cómo se ha de pedir y proponer, y cuál ha de ser el ministro. Pasemos a examinar qué se ha de hacer con las propuestas de grandes mercedes.

Dijo el Ángel a nuestra Señora: "Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres": palabras llenas de singulares y altísimas prerrogativas. Y dice el Evangelista: "La cual, como lo oyese, se turbó en su razonamiento." Más seguro es, Señor, turbarse con la propuesta de grandes favores y mercedes, que tener orgullo en su confianza. A la Virgen María la saluda un ángel: llámala llena de gracia y bendita entre las mujeres, y se turba. A Eva la dice Satanás en la sierpe que coma y será como Dios; y se alegra, y confiada se ensoberbece. Ésta introduce con el pecado la muerte: la Virgen y Madre, concibiendo al que quitó los pecados del mundo, introdujo la vida y la muerte de la muerte. Díjola el ángel Gabriel: "No temas, María, porque hallaste gracia en Dios." Señor, los que hallan gracia en otro hombre, los que con otro hombre pueden y tienen valimiento, teman: sólo pierda el miedo el que halla gracia en Dios y con Dios. Las ruinas tan frecuentes de los poderosos, en que tanta sangre y horror gastan las historias, se originan de que temen donde no habían de tener miedo, y no tienen miedo donde habían de temer. Doctrina es ésta de David, y por eso doctrina real y santa (), tratando de los necios que en su corazón dijeron: "No hay Dios." Tal gente reprende en este salmo y verso: "Allí temblaron de miedo, donde no había temor." Y da la causa en el verso siguiente: "Porque Dios disipó los huesos de los que agradan a los hombres." Literal está la sentencia, y en ella la amenaza. Tienen gracia con los hombres, y no temen. Por eso Dios disipará sus huesos, y porque temen donde no hay temor. Muchos tienen gracia con Dios, a quien hace mercedes y favores; y muchos la tienen, a quien da aflicciones y trabajos. Hay algunos, y no pocos, que en viéndose en poder de persecuciones desconfían de tener gracia con Dios; y por eso temen donde no hay temor. Éstos más quieren estar contentos con lo que Dios hace con ellos, que no que Dios esté contento de ellos por lo que con ellos se sirve de hacer. Quieren a Dios sólo en el regalo y en el halago, no en el examen y dolor meritorio. Son almas regalonas y acomodadas. No lo enseña así San Agustín, pues dice: "Quien alaba a Dios en los milagros de los beneficios, alábele en los asombros de las venganzas; porque amenaza y halaga. Si no halagara, no hubiera alguna advertencia; si no amenazara, no hubiera alguna corrección."

Palabras son del Espíritu Santo: "El principio de la sabiduría es el temor del Señor." Lo primero que se nos manda en el Decálogo es amar a Dios, y no se manda que le temamos, porque no hay amor sin temor de ofender o perder lo que se ama; y este temor es enamorado y filial. Según esto, Señor, el hombre que tiene gracia con otro hombre, cuerdo es si teme. El que tiene gracia con Dios no tiene qué temer: ése sólo está seguro de miedos, y tiene en salvo los sucesos de sus buenas obras, sin que pueda variárselos la mudanza del monarca, por ser inmutable; ni la envidia de los enemigos, por ser la misma justicia, a quien no pueden engañar. Y el hombre, Señor, que tiene gracia con otro y no teme, éste le desprecia, y quiere antes ser temido de su señor, que temerle; y quien llega a temer al que hizo, él se confiesa por deshecho.




Capítulo XIII: Cuál ha de ser el descanso de los reyes en la fatiga penosa del reinar;

qué han de hacer con sus enemigos, y cómo han de tratar a sus ministros,

y cuál respeto han de tener ellos a sus acciones.

(Jn 4)

Jesus ergo fatigatus ex itinere, sedebat sic supra fontem. Venit mulier de Samaria haurire aquam. Dicit ei Jesus: Da mihi bibere. Dicit ergo ei mulier illa Samaritana: Quomodo tu, Judaeus com sis, bibere a me poscis, quae sum mulier Samaritana? Respondit Jesus, et dixtit ei: Si scires donum Dei, et quis est, qui dicit tibi da mihi bibere; tu forsitan petisses ab eo, et dedisset tibi aquam vivam. Dicit ei mulier: Domine, neque in quo haurias habes, et puteus altus est: unde ergo habes aquam vivam?

Que el reinar es tarea; que los cetros piden más sudor que los arados, y sudor teñido de las venas; que la corona es peso molesto que fatiga los hombros del alma primero que las fuerzas del cuerpo; que los palacios para el príncipe ocioso son sepulcros de una vida muerta, y para el que atiende son patíbulo de una muerte viva, lo afirman las gloriosas memorias de aquellos esclarecidos príncipes que no mancharon sus recordaciones, contando entre su edad coronada alguna hora sin trabajo. Así lo escribió la Antigüedad; no dicen otra cosa los santos; esta doctrina autorizó la vida y la muerte de Cristo Jesús, rey y señor de los reyes. Y como suene afrenta en las majestades el descansar un rato, y sea palabra que desconocen y desdeñan las obligaciones del supremo poderío, el Evangelista, cuando dijo que Cristo descansaba del cansancio del camino (eso es sentarse), dijo tales palabras: Jesus ergo fatigatus ex itinere, sedebat sic supra fontem. "Jesús cansado del camino, se sentó así junto a la fuente." Sentose así, descansó así. Aquel así disculpa el descansar siendo rey; y dice que descansó así, para que los reyes sepan que si así no descansan, no se asientan, sino se derriban. Veamos pues cómo descansó, puesto que la palabra sic, así, está poseída de tan importantes misterios.

Bien sé que Lira dice: Quod ex hoc apparebat veritas humanae naturae, quemadmodum et quando esuriit post jejunium. Y San Juan Crisóstomo refiere sobre San Juan: Sedebat, ut requiesceret ex labore. Yo reverencio como miserable criatura estas explicaciones, y en ellas adoró la luz del Espíritu Santo que asistió a sus doctores, y la aprobación de la Iglesia en los padres. Diré mi consideración sólo por diferente, sin yerro, a lo que yo alcanzo, y sin impiedad, así en esto como en otras cláusulas, porque se conozca cuál es el día de la lección sagrada, y la fecundidad de sus lumbres y misterios, pues guarda que considerar aun a mi ignorancia, sin aborrecerla por mi distraimiento. Esta protesta bastará para los juicios doctamente católicos; que para los que respiran veneno y leen las obras ajenas con basiliscos, ninguna cosa tiene lugar de defensa.

"Cansado del camino; Jesús estaba así sentado junto a la fuente." Señor: Cristo, rey verdadero, cansado del camino, sentose a descansar así. El propio Evangelista dirá cómo descansó. Señor, descansó del camino y trabajo del cuerpo, y empezó a fatigarse en otra peregrinación del espíritu, en la reducción de un alma, en la enmienda de una vida delincuente con muchas conciencias. Así, Señor, que los reyes que imitan a Cristo y descansan así, no se descansan a sí, descansan de un trabajo con otro mayor, y estas ansias eslabonan decentemente la vida de los príncipes. De las acciones más principalmente dignas de rey que Cristo hizo, fue ésta, y en que más enseñó a los reyes tres puntos tan esenciales, como cuál ha de ser su descanso, qué han de hacer con sus enemigos, y cómo han de tratar a sus ministros; y cuál respeto han de tener ellos a sus acciones, y cómo y para qué han de pedir los reyes a los miserables y súbditos.

Señor, cuando vuestra majestad acaba de dar audiencia, de oír la consulta del consejo; cuando despachó las consultas de los demás y queda forzosamente cansado, descanse, así como Cristo, empezando otro trabajo; trate de reducir a igualdad los que le consultan de otros; atienda vuestra majestad al desinterés de los que le asisten, a la vida, a la medra, a las costumbres, a la intención; que este cuidado es medicina de todos los demás. Quien os dice, Señor, que desperdiciéis en la persecución de las fieras las horas que piden a gritos los afligidos, ése más quiere cazaros a vos, que no que vos cacéis. Preguntad a vuestros oídos si son bastantes para los alaridos de los reinos, para las quejas de los agraviados, para las reprensiones de los púlpitos, para las demandas de los méritos, y veréis por cuántas razones vuestro sagrado oficio desahucia los espectáculos que os tengan por auditorio hipotecado a sus licenciosas demasías. Quien descansa con un vicio de una ocupación, ése descansa la envidia de los que le aborrecen, la codicia y ambición de los que le usurpan, la traición de los que le engañan. Quien de un afán honesto descansa con otro, ése descansa así como descansó Cristo.

Muy poderoso y muy alto y muy excelente Señor: los monarcas sois jornaleros: tanto merecéis como trabajáis. El ocio es pérdida del salario; y quien descansando así os recibió en su viña por obreros, mal os pagará el jornal que él ganó así, si así no le ganáis.

"Vino la mujer de Samaria a sacar agua. Díjola Jesús que le diese de beber. Díjole pues aquella mujer samaritana: ¿Cómo, siendo tú judío, me pides a mí de beber, siendo mujer samaritana?". De Dios, de Cristo, su Hijo unigénito, pocos llevan lo que buscan. ¡Gran dádiva negarles la demanda de su ceguera, y darles el provecho que previene su misericordia! Señor, no lleve agua el que viene por agua, si conviene que lleve reprensión. Sentaos, Señor, sic supra fontem, así sobre la fuente de las mercedes, de los premios y de los castigos: no dejéis que se sienten vuestros allegados y ministros; vayan a buscar de comer, no se entrometan en vuestro cargo. Asistid vos a la fuente, y tendrán remedio los sedientos, y beberán lo que les conviene, que es lo que vos les diéredes, y no lo que buscan y quieren sacar con sus manos.

Era pozo, y le llama fuente el Evangelista. Creo sea ésta la causa (y a propósito, si no la desautoriza ser yo el autor). Como el Espíritu Santo por San Juan hablaba al suceso para el misterio, y sabía que la mujer buscaba pozo y agua muerta, y que en el pozo había de hallar al que es fuente de agua viva, llamola así, previniendo la maravilla; y llamó fuente al pozo, porque la historia se cumplió en la fuente. San Agustín sobre San Juan admirablemente concierta la letra.

Señor, los pretendientes, los sedientos, los allegados os quieren pozo hondo y oscuro y retirado a la vista, porque solos ellos puedan sacar lo que quisieren. Éstos, Señor, que alcanzan con soga y no con méritos, paguen con su cuello al esparto lo que le trabajan con el caldero. Pozo os quieren, Señor: fuente sois, y tal os eligió Jesucristo. Ellos os quieren detenido y encharcado para sí, y Dios difuso y descubierto para todos. Corred como fuente, pues lo sois; y para quien os quiere pozo, sed sepultura.

Pide este gran rey, Señor, y pide agua al pie de la fuente en el brocal del pozo: no pide oro, ni plata, ni joyas; pide lo que sobra donde lo hay, a quien viene a sacarlo para sí todo. Estos malditos que son carcoma doméstica de los reyes, quieren que sean pozos: Dios manda que sean fuentes. Delito y castigo será contradecir a Cristo, y obedecer a los soberbios y vanagloriosos. Señor, rey, pozo hondo para todos y abierto para uno que solo y siempre saca, atienda con todos los sentidos a ver si conoce algo de su séquito y de su alma en aquellas palabras del Apocalipsis: "Vi caer del cielo en la tierra una estrella, y fuele dada llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió el humo del pozo como humo de un horno grande; y el sol y el aire se oscurecieron con el humo del pozo. Y del humo del pozo salieron langostas sobre la tierra, y fueles dada potestad como la tienen los escorpiones de la tierra; y fueles mandado que no ofendiesen el heno de la tierra, ni alguna cosa verde, ni algún árbol; sólo a los hombres que no tienen la señal de Dios en sus frentes."

Señor, este lugar tan poseído de amenazas y espantos, donde las estrellas caen y el humo sube, cosa tan contraria, lo entienden los padres a la letra de los herejes: yo me aventuro a declararle de los reyes pozos. Nada, si bien se considera, es por mi cuenta: el propio lugar se declara, y no por eso deja de entenderse de los herejes; que los reyes que se apartan de los ejemplos de Cristo, y le desprecian y niegan la obediencia a sus mandatos, herejes son de esta doctrina donde está escrita esta cláusula con tantos espantos como letras; estrella que cae, humo que sube, horno, oscuridad, escorpiones y langostas. ¿Qué fábrica en el infierno se compondrá de más temerosos materiales? Hable la cláusula por sí. ¿Qué es un rey? Una estrella del cielo que alumbra la tierra, norte de los súbditos, con cuya luz e influencia viven. Por eso apareció estrella a los tres reyes. Todos los reyes Señor, son estrellas del sol Cristo Jesús; familia suya son resplandeciente. El que cae de la alteza del cielo, el que se aparta de la igualdad de aquella circunferencia, que a su justicia llegan forzosamente todas sus líneas iguales, ése que del cielo cae en la tierra, ¿qué codicia? ¿Qué negocia con apear su luz encendida a la par con el día, y abatirla por el suelo? Negocia las llaves del pozo del abismo. Era vecino de oro en el glorioso espacio por donde se extienden en igualdad inmensa los volúmenes del cielo, y caía a ser llavero de las gargantas del humo de los depósitos de la noche. ¿Qué hizo este rey en teniendo las llaves del abismo? Abrir el pozo del abismo. ¡Ah, Señor! ¿Quién estuviera tan mal con alguna estrella, que de llama de aquel linaje que se encendió con la palabra de Dios en el más ilustre solar del mundo, sospechara pensamiento tan bajo? Yo creyera que bajaba la estrella a tomar las llaves del pozo del abismo para darle otra vuelta, para añadirle otro candado para que otra mano no le abriese. Mas no fue así; que quien deja el lugar que tenía por Dios, y el ministerio que le fue dado, todo lo dispone al revés. ¡Qué pensamiento tan vergonzoso para una estrella bajar ella a abrir el pozo para que suba el humo! Así el texto dice que subió del pozo humo como de un horno grande. Rey que deja de ser estrella y se inclina a pozo, ¿qué hace, Señor? Precipitarse a sí, que es estrella y levantar el criado, que es humo. La luz y la tiniebla truecan caminos. Estrella que cae, ¿qué puede levantar sino humo? Rey que deja cetro de monarquía por llaves de pozo, desate de las cárceles de la noche contra sí las oscuridades, y sea su castigo, que cayendo porque el humo suba, no logrará aun esta maldad; porque el humo cuanto más sube más se deshace, y la enfermedad mortal del humo es el subir.

"Y oscureciose el sol y el aire con el humo del pozo." Bien agradecida se mostró esta estrella al sol que la dio los rayos, pues abrió la puerta al pozo que le oscureció a él y al aire con el humo. Señor, todo lo deja a oscuras y confuso, y sepultado en noche, el rey que da puerta franca al humo; y debéis considerar, si con él se oscureció el sol, la que abrió con esta llave ¡qué padecería siéndole tan inferior en todo! Veamos, ya que dejó el cielo por el pozo, y escogió un eclipse tan desaliñado, qué fin tuvo, y para qué. "Y del humo del pozo salieron langostas sobre la tierra." Cuando se juntan con la humillación del príncipe la soberbia abatida y embozada del criado, engendran plagas, producen langostas. El hijo de esta bastardía tan alevosa es el azote de la tierra, el despojo de los pobres, la ruina de los reinos. ¿Qué otra sucesión merece una estrella que con el humo comete adulterio contra toda la hermosura y majestad del cielo? "Y fueles dada potestad, como la tienen los escorpiones de la tierra." Hijos del pozo, mestizos del día y de la noche, de la majestad y de la traición, mayorazgos de la iniquidad, atended qué poder se os da; mas atended cuál poder tenéis de escorpiones. Veneno sois, no ministros: fieras, no poderosos. Blasonar de este poder es apostar con todo el infierno en la iniquidad nefanda; y este poder, de que tan impíamente presumís, os fue dado contra vosotros, y trae instrucción secreta de Dios para atormentar vuestras conciencias. Oíd lo que se sigue: "Y fueles mandado que no ofendiesen el heno de la tierra, ni alguna cosa verde, ni algún árbol; sólo a los hombres que no tienen la señal de Dios en sus frentes. Poco os duró el golpe de veros langostas, parto del pozo y del humo: ya vuestros dientes tenían amenazado cuanto vive sobre la tierra en las edades del año. Ni malos habéis de ser, como deseáis: todo se os ordena al revés. Y es así, que las langostas ofenden lo verde, los campos, lo sembrado, y no a los hombres; y a vosotros os mandan como a langostas espurias y de ayuntamiento tan ilícito, que no ofendáis al heno, ni a la yerba, ni a lo verde, ni a algún árbol, y que ofendáis a solos los hombres que no tienen la señal de Dios en la frente. Aquí está secreto vuestro dolor. No habéis de ofender al bueno, al pobre, al inocente, al humilde, al justo, no; que en esa venganza estaba vuestra gloria. Sólo habéis de ofender a los que no tienen la señal de Dios en la frente. Y así se cumple que siempre estáis ocupados en deshaceros unos a otros, y en aparejaros los cuchillos y las sogas.

Señor, estese la estrella en el lugar que Dios la dio; y al pozo del abismo antes le añada cerraduras, que le abra. Si se baja del cielo al pozo, ved, Señor, que subirá el humo que os anochezca y os quite el sol y os borre el aire. Ministros que son bocanadas del pozo del abismo, bien están debajo de llave y debajo de tierra: no deis poder de escorpiones, ni aguardéis de tales simas otra cosa que plagas y langostas. Al pozo venía la Samaritana; mas Cristo rey eterno así se sentó junto de la fuente, porque baja del cielo a cerrar el pozo, y a enseñar la fuente, y a rogar con ella. Por eso la dio de su agua, que era de vida, y no bebió de la del pozo. Zacarías llama fuente a Cristo: "Fuente patente de la casa de David." Y Isaías: "Sacaréis las aguas en gozo, de las fuentes del Salvador." Aguas con gozo sólo se sacan de las fuentes. Consejo es del Espíritu Santo; que de los pozos ya hemos visto lo que se saca.

"Vino una mujer de Samaria a sacar agua, y díjola Jesús: Dame de beber." ¡Qué leves y qué baratos son los pedidos de Dios, del rey Cristo, a sus vasallos! Pide un jarro de agua, y pídele tan a propósito como se ve: al brocal del pozo, a quien tiene con qué sacar el agua y viene a eso. Leves serían los tributos de los príncipes, si pidiesen (a imitación de Jesucristo) poco y fácil, y a quien lo puede dar, y donde lo hay; lo que las más veces se descamina por la codicia y autoridad de los poderosos, pues se cobra del pobre lo que le falta y sobra al rico, que por lo que él le ha quitado y le niega, le ejecuta. Veamos qué sucedió a esta demanda tan justa de Cristo nuestro Señor, donde aquella suprema y verdadera majestad pidió con tan profunda humildad y tan inefable cortesía. Respondiole aquella mujer samaritana: "¿Cómo siendo tú judío, a mí, que soy mujer samaritana, pides de beber?". Señor, pidiendo Dios y el inocente y el justo, falta agua en el mar y en los pozos; y la respuesta no sólo niega lo que se pide, sino lo acusa y pretende hacer delincuente. Si estas negaciones se pasaran a las demandas de los codiciosos y descaminados, y las concesiones que sirven a su apetito se vinieran a estas demandas, los hombres estuvieran ricos, los reinos prósperos, la sed de Cristo socorrida, y la de los hidrópicos curada. Díjola Cristo: "Si supieras la dádiva de Dios, y quién es quien te dice: Dame de beber, pudiera ser que tú le pidieras a él, y él te hubiera dado el agua de vida". No lo habíamos entendido hasta ahora, Señor: no deja que lo entendamos nuestra ignorancia y nuestra avaricia. Sirven a estas acciones gloriosas de Cristo nuestro Señor, de tinieblas los estilos y sucesos de la tierra. Los príncipes temporales dan para pedir: Cristo, solo rey, pide para dar. Dice a la mujer que le dé agua, y niégasela y aun hace delito el habérsela pedido. Y el Señor la responde: "Si entendieras la dádiva de Dios y quién es quien te dice: Dame de beber". El negarle a Dios lo que nos pide, nace de que no conocemos que su pedir es dádiva. ¿Qué nos pide que no sea para darnos? ¡Gran misterio pedirla agua, para que ella se la pida al que se la dará! Quien pide de esta manera imitando a Cristo, será padre de sus reinos. Pida tributos para darles defensa, paz, descanso y aumento; no pida a todos para dar a uno, que es hurto; no pida a unos para dar a otros, que es engaño; no pida a los pobres para dar a los ricos, que es locura delincuente; no pida a ricos y a pobres para sí, que es bajeza. Pida para que le pidan, y entenderá la dádiva de Dios, que empieza en pedir y acaba en dar.

Señor: el demonio da sin que le pidan porque da quitando. Acuérdese vuestra majestad de la sierpe y de la manzana, aunque no es cosa de que podemos olvidarnos. Una golosina dio porque le diesen la gracia y el alma. Qué sin retórica reciben las mujeres, Eva lo enseñó bien para nuestro mal. Qué aprisa niegan y qué fácilmente piden, la Samaritana lo demuestra; pues luego que se enteró de las calidades del agua de vida, dijo: "Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga a sacarla a este pozo". ¡Qué acomodadamente nos desquitamos de nuestros yerros con Cristo! De lo que pecó esta mujer negándole lo que pedía, se remedió pidiéndole lo que le daba. Señor: ¡gran Rey, grande y verdadero Señor, que perdona que le neguemos su regalo si nos le pide, porque recibamos nuestro regalo cuando nos le da! ¡Por esto solo verdadero Rey, y solo bien querido Señor! Óigalo vuestra majestad del gran padre de la Iglesia Agustín: "Dios no manda algo que a él le aumente, sino a quien lo manda: por eso es verdadero Señor; que no tiene necesidad de su criado, sino su criado de él".

Ya hemos visto cómo se le niega a Dios lo que pide, y cómo pide él para que le pidamos. Veamos cómo, y a quién da. Señor, oíd al Evangelista: "Díjola Jesús: Ve, llama a tu marido, y ven aquí". Señor, a ella la dijo: Si tú conocieses la dádiva de Dios, tú me pedirías. Ella le pidió el agua de vida, y no se la da a ella. Mirad, muy alto y muy poderoso Señor, qué maestro os disimulan estas palabras. Pidió diciendo: Da mihi: "Dame a mí". No se acordó de otro. Cristo, que sus dones los comunica y no los encierra, los reparte en muchos, antes en todos, y no los arrincona en uno que los pide para sí. Mandó que llamase a su marido y lo trajese. ¡Dichoso vos, Señor, a quien es posible imitar esto, cuando en los demás no llega el caudal más adelantado sino a acordaros lo que muchos pretenderán que se os olvide!. "Vinieron sus discípulos, y admirábanse porque hablaba con mujer; empero ninguno le dijo: ¿Qué buscas o qué hablas con ella?". Llegado hemos, Señor, a lo profundo del pozo. ¿Quién creyera que este brocal había de ser cátedra donde la suma sabiduría enseñase a reinar a los reyes, y que de tan soberana doctrina serían interlocutores una mujer y un cántaro? Todo, Señor, es aquí maravilloso; y más que yo, despreciada criatura, os descifre esta lección, disimulada en trastos tan ajenos de la majestad.

Los apóstoles, Señor, que eran los ministros y los privados y los parientes, habían ido a buscar mantenimiento: "Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer". Algo han de hacer, Señor, los reyes solos por sí, sin asistencia de los ministros. Algo, es forzoso; porque con eso ya habrá sido rey alguna vez. Muchas cosas ha de hacer solo el señor; es conveniente: todas las cosas no le es posible. Mas siendo las importantes e inmediatas a su oficio, han de ser todas. Y así lo enseña Cristo Jesús. Cuando su majestad dispone obra de rey y despacho de monarca, vayan los ministros a buscar de comer, sirvan como criados en lo que les toca: no se entrometan en el oficio coronado. El remedio del vasallo toca al rey, no al ministro: cánsese él por la ocasión de dársele. Matar la sed y la hambre del vasallo, Señor, toca al rey; matar la suya del rey, a sus ministros. Los apóstoles van a buscar mantenimiento a Cristo; y Cristo viene a dar bebida a la Samaritana. Oídme, Señor; que esta porfía por vuestra intención, más tiene de leal que de atrevida. Criado que tratare y se encargare de matar la sed a vuestros vasallos, no buscará la comida para vos, sino para sí; y ellos quedarán muertos, y no su sed; y vos sin mantenimiento y sin qué comer. Veamos si los apóstoles se sintieron de esto. No, Señor, que eran ministros de Dios y trataban de servirle a él, dejándole ser rey, y no de servirse de él, mancomunándose en la corona. Vinieron y admiráronse de que hablase con una mujer; mas ninguno se atrevió a preguntarle qué buscaba o qué hablaba con ella. Señor, no lo advirtió de balde el Evangelista Fue como si dijera: sabía Cristo, rey solo, lo que sólo había de hacer; y sus privados lo que habían de hacer, que era servirle, lo que no habían de hacer, que era escudriñarle. Criado que quiere saber todo lo que el rey hace y lo que dice preguntándoselo, llámale rey y pregúntale esclavo. Quien quisiere, Señor, saber lo que hacéis, sepa de vos que no sabe lo que hace.

Al ministro más alto le es lícito admirarse de las acciones del rey: así lo hicieron los apóstoles. No es lícito adelantarse, ni atreverse, ni entremeterse: así lo hizo el diablo. Halla el criado y el ministro hablando al príncipe con otro a solas: no envidie ni recele, no maquine: admírese y calle; que vos, Señor, habéis de hablar con quien conviene, con quien lo ha menester, no con quien ellos quisieren. Acobardad, Señor, la pregunta curiosa en los vuestros; que entonces ellos serán mejores criados, y vos más rey. Ni os pregunten qué buscáis, ni qué habláis, ni qué os hablaron: tengan admiración muda, que es admiración de apóstoles; no admiración preguntadora, que es admiración de fariseos que también se admiraban y le preguntaban siempre. "Dijéronle los apóstoles: Maestro, come. Mas él les dijo:

Yo tengo manjar que comer, que vosotros le ignoráis". Habían ido por mantenimiento para Cristo; trajéronsele, y rogábanle que comiese. Aun haciendo su oficio, Señor, y bien hecho y con puntualidad, y lo que les mandó Cristo, tuvieron mortificación en la respuesta. Comida tengo yo, dijo el gran Rey, que vosotros ignoráis. Señor, no lo sepan todo los ministros grandes, ni lo pregunten, aunque se admiren; y no sólo eso, mas oigan de vos que ignoran algunas cosas. Y cuando os ofrezcan en el cargo el divertimiento de la comida, Cristo os dejó sus palabras: tomádselas, que no es atrevimiento sino obediencia: "Díjole Jesús: Mi comida es hacer la voluntad de quien me envió para perfeccionar su obra".

Señor, la voluntad de Dios, que os envió para rey al mundo, es que le gobernéis a su imitación; y vuestra obra sólo se perfecciona con este cuidado. Y esto, si no es vuestra comida, es el sustento de vuestro oficio y el sustentamiento de vuestra monarquía.




Gobierno de Cristo-QUEVEDO - Si les piden, quién los ha de pedir, qué y cuándo; qué han de negar; qué han de conceder.