2Samuel (BPD) 9

La afrenta de los amonitasa los enviados de David

1 Crón. 19. 1-5
10 1 Después de esto, murió el rey de los amonitas, y su hijo Janún reinó en lugar de él. 2 David dijo: “Voy a retribuirle a Janún, hijo de Najás, las pruebas de lealtad que me ha dado su padre”. Y por intermedio de sus servidores, le envió las condolencias por la muerte de su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron al país de los amonitas, 3 los jefes amonitas dijeron a Janún, su señor: “¿Crees que David te hace llegar sus condolencias para honrar a tu padre? ¿No será que ha enviado a sus servidores como espías, para explorar la ciudad y sembrar la agitación?”. 4 Entonces Janún hizo detener a los servidores de David, les afeitó la mitad de la barba, les cortó la ropa a la altura de las nalgas y los despidió.
5
Apenas lo pusieron al tanto de lo sucedido, David ordenó que fueran a recibir a aquellos hombres, porque estaban muy avergonzados. Y el rey les mandó decir: “Quédense en Jericó hasta que les crezca la barba, y después vengan”.

Primera campaña de Israelcontra los amonitas

1 Crón. 19. 6-15
6 Cuando los amonitas advirtieron que se habían atraído el odio de David, mandaron a contratar veinte mil soldados de los arameos de Bet Rejob y de los arameos de Sobá, al rey de Maacá con mil hombres, y a veinte mil hombres de la gente de Tob. 7 David, al enterarse, envió a Joab con todo el ejército y con sus guerreros. 8 Los amonitas salieron y formaron en orden de batalla a la entrada de la Puerta, pero los arameos de Sobá y de Rejob, y la gente de Tob y de Maacá se mantuvieron aparte, en campo abierto. 9 Cuando Joab vio que había dos frentes de batalla, uno delante de él y otro detrás, seleccionó a lo más escogido de Israel y los alineó frente a los arameos, 10 dejando el resto de la tropa a las órdenes de su hermano Abisai. Luego les hizo tomar posiciones frente a los amonitas, 11 y dijo: “Si los arameos son más fuertes que yo, tú vendrás en mi ayuda; y si los amonitas son más fuertes que tú, yo iré a auxiliarte. 12 ¡Ánimo! ¡Luchemos valerosamente por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios! ¡Y que el Señor haga lo que le parezca bien!”.
13
Entonces Joab avanzó con sus tropas para enfrentarse con Arám, y estos huyeron delante de él. 14 Cuando los amonitas vieron que los arameos habían huido, también ellos huyeron delante de Abisai y entraron en la ciudad. Joab, por su parte, suspendió su campaña contra los amonitas y volvió a Jerusalén.

Nueva victoria de Davidsobre los arameos

1 Crón. 16-19
15 Los arameos, al ver que habían sido vencidos, concentraron sus tropas, 16 y Hadadézer envió mensajeros para movilizar a los arameos del otro lado del Río. Estos llegaron a Helám a las órdenes de Sobac, el jefe del ejército de Hadadézer. 17 Cuando informaron de esto a David, él concentró a todo Israel, cruzó el Jordán y llegó a Helám. Los arameos tomaron posiciones frente a David y le libraron batalla. 18 Pero tuvieron que huir delante de Israel, y David les mató a los arameos setecientos caballos y cuarenta mil hombres de caballería. También hirió a Sobac, el jefe del ejército, el cual murió allí mismo. 19 Cuando todos los reyes que estaban a las órdenes de Hadadézer vieron que habían caído derrotados ante Israel, hicieron las paces con los israelitas y les quedaron sometidos. En adelante, los arameos no quisieron prestar más ayuda a los amonitas.

David y Betsabé

1 Crón. 20. 1
11 1 Al comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas y sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén.
2
Una tarde, después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la azotea del palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. 3 David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron: “¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!”. 4 Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer vino, y David se acostó con ella, que acababa de purificarse de su menstruación. Después ella volvió a su casa. 5 La mujer quedó embarazada y envió a David este mensaje: “Estoy embarazada”.
6
Entonces David mandó decir a Joab: “Envíame a Urías, el hitita”. Joab se lo envió, 7 y cuando Urías se presentó ante el rey, David le preguntó cómo estaban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. 8 Luego David dijo a Urías: “Baja a tu casa y lávate los pies”. Urías salió de la casa del rey y le mandaron detrás un obsequio de la mesa real. 9 Pero Urías se acostó a la puerta de la casa del rey junto a todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa.
10
Cuando informaron a David que Urías no había bajado a su casa, el rey le dijo: “Tú acabas de llegar de viaje. ¿Por qué no has bajado a tu casa?”. 11 Urías respondió a David: “El Arca, Israel y Judá viven en tiendas de campaña; mi señor Joab y los servidores de mi señor acampan a la intemperie, ¿y yo iré a mi casa a comer, a beber y a acostarme con mi mujer”? ¡Por la vida del Señor y por tu propia vida, nunca haré una cosa así!”. 12 David dijo entonces a Urías: “Quédate aquí todavía hoy, y mañana te dejaré partir”. Urías se quedó en Jerusalén aquel día y el día siguiente. 13 David lo invitó a comer y a beber en su presencia y lo embriagó. A la noche, Urías salió y se acostó junto a los servidores de su señor, pero no bajó a su casa.
14
A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. 15 En esa carta, había escrito lo siguiente: “Pongan a Urías en primera línea, donde el combate sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que sea herido y muera”. 16 Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban los soldados más aguerridos. 17 Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y también murió Urías, el hitita.
18
Joab envió a David el parte de batalla, 19 y dio esta orden al mensajero: “Cuando termines de comunicar al rey el parte de batalla, 20 si él se enfurece y te dice: ‘¿Por qué se acercaron tanto a la ciudad para librar combate? ¿No sabían que arrojan proyectiles desde lo alto de la muralla? 21 ¿Quién hirió mortalmente a Abimélec, hijo de Ierubaal? ¿No fue una mujer la que le arrojó una piedra de molino desde lo alto del muro, y así él murió en Tébes? ¿Por qué se acercaron tanto a la muralla?’, entonces tú le dirás: ‘También ha muerto tu servidor Urías, el hitita’”.
22
El mensajero partió y fue a comunicar a David todo lo que Joab le había mandado decir. 23 El mensajero dijo a David: “Esa gente logró sacarnos ventaja. Hicieron una salida contra nosotros en campo raso, pero los hicimos retroceder hasta la entrada de la ciudad. 24 Entonces los arqueros dispararon contra tus servidores desde lo alto del muro, y murieron unos cuantos servidores del rey. También murió tu servidor Urías, el hitita”.
25
David respondió al mensajero: “Esto es lo que dirás a Joab: ‘No te preocupes por lo que ha sucedido. La espada devora hoy a este y mañana a aquel. Intensifica el ataque contra la ciudad, y destrúyela’. Así le devolverás el ánimo”.
26
Cuando la mujer de Urías se enteró de que su marido había muerto, estuvo de duelo por él. 27 Cuando dejó de estar de luto, David mandó a buscarla y la recibió en su casa. Ella se convirtió en su esposa y le dio un hijo.
Pero lo que había hecho David desagradó al Señor.

Reproche de Natány arrepentimiento de David

12 1 Entonces el Señor le envió al profeta Natán. Él se presentó a David y le dijo:
“Había dos hombres en una misma ciudad, uno rico y el otro pobre. 2
El rico tenía una enorme cantidad de ovejas y de bueyes. 3 El pobre no tenía nada, fuera de una sola oveja pequeña que había comprado. La iba criando, y ella crecía junto a él y a sus hijos: comía de su pan, bebía de su copa y dormía en su regazo. ¡Era para él como una hija! 4 Pero llegó un viajero a la casa del hombre rico, y este no quiso sacrificar un animal de su propio ganado para agasajar al huésped que había recibido. Tomó en cambio la oveja del hombre pobre, y se la preparó al que le había llegado de visita”.
5
David se enfureció contra aquel hombre y dijo a Natán: “¡Por la vida del Señor, el hombre que ha hecho eso merece la muerte! 6 Pagará cuatro veces el valor de la oveja, por haber obrado así y no haber tenido compasión”.
7
Entonces Natán dijo a David: “¡Ese hombre eres tú! Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; 8 te entregué la casa de tu señor y puse a sus mujeres en tus brazos; te di la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera poco, añadiría otro tanto y aún más. 9 ¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir bajo la espada de los amonitas. 10 Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita.
11
Así habla el Señor: ‘Yo haré surgir de tu misma casa la desgracia contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. 12 Porque tú has obrado ocultamente, pero yo lo haré delante de todo Israel y a la luz del sol’”.
13
David dijo a Natán: “¡He pecado contra el Señor!”. Natán le respondió: “El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás. 14 No obstante, porque con esto has ultrajado gravemente al Señor, el niño que te ha nacido morirá sin remedio”. 15 Y Natán se fue a su casa.

Muerte del hijo de Betsabéy nacimiento de Salomón

El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y él cayó gravemente enfermo. 16 David recurrió a Dios en favor del niño: ayunó rigurosamente, y cuando se retiraba por la noche, se acostaba en el suelo. 17 Los ancianos de su casa le insistieron para que se levantara del suelo, pero él se negó y no quiso comer nada con ellos. 18 Al séptimo día, el niño murió. Los servidores de David no se atrevían a darle la noticia, porque se decían: “Si cuando el niño estaba vivo le hablábamos y no nos escuchaba, ¿cómo le vamos a decir que el niño está muerto? ¡Es capaz de hacer un disparate!”. 19 Pero David advirtió que sus servidores hablaban sigilosamente entre ellos, y comprendió que el niño había muerto. Entonces les preguntó: “¿Ha muerto el niño?”. Y ellos le dijeron: “Sí, está muerto”.
20
David se levantó del suelo, se bañó, se perfumó y se cambió de ropa. Luego entró en la Casa del Señor y se postró. Una vez que volvió a su casa, pidió que le sirvieran de comer y comió. 21 Sus servidores le dijeron: “¿Qué modo de proceder es este? Cuando el niño estaba vivo, ayunabas y llorabas. ¡Y ahora que él ha muerto, te levantas y te poner a comer!”. 22 Él respondió: “Mientras el niño vivía, yo ayunaba y lloraba, pensando: ‘¿Quién sabe? A lo mejor el Señor se apiada de mí y el niño se cura’. 23 Pero ahora que está muerto, ¿Para qué voy a ayunar? ¿Acaso podré hacerlo volver? Yo iré hacia él, pero él no volverá hacia mí”.
24
David consoló a Betsabé, su mujer, y se unió a ella. Ella concibió y dio a luz un hijo, al que llamó Salomón. El Señor lo amó, 25 y por medio del profeta Natán, mandó ponerle el sobrenombre de Iedidiá –que significa “Amado del Señor”– conforme a la palabra del Señor.

Conquista de Rabáy sometimiento de los amonitas

1 Crón. 20. 1-3
26 Joab atacó a Rabá de los amonitas y tomó la ciudad real. 27 Luego envió mensajeros a David para decirle: “Acometí contra Rabá y conquisté también la ciudad de las Aguas. 28 Ahora reúne el resto del ejército y acampa contra la ciudad para tomarla, no sea que la tome yo y se llame con mi nombre”. 29 David reunió todo el ejército, fue a Rabá, la atacó y la tomó.
30
Después David tomó la corona de la cabeza del dios Milcón y comprobó que pesaba un talento de oro. La corona tenía una piedra preciosa que fue colocada sobre la frente de David. Él se llevó también de la ciudad un enorme botín. 31 En cuanto a la población, la hizo salir de la ciudad, la obligó a trabajar con sierras, con picos de hierro y hachas, y la empleó en los hornos de ladrillos. Lo mismo hizo con todas las ciudades de los amonitas. Luego David y todo el ejército se volvieron a Jerusalén.

El ultraje de Amnóna su hermana Tamar

13 1 Un tiempo después, sucedió lo siguiente. Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa, llamada Tamar, y Amnón, hijo de David, se enamoró de ella. 2 Era tal su ansiedad, que llegó a enfermarse a causa de su hermanastra Tamar, porque como la joven era virgen, a Amnón le parecía imposible llevar a cabo algo con ella.
3
Amnón tenía un amigo llamado Jonadab, hijo de Simeá, hermano de David. Este hombre era muy perspicaz, 4 y dijo a Amnón: “¿Qué te pasa, príncipe, que cada día estás más deprimido? ¿No me lo vas a contar?”. Amnón le respondió: “Es por Tamar, la hermana de mi hermano Absalón. Estoy enamorado de ella”. 5 Entonces Jonadab le dijo: “Acuéstate como si estuvieras enfermo, y cuando tu padre venga a verte, tú le dirás: ‘Deja que mi hermana Tamar venga a darme de comer; que prepare la comida en mi presencia, de manera que yo pueda ver, y que me la sirva ella misma’”.
6
Amnón se acostó, fingiendo estar enfermo y cuando el rey fue a verlo, Amnón le dijo: “Por favor, que venga mi hermana Tamar a cocinar aquí mismo un par de buñuelos, y que me los sirva con sus propias manos”. 7 David mandó a decir a Tamar: “Ve a la casa de tu hermano Amnón y prepárale la comida”.
8
Tamar fue a la casa de su hermano Amnón, que estaba acostado. Tomó la harina, la amasó, preparó los buñuelos a la vista de él, y los hizo cocer. 9 Luego retiró la sartén y la vació delante de él, pero él se negó a comer, y ordenó: “¡Hagan salir a todos de mi presencia!”. Cuando salieron todos, 10 Amnón dijo a Tamar: “Tráeme la comida a la habitación y dame tú misma de comer”. Tamar tomó los buñuelos que había preparado y los llevó a la habitación donde estaba su hermano Amnón. 11 Pero cuando se los acercó para que comiera, él la agarró y le dijo: “¡Ven, acuéstate conmigo, hermana!”. 12 “¡No, hermano, replicó Tamar, no trates de forzarme, porque eso no se hace en Israel! ¡No cometas esa infamia! 13 ¿A dónde iría yo con mi deshonra? En cuanto a ti, ¡quedarías como un infame en Israel! Por favor, habla con el rey, y él no se opondrá a que seas mi esposo”. 14 Pero Amnón no quiso escucharla, sino que la tomó por la fuerza y se acostó con ella.
15
En seguida, Amnón sintió hacia ella un odio terrible, más fuerte aún que el amor con que la había amado. Entonces le dijo: “¡Levántate y vete!”. 16 Ella le respondió: “No, hermano; echarme ahora sería una maldad peor que la otra que has hecho conmigo”. Pero él no quiso hacerle caso; 17 llamó al joven que lo servía y ordenó: “¡Échenme a esta a la calle, y atranca la puerta detrás de ella!”. 18 Tamar llevaba una túnica de mangas largas, porque así vestían entonces las hijas del rey, cuando eran vírgenes. El sirviente la sacó afuera y atrancó la puerta detrás de ella.
19
Tamar se cubrió la cabeza con ceniza, desgarró su túnica de mangas largas y poniéndose las manos sobre la cabeza, se fue gritando. 20 Su hermano Absalón le dijo: “¿Fue tu hermano Amnón el que estuvo contigo? Ahora, hermana, no hables más de esto. Él es tu hermano, no tomes la cosa tan a pecho”. Y Tamar se quedó desolada en casa de su hermano Absalón.
21
Cuando el rey David se enteró de lo sucedido, se indignó profundamente. 22 Absalón, por su parte, no le dirigió más la palabra a Amnón, debido al rencor que le tenía por haber violado a su hermana Tamar.

Asesinato de Amnóny huida de Absalón

23 Dos años más tarde, se hacía la esquila para Absalón en Baal Jasor, que está cerca de Efraím, y él invitó a todos los hijos del rey. 24 Absalón se presentó al rey y le dijo: “Tu servidor está esquilando las ovejas. Háganme el honor de venir conmigo el rey y sus servidores”. 25 El rey respondió a Absalón: “No, hijo mío, no vamos a ir todos a ponerte en gastos”. Él le insistió, pero David no quiso ir y lo despidió con su bendición. 26 Entonces Absalón dijo: “Permite al menos que venga con nosotros mi hermano Amnón”. “¿Para qué va a ir contigo?”, repuso David. 27 Pero Absalón le insistió tanto, que David dejó partir con él a Amnón y a todos los hijos del rey.
Absalón preparó un regio banquete, 28
y dio esta orden a sus servidores: “¡Fíjense bien! Cuando Amnón se haya puesto alegre con el vino y yo les diga: ‘Hieran a Amnón’, ustedes lo matarán. No tengan miedo, porque soy yo el que lo ordeno. ¡Tengan ánimo y sean valientes!”. 29 Los servidores hicieron a Amnón lo que Absalón les había ordenado. Entonces todos los hijos del rey se levantaron, montaron cada uno en su mula y huyeron.
30
Cuando todavía estaban en camino, David recibió esta noticia: “Absalón ha matado a todos los hijos del rey; no ha quedado ni uno solo”. 31 El rey se levantó, rasgó sus vestiduras y se acostó en el suelo, mientras todos sus servidores permanecían de pie, con las ropas desgarradas. 32 Pero Jonadab, hijo de Simeá, hermano de David, tomó la palabra y dijo: “Que mi señor no diga que han matado a todos los jóvenes hijos del rey. Sólo ha muerto Amnón, porque Absalón ya había pronunciado la sentencia desde el día en que aquel violó a su hermana Tamar. 33 Que mi señor el rey no se preocupe ahora, pensando que han muerto todos los hijos del rey. No, sólo Amnón ha muerto, 34 y Absalón ha huido”.
El joven que estaba de centinela alzó los ojos, y vio avanzar un gran gentío por el camino que estaba detrás de él, sobre la ladera de la montaña. 35
Entonces Jonadab dijo al rey: “Ahí llegan los hijos del rey, tal como tu servidor lo había dicho”. 36 Apenas terminó de hablar, entraron los hijos del rey y se pusieron a llorar a gritos. También el rey y todos sus servidores derramaron abundantes lágrimas. 37 En cuanto a Absalón, fue a refugiarse junto a Talmai, hijo de Amijur, rey de Guesur. Y el rey estuvo de duelo por su hijo todo aquel tiempo.
38
Absalón, que había ido a refugiarse en Guesur, estuvo allí tres años. 39 Mientras tanto, a David se le pasó todo su enojo contra Absalón, porque se había consolado de la muerte de Amnón.

La estratagema de Joaby el retorno de Absalón

14 1 Joab, hijo de Seruiá, comprendió que el rey echaba de menos a Absalón.
2
Entonces hizo venir a Técoa a una mujer muy hábil y le dijo: “Vas a fingir que estás de duelo: vístete de luto, no te perfumes y aparenta ser una mujer que hace ya mucho tiempo está de duelo por su difunto. 3 Luego te presentarás ante el rey y le repetirás exactamente lo que yo te diga”. Y Joab le explicó todo lo que debía decir.
4
La mujer se presentó ante el rey y, postrándose con el rostro en tierra, exclamó: “¡Auxilio, rey!”. 5 “¿Qué te pasa?”, le preguntó el rey. Ella respondió: “¡Pobre de mí! Yo soy una viuda; mi marido ha muerto, 6 y tu servidora tenía dos hijos, que una vez se pelearon en el campo. Como no había nadie para separarlos, uno hirió al otro y lo mató. 7 Y ahora toda la familia se ha levantado contra tu servidora, diciendo: ‘Entrega al fratricida; vamos a darle muerte para vengar al hermano que él asesinó y acabar así con el heredero’. De esta manera apagarán la brasa que aún me queda, privando a mi marido de un nombre y un sobreviviente sobre la faz de la tierra”.
8
El rey dijo a la mujer: “Vete a tu casa. Yo me encargaré de este asunto”. 9 La mujer de Técoa le respondió: “¡Rey, mi señor, que la falta recaiga sobre mí y sobre la casa de mi padre! El rey y su trono están libres de culpa”. 10 “Al que te diga algo, añadió el rey, tráelo aquí y no volverá a molestarte más”. 11 La mujer insistió: “¡Dígnese el rey pronunciar el nombre del Señor, tu Dios, para que el vengador de la sangre no aumente la desgracia, eliminando a mi hijo!”. Entonces el rey declaró: “¡Por la vida del Señor, no caerá en tierra ni un solo cabello de tu hijo!”.
12
La mujer siguió diciendo: “¿Podría esta servidora decirle una palabra a mi señor, el rey?”. “Habla”, replicó él. 13 Ella añadió: “¿Por qué has pensado semejante cosa contra el pueblo de Dios? Con las palabras que acaba de pronunciar, el rey se ha confesado culpable, ya que no deja volver al que ha desterrado. 14 Todos tenemos que morir, y como el agua que se derrama en tierra y ya no se puede recoger, Dios no vuelve a dar la vida. Que el rey haga entonces un plan, para que el exiliado no esté más tiempo desterrado lejos de nosotros. 15 Si ahora vengo a hablar de este asunto al rey, mi señor, es porque el pueblo me ha atemorizado. Por eso pensé: ‘Es preciso que hable con el rey, a ver si hace lo que le digo. 16 Seguramente el rey consentirá en librarme del hombre que quiere extirparnos, a mí y a mi hijo, de la herencia de Dios’. 17 Tu servidora pensó además: ‘Que la palabra del rey nos traiga la calma. Porque él es como un ángel de Dios para distinguir el bien del mal’ ¡Que el Señor, tu Dios, esté contigo!”.
18
Entonces el rey tomó la palabra y dijo a la mujer: “Por favor, no me ocultes nada de lo que te voy a preguntar”. La mujer respondió: “Dígnese hablar mi señor, el rey”. 19 El rey continuó diciendo: “¿No está la mano de Joab detrás de todo esto?”. La mujer asintió: “¡Por tu vida, mi señor y rey, tu pregunta ha dado justo en el blanco! Sí, tu servidor Joab es el que me mandó y puso todas estas palabras en boca de tu servidora. 20 Lo hizo para no encarar el asunto de frente. Pero mi señor posee la sabiduría de un ángel de Dios y sabe todo lo que pasa en la tierra”.
21
Luego el rey dijo a Joab: “Está bien. Haré lo que has pedido: ve a traer al joven Absalón”. 22 Joab cayó con el rostro en tierra, bendijo al rey y dijo: “Rey, mi señor, ahora sé que cuento con tu favor, porque has accedido a mi demanda”. 23 Después Joab partió para Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén. 24 Pero el rey dijo: “Que se retire a su casa y no venga a verme”. Absalón se retiró a su casa y no se presentó ante el rey.

La prestancia de Absalón

25 No había en todo Israel un hombre más apuesto que Absalón, ni tan elogiado como él: desde la planta de los pies hasta la cabeza, no tenía ningún defecto. 26 Cuando se cortaba la cabellera –y lo hacía cada año, porque le resultaba demasiado pesada– el pelo cortado pesaba doscientos siclos, según la medida del rey. 27 A Absalón le nacieron tres hijos y una hija, llamada Tamar, que era muy hermosa.

El reencuentro de David y Absalón

28 Absalón estuvo tres años en Jerusalén sin ver al rey. 29 Entonces mandó a buscar a Joab para enviarlo ante el rey, pero él no quiso venir. Lo hizo llamar por segunda vez, y tampoco quiso venir. 30 Por eso, Absalón dijo a sus servidores: “Ustedes saben que Joab tiene un campo al lado del mío, donde ha sembrado cebada. Vayan a prenderle fuego”. Y los servidores de Absalón incendiaron el campo. 31 Joab fue a ver a Absalón a su casa y le dijo: “¿Por qué tus servidores han incendiado el campo que me pertenece?”. 32 Absalón replicó a Joab: “Yo te mandé a decir que vinieras, a fin de enviarte al rey con este mensaje: ‘¿Para qué he vuelto de Guesur? ¡Más me valdría estar todavía allí! Ahora quiero comparecer ante el rey, y si tengo alguna culpa, que me haga morir’”. 33 Joab fue a ver al rey y le llevó la noticia. Entonces el rey llamó a Absalón. Este se presentó ante él, se postró con el rostro en tierra, y el rey lo abrazó.

Las intrigas de Absalón

15 1 Después de esto, Absalón se consiguió un carro de guerra, caballos y cincuenta hombres que corrían delante de él. 2 Se levantaba temprano, se paraba junto al camino de la Puerta, y a todo el que iba a presentar un pleito al rey, en demanda de justicia, Absalón lo llamaba y le preguntaba: “¿De qué ciudad eres tú?”. Y cuando el hombre respondía: “Tu servidor es de tal tribu de Israel”, 3 él le decía: “Mira, tus razones son buenas y justas, pero no habrá quien te escuche en el tribunal del rey”. 4 Luego añadía: “¡Ah, si me constituyeran juez en el país! ¡Acudirían a mí todos los que tienen un pleito o un juicio, y yo les haría justicia!”. 5 Y cuando alguien se acercaba para postrarse ante él, le tendía la mano, lo abrazaba y lo besaba. 6 Así procedía Absalón con todo Israel, cuando acudían al rey en demanda de justicia, y de esta manera se conquistaba el afecto de los israelitas.

La revuelta de Absalón

7 Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey: “Por favor, déjame ir a Hebrón para cumplir el voto que hice al Señor. 8 Porque mientras estaba en Guesur de Arám, tu servidor pronunció este voto: ‘Si el Señor me hace volver a Jerusalén, iré a rendirle culto en Hebrón’”. 9 El rey le respondió: “Vete en paz”. Y él partió en seguida para Hebrón.
10
Mientras tanto, Absalón había enviado emisarios por todas las tribus de Israel, con esta consigna: “Apenas oigan el toque de la trompeta, ustedes dirán: ‘¡Absalón es rey en Hebrón!’”. 11 Junto con Absalón partieron de Jerusalén doscientos hombres, invitados por él, que iban con toda inocencia, sin sospechar nada del asunto. 12 Además, Absalón hizo venir de Guiló, su ciudad, a Ajitófel, el guilonita, consejero de David, y este lo acompañó mientras ofrecía los sacrificios. La conjuración fue tomando fuerza, y los secuaces de Absalón eran cada vez más numerosos.

La huida de David

13 Cuando David recibió esta noticia: “Todos los hombres de Israel están de parte de Absalón”, 14 dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén: “¡Rápido, huyamos! Si Absalón se nos pone delante, no tendremos escapatoria. ¡Apúrense a partir, no sea que él nos sorprenda, que precipite la desgracia sobre nosotros y pase la ciudad al filo de la espada!”. 15 Sus servidores le respondieron: “¡A las órdenes del rey, para todo lo que él decida!”. 16 Entonces el rey salió a pie con toda su familia, pero dejó a diez de sus concubinas para cuidar la casa. 17 Detrás del rey salió todo el pueblo, y se detuvieron junto a la última casa. 18 Todos sus servidores marchaban a su lado, mientras que los quereteos, los peleteos y los de Gat –los seiscientos hombres que lo habían seguido desde Gat– desfilaban delante de él.
19
El rey dijo a Itai, el de Gat: “¿Por qué vienes tú también con nosotros? Vuelve y quédate con el otro rey, ya que eres extranjero y, además de eso, un exiliado de tu patria. 20 Llegaste apenas ayer, ¿y hoy te haré ir de aquí para allá con nosotros, mientras yo mismo marcho a la ventura? No, regresa y llévate contigo a tus hermanos. ¡Que el Señor sea bondadoso y fiel contigo!”. 21 Pero Itai respondió al rey: “¡Por la vida del Señor y por tu propia vida, allí donde esté mi señor, el rey, allí estará tu servidor, en la muerte y en la vida!”. 22 Entonces David dijo a Itai: “Está bien, sigue adelante”. Así pasó Itai, el de Gat, con todos los hombres y los niños que estaban con él. 23 Todo el mundo lloraba a gritos, mientras el pueblo iba avanzando. El rey permanecía de pie en el torrente Cedrón, y todo el pueblo desfilaba ante él en dirección al desierto.

El Arca de la Alianzallevada de vuelta a Jerusalén

24 Allí estaba también Sadoc, con todos los levitas que transportaban el Arca de Dios. Ellos depositaron el Arca de Dios junto a Abiatar, hasta que todo el pueblo terminó de salir de la ciudad. 25 Pero el rey dijo a Sadoc: “Lleva de nuevo el Arca de Dios a la ciudad. Si el Señor me mira favorablemente, me hará volver a ver el Arca y su morada. 26 Y si dice: ‘No me complazco en ti’, aquí me tiene: ¡que haga conmigo lo que más le agrade!”. 27 Y el rey siguió diciendo al sacerdote Sadoc: “Mira, tú y Abiatar vuelvan en paz a la ciudad, y lleven con ustedes a sus dos hijos, a tu hijo Ajimáas y a Jonatán, el hijo de Abiatar. 28 Yo me voy a demorar en los pasos del desierto, hasta que reciba noticias de ustedes”. 29 Entonces Sadoc y Abiatar llevaron de vuelta el Arca de Dios a Jerusalén, y permanecieron allí.

Jusai, espía de David

30 David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraba mientras subía. 31 Entonces informaron a David: “Ajitófel está con Absalón entre los conjurados”. Y él exclamó: “¡Entorpece, Señor, los consejos de Ajitófel!”.
32
Cuando David llegaba a la cumbre, allí donde se adora a Dios, le salió al encuentro Jusai, el arquita, amigo de David, con la túnica hecha jirones y la cabeza cubierta de polvo. 33 David le dijo: “Si sigues adelante conmigo, serás para mí una carga. 34 En cambio, si vuelves a la ciudad y le dices a Absalón: ‘Rey, yo seré tu servidor; antes servía a tu padre pero ahora te serviré a ti’, entonces podrás desbaratar en beneficio mío los planes de Ajitófel. 35 Allí estarán contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar. Todo lo que oigas en la casa del rey se lo comunicarás a ellos. 36 Allí están con ellos sus dos hijos, Ajimáas, el de Sadoc, y Jonatán, el de Abiatar: por medio de ellos me comunicarán todo lo que oigan”. 37 Jusai, el amigo de David, llegó a la ciudad al mismo tiempo que Absalón entraba en Jerusalén.

La adhesión de Sibá a David

16 1 David acababa de pasar la cumbre, cuando le salió al encuentro Sibá, el servidor de Meribaal, con un par de asnos ensillados y cargados con doscientos panes, cien racimos de pasas de uva, cien frutas frescas y un odre de vino. 2 El rey dijo a Sibá: “¿Qué vas a hacer con eso?”. Sibá respondió: “Los asnos servirán de cabalgadura a la familia del rey; el pan y la fruta son para que coman los jóvenes, y el vino, para que beban los que desfallezcan en el desierto”. 3 El rey le preguntó: “¿Dónde está el hijo de tu señor?”. Sibá respondió al rey: “Se ha quedado en Jerusalén, diciendo: ‘Hoy la casa de Israel me devolverá el reino de mi padre’”. 4 El rey dijo a Sibá: “Desde ahora te pertenecen todos los bienes de Meribaal”. Sibá respondió: “¡A tus pies! ¡Quiera mi señor, el rey, dispensarme siempre su favor!”.

David maldecido por Simei

5 Cuando el rey llegaba a Bajurím salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Simei, hijo de Guerá. Mientras salía, iba lanzando maldiciones, 6 y arrojaba piedras contra David y contra sus servidores, a pesar de que todo el pueblo y todos los guerreros marchaban a la derecha y a la izquierda del rey. 7 Y al maldecirlo, decía: “¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y canalla! 8 El Señor hace recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, a quien tú has usurpado el reino. ¡El Señor ha puesto la realeza en manos de tu hijo Absalón, mientras que tú has caído en desgracia, porque eres un sanguinario!”. 9 Abisai, hijo de Seruiá, dijo al rey: “¿Cómo ese perro muerto va a maldecir a mi señor, el rey? ¡Deja que me cruce y le cortaré la cabeza!”. 10 Pero el rey replicó: “¿Qué tengo que ver yo con ustedes, hijos de Seruiá? Si él maldice, es porque el Señor le ha dicho: ‘¡Maldice a David!’. ¿Quién podrá entonces reprochárselo?”. 11 Luego David dijo a Abisai y a todos sus servidores: “Si un hijo mío, nacido de mis entrañas, quiere quitarme la vida, ¡cuánto más este benjaminita! Déjenlo que maldiga, si así se lo ha dicho el Señor. 12 Quizá el Señor mire mi humillación y me devuelva la felicidad, a cambio de esta maldición que hoy recibo de él”.
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David siguió con sus hombres por el camino, mientras Simei iba por la ladera de la montaña, al costado de él; y a medida que avanzaba, profería maldiciones, arrojaba piedras y levantaba polvo. 14 David y su gente llegaron rendidos, y allí retomaron aliento.

Absalón en Jerusalén

15 Mientras tanto, Absalón había entrado en Jerusalén con todos los hombres de Israel, y Ajitófel lo acompañaba. 16 Cuando Jusai, el arquita, el amigo de David, llegó a donde estaba Absalón, le dijo: “¡Viva el rey! ¡Viva el rey!”. 17 Pero Absalón replicó a Jusai: “¿Esa es tu lealtad hacia tu amigo? ¿Por qué no te has ido con él?”. 18 Entonces Jusai dijo a Absalón”: “¡No, de ninguna manera! Yo estoy con aquel a quien ha elegido el Señor, y también esta gente y todos los hombres de Israel. ¡Con él me quedaré! 19 Después de todo, ¿a quién voy a servir? ¿No es acaso a su hijo? Como estuve al servicio de tu padre, así te serviré a ti”.
20
Luego Absalón dijo a Ajitófel: “¡Deliberen a ver qué nos conviene hacer!”. 21 Ajitófel dijo a Absalón: “Únete a las concubinas que dejó tu padre al cuidado de su casa. Así todo Israel sabrá que has roto con tu padre, y tus partidarios se sentirán fortalecidos”. 22 Entonces le instalaron a Absalón una carpa en la azotea, y él se unió a las concubinas de su padre, a la vista de todo Israel. 23 En aquella época, se buscaba el consejo de Ajitófel como un oráculo divino: tal era la estima que tenían por sus consejos tanto David como Absalón.

El plan de Ajitófelfrustrado por Jusai

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2Samuel (BPD) 9